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Ensayo Capeto
Ensayo Capeto
Hoy, cuando todo indica que el miedo a equivocarnos desapareció, debemos asumir que
este es el momento histórico que tantas veces imaginamos. Convivimos con ruidos que nos
advierten que esto no luce supuestamente como soñábamos que luciera, sobre todo cuando
en el paisaje campean las zapatillas caras, los cantantes de trap y los teléfonos de última
generación que repiten los ritmos del reguetón. Y no como lo soñaba la izquierda
intelectual, al estilo de una revolución cubana, con fusiles y barbas setenteras. Nuestros
atavismos se cubren de la autoridad de las viejas certezas para contagiar con el germen de
la desconfianza y el desdén. Pero que más esperar de una clase intelectual que no hace más
que escribir para ellos mismos. Pero todo lo que nos rodea anuncia que en esos agentes que
hoy no logramos catalogar con precisión se está expresando una nueva era, una era que nos
convoca a poblar el futuro por aquellos que llevan un mundo nuevo en sus corazones
La historia no espera a nadie, pues son los sujetos las propias personas quienes determinan
el dinamismo de los tiempos. No es la hora de pensar en luces y sombras de la
autocomplacencia, que es una forma sofisticada de narcisismo. Estamos aquí, arrojados por
nuestra histórica porfía, al torbellino de un nuevo siglo, y es la memoria de los muertos que
nos empujaron a este momento la que mira expectante si nos atreveremos o no a ser
protagonistas de todo aquello que alguna vez soñamos. Bienvenidas y bienvenidos a
nuestro propio siglo.
Ahora, la premisa de esta insurrección popular nos aclara un escenario que ojo de hombre
parece nunca antes advertida bajo la sumisión de la modernidad capitalista. Un sistema
mórbido que cada día parece más inviable. Y es, en palabras de un marxista andino, el
pueblo abigarrado quienes cultivan un histórico ejercicio de democracia
extraordinaria.
Lo extraordinario
Las multitudinarias expresiones de poder popular que hemos presenciado los últimos meses
en nuestro país han adquirido la fisonomía de un evento político extraordinario, con gran
potencial democrático y que opera como un inestable, por tanto no exento de riesgos. Estas
nacen en un contexto donde el sistema político ha ralentizado por acción u omisión los
esfuerzos requeridos para reducir la desigualdad estructural y la sensación de abuso
percibido por la ciudadanía, problemas alimentados en el seno de la modernización
capitalista desde hace más de 30 años.
Segundo, las protestas que han interrumpido la “normalidad” del estado de derecho, son
además respuestas que rechazan la búsqueda de la normalidad arrogada por el propio estado
de derecho y su mandato de restablecer el orden, sea a través del estado de emergencia,
toque de queda u otros modos de represión.
Arendt planteaba que la vida política es una condición de “emergencia”, es decir, aquella
que no está garantizada por institucionalidad o ley alguna. Esta condición solo tiene lugar
con la existencia de una pluralidad de hombres y mujeres, quienes logran reconocerse entre
sí como iguales, reclamar un espacio propiamente público, y así producir algo totalmente
novedoso e inesperado, un fenómeno o evento cuyos resultados pueden escapar a las
intenciones de quienes lo han producido colectivamente. De este modo, ocurrido desde el
18 de Octubre en adelante son genuinamente políticos, en un sentido Arendtiano, dado su
carácter inesperado. Esta idea es aún extraordinaria porque surge a partir de la acción de
jóvenes, mujeres, adultos mayores, trabajadores y trabajadoras, excluidos o incluidos,
quienes fueron más allá de las demandantes exigencias que el Estado y la sociedad
neoliberal han puesto sobre los individuos, que rige su destino personal, el de sus familias,
de sus empleadores y del país, donde no existen ni medallas ni recompensa material. Esta
forma singular de acción concertada es ante todo una manifestación de una capacidad
autotrasformadora de la sociedad, todavía cuando esta constaba de espacios minúsculos
para realizarlo. Es un potencial que debe ser evaluado con cautela, para no caer en
discursos que enarbolan desde ya este momento como punto de partida de la derrota de la
desigualdad y el autoritarismo.
Lo democrático
Se debe entender que ningún hecho extraordinario es totalmente necesario pero no por eso
es imposible. Desde las ciencias sociales se debe poner en debate, al menos por un
momento, lo que corresponde a la moralidad y la legitimidad de lo que constituye el
fenómeno e intentar buscarle en cierta medida un esclarecimiento, apuntar sobre sus
condiciones de posibilidad, o al menos mostrar su significado en relación con otras
explicaciones posibles. Sobre este último punto, es interesante decir que esta insurrección
se explica en parte por la crisis del sistema de partidos, la representatividad y por los
enclaves autoritarios de nuestra constitución vigente, que en conjunto han propiciado la
permisibilidad para la alta concentración de la riqueza, una baja distribución de poder en la
sociedad, y la sordera de los gobiernos para escuchar demandas sectoriales y territoriales,
que hoy explotan de cara al sistema político.
Esto puede explicar en cierta medida la motivación moral de los actores ciudadanos y de las
masas, especialmente la rabia y frustración, experiencias comunes, acumuladas por
décadas. Pero son sentimientos que, paradójicamente, podrían también acentuar conductas
autoritarias en la microescala social, y no necesariamente llevarnos hacia formas
democráticas de expresión, como se ha apreciado durante estos últimos meses.
Que la sociedad subvierta circunstancias como la baja capacidad articulación, la poca
voluntad para cambiar el status quo, o cambie el flujo de las energías pulsionales hacia
propósitos de transformación, con el fin de llevarnos a reconocer los límites de algunos
supuestos democrático-liberales. Exige reconocer que pautas como los expresados por estas
manifestaciones, ponen cota a la capacidad de la democracia representativa burguesa. T
Este “momento político” lo podemos apreciar en las formas que han ido adquiriendo las
protestas, ejemplificada en frases negativas (“fuera corruptos”, “estamos cansados”, “no
más abuso”, “no más estado policial”) y positivas (“la asamblea constituyente”, “queremos
dignidad”), pero también destacar la inmensa capacidad creativa del pueblo, que muchos
suponían, en una sociedad tan desigual como esta, no podrían poseer y que dentro de las
expresiones artísticas son marginadas. Me pregunto ¿Qué es más bello, un cuadro de
Roberto Matta o un mural de perro “Matapacos. Un verso de Neruda o una pancarta de
Doña Juanita”?.
El desafío
Finalizando, las elites deberán poner todos sus esfuerzos en entender esta expresión
pulsional y antagónica de la vida política y social, y no tiene otra oportunidad más que
colaborar a lo que puede ser una “oposición partisana” en lo que Maquiavelo denomina un
“agonismo saludable”. Para el Florentino, la existencia de una verdadera República exige
que las elites dejen de subestimar a las masas, y que empoderen política y económicamente
a sus ciudadanos, habilitando un sistema de contrapesos entre el pueblo y elites. El
momento político que hoy presenciamos está abierto, y el desafío no es cómo cerrarlo o
estabilizarlo hasta ahogarlo, sino reorganizar nuestra vida constitucional y socialmente al
punto que cuando se presenten nuevamente coyunturas como esta, seamos capaces de
procesarlos adecuadamente.
Bibliografía
Salazar.
Nose xD