Está en la página 1de 2

(…) no sé si es sueldo o propina las monedas que reciben a cambio de

encaminar a los millones de niños que a las ganadas entran a la escuela, pero
lo que con certeza sé es que no alcanza para vivir como seres humanos y peor
como docentes, como profesionales, como educadores, como servidores del
estado.

A quién le importa las huelgas, a quien le importa los paros, pero con arengas,
carteles y pliegos de reclamos salen par las calles y a cambio, por cansancio
aumentan unas monedas y raudos regresan a sus clases, a sus muchachos, a
su escuela.

En la ciudad, con la misma corbata de siempre, tempranito baja de la motokar


para entrar a la escuela. Luego, complementa su labor con una bodeguita o
taxeando con su carcocha, o de vigilante en su cuadra, o afuera cuelga un
cartel con un letrero borroso por el plumón gastado que dice: ¡Se dictan clases!
y pasa sus tardes educando a los jóvenes del barrio a cambio de un par de
billetes verdes, en la sala de la casa que alquila.

En la sierra, bajo de su poncho granate, lleva su mochilita de libros, mota,


plumones, su registro auxiliar y sus zapatos, llega en plena chirapa, deja en la
vereda sus botas cubiertas de lodo y cuelga su poncho en una estaquita que ha
puesto entre los adobes de la pared, se pone sus zapatos y dando la mano a
sus colegas entra a su salón. Complementa sus labores sembrando papas a la
media y cuando por fin se reasigna, deja muchos compadres, igual de ahijados
y llega a su nueva escuela e inicia sus labores sin presupuesto por instalación.

En la selva, entre el manto verde se yergue su escuelita de shapaja, al costado


del río y frente del campo deportivo, allí se instalan, enseñan y habitan, también
aprenden a chapanear, poner tramperos e ir los domingos a bañarse al río.

Y en el silencio de la noche, todos ellos se olvidan de su sueldo, a veces de su


familia, del estado, de la huelga, de la pelea de sus dirigentes, se internan en la
esquina de su cuarto y diestramente planifican su clase, elaboran algunos
materiales y mientras descansan crean estrategias para mañana, hasta sueñan
con su clase, para ver la recompensa al término del día cuando los escolares
cargan sus mochilas y le dicen: ¡Hasta mañana profe! y felices se pierden junto
con el bullicio que se dispersa con el caminar ligero de los pequeños.

¿Acaso no debería alegrar al gobierno ver que entre todas las carreras hay
personas que se inmolan estudiando esta noble carrera, sabiendo que van a
destinar su vida al desprecio, abandono y descuido del estado?, ¿acaso no
debería alegrar a la comunidad que a pesar de todo, al inicio del año escolar
llega el artesano de las mentes inocentes y graciosas de una sociedad que
crece aceleradamente y se hace cargo de sus hijos?

El homenaje más grande que un maestro recibe, es cuando por la calle, en una
oficina o en cualquier lugar alguien te saluda y te dice: profe ¿te acuerdas de
mí?, soy tu alumno y hoy trabajo acá, soy tu alumna y yo te voy atender, ya soy
profesional, ellos son mi familia. Escribir no pudiera si mi maestra no hubiese
persistido con las planas, contar un chiste no pudiera si mi maestra no me
hubiese hecho participar en el teatro.

FELIZ DÍA MAESTRO.

También podría gustarte