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2.

La fundamentación sobre la base de la filosofía del ser y la


fundamentación trascendental

La filosofía trascendental inicia con Kant, y ha tenido numerosas ediciones,


sea como reflexión filosófica propiamente dicha, sea como instrumento
racional del saber teológico (K. Rahner). La filosofía del ser, por su parte, es
la que más comúnmente se conoce como realismo filosófico; Santo Tomás de
Aquino suele ser considerado su representante más significativo. No vamos a
exponer aquí el pensamiento moral kantiano ni el tomista, sino el significado
especulativo esencial de la filosofía del ser y de la filosofía trascendental en
cuanto dos modos distintos de entender la interpretación y fundamentación
filosófica de la vida moral.

a) El punto de partida

Fundamentar una realidad es hacer presente su fundamento. La realidad cuya


fundamentación nos interesa aquí es la vida y la experiencia moral. Esa
experiencia es para Kant la experiencia —el factum rationis— de la necesidad
práctica y absoluta de responder a la situación en que me encuentro aquí y
ahora con una determinada acción (por ejemplo: paso por una autopista junto a
una persona herida en un accidente de tráfico y siento la llamada categórica a
detenerme para ayudarla, independientemente de que ello me interese o me
resulte cómodo). Esta necesidad práctica e incondicionada es lo que Kant
llama deber. El deber manifiesta la actividad sintética que para Kant es propia
del espíritu.

Sto. Tomás preferiría decir que lo que debe ser explicado filosóficamente son
los juicios, formulados espontáneamente por la razón humana, que califican
moralmente nuestras acciones; a esa calificación está unido el impulso natural
para realizar lo que la razón aprueba y para omitir lo que ella condena.

El punto de partida de Kant y del Aquinate es algo diferente, pero posee el


denominador común suficiente para establecer una comparación.

b) El planteamiento filosófico realista y trascendental

En el plano filosófico, el fundamento es el ser, por lo que toda


fundamentación filosófica, realista o no, recorre de algún modo el camino del
ser. El problema está en que el ser se dice y se entiende en varios sentidos.
Para la filosofía del ser, fundamentar filosóficamente una realidad (una
realidad moral) significa explicar la realidad (la existencia) de tal hecho y la
causa de su realidad o existencia. Hay que explicar fundamentalmente por qué
es y por qué es así, y no sólo por qué yo puedo conocerlo. La explicación se
desarrolla por eso en el plano del ser como acto de las cosas en cuanto reales.
La filosofía del ser diferencia entre el ser como acto existencial (actus
essendi) y el ser como verdad (el verum) o, si se prefiere, el ser en cuanto
conocido.

El acto de lo conocido en cuanto conocido es la operación cognoscitiva, y no


el acto de ser, y en ese sentido se sostiene que ser no equivale a ser percibido,
ya que el acto por el que algo existe es distinto del acto por el que algo es
percibido.

La filosofía trascendental, en cambio, centra su atención exclusivamente en el


ser como verdad, en el ser en cuanto presente ante la conciencia cognoscente.
Recordemos que la pregunta inicial de la reflexión crítica kantiana no es: ¿por
qué existen las cosas?, ni tampoco: ¿cómo se explica su existencia? La
pregunta kantiana es: ¿cómo son posibles las matemáticas y la física? Es decir:
¿cómo es posible el saber acerca de las cosas? El interés se centra en el saber
acerca del objeto, y no en su realidad. La fundamentación trascendental no
pretende explicar la existencia del objeto, sino la posibilidad de mi saber
acerca de él; si se quiere: la «existencia-para-mí» de la cosa. La tarea que la
reflexión trascendental se señala a sí misma consiste en explicar las
condiciones de posibilidad del «ser-objeto-conocido».

Parece en principio legítimo querer explicar el ente en cuanto conocido, y


también querer explicarlo en términos de operación cognoscitiva, porque ello
responde adecuadamente a la distinción entre acto de ser y acto de conocer. El
problema surge cuando la fundamentación gnoseológica se convierte, sin
más, en la única fundamentación filosófica, porque entonces se está afirmando
implícitamente que el «ser-conocido» es el único ser, lo cual tiene importantes
consecuencias antropológicas y éticas, como explicamos a continuación.

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