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La naturaleza hace su intento por degradar los polímeros, pues tardan un tiempo amplio para llegar

a degradarlos, tardan siglos e incluso milenios; es por ello por lo que deben intervenir métodos para
la degradación de polímeros. Como forma de afrontar este desafío los investigadores han tomado
dos enfoques principales: la búsqueda de posibles sustitutos o aditivos y el desarrollo de tecnologías
y/o biotecnologías que permitan la biodegradación acelerada del polímero. Entre las tecnologías
desarrolladas se encuentra la pirólisis, pero es muy cara y consume mucha energía y la
incorporación de aditivos estimulantes del proceso de biodegradación al LDPE, como ejemplos
están el almidón, la celulosa, los prooxidantes y surfactantes los cuales contrarrestan su inercia y
resistencia al ataque microbiano [ CITATION AAl801 \l 2058 ].

Esto nos lleva a pensar en la forma de contrarrestar este daño ambiental, y es aquí donde entran los
microorganismos, pues juegan un papel vital en el proceso de degradación, ya que se han
identificado géneros de bacterias, fungí y actinomicetos que tienen la habilidad de biodegradar estos
polímeros.

Basándonos en el reino fungí este es un método que, de una manera a otra, en los últimos años se
han basado diversas investigaciones de los diferentes tipos de hongos para el proceso de
degradación de polímeros sintéticos en particular polietileno de baja densidad, pues al no ser
polímeros altos en densidad el tiempo de degeneración suele ser un lapso corto (en un rango de 30 a
90 días). La degradación del polietileno de baja densidad a través del tratamiento biológico es uno
de los mejores métodos en cuanto a la degradación de polímeros sintéticos se habla, pues además
ser un método sostenible el costo de operación es bajo.

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