Está en la página 1de 3

[5]Al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó

[6]diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos.»


[7]Dícele Jesús: «Yo iré a curarle.»
[8]Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de
palabra y mi criado quedará sano.
[9]Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste:
"Vete", y va; y a otro: "Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y lo hace.»
[10]Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no
he encontrado en nadie una fe tan grande.

Ver también
[45]¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»
[46]Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor
[47]y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador
[48]porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las
generaciones me llamarán bienaventurada,
[49]porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre
[50]y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.
[5]a quienes el poder de Dios, por medio de la fe, protege para la salvación, dispuesta ya a ser
revelada en el último momento.
[6]Por lo cual rebosáis de alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo seáis afligidos
con diversas pruebas,
[7]a fin de que la calidad probada de vuestra fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado
por el fuego, se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor, en la Revelación de
Jesucristo.
[8]A quien amáis sin haberle visto; en quien creéis, aunque de momento no le veáis, rebosando de
alegría inefable y gloriosa;
[9]y alcanzáis la meta de vuestra fe, la salvación de las almas.

También podría gustarte