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Ficha RAE (Resumen Analítico Especializado)

Nombre del estudiante: juan carlós farak González


Referencia bibliográfica: Arendt, H. (2017). Walter Benjamin
1892-1940. En Hombres en tiempos de oscuridad.  Editorial
Gedisa. Recuperado de 
https://elibro-
net.bibliotecavirtual.unad.edu.co/es/ereader/unad/118229?
page=161

Descripción del documento: Benjamin fue una persona singular e


insólita, un derrotado brillante y malentendido, una figura perturbadora y
desconcertante. El desarraigo de Benjamin de las fuerzas sociales que lo
rodeaban hizo que fuera considerado un judío entre los alemanes, un alemán
entre los judíos, un alemán entre los franceses, un comunista entre los sionistas
y un sionista entre los comunistas. Muy probablemente esta condición de
extrañamiento, de no-pertenencia, fuera la que le diera esa capacidad de ser tan
original y de hacer propuestas tan novedosas en su visión política, estética,
filosófica e incluso religiosa. Pensador inclasificable y paradójico, no es moderno
ni pre moderno, tampoco posmoderno. Crítico radical del progreso, es un
revolucionario marxista, un nostálgico del pasado, un materialista que alude a la
teología. En suma, se trata de una personalidad sorprendente, excepcional y
misteriosa. El primer texto marxista de Benjamin “Dirección única”, dedicado a
Asja, es una selección de aforismos que versa sobre diferentes temas. De entre
ellos hay uno, “Aviso de incendio”, que destaca especialmente al evidenciar la
singularidad de su marxismo: “Si la eliminación de la burguesía no se cumple
antes del momento casi calculable de la evolución técnica y económica
(indicada por la inflación y la guerra química), todo estará perdido. Hay que
cortar la mecha encendida antes que la chispa alcance la dinamita”. Es decir, no
concibe la revolución como el resultado natural e inevitable del progreso
económico y técnico, sino como la interrupción de una evolución que lleva a la
catástrofe económica y a la guerra química. Comúnmente, historia y progreso
son términos que suelen aparecer identificados. Opinión muy extendida y
ampliamente compartida por todo el espectro político es esta ideología del
progreso, según la cual la historia se entiende como una continuidad progresiva,
evolutiva, superadora, perfectible, siempre avizorando el futuro y oteando el
porvenir con ingenua esperanza. Es la idea de que la historia de la humanidad
ha sido un progreso continuo, de más razón y libertad (como afirma Hegel), de
mayor democracia e igualdad (como proclaman las izquierdas), o de más
desarrollo económico y técnico (como lo reputan los liberales burgueses). A esta
concepción homogénea, vacía, mecánica, lineal y cuantitativa del tiempo
histórico, Benjamin opone otra percepción cualitativa de la temporalidad, basada
por un lado en la rememoración, y por otro en la ruptura mesiánico-
revolucionaria de la continuidad; la revolución sería la interrupción mesiánica de
la historia, la detención mesiánica del acaecer.  Asimismo rechaza las
concepciones de la historia dominante y reivindica que la historia del progreso
es la historia de la barbarie, es la historia de los vencidos. El progreso en sus
diferentes nombres: avance, desarrollo, evolución, primer mundo… guarda
dentro de sí la otra cara: retroceso, ruinas, subdesarrollo, involución, tercer
mundo.

Palabras clave: histórico, teología, pensamiento, liberación, marxismo,


Comentario de análisis: Si bien los comentarios que en Europa se hacen
sobre Benjamin son en su mayoría escépticos, no es menos cierto que su
pensamiento ha germinado, y lo que en 1940 era sólo una intuición ha dado su
fruto en América Latina convirtiéndose en un fenómeno histórico de primera
magnitud, la Teología de la liberación. Autores de primer nivel con gran
formación cultural y filosófica (Gustavo Gutiérrez, Hugo Assmann, Enrique
Dussel, Leonardo Boff y muchos otros), lideran un movimiento popular de base
amplia que, articulando de manera sistemática el marxismo y la teología, está
contribuyendo a cambiar el curso de la historia. Benjamín plantea la crítica
radical al progreso. El problema no está en el mal uso del progreso sino en su
lógica. El progreso piensa conquistar el futuro dando la espalda al pasado por lo
que está incapacitado, por principio, para establecer una relación entre
injusticias pasadas y justicia presente. De ahí que el nuevo nombre de
revolución, entendiendo por ello el sueño de felicidad de todos los hombres,
también el de los hasta ahora marginados de ella, no sea acelerar el ritmo de
investigación, de innovación o de producción;  no sea apresurarse a sustituir
viejas estructuras por otras nuevas, sino  tirar del freno de emergencia y parar
esta loca carrera hacia el desastre.

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