Yo soy un hombre sincero Gocé una vez, de tal suerte
de donde crece la palma, que gocé cual nunca: cuando y antes de morirme quiero la sentencia de mi muerte echar mis versos del alma. leyó el alcalde llorando.
Yo vengo de todas partes, Oigo un suspiro, a través
y hacia todas partes voy: de las tierras y la mar, arte soy entre las artes, y no es un suspiro, es en los montes, monte soy. que mi hijo va a despertar.
Yo sé los nombres extraños Si dicen que del joyero
de las yerbas y las flores, tome la joya mejor, y de mortales engaños, tomo a un amigo sincero y de sublimes dolores. y pongo a un lado el amor.
Yo he visto en la noche oscura Yo he visto al águila herida
llover sobre mi cabeza volar al azul sereno, los rayos de lumbre pura y morir en su guarida de la divina belleza. la vibora del veneno.
Alas nacer vi en los hombros Yo sé bien que cuando el mundo
de las mujeres hermosas: cede, lívido, al descanso, y salir de los escombros, sobre el silencio profundo volando las mariposas. murmura el arroyo manso.
He visto vivir a un hombre Yo he puesto la mano osada,
con el puñal al costado, de horror y júbilo yerta, sin decir jamás el nombre sobre la estrella apagada de aquella que lo ha matado. que cayó frente a mi puerta.
Rápida, como un reflejo, Oculto en mi pecho bravo
dos veces vi el alma, dos: la pena que me lo hiere: cuando murió el pobre viejo, el hijo de un pueblo esclavo cuando ella me dijo adiós. vive por él, calla y muere.
Temblé una vez —en la reja, Todo es hermoso y constante,
a la entrada de la viña—, todo es música y razón, cuando la bárbara abeja y todo, como el diamante, picó en la frente a mi niña. antes que luz es carbón. Yo sé que el necio se entierra con gran lujo y con gran llanto. y que no hay fruta en la tierra como la del camposanto.
Callo, y entiendo, y me quito
la pompa del rimador: cuelgo de un árbol marchito mi muceta de doctor.