Está en la página 1de 1

INICIO HORACIO VERBITSKY NUESTRA TRIPULACIÓN EDICIONES ANTERIORES CONTACTO MÁS  

BARAJAR Y DAR DE NUEVO


¿No será hora de apostar a crear una industria editorial cientí ca nacional?

POR VIVIANA MARTINOVICH Y HUGO SPINELLI OCT 4, 2020

RÉQUIEM PARA UNA MUERTE


ANUNCIADA
Contagios masivos en el ingenio San
Isidro ante la indiferencia del
gobierno de Salta

LOS CLAROSCUROS DE
FRONTERITA Y VOLKSWAGEN
El prontuario común del ingenio
tucumano y la automotriz alemana

 
LA CONSTRUCCIÓN DEL CAOS
El clima de caos solo podrá ser
desactivado con la movilización de los
que votaron a este gobierno
Durante el gobierno de la coalición Cambiemos los recortes en las áreas de ciencia y
tecnología dejaron una deuda millonaria en dólares por contratos de acceso a grandes
paquetes de revistas científicas que no fueron pagados. El problema que debe
afrontar el nuevo gobierno plantea una gran oportunidad de repensar el modelo de
publicación y distribución de la producción científica que ha sido hegemónico
durante más de medio siglo pero que ha comenzado a debilitarse y tiene grandes
chances de reestructurarse a nivel internacional.

Para tener una idea de montos, por este tipo de contratos Argentina pasó de pagar
11,2 millones de dólares en 2009 a 22,5 millones en 2018 (Figura 1). Brasil pasó de
gastar 71 millones de dólares en 2009 a U$S 103,8 millones de dólares en 2018.

Suscribite a la Carta del Director!

Introduce tu correo electrónico .. Suscribir

Figura 1. Evolución del gasto en dólares en contratos de acceso a grandes paquetes de revistas científicas editadas por la
industria editorial científica. Argentina. Período 2008-2018. Fuente: Biblioteca Electrónica de Ciencia y Tecnología, Ministerio de
Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología.

¿Qué se compra con estos contratos? El acceso a bases de datos que contienen
resultados de investigaciones financiadas, en un alto porcentaje, con fondos
gubernamentales. Pero si las investigaciones las financia el Estado, ¿por qué para
acceder a esos contenidos hay que pagar anualmente sumas millonarias a empresas
multinacionales? ¿No deberían ser de dominio público? Esta es la discusión que, en
las últimas dos décadas, el movimiento de acceso abierto ha puesto en la agenda
pública mundial.

Como resultado, más de sesenta instituciones de una docena de países como Estados
Unidos, Alemania, Suecia, Canadá, Finlandia, Francia, etcétera, cancelaron contratos
similares a los que hoy adeuda la Argentina, en un fenómeno que se dio en llamar
“Big Deal cancellations”. Esta cancelación de contratos con las grandes editoriales
científicas como Elsevier, Springer Nature o Taylor & Francis no se dio por recortes
neoliberales a los presupuestos nacionales destinados a las ciencias, ni por la crisis
provocada por el Covid-19, sino por un análisis más político y estratégico del gasto
público destinado al proceso de investigación, publicación y distribución de las
investigaciones financiadas por el Estado.

Pero la renegociación de la deuda de estos grandes contratos impagos que dejó el


gobierno anterior es sólo una de las aristas del tema. Otra es el pago de los article
publishing charges (APC), o cargos por el servicio editorial de publicación de un
artículo. En las partidas presupuestarias que los países destinan a las áreas de
investigación y desarrollo, que llegan a manos de los grupos de investigación a través
de becas o convocatorias de proyectos de investigación, hay un porcentaje del monto
asignado que los equipos de investigación pueden destinar al pago de servicios de
publicación. Ya es conocido que las revistas editadas en países de América Latina, en
su mayoría, no cobran cargos por este tipo de servicios editoriales, por lo tanto ¿a
quién van destinados esos fondos? Nuevamente a la gran industria editorial
científica.

Por lo tanto, el Estado paga los sueldos de los grupos de investigación y financia las
investigaciones a través de becas o subsidios, y en vez de que esas investigaciones se
publiquen en revistas de acceso abierto para que la sociedad pueda reapropiarse de
esos resultados, el Estado paga servicios de publicación y distribución a grandes
compañías editoriales que cierran el acceso para comercializarlo. El Estado vuelve a
pagar, en este caso los Big Deals, para acceder al mismo producto que ya financió.

Esta dinámica muestra que se trata de un área en la que se reproduce —de manera
agravada— la misma matriz que consolidó la Generación del ‘80 y que describió en
términos teóricos Raúl Prebisch en 1950, sobre todo en cuanto a la subordinación a
las reglas del mercado establecidas por los países más industrializados: se exportan
materias primas y se importan productos con valor agregado, bajo las condiciones
impuestas por una coalición de sectores industriales que han sabido integrar sus
necesidades.

Si bien fue una matriz que caracterizó a la Argentina, el gran poder de esta coalición
industrial logró instalar matrices similares, incluso en los países con alta inversión en
investigación y desarrollo. En el continente europeo, la presión ejercida por
organizaciones que financian investigaciones como Wellcome, Bill & Melinda Gates
Foundation, etc., con el apoyo de la Comisión Europea y el Consejo Europeo de
Investigación, anunciaron en 2018 el lanzamiento de la cOAlition S, una iniciativa
que establece que “a partir de 2021, todas las publicaciones académicas que
contengan resultados de investigaciones financiadas con fondos públicos o privados
proporcionados por consejos de investigación y organismos de financiación
nacionales, regionales e internacionales, deben publicarse en revistas de acceso
abierto, plataformas de acceso abierto o estar disponibles de inmediato, a través de
repositorios de acceso abierto».

Pareciera que ya no hay vuelta atrás, y que la decisión política de que los resultados
de las investigaciones científicas sean considerados como un bien público ganó la
pulseada, lo que significaría el comienzo del fin de los “Big Deals”, contratos que son
herederos de un crecimiento desmedido de la industria editorial científica que tuvo su
origen a mediados del siglo XX.

Stephen Buranyi, en su artículo en el periódico inglés The Guardian, relata que a fines
de la década de 1940 los principales científicos británicos, desde Alexander Fleming
hasta el físico Charles Galton Darwin, nieto de Charles Darwin, estaban preocupados
porque si bien la ciencia británica había cobrado un importante dinamismo, “su brazo
editorial era pésimo”. La British Chemical Society, por ejemplo, acumulaba artículos
atrasados durante meses sin publicar y dependía de los aportes de la Royal Society
para enviar los trabajos a imprenta. Según Buranyi, fue el propio gobierno británico
quien intercedió para buscar una solución al problema, y la política que adoptó el
Estado inglés por aquel entonces cedió un poder desmesurado a un sector industrial
que en las siguientes décadas moldearía las prácticas, no sólo de distribución sino las
formas de legitimación del conocimiento científico.

A medida que la ciencia se expandía, las editoriales decidieron que ya no requerían de


las sociedades científicas para crear nuevas revistas. Todo lo que tenían que hacer era
convencer a un académico destacado de que su campo en particular requería de una
revista y crear todo el entorno para que la nueva revista se insertara en el mercado.
Este esquema permitió el ingreso de otros intereses corporativos, como los de la
industria farmacéutica, la agroquímica o la alimentaria. Uno de los tantos casos
documentados de este tipo de intromisión de los intereses industriales en la práctica
científica es el del antiinflamatorio rofecoxib, que se comercializó bajo el nombre
Vioxx®. En el marco de una demanda colectiva de más de mil personas en Australia,
que habían sufrido infarto de miocardio luego de tomar este antiinflamatorio durante
varios años, salió a la luz que, entre 2000 y 2005 Elsevier editó y distribuyó la revista
Australasian Journal of Bone and Joint Medicine, que se presentaba como revista con
revisión por pares cuando en realidad era una «publicación de marketing»
patrocinada por Merck. La compañía farmacéutica no solo no negó el hecho, sino que
informó que «de acuerdo con los informes, Elsevier publicó una serie de revistas
similares«. La investigación continuó y, en 2009, la propia editorial Elsevier en su
revista estrella The Lancet asumió el incidente como una «práctica aislada dirigida
por ex empleados de una división local de servicios farmacéuticos«. Sin embargo, la
denuncia mencionaba la publicación en Australia de nueve revistas falsas y el registro
de otras trece. Se trata de revistas creadas por la propia compañía editorial, que
contrata ghostwriters (escritores fantasmas) e investigadores de renombre dentro del
campo, para escribir artículos que oculten los efectos secundarios de ciertos
fármacos.

Ahora bien, ¿cómo logró la industria editorial legitimar estas revistas de dudosa
reputación creadas ad hoc para responder a ciertos intereses industriales? ¿Cómo
hizo para camuflarlas y hacerlas pasar ante las universidades y las sociedades
científicas como revistas avaladas por la comunidad científica a través de las prácticas
de revisión por pares y sin conflicto de intereses? Lo hizo a través de uno de los
grandes negocios de las editoriales científicas: en vez de que las instituciones se
suscribieran a revistas científicas específicas de interés, les propusieron acceder a
grandes paquetes de más de 2.000 títulos de revistas, bajo contratos con cláusulas de
estricta confidencialidad que permitieran negociaciones diferenciales según el tipo de
relación de poder entre las industrias multinacionales y el comprador estatal. Así
nacieron los Big Deals o grandes contratos secretos para el acceso a paquetes de
revistas científicas, que crecían año y año en cantidad de títulos creados por las
propias compañías.

Como hemos visto, los países que hoy detentan un poder significativo en cuanto a la
distribución de sus investigaciones no siempre contaron con un sector editorial
científico a la altura de sus necesidades. A diferencia del Estado inglés de mediados
del siglo pasado, hoy Argentina tiene la potencialidad de reestructurar su gasto
pensando en el Estado como respuesta. ¿Por qué no apostar a crear una industria
editorial científica nacional y editar en nuestro país grandes revistas que se tornen
canales de distribución y legitimación de la ciencia internacional?

Las crisis suelen ser buenos momentos para barajar y dar de nuevo.

--------------------------------
Para suscribirte con $ 250/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 500/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí

 

Daniel Johnson Dice  21 horas hace

Interesantes las consideraciones sobre el efecto de el «nivel» de la revista y su efecto sobre la carrera del que publica.
Postulo, sin embargo, que ese no es el problema: el problema es el aceso a lo que está en las publicaciones.
Es información nanciada por el publico al cual el publico no tiene aceso, salvo que tenga una cantidad importante de dinero.
Por ejemplo, una pyme o un profesional independiente que quiere acceder a papers de temática relacionada con la Ciencia de los
Materiales o de Mecánica de Estructuras para aplicaciones practicas NO puede acceder a los papers salvo que tenga mucha guita o
que tenga la suerte que el autor le mande una copia del paper. Esto es un problema práctico muy importante para la industria que
para modernizarse necesita acceder a esas publicaciones. Lo he vivido personalmente. El movimiento para liberar esta información es
mundial. Se está dando en muchos países. Que ocurra TAMBIEN en Argentina sería nuestra modesta contribución a un fenómeno
mundial que hará que el conocimiento se democratice y llegue a todas las empresas permiténdoles modernizarse y progresar.

Lia Dice  24 horas hace

Coincido con uds en que seria la gran oportunidad para «barajar y dar de nvo», pero tb coincido con otros lectores que comentan la
nota xq en todas las Comisiones de Evaluacion de Investigadores en las que he participado, principalmente de CONICET, te entregan
una grilla en dde enlistan a las grandes editoriales internacionales y las de indice Q son las privilegiadas y establecen el criterio de
evaluacion x publicaciones (que es el como elv30 % del ptje total), segun cantidad de publicaciones internacionales y en lengua
extranjera que una persona tenga.
Asi alguien puede tener muchas public en español y en muy buenas revistas de su disciplina, pero si otro publico 3 en Revistas de
Indice Q o en las que llaman de Grupo 1, se gano el puesto que lo potencia para ser admitido para la beca o para acceder a CIC
(carrera de investigador cienti co). Ese procedimiento esta absolutamente naturalizado entre evaluadores.
Hay que trabajar y debatir para poder establecer otros criterios entre pares, para responder a las logicas de desarrollo de
conocimientos de formas mas democratizadoras para no termimar vendiendo y/o comprando las investigaciones en el mejor shopping
del mercado.

 ANTERIOR Página 2 De 2

Su dirección de correo electrónico no será publicada.

Tu comentario

Tu nombre * Tu correo electrónico *

Su página web

Save my name, email, and website in this browser for the next time I comment.

PUBLICAR COMENTARIO

뀀 Facebook
뀁 Twitter
뀘 Instagram

© 2020 - El Cohete a la Luna. Todos los derechos reservados - Registro de propiedad en trámite - Términos y Condiciones - Política de Privacidad - 05/10/2020

También podría gustarte