Está en la página 1de 210

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SINALOA

FACULTAD DE HISTORIA
MAESTRIA EN HISTORIA

MATRIMONIOS EN MAZATLÁN:
UNA MIRADA SOCIODEMOGRÁFICA
(1860-1870)

TESIS QUE PARA OBTENER EL GRADO DE

MAESTRA EN HISTORIA

PRESENTA:

MARGARITA L. ARMENTA PICO

DIRECTOR DE TESIS

DR. SAMUEL OCTAVIO OJEDA GASTELUM

Culiacán, Sinaloa, Marzo de 2006


“...habiendo y debiendo ser los historiadores

puntuales, verdaderos y no nada apasionados,

y que ni el interés ni el miedo, el rencor ni la afición no

les haga torcer del camino de la verdad, cuya

madre es la historia, émula del tiempo, depósito de

las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso

de lo presente, advertencia de lo por venir.”

Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha.

2
INDICE

INTRODUCCIÓN ..........................................................................................6

I Mazatlán en el escenario Nacional..............................................................11

2. Mazatlán: rasgos de su vida Social ......................................................48

3. Iglesia Religiosidad y Matrimonio .................................................... ........86

4. Matrimonio Religioso, en Mazatlán...........................................................130

5. Matrimonios Civiles en Mazatlán 1861-1870 ..........................................154

Conclusiones…………………………………......…….…...……………...……..194

Anexos…………………………………………….....…..………………………...197

Bibliografía…………………………………………........………………………...203

3
AGRADECIMIENTOS

Por fin, los agradecimientos. La primera página que verá el lector, pero la última
que he escrito. El trabajo está hecho, y ya sólo queda dejar constancia de todo lo
que debo a tanta gente. Por otra parte, como no soy capaz de escribir nada
original sobre agradecimientos, por lo que sólo intentaré transmitir mis
sentimientos hacia todos los que han hecho posible que este trabajo haya llegado
a esta fase de conclusión.

Casi todo lo que hacemos, y entre ello lo relacionado con la investigación, es


fundamentalmente una labor colectiva, aunque muchas veces los que han
contribuido no sean en absoluto conscientes de ello. En el caso de esta tesis, aún
debería decir más: yo, como autor, he sido quien ha dado forma concreta a un
esfuerzo realizado, en distintos grados, por mucha gente, entre ellos mis maestros
de la Facultad de Historia a quienes agradezco sus comentarios, al igual que sus
críticas.

Sin embargo, quiero agradecerle especialmente a mi asesor, Dr. Samuel O.


Ojeda Gastelum por la cantidad de veces que lo colme de preguntas, por la
cantidad de libros que me prestó, por las veces que me corrigió, por el apoyo que
me dio cuando desviaba el camino y la paciencia que me tuvo cuando irrumpía en
su oficina con una y mil preguntas.

Igualmente, externo mi agradecimiento al director del Archivo Histórico General del


Estado de Sinaloa, Gilberto López Alanis, por las facilidades que me dio para
obtener la información que sustenta una parte de este trabajo y al Lic. Javier León
por los libros que me facilitó de su biblioteca personal así como a mi gran amiga y
compañera María de la Luz Villegas Yuriar por las interminables horas que
pasamos en el archivo buscando y capturando información para esta tesis.

A mi familia, por los momentos que les robé, para dedicarlo a la investigación de
archivo y a la lectura diaria. Gracias hijos, esposo, papá y hermanos.

4
Cabe también citar a todos aquellos que me animaron a embarcarme en esta
aventura, y a los que me apoyaron una vez que estaba en ella. A todos los que me
preguntaron una (y mil) veces cómo iba “la cosa”, a los que se interesaron por
cuándo acababa (o cuándo empezaba), a los que hacían lo que podían por
presionar a mi ociosa voluntad para que avanzase, y a todos los que han
comprendido mi tardanza. Todos ellos han hecho posible que me sienta
razonablemente orgullosa de este trabajo.

A todos gracias. marzo de 2006

5
INTRODUCCIÓN

Mazatlán fue la ciudad del noroeste de México que experimentó mayor crecimiento
durante la primera mitad del siglo XIX. Este auge se manifestó, en el notable
aumento de la población, en la expansión urbana y en el fuerte desarrollo del
comercio y la cultura. Dicha ciudad pasó a ser símbolo del progreso sinaloense.

Esa situación, regularmente ha sido asociada a la apertura económica del


noroeste decimonónico, a la presencia de una importante colonia extranjera y a la
poca significación que en ella tuvo la aristocracia tradicional del país. Lo cierto es,
que la sociedad porteña presentó algunas peculiaridades desde sus inicios en el
siglo XIX que la distinguió del resto de la población sinaloense. La presencia
numerosa de elementos exógenos, unidos al hecho de que dicha ciudad era uno
de los principales puertos del país, generó una situación particular desde el punto
de vista de las mentalidades y de la vida espiritual, que contrasta con lo que
aconteció en esos ámbitos, en el resto del territorio sinaloense.

Durante la séptima década del siglo decimonónico la población del puerto vivió
diferentes situaciones políticas y económicas que ve vieron reflejadas en su vida
cotidiana y quedaron asentadas en las actas de matrimonio civil al aplicarse las
Leyes de Reforma, por lo que la separación de la Iglesia y el Estado favoreció e
incrementó los matrimonios. De igual manera, se dieron los matrimonios mixtos1
ya sin los obstáculos que la religión tuviera al respecto.

Ahora bien, el desarrollo de esta temática: los matrimonios en Mazatlán, durante la


séptima década del siglo XIX, está dividido de la siguiente manera:

Los primeros dos capítulos son una introducción a la evolución del puerto, sobre
todo desde una perspectiva social, sin dejar de lado los aspectos económicos y
políticos que dieron lugar a esa composición poblacional. Donde, por un lado,
contrastan la vida de los comerciantes y, por otro, la pobreza y la realidad de un
inmenso conglomerado humano que vivió alrededor de la opulencia sin poder

1
En este caso los matrimonios mixtos son aquellos en donde uno de los cónyuges no esta bautizado. O sea
matrimonio entre un bautizado y otro no.

6
llegar a disfrutarla, llevando una vida en muchos casos miserable y distante de los
beneficios de esta bonanza comercial. Aparte de un destacado rol comercial en el
Pacífico, su condición de puerto, especialmente en la segunda mitad del siglo XIX
le permitió concentrar una gran cantidad de personas, sobre todo comerciantes
extranjeros que sobredimensionaron su presencia poblacional al asumir su control
económico, desde los establecimientos de expendio en los barrios, hasta las
casas mayoristas que controlaban el comercio externo en una amplia escala,
conectado con Europa y con un área de influencia que se extendió por diferentes
puntos del país, conformando un vasto mercado regional.

Sin duda, la presencia extranjera en Mazatlán le dio una traza distintiva, que se vio
reflejada en su arquitectura, sus características urbanas y sus costumbres. El
resultado del quehacer comercial-portuario le impusieron un crecimiento
poblacional extraordinariamente rápido, tomando en cuenta que atraía igual a
aventureros desde distintos lugares del país que comerciantes, militares -dados
los acontecimientos políticos de la década que se cubre- y personas en
buscaba de trabajo y sustento, como se ve reflejado en las fuentes en que se
apoyó esta investigación. Sin embargo, la bonanza económica y comercial, no
debe provocar que se pierda de vista las formas de vida de la sociedad porteña.
Por un lado, sus nexos con el exterior representado en los extranjeros que tenían
ciertos hábitos y costumbres pero también, las cotidianeidades y percepciones del
presente y porvenir de una comunidad formada por cargadores, vendedores
ambulantes, arrieros, aguadores, y otras personas relacionadas con el comercio y
el servicio doméstico que debieron llevar una existencia muy diferente a la de los
grandes comerciantes; sujetos que habitaban lugares insalubres y se encontraban
propensos a todo tipo de epidemias y enfermedades.

En el siguiente capítulo se intenta analizar los grados de influencia que alcanzó la


Iglesia como institución; particularmente, se destaca su poca presencia en el
puerto. Probablemente, un exiguo predominio sobre la población mazatleca que
permitió una vida con una moral más relajada, asunto que se analiza a través de
su religiosidad, sus fiestas, diversiones etc.

7
En el cuarto capítulo se hace un intento por rastrear los matrimonios religiosos
ocurridos en Mazatlán, no sin destacar los rasgos y manifestaciones que rodearon
a este acto litúrgico y sacramental. Al tocar las expresiones matrimoniales
bendecidas por la iglesia del puerto, se persigue a quiénes se casaron durante
esta época y bajo qué condiciones sociales y políticas;

Por último, en el quinto capítulo se estudian las actas de matrimonio civil


elaboradas a lo largo de la ya mencionada década de estudio; la intención fue
escudriñar dichos documentos y -a través de ellos- “ver” a los distintos actores
sociales locales, ubicándolos dentro de esta sociedad y el rol que en ella
desempeñaban, a la vez que mostrar como asumieron las nuevas disposiciones
del Estado, sin olvidar que no se puede dejar de considerar que toda conducta
humana está regulada por el conjunto de valores que se asumen de manera
conciente o inconsciente. Cada acto humano hace referencia a los significados
aceptados o no y estos valores no son autónomos sino que están condicionados
por el conjunto de necesidades e intereses que surgen en la vida cotidiana de
cada hombre o mujer, grupo social, clase y de toda la sociedad.

Esta de más decir que la mirada hacia el matrimonio laico ocurrido en Mazatlán es
socio-demográfica, valorado desde una perspectiva cuantitativa. No es pretensión
de este trabajo analizar los aspectos cognitivos, emotivos y sensitivos que
condujeron a este conjunto de hombres y mujeres a unirse en matrimonio. Se
limita a “observar” la incidencia social de este fenómeno, aunque eso no obsta
para que los aspectos mentales no se traigan a colación de manera colateral.

El periodo seleccionado fue una de las décadas más críticas del puerto de
Mazatlán y de los actores sociales de esa época, justo cuando se empezaron a
aplicar las Leyes de Reforma y se estableció el Registro Civil, dejando en manos
del Estado la celebración del matrimonio que hasta entonces había estado bajo el
control de la Iglesia.

Fue con la creación -en 1861- del Registro Civil, cuando se secularizó esta
actividad y es precisamente ese periodo, el comprendido desde los primeros

8
registros, para estudiar a la parte de la población que se acercó a esta nueva
disposición liberal.

En esa misma década, se presentó la Intervención francesa en el puerto y su


retiro años después, sin que dejaran de darse en el estado luchas por el poder
político y comercial. Para evaluar el comportamiento de los pobladores ante el
matrimonio civil, y sin tenerlo contemplado en un principio, consideré que era una
necesidad imperiosa el contrastar las actas de matrimonio religioso -que hasta
antes de esa década era la única unión “legal” que se daba en México y por ende
en Sinaloa- con las civiles que me llevaron a las siguientes hipótesis:

Lo primero que se encuentra en la población porteña, como objeto de estudio es


que no podemos hablar de una “cultura” ni de una “identidad urbana” dado que los
espacios de la ciudad se configuraron a partir de una diversidad étnica social e
histórica muy amplia. Este desdibujamiento y fragmentación de los pobladores del
puerto, parece alcanzar dimensiones importantes ya que está compuesto por una
diversidad de formas de hacer y pensar que dificulta la localización de un eje
comprensivo de las experiencias.

Mazatlán en el momento de aplicar las Leyes de Reforma, era una población con
tendencias secularizadas que avasalló a las religiosas, presentando claros rasgos
de modernidad y un retroceso de la religiosidad, causado por el debilitamiento de
las instituciones religiosas; presentándose con más facilidad los valores de la
modernidad, influenciados por una población heterogénea, potenciada por una
elite extranjera no católica.

Por eso, la presencia extranjera en el puerto tiene una relación directa con los
procesos de modernización en los aspectos económico y social. Los extranjeros
aportaron una serie de innovaciones en tecnología, ideas, usos y costumbres que
propiciaron el desarrollo de Mazatlán, Estos personajes, súbditos algunos de ellos
de potencias europeas y de Estados Unidos, representaron una ruptura con el
pasado colonial y la sociedad tradicional. Por tal razón, el momento de su llegada
una vez concluida la Independencia, sus actividades y preocupaciones estuvieran
conectadas con los intereses comerciales de sus países de origen y al personal.

9
Esto implicó que, las nuevas ideas llegaran a este territorio figurando ellos como
portavoces e intermediarios ya que se mantenían en contacto con sus lugares de
origen por medio de correspondencia y periódicos que continuamente llegaba en
los barcos que arribaban atestados de nuevas mercancías. El impacto inicial fue
muy fuerte, porque coincidió con la escasa presencia de población nativa y una
carencia de elites sociales tradicionales.

Por otra parte, las fuentes utilizadas para este trabajo se dividen en dos rubros:
bibliográficas y de archivo. Se realizó una minuciosa búsqueda sobre bibliografía
que existe sobre Mazatlán y sus pobladores, desde la formación del puerto como
tal, hasta la séptima década del siglo XIX. Mi fuente primaria o de archivo, fueron
sobre todo las actas de matrimonio civil y religioso que se encuentran en
resguardo, las primeras, en el Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa y
las segundas en la Catedral de Mazatlán.

Con estas fuentes y valoraciones se realizó este primer vistazo al tema, a la mejor
no muy penetrante ni sagaz, “muy a vuelo de pájaro”, pero me reconfortaría si los
resultados alcanzados, provocan que otros, con mayor agudeza, lancen una
mirada de águila o lince sobre este mismo tópico. Si además, de saciar mi
inquietud y gusto por el tema, este trabajo, sugiere, incita a nuevas y mejores
reflexiones académicas, podré afirmar: cumplí. Esa satisfacción no podré
alcanzarla sin antes poner estos resultados al juicio y alcance del lector. La
presentación de este trabajo constituye este primer paso; aquí está, a juicio de la
comunidad académica y de cualquier público interesado en nuestro pasado
regional.

10
CAPITULO I

MAZATLÁN EN EL ESCENARIO NACIONAL

La historia regional constituye una de los caminos actuales para enfrentar la tarea
de reconocer, contar y explicar la historia de los pueblos. Ella resulta
especialmente adecuada para reconstruir comprensivamente el acontecer en
naciones en las que, como la mexicana, la fragmentación regional fue muy
acusada en el período colonial y sobrevivió como una de sus características más
determinantes desde su creación como nación independiente hasta los tiempos
contemporáneos.

Hasta cierto punto, escoger esta vía para explicarse el pasado, sitúa al historiador
en un terreno donde es más posible conjurar los peligros de la generalización
indebida, de la sobre valorización de la anécdota y de la gesta heroica con los
cuales se llenaban antes los vacíos de una narración que se pretendía total y
continua. Hoy se sabe que no hay una historia, y la perfecta continuidad es un
mito de la retórica sobre la "patria". La presencia de una historia que rescata la
diversidad y no niega ni evita las discontinuidades de los procesos, encuentra su
mejor apoyo en las historias regionales.

En oposición a esta idea de la existencia de la historia regional, no como campo


analítico sino como enfoque teórico-conceptual, la expresa Manuel Miño Grijalva
quien pone en duda su existencia dado que, el mismo concepto de región no se ha
podido definir en un sentido universal, valido y aplicable para todos, único y con
status teórico por eso afirma que, el objeto de la historia regional desaparece y
cae en un mero empirismo que sólo fragmenta y populariza lo regional.
Igualmente, rechaza que haya un corpus metodológico y conceptual, llamando a la
historia regional, historia fantasma.2

2
Manuel Miño Grijalva, “¿Existe la historia regional?”, en Historia Mexicana, vol. LI:4, México,
Colegio de México, 2002, pp 287-876.

11
Sin adentrase en este campo de reflexión, hay algo evidente: negar la existencia
de la historia regional sería como negar la heterogeneidad del país, y la gran
diversidad con que la historia nacional se ha manifestado desde la perspectiva de
los espacios provinciales. Sería negar que las diferentes regiones mexicanas
tienen su propia historia local y regional, en algunos casos desligada de los
marcos nacionalistas. Es negar el análisis micro histórico que inició Luís González
rompiendo con el cerco de las interpretaciones globalizantes, ya que la
historiografía mexicana se había manifestado en explicaciones únicas y
homogéneas en todos los periodos y épocas. En fin, es negar que las diferentes
“regiones” se diferenciaron de las condiciones prevalecientes en el resto de la
nación y como éstas, estuvieron vinculadas a factores externos y a influencias
extranjeras como ocurrió en puerto de Mazatlán en el periodo que se ocupa este
trabajo.

Por otra parte, es muy común observar que la noción de región en los estudios
historiográficos ha estado reducida a las entidades administrativas o a espacios
geográficos, lo que no garantiza un estudio total de las complicadas relaciones
entre actores, intereses y procesos en el espacio regional, ni las de éstas con
realidades mayores, como el Estado y la Nación.

El punto de partida para la historia regional comprende el análisis del espacio y el


tiempo desde la actividad social producida por los humanos que los habitan y hacen
posibles. Tal actividad se traduce por actos de identidad, procesos económicos y
políticos, pues la región en sí es una construcción social en la historia y no un
determinismo de origen geográfico o administrativo. Como tampoco, los estudios
regionales están únicamente dirigidos al rescate erudito de las tradiciones localistas
o a la atomización de las historias nacionales.

Eric Van Young define a la región, como una "hipótesis por demostrar". Tal parece
que es el mejor camino para no caer en la facilidad de verla donde no la hay, a pesar
de que la tradición histórica o geográfica la denominen como tal. Para Van Young, un
primer concepto clave a utilizar es el de regionalidad, entendida ésta como la
"cualidad de ser de una región". Es decir, cada una de las propiedades y

12
circunstancias económicas e históricas que distinguen a ese espacio y que pueden
ser comparadas en tanto que variables.3

Young se pregunta, ¿Cuál es el sistema que hay que elegir para definir las
regiones? Para este autor, la estructura de intercambio y los mercados, es el que
proporciona la base para la mayoría de los análisis regionales; a la vez, Grégoire
Métral ayuda a manejar la complejidad del espacio regional que combina
homogeneidad con diversidad por la diferenciación en sus asentamientos
humanos, cuando afirma que el conjunto de los territorios de un espacio conforma
el sistema territorial. Cada uno de esos territorios corresponde a un territorio vivido
por el grupo social que lo habita, que lo territorializa. La territorialidad es, por tanto,
el conjunto de relaciones que una población mantiene en un territorio percibido
como suyo y con las dinámicas provenientes del exterior.

¿Qué significa el hecho que estos grupos muestren en determinadas


circunstancias un interés común más allá de su territorio, situándose "en" y "ante"
un espacio regional?, ¿Qué los lleva a plantearse estrategias comunes para su
desarrollo? Se pueden aproximar respuestas recurriendo nuevamente a Van
Young, quien denomina a esa identificación como regionalismo. O sea, la
"identificación consciente, cultural, política y sentimental" que grandes grupos de
personas desarrollan con el espacio regional.

En cuanto a la relación de los procesos demográficos, es bueno precisar que el


surgimiento de las regiones (al menos en el México de la segunda mitad del siglo
XIX) parece estar ligado a un crecimiento demográfico acelerado, que combina un
aumento sustantivo de la natalidad con caudales migratorios por razones
fundamentalmente económicas. Ahora bien, en la construcción histórica de esa
identidad tienden a jugar un papel importante aquellos actores con poder en cada
uno de esos territorios, los que pasan a convertirse en una élite regional.

En América Latina, dichas élites surgieron generalmente con base en la expansión


de redes comerciales y de contrabandos propios, abastecedores de los sistemas

3
Eric Van Young, “Haciendo historia regional: consideraciones metodológicas y teóricas” en
Pedro Pérez Herrero (compilador), Región e Historia en México (1700-1850), México, Instituto
Mora, Antologías Universitarias, 1991, pp. 99-122.

13
exportadores agrarios o mineros, las cuales implicaban una importante circulación
interna como sustento del esquema articulador regional, según lo investigado por
Van Young y otros investigadores más.

Al hacer historia regional es importante cernir el carácter potencial unitivo -de


colectividad y de difusión territorial- existente en cada región, así como historiar la
capacidad con que esa potencialidad es convertida en acción política, cultural y
económica.

Sobre este mismo tema, Carol Smith dice que, una región es un lugar central, un
asentamiento o un conglomerado de funciones económicas que es el eje de un
sistema jerárquico que incluye otros asentamientos o comunidades relacionadas con
él de modo permanente; esto quiere decir que un lugar central se convierte en eje de
una región porque las mercancías, la gente y la información fluyen principalmente
entre el centro y su poco diferenciado hinterland (zonas aledañas relacionadas).4

Bajo esta denominación de Carol Smith, para la segunda mitad del siglo XIX,
Mazatlán había creado ya ese hinterland que estaba conformado hacia al exterior,
conectado al mar, con la Baja y Alta California, y hacia al interior comprendía a
ciudades y pueblos de Colima, Jalisco, Sinaloa, Sonora, Zacatecas, Durango y
Chihuahua.

Con el fin específico de definir a la región sur de Sinaloa, es pertinente remitirse a


un interesante artículo de la autoría de Rigoberto Arturo Román Alarcón,5 donde se
realiza un análisis de las diferentes teorías elaboradas para el estudio de una región,
para arribar a una propuesta metodológica propia a fin de cumplir con el objetivo de
su investigación, que es la región sur de Sinaloa.

Para ello, Román Alarcón retoma algunos conceptos e ideas planteadas sobre todo
en dos teorías: la de los Polos de Crecimiento y, la otra, la Economía Política sobre
análisis regional; a la vez que incorpora algo de la teoría marxista de análisis
regional, mismas que sirven para la temática de esta investigación, ya que son la

4
Carol Smith, “Sistemas económicos regionales: modelos geográficos y problemas
socioeconómicos combinados”, en Ibíd., pp. 37-42.
5
Rigoberto Arturo Román Alarcón, “La región y su análisis: teorías para su estudio”, en Clío, Nº 28,
Culiacán, Universidad Autónoma de Sinaloa, Septiembre-Diciembre de 2002, pp.145-170.

14
política y la economía las que determinan el comportamiento de la sociedad en
estudio.

Al final, define el concepto de región como: un espacio geográfico integrado por


elementos naturales y sociales, producto de una historia común, interrelacionados en
torno a un polo de crecimiento que controla la actividad motriz y vinculada al
mercado externo y que establece una jerarquía económica, política y social, sobre su
área complementaria, cuyos límites y desarrollo varían en el tiempo, y que depende
también de la influencia de la política económica.

En su mirada retrospectiva, sostiene que la región sur de Sinaloa se fue articulando


desde la colonia hasta mediados del siglo XIX, proceso que se efectuó a través de
los centros mineros de Pánuco, Copala, Charcas, San Sebastián y El Rosario,6 a lo
que habría que agregarse que también esta integración se fincó volteando su mirada
hacia el mar al exterior con Europa, Asía y Estados Unidos, y al interior por el
comercio de cabotaje que tuvo con los puertos de la Baja California, San Francisco
al norte y al sur con San Blas, y Guaymas.7 Además de las relaciones comerciales
con los estados de Durango Nayarit y Jalisco, lo que conformó a una sociedad
influenciada por estas relaciones comerciales que determinaron su comportamiento
social.

Por tanto, es precisamente el comportamiento social, un sendero que ofrece la


historia regional, como historia total. Con un marco espacial reducido a un pueblo,
una ciudad o una región que se prestan especialmente a estudiar a la sociedad
como un todo, poniendo en evidencia las múltiples relaciones familiares, lingüísticas,
geográficas, económicas, políticas, afectivas, rituales, simbólicas y mentales que
conforman el tejido social en que los hombres se forman y sobre el que actúan.
Esta totalidad, es aquella que tiene su origen en una constatación bastante
elemental, que nace de las vivencias cotidianas. El ser humano de carne y hueso
que además de trabajar, forma parte de una familia, se casa, educa a sus hijos,

6
Ibíd.
7
Existen referencias de la llegada de barcos de América del Sur, que llegaban a Mazatlán
concretamente de Valparaíso, Chile, tema que no ha sido estudiado. Hay registros de chilenos
entre los extranjeros que se encuentran registrados como cónyuges y testigos en las actas del
Registro Civil de Mazatlán durante los años que abarca esta investigación.

15
asiste a la iglesia, participa en luchas políticas, acude a fiestas, duerme, sueña y al
final enfrenta a la muerte. Este hombre que participa en todos los ámbitos sociales y
que realiza actividades tan diversas es siempre el mismo; en el reconocimiento de
que los hombres no actúan mecánicamente sino de acuerdo con sus fines y valores.
Sobre esto bien vale citar a March Bloch, en este sendero se avanza a sabiendas de
que todo fenómeno histórico es un fenómeno psicológico,8 y que por lo tanto no hay
nada en la historia digno de ser estudiado que no haya radicado en algún momento
en la conciencia del hombre. A partir de aquí se puede decir que, la noción de
totalidad se asume tomando en consideración que ningún hecho social puede ser
comprendido fuera del contexto en que se origina, pero a la vez, implica que un
fenómeno particular puede manifestar dicha totalidad social.

Después de esta definición es menester remitirse a la identificación de los actores


sociales en su contexto histórico y en su espacio geográfico: el puerto de Mazatlán
que durante la década de 1860-1870 y con una población creciente, influenciada por
factores de índole geográfico: como puerto de entrada y salida de hombres, bienes e
ideas. Políticamente, por una década sumamente agitada marcada por la guerra de
reforma, la intervención francesa y la república restaurada y en lo social por su gran
diversidad étnica y cultural.

En cuanto a lo económico, su relación comercial se orientó hacia el exterior, al mar y


hacia el interior, la sierra y en menor medida los valles, manifestándose un particular
comportamiento en su población, mucha de ésta, una población flotante en tránsito a
otras regiones en búsqueda de una estabilidad o futuro económico que se
incrementó a principios del siglo XIX con la apertura del puerto al comercio exterior.

Pero, para identificar este proceso de mejor manera, es necesario pasar a esbozar
este proceso histórico interno y sus conexiones con espacios y realidades
circundantes.

8
Marc Bloch, Introducción a la historia, México, Fondo de Cultura Económica, 1979, p 148.

16
1.1 México y Mazatlán después de la Independencia.

En México, la primera mitad del siglo pasado fue inestable y turbulenta. Al mismo
tiempo, fueron tiempos de esperanza con el logro de la independencia de la
libertad; como después fueron tiempos de construcción de un Estado, de una
nación, de una república soberana, representativa y democrática. Pero también
fue una etapa de caudillos militares y asonadas, de pasiones políticas
exacerbadas, de crisis y caos, en la que destacaron una serie de personajes y
luchas tanto del bando liberal como del conservador, facciones en las que se
dividió, desde un principio, el México independiente.

Este alumbramiento como nación soberana no fue nada fácil, máxime que para
lograr el reconocimiento a esa independencia, contaba con una riqueza material y
un mercado que era codiciado por los países europeos que estaban en constante
enfrentamiento, pero también con dificultades para lograr la aprobación española y
el reconocimiento de la Santa Sede, lo que significaba la paz. Sería un largo
trayecto para entrar en el concierto de las naciones,9 ya que la “Madre Patria”
estaba empeñada en recuperar el sitio que había tenido en el pasado, pero el
panorama se complicó más ya que Gran Bretaña había puesto sus ojos en el
mercado hispanoamericano y aprovechó la apertura insurgente de los puertos
para colocar en el mercado sus armas y productos.

Para sortear todo este panorama, la nueva nación negoció tratados para regular la
libertad de comercio. En 1826, se efectuó con Gran Bretaña, hecho que fue
considerado como un triunfo de la diplomacia mexicana; en ese mismo año se
concretó con los Países Bajos, y en 1832, con Estados Unidos. Francia tardó más,
al no llegar a acuerdos que satisficieran a ambos países.

Sin embargo, pese (o quizá por eso) a la firma de tratados, los nuevos gobiernos
quedaron sujetos a presiones del exterior, provenientes de la competencia de las
nuevas potencias comerciales. Las esperanzas puestas en estas firmas se

9
Josefina Vázquez Zoraida, “Una difícil inserción en el concierto de las naciones”, en Antonio
Annino y François-Xavier Guerra (coordinadores), Inventando la nación. Iberoamericana, siglo XIX,
México, FCE, 2003, p. 259.

17
esfumaron al surgir problemas inherentes a su aplicación. La inexperiencia, la
burocratización, las altas tasas de impuestos y en algunos casos la soberbia de
algunos diplomáticos,10 debilitó aún más a la nueva nación que se había insertado
en un contexto mundial poco propicio. Así que, durante esta media centuria, el
país pugnó por adquirir su estructura y una personalidad propia en el ámbito
político, económico, jurídico y moral. Fue un período de luces y sombras, donde
las diferentes regiones de la nueva nación se vieron involucradas, teniendo sus
diferencias y similitudes, las que se manifestaron en los ámbitos político, social,
económico y cultural.

Con la independencia, uno de tantos problemas que enfrentó la nueva nación fue
la actividad minera: ilusión de glorias pasadas. Con la guerra huyeron los
capitales y las minas se vinieron abajo. El gobierno llamó a brazos y capitales
extranjeros para nivelar el erario público y lo que fue una industria nacional, pasó a
poder de extranjeros: franceses, alemanes y sobre todo ingleses. La gran mayoría
del producto era exportado o salía clandestinamente; lo que quedaba era tan poco
que no cubría las necesidades del país.

Si este panorama se traslada al noroeste del país, la minería sobresalía sobre


otras actividades económicas. Desde mediados del siglo XVIII, las villas y los
reales de minas más importantes del territorio sinaloense estuvieron habitadas, al
igual que el resto de la Nueva España, por distintas clases sociales: españoles,
castas e indios.11 Estos reales de minas dieron a las provincias del noroeste el
carácter de región minera, y la actividad llegó a tener amplia influencia en la
estructuración de la economía regional

10
Ibíd., p. 268-271.
11
El real de minas apareció en el noroeste desde el siglo XVI, cuando se descubrió la mina de Las
Vírgenes en la provincia de Culiacán y posteriormente, Francisco de Ibarra fundó reales de minas
en la provincia de San Sebastián, como Pánuco, Copala, Maloya y San Marcial, pero su bonanza
fue efímera hasta el siglo XVII cuando se descubrieron las minas más importantes. El Rosario en
1655, Álamos en 1683 y Cosala fundado probablemente el siglo anterior. Al respecto, véase,
Sergio Ortega Noriega, Breve Historia de Sinaloa, México, Colegio de México, FCE, 1999, pp. 92-
93.

18
Hacia finales del siglos XVIII, en el Noroeste existían 148 minerales de plata en
explotación, localizándose los más ricos en El Rosario, Cósala y Álamos.12 La
minería desempeñaba la importante función de impulsar a los demás sectores de
la economía, ya que los reales de minas eran los más importantes centros de
consumo de alimentos, animales, textiles, numerosas materias primas como la sal,
necesaria en el proceso minero, y en general, de toda clase de mercancías. Ahí
concurrían desde los mas modestos comerciantes locales hasta los grandes
mercaderes que traficaban con objetos importados de Europa, Asía o de otras
provincias novohispanas. Así que, si la plata escaseaba el comercio también
decaía y su depresión alcanzaba a las comarcas vecinas.13

Hasta el momento de la consumación de la independencia, la minería continuaba


siendo la actividad económica más dinámica, articulaba entre sí a la agricultura, a
la ganadería y al comercio, que al igual que en otras partes del país estaba en
manos de los extranjeros que propiciaron con su llegada un punto de ruptura en el
proceso social de la región.14

Pero el panorama era más variado. Durante esta primera mitad del siglo XIX, la
situación que se presentaba en el campo, reflejaba la imagen del país entero. El
centro de todos los atractivos estaba en la capital de la República, pero la
población se mantenía económicamente gracias a los frutos de la tierra, aún
cuando el trabajador del campo se resistía a cambiar: pensaba como sus
ancestros y no hacía sino lo aprendido por sus padres, las comodidades y
adelantos le eran ajenos, cuando no desconocidos, así que regían sus vidas por la
rutina, los perjuicios y el tradicionalismo. La mayoría de los campesinos vivían en
las haciendas como peones, otros eran aparceros de las tierras del clero y pocos
eran rancheros libres, es decir, disfrutaban de una porción de las tierras del

12
Sergio Ortega Noriega, Un ensayo de Historia Regional. El Noroeste de México 1530-1880,
México, UNAM, 1993, pp. 110-111.
13
Ibíd., pp.107-109
14
Ibíd., p. 128.

19
Estado.15 La agricultura era primitiva y se reducía al consumo local. Las siembras
eran en su mayoría de temporal.

Además, la falta de una red de comunicaciones en un país con tan basta


geografía, impedía el desarrollo económico. Había pocos y pésimos caminos, los
medios de transporte eran escasos y malos. La mula, bestia de tiro y carga, era la
única ayuda del mexicano para llegar a casi todos los lugares. Las diligencias
difícilmente transitaban por caminos tan llenos de agua en tiempos de lluvia y se
sufría al tragarse el polvo durante las sequías.

El comercio del país se hacía a través del campo, por eso era tan lento su
desarrollo. Los malos caminos y el contrabando organizado impedían que
prosperara todo lo que se iniciaba, además del recelo a aventurarse con las
novedades y desasosiegos que representaba dicho reto.16

Pero no todo fue calamidad. Una de las mayores consecuencias de la


independencia, en la geografía del país, fue la apertura de las fronteras marítimas.
Ya en las últimas décadas del gobierno colonial se había resquebrajado el
monopolio comercial que ataba a la Nueva España con una sola puerta al exterior,
Veracruz; la gigantesca América del Norte española permaneció hasta el final
cerrada y recelosa frente al extranjero.

En cambio, la nación independiente se volvió un país abierto. El Septentrión, que


tanto había sufrido las consecuencias del sistema centralizado impuesto por la
ciudad de México, fue el primero en aprovechar la oportunidad que con tanta
urgencia esperaba: abrir contactos con el exterior. Así, los estados del norte
abrieron puertos para aprovisionarse de modo rápido de satisfactores
económicos. Matamoros, Tampico, Guaymas y Mazatlán fueron los más
importantes, y con ellos prosperaron ciudades. La apertura de las aduanas se
presentó al mismo tiempo que la de los puertos, ya que significaban la única
fuente de financiamiento para México; pero la inconformidad por el cobro de los

15
Cecilia Noriega, “La sociedad mexicana”, en Historia de México, México, Enciclopedia Salvat,
Tomo IX, 1978, pp. 1914-1919.
16
Ibíd. pp 1911-1944.

20
impuestos provocó que renaciera un activo contrabando.17 Mazatlán no fue la
excepción, ya que existía una gran mercadería promovida por los comerciantes
extranjeros que les permitió enriquecerse rápidamente.

Pero no sólo eso, este proceso de independencia reforzó algunas de las


condiciones creadas por las políticas de los Borbones en 1769,18 que serían
decisivas para el desarrollo de la región y en particular del puerto de Mazatlán. Por
ejemplo, la ciudad de México perdió el monopolio comercial y retrocedió
sensiblemente en su poder político sobre las provincias periféricas; también,
terminó la exclusividad del comercio exterior con España. Estas circunstancias
permitieron la formación de un nuevo grupo de comerciantes-financieros que
explotaron el comercio exterior directamente con angloamericanos y europeos,
que promovieron el contrabando desde fines del siglo XVIII. Se desarrollaron
entonces los puertos de Mazatlán (que suplantó a San Blas), Guaymas y Altata.

Así que, estas nuevas rutas marítimas propiciaron el delito, trajeron productos
comerciales, pero también gente nueva que empezó a moverse y a establecerse
en territorios antes ocupados sólo por habitantes nativos. El gobierno promovió la
colonización procurando establecer ciertas reglas, aunque también, otorgando
generosas concesiones. Sin embargo, dada la política que prevalecía, no se pudo
lograr un control efectivo. Además, la mayor parte de los nuevos colonos eran de
origen europeo y de Estados Unidos, país con un enorme impulso demográfico.
Con esto, una nueva geografía continental estaba cobrando forma.19

La irrupción de extranjeros en puertos y ciudades trajo sus problemas, debido a


que éstos alcanzaron gran influencia social y política. Al principio fueron recibidos
con consideraciones e incluso algunas constituciones les otorgaron amplios
derechos.20 Situación que no fue ajena en el puerto de Mazatlán, ya que los
extranjeros controlaron el comercio regional. Oficialmente, Gran Bretaña combatió

17
Josefina Vázquez Zoraida, op. cit., p. 271.
18
Sergio Ortega Noriega, “Ensayo de periodización sobre la historia socioeconómica del noroeste
mexicano, siglos XVI a XIX” en Secuencia, México, Instituto de Investigaciones Dr. José Luís
Mora, Nº 3, septiembre-diciembre de 1985, pp. 5-16.
19
Bernardo García Martínez y Enrique Semo (coordinador), Historia económica de México, El
desarrollo regional, siglos XVI al XX, México, Océano-UNAM, 2004. p. 46.
20
Josefina Vázquez Zoraida, op. cit., p. 271.

21
el contrabando; no obstante, muchas veces los representantes británicos actuaron
por su cuenta, y como los consulados estaban en manos de comerciantes, los
abusos se multiplicaron.21

Además de lo anterior, para ampliar el escenario nacional y local resulta básico


trazar unas pinceladas sobre el panorama general que prevalecía en el ámbito
político y social.

Sobre el particular, es de mencionarse que el flujo de la vida humana no era nada


tranquilo. Era arriesgado viajar por México. El bandolerismo estaba en aumento
debido a la miseria, al derrumbe de la economía y de la autoridad. Para colmo, el
grito de agitación, el pronunciamiento o la “bola,” aunque surgía generalmente en
las ciudades, encontró fáciles adeptos en el campo. Cuando no, se recurría al
reclutamiento forzoso: la leva. Llegaba el ejército a los campos de labor, escogía a
los hombres más fuertes, los enfilaba de dos en dos, codo con codo, hasta el
cuartel más cercano. Allí se les vestía y educaba en menos de dos semanas para
servir a la bandera del momento, bajo las promesas de un militar, cacique o del
primer oportunista con ansias de gloria y poder.

El puerto mazatleco no fue la excepción en esta materia, ya que durante el


gobierno del general Placido Vega, este mismo personaje fue quién “mas abusó
de la leva; constantemente venían de los distritos largas partidas de voluntarios
amarrados”.22 Los levantamientos encontraron eco en la ignorancia, la miseria, la
falta de autoridad y en un gobierno de caudillos que pugnaban por convertirse en
líderes que concentraran el poder del estado. Esta manifestación de inestabilidad
política y militar generó movilizaciones de parte de grandes grupos sociales hacia
las zonas en conflicto, como sucedió en Mazatlán, que contaba con una gran
población foránea, dados los problemas políticos en los que se vio involucrado el
puerto en buena parte del siglo XIX y muy particularmente en la década de 1860-
1870.

21
Ibíd., p. 278.
22
Eustaquio Buelna, Apuntes para la Historia de Sinaloa 1821-1882, México, Editorial de la
Secretaría de Educación, 1924, p. 71.

22
Sobre toda esta caótica situación que se vivió en el país durante la primera mitad
de siglo, don Luís González presenta el siguiente panorama:

“Entre 1821 y 1850 reinó la inquietud en todos los órdenes. En


treinta años hubo cincuenta gobiernos, casi todos producto del
cuartelazo; once de ellos presididos por el general Santa Anna. La
vida del país estuvo a merced de divididas logias masónicas,
militares ambiciosos, intrépidos bandoleros e indios relámpago.
Los generales producían guerritas a granel para derrocar
presidentes y gobernadores.....La norma fue la pobreza y el
aislamiento en todos los sectores de la actividad humana, sin
embargo, los contactos con el exterior fueron mayores que en la
colonia. A México, río revuelto, vinieron a pescar sastres,
mercaderes, zapateros y boticarios de Francia, comerciantes de
Alemania, hombres de negocios de Inglaterra."23

Este texto, deja ver la situación que imperaba en esos años y que de alguna
manera definía lo que estaba sucediendo en el puerto de Mazatlán con los
“pescadores”, como el autor denominó a los comerciantes extranjeros que venían
a aprovecharse de la situación.

En conclusión, a medio siglo de vida independiente, se había perdido el optimismo


que se había generado con el nacimiento de la nueva nación. Los enfrentamientos
con otras naciones por cuestiones políticas y territoriales habían reducido al país a
la mitad de su territorio y se encontraba sumido en un caos político y económico
por las reclamaciones, las presiones diplomáticas y las agresiones extranjeras que
distorsionaron el desarrollo y la consolidación de los nuevos estados. Su nueva
soberanía les había costado estar sometidos al servicio del nuevo imperialismo.

1.2 Mazatlán: su configuración económico-social (1821-1870)

Después de la Independencia, Mazatlán se favoreció con esta nueva apertura a la


navegación exterior, ya que se incorporó al mar como medio de comunicación,

23
Luís González y González, Emma Cosío Villegas [et al], "La república restaurada. La vida social",
en Daniel Cosío Villegas (coord.), Historia moderna de México, México, Hermes, 1956.

23
sobretodo con el mercado internacional, aspecto fundamental para el desarrollo
económico del puerto y para un grupo de comerciantes de origen extranjero que
llegaron a establecerse en el lugar.

La primera razón que explica ese gran desarrollo alcanzado por Mazatlán, es de
carácter geográfico. El Océano Pacífico y un mar interior, el Golfo de California
constituyeron los elementos marítimos que caracterizaron al noroeste como una
región abierta al pacífico, que le permitía conectarse con Estados Unidos, Europa
y Asia. Una solución al atrasado sistema de transportes y comunicación existente
en México para el siglo XIX.

La segunda razón es consecuencia directa de la primera. Al erigirse Mazatlán


como uno de los puertos más importante en el siglo XIX, el comercio y el
transporte marítimo descollaban sobre el resto de actividades económicas,
afianzando la supremacía comercial del puerto, patentizado por la llegada de
barcos extranjeros cargados de toda clase de mercancías, los que después
zarpaban cargados con plata que era extraída de las minas, cuyos propietarios
eran los mismos extranjeros que tenían controlado el comercio.

Una tercera razón es la estructura social de la región, caracterizada por la


presencia de un considerable grupo de inmigrantes extranjeros que se vincularon
a las actividades económicas, fundamentalmente el comercio, desde donde
aportaron un espíritu empresarial (conexiones con el extranjero, conocimiento
administrativo, inversiones, etc.), a la vez que un control sobre el mismo, y otro
grupo venido de diferentes partes del país, los que formaron redes sociales
entendidas como redes de comunicación y de convivencia social, derivándose en
problemas sociales, políticos y económicos; a la vez, que se vio afectado por los
problemas que se estaban gestando en la capital del país.

Para explicar la llegada de extranjeros a este territorio, es necesario remontarse


hasta la segunda mitad del siglo XVIII, durante el régimen de los Borbones; en ese
tiempo, su asentamiento prosperó en la Intendencia de Arizpe, generándose cierto
grupo de españoles peninsulares y de criollos que acumularon grandes fortunas y
formaron extensas redes familiares cimentadas en alianzas matrimoniales que

24
concertaban y articulaban sus diversas actividades económicas y políticas. Su
negocio principal era el comercio de importación que complementaban con
explotaciones mineras, agrícolas y ganaderas. Su principal producto de
exportación era la plata. En 1796, el puerto de San Blas se abrió al comercio con
todos los barcos españoles, creciendo el tráfico regional y El Rosario llegó a ser el
más activo centro comercial de la intendencia.24 Esto último, auspició que nuevos
actores buscaran prominencia económica.

En 1820, las Cortes españolas decretaron la completa libertada de comercio en


los puertos de San Blas, Mazatlán y Guaymas. Para estos momentos, los
europeos ya estaban enterados que el noroeste mexicano era el punto desde
donde provenía una parte la plata que llegaba a sus arcas. Durante el periodo de
1824-1830 crecieron notablemente las ciudades de Guaymas y Mazatlán, debido
al incremento del comercio por las casas mercantiles de extranjeros: ingleses,
norteamericanos y alemanes que fincaban su éxito trayendo mercancía del
exterior y sacando plata de contrabando de la región. El auge económico de
Mazatlán empezó a fines de la cuarta década del siglo XIX, para entonces, el
puerto ya contaba con una decena de casas comerciales de importación y
exportación, un considerable número de comerciantes estaban posesionados del
mercado y del comercio, presionando al gobierno regional para que fijara tarifas
más bajas de aranceles al tiempo que practicaban sobornos a la aduana, para
favorecer a sus intereses.

Los sujetos que arribaban a Mazatlán eran diversos. Varios de ellos dejaron textos
que muestran las representaciones que hicieron de Mazatlán y su gente. En 1838,
un viajero austriaco, Isidore Löwenstern, se expreso así de la población de
Mazatlán:

“Los mexicanos de Mazatlán son la escoria de toda la nación,


puesto que aquí no llegan mas que aquellos que quieren hacer

24
Sergio Ortega Noriega, Breve historia, pp. 134-138.

25
fortuna, fraudeándose entre ellos mismos como negociantes o
tolerando el fraude otros como los encargados de la aduana”25

A simple vista deben de haberse padecido o escuchado estas afirmaciones, para


que un viajero que estaba de paso se percatara de tales situaciones. Varias
razones explican pues, la preponderancia que alcanzó el puerto en el contexto
regional y nacional en tan poco tiempo, revistiéndola de mayores rasgos de
peculiaridad frente a otras ciudades de la región. Dicha particularidad se finca en
la dinámica que revistieron las confluencias humanas a este lugar. Auque es difícil
saber con certeza la cantidad exacta de habitantes en el puerto, durante la mayor
parte del siglo XIX, diversos testimonios -sobre todo de viajeros- hablan de un
crecimiento importante y un significativo flujo de extranjeros y nacionales.

1.3 Sus nexos con el interior y exterior

La situación geográfica del puerto de Mazatlán, fue un factor determinante para


que los pobladores de Concordia (anteriormente San Sebastián) y el Rosario
comerciaran a través de este puerto a principios del siglo XIX.

En sus inicios, el punto de descarga se ubicaba en lo que actualmente es la Playa


Norte denominada al principio San Félix y después Puerto Viejo; más tarde el
fondeadero se cambiaría a la ensenada sur, denominada en sus primeros años
como puerto Ortigoza. Buques mercantes extranjeros y nacionales utilizaban el
puerto de Mazatlán para descargar mercancía de contrabando de fabricación
europea y oriental.

Sin embargo, después de la Independencia, el puerto se abriría con mayor


pujanza al comercio exterior, a partir del decreto de las Cortes españolas el 9 de
noviembre de 1820; junto con San Blas, Acapulco y Tehuantepec. Esto permitió
que Mazatlán experimentara un acelerado crecimiento del comercio internacional,

25
Carlos Castro Osuna y Mario Cuevas Arámburo, “Mazatlán en 1838, Los mazatlecos vistos por
un austriaco: Isidore Löwenstern”, en Clío Nº 23-24, Culiacán, Universidad Autónoma de Sinaloa,
Mayo-Diciembre de 1998, p. 101.

26
al abrirse ahora de manera legal el puerto sinaloense a todas las naciones.26
Aunque su apertura legal se pospuso a consecuencia de los movimientos
políticos precursores de la Independencia de México, pero una vez instalado el
nuevo gobierno se procedió a ratificar el acuerdo y se puso en vigor el 6 de
febrero de 1822.

En un plazo corto, Mazatlán logró monopolizar el comercio en el Pacífico, pese a


que el puerto solamente era accesible a los barcos de poco calado. Su fondo
arenoso y con roca impedían el anclaje de navíos de más de 200 toneladas, que
tenían que anclar sobre la bahía expuestos a todos los vientos.27

Las relaciones mercantiles eran sobre todo con Estados Unidos, Inglaterra,
Francia, Alemania, Centroamérica y Sudamérica; también con Asia a través de los
comerciantes europeos y norteamericanos. El viajero Lowëstern hace nuevos
señalamientos sobre la actividad mercantil de este puerto:

“El comercio de Mazatlán consiste principalmente en mercancías


que llegan por la vía de Valparaíso, tales como los artículos
fabricados en Alemania, Inglaterra o en Francia. Se importan
también productos de América del Norte y de Francia, como
puros, vinos y comestibles.” Y más adelante cita: “El comercio
con Cantón es considerado como lucrativo, se traen sederías,
objetos de marfil y thé que se designa en toda esta costa con el
nombre de Tcha.” 28

Además, al ser declarado puerto de altura pasó a ser un centro de mercado


regional, distribuyendo mercancías a diferentes entidades fuera de su región
geográfica, pues comprendía comarcas con los estados de Sonora, Jalisco,
Durango, Colima, Chihuahua y las dos Californias. Un viajero europeo alude el
envío de mercancías durante los inicios del siglo XIX:

“Los cargamentos enviados de Mazatlán hacia el interior de la


Nueva Galicia pasan por San Blas; el flete de un puerto al otro es
de una piastra y media por bulto o treinta y una por carga de

26
Sergio Ortega Noriega, Un ensayo de Historia, pp. 126-131
27
Brigida Von Mentz, Los pioneros del imperialismo alemán en México, México, Ediciones la casa
chata, 1982, p. 128.
28
Carlos Castro Osuna, “Mazatlán en 1838…, p. 102.

27
mula…..De Mazatlán a Manzanillo el flete vale dos piastras de
promedio por bulto.29

Las mercancías llegadas a Mazatlán, se distribuían a otras zonas en buques de


cabotaje o a lomo de mula y se pagaban con monedas de oro y plata o metales
preciosos en barras.30 Dichas mercancías llegaban hasta los reales de minas de
San Sebastián, El Rosario, Copala, Pánuco y Cosalá y algunos estados del
territorio nacional como Sonora, Durango, Zacatecas y Tepic.

Esta investigación no se detendrá en los factores que hicieron posible la


integración de un mercado interregional en el Noroeste de México en la primera
mitad del siglo XIX. Esto es, porque el interés está centrado en las personas que
arribaban de las diferentes regiones del país a establecerse en el puerto, de ahí
que es pertinente mencionar el planteamiento que recoge Van Young respecto a
que “es en el sistema de intercambio, a través del proceso de distribución donde
aparecen juntas las ofertas de los productores y las demandas de los
consumidores. En este sentido, las interconexiones de la red de intercambio son
los hilos que mantienen unidos a la sociedad.”31

Por su parte, Inés Herrera,32 señala que San Blas y Mazatlán, básicamente,
fueron abastecedores de las regiones costeras del Pacífico mexicano en la
primera mitad del siglo XIX. Respecto al comercio exterior, plantea que fue
Mazatlán el puerto más favorecido por la llegada de los grupos mercantiles
extranjeros, que lo convirtieron en el punto de mayor movimiento marítimo del
litoral oeste, al de sur de la península.

A su vez, según cuenta el Dr. Martiniano Carvajal, desde 1806 arribaron a esas
playas los primeros buques mercantes fondeando el Puerto Viejo (el Puerto Viejo

29
Eugene Duflot de Mofras, “Apreciaciones desde la costa”, en Servando Ortoll, Noticias de un
puerto viejo. Manzanillo y sus visitantes siglos XIX-XX. Colima, Instituto Colimense de Cultura,
1996, p. 87.
30
Oses Cole Isunza, Ayer en Mazatlán. La ciudad en 1899, Mazatlán, s/e, 1999.
31
Erick Van Young, op.cit., p 99.
32
Inés Herrera Canales, “comercio y comerciantes de la costa del Pacifico mexicano a mediados
del siglo XIX”, en Secuencias, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luís Mora, Nº
20, 1998, pp. 129-135.

28
de Ortigosa, que sería después la Playa Norte en toda su extensión). Al respecto
agrega:

“Entretanto el comercio seguía prosperando, Mazatlán se


constituyó prontamente en el centro de las operaciones
mercantiles de una vasta zona que comprendía Sonora, Durango,
Chihuahua, Jalisco, Colima y Baja California. El dinero abundaba,
el contrabando lucrativo se hacía en gran escala, las rentas
públicas sin embargo, subían, nuevos capitales afluían con la
mira de una segura especulación, y…. el puerto poblado a todas
horas de mástiles procedentes de diferentes partes del globo, y la
ciudad, febril por los negocios, se convirtieron en la tierra de
promisión para muchos que acudían por el afán de riquezas.33”

Por esa razón, desde 1806, el gobierno federal estableció en el Presidio (hoy Villa
Unión) una Sección Aduanal y levantó -en la playa- una barraca para que se
estableciera el destacamento de soldados encargados de vigilar la aplicación de
las leyes fiscales, tales como cobrar los impuestos de importación y exportación,
que eran la principal fuente de ingresos con que contaba el gobierno central. Para
coordinar dicha tarea se nombró al Sr. Gómez, originario de Guadalajara,
administrador de la aduana. Para 1828, la Sección Aduanal se convirtió en
Aduana Marítima en este puerto y se cambió al fondeadero.

Lo más probable, es que esa gran cantidad de barcos, venidos de Estados Unidos
y Europa y Sudamérica no sólo dejaban sus mercancías en el puerto, sino que
también traían tripulación y pasajeros que venían a probar suerte en la recién
independizada nación. Entre estos llegaron, no solo los grandes comerciantes con
sus capitales para invertir, también hombres de muy diversos oficios: panaderos,
albañiles, zapateros, carpinteros, maquinistas, modistos, marineros, etc.34 Por esta
razón, la apertura del puerto al comercio exterior, no solo traería un auge
económico en Mazatlán sino que daría lugar a un importante cambio en la
demografía, tanto por la cantidad de habitantes, como por la composición de la

33
Dr. Martiniano Carvajal, “La peste en Mazatlán”, en Mazatlán en los Recuerdos, Crónicas del
“correo de la Tarde” 1891-1897, Mazatlán, Noroeste 1997, p. 18.
34
Estos datos están registrados sobre todos en las actas de Actas de Matrimonio de Registro Civil
1861-1870 por quienes comparecían como testigos de matrimonio y decían tener desde uno hasta
24 años residiendo en el puerto.

29
población, ya que este nuevo grupo de personas trajo costumbres e ideas nuevas
y diferentes.

Los datos que proporcionan diferentes autores sobre la navegación y los


movimientos comerciales son a veces contradictorios y por lo tanto poco exactos.
Debido a que durante ese periodo, Mazatlán era un centro de contrabando y de
corrupción aduanal, seguramente, los registros oficiales en más de una ocasión
fueron alterados para servir a intereses particulares. Sin embargo, a fin de
formarse una idea sobre el particular, se puede tomar como base la información
que proporciona Verena Radkau,35 quien a su vez se apoya en diferentes
investigadores que afirman lo siguiente: hacia 1846 llegaban cerca de 40 barcos
al año al puerto, en su mayoría de procedencia inglesa, aunque la competencia
norteamericana se hacía notar a partir de la década de 1850, sin dejar de lado los
barcos venidos de Alemania. Mientras que otros datos, basados en informes de
los cónsules alemanes en México, aseguran que los navíos alemanes ocupaban
un lugar tan importante como los procedentes de Francia e Inglaterra.

Esta cantidad de barcos, no solo transportaban mercancía, también venía una


tripulación que duraba seguramente un tiempo en el puerto y que traía una cultura
diferente y se mezclaban entre la población, en espera de salir de nuevo a
navegar. Tal vez, algunos de ellos se establecieron en el puerto, algunos otros se
quedaban por un tiempo en espera de volverse embarcar y mientras tanto
convivían con los porteños.

A su vez, este proceso de formación de una región económica, implicó


necesariamente la interacción entre sectores productivos diversos al interior de
este mismo espacio, pero también esta zona tuvo nexos con otras áreas que se
convirtieron en abastecedoras de productos que no se elaboraban localmente. Era
el caso particular de las harinas y granos de Sonora, indispensables para la
alimentación de la población, y de algunos otros productos alimenticios y
manufacturas, provenientes de otras regiones del macizo continental o del
extranjero.
35
Verena Radkau, “Capital comercial alemán en el puerto de Mazatlán”, en Brigida Von Mentz, op.
cit., pp. 128-130.

30
Esa dependencia del abastecimiento externo permitió -a la par que el fomento de
dicha economía local- su integración con un mercado más amplio, que por esa
misma época se formaba en el noroeste de México y en el cual estaban
implicados intereses comerciales extranjeros, los cuales dieron representación a la
población que se conformó en el puerto, lo que determinó una mayor
diversificación social.

1.4 Economía y política en Mazatlán

En el México independiente, al desaparecer los mecanismos externos de


explotación y control de las riquezas regionales en los estados del norte, hubo un
proceso de crecimiento local, así como pugnas intestinas entre los grupos de
poder. Esto perduraría por lo menos hasta el periodo conocido como la Reforma,
sin que se diera una integración con el resto del país. El puerto de Mazatlán fue
un claro ejemplo al respecto.

Sergio Ortega Noriega, afirma que, durante el periodo de 1824-1830, en la región


se presentaron algunos cambios económicos importantes que repercutieron en la
organización de la sociedad y la manera en que se transformó el modo de vivir de
la gente, ya que aumentó el volumen de la producción agrícola y ganadera, lo
que permitió exportar a la regiones vecinas el excedente, pasando a ser la
producción agropecuaria una actividad de terratenientes y ya no de indios.36

La minería y el comercio eran la actividad propia de los notables de abolengo,


pero quienes controlaban el comercio de importación eran los mercaderes
extranjeros que imponían las reglas del intercambio y sólo aceptaban plata a
cambio de lo que entregaban. Esto repercutió en el desarrollo de la economía
que privilegiaba las inversiones en minería a costa del desarrollo de otros ramos
productivos tales como el sector manufacturero que quedó rezagado al ser
sustituidos los bienes de consumo por las importaciones de mercancías
estadounidenses, europeas y asiáticas. Esta actividad comercial se relacionó

36
Sergio Ortega Noriega, Breve historia…., pp. 172-173.

31
con todos los aspectos de la vida social en el entonces Estado Interno de
Occidente.37

Los artículos de consumo elaborados en el Estado de Occidente tenían poca


variedad, su volumen de producción era reducido y no rebasaron el nivel
artesanal. Además de la harina y cueros, se producían textiles corrientes,
sombreros de palma, azúcar sin refinar, mezcal, carne seca y objetos de
talabartería. Otros productos eran la sal, las perlas y el pescado y mariscos
secos.38 Es de suponerse que la población contaba con pocos artículos y lo más
seguro es que fueran los más apremiantes y elementales para cubrir algunas de
sus necesidades básicas; productos complementados con la alimentación que
brindaban las tierras y aguas de la región. Todo esto cambiaría con la apertura
del puerto al comercio exterior y con la llegada de muy variada mercancía,
sobretodo muebles, telas o alimentos de diferentes latitudes, lo que permitió a
algunos sectores de la población y sus a alrededores tener acceso a nuevos
satisfactores.

Es de destacarse que la apertura del puerto de Mazatlán a la navegación de


altura, fue un factor determinante para su rápido poblamiento. Para la tercera
década del Siglo XIX, rápidamente alcanzó un conglomerado humano que
oscilaba entre 5 000 y 7 000 habitantes, lo que permitió el establecimiento,
crecimiento y desarrollo económico de los comerciantes de origen extranjero, así
como tener el control del comercio, quitándole su dominio a Culiacán. Estos
comerciantes extranjeros usaron su influencia para poner obstáculos en el
crecimiento de otros puertos e incluso para que éstos se cerraran a la navegación
como fue el caso del puerto de Manzanillo.39

“El puerto de Manzanillo ha estado abierto a los navíos


extranjeros y ha recibido varios ricos cargamentos de Europa;
pero en 1836, las intrigas de los negociantes de Tepic y San Blas

37
Ibíd., p.174.
38
Ibíd., p. 174.
39
Servando Ortoll, Noticias de un puerto viejo, Manzanillo y sus visitantes siglos XIX-XX, Colima,
Instituto Colimense de Cultura, 1996, p. 10.

32
lo hicieron cerrar, al igual que Mazatlán, que fue restituido más
tarde al comercio exterior.”40

El fenómeno era tal que a partir de la década de los treintas, Mazatlán desbancó a
San Blas de su posición como primer puerto mexicano del Pacífico y aventajó a
Guaymas en cuanto a movimiento mercantil.

Desde la apertura del puerto hasta mediados del siglo, el puerto mazatleco
mantuvo privilegio de las rutas comerciales de América en las costas del Pacífico
y las de Oriente, con embarcaciones inglesas, francesas, alemanas y
norteamericanas, procedentes de Europa y de la Costa Atlántica de Estados
Unidos. En su recorrido, rodeaban el Cabo de Hornos en el extremo Sur de
América y al mismo tiempo que recogían mercancía en los puertos de depósito de
Panamá en Centroamérica, lo hacía en Valparaíso en Chile, Callao en Perú y
Guadalquivir en Ecuador. Estos buques traían consigo una preciada mercancía,
seres humanos que cargaban una cultura, costumbres y valores que llevaban
hacía otras tierras. Años más tarde con los descubrimientos de oro en California,
también se convirtieron en un puerto de tránsito, tanto para viajeros como para
mercancías solicitadas en San Francisco.

La introducción de mercancías, y la salida de oro y plata en el puerto, causó que


fuera creciendo una población permanente y una flotante que vivía básicamente
de la actividad que generaba el comercio y el movimiento de buques mercantes.
Sin embargo, aunque el comercio era la principal fuente económica del puerto, no
era el único soporte. De nuevo, el viajero Löwester habla de una practica poco
mencionada como fue la pesca de perlas que era aprovechada por los extranjeros
que traían buzos kanakas de las islas Sándwich. Además, en sus alrededores,
también se daban las actividades agrícolas, principalmente se sembraba maíz,
fríjol y algodón, también proliferaban pequeñas siembras de melones, sandías,
cebollas etc., para el sustento local y las ganaderas, esencialmente vacas,
cerdos, mulas y asnos. Al tiempo que hablaba de productos y profesiones,
Löwester no podía dejar de apreciar la belleza del lugar; al respecto señalaba: “la

40
Eugene Duflot de Mofras, op. cit., p. 87.

33
vista del inmenso Mar Pacifico que se presenta por primera vez a mis miradas
compensa todas mis penas”41.

Para el periodo de 1854 a 1877, se dispone de un informe redactado por


Eustaquio Buelna a propósito de la agricultura estatal; a la vez que se señala que
en Mocorito se cosechaba y molía trigo, se reconocía que la mayor parte de la
harina consumida en Sinaloa se compraba en Sonora; mientras que de Durango
llegaban sarapes; en cuanto a la caña dulce, el tabaco y el mezcal, se
procesaban en pequeñas instalaciones artesanales; el algodón se trabajaba en
modernas fábricas de hilados que había en Culiacán, Mazatlán y Villa Unión. 42

En 1864, la fabrica de hilados “La Bahía” propiedad de la firma alemana Melchers,


estaba equipada con maquinaría inglesa y americana que era operada por 75
trabajadores que producían mantas, ravadillos, driles, mezclilla y lona.
Seguramente, esa fábrica contaba con operadores traídos de Alemania, ya que
los alemanes trasladaban hacia a América a sus compatriotas para que trabajaran
en sus empresas, como lo señala Brigida Von Mentz.43

Esta industria contrasta con los oficios más rústicos o artesanales a los que se
dedicaba otra parte de la población, tales como panaderos, lecheros y dulceros,
entre otros.

En contraste con todo esto, el rápido poblamiento de la Alta California repercutió


sobre la economía del noroeste mexicano, porque abrió un mercado para los
productos agrícolas y pecuarios de Sinaloa y Sonora que abastecieron a los
pobladores recién llegados a las tierras californianas, considerando a este
comercio más regional que de “exportación”.

Otro aspecto relevante era la minería que continuaba siendo la más importante de
las actividades económicas porque –decía Buelna- fomentaba el comercio interior
y exterior. Los registros de la aduana de Mazatlán señalaban que el 95% de las

41
Carlos Castro Osuna, Mazatlán en 1838.., p. 100.
42
Eustaquio Buelna, Compendio histórico, geográfico y estadístico. Sinaloa 1877, Culiacán,
Noroeste, Edición Centenario, 1977, p. 67.
43
Brigida Von Mentz, op. cit. p. 119-114.

34
exportaciones eran de plata acuñada, en pasta y en mineral. Eran los extranjeros
quienes estaban como propietarios de las minas.

Todos estos flujos y recomposiciones materiales signaron el comportamiento de


los actores hegemónicos en la región. En el periodo de 1824-1830, al seno del
entonces Estado Interno de Occidente empezó a formarse un nuevo sector de la
elite: el de los comerciantes extranjeros establecidos en Guaymas y en Mazatlán,
que si bien no participaron en la política, lo hicieron después gracias al poder
económico de las casas comerciales que representaban. Algunos se integraron a
la sociedad local por lazos familiares, otros permanecieron como extranjeros y
formaron grupos de presión económica y política. Estos comerciantes extranjeros
establecidos en Mazatlán eran las personas de mayor poder económico en la
comarca y desempeñaron un papel análogo al de los notables de otras ciudades,
con la diferencia de que no todos formaron redes familiares para fundamentar su
poder político ni para concertar la distribución de las mercancías que
importaban.44

Este poder, los llevo a tener enfrentamientos y rivalidades entre las familias
distinguidas de Guaymas, aún cuando ambos apoyaron la ideología liberal
borbónica que contenía elementos que más tarde estarían contenidos en el
liberalismo mexicano, tales como la imposición privada de la tierra y la eliminación
de la propiedad corporativa que ocasionó graves conflictos entre los poderes
legislativo y ejecutivo, así como enfrentamientos entre los indios del norte, lo que
propició que la capital del estado se trasladara del Fuerte a Cósala después a
Culiacán y más tarde a Álamos.

Esta fue una de las etapas políticas sumamente conflictiva de las provincias del
noroeste, que llevó al recrudecimiento de las disputas entre las oligarquías
locales, provocándose la división del Estado Interno de Occidente en dos
entidades federativas: Sonora y Sinaloa; situación que reflejaba la
incompatibilidad de intereses de ambas provincias, aun cuando se decía que
“eran diferentes los climas, los genios y las costumbres” de sus habitantes, los

44
Sergio Ortega, Breve historia…, p. 194-196.

35
productos de la tierra y las actividades económicas, que lo que beneficiaba a una
provincia, perjudicaba a la otra y viceversa.45 La división era irreconciliable, así
que en 1831, el Congreso de la Unión decretó la erección de un nuevo estado y
meses después fue expedida la primera Constitución Política de Sinaloa.

Las recomposiciones administrativas y jurisdiccionales continuaron. En 1837, con


la reorganización centralista del territorio nacional, se suprimió el distrito de Villa
de la Unión, pasando Mazatlán a formar parte del distrito de Allende, con cabecera
en la Villa de El Rosario hasta 1845.46

El artículo 31 de la nueva constitución sinaloense, señalaba la división política del


estado en siete partidos y 11 distritos. Esta constitución se ceñía a los
lineamientos del Acta Constitutiva de la Federación Mexicana y de la constitución
federal de 1824, que disponía lo concerniente al gobierno interno de los estados
de la federación; además, se sometía a leyes generales de la nación que los
diputados sinaloenses integraron en el texto constitucional algunos principios que
años después estarían contenidas en las Leyes de Reforma, tales como: la
prohibición de propiedades en “manos muertas” que afectaban sobre todo a las
instituciones religiosas de Sinaloa que poseían escasos bienes raíces y tenía
menor poder que otras regiones de México, lo que años más tarde sería un factor
importante para que Sinaloa aceptara sin grandes dificultades las reformas
liberales.

En fin, bajo el control de la oligarquía mazatleca y con una población creciente de


migrantes, se fue dando el crecimiento minero y comercial de Sinaloa como
estado independiente. En general, esta nueva entidad permaneció ajena a los
acontecimientos nacionales ya que el gobierno central tenía una escasa presencia
en los asuntos locales. Esto podría deberse a lo lejano del lugar y las malas vías
de comunicación que no permitían una integración y, probablemente, al nulo
interés de los comerciantes del puerto de tener relaciones con un gobierno que les
restaría la autoridad y el poder que habían conseguido.

45
Sergio Ortega Noriega, Breve Historia…, p. 185.
46
Enrique Vega Ayala, “Un norte”, en Arturo Carrillo Rojas, Guillermo Ibarra Escobar
(coordinadores), Historia de Mazatlán, Culiacán, Ayuntamiento de Mazatlán/UAS, 1998, pp. 22-23.

36
Y vaya que los problemas de comunicación eran una realidad insoslayable. Según
una nota periodística, en 1832, las vías de comunicación eran lentas y escasas,
pues una carta a México tardaba más de treinta días en llegar a su destino. Había
caminos carreteros a través del estado, pero las diligencias dejaban de correr por
lo menos cuatro meses al año durante las lluvias por el mal estado de los caminos.
El transporte de mercancías se hacia, generalmente a lomo de mula y los
caminos más transitados eran los del puerto hacia el interior.47 La comunicación
con los Estados Unidos se realizaba por vapor, con una periodicidad mensual.48

Pero las imitaciones no eran privativas de ningún sitio. Incluso, con todo y que
Mazatlán aumentaba su auge económico, sus pobladores se lamentaban de que
eran mucho menos afortunados que los pobladores de Veracruz, Tampico, etc.,
donde se gastaban grandes sumas de dinero en la mejora de sus puertos,
mientras “a nosotros, lejanos habitantes del centro, se nos olvida y se nos ve
como a parías”.49

Sin embargo, lo que resulta indiscutible, es que pese a la lejanía con el centro del
país, de aldea insignificante a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, Mazatlán
contrastó con su impresionante crecimiento y desarrollo portuario y comercial a
partir de la segunda mitad de la centuria decimonónica, convirtiendo a la población
mazatleca en la más importante de la entidad, lo que motivó que en 1842, fuera
por primera ocasión residencia del gobernador del departamento de Sinaloa,
aunque la asamblea departamental siguió residiendo en Culiacán.

Dicho auge del comercio se inició a partir de 1840 con “establecimientos de


comerciantes extranjeros (europeos y norteamericanos) que encuentran en este
puerto una región con suficiente población a la que hay que abastecer y con la
imposición de tarifas bajas dictadas por el gobierno local”.50

47
Eustaquio Buelna, Compendio histórico... p 70.
48
Ing. C. Camillo en en Mazatlán de mis Recuerdos Mazatlán, Noroeste, 1977, p 33
49
Ibíd. p 34.
50
Arturo Román Alarcón, “Comerciantes extranjeros en Mazatlán, 1880-1910, La actividad
comercial en Mazatlán antes de 1880”, en José Ma. Figueroa y Gilberto López Alanís,
(coordinadores), 18 Encuentros con la Historia, Mazatlán, Culiacán, Gobierno del Estado de
Sinaloa, Tomo 1, 2004, pp. 45-55.

37
Había una gran cantidad de casas comerciales que operaban en la ciudad
dominando el mercado no sólo de Sinaloa, sino el de Sonora y los territorios de
Tepic y Baja California, las zonas de Durango y Chihuahua, ubicadas sobre la
Sierra Madre, donde hubo un importante auge minero. Hubo relaciones
comerciales con Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Francia, España y con
algunos países sudamericanos y asiáticos, por intermedio de algunos
comerciantes ingleses y estadounidenses.

Para 1846 Mazatlán contaba con once casas comerciales importantes cuyos
propietarios eran de origen extranjero como Melchers (alemanes), Echeguren
(españoles), Parrot, Fort (franceses), Mott, Talbot (ingleses), etc.; eran quienes
controlaban el mercado regional e intercambiaban su tráfico mercantil de altura
con los puertos de Guaymas, La Paz, San José, San Blas, Manzanillo y Acapulco
y su intercambio del embarcadero sinaloense llegaba a los puertos de San Pedro y
San Francisco en la Alta California. Las ventas eran al mayoreo y menudeo y
contaban con una gran variedad de productos de todo tipo: abarrotes, vinos,
licores, telas, ropa y calzado, materiales para la construcción, muebles, juguetes,
joyería, armas, municiones y un sin fin de artículos de fabricación extranjera, lo
que generaba que comerciantes de otras zonas visitaran el puerto periódicamente
para realizar sus compras.

Según una nota de Mathieu de Fossey, Mazatlán recibía productos agrícolas


desde el Occidente del país:

“Manzanillo es el único puerto de la República del lado occidental


de donde se exportan productos agrícolas para California y los
estados de Sinaloa y de Sonora. EL valor de las exportaciones
anuales no ha rebasado hasta la fecha las 50,000 piastras,
aunque va en aumento todos los años.”51

Por todo esto, hacia mediados del siglo XIX, los comerciantes extranjeros
radicados en Mazatlán, tenían el control del comercio y el poder político de

51
Mathieu de Fossey, “Uno de los puertos más bonitos del continente americano” en Servando
Ortoll, Noticias de un ... p. 91.

38
manera indirecta, ya que este se daba a través de ciudadanos mexicanos que les
servían de intermediarios.

Sobre la influencia de estos personajes, Sergio Ortega Noriega señala que, aun
cuando el grupo de comerciantes extranjeros era muy importante por su actividad
política y económica, no se pueden considerar parte de la sociedad sinaloense
porque sus miembros conservaron su nacionalidad y no se integraron, sino que
formaron un grupo de poder incrustado en Mazatlán, cuyos intereses estaban
comprometidos con las firmas extranjeras que representaban.52

Probablemente, Ortega Noriega se refiere sobre todo al caso de los alemanes que
eran grupos muy cerrados. La información que existe sobre este grupo indica que
eran representantes del capital comercial e industrial; provenían del norte de
Alemania y su origen no tenía nada que ver con los estratos bajos.53 En Mazatlán,
la mayoría los alemanes se dedicaron al comercio, ya sea como propietarios o
como dependientes y tenían asociaciones con otras casas comerciales del país.

Sin embargo, en torno a estos niveles de vinculación con la sociedad local, hay
fuentes que destacan como algunos extranjeros participaban en festejos
nacionales y locales, También existen registros, en las actas de nacimiento y
matrimonio, donde comparecieron como testigos en estos actos civiles e incluso
algunos de ellos se casaron con mazatlecas. Cuestión que se abordará más
adelante.

Por otra parte, otro grupo que tuvo gran poder durante el periodo de 1830 a 1853,
fue el ejército federal que contaba con un numeroso destacamento y cuyo cuartel
estaba en Mazatlán. Su función era resguardar el puerto y los caudales de la
aduana. Sus comandantes no estaban sujetos a las autoridades locales e
intervenían en los asuntos políticos del estado y, en muchas ocasiones, apoyaron
y sirvieron a los comerciantes extranjeros, quienes remuneraban sus servicios.

Pero los mazatlecos y sus extranjeros asentados en el lugar, no estaban solos en


los asuntos públicos de la localidad. La vida política del estado giraba alrededor de

52
Sergio Ortega Noriega, Breve historia…, p 205.
53
Brígida von mentz, Los pioneros del... pp. 14-15

39
los grupos de poder de Culiacán y Mazatlán, el primero integrado por la familia de
la Vega, su parentela y sus protegidos y el segundo por los comerciantes
extranjeros y sus aliados, las autoridades municipales y los soldados del ejercito
federal.

Pero los asuntos de la vida local también estaban conectados con otros asuntos
que rebasaban los asuntos nacionales. Debido a la importancia de Mazatlán
como puerto abierto al comerció exterior, el conflicto que se dio entre México y los
Estados Unidos, tuvo repercusiones en Sinaloa, a la vez que se mezcló con
problemas locales. Texas se incorpora a los Estados Unidos y este suceso, los
llevó a una declaración de guerra en 1846.

Un ejemplo de estas imbricaciones, se presentó el 13 de noviembre de1847. Una


partida de 730 oficiales, soldados (marinos) y marineros bajo el mando del capitán
La Vallette y Henry Halleck, sin ninguna resistencia sembraron la bandera de las
barras y las estrellas en suelo mazatleco y festejaron su triunfo con veintiún
cañonazos de salva detonados desde el barco Independence. Ese mismo día 13,
la Junta firmó su rendición frente a los oficiales estadounidenses que anunciaron a
su vez el nombramiento del capitán La Vallette, como gobernador, y de Henry
Halleck como teniente gobernador.

Los invasores ocuparon durante siete meses el puerto mazatleco. Su presencia no


se limitó a su control militar y político, sino que tomaron decisiones de orden fiscal,
comercial y administrativo. En el orden religioso, los invasores también trasladaron
su propia concepción de libertad de cultos a la sociedad, que si bien eran
predominantemente católica, probablemente ya conocía la práctica de otras
religiones, dada la cantidad de extranjeros alemanes y franceses, que vivían en el
puerto. En 1848, una vez firmados los Tratados de Guadalupe Hidalgo, pusieron
fin al conflicto entre ambos países y Henry Halleck, vicegobernador de Mazatlán,
dejó el puerto el 2 de febrero, rumbo a La Paz.54

54
Arturo Santamaría, “El diario de guerra de Henry Halleck, gobernador invasor de Mazatlán
durante la guerra de México con Estados Unidos (1847-1848), en Clío, N° 15, Culiacán,
Universidad Autónoma de Sinaloa, septiembre-diciembre 1995, pp. 64-71.

40
Asimismo, la perdida de la Alta California traería graves consecuencias de índole
económico para la región de Sinaloa en un futuro próximo. Con este episodio
bélico, el noroeste quedó mutilado al segregarse una de sus subregiones: la Alta
California.55 Por otro lado se presentaron disputas internas. Como el que propició
el coronel Rafael Téllez que pretendía extender su autoridad sobre todo Sinaloa,
tuvo enfrentamientos con el gobernador Rafael de la Vega y éste decidido a
resguardar a la capital del estado (Culiacán), entablaron un combate habiendo
gran perdida de vidas humanas y materiales, logrando al final que el grupo de la
Vega quedara fortalecido política y económicamente frente a Mazatlán, al someter
y entregar al coronel Téllez al gobierno federal.

Las luchas políticas estaban a la orden del día, por el control del comercio con los
dos grupos de comerciantes, los de Culiacán y los comerciantes extranjeros de
Mazatlán, que se disputaban el control del comercio, más un grupo formado por
militares dispuestos a servir a quien mejor pagara.

Los comerciantes extranjeros importaban sus mercancías por el puerto,


procurando evadir el pago de impuestos y por medio del soborno, disponían de
las autoridades municipales, de los administradores de la aduana y del resguardo
militar. Algunos de estos extranjeros eran cónsules de sus respectivos países, lo
que les proporcionaba inmunidad diplomática y cierta influencia ante el gobierno
de la capital del país. El que cada uno de ellos tuviera el control sobre los poderes
locales era un factor de mucha importancia para el ejercicio del comercio.

Estos dos grupos consolidados tenían enfrentamientos por el poder económico y


político que habría de tener su momento decisivo en el año 1852 con el
movimiento separatista de Mazatlán, generado por una nueva constitución en el
estado en la que “se consignaron muchas de las garantías que después se
estamparon en la constitución federal de 1857”. 56

Sin embargo, fue la sustitución del cobro de alcabalas por la de las contribuciones
directas para la industria y el comercio las que los comerciantes extranjeros no

55
Sergio Ortega Noriega, Un ensayo de Historia...., pp. 199-201.
56
Antonio Nakayama, Sinaloa: el drama y sus autores, Sinaloa textos de sus historia, Culiacán,
Universidad Autónoma de Sinaloa, p. 289.

41
aceptaron. Apoyados por el pueblo mazatleco, quienes habían sido atraídos por la
música que “los comerciantes mandaron traer para reunir muchedumbre y tiraron
dinero al pueblo, que empezó a gritar “vivas” al comercio y mueras al gobierno y a
las demás autoridades” 57 llegando a dividir a la población contra las autoridades y
declarándose a Mazatlán segregado de Sinaloa y erigido en territorio por los
comerciantes extranjeros. Hecho que no trascendió ya que les fue negado por el
gobierno de la República.

Los conflictos políticos continuaron. En 1854, cuando en Sinaloa se conoció la


noticia sobre la proclamación del Plan de Ayutla contra el presidente Santa Anna,
el gobernador interino del estado, Pedro Valdés, condenó la insurrección y vitoreó
a Santa Anna, apoyado por los militares asentados en el estado. Sin embargo, no
se dio mayor importancia al asunto,58 y la vida sinaloense siguió su curso hasta
1855, cuando se adhirieron al movimiento político llamado de Reforma. En 1857,
se decretó una nueva constitución y se expidieron cuatro leyes que iniciaron la
reforma de la sociedad, a la vez que enfrentaron a los dos grupos que querían el
poder: los liberales y los conservadores. Entre el 12 de julio y el 6 de agosto de
1859, se promulgaron estas nuevas leyes.

Con la primera ley, la Iglesia y el Estado se separaban y se nacionalizaban los


bienes del clero secular y regular. Las otras decretaron la desaparición de los
monasterios de hombres y de mujeres, a excepción de los de profesas; además,
se declaró la libertad de conciencia. Para despejar cualquier duda, el 4 de
diciembre de 1860 una ley declaró la libertad de cultos. Según nota de Eustaquio
Buelna, en el estado de Sinaloa no había tolerancia de culto, con las Leyes de
Reforma, aún cuando predominaba en la religión católica, pero “es en Mazatlán
donde puede haber mayor numero de sectarios de otras religiones”59, aún cuando
no habían llegado a establecer templo alguno. Los obispos del país consideraron
que la nueva ley era antirreligiosa y declararon que incurrirían en excomunión al
católico que la jurara. En Sinaloa, el Obispo de Sonora, Don Pedro Loza y

57
Eustaquio Buelna, Apuntes para la historia de Sinaloa…, pp. 55-57
58
Sergio Ortega Noriega, Un Ensayo…, pp. 213.
59
Eustaquio Buelna, Compendio histórico…, p. 65.

42
Pardavé con residencia en Culiacán siguió el acuerdo de los demás prelados
mexicanos, apoyando dicha excomunión.

Entre otras disposiciones se estableció el registro civil de nacimientos,


matrimonios y defunciones, así como la secularización de cementerios y con ello
se limitaron los derechos que la Iglesia había tenido al registrar a la población en
aquellos eventos vitales en el ser humano como son el del nacimiento, matrimonio
y defunción. Su creación obedeció a uno de los intereses fundamentales de la
época independiente: tener un conocimiento del monto y distribución de los
habitantes mediante la creación de un sistema de registro a nivel nacional y cuyo
control debía estar bajo el Estado, además de quitarle a la Iglesia un control que
hasta entonces había tenido sobre cuerpos y almas.

La constitución de 1857 no difería mucho de la emanada en 1824, pero ya no


mencionaba la intolerancia religiosa y ampliaba las libertades y garantías de la
libertad individual. A pesar de considerarse moderada, no tardó en provocar la
reacción conservadora que significaría una guerra civil, y después, la intervención
extranjera.

Pese a todo, en Sinaloa se juró la constitución, el 19 de abril de 1857 aunque no


por el gobernador Pomposo Verdugo, quien pidió licencia temporal para separarse
del cargo y librarse de la obligación de jurar la nueva ley, quedando la jura bajo la
responsabilidad del gobernador interino, Miguel Ramírez. En Mazatlán esta se
realizó con grandes muestra de regocijo siendo el general José María Yánez,
quien juró la constitución aún cuando en otras partes de Sinaloa, los funcionarios
del estado y municipales se abstuvieron de participar. Así se fue haciendo
diariamente en todos los pueblos del estado, lo que causó disgusto al clero del
obispado, que recibió circulares del obispo doctor Pedro Loza y Pardavé sobre la
ilicitud del juramento y la excomunión de quienes la hubieran jurado.

El gobernador interino Miguel Ramírez, al tener conocimiento de lo anterior, se


dirigió al prelado pidiéndole que tomara otra línea de conducta, pero éste se negó
y el gobierno decidió contrarrestar la fuerza del clero publicando un arancel de
obvenciones eclesiásticas encontrando una fuerte oposición en las parroquias lo

43
que dio inició a la punga entre el poder civil y la iglesia sinaloense60 Ese mismo
año, la capital volvió a estar en el puerto bajo el gobierno del general José María
Yánez, quien al principio tuvo el apoyo de los comerciantes extranjeros. Este
personaje duró muy poco en el poder, pero dejó al Estado de Sinaloa, adherido al
bando conservador que más tarde traería grandes luchas entre liberales y
conservadores sinaloenses durante la década siguiente.

La década de 1860 a 1870, Mazatlán se vio envuelto en diferentes luchas


políticas, unas locales con los comerciantes, cónsules y marina extranjeros y otras
de orden nacional pero que repercutieron en el puerto, como fue la intervención
francesa. Este lapso se caracterizó por una gran población flotante en el puerto,
de militares que venían en apoyo o en contra de las fuerzas liberales e imperiales.
Como ejemplo se puede citar lo ocurrido en el año de 1863, cuando “la brigada de
Sinaloa integrada por dos mil soldados sinaloenses y sonorenses perfectamente
equipados y uniformados embarcó en Mazatlán el 5 de febrero, bajo el mando
directo de Placido Vega con rumbo a la ciudad de México para quedar bajo el
mando de Ignacio Comonfort y luchar contra los franceses.”61

Estas luchas internas y externas traían graves consecuencias, ya que la guerra


repercutió de manera muy importante sobre la población civil, sobre la que se
abatieron alojamientos, requisas, sitios, represalias, epidemias y hambres. Lo más
seguro era que en la población civil recaía la carga de la guerra. Los problemas
abarcaban a individuos e instituciones. Particularmente, el Ayuntamiento de
Mazatlán tenía problemas para cubrir los gastos más necesarios, así que deben
de haber “solicitado” prestamos y algunos debieron de ser forzosos a quienes
tenían la posibilidad económica o imponer más impuestos para cubrir el costo de
la guerra, porque de alguna fuente deberían de obtenerse recursos para cubrir
dichos gastos, y que más que la población civil para ello.

Estas preocupaciones y medidas recaudatorias se efectuaban no en plena calma,


sino en medio de turbulencias. Tanto así que 1863 y 1864 ocurrieron
subordinaciones por parte de Ramón Corona y Antonio Rosales, al no aceptar al
60
Antonio Nakayama Arce, Sinaloa un..., pp. 290-291.
61
Ibíd., p. 316

44
sonorense Jesús García Morales, como suplente del gobernador Placido Vega.
Estas luchas entre los jefes sinaloenses ocurrieron cuando ya los franceses
ocupaban el centro y el norte del país y amenazaban con invadir Sinaloa.

Seguidamente sobrevino el conflicto por la defensa de la soberanía. El primer


intento de los franceses por establecerse en el puerto, lo hicieron en marzo de
1864, al bombardear las fortificaciones que se habían levantado a orillas de la
playa: sin embargo, los porteños hicieron fuego con tan buena puntería que “el
pueblo enardecido vitoreaba a sus defensores y coreaba cada disparo que hacia
blanco en la fragata francesa”,62 haciéndolos huir. Pero, los franceses regresaron
y sitiaron el puerto que quedó bajo el mando de el comandante militar G. Munier
designando prefecto a Andrés Vasavilbazo y exigiendo obediencia a su majestad
imperial Maximiliano I. Este acto se solemnizó con música, salva de 21
cañonazos, Te deum, misa cantada y festejos de carácter popular que fueron
vistos con indiferencia por los mazatlecos.63

Sobre el devenir de la vida estatal en estos momentos, Don Eustaquio Buelna


afirma lo siguiente: “en lo sucesivo, durante dos años, casi no hay suceso que
anotar que no sea un hecho de armas, o disposición para la defensa del
territorio”.64 Esto se potenciaba porque los franceses, apoyados con la gente de
Manuel Lozada, llevaron a cabo toda clase de actos vandálicos desde robos,
incendio de viviendas y violaciones en diferentes lugares del sur del estado como:
Concordia, Aguacaliente, Zopilote, Matatán, El Tamarindo, El Rosario, etc.

Este panorama se extendió al puerto sinaloense. En mayo de 1865, Mazatlán llegó


a albergar una nueva e inesperada población: entre seis y siete mil hombres entre
franceses y contingentes de Lozada. En general, la situación del sur sinaloense
era lamentable: las poblaciones estaban incendiadas, los campos talados, la tierra
sin cultivar, las caballerías sin forraje, los soldados y aun los vecinos casi sin
alimentos de subsistencia 65

62
Ibíd., pp. 318-319.
63
Ibíd., pp. 328-329.
64
Eustaquio Buelna Apuntes para... p. 78.
65
Ibíd. p 84.

45
Al margen de esto, no es ocioso señalar que durante esta lucha, doña Agustina
Ramírez perdió a sus doce hijos en el ejército de la República, lo que habla de la
magnitud de las pérdidas humanas, de la desaparición de familias completas
sobre todo de hombres que eran hijos, padres, hermanos o esposos; las familias
que quedaron desintegradas, una sociedad ultrajada y una población civil vejada.
En resumen, se puede decir que no hubo lugar en Sinaloa donde no se sufriera la
Intervención y después sus consecuencias, como fue la desarticulación de la
familia campesina. Voluntaria o involuntariamente, un buen núcleo de habitantes
rurales integraron alguno de los ejércitos involucrados en las diferentes luchas.
Probablemente, la mayoría fue obligado a hacerlo, a través de prácticas conocidas
como “levas militares”, en las que los mandos del ejército retenían peones y
labradores para engrosar la tropa.

Sin embargo, pese a que en noviembre de 1866, los franceses desalojaron el


puerto -único lugar que pudieron controlar en Sinaloa-, las luchas se siguieron
presentando en otras partes de la entidad, aunque en menor cuantía. Aún
terminadas las confrontaciones, el periodo que siguió fue muy conflictivo por la
ruina de las actividades productivas, por el desarraigo de la población y por el
exceso de caudillos y soldados desocupados a nivel local y nacional.

El proceso político sinaloense fue confuso y agitado ya que hubo un permanente


estado de guerra entre los caudillos contra los invasores franceses y otros en
defensa de un gobierno legal o bien en sublevaciones que mantuvieron viva la
guerra civil en Sinaloa. En estos disturbios también participaron los comandantes
militares de Mazatlán, con los soldados federales a su mando, los milicianos de
Sonora y las fuerzas de Manuel Lozada.

Para entonces, los comerciantes extranjeros en Mazatlán habían fortalecido su


poder al término de la Guerra de Reforma, y con la Intervención francesa no
detuvieron sus actividades comerciales, ya que los mismos invasores alentaron el
tráfico mercantil. Los comerciantes se mantuvieron neutrales en el conflicto franco-
mexicano y aparentemente no apoyaron a los invasores, porque al término del

46
conflicto no se les señaló como colaboradores, como se hizo con los notables de
Culiacán.

Posteriormente, estos comerciantes extranjeros establecidos en el puerto


sinaloense continuaron ejerciendo su poder sobre gran parte del estado, siguieron
practicando el contrabando y el soborno de militares y autoridades mexicanas;
financiaron cuartelazos que los llevó hasta la imposición de dos gobernadores
ilegítimos. En este mismo período, los comerciantes empezaron a invertir sus
capitales en la minería del sur del estado para ejercer un mayor control sobre el
mercado de la plata. Sin embargo, en poco tiempo se les acabaría este dominio
comercial ya que las naves estadounidenses de San Francisco desplazaron a los
buques europeos en el puerto de Mazatlán y otra sería la historia económica el
puerto en la siguiente década.

Lo evidentes es que los extranjeros ejercieron una influencia decisiva en la


conformación social y económica del puerto de Mazatlán desde la primera mitad
del siglo XIX, fortaleciéndola en la segunda mitad de esta misma centuria. Su
arribo a este territorio fue motivado por la Independencia y apertura del puerto
sinaloense, así como por la riqueza minera de la región y las oportunidades
comerciales que presentaba un puerto de altura como Mazatlán.

Su presencia contribuyó a forjar un espíritu empresarial local y a consolidar una


economía de mercado que no existía anteriormente. Llegaron a tener gran poder
político y económico, su presencia contribuyó a conformar la identidad del
mazatleco y su mentalidad económico-liberal tuvo clara influencia en los
movimientos políticos posteriores. Pero también propagó un conjunto de ideas,
prácticas culturales y cotidianas que ayudaron a la configuración social y
demográfica de la sociedad mazatleca de esos años. Sobre este asunto versarán
los apartados siguientes.

47
CAPITULO II

MAZATLÁN: RASGOS DE SU VIDA SOCIAL

Mazatlán era distinto al resto del estado. Mientras la mayoría de las ciudades del
estado nacieron de un acto fundacional, ésta surgió después de la independencia
en forma espontánea y de ahí su traza desordenada y calles estrechas. A partir de
1840 gracias al comercio y a los comerciantes extranjeros, este puerto se
transformó en uno de los principales puertos de entrada al país. Una ciudad
pujante y llena de movimiento y en contradicción a su desarrollo, los testimonios
que se recogen de los viajeros también hablan del hacinamiento de la población y
del hedor y lo sucio de sus calles.

La singularidad de los pobladores de Mazatlán que es el tema de esta


investigación, no radica tanto en su forma como en su espíritu. Diferentes
historiadores66 destacan la impronta de los extranjeros, en especial los de origen
anglosajón, alemanes y franceses en la forma de vida y costumbre de los
porteños. El resultado fue una sociedad más secular, más cosmopolita, más
abierta a los cambios y más pragmática, en fin, más moderna.

Un vez que pasó por Mazatlán rumbo a California, un viajero estadounidense


mencionaba que era común escuchar en las calles de este puerto lenguas de
distintas partes del mundo y ver individuos distintos en color y complexión.67 Una
imagen contrastante con este panorama cosmopolita antes enunciado, se
expresaba a través de un núcleo humano compuesto por múltiples vendedores,
arrieros con sus recuas de mulas o burros que traían desde el desembarcadero
los productos recién llegados del exterior. En estos arrieros era notorio su aspecto
campesino, dotados de una vestimenta pobre y escasa, reducida a calzones, una
camisa ligera, sombrero y guarache.

66
Antonio Nakayama, Sergio Noriega, Dr. Arturo Román Alarcón etc.
67
Sergio Ortega y Edgardo López Mañón, Sinaloa textos de su historia, Instituto de Investigaciones
Dr. José María Luis Mora/DIFOCUR, México, 1987, Vol. I, p.102.

48
Seguramente el espectáculo auspiciado por el flujo comercial portuario, aparecería
como algo fascinante para los viajeros. A la presencia de extranjeros que unían al
español criollo, sus voces inglesas, francesas y alemanas, se sumaba la agitada
actividad, de españoles criollos y empleados mestizos generándose una llamativa
concurrencia de variados personajes que representaban el complejo y mezclado
escenario comercial. En un constante ir y venir se movían comerciantes que
discutían un precio o la calidad de la mercancía; los dependientes se desplazaban
entre el establecimiento y la aduana, el dulcero pregonando su producto, el
aguador cargando sus barriles de agua. No estaban ausentes las palabras
altisonantes, la notoria y escasa educación, el analfabeta, el negociante sagaz.
Era un lugar en donde se cruzaban los elementos propios de la cultura europea y
la porteña, la pobreza y la opulencia, lo fino con lo burdo, y una población que
años tras año crecía.

Para 1854, el puerto tenía 6 773 habitantes de los cuales 231 eran extranjeros
(3.4%) entre los que predominaban los de origen europeo: 90 franceses, 56
españoles, 18 alemanes, 17 italianos, 8 ingleses, 2 portugueses, 2 suizos, 2
belgas y 1 holandés. Además había 20 chinos, 4 norteamericanos y 8
latinoamericanos68 algunos de ellos incursionaron en el comercio y otros además
diversificaron sus actividades en la industria, minería y en el área agropecuaria.
Otros incursionaron en otra tipo actividades; había carpinteros, albañiles,
panaderos, zapateros, herreros, músicos, médicos, empleados etc.

Si se valora la magnitud de la presencia extranjera, es de resaltarse que en


términos numéricos no eran tantos, lo que los “engrandecía” era su importancia
en la actividad portuaria, pues como ya se mencionó el comercio aglutinó aun a la
mayoría de los europeos. A este abanico de habitantes del puerto habría que
agregar un sector de la población flotante, a los muchos marineros que llegaban

68
Luis M. Servo, “Apuntes estadísticos de Mazatlán en el año de 1854”, en Boletín de la Sociedad
Mexicana de Geografía y Estadística, México, Imp. A. Boix, 1854, t. VII, pp.324-325 en Arturo
Román Alarcón, “Apuntes sobre los extranjeros residentes en Sinaloa a fines del siglo XIX (una
aproximación cuantitativa)”, en Clío, Culiacán Sinaloa, Escuela de Historia –UAS, N° 11, 1994, p
136.

49
en los barcos, cuya presencia impactaba en el panorama global de la población.
Poco a poco, el papel de los extranjeros en la vida social se acrecentaba, pasaban
a ser actores participantes en todos los ámbitos. Sería por eso que una década
antes, Manuel Payno hizo mención a la vida del puerto sinaloense en los términos
siguientes: “antes de 20 años nuestros hijos serán extranjeros en Mazatlán”.69

Sobre la presencia y asentamiento de los porteños y extranjeros a lo largo de los


dos primeros tercios del siglo XIX, habría que remitirse hasta los mismos albores
de esta centuria.

A principios del siglo XIX, el intendente de Sonora, D. Alejo García Conde, designó
al capitán don José Esteban como teniente gobernador de Mazatlán. El 24 de
junio de 1804, este funcionario pidió que el importantísimo Puerto Viejo o de San
Félix fuera agraciado con la Real Beneficencia, por la cual obtendría las ventajas a
que aspiraban sus moradores.70 Sobre la dimensión alcanzada por el puerto José
Esteban señalaba que “su población es de dos mil almas, siendo las dos terceras
partes de mulatos libres, y la una de españoles.71 Con respecto a la indumentaria
de los pobladores, agregaba lo siguiente: es “pobre y ligero, reducido a calzones
del menor costo, un cotón de cotense, sombrero y manga de ballena azul, aunque
el mayor número omite, por su pobreza, la primera y segunda prendas.”72
Siguiendo con el dibujo de la vida local, este personaje comenta que su
alimentación se basaba en frutos y efectos de Castilla, pero también de Asía y
China; de la tierra, maíz y fríjol. Sin embargo, estas referencia, que se hacen es a
lo que hoy conocemos como Villa Unión ya que la edificación del puerto de
Mazatlán se inició, por el rumbo de la playa poniente, en 1818.73

Otros rasgos que muestra este personaje es que los pobladores no eran afectos a
la minería ni a la arriería y pocos se dedicaban a la agricultura sembrando
diferentes hortalizas, melones, sandías, ajos y cebollas, y debido a que no existía

69
Manuel Payno, “La vida de provincia”, México, ediciones cal y arena, 2003, p 255.
70
Héctor R. Olea, Los asentamientos humanos en Sinaloa, UAS, Culiacán, 1980, p 140
71
Adrián García Cortés, La fundación de Mazatlán, Siglo XXI editores/DIFOCUR, México, 1992, p.
84
72
Ibíd.., p. 90.
73
Héctor R. Olea, Los asentamientos... p 140.

50
ni una sola casa de comercio, lo que se necesitaba para la manutención era traído
desde el Real del Rosario. Fue hasta el traslado de la aduana que estaba en el
mineral del Rosario al puerto cuando comenzó el desarrollo de la ciudad, ya bajo
los influjos del México independiente.

Para mediados del siglo, el cónsul Philippe Martinet (1853-1857) hace mención en
sus escritos sobre la alimentación de la población “el fríjol, el chile y la cebolla
fueron la base de los sinaloenses y eran cultivados en seis pequeñas granjas en
los alrededores de la ciudad en un radio de 12 a 15 kilómetros, las legumbres no
son consumidas por la población nativa”74 pero si por los extranjeros, los
mazatlecos “se contentan con los frijoles”. La comida -continua diciendo- es
acompañada por torrillas de maíz y la harina traída de Sonora es empleada en la
fabricación del bizcocho para los marineros. Señala que hay registradas cuatro
panaderías y setenta y ocho panaderos. Sobre la carne dice que, la preferida por
los porteños es el pescado y el puerco, puesta en el mercado el mismo día de su
pesca y matanza75. También consumen ostiones y pescado ahumado y se
consume mucho el coco y el plátano de Nayarit y en las bebidas las de más éxito
eran la cerveza de jengibre, los vinos en especial los rojos y blancos importados
de Francia así como el aguardiente y el champagne. Señala que también en el
mercado se podía encontrar huevos, aves y leche a la venta.

Del vestido dice Martinet que, las telas de algodón importadas por los ingleses
eran las más populares para el clima caluroso y para invierno solo usaban rebozos
y sedas traídas de Filipinas. En cuanto a la industria del vestido, el cónsul
registraba 234 costureras, sastres y obreros de sastres 79, modistas 2
sombrereros y obreros sombrereros 10, zapateros y obreros zapateros 115,
también había 3 fabricantes de peines y 30 remenderos.76

74
Carlos Castro Osuna, “La vida cotidiana en Mazatlán”, en 18 Encuentros con ... . p 42.
75
Ibíd., p 43.
76
Ibíd., p 43.

51
2.1 Mazatlán: sus calles, su gente.

La configuración topográfica del puerto fue una limitante para la ocupación del
suelo y un factor determinante para el trazado urbano. Con la apertura del puerto
se iniciaron modificaciones trascendentes del paisaje. Entre ellas, aquellas que
eran necesarias para la infraestructura portuaria ya que anteriormente, el
desembarco de mercancías se hacía en la Bahía de San Félix, (Playa Norte).
Para 1832, se iniciaron los trabajos de terraplén para formar un dique al pie del
cerro de la Aduana o de La Cruz, que impidió el paso de las aguas de Olas Altas
a las de la Bahía del Sur, con el fin de proteger al nuevo atracadero. Con estos
trabajos dieron inicio a una nueva configuración del puerto, hasta lograr la que
ahora tiene, al ir uniendo por medio de diques y terraplenes, los terrenos más
elevados y configurando superficialmente su bahía de resguardo y sus calles.

La vía o camino de entrada a la población mazatleca, era una vereda que desde
Palos Prietos conducía a la calle Principal, única que existía y probablemente la
calle más antigua de Mazatlán y que comunicaba con el camino real tanto al norte
como al sur. Esta se formó cuando el fondeadero de los buques se cambió de la
bahía conocida como de San Félix o de Puerto Viejo a la dársena localizada en la
parte sur, ya que lo que sería Mazatlán tenía escasos habitantes permanentes;
los largos atajos de mulas que conducían las mercancías que se importaban
formaron esta calle en su ruta al camino real que habría de conducirlas a su
destino final.77 Es posible que la calle mencionada, efectivamente sea la primera
ya que hay que como antes se señaló en lo que hoy es Mazatlán había muchos
esteros y lagunas, y la elevación geográfica por la que cruzaba gran parte de esa
calle constituía terreno seco y apropiado para asentar viviendas de manera
permanente.

Para conocer más de Mazatlán y sus antiguos pobladores es necesario evocar


sus angostas calles e imaginar sus casonas, y las otras, las de modesta teja y
sobre todo recorrer su comercio, las calles o la plaza destinada a las diversiones,
a sus tiempos de ocio, muchos recuerdos de esos años todavía permanecen .
77
Oses Cole, Ayer en Mazatlán la ciudad en 1899, Mazatlán, s/e 1999, pp. 34-35.

52
Pero es mejor dejar de lado las evocaciones y situarse nuevamente en la primera
mitad del siglo XIX. A partir de 1828, las actividades portuarias mostraron más
dinamismo: comenzó a hacerse uso de la bahía para el fondeadero y en el
mismo lugar se levantó un galerón de adobe crudo y teja que funcionó como
despacho aduanal y permaneció ahí hasta 1840 cuando se empezó a edificar un
nuevo edificio.

Años más tarde, aparecieron fincas por los barrios de Puerto Viejo, Nevería y lo
más alto de la calle Principal, por ser las partes más sanas y menos en peligro de
las invasiones del mar que por el rumbo sur eran muy frecuentes. Los pobladores
construían jacales de zacate, separados unos de otros por toda la margen de la
actual bahía hasta donde después se edificaría el primer templo.

En ese entonces, lo que ahora son las calles de Recreo, el Oro, la Libertad y
demás inmediatas a la playa Sur, inclusive la Plaza Machado, no eran sino
esteros, que año tras año en tiempos de equinoccios se atravesaban en canoas.78
En las zonas bajas y en los periodos de intensas lluvias o de ciclones, la ciudad
se inundaba, estos sucesos hacían del puerto, a corto y largo plazo un lugar
insalubre para vivir, y que se vio reflejado en las enfermedades y epidemias que
la población habría de sobrellevar a lo largo del siglo XIX.

El Dr. Rafael Valdez Aguilar dice que “en cualquier época, los factores
económicos, sociales, políticos y culturales, determinan el estado de salud y
enfermedad de una sociedad. A su vez, la situación de salud y las formas de
enfermarse se reflejan en las costumbres, los hábitos, la economía, la política y la
cultura de la sociedad.”79 Esta insalubridad se vio reflejada en la salud de los
porteños, ya que el puerto se componía de bosques, lagunas, esteros y ciénegas,
las casas no contaban con agua entubada y la que se consumía la distribuían los
“aguadores” que la transportaban en burros con bolsas de cuero de uno de los
cuatro aljibes públicos con que contaba la ciudad, además del calor los insectos,
los alacranes y mosquitos; agregando a esto la costumbre de esparcir los

78
Ibíd., p 32.
79
Rafael Valdez Aguilar, La medicina en Sinaloa. Breve Historia, DIFOCUR/COBAES, Culiacán,
1996, p13.

53
desechos humanos propiciando enfermedades especialmente en los meses de
lluvias cuando la población contraía “las malarias, palúdicas e intermitentes
agudas”.80

Otra razón más era la falta de dinero por parte del ayuntamiento que impedía se
llevaran a cabo obras para mejorar la sanidad de ciudad que solo contaba con
una carreta que recogía la basura por las calles. Por si fuera poco, las luchas
políticas con grandes despliegues de tropas afectaron seriamente la economía y
deterioraron las condiciones de vida de la población.

Todo esto nos muestra una ciudad insalubre, aspecto que contribuyó para que
durante el siglo XIX se viera afectada por tres epidemias de colera morbus,
mismas que se padecieron durante los años de 1833 y 1849, así como la ocurrida
en 1851 que flagelaría con más fuerza al puerto de Mazatlán y Culiacán, dos de
las poblaciones más afectadas de la entidad. La enfermedad el cólera, se trasmite
por la ingestión de agua o alimentos contaminados por residuos de personas que
padecen el mal y de esa insalubridad estaba lleno el puerto. Esto sucedía aún
cuando el problema del agua mereció la atención de diversos ayuntamientos a los
largo de los años, lo que condujo a se expidieran diversas reglamentaciones para
los aljibes públicos y los privados que existían en muchas fincas.

Sin embargo, existía preocupación por parte del gobierno por la salud infantil, ya
que se solicitó a México y Guadalajara por medio del Dr. Lerdo, facultativo director
del hospital, “vidrios de pus-vacuna (sic) para vacunar a la juventud pues las que
anteriormente solicitó no resulto buena”.81

Para mediados del siglo XIX, el puerto contaba con un hospital que carecía de
todo y el cabildo siempre estaba escaso de fondos y solicitaban para el hospital
batas, medicinas, sueldos etc. por lo que se promovió “una función dramática a
beneficio del nosocomio.82 También se necesitaba instrumental para cirugía y
anatomía de los cadáveres, equipo que se compraba desde Europa. Según una
acta de cabildo, para la solicitud de batas, se sugirió que las niñas de la escuela

80
Mazatlán, en Mazatlán en los Recuerdos, Mazatlán Noroeste, 1997, pp. 62-63.
81
Ayuntamiento de Mazatlán, Actas de Cabildo, septiembre 23 de 1857
82
Ibíd.

54
que tomaban clases de costura se hicieran cargo de elaborarlas con el fin de
abaratar el costo, ya que no se contaba con el dinero suficiente para tales
necesidades.

Pero no todos los habitantes tenían derecho a ser atendidos en el hospital, ya que
en una sesión de cabildo con fecha 23 de septiembre de 1857 se acordó lo
siguiente: “se niega la ayuda hospitalaria a los enfermos militares por no tener
espacio ni camas que no llegan a 40 y solo se reciben a enfermos destituidos de
recurso y que no padezcan enfermedades crónicas”83.

En octubre de 1866, la Junta de Sanidad exhortó a la alcaldía para que se


tomaran medidas contra los abusos que se cometían en asuntos ligados a la
salud, ya que algunas personas estaban

“vendiendo medicinas y recetándolas personas extrañas al arte,


por lo que no se puede dejar pasar tal abuso y cumple con decir
que en la “cuartearía” del Sr. Romanillos, recetan y venden unas
cucharadas y un purgante que llaman ‘cucharadas o pureza de
Romanillos’ según el medicamento de que se trate; de los
resultados que tales medicina han dado, el que suscribe es
testigo, pues ya he visto a varias personas pagar con la vida su
necia incredulidad y el martes ppdo.,(sic) ha sido llamado a ver un
enfermo que habiendo tomado tales cucharadas de Romanillos,
solo por un milagro podrá salvarse de una muerte inminente”84

Este suceso ilustra la ignorancia de la gente que dependía sobre todo de


curanderos o yerberos para mejorar su salud y en la mayoría de los casos los
resultaba contraproducente, conduciéndolos hasta la muerte.

Esa “cuartería” a la que se hace referencia, es lo que hoy se llamaría casas de


departamentos, eran viviendas independientes, algo más altas en su categoría
que las típicas casas de vecindad que tenían el patio y servicios sanitarios
comunes: sus condiciones generales y el hecho de estar casi en el centro deben

83
Acta de Cabildo de Mazatlán, Septiembre 23 de 1857.
84
Oses Cole Isunza, Las viejas Calles de Mazatlán” aún sin editar, fotocopias. Mazatlán, Enero
2004, p. 111.

55
haberlas convertidos en casas muy demandadas. Este tipo de construcciones
abundaban en Mazatlán y aún sobrevive un número considerable de ellas.

No todas las casas de Mazatlán tuvieron un lugar especial para que sus
moradores se asearan e hicieran sus necesidades fisiológicas. Algunas tenían un
cuarto pequeño localizado muy al fondo, al final de la vivienda, al cual se le
conocía como “común”, donde había un simple escusado de pozo que tenía que
limpiarse periódicamente. Aunque existían viviendas humildes que ni a eso
llegaban. Para estos habitantes así como para la población flotante y en tránsito,
el Ayuntamiento mantenía comunes públicos de madera en algunos lugares de la
ciudad.

Pero existían otros sitios y medios para resolver este problema. La falta de drenaje
obligaba a los habitantes de escasos recursos a utilizar las playas para realizar en
ellas sus necesidades fisiológicas lo que propiciaba enfermedades de carácter
endémico, como sucedió a lo largo del siglo XIX.

En cuanto al asunto del aseo personal, era común que las personas no se
bañaran muy a menudo, ya que el baño diario no era la costumbre en esos
tiempos. Cuando se optaba por él, lo hacían a jicarazos y procurando gastar la
menor agua posible ya que no abundaba y su compra era costosa. Las personas
de posición económica holgada usaban aguamaniles y jarras de porcelana
europea u oriental o cuando menos de barro decorado. Las casas de postín
mantenían generalmente debajo de las camas, bacinicas de loza o de zinc a las
que daban uso por las noches para evitar la necesidad de recorrer la casa en toda
su longitud, o en las dos plantas tener que descender cuando tenían necesidad de
evacuar.85

Había quienes se bañaban en el mar, pero hubo necesidad de emitir un


reglamento por parte del Ayuntamiento ya que estas personas tenían la costumbre
de bañarse desnudas en la playa de Olas Altas. Con fecha 10 de mayo de 1851,
las autoridades locales asentaron que “la costumbre que tenían los mazatlecos de
bañarse desnudos en la playa de Olas Altas en donde se ofende altamente a la

85
Ibíd., p. 156.

56
moral pública debe impedirse, por lo que se tienen que dictar las providencias para
impedirlo.” Se impuso una multa de tres a quince pesos o en su defecto de cuatro
a quince días de cárcel para toda persona que se “bañe desnuda en el punto
referido o en otro en que haya transito continuo de gente.” Seguramente las
personas que se sentían ofendidas jamás se bañarían desnudas en la playa y era
bochornoso presenciar dicho espectáculo que “ofendía la moral “. Sin embargo, el
que hubiera personas que se bañaran sin ropa indica que no tenían vergüenza de
su desnudez, toda vez que lo hacían público y a la vista de cualquiera, sin
perjuicio alguno. ¿Playa nudista en Mazatlán a mediados del siglo XIX?
¿Personas de moral relaja? o ¿Una costumbre acendrada?

Para los mazatlecos que no se bañaban en el mar, había baños públicos, donde
por una cuota moderada podían asearse por completo. Estos primeros baños,
dadas las costumbres de la época, tenían tinas de madera rodeadas de anillos de
fierro, que eran de muy corto tamaño, más bien cubas grandes, donde apenas si
cabía una persona encogida y doblada. Para llenar las tinas, los mozos de los
establecimientos, traían el agua en cubetas, ya fuera fría o caliente. Es de
suponer la existencia de grandes fogones de ladrillo y mezcla, en los que -con
leña- calentaban el agua en grandes peroles de cobre o de fierro. Entre los baños
más antiguos de Mazatlán estaban lo de “La Libertad”, los de “El Capitán Muñoz”
y años después los “Baños de Maxemín.”86

El rápido crecimiento de la ciudad condujo a que todas las “clases” convivieran e


interactuaran entre sí. Era un Mazatlán modesto, sin barrios, que emparejaba el
vivir en aquellas casonas edificadas para ser habitada por una clase social y, en
la casa de junto, había techos humildes de teja, donde residían posiblemente la
clase subalterna.

Hacia 1840, el ayuntamiento se percató del daño señalado con el caserío que se
había edificado en lo alto de la vertiente de los cerros, habitaciones que lo mismo
crecían en terreno bajo y pantanoso; cuando ya no existía tierra firme que ocupar,
cerca de donde había gran cantidad de negocios, invadió lagunas y marismas

86
Oses Cole, Las Viejas Calles…, p. 156.

57
formando el suelo de la manera mas rápida y barata: con basura. El ayuntamiento
resolvió dar salida a las aguas de la laguna principal y ordenó la construcción de
un canal que terminó en “inmundo sanjón”, donde se arrojaban las “inmundicias”
de una numerosa población.87

Por tanto, la ciudad continuaba con su crecimiento sostenido. Para 1840, ya había
numerosas calles como la de Vulcano, un callejón en donde vivió el comerciante
belga Jaun Valcke, que emigró a Mazatlán en 1845, y estableció un negocio de
abarrotes que prosperó considerablemente. Años después, murió viudo y sin
hijos.

La calle del Vigía (actualmente conocida como calle Ángel Flores), después
llamada Guerrero, fue considerada una de las más importantes de la ciudad
durante todo el siglo XIX; una parte de esta arteria se habilitó como plaza de
mercado; una alusión a este lugar proviene del cónsul francés en Mazatlán,
Philippe Martinet: en un oficio de 1855, enviado al Ministro de Asuntos Exteriores
de su país, se describió a la plaza en los siguientes términos: en el centro de la
ciudad está un mercado cuyos cuatro lados están ocupados por techos en forma
de tiendas; en medio hay una plaza cuadrada descubierta (propiedad
municipal)”.88

Una década más tarde, -en 1865- cuando la ciudad estaba ocupada por el ejército
francés, el Ayuntamiento Imperial decidió cambiar el mercado varias cuadras
hacia el oriente. Un año más tarde, el cabildo analizó la decadencia en que se
hallaba la antigua plaza del mercado, trasladados la mayoría de los vendedores al
nuevo, cuya casi nula actividad comercial no producía ninguna cantidad a los
fondos municipales, por lo que, se aprobó que los vendedores de “hoja, maíz y
todas las semillas” se establecieran en el viejo mercado; asimismo se prohibió la
venta en otro lugar que no fue el mencionado, ni siquiera podían descargarla en
un sitio distinto; esto mismo se aplicó a los vendedores de ropa, mercería y
corambre.

87
Dr. Martiniano Carvajal, “La peste en Mazatlán” en Mazatlán de mis ... pp. 16-19.
88
Versión francesa de México,1851-1867, Informes económicos de los cónsules Franceses en
Mazatlán, Vol. II, Secretaría de Relaciones Exteriores, México, 194, p.44.

58
Para 1870, se derribaron las viejas fincas y empezó la construcción de lo que
sería la plaza que se mantiene en pie, con sus áreas con jardines, árboles y
bancas; fue uno de los lugares de esparcimiento preferidos por los habitantes de
la ciudad; sobre todo por las noches, cuando se daban audiciones de la banda de
algunos de los regimientos del ejército que formaban la guarnición de la ciudad o
la propia del ayuntamiento. Hoy esta plaza es conocida como la Plaza Hidalgo.

Sobre estas construcciones y el uso social que se le daba, años más tarde, se
comentó:

“las fiestas religiosas de Semana Santa han procurado a los


vecinos de Mazatlán, entre muchas satisfacciones, la de poder
contemplar la futura Plaza de la República y formarse una idea
más o menos exacta de lo que con el tiempo será. Poco a poco se
ira borrando insensiblemente de la imaginación de los que
conocieron ese terreno céntrico con sus fincas horrorosas y su
mercado fétido, el aspecto repugnante que presentaba y que tanto
desdecía de nuestra ilustración. No dábamos por cierto pruebas
de aseo, ostentando esos cobertizos inmundos de madera, bajo
cuya sombra se vendían nada menos que los artículos de primera
necesidad para nuestro sostén”.89

Por la misma calle, pero hasta llegar a la esquina de la hoy Aquiles Serdán,
estuvo el primer servicio de pasaje organizado que se estableció entre Mazatlán y
Sonora. Lo estableció el americano S. P. Bowman en el año de 1863, y en
octubre de ese mismo año manifestó al gobierno del estado que no podía “llevar a
feliz término la compostura de los caminos para establecer la línea de diligencias
que debe correr de este puerto hasta la ciudad de Álamos”, de ahí que solicitara
la ayuda oficial. Pero como el gobierno no pudo auxiliarlo por tener que dedicar en
las actuales circunstancias todo el producto de las rentas públicas a las
preferentes atenciones de la guerra extranjera”.90 Ante esta respuesta el Sr.
Bowman contestó que no era necesario repetir las incalculables ventajas que
proporciona a los pueblos el buen estado de sus caminos haciendo a los
transeúntes sus jornadas con más rapidez y regularidad, pues es bien conocido la

89
Oses Cole, Las viejas calles de...t. p 13
90
Oses Cole Ibid., pp. 18-19

59
cantidad de poblaciones pequeñas que existen entre Mazatlán y Culiacán.91
Efectivamente, entre ambas poblaciones había -según Eustaquio Buelna-92
veintitrés puntos intermedios entre ranchos, haciendas y pueblos.

Por esta misma calle (Vigía o Guerrero) hacia su parte norte, a mediados de la
década de 1840, vivió Julio Velarde, originario de Santo Domingo y vicecónsul de
Francia en Mazatlán. Velarde fue uno de los comerciantes más exitosos en la
ciudad hasta cuando menos 1850; fue hijo político de Juan María Ramírez. A su
fallecimiento la propiedad fue heredada por su hijo del mismo nombre, quien
murió muy joven (en 1870) pasando la casa en herencia a sus parientes Ignacio
Ramírez y Mariana Ramírez de Kelly. En esa misma manzana y en esos mismos
años (1850) también vivió Miguel Zires, quien fue Presidente de la Junta
Municipal Económica y Gubernativa en 1849 y repitió el cargo durante los años de
1851 y 1852.

Hacia 1860, por el mismo rumbo operaba la panadería Diosa Ceres, finca de dos
plantas trabajada por su propietaria Eufemia Burgueño, esposa de Teófilo
Cazessús. En esa misma calle estuvo el almacén de lencería de Julio Aranzubia,
la botica de Brun y Cadenne, los establecimientos comerciales de Agustín Bolet,
Antonio Bernet y Pedro Cerezac y las sastrerías de H. Portazar, Rafael Sorcini y
Celestino Bourillon. Como se puede apreciar, los extranjeros tenían acaparado el
comercio.

Por otra parte, Mazatlán ha sido depositario de los testimonios materiales que
delatan esta etapa decimonónica de su historia que esta expresada en la
construcción de su espacio urbano. La distribución y características de dichos
inmuebles estaban de acuerdo con las condiciones económicas y sociales de la
época. Por eso las casas habitación de las clases medias y altas de esta época
tenían ciertas rasgos arquitectónicos distintivos: dos plantas, grandes ventanas
para permitir el paso de la mayor cantidad de aire posible, ventanas de madera
tablillada, marcos prominentes alrededor de las ventanas, balcones con cornisas
en forma de vigas y una gran cornisa que sobresalía del techo en forma marcada
91
Ibíd., p. 20.
92
Eustaquio Buelna, Compendio…. pp 71-71.

60
( que todavía se pueden apreciar en el viejo Mazatlán). Este estilo manifestaba la
modernidad decimonónica del puerto, como bien lo señala Sergio Antonio
Valenzuela.93

De acuerdo con un padrón de fincas urbanas elaborado en 1841, por los rumbos
de calle Ángel Flores esquina con Belisario Domínguez había una finca de dos
pisos (una de las tres que existían de dos plantas en esa época) que pertenecía a
la sociedad Vega Hermanos, de la que eran socios los hermanos Rafael, Antonio
y Manuel María, todos de apellido de la Vega, originarios de Culiacán y miembros
de la familia más influyente económica y políticamente de esa ciudad. En esa
finca, y después de haber dejado de operar como almacén, vivió la familia
formada por el Prefecto de Distrito Andrés Vasavilbazo y Daría de la Vega.

Era común que las fincas de dos pisos tuvieran un doble propósito: la planta baja
funcionaba como almacén comercial y la planta alta era habitada por sus
propietarios o uno de los socios. Algunas casas eran muy espaciosas y estaban
construidas en grandes extensiones de terreno, tal es el caso de una propiedad
que fue adquirida en 1830 por Juan María Ramírez, cuya familia fue una de las
de mayor prominencia económica y social en la primera época de Mazatlán. El
comerciante Adolph Riensh, quien residió en la ciudad por algunos años desde
1841, cuenta en sus memorias: los que no tenían espacio en su casa para hacer
una fiesta, utilizaban el amplio local de la familia Ramírez. Antes de la
construcción de la iglesia, también se usaba este lugar para las misas, por lo
tanto, había en ocasiones fiesta en la noche del sábado con baile hasta la cinco
de la madrugada y en seguida llagaban las personas a rezar.94

Como se puede notar, a diferencia de otros pueblos, primero se construía la


iglesia y después en los alrededores se edificaban las casas de los pobladores;
por lo general, los más pudientes quedaban más cerca de la parroquia; pero en

93
Sergio Antonio Valenzuela Escalante, “Los testimonios materiales de la historia y la restauración,
el tercer satisfactor”, en Historia y cultura de los pueblos, villas, ranchos, ejidos y municipios del
noroeste mexicano, Memoria del XIX Congreso Nacional de Historia Regional, Culiacán, Sinaloa,
UAS-AHGES, 2004, p. 372.
94
Adolph Riensch, Erinnerungen aus meinem Lebel wahrend der Jahre 1830-1855, Hamburg
Verl,Hanseat, Merkur, 1960; en Oses Cole, Las viejas calles ... p 41..

61
Mazatlán, para la cuarta década del siglo XIX, ni siquiera se contaba con una
pequeña iglesia.

Las casas más comunes y diseminadas en el puerto eran de una sola planta
como las de la calle Alegría (hoy Belisario Domingo); desde mediados del siglo
XIX, el licenciado Jesús Río habitó una casa de este tipo. Río fue editor del Diario
del Pacifico, uno de los de mayor circulación en las décadas de 1870 y 1880;
además fue un connotado notario público. En esa misma calle vivió Francisco
Romanillos, abogado prominente en la ciudad, regidor en varios ayuntamientos e
incluso, Alcalde de Mazatlán en la época del Ayuntamiento Imperial; fue hijo
político de Manuel Mallén, uno de los comerciantes más conocido en la primera
época de la ciudad y Vocal en varios cabildos municipales. La familia Romanillos
fueron los únicos en la ciudad que contaban con un panteón particular donde
sepultaban a los miembros de su familia.95 En esa casa se celebró la reunión
constitutiva del primer ayuntamiento que tuvo la ciudad; la fecha de dicho evento
fue el 29 de agosto de 1837. En este mismo inmueble siguió sesionando el
cabildo hasta que se mudó a otro local. Hasta 1865, la propiedad siguió siendo de
la familia Ramírez.

En noviembre de 1864, cuando Mazatlán fue tomado por el ejército francés y sus
aliados imperialistas, que sumaban varios miles de elementos, para alojarlos se
dispuso de un gran número de las fincas urbanas existentes en la ciudad. Tal fue
el caso de la propiedad de una sola planta que pertenecía a Domitila Navarro de
Hidalgo, la que fue arrendada para albergar tropas francesas. En un oficio sin
firma, fechado en julio 19 de 1866 y dirigido al Prefecto, se decía al respecto La
Sra. Doña Domitila Hidalgo se resistía a entregar su casa, temerosa de que le
aconteciera lo que sucedió a las otras; con tanta más razón que en ella iba la
plaza a alojar un número considerable de tropas, cuya mudanza era necesaria,
vista la estación de lluvias, para precaverlas de las enfermedades que el año
pasado han sufrido por estar alojados en locales húmedos.96 Lo más seguro es
que las anteriores viviendas hayan sido mal tratadas por los soldados y ella tenía

95
Ibíd., p 33.
96
Ibíd., p 43.

62
temor que ocurriera lo mismo con su propiedad; sin embargo, no se le pedía su
consentimiento, sino que de alguna manera se le obligaba a “rentar” la finca con
el riesgo de perderla. También se le pidió que hiciera obras dentro de la finca,
para la mejor estancia de la tropa; dichos arreglos materiales consistieron en:
“hechura y colocación de 18 armazones de madera de pino cepillada, para el
vestuario de la tropa; hechura y colocación de clavijeros de madera para colgar
las armas de la tropa; dos bancos de armas y asientos para la guardia; hechura
de una cocina construida en el patio principal, teniendo 8 metros de largo y 3 de
ancho, hecha de adobe con 10 hornillas; hechura de unas letrinas de 4 metros de
profundidad sobre 3 de ancho, etc. Todo esto a costo de la dueña de la finca,
quien negoció con ellos una renta de 200 pesos mensuales, después del estira y
afloja quedó en 160 al mes, sin que ella cubriera los gastos por acondicionarla. A
esta finca se le conocía como La Veracruzana. Con esto podemos constatar los
espacios tan grandes de las fincas, así como sus carencias y necesidades;
también los avatares que pasaron los “caseros” ante la intervención, al verse
obligados a rentar sus propiedades, sometiéndose a las exigencias descritas.

Una calle obligada a mencionar es la Calle Diana (hoy calle Constitución),


posteriormente denominada Calle de Recreo. Por esta calle, estaba una plaza y
alrededor de ésta se levantaron algunos de los mejores edificios de la segunda
mitad del siglo XIX. La Plaza Machado se ubicaba al oriente de esta calle. La
Machado, es una pequeña plazuela que desde sus más remotos orígenes fue
conocida como, Plaza de Armas, Plaza Principal o Plaza de Machado; en este
lugar y las calles que la circundan se construyeron las casas de los comerciantes
más acaudalados de la época, se dieron algunos de los eventos más
significativos de los mazatlecos, a parte de ser un centro de reunión y comercio
popular.

Por ser la plaza principal, se puede suponer que tanto los infantes de marina
americanos como las fuerzas francesas y sus aliados imperialistas, desfilaron
frente a ella cuando ocuparon la ciudad en 1847 y 1864, respectivamente. Hechos
que coincidentemente ocurrieron durante el mes de noviembre; podría suponerse
que esto era así porque en esa fecha la navegación era menos peligrosa, ya que

63
había terminado la temporada de huracanes y ambos contingentes invasores
llegaron por mar.

En octubre de1853 en una reunión de cabildo se autorizó se destinasen recursos


para empedrar “de preferencia a formar en la Plaza Machado un pequeño
paseo, poniéndole su embanquetado en el cuadro, sus sofaes y árboles”.97
Solicitud que se había hecho desde el año de 1842 y que no llegó a realizarse
porque a los pocos días fue invadida la población de Cólera Morbus y la
municipalidad invirtió en auxiliar a la población por lo que once años después se
hace la misma solicitud. En la plazuela se acostumbraban celebrar tres eventos
públicos anuales, especie de ferias; una en la pascua, otra en las fiestas patrias y
una más a finales de diciembre con motivo de la navidad, cuya explotación
generalmente se remataba al mejor postor. A mediados del siglo la de Pascua se
cambió a la parte norte de la calle de Olas Altas, pero en la Machado continuaron
realizándose por muchos años más las de los días patrios y navidad.

Para la celebración de la Pascua de abril de 1844, la plaza se remató al


comercio y se utilizó por ocho días; había “diversiones de comercio, vendimias,
chuzas, dados y demás”. Fue D. José Mª Madrigal el mejor postor, ya que ofreció
veinticinco pesos para hacer uso de ella. En 1862, esta plaza también se utilizó
para honrar la memoria del general Ignacio Zaragoza al saberse de su muerte. El
gobernador Plácido Vega ordenó que “se celebraran solemnes honras fúnebres
en su honor ” y como la parroquia no se encontraba en muy buen estado se
decidió realizarlas en la plaza con asistencia de todos los jefes, oficiales y
soldados de los regimientos concentrados en la ciudad que se encontraban
preparándose para combatir al centro de la república, del ayuntamiento y los
empleados federales98 Como podemos ver siempre había un pretexto para
celebrar algún acontecimiento y promover las ventas del comercio, además de
exaltar a los héroes del momento y fomentar el nacionalismo.

También durante la ocupación francesa entre 1864 y 1866, una banda militar
acostumbraba dar audiciones por las noches en dicha plaza, donde concurrían
97
Ayuntamiento de Mazatlán, Acta de Cabildo 6 de Octubre de 1853.
98
Oses Cole, Las viejas calles de... . pp. 105-106.

64
muchos oficiales y elementos de tropa franceses, además de un gran número de
habitantes de la ciudad. De estos sucesos los mazatlecos tienen un recuerdo que
quedó asentado en actas de cabildo y que aquí transcribo para darnos una idea
de cómo la población estaba inconforme con la intervención de los franceses en
el puerto y se ve manifestada en sus actos de vida cotidiana como el ir a la plaza
a escuchar a la banda del regimiento invasor y agredirlos.

En enero de 1866 la noche de un domingo en que tocaba la banda militar


francesa y la plaza estaba sumamente concurrida de soldados galos, fueron éstos
apedreados desde las azoteas de varias de las fincas vecinas. El comandante
superior francés, coronel Roig, se dirigió al día siguiente del incidente al prefecto
indicándole:

“Se hace imposible tolerar por más tiempo los insultos que se dirigen al
ejército francés. Estos insultos los miramos con el más alto desprecio;
pero ha llegado el momento de ponerles término”. “Ya se os habrá
informado, señor Prefecto de las ocurrencias del domingo en la noche. Se
han arrojado piedras contra nosotros, y en un momento dado, la
exasperación de mis soldados tal vez no podrá contenerse”.

La molestia del militar no solamente quedó en queja sino que impuso sanciones
para quienes consideraba que habían contribuido de una u otra manera para que
dicho incidente se presentara; en este sentido la disposición adoptaba fue en los
términos siguientes:

“Como comandante superior y en virtud de las facultades de que me hallo


investido, impongo una multa de dos mil pesos a los propietarios de las
cuatro casas de cuyas azoteas se han tirado las piedra. En algunas de
ellas se han encontrado escaleras paradas y piedras puestas de
antemano sobre las azoteas. Los propietarios a que me refiero son los
siguientes: Casa Irigoyen, Casa del Club, Casa de la Botica Italiana, Casa
de los altos de madera, en cuyos bajos se encuentra una sombrerería.
Estos dos mil pesos se impondrán a los expresados propietarios, en la
proporción que esa prefectura considere conveniente, bajo el concepto de
que por mi parte sean entregados antes del próximo sábado. Así mismo
os suplico, que dictéis vuestras ordenes, para que desde esta noche en
adelante se manden cerrar la tienda de la esquina de la Casa Irigoyen y la
rotulada la ‘América’ desde la siete en punto, haciendo lo mismo todas las
noches hasta que no se dicte disposición en contrario”.

65
Las razones para instruir el cierre de esta negociación se argumentaba de manera
muy puntual; incluso hasta retando a los insubordinados que osaron manifestar su
resistencia y rechazo. El documento del francés terminaba con las siguientes
palabras:

“En esta tienda que sirve de refugio a malhechores de la más


ínfima condición, se han pronunciado palabras en gran manera
ofensivas a nosotros. La música del regimiento continuará tocando
como antes; pero a la vez se tomarán medidas enérgicas. Os
recomiendo que pongáis en conocimiento de los habitantes de
Mazatlán todo lo expuesto, y les hagáis entender que con este o
cualquier otro motivo semejante, no vacilaré en emplear los
medios de represión más rigurosos.”99

Esta actitud hasta puede ser considerada de moderada por parte de dicho coronel,
la actitud era clara, se trataba de imponer respeto y para eso recurría a medidas
aleccionadoras y no punitivas. Con el estigma de malhechores se desacreditaba a
la disidencia ya sea conciente o emotiva. Lo evidente es que de la multa no se
salvaron los propietarios: Tomasa Osuna, Fermín Irigoyen, Diego de la Peña y
Pedro Echeguren, pagando 500 pesos cada uno.

Pero la plaza tenía otros usos. Por las noches los pobladores concurrían a
deleitarse con puestos de alimentos establecidos en el lugar, aunque ya para
1869, el ayuntamiento decidió retirar “las mesas de comida que se instalaban por
la noche”, lo que causó la queja de Pioquinta Góngora y Josefa Chaires,
dedicadas a esa actividad. Por ese motivo, ambas, dirigieron una queja al
ayuntamiento, alegando que esa disposición las perjudicaba ya que eran “mujeres
solas y sin otro giro de que subsistir que el de las mesas referidas. He aquí el
sexo “invisible” que busca medios para subsistir.

Siguiendo con el recorrido retrospectivo de ese sitio, se encuentra que a no


mucha distancia de la plaza se encontraba la imprenta de Pablo Retes, quien que
se estableció en 1861 y años más tarde editó el periódico El Correo de la Tarde.
Los comerciantes de la firma Echeguren, Quintana y compañía tuvieron sus

99
Oses Cole, Las viejas calles.... pp. 123-124.

66
almacenes por el mismo rumbo, también el francés Teodoro Duffard contaba con
su almacén comercial “La Sorpresa”, allá por el año de 1859, y por la misma calle
hacia la parte sur, se encontraba la casa habitación de este comerciante galo: era
una finca de dos plantas, que más adelante fue de la Casa Melchers y en la
planta alta residieron algunos socios de la firma, mientras la planta baja sirvió
para salas de exhibición y bodegas de este almacén comercial.

Por otra parte, hasta antes de 1870, la ciudad de Mazatlán sólo contaba con un
panteón a cargo de la Iglesia, pero después de la aplicación de las Leyes de
Reforma este cementerio pasó a ser regulado por la autoridad civil, ya que nadie
podía ser enterrado sin contar con un acta de defunción levantada por el juez de
lo civil.

A los largo de los años, se hicieron diversas gestiones tendientes a lograr la


construcción de un nuevo cementerio, ya que el único que existía estaba saturado
de tumbas, el problema era que no se disponía de dinero para realizar la obra
demandada. Hasta noviembre de1868 en que se llevó a cabo una ceremonia en
la Casa Municipal, inmediatamente después los munícipes se trasladaron en
carruaje a donde se establecería el nuevo cementerio. Puntuales a la cita,
después de escuchar las entonaciones de una banda de música, se procedió a la
lectura a un discurso y se colocó de la primera piedra y la instalación de una placa
que decía:

“En nombre de la ciudad de Mazatlán


A todas las clases de la humanidad
Abre sus puertas esta mansión.
El Ayuntamiento de 1868”.100

Cualquier momento era bueno para un festejo, un discurso y buena música,


hasta la selección del espacio para un camposanto.

Aunque no basta detenerse en el acto inaugural, sino fijar la atención en el letrero


de la placa: A todas las clases de la humanidad, era una frase que patentizaba

100
Ibíd., p. 122.

67
ese carácter diverso que tenía la población de Mazatlán, producto de los flujos de
inmigración extranjera y nacional.

Siguiendo con los puntos del sepulcro: había un terreno destinado a enterrar a
las personas que morían en “pecado”, tal era el caso del suceso que ocurrió en
1859, año en el que Juan Pasador -un italiano que originalmente se dedicó al
comercio y después a comprar palo de Brasil para exportarlo a Europa- se
suicidó debido a graves problemas económicos. Poco después de su muerte, un
compatriota genovés amigo suyo, comentó con alguien que el fallecido usaba un
nombre falso y que en realidad era Francisco Picaluga, el causante de la muerte
de Vicente Guerrero; ante tal aseveración, en toda la ciudad se desató un gran
descontento y en la lápida de su tumba, situada en el panteón protestante -
porque la Iglesia no permitía que a los suicidas y los que no hubieran profesado
en vida la religión católica se les enterrara en terreno consagrado- aparecía
frecuentemente escrita la palabra traidor.101 Así que hubo un segundo panteón,
pero este era destinado para los protestantes, aún más ya que existen datos de
un cementerio para los no católicos, cuyo terreno fue comprado por el gobierno
inglés, el que también hizo los gastos de la cerca.102

Hasta casi finales del siglo XIX, el primer panteón estuvo fuera de la zona poblada
de la ciudad, y al no existir vecinos cercanos, en algunas ocasiones sucedieron
violaciones de tumbas en busca de objetos de valor que tuvieran los cadáveres, o
simplemente ocurría el robo de lapidas. Tal fue el caso que, en noviembre de
1869, reportó al ayuntamiento Juan Azcarate, Juez de Estado Civil. En su escrito
afirmaba: Ayer bastante tarde recibí verbalmente del guarda del panteón el parte
de que una bóveda del cementerio de los extranjeros que contiene en el interior
cuatro nichos o gavetas había sido rota y violadas tres de dichas gavetas,
habiéndose despedazado los ataúdes y tirado los restos que contenían.103

101
Ibíd., pp. 111-112
102
Oses Cole Ayer en Mazatlán, p 93.
103
Oses Cole, Las viejas calles.... pp147-148.

68
Este acontecimiento hizo que la población tuviera tema de que hablar por algún
tiempo, hecho que fue una confusión, hasta que fue aclarado por las autoridades
locales.

Pero la vida de la población no se limitaba a visitar la plaza y los cementerios.


Desde fines de la tercera década, al paso del desarrollo comercial, la población
iba en aumento, así que las antes solitarias calles ya vieron concurridas en las
horas de trabajo. Hoy era la llegada de un barco que con sus maniobras de
contrabando y despacho, daban la nota del día; mañana la entrada de una
conducta de plata, extraída de las profundidades de la serranía y el alistamiento
de la carga que debería llevar de regreso; otro día, el arribo de una diligencia,
trayendo clientes que venían a hacer sus compras104 o personas que estaban de
paso con intención de trasladarse por mar a otro lugar. Una población flotante que
daba vida al puerto llegaba con otras costumbres, dinero y noticias de aquí cerca
y de allá lejos, del otro lado del océano o desde la serranía.

En la década de 1850, además de grandes casas comerciales la población ya


contaba con dos hospitales, un parque, un teatro, un muelle de piedra y una
pequeña iglesia, hoteles, mesones, fondas y pequeños comercios de minoristas
que se beneficiaban con los gastos de esa población flotante.105 Personas que
igual descendían de un barco recién llegado de viejo continente, o llegaban de los
alrededores para hacer sus compras. Viajeros que estaban de paso. Intercambio
de noticias, comentarios sobre nuevos productos, el clima, las lluvias, las
enfermedades, la política etc., y de paso informarse de lo que ocurría en el puerto
y para esto si algo había era información en los periódicos.

Desde 1844, Mazatlán contaba ya con un periódico que era El Mercurio Agorero,
en 1845 El Meteoro de Sinaloa, y en 1848 El Vigía de Mazatlán. En la segunda
mitad del siglo XIX se empieza a generar un inusitado número de publicaciones
periódicas en el puerto. En 1851 ahí se publicaban: El noticioso de Mazatlán, La
Lechuza, La Estrella del Pacífico, semanario que tenía como director a Rafael

104
Casa Melchers Sucs., Publicaciones del LXXV Aniversario, en Oses Cole, Ayer en Mazatlán…,
p. 5.
105
Oses Cole Las viejas calles... p.72

69
Carreón y El Crisol de Sinaloa. En 1852 salieron a la luz pública: El Restaurador,
El Precursor, dirigido por Ignacio Ramírez, EL Independiente, que después se
suspendió y dio origen a El territorial. Ese mismo año, también se publicaron; El
Hijo del Alacrán, EL Diablo Verde y La Atalaya del Sur. En 1853, se publicó La
Esperanza, en 1855 aparecieron El Fénix de Sinaloa y EL Perico, en 1856, El
Colmillo Público y El Faro, en 1857 La Antorcha, en 1858 La Integridad Nacional,
en 1859 EL Eco de Occidente y El Pigmeo. Al empezar la década de los sesenta,
en 1861 se conocieron los periódicos: El Constituyente, La Tribuna del Pueblo, y
El Tribuno del Pueblo que tenía como responsable a Jesús Rubio y como lema:

¡Pueblo! ¡Pueblo!
Levanta tu potente mano
Y al descargarla
Hunde para siempre
En el polvo a tus tiranos.

A principios de la Séptima década circulaba El Pacífico, órgano en el que se


publicaron varios poemas de Jorge Arturo y Adolfo Wilhelmy. En 1863 apareció
Cosmopolítan; en 1864 El Correo de Mazatlán; en 1865 estuvo El Correo; en 1867
se leyó La Sombra de Rosales.106 Los siguientes años fueron de gran
efervescencia política lo que propició otras publicaciones, lo que habla de un
sector de mazatlecos muy enterado de lo sucesos que ocurrían en el puerto, el
país y el mundo. Esta última afirmación viene a cuento porque en páginas de
órganos de circulación como El Pacífico recurrentemente aparecían notas sobre
sucesos europeos. Además, es de suponerse que había una buena cantidad de
lectores, los locales y los que estaban de paso para tal cantidad de publicaciones.

En estos periódicos no solo se plasmaban las ideas políticas que estaban


suscitándose a nivel nacional, sino que también fueron el medio de expresión

106
Agustín Velásquez Soto, “La poesía Sinaloense de 1903 en EL Correo de la Tarde”, en 18
Encuentros con la Historia, Mazatlán , Tomo 1 José Ma. Figueroa, Gilberto López Alanís,
Coordinadores, Culiacán, Gobierno del Estado de Sinaloa, 2004, pp. 101-104.

70
literario de la época; también dejaban un espacio para otro temas como, comercio,
artes, colonización, anuncios, mejoras materiales y variedades. Uno de estos
tópicos se puede leer en el mencionado Periódico El Pacifico; en agosto de 1861,
publicaron un artículo donde se clasificaba a la mujer, según como llevaran puesto
el vestido: ‘las que lo llevan estrecho son avaras, las que muy ancho fanfarronas,
las que muy corto, son aficionadas al baile, las que muy abajo, muy ricas o muy
descuidadas, las que desabrochadas perezosas, las que lo llevan siempre muy
nuevo son temibles, las que siempre viejo, han renunciado al amor o no tienen ya
a quien arruinar,107 la descripción continúa, pero más allá de lo atinado del
comentario, la nota pone de manifiesto que las formas de vestir y comportarse de
las mujeres eran asuntos que se trataban en el espacio público de la entidad.

Estos datos indican que la prensa tiene puesta su mirada en aspectos que
trascienden el ámbito local, en sus notas se abordan temas genéricos, conectados
con preocupaciones y autores conectados con sociedades extranjeras. La
modernidad emerge en las páginas de la prensa local. Toda esta serie de
procesos no ocurrían de manera fortuita. Eran posibles porque el puerto
sinaloense se había convertido en el principal punto de concentración humana de
la entidad y la más importante ventana de contacto con el país y el mundo.

Esto se corrobora con el hecho de que, Mazatlán era la capital del estado y la
sede de la administración departamental. El cónsul de Francia en Mazatlán,
Philippe Martinet, informó al Ministro de Asuntos Exteriores de su país que ‘La
población, que asciende a 6 753 individuos, se divide en tres clases muy distintas:
los indios puros y los indios mestizos, con sangre más o menos mezclada, de tez
cobriza, y que forman más de las tres cuartas partes del total; los hispano-
mexicanos y los europeos que son 278, sin incluir la parte flotante que es por lo
menos igual de numerosa.’108

Este mismo cónsul francés señalaba que los barrios estaban formados por un
conjunto de “cabañas” casi uniformes, “estas miserables habitaciones” estaban

107
El Pacifico, Mazatlán, 9 de Agosto de 1862, p. 3.
108
Versión Francesa de México. Informes Diplomáticos, (1853-1858). Lilia Díaz, traductora,
COLMEX, México, 1963. en Oses Cole, Ayer en Mazatlán, p. 6.

71
construidas por el sistema de palo parado, según consigna otro informante (Luís
María Servó). Las habitaciones más populares estaban hechas con horcones,
barro ladrillo y paja. De todo el conglomerado habitacional, 400 estaban edificadas
con ladrillo.

A partir de todos estos datos, se puede hacer un pequeño bosquejo de la


composición económica y social de esta localidad durante la segunda mitad del
siglo XIX. Un centro urbano dominado por los comerciantes, sector que era la
clase alta, junto con la burocracia y algunos pequeños arrendatarios. Por otra
parte, una clase baja formada por trabajadores, el mismo clero y los jornaleros.

Pero, más allá de estas divisiones y particularidades, existían realidades que


involucraban o impactaban a todos los habitantes por igual. Por ejemplo, el clima
tropical del estado favorecía toda clase de enfermedades y, sumado a esto,
estaba la insalubridad, la falta de higiene y la escasez de agua (que en tiempos de
lluvia se almacenaba en aljibes para enfrentar el tiempo de “secas”); además, la
mortalidad infantil alcanzaba proporciones aterradoras, pues aparte del ardiente
clima que causaba la deshidratación de los infantes, la falta de potabilidad del
agua provocaba numerosos padecimientos.109 Las actas de defunción de esta
época muestran que la tasa de mortalidad era muy elevada y que la población
constantemente se veía enfrentada a diversas epidemias, sobre todo la población
infantil.

2.2 La cotidianeidad del mazatleco y sus visitantes

Ahora pasamos a la forma en que el mazatleco se desenvuelve en su vida


cotidiana. Una de las formas en que se manifiesta este fluir de la vida diaria es la
administración de la diversión y el ocio. Sobre estos asuntos, es de subrayarse
que, por medio de la acciones como la diversión se van formando o construyendo
un tipo de sociabilidad que permite tejer relaciones sociales formales e informales
entre los distintos componentes de un conglomerado humano, nexos que les
permiten identificarse y actuar en un sentido más o menos compartido. Para

109
Antonio Nakayama Arce, Sinaloa: un bosquejo de su historia, Culiacán, UAS, 1982. p.246.

72
explorar este tema, es necesario conocer los escenarios en los que la diversión se
gesta, así como las formas que adquiere, ya sea en eventos como las funciones
de teatro, las corridas de toros, las peleas de gallo y los juegos de azar.

Desde la década de 1830, las funciones teatrales eran espectáculos que se


presentaban en Mazatlán muy frecuentemente. Casi siempre funcionaron
simultáneamente dos teatros en la ciudad. El alemán Adolph Riensh, vivió en el
puerto desde principios de la década de 1840, antes de morir dejo como legado
sus memorias, donde se puede leer lo siguiente:

“Este señor (Luis) Castrejón era un personaje versátil, ya que


había traído la primera ópera italiana de Europa a México y
también presentó tales placeres del arte en Mazatlán. No presentó
operas completas, pero por lo menos partes de ellas y además
había representaciones dramáticas y ballet. Llegó el punto que
había dos compañías de teatro que se estaban haciendo
competencia: el teatro Principal y el Alegría. Nosotros íbamos de
presentación en presentación y nos poníamos a conversar con los
actores de la forma más relajada posible. Porque cada compañía
deseaba saber cómo estaba la situación de la otra”110.

Respecto a las formas en que “mataban” el ocio los personajes más prominentes
de la localidad, Riensch comenta:

“en aquellos tiempos se jugaba mucho el juego de azar llamado


Monte111, porque había llegado un jugador profesional de la capital
de México, el Señor Luis Castrejón, el cual estableció un banco en
una casa rentada. Recuerdo que llevé en una ocasión al rico señor
don Rafael de la Vega a su casa. En aquella noche había perdido
la suma de treinta mil pesos, pero él no estaba disgustado por el
hecho, solamente dijo: ‘ya me recuperare otro día’.112

Aquí está un claro ejemplo de lo cosmopolita del puerto, ya que se presentaban


obras que solo tenían cabida en la capital y por personas -como Castrejón- que
110
. Oses Cole, Las viejas calles p.143.
111
El origen de este juego se remonta a la Colonia y consistía en poner sobre la mesa dos cartas
sacadas a la suerte, a las que dos jugadores apostaban su dinero. Se iban sacando otras cartas
hasta que saliera una dual a las dos puestas. Ganaban todos los que habían puesto su dinero en la
carta favorecida por la suerte. Sin embargo se decía que había 29 maneras de hacer trampa. La
habilidad y la memoria eres determinantes para este juego.
112
Oses Cole, Las viejas calles p. 143.

73
se contribuían a hacer “divertida” la vida a los ricos, a quienes –aparentemente- no
les preocupaba perder tan grandes sumas de dinero en juegos de azar.

Es Curioso que entre las obligaciones de los regidores de los ayuntamientos del
siglo XIX, figurara el presidir los espectáculos con el carácter de jueces de teatro;
así que los miembros de la comisión respectiva del Cabildo se turnaban para
asistir a los eventos que con frecuencia se presentaban en Mazatlán. Después de
asistir, en las sesiones de cabildo se externaban sus comentarios, los cuales se
dejaban asentados en dichas actas de este órgano local de gobierno. Por ejemplo,
en una acta levantada el 7 de Agosto de 1847, quedó de manifiesto que en estas
funciones había personas de todos los estratos sociales, esto lo señala la queja
que expuso el señor Jacinto Barreto que habiendo asistido la noche anterior al
teatro como privativo, y habiendo notado que de pocos días a esta parte se altera
el orden demasiado en aquel punto por personas de primera clase, se propone
impedir los desordenes, contando con la fuerza armada...” “que con mucho
trabajo había podido conservar el orden en los dos primeros actos, pero que
habiendo subido de punto las pasiones en los últimos principalmente por un oficial
de la guarnición.”113

Muchos años después, en 1865, durante la época de la Intervención, también


hubo quejas por parte de los oficiales franceses porque Don Adolfo Schober
propició que se interrumpiera una pieza puesta en escena, incluso se cuestionaba
la autoridad del Juez de teatro porque no hizo nada al respecto. Dos años más
tarde, en 1867, el mismo Adolfo Schober murió asesinado por Camilo Cruz,
comandante de escuadrón, por exigirle a Don Adolfo que le pusiera el pie en el
estribo para montar, y al negarse, lo mató de un tiro114. Sucesos de esta variedad,
signaban el curso de la vida en el puerto. Entre goces, inconformidades y avatares
la vida seguía el curso que día a día delineaban los pobladores de este importante
puerto sinaloense.

Así que, las diversiones y entretenimientos continuaron. Una práctica recurrente


era que los asistentes a las funciones de teatro hicieran obsequios a los
113
Oses Cole Isunza, Las Viejas calles…, p. 178.
114
Eustaquio Buelna. Apuntes para..., p. 100.

74
principales actores o actrices participantes, incluso en ocasiones el mismo
ayuntamiento hizo estos presentes, como la diadema de oro que a nombre de la
ciudad regaló a Manuela Gómez de Pineda en febrero de 1869, prenda que tuvo
un costo de ciento treinta pesos. No habría dinero para obras públicas pero sí para
obsequios suntuosos, costumbre que también se daba en los otros teatros de
México.115

Por otra parte, en el transcurso del siglo XIX, los ayuntamientos expidieron, con
frecuencia, permisos para la celebración de diversas diversiones, entre las que
figuran: conciertos de música vocal e instrumental, funciones dramáticas, de opera
y zarzuela, conciertos de canto, presentaciones de cosmoramas, panoramas,
suertes químicas-físicas de artificio, caja mágica, cuadros plásticos históricos,
religiosos y mitológicos, funciones de magia, actos circenses, pastorelas,
representaciones de química y pantomima, paisajes, estatuas antiguas y
modernas, acróbatas, ejercicios gimnásticos, bailes, además de corridas de toros
y peleas de gallo. Este cúmulo de eventos demuestra la variedad de gustos y
formas de organizar y disfrutar los ratos de ocio. Además, da cuenta del trabajo
que se tomaban dichos actores y actrices por llegar a un lugar que ya era
conocido como gran puerto, donde el dinero no escaseaba. Claro que eventos de
este tipo beneficiaban a público, empresarios, artistas y hasta al Ayuntamiento, los
impuestos obtenidos por todas estas funciones les permitía obtener dinero para
cubrir algunas necesidades de orden público y administrativo.

La existencia de teatros en Mazatlán no es cosa rara. Los registros municipales


mencionan que en el siglo XIX funcionaron, cuando menos, los siguientes:
Principal, Alegría, Recreo, Variedades y Rubio. En su momento, todos fueron
representativos de las variadas actividades artísticas que tenían lugar en la
ciudad; pero el de más fama y renombre fue el Rubio. El Teatro Rubio estuvo
ubicado al lado de lo que después sería el Teatro Ángela Peralta. Del propietario
del Rubio poco se sabe y en torno a este personaje había una historia un tanto
nebulosa. Se llamaba Manuel Rubio y afirmaba provenir del mineral de Tominil, en

115
Luís Reyes de la Maza, El Teatro en México durante El Segundo Imperio (1862-1867), México,
UNAM, 1959 p 98.

75
el vecino estado de Durango; nunca se comprobó que su actividad anterior a su
arribo a Mazatlán fuera la minería -como él sostenía-, ni siquiera que haya sido
mexicano. Llegó al puerto con un capital que le permitió adquirir en la ciudad
inmuebles de considerable valor. En 1869 tramitó ante las autoridades municipales
los permisos correspondientes para la construcción de un teatro y murió en el
naufragio del vapor Continental con destino a San Francisco, cuando corría el
mes de septiembre de 1870. Continuó con la construcción del teatro quien dijo ser
su esposa, Vicenta Unzeta, aunque nunca se comprobó dicho matrimonio. Por
más de cincuenta años el Teatro Rubio fue una de las mejores salas de
espectáculos de la costa el pacífico.

Para mediados del siglo XIX se daban funciones a beneficio de alguna causa. Al
puerto llegaban diferentes espectáculos como el de “La Caja Mágica”, por la que el
cabildo cobraba un peso diario. A otros eventos, se les ponía como condición para
que dieran una funciones a beneficio, casi siempre del hospital. Los espectáculos
que se presentan eran diferentes; entre los que apareció un francés que pidió
permiso de poner en el teatro “cuadros plásticos históricos, religiosos y
mitológicos”.

En tono a las funciones pasaban múltiples sucesos. Por ejemplo, no todos los
artistas querían cooperar o pagar. A Mazatlán llegó una compañía de teatro,
dirigida por el italiano Eugenio Biarchi y su esposa, que de antemano decían “no
dedicar función alguna a ninguna clase de personal o corporación”. Cobraban
cuatro pesos por la función y “los conciertos son de noche”. Por el alto precio, se
deduce que sólo cierto estrato social podría disfrutar de dicha función. Esto deja
ver que los diferentes grupos sociales, tenían sus diferentes medios de diversión.
Mientras unos iban a las peleas de gallos y corridas de toros, otros asistían a
exclusivas funciones nocturnas.

Las peleas de gallo tenían fuerte tradición en el puerto. Un indicador es que,


desde 1842, existía una calle que se llamaba Plaza de Gallos (hoy conocida como
calle del Carnaval). El “asiento de gallos” -como se le llamaba- se ponía en
subasta pública por la municipalidad y el mejor postor era a quien se le concedía

76
su explotación por un plazo determinado. En 1848, este derecho lo ganó D. Pablo
Arredondo, ofreciendo setenta pesos contra los veinte y seis pesos que fueron
ofrecidos por su contraparte. Don Pablo ofreció acondicionar una “buena plaza y
decente, donde toda clase de personas pudiesen presentarse a divertirse con
comodidad”.116

Un americano que visitó Mazatlán en la época de la fiebre de oro en California,


es decir a finales de la década de 1840 o principios de la siguiente, sobre la plaza
de toros y las diversiones mazatlecas, hacía estos comentarios:

“la principal atracción de Mazatlán son sus playas. Tiene una


capilla pequeña e inferior, mientras que el anfiteatro para las
corridas de toros es un recinto espacioso, capaz de acomodar
muchos cientos de gentes. Esta plaza de toros es un anfiteatro
que cubre cerca de un cuarto de acre. Alrededor de ella los
asientos están acomodados en filas. De un lado están los corrales
para los toros, y en el otro lado el asiento elevado del empresario,
decorado caprichosamente. Grandes cartelones anuncian el
número y características de los varios animales, bestias y
humanos, que participan, e invitan a todos los que desean asistir.
El domingo es generalmente el día que se escoge para el
espectáculo y en la mañana de ese día una procesión de los
valientes y bravos, ya equipados para el encuentro y
acompañados de música marcial, se pasean por las calles.
Durante las pausas de la música, un pregonero, en voz alta,
pondera las victorias que se espera que logren. Muchos de los
espectadores son del sexo femenino”117

La mirada foránea sirve, en cierto modo, como un punto de referencia para


contrastar la visión de la elite tradicional, al tiempo que contribuyen con
descripciones que ayudan en la reconstrucción de la costumbre popular. Como se
puede notar, las corridas de toros era una de las diversiones más concurridas del
pueblo, dado el espacio que se destina para ello. Lo que sorprende es que eran
mujeres, quienes más asistían a dichas corridas. Con esto, se busca posar la
mirada en el sujeto popular y, específicamente, en la sociabilidad que éste
construye durante del siglo XIX, especialmente aquella vinculada a la diversión y

116
Ayuntamiento de Mazatlán, Acta de cabildo, 18 de junio de 1859.
117
Milo Milton Quaife, Pictures of the Gold Rush, en Oses Cole Isunza, Mazatlán de..., p. 54.

77
el entretenimiento y como eran las relaciones que tejían los individuos y los
ambientes en los que se construían.

Los juegos de azar también eran permitidos. Adolfo Díaz y José Maria Ruiz,
pidieron permiso para establecer una lotería por billetes que se expenderían a
medio real y en números de trece mil, con cuarenta y cinco premios. El premio
mayor era de cien pesos, quedando un beneficio para el hospital u otro
establecimiento. Sin embargo, estos juegos de azar ocasionaban problemas ya
que un policía es destituido “por jugar a las apuestas” y él alega en su defensa
que, “jugaba lo suyo y siempre lo había hecho y así lo haría” pero, no se escapó
de la culpa y el castigo; al igual que el portero Lino Parada, guarda de la Plaza
Machado de una multa de 5.00 pesos.118 Solo los juegos autorizados por el
municipio estaban permitidos, siempre que éstos pagaran impuestos o dieran
funciones de beneficencia.

En febrero de1856, el inglés Diego Smithers pidió permiso al Cabildo Municipal


para establecer en la ”playa de Olas Altas un juego de bolos”. Este boliche fue
muy popular entre las tripulaciones de los buques ingleses y americanos que
visitaban el puerto.119

En cuanto a la educación, su administración estaba bajo el control del gobierno


que designaba horarios y materias a impartir, sin embargo es claro que no era
para todos, ya que se les daba preferencia a los “jóvenes más aprovechados”
según refiere dicha acta. Las materia que se impartían eran lectura, escritura,
doctrina cristiana, costura (a las niñas), aritmética y lecciones de urbanidad. En
1857, se asentó en un acta de cabildo120 donde se hace constar que el puerto
contaba con una población de ocho mil habitantes, según el censo que se hizo en
el año de 1854. De acuerdo con dicho censo, el número de niños de 6 hasta 14
años no bajaba de 700, de los cuales asistían a la escuela municipal de varones
ciento veinte, a la escuela municipal de niñas setenta, a la escuela particular del
Sr. Peláez cuarenta y a la de Doña Luz Camacho veinticinco, lo que hace un total

118
Ayuntamiento de Mazatlán, Actas de cabildo, 12 de septiembre de 1857.
119
Oses Cole Isunza, Las viejas calles.p 57..
120
Ayuntamiento de Mazatlán ,Acta extraordinaria, 21 de enero de 1857.

78
de solo 255 niños que recibían instrucción primaria, por lo que se exigía se
tomaran medidas, ampliando las escuelas existentes o estableciendo otras “a fin
de que en ellas puedan educarse todos los niños pobres del municipio”. También
ya existía una escuela para adultos, pero ese mismo año de 1857 se cerró pues
de” haber iniciado con ochenta alumnos solo asistían veinte”.

En 1861 durante el gobierno de el general Vega se creo un centro superior de


enseñanza al que denominó Colegio Mercantil, en el que para iniciar se dio el
curso para profesor normalista. Vega que era un liberal, creía que la educación
popular debía estar en manos del gobierno y no de la Iglesia. Durante su gobierno
impulsó la educación primaria abriendo escuelas. Por otra parte, como el
Seminario de Sonora había sido clausurado con motivo de las fricciones entre el
clero y el gobierno, el gobernador cuyo propósito era encausar a la juventud en el
estudio de profesiones laicas dado que la enseñanza clerical sólo daba “jurados
enemigos de los principios liberales y del progreso”121 se decidió por impulsar la
educación. En el local de la escuela municipal se estableció una clase de dibujo
de las doce y media a las dos de la tarde, la enseñanza era gratuita para seis
jóvenes que fueron seleccionados por el Sr. Careaga. He aquí que la presencia
del clero tampoco estaba en la educación, mientras que en otros lugares estaba a
su cargo, no así en el puerto que estaba a cargo de particulares o el mismo
gobierno. Vuelve a notarse en este rubro la escasa presencia religiosa.

Para sobrevivir, los porteños se dedicaban a diferentes oficios tales como:


aguadores, criados, panaderos, vendedores herreros, carpinteros, zapateros, y
dependientes de almacenes que trabajaban largas jornadas para el patrón como
puede leerse en la siguiente queja dirigida al subprefecto en noviembre de 1843
exponiéndole que:

“ en todas las poblaciones principales de la República es y ha sido


siempre costumbre en los días festivos, cerrar los
establecimientos de comercio al menudeo con excepción de las
tiendas conocidas como abarrotes en las que se expenden
comestibles de primera necesidad... en algunas se cierran las

121
Antonio Nakayama, Sinaloa un bosquejo.... p. 311.

79
tiendas a las horas de oraciones en otras a las siete y en las que
más tarde no pasan nunca de las ocho, sin contar que al medio
día, a la hora de comer tienen una hora de descanso, mientras
que nosotros no contamos con un solo momento, pues por nada
nos separamos del mostrador sino hasta la hora de irnos a
acostar y le consta que desde las seis o siete de la mañana hasta
las diez de la noche trabajamos”.122

Los trabajadores exigían jornadas menos largas de trabajo, día de descanso y


cierre de los almacenes en días festivos. Esta queja seguramente no procedió,
ya que cincuenta y cinco años después, en marzo de 1898, la fabrica de tabacos
de Antonio Días de León anunciaba en la prensa local que solicitaba obreros para
su industria y que “las horas de trabajo son de las 7 de la mañana a alas 10 de la
noche”. La vida giraba en torno al comercio y a esperar los barcos que
continuamente llegaban con novedosas mercancías para su venta y creo que
será bueno concluir este apartado con una nota periodística que se publicó en el
Correo de la Tarde en 1897123 en donde el autor hace una remembranza de lo que
era el puerto mazatleco treinta años antes –1867- por lo que considero importante
citar algunos párrafos con el fin de rescatar la nota titulada “Las Olas Altas” y
comprende nuestra década de estudio.

“Sobre la infraestructura urbana del puerto, la descripción de las carencias


existentes es más que evidentes: Aparte de no existir malecón, el mismo trazo de
las calles era muy elemental, tanto que “No existía la calle del Rebaje o vigía, pues
aunque trazada por el municipio, formaba parte del cerro de la Nevería.”; esta
precariedad se extendía a otras partes de la ciudad: Un pedazo de calle y las
banquetas de la Casa Echeguren, no era más que un solar con cerca de estantes
la manzana que ostenta hoy la casa de Gobierno y otras.”124

Los servicios también presentaban un aspecto deprimente; por ejemplo, no


existían carruajes de alquiler, tranvías, ni alumbrado eléctrico, así que la

122
Oses Cole Isunza, Las viejas calles…, p. 64-65.
123
El Correo de la Tarde, mayo 12 de 1897, en Mazatlán de mis.., p. 307-311.
124
Este pequeño cerro abarcaba lo que hoy es la manzana circunscrita por las calles de Olas Altas,
Ángel Flores, Venus y Malpica.

80
iluminación se obtenía a partir del “petróleo y de velas de estearina, marca
‘Estrella’.”

Por otra parte, un indicador sobre los distintos estratos sociales se puede intuir a
partir de los variados gustos de “adorar al dios Baco”. La citada crónica manifiesta
este afición en los siguientes términos:

“Las cantinas y restaurantes no tenían gusto alguno. Las primeras


vendían sus copas sobre el mostrador… El surtido de vinos era
especial. Era costumbre en esa época importar cajas de caldos
exquisitos con una docena de botellas surtidas. Los nombres y
marcas más retumbantes estaban reunidos. El ‘champagne’
dulce, era el predilecto de los ricos, así como los vinos tintos que
venían en forro de paja ¡grandísima novedad!. La gente del pueblo
aunque fiel al mezcal, gozaba cuando podía invitar a la amable
compañera a saborear un frasquito del tamaño de un pomito de
gotas orientales en que bajo la etiqueta de ‘Perfecto Amor’
‘Delicias del Harem’ lucía su color azul celeste, de oro amarillento,
un indigesto brebaje compuesto de azúcar, agua, añil u otras
drogas.”

Sobre las costumbres e indumentaria de la población mazatleca, se hace una


recreación de su familiaridad en el uso del caballo como símbolo de estatus, sus
hábitos y aficiones. Puntualmente, se señala lo siguiente:

“toda persona que se respetaba, poseía un buen caballo, una


buena silla de montar, su sombrero jarano, su chaqueta y sus
calzoneras. La hora de la comida eran las 5 p.m.. Después de
comer un paseo a caballo. Estos caballos no eran arpas, ni
trotaban a la inglesa. Eran caballos que habían costado a sus
dueños trescientos pesos en Durango […] Apenas oscurecía, la
explanada de las Olas Altas se llenaba de semi-charros, quienes
paseaban al brazo de sus amigas o novias y era muy bien visto
sentarse sobre la arena de la playa, tomar suculenta cena y
después correr, brincar y reír...pedir una sandía”.

En todos estos trozos del artículo señalado, se resumen interesantes elementos


que conformaron la cultura del puerto y donde se mezclan la gente del pueblo y
la sociedad “refinada” del puerto.

81
2.3 Celebraciones y fiestas patrias

En cuanto a celebraciones y fiestas patrias, estas eran muy aplaudidas a nivel


local y nacional. Dichas festividades eran tan arbitrarías como el presidente en
turno. Por ejemplo, en las dictaduras de Santa Anna era fiesta nacional el 11 de
septiembre, para conmemorar la pierna que perdió en la lucha con los franceses, o
la batalla de Tampico contra el intento de reconquista española; el 16 de
septiembre, por estar así estipulado desde 1822, y el 27 del mismo mes para
celebrar la entrada del Ejército Trigarante.

Mazatlán no estaba exento de esos festejos nacionales que, anteriormente


estaban encabezados y muchas veces organizados por el sacerdote
representante de la religión católica como única del Estado, aspecto
predominantes hasta mediados de siglo. Los festejos oficiales no pasaron
desapercibidos para los mazatlecos: en junio de 1855, se adornó un carro con los
400 pesos que produjo el remate de los paseos de Olas Altas, para celebrar el
cumpleaños de Su Alteza Serenísima, el General y Presidente Don Antonio López
de Santa Anna, cuyo retrato se colocó encima y recorrió las principales calles de la
ciudad. Con ese motivo el cabildo acordó también que “la noche de los días 12 y
13 del corriente se adorne e ilumine la fachada de la casa municipal de una
manera más lucida que lo que hasta ahora ha acostumbrado y que el gasto que
en este se erogue, así como el costo de seis gruesas de cohetes que se
quemarán al frente de la casa al tiempo de la salida y vuelta del carro, sean
además de los 400 pesos mencionados”125.

Cabe señalar, también, que es este el momento en que el país debe autoafirmarse
como nación independiente. Es así como nos encontramos frente a la creación de
todo un imaginario patriótico, en el que se exaltan símbolos, rituales y fiestas
cívicas, mediante los cuales -dicen algunos autores- se pretende entregar al
pueblo la ilusión de participar políticamente en el nuevo sistema.

125
Oses Cole, Las viejas calles... p 83.

82
En la Constitución de 1857, se suprimió, después de debates en el congreso
constituyente, toda referencia a la religión. Se incluyó el artículo 15 del proyecto
constitucional, que preveía la instauración de la libertad de cultos. A pesar de ello,
la Constitución fue decretada “en el nombre de Dios y con la autoridad del pueblo
mexicano”, y fue promulgada además el 5 de febrero, día de San Felipe de Jesús,
santo patrono de la ciudad de México.

Hasta la Reforma, no se pudo pensar, constitucionalmente hablando, en una


república neutral desde el punto de vista religioso. El calendario oficial era
congruente con los principios constitucionales. El decreto del 4 de diciembre de
1824, por ejemplo, declaraba “fiestas religiosas nacionales” el Jueves y Viernes
Santos, Corpus Christi y el 12 de diciembre (día de la Virgen de Guadalupe),
distinguiéndolas claramente de las “fiestas cívicas”: 16 de septiembre y 4 de
octubre (día de la Constitución del 24). A pesar de no figurar en el calendario
oficial, las demás grandes fiestas católicas siguieron siendo celebradas, tanto por
los fieles como por las autoridades, a lo largo del periodo.126

En la devoción popular son fundamentales -hasta hoy- las grandes festividades


religiosas como las ya mencionadas Corpus Christy, Semana Santa, Natividad etc.
A veces, estas fiestas tomaban forma de grandes romerías que reunían a
peregrinos de toda la región; de gran importancia, son las novenas que se realizan
en privado, en las que se rezan rosarios y oraciones dedicadas a algún santo
durante los nueve días previos a la fiesta; eventos en los que se involucraba hasta
el Cabildo del Ayuntamiento de Mazatlán; lo anterior se pone de manifiesto el 8 de
abril de 1857, cuando este organismo envía exhortaciones a para que se participe
activamente en festividades de la iglesia; el comunicado se dirigió al Prefecto, las
autoridades y empleados civiles y militares para invitarles para que concurrieran a
los actos religiosos de la presente semana. Incluso, hasta acordaron reunirse para
concurrir juntos a la Iglesia Parroquial.

126
Annick Lempériere, “De la República Corporativa a la Nación Moderna. México (1821-1860)”, en
Antonio Annino y Francois-Xavier Guerra (coordinadores), Inventando la nación, Iberoamérica.,
Siglo XIX, México, FCE, 2003, pp. 316-346.

83
Para la Sesión del 18 de Abril del mismo año 1857, el gobernador aprobó el gasto
de 60 pesos con que contribuyó “esta junta para la construcción de la vela que
sirvió para la procesión y sermón en la Semana Santa.”127

Los momentos políticos daban lugar a ceremonias públicas que culminaban


siempre con un Te Deum en la iglesia y una misa de acción de gracias de la cual
participó la pequeña iglesia del puerto de Mazatlán al jurar la Constitución, solo
que en esta ocasión, dado que la Iglesia no estaba de acuerdo con dicha
constitución, se negó a prestar “en la parroquia el misal y la imagen del Santo
Cristo que se pidió como otras veces se ha hecho para la ceremonia del
128
juramento.” Esto, con el fin de demostrar su repudio y no facilitarle las cosas a
quienes estaban de acuerdo con las nuevas disposiciones.

Otro festejo que era anual y bien aceptado por la población era el carnaval. Su
celebración data desde 1827, según la versión de Don Héctor R. Olea. Para esta
festividad se utilizaba la Plaza Machado como escenario central de las
celebraciones. Probablemente, de ahí provenga el nombre de la antigua calle
Carnaval, cercana a dicha plaza. Entre otras cosas, había un juego de harina, y
los bailes de máscaras que eran las de mayor atracción durante esta festividad.
Este juego, que se realizaba los martes de carnaval, era la celebración más
temida por las autoridades porque las máscaras no respetaban edades, sexos ni
privacidad. La ciudad y sus habitantes terminaban, embadurnados lo que en
algunos casos propiciaba pleitos.129

Durante la década de 1850, los actos cívicos donde participaba el sacerdote y


prestaba artículos religiosos para dichos eventos, están claramente consignados
en las actas de cabildo de Mazatlán, pero es notorio como a partir de la década de
1860, poco a poco esto va desapareciendo y para el año de 1864 ya no se hace
referencia alguna a la Iglesia o al sacerdote al llevarse acabo las celebraciones
cívicas ni se mencionan las religiosas. La organización de las fiestas patrias

127
Ayuntamiento de Mazatlán .Actas de cabildo 8 de abril de 1857.
128
Ibíd.
129
Enrique Vega Ayala, “EL carnaval de Mazatlán”, en Clío N° 15,Culiacán, Universidad Autónoma
de Sinaloa, 1995, Pág.167.

84
recayó en un grupo de ciudadanos voluntarios. En otras palabras, los actos
públicos y cívicos viven un proceso de desacralización.

85
CAPÍTULO III

IGLESIA, RELIGIOSIDAD Y MATRIMONIO

En este capítulo se hace una breve descripción histórica de la relación Estado-


Iglesia desde sus inicios en América hasta llegar a las Leyes de Reforma. No se
pretende hacer un relato completo ni exhaustivo del tema, sino situar
cronológicamente algunos hechos considerados relevantes y dignos de mención
para entender mejor lo que la Iglesia fue durante este periodo de nuestra historia
y ver la influencia que esta tuvo sobre todo en el noroeste, específicamente en el
puerto de Mazatlán y la manera en que mazatlecos manifestaron su religiosidad a
los largo del siglo XIX130 y cómo ésta se reflejó en las uniones matrimoniales
ocurridas en Mazatlán durante la séptima década del siglo XIX.

3.1 La Iglesia Católica en México en los siglos XVI Y XVII

Después de la Conquista y tras la llegada de las órdenes religiosas, la Iglesia


católica tuvo sus primeras diócesis en México y sus obispos en septiembre de
1530. En poco tiempo, - el 12 de febrero de 1546- fue elevada a Arquidiócesis.131
Su deber era cristianizar a los nativos y atender las necesidades espirituales de
los españoles. En un principio, las tareas se dividieron: de las parroquias de
indígenas se encargaban las órdenes religiosas; de la gente de las ciudades, el
clero secular, el que estaba en los conventos. Con el tiempo, éste también fue
haciéndose cargo de los pueblos de indios.

La Iglesia se ocupaba de la educación y de la asistencia social. Poseía colegios,


hospitales, asilos y orfanatos, al tiempo que tenía un papel importante en las
actividades económicas. El diezmo, impuesto recibido por las autoridades
religiosas, así como las donaciones hechas por la monarquía y por los creyentes,

130
Para una información más completa sobre el tema consultar a Ricardo Ampudia, La Iglesia en
Roma. Estructura y presencia en México, México, FCE, 1998.
131
La Iglesia Universal, esta dividida en sedes jurisdiccionales, llamadas diócesis y arquidiócesis.
Una diócesis es presidida por un obispo y se compone de varias parroquias de cuyo cuidado se
encargan los párrocos. Por otro lado una arquidiócesis, es la principal sede de una región o
provincia particular y esta representada por un arzobispo.

86
dieron a la Iglesia católica grandes capitales, que otorgaba en préstamo a los
individuos y al gobierno. Asimismo, acumuló numerosas propiedades en las
ciudades y en el campo, que como no se podían vender, crearon un
acaparamiento poco productivo, lo que provocaría serios problemas durante el
siglo XIX.

Sin embargo, la región del noroeste de la Nueva España mostraba un panorama


muy diferente. Aunque se sabe poco de lo ocurrido en estas tres provincias
españolas durante los últimos 40 años del siglo XVI,132 existen registros donde
quedó constancia de que en 1605, el obispo de Guadalajara, Alonso de la Mota y
Escobar, hizo una visita pastoral a la Provincia de San Sebastián, describiendo
minuciosamente lo que encontró a su paso. En esta descripción se señaló que el
presidio de Mazatlán (hoy Villa Unión) contaba con 25 familias de mulatos y que
en toda la provincia no había más de 75 familias de indios pacíficos, asentados en
pueblos y dedicados a la agricultura.133 Lo que muestra una población débil en
esta región.

Entre esta provincia del noroeste y las provincias del centro y sur de la Nueva
España, había acentuados contrastes y diferencias, ya que mientras en unas
partes -para finales del siglo XVI- se habían establecido ya como una “colonia” con
instituciones españolas solidamente implantadas, tanto administrativas,
económicas, sociales, así como numerosas ordenes religiosas, en el caso del
noroeste no se presentaba tal desarrollo porque la población era escasa. Los
indios habían sido aniquilados por las epidemias y los europeos eran un núcleo
reducido.

La misión y el presidio fueron figuras calves para posibilitar el predominio de los


españoles en tierras sinaloenses. Las misiones establecidas en Sinaloa estuvo
bajo la dirección de los padres jesuitas, últimos en establecerse en la Nueva
España y cuya presencia en el noroeste inició en 1591, cuya estancia se prolongó
hasta 1767.

132
Sergio Ortega Noriega, Breve historia..., p.66.
133
Ibíd., p. 67.

87
Mientras en las provincias del centro y sur de la Nueva España, las
manifestaciones de culto y los actos académicos se llevan a cabo en grandiosos
edificios en medio de ceremonias fastuosas y solemnes, de acuerdo con una
liturgia propia, reglamentada ya en la segunda mitad del siglo precedente y
plasmada en libros en donde se indicaba con minucia los ritos y ceremonias que
debían observarse en el país, en el noroeste las iglesias eran pocas y pobres,
contaban con lo mas elemental para el oficio y estaban muy alejadas del obispo de
su diócesis, que entonces se encontraba en Jalisco.

Durante esta época, en las otras provincias hubo una explosión de vocaciones
religiosas, como en la madre patria. El clero secular se educaba en los seminarios
instituidos por las diferentes diócesis. La Inquisición vigilaba celosamente la
ortodoxia católica, reprimiendo con energía los pequeños brotes disidentes que
llegaron con los inmigrantes extranjeros, las autoridades civiles fomentaban y
apoyaban este ambiente de religiosidad.134 Pero en el noroeste, no se contaba
con un seminario, los sacerdotes venían de otros lugares y las religiosas se
hicieron presentes hasta principios del siglo XX.

En otras provincias, los párrocos vigilaban la vida de los feligreses y la moral se


estrechó hasta límites antes no conocidos; el control de los párrocos sobre las
conductas ajenas se hizo cada vez más visible, reconviniendo especialmente
aquéllas que atentaban contra la castidad y el recato sexual, ya que desde Trento
se dieron instrucciones para que el párroco local ordenara y administrara la vida
de la comunidad, no sólo en los aspectos eclesiásticos sino que se le consideraba
responsable de la educación moral y espiritual de sus feligreses, de ahí que
debería registrar, ser testigo y participar en todos los acontecimientos relevantes
de la vida cotidiana: bautismos, defunciones, bodas, fiestas, misas dominicales y
diarias, etc.

La iglesia se convirtió así, en reguladora y centro de la vida diaria, centralizando


en su edificio y en la figura del párroco la administración de la fe y la religión. Así
mismo, la institución matrimonial se legitimó tras el Concilio de Trento, debido a

134
Ricardo Ampudia, La Iglesia de Roma..., pp. 223-226.

88
que al matrimonio le otorgó carta de naturaleza sacramental. Se apostó por los
intereses de los padres, al impedir matrimonios clandestinos, así que se
penalizaban las relaciones prematrimoniales. Se evitó que se consumaran los
matrimonios realizados sin consentimiento paterno, actuando el párroco en
connivencia con los progenitores. El matrimonio debía celebrarse, previas
amonestaciones, ante el párroco, la novia y dos o tres testigos.135

Pero en la misión de Sinaloa, los indios no eran tan dóciles como suponían los
jesuitas; la evangelización implicaba cambios en su vida diaria, por ejemplo la
aceptación del matrimonio monogámico e indisoluble, lo cual provocaba tensiones
dentro de la familia y de todo el grupo, ya que los chamanes y curanderos se
vieron afectados al quedar nulificados por el liderazgo que asumían los religiosos,
de ahí que se enfrentaran contra los portadores de la sotana y la cruz.

Entre otras dificultades, también se presentaba el hecho de que, los indios


cristianos y los gentiles (no bautizados) vivían juntos en las comunidades y era
difícil suprimir las costumbres opuestas al cristianismo.136 Un mayor obstáculo a la
evangelización, era la inestabilidad de los grupos indígenas, pues bastaba una
mala cosecha, una sequía o inundación para que se dispersaran por varios meses
y cuando volvían, era necesario iniciar nuevamente el trabajo evangélico.

Pese a eso, la Iglesia católica fue una parte importante en la organización política
y social del imperio español, por esa razón se impulsó la organización de la Iglesia
en los territorios colonizados, tanto entre los indios como entre los pobladores no
indígenas.

Sin embargo, durante este siglo XVII, la organización eclesiástica fue muy débil
en tierras del noroeste, y sólo hasta la última década llegaron los jesuitas a fundar
las misiones. Por lo que, de hecho, en estas provincias el firme establecimiento
de la Iglesia aconteció en el siglo XVII, tanto entre los indios por medio de las
misiones como entre los colonos por medio de las parroquias.137

135
Ibíd., pp. 224-227.
136
Sergio Ortega Noriega Breve historia..., pp. 73-74.
137
Ibíd., pp. 96-97.

89
El responsable de la organización y funcionamiento de la Iglesia entre la población
no indígena era el obispo de la jurisdicción. Al principio, las provincias del noroeste
pertenecieron al Obispado de Guadalajara que, además de la Nueva Galicia,
comprendía los territorios del norte de Nueva España; la extensión de la diócesis
era tal que el obispo poco podía hacer para administrarla. Para aminorar el
problema, en 1620, el papa aprobó la erección del obispado de Durango,
quedando comprendidas las provincias del noroeste, incluido Culiacán, pero en lo
político siguió dependiendo de la Nueva Galicia. Aunque formalmente quedó
establecida la iglesia diocesana, de hecho, su presencia entre los colonos fue
débil, debido a los pocos clérigos y a lo disperso de las comunidades que debían
atender.138

Un gran inconveniente para la eficiencia religiosa eran las administrativas de la


Metrópoli, se presentaron lapsos durante los cuales la sede en los obispados
estuvo vacante, a veces por varios años. Esto perduró durante toda la Colonia. Lo
anterior, aunado a la extensión geográfica de la Nueva España, lo agreste del
territorio, la carencia de medios de comunicación adecuados y, en ocasiones, la
avanzada edad de los obispos, hacía que se descuidaran las parroquias,
propiciando el relajamiento del clero encargado de ellas, sobre todo las que
estaban más alejadas como fue el caso de las ubicadas en el noroeste.

3.2 La Iglesia Católica en el siglo XVIII y XIX

Para el siglo XVIII, Europa preparó y anunció la llegada al mundo contemporáneo.


Las ciencias se desarrollaron de forma extraordinaria, formando un cuerpo
completo, rematado por las ciencias sociales. El hombre aprendió día a día, y
retrocedió de las tinieblas para adentrase en “el siglo de las luces”. El progreso del
conocimiento derrumbó viejas creencias, para formar nuevas verdades.
Provisionalmente, la Iglesia perdió influencia y el Catolicismo retrocedió en todas

138
Ibíd., p. 97.

90
partes. En este nuevo siglo se elaboraron nuevas concepciones del mundo, de
corte racionalista, deísta o bien materialista.139

Esta evolución fue mucho más acentuada en Francia que dominaba con su
espíritu, manifestando una supremacía intelectual. Ahí, la burguesía se convirtió
en la clase esencial que dominaba a campesinos y artesanos; condujo a estos
sectores contra la nobleza y el clero -los grandes beneficiados del “Antiguo
Régimen”- y los enfrentó con la realeza que era incapaz de realizar las
transformaciones. El fin de este siglo fue testigo de una Revolución que, con base
en la igualdad civil, la propiedad inalienable e inviolable, y la soberanía de la
nación, emitió la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que se
convirtió en el nuevo evangelio para el mundo occidental y que, más temprano que
tarde, adoptaría la separación independentista de las colonias americanas,
aunado a un nuevo enfoque entre la relación de la Iglesia con el Estado.

Ante todos estos acontecimientos que transformaban al continente europeo, la


situación de la Nueva España era de un cierto aislacionismo que la tenía al
margen de los cambios. El aspecto general que presentaba la Iglesia mexicana
durante la primera mitad del siglo XVIII seguía casi los mismos lineamientos que
en el siglo anterior, aún cuando la Madre Patria trataba de preservar a la más
dilecta de sus hijas de toda contaminación ortodoxa140.

Por lo que, continuaban los largos periodos de sedes vacantes y en ocasiones, los
prelados que venían a ejercer un obispado, eran prácticamente seniles, lo que les
impedía visitar adecuadamente los territorios de la diócesis con la consecuente
relajación de costumbres y la omisión de los deberes para con los indígenas que
debían tener los párrocos. En las inmensas extensiones territoriales de la Nueva
España, las comunidades cristianas rurales se hallaban absolutamente aisladas, o
lo que es lo mismo, religiosamente abandonadas, como sucedió con el noroeste
durante esa época.

139
Ricardo Ampudia, La Iglesia de Roma…. p. 229-230.
140
Ibíd.., p. 231.

91
Un factor importante dentro de la historia de la Iglesia en el siglo XVIII, fue el auge
de la expansión de la conquista espiritual hacia el norte de la Nueva España,
compuesta por comarcas más extensas, pobladas y salvajes. Esta conquista fue
obra, sobre todo, de franciscanos y jesuitas; muchos de ellos martirizados.
Hazañas llenas de dificultades en tierras desconocidas e inhóspitas, repletas de
alimañas; habitadas por tribus bárbaras, nómadas, salvajes y sanguinarias, que
hablaban diferentes dialectos y que eran conocidas con el nombre genérico de
apaches.141

La historia de las misiones en el siglo XVIII, es el recuento de cómo llegó la


civilización a la Intendencia de la Nueva Vizcaya (Durango y parte de Chihuahua),
Nueva Extremadura (Coahuila), Nuevo Reino de León (Nuevo León), Tamaulipas,
Sonora y Sinaloa, Texas, Arizona, Nuevo México, la Alta y la Baja California. Cada
pueblo de misión era como una gran familia, compuesta de multitud de personas
de ambos sexos y de todas las edades, quienes reconocían la autoridad de los
religiosos que los educaban en la religión, y les enseñaban artes y oficios para su
subsistencia.

En el noroeste, aun cuando se estableció que las misiones durarían 10 años al


cabo de los cuales seguiría la secularización, esto es, que se retiraría el religioso y
vendría un cura párroco en su lugar para dedicarse exclusivamente a la atención
espiritual de la comunidad; pasados esos diez años, el proyecto de las misiones
había madurado y consolidado y habría de funcionar por 150 años en estas
cálidas tierras.142

En cuanto a los conventos de religiosas, es de mencionarse que las primeras que


llegaron a la Nueva España en 1540, cuya presencia fue promovida por fray Juan
de Zumárraga. Las religiosas de la Compañía de María, llamadas Religiosas de la
Enseñanza, fueron las primeras monjas dedicadas a la educación de niñas y
jóvenes, para formarlas como buenas hijas, esposas y madres. Estas religiosas se
establecieron en México en 1754 y fueron las primeras que llegarían al noroeste

141
Ibíd., p. 232.
142
Sergio Ortega Noriega, Breve historia…. pp. 74-75.

92
de la república, a principios del siglo XX, concretamente a Culiacán llegando en
barco por el puerto de Altata.

Durante la última mitad de este siglo XVIII, un tema importante de las relaciones
entre la Iglesia y el Estado fue la expulsión de la Compañía de Jesús de las
posesiones españolas de ultramar, especialmente de América. Cuando Felipe V
ascendió al trono en el año de 1700, España se “borbonizó”; la Corte quedó en
manos de una partida francesa, impuesta en su mayoría por Luis XVI,
deshaciéndose con ello de las personalidades españolas comprometidas con el
bien de su país.

El regalismo que siempre había existido en España, tomó forma de derecho


organizado y sirvió para obtener altos puestos en la Corte y aún en la Iglesia. Esto
produjo una corrupción acentuada en las costumbres cortesanas, preparando el
terreno para que cundiese entre las clases dirigentes y en especial entre los
militares, la masonería importada de Inglaterra. Uno de los objetivos primordiales
de la masonería desde su fundación era el socavamiento de la Iglesia católica y de
los paladines de la Contrarreforma: la Compañía de Jesús. Para 1750, había 97
logias establecidas en la península ibérica.

Al comenzar su reinado, Carlos III se encontraba rodeado de cortesanos


napolitanos, fuertemente influidos por el enciclopedismo y las ideas volterianas.
Esto fue un contexto propicio para que floreciera la masonería, reflejándose en el
antagonismo sistemático contra la Iglesia, a través de la invasión gradual de sus
bienes materiales, en la limitación cada vez mayor de su jurisdicción y en las
campañas de descrédito contra su persona.

La expulsión de los jesuitas de la Nueva España, fue un golpe mortal a una de las
instituciones religiosas que, durante dos siglos, más activamente contribuyeron a
implementar y fomentar la civilización en las posesiones americanas de España.
La dimensión educativa y espiritual, así como la formación moral de los colegios
jesuíticos, cimentada fundamentalmente en el orden sobrenatural, en los principios
inamovibles de la fe y la piedad, se interrumpieron bruscamente.

93
Esto venía a afectar severamente la ya precaria estabilidad en las relaciones entre
la Iglesia y las autoridades civiles de la Nueva España, produciendo una enorme
sacudida y resquebrajamiento que debilitaría toda la estructura política de este
territorio en su proyección social, cultural, misional y religiosa, abonando el ya
preparado terreno para que a finales de la centuria, el descontento entre las clases
sociales dirigentes hacia la metrópoli (especialmente los criollos) se empezara a
manifestar en forma mas o menos abierta.

En el último tercio del siglo XVIII, las fuerzas vivas de la Iglesia novohispana,
materiales y espirituales, se hallaban muy disminuidas; el brazo real que las
sostenía, no podían prestar un frente decidido para combatir a la masonería que,
desde 1760, iba cobrando fuerza en España y en sus posesiones ultramarinas.

En el rincón fronterizo y noroeste del país se sintieron con fuerza las Reformas
Borbónicas en la década de 1770.143 La expulsión de los misioneros fue súbita y
violenta, provocando los efectos inmediatos en las comunidades indígenas. Con
su salida, se desarticuló la organización de los pueblos de indios y los redujo a
comunidades aisladas y vulnerables al asedio de los colonos. También
desapareció la vida y disciplina misional que normaba la vida interna de las
comunidades.144 Se había previsto secularizar las misiones luego de la expulsión
de los jesuitas, pero el obispo de Durango no tenía suficientes clérigos para
atender las 14 misiones de Sinaloa y Ostímuris.

Por lo que, una medida contemplada por dichas reformas para integrar esta
región de frontera a la monarquía española fue la creación de la Diócesis de
Sonora, con la que se esperaba minimizar los efectos de la expulsión de los
jesuitas. Al poner un obispo en este lugar, también se pretendía mantener a los
religiosos franciscanos bajo estricto control para que no se repitiera lo que había
ocurrido con los jesuitas. En esta época colonial, el obispo era un pastor para el

143
Ignacio del Río, “Notas sobre el estado de la sociedad y la economía sonorense en las
postrimerías de la época colonial”. En Memoria del III Simposio de Historia y Antropología de
Sonora, Universidad de Sonora en, Dora Elvia Enríquez Licón, “Religiosidad y Modernidad en
Sonora”, Hermosillo Son, Estudios Sociales, revista de Investigación del Noroeste, Vol. XI ,núm.
22,julio-dic de 2001, p. 15.
144
Sergio Ortega Noriega… Breve historia... pp. 121-122.

94
servicio espiritual de los fieles, pero también un funcionario del rey, y como tal
debía velar por que los cristianos a su cuidado, fueran vasallos dóciles y sumisos
al soberano. Por lo que, en la época de las reformas borbónicas el rey colocó
como obispos a los adictos a la política de la corona, por eso durante la expulsión
de los jesuitas, ellos apoyaron esta medida.

Como ya se mencionó, Sinaloa perteneció al Obispado de Guadalajara, después


al de Durango; pero el 7 de mayo de 1779, a solicitud del rey Carlos III, el papa
Pío VI erigió el Obispado de Sonora, nombre oficial que recibió la nueva diócesis.
Esta comprendía los territorios de la Intendencia de Arizpe –segregado de la
diócesis de Durango- y de ambas Californias, separadas de la diócesis de
Guadalajara. En la mayor parte del territorio del obispado aún había misiones. En
Sonora y la Alta California, los franciscanos; y en Baja California dominicos y
franciscanos. La intención del gobierno era secularizarlas lo antes posible, pero las
circunstancias no se lo permitieron145 ya que los misioneros eran necesarios para
mantener influencia sobre los indígenas y, como no había clérigos disponibles que
quisieran trasladarse a territorios lejanos y desolados, la labor misional era
fundamental, como fue el caso de Baja California.

Un problema al que se enfrentó el Obispo de Sonora, fue que, según la ley


vigente, los misioneros no estaban del todo sujetos a su jurisdicción, sino que
seguían dependiendo de su propia institución religiosa, esta circunstancia causó
conflictos de autoridad que no se pudieron resolver.

La sede del nuevo obispado fue la ciudad de Arizpe. Sin embargo, esta diócesis
fue solamente de nombre, ya que sus prelados carecieron de catedral, de
seminario y de cabildo.146 Hasta podría decirse que no tuvieron sede episcopal
propiamente dicha, pues si Arizpe fue designado como tal, ninguno de sus obispos
residió en el lugar.

Por otra parte, a excepción de parroquias como Álamos, El Rosario y Cosalá, que
producían buenas rentas a sus curas, en la mayor parte de este territorio

145
Idem, pp. 144-145.
146
Antonio Nakayama, Sinaloa un...p 269.

95
diocesano, las feligresías eran muy pobres y no producían ni el sustento del cura.
Por esta razón, en algunas de ellas el gobierno se hacía cargo de pagarle al
párroco, como si fuera misionero.

Otra situación problemática fue que, la recaudación del diezmo también era
deficiente en el Obispado. Así que la Real Hacienda daba al obispo una
compensación para su sustento y los gastos de administración de la diócesis. Esto
nos da idea de que tan precaria era la vida eclesiástica en el noroeste de México,
tanto que un gran número de iglesias de la diócesis no tenía párrocos y eran
atendidas por algún cura de las inmediaciones,147 lo que propició que la nueva
diócesis fuera aún más débil que la de Durango, de la cual se separó. Por ello, no
contó con propiedades de consideración, ni hubo órdenes religiosas que
alcanzaran gran impacto y poder.

Entre estos años y el arribo a la vida independiente fueron cinco los obispos
designados para conducir esta diócesis.148 Ante la ruptura con España, el obispo
en funciones (fray Bernardo del Espíritu Santo) se opuso con más ardor que
doctrina a la Independencia de México. Incluso, al adoptarse la forma republicana,
tuvo serias dificultades con el gobierno por expedir una pastoral llamada Defensa
de la Soberanía del Altísimo. Su muerte (ocurrida en 1825) le evitó mayores
complicaciones.149 El Vaticano nombró un nuevo obispo que supliera su lugar
trece años después, hasta 1838.

Para estos años, la situación del clero en el noroeste no era un caso tan
excepcional; el episcopado, en no pocos de sus representantes, manifestaba
desorientación y contagio de gérmenes regalistas; el clero secular, respetable en
gran parte, presentaba una moral cuestionable, sin grandes ideales pastorales; las
ordenes religiosas antiguas, aunque todavía eficientes y activas, estaban
decepcionadas, por el escaso apoyo brindado por la jerarquía eclesiástica y la
autoridad civil; en bastantes de sus miembros había ya un marcado laicismo .En

147
Sergio Ortega Noriega, Breve Historia de Sinaloa, México, FCE-COLMEX, 1999, pp. 144-148
148
Fray Antonio de los Reyes (1783-1787), Fray José Joaquín Granados (1788-1794); Fray
Damián Martínez de Galinzoga (1794-1796),(Fray Francisco Rousset de Jesús y Rosas 1794-
1814) y.Fray Bernardo del Espíritu Santo Martínez y Ocejo, (1817-825).
149
Antonio Nakayama, Sinaloa un .... pp. 268-269.

96
términos generales, este era el contexto de la relación Iglesia-Estado que procedió
al movimiento insurgente de 1810, y que mucho habría de influir en el
desenvolvimiento ulterior de dicha relación.

3.3 La Iglesia Católica en el siglo XIX y sus efectos en el noroeste de


México

La historia de la Iglesia en el México independiente giró, en gran medida, en torno


a la definición del estatus jurídico de la Iglesia y su relación con el nuevo Estado
nacional. Es por ello que el criterio legislativo pernea este apartado; las fricciones
entre la Iglesia y el Estado se reflejaron en el cuerpo legal que habría de regir a la
Nación: las Constituciones.

Para 1821 el contexto político en México era el siguiente: la elite política estaba
dividida: algunos eran monárquicos y otros republicanos. El primer gobierno
independiente eligió a los miembros de la regencia, quienes fijaron las normas
para la convocatoria y elección del Congreso Constituyente, inaugurado en febrero
de 1822. Aunque predominaban los republicanos, se nombró emperador a Agustín
de Iturbide.

Antes de que el Constituyente se reuniese, surgieron los primeros desacuerdos


sobre la relación Iglesia–Estado. La principal diferencia era sí el ejercicio del
Patronato correspondía al gobierno en virtud de la soberanía del Estado mexicano
como sucesor de la Corona española, o era una concesión de la Sede Apostólica
a la Corona no inherente al Estado mexicano, de donde se desprendía que tenía
que ser negociada con el Sumo Pontífice.150 En 1822, Iturbide emitió unas leyes
de regulación política gubernamental y en lo tocante a la Iglesia, se establecieron
varios artículos, todos a favor de la misma.151

150
Ricardo Ampudia, La Iglesia..... p. 242.
151
El artículo 3° establecía a la religión católica con exclusión de las demás, garantizaba la
protección estatal y reconocía la autoridad de la Iglesia sin perjuicio del poder supremo del estado.
El artículo 4° autorizaba el retorno de los jesuitas, el artículo 18° confería poder de censura a las
autoridades eclesiásticas en la publicación de textos religiosos.; el artículo 41° obligaba al Consejo
de Estado a consultar al Emperador sobre los obispos vacantes; y los artículos 57° y 58°
reconocían tribunales especiales para el clero.

97
Luego se suscitó la caída de Iturbide y posteriormente se estableció la
Constitución de 1824, en la cual se mantuvieron las características básicas de la
regulación imperial de 1822 en materia eclesiástica. Con algunas excepciones,
como el artículo 50°, fracción 12, donde se confería al poder legislativo la
capacidad de emitir instrucciones para la negociación de concordatos, ratificar
acuerdos y regular el ejercicio del Patronato. Otorgaba al Presidente de la
República la facultad de negociar concordatos y aprobar los documentos papales
antes de su circulación. Los artículos 23 y 29 excluyeron a la jerarquía
eclesiástica senil de los cargos de elección en el Congreso, aunque no de los
cargos administrativos en el gobierno. Sólo el artículo 3° sobre la intolerancia
religiosa fue debatido.152

Las constituciones locales se apegaron a los lineamientos, salvo en dos casos:


Yucatán, que ofrecía tolerancia religiosa a los extranjeros, y Jalisco, donde los
regalistas argumentaron que la Iglesia no era igual al Estado y que se subordinaba
a éste. Hasta entonces ningún gobierno mexicano pudo satisfacer las condiciones
vaticanas.

Mientras tanto, en el noroeste de México, durante las primeras décadas del siglo
XIX, la Iglesia participaba activamente en la toma de decisiones políticas. Durante
este periodo, algunos sacerdotes eran nombrados diputados, pero su participación
parecía provenir más de su pertenencia a ciertos grupos familiares que de su
posición religiosa y con la situación que imperaba a nivel nacional, la Iglesia en el
noroeste estaba sin control.

La ausencia de un obispo entre 1825 y 1838, hizo que, durante esos trece años,
la diócesis fuera gobernada por vicarios capitulares, de los cuales, algunos no
tomaron posesión y otros fueron removidos por motivos políticos. Como estos
vicarios tenían su domicilio en diferentes lugares del obispado, el archivo
eclesiástico viajaba continuamente de un lado a otro con las perdidas y el
deterioro de rigor. La falta de seminario se hizo sentir en forma notable: de ciento
quince clérigos y frailes que había hasta el año de 1819, para 1838 se habían

152
Ibíd., pp. 240-246.

98
reducido a cuarenta y ocho. Las parroquias eran modestas, en algunas su
situación era mísera. Los curas por lo general eran ignorantes, con sus notables
excepciones; muchos de ellos indisciplinados y otros de vida nada edificante.153

Fue hasta 1838, con el arribo del obispo Dr. Don Lázaro de la Garza y Ballesteros,
que el panorama del noroeste se transformó. Cuando el prelado tomó posesión del
Obispado, Mazatlán era solo un pequeño lugar habitado por unos cuantos
pescadores.154

Las medidas para mejorar el panorama de la iglesia pronto se empezaron a


manifestar. En 1837, desde antes de su llegada a la diócesis, fundó el Seminario
de Culiacán. También inició la construcción de la catedral de Culiacán y creó el
llamado Colegio de San Juan Nepomuceno y Santo Tomás de Aquino, cuya
principal justificación era la necesidad de contar con un órgano que supliera la
falta de Cabildo en la Mitra de Sonora y asegurara la permanencia de autoridades
religiosas en ausencia de los obispos.155 Del mismo modo, dictó medidas para
moralizar al clero y trató de remediar los daños causados por la larga ausencia de
autoridad.

Pero, ¿Cuál era la situación de la diócesis que De la Garza tenía ante sí? Su
jurisdicción comprendía un territorio que se extendía desde el Cabo Mendocino
hasta el Río de las Cañas, abarcando lo que hoy son los estados de California
Nevada, Colorado y Arizona de la Unión Americana, Sonora, Sinaloa y el territorio
de la Baja California en México. Su extensión territorial, su lejanía con el centro de
la república, unido a las pésimas comunicaciones, la falta de seminario, escasez
de clero y su pobreza, la hacían una de las más difíciles de la república. A eso
habría que agregarle lo relajado de la fe católica, por la ausencia de una sólida
autoridad eclesiástica aunado a la variada población de extranjeros asentados en
el lugar, tal vez con diferentes preferencias religiosas e ideas liberales.

153
Ibíd., p. 269.
154
Antonio Nakayama, Dr. Don Lázaro de la Garza y Ballesteros, Obispo de Sonora e impulsor de
la cultura del Noroeste, León, Linotipografía Lumen, 1942, p. 17.
155
Sonia Bouchez Caballero, “Culiacán en el siglo XIX, una sociedad en proceso de
secularización”, en Clío, 23-24Culiacán, Universidad Autónoma de Sinaloa,1998, p. 23.

99
Durante su primer año, el nuevo obispo dio su carta pastoral destinada a normar
los actos públicos y privados de sus sacerdotes, la predicación, la obligación de
celebrar el Santo Sacrificio por los fieles en los domingos y días festivos, las
relaciones que debían tener con sus familiares y con el resto de los seglares y
todo aquello que contribuyera a la “humana perfección” de su clero, con el
propósito de atraerse el respeto y la gratitud de los fieles. Tres años después, dio
las pautas que deberían normar la impartición de los sacramentos del bautismo y
el matrimonio en el obispado de Sonora.156 Uniformó la disciplina que en esa
materia habría de versar, aligerando el trabajo de sus subordinados en los casos
difíciles, pues no existía hasta entonces una regla general al respecto157. Don
Lázaro de la Garza permaneció en la diócesis hasta 1850 sustituyéndolo don
Pedro Loza, quien tomó posesión en diciembre de 1852. A este nuevo jerarca
católico le tocó enfrentar y rechazar las Leyes de Reforma durante la séptima
década del siglo decimonónico, asunto que se ventilará más adelante.

Lo que se debe ponderar es que la labor de Lázaro de la Garza y Ballesteros


influyó en los cambios que en años siguientes, se fueron experimentando en la
Iglesia del noroeste. Este obispo, desde su instalación en la sede episcopal,
estuvo imbuido de un espíritu reformista que buscaba fortalecer a la Iglesia, y
reposicionar en la sociedad los principios e ideales católicos.

Propósitos y labor pastoral que se desarrollaron en un medio social marcado por


un acendrado enfrentamiento entre dos bandos que se disputaban los destinos del
estado: conservadores y liberales. Los conservadores pugnaban por mantener la
religión católica, la república centralista y disolver la representación popular. Por
su parte, los liberales pretendían negar la tradición hispánica, católica e indígena;
e implantar el modelo norteamericano de tolerancia religiosa, supeditando la
Iglesia al Estado.

Con la crisis política y económica surgida entre 1850 y 1853, los conservadores,
incluidos algunos grupos eclesiásticos, pretendieron instaurar la monarquía. Santa

156
Antonio Nakayama, Dr. Don Lázaro de la Garza y Ballesteros, Obispo de Sonora e impulsor de
la cultura del Noroeste, León, Linotipografía Lumen, 1942, p. 17.
157
Ibíd., pp.19-24.

100
Anna fue llamado del exilio y encabezó un gobierno de transición. Los efectos de
dicho gobierno, llegaron hasta Sinaloa ya que Pedro Valdés, gobernador
provisional y comandante general del estado de Sinaloa, ordenó el incendió de
los archivos oficiales y -según el testigo Miguel Ramírez- expuso que “la
desaparición de los archivos del gobierno se debió a la barbarie de las fuerzas
santanistas que ocuparon la ciudad de Culiacán, en octubre de 1852.158 Nuevas
disputas se presentaron, hasta que ocurrió la Revolución de Ayutla de 1854, lo
que favoreció a los liberales.

Si se realiza un recuento de estas primeras décadas de vida independiente del


país, la evaluación muestra la presencia de diversos sucesos y experimentos
políticos y sociales: el ensayo centralista, la vuelta al federalismo, las
consecuentes guerras civiles, los conflictos de castas, la recesión económica, las
invasiones extranjeras, así como la perdida del territorio nacional. Periodo en que
los mexicanos no se dieron descanso y tuvieron que enfrentar los diversos
acontecimientos, e inventar de alguna manera, el país en que estaba viviendo, sus
instituciones y sus relaciones con las diversas entidades heredadas de la época
colonial. En ese contexto, la Iglesia fue constantemente aludida, pues su
presencia era una realidad insoslayable a la que se enfrentó el nuevo Estado
mexicano. De hecho puede decirse que había regido a la sociedad, como señala
Brian Connaughton, pues “representaba un conducto clave en la continuidad
ideológica de la sociedad mexicana”. 159 No hay que perder de vista que a lo largo
de casi trescientos años, los clérigos habían establecido una relación casi
inseparable en la vida cotidiana de los novohispanos marcando las pautas de
conducta, manejando la educación, conduciendo, en parte las actividades
económicas y, al darse la independencia esta situación parecía no variar, aunque
con el paso del tiempo se delimitaron los campos de acción de las dos entidades

158
Héctor R. Olea, Sinaloa a través de sus constituciones, México, Universidad Autónoma de
México, Imprenta Universitaria, 1985, pp. 179-180.
159
Brian Connaughton, Ideología y Sociedad en Guadalajara (1788-1833), México, Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes, Serie Regiones, 1992, p. 112.

101
que se disputaban el poder: el Estado en ciernes y la potestad eclesiástica que
tenía una larga trayectoria en el territorio otrora novohispano.160

Las cosas no fueron muy diferentes después de la Revolución de Ayutla. El nuevo


gobierno revolucionario estaba conformado por liberales moderados y radicales,
predominando los últimos. Ambos grupos pretendían reducir la influencia política y
el poder económico de la Iglesia, pero diferían en el método y la profundidad.

Los nuevos gobernantes, empezaron por aplicar leyes que afectaban los intereses
de la Iglesia. Concretamente, el conflicto abierto entre el gobierno y el clero inició
con la Ley Lerdo o desamortización del 25 de junio de 1856, que prohibía a la
Iglesia poseer y administrar bienes raíces, salvo los que fueran directamente
usados para su operación; la propiedad de manos muertas sería subastada
públicamente.

Sin embargo esta nueva disposición de ley no era nueva para el estado de
Sinaloa, ya que el artículo 10 de la Constitución de 1831 y de nuevo en 1852
contenía una disposición análoga a esta de 1856. Pero los conflictos se desataron
con esta última disposición federal.

Es importante mencionar que el 26 de abril de 1856, el gobierno de Comonfort


había promulgado un decreto por el cual suprimía la coacción civil en los votos
religiosos y el 5 de junio se declaró extinta a la Compañía de Jesús. Asimismo, la
Ley Lafragua del 28 de diciembre de 1855 regulaba la libertad de prensa,
excluyendo la censura eclesiástica. El segundo ataque fue la Ley Juárez del 23 de
noviembre de 1856, que abolió los tribunales castrenses y eclesiásticos,
recomendando al clero que abandonara sus fueros en casos criminales. La tercera
acometida fue la Ley Iglesias, del 11 de abril de 1857, que impedía al clero
controlar los cementerios y el cobro de derechos parroquiales a la gente de
escasos recursos.

160
Sin embargo, no hay que olvidar que también estaba el ejército, como tercer poder que se
disputó un espacio dentro del ámbito político mexicano.

102
En febrero de 1857 entre grandes conflictos se promulgó la quinta constitución
que modificó sustancialmente las prácticas de protección, lo que suscitó la
oposición de la jerarquía y los laicos.

La Constitución de 1857 suponía una relación Iglesia-Estado con algunos


elementos de patronazgo y otros de liberalismo. El punto más controvertido fue el
proyecto del artículo 15° que otorgaba la libertad y tolerancia religiosas. Esta
garantía se equilibraba con la protección ofrecida a la religión católica. No
obstante, tras largo debate interno y externo, la versión original fue rechazada y
finalmente no garantizó una protección específica a la Iglesia católica. La
Constitución de 1857 y su legislación secundaria ofendieron de tal modo al clero y
a sus grupos conservadores, que fue una de las causas directas más importantes
para emprender la guerra contra los liberales.

Tras la inicial victoria de los conservadores, el gobierno juarista fue expulsado de


la ciudad de México en enero de 1858 y se derogó la recién creada Constitución.
En consecuencia se dan dos gobiernos paralelos. Uno encabezado por Benito
Juárez que en su calidad de presidente de la Suprema Corte debía ocupar el
Ejecutivo en caso de que el presidente se ausentara; y el otro presidido por Félix
Zuloaga, designado presidente por una junta de representantes. El primero
defendería el orden constitucional, mientras el segundo se encaminaría a su
destrucción. Juárez estableció su gobierno en un primer momento en Guanajuato,
mientras Zuloaga, en la capital gobernaba con las llamadas Cinco Leyes, que de
hecho derogaban algunas de las reformas liberales como la Ley Lerdo, la Ley
Iglesias y la Ley Juárez entre otras.

Las nuevas leyes que se estaban aplicando en el país durante la llamada Guerra
de Reforma fueron rechazadas por el clero que apoyó económicamente a los
conservadores con recursos obtenidos por la venta de sus propiedades.161
Ciertamente, lo anterior fue una de las razones más poderosas que impulsó a los
liberales a legalizar la separación absoluta entre la Iglesia y el Estado. Por ello, la
Ley del 12 de julio de 1859 abandonó para siempre cualquier derecho sobre el

161
Sergio Ortega, Un Ensayo, Ibid., pp. 248-250.

103
Patronato. Extendía igual protección a todos los credos religiosos y declaraba que
cualquier obvención a las iglesias era un asunto privado. Prohibía la donación de
bienes raíces a las Iglesia y nacionalizó sus propiedades. Suprimía las órdenes
monásticas, confiscaba libros, obras de arte y prohibía el uso de ropas de culto en
público. Se erigió el matrimonio civil (Ley Ocampo), el registro oficial de
nacimientos, matrimonios y defunciones pasó a control gubernamental. Otra ley
redujo los días festivos, pero se respetaron ciertas festividades religiosas, como
Navidad, Todos los Santos, Día de Muertos, Jueves y Viernes Santos, y Corpus
Christi.

Con tales medidas, los obispos de las diferentes diócesis, perdían el control
terrenal de cuanto habían tenido, por lo que en respuestas a las Leyes de Reforma
y bajo el título de “Manifestación que hacen al venerable clero y fieles de sus
respectivas diócesis y a todo el mundo católico los ilustrísimos señores arzobispo
de México y obispos de Michoacán, Linares, Guadalajara y el Potosí, y el señor
doctor don Francisco Serrano como representante de la mitra de Puebla, en
defensa del clero y la doctrina católica, con ocasión del manifiesto y los decretos
expedidos por el señor licenciado don Benito Juárez en la ciudad de Veracruz en
los días 7, 12, 13 y 23 de julio de 1859”, fue publicada una carta pastoral conjunta
en la que cinco obispos y el representante de la mitra de Puebla, quienes
constituían la mitad del episcopado mexicano, puntualizaron la posición de la
Iglesia ante las leyes recién promulgadas.162 Firmaron esta pastoral Lázaro de la
Garza y Ballesteros, arzobispo de México; Clemente de Jesús Munguía y Núñez,
obispo de Michoacán; Francisco de Paula Verea y González, obispo de Linares;
Pedro Espinoza y Dávalos, obispo de Guadalajara; Pedro Barajas Moreno, obispo
de San Luís Potosí, y el doctor Francisco Serrano en representación del obispo de
Puebla, Pelagio Antonio Labastida y Dávalos, quien en ese entonces estaba
desterrado de México.

162
Álvaro Matute (editor), Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, v.7, México,
Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1979, pp. 197-
240

104
Este documento, dirigido al pueblo, al clero de México y al mundo entero, reflejaba
uno de los momentos más críticos, no sólo para la Iglesia mexicana, sino también
para las instituciones políticas, a las que el gobierno de Juárez pretendía dotar de
un nuevo orden regido por el pensamiento liberal. Indudablemente, desde el
momento mismo de la proclamación de la independencia, es fácil observar dos
posturas antagónicas, cada una de las cuales trataba de establecer el régimen de
gobierno que consideraba más apropiado. En 1859, esta lucha de grupos se
acercaba a su momento definitivo. El grupo liberal pugnaba decididamente por el
establecimiento de una sociedad civil y laica.

Todo parece indicar que en 1859 el conflicto entre las dos facciones se hallaba en
un periodo de estancamiento que amenazaba con prolongarse. El momento era
por demás difícil y sean cuales fueren las circunstancias que envolvieron a Juárez
al momento de promulgar las Leyes de Reforma, el caso es que estando en
Veracruz las dictó, hecho que constituye uno de los momentos más sobresalientes
de la administración de Juárez y de la lucha por el establecimiento de un nuevo
orden de las instituciones políticas del país.

Los principales puntos de los decretos que conforman las mencionadas leyes que
lesionaban los intereses del clero pueden resumirse de la siguiente manera:
separación de la Iglesia y el Estado, nacionalización de los bienes del clero,
desaparición de órdenes monásticas masculinas, exclaustración de monjas,
libertad de cultos y creación del registro civil, además de otras medidas que
venían a complementar las aquí mencionadas.

En La Manifestación de los obispos, la Iglesia se declaraba inocente de todos los


considerandos que les imputaban las Leyes de Reforma y reafirmaban su derecho
de levantar su voz de protesta. En el texto se hace una síntesis de la historia de
una secuela de persecuciones religiosas padecidas desde la Independencia y su
amparo siempre en el derecho canónico. Se declaraban inocentes de fomentar la
lucha de facciones.

En su alegato esgrimían que los decretos eran injustos e improcedentes. Negaban


la separación entre la Iglesia y el Estado, bajo el argumento de que ambas

105
instituciones dependían de la potestad divina, que tienen obligaciones y deberes
mutuos, cuyo cumplimiento era ineludible a los ojos de Dios. Asimismo,
reclamaban la nacionalización de los bienes del clero, a la que califica de “robo
sacrílego”.

Esta pastoral trató extensamente lo concerniente al matrimonio civil, nueva


institución establecida por la reforma que sacudió al clero mexicano, ya que
reconocía la unión matrimonial fuera de la Iglesia, lo que correspondía, según el
dogma católico, al concubinato. El episcopado creía vislumbrar, en la
promulgación y cumplimiento de estas leyes, la destrucción y el aniquilamiento de
la familia, ya que quedaba sancionada una unión no reconocida por la Iglesia.
Además, para el clero, la intervención del gobierno en este asunto creaba un serio
peligro: la inminente legalización del divorcio, concepto enemigo del matrimonio
religioso indisoluble.

En fin, se reprobaban las leyes expedidas por Juárez tendientes a establecer la


libertad de cultos. Se consideraba imposible admitir que en una nación
eminentemente católica existieran credos diferentes al católico, en igualdad de
derechos ante el gobierno. Enfáticamente, se refutan los cargos contenidos en la
ley de 12 de julio y reiteraba las penas canónicas contra quienes habían dictado o
les reconocían validez a dichas leyes, penas entre las que destacan la
excomunión, el arma más temible que posee la Iglesia.

Este documento Pastoral, además de sus efectos políticos, es la síntesis del


pensamiento y la posición de la Iglesia mexicana, y más concretamente de su alto
clero, durante uno de los periodos más críticos del devenir económico, político y
social de México.

Pero faltaba más, ya que en diciembre de 1860 se decretó la Ley sobre libertad
religiosa que reiteraba las garantías de protección y tolerancia a todas las
confesiones, el derecho a normarse internamente y de administrar libremente las
propiedades, aún permitidas legalmente. Además, el Estado perdía la obligación
de coaccionar las normas internas de las iglesias y prohibía el culto público sin
autorización previa. A principios de 1861, al entrar Juárez con su gobierno a la

106
ciudad de México, decretó que las instituciones de caridad y asistencia pasaran a
control estatal y expulsó al delegado apostólico y a varios obispos. En 1863, se
suprimieron los conventos y se prohibió el uso público de insignias religiosas.163

Pero los problemas del Estado, ya no solo eran solamente con el clero, porque
sobrevino la intervención francesa. Y para sorpresa del clero, el II Imperio (1864-
1867) también tuvo sus desacuerdos con la Iglesia. Maximiliano de Habsburgo
retomó el Patronato y entabló negociaciones con la Santa Sede para firmar un
concordato, pero como no se llegó a ningún acuerdo, el gobierno imperial asumió
el control de la correspondencia papal. De hecho, Maximiliano buscó, por una
parte, las mismas prerrogativas otorgadas a la Corona española y a cambio
ofreció protección especial a la Iglesia, apoyo financiero y el restablecimiento de
algunas órdenes. Por otra parte, en virtud de sus convicciones liberales, insistió en
la tolerancia religiosa y se negó a devolver propiedades eclesiásticas
nacionalizadas, confirmando así las Leyes de Reforma.164 Pese a que las
relaciones entre la Iglesia y el Imperio no fueron satisfactorias, el clero cumplió con
la legislación imperial.

Es de destacarse que, algunos curas sirvieron al Imperio, pero se alejaron al darse


cuenta de que las ideas que lo movían eran del todo opuestas a las que ellos
sustentaban. Algunas veces, en medio de la gran confusión que significó la
intervención y el Imperio, manifestaron su disidencia, como lo hizo el canónigo don
Lázaro de la Garza, arzobispo de México, anterior Obispo de Sonora, quien
afirmaba que no reconocería sino al gobierno legítimamente emanado del pueblo.
Para los clérigos, el Imperio de Maximiliano fue un verdadero desengaño, más
doloroso aún que cualquier otro, por cuanto representó la última esperanza de
recobrar una posición que habían perdido y una fuerza económica que se les
había escapado de las manos.

Por tanto, la intervención francesa y el posterior gobierno republicano emanado de


la restauración culminaron ese proceso de separación entre Estado e Iglesia.

163
Ver anexo 2: Leyes de Reforma
164
Ver anexo 2: Leyes de Reforma

107
3.3.1 Sinaloa y religión durante los años de la reforma

Este caótico panorama que se presentó a partir de los conflictos suscitados a


partir de las Leyes de Reforma, afectó también la vida de los habitantes de las
cálidas tierras del noroeste. Sinaloa se había adherido al movimiento político y
social liberal desde 1855 cuando asumió la gubernatura ese mismo año Pomposo
Verdugo a quien le correspondió expedir el estatuto orgánico del estado de
Sinaloa en 1856, mientras se elaboraba la nueva constitución que anunciaba el
Plan de Ayutla.

Cuando en 1857 se habría de jurar la nueva constitución que contenía las leyes
reformadoras y otras más, el obispo de Sonora, Pedro Loza y Pardave (con
residencia en Culiacán) prohibió a los católicos que la juraran bajo pena de
excomunión y aquel que la hubiera jurado sería privado de la recepción de los
sacramentos mientras no se retractara con la amenaza de que ”no podría
absolvérsele, ni aun en artículo de muerte”, y que serían privados de “.sepultura
eclesiástica en Sagrado”. Este hecho provocó un rompimiento en la sociedad, ya
que muchos sinaloenses eran creyentes y respetuosos de la voz de su obispo165 a
quien esta oposición le valió un enfrentamiento con el gobierno y su expulsión de
Sinaloa en 1858. Dos años después fue expulsado nuevamente de la entidad para
no regresar hasta 1865.

Pese a los llamados del obispo Pedro Loza, la Constitución se juró en Culiacán
por el gobernador interino Miguel Ramírez, ya que el gobernador Pomposo
Verdugo, se negó aduciendo estar enfermo. En el partido del El Fuerte, el prefecto
Camilo Orrantia también se negó a jurarla y en su lugar lo hicieron los milicianos
de la localidad. En cambio, en Mazatlán la jura se realizó con grandes muestras de
regocijo, aun cuando en la parroquia se le negó el misal y la imagen del Santo
Cristo que se pidió para la ceremonia del juramento por parte de las autoridades y
demás funcionarios públicos; ante esta actitud, se dio orden al tesorero municipal
que comprase una y otra que quedara en propiedad de la misma corporación para

165
Sergio Ortega Noriega, Breve historia... p. 218.

108
tales actos.166 En la mayor parte de las ciudades sinaloenses, aunque se verificó
el juramento, muchos de los funcionarios se abstuvieron de participar. Sin duda,
esta conmoción religiosa del pueblo, influyó en la guerra intestina que sobrevino a
causa de la reforma liberal.167

Entre las nuevas Leyes estaba la Ley Lerdo, que en Sinaloa, afectó más a las
comunidades indígenas que a las corporaciones religiosas, ya que como se ha
mencionado, eran pocos los bienes de las instituciones eclesiásticas y muchas las
tierras comunales de los indígenas en el norte del estado. Por otro lado, la
desamortización de las tierras comunales no era cosa nueva en Sinaloa ya que se
venía practicando desde hacia varias décadas y estas leyes solo lo aceleraron. En
lo que concierne a la Iglesia, ya existían también otras como la abolición de la
propiedad en manos muertas, prohibición al clero y militares a ocupar cargos
públicos.

En el mismo año de 1857, el gobernador Pomposo Verdugo promulgó una Ley


sobre el Estado Civil y otra sobre el uso de cementerios, cuestión que afectaba a
la Iglesia ya que esta hasta entonces había tenido el control sobre los cementerios
y la celebración de matrimonios que consideraban uno de los sacramentos más
importantes.

Cabe mencionar que esta última ley establecía que los cementerios tendrían dos
departamentos, uno para párvulos, otro para eclesiásticos y el de quinta para los
que mueran de colera morbos y otras epidemias contagiosas. Además, en su
articulo 23° dice: “Quedan prohibidos los bailes y las diversiones llamados
velorios, que se acostumbran con motivo de la muerte de los párvulos”. Como se
podrá notar, ya era costumbre que un velorio terminara en fiesta.168

En 1859, Placido Vega ratificó y publicó la Ley sobre el Estado Civil de las
Personas, ya promulgada por Benito Juárez, donde se establecía el matrimonio
como un contrato civil, quedando sin vigencia las reglas que el obispo Lázaro de la
Garza y Ballesteros había implantado con relación al matrimonio, por lo menos,

166
Ayuntamiento de Mazatlán, Acta de cabildo, 6 de mayo de 1857.
167
Sergio Ortega Noriega, Breve historia... p 218 .
168
Héctor R. Olea, Sinaloa a través de sus Constituciones, México, UNAM, 1985, p.182.

109
desde el punto de vista jurídico.169 Este acto quedó asentado en actas del
ayuntamiento, ya que se le pide al párroco el envío de “una relación oportuna
sobre nacidos, casados y muertos”, encontrando una respuesta negativa
justificándose en que “desapareció el archivo con la ausencia de su antecesor el
Padre Real”170

Esto puede explicar porque el archivo de la Iglesia estaba en tan mal estado.
Además, casi no se registraban los bautizos, matrimonios y defunciones y los
pocos registros habían desaparecido. Lo anterior, demuestra un desorden en la
iglesia sinaloense y mazatleca, y una nula supervisión de la Diócesis de Sonora,
hasta entonces responsable.

Ese mismo año de 1859, asumiendo el gobierno su responsabilidad tras la


aplicación de la nueva constitución, por medio de la Secretaria de Gobierno, se
notificó el nombramiento del nuevo cura que estaría como responsable de la
iglesia del puerto sinaloense quedando al frente Don Juan Francisco Llevaría.

Durante estas nuevas disposiciones de las Leyes de Reforma, el gobierno llegó a


regular el tiempo que debían tocar las campanas en los templos, como se señala
en una acta de cabildo de Mazatlán que contiene el reglamento de policía de
septiembre de 1861: en el artículo numero 54 se contempla que “el uso de las
campanas en los templos no debe de exceder de quince minutos, conforme a la
circular que sobre esta materia dio el Gobierno del Estado”.171

Las restricciones fueron en aumento. En 1862, el gobernador decidió suprimir el


Seminario Tridentino de Culiacán, argumentando que era “un establecimiento
clerical del que salen jurados enemigos de los principios liberales y del progreso” y
en su lugar estableció el Colegio Mercantil de Mazatlán. A la vez, se tomaron
medidas para establecer la obligatoriedad de una enseñanza laica en el estado.172

169
Ibíd.., 182.
170
Ayuntamiento de Mazatlán, Acta de Cabildo del 11 de mayo de 1859.
171
Ayuntamiento de Mazatlán, Acta de Sesión Extraordinaria de Cabildo del 17 de Septiembre de
1861.
172
Antonio Nakayama, Sinaloa Un bosquejo ..., p. 311.

110
Durante buena parte del siglo XIX, la sede episcopal se estableció en Culiacán,
por lo que el resto del territorio diocesano quedaba sumamente desatendido. Los
sacerdotes administraban parroquias enormes, con una feligresía muy dispersa.
Además, por largos periodos, la sede episcopal tuvo que permanecer vacante
dada la negativa de los obispos para establecerse en estos territorios, en los que
debían trabajar mucho y ganar poco.

En tan lastimosas condiciones transcurrió la vida eclesiástica en el noroeste. No


obstante, la institución no vio menguar su prestigio social y político, el hecho de no
contar con suficientes sacerdotes no desvaneció su religiosidad, pero si
probablemente esta se fue moldeando de manera más autónoma y relajada con
respecto a otros lugares de la república.

En resumen, la Iglesia del noroeste no fue rica ni poderosa ni estaba bien


reglamentada, lo que impidió que jugara un papel preponderantemente en el
campo económico, social y político173 como lo ejerció en otras regiones del país.
Además esta ausencia de sacerdotes en algunos lugares de la región propició
socialmente una menor influencia y control de la “moral” de los pobladores.

Otro suceso al que se tuvo que enfrentar la iglesia del Mazatlán fue la aplicación
de la Ley Lerdo de 1856, aunque en Sinaloa ya anteriormente se había legislado
sobre el particular desde 1831. Aquí el panorama era claro y se comprobó en
1847 durante la expedición de la Ley Federal de Ocupación de los Bienes del
Clero, donde el Obispado de Sonora quedó excluido de cualquier intervención por
la escasez de bienes, templos, casas cúrales y fincas rústicas174 lo que demuestra
la débil presencia de la iglesia en Mazatlán en el aspecto económico.

Se puede afirmar que la legislación mexicana en materia matrimonial comenzó


con la expedición de la Ley del Registro Civil del 27 de enero de 1857, en la cual
se estableció que las autoridades civiles podrían registrar ciertos actos
considerados del estado civil, a saber (articulo 12): el nacimiento, el matrimonio,

173
Sergio Ortega Noriega, Un Ensayo de Historia.... p. 102.
174
Antonio Nakayama, Sinaloa un ... Op. Cit, pp. 227-232.

111
la adopción y arrogación, el sacerdocio y la profesión de algún voto religioso,
temporal o perpetuo, y finalmente la muerte.

El artículo 65 de la misma Ley decía que celebrado el sacramento ante el Párroco


y previas las solemnidades canónicas, los consortes se presentaran ante el Oficial
del Estado Civil a “registrar el contrato de matrimonio“. En esta Ley se introduce
una separación entre el sacramento del matrimonio, que se realizaba conforme al
derecho canónico y el “contrato” que debería ser inscrito en el Registro Civil. La
denominación de “contrato” parece tener el único fin de justificar la orden de su
inscripción en el Registro Civil, pues era evidentemente opuesto al criterio liberal
de la separación de la Iglesia y el Estado, que en el Registro Civil se inscribieran
los sacramentos. La Ley no pretendió regular el “contrato” de matrimonio, por lo
que la celebración y efectos del mismo quedaron sujetos a las disposiciones
canónicas.

En cambio, la Ley del 3 de julio de 1859, una de las llamadas “Leyes de Reforma”,
reguló directamente el matrimonio, al que tipifica como un “contrato”, entendida
esta palabra como un acto sujeto a la ley civil.

La posición dominante en el escenario público era clara. El Estado mexicano


debía concentrar en sí todos los poderes de la sociedad, dejando atrás la antigua
colaboración con la Iglesia, sin embargo, secularizar el poder e imponer la
autoridad gubernamental era una tarea complicada en una sociedad que
conservaba muchas de sus características tradicionales, entre ellas, los vínculos
que se desprenden de la religiosidad y aún más, el quehacer de la Iglesia también
se aplicaba en el campo de lo político en el sentido de que a partir del control de lo
Sagrado podía ejercer el poder a nivel público y privado.

Además de su peso en el mundo material, la iglesia mexicana se extendía a lo


inmaterial y a la propia individualidad de los sujetos. Controlaba los procesos
vitales de los individuos: bautizos, comuniones, matrimonios y muertes, y lo más
importante, cobraba por controlarlos: diezmos y coacciones religiosas. Si el poder
social que ejercía sobre los individuos era fuerte, más lo era el poder interiorizado
que penetraba los cuerpos y que culminaba en el acto de la confesión. Con la

112
figura de un Dios invisible y todopoderoso, la importancia en la limpieza y la
pureza interna de los actos humanos es fundamental. Esta tríada de poderes
confluía en la institución eclesiástica y ante ella, un Estado Nación en surgimiento
no podía estar tranquilo.175 El naciente Estado veía como un peligro la legitimidad,
riqueza y ascendiente que esta institución conservaba.

La Reforma juarista terminó de forma definitiva con el antiguo sistema que la


Iglesia había mantenido como primera corporación del país; perdió buena parte de
su patrimonio económico, cuerpos que la integraban como órdenes religiosas,
cofradías, órdenes terceras y demás asociaciones de laicos. Ante tal situación,
resultó indispensable reestructurar la vida de la Iglesia.

Por lo que, reunidos en Roma con el Papa Pío IX, los obispos mexicanos
comenzaron por trazar una nueva división territorial, erigiendo nuevas provincias
eclesiásticas y diócesis dependientes. Sin embargo, la búsqueda de un acuerdo
con el Estado para evitar la aplicación estricta de las Leyes de Reforma y la
preparación de una nueva jerarquía, fueron dos de los objetivos más destacables.
Todas estas situaciones políticas, tendrían repercusiones sociales y culturales,
de ahí que la vida de la Iglesia fue muy agitada, pues en algunas regiones del
país, los valores religiosos se tomaban a pie puntilla, pero en el noroeste la Iglesia
había incursionado tarde a este territorio y no tenía el mismo control sobre la
sociedad.

3.4 El panorama religioso en Sinaloa y Mazatlán: de finales del siglo XVIII a


la séptima década del XIX

Es difícil, evaluar la importancia que tenían los valores religiosos entre los
pobladores de Sinaloa -ya que se cuenta con pocos elementos-, lo cual es
extensivo a la población mazatleca, sobre la cual se fija la atención en esta
investigación. Aunque se pueden destacar algunos elementos que muestran
algunos indicadores, es difícil que se pueda determinar el significado real que la

175
Raúl Enríquez, “El Siglo XIX mexicano: una lectura sacrificial”, en Revista Antropología Critica,
México, UNAM-I, Antropología Social, 2003-2004 p 33-35.

113
religiosidad tenía para la colectividad. Por ejemplo, en estas tierras sinaloenses se
encuentran algunos patrones o esquemas nacionales, como el de considerar a
Dios arbitro supremo en cuya autoridad se avalaban los juramentos de la época.
Tal es el caso del Congreso Constituyente del Estado de Occidente, al emitir un
decreto en donde se planteaba la obligación de jurar la Constitución de 1824,
donde es Dios el principal juzgador. Después del juramento las autoridades
pasaron a la iglesia, donde cantaron un Tedeum y el párroco pronunció un
discurso. Esta formula de prestar así juramento, cambió después del movimiento
de Reforma y aunque prevalecieron estructuras del Antiguo Régimen, donde la
Iglesia tenía influencia, la modernidad y el liberalismo fue ganando terreno.

Al principio, estas manifestaciones se dieron en una élite política e intelectual y


posteriormente se extendió hacia otros grupos sociales. Pero más allá de esa
religiosidad oficial, existía otra de carácter popular en la que se mezclaban
creencias católicas con supersticiones y continuidades paganas que, aunque ya
se daban en otras partes, existen pocos indicios de ellas en el puerto. Aunque esto
no quiere decir que no las haya habido.

Para detectar su manifestación e incidencia es necesario dar seguimiento a la


evolución de la institución eclesiástica y la feligresía en el espacio social elegido
como campo de estudio,

3.4.1 La Iglesia en Mazatlán

De entrada es pertinente ubicar a Mazatlán en el contexto de esta historia de la


Iglesia en el siglo XIX, recordando que, como ya se mencionó, el puerto tiene sus
orígenes en la primera década de este siglo. Adquiriendo relevancia después de
culminada la independencia y fortaleció su crecimiento después de haber sido
declarada puerto de altura.

Con mucha precisión, el sacerdote José Trinidad Hernández, señala que el primer
lugar de oración en Mazatlán, fue una ermita por la Bahía San Félix o Puerto Viejo
por la Playa Norte, “construida pobremente con paredes de vara blanca
emplastada con lodo y techo de zacate”, cuyos orígenes se remontan al año de

114
1750, consagrada como Cofradía de la Purísima Concepción por el obispo de
Durango Dr. Pedro Tamarón Romeral.176 En lo que se conoce como Villa Unión -
y no en Mazatlán- donde estuvo dicho obispo, quien brinda este pasaje:

“allí residía continuamente un teniente cura, aunque ya pide cura


propietario que será preciso darle en primer vacante del de la villa
de San Sebastián, tiene iglesia nueva, aunque no de mucha
amplitud, dedicado a la Purísima Concepción, en cuyo día celebré
allí de pontifical, veneran una preciosa imagen de Nuestra Señora
muy adornada “177

Sin embargo, en ningún lugar se menciona con tanta precisión otra iglesia tan
cercana al puerto, solo se pudo localizar otra referencia que hace José Esteban,
teniente gobernador de Mazatlán, en un documento fechado el 24 de julio de
1804, donde se menciona:

“Pueblos sólo tiene el de la cabecera llamado San Juan Bautista


de Mazatlán. Se compone de treinta débiles jacales de zacate,
tres casas reducidas de adobe y teja, casas reales de lo mismo
que se están construyendo, y una iglesia en estado de ruina, y el
resto del vecindario vive disperso en otro distrito”178.

Esto indica entonces, que el primer lugar de oración en Mazatlán fue el tempo de
San José, ubicado en la falda oriente del Cerro de la Nevería, por la calle
Campana. Se construyó alrededor de la tercera década del siglo XIX. Fue
edificado pobremente, de una sola y baja torre y techo de teja.179 Este templo fue
la primera sede parroquial de Mazatlán, desde el 25 de marzo de 1837 hasta el 7
de Mayo de 1899.

En el escrito titulado “La religiosidad de los mazatlecos en 1836”,180 presentado


por Enrique Vega Ayala, se encuentra el informe del primer cura de ese lugar,

176
Pbro. J. Trinidad Hernández Dávila, Orígenes de Mazatlán y su Catedral ,Mazatlán Visión
Creativa Publicista, 1998, p. 18.
177
P. Tamarón y R. Demostración del Obispado de la Nueva Galicia, en José Ma. Figueroa y
Gilberto López Alanís 18 Encuentros con la Historia, Mazatlán, Culiacán, Imprenta Once Ríos
Editores 2003, p.126.
178
Adrián García Cortés, La fundación de Mazatlán, México, Siglo XXI-DIFOCUR, 1992, p. 85.
179
Ibíd.
180 180
Enrique Vega Ayala “ La Religiosidad de los mazatlecos en 1836” en Clío N°.17 Culiacán,
Universidad Autónoma de Sinaloa, mayo- agosto, p. 183.

115
Francisco Gómez, redactado en 1836 al Obispado de Sonora, describiendo las
condiciones en que recibía la parroquia.

“la fabrica material de esta santa iglesia sin alhajas ni paramentos


no es de lo mejor, pero hay más que en otras partes donde falta
hasta lo necesario: guarda pues esta una medianía entre las que
están mejor servidas y las que carecen de muchas cosas
preciosas”.181

En este mismo documento, se hace una descripción del aspecto religioso de la


vida de los habitantes del puerto. Se señala que no existía un campo santo
cercado y los muertos eran enterrados en las playas. Además, se comenta “que
había una gran indiferencia hacia la religión entre los porteños”. También señala
el “desorden inaudito de diez años atrás.....que nada hay existente” (se refiere a
los documentos), más concretamente se pone de manifiesto que “las... partidas,
informaciones matrimoniales y ordenes superiores de un tiempo que debieron
asentarse en libros hechos de papel de oficio, según un decreto del Estado que
fue circulando por ese superior gobierno me fueron entregados en unos malos
cuadernos”182.

La historia de la iglesia y religiosidad de los mazatlecos se puede reconstruir


desde varios afluentes. Los viajeros extranjeros han aportado una valiosa
información al respecto; tal es el caso de Levi Chamberlain, quien estuvo de paso
en el puerto alrededor de 1840. Su descripción es la siguiente:

“un templo casi terminado está situado a cierta distancia de la


calle principal. Caminamos hacia él y paseamos por esa parte de
la población. El edificio no es grande; está hecho de adobe y
enjarrado y tiene una entrada a la nave desde afuera. Ya se han
gastado en el edificio alrededor de 16,000 pesos. Posee dos
santos tutelares en su frente sobre el trabajo ornamental que se
levanta por encima del techo. Creo que una cruz esta en la parte
superior de éste y en su centro”.183

Hasta antes de esta construcción, las misas se celebraba en la casa de la familia


Ramírez, que contaba con un amplio local que se prestaba para fiestas y para
181
Ibíd. p. 184.
182
Ibíd.
183
Oses Cole, Las viejas calles.... p. 67.

116
celebrar misa los domingos, así lo señala el comerciante alemán Adolf Riensch,
quien residió en Mazatlán desde 1841.184

Las carencias de la iglesia católica en Mazatlán no se limitaban a lo


infraestructural, también se manifestaba en el peso y magnitud del núcleo de
propagadores de la fe. Sobre este particular, los números hablan solos; si se hace
una cuantificación de los propagadores de la fe en el puerto sinaloense, se
encuentra que a lo largo de los años que van de 1837 hasta 1862, hubo once
sacerdotes, cuatro de ellos interinos y, al parecer, entre estos años hubo algunas
ocasiones en que no contaron con cura, aunque la información es un tanto
confusa al respecto.185 En algunas parroquias, en un mismo año se cambió de
sacerdote en dos ocasiones. Según el escrito anterior, los pobladores no tenían
interés en acercarse a la iglesia, aparte de que la iglesia era pequeña, pobre y no
cobraba los aranceles acostumbrados ya que “desde tiempo inmemorial - se
186
negaban - a pagar más”. Hay indicios que permiten suponer que los sacerdotes
tampoco estaban interesados en esta pequeña comunidad que poco o nada les
aportaba, pues los feligreses eran desinteresados y nada tumultuosos.

Otros indicios sobre el mismo asunto provienen de una nota periodística que si
bien se elaboró un lustro después del finales del siglo XIX, su orientación es traer
a cuento el estado de la iglesia del puerto y a la construcción del nuevo templo de
un cuarto de siglo atrás; al respecto menciona: “El templo viejo, apenas se
sostenía con sus delgadas paredes y sus feas vigas. Para que los fieles llegaran
hasta sus puertas debían subir un verdadero calvario, apenas propicio para los
penitentes que acostumbraban entonces subir de rodillas, en la Semana Santa, los
brazos en cruz, rezando y haciendo como que rezaban, arrastrándose sobre
‘tápalos’ y pañuelos que les tendía la gente devota, rodeados de los cirios de cera
de las viejas fanáticas... y recibiendo las mandas de cobre y a veces de plata, que
por compasión les daban.” 187

184
Oses Cole, Las viejas Calles... p. 41.
185
Pbro. J. Trinidad Hernández Dávila, Op. Cit., p. 156.
186
Enrique Vega Ayala, La religiosidad ...p. 184.
187
EL Correo de la Tarde, 24 de febrero de 1897, en, Mazatlán en los recuerdo..., p. 271.

117
Ya sobre la edificación religiosa más reciente, la prensa comentaba lo siguiente:
“el nuevo templo, sólo podía ostentar cuatro paredes con seis ventanas y tres
portones abiertos a todo viento animal. La leyenda dice que había costado millares
y millares de pesos, siendo criticado severamente por el único periódico semanal
que ilustraba las masas sociales de Mazatlán, la indiferencia del público, ante el
estado de perpetuo abandono de este edificio que podía ser adorno y honra de la
ciudad, no se debatía aún si sus cimientos estaban sobre tuturuguay u otra
base”188.

Alrededor de estas notas podemos hacer varios subrayados. Destacan: el lugar


inaccesible del único templo del puerto y su lamentable estado, la procesión de
fieles por la celebración de Semana Santa, que deben haber sido sumamente
pobre ya que se les daba limosna; la apatía de los creyentes y el resto de la
sociedad mazatleca ante el lamentable estado y aspecto del templo católico, es
un indicador que nos sirve para medir el fervor religioso. Es de suponerse que el
estrato social mas connotado, además de recursos financieros si hubiera tenido
interés, la rehabilitación del inmueble no hubiese demorado mucho, máxime si se
toman en cuenta las cantidades de dinero que circulaban en el puerto y la
solvencia económica de varias familias del lugar. Pero la élite porteña tenía otras
prioridades y entre ellas no se encontraba la iglesia.

Las necesidades continuaban, por eso, el 30 de marzo de 1860, las actas del
ayuntamientos registran una solicitud “a la población de ayuda para la nueva
Iglesia”189 Esta iglesia190 sería la hoy catedral que con muchos trabajos y
contratiempos se construyó con la cooperación de algunos comerciantes.

Ese mismo año de 1860, el párroco del lugar, no dejaba de hacer peticiones de
ayuda al ayuntamiento para la celebración de festividades religiosas:

“una comunicación del cura párroco el que manifiesta ser de


costumbre que el octavario de la festividad del Corpus se

188
Ibid p. 272.
189
Ayuntamiento de Mazatlán, Acta de Cabildo de Mazatlán l2 de marzo de 1860, f 98
190
Fue hasta el 7 de mayo de 1875, que inició la construcción de dicho templo, y su inauguración
se llevó a cabo hasta el 7 de mayo de 1899.

118
distribuya entre las principales autoridades y personas notables de
esta capital invitando al H. Ayuntamiento para que acepte la misa
solemne que há de celebrarse el sábado 9 del presente mes por lo
que la corporación acordó se contestara de conformidad y que se
comunique al tesorero a fin de que cubra los gastos de esa
función cuya cuenta remitirá el mismo párroco”191.

En estas fechas las celebraciones religiosas se mezclaban con las cívicas y el


cura del pueblo participaba en ellas con la cooperación del ayuntamiento y la
participación de los empleados del mismo, cosa que no sucedería en los
siguientes años, desapareciendo la presencia del cura en los actos cívicos y no
se vuelven a mencionar los festejos de Corpus Christi en las actas de cabildo del
puerto después de 1862.

Pese a que, para algunos festejos, la colaboración de las autoridades civiles se


hacía presente, los problemas y confrontaciones estaban tocando la puerta.
Información al respecto se puede obtener de un texto localizado en la Catedral de
Mazatlán, titulado Libro de Providencias Diocesanas, donde se encuentran los
mensajes enviados por el obispo, para que éstos fueran dirigidos a los feligreses y
en general a toda la diócesis, con motivo de los conflictos por los que la Iglesia
estaba pasando con la nueva Constitución y la aplicación de las Leyes de
Reforma. A los sacerdotes se les pedía impartir los sacramentos y utilizar los
púlpitos para atacar y condenar al gobierno constitucional y las leyes emitidas,
particularmente las proclamadas en Veracruz los días 12 y 13 de julio de 1859,
sobre exclaustración, extinción de monasterios y nacionalización de bienes
eclesiásticos. El discurso eclesiástico sostenía que estas medidas y decretos eran
"inmorales, impías y heréticas" para los católicos, y que sólo buscaban arrebatarle
a la Iglesia sus bienes y desaparecer de la sociedad mexicana "tan divina
institución". Al particularizar sobre la ley del matrimonio civil, el clero la presentaba
con los tres calificativos ya mencionados, agregándole que era “maldita de
Dios".192

191
Ayuntamiento de Mazatlán, Actas de Cabildo de Mazatlán, 8 de junio de 1860, f 127
192
Libro de Providencias Diocesanas, Catedral de Mazatlán.

119
Quitar la exclusividad sobre las uniones matrimoniales no fue la única medida que
padeció el iglesia y sus servidores en Mazatlán, también se arremetió sobre otro
de sus antiguos ámbitos de acción: la administración del sepulcro. La Iglesia,
había tenido el control de los cementerios y disponía quien estaba al cargo de los
mismos, pero al establecerse la nueva disposición en la materia, tuvo que
entregar los camposantos al juez del Registro Civil. Esto provocó que en Mazatlán,
Leo Ezquerra, encargado y mayordomo de la parroquia y hasta entonces el
responsable del panteón, se molestara y presentara una queja, aduciendo que el
juez había hecho una interpretación arbitraria a la Ley del 21 de julio de 1859, lo
que motivó “la desagradable cuestión sobre la administración de este campo
Santo que ha estado a cargo del primero como mayordomo de fabrica propuesto
por esta corporación y aprobado por los obispos de la diócesis, por lo que adjunta
copias de dos comunicados que le dirigió el juez don José Antonio Aldrete
previniéndole que cese sus funciones como mayordomo.”193 El mayordomo
alegaba que solo los nuevos panteones que fueran construidos después de dicha
ley estarían a cargo de los jueces, pero no el viejo panteón del puerto que, “fue
erigido a costa de algunos vecinos que no pertenecen a comunidades civiles ni
religiosas y por eso la ley lo exceptúa de la administración del juez.”194 Pese a
todas las quejas que presentó el sr. Ezquerra, éstas fueron desechadas, ya que el
6 de octubre de 1860 “se dispone que el campo santo de esta ciudad sea
administrado por el Juez del Registro Civil en lo que resuelve el Gobierno no poder
acceder a la solicitud por impedirlo la ley de la materia.”195

Entre la información proporcionada por el sr. Ezquerra figuró la noticia que el


dinero que recaudaba de los entierros y la fábrica eran para la construcción de la
nueva iglesia. Así que, con esta nueva disposición, la Iglesia perdió los cobros que
obtenía por los matrimonios y los entierros, ocasionando que la institución
feligresa del puerto se empobreciera aún más.

193
Ayuntamiento de Mazatlán, Acta de Cabildo, 8 de junio de 1860, foja 102.
194
Ibid
195
Ibid.

120
Con este nuevo marco normativo, los problemas de cementerios tenían que
enfrenarlos las autoridades “laicas”. En otra una nota del cabildo de Mazatlán,
fechada en 1862, se hace referencia a la necesidad de un nuevo panteón, ya que
“el actual se encuentra complemente ocupado por las muchas inhumaciones que
han hecho y siguen haciendo, pues al cavar las fosas se descubren cajas y
cadáveres aun frescos.”196 Y como era el gobierno quien ya asumía esta
responsabilidad pero no se disponía de dinero, el ayuntamiento solicitó que la
responsabilidad estuviera a cargo de “los jueces del registro civil y que su fondo
se aplique por un tiempo determinado para destinarlo a un objeto de tan urgente
necesidad ya que siempre los desechos llamados de fábrica se han aplicado a ese
objeto.”197 Pero, pese a la necesidad de un nuevo panteón, el juez del registro civil
estaba imposibilitado a reunir dinero para dicha causa ya que el mismo estaba
solicitando al ayuntamiento su sueldo del mes anterior, petición que le fue negada
por no existir fondos para cubrir dichos gastos.198

Si bien, las autoridades atendían asuntos antes en posesión del clero, la


supervisión e intervención sobre la marcha de la labor católica estaba presente,
Este rol se puso de manifiesto a raíz de un altercado entre dos curas (Pbro.
Llevaría y Pbro. Oviedo) que por su magnitud, el templo tuvo que cerrarse. Ante
estos sucesos, el Ayuntamiento recibió una “comunicación de la Prefectura” en
donde se informaba que al “presbítero Llevaría se le impone una multa de
quinientos pesos por no hacer efectiva la entrega del templo de esta parroquia y
no haber dado cumplimiento a una [comunicación] que anteriormente se le había
dirigido”, aduciendo que “no puede dar cumplimiento a dicha orden (de entregar el
templo) por ser contraria a la Leyes de Reforma que establecen la independencia
absoluta de los poderes espirituales y temporal”;199 esta situación generó
desacuerdos entre los sacerdotes que estaban a cargo del templo y el gobierno
municipal, ya que los párrocos se negaban a abrir las puertas del templo por
problemas entre ellos; por este motivo el gobierno decidió:

196
Ayuntamiento de Mazatlán, Acta de cabildo del 4 de enero de 1862.
197
Ibid.
198
Ayuntamiento de Mazatlán, Acta de cabildo de 24 de febrero de 1863.
199
Ayuntamiento de Mazatlán, Acta de cabildo del 19 de noviembre de 1861.

121
“hacer cumplir y hacer que se observen las leyes, no puede
mezclarse en las cuestiones que se ventilan en materia de religión,
jurisdicción eclesiástica administración de los bienes y templos
permitidos a las sociedades religiosas, todas las cuales están
previstas en la ley del 4 de diciembre del año pasado = Y como la
cuestión suscitada versa sobre la prohibición del único templo de
esta Parroquia entre el Sr. Llevaría y el Sr. Oviedo ministros
católicos, que según se alega por los fieles que siguen al uno y al
otro, no hacen oposición a las leyes de reforma, asegurándolo ud.
así al menos del segundo de los expresados sacerdotes, no queda
en este caso otra cosa que hacer si no aplicar el artículo 6° de la ley
que reglamenta la tolerancia de los cultos y declarar en
consecuencia a los interesados que tienen expeditos todos los
recursos legales por deducir ante quien deba los derechos que
respectivamente crean corresponderles sobre el punto en
cuestión”.200

Pero estos conflictos internos, podían traer otros problemas aparejados,


sobretodo, impactar en la feligresía que se quedaba sin recibir misas y
sacramentos, además de otras conductas nada deseables para las autoridades.
Así que, para las autoridades, no era un asunto entre particulares, sino de interés
público, por eso manifestaron lo siguiente:

“la cuestión sobre perder el único templo que aquí ecsiste (sic),
puede dar lugar a agitación y disidencias públicas que este Gobierno
esta en deber de evitar puesto que también esta constituido en el
deber de proteger el ejercicio del culto católico, como el de todos los
demás el cual quedaría mientras aquella se ventilase, sin poder
prestar a sus fieles los socorros espirituales, con gran perjuicio de la
generalidad del Pueblo que profesa aquella ciencia” .201

El contenido del texto da cuenta de la imbricación entre poder público y religión;


para las autoridades eran aspectos que deberían ir indisolublemente ligados en la
vida de la población local. Por ello, el vice gobernador ordenó la intervención del
Ayuntamiento para abriera el templo en disputa, conservara las llaves del mismo y
las pusiera a disposición de uno y otro sacerdote si querían oficiar misa, y “si entre
ellos hay diferencias en cuyo fondo no debe penetrar el gobierno se haga por

200
Ibíd.
201
Ibíd.

122
dicho Cuerpo y con audiencia de ellos una distribución prudente de las horas en
que deben celebrar sus oficios”202

Además, como puede notarse, la situación dentro de la iglesia local tampoco era
muy favorable, los portavoces de la iglesia no solo tenían problemas con las
autoridades gubernamentales sino hasta entre ellos mismos.

Pero dejando de lado sus reyertas internas y fijando la atención en las vicisitudes
que el clero pasaba con la institución pública, el ya mencionado Libro de
Providencias Diocesanas,203 proporciona algunos otros referentes.

Por ejemplo, en sus notas de 1868, se les dan instrucciones a los sacerdotes, para
que dejen de lado la prohibición de algunos días festivos por parte del Supremo
Gobierno y sigan con las celebraciones programadas. También se encuentra una
carta que dice así:

“En el periódico oficial de este estado ‘La Regeneración de Sinaloa’


correspondiente al viernes 15 del presente mes se halla una circular del
Supremo Gobierno que dice a la letra: “Gobierno constitucional del Estado
de Sinaloa = circular.- El ciudadano gobernador dispone el cumplimiento
de lo mandado en circular del ministerio de gobernación fecha 15 de
agosto de 1862 inserto en el periódico oficial del Estado “La Opinión de
Sinaloa” numero 146 publicado en 19 de septiembre año de 62 en ella
se declararon sin valor ni efecto las providencias cuyo objeto sea prohibir
a los párrocos administrar el bautismo y la bendición nupcial, si no
presentan previamente los interesados el acta respectiva del registro
civil”. 204

Esta nota que el sacerdote transcribe, es porque se ha publicado en el mismo


periódico con fecha 15 de mayo de 1868. Por lo que se le pide al párroco
transcribir la circular y la envié al Juez del Estado Civil, para “la mejor observancia
de dicha circular en su Distrito” .Con esto quedaba entendido que podían
libremente administrar los antes prohibidos sacramentos de bautizo y matrimonio a
quienes se presenten a recibirlos aunque no llevaran boleta o constancia de
registro civil.

202
Ibíd.
203
Del archivo de la Catedral de Mazatlán, cuaderno de notas que le faltan hojas y las que tiene
están sin número. Inician las notas en 1861 y finalizan en 1873.
204
Ibíd.

123
Existen otras circulares, en donde lo recurrente es la crítica a los “perseguidores
que quieren despojar a la Iglesia de sus bienes” y condenan a quienes han
“injuriado” a los curas y se han “burlado de la Iglesia”.205

3.5 Religiosidad en Mazatlán durante la séptima década del siglo XIX

Es de suponerse que durante estos años, la indolencia y el abandono de la iglesia


del puerto parece ser evidente: falta de recursos, sacerdotes, desavenencias
internas la poca concurrencia de feligreses hicieron de Mazatlán la puerta de
entrada a ideas liberales y a una moral mas relajada. Además se contaba con la
presencia de otros cultos distintos a la religión católica.

Claro que los datos sobre todos estos asuntos no son muchos. Por ejemplo, a
pesar de la gran cantidad de extranjeros que habitaban el puerto, poco se sabe
sobre la religión que profesaban durante esta época en Mazatlán. Un antecedente
se encuentra desde 1830, porque se conoce que en esa fecha ya existía un
cementerio protestante. Otro indicador aparece entre 1843 o 1844, cuando se
efectuó la ceremonia de conversión a la religión católica del comerciante prusiano
Agustín Haas establecido en Mazatlán, quien aparecía como socio de la firma
Haas, Denghausen y Compañía. El suceso de conversión al catolicismo, es
relatado por el Sr. Oses Cole:

“El Sr. Haas se enamoró de Rafaela de la Vega, hija de Rafael de


la Vega, cabeza del poderoso grupo económico de Culiacán,
quien junto con sus hermanos tenía establecida una casa
comercial en Mazatlán, donde pasaba largas temporadas. Para
que de la Vega diera su consentimiento, Haas se vio obligado a
abrazar la religión católica, y después de un tiempo de recibir
instrucción religiosa por parte del cura párroco, el día señalado
para hacer su profesión, montó en una mula y vestido de sayón y
sosteniendo una vela en la mano paseó lentamente por las
principales calles de la población. Cuando hubo llegado al templo
y subido la larga escalinata, encontró las puertas cerradas. Luego
de tocar varias veces, se escucho la voz del cura preguntando
quién estaba afuera, a lo que hubo de contestar “ un pobre

205
Ibíd.

124
pecador perdido que pide ser aceptado por la única religión que
hace santo”. Después de escuchar lo anterior, se abrieron las
puertas y el párroco procedió al bautizo de Haas y al oficio de una
solemne misa”.206

Después de esta versión de la conversión de un extranjero, la duda sigue latente:


nos quedamos pensando ¿cuantos de los extranjeros europeos o estadounidenses,
eran católicos o profesaban alguna otra religión o ninguna?, la respuesta ayudaría a
conocer los tipos de prácticas que existieron en torno al acto y rito matrimonial, la
familia y las costumbres de la población del puerto. Desgraciadamente a la
pregunta le hace falta una respuesta.

Sobre la presencia de alguna labor pastoral de parte de los extranjeros, hasta el


momento la investigación no arroja datos al respecto. Tampoco se sabe si la
colonia alemana, que era una de las más numerosas en el puerto, contaba con
algún centro de reunión destinado al culto religioso. Estos extranjeros ¿no era ya
“hijos” de la ilustración y de ideas liberales ya que venían de civilizaciones
modernas? Lo que los distanciaba de la religión católica. Las dudas e
interrogantes asaltan y amenazan con dominar el escenario.

Asimismo, para los años de estudio (1860-1870) en Mazatlán no hay huella de


fundaciones y labor de curas que se manifestaron en otras iglesias con
establecimiento de cofradías, obras pías y en el aumento de prácticas
parroquiales. Tampoco se sabe de ninguna figura relevante en cuanto a lo
eclesiástico. No había órdenes religiosas, ni escuelas para niños de educación
elemental de procedencia católica dirigidas por religiosos que no fuera el
Seminario al menos no hasta 1870.

Pero no todo es ausencia, hay algunas noticias rescatadas del recuerdo y el olvido
que ayudan a dibujar un tenue panorama sobre la forma en que los mazatlecos
vivieron la religiosidad durante la séptima década del siglo XIX.

En esa lista aparecen imágenes como la proporcionada en 1860, por John Parrot
comerciante y cónsul de los Estados Unidos en Mazatlán, quien señalaba “la

206
Oses Cole, Las viejas calles... p. 68.

125
razón de su tamaño reducido – refiriéndose al templo de San José- si se le
compara con otros templos católicos contemporáneos, pudiera atribuirse a que en
la época en que fue construido, la población de Mazatlán no sobrepasaba 4 mil
habitantes y a que la ciudad nunca se distinguió por su acendrada religiosidad”.207

Poca fe y mucha restricción, formulada nada venturosa para los fines del clero. Si
A lo anterior habría que aunarle que los representantes de la Iglesia en el puerto,
vivieron sucesos que les ponían de manifiesto quienes no estaban de acuerdo a
los ritos religiosos y lo reiteraron en diferentes actos.

Por ejemplo, un hecho que quedó asentado en la sesión del Cabildo del 4 de abril
de 1857 fue que, “se les prohibía a los llamados Layouel (sic) y fariseos salir en
las Procesiones de Semana Santa, cuya farsa y mala conducta para la celebración
de los Misterios de la Pasión de Jesús Cristo “dan larga a criticas y ridiculizan ese
acto religioso que la Iglesia y los fieles solo deben solemnizar”208.

La lista sigue. En el mismo texto de Providencias Diocesanas, se registra una


petición que se hace a los curas para que “no tengan que recibir ofensas al llevar
el Viático”209 y esta consiste, en llevarlo cubierto para que no pudiese ser visto.

Otro suceso que quedó asentado en la Sesión de Cabildo del 6 de noviembre de


1860 consiste en que, “el cura párroco quiere retirarse del curato por la falta de
recursos para subsistir además de que le han insultado dirigiéndole expresiones
injuriosas personas desconocidas para el ejercicio de su ministerio”. Con lo
anterior se vuelve a poner a la luz que -al menos hasta la década del siglo XIX
que ocupa a esta investigación-, hubo algunos conflictos menores con la
comunidad católica, dándose comportamientos irrespetuosos hacia expresiones
públicas de la catolicidad, tal vez inimaginables en cualquier otra ciudad del país.

Pero lo que si se hacia presente en el ámbito religioso mazatleco eran las


festividades impulsadas por el clero.

207
Oses Cole Las Viejas Calles... p. 68
208
Ayuntamiento de Mazatlán, Actas de cabildo, 4 de abril de 1857.
209
Literalmente, alimento para el camino. Es el rito de comunión especialmente llevado a los
enfermos que están a punto de fallecer o que no pueden trasladarse a un templo.

126
Las grandes fiestas religiosas oficiales de este período eran el Corpus Christi y la
Semana Santa. La primera de ellas se celebraba en Mazatlán con una solemne
procesión que salía desde un punto acordado por los feligreses, después de una
misa que se oficiaba en el mismo templo. Aparte de esta, está documentada la
procesión del día 8 de diciembre para festejar a la Inmaculada Concepción, pero
no he localizado información con referencia a la adoración a algún santo o si para
entonces la iglesia contaba con algún santo patrono o si había más procesiones o
peregrinaciones de fieles además de estas dos procesiones.

Desde mediados del siglo XIX, por determinación de la autoridad eclesiástica, se


había suprimido cualquier otra procesión de Corpus Christi que no fuese la oficial
con el objeto de realzar esta última. Se realizaba durante la mañana y participaban
tropas de línea, el clero, empleados del ayuntamiento, público en general, así
como las principales autoridades civiles de la ciudad, comenzando por el Prefecto
y los miembros del cabildo. A partir de 1861, Esta celebración de Corpus, no volvió
ha ser motivo de comentario en las sesiones de Cabildo respetando la separación
de la Iglesia y el Estado impuesta por la Constitución de 1857, pero tampoco se
sabe si las autoridades siguieron participando por su cuenta.

Otra celebración popular era la de Semana Santa, conmemoración religiosa,


oficial, e importante. Se iniciaba el Domingo de Ramos, sin embargo aun cuando
se conoce que se respetaba el Jueves y el Viernes Santos, en Mazatlán no se
tiene información sobre su celebración. De lo que si se tiene conocimiento es que
durante la Pascua se hacia una gran vendimia en la Plaza Machado y que gente
muy pobre concurría al viejo templo.

Durante el lapso de la intervención francesa en el puerto, se suscitó un incidente


durante una celebración religiosa, la cual es relatada por el Sr. Oses Cole: el 8 de
diciembre de 1864, en el templo de San José se estaba efectuando un lucido
festejo por el día de la Inmaculada Concepción, conmemoración que indigestó a los
jefes galos. Sus expresiones sobre el particular giraron en torno a lo siguiente:

“no esta en mi modo de pensar el impedir manifestaciones


religiosas; pero esas manifestaciones tiene cuando no queda

127
uno avisado de antemano, mayores inconvenientes. Los
cohetes y las cámaras que se tiraron esta noche sin previa
licencia mía, hicieron temer al Señor Almirante, un ataque de
parte del enemigo y con tanto mayor motivo que la señal de
ataque ha de anunciarse precisamente con tres fuseas. Se
mandaron las compañías de desembarco a tierra y durante dos
horas reinó la inquietud a bordo de la Victoria. No necesito
insistir sobre lo que ha pasado, pero de aquí en adelante
ningún cohete se tirará, ninguna manifestación se hará, sin que
esté yo avisado y que tenga el campo necesario para
anticiparlo a la armada como también a la guarnición.”210

Otro suceso que llama la atención ocurrido durante la intervención fue un acto
cívico-religioso con un Te deum en conmemoración del cumpleaños del
emperador Maximiliano, el día 6 de julio de 1866. Para el evento el prefecto
superior hizo llegar una comunicación a todas las dependencias imperiales que
existían en la ciudad, incluyendo la alcaldía municipal, en la que refería “debiendo
celebrarse el aniversario del natalicio de S.M. el Emperador, nuestro Augusto
Soberano, el viernes 6 del corriente, el señor Prefecto Superior espera que
concurrirá Ud. En unión de los miembros de ese I. Ayuntamiento y demás
empleados subalternos, a las 7 de la mañana en punto del mismo día , a la Casa
de Gobierno, de donde saldrá la comitiva para asistir al solemne Te Deum que se
cantará en la Iglesia parroquial de este Puerto, con arreglo al Ceremonial adjunto;
en la inteligencia de que deberán tener lugar, después del acto religioso, las
felicitaciones que Su Señoría recibirá a nombre del Soberano, según lo dispone el
Art.4° del Decreto de 1ro de Diciembre último sobre festividades nacionales” 211

Para este ceremonial se les había hecho llegar también instrucción a cada asistente
del lugar que debía tomar en dicha ceremonia y el alcalde municipal giró ordenes a
los jefes de los cuarteles de la ciudad que invitaran a todos los vecinos y que
iluminaran sus casas la noche de ese día; además se previno a los comerciantes de
que mantuvieran cerrados sus negocios ese día por ser festividad nacional. Pese a
tanta organización para dicho evento los resultados no fueron los esperados, ya que
la concurrencia fue escasa, lo que provocó que el prefecto se encolerizara y

210
Oses Cole, Las viejas calles ...,p 151.
211
Oses Cole, Las viejas calles..., p 69.

128
mandara una carta de reclamo al alcalde al día siguiente, exigiendo aplicar una
multa de cincuenta pesos a todos los empleados de la alcaldía que no asistieron,
descontándose esta de sus sueldos. Igualmente se multó a la Aduana Marítima con
100 pesos, a la Administración Principal de Rentas con 50 pesos, a la de Correos
con diez pesos; y al Juzgado de lo criminal con quince pesos.

Pero más allá de este incidente que pude rayar en lo chusco, parece notoria una
debilidad institucional de la iglesia católica porteña. Los resultados no eran
halagüeños, pese a que –según se consigna en el libro de Providencias
Diocesanas- el Obispo no cejaba de hacer llamados para que se celebraran misas
en los días de los santos y a que se insistiera en rezar el Santo Rosario.

129
CAPÍTULO IV

EL MATRIMONIO RELIGIOSO EN MAZATLAN:


UN SACRAMENTO INDISOLUBLE

4.1 El matrimonio tradicional.

Desde antes del Concilio de Trento, la Iglesia trató de evitar uno de sus mayores
problemas: los matrimonios clandestinos, que a veces era difícil distinguirlos del
concubinato y podían darse casos de bigamia, adulterio u otros conflictos, por lo
que desde tiempo atrás se había exigido en diferentes sínodos y concilios la
publicidad del matrimonio.

La Iglesia buscó que los matrimonios se celebrasen con rito litúrgico, tras
anunciarlo y proclamarlo públicamente, junto con un número determinado de
testigos, que, en el Sínodo de 1492 en Jaén, debía ser diez, número que
posteriormente se redujo. Así dice textualmente "que ningunt lego sea osado fazer
el tal desposorio",212 al menos sin licencia del párroco o sacerdote, castigándose
con la pena de 2 000 maravedís a cada uno de los contrayentes, pues era
frecuente que se juntasen en presencia de testigos y decir "las palabras que se
acostumbraban" el uno al otro. Los pasos que establece el Sínodo de 1492, para
evitar los matrimonios sin la presencia del clérigo, establecían primeramente el
requerimiento al prior de la parroquia, que investigaría si había impedimento
alguno y estableciera que, tres días antes de las bendiciones nupciales, los
clérigos comunicasen al pueblo la intención que tenían los futuros cónyuges de
contraer matrimonio.213

El procedimiento para garantizar la publicidad consistía en el toque de doce


campanadas, tras lo cual el sacerdote hacía las proclamas y amonestaciones para
seguidamente pasar a celebrar el matrimonio con no menos de los diez testigos,
antes señalados, mayores de veinte años que no fuesen familiares de los

212
Que ningún laico sea imprudente al contraer matrimonio.
213
Augusto Sarmiento, El matrimonio Cristiano, España, EUNSA , 2003, pp.161-163

130
contrayentes. Una vez realizado el matrimonio, los cónyuges debían pasar por la
Iglesia, donde tenía lugar la misa, las velaciones y las bendiciones nupciales,
condiciones que anteriormente no eran obligatorias. El Sínodo de Jaén de 1492
recuerda esta obligación: el tiempo del ayuntamiento del marido e de la muger,
aunque sean desposados por palabras de presente, vengan primero con grant
devoçión e humildad a la iglesia e resçibir las bendiçiones nupçiales".214

De no cursarse este procedimiento, antes de tres meses, los cónyuges incurrían


en pena de excomunión y de pago establecido como fin de evitar la vida maridable
que realizaban muchos vecinos del obispado sin haber recibo las bendiciones
eclesiásticas. Por otro lado, el Sínodo de Jaén de 1492, establecía tiempos
prohibidos para solemnizar el matrimonio, o recibir las bendiciones de la Iglesia,
como eran desde el primer domingo de Adviento, hasta pasado el octavo día de
Epifanía; de la Domínica de Septuagésima hasta pasado el domingo de
Quasimodo, y del primer día de Rogaciones hasta el día de la Trinidad,
disposiciones que han prevalecido hasta nuestros días. Esta es una de las causas
de la disminución del número de matrimonios católicos durante la Semana Santa.

Este Sínodo, también establece la necesidad de llevar un registro de los


matrimonios, una constancia escrita que diese fe de cada uno de ellos, así como
la necesidad de los libros bautismales para acreditar la edad de los contrayentes.
Disposición que no siempre se llevó a cabo, sobre todo en lo referente a los libros
de desposorios.

Otro frente que tenía la Iglesia para la regularización del matrimonio era el
parentesco (consanguinidad, afinidad y parentesco espiritual), frecuente en esta
época, sobre todo en los lugares de escasa población. El Sínodo de 1492 es
explícito al respecto:

“ fallanse en el nuestro obispado que munchos con poco themor


de Dios e en grant daño de sus conçiencias se han casado e
casan en grados prohibidos, sin dispensa de la Santa Sede
Apostólica, de lo qual, allende del grave pecado que cometen los
que tal fazen, avemos fallado averse seguido algunos
inconvenientes e escándalos; e porque a Nos conviene en lo tal
214
Ibíd., p 164.

131
proveer e remediar, hordenamos e mandamos que cualquier
persona que se desposare o casare con pariente... dentro del
quarto grado prohibido por la Iglesia,... incurran en pena de un
sacrilegio”215

El parentesco espiritual conllevaba a la condena eclesiástica; para evitarlo el


Sínodo estableció que en sacramento del bautismo -en el que solían actuar
muchos individuos como padrinos- participaran solamente dos varones y una
mujer.

Sin embargo, el Concilio de Trento vino a regularizar todo el proceso matrimonial,


que constaba de diferentes etapas: los esponsales o promesa de matrimonial, el
matrimonio en sí y la velación. Se estableció la ordenación general del ceremonial
eclesiástico el 11 de noviembre de 1563, donde el matrimonio como sacramento
hace que la Iglesia asuma plena competencia sobe dicho acto. A partir de
entonces, se exigieron previamente las tres amonestaciones, una instrucción
básica en la doctrina cristiana, y los sacramentos previos de confesión y comunión
que prevalecen hasta la actualidad.216

En Trento, la distinción entre sacramento y contrato respecto del matrimonio, fue


la base para sostener, en el futuro, que el Estado y la Iglesia -y a veces sólo el
Estado- deberían tener jurisdicción sobre el matrimonio y, por lo tanto,
posibilidades de establecer impedimentos referidos al contrato matrimonial. Las
características a reunir tanto el compromiso como el matrimonio fueron
especialmente descriptas por el Concilio de Trento y adoptadas por los concilios
provinciales americanos celebrados en Lima en 1582 y en Nueva España en 1585.

Durante el siglo XVIII, en toda Europa se produjo la afirmación del poder del
Estado, de tal modo que su intervención fue cada vez mayor en todos los ámbitos
de la realidad cotidiana. Uno de ellos es el matrimonio. Y en ese punto, el choque
con la Iglesia se vuelve inevitable. Durante el siglo XVIII se fue minando el
monopolio que la Iglesia tenía sobre la institución matrimonial; desde esta
perspectiva, la instauración del matrimonio civil por parte de la Asamblea

215
Ibíd., p. 167.
216
Augusto Sarmienro, El matrimonio.... p. 38

132
Constituyente francesa no fue tanto una medida revolucionaria sino la culminación
de una lenta evolución.

Ante esto, la Iglesia Católica habría de dar una respuesta a esta situación y hacer
nuevos planteamientos sobre el matrimonio y la familia. Ante la creciente
secularización, el incremento de las políticas regalistas y, en definitiva, el triunfo de
las revoluciones burguesas, la Iglesia católica elaboró su monopolio sobre el
matrimonio para mantener toda una teoría coherente basada en unos pilares
fundamentales: “reivindicar el carácter sagrado, la santidad, del matrimonio: su
origen era divino y queda por lo tanto, lejos del alcance de los hombres; solo la
Iglesia, institución sagrada, esposa de Cristo, puede intervenir”217.No cabe, es
imposible, una legislación matrimonial civil. Fue esta una constante en los
218
discursos durante todo el periodo. Así, en una carta escrita por Pío VI a tres
días de la toma de la Bastilla, se puede leer:

“el matrimonio, aun en el estado de naturaleza, u mucho antes de


su elevación a la dignidad de sacramento propiamente dicho, fue
instituido por Dios de forma que implicase un vínculo perpetuo e
indisoluble, que ninguna ley civil puede ya romper.(...)
Se engaña, pues, quien piense que el matrimonio, en los casos en
que no es sacramental, se reduce a un contrato puramente civil, y,
por consiguiente, es susceptible de ser disuelto por el poder civil.
Sino todo lo contrario: en primer lugar porque el matrimonio no es
un contrato civil, sino un contrato natural instituido y ratificado por
el derecho divino con anterioridad a la sociedad civil, y, que,
además, se distingue de todo contrato puramente civil –cualquiera
que sea- por una diferencia esencial, a saber: que en el terreno
civil el consentimiento se puede suplir legalmente en cambio, en el
matrimonio, ningún poder humano puede suplir válidamente al
consentimiento”.

O en 1817 Pío VII que comentaba lo siguiente:

es más violencia que ley, más propiamente es una corrupción


de la ley, puesto que trata sobre una cuestión puramente
217
Augusto Sarmienro, El matrimonio Cristiano..., p..25
218
Sarmiento, A. Y Escriba, J. Enchiridion Familiae. Textos del Magisterio pontificio y conciliar
sobre el matrimonio y la familia, I: San Clemente I Pío XI, Madrid, Universidad de Navarra-Rialp,
España, 1992, pp.313-314.

133
sagrada por institución divina y por esta razón superior, y como
tal, fuera del ámbito de cualquier protestad terrena”.219

Por su parte, Patricia Seed señala que, a partir del siglo XVII y especialmente,
durante el siglo XVIII, la Iglesia sufrió una pérdida gradual de independencia en
función de un incremento del poder del Estado como regulador social. Más aún, en
una afirmación que le ha sido largamente cuestionada, la autora señala que
durante la mayor parte del período colonial fue la Iglesia, con una casi total
independencia de las autoridades civiles, la institución que aseguró la perduración
de un conjunto de tradiciones eclesiásticas españolas con respecto al matrimonio
y a los conflictos de él se derivaron, notablemente permisivas si se las compara
con las protestantes.220

En tal sentido, la autora manifiesta que durante el Concilio de Trento se produjo


una transformación de las doctrinas de la Iglesia respecto del matrimonio como
respuesta, en parte, a las críticas protestantes. Ante el rechazo que Lutero y
Calvino habían hecho de la mayoría de los sacramentos instituidos por la iglesia
católica, entre ellos el matrimonio, la iglesia católica respondió enfocando a dos
cuestiones: restablecer el matrimonio como un sacramento y dar un mayor énfasis
al libre albedrío en oposición a la predestinación. Esto produjo un renovado
énfasis en la necesidad de que las partes dieran libremente su consentimiento
para contraer matrimonio.221

Por su parte, Asunción Lavrin señala que, muy tempranamente, ambas


instituciones comprendieron la necesidad de un control convenido en beneficio del
orden social. Tal conveniencia las llevó a mantener un delicado equilibrio entre sus
respectivas esferas de influencia. "El estado se interesaba básicamente en dar [...]
un carácter legal a la unión marital para asegurar la herencia y la división de
bienes entre los cónyuges y los hijos [...]. La iglesia estableció una cohesión
sacramental para vincular lo material con lo espiritual. Su finalidad era enmarcar
todas las manifestaciones de la sexualidad en un objetivo teológico: la salvación
219
Ibid p 281
220
Patricia Seed, Amar, honrrar y obedecer en el México colonial, Conflictos en torno a la elección
matrimonial, 1574-1821, México, CONACULT, 1991, p. 44
221
Ibid, Págs. 50-52

134
del alma. Por lo tanto, el control eclesiástico era más amplio que el del estado, y
se inmiscuía más en la vida íntima de los individuos" En el mismo sentido agrega
que "el concilio de Trento no modificó la idea sobre la necesidad del
consentimiento mutuo, que permaneció como uno de los pilares del matrimonio
cristiano en la iglesia católica romana. Sin embargo, en la práctica, las leyes civiles
seguían reconociendo los intereses de la familia y el estado".222

Contrario a la supuesta tradición católica, el matrimonio canónico fue, hasta la


mitad del siglo XIX, más la excepción que la norma. El viejo dicho "matrimonio por
patrimonio" era literalmente verdad; solamente las clases pudientes se casaron, o
sea, en el principio los reyes y los nobles, y más tarde se incorporaron poco a
poco la burguesía, la clase media profesional y, ya en el siglo XIX, las clases
medias bajas y, por último los sectores pauperizados. Hasta entonces, la inmensa
mayoría de las parejas vivían en lo que hoy en día sería considerado
"concubinato" (durante el primer milenio, el matrimonio "privado", o sea el
intercambio de votos de los contrayentes sin el beneficio del clero, era
considerado válido) reconocido tácitamente en el derecho consuetudinario, el cual
daba ciertos derechos a la mujer (mi señora) como el deber del padre de mantener
a sus hijos. Como sorprendentemente, el matrimonio no se convirtió en
sacramento hasta la primera fase del Concilio de Trento (1545-1547), el
concubinato no había excluido, y no excluyó hasta el Vaticano I, a los
concubinarios de los demás sacramentos.223

El concubinato nunca fue un simple emparejamiento y casi siempre contaba con


el beneplácito de los padres de los "contrayentes". Uno de las razones porque el
matrimonio canónico se generalizó tan tarde, fueron las exorbitantes tasas
parroquiales que había que sufragar, totalmente fuera del alcance de los pobres.
Por extraño que puede parecer, hay indicaciones de que la fidelidad entre los
concubinarios era muy superior a la de los casados. Quizás, por no haber
intereses económicos por medio, aquellos se juntaron por amor o, si no, por lo

222
Asunción Lavrín, Sexualidad y matrimonio en la América Hispánica, siglos XVII y XVIII, México,
Grijalbo, Consejo Nacional para la cultura y las artes, 1991, pp.15-16.
223
Ibid, pp.78-79

135
menos por necesidad, ya que en tiempos pasados la supervivencia de una
persona sola era casi imposible.224

De lo anterior se deduce que para la Iglesia, es imposible separar en el matrimonio


contrato y sacramento. Durante el siglo XVIII, fue ésta una temática muy debatida,
tanto por teólogos, como por juristas o filósofos. Debate que dio fin en el siglo XIX,
la iglesia declaró al matrimonio como un sacramento y en consecuencia queda
fuera de toda duda -para la Iglesia- la incompetencia del Estado y de los
legisladores civiles de ocuparse del matrimonio.

En fin, lo sustancial del pensamiento de la Iglesia respecto al matrimonio durante


el siglo XIX se concretó en las encíclicas de los pontífices más significativos: Pío
VIII, en 1829, Gregorio XVI, en 1832, y sobre todo Pío IX en 1864. Y que más
tarde pasarían a América, siendo utilizadas como bandera en defensa del
matrimonio religioso, como veremos más adelante.

4.2 Matrimonio e Iglesia México

Las costumbres relacionadas con el matrimonio obedecen en nuestra cultura


occidental, en gran medida, a las normas del modelo cristiano. Este modelo llegó a
América a fines del siglo XV junto con los conquistadores españoles. En adelante
la aculturación de la población indígena se expresaría en el marco de la
imposición del matrimonio cristiano. La Corona de acuerdo con la Iglesia, prohibió
la poligamia, práctica común de la clase gobernante azteca225

Con la imposición del modelo de matrimonio católico se puso en marcha un nuevo


proceso cultural. La población debía adaptarse a un modelo de vida monogámico
y reemplazar la elección del cónyuge que era realizada por las autoridades locales

224
Ibid., pp. 82.
225
P. Carrasco, “La transformación de la cultura indígena durante la Colonia. Los pueblos de indios
y las comunidades” en Lecturas de Historia Mexicana, México, COLMEX-CEH, 1991, pp. 1-29.

136
por una elección libre de la pareja;226 asimismo, debía adaptarse a la entrada
directa al matrimonio en lugar de esperar su legitimación posterior, y
evidentemente a los ritos católicos.

Uno de los problemas que tuvieron que afrontar las autoridades eclesiásticas y la
Corona fue el relativo a los matrimonios mixtos227. La posición fue bastante
ambigua durante todo el periodo colonial. Aun cuando nunca se estableció una
prohibición formal, los matrimonios de los europeos con la población -en especial
con la población de raza negra- fueron desaconsejados en el siglo XVIII.228

Hacia fines de ese mismo siglo, la Corona elaboró una serie de prescripciones que
son conocidas con el nombre de Real Pragmática de Matrimonios de 1776. Este
documento constituye en realidad la culminación de un proceso en el cual “la
Iglesia había apoyado a la Corona para adaptar sus normas a los intereses de la
burguesía que aspiraba a consolidar su posición privilegiada y veía en los
matrimonios una manera de alcanzarla”.229 El objetivo era que la familia
interviniera de manera más importante en los matrimonios con la intención de
evitar la formación de parejas “desiguales”230 cada vez más numerosas en aquélla
época. Con este propósito, la edad de emancipación de la tutela paterna fue fijada
en los 25 años, sin embargo, esto no evitó que se dieran los matrimonios mixtos
reprobados por la Iglesia.

La Iglesia luchó por imponer el modelo de matrimonio tridentino, no sólo a los


indígenas del nuevo mundo sino también a los españoles .En esa época el
concubinato, y en cierta medida también la poligamia -herencia de la ocupación
árabe- estaban muy extendidos en España. No hay que sorprenderse entonces al

226
Carmen Castañeda, “La formación de la pareja y el matrimonio”, y T. Calvo, “Matrimonio,
Iglesia y sociedad en el Occidente de México”, en Familias novohispanas siglos XVI al XIX ,México,
COLMES-CEH, 1991, pp. 73-90 y pp. 101-108.
227
Los matrimonios mixtos son aquellos en donde uno de los cónyuges no esta bautizado. O sea matrimonio
entre un bautizado y otro no.
228
J. Muriel, “La transmisión cultural en la familia criolla novohispana”, en Familias novohispanas
siglos XVI AL XIX, México, COLMEX-CEH, 1991, pp.190-122.
229
Pilar Gonzalbo, Familias novohispanas: ilustración y despotismo”, en Hernández y Miño (coord.)
,Cincuenta años de historia en México, México, Vol. 1, COLMEX, 1991, pp. 119-138.
230
Se entiende por matrimonio desigual aquel celebrado entre personas de diferentes “calidades”.
Entendiendo por “calidad” las diferencias derivadas de la condición social tales como procedencia
étnica, económica, reconocimiento de la comunidad, entre otros.

137
encontrar estos comportamientos durante la época colonial.231 Por lo demás, la
población española que inmigraba a América era preponderantemente masculina
y soltera lo que favoreció, sin ninguna duda, los matrimonios mixtos y en
consecuencia, el comienzo del mestizaje. En un esfuerzo por reducir este proceso,
las leyes de la Corona exigieron que la separación de las parejas de españoles
cuyo marido había inmigrado a América, no fuera superior a dos años.

Estas observaciones hechas por la Corona permanecieron a lo largo de 300 años,


en la necesidad de implantar, conservar o restaurar, según las circunstancias, un
orden que garantizase la estabilidad de la sociedad colonial. No se consiguió con
ello evitar uniones, pero si dificultó su consagración canónica y retrasó su
celebración.232

Para ello, la Iglesia creó un esquema de vida familiar apoyado en el matrimonio, a


la vez que regulaba la vida privada de los habitantes de la Indias por normas
superiores, religiosas y civiles.233 La unión conyugal pasaba así al primer plano en
la atención de los moralistas. La legislación civil castellana coincidía con la
canónica en gran parte de las cuestiones relativas a la regulación de la vida
familiar, y ambas resaltaron la importancia del matrimonio, a la vez que
encomiaban las ventajas que reportaba a los hijos el nacimiento legitimo. Por otro
lado por medio del matrimonio, la Iglesia aseguraba el bautismo ya que para
contraer el sagrado sacramento había que estar bautizados. Estos servicios
religiosos, no eran gratuitos ya que ambos, eran cobrados por los párrocos en
cantidades excesivas.234

Por lo anterior, se observa que la introducción de la religión Católica tuvo una


influencia decisiva en la constitución de la familia en tanto que el matrimonio
religioso se impuso como el único modelo aceptado para el conjunto de la
población.

231
Solangel Alberro, El amancebamiento en los siglos XVI y XVII: un medio eventual de medrar,
México, COLMES, 1998. p. 62.
232
Pilar Gonzalbo Aispuro, Familia y Orden Colonial México, El Colegio de México, , 1998, p 25.
233
Ibid., p.59
234
Ibid., p. 126.

138
La tarea primordial de la Institución Religiosa –la evangelización- se llevó a cabo
de manera desigual en el México colonial, ya que en el centro y sur del país, los
religiosos contaban con una población nativa numerosa sobre la cual impartir sus
enseñanzas. En cambio, en las zonas del norte y noroeste del territorio, contaban
con una población nativa escasa y de difícil acceso que marcaría diferencias muy
acentuadas con respecto a la parte central y sur del país en cuanto a religiosidad
se refiere y en donde mas adelante tomaremos como ejemplo a nuestro lugar de
estudio.

Sin embargo, “aunque el matrimonio era un sacramento de la Iglesia y fue la


institución en que se basó la respetabilidad social, las uniones libres fueron muy
frecuentes y, obviamente, resultado de relaciones sexuales establecidas a
despecho de cánones religiosos y morales”. 235

Solange Alberro afirma que “el mal vivir y el amancebamiento pueden resultar
maneras no sólo de sobrevivir económicamente, sino de lograr un estatus social
inesperado al convertirse algunas mujeres en compañeras de hombres con
quienes no era factible casarse, por pertenecer ellas a grupos étnicos
considerados inferiores a los de ellos”. Y agrega que todas estas desviaciones
como el amancebamiento y el mal vivir, “constituyen respuestas sugeridas por la
necesidad de adaptación al medio; en su mayoría reflejan tensiones nacidas del
orden colonial entre grupos étnicos, sectores sociales, y corresponden a tentativas
para resolverlas en un nivel individual, empírico e inconsciente”.236

Pero más allá de la condena social, legal y religiosa hacia este tipo de uniones,
sus protagonistas trataron de construir familias que se asemejaran a los modelos
propuestos. Dada su trascendencia individual y comunitaria, el matrimonio se ve
regulado a un tiempo por la sociedad, la Iglesia y el Estado, que, además,
asumieron conjuntamente la labor de su defensa. Desde el punto de vista

235
Aunción Lavrin y Edith Coutunier, “Las mujeres tienen la palabra. Otras Voces en la Historia
Colonial de México”, en Pilar Gonzalbo, México, Instituto Mora, Universidad autónoma
Metropolitana, 1993, p.226.
236
Solange Alberro, “La sexualidad manipulada en Nueva España: modalidades de recuperación y
de adaptación frente a los tribunales eclesiásticos”, en Familia y Sociedad en Nueva España,
México, SEP. 80, FCE, 1982, pp. 238-257 .

139
religioso, los rasgos que definen la unión matrimonial durante el siglo XVIII son los
establecidos dos centurias antes.

Para los católicos se trata de un sacramento indisoluble, basado en el


consentimiento mutuo de los contrayentes, que son sus ministros. En
consecuencia, se condena el adulterio y no se admite el divorcio, todo lo más, la
separación de cuerpos que no da derecho a nuevas uniones. Su fin está en la
procreación de los hijos, sólo ella legitima la relación carnal de los esposos. De
ahí, el anatema que cae sobre el aborto, el infanticidio y hasta la mera
contracepción, siempre que ésta no sea fruto de la abstinencia.

4.3 Iglesia, Estado y Matrimonio en México durante el siglo XIX

La estrecha relación que había existido entre el Estado español y la Iglesia


católica durante los tiempos coloniales así, como el predominio de la Iglesia en la
sociedad de la naciente república mexicana hacia problemática una separación
entre ambos. Este peso social de la Iglesia representaba problemas para el
Estado en formación que trataba de extender su autoridad sobre una nación en
proceso de integración, pero que carecía de recursos fiscales y de personal
suficiente para hacer presencia a todo lo largo del país. En cambio, la Iglesia
gozaba de mayor legitimidad y autoridad en el conjunto de la población, lo mismo
que de mayores recursos económicos y de personal, que le permitían una mayor
cobertura del territorio nacional.

La historia decimonónica de México difícilmente podría entenderse sin comprender


previamente la posición de uno de los actores principales del mundo occidental y
sobre todo de los países de tradición latina como lo fue la Iglesia católica. Al igual
que en todos los demás Estados nacionales, el Estado mexicano debía concentrar
en sí todos los poderes de la sociedad, dejando atrás la antigua colaboración con
la Iglesia. Sin embargo, secularizar el poder e imponer la autoridad gubernamental
era una tarea complicada en una sociedad que conservaba muchas de sus
características tradicionales, entre ellas, los vínculos que se desprenden de la
religiosidad.

140
Una vez consumada la Independencia de México, quedó demostrada plenamente
la fuerza del clero político, por lo que era necesario otorgarle una situación
privilegiada, es decir, una situación de presencia oficial a condición de que
aceptara quedar subordinado al Estado Mexicano. Fue así como la Constitución
de 1824 proclamó que en la nación mexicana la religión católica era la única
religión autorizada. La reacción de los grupos liberales no se hizo esperar y se
unieron para integrar el Partido Liberal Anticlerical que frenaba la desmedida
ambición de la Iglesia Católica de controlar la economía y la política del pueblo
mexicano.

Es importante mencionar, que en la dirigencia del partido liberal estaban varios


sacerdotes católicos entre los que se distinguieron por su entusiasmo combativo y
por su valor cívico fray Servando Teresa de Mier, Miguel Ramos Arispe y José
María Luis Mora. Los liberales comenzaron a actuar; exigían la supresión de los
fueros y privilegios que las autoridades concedían a la Iglesia Católica, a la
nobleza y a los militares. Siendo vicepresidente del partido liberal el jalisciense
doctor en medicina don Valentín Gómez Farías, este grupo logró que el gobierno
suprimiera la autorización que permitía a la Iglesia cobrar el diezmo
obligadamente, dejando a la voluntad de los creyentes la aportación de su dinero a
la institución eclesiástica.

Esta medida enojó al clero que protestó enérgicamente, circunstancia que tomó
como pretexto el gobierno para eliminar a los curas de los asuntos políticos. En
pleno forcejeo apareció Antonio López de Santa Anna, quien con el apoyo de los
Estados Unidos asumió el poder y suprimió la legislación liberal devolviendo de
esta manera a la Iglesia Católica toda la fuerza que había perdido.

A todo esto se oponían un grupo de jóvenes del partido liberal, jóvenes ilustrados,
de una nueva generación, que habían llegado de Europa y los Estados Unidos y
decidieron llamar a su movimiento "de reforma", que quería, según consigna Jean
Meyer237 dar leyes a la Iglesia en su organización y en su práctica; pero el pueblo,

237
Jean Meyer, Historia de loa cristianos en América Latina, Siglos XIX y XX. México, Vuelta,
1989, p 56.

141
que profesaba una cristiandad monolítica, reaccionó violentamente contra los
enemigos de la Iglesia católica.

En 1855, Santa Anna fue derrotado por el movimiento liberal denominado, Plan de
Ayutla. El objetivo de los triunfadores era encerrar a la Iglesia en sus templos, para
lo cual incluyeron en la Constitución de 1857 algunas disposiciones específicas,
entre las que sobresalieron el Artículo 3.- que elimina a la Iglesia de la educación;
el Artículo 13.- que ratifica la Ley de Juárez de 1855 y pone fin a los privilegios y
tribunales especiales para la Iglesia; Artículo 27.- que ratifica la Ley Lerdo de 1856
y que a su vez prohíbe a la Iglesia administrar bienes o empresas no destinadas
al culto religioso. Artículo 56.- Que impide a los sacerdotes ser diputados.
Artículo 57.- Impide a los sacerdotes aspirar a la Presidencia de la República y
Artículo 123.- Permite al Gobierno controlar la práctica del culto.

Tras la aplicación de dichas leyes, el Papa envió un comunicado al presidente de


la República Mexicana de cuyo texto tomamos un fragmento que a la letra dice:
"levantamos nuestra voz pontificia con la libertad apostólica para condenar,
reprobar y declarar írritos y de ningún valor los llamados decretos de reforma y
todo lo demás que haya practicado la autoridad civil con tanto desprecio de la
autoridad eclesiástica y de esta silla apostólica". Este respaldo absoluto del Papa
hacia el clero mexicano auspició el levantamiento en armas de los creyentes
controlados por los sacerdotes y hundió al país en un conflicto interno que
históricamente se conoció como la "guerra de tres años".238

Con las Leyes de Reforma Benito Juárez completó la obra constitucional y adoptó
una serie de medidas para proclamar la separación de la Iglesia y el Estado.
Confiscó las propiedades eclesiásticas, prohibió la colecta del diezmo, prohibió
que los funcionarios de Gobierno asistieran a los templos y prohibió el
funcionamiento de los monasterios y conventos. En 1860 expulsó del país a todos
los prelados extranjeros, lo cual hizo que los conservadores pensaran en llamar a
un rey o emperador de la nobleza que los "acercara a Dios", para sustituir al
presidente indígena que los estaba "acercando al diablo".
238
Martín de la Rosa, Charles A. Really, (oords.), Religión y Política en México, México, Siglo XX1,
1985, p.63.

142
Todas estas reformas de mediados del siglo XIX, enfrentaron a una Iglesia
sumamente débil.239 Había una gran escasez de clero diocesano, porque
numerosos sacerdotes y obispos de origen español habían regresado a su país y
porque el Vaticano no nombró a ningún nuevo obispo hasta 1831 y no fueron
nombrados muchos en las tres décadas siguientes. La mayoría de los pueblos y
las ciudades pequeñas carecían de párrocos lo que favorecía el desarrollo libre
de la religión. En las zonas septentrionales del país los espacios que los antiguos
indios nómadas de frontera dejaron vacantes, habían albergado colonos mestizos
y criollos, en cuyos poblados la presencia clerical muchas veces nunca existió.

Con la aplicación de dichas leyes, el acontecimiento más importante del siglo XIX
en relación con el matrimonio, es la separación de la Iglesia y el Estado. Las leyes
sobre la instauración de un registro civil de los hechos de la población, en 1859,
inaugura una etapa importante de las historia del país.

Sobre las uniones laicas el Pontífice Pío IX declaró: "los llamados matrimonios
civiles, que se han introducido en algunas partes no son más que concubinatos.
También, se enfatizaba que el matrimonio civil era una institución liberal corrupta
que amenazaba la estabilidad de la familia y del orden social y moral: "...[el
matrimonio civil] es una institución del liberalismo, y por cierto de las más
corruptas y funestas de la secta, como que ella viene a destruir la base cristiana
de la familia, que es el fundamento de la más sólida moralidad, de que depende la
suerte de los hijos..240

Para la Iglesia la separación no fue fácil. Había dependido del "brazo secular" para
hacer efectiva la coacción correspondiente a las leyes canónicas. Desde finales
del siglo XVIII enfrentaba problemas derivados del pensamiento de la Ilustración,
como la reducción de la vida religiosa y la rebeldía de algunos sectores del clero
parroquial; y en el caso mexicano había ido sacrificando buena parte de su riqueza

239
Josefina Vásquez Soraida, “Los primeros tropiezos” en Centro de Estudios Históricos, col III,
México, Historia General de México, 1976, p. 53.
240
Revista Unión Católica, España, 1869, en Augusto Sarmiento, El Matrimonio Cristiano..., . p
265.

143
para los intereses nacionales. Aun así, el naciente Estado liberal veía como un
peligro la legitimidad, riqueza y ascendiente que todavía conservaba.

El período que se aborda fue decisivo para resolver estas ambigüedades. Fue
entonces cuando ambas instituciones se disputaron directamente el apoyo social
del que dependía, o bien para consolidarse, o para sostenerse como centros
principales de la vida nacional.

La disputa por los pueblos, siendo parte de un proceso para definir las relaciones
Iglesia - Estado, estaba condicionada por determinadas circunstancias históricas.
En ambas partes había sectores radicales, dispuestos a llevar sus actos hasta el
enfrentamiento, sin considerar las repercusiones de los actos violentos. Pero antes
de entrar en esa historia debe considerarse que la Iglesia pasaba por una etapa
de reorganización influenciada por el catolicismo social.

La Reforma juarista había terminado de forma definitiva con el antiguo sistema en


el que la Iglesia había mantenido su situación de primera corporación del país;
perdió además el patrimonio económico de los cuerpos que la integraban, en
particular las órdenes religiosas, las cofradías, órdenes terceras y demás
asociaciones de laicos. Se le quitó a la Iglesia el control de registro de
nacimientos, matrimonios y defunciones y se declaró únicamente válido el
matrimonio civil. Todo esto provocó un especial recelo, era indispensable
reestructurar la vida de la Iglesia.

Reunidos en Roma con el Papa Pío IX, los obispos mexicanos comenzaron por
trazar una nueva división territorial, erigiendo nuevas provincias eclesiásticas y
diócesis sufragáneas. Sin embargo, la búsqueda de un acuerdo con el Estado
para evitar la aplicación estricta de las Leyes de Reforma y la preparación de una
nueva jerarquía, fueron dos de los objetivos más destacables. Entre esta
aplicación de las leyes estaba la de regular el matrimonio y disciplinar la vida de
las parejas, cuyo control hasta entonces estaba sujeto a las leyes eclesiásticas.

Con la Intervención Francesa, y la llegada de Maximiliano, en la década de 1860,


las cosas para la Iglesia no mejoraron. El nuevo emperador trajo a los
conservadores nuevas decepciones, tanto por el nombramiento de dos ministros

144
liberales, como por el sistema que observó el nuevo monarca al tratar las
cuestiones referentes a las relaciones entre la Iglesia y el Estado. El Nuncio
Apostólico, monseñor Meglia -que llegó a México en diciembre de 1864- traía una
carta del Papa en la cual éste se quejaba amargamente de la “inicua ley llamada
de reforma,” manifestando la esperanza de que ésta fuera derogada y devuelto
su patrimonio a la Iglesia. El emperador no aceptó, pero le hizo a la Iglesia
algunas propuestas que ésta a su vez, tampoco aceptó. El monarca pidió se
tomaran las medidas convenientes, para que los intereses legítimos creados por
las leyes de reforma, quedaran asegurados.241

Entonces pues, al restablecerse el orden constitucional, después de la caída del


llamado Imperio en el año de 1867, estaban por lo tanto en vigor las disposiciones
más esenciales de las Leyes de Reforma y aun otras instituidas por el Emperador,
nomás faltaba darles un carácter más formal y permanente incorporándolas a la
Constitución política de la nación. Este suceso ocurriría hasta 1873, por medio de
un decreto establecido por el presidente Sebastián Lerdo de Tejada.

4.4 Matrimonio Religioso en Mazatlán

Hasta 1860, en el puerto solo se celebraban matrimonios religiosos, sin embargo


como veremos más adelante, eran pocos y la iglesia no llevaba un control
cuidadoso de ellos, ya que durante casi cinco años no se asentó ninguna acta
matrimonial. Coincidentemente fue hasta el año de 1861, con la llegada del nuevo
cura que decidió poner orden en los registros parroquiales, el mismo año que
dieron inició los matrimonios civiles.

En los libros que encontramos en la Catedral de Mazatlán, del periodo que nos
ocupa, se encuentra el libro de “casamientos” (sic) número dos que inicia con su
primer acta del día 12 de abril de 1837 y finaliza en el año de 1873, siendo su
última acta la del primero de mayo de ese año. Un solo libro contiene 36 años de
registros de matrimonios. Sin embargo, entre esos años existe un vacío ya que en

241
García Granados Ricardo, La Constitución de 1857 y de las Leyes de Reforma en México,
Estudio histórico sociológico ,México, Geografía Económica, 1906, p. 72

145
a partir del 1 de mayo de 1856, se dejaron de asentar las actas de matrimonio
volviéndose a registrar de nuevo cinco años después en 1861. Estos nuevos
registros iniciaron después de esta nota del presbítero Trinidad García Rojas que
dice:

“Villa Unión de San Juan Bautista del presidio de Mazatlán, libro 2.-
segundo del año 1861 cumpliendo mi deber como cura aunque
interinamente encargado, procedí a acceder los libros parroquiales
para poder continuar registrando según nuestro ministerio parroquial
debemos autoridad y observando que en este libro de partidas de
casamientos a pesar de una providencia del vicario a causa de un
auto de visita con fecha 7 de abril de 1855 estampó en uno de los
libros parroquiales en el cual observo una falta y es que la última
partida de casamiento que aparece en este libro es la que arriba esta
con fecha de 31 de mayo de 1856, faltando las que siguen hasta la
fecha en que pongo esta razón, para continuar esta encargado de
esta parroquia creo de mi para poner esta razón que firmo con mi
puño....

La nota finaliza diciendo que:

las partidas que desde 31 de mayo de 1850 hasta la del 9 de junio


de 1856 que leí se encuentran sin la firma del finado cura Benito
Laurian de quien ...(ilegible) están autorizados.

Esto puso en evidencia, el desorden en que se encontraban los registros en la


iglesia del puerto por lo que difícilmente se podrá saber quienes contrajeron
matrimonio durante esos cinco años previos a la aplicación de la ley del
matrimonio civil.

La fecha de la última acta del libro no coincide con la que el sacerdote señaló, del
9 de junio de 1856 ya que en el libro esta registrada el primero de mayo de ese
mismo año. Por lo que dicho sacerdote, inició nuevamente el registro de
matrimonios. Las últimas partidas a las que hace referencia, deben de haber sido
de nacimientos o defunciones, pues en las de matrimonio no existen las que van
de mayo de 1856 hasta 1861, fecha en la que el padre Benito Trinidad, escribió
esta nota aclaratoria. Seguramente se llevaron a cabo matrimonios, pero estos no
fueron registrados. El padre Benito continúo en la iglesia hasta el año de 1869, y

146
en 1870 las actas aparecen firmadas por el padre Juan Francisco Llevaría quien
no tuvo el cuidado de enumerarla.

De abril de 1837 a mayo de 1856 quedaron registrados 191 matrimonios en diez y


nueve años. En los siguientes cinco años no se hicieron los registros como se
señaló en el párrafo anterior; pero suponemos que los hubo por la nota del padre
Trinidad. En el segundo registro de actas que va de 1861 hasta 1870 -fecha en
que inicia y finaliza este periodo de investigación- se registraron 202 matrimonios
a lo largo de nueve años, lo que muestra un incremento con respecto a la fecha
anterior.

Deben de haber existido los libros de presentaciones o dispensas matrimoniales,


dado que para llevar a cabo el matrimonio, era ese un requisito con el que había
que cumplir, sin embargo no fueron localizados. Existen otros libros de esos
mismos años pero es difícil leer su contenido dado el deterioro en el que se
encuentran: hojas quebradizas, tinta y letra poco legible, lo que es considerable,
dado el clima del puerto. Podemos notar que entre los primeros 19 años de
registros matrimoniales y los de los siguientes 10 años hubo un aumento
considerable pues fue en la mitad del tiempo este incremento, pero también habrá
que recordar que la población fue en aumento como consecuencia de la migración
al puerto.

En el siguiente cuadro de la grafica 1 podemos ver la cantidad de matrimonios


religiosos que se realizaron durante la década en cada año.

147
Gráfica 1. Matrimonios Religiosos en Mazatlán 1861-1870

AÑO ACTAS DE MATRIMONIO

1861 25

1862 19

1863 19

1864 30

1865 36

1866 15

1867 18

1868 17

1869 11

1870 18

Total 208

Fuente: Libro 2 de Matrimonios. Catedral de Mazatlán.


Elaboró: Margarita L .Armenta Pico.

Como se puede apreciar, durante los años de 1864 y 1865, periodo del Segundo
Imperio, se incrementaron los matrimonios, algo que pudimos observar fue que
gran parte de los contrayentes o son de lugares cercanos a Mazatlán o son del
mismo puerto. Durante este periodo no contrajeron matrimonios ni extranjeros, ni
nacionales venidos de otros estados. Y quienes contrajeron matrimonio declararon
ser jornaleros o arrieros, solo en un caso, el contrayente declaró ser licenciado.
Podríamos decir que aquí se cumple aquello de que: en este tiempo el mundo
rural permanecía firmemente adherido a la Iglesia, mientras que el nuevo
“industrial y el mundo intelectual y literario” se muestran críticos frente a ella.

148
Ahora pasamos a analizar las actas de matrimonio religioso cuya primera acta del
periodo que nos ocupa es del año 1861 y dice así:

“En la Santa Iglesia Parroquial de la Villa de Unión del Presidio de


Mazatlán a los 17 días del mes de febrero de la Encarnación del
Señor de 1861. Yo presbítero Trinidad García Rojo cura juez
eclesiástico interinamente encargado hice las proclamas que
provienen del Santo Concilio de Trenton Inter lisaurum solemnion.
Sábado 2 del Santo Domingo 3 del día de Idem a casar a son
Veneciano Ortega y a doña Antonia Ibarra que están con la
obligación de velar quieren que se hagan las velaciones, fueron
confesados y comulgaron y fueron examinados en la Doctrina
cristiana fueron don Leonor Hernandez y doña Atilana Ortega
testigos que pronunciaron el matrimonio esposa de don Carlos
Escudero y otros para que lo confirmen”.

En esta primera acta, al igual que en las demás no se menciona la edad de los
contrayentes ya que probablemente no era consideraba importante ni tampoco su
oficio. El sacerdote centró mas su atención en que cumplieran con la velación242
confesión, comunión y en saber que tanto conocían de la doctrina para otorgarles
el sacramento del matrimonio.

Pero siguiendo con los repositorios de la Catedral de Mazatlán. Existe otro libro,
como ya mencionamos anteriormente, muy dañado y la letra no es legible, que al
inició tiene resaltados dos sellos con una águila al frente y una nota que dice:
Habilitado para los años de 1862 y 1863 conforme a la Suprema orden de Marzo
de 1861. En ese año de 1861 entró en vigor la Ley del Matrimonio Civil en
Sinaloa. Este libro es muy similar a los del registro, civil, pudiese ser, que se les
hubiera dado para que registraran los matrimonios y nacimientos como ahí se

242
En cuanto a la obligación de velar esto significa que se utilizaba una vela e intervenían los
padrinos que se colocaban a ambos lados de los novios. Todos sujetaban velas en sus manos, los
novios eran cubiertos con mantos, la mujer totalmente y el hombre dejando la cabeza al
descubierto, lo cual representaba que era libre. Sobre los novios se tendía también un cordel
representativo del yugo. En ocasiones el acto de velado no se efectuaba el mismo día de la boda,
si esto no ocurría se decía que no estaban “velados” y mientras eso no ocurriera no se podía
consumar el matrimonio, ni compartir, cama, mesa y casa. Se consideraba la ceremonia de
velación como la que termina con la recepción del sacramento matrimonial y la que facultaba la
cohabitación de los esposos. En sí el termino “velado” era porque la novia se cubría la cara con un
velo.

149
señala, con el fin de que el Estado estuviera enterado de quienes contraían
matrimonio.

En la siguiente gráfica 2, podemos observar el incremento de los matrimonios


durante 1864 y 1865 y como el siguiente año desciende drásticamente
manteniéndose así hasta el final de la década.

Gráfica 2.

Cantidad de Matrimonios Religiosos de 1861 - 1870

40

30

20

10

0
1861 1862 1863 1864 1865 1866 1867 1868 1869 1870

Fuente: Libro 2 de matrimonios del Archivo Parroquial de Catedral de Mazatlán.


Elaboró Margarita L. Armenta Pico.

Como podemos observar en esta gráfica los matrimonios religiosos fueron pocos a
lo largo de esta década. Estamos hablando de 208 matrimonios religiosos
efectuados en Mazatlán aun cuando en el año de 1868 el gobierno de nuevo
permitió que se celebraran como ésta asentado en el libro de providencias
diocesanas, eso no incrementó los matrimonios religiosos, por el contrario los
siguiente años tuvieron un descenso. Lo que demuestra el poco interés de la
población aun cuando se permitió de nuevo la celebración sin castigo alguno por
parte del gobierno.

Dicha nota a la que los curas hacían referencia sobre la suspensión del castigo
para quienes se casaran por la ley civil, les fue enviada por el entonces Obispo

150
de la Diócesis Pedro Loza y Pardave desde Culiacán y tiene fecha de mayo 22
de 1868 y dice así:

“En el periódico oficial de este Estado “La Regeneración de


Sinaloa” correspondiente al viernes 15 del presente mes [mayo] se
halla una circular del Sup Gobno que dice á la letra: ‘Gobierno
Constitucional del Estado de Sinaloa -Circular- El ciudadano
gobernador dispone se recuerde a V. El cumplimiento de lo
mandado en la circular del ministerio de gobernación fecha 15 de
agosto de 1862 inserto en el periódico oficial del Estado “La
Opinión de Sinaloa” numero 146 publicado en 19 de septiembre
del mismo año 62. En ella se declaran sin valor ni efecto las
providencias cuyo objeto sea prohibir a los párrocos administrar el
bautismo y la bendición nupcial, si no presentan previamente los
interesados el acta respectiva del registro civil. = En el Periódico
Oficial del Estado “La Regeneración de Sinaloa” numero 6 que
sale a la luz el día de hoy, va insertada la referida circular cuya
vigencia no puede desconocerse sin quebrantar el espíritu y letra
de las leyes de reforma, especialmente las que establecen la
independencia entre la Iglesia y el Estado=
Y continúan redactando la circular que del señor Obispo de Sonora han enviado
par que tomaran medidas ante las nuevas disposiciones.

‘Ministerio de relaciones exteriores y gobernación- Departamento


de gobernación.= Sección 1°- Circular.= Ha llegado a notar el
supremo gobierno que algunas autoridades, animadas de la muy
laudable intención de superar las dificultades y los hábitos
inveterados y los intereses ilegítimos oponen al planteo y
desarrollo del registro civil, dictan varias disposiciones que
evidentemente contrarían el espíritu de las leyes de reforma, y
que tienden a perpetuar esa mutua anómala dependencia en que
permanecía la Iglesia y el Estado antes de la ultima revolución.
Se ha prohibido a loa párrocos administrar el bautismo y la
bendición nupcial, si no presentan previamente los interesados el
acta respectiva del registro civil: se les ha obligado a remitir a la
autoridad, noticias de las personas que reciben estos
sacramentos; y aun se ha llegado a exigirles que formen el
presupuesto de sus gastos y la cuenta de inversión de sus
emolumentos a ejemplo de o que este prevenido respecto de los
conventos de las religiosas sin tener en cuenta, que en tanto
reportan esta obligación es cuanto que están expresadas por el
erario nacional.= Deseando pues el ciudadano presidente que sea
uniforme en toda la República la práctica de las leyes de reforma y
que su aplicación este siempre en consonancia con el espíritu el

151
legislador, se ha servido disponer que no tengan valor ni efecto las
providencias dictadas en el sentido ya indicado resolviendo por
punto general que las que en lo sucesivo se expidieren sean
sometidas de antemano a la aprobación del supremo gobierno”.

Con esta nueva disposición se podía ya libremente administrar el sacramento del


matrimonio, aún cuando no llevaran constancia de haberse casado antes por lo
civil sin embargo, también se les recomendaba que ...”los señores curas de esa
demarcación advirtieran a los interesados, después de que hallan recibido los
sacramentos, la obligación civil en que se hallan de presentarse al juez del Estado
Civil para que se registren sus matrimonios y nacimientos si quieren evitar los
males y perjuicios que les sobrevendrían de lo contrario”243. Por lo que, el recibir el
sacramento del matrimonio no los liberaba de tener que presentarse ante el juez
de lo civil so pena de recibir castigo.

Pasando de nuevo a las actas, durante este periodo no existe ninguna dispensa
matrimonial, o al menos no había ninguna asentada en el libro de casamientos, si
las hubo, no se encontró registro de ellas. Tampoco hay actas de amonestaciones,
y las de matrimonio contienen menos datos que las del registro civil; las actas
religiosas se limitan a dar el nombre de los contrayentes, su edad, en algunos
casos el oficio del novio, su lugar de origen y el nombre de los padres. En algunas
actas aparecen anotaciones como: “criada en esta parroquia de donde jamás ha
salido” “ocho años vecina de esta parroquia” “hijo natural “ hijo legitimo”

Un ejemplo de esos enlaces es el acta de matrimonio número 14 del año de 1862,


presentándose Manuel Vurgueño de 30 años y Ascensión Ibarra de 17 que “se
casan con la obligación de velarse” y una nota más abajo dice que “se velaron el
11 de enero de 1863”. Las razones de una espera tan larga se desconocen ya que
las actas son muy escasas de datos.

Otro caso que llama la atención data de los mismos momentos en que la anterior
pareja realizó el acto de velación. En el acta uno de 1863, el sacerdote asienta
que casa al “ciudadano licenciado” Don Luis Pacheco con Doña Dolores Aldrete;
colocar el termino licenciado, seguramente la profesión del contrayente, es la
243
Libro de Providencias Diocesanas , Catedral de Mazatlán.

152
reivindicación del estatus, ya que ninguna otra acta aparece plasmado el nombre
de algún oficio que acompañe al nombre.

Con todo y que no eran abundantes, los matrimonio religiosos siguieron


efectuándose. A partir de 1870 el padre Trinidad García deja la iglesia al nuevo
sacerdote que se hace cargo de la parroquia Juan Francisco Llebaria quien no
enumera las actas y le pone otros datos que el anterior cura no contemplaba por
ejemplo en la tercera de ese año contraen matrimonio “Porfirio Rivera de 34 años
originario del Real de Bolaños y criado en Acaponeta y 8 años vecino de esta
parroquia, hijo natural de Cecilio Ribera, soltero y la segunda soltera mayor de 28
años originaria de Elota y criada en esta parroquia de donde jamás ha salido, hija
legitima de Hilario Ríos y Juana de Ríos cuyo acto autorizo dicho cura” En esta se
hace mención al lugar de origen y a la ilegitimidad pero no se dice nada del oficio
del contrayente. En algunas actas se asientan los oficios y los contrayentes
declaran ser en su mayoría jornaleros, arrieros, labradores un licenciado y un
panadero.

Los lugares de origen que se declaran son cercanas al puerto como: Real de
Bolaños, Elota, Del Verde, Zopilote, Mazatlán, EL Roble, Tanque Verde,
Chametla, Compostela y Santiago Ixcuintla, solo uno de los contrayentes declara
ser del estado de Durango.

Una particularidad que tienen estas actas diferentes a las civiles es que en estás,
las mujeres fueron tomadas en cuenta como testigos. Podría deberse, tal vez a
que eran las mujeres más afectas a asistir a la iglesia y solicitar los diversos
registros que esta brindaba.

Lo que queda claro es que la Iglesia no cumplió con lo estipulado por el gobierno
en cuanto a no llevar a cabo ningún matrimonio si los contrayentes no
presentaban el acta matrimonial del registro civil y a algunos ciudadanos no les
interesó la prohibición del matrimonio religioso o tal vez no estaban enterados de
eso.

Dentro de los requisitos o condiciones para poder realizarse el casamiento


religioso, se establecía que los contrayentes debían estar bautizados, confesarse

153
y comulgar un día antes de la celebración y ser “examinados en la doctrina
cristiana”, además de pagar una cuota por el servicio religioso que no estaba
estipulada en los libros. También tenían la obligación de “velar”. En estas actas
también están registrados algunos matrimonios de viudos y viudas sin que
contengan particularidad alguna que no sea la mención de la viudez. Por lo
anterior se deduce que era aceptado por la Iglesia el que un viudo o viuda
volviera a contraer matrimonio.

154
CAPÍTULO V

MATRIMONIOS CIVILES EN MAZATLÁN (1861-1870)

Este apartado es un estudio que muestra un primer intento de reconstrucción de


uno de los rubros sobre las tendencias demográficas desde una perspectiva
social. Es decir, se examina su desarrollo a través de su composición humana en
el periodo de 1861-1870 sobre la evolución de los matrimonios civiles en
Mazatlán, a partir del análisis de las actas de matrimonio contenidas en el Archivo
del Registro Civil de Mazatlán. No se trata de un acopio estadístico sino de una
revisión de los variados y contradictorios particularismos que presentaba los datos
contenidos en dichos registros matrimoniales.

El Registro Civil de Mazatlán abrió sus puertas al tiempo que la vida del puerto se
desenvolvía bajo los efectos de una economía pujante, apuntalada
significativamente por extranjeros, y por otra parte, existía otro rostro: una inmensa
población aglomerada en la ciudad llevando una vida de trabajo y pobreza.
Ambos, el rico comerciante y el pobre jornalero se encuentran en un mismo punto,
ya no sólo en las actividades laborales del puerto, en la calle o la plaza, sino
también en esta fuente histórica y documental en donde están contenidas las
estadísticas vitales sobre el registro poblacional de esa localidad a partir de la
séptima década del siglo XIX. Su elección obedeció a la necesidad de tener
información continua y constante sobre el diario acontecer de la población en lo
que se refiere a la unión legal de las parejas.

Para esta investigación, se ha aprovechado la basta documentación que se


encuentra custodiada en el Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa
(AHGES), que hasta hoy no ha sido utilizada suficientemente para el estudio del
pasado de esta entidad, y que, específicamente, se encuentra ausente en la
reconstrucción de los distintos rubros de la vida decimonónica del puerto sinaloense
de Mazatlán.

Bueno, pero sin más rodeos, es mejor pasar a conocer las manifestaciones que
presentó la unión matrimonial laica en este lugar. El primer libro de registro de

155
matrimonios civiles en Sinaloa es de Mazatlán: pertenece al año de 1861. Para
entonces, la constitución del estado consideraba ya obligatorio el matrimonio civil y
bajo esa disposición jurídica dejaron de tener vigencia, -en relación con el
matrimonio religioso-, las reglas impuestas por el obispo don Lázaro de la Garza y
Ballesteros.

Para explorar esta temática se utilizan como base los registros de la dependencia
del Registro Civil de Mazatlán, comprendidos entre 1861 y 1870, aunque se
presenta la ausencia de cuatro años (1863, 1864, 1865 y 1866) las actas
levantadas durante los años localizados sumaron 840. La evolución de estos
registros matrimoniales se puede observar en la siguiente gráfica.

Gráfica 3. Libros y actas de matrimonios civiles de 1861 a 1870

AÑO ACTAS

1861 76
incompleto
1862 165

1863 no hay libro

1864 no hay libro

1865 no hay libro

1866 no hay libro

1867 148

1868 164

1869 166

1870 121

Total 840

Elaboró: Margarita Armenta Pico


Fuente: Fondo Registro Civil, AHGES, Culiacán

156
En esta gráfica se puede ver los rasgos cuantitativos que aportan las actas
matrimoniales a lo largo de esta década. En los registros de 1861, el libro se
encuentra incompleto, ya que la última acta registrada fue la del 16 de octubre de
ese año. Como ya se señaló los ausentes son los registros de los matrimoniales
de 1863 a 1866, periodo que duró la ocupación francesa en el puerto y se
desconoce lo que sucedió con los libros.

Durante esta década se dieron infinidad de luchas en el estado y sobre todo en


Mazatlán, probablemente algunos de estos libros se perdieron y otros los hayan
destruido después de la ocupación francesa (1864-1866), pues existen registros
en algunas actas que indican que durante la ocupación, continuaron dándose
presentaciones y celebrándose matrimonios civiles en el puerto como se podrá
notar más adelante.

De los datos que existen, el año de 1869 fue el más copioso, durante esos doce
meses se celebraron más matrimonio que en ningún otro de los años; aún cuando
en ese mismo año el General Domingo Rubí, entonces gobernador del estado, se
quejó de que no se podía confiar en los registros civiles ya que ni “nacimientos ni
matrimonios, son jamás registrados, si no es en una muy mínima parte”.244 Claro
que el se refiere a todo el estado y seguramente se daba en gran cantidad la
uniones libres, el mismo tiempo, este señalamiento indica que una parte de la
sociedad local no se sujetaba a las recientes normas establecidas en torno a los
contratos nupciales.

Los datos de estos 10 años que comprende la serie, únicamente están completos
cinco de ellos. Es importante tomar en cuanta los faltantes, debido a que las
lecturas e interpretaciones que se hagan estarán limitados o marcados por estas
ausencias.

Pese a este inconveniente, se cuenta con un buen número de actas que pueden
presentar una imagen de la sociedad mazatleca durante esos años: el
procedimiento, los rasgos de sus participantes y la significación del enlace.

244
Memoria de Gobierno del Gral. Domingo Rubí, presentada al Congreso el 15 de Octubre de
1869. Mazatlán, Sinaloa, Imprenta Retes. 1869.

157
5.1 Matrimonios civiles en Mazatlán: su evolución y sus rasgos más
genéricos

Como ya se mencionó en capítulos anteriores, al aplicarse las Leyes de Reforma


en Sinaloa, la Iglesia deja de tener el control sobre el matrimonio y esta pasa a
manos del Estado que asumía la responsabilidad de legalizar los matrimonios; de
ahí que se prescribió la realización de una ceremonia laica ante un juez en la que
se pretendía perpetuar el carácter tradicional y moralizante del ritual religioso. El
derecho canónico coincidía con el derecho civil y ambos con las recomendaciones
piadosas y con el juicio de la sociedad, en la necesidad de proponer un modelo
ideal de familia y en los rasgos esenciales que lo definían.

Es un hecho que ambos, Iglesia y Estado, buscaban la instauración de un orden


social por medio del matrimonio dado que en la familia descansa la tarea de
socialización, la continuidad del orden, las tradiciones y las buenas costumbres, de
ahí la importancia del matrimonio que estas dos instituciones intentaron imponer a
la sociedad. Y se usa la palabra “intentaron” porque entre la norma y la práctica
estaban una gran cantidad de uniones “ilegitimas”, en las que se insistirá un poco
más adelante.

Pero ¿Qué factores influyeron en la población del puerto para que estos aceptaran
las nuevas disposiciones? Un factor podría ser que el puerto de Mazatlán se
convirtió en un centro de mezclas e influencias diversas y generó formas de
convivencia que terminaron por generalizarse entre todos los grupos sociales.
Unos núcleos humanos adoptaron nuevas costumbres y otros introdujeron hábitos
antes desconocidos, por lo que la mayoría terminó por asimilar el ejemplo que
contemplaba entre sus vecinos.

En justificación a esto, es pertinente citar a Pedro Sotolongo,245 quien dice que la


generación y articulación de las sociedad, dividiendo a estas en “macro” y micro”,

245
Dr. Pedro Luis Sotolongo Codina, La ciencia y la vida cotidiana. ¿Un matrimonio mal llevado?
Trabajo presentado en el Seminario Internacional de la Sociedad Latinoamericana de Ciencia y
Tecnología en la Habana, 2002. fotocopias s/p.

158
se constituyen de un modo paralelo, simultaneo y concomitante246 y ambas
dimanan de una misma “fuente”: la praxis cotidiana. Y para que esa praxis
cotidiana se vaya plasmando y concretando, siempre será a través del
desenvolvimiento de uno u otro patrón de interacción social, es decir, de uno u
otro régimen de prácticas colectivas características recurrentes, sean estas
comunitarias, familiares, clasistas, educacionales, laborales, religiosas, de género,
de raza, de etnia, etc.

En otras palabras, a partir de uno u otro régimen de prácticas colectivas


recurrentes o patrones de interacción social de la vida cotidiana entre los hombres
y mujeres concretos y reales de una sociedad dada, cualquiera que ella sea, al
producir y reproducir dichos patrones (dichos regímenes de prácticas cotidianas
recurrentes) el contenido de los rasgos que caracterizan el contexto de la vida
social, es que se van generando también (y, por cierto, de manera paralela,
simultánea y concomitante) los ámbitos más abarcadores y arquetípicos de esa
sociabilidad: sus estructuras de relaciones sociales objetivas y sus subjetividades,
así como los agentes individuales que la pueblan. Así que basta que uno solo de
los quien (es) o un pequeño grupo de ellos, de entre los involucrados de uno u otro
patrón de interacción social, emprenda la iniciativa de instaurar un patrón
alternativo al vigente para que sea factible, que este nuevo se de.

Otro factor importante que pudiera destacarse, es que la familia novohispana se


identificó con el modelo cristino, mas como costumbre que por adopción a las
reglas impuestas por la religión de los conquistadores y al estar en el puerto un
tanto alejados de la influencia de la Iglesia se atrevían a desafiarla o minimizarla,
por ello podríamos decir que los pobladores del puerto mazatleco respondieron
moderadamente aceptando las nuevas exigencias. Adoptar esa actitud como un
signo de madurez de una naciente ciudadanía que ya era capaz de apreciar las
ventajas del orden secular y aceptar sus responsabilidades civiles.

Estos signos de madurez se reflejaron en actos del orden civil que quedaron
contenidos en las actas de matrimonio de este lapso temporal y contemplan una

246
Es decir que no puede surgir una sin surgir también la otra y viceversa.

159
información muy variada y completa, ya que mencionan datos como: fecha de
matrimonio, hora, lugar donde se llevó a cabo dicho acto, nombre de los
contrayentes, edad, lugar de origen, en algunos casos legitimidad o ilegitimidad,
estado civil y si eran viudos desde cuando y nombre del anterior cónyuge,
ocupación del contrayente, y si se tenía un impedimento para llevar a cabo el
matrimonio; además, nombres de sus padres y algunas veces los de sus abuelos
(dependiendo esto del Juez). Así mismo, se debería comparecer con cuatro
testigos para el acta de presentación y con dos testigos para el matrimonio, los
cuales daban su nombre, ocupación, edad, estado civil, origen y en algunos casos
el tiempo que tenían de residir en el puerto y por último si había una relación de
parentesco con los contrayentes.

Cabe aclarar que las actas contenidas en estos libros no son solo de matrimonio, ya
que entre las mismas se encuentran actas de presentación que era, una acta previa
a la de matrimonio y se colocaba en lugares públicos para ver si existía por parte de
alguien, un motivo para que dicho matrimonio no se llevará a cabo. Las otras actas
son de dispensa, en su mayoría son de los permisos solicitados para llevar a cabo
el matrimonio en un termino menor que el estipulado por la ley y se pormenoriza la
razón por la cual era solicitada. Con ello, queda de manifiesto la importancia del
gobernador, ya que era la única persona que podía otorgar dicha dispensa. No esta
por demás aclarar que las 840 actas no son solo de matrimonio como se captara
en la gráfica 4. Sino que también están las de presentación y diseñas.

Otra característica del periodo estudiado, es que estas actas, aunque están
redactas de manera muy similar, existen en algunas de ellas marcadas diferencias,
dado que el juez en turno se permitía asentar comentarios particulares del momento
político o social que se estaba viviendo, cosa que ya no sucedió en la siguiente
década, ya que a partir de 1871 los libros de registro civil, venían ya con un formato
para llenar sobre los datos que se solicitaban de los contrayentes.

Como observación: en las actas hay falta de consistencia en la ortografía de los


apellidos, ya que en algunos casos un mismo apellido o nombre esta escrito de
diferente manera aún en una misma acta y hasta podría asegurar que algunos se

160
escribían como sonaban sobre todo en el caso de los nombres o apellidos
extranjeros. También en algunos casos existen errores en la numeración, se repiten
números o no hay secuencia.

Un hecho que resalta en los registros matrimoniales, es que durante 1861 y 1862,
entre una unión matrimonial y otra transcurrían hasta 15 días, sin embargo en los
años posteriores esto se normalizó al menos en el sentido que no pasaban tantos
días, sin darse un matrimonio o una presentación.

Esta información permite pasar del análisis propiamente demográfico de la


nupcialidad, a otra esfera de interés histórico como es el de la historia social. Aun
cuando se limitan las posibilidades de análisis reducidas por los pocos años que
se tienen seleccionados en el periodo de nuestro estudio y que además se
encuentran separados por un stock de libros faltantes, esto da una idea de cómo
la población mazatleca veía el matrimonio y como la sociedad acató esta nueva
disposición del gobierno.

En síntesis, este trabajo se aventura en dilucidar por medio del análisis de las
actas contenidas en el registro civil, el efecto que tuvieron dicha reformas en la
vida cotidiana de las parejas y en que medida se vieron modificadas sus
percepciones sobre el matrimonio.

Con el fin de comprender mejor este proceso, en primer lugar, se analizarán las
actas de presentación, después las dispensas y por último el acta de matrimonio
para ver si durante el periodo de estudio hubo cambios o continuidades en los
comportamientos de los contrayentes y hasta de la misma institución que
legalizaba el acto.

161
Gráfica 4. Registro de Actas de presentación, matrimonio y dispensa que
existen de la séptima década del siglo XIX.

Matrimonios Presentación Dispensas

1861 24 38 11

1862 53 75 30

1867 61 70 11

1868 63 77 22

1869 67 77 17

1870 52 55 10

Totales 320 392 101

Elaboró: Margarita Armenta Pico


Fuente: AHGES, Fondo del Registro Civil.

Como podemos observar en la grafica anterior, existen más presentaciones que


matrimonios por lo que se puede pensar que algunos no se llevaban a cabo o que
se daba la unión sin legalizarla civilmente sea por lo costos de la misma o por
indiferencia, ya que en libro de actas de 1862 el costo era variado; entre 2 y 5
pesos y en otros 12 reales tanto en actas de presentación como en las de
dispensa y matrimonio. Aunque se daba el caso de no cobrarse por tales
derechos, si bien eran los menos.

Otra observación que debe ponderarse es que los totales de las actas no arrojan
las 840 manejadas anteriormente, sino sólo alcanzan la cifra de 813. Esta
diferencia es porque algunas actas están en blanco o tachadas y otras están
consideradas como actas pero solamente son revalidaciones posteriores al
segundo Imperio.

162
Cabe aclarar que las actas de presentación son más completas que las de
matrimonio ya que en las primeras se presentaban 4 testigos, dos por cada uno de
los contrayentes y se les solicitaba, nombre, edad, lugar de nacimiento ocupación,
y tiempo de residir en el lugar, en algunos casos ya que en otros se omiten el
tiempo de residencia. En el año de 1862 aumentaron las dispensas ya que
quienes contraían matrimonio eran en muchos casos militares y solicitaban éstas,
con el fin de acortar el tiempo que estipulaba la ley para llevar acabo un
matrimonio inmediatamente después de la presentación por aquello de que fueran
requeridos y tuvieran que trasladarse a otros lugares.

Gráfica 5

Matrimonios, Presentaciones y Dispensas

100
80
60
40
20
0
1861 1862 1867 1868 1869 1870
Año

Matrimonios Presentaciones Dispensas

Elaboró: Margarita Armenta Pico


Fuente: AHGES. Culiacán Libros de Matrimonio de Registro Civil.

En esta grafica se puede observar un incremento de actas a partir de 1862, el año


que más presentaciones y mas dispensas hubo pero, menos matrimonios. El
primer año en relación con el siguiente se incremento de 76 actas a 145 y se

163
mantuvo así, con un ligero incremento hasta 1869. El último año, de 1870 muestra
un significativo descenso aunque fue el único año que hubo casi el mismo número
de presentaciones que de matrimonios, las dispensas fueron mínimas y ya no
solicitadas por las mismas causas que en los años anteriores, como se tratará en
párrafos siguientes.

La importancia de mostrar las cantidades de actas de presentación, matrimonio y


dispensa por año, reside en que permite apreciar su evolución a través de la
década. Y aunque no se cuenta con las actas que corresponden a la época del
Segundo Imperio, sin embargo se sabe que si se llevaron a cabo matrimonios,
pues existen evidencias de que en diciembre de 1866 se solicitó una ratificación
de acta de matrimonio cuyo número es el setenta y cuatro, lo que indica que si
para esa fecha, casi a finales de año había tal número de actas y considerando
que estas eran de presentación, dispensa y matrimonio, se mantenía más o
menos el mismo número de matrimonios. Pese a todo, el registro civil, continúo
con la función para lo que había sido creado aún en tiempos del Segundo
Imperio.

El descenso observado en los matrimonios de la gráfica anterior, ocurre porque a


lo largo de la historia se ha observado que los aspectos mencionados variaban
según la época en que se vivía; durante las epidemias o guerras se postergaban
los matrimonios; una vez que pasaban, se incrementaban tanto por los
matrimonios postergados como por las segundas nupcias con las que las viudas y
viudos recuperaban sus parejas; también se experimentaba una reducción de la
edad al primer matrimonio. El aumento en la nupcialidad motivaba que los
nacimientos se incrementaran, además por las madres que perdieron a los hijos
que amamantaban y volvían a embarazarse.247

Ahora póngase atención a nuevos aspectos implícitos en dichas actas, recordando


que antes que el acta de matrimonio, se asentaba una de presentación que
incluso era mucho más completa que la de matrimonio, probablemente porque ya

247
R. Pressant, Roland, El análisis demográfico, FCE, México 1967, en José Marcos Medina
Bustos, Vida y Muerte en el antiguo Hermosillo 1773-1898, Hermosillo, Gobierno del Estado de
Sonora, 1997, pp.195-200.

164
se contaba con la primera, que a diferencia de la segunda presentaba cuatro
testigos, mientras que la de matrimonio requería de dos.

De cualquier manera la información que proporciona cada acta dependía mucho


del juez responsable de anotar los datos, y su esmero o descuido para asentar
datos que hoy son de importancia. A lo largo de la década hubo dos jueces: Juan
Sepúlveda en 1861; José Rafael Bonilla durante los años de 1862 1867, 1868,
1869 y 1870; se desconoce la identidad del juez responsable del registro de actas
durante los años del Segundo Imperio.

5.2 Actas de presentación

Como ya se dijo en el capítulo anterior, el acta de presentación pasó a ser lo


equivalente a las amonestaciones en el matrimonio religioso y se elaboraba
previamente a una de matrimonio, pero ¿Por qué existen más actas de
presentación que de matrimonio? Esta es una pregunta que se mantiene como
preocupación desde el inició de este trabajo.

Existen varias hipótesis que pudieran contestar a dicha pregunta, por ejemplo: que
esos matrimonios no se llevaron a cabo por el costo que estos generaban y las
parejas decidieron vivir en amasiato. Otra razón sería que hubiera habido un
impedimento por parte de los contrayentes y la ley no hubiera llevado a cabo el
matrimonio, recordemos que estas actas de presentación se exhibían en lugares
públicos durante quince días antes del matrimonio y otra más podría ser que una
de las partes se hubiera arrepentido de llevar a cabo dicho matrimonio, ya que
existen estudios sobre compromisos matrimoniales que no se concretaban y que
estos en su momento, generaron gran cantidad de problemas para la Iglesia que
como ya sabemos era la que regulaba el matrimonio y tenía que resolver dicha
situación. O sea palabra dada, pero, no cumplida. El honor sexual de las mujeres y
el valor de la palabra dada, constituían dos de las formas del honor que se
reparaban con un rápido matrimonio. Y una última hipótesis es que, dado que el
puerto era un lugar de tránsito hacia otros lugares, las parejas o uno de los
contrayentes hubieran cambiado de lugar de residencia y por ello el matrimonio no

165
se hubiera concretado. Cualquiera de ellas es factible para dar respuesta a esta
incógnita de la que lamentablemente no se encontraron evidencias para probarlas.
Lo que si es obvio es que existen 392 actas de presentaciones y 320 de
matrimonio concretadas legalmente.

Las presentaciones se daban todo el año y a diferentes horas. Había


presentaciones desde muy temprano, a las seis de la mañana y otras que se
realizaban hasta las diez de la noche. En algunas actas se asentaban anotaciones
del juez producto de su observación sobre todo de la contrayente. Tal es el caso
de la acta de presentación diez y siete del veinticinco de enero de 1862 cuyos
contrayentes son Marcelino Herrera, zapatero de dieciocho años originario de
Durango y Juliana Macula de veintiséis años, “doncella natural de Gavilanes”; o la
del acta veinticinco del mismo año cuyo contrayente es José Peraza, comerciante
italiano de veintiún años que se presentó con Manuela Valdez “14 años de edad,
niña, originaria de San Sebastián”. A lo que el juez asumía que todavía era una
pequeña para estar en esos “menesteres”.

En algunos casos y por diferentes circunstancias, quienes debían estar en una


presentación no podían, por lo que mandaban a un representante como en el caso
del acta ciento veintiocho del día diez y seis del mes de noviembre de 1862 en
que comparecen Nestor Osuna, labrador de veinticinco años originario de la Noria
y Josefa Osuna de dieciséis años, nacida en la misma Noria, que declaraban ser
ambos legítimos pero que “no pudiendo comparecer personalmente la madre de la
pretensa para dar el debido consentimiento, lo prestó ante el juez de la Noria,
según certificado del catorce del presente y que doy fé tener a la vista” declaraba
el juez.

A lo largo de la década no existen unas actas más singulares que la ciento uno,
ciento dos y ciento tres de libro tercero de 1867, fechadas el veintiocho y
veintinueve de septiembre y la última, del primero de octubre. Esto es, porque en
este paquete aparece la única en donde el contrayente se casó utilizando a otra
persona “de toda su confianza” que lo representó en su lugar, realizándose los
tramites en un lapso de tiempo muy corto, al entregarse una carta poder de quien

166
representó al novio que en el momento de su matrimonio, ya que éste, se
encontraba en Jalisco. El contrayente a distancia era nada menos que el General
de División, Ramón Corona que contraía nupcias con una norteamericana que
tenía siete meses de viuda.

Pero para ilustrase mejor, es obligado pasar a revisar dichas actas:

En el acta del 29 de septiembre de 1867, fechada en “Mazatlán á veintiocho de


septiembre de mil ochocsientos (sic) sesenta y siete a las oraciones de la noche”
se asienta que cuando el juez del registro civil se encontraba en “el despacho
ordinario” compareció Francisco Sepúlveda y presentó un poder fechado el diez y
siete de julio del mismo año expedido en Guadalajara con el fin de representar al
General de División Ramón Corona “mayor de edad, originario de Pumagua,
juridicción de Teseneca perteneciente a la municipalidad de Tecuitatlan en el
cantón de Sayula, vecino de Tepic y residente es esta ciudad a quien doy fe
conozco y expresó que tiene celebrados esposales con la señorita María Ana
Mac-Kenty, originaria de los Estados Unidos del Norte y residente en Mazatlán.
Que sus deberes como soldado le impiden trasladarse al lugar que reside la
señorita MaCkenty para realizar el matrimonio concertado con ella.248

Ramón Corona tenía buenas relaciones con personas “reconocidas” de Mazatlán,


ya que quien lo representa en esta acta poder es Francisco Sepúlveda,
Administrador de la Aduana Marítima y hermano de Juan B. Sepúlveda que había
sido juez del Registro Civil y hasta su muerte en 1866 Tesorero del Estado y Jefe
Superior de Hacienda249, lugar donde también trabajaba Francisco.

En el acta del primero de octubre de 1867, relativa a la presentación, donde el Sr.


Sepúlveda le “suplica” al juez, pase a “la casa de Eduardo Beaven a efecto de
presentación; habiendo accedido y estando en dicha casa, declaró que el General
de División Ramón Corona, es soltero de veintinueve años ....residente en
Guadalajara hijo legitimo... la pretensa declaró llamarse Mary Ana Mac Kency de
veintidós años, viuda en primeras nupcias hace siete meses de L P. Bowman

248
Libro 3 de Matrimonios, Mazatlán, 28 de septiembre de 1867, acta 102, (AGHES, Culiacán)
249
Eustaquio Buelna, Apuntes para la Historia de Sinaloa, Op. Cit. p. 95

167
sepultado en esta ciudad y que es originaria de New York y vecina de este puerto
hace seis años, hija legitima de...” firmaron como testigos por parte del “pretenso”
los CC General Domingo Rubí e Ignacio López, el primero de cuarenta y dos años
de edad, casado, originario de Pánuco y residente en esta y el segundo, de
cincuenta y ocho años, viudo originario de Compostela y un año en esta,
empleado de hacienda. Por parte de la novia, comparecieron como testigos el
coronel Rosalío Banda, soltero, de treinta y un años, originario de Guadalajara y
“accidentalmente en esta” y Casimiro Olave, soltero, de treinta años, empleado de
hacienda, natural de Durango y “residente en esta hace un año”250.

EL señor Beaven, quién prestó su casa para el matrimonio, era un conocido


farmacéutico norteamericano, dueño de la Botica Americana; Domingo Rubí era
desde mayo de 1865 Gobernador del Estado y aquí cito una nota de Eustaquio
Buelna que dice “ Con este suceso (la toma de gobierno de Rubí) cimentó Corona
su predominio en el Estado y aunque el Gobernador era sinaloense, el partido
llamado tepiqueño comenzó a gozar de influencias”.251 He aquí las redes de
relación que Corona había creado y le sirvieron en su momento para facilitar en su
ausencia este matrimonio ante las leyes civiles.

Otra peculiaridad de esta acta de presentación es que al asentar su firma la novia,


lo hizo como “Mary Corona” no firma con su apellido y aún no se celebra el
matrimonio y ya tomó el apelativo de Corona. Un año más tarde, Corona registró
a un niño que dice ser hijo de “Mariana” Corona y con esto desapareció su
americanizado nombre.

Pero volviendo a la acta anterior, esta acta debía “permanecer exhibida” por
quince días para poder celebrarse el matrimonio, pero se solicitó una acta donde
se suplica “se dispense el termino ordinario de las publicaciones para poder
concluir cuanto antes el matrimonio concertado con la señorita Mary Ana Mac-
Kenly por salir próximamente para reunirse a su esposo aprovechando la pronta
salida de un buque que se hace a la vela para el Manzanillo”. Situación que se
resolvió inmediatamente y se llevó a cabo el matrimonio.
250
Libro 3 Matrimonios 28 de septiembre de 1867. Acta 103 (AGHES)
251
Ibid, Pág. 86.

168
Entre las actas de presentación están unas muy peculiares como la numero
veinticinco del 31 de marzo de 1868, ya que durante la presentación de Francisco
Guzmán, natural de veinticuatro años, comerciante originario de Concordia y doce
años residiendo en el puerto pretende contraer matrimonio con Antonia Bernardet
de diez seis años y originaria de Mazatlán quien “vive y la tiene a su cargo D.
Francisco Arteche como esposo de una tía suya que se llama Doña. Apolonia
Espinoza la que por estar en cama espuso(sic) al juez en su misma casa y como
tutora de su sobrina se niega a dar su consentimiento y que su sobrina intenta
casarse” Sin embargo tras una solicitud de dispensa por parte del gobernador, el
matrimonio se llevó a cabo, pese a la negativa de la tutora y tía. Lo que no sucedió
con la acta cien con fecha treinta de Agosto de 1868, que en la presentación se le
negó la autorización a Josefa Chavarria de 20 años originaria de Cacalotán y con
cinco años de residir en el puerto para casarse con Pablo Gandarilla de 26 años,
panadero de Cosala y con 8 años de vivir en Mazatlán. No solicitaron dispensa, ni
existe una acta de matrimonio posterior, por lo que se presume que este no se
llevó a cabo.

5.3 Actas de dispensa

El objetivo de estudiar las dispensas matrimoniales es el de analizar los problemas


o sucesos sociales que daban lugar a la solicitud de permiso para contraer
matrimonio. y como estos influyeron en la formación de los espacios familiares.
Las dispensas como cualquier documento, costaban entre cinco y siete pesos:
este costo debió haber sido imposible de pagar para algunos si tomamos en
cuenta el sueldo que ganaban ya no decir cualquier empleados, sino los
jornaleros. Además es posible que la población quisiera evitar hacer un
desembolso para este documento y otro más para las actas de presentación y
matrimonio.

El tiempo que tardaba en darse la dispensa por lo general, era muy corto hay
quienes la obtenían el mismo día que la solicitaban y las que más tardaban era
entre dos o tres días. Quien otorgaba la dispensa era el gobernador, ya que era la

169
única persona facultada para el caso. No podemos saber con seguridad si alguna
dispensa fue negada, ya que no hay forma de averiguar cuantos las solicitaron o
pretendieron hacerlo, y si el gobernador no estaba quien era la persona que las
autorizaba, recordemos que durante esta década los gobernadores
frecuentemente no estaban en el puerto dados los sucesos políticos que se
estaban dando y ellos tomaban parte.

De 1861 a 1869, la mayoría de las dispensas fueron solicitadas por la misma


causa, “no poder esperar el tiempo de ley por estar“ al servicio de las armas” lo
que provocaba que frecuentemente se trasladaran de un lugar a otro. Con
excepción del año de 1870 las dispensas eran por causas muy diferentes como lo
veremos más adelante.

La primera acta de dispensa registrada es la numero tres con fecha ocho de enero
de 1861, donde se hace una solicitud por parte de Juan Guerrero, originario de
Tampico de veintinueve años, al servicio del Gobierno del Estado que pretendía
contraer matrimonio con la señorita Emilia León, diecinueve años, originaria del
puerto. Los contrayentes, hicieron una solicitud por no poder esperar el termino de
ley de quince días…“en virtud de que esta al servicio de las armas podía de un
momento a otro abandonar la ciudad por orden de la superioridad…”252
Presentaron como testigos a cuatro comerciantes y a dos militares, nacidos en
Veracruz, Arispe, Saltillo y de la Capital de la República. La dispensa se concedió
y el matrimonio se celebró el día doce del mismo mes.

Por la misma causa era la solicitud que hacia al momento de presentarse ante el
juez el militar -de oficio jornalero- Francisco Espinoza de veintiséis años, originario
de Mocorito que pretendía contraer matrimonio con Verónica Gonzalez de catorce
años, nacida en Panuco según el acta ocho del dieciséis de enero de 1861 que
solicitaban una dispensa “manifestando que en virtud de estar al servicio del
ciudadano coronel Antonio Rosales ha sido mandado por dicho señor a un
negocio fuera de esta ciudad en el que cree dilatar algún tiempo y que deseando
verificar su enlace antes de salir pedía y suplicaba la dispensa, a lo que el juez le

252
Libro 1 de Mazatlán. Matrimonios, 8 de enero de 1861, acta 7, f 12 (AGHES, Culiacán)

170
decía que “ocurra con el gobernador del Estado en quien recide (sic) la facultad
de poderlo dispensar253. Era el juez quien les informaba que la única persona
para autorizar la dispensa era el gobernador.

Hubo un caso que de no haberse solicitado la dispensa, el tiempo de espera


hubiera sido más largo, para contraer matrimonio, y aún con ésta, hubo de pasar
mas de un mes para poder celebrarse. Desconocemos las razones para esperar
tanto después de la dispensa obtenida como se ve en el acta quince de
matrimonio, este se llevó a cabo el dieciocho de febrero de 1861, treinta y tres
días después de solicitada dicha dispensa y concedida, pero pese a todo, el
tiempo fue menor al que hubieran tenido que esperar de no haberla solicitado, ya
que probablemente Francisco o Verónica no cumplían con lo estipulado en el
Artículo 27 de la Ley de Matrimonio Civil que dice: “En el caso de que cualquiera
de los pretendientes ó ambos no hayan tenido en los seis meses últimos el mismo
domicilio, se remitirán copias del acta de presentación á los anteriores domicilios.
Pero si en ningún punto lo hubiesen tenido seis meses continuos del año anterior
al día de la presentación durarán fijos en los lugares ya señalados dos meses, en
vez de los quince días prescritos en el Art. 26 de esta ley.”254 Otra probable
causa, sería que había que reunir cierta cantidad tanto para el acta de
presentación por la que se cobraba 12 reales, para la de dispensa $ 2.00 pesos y
las de matrimonio 4 o 5 pesos. ¿Qué tanto podía ganar un militar jornalero para
contar con dicha cantidad?

Esta otra solicitud de dispensa, nos da una idea de la situación por la que pasaba
la sociedad a causa de los levantamientos militares como quedó asentado en el
acta numero doce con fecha 30 de enero de 1861 solicitando dispensa Ascencio
Ramirez de 25 años, carbonero, originario de Jerez para poder contraer
matrimonio con Alvina Silvat de 18 años, originaria de Durango, solo que en esta
ocasión la solicitud dice…”que en virtud de ser hombre pobre y teniendo
necesidad de salir fuera de esta ciudad a buscar trabajo en la labranza lo que

253
Libro 1 de Mazatlán. Matrimonios, 18 de febrero de 1861, acta 15, f 22 (AGHES, Culiacán)
254
Catalogo Documental, 140 Aniversario del Registro Civil, México, Archivo General de la Nación.
P 29,.

171
haría no poder regresar fácilmente sin algunos perjuicios pedía y suplicaba la
dispensa….”255 Como a los anteriores la dispensa fue concedida y se celebró el
matrimonio cinco días después. Guerra, pobreza y escasez de alimentos son
características de esta década en el puerto. Casi al finalizar el año anterior 1860
Mazatlán había sido declarado en estado de sitio por la aproximación de las
“fuerzas reaccionaria que traía Cajén de Durango” estas situaciones de guerra
provocaba que un gran número de hombres estuvieran por algunos días en el
puerto, lo que originaba una gran demanda de alimentos y escasez de trabajo.

Para 1862, en las actas de dispensa quedaron registros de lo que se veía venir
con la llegada de los franceses en la época de Intervención ya que, Demesio
Pizarro de treinta y dos años militar y albañil de Santiago Papasquiaro pretendía
contraer matrimonio con Jesús López de quince años, originaria de Dimas y
solicitaba una dispensa “...ya que debe salir al interior en las fuerzas que salen al
mando del C. Gral. de la Brigada de Occidente.”256 Esta dispensa se le otorgó el
mismo día de la presentación y al día siguiente contrajo matrimonio, llevando a
dos militares como testigos a uno de Mazatlán y otro de Matamoros a un
empleado también de Matamoros y a un abogado de Guadalajara. De los cuatro
testigos solo uno es originario del puerto.

Otra solicitud es la que hizo José María Mendingacha, comerciante de


veintinueve años originario de Durango y con diez de residir en el puerto, que
pretendía casarse con Patricia Tortolero de diecinueve y originaria de Mazatlán y
le “expone al juez que por la circunstancia de la guerra extranjera y de hallarse
este puerto bloqueado por una corbeta francesa se encuentran las fuerzas
nacionales de esta plaza preparadas a marchar en momento que lo disponga el
Spmo. Gbo. Y de esto lo verifica el que habla le perjudicaría si no concluye su
matrimonio con la joven D-° Patricia Tortolero porque tal vez se dilataría o no se
llevaría a efecto su dicho enlace con grabes perjuicios de los intereses de ambos

255
Libro 1 de Matrimonios, Mazatlán, 30 de enero de 1861, acta 12, f 19 (AGHES; Culiacán)
256
Libro 2 de Matrimonios, Mazatlán, 9 de abril de 1862, acta 51

172
pretensos por otras razones suplican se le dispense el termino ordinario para las
publicaciones a efecto de concluir su contrato matrimonial...”257

Bernardo Carrasco, empleado de 27 años y originario de Durango solicitó una


dispensa para contraer matrimonio con Guadalupe Lauscuyana de 20 años,
originaria de Durango ya que ...”temiendo que este Pto(sic) sea bloqueado por las
fuerzas francesas y que no halla concluido su matrimonio de lo que le resultarían
gravísimos perjuicios, suplica se le de dispensa al termino de las publicaciones
requeridas258.

Faustino Carvajal de 39 años y militar solicitaba también la dispensa para contraer


matrimonio con Soledad Bañuelos de 14 años y originaria de Quila por
“marcharse de un momento a otro en desempeño del servicio militar y resultándole
un perjuicio si dejase su casa sin seguridad y esta solo considera tenerla dejando
en ella a su futura esposa la joven Soledad”.259 En la presentación Faustino y
Soledad llevan 4 militares como testigos, todos ellos de diferentes partes:
Querétaro, México, Culiacán y El Quelite. Aquí vemos claramente la variada
composición social que analizaremos más adelante, a la vez que la gran cantidad
de militares que señalan las luchas que estaba enfrentando el estado. Por otro
lado, probablemente Faustino Carvajal era un hombre solo, que no quería dejar su
casa y sus pertenencias “sin seguridad” y al casarse habría quien se hiciera
cargo de estas hasta su regreso pero, a diferencia de las anteriores solicitudes, no
existe acta de este matrimonio, por lo que probablemente no se llevo a cabo.

También hemos observado que los “militares” que solicitaban las dispensas,
declaraban ser jornalero, albañiles, labradores, empleados. Todos ellos
pertenecían a la clase económica menos favorecida.

Algo que no se puede pasar por alto es las edades de los contrayentes que
quedaron registradas en las actas de presentación y en algunos casos en las
dispensa. Mostrándose una marcada diferencia de edades entre el hombre y
mujer como podemos ver en la siguiente gráfica.

257
Libro 2 de Matrimonios, Mazatlán, acta 58 del 14 de junio de 1862.
258
Libro 2 de Matrimonios, Mazatlán, acta 46 del 14 de mayo de 1862
259
Libro 3 de Matrimonios, Mazatlán, acta 130 del 30 de noviembre de 1867.

173
5.4 Edades de los cónyuges

La nupcialidad es un fenómeno muy importante en la demografía porque esta


relacionado directamente con la reproducción, es decir con la fecundidad;
especialmente en el caso de sociedades pasadas que no practicaban el control de
nacimientos. Así cobran importancia como reguladores del crecimiento de la
población aspectos como son: la edad del matrimonio, pues entre más temprano
era, más hijos se esperaban de la esposa.

Gráfica 6. Edades de los contrayentes por sexo.

Edades de Contrayentes de 1861 - 1870

60

50

40

30

20

10

0
13

15

17

19

21

23

25

27

29

31

33

35

37

39

41

43

45

48

50

Hombres Mujeres

Fuente: Libros de matrimonio civil 1861-1870


Elaboro: Margarita L. Armenta Pico

Como se puede apreciar en esta gráfica, los matrimonios para las mujeres
iniciaban a muy corta edad ya que desde los trece años eran consideradas aptas
para el matrimonio desde el momento que se les autoriza para ello. La máxima
edad para casarse quedaba establecida en los 40 y por lo regular estos

174
matrimonios eran con viudos, o ellas eran viudas y las mujeres que se casaban
mayores, la edad era de 50 años

Las mujeres se casaban entre los 17 y los 20 años, mientras que los hombres
iniciaban su vida matrimonial a los diecisiete aunque era a la edad veintinueve
años cuando más se casaban y mantenían un promedio regular de matrimonio
hasta los cuarenta y todavía a los 50 muchos mas hombres se casaban que las
mujeres de esa misma edad.

Es de observarse que el grupo de edad más numeroso en los varones es el


comprendido entre los 25 y 29 años, mientras que en las mujeres es el de 17 a
19 por lo que a partir de esas edades los matrimonios van disminuyendo sobre
todo en las mujeres se ve una drástica disminución a diferencia de los hombres.

Es también bastante apreciable el alto porcentaje de mujeres que se casaban


entre los 15 y 20 años, en comparación con el numero insignificante de
matrimonio de hombres a esa misma edad. La fisiología de la mujer, que
manifiesta una adolescencia más precoz que la del hombre, es evidente y queda
plenamente reflejada en este hecho, así como la educación tradicional de la mujer
para el matrimonio.

Ahora diríjase la mirada a otras particularidades. Las siguientes actas en las


cuales se ve reflejado lo antes señalado se encuentra una dispensa muy
particular; fue solicitada en 1869 por Moisés Howell de 36 años, quien declaró
ser propietario y originario de Nueva York. Su solicitud de dispensa se hizo porque
pretendía casarse con su sobrina Mariana Howell de 15 años, hija natural de su
hermano Jorge Howell y de Juana Rodríguez, nacida en Tepic y con dos años de
residir en Mazatlán; sus abuelos Carlos Howell y Mariana Part, pasaban a ser sus
suegros. Otra curiosidad de esta acta es que ella declaró ser viuda desde hace 3
años de Faustino Siqueros. Probablemente esta familia era la misma de Alfredo
Howell, conocido en Mazatlán por haber sido director y socio de la fábrica “La
Bahía” y fundador de la compañía de gas que daba luz a las calles mazatlecas.

Las dispensas de los años de 1869 y 1870 tienen otra particularidad, ya no se


solicitan por causas de guerra sino que ahora se solicitan para “evitar la espera”.

175
Tal es el caso del matrimonio que se realizó el 14 de marzo de 1870 del licenciado
y magistrado Joaquín García de 33 años originario de Tepic, que se unió en
matrimonio con la Sra. Dolores Aldrete de 36 años, originaria de Guadalajara,
quien declaró ser viuda del Lic. Pedro Sánchez y manifestando que “por ser
sumamente conocidos tanto él como la Sra. con quien va a unirse en matrimonio y
deseando corresponder á la posición honorífica que ocupa en la sociedad de este
puerto como Magistrado” los cónyuges solicitan den de inmediato el
consentimiento, lo que, sin traba alguna se les otorgó. Se presentaron como
testigos al matrimonio por parte del novio, el Lic. Luis del Castillo Negrete, de 31
años que declaró ser soltero y abogado Fiscal del Superior Tribunal de Justicia
del Estado; por parte de la novia, se presentó a testificar dicho matrimonio el Sr.
Luis Saulé de 25 años, soltero y comerciante, según su propia declaración.

Doña Dolores, había enviudado en septiembre de 1867, del licenciado Pedro


Sánchez de 64 años que se había casado con ella siendo viudo y a su muerte
había dejado dos hijos mujer y hombre de su primera esposa. Don Pedro debió
ser una persona de solvencia económica ya que a la muerte de don Juan N.
Machado sus acreedores formaron una junta de inspección sobre sus negocios
mineros en Pánuco y fue el Lic. Sánchez uno de los representantes del Mineral
de Guadalupe y Calvo del estado de Chihuahua. Por lo que su viuda, no quedó
desampara económicamente, lo que seguramente le facilitó unas segundas
nupcias.

Otra solicitud de este tipo, que no tuvo problemas para aceptarse fue la formulada
por Gustavo Müler, comerciante de 27 años originario de Alemania que pretendía
casarse con Antonia Georgina Mena de 20 años, originaria de Muleja en Baja
California “manifestó el primero ante mi que teniendo un termino sumamente
angustiado para salir de este puerto al punto donde con emergencia lo llaman sus
negocios pide dispensa del termino comun de las publicaciones” matrimonio que
se llevo a cabo en casa del señor Benjamín R. Carman ese mismo día a las 12 de
la noche.

176
5.5 Actas de Matrimonio

La primera acta de matrimonio civil celebrada en el puerto de Mazatlán tiene


fecha de enero de 1861 y en ella se dice que el pretendiente había solicitado una
acta de dispensa, previa a una de presentación, lo que me hace pensar que
anterior a este libro hubo otro, ya que aunque en la constitución de 1861 apareció
la Ley sobre el estado civil de las personas, desde el 28 de julio de 1859 al ser
expedida esta ley, por don Benito Juárez, en Sinaloa había sido sancionada y
publicada por el gobernador don Placido Vega y el secretario de gobierno coronel
Antonio Rosales.260

Pero volviendo al acta matrimonial, casi todas eran iguales, con excepción de
algunas notas que ocasionalmente asentaba el juez y en otras se omitía el nombre
de los padres o los abuelos de los contrayentes. La primera acta contenida en el
libro uno de 1861 dice así:

En el puerto de Mazatlán a los cinco días del mes de enero de mil


ochocientos sesenta y uno, estando presentes el juez del estado
civil en su despacho ordinario, compareció el ciudadano Jesús M.
Herrera, pretendiente para contraer matrimonio manifestando que
en virtud de haberse obtenido por el Supremo Gobierno del
Estado la correspondiente dispensa para que permita el término
de quince días designado por la ley de la materia para la
publicación de la acta de presentación, pedía pasase el expresado
juez a la casa morada del ciudadano Santiago Rivera, con objeto
de verificar su enlace con la joven Antonia Cárdenas, hecho lo que
se pretendió, fueron presentes contrayentes expresados
ciudadanos Jesús M. Herrera y Antonia Cárdenas y siendo las
siete y media de la noche, y ante los testigos que al fin se
expresaron, se procedió a la lectura de lo que previene el artículo
15 de la ley del 23 de julio de 1859, haciéndose constar que el
primero de los contrayentes expresó tener treinta y un año de
edad, de ejercicio comerciante, domiciliado en este puerto y
originario de Durango, hijo de Don J. Francisco de Herrera y Doña
Carmen Salazar que el nombre de sus abuelos maternos los
ignora la segunda manifestó tener diez y siete años de edad,
avecindada en este puerto y originaria de Zapotlán el Grande hija
de Jesús Cárdenas y Doña Ramona Bargas que se hallan

260
Héctor R. Olea, Sinaloa a través de sus... p. 182.

177
presentes, por cuyo motivo y en atención a ser menor de edad le
tomó el consentimiento para este acto a la persona declaro hacer
las veces de sus padres y que los ciudadanos Santiago Rivera,
sus abuelos paternos los fueron (hoja rota ) …gas y Doña Dolores
Davila..

Después de la presentación de los contrayentes, se pasó al procedimiento y


protocolo que implicaba dicha unión legal. En el recinto del Juzgado, la ceremonia
continuó en los siguientes términos:

En seguida el presente juez preguntó a cada uno de los


contrayentes si voluntariamente se tomaban y entregaban
mutuamente por marido y mujer, afirmando su unión al
matrimonio, hecha esta declaración se les impuso de los
contenido en los artículos primero, segundo, tercero, cuarto y
quinto de la ley. Y yo Juan B. Sepúlveda juez del estado civil de
este lugar declaró a nombre de la sociedad que el ciudadano
Jesús M. Herrera y la joven Antonia Cárdenas quedan por este
acto unidos en matrimonio. Fueron testigos los ciudadanos
Ramón Herrera y Aniceto López quienes declararon el primero
tener treinta años de edad, casado, ejercicio comerciante
avecindado en el pueblo de (hoja rota) y sin ningún parentesco
con la contrayente, el segundo de treinta años de edad, casado
vecino de este lugar, comerciante y sin ningún parentesco de los
contrayentes. Con lo que concluyó este acto…. (Rubricas) Jesús
m. De Herrera, Antonia Cárdenas, Ramón Herrera y Aniceto
López.261

Esta es la primera acta de matrimonio civil de Mazatlán. Esta nueva legitimidad,


utilizada por la señorita Antonia Cárdenas y el señor Jesús M. de Herrera fue
introducida en nuestro país en el marco de la hegemonía política de quienes se
proclamaron portadores de la modernidad: los liberales. En 1859, convirtieron en
contrato civil, lo que la Iglesia católica había considerado durante toda una historia
un sacramento y un acto religioso que solo Dios podía disolver. Por eso en la
segunda mitad del siglo XIX, el matrimonio civil constituyó uno de los mayores
temores del clero.

261
Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa AHGES, Fondo Registro Civil, libro 1, Foja 1.

178
Ahora, haciendo un análisis de esta acta se observa que el contrayente y los
testigos eran todos comerciantes, tanto los dos contrayentes como los testigos
eran avecindados y no oriundos de Mazatlán, es decir el primer acto de
matrimonio civil se efectuó entre sujetos que vivían en Mazatlán por los rasgos
que ya se señalaron en el capítulo primero. Algo más que agregar es que la novia
llegó de Jalisco junto con sus padres, es decir la migración a Mazatlán es familiar.
Y aun cuando en esta acta los contrayentes firman, en la mayoría de los casos los
contrayentes y testigos no sabían hacerlo, lo que demuestra que había un alto
índice de analfabetismo en la época.

Algo de subrayarse es que ninguna mujer aparece en estas actas como testigo,
reflejando la poca o nula importancia jurídica que se le otorgaba y pocas
contrayentes sabían firmar. Tanto los contrayentes, como los testigos, en su
mayoría eran personas de otros estados de la república e incluso muchos de ellos
extranjeros.

Además, a fin de ahondar sobre los elementos que estuvieron presentes en los
contratos matrimoniales efectuados en Mazatlán, es pertinente analizar el lugar de
origen de los contrayentes para darse una idea de esta mezcla cultural que se dio
en Mazatlán durante la séptima década del siglo decimonónico, para ello la
presentación gráfica, que aparece después del párrafo siguiente, sobre los
contrayentes extranjeros y la de los de origen nacional, es una imagen más que
elocuente.

Como ya se ha mencionado, durante la séptima década del siglo XIX, la vida de la


población mazatleca se caracterizó por fincar su existencia y desarrollo a partir de
una inmigración nacional y extranjera que se ve representada en las actas de
matrimonio ya que la mayoría de los contrayentes no eran nativos del lugar. Sus
lugares de origen eran Inglaterra, España, Francia, Italia, Alemania, Chile,
Panamá y del interior del país Durango, Jalisco Tepic, México, Zacatecas,
Morelia, Sonora, Aguascalientes, Chihuahua, y poblaciones cercanas al puerto.

179
Como puede observarse, la población nativa era mínima con respecto a la
foránea, lo que da cuenta de una población heterogénea.

Gráfica 7. Matrimonio de mazatlecos y foráneos, hombres y mujeres por año


(1861-1870).

Mazatlecos y Foraneos

160
Num. de Mazatlecos y

140
120
Foráneos

100
80
60
40
20
0
Mazatlecos Foráneos

1861 1862 1867 1868

Elaboró: Margarita Armenta Pico


Fuente: AHGES, Culiacán, Libro de matrimonios de Registro Civil de Mazatlán.

Como se puede observar, una mínima cantidad de los contrayentes eran


originarios del puerto, lo que marca la gran variedad de a composición poblacional
que lo habitaba derivado de un fuerte flujo migratorio y hay que tomar en cuenta
que la población de edad casadera es más móvil. Del mismo modo, la condición
de puerto y su vinculación con el comercio dieron a la sociedad una rotación
poblacional poco común. Esto es, un movimiento constante de personas que están
llegando pero que también abandonaban la ciudad. Durante toda la década se
mantuvo igual, hubo más contrayentes foráneos que mazatlécos.

Como ya se mencionó antes, las actas de matrimonio son una fuente apropiada
para analizar el proceso migratorio ya que en ellas quedan asentados, la localidad

180
de origen de los contrayentes. Así que esta gráfica nos demuestra la compleja y
variada sociedad porteña que se empezó a dar desde la apertura del puerto a
principios de la tercera década del siglo. Por lo que el puerto se desarrollo a partir
de una población no local tanto extranjera como nacional.

En la siguiente gráfica podemos apreciar de que lugares del país llegaban a


Mazatlán.

Gráfica 8. Lugar de origen de los contrayentes nacionales por sexo.

Contrayentes de origen nacional


140 130

120
102
100
80
60 54 54

40 39
40 29
35
25
22 20
20 16
12 11 9 6
14 14 12 15
3 3
0
c
n

os

n
o

a
o
C
ra

.
s
co

io

az
pi
la

ca
al
g

ca

er
B
no

ar

d
an

lis

Te
at

os
rr

ia
ta
te

os
az

So
Ja

ue
ur

ul
de

Es
ca

R
M

C
G
Za

os
El

re

tr
do

O
de
lre
A

Hombres Mujeres

Elaboró: Margarita L. Armenta Pico


Fuente: Fondo de actas de Matrimonio Civil. AHGES, Culiacán.

La gran cantidad de los inmigrantes nacionales radicados en Mazatlán es evidente


durante este periodo, lo anterior se constata si se revisa la gráfica Nº 4,
presentada páginas atrás. La mayoría de los contrayentes eran foráneos y es
aquí donde se percibe de modo significativo la migración interna y sus lugares de
procedencia.

181
Es significativo que una gran porcentaje de los contrayentes que radicaban en el
puerto venían de los alrededores del mismo, ya que las actas indican lugares
como: El verde, Cerritos, Rosario, Verano, Recodo, Guadalupe y Calvo, Chametla,
El Potrerillo, Villa Unión, La Noria etc. Pero también venían de otros estados del
centro y norte del país, y ninguno del sur. Entre los provenientes de otros estados
del país, sus lugares de origen eran: Durango, Jalisco, Sonora, Tepic, Baja
California, México, Guanajuato y Zacatecas.

También esto indica un claro testimonio del amplio mercado matrimonial de que
disponían las porteñas y las mujeres en general debido al fuerte flujo migratorio en
Mazatlán. Por otro lado esta también el grupo de extranjeros que contrajo
matrimonio en el puerto y se puede ver en la siguiente gráfica.

Gráfica 9. Lugar de origen de los contrayentes extranjeros por sexo.

Lugar de Origen de contrayentes


Extranjeros (1861-1870)

15 13
9 9
10
5
5 3 2 2 21 2 2
1 11 1 1 1 1
0
EU

lia
ia

ila
le

l
da

lia
ia
ra

si

a
ci
nc

hi

ug
Ita
an

an
er

ra
an

go
re

C
a

at

rt
m

M
G
Irl

on
Fr

Po
gl

le

M
In

Hombres Mujeres

Elaboró: Margarita L. Armenta Pico


Fuente: Fondo de actas de Matrimonio Civil. AHGES, Culiacán.

Aquí se observan los lugares de procedencia de los extranjeros que durante este
periodo contrajeron nupcias, descollando los procedentes de Estados Unidos,

182
mientras que los ingleses, españoles y alemanes les seguían en orden de
cantidad. Sin embargo, no se puede dejar de observar que los lugares destacados
en la gráfica, son sitios que tenían fuertes vinculos con el comercio porteño. Los
barcos descargaban mercancías y a su vez, dejaban el cargamento humano en
busca de mejores posibilidades de vida y nuevas expectativas de futuro.

Igualmente es de advertirse que la población masculina es la que muestra mayor


capacidad de desplazamiento. Sin embargo, también se presentó un gran
movimiento migratorio en las mujeres e incluso de familias.

Por otra parte se advierte en las actas de matrimonio a contrayentes de diferentes


nacionalidades que declaran ser de diferentes partes de Estados Unidos como a:
Guillermo Harper, Mary Anna McKenly, Moore Alvore Ladd, Doney Juan
Desmond, Alfredo Howell, Moisés Howell, Henry Malcom, Benjamín Haw, Juan
Cole, Marianela Fernandez, Brigido Tice, Henry Malcom, Francisco Dena.

Entre estos extranjeros podemos señalar a Alfredo Howell, que en 1863, solicitó
en sesión de cabildo , “una línea de casa donde piensa establecer una maquina de
hilados”262

También quedaron registrados de Alemania: Carlos E. Krause, Carlos Juan


Furken, Juan Lerrels, Agustin Beaven, Guillermo de Gross, Cristóbal Farber.
Mauricio Walheim, Jorge Buhe,

Y de España y Portugal, figuran: Jose Pereira Machado, Leopoldo Escalante,


José de Lorena, José Silveira, Bonifacio Legarza, Manuel V. Fontan, Adolfo
O’Ryan, Sebastián Sentíes, Domingo Rey, Federico Gutierrez Imaña, Miguel
Careaga que era propietarios de la agencia aduanal Careaga Hermanos y
Compañía, una de las mas importantes de Mazatlán263 y Hevelina Bishop, de
Islas Canarias.

Entre este grupo de extranjeros, ubicamos a Federico G. Imaña quien fue


propietario de grandes terrenos en el puerto264. Y a al conocido habitante del

262
Oses Cole, Las viejas calles...p 23.
263
Ibid., P 73.
264
Ibíd., p 13.

183
puerto, Adolfo O’Ryan, colaborador del periódico El Correo de la Tarde, que
durante muchos años escribió una columna denominada “Notas de una
Mazatleco” bajo el seudonimo de “Zenon”265

También de Europa, concretamente de Italia contrajeron matrimonio, Santiago


Ponce, Antonio Sanola, Luis Dellamore, José Peraza, Luis Canobio; de Inglaterra
e Irlanda : Guillermo Ogley, Carlos Wolrich, Thomas Mcarthy, Lara Howves,;

En menor medida comparecieron de Francia: Francisco Edmundo Courtinault. De


Manila, Filipinas: Antonio Vico, Juan Matías, Juan Martínez. De Valparaíso: Juana
Marchlaks, Nicolas Canto.

Esta larga lista de contrayentes todos extranjeros en su mayoría son hombre y


podemos reconocer entre ellos a reconocidos comerciantes del puerto que
contrajeron matrimonio con mexicanas o mexicano como en el caso de Ramón
Corona que se casó con una estadounidense.

Pudiera ser que la cantidad de matrimonio que se dieron de extranjeros era


porque el matrimonio civil, resolvía el problema de el matrimonio mixtos entre los
católicos y protestantes y entre los mismos protestantes ya que hasta ahora no
hemos encontrado que tuvieran un lugar para practicar el culto distinto al católico.
Es por ello que gran cantidad de extranjeros comparecieron ante el registro civil,
ya que éste, no imponía condiciones para llevar a cabo dichos matrimonios.

Tal es el caso de Guillermo Ogley, carpintero de Belfaso Irlanda de 34 años que


pretendía contraer matrimonio con Lara Howves, domestica de 20 años de edad,
originaría de Inglaterra; se presentaron a las 11 de la mañana en la oficina del juez
con tres testigos, un comerciante de Estados Unidos y otro de Mazatlán y un
marinero de Nueva York, todos firmaron como consta en el acta veintiséis con
fecha 2 de abril de 1861. Característica común es que en las actas donde
comparecían extranjeros, estos si sabían firmar. Esta acta es una de las dos -
entre 821- en donde una mujer declara tener un oficio: domestica y ambos
declaran ser extranjeros.

265
Oses Cole, Las viejas calles... p 34.

184
Otro registro matrimonial, contenido en el libro tres bajo el número 6, está fechada
el 20 de enero de 1867 y en ella se asienta que comparecieron el señor, Luis
Canobio de 30 años, farmacéutico de Italiano y la señorita Ramona Támes de 19
años, originaria de Mazatlán. Con este matrimonio el señor Canobio inmigrante
italiano que se estableció en la ciudad alrededor de 1860, se unió en matrimonio
con la sobrina heredera de la sra. Tomasa Osuna e instaló su farmacia en la
planta baja de la finca que su esposa heredó y que años mas tarde llegaría a ser
la más grande y mejor surtida de Mazatlán.266

5.6 Viudos y viudas

La muerte de alguno de los cónyuges, ponía punto final al matrimonio y planteaba


la posibilidad de que el sobreviviente contrajera uno nuevo. Lawrence Stone ha
sostenido que las segundas nupcias eran muy comunes: en un estudio que hace
sobre las mujeres viudas en Inglaterra durante los años 1500 a 1800 dice que
“menos de la mitad de los hijos llegaban a la edad adulta con ambos padres vivos;
y solo una pequeña minoría vivía lo suficiente para convertirse en una carga
económica para los hijos en la vejez”267. En una sociedad que definía a la mujer
por su relación con un hombre y en que ésta era considerada en función de su
posición en la familia y su estado civil, la perdida de un marido era un
acontecimiento de enormes consecuencias sociales y económicas para la mujer.

Los moralistas268 y la sociedad eran muy rigurosos con las viudas, “puesto que se
trataba de mujeres que se encontraban en el mundo sin estar sometidas
directamente al poder de un hombre”. Y se les miraba con recelo porque podían
suponer ejemplos distorsionantes para las demás mujeres.269

En la siguiente gráfica se puede observar la cantidad de viudos (as) que volvieron


a casarse durante la década.

266
Oses Cole, Las viejas calles... p 141.
267
Lawrence Stone, Familia, sexo y matrimonio en Inglaterra 1500-1800, FCE, México, 1989, Pág.
40.
268
Estos en el sentido, de lo que dictaba la moral de la época con respecto a las mujeres viudas en
un marco en el que estaban fijadas las expectativas sobre ellas o ellos.
269
Francisco Martínez Marina ,Ensayo histórico crítico sobre la legislación, Imprenta de la
Sociedad Literaria y topográfica, Madrid, 1845, Pág. 203. (fotocopias)

185
Gráfica 10. Segundos matrimonios por año 1861-1870.

Viudos y viudas vueltos a casar


14
12
12
10 10
10 9
8 8 8
8

6
4
4 3
2
2 1

0
1861 1862 1867 1868 1869 1870

Viudos Viudas

Elaboró: Margarita L. Armenta Pico


Fuente: Fondo de actas de Matrimonio Civil. AHGES, Culiacán.

Según esta gráfica, era más común, que los hombres viudos contrajeran de nuevo
matrimonio. Aunque en menor proporción también las mujeres viudas se volvían a
casar. Esto podría deberse a que los viudos se quedaban con hijos que no podían
atender mientras que las mujeres viudas, tal vez volvían a la casa paterna u otra
explicación podría ser una posible condena social al matrimonio de las viudas a
las que se les dificultaba contraer de nuevo matrimonio si quedaban con hijos y no
contaban con buena solvencia económica. El tiempo de espacio entre la viudez y
el nuevo matrimonio variaba, ya que igual pasaban 18 años para contraer
matrimonio o tan solo un mes después del deceso del cónyuge como se puede
observar en las actas de matrimonio civil de Mazatlán durante la década que se

186
trata ya que al contraer matrimonio un viudo o una viuda, este (e) señalaba el
tiempo de viudez que tenía y el nombre de su anterior pareja.

Sin embargo, la sociedad tenia “expectativas” respecto de la viuda; y en relación al


viudo, “el deber de un padre viudo era encontrar una madre sustituta para sus
hijos, volviendo a casarse, o bien llevando una pariente soltera a la casa, o bien
enviando a sus hijos a la casa de su hermana”. Según lo investigado por Cecilia
Rabell para el México del siglo XVIII, “los viudos se volvían a casar más
frecuentemente que las viudas”. La población masculina practicaba una especie
de “poligamia sucesiva” al enviudar, los hombre no tardaban en casarse de nuevo
y en muchos casos lo hacían con mujeres solteras270

En cuanto a las viudas la mejor solución era volver a casarse, pero la edad y la
situación económica en que quedaba, condicionaba sus posibilidades si era joven
y estaba en condiciones de casarse, volvía a la casa paterna a la espera de
nuevas bodas271. La mayoría de los historiadores de la familia coincide en
sostener que cuanto más joven era un viudo o una viuda, más elevada era la
posibilidad de que volviera a casarse.

Aunque existen condicionantes que conducen a comportamientos diferenciados.


Las mujeres reiniciaban su vida reproductiva a una edad en la que la fecundidad
272
era aun alta mientras que “por encima de los cuarenta años de edad, los
hombres tendían a casase en segundas nupcias con más facilidad que las
mujeres273. También influía en sus posibilidades de contraer nuevas nupcias la
dote que pudiera aportar al nuevo matrimonio, por ello Nilda Guglielmi señaló que
“las mujeres viudas de buena familia y con saneada dote se casaban dos y tres
veces274. Es decir que ejercían lo que Elsa Malvido denominó “la poliandria

270
Cecilia A. Rabell, “El patrón de nupcialidad en una parroquia rural novohispana .San Luis de la
Paz, siglo XVIII ”, en Pilar Gonzalbo, Op. Cit. pp. 199-227.
271
Nilda Guglielmi,” La tornata de la mujer viuda. Italia del centro y del norte, siglos XIII-XV”, en
Historia Económica y de las Instituciones Financieras en Europa, Barcelona,Trabajos en homenaje
a Ferran Vals Taberner, 1989, p, 3782.
272
Cecilia A. Rabell, Op. Cit.
273
Sara F. Mattew, “El cuerpo apariencia y sexualidad”, en Historia de las Mujeres. Del
Renacimiento a la Edad Moderna. George Duby y Michelle Perrot, Madrid, Taurus, 1993, pp.67-
109.
274
Nilda Guglielmi, Op. Cit.

187
espaciada legal, en caso de reincidencia matrimonial, o ilegal, pero como
honorable viuda”275.

En Mazatlán se llevaron a cabo 75 matrimonios de viudos y viudas, durante esta


década, siendo más los hombres los que volvían a contraer matrimonio y
esperaban menos tiempo para volverse a casar sobre todo con mujeres solteras y
bastante jóvenes. Aunque no dejó de haber viudos de la misma edad que
contraían matrimonio.

5.7 Oficios

Los datos que contienen las actas de matrimonio nos permiten saber a que se
dedicaba la población del puerto, ya que tanto contrayentes varones, como
testigos declaraban su oficio. Lo que nos da una visión clara de los medios de
subsistencia. Desafortunadamente en solo dos actas se hace constar el oficio de
las mujeres, declarando ambas ser empleadas domesticas, aunque sabemos por
otros estudios o fuentes que muchas mujeres trabajaban y eran cabeza de familia.
Por lo que los resultados presentados aquí sólo reflejan la actividad laboral
masculina.

En las actas aparece a menudo el oficio “labrador” y suponemos que pertenecen


a aquella clase dentro del sector agrícola que serían aparceros o con poca tierra.
Pero nos encontramos también con el termino de “jornalero” y no queda claro si
este se refiere a los que trabajan la tierra a jornal o dentro de la industria. Por lo
que los he separado en dos el jornalero y el labrador aún cuando algunos de ellos
declaran ser militares jornaleros o militares labradores que pueden ser
considerados como una persona con dos oficios.

En la siguiente gráfica se muestra la diversidad de oficios de aquellos que


comparecieron en el registro civil, como contrayentes.

275
Elsa Malvido M., “Algunos aportes de los estudios de demografía histórica al estudio de la
familia en la época colonial de México”, en Familia y Sexualidad en la Nueva España, México,
Sep. 80, FCE, 1982, pp. 81-99.

188
Gráfica 11.

Oficios de los contrayentes de 1861


a 1870
80
70
60
50
40
30
20
10
0

ro
rn d o

os
Sa r
M tero

na e
pi or
Za tero

ba o
L a er o

o
p e

ta

Pa tr

A ar i
er

er
Em ant

de
C r ad

rs
Jo lea

ili

s
ad

in

st
pa

r
n

e
pe
ci

ar
b

iv
er

O
ar

D
om
C

Número de Oficios

Elaboró: Margarita L. Armenta Pico


Fuente: Fondo de actas de Matrimonio Civil. AHGES, Culiacán.

En esta grafica se muestra los oficios más declarados, después del comerciante
como podemos ver el jornalero y el labrador es de los más representativos y
queda claro el peso del comercio pero también nos habla de una población dentro
del sector agrícola con gran peso, que subsistía de la tierra.

En esta gráfica, la barra que marca “oficios diversos” es mayor que las demás, ahí
están los oficios que manifestaron os contrayentes y que no entran en las otras
categorías,. Estos eran tan variados que quedo manifestado así. Entre los oficios a
que se hace mención están: hojalateros, ladrilleros, juez, abogados, dulceros,
criados, barberos, músicos, albañiles, herreros, sombrereros, carboneros,
cargadores, curtidores, domésticos, camineros y otros más que nos permiten
observar como diversos grupos sociales acataron estas disposiciones.

189
Entre los cinco oficios de más peso están los comerciantes, jornalero, labrador,
empleado y militar este tomando en consideración que el país y el estado de
Sinaloa en particular, tenía problemas de índole político. La causa por las que
había tanto militar en el lugar, es que desde inicios de esa década de 1860, el
estado estaba enfrentado tanto luchas internas como externas y era sede de la
Guarnición Militar, después de la aplicación de la Constitución de 1857, también
por el gran contrabando que se estaba dando en el puerto, robos en la aduana,
abusos de las tropas contra ciudadanos extranjeros, quejas por artículos de
276
prensa publicado en contra del vicecónsul inglés Juan Kelly Los ataques
constantes con “el tigre de Alica” y la intervención francesa propiciaron una gran
concentración de militares en el puerto de diversos bandos.

Entre los militares con alto rango que comparecieron ante el juez para contraer
matrimonio están Ramón Corona, Rosalio Banda, Vicente López, Juan Navarro,
Antonio Rangel, Cayetano Díaz, Andres Michell, Anastasio Flores, Simon Mora,
General Eulogio Parra, Leopoldo Escalante, Cleto Preciado, y muchos otro, que
contrajeron matrimonio en el puerto. También se solicitó una constancia de
matrimonio del general Anacleto Correa.

5.8 Ilegitimidad

En algunas las actas de matrimonio, el juez asentaba si el contrayente o la


consorte eran legítimos o no, lo que entra a discusión ya que legitimo era todo
aquel que hubiera nacido dentro de un matrimonio celebrado por la Iglesia y en
aquel momento el único matrimonio legal era el civil.

Pero más allá de las actas de matrimonio ya que en su gran mayoría no se


estipulaba la legitimidad o lo contrario, se recurrió a las actas de nacimiento del
mismo periodo de los años 1867, 1868 y 1869 ya que en ellas si se asentaba la
legitimidad o ilegitimidad de quien se registraba. En estos registros de nacimiento
es que se percibe el momento en que la autoridad civil confrontaba al orden legal y

276
José María Figueroa, Gilberto López Alanís, coordinadores, Mazatlán, Tomo I. 18 Encuentros
con la Historia, Gobierno del Estado de Sinaloa, Culiacán, Sinaloa, 2004.

190
la vida cotidiana de la población. Es decir que las prácticas cotidianas superan las
normas al imponer la ilegitimidad a través del registro de los hijos naturales frente
a toda una manera de vivir de una sociedad, generando una ruptura del poder
dominante.

Con ello se permite entender como la sociedad produce sus características


fundamentales de honor y dependencia femenina. Las altas tasas de ilegitimidad
demuestran esta permanente maniobra familiar, así como sus características
sociales dejan patente que para los hombres no todas las mujeres participaban del
mismo código de honor, ya que había una gran cantidad de hijos ilegítimos y por
ende muchas madres solteras.

Gráfica 12. Registro de nacimiento de hijos legítimos e ilegítimos.

Tipos de Nacimientos

200
Nacimientos

150
Num. de

100
50
0
1867 1868 1869
Año

Legítimo No Legítimo Se Desconoce

Elaboró: Margarita L. Armenta Pico


Fuente: Fondo de Registro Civil, Actas de Nacimiento, AHGES, Culiacán

No resulta fácil examinar de manera exacta el crecimiento de la población ni sus


componentes, ya que no existen censos confiables de la época, además por ser
Mazatlán un lugar de transito no se sabe con certeza la cantidad de población que

191
lo habitaba. Las evaluaciones que contienen las fuentes estudiadas son también
escasas ya que no existen actas de nacimiento de años anteriores pero como
podemos ver, se registraban una gran cantidad de niños ilegítimos.

Gráfica 13

Porcentaje de Número de Nacimientos


de 1867 - 1869

8%

40% 52%

Legítimo No Legítimo Se Desconoce

Elaboró: Margarita L. Armenta Pico


Fuente: Fondo de Registro Civil, Actas de Nacimiento, AHGES, Culiacán.

El porcentaje de hijos ilegítimos, esta en un 52%, por lo que, más de la mitad de


los niños registrados no nacieron dentro de un matrimonio. La ilegitimidad no
marca la emergencia de una nueva moral sexual y no es el signo de la inmoralidad
de las clases populares, sino la del fracaso de una política tradicional del
matrimonio. La ilegitimidad no es el matrimonio rechazado, sino el matrimonio
frustrado que se refleja en estas actas.

192
5.9 Matrimonio y Segundo Imperio

No existen registros, de actas de matrimonio durante el periodo de intervención,


sin embargo, los matrimonios siguieron celebrándose ya que existen algunas
actas que así lo demuestran ya que el gobierno, solicitó después de la salida de
los franceses que cualquier matrimonio que se hubiera celebrado en “tiempos del
gobierno imperial” se volviera a registrar como esta que solicita su revalidación:

“ …solicito revisar la partida respectiva y que deseando cumplir


con la ley que previene revalidar los actos civiles que se
verificaron en tiempos de la intervención viene expresamente a
hacer esta exposición (sic) y pide una constancia de ella….”277
…el presente juez, obsequiandole (sic) la suplica del citado C.
Jesús M Ferreira trajo á la vista el libro numero 2 del año 1866 á
que se refiere y con el numero sesenta y cinco vio la acta que da
fé tener á la vista…”.

Si existió una ley con el fin de revalidar tales actas, fueron muy pocas las
personas que comparecieron a revalidar su matrimonio posterior a la salida de los
franceses del puerto según lo demuestran las actas. Los matrimonios civiles
continuaron llevándose a cabo, ya que el acta a la que se hace mención es la
número sesenta y cinco con fecha 24 de diciembre de 1866. Este tipo de
revalidaciones de actas también se dieron en las de nacimiento.

En cuanto a las leyes del Segundo Imperio, estas fueron muy claras no solo
continuaron las disposiciones establecidas por las Leyes de Reforma sino que
anexaron nuevas sin dar marcha atrás a lo establecido.

277
Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa (AHGES), Culiacán, Registro Civil, Acta de
Matrimonio 37 Libro 34, 5 de Mayo de 1870, foja (f)

193
Gráfica 14. Cuadro de matrimonios religiosos y civiles 1861- 1870

MATRIMONIOS
AÑO MATRIMONIOS CIVILES
RELIGIOSOS
1861 25 26
1862 19 54
1863 19 -
1864 30 -
1865 36 -
1866 15 -
1867 18 63
1868 17 63
1869 11 67
1870 18 50
TOTAL 208 323
Elaboró Margarita L. Armenta Pico

Fuente: Registros Parroquiales y Civiles de Mazatlán

En este cuadro, podemos comparar la cantidad de matrimonios que se registraron


en la década y la marcada ventaja que tienen los civiles.

Algo muy importante que hay que aclarar es que dado que el recuento de ambas
actas, la civiles y religiosas, no son anónimas, pude comparar los nombres de los
contrayentes en ambas actas y ninguno de los que se casaron por el civil,
contrajeron matrimonio religioso y viceversa. En las actas religiosas, ninguno de
los contrayentes hombre o mujer era extranjero, y sus oficios –los declarados-
eran en su totalidad jornaleros y solo existe un acta de un novio que declara ser
abogado. Por lo que se puede apreciar fue la clase baja la que se unió en
matrimonio religioso a diferencia de los matrimonios civiles todo esto a lo largo de
la década de 1861-1870.

194
CONCLUSIONES

A partir de la tercera décadas del siglo XIX el puerto fue el horizonte de muchos
hombres y de cierta cantidad de mujeres, y familias enteras que dejaron la zona
centro y sur del país en busca de un trabajo asalariado y mejores fuentes de
vida, atraídos por el gran influjo del comercio que se evidencia en las costumbres
e ideas de las sociedades, porque esta actividad pone en relación directa a
vendedores y compradores, así como a todos los seres sociales.

El puerto de Mazatlán se convirtió en un centro de mezclas e influencias diversas


y generó formas de convivencia que terminaron por generalizarse entre todos los
grupos sociales. Unos grupos adoptaron nuevas costumbres y otros introdujeron
hábitos antes desconocidos por lo que, la mayoría terminó por similar el ejemplo
que contemplaba entre sus vecinos.

Otro aspecto relevante fue que aunque cuantitativamente la población nacional


era más que la de los extranjeros, estos últimos tenían un gran peso en la
sociedad como modelos a imitar de sociedades que se consideraban más
avanzadas económica, política y socialmente por lo que en esta etapa en
Mazatlán se empieza a gestar una nueva sociedad más secularizada que intenta
adaptarse a las nuevas circunstancias que dieron inicio a una nueva fase de la
vida social .

Los extranjeros por si mismos no tenían suficiente fuerza dado que el número era
menor que los no extranjeros pero, la mayoría de ellos eran comerciantes que
controlaban el comercio regional y a su vez contaban con el apoyo de quienes
estaban en los puestos de poder y tenían grandes relaciones, por lo que su fuerza
estaba más en la influencia que ejercían que en su número .

La Iglesia católica, por medio del Obispo de la Diócesis en el período que


estudiamos pretendía imponer el sacramento del matrimonio para la constitución
de las familias. Con ese propósito no sólo atacó al matrimonio civil, sino que
además persiguió a las personas que utilizaron este recurso liberal para legitimar
sus uniones, negándoles cualquier solicitud si no se retractaban de haber

195
aceptado las nuevas leyes. Este tipo de formalidad civil estuvo, pues, en el blanco
de los ataques de la institución eclesiástica. Legitimidad que socavaba, según
criterios de la Iglesia, los cimientos de la concepción católico-cristiana de la familia
y ponía en jaque a uno de sus principales sacramentos: el matrimonio católico.

La Iglesia, influida por la filosofía de Santo Tomás de Aquino, no estaba dispuesta


a perder terreno en la implementación y fortalecimiento del sacramento del
matrimonio. Este era el único espacio institucional, consagrado por ella desde el
siglo XVI, para la construcción de la familia patriarcal y monógama, célula
fundamental de toda sociedad. Sin embargo, el matrimonio civil tuvo, una
recepción social relativamente alta comparada con los religiosos. Por esto, no es
gratuito encontrar las observaciones, citadas anteriormente hechas por el obispo
de Sonora a los curas de la mitra y en particular en Mazatlán donde además de
ser relativamente bajos los niveles de nupcialidad católica, el contrato civil liberal
tuvo una expresiva manifestación de nacionales y extranjeros.

Por otro lado, la religiosidad de Mazatlán estuvo marcada por ser un puerto
importante del país que atrajo a extranjeros no católicos e hizo que sufriera el
permanente influjo de los marineros en la mentalidad y en las costumbres. El
impactó inicial fue muy fuerte ya que coincidió con la escasa presencia de
población nativa y una carencia de elites locales tradicionales. A ello habrá que
agregarle una Iglesia con serios problemas institucionales y con poca o nula
influencia que favoreció la propagación de las ideas de extranjeros que habían
creado redes con la población que estos trataron de imitar, siendo algunas de
ellas la comparecencia ante el Registro Civil para llevar a cabo un matrimonio
como se ve reflejado en las practicas sociales y que de no haber sido religioso
hubiera sido visto ante la sociedad como concubinato, que también los había.

Los cuadros son reveladores al respecto, ya que aun cuando existen solo la mitad
de registros de matrimonios civiles, es notoria la diferencia contra los religiosos
que contemplan toda la década.

Sin embargo, quiero destacar, a manera de aclaración, que las cifras comparadas
de ambos matrimonios presentan unas características especiales. La primera

196
consiste en que las de los civiles corresponden a la totalidad anual de las
celebraciones efectuadas en Mazatlán por personas residentes en la ciudad, pero
en 1870 venían de pueblos vecinos que se trasladaban hasta el puerto sólo para
contraer el matrimonio civil. Sin embargo, en los casos en que fue posible precisar
por años el número de matrimonios civiles celebrados entre personas vecinas de
la ciudad y los efectuados entre parejas residentes en pueblos cercanos, las cifras
de civiles entre vecinos de la ciudad fueron mayores que las de parejas no
residentes.

Pese a que el número de matrimonios civiles fue alto en Mazatlán esta nueva
legitimidad, al parecer, no había adquirido el peso cultural necesario para
imponerse como alternativa nupcial.

Es decir, muchas personas acudieron a la ley civil para dar un toque de legitimidad
a sus uniones siendo de estos de todos los sectores de la sociedad, sin embargo,
está la contraparte que recurrió al matrimonio eclesiástico y que en su mayoría
provenían del estrato socio-económico mas bajo, dado que la mayoría declararon
ser jornaleros.

También, la tasas de ilegitimidad en las actas de nacimientos, nos permiten “ver” a


un grupo gran de la población que no compareció ni ante el juez, ni ante el
sacerdote, por lo que en ese otro sector de la población también se refleja la
sacralización del matrimonio en la sociedad porteña .

Como síntesis concluimos pues que hubo tres grupos de parejas: las que se solo
casaron por el civil, las que únicamente y en menor proporción que las demás
recibieron el sacramento del matrimonio, y las que no concurrieron ni a uno ni a
otro.

197
ANEXOS

198
ANEXO 1

Epístola de Melchor Ocampo

Declaro en nombre de la ley y de la Sociedad, que quedan ustedes unidos en


legítimo matrimonio con todos los derechos y prerrogativas que la ley otorga y con
las obligaciones que impone; y manifiesto: "que éste es el único medio moral de
fundar la familia, de conservar la especie y de suplir las imperfecciones del individuo
que no puede bastarse a sí mismo para llegar a la perfección del género humano.
Este no existe en la persona sola sino en la dualidad conyugal. Los casados deben
ser y serán sagrados el uno para el otro, aún más de lo que es cada uno para sí. El
hombre cuyas dotes sexuales son principalmente el valor y la fuerza, debe dar y
dará a la mujer, protección, alimento y dirección, tratándola siempre como a la parte
más delicada, sensible y fina de sí mismo, y con la magnanimidad y benevolencia
generosa que el fuerte debe al débil, esencialmente cuando este débil se entrega a
él, y cuando por la Sociedad se le ha confiado. La mujer, cuyas principales dotes
son la abnegación, la belleza, la compasión, la perspicacia y la ternura debe dar y
dará al marido obediencia, agrado, asistencia, consuelo y consejo, tratándolo
siempre con la veneración que se debe a la persona que nos apoya y defiende, y
con la delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca, irritable y dura de sí
mismo propia de su carácter. El uno y el otro se deben y tendrán respeto,
deferencia, fidelidad, confianza y ternura, ambos procurarán que lo que el uno se
esperaba del otro al unirse con él, no vaya a desmentirse con la unión.

Que ambos deben prudenciar y atenuar sus faltas. Nunca se dirán injurias, porque
las injurias entre los casados deshonran al que las vierte, y prueban su falta de tino
o de cordura en la elección, ni mucho menos se maltratarán de obra, porque es
villano y cobarde abusar de la fuerza.

Ambos deben prepararse con el estudio, amistosa y mutua corrección de sus


defectos, a la suprema magistratura de padres de familia, para que cuando lleguen

199
a serlo, sus hijos encuentren en ellos buen ejemplo y una conducta digna de
servirles de modelo. La doctrina que inspiren a estos tiernos y amados lazos de su
afecto, hará su suerte próspera o adversa; y la felicidad o desventura de los hijos
será la recompensa o el castigo, la ventura o la desdicha de los padres. La
Sociedad bendice, considera y alaba a los buenos padres, por el gran bien que le
hacen dándoles buenos y cumplidos ciudadanos; y la misma, censura y desprecia
debidamente a los que, por abandono, por mal entendido cariño o por su mal
ejemplo, corrompen el depósito sagrado que la naturaleza les confió,
concediéndoles tales hijos. Y por último, que cuando la Sociedad ve que tales
personas no merecían ser elevadas a la dignidad de padres, sino que sólo debían
haber vivido sujetas a tutela, como incapaces de conducirse dignamente, se duele
de haber consagrado con su autoridad la unión de un hombre y una mujer que no
han sabido ser libres y dirigirse por sí mismos hacia el bien”

200
ANEXO 2

LEYES DE REFORMA

• Ley de nacionalización de bienes eclesiásticos 12 de julio de 1859

• Ley de Matrimonio Civil 23 de julio de 1859

• Ley Orgánica del Registro Civil 28 de julio de 1859

• Ley sobre el estado civil de las personas 28 de julio de 1859

• Decreto que declara que cesa toda intervención del


clero en los cementerios y camposantos 31 de julio de 1859

• Decreto que declara que días han de tenerse como


Festivos y prohíbe la asistencia oficial a las funciones
de la Iglesia 11 de agosto de 1859

• Ley sobre libertad de cultos 4 de diciembre de 1860

• Decreto por el que quedan secularizados los hospitales


Y los establecimientos de beneficencia 2 de febrero de 1861

Decreto por el que se extinguen en toda la República


Las comunidades religiosas 26 de junio de 1863

201
Anexo 3

Ley de nacionalización de los Bienes Eclesiásticos, Julio de 1859

Estableció:

• La nacionalización de todas las propiedades muebles e inmuebles de la

iglesia católica.

• La independencia entre esta y el estado.

• La supresión de las ordenes de religiosos y todas archicofradías, cofradías,

congregaciones o hermandades anexas a las comunidades a las

comunidades religiosas, a las catedrales, parroquias o cualquiera otras

iglesias.

• La prohibición de que se fundasen en lo sucesivo nuevo conventos o

congregaciones religiosas y la de usar hábitos o trajes talares de las

órdenes suprimidas.

• El que los religiosos existentes quedaran reducidos al clero secular y

dependientes del ordinario eclesiástico respectivo.

• El otorgamiento de 500 pesos, o de una pensión tratándose de enfermos,

para los regulares que aceptasen la ley.

• La disposición de los libros, impresos, manuscritos, pinturas, antigüedades

y demás objetos de arte o escultura de las comunidades suprimidas para

bibliotecas, museos escuelas y otros establecimientos públicos.

• Las sanciones, incluso la expulsión del país, a religiosos que volviesen a

reunirse.

202
• La conservación de las comunidades religiosas, cuya extinción quedaba

prevista, pues no podrían recibirse novicias ni profesar aquellas que ya lo

eran.

203
BIBLIOGRAFÍA

Alberro, Solange, El amancebamiento en los siglos XVI y XVII: un medio eventual


de medrar, México, COLMES, 1998.

Ampudia Ricardo, La Iglesia de Roma Estructura y presencia en México ,México,


FCE, 1998.

Aries Philippe y Duby Georges, Historia de la Vida Privada, 4. De la Revolución


Francesa a la Primera Guerra Mundial, España, Taurus- Santillana, 2001.

Bassols Batalla, Narciso, Así se quebró Ocampo en Vida y Pensamiento de


México, México, FCE, 1995.

Bastian, Jean-Pierre, Protestantismos y modernidad latinoamericana. Historia de


unas minorías religiosas activas en América Latina, México, FCE, 1994.

Bataillon, Claude, Las regiones geográficas en México, México, Siglo XXI


editores, 1969.

Bloch, Marc Introducción a la historia, México, Fondo de Cultura Económica,


1979.

Buelna, Eustaquio, Apuntes para la Historia de Sinaloa 1821-1882, México,


Editorial de la Secretaría de Educación, 1924.

Castañeda, Carmen “ La formación de la pareja y el matrimonio”, y T. Calvo,


“Matrimonio, Iglesia y sociedad en el Occidente de México”, en Familias
novohispanas siglos XVI al XIX, México, COLMES-CEH, 1991.

Carvajal, Dr. Martiniano, “La peste en Mazatlán”, en Mazatlán en los Recuerdos,


Crónicas del “correo de la Tarde” 1891-1897, Mazatlán, Noroeste, 1997

Catalogo Documental, 140 Aniversario del Registro Civil, México, Archivo General
de la Nación, Registro Nacional de Población e Identificación Personal, Secretaría
de Gobernación, 2000.

204
Castro Osuna, Carlos y Cuevas Aramburu, Mario, “Juego, pasión y muerte en
Cósala, Sinaloa a mediados del siglo XIX. La visión de un francés: Paul Duplessis,
en Clío, Revista de la Facultad de Historia, Sep-Dic núm. 28, Nueva Época, UAS,
2002.

Castro Osuna, Carlos y Cuevas Aramburu, Mario, “Mazatlán en 1838, Los


mazatlecos vistos por un austriaco: Isidore Löwenstern”, en Clío, N° 23-24,
Culiacán, Universidad Autónoma de Sinaloa, Mayo-Diciembre,1998.

Castro Osuna, Carlos y Cuevas Aramburu, Mario, “Mazatlán visto por extranjeros:
siglo XIX (1824-1866)” en Clío, N° 17, Culiacán, Universidad Autónoma de
Sinaloa, Mayo-Agosto,1998.

Carrasco, P., “La transformación de la cultura indígena durante la Colonia. Los


pueblos de indios y las comunidades” en Lecturas de Historia Mexicana 2, México,
COLMEX-CEH, 1991.

Coatsworth, John H., Los orígenes del atraso, Nueve ensayos de historia
económica de México en os siglos XVIII Y XIX, México, Alianza Editorial Mexicana,
1992.

Cole Isunza, Oses, Ayer en Mazatlán. La ciudad en 1899, Mazatlán Sin., s/e,
1999.

Cole Isunza, Oses, Las viejas calles de Mazatlán, Mazatlán, Sin editar, 2004.

Cuevas Aramburu, Mario, “Viajar ¿Para que?. Un viajero francés en Sinaloa; 1829-
1830”, en Memoria del IX Congreso de Historia del Noroeste Mexicano,Culiacán,
UAS, 1993.

Duflot de Mofras, Eugene “Apreciaciones desde la costa”, en Servando Ortoll,


Noticias de un puerto viejo. Manzanillo y sus visitantes siglos XIX-XX. Colima,
Instituto Colimense de Cultura, 996.

García Cortés, Adrián, La fundación de Mazatlán, México, Siglo XXI-FIFOCUR,


1992

205
García Martínez, Bernardo, Enrique Semo (coordinador) , Historia económica de
México, El desarrollo regional, siglos XVI al XX, México, Océano-UNAM, 2004.

Guerra, Francois-Javier, México: Del antiguo Régimen a la Revolución, México,


FCE, 1991.

Gonzalbo Aispuru Pilar, Familia y Orden Colonial, México, El Colegio de México,


1998.

Gonzalbo Aispuro, Pilar, Familias novohispanas: ilustración y despotismo”, en


Hernández y Miño (coord.) ,Cincuenta años de historia en México, Vol. 1, México,
COLMEX, 1991.

González y González, Luis, Emma Cosío Villegas [et al], "La república restaurada.
La vida social", en Daniel Cosío Villegas (coord.), Historia moderna de México,
México, Hermes, 1956.

Hernández Dávila, Trinidad, Orígenes de Mazatlán y su Catedral ,Mazatlán,


Visión Creativa Publicista, 1998.

Herrera Canales, Inés, “Comercio y comerciantes de la costa del Pacifico


mexicano a mediados del siglo XIX”, en Revista Secuencia, N° 20, México,
Instituto de Investigación Dr. José Luís Mora, 1998.

Historia y cultura de los pueblos, villas, ranchos, ejidos y municipios del noroeste
mexicano, Memoria del XIX Congreso Nacional de Historia Regional, Culiacán
UAS-AHGES, 2004.

Memoria de Gobierno del Gral. Domingo Rubí, presentada al Congreso el 15 de


Octubre de 1869. Mazatlán, Imprenta Retes. 1869.

Meyer, Jean Historia de los Cristianos en América Latina. Siglos XIX y XX,
México, Editorial Vuelta, 1989.

Muriel, J. “La transmisión cultural en la familia criolla novohispana”, en Familias


novohispanas siglos XVI AL XIX ,México, COLMEX-CEH, 1991.

206
Nakayama Antonio, Sinaloa un Bosquejo de su Historia, Culiacán, Colección
Rescate UAS,
______ D. Lazaro de la Garza y Ballesteros, Obispo de Sonora e impulsor de la
Cultura del Noroeste, México, Linotipografía Lumen, 1942.

Noriega, Cecilia, “La sociedad mexicana”, Historia de México, Tomo 9, México,


Salvat, 1978.

Lempériere, Annick, “De la República Corporativa a la Nación Moderna. México


(1821-1860)”, en Antonio Annino, Francois-Xavier Guerra (coordinadores),
Inventando la nación, Iberoamérica. México, Siglo XIX, FCE, 2003..

López González, María del Carmen Azalia, “La Iglesia decimonónica en Sinaloa”,
en Clío N° 28, Culiacán, Universidad Autónoma de Sinaloa, Sep-Dic, 2002

Olea, Héctor R., Sinaloa a través de sus Constituciones, México, Imprenta


Universitaria, 1985.

Pérez Herrero, Pedro, compilador, Región e Historia en México(1700-1850),


México, Instituto Mora-UAM, 1991.

Ortega Noriega ,Sergio, Breve historia de Sinaloa , México, FCE,1999.

Ortega Noriega, Sergio, Un ensayo de Historia Regional. El Noroeste de México


1530-1880, México, UNAM, 993.

Ortoll, Servando, Noticias de un puerto viejo, Manzanillo y sus visitantes siglos


XIX-XX, Colima, Instituto Colimense de Cultura, 1996.

Pressant, Roland R., El análisis demográfico, FCE, México 1967, en José Marcos
Medina Bustos, Vida y Muerte en el antiguo Hermosillo 1773-1898, Hermosillo
Gobierno del Estado de Sonora, 1997.

Powell, T.G., El liberalismo y el campesinado en el centro de México (1850 a


1876), México, SepSetentas, 1974.

207
Radkau,Verena, “Capital comercial alemán en el puerto de Mazatlán”, en Los
pioneros del imperialismo en México, México, Ediciones de la casa chata, 1982,

Reyes de la Maza, Luis, El Teatro en México durante El Segundo Imperio (1862-


1867), México, UNAM, Imprenta Universitaria,1959.

Román Alarcón, Rigoberto Arturo, “La región y su análisis: teorías para su


estudio”, en Clío ,N° 28, Culiacán, Universidad Autónoma de Sinaloa, Sep-Dic de
2002.

Román Alarcón, Arturo, “Comerciantes extranjeros en Mazatlán, 1880-1910, La


actividad comercial en Mazatlán antes de 1880”, en 18 Encuentros con la Historia,
Mazatlán , Tomo 1 José Ma. Figueroa, Gilberto López Alanís, Coordinadores,
Culiacán, Gobierno del Estado de Sinaloa, 2004.

Staples, Anne, “El matrimonio Civil y la Epístola de Melchor Ocampo, 1859”, en


Pilar Gonzalbo Aizpuru, Familias Iberoamericanas. Historia, Identidad y Conflicto,
México, COLMEX, 2001.

Vega Ayala, Enrique “EL carnaval de Mazatlán”, en Clío N°15, Culiacán,


Universidad Autónoma de Sinaloa, Culiacán 1995.

Vega Ayala, Enrique, “La religiosidad de los mazatlecos en 1836”, en Clío N°


17,Culiacán, Universidad Autónoma de Sinaloa, Mayo-Agosto de 1998.

Vega Ayala, Enrique “Un norte”, en Arturo Carrillo Rojas, Guillermo Ibarra Escobar
(coordinadores), Historia de Mazatlán, Culiacán, Ayuntamiento de Mazatlán/UAS,
1998.

Vizcarra C. Lamberto, “Conformación del Sistema Educativo Estatal en el Siglo


XIX”, en Memoria del IX Congreso de Historia del Noroeste Mexicano, Culiacán,
UAS,1993.

Van Young, Erick, “Haciendo historia regional: consideraciones metodológicas y


teóricas” en Pedro Pérez Herrero, compilador, Región e Historia en México
(1700-1850), México, Antologías Universitarias, Instituto Mora, 1991.

208
Velásquez Soto, Agustín “La poesía Sinaloense de 1903 en EL Correo de la
Tarde”, en 18 Encuentros con la Historia, Mazatlán , Tomo 1 José Ma. Figueroa,
Gilberto López Alanís, Coordinadores, Culiacán, Gobierno del Estado de Sinaloa,
2004.

Von Mentz, Brígida, Los pioneros del imperialismo alemán en México, México,
Ediciones de la Casa Chata, 1982.

FUENTE DE ARCHIVO
Archivos:
Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa. Culiacán, Sinaloa

Archivo Parroquial de Catedral de Mazatlán. Mazatlán, Sinaloa

Archivo Histórico Municipal de Mazatlán . Mazatlán Sinaloa.

Documentos Oficiales:
Fondo de Registro Civil
Prontuario de Gobernadores

Hemerografía:
Periódico “El Pacifico”. Mazatlán Sinaloa,

209
210

También podría gustarte