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ACCIÓN, JURISDICCIÓN Y PROCESO

Todo el Derecho Procesal se mueve sobre tres instituciones fundamentales: La

Acción, la Jurisdicción y el Proceso.

LA ACCIÓN.

La acción es la potestad que asiste al titular de un derecho para reclamar sus

legítimas pretensiones en sede judicial.

La acción es la llave del proceso. “Nemo iudex sine actore” (no puede existir un

proceso si no hay actor) y “nemo procedat iudex iure ex oficio” (no puede existir un

proceso de oficio), aforismos que tienen su origen en el Derecho Romano, describen

cómo el actor debe contar con una acción para poder elevar su reclamación a un

tribunal.

La acción como derecho adjetivo se deriva de la esfera del derecho sustantivo del

actor. Todo sujeto de derecho posee la capacidad de solicitar sus legítimas

pretensiones, si entiende que éstas no se cumplen en la práctica, y dicha capacidad

es la acción. El proceso por tanto no nace “per se” sino que debe ser invocado por

el actor que posee dicha acción.  Por ejemplo, la acción de rescisión asiste al

contratante que entiende que la otra parte del contrato no cumple con sus

obligaciones.

La acción se instrumenta en la práctica procesal a través de la Demanda, la

Querella, o los Recursos, cuándo las partes hacen valer sus pretensiones en sede

judicial a lo largo del proceso.

LA JURISDICCIÓN.

La jurisdicción comprende de manera genérica la instancia judicial (o arbitral) a la

que el actor se dirige al interponer las acciones pertinentes, con poder y legitimidad
para resolver el conflicto jurídico que se le expone, vía auto, sentencia o laudo, y

con capacidad de hacer cumplir lo juzgado.

La jurisdicción es territorial (juzgado local, , o estatal, o internacional) y por materia

(civil, penal, social, contencioso-administrativa, laboral, constitucional, militar).

El poder de los juzgados estatales viene determinado por la Constitución de cada

país, y deriva del propio poder de coacción del Estado. En el caso de los

organismos internacionales, este poder nace de los convenios y resoluciones a las

que cada Estado se encuentra acogido. Cuándo se trata de órganos arbitrales,

igualmente las partes han de haber reconocido la legitimidad del mismo y su

sometimiento voluntario a la decisión del árbitro, juez o tribunal.

El poder de la jurisdicción reside en última instancia en que sus resoluciones posean

la naturaleza de “cosa juzgada”: la sentencia emitida se convierte en realidad

jurídica última, pudiendo crear y extinguir obligaciones para las partes. Igualmente,

la jurisdicción abarca la ejecución de sus resoluciones, mediante la vía coactiva si

fuese necesaria, pues de otra manera sus resoluciones serían meramente

declarativas.

El PROCESO.

El proceso es el conjunto de actos que conforme a la normativa procesal se llevan a

cabo desde que el actor expone sus pretensiones a través de la acción, hasta que la

jurisdicción competente emite su sentencia, y en caso de ser necesario actúa en vía

ejecutiva para obtener el cumplimiento de la misma.

Así por tanto, es la hoja de ruta que de manera formal y preestablecida guía a las

partes intervinientes y a los órganos jurisdiccionales, dictando las formas y tiempos

en las que cada uno debe o puede actuar, para conseguir el objetivo buscado, la

justa resolución jurisdiccional.


Así todo ello, no existiría un sistema jurídico realmente efectivo si los derechos

materiales no pudiesen alegarse (acción) en vía judicial (jurisdicción) con una forma

definida de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado (proceso).

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