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Cosas que como juez me irritan de un abogado

 JR Chaves


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Lunes, 22 de septiembre de 2014

juez irritado Suele decirse que un juez debe ser una esfinge: impasible,
solemne y distante. Sin embargo, los jueces tienen su corazoncito y cuentan
con las debilidades propias de todo ser humano, por lo que pese a la
hermética coraza que cargo y toga imponen, bien está exponer treinta cosas
que pueden irritar a algunos jueces, en cierto tono de humor pero sobre el
pedestal de la realidad cotidiana, y a sabiendas de elevar la anécdota a
categoría. Este post guarda simetría con el titulado ” Treinta cosas que
como abogado me irritan de un juez”, el cual fue objeto de publicación en
la prestigiosa Revista “Abogados” del Colegio de Abogados, número 86 ,
mientras el que ahora ofrezco en este nuevo post se acaba de publicar en
el número 87 ( lo que agradezco sinceramente).

Tales cosas que pueden molestar a su Señoría, si bien tienen su inspiración


en el ámbito contencioso-administrativo, fácilmente pueden predicarse de
otros órdenes jurisdiccionales. Veamos.

1. Que el abogado llegue tarde, sin disculparse.

2. Que el abogado vaya con toga, pero desaliñado o indecoroso. Da la


sensación de que no le importa su imagen ni la vista oral a la que se acude.
3. Que el abogado convierta su alegato oral en el maratón de Nueva York
para predicadores. No digamos cuando afirma por novena vez: ” Y por
último, aludiré…”.

4. Que el abogado acepte el rechazo de las pruebas que acababa de


proponer ilusionadamente, dirigiendo al juez una gélida mirada estilo “Vale,
acepto pulpo como animal de compañía”.

juez enfadado5. Que el abogado no entienda lo absurdo de proponer una


docena de testigos para probar algo evidente y que se deduce del
expediente.

6. Que el abogado juguetee en estrados volteando un bolígrafo, con gomitas


u otros inventos que distraen, o se dedique a hacer guiños a su cliente.

7. Que el abogado cite informes, el expediente o los autos en bloque sin


molestarse en indicar el concreto número de folio, olvidando que ni siquiera
“google” puede facilitar el rastreo por el juez en la selva documental.

8. Que el abogado invoque de forma genérica y vehemente la jurisprudencia


del Supremo o Constitucional sin precisión alguna a sabiendas de que es un
farol.

9. Que el abogado haga señales o gestos al testigo o perito, para orientar


sus respuestas.

10. Que el abogado se detenga con interminable pausa, en plena vista oral
por “haber perdido los papeles”, literalmente.

11. Que el abogado insista en cuestiones jurídicas ya zanjadas en anteriores


litigios por el mismo juez, pese a la advertencia de éste.

12. Que ante una decisión del juez que no le favorece, el abogado la acate
pero “bufe” literalmente, suspire ostensiblemente, eleve los ojos implorando
amparo divino o encoja los hombros con rebelde resignación.

13. Dirigirse espontáneamente al juez, en plena vista oral, para sacarle de


su nicho existencial, para preguntarle si conoce cierta sentencia… si ha
leído el expediente… o plantear cuestiones ajenas al litigio.
14. Dirigirse al juez con un machacón “Señor” en vez de “Señoría” ( ambos
términos reclaman atención, pero aquél encierra un mandato y éste un
ruego).

15. Plantear la misma pregunta al perito o testigo una y otra vez, desde
todos los ángulos posibles, agotando la paciencia de todos los presentes.

juez enfadado16. Solicitar acercarse al estrado para facilitar al juez el


examen detallado de una prueba y superar la barrera de la intimidad,
sentarse en la mesa del juez o hacerle sentir acorralado por abogados y
peritos.

17. Convertir el alegato de la vista oral en una plúmbea conferencia o clase


académica porque el cliente está presente, o para demostrarle al juez su
erudición.

18. Que un escrito procesal esté repleto de errores gramaticales y de


sintaxis y al tiempo de exponerlo en la vista oral la cosa empeore.

19. Que el abogado no respete al otro letrado. No le agrada que sea


despectivo con el otro letrado utilizando el sarcasmo o expresiones duras
( “disparate”, “absurdo”, etc) para combatir su posición. Tampoco le agrada
la suficiencia de quienes miran por encima del hombro al abogado contrario
y en cambio buscan con miradas y sonrisas una complicidad con el juez.

20. Que el abogado en la vista “oral” lea sus escritos sin utilizarlos como
mera nota de apoyo y, sin levantar la vista, intente no dejar pasar línea ni
palabra sin pronunciar.

21. Que el testigo o perito pregunte una duda al juez, y el abogado se


precipite a responder sin esperar la intervención de aquél. No digamos si
interrumpe a éste.

22. Que el abogado, tras varios meses de pasividad procesal, deje para la
vista oral un alegato ( hecho o prueba relevante o desistimiento) que aligera
y simplifica el litigio ( pese a que el juez ya lo había estudiado
íntegramente).
23. Que el abogado demuestre no haber dedicado el día antes de la vista un
mínimo de tiempo a refrescar la cuestión y ordenar los puntos principales,
exponiendo su alegato como mal actor, confuso y desmemoriado.

abogado asustado24. Que el abogado hable mas rápido de lo que el juez es


capaz de escribir ( o seguir con la mente). Todo razonamiento debe ser
expuesto a velocidad inversa a su complejidad.

25. Que el alegato del abogado sea un sudoku: sin principio ni fin
identificable, sin ideas fuerza marcadas, reiterativo, desordenado…

26. Que el abogado intente demostrarle al juez que sabe más que él ( por
infantil soberbia, por vendetta o por inconfesables razones), lo que
frecuentemente es cierto, pero lo importante es centrarse en el litigio e
interés del cliente, y no personalizarlo o provocar que lo “personalice” el
juez.

27. Que se queje o recurra una decisión del juez con ánimo retardatario,
para justificar facturación o para intentar “marcar el territorio”.

28. Que el juez se entere de que el abogado ofrece fuera de los tribunales,
una versión distorsionada de lo sucedido en la vista oral para su propia
pompa y para escarnio de la parte contraria.

29. Que se pida al juez la nulidad de sus actuaciones como pataleta


injustificada. Es legítimo apurar todas las posibilidades pero también el juez
tiene derecho a sentirse molesto si el incidente es un despropósito y pone a
prueba su paciencia.

30. Que el abogado no entienda “la mirada” del juez para indicarle
contención en sus palabras, brevedad en su alegato, prudencia en sus
pruebas o que todo lo que diga es inútil ( para lo bueno y lo malo). Y es que
la mirada de un juez importa…
30 Cosas que como abogado me irritan de un juez
JR Chaves

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Viernes, 4 de abril de 2014

No siempre hay cordialidad entre abogado y juez. En ocasiones,


en el curso de un juicio oral alguna actitud o decisión del juez provoca malestar,
desazón o irritación en el abogado que soporta con la contención que impone el lugar y
el respeto a los intereses de su cliente.

Puesto en el papel de abogado, que lo he sido, expondré las 30 cosas o actitudes de un


juez que como abogado me resultan irritantes, durante la celebración del juicio o vista
oral, bien entendido que las expongo como situaciones puntuales, con visos de
caricatura y para provocar la sonrisa, aunque como siempre con un poso de amargura
porque al que ha sufrido ocasionalmente alguna de las situaciones, maldita la gracia
que le hará. Veamos.

1. Que obligue a ser puntual a las vistas aunque no predique con el ejemplo.

2. Que no escuche…y que se le note.

3. Que me obligue a repetir lo mismo varias veces porque noto que no atiende… y que
no demuestre darse por enterado.

4. Que me mire con desgana mientras hablo o mira hacia un punto perdido.

5. Que frunza el ceño como si le estuviera hablando de los problemas de Ganímedes.

6. Que guarde silencio cuando le toca hablar y responda con monosílabos cuando
pregunto.
7. Que durante toda la vista oral no se haya molestado en tomar una nota ni examinar
los autos.

8. Que el juez bostece con disimulo.

9. Que me trate como un humilde pecador que acude ante el confesionario donde le
aguarda el obispo.

10. Que en vez de zanjar una cuestión previa o prioritaria la posponga hasta sentencia
por argucias procesales.

11. Que no se fije en los detalles pese a que insisto, enfatizo, subrayo y grito…como
profeta en el desierto

12. Que pida la siguiente pregunta al testigo cuando este no ha acabado de responder.

13. Que me diga “Sea breve” o “Vaya concluyendo” cuando apenas he empezado a
exponer mi alegato.

14. Que considere impertinente mi testigo o mi pregunta cuando no ha captado su


importancia porque no me ha dejado explicarlo.

15. Que crea que mis alegatos se han improvisado y sin esfuerzo.

16. Que cuchichee con el secretario judicial mientras hablo.

17. Que tutee al abogado contrario mientras me trata con distanciamiento.

18. Que sonría maliciosamente pensando que cobro mas que él.

19. Que se dedique a escudriñar con parsimonia el expediente mientras un interminable


silencio cae sobre la Sala y la tensión se eleva.

20. Que la telepatía me dice que el juez tiene prisa por acabar este juicio.

21. Que no me regale, delante de mi cliente, ni un sencillo gesto de asentimiento


mientras hablo.
22. Que demuestre falta de memoria cuando un asunto idéntico ante él siguió criterios
probatorios y decisiones distintas.

23. Que acepte mi minuta y sentencias con la misma actitud que los folletos
publicitarios en el metro.

24. Que me de la palabra como si fuera la última cena del condenado a muerte.

25. Que la sentencia llegue tarde y mal.

26. Que la sentencia no se entienda…ni por el vencedor ni por el vencido.

27. Que el juez crea que por tener la última palabra, tiene la razón.

28. Que el juez crea que una toga con puñetas y unos membretes dan la ciencia que solo
proporcionan libros y experiencia.

29. Que me diga lo gran abogado que soy antes de poner una sentencia contraria a mis
intereses.

30. Que te diga sonriente que si lo deseas puedes recurrir.

Pero lo que mas me irrita, es que si el abogado se convierte


algún día en juez…¡ incurre en los defectos que criticó!

Y por supuesto que el lector puede añadir mas situaciones si las ha padecido…

En su día me atreví a ofrecer veinte consejos prácticos para ejercer la abogacía, y me


temo, que tras lo expuesto debo añadir el veintiuno: demostrar inteligencia emocional
respecto del juez que no la demuestra, y en consecuencia no perder de vista que lo
importante es el cliente y el caso confiado, demostrando su autocontrol ( ese es el reto)
en el foro y grandes dosis de empatía.
Así, durante el juicio, pese a percibir alguna conducta desconsiderada o señal impropia,
el abogado ha de controlar la irritación porque si se deja germinar y crecer, le
perjudicará a él y los intereses de su cliente: en primer lugar, el abogado alimentará
prejuicios hacia el juez y posiblemente esa percepción le desviará del núcleo jurídico
del debate ( lo que aprovechará el abogado contrario); en segundo lugar, el abogado
inconscientemente tendrá “el gatillo rápido” y la tendencia a respuestas precipitadas en
una suerte de “legítima defensa” (lo que conduce al desahogo instantáneo y la
decepción a medio plazo); y en tercer lugar, el incidente puede alimentar la idea de que
el juicio está perdido y dejar al abogado privado de entusiasmo, o lo que es peor,
contribuir con su pasividad a que la fatal profecía de la derrota se cumpla ( siempre hay
sorpresas, ya que no siempre lo que parece lo es y menos en el foro).

Pero insistiré una y mil veces: estamos hablando de patologías y no de reglas generales.

Veinte consejos prácticos para ejercer la abogacía

 JR Chaves

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Jueves, 24 de enero de 2013


ayudaMe han solicitado algunos consejos prácticos para alguien que quiere ejercer la
abogacía. Sin ánimo dogmático, y por si son de utilidad para los novicios, daría los
siguientes consejos en clave de psicología forense. Y si alguien, quiere añadir algunos
mas, pues bienvenidos.

1. Nada de esperar mirando las musarañas a que llegue el cliente. En un mundo


competitivo, la especialización y la selección darwiniana justifican estudiar y estar al
día. Hay que especializarse y disciplinarse para conocer el derecho vigente y la última
jurisprudencia. Preparar el caso concreto está muy bien pero mejor está forjarse un poso
de conocimiento general que proporcione esa valiosa herramienta que es la intuición
jurídica.

Hay crisis pero no es buena idea flotar en el naufragio en medio del océano contando
las horas. Me viene a la mente la conocida fábula de las moscas: “ Erase una vez dos
moscas que se posaron en la leche de un caldero. Una de ellas, la mas fuerte,
comprendió que sus patas se hundían en el líquido y no podría salir y se abandonó a su
mala suerte. La otra, mas tenaz, decidió mover sus alas y patas rápidamente hasta que se
formo una capa de nata que le permitió un punto de apoyo sólido desde el que moviendo
las alas pudo pudo salir volando”.

2. Lealtad con el cliente. El abogado no es un buitre carroñero ante el cliente sino un


águila imperial que luchará por los polluelos. Hay que decir la verdad al cliente y saber
decirla: mas vale una vez rojo que ciento colorado. Además, si se hacen escritos bien
está mandarle copia al cliente. No importa que no entienda la jerga forense, porque lo
que entenderá es que su abogado está trabajando en su caso.

También hay que frenar la voracidad del cliente y pedir lo razonable. Aquéllo de pedir
mucho para que te den menos, o de construir la demanda con “ruido y furia” hay que
dejarlo para las demostraciones cinematográficas de poder de King-kong, golpeándose
el pecho.

La razón puede perderse si se reclama un disparate.


3. Saber escuchar al cliente antes de hablar. Cuando se recibe al cliente a quemarropa,
hay que tener presente el consejo dado por John Wayne para los jóvenes actores: “
Habla bajo, habla despacio y no digas demasiado” .

4. Jamás digas al cliente que el pleito está ganado o que la sentencia se dictará en unas
fechas aproximadas. Son variables difíciles de controlar y todo pronóstico fallido resta
credibilidad al profeta. Las buenas noticias se dan cuando llegan.

5. Valentía al encarar un pleito. Todo está en los libros. Todo puede estudiarse y
defenderse pero eso sí, con esfuerzo e incluso en expresión de Churchill, con “sangre,
sudor y lágrimas”. Cortar y pegar está bien, pero mejor es leer y estudiar el caso.
Siempre se descubren ángulos y perspectivas nuevos.

Por supuesto, no asustarse por el adversario: David vence a Goliat mas de lo que
creemos.

Y si es una apelación nada de repetir la demanda: hay que tomarse el tiempo para
justificar la apelación en términos sucintos, claros y realmente críticos.

6. Mantener la coherencia entre los escritos procesales. En lo contencioso-


administrativo se impone una atenta labor de cotejo entre solicitud administrativa,
reclamación o recurso, demanda y escrito de conclusiones, para evitar la condena de
“desviación procesal”.
7. No todo es “pescar” jurisprudencia en la vida. Muchos abogados se dedican a bucear
hasta encontrar el caso lo mas parecido posible al planteado y entonces a utilizarlo de
pilar argumental. A veces no hay jurisprudencia aplicable o si la hay, la misma está
superada o en trance de ser cuestionada. Mas importante que la sentencia citada es la
argumentación que la explica y extrae su fruto. Además, si se busca jurisprudencia hay
que pescar en todas las aguas: en la jurisprudencia menor, en la constitucional, en los
dictámenes o incluso en jurisprudencia de otros órdenes jurisdiccionales pues a veces
hay soluciones comunes para disciplinas diferentes.

8. Formarse en las disciplinas transversales. El Derecho es un universo y bastante es


conocer algunas esquinas y vericuetos. Una gran disciplina muy olvidada es el Derecho
Procesal y es tremendamente útil. El mejor cirujano de corazón del mundo fracasará si
no sabe como leer un historial clínico, como esterilizar, quien debe acompañarle en su
operación, los tiempos de ejecución, si no conoce los efectos de la anestesia o el
protocolo de atención al paciente. Un incidente, trámite o argucia procesal puede hacer
ganar un pleito “perdido” o perder un pleito “ganado”.

9. Las demandas, contestaciones o recursos deben ser breves. Aquí el tamaño no


importa. No son tesis doctorales ni tampoco deben emular a Proust: los jueces no están
para magdalenas.

10. Cuando se escriben unas alegaciones o cuando se expone un alegato verbal hay que
estructurarlo, ordenarlo y con rótulos. Los puzzles, rayuelas y desorden están bien para
el cine independiente pero no para la vida real. Si algo ( un argumento y la tesis
consiguiente) no puede resumirse en un rótulo de tres líneas, mejor no decirlo.

11. Nada de mandar escritos “en caliente”. Un escrito de alegatos no es una pizza sino
un delicatesen y para eso hay que tomarse tiempo y si es posible, consultarlo con la
almohada. Es increíble como varía la perspectiva e impresión de un mismo escrito
cuando es releído por su autor veinticuatro horas después. Solo puede mejorar.
12. Humildad. Hay que barajar la posibilidad de que estemos equivocados y que el
enfoque sea incorrecto o manifiestamente mejorable. Nada mejor que contrastar el
asunto con un colega. El distanciamiento enriquece.

13. Cuidar la sintaxis y el léxico. Precisión y frases cortas. Resulta contraproducente un


mensaje mal escrito, con erratas, errores o indigerible. Es cierto que las sentencias
suelen ser un ejemplo de literatura plúmbea con ecos del Ulises de Joyce pero no por
ello el abogado debe incurrir en el vicio que critica.

14. Nada de aluvión de sentencias, citas jurisprudenciales enormes y reiteradas. Pocas


sentencias y citadas en extracto: solo el fruto interesa. Un pleito se gana como se amarra
un novillo en un rodeo: rapidez y precisión. Y por supuesto, procurar no fundamentar
toda una demanda en artículos de la Constitución. Se necesitan algo más que los diez
mandamientos para demostrar que se tienen méritos para ir al cielo o para no ser
condenado.

15. No despreciar nunca los hechos. Contrariamente a lo que se piensa la inmensa


mayoría de los pleitos son controversias sobre premisas de hecho, hay que tener
presentes las cargas de prueba y principios de utilidad y pertinencia.

16. Poca calderilla.Latinajos pocos pero bien administrados. Citas de doctrina y


autoridades menos todavía.

17. No abandones el pleito a su suerte tras las alegaciones o conclusiones. Entre el


vencimiento del pleito y la sentencia suele haber un dilatadísimo lapso temporal en el
cual puede haberse dictado una sentencia o aprobado una norma favorable a la tesis
sostenida en el pleito, y siempre puede y debe aportarse antes de dictarse sentencia.

18. Recursos, protestas y pataletas, las justas. Hay que librar las batallas procesales que
puedan ganarse y no enzarzarse en cuestiones menores o colaterales.
19. Elegancia y respeto hacia el juez y los abogados contrarios. Trata al abogado
contrario como te gustaría que te tratasen. Nada añade la algarada ni el ataque personal,
y puede ser factor decisivo de la imposición de unas costas o de una sentencia dura.

20. Y por supuesto, si estamos dispuestos a llevar el litigio como si fuera cosa propia,
cumpliendo esas reglas, estaremos en condiciones morales de exigir al cliente la
provisión de fondos o anticipo. Sin complejos. Si no lo entiende, no será un buen
cliente.

II. En su día ya abordé las veinte reglas de oro para ganar un juicio contencioso-
administrativo de un anterior post.

III. Para finalizar dejando un buen sabor, aquí vienen los Consejos de Don Quijote a
Sancho, que si se adaptan mutatis mutandi al mundo forense, pues bienvenidos sean.
Disfrutar con su lectura:

Capítulo XLIII

De los consejos segundos que dio don Quijote

a Sancho Panza

—En lo que toca a cómo has de gobernar tu persona y casa, Sancho, lo primero que te
encargo es que seas limpio y que te cortes las uñas, sin dejarlas crecer, como algunos
hacen, a quien su ignorancia les ha dado a entender que las uñas largas les hermosean
las manos, como si aquel excremento y añadidura que se dejan de cortar fuese uña,
siendo antes garras de cernícalo lagartijero, puerco y extraordinario abuso.
»No andes, Sancho, desceñido y flojo, que el vestido descompuesto da indicios de
ánimo desmazalado, si ya la descompostura y flojedad no cae debajo de socarronería,
como se juzgó en la de Julio César.

»Toma con discreción el pulso a lo que pudiere valer tu oficio, y si sufriere que des
librea a tus criados, dásela honesta y provechosa más que vistosa y bizarra, y repártela
entre tus criados y los pobres: quiero decir que si has de vestir seis pajes, viste tres y
otros tres pobres, y así tendrás pajes para el cielo y para el suelo; y este nuevo modo de
dar librea no le alcanzan los vanagloriosos.

»No comas ajos ni cebollas, porque no saquen por el olor tu villanería.

»Anda despacio; habla con reposo, pero no de manera que parezca que te escuchas a ti
mismo, que toda afectación es mala.

»Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del
estómago.

»Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni


cumple palabra.

»Ten cuenta, Sancho, de no mascar a dos carrillos ni de erutar delante de nadie.(…)

—También, Sancho, no has de mezclar en tus pláticas la muchedumbre de refranes que


sueles, que, puesto que los refranes son sentencias breves, muchas veces los traes tan
por los cabellos, que más parecen disparates que sentencias.(…)
»Cuando subieres a caballo, no vayas echando el cuerpo sobre el arzón postrero, ni
lleves las piernas tiesas y tiradas y desviadas de la barriga del caballo, ni tampoco
vayas tan flojo, que parezca que vas sobre el rucio; que el andar a caballo a unos hace
caballeros, a otros caballerizos.

»Sea moderado tu sueño, que el que no madruga con el sol, no goza del día; y advierte,
¡oh Sancho!, que la diligencia es madre de la buena ventura, y la pereza, su contraria,
jamás llegó al término que pide un buen deseo.

»Este último consejo que ahora darte quiero, puesto que no sirva para adorno del
cuerpo, quiero que le lleves muy en la memoria, que creo que no te será de menos
provecho que los que hasta aquí te he dado: y es que jamás te pongas a disputar de
linajes, a lo menos comparándolos entre sí, pues por fuerza en los que se comparan uno
ha de ser el mejor, y del que abatieres serás aborrecido, y del que levantares en ninguna
manera premiado.

»Tu vestido será calza entera, ropilla larga, herreruelo un poco más largo; greguescos, ni
por pienso, que no les están bien ni a los caballeros ni a los gobernadores.

»Por ahora, esto se me ha ofrecido, Sancho, que aconsejarte: andará el tiempo, y según
las ocasiones, así serán mis documentos, como tú tengas cuidado de avisarme el estado
en que te hallares.

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