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No hay nada que defender. La niña murió debido a dos tipos de asfixia, mecánica y
por sofocación. Es decir, además de querer matarla, se esforzó en hacerlo. Las
cámaras que son hoy en día ese Dios que todo lo ve, apuntan desde el cielo con el
dedo: allí estuvo Rafael, en la misma camioneta propiedad de su hermano Francisco
en la que encontraron el zapato de la menor. En su apartamento un caldo hirviendo
con el ADN del agresor, pelos, babas, una botella de güaro, cigarrillos chupados,
además ropa de la víctima en la lavadora. Del cotejo de fluidos, especialmente
aquellos hallados en el cuerpo de la menor, provendrá aquella prueba irrefutable de
responsabilidad. Habrá de concluirse después de un juicio que no va durar mucho,
lo que todos sabemos: este muchachito fresa de la alta sociedad la secuestró, la
torturó, la asfixió y después la mató. La niña tenía siete años y él 38.
Los Uribe y los Noguera dormirían tranquilos si se pudiera probar que fue la coca la
que lo enloqueció. Lo que pasa es que no se había metido ni un pase al momento
de cometer el crimen. Inhaló las primeras líneas por lo menos una hora después de
la muerte de la menor. Después de que su hermano, abogado, miembro de la firma
más prestigiosa del país, hubiera mandado a la policía para otro lado cuando llegó
a preguntarle por la camioneta que le sonrió a las cámaras en el video, para así
ganar el tiempo suficiente que permitiría que él y su hermana Catalina
permanecieran junto a Rafael durante más de tres horas en el apartamento que
constituyó la escena del crimen, en la que apareció el cuerpo de la menor lavado y
juagado en aceite.
A Uribe Noguera alguien le tuvo que haber ayudado. Con la cantidad de perico y
güaro que lo pusieron a meter para solventar la locura transitoria que lo iba a
exonerar, no pudo haber arreglado él sólo, de esa forma, ni el cadáver ni el lugar.
Además nadie se enrumba con una niña muerta al lado después de que le informan
que lo está buscando la policía. ¿Y es que a cualquier mortal se le ocurre ir a
comprar tres bolsas de cocaína, para alegar una inimputabilidad transitoria? ¿No
habrá que haber sido abogado y haber cogido un código penal algún día, cómo para
darle a alguien el consejito?
Rafael Uribe es un sociópata. Es decir, es alguien que nunca tuvo linderos éticos,
ni culturales, ni morales ni de ningún tipo, que regularan su actuar frente a la
sociedad. Él mató a la niña estando plenamente consciente de la maldad que
conllevaba su actuar. Disfrutando al doblegar el lindero legal que le impone la
sociedad. No creo que Rafael Uribe hubiera matado antes a otra niña: el asesinato
de la menor muy probablemente fue el pináculo de su carrera en la perversidad,
pero si analizamos su comportamiento y la estructura de su patología, sí podemos
suponer a partir de esas visitas frecuentes a zonas de tolerancia expuestas a la
prostitución infantil, que no era la primera menor a la que violaba. Su actuar nos
dice que pagó antes por sexo con menores.
Es muy probable que si en ese barrio no hubieran existido las cámaras, que si los
policías no le hubieran caído a Francisco, su hermano el abogado, los dos con
tiempo de sobra y sin saberse perseguidos, habrían logrado meter el cuerpo de la
menor en el baúl del carro y lo habrían enterrado en cualquier potrero; quedando la
pequeña reducida a un número más en esas estadísticas tan aburridas de leer en
los periódicos. Si eso hubiera sucedido Rafael Uribe Noguera habría dejado de
comprar menores para violarlas... y las habría empezado a matar. Ese gusto no lo
hubiera perdido jamás. Cruzado ese lindero, jamás se hubiera devuelto.
La sociopatía es la maldad de las élites. Por lo general de allí proviene gran parte
de estos individuos. Si observamos su personalidad no nos es difícil extraer el
resultado de la ecuación. Los sociópatas son egocéntricos, prepotentes,
megalómanos, faltos de responsabilidad, extrovertidos, hedonistas, impulsivos,
adictos al control y al poder. Es decir, ellos son la fotografía impresa de un hijo de
papi.
Al monstruo se le ven las patas. Mucho billete, mucho poder, una familia y una serie
de instituciones que lo malcriaron al punto de que lo convirtieron en lo que el acto
mismo que llegó a ejecutar, convirtiéndolo en su propio crimen, caracterizándolo
como un desteñido guasón, en el rufián metido en la pantalla que bajaban
custodiado de la tanqueta en medio de aquella turba que lo quería linchar.
Ahora, como la idea es poner el dedo en la llaga, abramos un poco más el perímetro
y preguntémonos, ¿De dónde nacen esas familias que los deforman? ¿No existirá
una conducta generalizada por parte de la élite colombiana, que la convierte en
paridora de perversos enfermos mentales?
Eso, sólo si contamos con lo que rumorea el internet, pero estoy seguro que los
padres de Rafael, si viajan en el tiempo, podrán contar con los dedos de las manos
las veces que a su hijo le dijeron no. Fue así, desde pequeño, en cada uno de los
universos que lo rodeaban, que se formó la personalidad de Uribe Noguera como el
ser despiadado e inhumano que hoy en día, sentado en esa celda, debe estar
pensando que es una injusticia lo que le está pasando, que la sociedad entera se
está portando mal con él. Él no está arrepentido, ténganlo por seguro, el sociópata
jamás se arrepiente. Él ahora está pensando que tenía todo el derecho de violar y
asesinar a esa pequeña niña venida del campo. Y querrá escapar. Y como no puede
hacerlo, desde aquí lo advierto: hay que estar encima de él, señores del INPEC,
porque se les suicida. Él preferirá matarse. Jamás asumirá las consecuencias de
sus actos.
Les va doler, pero es que mis letras no son pomada, ustedes, padres de Rafael, son
en gran parte responsables de lo sucedido. A un sociópata no se le corre la teja,
son los linderos de la ética y la legalidad los que se corren en él, y ustedes ayudaron
durante su vida entera a desplazarlos.
Los simbolismos son también institucionales. Estos vienen siendo los más
importantes, pues son aquellos los que gestan las bases para que sea la sociedad
misma la que fecunde y procree este tipo de personalidades. Una sociedad desigual
es la madre de la sociopatía social. La desigualdad genera injusticia y es
precisamente esa injusticia de la que surgen los símbolos que a patadas mueven
los límites. Para Uribe Noguera quienes no pertenecieran a su círculo social, eran
seres despreciables, unos "guisos", él estaba por encima de ellos, ellos eran objetos
que estaban diseñados para servirle o para satisfacer sus más elementales deseos,
lo que se le pasara por la mente.
Así fue como Uribe Noguera vio a Yuliana como un objeto más: en ese momento,
en su mente, la niña no representaba lo que para cualquiera debe representar un
ser humano. La deshumanizó y para lograr verla como una cosa o un animal, al
punto de llegar a violarla y matarla, el agresor tiene que haber estado expuesto
durante toda su vida a simbolismos sociales y culturales que moldeen esa
personalidad oscura.
Uribe Noguera tuvo que haber vivido de pequeño situaciones en que se le permitió
abusar sin consecuencias de gente de escasos recursos. Me lo puedo imaginar
entre berrinches pegándole al hijo del cuidandero de la finca, insultando a la
empleada de servicio, maltratando al conductor, mientras su papá le dice "Rafita,
príncipe bello... eso no se hace"
Cuando la justicia, los organismos del Estado y en general la estructura social está
diseñada para amparar y solventar los intereses de la élite, se desfigura la escala
de valores, los símbolos permean el inconsciente colectivo del que tanto habla Carl
Jung, ese psiquiatra sollado que tanto le peleó a Freud, y entonces es como si los
papás de Uribe Noguera nos estuvieran malcriando a todos.
Cada vez que los políticos roban y defraudan y nada les pasa, cada norma tributaria
que agrede de forma regresiva a los más pobres, cuando los niños aguantan
hambre y tienen que subir lomas para ir al colegio, es como si el papá Estado
estuviera haciéndose el pendejo como el papá de Rafael y estuviera diciéndole a
los millonarios: "príncipes bellos, eso no se hace".
Los ejemplos son muchos, pero hay uno tan a la mano que no puedo dejarlo en el
tintero, por lo claro, lo actual y lo veraz. El Club el Nogal del que cual soy socio, por
donde transitan los empresarios más ricos del país, los magistrados y políticos más
reconocidos, optó por expulsarme y todo por el hecho de haber denunciado en mis
artículos actos de corrupción por parte de algunos miembros de la Junta Directiva
del Club y sus negocios con paramilitares neonazis genocidas.
¿Qué le está diciendo Luis Fernando López Roca, el presidente del Club el Nogal a
la sociedad, con este acto manifiestamente inconstitucional?
Los socios del Club no son todos unos sociópatas, algunos pocos podrán tener sus
límites éticos y legales bien definidos. Lo que estoy diciendo es que
institucionalmente, sus directivas repiten los simbolismos estructurales que
deforman las finalidades de una sociedad que pretende ser día a día más humana
y menos voraz.
La democracia fue inventada para eso: para estructurar estos linderos. Para quitarle
al monarca su corona y su feudo. La democracia si de verdad existe, tiene el deber
de estar en todas partes, ella es la única vacuna, que bien aplicada, con justicia y
equidad, puede sanar esa pandemia que ha trastornado antisocialmente nuestra
sociedad.
Y ahora espero que empiecen los unos a decir que soy un resentido y que no
merezco estar en el Club, y los otros a decir que soy un mamerto comunista, que
qué hago en ese Club que tanto me detesta. Y a unos y otros les respondo que
estoy luchando, luchando en contra de esos simbolismos con los que quisieron
criarme, porque también tuve empleada de servicio, conductor y finca con
cuidandero, y por eso sé de lo que hablo y sé del daño que le haría a esta sociedad
si me quedara callado, si no diera la lucha por disciplinar a esa clase alta que me
expulsó solamente por transmitir ese mensaje de impunidad frente a las ilicitudes
recurrentes de algunos de sus miembros. Yo no me voy a convertir en el símbolo
que les ayuda perpetuar la inexistencia del lindero.