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SÍNTESIS FILOSÓFICA

Cosmología

LUIS ALEJANDRO MARTÍNEZ CARIBANA

SEMINARIO MAYOR FILOSOFADO SAN AGUSNTIN


La Linda Manizales
INTRODUCCION

La Cosmología se da con el propósito de comprender la naturaleza en gran proporción el mundo


físico que nos rodea, su evolución y su destino, siguiendo el método de las ciencias naturales.
Detrás de la Física se encuentra la antigua y honorable tradición de los intentos de entender de
dónde viene el mundo y hacia dónde va. Posterior a esto es en la Cosmología moderna que se
recoge toda esta tradición en el desarrollo de la Física y la Astronomía que nos ha llevado a
incluir estas preguntas, tradicionalmente arraigadas al pensamiento teológico y filosófico, dentro
del marco de la ciencia empírica. No obstante, todos estos temas no abordaran en esta síntesis.

En efecto, tanto en sus inicios, con las teorías griegas como en épocas más recientes, el
desarrollo de la Cosmología no ha ido de la mano de la observación experimental, por ser esta en
general muy difícil de realizar, y sólo se utilizan ciertos hechos empíricos para dar argumentos
válidos de una teoría imposible de comprobar experimentalmente hasta sus últimos términos.

Antes que nada, vamos a dar un repaso de la cosmología, pare ello, nos vamos a situar el
comienzo de la cosmología occidental hace más de 2500 años, en época griega. Primero con el
paso de lo que comúnmente conocemos del mito al logos, y la llegada de los filósofos
presocrático o de la naturaleza, y luego se da paso a la gran teoría cosmológica, que perduró
hasta el Renacimiento, fue la defendida por Platón y, sobre todo, Aristóteles, con sus cuatro
elementos: tierra, agua, aire y fuego; y el movimiento eterno y perfecto de los objetos celestes
fijados en ocho esferas cristalinas rotantes, cuya materia era la llamada quinta esencia. Todo
impulsado por el motor inmóvil, con la Tierra, por supuesto, en el centro.

La prolongación de esta cosmología aristotélica también se puede explicar por las


modificaciones adecuadas que hizo el astrónomo Claudio Ptolomeo para explicar las obvias
anomalías que se observaban en el movimiento de los astros en especial la retrogradación de los
planetas.

No fue hasta el año 1543 cuando el modelo geocéntrico de Aristóteles fue cambiado por el
heliocéntrico del matemático polaco Nicolás Copérnico, que precisamente el año de su
fallecimiento publicó su trabajo Sobre la revolución de las esferas celestes. Estas ideas se fueron
aceptando gradualmente y perfeccionando por astrónomos como el alemán Johannes Kepler
hasta el nuevo Universo gravitacional del inglés Isaac Newton, que perduró hasta que en el siglo
XX Albert Einstein enunciara su teoría de la Relatividad General.

Síntesis filosófica

Cosmogonía y Cosmología

Antes que nada, es preciso que tengamos en cuenta dos términos empleados dentro de este
trabajo y que mencionaremos en seguida, de tal forma, que tengamos claro en que consiste cada
una de ellas.

Cosmogonía: Origen del cosmos o del universo. Es la ciencia que trata de la formación del
universo. Los pueblos han inducido diversas versiones de la formación del universo. El
pensamiento cosmogónico se inició con explicaciones míticas del origen del mundo y de los
dioses y han progresado a explicaciones racionales que pretenden descubrir científicamente los
enigmas del universo.

Cosmología: Es la ciencia que se ocupa de las leyes que rigen el mundo. Es la parte de la
filosofía que estudia el universo como una totalidad.

Podemos diferenciar estas dos de la siguiente manera: la cosmogonía se encarga de estudiar las
explicaciones míticas del origen del mundo enfocándose hacia dioses dando explicaciones
racionales y la cosmología se encarga de estudiar las leyes que rigen el mundo.

Ahora bien, habiendo conocido estos dos términos base de nuestro trabajo, nos centraremos en lo
que concierne propiamente a la cosmología, abarcando autores representativos y sus
planteamientos, como también alguna teoría que corresponda a este tema. Para ello, daremos
paso a las teorías.

Periodo mítico.

Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha sentido la inquietud y necesidad de explicarse la


cuestión sobre los orígenes del mundo en el cual estamos, como también, acerca de sí mismos.
Todas las culturas, en todas las épocas y ámbitos geográficos, han plasmado esta curiosidad en
multitud de mitos etiológicos y, entre ellos, el relato cosmogónico, historia sobre los orígenes del
mundo y relato fundacional primero, ha ocupado siempre un lugar de excepción. Hasta tal punto
que, en algunas culturas, este tipo de narración ha sido erigido a la categoría de género literario.
Y ello porque esta forma de relato ofrece respuestas de orden físico y biológico, pero instaura
también elementos de alcance sociológico. En las narraciones de los orígenes se halla el germen
de la cosmovisión de una sociedad, de su potencialidad explicativa sobre el mundo en clave
mística

Aparecen los dioses característicos de todas las mitologías y de todas las religiones. Eran estas
las fuentes en las que los hombres hallaban todas las repuestas a sus interrogantes, a sus
angustias y temores y donde encontraban la fortaleza indispensable para enfrentar la vida. Los
dioses, responsables últimos de la naturaleza y de la sociedad, eran a su vez las respuestas para
los problemas que una y otra vez se planteaban los hombres: ¿Por qué el rayo destruye la
cosecha? ¿Por qué se inundan los campos? ¿Por qué hay esclavos? ¿A dónde van los muertos?
Estas y otras preguntas que los hombres hemos hechos a lo largo de nuestra historia,
interrogantes que hunden sus raíces en la vida misma, eran respondidos por la mitología y la
religión. La furia de los dioses explicaba todas las situaciones que los hombres consideramos
negativas: la muerte, la destrucción, el hambre, la pobreza. Las situaciones que consideramos
positivas · La paz, el bienestar económico, el éxito y el placer · eran también atribuidas a los
dioses. De ahí que los ritos y los sacrificios de hombres y animales caractericen este periodo de
desarrollo de la humanidad

Durante siglos la mitología respondió a los interrogantes de los hombres. Por las características
especiales que adquirió la sociedad esclavista en esa región que hoy llamamos Grecia, esta se
convierte en el centro de interés. Fueron peculiaridades las que imprimieron una dinámica
especial a la sociedad griega, dinámica que permitió que fuera allí donde surgiera la filosofía.

Periodo presocrático.

Pero pronto el pensamiento mítico sigue un proceso de desmitologización del modelo primitivo y
a la especulación filosófica, dando lugar a cosmogonías de corte naturalista. Los filósofos
presocráticos nos presentan diferentes modelos físicos, a partir de los cuales es posible dar
cuenta de la realidad natural (physis). Desde el agua principio de todas las cosas de Tales de
Mileto, hasta los átomos de Demócrito, pasando por el fuego primordial de Heráclito o el
Ápeiron, materia universal contenedora de toda la realidad inengendrada, de Anaximandro, los
pensadores presocráticos y los posteriores a ellos nos han aportado una buena dosis de filosofías
de los orígenes. En ellas se observa claramente cómo este paso implica, en primera instancia, el
destierro del antropomorfismo (o, en su defecto, el teriomorfismo) de las causas motrices del
origen, y se tiende en cambio a la abstracción de estos conceptos. Los dioses, de este modo,
pierden estatuto ontológico y capacidad explicativa de la realidad. Y con ello, el lenguaje mítico
se transforma en enunciado filosófico, de la mano de los grandes configuradores del pensamiento
occidental. Este paso del mýthos al logos se relaciona, en última instancia, con el paso de la
oralidad a la escritura.

Para adentrarnos en el mundo de los pensadores filósofos presocráticos es importante hacer una
breve intervención acerca de cómo surge esta corriente de filósofos. Este proceso lo podemos
atribuir al proceso de racionalización en curso, esto ocurre en el s.V a.C. Entre sus factores está
el surgimiento de la moneda en Jonia. Que es un gran paso a lo que llamaremos abstracción. Que
nos indica que el hombre puede abandonar la idea de lo concreto y abstraerla en una medida
universal.

También ocurre un gran intercambio y a raíz de esto un encuentro cultural. Hay a la vez un
cambio de una aristocracia terrateniente a una comercial; comienzan a tener mayor poder
banqueros y comerciantes, que de esta forma pueden acceder al gobierno.

Todo este crecimiento lleva a Grecia al enriquecimiento económico y la ciudad se libera (en gran
parte) de todos sus problemas de sobrevivencia, lo que permite a hombre convertirse en un
pensador.

De aquí ya todo empieza a tener un nuevo sentido todo se convierte en preguntas perplejas, el
hombre comienza a descubrir los cambios o movimientos de la naturaleza, contempla el cosmos
y se da cuenta que todo está en permanente cambio.

Los pensadores presocráticos fueron los primeros pensadores que quebraron con las formas
míticas del pensamiento, para comenzar a edificar una reflexión racional. Esto es a lo que
llamaremos paso del mito al logos.

Para comprender este concepto definiremos el mito como una explicación irracional que tenían
del mundo y de la vida que los rodeaba por aquel entonces en Grecia. Claro está que las
explicaciones mitológicas, si bien daban una respuesta al origen del mundo y de la vida, eran en
sí historias fabulosas y fantásticas de dioses antropomórficos que poco tienen de real y de
concreto. El logos  en cambio, se entiende como el surgimiento del saber racional y científico que
permitió dar respuestas sin hacer referencia a dioses ni entidades sobrenaturales. Claro es que las
explicaciones mitológicas, eran historias fabulosas y fantásticas de dioses antropomórficos que
poco tienen de real y de concreto. Pero que mucho tiempo satisficieron las interrogantes que el
hombre se planteaba. El logos en cambio, se entiende como el surgimiento del saber racional y
científico que permitió dar respuestas sin hacer referencia a dioses ni entidades sobrenaturales.

Por lo tanto, está bien afirmar que los presocráticos fueron quienes dieron ruptura al pensamiento
mítico y comenzaron a desarrollar una explicación más innovadora y critica sobre la
realidad. Otro concepto a tener en cuenta para la comprensión de los presocráticos es el
significado de arché; el principio de todas la cosas. A continuación, algunos de los pensadores
más representativos de esta etapa:

Tales de Mileto: (624 - 546): Fue el primer filósofo griego que intentó dar una explicación física
del Universo, que para él era un espacio racional pese a su aparente desorden. Sin embargo, no
buscó un Creador en dicha racionalidad, pues para él todo nacía del agua, la cual era el elemento
básico del que estaban hechas todas las cosas, pues se constituye en Vapor, que es Aire, Nubes y
Éter; del agua se forman los cuerpos sólidos al condensarse, y la tierra flota en ella. Se le
atribuye la afirmación "todo es agua". Debido a la manera como concebía la realidad.

Algunos afirman que Tales tomó esta teoría de la mitología oriental; la mayoría, sin embargo,
tienden a atribuirle un origen experimental, bien derivado de la experiencia de lo húmedo y de la
importancia de la humedad en el desarrollo de la vida, o bien de la observación de la evaporación
del agua, que hace que este elemento se transforme en otro. En todo caso fue el primero que
planteó la cuestión de la naturaleza última del mundo, concibiendo las cosas como formas
cambiantes de un primer y único elemento: el agua.

La tierra, para él, era un disco plano cubierto por la semiesfera celeste flotando en un océano
infinito. Esta tesis sobre la existencia de un elemento del cual estaban formadas todas las
sustancias cobró gran aceptación entre filósofos posteriores, a pesar de que no todos ellos
aceptaron que el agua fuera tal elemento. El hecho de buscarlo de una forma científica es lo que
le hace ser considerado como el "padre de la filosofía".

Anaximandro: (610 - 545): Él afirma que el Arjé no podía estar constituido por ninguno de los
elementos conocidos, como el agua, ni tampoco por ninguna clase particular de materia. Si ese
primer elemento era la causa material de todo lo existente había de ser la causa, por lo tanto, de
toda materia particular, por lo que dicho principio no podía identificarse con ninguna materia
particular. Siendo su principio, su comienzo, su fuente, había de ser algo necesariamente distinto;
pero dado que nosotros sólo conocemos las formas particulares de materia que emanan de ese
primer principio hemos de concluir que el "Arjé" tiene que ser una materia desconocida para
nosotros y, en cuanto tal, una materia indeterminada, indefinida, ilimitada. A esta materia
Anaximandro le coloca el nombre de “Ápeiron”.

"... lo infinito no tiene principio..., sino que parece ser ello el principio de los demás seres y que
todo lo abarca y todo lo gobierna, como afirman cuantos no postulan otras causas fuera de lo
infinito, tales como el espíritu o la amistad; el infinito, además, es un ser divino, pues es inmortal
e indestructible, como afirman Anaximandro y la mayoría de los físicos teóricos".

"... alguna otra naturaleza Ápeiron de la cual nacen todos los cielos y los mundos que hay dentro
de ellos. El nacimiento a los seres existentes les viene de aquello en lo que se convierten al
perecer, según la necesidad, pues se pagan mutua pena En conclusión Anaximandro afirma como
primera causa de la realidad una causa material: lo indefinido, lo indeterminado, lo infinito, a
partir de la que evoluciona todo lo real. En la medida en que se niega a identificar esta primera
causa con un elemento material particular su pensamiento supondrá un avance con respecto a
Tales, en cuanto significa un considerable esfuerzo de abstracción y coherencia racional.

Anaxímenes: (585 - 525): Se opone a Anaximandro y a Tales en cuanto a la determinación del


Arjé, él postula al Aire como Arjé. Toma esta elección a partir de la experiencia, influyendo la
observación de los seres vivos y la importancia del fenómeno de la respiración; en cuanto toma
como "Arjé" un elemento particular, su pensamiento supone un retroceso con respecto a
Anaximandro; pero Anaxímenes nos ofrece un mecanismo de explicación de la generación de las
cosas a partir de otro elemento distinto de ellas: ese mecanismo de generación se apoya en las
nociones de "condensación" y "rarefacción".

Por condensación del aire dice Anaxímenes, se forman las nubes; si las nubes se condensan se
forma el agua; la condensación del agua de lugar a la constitución del hielo, de la tierra; y la
condensación de la tierra da lugar a la constitución de las piedras y los minerales.
El proceso inverso lo representa la rarefacción: piedra, tierra, agua, nubes, aire y, por último la
rarefacción del aire produciría el fuego. En terminología moderna podemos decir que
Anaxímenes está intentando basar la explicación de lo cualitativo en lo cuantitativo; encontramos
en él, por lo tanto, un intento de explicar el mecanismo de transformación de unos elementos en
otros, de los que no disponían Tales ni Anaximandro. Al igual que ellos insiste, sin embargo, en

Afirmar una causa material como principio del mundo y, por lo tanto, en tratar de llevar a la
unidad la diversidad de la realidad observable.

Parménides de Elea: (540 - 470): Afirma Parménides en estas líneas la unidad e identidad del
ser. El ser es, lo uno es. La afirmación del ser se opone al cambio, al devenir, y a la
multiplicidad. Frente al devenir, al cambio de la realidad que habían afirmado los filósofos jonios
y los pitagóricos, Parménides alzara su voz que habla en nombre de la razón: la afirmación de
que algo cambia supone el reconocimiento de que ahora "es" algo que "no era" antes, lo que
resultaría contradictorio y, por lo tanto, inaceptable. La afirmación del cambio supone la
aceptación de este paso del "ser" "al "no ser" o viceversa, pero este paso es imposible, dice
Parménides, puesto que el "no ser" no es.

Heráclito de Éfeso: (VI - V a. c): La identificación del cosmos con un fuego eterno


probablemente no deba ser interpretada en el sentido que el fuego sea una materia prima original,
del mismo modo en que lo era el agua para Tales o el aire para Anaxímenes. El fuego sería la
forma arquetípica de la materia, debido a la regularidad de su combustión, que personifica de un
modo claro la regla de la medida en el cambio que experimenta el cosmos. Así,  es comprensible
que se le conciba como constitutivo mismo de las cosas, por su misma estructura activa, lo que
garantiza tanto la unidad de los opuestos como su oposición, así como su estrecha relación con el
Logos.

La idea de que el mundo nos ofrece una realidad sometida al cambio no es original de Heráclito:
a todos los pensadores presocráticos les impresionó dicha observación. Las afirmaciones de que
"todo fluye" y "no se puede bañar uno dos veces en el mismo río" se las atribuye Platón
libremente en sus diálogos, sugiriendo la correspondiente consecuencia: "nada permanece". Es
probable que Heráclito insistiera en la universalidad del cambio más que sus predecesores pero,
por los fragmentos que conservamos de su obra.
Atomistas: El origen, la constitución, la transformación y la destrucción de todo lo que existe
son el resultado de la combinación o separación de partículas (átomos) en eterno movimiento.
Esta tesis desarrollada por Leucipo y Demócrito de Abdera es una de las reacciones más
importantes -junto con el pensamiento de Heráclito- contra los planteamientos de Parménides de
Elea y sus seguidores según Leucipo existen únicamente diferentes tipos de átomos (brillantes,
esféricos y sutiles) y el vacío. Este último permite que el movimiento natural de los átomos -
producto de leyes necesarias e inmutables- se efectúe. Todos los fenómenos son manifestaciones
de la diversidad de combinaciones de los átomos en movimiento.

Demócrito desarrollo la tesis de Leucipo la naturaleza y las proyecto al plano psicológico y


moral. Afirmo que el pensamiento, la conciencia y la sensación son el resultado de las
combinaciones de átomos en sí mismos. De esta manera distintas combinaciones generan
pensamientos, conciencias y sensaciones distintas

Periodo clásico.

Platón: (427-347 a. c.): entendió que la realidad estaba compuesta por dos mundos: el Mundo
Sensible en el cual vivimos y el Mundo de las Ideas, que para él era el verdadero. En unos de sus
libros: Timeo, inicia su relato afirmando que el Demiurgo, dios supremo, actúa sobre el caos
primordial y ordena el universo según la inteligencia, tomando como modelo el mundo eterno de
las Ideas. Mientras que este es inmutable el universo está en perpetuo devenir. La belleza de los
entes sensibles es un reflejo de la perfección de los seres ideales. El universo queda constituido
como un ser vivo provisto de un Alma racional que lo gobierna. El discurso de los filósofos
sobre este mundo material sólo puede aspirar a lograr una convicción fundada, sin poder alcanzar
la verdad demostrable que la razón nos proporciona sobre el mundo inteligible.

El Demiurgo comenzó su obra a partir del fuego y de la tierra, intercalando entre ellos otros
según medias proporcionales el aire y el agua. Estos cuatro elementos primordiales constituyen
el Cuerpo del universo. Le dio una figura esférica, porque tiene la simetría más simple, y le
imprimió un movimiento de rotación en torno a sí mismo. Luego formó el espacio, ente
intermediario entre el ser y el devenir, que participa de la esencia de ambos: inmutable como el
ser y receptáculo de todos los cuerpos en devenir. Sitúa la esfera de las estrellas fijas como límite
exterior del universo y siete astros entre ella y la Tierra, que ocupa el centro. Coloca a la Luna, el
Sol, los cinco planetas y la octava esfera estelar en órbitas circulares cuyo radio es proporcional a
dos series geométricas: 1, 2, 4, 8 y 1, 3, 9, 27. A estos astros les comunica un movimiento de
rotación de sentido contrario al de las estrellas. Al Sol, Mercurio y Venus les comunica una
velocidad semejante, a la Luna, Marte, Júpiter y Saturno una velocidad variable proporcional.
Los astros más cercanos a la Tierra giran con mayor velocidad que los más lejanos.

Al poner los astros en movimiento el Demiurgo crea el tiempo, que se mide según números,
como imagen móvil de la eternidad. El orden que le impone al universo es eterno, pero mientras
exista el tiempo. Construye las estrellas de fuego, para que iluminen los cielos y las hace girar a
cada una sobre sí misma. La esfera entera gira en relación a la Tierra según el eje oblicuo de la
eclíptica. El movimiento transmitido a los planetas les hace variar continuamente de posición
relativa, pero cuando se cumple el Gran Año todos los astros han vuelto a su posición original. A
cada astro el Demiurgo le otorga su propia alma, que lo sujeta a las leyes de la naturaleza y del
destino.

Después de afirmar que el Demiurgo forma el universo según inteligencia y según necesidad
Platón retoma el comienzo del relato desde otra perspectiva. Quiere detallar mejor los procesos
que ocurren en el espacio, ese ente intermediario entre las Ideas y las cosas. Tras definirlo como
el lugar de todo lo generado, lo califica de indestructible e inalterable –pues su naturaleza no se
ve afectada por lo que contiene-, inteligible –porque es perceptible sólo para la razón– y sin
forma determinada. El espacio es el soporte necesario de la imagen del mundo de las Ideas que
es el universo.

Asimismo explica Timeo que puesto que los cuatro elementos pueden transformarse entre sí,
debemos considerar las cosas no como si fueran por naturaleza tal o cual mezcla de elementos,
sino como que tienen durante ciertos períodos las cualidades respectivas: calidez, frialdad,
sequedad o humedad. Antes de la acción del Demiurgo los cuatro elementos se hallaban
separados en diferentes zonas, debido a su diversa densidad: él los ordena dándoles forma y
proporción. La forma la confiere mediante dos triángulos: el rectángulo isósceles y el rectángulo
escaleno cuya hipotenusa es el doble del cateto menor.

Hay tres elementos –fuego, aire y agua– compuestos de corpúsculos cuyas caras son triángulos
equiláteros formados por la unión de dos triángulos rectángulos escalenos. El elemento fuego se
compone de corpúsculos con forma de tetraedro, pirámide de cuatro caras iguales. El aire se
compone de corpúsculos octaédricos, doble pirámide de ocho caras iguales. El agua se compone
de corpúsculos icosaédricos, formados por veinte caras iguales. El elemento tierra se compone de
corpúsculos cuyas caras son cuadrados formados por cuatro triángulos rectángulos isósceles
unidos por el vértice de los catetos.

Según Timeo, estas formas geométricas explican ciertas cualidades de los elementos, como su
movilidad y ligereza, cuyo grado de mayor a menor en ambas es fuego, aire, agua, tierra. El
choque de los corpúsculos produce la transformación de unos elementos en otros; por ejemplo,
dos de fuego pueden formar uno de aire, o bien dos y medio de aire uno de agua. Existe una
ilimitada variedad de corpúsculos, puesto que aunque sólo pueden tener cuatro formas, sus
tamaños pueden ser muy diversos. Tras equiparar el reposo a un estado de equilibrio y el
movimiento a una interacción entre motor y móvil, Timeo afirma que el movimiento rotatorio
del espacio mantiene unidos a los elementos e impide la existencia del vacío; los intersticios
entre los corpúsculos mayores están rellenos de corpúsculos menores. Ese movimiento causa
asimismo la separación de los elementos en cuatro zonas concéntricas en función de su ligereza;
en consecuencia, los corpúsculos nuevos que se forman por destrucción de otros emigran a sus
respectivas zonas.

A continuación Timeo explica cómo los cuatro elementos primordiales pueden transformarse
unos en otros a través de procesos de condensación y rarefacción, o el mismo elemento cambiar
de estado mediante fusión o licuefacción. Los grados de mezcla de los elementos explican las
distintas formas en que se presentan los elementos. Entre los cuerpos de fuego señala la luz, las
llamas y las brasas. Entre los aéreos señala el éter, la niebla y las tiniebla. Entre los acuáticos
distingue un agua líquida y un agua fusible y dentro de los líquidos fusibles menciona el oro y el
cobre; de agua solidificada distingue el hielo, la nieve, el granizo y la escarcha; de agua
mezclada con fuego destaca el vino, los aceites, la brea, la miel y el ácido; considera las ceras y
los combustibles como mezclas con más agua que tierra. Entre los cuerpos predominantemente
terrosos nombra las rocas, arcillas, sal, sosa y cristales.

Mediante los movimientos corpusculares de los elementos explica Timeo las principales
cualidades sensibles: el calor y el frío, la dureza y la blandura, la pesantez y la liviandad, la
suavidad y la aspereza. Hace ver que las cualidades son relativas y que, por ejemplo, lo que es
pesado respecto a algo puede ser liviano respecto a otra cosa. Al hablar de la gravedad justifica la
inmovilidad de la Tierra aduciendo que se halla en el centro geométrico de un universo esférico y
homogéneo, estando por tanto en el punto de equilibrio. A partir de aquí el relato se centra en el
cuerpo humano, tema que trataremos en otro lugar.

Representados por platón, Aristóteles. Confirman la concepción egocéntrica del mundo. Con
Aristóteles aparece por primera vez la cosmología como reflexión filosófica del cosmos que
abundo de mitos griegos y trata de explicar la conformación del mundo con base en los
elementos naturales, acudiendo a sus conocidos.

Cuatro causas: formal, material, eficiente y final que les permite explicar el movimiento, el
cambio y la transformación en su cosmos

Aristóteles distingue entre el mundo celeste o lunar y el mundo terrenal o sublunar. En cuanto a
los objetos celestes: las estrellas, los planetas, el sol, afirma que parecen moverse alrededor de la
tierra siendo su movimiento natural.

Aristóteles (384-322 a.C.) desarrolló un sistema del mundo mucho más elaborado que el de su
maestro Platón. Declaró explícitamente que la Tierra es esférica y que se encuentra inmóvil en el
centro del Universo, siendo el cielo, con todos sus astros, el que gira alrededor de ella. Más aún,
postuló una diferencia fundamental entre los cuerpos terrestres y los celestes. Según Aristóteles,
los cuerpos terrestres estaban formados por los cuatro elementos fundamentales y éstos poseían
movimientos naturales propios: la tierra y el agua hacia el centro de la Tierra, el aire y el fuego
en sentido contrario. En cuanto a los cuerpos celestes, estaban formados por una quinta
sustancia, incorruptible e inmutable, cuyo movimiento natural era el circular. Aristóteles asignó
al Sol, a la Luna y a los planetas respectivas esferas rotantes sobre las que estaban afianzadas.
Las estrellas, a su vez, se encontraban fijas sobre una esfera que giraba alrededor de la Tierra y
correspondía a la frontera del Universo. Pero, ¿qué había más allá de la esfera estelar? Aquí,
Aristóteles tuvo que recurrir a varios malabarismos filosóficos para explicar que, más allá, nada
existía, pero que esa nada no equivalía a un vacío en extensión; todo para decir que el Universo
"realmente" se terminaba en la esfera celeste.

Todo habría funcionado muy bien en el sistema de esferas ideales de Aristóteles si no fuese
porque los planetas, esos astros errantes, vagaban por el cielo ajeno a la perfección del
movimiento circular. En general, recorrían la bóveda celeste de oriente a poniente, pero a veces
se detenían y regresaban sobre sus pasos, para volver a seguir su camino en una forma que
desafiaba toda explicación simple.

Aristóteles adoptó el sistema de su contemporáneo Eudoxio, que explicaba razonablemente bien


el movimiento de los planetas. Este modelo consistía de un conjunto de esferas concéntricas,
cuyo centro común era la Tierra, y que giraban unas sobre otras alrededor de ejes que se
encontraban a diversos ángulos. Suponiendo que los planetas se encuentran fijos en algunas de
esas esferas, se lograba reconstruir sus movimientos con cierta precisión; aunque el sistema
necesitaba no menos de 55 esferas concéntricas para reproducir el movimiento de los planetas.

Aristóteles también supuso que la esfera correspondiente a la Luna señalaba el límite del mundo
material —el terrestre—, y que más allá de la esfera lunar el Universo dejaba de regirse por las
leyes de la naturaleza mundana. No sabemos si Aristóteles tomaba en serio sus propias teorías
cosmológicas, pero seguramente se habría sorprendido de que éstas se volvieran artículos de fe
quince siglos después de su muerte.

Los astrónomos griegos fueron los primeros en tratar de medir con métodos prácticos las
dimensiones del mundo en que vivían, sin basarse en especulaciones o mitos. Así, por ejemplo,
el mismo Aristarco de Samos que sostuvo la doctrina heliocéntrica, intentó determinar la
distancia entre la Tierra y el Sol. Para ello, midió la posición de la Luna en el momento exacto en
que la fase lunar se encontraba a la mitad, lo cual permitía, con un poco de geometría, encontrar
la relación entre los radios de la órbita lunar y la terrestre. Desgraciadamente, si bien el método
es correcto, la medición es irrealizable en la práctica con la precisión necesaria. Aristarco calculó
que la distancia de la Tierra al Sol es de unas veinte veces el radio de la órbita lunar, cuando el
valor correcto es casi 400. Curiosamente, está razón de 20 a 1 habría de subsistir hasta tiempos
de Copérnico, y aún después.

REFERENCIAS

http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/ciencia/volumen1/ciencia2/06/html/sec_7.html

http://fundacionorotava.org/bachillerato/filosofia/platon/la-cosmologia-de-platon-en-el-timeo/

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