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JOSÉ MARTÍ (cubano, 1853-1895)

Versos sencillos

Yo soy un hombre sincero Gocé una vez, de tal suerte


de donde crece la palma, que gocé cual nunca: cuando
y antes de morirme quiero la sentencia de mi muerte
echar mis versos del alma. leyó el alcalde llorando.

Yo vengo de todas partes, Oigo un suspiro, a través


y hacia todas partes voy: de las tierras y la mar,
arte soy entre las artes, y no es un suspiro, es
en los montes, monte soy. que mi hijo va a despertar.

Yo sé los nombres extraños Si dicen que del joyero


de las yerbas y las flores, tome la joya mejor,
y de mortales engaños, tomo a un amigo sincero
y de sublimes dolores. y pongo a un lado el amor.

Yo he visto en la noche oscura Yo he visto al águila herida


llover sobre mi cabeza volar al azul sereno,
los rayos de lumbre pura y morir en su guarida
de la divina belleza. la vibora del veneno.

Alas nacer vi en los hombros Yo sé bien que cuando el mundo


de las mujeres hermosas: cede, lívido, al descanso,
y salir de los escombros, sobre el silencio profundo
volando las mariposas. murmura el arroyo manso.

He visto vivir a un hombre Yo he puesto la mano osada,


con el puñal al costado, de horror y júbilo yerta,
sin decir jamás el nombre sobre la estrella apagada
de aquella que lo ha matado. que cayó frente a mi puerta.

Rápida, como un reflejo, Oculto en mi pecho bravo


dos veces vi el alma, dos: la pena que me lo hiere:
cuando murió el pobre viejo, el hijo de un pueblo esclavo
cuando ella me dijo adiós. vive por él, calla y muere.

Temblé una vez —en la reja, Todo es hermoso y constante,


a la entrada de la viña—, todo es música y razón,
cuando la bárbara abeja y todo, como el diamante,
picó en la frente a mi niña. antes que luz es carbón.
Yo sé que el necio se entierra
con gran lujo y con gran llanto.
y que no hay fruta en la tierra
como la del camposanto.

Callo, y entiendo, y me quito


la pompa del rimador:
cuelgo de un árbol marchito
mi muceta de doctor.

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