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TRADUCTORAS
Sahara Dakya Jadasa amaria.viana
-queen-ari- Tolola Lauu LR Joselin
Anna Karol IsCris Umiangel Ivana
Gesi Madhatter Val_17 Miry
CORRECTORAS
Pame .R. Val_17
Julie Jadasa
Lizzy Avett' Ivana
Joselin Anna Karol
Sahara Gesi
LECTURA FINAL
Anna Karol Miry
Auris Val_17
Jadasa Vane Black
Julie
DISEÑO
Moreline
Sinopsis Capítulo 20 Capítulo 38
PARTE I PARTE II Capítulo 39
Capítulo 1 Capítulo 21 Capítulo 40
Capítulo 2 Capítulo 22 Capítulo 41
Capítulo 3 Capítulo 23 Capítulo 42
Capítulo 4 Capítulo 24 Capítulo 43
Capítulo 5 Capítulo 25 Capítulo 44
Capítulo 6 Capítulo 26 Capítulo 45
Capítulo 7 Capítulo 27 Capítulo 46
Capítulo 8 Capítulo 28 Capítulo 47
Capítulo 9 Capítulo 29 Capítulo 48
Capítulo 10 PARTE III Capítulo 49
Capítulo 11 Capítulo 30 Capítulo 50
Capítulo 12 Capítulo 31 Capítulo 51
Capítulo 13 Capítulo 32 Capítulo 52
Capítulo 14 Capítulo 33 Capítulo 53
Capítulo 15 Capítulo 34 Capítulo 54
Capítulo 16 Capítulo 35 Destiny Mine
Capítulo 17 Capítulo 36 Sobre el autor
Capítulo 18 PARTE IV
Capítulo 19 Capítulo 37
La robé en la noche. La encerré porque no puedo vivir sin ella. Es
mi amor, mi adicción, mi obsesión.
Haré cualquier cosa para que Sara sea mía.
Tormentor Mine #2
Traducido por Sahara
Corregido por Pame .R.
—No está contenta, ¿eh? —dice Anton en voz baja en ruso mientras
saco un cartón de huevos de gran tamaño que él acabó de cargar en la
nevera, lo coloco en el mostrador al lado de la estufa y empiezo a buscar
una sartén.
—No. —Apenas me contengo de cerrar de golpe la puerta del
armario cuando no encuentro la sartén allí—. Pero se acostumbrará.
—¿Y si no lo hace?
Finalmente ubico la sartén en uno de los cajones extraíbles junto
a la estufa. —Entonces se quedará jodidamente miserable. —Agarrando
la sartén, empujo el cajón y luego me maldigo cuando veo una grieta en
la madera blanca brillante. Renovar la casa de a una carga de helicóptero
a la vez fue una putada, y no puedo permitirme desahogar mi ira en los
mostradores de la cocina. La cara de Anton en el entrenamiento más
tarde hoy será un objetivo mucho mejor.
—Sabes que esto tenía que suceder, ¿verdad? —continúa mi amigo,
como si no se diera cuenta de la rabia que hierve a fuego lento en mis
entrañas—. Esa mierda suburbana no podría continuar para siempre. Es
un milagro que no nos hayan arrestado antes. Si quieres a esta chica a
largo plazo, y lo haces, ¿verdad? esta es la única manera.
Aprieto la mandíbula con tanta fuerza que me duelen los molares.
—Déjalo, Anton. Esto no es jodidamente asunto tuyo.
—Todo bien. Solo recordándote los hechos. Sé que apesta que esté
molesta y todo eso, pero... —Se detiene, aparentemente dándose cuenta
de que estoy a medio segundo de patearle los dientes. Sacando su navaja
suiza, corta una bolsa de naranjas y pone la fruta en un tazón grande de
madera en el mostrador. Luego, mirando el cartón de huevos con interés,
pregunta—: ¿Qué hay de desayuno?
—¿Para ti? Nada de nada. —Rompo cinco huevos en un tazón,
vierto un poco de leche y agrego condimento antes de revolver—. Tú y los
gemelos pueden valerse por sí mismos.
—Eso es duro, hombre —dice Yan, entrando en la cocina. Lleva una
enorme caja llena de más frutas y verduras, así como pan y carne
congelada, suministros de alimentos que nuestro contacto local cargó en
el helicóptero antes de enviarlo para acá.
—Ilya y yo estamos muriendo de hambre, y a ti te gusta cocinar —
continúa Yan cuando no respondo—. ¿Qué tan difícil es hacer algo extra?
Lo prometo, yo mantendré la boca cerrada sobre tu bonita doctora.
Luchando contra el impulso de golpearlo, rompo una docena más
de huevos en el tazón. No suelo alimentar a los chicos, pero Yan tiene
razón: sería insignificante privar a mi equipo de un buen desayuno
después de un viaje tan largo.
Solo necesito que se callen sobre Sara, porque si escucho una
palabra más sobre el tema, les arrancaré la cabeza.
Sabiamente, tanto Yan como Anton permanecen en silencio,
desempacando el resto de la comida mientras cocino la tortilla, y para
cuando Ilya entra, estoy casi tranquilo, si no se tiene en cuenta el impulso
esporádico de meter el puño en la encimera de cuarzo blanco.
Ilya se sienta en uno de los taburetes de acero inoxidable y abre su
computadora portátil, recordándome que tenemos problemas además de
Sara de los que preocuparnos.
—¿Qué dijeron los hackers? —le pregunto cuando lo veo frunciendo
el ceño ante la pantalla—. ¿Alguna pista sobre ese ublyudok?
—No. —La cara de Ilya es sombría mientras levanta la mirada—.
Sin transacciones con tarjeta de crédito, sin intentos de contactar a
amigos o familiares, nada. El cabrón es bueno.
Mi mano se aprieta en el mango de la sartén, mi furia regresa. El
último apellido en mi lista, Walton Henderson III, también conocido como
Wally, de Asheville, Carolina del Norte, es el general que estuvo a cargo
de la operación de la OTAN que se desvió y resultó en la muerte de mi
esposa e hijo. Fue él quien dio la orden de actuar sin verificar la validez
del supuesto líder del grupo terrorista, y fue quien autorizó a los soldados
a usar la fuerza necesaria para contener a “los terroristas”.
Ya maté a todos los soldados y agentes de inteligencia involucrados
en la masacre de Daryevo, pero Henderson, el que más tiene que
responder, todavía está en libertad, ya que desapareció con su esposa e
hijos tan pronto como los rumores de mi lista de objetivos llegaron a la
comunidad de inteligencia.
—Dile a los hackers que investiguen a fondo a todos sus amigos y
familiares, sin importar cuán distante sea la conexión —le digo mientras
Yan se acerca para sentarse en el taburete junto a su hermano—. Deben
buscar cualquier cosa fuera de lo normal, como grandes retiros de
efectivo, compras de teléfonos adicionales, viajes fuera de la ciudad,
adquisiciones de propiedades o alquileres para vacaciones, cualquier
cosa y todo lo que pueda indicar que están aliados con ese bastardo. —
Alguien tiene que saber a dónde fue Henderson, y mi apuesta es algún
primo al azar. Si en unos pocos meses aún no hay nada, podríamos tener
que comenzar a hacer visitas en persona a las conexiones de Henderson,
eliminarlo de esa manera si es necesario.
—Lo tienes —dice Ilya, sus dedos gruesos volando sobre el teclado
con sorprendente agilidad y gracia—. Nos costará, pero creo que tienes
razón. La gente tiene problemas para romper los lazos por completo.
—Yan, ¿tenemos esas grabaciones de las cámaras? —le pregunto
cuando el otro gemelo abre su propia computadora portátil—. ¿Los de la
casa de los padres de Sara? Tenemos que ver si los federales ya les
hablaron.
—Los estoy descargando ahora —responde sin levantar la vista de
la pantalla—. Esta conexión satelital es lenta como la mierda. Dice que
tomará cuarenta minutos sacar los archivos de la nube.
—Muy bien, entonces comamos primero —digo, apagando la
estufa—. Anton, ¿puedes poner la mesa para los cinco? Voy a buscar a
Sara.
Mis hombres guardan silencio mientras me dirijo hacia las
escaleras, pero cuando estoy a mitad de camino, veo a Yan inclinarse
hacia Ilya, susurrándole algo al oído.
Sara acaba de salir del baño cuando entro en la habitación, su
delgado torso envuelto en una gran toalla blanca y su cabello mojado
confinado en un moño torcido en la cima de su cabeza. Su piel pálida
está enrojecida, probablemente por el calor del agua, y sus ojos color
avellana de pestañas gruesas están rojos e hinchados por el llanto.
Debería haberse visto patética, pero en cambio se ve
deslumbrantemente hermosa, como una princesa de Disney que no tiene
suerte. Tal vez la de La Bella y la Bestia, aunque no estoy seguro de
calificar como la Bestia en esa historia.
Bella no odiaba a su captor tanto como Sara parece odiarme.
—El desayuno está listo —le digo fríamente, tratando de no pensar
en su revelación anterior. Saber que Sara me advirtió que salvara mi vida
no debería molestarme, después de todo, eso es la confirmación de que
no me desea muerto, pero sus palabras se sintieron como un atizador al
rojo vivo que me atravesaba el pecho. Supongo que es porque me
convencí de que quería venir, que cuando me rogó que la dejara ir, fue
porque tenía miedo.
Me dolió porque me engañé a mí mismo al creer que un día, ella
también me amaría.
—Gracias. Enseguida bajo. —No me mira mientras dice esto, solo
entra al armario y emerge un minuto después sosteniendo una de mis
camisas de franela de manga larga y un par de pantalones de chándal.
—¿Te importa? —dice, colocando la ropa en la cama, y cruzo los
brazos sobre mi pecho, dándome cuenta de que quiere que me dé vuelta
mientras se cambia.
—No, en absoluto. Adelante.
Me mira. —Quise decir que...
—Sé lo que querías decir. —Mantengo mi rostro impasible, incluso
mientras la ira sigue agitando mis entrañas. Si cree que voy a dejar que
me trate como a un extraño, está muy equivocada. Puede que no me
quiera, pero es mía, y no voy a fingir que nunca he sentido su orgasmo
en mi polla. Si hay una cosa que siempre hemos tenido, es esta conexión
carnal, un deseo mutuo tan intenso que reemplaza la simple lujuria.
Quiero a Sara como nunca he querido a otra mujer, y sé que no es
indiferente a mí.
Me quiere y no dejaré que lo niegue.
El rubor en la cara de Sara se profundiza, sus nudillos se
blanquean mientras levanta los pantalones. —Bien. —Mirándome, se
deja caer en la cama y se pone los pantalones con movimientos bruscos,
manteniendo la toalla anudada alrededor de su pecho hasta que se sube
los pantalones hasta la cintura y enrolla las piernas del pantalón. Luego
se levanta y deja caer la toalla. Echo un vistazo a los hermosos senos con
punta rosa mientras tira de la camisa con movimientos enojados, y mi
polla se pone rígida en respuesta, mi cuerpo reacciona a la vista de su
desnudez con una rapidez predecible.
—¿Feliz ahora? —Tira del cordón en la cintura del pantalón,
atándolo con fuerza para evitar que se caiga hasta los tobillos, y a pesar
de mi mal humor, no puedo evitar pensar cuán adorable se ve en mi ropa.
Si los vaqueros y la camiseta de Anton fueron grandes para ella,
mis pantalones de chándal y mi camisa de franela son enormes. Soy unos
centímetros más alto y ancho que mi amigo, y estas prendas están
destinadas a ser holgadas en mí. Mi joven doctora parece una niña
probándose ropa de adulto, una impresión que se ve reforzada por sus
pequeños pies descalzos y su cabello desordenado.
Incapaz de ayudarme, doy un paso rápido hacia adelante, agarro
su muñeca y la atraigo hacia mí, ignorando la rigidez enojada en su
cuerpo mientras moldeo sus caderas contra las mías. Con mi mano libre,
agarro su moño mojado en mi puño, inclinando su cabeza hacia atrás, y
luego bajo la cabeza y la beso.
Su boca es dulce y ligeramente mentolada, como si se hubiera
cepillado los dientes. Sus labios se separan en un jadeo sobresaltado, e
inhalo su cálido aliento, poseyendo su aire como quiero poseer todo sobre
ella. Quiero su cuerpo y su mente, su furia y su alegría. Y, sobre todo,
quiero su amor, lo único que tal vez nunca me dé.
Mi lengua invade su boca, acariciando las profundidades húmedas
y sedosas, y sus dedos se clavan en mis costados debajo de la chaqueta,
sus uñas afiladas a través de la capa de algodón de mi camisa. El
pequeño bocado de dolor sacude mis terminaciones nerviosas, enviando
más sangre a mi polla, y mis bolas se tensan, la necesidad de follarla tan
intensa que casi la arrojo a la cama y jalo esos pantalones de chándal
ridículamente holgados. Solo el saber que mis hombres están esperando
abajo me impide hacerlo.
La quiero demasiado para un rapidito de dos minutos.
Con un esfuerzo sobrehumano, la libero y retrocedo, respirando
con dificultad. Sara se ve de la misma manera que yo, con los ojos
pesados y la cara sonrojada mientras toma aire, aturdida.
—Baja antes de que los huevos se enfríen —le digo con voz tensa,
desabrochando mis vaqueros para ajustar la presión dolorosa en mis
pantalones—. Estaré allí en un minuto.
Se da vuelta y huye antes de que termine de hablar, y cierro los
ojos, respiro hondo y pienso en los inviernos siberianos para hacer que
mi erección disminuya.
Traducido por -queen-ari-
Corregido por Lizzy Avett’
Descubierta. Atrapada.
Incluso mientras sostengo la mirada de Peter, resistiendo el
impulso de apartarla de las hipnóticas profundidades plateadas, puedo
sentir que mi fuerza se deshilacha, mi resolución de luchar se agota.
Nunca me he sentido más prisionera que en este momento, jamás he sido
tan consciente de mi vulnerabilidad. No me está haciendo daño, sus
grandes palmas acunan mi cara con exquisita gentileza, pero esos ojos
metálicos cuentan una historia diferente.
Estoy a merced de mi torturador, y eso no le molesta.
—Comencemos con lo básico —murmura, y cierro los ojos cuando
baja la cabeza, pasando los labios por mi frente antes de levantarla para
mirarme de nuevo. En circunstancias normales, el tierno beso sería
desarmador, pero mis nervios vibran como un tenedor finamente
sintonizado mientras baja sus manos hacia mis hombros y dice
suavemente—: Tu vida anterior terminó, Sara. Te dejé vivirla todo el
tiempo que pude, pero ya se acabó. Tendrás que aceptar eso. Y la
transición puede ser fácil para ti... o difícil. Tú decides.
Mi pulso salta violentamente. —¿Qué quieres decir?
—La llamada telefónica de esta noche con tus padres, por ejemplo.
—Sus manos son suaves sobre mis hombros, incluso cuando sus ojos
brillan oscuramente—. No tengo que permitirlo, ya sabes. Tampoco
ningún otro contacto con alguien de tu antigua vida. Podrías
simplemente desaparecer, cortarlo de raíz. Eso podría ser aún mejor en
algunos aspectos. Te adaptarías más rápido si no tuvieras recordatorios
constantes de lo que perdiste y…
—No. —Se me escapa la palabra cuando mi estómago se retuerce
de pánico, el sándwich que acabo de comer amenaza con volver a
aparecer mientras agarro implorante su camisa—. Por favor, Peter, no
hagas esto. Tengo que hablar con mis padres. Tengo que tranquilizarlos.
Son demasiado viejos para preocuparse así. El corazón de mi papá no
puede soportarlo, ya lo sabes.
Inclina la cabeza. —¿Yo? Te dejé hablar con ellos en el avión, y tal
vez eso fue un error. Insistes en que te secuestré, te tomé en contra de tu
voluntad. Si ese es el caso, si eres mi cautiva y nada más, ¿por qué
debería correr el riesgo de dejar que te comuniques con alguien? Si sólo
eres mi prisionera, ¿por qué me tomaría la molestia y el riesgo de
tranquilizar a tu familia?
Lo miro, mi respiración es superficial en tanto mis manos caen sin
fuerzas a mis costados. Entiendo lo que quiere ahora, lo que siempre
quiso de mí, y sé que una vez más, no tengo más remedio que cumplir.
—Dijiste… —Mi voz se rompe cuando las lágrimas ácidas queman
el fondo de mis ojos—. Dijiste que soy tu mujer, que me amas. Así que no
soy sólo tu prisionera, ¿verdad?
La expresión de Peter no cambia. —No lo sé, Sara. Eso depende de
ti. —Me suelta los hombros y retrocede—. Dejaré que lo pienses mientras
limpias. La aspiradora y los artículos de limpieza están en la despensa de
abajo.
Y dándose la vuelta, sale de la habitación.
La habitación de invitados se encuentra impecable cuando termino
con ella, la cama perfectamente hecha y sin los pedazos más pequeños
de migajas y cerámica rota. El quehacer doméstico no es algo que
disfrute, en parte porque me lleva una eternidad debido a mis tendencias
perfeccionistas, pero el resultado final suele ser bueno.
En otra vida, habría sido una ama de casa decente.
Cuando estoy satisfecha con la limpieza de la habitación, llevo la
aspiradora abajo y busco a Peter. Es extraño, pero me siento un poco
más tranquila después de su ultimátum. Volvimos a donde estábamos
cuando su amenaza de secuestrarme colgaba sobre mi cabeza, excepto
que ahora es aún más simple.
No importa lo que diga Peter, soy su prisionera y sólo tengo una
opción.
Jugar y darle lo que quiere hasta poder escapar.
Encuentro a mi captor afuera, entrenando con Ilya en un pequeño
claro cerca de la casa. A pesar del clima frío, ambos hombres están sin
camiseta, sus torsos anchos y musculosos brillan de sudor en tanto dan
vueltas alrededor del claro, y de vez en cuando se golpean entre sí con un
golpe ultrarrápido. Sus movimientos me recuerdan a las artes marciales,
aunque no puedo identificar ningún estilo específico. Sea lo que sea, sin
embargo, es salvajemente hermoso, y me detengo, hipnotizada a pesar de
mí misma, cuando Peter se agacha bajo el puño de Ilya y lanza un furioso
contraataque, moviéndose tan rápido que apenas puedo seguirlo con la
mirada.
Deben haber estado calentando antes, porque lo que sigue es un
borrón de acción sin parar. Estoy bastante segura de que Peter lanza una
patada fuerte a la caja torácica de Ilya, y atrapo a Peter usando su
antebrazo para bloquear un golpe de Ilya que podría haber derribado un
oso. Aparte de eso, la lucha avanza a un ritmo tan furioso que no puedo
discernir cada movimiento individual, y mucho menos averiguar quién
está ganando o perdiendo. Todo lo que veo son dos poderosos animales
machos, sus músculos se curvan y ondulan a medida que la violencia
calienta el aire a su alrededor.
Después de aproximadamente un minuto, se detienen y se
separan, jadeando en tanto se rodean, y veo sangre goteando por el
pómulo de Ilya. No puedo ver sangre en Peter, así que supongo que eso
lo convierte en el ganador de esta ronda de locos. No me sorprende. A
pesar de que Ilya está construido como un tanque, carece de la gracia
letal de Peter, algo que hace que mi captor sea tan mortal. No tengo
ninguna duda de que el ruso calvo puede matar tan bien como
cualquiera, solo un golpe bien colocado de ese puño enorme
probablemente lo haría, pero Peter parece más peligroso, más
despiadado.
En una pelea a muerte, apostaría mi dinero por Peter cualquier día
de la semana.
Debo hacer algo para alertar a los hombres de mi presencia, pero
antes de que pueda, Peter mira en mi dirección y se detiene en seco. —
¿Sara?
—Um, sí. —Tomo un respiro para calmar mis latidos acelerados—.
Perdón por interrumpir, pero me preguntaba si podrías poner los videos
de mis padres en el televisor. Cuando termines aquí, quiero decir, no hay
prisa.
Estoy siendo más cortés para compensar mi arrebato anterior. La
verdad es que me muero por ver esos videos y asegurarme de que mis
padres estén bien, pero no ganaré nada haciendo demandas. Si hay algo
que aprendí en esa habitación de invitados, es que Peter Sokolov todavía
tiene todo el poder en nuestra jodida relación. Incluso cuando creo que
no tengo nada que perder, mi torturador encuentra una debilidad, una
forma de manipularme sin lastimarme, al menos físicamente.
Emocionalmente, me ha destruido diez veces.
—Está bien —dice Ilya y expone una amplia sonrisa que deja ver
sangre en sus dientes—. Creo que hemos terminado por hoy, de todos
modos.
Peter ni siquiera lo mira; todo su enfoque está en mí. —¿Limpiaste
la habitación? —pregunta, peinando su cabello humedecido en sudor.
Sus músculos se flexionan cuando baja el brazo, y me sorprendo mirando
la gota de sudor que corre por su abdomen plano y surcado.
Basta, Sara. No te comas con los ojos a tu secuestrador.
Con esfuerzo, llevo mi mirada a la cara de Peter. —Todo listo. —
Mantengo la voz tranquila a pesar de la clara provocación en sus
palabras—. Puedes comprobarlo si quieres.
Me mira por un segundo y luego asiente. —De acuerdo entonces.
Vámonos.
Se acerca, y me sonrojo cuando Ilya sonríe por la forma posesiva
en que Peter me agarra del brazo. Es irracional, pero lo que Peter y yo
compartimos se siente privado, como algún tipo de secreto entre
nosotros. Obviamente, los hombres de Peter son plenamente conscientes
de la naturaleza retorcida de mi relación con su jefe, después de todo, lo
ayudaron a acosarme y secuestrarme, pero una parte de mí aún se
encoge ante el conocimiento de que me están viendo así. Tal vez sea mi
aversión a ventilar la ropa sucia en público, pero preferiría que pensaran
que soy la novia de Peter y que estoy aquí por mi propia voluntad.
Ignorando a su compañero de entrenamiento, Peter me lleva hacia
la casa, manteniendo su control en mi brazo. Todavía está enojado
conmigo, puedo sentirlo, y estoy aliviada de que esté cumpliendo su
promesa sobre los videos.
Con un poco de suerte, cuando el resto de sus hombres regresen,
se calmará lo suficiente como para dejarme hablar con mis padres.
Cuando llegamos a la sala de estar, me suelta el brazo y se dirige
directamente a su computadora portátil. Dos minutos después, los videos
están en la gran televisión frente a mí.
—Disfruta —dice secamente y desaparece por las escaleras.
Para cuando regresa, estoy a la mitad de la grabación. Es justo
como Peter me dijo: en su mayor parte, los agentes del FBI interrogaron
a mis padres y evitaron responder sus preguntas a cambio. Puedo decir
que tanto mi mamá como mi papá estaban estresados y molestos, pero
ninguno parecía físicamente enfermo, al menos en el video.
—Dígame nuevamente cómo Sara explicó sobre que ya no vendía
la casa —le dice el Agente Ryson a mi madre cuando Peter se sienta en el
sofá junto a mí, vistiendo un par de vaqueros y una camisa manga larga.
Debe haberse duchado después de su brutal entrenamiento, porque
huelo un ligero toque de jabón cuando me alcanza en el sofá y levanta mi
mano, entrelazando sus dedos con los míos.
Se necesita todo lo que tengo para no reaccionar ante esa pequeña
intimidad y mantener mi concentración en el video. En parte, es porque
ni siquiera sé cómo reaccionar. ¿Debería alegrarme que parece haber
perdonado mi infracción en la habitación de invitados? ¿O debería estar
molesta porque el gesto, tan simple como es, hace que me duela el pecho
con la misma sensación peligrosamente cálida que me llevó a esta
situación?
—Entonces, ¿nunca le dijo que la venta realmente se realizó? —
presiona Ryson después de que mi madre relata nuestra conversación de
almuerzo de sushi casi palabra por palabra—. ¿Nunca le explicó cómo
fue que pudo quedarse en su casa después de que una corporación
fantasma de Sudáfrica le compró la casa nuevamente a los compradores
originales por el doble del precio de mercado?
Mis padres se lanzan con frenéticas negaciones mezcladas con
preguntas y posibles explicaciones, y observo con una mala sensación en
el estómago cuando el rostro de mi padre se vuelve púrpura antes de que
mi madre lo obligue a sentarse y calmarse.
—Va a estar bien —dice Peter, su voz profunda tranquilizadora, y
me doy cuenta de que estoy apretando su mano con tanta fuerza que mis
dedos se entumecen. Debo estar lastimándolo, pero no aleja su mano. La
expresión áspera que ha estado usando toda la tarde ha desaparecido,
sus ojos grises me miran con una luz cálida en tanto agrega en voz baja—:
Vi el resto de este video, y te prometo que está bien.
Asiento, patéticamente agradecida por la tranquilidad, y vuelvo mi
atención a la transmisión del video, donde los agentes han vuelto al tema
de mi llamada telefónica, preguntándole a mi madre sobre las palabras
exactas que usé para hablar sobre mi viaje. Está claro que sospechan que
he estado mintiéndole al FBI todo el tiempo, aunque no tengo idea si me
consideran simplemente manipulada o cómplice de Peter desde el
principio.
—¿Qué tan malo es? —pregunto, volviéndome hacia mi captor
cuando el video termina con mi papá consolando a mi madre llorando en
la cocina después de que los agentes del FBI se van. Siento que clavaron
agujas ardientes en mi corazón, a pesar de que, como dijo Peter, mis
padres están bien, relativamente hablando.
No pretende malinterpretar mi pregunta. —No… es bueno. Ahora
que saben dónde buscar, han descubierto más evidencia de nuestra
relación, comenzando con nuestra reunión en el club nocturno. Y, por
supuesto, está el hecho de que has estado viviendo en la casa que tengo
y no les dijiste ni pio al FBI cuando te dijeron que me vieron. Entre eso y
la llamada telefónica a tus padres, tienen un caso bastante sólido de que
somos cómplices. También hay... —Se detiene.
—¿También hay qué? —Alejo mi mano para apretarla con fuerza
sobre mi regazo—. Dime.
Peter suspira. —Revisaron tu archivador y encontraron tus papeles
de divorcio, firmados por ti, pero no por tu esposo, que datan del día
anterior al accidente de su esposo.
—¿Qué? —Parpadeo hacia él, un hilo de temor serpenteando por
mi columna vertebral—. ¿Qué tiene eso que ver con esto?
Peter pone una mano reconfortante en mi rodilla. —No es la teoría
principal con la que están trabajando —dice suavemente—, pero están
considerando la posibilidad de que hayas tenido alguna participación en
la muerte de tu esposo, que nuestra relación haya comenzado antes de
nuestro encuentro inicial en tu cocina.
—¿Qué? ¡Eso es ridículo! —Me pongo de pie de un salto, mi
garganta se tensa por la sorpresa—. No pueden creer eso. Saben que me
torturaste y drogaste, y me amenazaste con un cuchillo. Lo saben; han
visto las secuelas. ¿O creen que inventé las drogas en mi sistema y el
cuchillo que me cortó el cuello? ¿Y los moretones que cubrieron mi
espalda durante semanas? ¿Cómo pueden ellos...?
—Es solo un ángulo que están considerando, ptichka. —Peter se
levanta y captura mis manos heladas en sus palmas grandes y cálidas.
Hay algo casi como remordimiento en su rostro áspero y guapo. ¿Quizás
por lo que me hizo en nuestro primer encuentro? En el momento
siguiente, sin embargo, sus rasgos se suavizan y dice—: No te preocupes
por esto. Una vez que investiguen más, se darán cuenta de la verdad. Su
trabajo es considerar todas las posibilidades, sin importar cuán
improbables sean, y el hecho de que estuvieras a punto de divorciarte de
tu esposo muerto es algo a lo que tienen que aferrarse. ¿No has visto
ningún programa de policías? El cónyuge siempre es el principal
sospechoso, especialmente si hay razones para creer que hubo discordia
matrimonial.
—¿Discordia marital? —Una risa histérica escapa de mi
garganta—. Estás bromeando, ¿verdad? Este no es un jodido misterio de
asesinato. —Aparto mis manos de las de Peter y retrocedo, sintiendo el
pecho agitado—. Tú mataste a George. Irrumpiste en mi casa, me
torturaste con agua y me drogaste para obtener su ubicación, y luego le
volaste los sesos, lo que le quedaba después del accidente, de todos
modos. ¿O creen que causé ese accidente y luego te contraté para que
terminaras el trabajo? —Mi voz subió una octava—. Quiero decir, ese
accidente fue culpa mía, en cierto modo, y tú sí matas a gente por
contrato, así que tal vez están haciendo algo, quizás estuvimos
secretamente confabulados todo el tiempo y...
—Basta, Sara. —Peter se me acerca y me agarra de la muñeca,
tirando de mí hacia él. No es hasta que me encierra en sus poderosos
brazos, atrayéndome contra su pecho, que me doy cuenta de que tengo
tanto frío que tiemblo de la cabeza a los pies. La rabia y la conmoción me
golpean como olas en un huracán, y cierro los ojos contra el aguijón de
las lágrimas cuando Peter murmura contra mi cabello—: Va a estar bien,
ptichka. Todo esto terminará. Los agentes no son tontos; pronto
descubrirán la verdad. Solo dales tiempo.
—¿Qué verdad? —Meto las manos entre nuestros cuerpos y
presiono su pecho, abriendo los ojos para encontrar su mirada. Siento
que me estoy desmoronando por dentro, la rabia y la conmoción se
transforman en amarga desesperación—. ¿Qué me acosté con el asesino
de mi esposo durante semanas y luego me secuestró cuando le advertí
que vendría el FBI? ¿O que les mentí a mis padres para que pensaran
que estoy enamorada de dicho asesino?
La cara de Peter se oscurece. —Sí, esa verdad, Sara. Dónde eres mi
víctima. Eso es lo que quieres ser, ¿no es así? —Soltándome, retrocede,
y mi cuerpo llora la pérdida de su calor y la comodidad que proporciona
su abrazo mortal.
Con esfuerzo, me recompongo. No podemos volver a caer en ese
argumento, no cuando todavía tengo que convencerlo de que me deje
llamar a mis padres. —No —le digo, sacudiendo la cabeza—. Eso no es lo
que quise decir. De hecho... —Me detengo, luego me obligo a decirlo—:
Tenías razón. Antes, cuando dijiste que me mentía, tenías razón. Sabía
lo que hacía cuando te advertí, y no fue solo porque no quería verte
muerto.
Su mandíbula se flexiona y sus dedos se contraen, como si
estuviera a punto de alcanzarme. —¿Qué estás diciendo, Sara?
—Estoy diciendo... —Respiro y me abrazo, sintiendo que estoy a
punto de desmoronarme. Aunque estoy haciendo esto para manipularlo,
todo lo que digo es verdad, y desenterrarlo me está desgarrando—. Estoy
diciendo que los agentes no están completamente equivocados sobre a
quién le están echando la culpa.
Los ojos de Peter se estrechan. —¿De qué estás hablando? No
tienes nada que ver con la muerte de ese bastardo.
—No, pero he estado durmiendo contigo, con su asesino. —Mi voz
tiembla cuando las lágrimas llenan nuevamente mis ojos—. Y no le dije
al FBI sobre ti. No pedí su protección, incluso cuando tuve la
oportunidad. De manera que aquí estamos, en esta jodida situación, y
todo es mi culpa. Así que supongo que, de cierto modo, debo haber
querido esto, ¿verdad? ¿Perder mi libertad y estar contigo sin importar el
costo? Tuve una elección y tomé la equivocada. Tomé todas las decisiones
equivocadas, y es por eso que estoy aquí en lugar de estar bajo la custodia
protectora del FBI, por qué estoy contigo en lugar de llevar una vida
normal.
Mientras hablo, la mirada plateada oscura de Peter se oscurece, y
luego me alcanza, un brazo se curva alrededor de mi espalda mientras
su otra mano se desliza en mi cabello, arqueándome contra él. —Oh,
ptichka —murmura con fuerza, y mi interior se aprieta por el hambre
salvaje en su rostro—. No podrías estar más equivocada. ¿Crees que
tenías una opción? ¿Crees que había una posibilidad en el infierno de
que te dejara ir?
Mi garganta se hincha con algo indefinible, las lágrimas en mis ojos
amenazan con derramarse cuando mis manos se levantan para agarrar
sus costados. —¿No lo hubieras hecho?
—No. —Sus ojos brillan oscuramente cuando sus dedos se cierran
en puños en mi cabello—. Hubiera ido tras de ti. No hay lugar en la Tierra
donde pudieran ocultarte. Eres mía, Sara, y seguirás siendo mía sin
importar lo que cueste. No importa lo que tenga que hacer para retenerte.
—Inclina su cabeza y siento el calor de su aliento en mis labios mientras
susurra—: No importa a quién tenga que matar para recuperarte.
Me estremezco en su agarre, mis párpados se cierran cuando sus
labios tocan los míos. Lo que dice es horrible, psicótico, pero mi cuerpo
sufre por su cercanía, mi sexo se llena de calor líquido cuando su dura
polla presiona contra mi estómago. Es como si una parte perversa de mí
quisiera esto de él, como si se deleitara en las profundidades de su
obsesión.
Al igual que, en cierto nivel, me sentí aliviada cuando la aguja me
pinchó el cuello.
Peter profundiza el beso, su lengua invade mi boca, y lo dejo.
Porque el fuego que arde dentro de mí es demasiado fuerte para luchar.
Me digo que cederé porque tengo que hacerlo, porque la llamada
telefónica con mis padres está en juego, pero en el fondo, sé la verdad.
Estoy cediendo porque quiero hacerlo.
Porque de alguna manera, mi enfermedad está tan lejos como la
suya.
Traducido por Anna Karol
Corregido por Joselin
Las primeras dos semanas son las más difíciles. Lloro casi todos
los días, mi ira y desesperación son tan intensas que quiero gritar y tirar
cosas. Pero no lo hago. En vez de eso, camino de puntillas alrededor de
Peter, decidida a evitar más castigos y asegurarme de que mi captor me
deje mantenerme en contacto con mis padres.
Todavía no entiendo qué pasó esa noche, cómo esa mamada me
rompió tan completamente. El sexo con Peter siempre ha tenido un
elemento de oscuridad, pero pensé que podría manejarlo, que estaba
acostumbrada a la montaña rusa de miedo, vergüenza y necesidad. Pero
esa noche fue algo diferente, algo más perverso… algo que me abrió y me
retorció por dentro.
Esa noche, bailé con el monstruo interior de Peter, y en el proceso,
descubrí uno en mí.
No me ha tocado así desde entonces, aunque cada vez que tenemos
sexo siento en él el deseo, la necesidad de dominar y atormentar. Está
ahí, no importa lo que haga, no importa cuán tiernamente me trate. Es
parte de sí, esa oscuridad, esa necesidad de castigar y vengarse. Puede
que luche contra ella, pero está ahí porque, independientemente de lo
que diga, el pasado influye en nuestro presente.
Nunca olvidará el papel de mi marido en la masacre de su familia,
y nunca superaré lo que le hizo a George.
La buena noticia es que volvemos a usar condones. No sé si vio la
sabiduría de evitar complicaciones adicionales en esta etapa de nuestra
jodida relación, o si realmente respeta mis deseos, pero a pesar de la
copiosa cantidad de sexo que estamos teniendo diariamente, no ha
habido más errores. Aun así, cuento con ansiedad los días que faltan
para mi período y cuando llega, tras dos semanas y media de cautiverio,
sollozo con alivio, agradeciendo por una vez los calambres y la
incomodidad. Peter no parece tan contento, pero cuando volvemos a tener
relaciones sexuales después de que lo peor de mis síntomas ha pasado,
sigue usando protección.
Otro aspecto positivo es que mi intento fallido de fuga no me ha
hecho perder ningún privilegio de contacto con el exterior. Cada tarde,
Peter me deja ver las grabaciones de la casa de mis padres, y cada dos
días me deja llamarlos. Las llamadas son siempre breves, tanto como una
precaución extra para que el FBI no las rastree como porque no hay
mucho que pueda decir. Por lo que respecta a mis padres, estoy dando la
vuelta al mundo con mi amante, felizmente ajena al peligro que
representa y a mis responsabilidades en mi país. Casi todo lo que puedo
hacer en esas llamadas es asegurarles a mis padres que estoy bien e
indagar sobre su bienestar antes de colgar rápidamente para evitar sus
interminables preguntas y súplicas.
—Sabes, puedes explicar un poco más sobre nuestra historia de
amor —dice Peter después de escuchar las llamadas durante una
semana—. Dale un poco de color para que parezca más auténtico.
—¿En serio? ¿Debería decirles con qué frecuencia me follas, o
describir lo grande que es tu polla?
Sonríe ante mi sarcasmo, el único desafío que no le importa en
ocasiones. —Si quieres —dice, recostado en el sofá—. O puedes decir que
te preparo el desayuno todos los días. No soy experto en padres, pero eso
parece algo que apreciarían más.
Me trago otro comentario sarcástico y hago lo que me sugiere en
las próximas llamadas, contándoles a mis padres algunas de las
pequeñas cosas que Peter hace por mí. No puede ser nada que apunte a
nuestra ubicación, así que me quedo con cosas más personales, como el
hecho de que es un gran cocinero y sus masajes en la espalda son
increíbles. Tampoco es mentira; ahora que estamos instalados en la
nueva casa, ha vuelto a hacerme comidas gourmet, y estoy más que
mimada con masajes diarios. Creo que es porque no puede quitarme las
manos de encima y, como no podemos tener sexo veinticuatro horas al
día, se conforma con tocarme de otras maneras, aprovechando cada
oportunidad para acariciarme y frotarme de la cabeza a los pies.
Especialmente los dedos de los pies. Estoy empezando a sospechar que
mi captor puede tener un poco de fetiche con los pies, dada la frecuencia
con la que me da los mejores masajes de mi vida.
No les cuento a mis padres lo de los masajes en los pies, a pesar de
mi pregunta sarcástica, no me siento cómoda discutiendo nada
remotamente sexual con ellos; y también me mantengo callada sobre las
formas más íntimas en que me cuida, como cepillarme el cabello y
lavarme en la ducha. Es como si fuera su muñeca humana, algo entre
una niña y un juguete sexual. También lo hacía en casa, pero yo
trabajaba tanto que era más bien algo ocasional. Sin embargo, ahora es
algo que ocurre a diario y aunque probablemente encuentre ese tipo de
atención perturbadora, lo disfruto demasiado como para objetar.
He sido autosuficiente e independiente durante tanto tiempo que
se siente bien dejar que me mime.
Por supuesto, ninguna cantidad de mimos puede compensar la
pérdida de mi vida y del trabajo que me definían. Pasé de trabajar más
de ochenta horas a la semana al ocio total, y no tengo ni idea de cómo
llenar ese tiempo extra. Peter toma parte de ese tiempo, ahora que
siempre estoy a su alcance, me folla dos o tres veces al día; y con el aire
fresco de la montaña, duermo más, al menos nueve o diez horas por
noche. También comparto las comidas tranquilamente con Peter y sus
hombres, y si el tiempo lo permite, salgo a dar largos paseos con él o con
quienquiera que me asigne para que me proteja.
No es una mala rutina, y tenemos libros y películas, pero tres
semanas después, estoy lista para subirme por las paredes.
—¿Tú no te sientes encerrado? —le pregunto a Peter durante uno
de nuestros paseos matutinos. El aire es frío, pero afortunadamente no
llueve ni hay viento, como ha sucedido en los últimos días, otra razón de
mi irritación—. Quiero decir, sé que trabajas en tu portátil, pero aun así…
Se encoge de hombros. —Estoy disfrutando de este tiempo de
inactividad. Es raro, así que mis chicos y yo lo aprovechamos mientras
podemos. Tenemos un gran trabajo por delante, así que no
descansaremos mucho.
—¿Qué clase de trabajo? —pregunto, impulsada por una oscura
curiosidad—. ¿Otro asesinato?
Se detiene y me mira fijamente. —¿Realmente quieres saberlo?
Dudo, luego asiento. —Sí, así es. —No es como si ignorara lo que
es o lo que hace. Experimenté sus habilidades letales de primera mano
la noche en la que nos conocimos. Si algún señor de la droga les paga a
él y a su equipo una cantidad obscena para que maten a otro criminal
peligroso, lo menos que puedo hacer es enterarme.
Al menos podría ser entretenido, como en una película de terror o
suspenso de James Bond.
—Hay un banquero en Nigeria que ha molestado a ciertas personas
—dice, y se acerca para tomarme la mano mientras vuelve a caminar—.
Una de ellas nos contrató para ocuparnos del problema.
—¿Un banquero? Eso no suena como alguien que requiera tus
habilidades particulares. —O como el despiadado señor del crimen que
imaginé. No es que me engañe sobre que el trabajo de Peter sea algo
noble. Aun así, una parte ingenua de mí debe haber esperado que la
mayoría de sus objetivos merezcan, al menos, algo de lo que se les
presente.
—Este banquero en particular tiene un pequeño ejército y es dueño
de la pequeña ciudad en la que vive, así como de la mayoría de las fuerzas
de seguridad locales —explica mientras nos dirigimos hacia un estrecho
sendero que nunca antes había visto—. Es uno de los hombres más ricos
de Nigeria, y no llegó allí haciendo préstamos para autos.
—Oh. —Reajusto mi imagen mental del hombre—. ¿Así que no es
un buen tipo?
Una sonrisa sin humor aparece el rostro de Peter. —Se podría decir
que sí. En el último recuento, ha asesinado a más de una docena de sus
oponentes y torturado o mutilado al menos a cincuenta más, sin contar
a sus familias. El hombre que nos contrató es primo de una de las
víctimas; su hija fue violada en grupo para darle una lección a su familia.
El horror me constriñe la garganta y, de repente, estoy
salvajemente contenta de que Peter vaya tras este monstruo.
Contenta e irracionalmente preocupada, porque esto es mucho
más peligroso de lo que pensaba.
—¿Cómo vas a…? —Me detengo, sin saber cómo decirlo.
—¿Llegar a él?
Asiento, mirando su frío y divertido rostro. —Sí.
—De la forma habitual. Averiguaremos todo lo que podamos sobre
su seguridad, aprenderemos sus rutinas, y cuando llegue el momento,
atacaremos.
Aparto la irracional burbuja de miedo en mi pecho. Peter y sus
hombres se hallan altamente entrenados, y en cualquier caso, es
estúpido preocuparse por la seguridad del asesino que me secuestró. En
cambio, me concentro en lo que es más relevante para mi situación. —
¿Así que vas a estar fuera un tiempo?
—No, a menos que algo salga mal. Anton y Yan volarán allí la
próxima semana para el reconocimiento, pero Ilya y yo sólo nos
involucraremos en las etapas finales de la operación. Supongo que será
en una o dos semanas, y no debería estar fuera más de un par de días.
Muerdo por dentro de mi mejilla. —¿Qué hay de mí? ¿Vas a dejarme
aquí mientras te vas a Nigeria?
—Yan se quedará contigo —dice, desviándose del camino hacia un
claro mientras intento ocultar mi decepción. A pesar de lo que me dijo el
día de la tormenta, no he renunciado completamente a la idea de escapar.
Sí, me mostró ese acantilado, y he visto algunos más durante nuestras
caminatas, pero eso no significa que toda la montaña sea intransitable.
Podría haber un camino hacia abajo que Peter no quiere que conozca, y
con el tiempo y la libertad suficientes podría encontrarlo. Lo que haría
después, cómo me mantendría alejada de las garras de Peter, incluso si
es que pudiera volver a casa, es otra cosa, pero necesito concentrarme en
un problema a la vez.
Tengo que tener algo de esperanza, o la desesperación me devorará
por completo.
—¿No necesitas a todo tu equipo? —pregunto, haciendo todo lo que
puedo para sonar ligeramente interesada—. Pensé que operaban como
una unidad.
—Lo hacemos, pero nos adaptaremos. —Peter me lanza una mirada
sarcástica cuando entramos en el claro—. No te preocupes, ptichka. No
te dejaremos aquí sola.
No respondo, porque no tiene sentido, y porque hemos llegado a
nuestro destino: un acantilado con una magnífica vista del lago de abajo.
—Guau. —Exhalo, disfrutando del impresionante paisaje mientras
nos detenemos a unos metros del borde del acantilado—. Qué hermoso.
Después de la lluvia de los últimos días, el aire es cristalino, y el
cielo de un perfecto azul pálido, sin una nube a la vista. Ante la ausencia
de viento, el lago debajo de nosotros se encuentra tan quieto que parece
un espejo gigante, reflejando las majestuosas montañas que lo rodean.
Si no estuviera aquí contra mi voluntad, pensaría que es el lugar
más bonito de la Tierra.
—Sí, precioso —concuerda Peter, con la voz inusualmente ronca
mientras su mano aprieta la mía, y me vuelvo para ver su mirada metálica
ardiendo de hambre. Mi corazón se salta un latido mientras que un calor
en respuesta pasa a través de mi cuerpo, ahuyentando el frío de las
alturas.
Siempre es así ahora. Una mirada, un toque, y estoy acabada.
Incluso cuando nos tomamos de la mano, mi corazón late un poco más
rápido y cuando me mira así, mis huesos se vuelven blandos y líquidos,
mi cuerpo se acelera con la excitación.
Sonrojándome, saco la mano de la suya y me alejo para evitar ir
hacia él. Tuvimos sexo hace menos de dos horas, y todavía estoy
adolorida. Es perturbador lo mucho que lo deseo y el poco control que
tengo sobre mi respuesta. La química entre nosotros siempre ha sido
explosiva pero, desde esa mamada, hay algo diferente en mi deseo, algo
que parece estar arraigado en lo malo que es todo.
No. Me fuerzo a dejar de pensar en ello y me niego a ceder. Peter se
equivocó. No quiero ser su prisionera. Esto no es un juego sexual, es mi
vida, mi futuro. Todo por lo que he trabajado se ha ido, ha sido robado
por el hombre que me mira con esos ardientes ojos plateados.
Cualesquiera que sean los antojos retorcidos que haya despertado en mí,
nunca estaré de acuerdo con esta relación forzada.
No puedo estarlo.
Sin embargo, cuando me agarra y me atrae hacia él, no me resisto.
No peleo cuando inclina la cabeza y aplasta sus labios contra los míos.
El fuego que corre por mis venas quema toda la razón, toda la moral y el
sentido común. Mis dedos se enredan en su cabello, mi cuerpo se aprieta
contra el suyo, y mientras me apoya contra un árbol, me rindo y abrazo
la oscuridad, dejando que mi propio monstruo interior deambule
libremente.
Traducido por IsCris
Corregido por Jadasa
Después de esa noche, se hace aún más difícil resistir los esfuerzos
de Peter para inmiscuirse en mi mente y en mi corazón. No sé si cree que
sus revelaciones me aterrorizaron y está tratando de compensarlo, o si
simplemente siente que vacila mi resolución, pero se vuelve
imposiblemente más atento, mimándome y complaciéndome más allá de
toda creencia.
Todos, excepto yo, tienen tareas. Peter hace la mayor parte de
nuestras comidas, y los otros están a cargo de la lavandería y de
mantener la casa impecablemente limpia. De todos modos, ayudo con la
colada, así no me siento como una vaga total, pero Peter no lo requiere
de mí, y aparte de esa vez que tiré el plato, no he tenido que tocar una
aspiradora ni hacer nada que no me apetezca hacer.
Además de eso, obtengo todo lo que quiero, dentro de los límites de
mi cautiverio, por supuesto. Si menciono una preferencia por fundas de
seda, Peter me las consigue en unos pocos días. Si expreso el deseo de
dar un paseo, deja todo lo que está haciendo y me acompaña, dejando de
confiar ese deber a ninguno de sus hombres. Pero lo más importante es
que hace todo lo que puede para asegurarse de que no me aburro.
Hasta ahora, su idea del estudio de danza es un fracaso; para lo
único que uso el cuarto es para ocasionalmente practicar yoga y hacer
algunos estiramientos, pero realmente aprecio el equipo de grabación que
me compró. Es tan sofisticado como los que un profesional utiliza. Puedo
grabar y editar lo que quiera y, en tanto empiezo con las canciones pop
que me gustan, pronto comienzo a experimentar con variaciones de esas
canciones e incluso a intentar componer un par, ajustando las letras a
las mezclas de música que creo a partir de diferentes melodías. Dominar
el software y el equipo requiere de mucho aprendizaje, pero acepto el reto.
No solo es divertido, sino que consume mucho de mi tiempo libre y,
cuando intento encontrar las palabras para expresar la canción que se
está formando en mi mente, no pienso en todo lo que he perdido y en el
hecho de que soy la cautiva de un asesino.
Solo me concentro en la música.
También he empezado a actuar para los chicos. Ahora es un ritual
después de la cena, donde Peter me pide que cante como una forma de
entretener a todos y yo, a regañadientes (pero en secreto con bastante
entusiasmo), acepto presentar una canción, precediendo cada
presentación con renuncias sobre la posibilidad de no recordar las
palabras, no estar preparada, etc. Naturalmente, siempre es una canción
que ensayo de antemano, generalmente una variación de cualquier éxito
popular que estuve practicando en el estudio de grabación ese día. Soy
demasiado tímida para compartir mis propias canciones, pero los chicos
están tan entusiasmados con mis interpretaciones de música pop que
pienso un día en el que podría intentar interpretar una de mis propias
piezas.
—Tienes una voz muy buena —me dice Yan después de la primera
semana, sus ojos verdes y fríos me evalúan con cierta sorpresa—. Peter
tenía razón en eso.
Le sonrío, el elogio de nuestro psicópata residente es un evento
extremadamente raro, y decido interpretar dos canciones la próxima vez.
Si a los chicos les gusta y a mí también, ¿por qué no?
Entre la música y mis actividades habituales con Peter, tengo
suficiente para mantenerme ocupada, pero sigo extrañando mi antiguo
trabajo. Cada vez que uno de los chicos se lastima, lo que sucede con
una frecuencia que da miedo, durante su entrenamiento diario, puedo
usar mis habilidades médicas, pero no es suficiente. Necesito la
estimulación intelectual de mi profesión, todo lo que aprendía
diariamente tratando a una gran variedad de pacientes y manteniéndome
al día con las últimas investigaciones. Ahora me siento desactualizada,
aislada de los nuevos desarrollos en mi campo y, cuando se lo menciono
a Peter durante una de nuestras caminatas, promete hacer algo al
respecto.
Por supuesto, ordena que sus hackers me envíen compilaciones
quincenales de toda la investigación médica de vanguardia que se lleva a
cabo en todo el mundo. Parte del material es obviamente público,
estudios revisados por parejas publicadas en las revistas académicas a
las que solía suscribirme, etcétera; pero gran parte parece provenir
directamente de archivos privados de las empresas.
—Peter, esto es una locura —digo, luego de leer sobre una terapia
génica que mantiene la esperanza de revertir el cáncer de mama en etapa
tardía—. ¿Dónde descubrieron esto? Es enorme.
—¿Lo es? —Sonríe al levantar la mirada de su portátil.
Asiento vigorosamente. —Si esta terapia es tan efectiva como lo
indican las notas de estos investigadores, se salvarán millones de vidas
de mujeres. ¿Cómo encontraron esto tus hackers? Al menos debería
haber oído rumores sobre esto. Es un cambio en el tratamiento del
cáncer. Te das cuenta de eso, ¿verdad?
Su sonrisa se amplía. —¿Qué puedo decir? Nuestros chicos son
buenos.
Sacudo la cabeza y me entierro de nuevo en el análisis detallado
del estudio. Debería sentirme culpable de estar, esencialmente, robando
la propiedad intelectual de alguna empresa nueva, pero estoy demasiado
fascinada como para dejar de leer. Además, no es como si fuera a usar
este conocimiento para obtener ganancias financieras o compartirlo con
alguien. Mi acceso al mundo exterior está estrictamente limitado a
llamadas telefónicas con mis padres.
Es la única cosa en la que Peter no cederá, no importa lo mucho
que suplique e implore.
—Vamos, ¿qué daño puede hacerme ver las noticias de vez en
cuando? —discuto después de que Peter me sorprenda tratando de
conectarme a su portátil, un intento infructuoso, dadas todas las
contraseñas y seguridad que tiene—. Puedes bloquear ciertos sitios web,
impedir que use el correo electrónico y las redes sociales si lo deseas. Hay
un montón de aplicaciones para eso, y…
—No, ptichka. —Su cara tiene una expresión resuelta cuando me
saca el portátil—. No podemos arriesgarnos a que realices una búsqueda
que exponga nuestra dirección IP al FBI, ni a que encuentres una forma
inteligente de ponerte en contacto con ellos. Hoy en día, cada sitio web
tiene un lugar para dejar un comentario, y eres demasiado lista para no
saberlo.
Frustrada, abandono el convencerlo a que me permita acceder a
Internet e intento pensar en otras formas de escapar, pero no se me
ocurre ninguna. Lo único que se me ocurre que podría intentar, es darle
algún tipo de mensaje codificado a mis padres durante nuestras breves
llamadas telefónicas; pero es demasiado arriesgado. Peter siempre está
conmigo, escuchando cada palabra que digo, y sé que, si sugiero siquiera
nuestra ubicación, cortará el contacto con mi familia. Lo ha dicho, y sé
que lo dice en serio.
No importa cuánto me mime, nunca olvido que su obsesión tiene
un lado oscuro, que está dispuesto a hacer lo que sea necesario para
mantenerme suya.
Traducido por Dakya
Corregido por Julie
Sara parece tranquila, casi retraída en los dos días previos al viaje,
y sé que es porque está preocupada. Yan me dijo lo ansiosa que estuvo
durante nuestro trabajo en Nigeria, y aunque me complació en ese
momento, ahora lamento haberle causado tanto estrés.
Ya sea que quiera admitirlo o no, mi pequeño pajarito se preocupa
por mí.
Se preocupa un montón.
Hago mi mejor esfuerzo para distraerla del próximo viaje dejándola
hablar con sus padres todos los días, llevándola a caminar y haciéndole
el amor en cada minuto libre que tengo. Lamentablemente, no tengo
muchos. Hay mucho que hacer, demasiados escenarios que planificar. El
político —Deniz Arslan— está acostumbrado a que traten de dispararle,
y su seguridad es de primera, tan buena como cualquier cosa que haya
establecido para mis clientes en el pasado. Hasta ahora, sólo hay un par
de pequeñas debilidades que hemos podido descubrir, e incluso esas
podrían ser trampas potenciales.
Este no va a ser un trabajo fácil, por lo cual un oligarca ucraniano
nos está pagando veinticinco millones de euros para hacerlo.
La noche antes del viaje, preparo otra agradable cena para todos;
pero esta vez, les prohíbo a los chicos discutir sobre cualquier cosa
relacionada con el peligro que se avecina. Mantenemos la conversación
ligera, recordando historias divertidas de nuestro pasado, y Anton
finalmente logra sacar a Sara de su caparazón al contarle cómo nos
conocimos.
—Así que allí estoy, un punk del ejército de veintiún años reclutado
en este equipo de élite, todo listo para conocer a mi nuevo comandante
—dice, sonriendo—. Me imaginé que sería un perro viejo y
experimentado, lleno de historias macabras sobre Afganistán y la vida
bajo el comunismo. Y, en cambio, este tipo de mi edad… —ondea el
tenedor en mi dirección—, entra y comienza a ladrar órdenes. Pensé que
tenía que haber un malentendido y le dije que se fuera a la mierda, sólo
para terminar con su cuchillo contra la garganta.
Sara jadea conmocionada. —¿Peter te amenazó?
—Si casi cortarte la arteria carótida es una amenaza, entonces sí.
—Anton se ríe y sacude la cabeza en recuerdo—. Sin embargo, fue bueno.
Nos ayudó a tener una idea de con qué tipo de hombre estábamos
tratando.
Sara se voltea hacia mí, con sus ojos color avellana muy abiertos.
—¿Entonces te convertiste en un líder de equipo cuando sólo tenías
veintiún años?
Asiento, terminando mi salmón escalfado. —En ese momento, tenía
cuatro años de experiencia rastreando e interrogando a personas, y era
muy bueno en mi trabajo.
—Puedo imaginarlo —dice Sara secamente. Mirando a los gemelos,
pregunta—: ¿Comenzaron a trabajar juntos al mismo tiempo?
Yan niega con la cabeza. —Ilya y yo nos unimos más tarde, después
de que el equipo estuvo en el lugar por un par de años. Estos dos… —
asiente hacia Anton y hacia mí—, eran profesionales para entonces, pero
logramos seguirles el ritmo.
—Oh, por favor. —Anton resopla—. ¿Y qué hay de esa vez que te
quedaste atascado en ese pozo cerca de Grozny? ¿Cómo es “seguir el
ritmo” el haber tenido que sacar tu culo con un balde de agua?
Yan se encoge de hombros, sonriendo fríamente. —Obtuve mucha
información sobre esos rebeldes chechenos al estar en ese pozo, y
zambullirme era mejor que terminar despedazado por la bomba.
Sara palidece ante la mención de una bomba, y le disparo a Yan
una mirada oscura. Acordamos mantener las cosas ligeras esta noche,
evitando cualquier cosa que pudiera recordarle a Sara el próximo viaje…
y las bombas definitivamente entran en esa categoría.
Al darse cuenta de su error, Yan le da un codazo a su hermano y
le dice—: Ahora este sí que tuvo algunos problemas. ¿Recuerdas a esa
puta que te robó las botas?
Ilya se ruboriza cuando Yan se lanza a la historia en medio de las
carcajadas de Anton, y alcanzo la rodilla de Sara debajo de la mesa,
apretando su pierna vestida de mezclilla para tranquilizarla. Me sonríe, y
siento ese resplandor suave y cálido en mi pecho, el que me hace sentir
tan vivo cuando me encuentro con ella. Estamos rodeados de mis
compañeros de equipo, pero bien podríamos estar solos, porque ella es
todo de lo que soy consciente, todo lo que escucho y veo.
Mi Sara.
La amo tanto que duele.
Terminamos la cena con un magnífico postre, luego llevo a Sara
arriba, donde le hago el amor hasta que estamos cansados y adoloridos.
Traducido por MadHatter & Val_17
Corregido por Pame .R.
Diez minutos. Las llantas del auto chirrían cuando me acerco por
el largo camino de entrada y avanzo por las puertas abiertas, agarrando
el volante con tanta fuerza que mis dedos se clavan en el cuero.
Solo tengo diez minutos.
Es decir, suponiendo que la estimación de Yulia fuera correcta. No
sé cómo escapó de su marido de aspecto letal e inhabilitó todas esas
medidas de seguridad, pero es muy posible que él ya esté detrás de mí.
No hay luces a lo largo de este camino de un solo carril, no hay
señales, nada que me diga a dónde voy. La luna y los faros de mi auto
son las únicas fuentes de iluminación. No tengo idea de qué dirección es
hacia el suroeste, así que cuando llego a una carretera de dos carriles,
doblo al azar a la izquierda, por instinto.
Si me fui por el camino equivocado, estoy jodida.
Mi corazón se siente como si me martillara el pecho, mi respiración
ruidosa en mis oídos. El sudor se forma en mis axilas y gotea por mis
costados, y mi rodilla tiembla al pisar el acelerador. Conducir por el lado
izquierdo de la carretera, con el volante en el lado izquierdo del automóvil,
es más que confuso para una estadounidense como yo, pero no me atrevo
a reducir la velocidad.
Ocho minutos.
Siete minutos.
Puedo hacerlo.
Puedo lograrlo.
Los faros de un automóvil aproximándose me ciegan y me elevan
los niveles de adrenalina. ¿Es Kent? ¿Sus guardias?
El auto pasa sin detenerse, y exhalo aliviada, levantando mi pie del
acelerador mientras la carretera se curva bruscamente frente a mí. Lo
último que necesito es perder el control del auto y atravesar la barandilla,
como George lo hizo esa terrible noche. Como está, incluso con velocidad
reducida, voy a ciento diez kilómetros por hora. Si la estación de servicio
está a siete kilómetros, debería llegar con tiempo de sobra.
Transcurre otro minuto antes de que la carretera vuelva a curvarse,
y lo veo.
Más faros, esta vez detrás de mí.
Apretando el volante con más fuerza, piso el acelerador de nuevo.
El auto detrás de mí también acelera.
Mi estómago se atora en mi garganta. Por el rabillo del ojo, percibo
una señal de límite de velocidad. Son cincuenta kilómetros por hora…
más de sesenta, no, setenta kilómetros menos que mi velocidad actual. Y
si ese auto me está alcanzando, va ir aún más rápido.
Es oficial.
Estoy siendo perseguida.
El camino gira de nuevo, y contengo un chillido cuando otro auto
que viene se acerca y sus faros me ciegan por un segundo crucial. El
costado de mi auto raspa contra la barandilla, chispas que vuelan como
chirridos de metal contra metal. Jadeando, quito el pie del acelerador y
me alejo del riel, acercando el auto al centro de la sinuosa carretera.
Los faros delanteros me alcanzan y, cuando la carretera se curva
de nuevo, veo dos autos detrás de mí, cada uno grande y oscuro. Dos
todoterrenos. Mi pulso ahora es un rugido atronador en mis oídos, mis
manos están tan sudorosas que se deslizan sobre el volante. Luchando
contra el pánico, presiono el acelerador nuevamente, pero los autos
detrás de mí aceleran, y cuando la carretera se curva a la derecha, uno
me flanquea mientras el otro se detiene frente a mí.
La desesperación me agarra con un puño helado.
Se acabó.
Me tienen.
Temblando, quito el pie del acelerador.
Mi única oportunidad de escapar, y la desperdicié.
La camioneta delante de mí también reduce la velocidad, y el que
está a mi lado se mueve detrás de mí. Saben que no tengo más remedio
que cumplir.
Se acabó oficialmente.
He perdido.
La camioneta frente a mí baja la velocidad aún más, obligándome
a frenar. Mi velocímetro muestra cuarenta kilómetros por hora, luego
treinta y cinco… luego treinta. Estoy prácticamente arrastrándome, y me
doy cuenta de que me están haciendo parar.
Me sacarán de este auto y me arrastrarán de regreso a la casa de
Kent, donde permaneceré encerrada hasta que Peter venga por mí.
El futuro se extiende frente a mí, tan oscuro y peligroso como este
camino sinuoso. Sin esperanza de escapar, sin opciones, seré propiedad
de Peter, y también lo será nuestro hijo. Nunca volveré a ver a mis amigos
y familiares, nunca ayudaré a las mujeres a dar a luz a sus bebés. A
medida que mis padres envejezcan, no estaré allí para ellos y nunca
conocerán a sus nietos.
Todo lo que tendré es Peter, y lo más aterrador de todo es que esto
no parece poco atractivo.
Puedo verlo muy claramente: la forma en que me cuidará, la
ternura en sus ojos cuando abrace a nuestro bebé. Me amará con una
intensidad que va a quemar mi alma, y eventualmente, mi propio amor
retorcido crecerá de sus cenizas. Y después de un tiempo, todo parecerá
normal, desde mi falta de libertad hasta la violencia de su profesión.
Seremos una familia, como él quiere, y mientras veo que el
velocímetro cae por debajo de quince, sé que no puedo permitir que
suceda.
No puedo ceder ante la parte más enferma de mí, la que quiere ese
futuro retorcido.
Otra curva en el camino, más faros acercándose. Mis latidos
frenéticos se estabilizan, una extraña calma se apodera de mí cuando me
acerco y abrocho el cinturón de seguridad. Tendré menos de un segundo
para actuar, así que tengo que hacer que cuente.
Al soltar el pie del freno, agarro el volante lo más fuerte que puedo,
y cuando el auto que viene se acerca, con los faros cegándome a mí y a
mis perseguidores por igual, tiro del volante hacia la derecha, avanzando
hacia el lado opuesto del carril mientras piso el acelerador.
El auto se precipita hacia adelante, pasando por el todoterreno que
me bloquea en la parte delantera. Prácticamente puedo escuchar a mis
perseguidores maldecir cuando los dejo en el polvo nuevamente, mi
elegante Mercedes gana velocidad con el rugido gutural de un motor V8.
El velocímetro salta a cien… ciento diez… ciento veinte… ciento treinta…
Las chispas vuelan, el metal se raspa contra el metal cuando vuelvo
a deslizarme contra la barandilla, pero esta vez, no bajo la velocidad.
Mantengo mi pie firme, corrigiendo lo suficiente para mantener el control.
Es un videojuego, me digo. Solo un videojuego de carreras en el que
conduzco por el lado equivocado de la carretera.
Después de recuperarme del impacto de mi repentina maniobra,
mis perseguidores están de nuevo en mi estela, pero no tengo intención
de facilitarles la tarea. Cada vez que se acercan, me desvío hacia la mitad
del camino, evitando que me rodeen. Y mantengo la velocidad vertiginosa,
dejando mi pie en el acelerador incluso en las curvas más pronunciadas.
Fingir que es un videojuego ayuda… siempre fui buena en eso
cuando era niña.
Un minuto más en el camino.
Dos.
Tres.
Puedo hacerlo.
Puedo lograrlo.
A lo lejos, veo luces y mi pulso salta de nuevo.
Es la gasolinera. Tiene que serlo.
Mi plan es simple: derrapar hasta detenerme frente a cualquier
tienda que esté allí, saltar y correr, gritando a todo pulmón que me den
un teléfono. Con suerte, la gente de Kent estará demasiado preocupada
por las autoridades como para atraparme en público, pero incluso si ese
no es el caso, alguien —un empleado de la estación de servicio, otros
conductores—, verán lo que está sucediendo y llamarán a la policía.
No es un gran plan, pero es todo lo que tengo.
La estación de servicio se acerca cada segundo. Para mi alivio, a
pesar de la hora temprana y la sensación salvaje de la zona, veo una
tienda bien iluminada con algunas personas adentro y algunos autos en
el estacionamiento.
Espero que Kent no quiera causar problemas tan cerca de su casa
y, por supuesto, las camionetas detrás de mí reducen su velocidad, lo
que me permite avanzar cuando nos acercamos a la estación de servicio.
El triunfo inunda mis venas mientras quito el pie del acelerador,
preparándome para ejecutar mi maniobra de parar y correr.
Estoy ahí.
Incluso si me atrapan antes de que llegue a un teléfono, mi captura
no pasará desapercibida.
Estoy a menos de sesenta metros de la estación de servicio cuando
ocurre.
Un perro se lanza a la carretera frente a mí.
Reacciono instintivamente, desviándome al pisar los frenos, y
cuando mi auto gira en la barandilla, tengo un último pensamiento
ilógico.
Espero que Peter y sus hombres regresen ilesos de su trabajo.
Traducido por Jadasa
Corregido por Val_17
…
El destino nos hizo enemigos. Yo nos
convertí en amantes.
En un mundo diferente, estaríamos
destinados a estar juntos.
Este no es ese mundo.
Nota: Para disfrutar de manera óptima,
se recomienda que leas la trilogía Twist Me
antes de empezar este libro.
Anna Zaires se enamoró de los libros a los
cinco años, cuando su abuela le enseñó a leer.
Escribió su primera historia poco después.
Desde entonces, siempre ha vivido parcialmente
en un mundo de fantasía donde los únicos
límites eran los de su imaginación. Actualmente
reside en Florida. Anna está felizmente casada
con Dima Zales (un autor de ciencia ficción y
fantasía) y colabora estrechamente con él en
todas sus obras.