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«Por una cultura revolucionaria de la política»

Por Jorge Luis Acanda

1.- Lo primero es destacar la polisemia del término socialismo. Ha sido y es


utilizado para designar fenómenos muy distintos. En algunos casos es
sinónimo de social-democracia, y por ende de reformismo. En una época se le
agregó el adjetivo de “real” y se le identificó con el sistema social implantado
por Stalin en la Unión Soviética y que, en lo esencial, copiaron los países del
auto-desingado “sistema socialista mundial”. En otros casos al término
socialismo se le ha añadido apellidos étnicos (“africano”, “árabe”) para designar
proyectos políticos nacionalistas (lo cual no es poco, pero aún no es suficiente).
Incluso se llega a utilizarlo para enmascarar un proceso de construcción
acelerada del capitalismo, como es el caso actual de China.

2.- Voy a utilizar el concepto de socialismo en la acepción en que lo pensaron


Marx, Engels y Lenin. Es decir, como período de transición al comunismo. Por
ende como etapa en la que coexisten características, relaciones, instituciones,
procedentes del capitalismo, con elementos de la futura sociedad comunista.
Esta interpretación permite destacar algunos elementos capitales:
A. El socialismo hay que pensarlo desde el comunismo. No es un objetivo
en sí mismo.
B. El socialismo constituye, necesariamente, una sociedad contradictoria,
conflictiva, desgarrada. Por lo tanto, debemos descartar la perversa
intención de alcanzar una “conducción científica y armoniosa” de la
misma (y lo de perverso no lo digo por gusto).
C. No debemos lamentar su carácter contradictorio. Las contradicciones
son la fuente del desarrollo, verdad de ABC del marxismo a la que los
marxistas, cuando están instalados en el poder, suelen huirle como a la
peste.
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D. Su carácter contradictorio legitima que se le entienda como una


revolución permanente, constante proceso de ruptura, y por ello de
búsqueda, de invención, de ensayo.
E. Por ello mismo está necesitado no sólo de proyecto, sino de la
existencia de fuerzas, instancias e instituciones encargadas de la
constante confrontación del proyecto con la marcha de los procesos
reales para lograr su permanente rectificación, afinación, mejoramiento.
Sería mejor decir que necesita proyectos.
F. Ello implica la realización de una reforma cultural profunda, encaminada
a la creación de un individuo capaz de lograr lo que hasta ahora ningún
tipo de sociedad ha deseado: no sólo que sea capaz de pensar con su
cabeza, sino que quiera hacerlo.
G. La crítica fundamental de Marx al capitalismo residía en su efecto
unilateralizador y constriñente sobre la subjetividad humana y sobre la
reproducción ampliada del sistema de necesidades del ser humano. Y
entendía al comunismo, en tanto desenajenación progresiva del ser
humano, como un sistema en el que se garantizaría el desarrollo
multilateral de la subjetividad.
H. En los países del auto-denominado “socialismo real”, la dictadura del
proletariado, cuando existió, fue sustituida por el poder de un grupo que,
presentándose a sí misma como gobernando en nombre del pueblo,
implantó realmente lo que se ha denominado como “dictadura sobre las
necesidades”: se le dictó a la gente lo que necesitaba saber y lo que no
necesitaba saber, lo que necesitaba o no necesitaba leer, comer, vestir,
etc. Ese modelo de socialismo no garantizó la reproducción ampliada y
multilateral de las necesidades, sino todo lo contrario. Estaba condenado
por la historia.

3.- La transición socialista es una tarea muy compleja. No puede ser realizada
por un solo agente, o sujeto, o un solo centro de poder. La transición socialista
no puede ser estado-céntrica, ni estadolátrica. Lo ha demostrado la experiencia
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histórica. Con genial previsión, Marx, Engels y Lenin no llamaron a adaptar o


mejorar al Estado para los fines del socialismo – lo cual es una típica consigna
social-demócrata – sino a debilitarlo gradualmente hasta su extinción. El
Estado y las relaciones monetario-mercantiles son necesarias durante la
transición socialista, pero tienen que serlo cada vez menos. La transición
socialista tiene que ser un proceso pluricéntrico, en el que participen variados
sujetos de la acción histórica. Es eso precisamente lo que la hace ser un
proceso de subversión cultural, civilizatorio.

4.- Todas las revoluciones burguesas encontraron su termidor. Lo mismo ha


pasado con las revoluciones socialistas. En ambos casos, en las revoluciones
burguesas como en las socialistas, la termidorización no fue provocada por
agentes externos, sino por procesos y fuerzas internas. En los países del auto-
nombrado “socialismo real” fue la nomenklatura en el poder la que, con toda
alevosía y premeditación, condujo a la derechización y muerte de la revolución.
La historia ha demostrado donde está el peligro.

5.- Más arriba destaqué la necesidad de pensar el socialismo desde el


comunismo. Con ello no sólo alcanzamos mayor precisión conceptual sobre el
socialismo, sino que nos obligamos a repensar el comunismo, recordando que
Marx lo entendió como la superación de la enajenación y la construcción de un
modo de apropiación material y espiritual de la realidad verdaderamente
humano.

6.- En un texto de Marx al que los marxistas se han empeñado en no leer, los
Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Marx criticó a la ciencia económica
por considerar al trabajo sólo como actividad económica, sólo como producción
de bienes materiales. Marx destacó que en el trabajo los seres humanos se
producen a sí mismos, producen el sistema de relaciones sociales, producen la
subjetividad social. Con ello rechazó la concepción unilateral que interpreta a la
sociedad como simple yuxtaposición de espacios autónomos, y que identifica
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en exclusiva a la economía con la producción de plusvalía, a la cultura con el


arte y a la política con las prácticas encaminadas a obtener y/o mantener el
control sobre las estructuras públicas represivas. Cultura y producción son dos
conceptos tan interrelacionados que a veces no vale la pena ni diferenciarlos.
Se producen, reproducen, difunden y consumen objetos culturales en el
trabajo, en la escuela, en el mercado, etc. No hay un solo objeto que no sea
también, y sobre todo, un objeto cultural.

7.- Marx destacó la centralidad del trabajo. No sólo, ni principalmente, porque


en él se crea lo que comemos o vestimos, sino porque en él nos creamos,
creamos nuestra espiritualidad., creamos aquello en lo que creemos. La
transición socialista sólo será exitosa si se esfuerza en lograr la
desenajenación del trabajo, que no es algo tan simple como algunos manuales
de procedencia soviética afirmaron.

Mucho se ha hablado sobre el papel de los incentivos “morales” y “materiales”


para aumentar la productividad de los trabajadores y su nivel de conciencia.
Pero poco hemos hablado los marxistas sobre el papel que en este campo
pueden desempeñar los incentivos que pudiéramos llamar “políticos”, tales
como el control democrático de la economía, el Estado y la sociedad, en el que
los trabajadores mismos son los que controlan el trabajo. Conforme a esta
perspectiva, es sólo mediante la participación y el control de su vida productiva
que la gente desarrolla un interés y un sentido de responsabilidad por lo que
hacen para ganarse la vida de día en día. Solamente así les puede llegar a
importar y a dar un comino por lo que hacen. Es en este sentido que la
democracia obrera se considera tanto un bien en sí – el que la gente esté en
control de su propia vida- como una fuerza económica verdaderamente
productiva. La democratización de la producción, tanto de la artística, como de
la pedagógica como de la económica, es un proceso profundamente cultural, y
por ello político, en la acepción más amplia del término.
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8.- El capitalismo, como modo de producción, no ha sido nunca un sistema sólo


económico, ni siquiera esencialmente un sistema económico. A lo largo de los
siglos ha sabido tejer una red englobadora de relaciones sociales, colocando al
arte, la ciencia, el trabajo, la escuela, la religión, etc., en función y al servicio de
la producción de plusvalía. Marx destacó que el capitalismo, en tanto modo de
producción, es un modo de producción de las necesidades materiales y
espirituales del ser humano, y un modo de producción de las representaciones
y la satisfacción de esas necesidades. Es un fenómeno social complejo.
Cultural, en el sentido más amplio y profundo del término. El capitalismo es
englobador. Pero genera un pensamiento (tanto a nivel empírico cotidiano
como a nivel teórico) parcializador, unilateral y positivista.

9.- Durante demasiado tiempo muchos marxistas adoptaron ese mismo tipo de
pensamiento para entender el capitalismo y también al socialismo y al
comunismo. Como sabemos por experiencia propia, se ha interpretado al
socialismo esencialmente desde una perspectiva estrechamente económica y
estrechamente política.

10.- Se ha difundido la idea de que nadie sabe lo que es el socialismo. Es


cierto, pero sólo hasta cierto punto. Después de 90 años de práctica social,
podemos saber – si queremos – dónde están los errores. Sabemos lo que no
puede ser el socialismo. Y tenemos un punto de partida: el socialismo tiene que
significar socialización de la propiedad y socialización del poder.
Democratización del poder y de la propiedad. Recuerdo que un día alguien, en
un seminario, quiso llevar la angustia al paroxismo y afirmó que tampoco
sabemos lo que eso puede significar. Es curioso que se afirme que no
sabemos lo que es la libertad o la democracia, cuando es evidente que todos
notamos enseguida su carencia o constreñimiento. Esta tesis sobre el
socialismo como socialización o democratización creciente permite sentar las
siguientes afirmaciones:
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A. Estatalización de la propiedad no es socialización. El capitalismo de


Estado no es transición socialista.
B. En tanto el Estado es una institución burguesa, burocratizada por su
propia esencia, la ilusión de un Estado desburocratizado socialista es
falsa. Por ello es imprescindible empeñarse en crear un sistema en
expansión de instituciones, espacios y prácticas que sean antagónicas a
la tendencia burocratizante íncita al aparato estatal y que coadyuven a
su extinción.
C. La idea anterior es la que permite entender la dramática importancia de
la exhortación leniniana a mantener la separación entre el partido y el
Estado.
D. De ahí la urgencia y necesidad de alcanzar el difícil equilibrio entre
centralismo y democracia al interior del partido, y también de mantener y
desarrollar una relación democrática entre el partido y las demás
instituciones y espacios sociales.
E. Ello explica la necesidad de desarrollar las formas autogestionarias de
producción y propiedad. Descentralización y autonomía de todas las
instancias tiene que ser un objetivo.
F. Revolución ininterrumpida, democratización y socialización crecientes,
significan protagonismo de la sociedad civil (entendida no en su
acepción liberal, sino en el sentido en el que Gramsci le asignó a este
concepto).

11.- Pensar al socialismo desde la cultura no significa excluir el pensarlo desde


la economía o desde la política. Significa pensar la cultura, la economía y la
política de una manera distinta a como se las representa y las presenta el
pensamiento positivista predominante. Una concepción amplia, multilateral, de
la cultura, la política y la economía permite comprender su interrelación
orgánica.
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12.- La transición socialista consiste en una lucha constante por la edificación


de espacios, instituciones y prácticas sociales contra-hegemónicos. Es decir,
que sean consustancialmente antagónicos con aquellos que han cimentado
durante siglos el dominio de la burguesía. Significa una subversión total del
sentido común, de lo que siempre se ha considerado como “natural” y “lógico”.
Es la construcción de una lógica diferente por subversiva. Es un fenómeno
esencialmente cultural.

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