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El perrito Mury
Copyright © 2008 por Manuel Molina De La Hoz.

Todos los derechos reservados.


E – MAIL: manuelescritor@yahoo.com
E – MAIL: manuelrino77@latinmail.com
Para Dios y su Hijo amado Cristo.
Tabla de contenido

Introducción ......................................................................... 9
Aldrin y Mury ..................................................................... 16
En el Kiosco de don Abundio ............................................. 25
El anillo de oro................................................................... 31
El kiosco de Aldrin ............................................................. 36
El extravío de Mury ............................................................ 40
En la casa de Alicia ............................................................ 44
En el sueño de Alicia .......................................................... 52
La idea de Alicia ................................................................ 62
La tristeza de Aldrin ........................................................... 74
El paseo de Mury................................................................ 80
La inscripción de Mury en el concurso .............................. 93
Mury y la mariposa dorada.............................................. 111
El reencuentro de Aldrin y Mury...................................... 122
El entrenamiento de Mury ................................................ 133
Un afortunado rescate ...................................................... 139
Las preliminares del concurso ......................................... 145
En el sueño de Aldrin ....................................................... 159
El gran concurso .............................................................. 164

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La perrera municipal ........................................................178
Mury, su nuevo hogar y su nuevo nombre ........................188
Mury y los tres ratoncitos .................................................197
Mury cuenta su historia ....................................................200
Apéndice ............................................................................209

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Introducción

Ésta es la historia de un perrito que nació de una perra


que nunca tuvo dueños y que siempre vivía en las calles.
Saya, la perra sin dueño, tenía como acompañante a una
vieja anciana que también vivía en las calles, mendigando
unos pocos pesos para poder comer y vivir en esta vida
llena de tantas injusticias y desmanes. La anciana, sentada
en el suelo, junto al rincón, sin esperanza de nada en un
viejo callejón sin salida, respiraba los últimos hálitos de vida
que le quedaban a la desgraciada viejecita. Saya era su
única acompañante, pero que no podía hacer nada por su
vida. La asmática vieja miraba por última vez a su querida
amiga fiel e inseparable, como dándole el último adiós sin
decir palabra alguna. Saya, sin entender la señal, lamía
varias veces la mano de su vieja amiga que ya partía de esta
tierra para nunca más volver y aun así salir de un mundo
cruel y perverso, lleno de mucho dolor y sufrimientos. Pero
Saya volvía a quedar sola en este planeta convulsionado
por las injusticias y los atropellos sin causa.

– «La vida es injusta y llena de dolor y de sufrimientos» –.


Pensó Saya. – «Es mejor no haber existido, que existir y ver

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tanto dolor y sufrimiento. Aun, a los que más queremos
desaparecen sin decir nada y sin manifestar cosa alguna»
Al día siguiente estaba la ambulancia recogiendo los restos
fúnebres de la anciana, que había sido hallada por un
transeúnte que pasaba por el lugar y había sentido el fuerte
olor fétido que provenía del cuerpo sin vida de la ya
desaparecida viejecita; mientras que Saya observaba desde
lejos como los enfermeros metían en una gran bolsa negra
a la que fue por dos largos años su compañera de penurias
y desgracias, para ir a parar en una fosa común. De
repente, Saya da un fuerte aullido muy profundo como si
fuera una loba en un bosque y en plena luna llena.

Pasados cinco meses desde la desaparición de su vieja


amiga, Saya recorría las calles buscando que comer y donde
iba encontraba personas comiendo y ésta velaba,
esperando que le lanzaran un poco de bocado de lo que
estaban las personas comiendo, pero lo que recibía eran
insultos y espantos de la gente; sacudiéndola y echándola a
patadas. Saya se iba en busca de comida a otros lugares,
pero no encontraba nada. Luego, Saya muy sedienta y
cansada, ve un pequeño charco de agua y decide saciar su
sed y su hambre bebiendo un poco de agua, para así calmar
no solamente su sed sino también su hambre. Saya se
acerca al charco con agua y comienza a lamer el preciado
líquido que hasta ese momento era lo único que podía
calmar su sed pero no su hambre. Al cabo de unos
segundos, un señor sale de su apartamento y coloca al lado
de un poste, junto con otras bolsas, una bolsa mediana que
le llamó mucho la atención a Saya. Ésta sin vacilar se acerca
a la bolsa plástica blanca y comienza a olfatear su

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contenido. La bolsa con tenía exactamente desperdicios de
comida. Saya toma la bolsa con su boca y la arrastra hacia
un lugar seguro y luego despedaza con sus dientes la bolsa,
derramando así el preciado contenido que iba a saciar a la
hambrienta canina. Luego de saciarse de desperdicios, Saya
se marcha satisfecha del preciado banquete que por fin
pudo darse.

La noche cayó como de costumbre y Saya buscó un lugar


donde refugiarse y descansar, esperando así el día
siguiente como si fuera un capítulo más de una novela de
suspenso y sin saber lo que iba a suceder al día siguiente,
porque los días que pasan son como las batallas que se
luchan y los días que vienen son como cajas de sorpresas
que están bien empaquetadas y adornadas pero no
sabemos su contenido, sino hasta cuando se abren. Es,
pues, en ese momento en que se sabe si la sorpresa o el
regalo es agradable o no, pero que para Saya eran
desagradables, porque los días que pasaban le daban a
Saya una pista de lo que iba a ser el día que se le avecinaba.

La noche se hizo intensa y Saya descansaba echada sobre el


cálido piso, y, mientras descansaba, su vientre se movía
internamente como si sus entrañas quisieran decirle algo;
pero era que Saya estaba preñada. Ella, inocentemente y
como todo animal, no sabía el grato contenido que tenía en
su vientre maternil. Las cinco criaturas caninas se movían
constantemente en el interno vientre de su madre, canina,
como si estuvieran jugueteando alegremente y sin saber
que más tarde les esperaba un mundo cruel y perverso que
los esperaba con los brazos abiertos, pero no para darles la

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bienvenida, sino para recibirlos con ingratitud. Para Saya
éste acontecimiento era nuevo, puesto que nunca había
tenidos sus primeros cachorros, ya que era su primera vez.
Pero los iba a tener en una condición bastante desfavorable
para ella y sus tiernos cachorros. Pero que de alguna
manera los traía a este mundo cruel y perverso.

La noche pasó como cualquier nube pasajera, y el día se


alzó como bandera izada y erguida en tiempos de guerra,
ya que el día que comenzaba era una batalla más que se
debía luchar y en la cual hay que sobrevivir. Saya madruga
como todos los seres vivientes en busca de su alimento y
sustento, que era lo más difícil de conseguir pero que al
finalizar el día, la ingrata vida a pesar de ser mala y después
de tratar con ingratitud a los seres más desgraciados de
este mundo, la premiaba dándole el preciado alimento que
para Saya era más valioso que cualquier piedra preciosa y
cualquier metal precioso, en este caso el oro.

Los días pasaron, y Saya ya estaba lista para dar a luz a


cinco preciosos cachorritos que venían también a este
mundo y a esta vida a luchar por sobrevivir y padecer los
rigores de una vida dura y llena de muchos desmanes. La
noche cayó como de costumbre y los dolores de parto de
Saya se intensificaron, dando la señal de que había de parir
a sus cinco criaturas engendradas por accidente en su
vientre. Saya llega al antiguo callejón en donde por un
tiempo vivió con su antigua amiga fallecida y en donde
también la vio morir. Ahora el lugar se convertía en un
testigo mudo y silencioso de un parto que quizás para un
ser humano normal no era deseado, pero que por motivo

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de la vida debía ocurrir. La noche oscura y fría fue la testigo
segunda de un parto exitoso y sin problemas.

El día llegaba y con ella las voces melodiosas de cinco


cachorritos llorando a la madre que los traía a un mundo
convulsionado por la maldad, las injusticias y muchas cosas
más que debían aprender los nuevos residentes
amamantados por su madre Saya. Luego, los cinco
cachorritos quedan solos, mientras que su madre salía en
busca de comida para saciar su hambre y poder darle de
comer a sus cinco desgraciados hijos que habían venido a
este mundo en un momento bastante inoportuno, pero
que no era culpa de Saya sino del desgraciado destino que
la hacía aún más desgraciada, puesto que tenía que
alimentarse bien para así poder darle de comer a sus hijos
que siempre estaban hambrientos, y que no podían
mantenerse por sí mismos. Puesto que acababan de nacer
y apenas cumplían el primer día de existencia y de vida en
el planeta tierra.

Los cinco cachorros dormían inocentemente, juntos, dentro


de la gran caja de cartón que les servía de refugio a ellos y a
su progenitora que en esos momentos se encontraba fuera
de casa buscando el pan de cada día que sólo los seres más
miserables debían luchar con mucha dificultad en esta vida
de muchas injusticias y peligros. Mury, el perrito de pelo
marrón oscuro, dormía junto a sus hermanos y sin saber
que más adelante le esperaba una ingrata separación de su
madre y de sus hermanos, y que nunca más los volvería a
ver. Cada quién iba a coger por su camino, o mejor dicho

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les iban hacer coger por caminos muy distintos, y quizás
desdichados. Pero sólo la vida y el destino lo sabían.

Pasaron los días y luego los meses y ya los cachorros podían


correr, caminar y juguetear alegremente; mientras que su
madre buscaba siempre que comer. Los cinco cachorros
jugueteaban por todo el callejón sin salirse de sus límites.
Luego cayó la tarde y Saya no regresó más con sus hijos.
Los perrillos lloraban hambrientos y desesperados la
ausencia de su madre que no daba señal alguna de retorno
a casa. Luego los pobres perritos se acurrucan todos juntos
y se duermen, esperando hasta el día siguiente el regreso
de su madre que nunca volvió.

Los días pasaron, y los perritos hambrientos y


desesperados comenzaron a traspasar los límites del
callejón como desafiando al destino y anunciando la
búsqueda de su pérdida madre. Sólo Mury se quedó
asustadillo en el callejón, mientras que sus hermanos salían
en búsqueda de su ausentada madre Saya, pero lo que
salieron a buscar fue el peligro y la separación definitiva de
los cachorros. Todos eran hermosos, puesto que habían
sido engendrados por un gran perro de raza y fino. Algunas
personas, al ver los cachorros llorando de hambre,
comenzaron a cogerlos y a pelearlos como si fueran
trofeos. Sólo Mury, el perrito juguetón y simpático, estaba
escondido en su guarida; esperando con paciencia el
regreso de sus hermanos y de su madre que jamás iban a
volver.

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Saya, muerta por un bocado envenenado, era víctima de las
injusticias de la vida, y de una humanidad casi perversa y
sin corazón hacia los otros seres vivos. Los cuatro
cachorritos hermanos de Mury, fueron separados
injustamente por la misma humanidad ingrata y sin valor
moral y sentimental. Ahora Mury estaba solo en este
mundo, como lo estuvo por un tiempo su desaparecida
madre, Saya, pero su soledad no iba a durar mucho, porque
Aldrin, un joven gamín lo iba adoptar como su dueño. En
ese entonces, el destino y la historia de Mury iban a ser
diferente a la de su pobre madre Saya y la de sus
hermanos.

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El perrito Mury

Capítulo I.

Aldrin y Mury

Aldrin, un gamín muy astuto y vivaracho, llegó al


callejón donde Mury, el perrito por fin afortunado, vivía y
había nacido. Éste, al escuchar los sonidos de los pasos y de
la basura pisoteada y aplastada por los mugrientos zapatos
descocidos y rotos de Aldrin, salía para recibir al extraño
visitante que hacía creer al perrito que era su madre que
venía en busca de su hijo, pero que no era así. Aldrin, al ver
al pobre cachorro que salía llorando, lo tomaba con sus
manos y lo acariciaba. Éste meneaba con agrado su
pequeña colita tierna y delicada a su nuevo dueño y
cuidador.

–Debes tener mucha hambre –. Le dijo Aldrin al pobre


perrito que en verdad estaba muy hambriento. –Toma,
comete esto –. Aldrin saca de una bolsa unas sabrosas
galletas, las hace migajas y se las da a Mury. –Ya que te
encontré, es bueno que tengas un nombre –. Le dijo Aldrin.
Luego, éste empieza a pensar un sin número de nombres,
pero no daba con el nombre adecuado. –Vamos a ponerte
Tomás, no, Tomás no, Lucas… no, tampoco –. Pensaba

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Aldrin en voz alta. –Susu, Sasu… Mito… Muso –. Decía
Aldrin haciendo mentalmente una lista de los posibles
nombres que debía tener el perrito.

Aldrin, muy exhausto, decidió llamarlo Suertudo, aunque


ese no iba a ser su nombre, porque Mury iba a llegar a
tener otro nombre, o, mejor dicho otra serie de nombres;
porque éste iba a tener diferentes dueños que lo
renombrarían hasta adquirir y terminar con el nombre que
lo identificaría como un perrito muy especial.

Mury parecía muy contento con su primer dueño y amo. Su


colita daba la sensación de alegría y satisfacción.

Aldrin, a pesar de ser un gamín, vivía una vida alegre y


vivaracha. No le importaba su condición, y no era un
muchacho con vicios, a pesar de vivir en las calles; ya que
estas no enseñan nada bueno. Pero Aldrin aprendía sus
mañas, pero que las usaba a su manera y estilo. Esto era lo
que lo hacía un gamín muy especial. No sabía leer, pero
conocía el arte de engañar, de hacer trampas e inventar
trucos y cuanta cosa se le ocurría para poder vivir en este
mundo convulsionado por la maldad y aún por los ricos
opresores, los burócratas, los oportunistas y los de buenas
posiciones o estatus social que querían sacar provechó de
su condición para seguir enriqueciéndose injustamente.
Aldrin sabía cómo defenderse de esa clase de personas que
lo quieren abarcar todo, y no quieren dejar nada al resto de
los seres humanos que anhelan un lugar entre ellos y no
pueden porque no se los permiten, por ser tan egoístas y
fanfarrones.

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Mury se iba a convertir en el discípulo número uno de su
gran maestro “Aldrini el fantástico”. Al día siguiente, Aldrin
se lleva consigo a Mury que tenía como su primer nombre,
hasta ahora, Suertudo.

–Bueno Suertudo, nos vamos a trabajar. Debemos


conseguir unos cuantos pesos para poder comer –. Le dijo
Aldrin al perrito metiéndolo dentro de una cajita de
madera que le servía a Aldrin como banquito para embolar
zapatos y que siempre traía consigo.

Aldrin y Mury llegaron a la placita central de la ciudad que


estaba colmada de muchas personas y de todas las clases
sociales o estatus.

–Bueno, Suertudo, es hora de buscar nuestro primer cliente


del día –. Dijo Aldrin. –Hay muchas personas en la plaza hoy
–.

Luego llegaron unos amigos de Aldrin, pero de su misma


condición, a saludarlo.

–Quihubo Aldrito ¿Cómo va la cosa? –. Dijo Laura, su amiga


de vagancia.
–Bueno, hasta ahora todo está bien –. Respondió Aldrin. –
¿Y qué están haciendo ustedes o en qué andan? –.
–Bueno, nosotros estamos buscando un marrano que nos
compre esta baratija que nos encontramos ayer en la tarde
–. Dijo Laura mostrándole a Aldrin un reloj barato que

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llamaba mucho la atención, y que daba la impresión de ser
muy caro o costoso.
– ¿A quién le robaron ese reloj? –. Les preguntó Aldrin, no
creyendo lo que estos le decían.

Laura contesta un poco seria y ofendida por la pregunta de


Aldrin, ya que éste conocía a sus amigos como la palma de
sus mugrientas manos.

– ¡No lo robamos! Lo encontramos que es muy diferente.


Además, es la primera vez que te decimos algo con
honestidad.

Luego, Mury comienza a ladrar quejumbrosamente dentro


de la caja de madera que Aldrin llevaba.

– ¿Qué tienes dentro de tu caja mágica, Aldrin? –. Preguntó


Laura con mucha curiosidad, por saber lo que Aldrin tenía
dentro de su caja de embolar zapatos.
– ¡Ah! es un perrito que me encontré ayer en la noche –.
Respondió Aldrin abriendo un hojal de la caja.

Luego Mury, llamado Suertudo, saca su lanuda cabecita por


el orificio de la caja.

– ¿Y qué nombre le pusiste? –. Preguntó Laura acariciando


la tierna cabecita de Suertudito.
–Suertudo –. Contestó Aldrin.

Laura lo toma, sacándolo de la caja, y comienza


nuevamente acariciarlo.

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–En vez de Suertudo le hubieras puesto o llamado Lanudo,
que es un nombre que combina por su exuberante pelaje –.
Dijo Laura. –Además, es muy bonito para que lleve ese
nombre que le pusiste –. Asintió una vez más Laura.

Desde ese momento, Laura comenzó a llamarlo por Lanudo


en vez de Suertudo, que fue el nombre que Aldrin le había
dado. Aunque más tarde, Aldrin comenzó a llamarlo por
ese nuevo nombre que parecía más fácil de pronunciar, y a
la vez parecía acomodarse a las características y
condiciones físicas de Mury.

–Laura, vamos rápido a buscarle cliente al reloj, antes que


se nos haga demasiado tarde, porque después no tenemos
pa’ la papita –. Le dijo Paco.

Laura le entrega, a Aldrin, el perrito que tenía en sus


manos. Luego sale con Paco y Pepe a su trabajo.

–Nos vemos más tarde, Aldrito, en el lugar de siempre –. Le


dijo Laura.
–Está bien –. Contestó Aldrin.

Luego, Mury y Aldrin salieron también a lo suyo. Al llegar al


lugar de trabajo, Aldrin se sienta a la orilla de un bulevar;
donde transitaban muchas personas. Luego coloca sus
herramientas de trabajo y a Mury, que estaba dentro de la
caja de madera, en el suelo mientras esperaba que llegara
algún cliente. Mientras esperaba, Aldrin jugueteaba con
Mury. En esos momentos, se acerca una persona muy
distinguida y con un gran anillo de oro en su dedo medio de

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su mano derecha. Era un anillo bien grueso, con una “eme”
mayúscula en alto relieve y cinco incrustaciones de
esmeralda en las cinco puntas de la “eme”.

– ¿Buenos día muchacho? –. Le dijo el caballero.


– ¡Buenos día! –. Contestó Aldrin un poco perplejo por el
distinguido caballero que tenía de frente.
–Necesito que emboles mis zapatos –. Le dijo el caballero.
–Como usted diga mi patrón –. Contestó Aldrin muy alegre
y contento.

Luego, el distinguido caballero se sienta en un pequeño


banquito de madera que Aldrin llevaba también consigo,
para que los clientes se sienten mientras que Aldrin les
embolaba los zapatos.
– ¡Qué perrito tan bonito! ¿Dónde lo sacaste? –. Indagó el
caballero.
–Me lo encontré en un callejón, señor –. Respondió Aldrin.
– ¿Y cómo se llama? –. Preguntó el caballero.
–Suertudo –. Contestó Aldrin.
–Pero una amiga mía le puso Lanudo –.
– ¡Ah! Entonces es un perrito muy especial porque tiene
dos nombres –. Contestó el caballero. –Yo, cuando era
como tú, tenía también un perrito muy especial que se
llamaba Snoopy. Como el de la serie animada Carlitos y
Snoopy. ¿Sabes cuál es? –.
–No, señor. Yo no veo televisión –. Contestó Aldrín.
– ¡Ah! Ya veo –. Dijo el caballero al ver la apariencia de
Aldrin y comprendiendo al muchacho. Luego éste comienza
a entablar una larga conversación con Aldrin, mientras que
éste lustraba los finos zapatos del distinguido caballero.

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–Bueno muchacho ¿En dónde vives? –.
–No tengo casa y vivo en las calles –.
– ¿No te gustaría vivir en un lugar de refugio? Porque te
puedo ayudar –. Le dijo el humilde y distinguido caballero.
–No, gracias. Así estoy bien –. Le dijo Aldrin.
–Pero muchacho, vivir en las calles no es algo muy
agradable –.
–Sí, es verdad. Pero si me ayudan a mí, también debería
ayudar a mis amigos y a muchos más que también viven en
las calles como yo –. Replicó Aldrin.
–Bueno, eso sí es verdad, tienes toda la razón. Si te ayudo a
ti; también debería ayudar a otros que no tienen hogar o
un lugar donde morar. En este mundo hay muchas
personas que necesitan de una buena conmiseración –. Le
dijo el distinguidísimo caballero.

Luego que Aldrin terminó de lustrar los zapatos del


distinguido caballero, recibe del elegante señor un billete
de veinte mil pesos que había sacado de su más limpio y
elegante bolsillo, y, se los da sin pedirle el cambio del
billete.

–No tengo cambio para su billete, señor –. Le dijo Aldrin.


–No importa. Tómalos y muchas gracias por tu humildad –.
Le dijo el distinguido caballero con una pronunciada sonrisa
en sus labios.
–Pero no sería justo y honesto de mi parte –. Replicó Aldrin
intentando rechazar el billete de veinte mil pesos que el
gran caballero le estaba dando como recompensa a su
trabajo y a su humildad.

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–No te preocupes por eso, yo quiero dártelos –. Insistió el
hombre.

Aldrin toma muy contento los veinte mil pesos y luego le


dice a Mury, después que se marchó el caballero, lo
siguiente: –Es nuestro día de suerte, Suertudito. Aún
existen personas adineradas que son muy generosas, pero
son pocas y contadas, que aunque tengan dinero siempre
están dispuestas a dar y ayudar al que no tiene o al
necesitado –.

Luego Aldrin se queda mirando el billete de veinte y


después mira a Suertudito y le dice sorprendido de su
magnífico descubrimiento.
–Hice bien en traerte y haberte puesto éste nombre –.

Luego, más tarde, cuando Aldrin llega a un viejo parque, ve


a Laura, Paco y Pepe muy alegres y contentos.

–Buenas muchachos ¿Por qué tanta alegría? –. Preguntó


Aldrin muy curioso por saber la mucha felicidad que
irradiaban los tres amigos de él.
–Es que un señor muy distinguido y con un gran anillo de
oro en su mano derecha nos compró el reloj –. Le contestó
Pepe.
– ¿Cómo así? ¿Le vendieron un reloj barato a una persona
distinguida? Replicó Aldrin por la acción de sus compañeros
y amigos. – ¿En cuanto se lo vendieron? –. Preguntó una
vez más.
–El señor nos los compró en veinte mil pesos –. Le dijo
Laura.

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– ¡En veinte mil pesos un reloj tan barato como ese! –. Dijo
Aldrin sorprendido de lo que estaba escuchando.
– ¡Sí! porque el mismo señor nos pidió que le mostrásemos
el reloj y luego sin decirnos nada, sacó un billete de veinte
mil pesos y nos los dio, y nosotros le dijimos que el reloj
sólo costaba tres mil pesos. Pero el nos dijo que no
importaba, que lo dejáramos así, y luego le entregamos el
reloj y después se fue por su camino, sin decirnos nada y
sin pedirnos el cambio del billete que nos había dado –. Le
explicó Laura.

Aldrin se queda un poco perplejo y sorprendido de lo que


estaba escuchando y pensaba en las dos situaciones casi
parecidas que él mismo estaba presenciando. –«Esto debe
ser obra de Chuchito lindo» –. Pensaba Aldrin para sus
adentros. Luego Laura interrumpe el momento extásico en
que se encontraba Aldrin.

– ¡Aldrin, Aldrin! ¿Te sucede algo? ¿Estás bien? –.


– ¡Sí! Estoy bien. No me pasa nada. Sólo estaba pensando
en algo y nada más–.
–Estás seguro –.
– ¡Sí! –.
– ¿Y en qué estabas pensando? –.
–En nada importante –.
–Bueno Aldrito, después de este día de buena suerte,
¿porqué no vamos al quiosco del señor Abundio? –.
–Muy buena idea, Laura. Vamos –.
Luego los cinco se van a festejar la hazaña del día. Mury,
movía su tierna colita sin comprender la desbordante
alegría que tenían sus cuatros humanos amigos.

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El perrito Mury

Capítulo II.

En el Kiosco de don Abundio

Aldrin, Mury y los amigos de Aldrin llegaron muy


contentos al pequeño kiosco del viejo don Abundio para
poder celebrar el exitoso día de buen negocio que tuvieron.
Luego, don Abundio se acerca a los muchachos que los veía
con unos rostros que radiaban de felicidad y alegría.

– ¡Buenas tardes muchachos! ¿Y esa alegría? –.


– ¡Buenas tardes don Abundio! –. Contestaron los
muchachos.
–Don Abundio, es porque hoy nos fue bien en nuestros
respectivos negocios –. Respondió Pepe.
– ¡Ah! pero les tuvo que haber ido bastante bien, por la
felicidad que traen –.
– ¡Sí! don Abundio, porque nos pagaron muy bien –.
Respondió Aldrin.
– ¡Ajá! Y ¿Cuánto fue que ganaron? –. Preguntó don
Abundio.
–Bueno don Abundio entre Aldrin y nosotros ganamos
cuarenta mil pesos –. Respondió Laura.
–Bueno ¿Qué desean tomar? –. Preguntó don Abundio.

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–Bueno señor Abundio, queremos unos vasos con leche y
galletas –. Le dijo Laura observando unas sabrosas galletas
grandes que estaban en el mostrador.
–Esas son a quinientos pesos, cada una –. Respondió don
Abundio.
–No importa. Deme seis –. Le dijo Laura.
–Y a mí me da cuatro –. Le dijo Aldrin.

El kiosco de don Abundio estaba bien surtido de toda clase


de frutas apetitosas, de pudines, galletas, gaseosas, jugos,
refrescos, etc. era el lugar ideal de Aldrin y de sus amigos
cuando tenían con qué comprar las cosas que ese pequeño
pero surtido kiosco tenía. Lo único que le faltaba al quiosco
era ser un poco más grande para poder ser una tienda de
víveres y comestibles que proveyera a toda una vasta
comunidad.

– «Ojala tuviera un quiosco así, para poder vivir de él y no


estar siempre mendigando y buscando con tanta dificultad
el pan de cada día» –. Pensó Aldrin mirando y observando
muy detenidamente cada lugar y cada parte del pequeño
pero surtido Kiosco que era la satisfacción de don Abundio.

Laura interrumpe la pequeña concentración que tenía


Aldrin en esos momentos consigo mismo. – ¡Aldrin, Aldrin!
¿Qué tienes? Hace rato que te estoy notando bastante ido.
Como en otro lugar.
–Nada, estaba pensando en tener un quiosco así como éste
–.
– ¿Pero cómo y de dónde vas a sacar tanto dinero para
montar un negocio así como éste? Si tú no tienes ni donde

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caerte muerto. O es que acaso piensas hacer magia para
tener una, porque hasta eso te hace falta. Porque si fueras
mago ya hubieras montado no solamente un kiosco, sino
un gran circo o algo así por el estilo. Además, tú no sabes
leer y para poder tener un negocio así, aunque sea grande
o pequeño debes saber leer y escribir. También debes
saber matemáticas y algo de contabilidad para poder
administrar un negocio así como éste –. Le dijo Laura.
– ¡No importa! Algún día lo tendré y saldré de esta
condición en que estoy. Y si eso llegara a pasar, ustedes
serán mis ayudantes y saldremos de esta situación en que
nos encontramos –. Le dijo Aldrin con mucha seguridad y
convicción de lo que le estaba diciendo.

Luego aparece don Abundio con los vasos llenos de leche y


con las galletas que les habían pedido.

–Aquí tienen muchachos, que les aproveche –.


–Gracias, don Abundio –. Contestó Paco.
–Sí, gracias don Abundio –. Secundaron al unísono Pepe,
Aldrin y Laura.
–De nada muchachos –.

Todos comenzaron a beber y a comerse las galletas que


estaban muy sabrosas, excepto Mury que estaba metido
dentro de la cajita de embolar zapatos que tenía Aldrin.
Luego, Mury alcanzó a olfatear las sabrosas galletas que
comían todos los muchachos. Éste comenzó a ladrar
quejumbrosamente dentro de la cajita, porque tenía un
poco de hambrecita.

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– ¡Ay! Se me olvidaba darle de comer a Suertudito. Que
falla la mía –. Dijo Aldrin.
– ¿Y eso que es? –. Preguntó el señor Abundio.
– ¡Ah! Es un pequeño perrito que me encontré ayer en la
noche en un pequeño callejón sin salida –.

Aldrin lo saca de la cajita para mostrárselo al señor Abundio


y después le da de comer a su adorable cachorrito.

–Don Abundio, me puede hacer el favor de prestarme un


pequeño platico pa’ darle un poco de leche a Suertudo –.
–Sí, como no, por ahí debo tener un pequeño plato para
perro. Déjame ver si lo encuentro, porque hace días que lo
he estado buscando y no lo he podido hallar –. El señor
Abundio sale en busca del platito que por fortuna lo
encuentra arriba del mostrador de vidrio.
– ¡Caramba! Yo que tanto buscaba por todas partes este
plato y no daba con él, y, mira donde vino a parar. Por
donde menos se le busca, es por donde más aparece –. Dijo
don Abundio un poco sorprendido por el hallazgo del plato.
–Toma muchacho, aquí tienes –.
–Muchas gracias, señor Abundio –.

Aldrin toma el plato y le da un poco de leche, que estaba


bebiendo, a Mury y éste comienza a beber con ansia la
fresca y deliciosa leche. Después que terminaron su
pequeño banquete y merienda por el éxito de sus negocios,
deciden cancelar su pequeña cuenta por lo que comieron.

– ¿Cuánto le debemos señor Abundio? –. Preguntó Laura.

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–No se preocupen, no me deben nada. Todo corre por mi
cuenta –. Contestó don Abundio.
–Pero don Abundio, si nosotros tenemos dinero pa’ pagarle
lo que comimos. Dijo Aldrin sorprendido por primera vez
del cumplido del señor Abundio.
–No se preocupen muchachos, yo conozco la clase de
personas que son ustedes. Váyanse tranquilos que al que
da al pobre a Yahvé presta –. Les dijo don Abundio.
– ¡Muchas gracias don Abundio! –. Dijeron todos a una sola
voz. Luego los muchachos se marchan todos alegres y
contentos.

El día les había regalado a Aldrin y a sus amigos una buena


recompensa por sus negocios, aunque fuera poca cosa,
pero se sentían satisfechos del bien recibido y por el
cumplido que les había hecho el señor Abundio; al no
cobrarle nada por lo que habían consumido en aquel
pequeño Kiosco bien surtido y cuidado por su dueño. Aldrin
y sus amigos pudieron comer galletas y leche gratis sin
pagar un peso o gastar el fruto de sus trabajos, era como si
la vida se compungiera de corazón acordándose de los más
miserables y ruines seres de esta tierra repleta de tantos
desmanes y sufrimientos injustos que los tenía sufriendo
por el pan diario.

La vida en las ciudades y muchos pueblos es parecida a la


selva, en donde el más fuerte lucha por poder y el más
débil por sobrevivir en esta tierra manipulada por aquellos
que dicen tenerlo todo; y no dejan que el más ruin de los
seres humanos crezca y sea de igual de fuerte que ellos.
Porque el mismo mundo es un monopolio comercial, donde

29
mandan los poderosos y los pobres son títeres, esclavos y
animales de la alta sociedad.

Para Aldrin y sus amigos la vida era un juego de azar, en


donde ellos no quieren ser los perdedores y a costa de
cualquier precio conseguirían su sustento, sin hacerle daño
a nadie y sin cometer cualquier clase de locura que los
marcara para toda su vida. Ellos tenían bien en claro sus
reglas, las cuales eran el de obrar bien con el que obraba
para con ellos bien y mal con los que pretendían actuar de
mala fe, ya sea engañándolos, estafándolos o cualquier
cosa por el estilo; porque ellos conocían las artimañas de
las calles y lo que se mueve en ellas. Dejando atrás los
crímenes, homicidios y robos a grandes escala o
magnitudes peligrosas que era lo que ellos no practicaban.
Ya que ellos tenían bien en claro sus principios, así sea que
ellos no tuvieran ninguna clase de educación, pero
conocían sus límites callejeros y lo que habían aprendido en
ellas para así aplicarlos a su manera y estilo particular o
peculiar. Laura, la amiga de Aldrin si sabía leer y escribir un
poco. Conocía muy bien las cuatro operaciones aritméticas,
aunque nunca había ido a la escuela primaria. Lo que sabe
lo aprendió por sí misma y sin haber pagado un peso por lo
poco que había aprendido.

30
El perrito Mury

Capítulo III.

El anillo de oro

Luego de que Aldrin y sus amigos se despidieron,


decidieron Aldrin y Mury, o, mejor dicho Aldrin regresó con
su pequeño cachorro a su lugar de descanso, que era el
viejo callejón que les proporcionaba un buen alojamiento.
Pero en esos momentos en que Aldrin entraba al viejo
callejón, pudo disipar o ver a lo lejos algo que brillaba.
Aldrin pensaba que era una moneda, luego éste se acerca
con mucha curiosidad y ve u observa lo que era: Un
hermoso y precioso anillo de oro. Aldrin no conocía ni sabía
sobre el valor y la magnitud del anillo, ya que éste era de
un costoso valor y que Aldrin debía salir de dudas y
preguntar por su precio. Aldrin conocía a la persona
indicada para ello. Era un anillo bastante grueso y muy
llamativo, que estaba perdido por meses en el viejo callejón
sin salida desde la desaparición de su dueña.

– ¡Mira, Suertudo lo que nos hemos acabado de encontrar!


Mañana averiguaremos de qué clase de metal es este anillo
y cuál es su valor, así saldremos de toda duda –. Le dijo
Aldrin al tierno y delicado perrito.

31
Aldrin saca de sus mugrientos bolsillos un pañuelo casi
sucio y envuelve con él el anillo recién encontrado y lo
guarda en sus mugrientos bolsillos de sus pantalones. Al
llegar la mañana, Aldrin toma a Mury en sus brazos y se va
con el cachorro para una compraventa que estaba cerca del
lugar de donde Aldrin y Mury vivían.

– ¡Buenos días! –.
– ¡Buenos días, Aldrin! ¿Qué te trae por estos lugares? –. Le
preguntó Chepe, un empleado y encargado de la
compraventa, que conocía muy bien a Aldrin.
–Quiero saber qué clase de anillo es éste y cuanto cuesta –.
Dijo Aldrin sacando el anillo del mugriento pañuelo y luego
se lo muestra a Chepe sin soltarlo, pero éste le dice que le
dejara ver el anillo y Aldrin lo suelta; entregándoselo con
toda confianza a Chepe.
–Aldrin, éste es un anillo de oro y es muy costoso. No tiene
ninguna clase de inscripción que pueda identificar al dueño,
y, por lo que veo tiene muchos años de bastante existencia.
¿De quién es este anillo? –. Le dijo Chepe con una gran
experiencia en joyería.
– ¡No sé! Me lo encontré ayer en la noche en el viejo
callejón del sur –.
– ¿Y qué piensas hacer con él, sino tiene dueño? –.
–Será venderlo, pero no sé cuánto cuesta. Solamente tú me
puedes decir el precio de él –.
–Aldrin, este anillo puede estar costando como unos tres
millones de pesos en el mercado. ¿Pero qué piensas hacer
con tanto dinero? –.

32
Aldrin enseguida pensó en colocar o montar su propio
negocio al enterarse del valor del anillo.

– ¿Será que tú me puedes dar esa cantidad? –. Le dijo


Aldrin.
–Aldrin, sólo te puedo dar dos millones quinientos; porque
somos una compraventa.
–Está bien –. Dijo Aldrin sin vacilar.

Chepe le entrega en efectivo a Aldrin dos millones


quinientos mil pesos y luego Chepe le da una
recomendación –. Aldrin, procura no contar el dinero a la
vista del público o de la gente, porque los dueños de lo
ajeno que están camuflados entre la gente te lo pueden
quitar o mejor dicho, robar –.

Por fortuna, la compraventa estaba vacía y no había nadie


que se diera cuenta de la fuerte suma de dinero que Aldrin
estaba recibiendo de Chepe. Aldrin responde a la
sugerencia de Chepe haciendo afirmativamente un
movimiento de cabeza. Luego éste sale muy contento de la
compraventa y éste le dice a Mury: –Ahora sí podré montar
con esta plata mi propio negocio. Es un milagro de Diosito
lindo –.

Aldrin no era una persona que supiera de matemáticas;


pero sí conocía el valor del dinero y como utilizarlo o
invertirlo y no podía ser engañado muy fácilmente. Mury,
sin entender la desbordante alegría, movía alegremente su
colita tierna y lanudita; secundando así la alegría de su
amigo y amito Aldrin.

33
El anillo que Aldrin se había encontrado en el viejo callejón,
pertenecía a la anciana que había muerto por causa de una
fuerte asma. Era lo único de valor que poseía ésta antes de
morir. Se lo había quitado de su dedo para guardarlo, pero
la muerte no le dio tiempo porque la fuerte asma atacó sin
piedad a la desgraciada anciana de noventa años de edad,
que cayó al suelo con una agitada respiración, mientras que
Saya lamía su cara y sus manos ateridas del frío nocturno.
La anciana suelta el anillo que tenía empuñado en su mano
derecha y luego abandona la anciana el mundo de los vivos.
El anillo comenzó a rodar y a rodar hasta quedar dentro de
un montón de viejos cartones mojados. Luego, el alma de la
viejecita sale en esos momentos de su cuerpo viejo y
desgastado por el pasar del tiempo. El alma que salía de
ese desgastado cuerpo era diferente, era un alma juvenil y
muy jovial; lleno de una vida nueva que no tendría más
problemas, de los que había tenido en el mundo que
dejaba atrás para ir a un mejor y más excelente lugar. El ser
espiritual miraba por última vez el cuerpo sin vida y
desgastado por los años. Esta intentaba palpar con sus
manos el frío cuerpo sin alma y espíritu; pero esta no podía
tocarlo. Luego toca su nuevo rostro espiritual comparando
el cuerpo fúnebre con su apariencia divina y rejuvenecida
por Dios. También intentaba acariciar a Saya pero no pudo.
Saya ladraba al espíritu joven que estaba parado junto a
ella, ya que Saya si la podía ver pero no la podía reconocer,
ya que era un nuevo ser muy diferente. Era un ser
espiritual. De repente, una luz sobre natural en forma de
estrella se posa encima de ella diciéndole: – ¡Salomy,
Salomy! Es hora de ascender al paraíso de los vivientes

34
eternos –. Y esta atiende el divino llamado, luego Salomy
desaparece del lugar para irse a las moradas eternas donde
moran los deseados de Dios y de Su Hijo Cristo.

Salomy, que en una ocasión similar a la de Aldrin, se había


encontrado el anillo en un antiguo bote de basura que
existía antes al lado del callejón, pero Salomy era una
analfabeta y no sabía qué clase de anillo era. Lo cogió, lo
limpió y luego se lo colocó en el dedo índice de su mano
derecha y nunca le dio a conocer el anillo a nadie, ni
tampoco lo llevó a una compraventa para que le dijeran la
clase de anillo que éste era. Únicamente se lo puso como
un adorno más de las tantas cosas que se encontraba en los
botes de basura. La vieja murió sin saber que tenía algo
valioso en sus manos.

35
El perrito Mury

Capítulo IV.

El kiosco de Aldrin

Aldrin por fin monta su propio negocio. Su sueño y


proyecto de tener un kiosco como el del señor Abundio se
le había cumplido en un instante, aunque este sueño y
proyecto ya lo había tenido mucho tiempo atrás, como si
éste se le hubiera cumplido como por arte de magia, pero
era que Aldrin tenía a Suertudito, el perrito especial y
simpático.

Aldrin había surtido muy bien su negocio, y, en él se vendía


toda clase de frutas; aunque no era tan grande como el
quiosco del señor Abundio, prometía éste llegar ser como
el del señor Abundio o quizás más grande. También se
vendía en él jugos de frutas y refrescos para el agobiante
calor. Era un kiosco bastante bendecido y a él llegaba toda
clase de clientes: desde pobres hasta ricos. Aldrin estaba
muy encantado de su negocio. Su vida había dado una
vuelta completa de trescientos sesenta grados, como si la
vida lo hubiera premiado por una gran hazaña que hubiera
hecho, aunque la vida si lo recompensó muy bien.

36
Los amigos de Aldrin llegaron al nuevo kiosco del barrio y al
ver a la gente comprar en él nuevo kiosco, deciden llegar
para ver al nuevo residente comercial que era nada más y
nada menos que su mismo y antiguo amigo Aldrin. Al
acercarse ellos al lugar, vieron al que estaba vendiendo y
era nada más y nada menos que su amigo Aldrin. Éstos,
sorprendidos y maravillados de lo que estaban viendo, le
preguntan:

– ¿Y esto de dónde salió? –.

Aldrin, con un cambio en su aspecto físico y casi


irreconocible por sus amigos; puesto que éste se había
dado un buen baño y con su ropa nueva o nuevo Look les
responde:

–Es que la suerte esta vez está de mi lado y me tocó a mí, y,


sin hacer nada me ha premiado. Yo siempre les he dicho a
ustedes que si tratamos a la vida bien, aunque ella nos
trate mal, ella algún día nos tratará bien y nos dará el pago
por nuestras buenas acciones; así sea que luchemos
sufridamente en esta vida y no alcancemos nada por el
momento, pero al final de cuentas alcanzaremos las cosas
en cualquier momento de esta vida y sin que nosotros nos
demos cuenta.

Laura miraba de pies a cabeza a Aldrin, y, sorprendida del


espectacular cambio dice: –No, yo no creo en la suerte. Lo
que sí te digo es que desde el día que te encontraste a ese
perrito, a Lanudito, las cosas se te están dando. Es como si
tuvieras la lámpara de Aladino pero en forma de perro. Me

37
tendrás que prestar por algunos días a tu perrito –. Le dijo
Laura admirada de lo que estaba viendo.

Aldrin, en señal de felicidad y de agradecimiento por su


negocio y sueños por fin realizados, invita a sus amigos a
comer en su quiosco, y, éstos alegres por lo que sus ojos
habían visto se quedan y aprovechan la invitación que les
había hecho Aldrin.

– ¡Está bien! –. Contestó Laura.


–No solamente los invito a que compartan mi momento de
felicidad, sino que también hagan ustedes parte de mi
negocio y me ayuden a administrarlo. Recuerden que yo les
había dicho que si llegase a tener un negocio, ustedes me
ayudarían a administrarlo, y ahora ésta es la oportunidad –.
Les dijo Aldrin acordándose de lo que les había dicho.
– ¡Claro que sí! Nosotros te ayudaremos –. Contestó Paco,
al ver el sueño de Aldrin hecho realidad de una manera
sorprendente y repentina.

Luego Aldrin, Laura, Paco y Pepe sellan la proposición que


el mismo Aldrin les había hecho, con un delicioso jugo de
tutifruti que había visto preparar Aldrin, después de
muchos años de haberlo visto preparar por el señor
Abundio en su quiosco. Éste que estaba compuesto por
trocitos de piña, mango, melón, manzanas y uvas; era el
postre ideal y preferido de Aldrin y sus amigos. Pero era
tanto la alegría, la felicidad y el festejo que tenían ellos que
se les había olvidado al que había ocasionado o causado
tanta felicidad y dicha del negocio emprendido. Mury se
alejaba inocentemente de los contornos del quiosco

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persiguiendo a un inocente e inofensivo Pacopaco o
saltamontes que había caído del techo del quiosco. Mury
jugueteaba al paso de su amigo insecto, hasta que se alejó
de su amo Aldrin. Pero éste, pendiente al kiosco y a la tanta
satisfacción que lo tenía embargado a él y a sus amigos, no
se percató de que su tierno perrito estaba a punto de
perderse por su descuido emocional que lo tenía distraído.

39
El perrito Mury

Capítulo V.

El extravío de Mury

Mientras que Aldrin y sus amigos seguían festejando


su alegría y felicidad por el negocio que éste había
obtenido. Mury, el perrito lanudito, seguía jugueteando por
los alrededores del kiosco de Aldrin, y, esta vez jugueteaba
con una pequeña caja vacía de cartón que estaba cerca
donde había estado el saltamontes que Lanudito venía
siguiendo, pero éste había dado un gran salto que Lanudo
lo había perdido de vista y luego como para no perder sus
energías tomó la pequeña caja de cartón como otro
pasatiempo para distraerse, pero esto lo estaba haciendo
que se alejara más y más del kiosco y de sus contornos.
Aldrin no se a percibe de la ausencia de su pequeño perrito,
puesto que su felicidad lo tenía bastante embargado. El
kiosco de Aldrin se colma de muchos clientes que venían a
comprar a él, pero Aldrin no se percataba de la ausencia de
su pequeño cachorrito de la suerte. Después, a eso de las
cinco de la tarde, Aldrin comenzó a notar la ausencia de
Mury, y éste no daba señal alguna de su presencia. – «
¿Donde está Suertudo?» Pensó Aldrin buscando por todas
partes a su cachorrito. Luego Aldrin se da cuenta de que

40
Suertudo no estaba por ningún lado del kiosco y éste
desesperado sale del kiosco para buscarlo con diligencia,
pero Mury no daba rastro alguno de su paradero.

–Aldrin, que sucede –. Le dijo Laura al notar la


intranquilidad que demostraba Aldrin.
–No veo a Suertudito por ningún lado –. Le dijo Aldrin un
poco alterado y desesperado.
–Cálmate, el debe estar por aquí cerca. No pudo haberse
ido lejos –.
–Pero entonces donde está que no lo veo –. Replicó Aldrin.

Laura, Pepe y Paco, al ver el desespero y la ansiedad de


Aldrin, salen también del kiosco para ayudarle. –El debe
estar por aquí cerca –. Dijo Pepe.
– ¡Pero en donde! –. Dijo Aldrin un poco molesto por el
desafortunado descuido de él. Luego comienzan a buscarlo,
llamándolo por sus nombres: Lanudo por parte de Laura y
Suertudo por parte de Aldrin.

– ¡Suertudo! ¡Donde estas! –. Gritaba Aldrin.


–Piss, piss, Lanudo, Lanudito, piss, piss, piss… –. Voceaba
Laura junto con Pepe y Paco en busca de Mury.

Una niña que pasaba por el lugar vio al perrito y lo tomó en


sus brazos, y, al no verle marca alguna de posible dueño;
decidió llevárselo a su casa y ver cómo entrar a su casa con
él sin que sus padres se dieran cuenta. Tampoco pudo ver
quiénes eran sus dueños, ya que estaba muy lejos del lugar
de donde Mury se había alejado y perdido.

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– ¡Qué bonito perrito! Debes estar perdido. Pero ¿Quienes
serán tus dueños? –. Dijo la niña al ver llorando a Mury
quejumbrosamente por estar perdido y fuera de sus
contornos, luego toma al perrito y lo mete en su morral de
lana, que siempre lleva al colegio todas las tardes, para
esconderlo así de sus padres y estos a su vez no le vieran al
perrito cuando llegara a su casa. Aunque ella pensaba llegar
a su casa sin que sus padres se dieran cuenta.

Aldrin sigue buscando desesperadamente a Mury pero no


daba con él. Laura, Pepe y Paco lo ayudaron a buscarlo,
pero era inútil. Buscaron por todas partes, pero no daban
con su paradero. Fueron preguntando aquí y allá, pero
nadie daba una repuesta gratificante y positiva del perrito.

–Perdone usted, señora, ¿No ha visto un pequeño perrito


marroncito y lanudito por aquí? –. Preguntó Laura a una
señora alta y morena que pasaba en esos momentos por el
lugar.
–No –. Contestó la señora.
– ¡Qué será de mí sin Suertudito! Debe estar por allí
perdido y sufriendo los estragos de su desafortunada
perdida –.
– ¡Ya no te mortifiques más! Ahoritica aparece. Veras tú.
Debe estar por ahí jugueteando felizmente –. Dijo Laura
– ¡No sé pa’ que me descuidé! Yo tengo la culpa por no
haberle prestado atención mientras festejábamos por el
negocio. Fui un poco egoísta. Si le hubiera prestado
atención, nada de esto hubiera pasado –. Dijo Aldrin un
poco triste y alterado por la pérdida de Mury.

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– ¡Ay Aldrin, deja tu exageración y tu pesimismo ya! Él
aparecerá en algún momento –. Le dijo Laura.

La búsqueda siguió hasta tarde y fue tanto la búsqueda que


no pudieron dar desafortunadamente con el paradero de
Mury, tanto fue la búsqueda que Aldrin y sus amigos
quedaron exhaustos y dejaron la desafortunada búsqueda
de Mury para el otro día. La noche cayó como de
costumbre. Aldrin y sus amigos no pudieron encontrar a
Mury. Aldrin, triste por la pérdida de su querido cachorro,
regresa al kiosco y luego cierra el negocio y se va con sus
amigos a dar una vuelta por el parque para olvidar un poco
el desafortunado descuido del día y descansar así de la
exhausta búsqueda que tuvieron. La noche se hizo muy
intensa y Mury no dio rastro de su paradero. Alicia, la
nueva dueña del perro, lo llevaba a su nuevo hogar en
donde Mury iba a comenzar una nueva pero pequeña
historia con su nueva dueña, aunque no tan pequeña como
la que tuvo con su primer amo Aldrin.

43
El perrito Mury

Capítulo VI.

En la casa de Alicia

Alicia llegó a su casa un poco temerosa de que sus


padres se dieran cuenta o la descubrieran trayendo a
escondidas un nuevo residente, que quizás no les iba
agradar. Alicia entra a su casa en cuclillas para evitar hacer
ruido y no llamar la atención de sus padres que estaban
descuidados, éstos se encontraban sentados a espaldas de
la entrada de la puerta, puesto que el sofá estaba en una
posición estratégica para Alicia; y esto le permitiría entrar
sin que ellos se dieran cuenta de su presencia y de la de
Mury. Sus padres veían en esos momentos un programa de
televisión. Mientras tanto, Mury seguía metido dentro del
morral de lana que Alicia tenía. Mury da un quejido
bastante quejumbroso, ya que se sentía un poco incomodo
por estar dentro del morral. Sus padres no escucharon por
fortuna el quejido que Mury había dado inoportunamente,
ya que el televisor tenía el volumen alto y esto permitió
que no escucharan el desafortunado quejido que pudo
haber delatado a Alicia. Ésta al notar que sus padres no se
habían dado cuenta del quejido que Mury había dado y de
la presencia de ella, agiliza el paso hacia su cuarto para

44
poder esconder a Mury y luego buscarle el escondite
perfecto para su cachorrito, y que sus padres no llegaran a
descubrir a su mascota.

Sus padres no gustaban de mascotas o cualquier clase de


animal alguno en su casa, pero éste reciente que llegó a
escondidas y sin ninguna clase de presentación; se
convertiría en el motivo de sus alegrías y triunfos en la
familia Pérez Olmos. Luego de que Alicia hubo metido, por
fin, en su cuarto a Mury, salió para avisarles a sus padres
que había llegado.

– ¡Hola papi, hola mami! –.


– ¡Hola hija! ¿Cómo te fue en el colegio? –.
– Muy bien mami. El profesor nos puso bastantes tareas –.
–Que bueno, espero que las hagas y las estudies. Por que el
objetivo de las tareas no es hacerlas nada más, sino
también estudiarlas –. Le dijo su padre.

Luego Alicia se dirige a la cocina, abre la nevara y saca un


poco de leche y unas cuantas galletas para dárselas a su
precioso perrito.

– ¿Para dónde vas con esa leche y esas galletas? –. Le dijo


su madre al darse cuenta de lo que estaba llevando.
–Es que tengo hambre –.
–Lleve eso para la nevera, que ahorita vamos a cenar –. Le
dijo su madre.
–Mami, es que tengo hambre –.
–Nada, llévese eso para la nevera –. Replicó su madre.

45
Alicia, sin vacilar, se devuelve a la cocina y toma del
refrigerador varias galletas más y las mete en el bolsillo
interno de su chompa o falda. Alicia para disimular le
pregunta a su madre: –Mami ¿A qué horas va a estar la
comida?
–A las seis y media –.
–Está bien –. Le dijo Alicia.

Luego se dirige a su habitación con las galletas debajo de su


falda. Ésta, al entrar a su habitación, ve a Mury
despedazando una de sus libretas.

– ¡Mury, no! –. Dijo en tono imperativo, pero en voz baja y


quedita para que sus padres no la escucharan.

Alicia toma a Mury y le quita la libreta devastada o que


estaba siendo devastada por el juego inocente y los
inofensivos dientes de Mury que sólo querían jugar y nada
más. Alicia al ver la libreta dice: – ¡Dios santo! De cosa fue
la libreta de borrador, porque donde hubiera sido una de
las libretas en limpio, mi papá me pega –. Dijo Alicia con un
estado más tranquilo y respirando un poco profundo.

Alicia recoge los pedazos de la libreta y lo mete en su


morral, para luego botarlo sin que sus padres se dieran
cuenta.

–Mañana, cuando me vaya para el colegio, saco mil pesos


de la alcancía y compro una nueva libreta de borrador, y,
ésta la boto en la caneca de la basura del colegio –. Dijo
Alicia dirigiéndose a Mury.

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Luego de haber recogido los pedazos de la destrozada
libreta, saca las galletas que había escondido en el bolsillo
interno de su faldita y se las da a Mury. Luego Alicia
enciende su televisor y coloca el canal dos, en esos
momentos estaban presentando al Chavo del ocho. En esos
mismos instantes, Alicia recordó un programa del Chavo en
donde la Chilindrina le colocaba un nombre al perrito de
peluche que su papá le había regalado.

– ¡Ya sé cómo te llamaré! Cómo no sé cuál es tu nombre, ni


sé cuáles son tus dueños, te llamaré Peluchín como el
perrito de peluche de la Chilindrina; aunque tú no seas de
peluche. Pero eres como de peluche por tu preciosa
apariencia peludita –. Le dijo Alicia, alegremente, a su
mascotita.

En esos instantes, su madre la llama: – ¡Alicia! La cena está


servida –.
– ¡Sí mamá, ya voy! –.
– ¡Date prisa que se te va a enfriar! –.

Alicia esconde a Mury en el closet y sale para atender el


llamado que su madre le había hecho.

–Peluchín, aquí estarás bien por el momento, después que


termine de comer veré si te traigo algo para que comas –.
Le dijo Alicia en forma de murmuración en las preciosas
orejitas de Mury.

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Alicia acomoda muy bien al perrito sobre una cobija y luego
cierra la puerta del closet, quedando Mury encerrado
dentro del closet y a oscuras. Luego Alicia sale
inmediatamente de su habitación y se dirige con prisa al
comedor. Su madre y su padre la esperaban para poder dar
inicio a la cena.

–Hija ¿Porqué te demoraste tanto? –. Le dijo su madre.


–Es que estaba haciendo unas tareas –. Mintió.
– ¿Y ese milagro que estás muy estudiosa hoy? –. Le dijo su
padre sorprendido de su actitud, pero que no era así.

Cuando terminan de cenar, se dirige a su cuarto pasando


por alto su deber, pero su madre la detiene. – ¿Para donde
va usted señorita? –.
–Para mi cuarto –.
–Recuerda que debes recoger los platos y los elementos de
la cena, llevarlos a la cocina, al lavaplatos, y lavarlos –. Le
recordó su madre la labor que siempre le tocaba hacer,
después de haber cenado.

La emoción y la alegría de la niña por ir a ver a su pequeño


perrito, le había hecho olvidar por completo su deber
cotidiano. Alicia recoge los elementos de la cena, los platos
de loza, los cubiertos y los vasos, y, luego los lleva de prisa
a la cocina y lo coloca en el lavaplatos. Luego abre la llave,
coge una esponja y la unta con un poco de detergente para
lavar platos y todo tipo elementos de cocina que estaban
sucios.

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Alicia, por su desespero de terminar de lavar la chismera
que le tocaba lavar también todas las noches, deja caer por
su desespero y por la carrera de terminar rápido, un plato
de loza y lo quiebra. En esos momentos iba entrando su
madre a la cocina. Alicia nunca había quebrado un plato
hasta ese momento.

– ¡Alicia! Qué pasa contigo. En este día te he notado un


poco rara. Ya quebraste el primer plato. Nunca habías
quebrado un plato, hasta ahora. ¡Qué pasa contigo! –.

Alicia, un poco nerviosa no sabía que decir. Pero en esos


momentos se le ocurre una idea, pero que dicha idea era
un poco inteligente para su autodefensa, puesto que era
una mentira.

–Es que quiero terminar rápido para hacer la tarea de


sociales y estudiarla, porque mañana tengo un examen –.
Le dijo Alicia mintiendo una vez más.

Su madre la analiza cuidadosamente y luego le dice: –Pero


tú cuando llegaste no nos dijiste nada acerca de un examen
–.
–Es que se me había olvidado, como tenía mucha hambre,
por eso lo olvidé –.
Mintió nuevamente.
–Pero mañana tienes bastante tiempo en la mañana –.
–Sí mamá, pero necesito adelantar algo para mañana, para
no estar después mañana atareada con tantas tareas –.
–Bueno está bien, que sea la primera y última vez que
suceda esto –. Le dijo su madre en forma dudativa y

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misteriosa por el extraño comportamiento que tenía su
hija.
–Está bien mamá, como usted diga –. Dijo Alicia para
disimular tranquilidad y normalidad.

Para Alicia, las mentiras se le estaban convirtiendo en una


estrategia de defensa, pero que al final se le iban a
convertir en un laberinto sin salida o un callejón sin salida,
ya que después no iba a saber cómo salir de ellas. Después
que Alicia recogió los fragmentos del plato roto y lo echó
en la basura, terminó de lavar la chismera y luego se dirigió
a su cuarto, pero no para estudiar el supuesto examen que
Alicia había inventado y sacado de su máquina de
pensamientos y sueños.

La noche ya estaba muy avanzada y todos ya estaban en


sus respectivas habitaciones para descansar del día que ya
estaba para morir y esperar el nacimiento del otro. La
madre de Alicia se mete en la cama donde ya su esposo
estaba empezando a pescar los primeros indicios del sueño,
pero su mujer, ya arropada, interrumpe su trabajo de
dormir con un comentario extra sobre su hija.

– ¡Luís! ¡Luís! –. Llamó su mujer para ver si estaba dormido.


– ¡Qué pasa! –. Contestó su esposo.
– ¿No has notado a la niña muy rara hoy? como si nos
estuviera ocultando algo –. Le dijo su esposa.
–Amor, deben ser imaginaciones tuyas –. Contestó su
esposo.
–No, no son imaginaciones mías. Yo sé que ella nos está
escondiendo algo y lo voy averiguar sin que ella se dé

50
cuenta –. Dijo Alicia apagando la lámpara para poder
conciliar totalmente el sueño.

Alicia, que pasaba en esos momentos por el cuarto de sus


padres, escucha con la orejita pegada a la puerta la corta
conversación que tenían sus padres. Ésta al escuchar lo que
su madre le había dicho a su padre, se da prisa con el vaso
con agua hacia su habitación y luego cierra la puerta muy
cuidadosamente para no llamar la atención de sus padres
en la habitación vecina. Luego Alicia se mete nuevamente
en su confortable cama, bebe un poco de agua y le dice a
Mury: –Mañana veré como hago para buscarte un lugar
seguro en donde mi madre no te descubra –. Alicia toma
nuevamente el vaso que estaba en su pequeña mesa de
noche, derrama un poco en su mano y le da a su pequeño
perrito. –Hoy no te pude dar nada de comer de la cocina,
pero mañana si te daré de comer cuando mis padres salgan
de compra –.

Eran las once y media de la noche y la luna totalmente


redonda y muy reluciente. Ésta se veía por la ventana de la
habitación de Alicia. Alicia, en su habitación, jugueteaba
con Mury alegremente sin hacer el menor ruido posible
para no llamar la atención de sus padres. Mury, mordía
vorazmente la cobija con la cual Alicia estaba arropada y
ésta le jalaba la cobija como si estuviera probando su
fuerza y capacidad de resistencia que éste apenas podía
tener en su pequeña mandíbula canina. Luego Alicia y
Mury, después de tanto juguetear, se quedaron dormidos
hasta el día siguiente.

51
El perrito Mury

Capítulo VII.

En el sueño de Alicia

Alicia despertaba pero no a su realidad, sino en un


sueño. Ésta soñaba que estaba en un país, pero en un país
que era diferente a los demás. Era el país de los perros.
Alicia, sorprendida en el sueño, camina para ver si veía o
encontraba a alguna persona, pero no encontró a ningún
ser humano; únicamente estaba ella. Luego de tanto
buscar, se le acerca a un perro que tenía un esmoquin, un
sombrero y un bastón. Éste estaba en dos patas. Alicia al
ver esto, queda extrañada y bastante sorprendida.

–Perdones usted señor perro ¿Y dónde está la gente? –.


Preguntó Alicia.
– ¿De qué gente me habla usted, señorinna? –.
–De los seres humanos –.
–Aquí nunca ha habido, ¡Jamás!, un ser humano. Excepto
usted, mi querida señorinna. Además, porque éste es el
país de los perros –.
– ¿El país de los perros? ¿Y cómo es eso? –. Preguntó una
vez más sorprendida Alicia.

52
–Sí señorinna, éste es el país de los perros en el cual usted
se encuentra –. Afirmó el honorable y distinguido perro
caballero con un elegante refinamiento para hablar, he
intentando pronunciar la palabra “Señorita” con mucha
elegancia y finura.

Alicia, sorprendida, al ver que todos: tanto perros y perras,


estaban vestidos como personas comunes y corrientes,
miraba extasiada por lo que estaban sus ojos
contemplando. Algunos perros fumaban como lo hacen las
personas humanas normales, otros bebían, otros
manejaban, otros eran policías, otros trabajaban y así. Un
perro de raza buldócer, vestido de verde, arrestaba a un
perro ladrón que se había robado la cartera de una
distinguida señora perra.

Por lo que veo, ese perro vestido de verde es un policía –.


Le dijo Alicia al distinguido señor perro que estaba junto
con Alicia.

–Sí, mi querida señorinna. Ese perro representa el orden y


la autoridad aquí en nuestro país –. Afirmó el señor perro.

En esos momentos, se escuchaba la sirena de un carro de


bomberos que pasaba a dos metros en donde se
encontraban el distinguido perro y Alicia.

–Ahí viene el bomberoperro –. Dijo Kassio, el distinguido


señor perro que hablaba con Alicia.
– ¿Cómo le dijo usted a eso? –. Le preguntó Alicia otra vez
extrañada de lo que había dicho el distinguido perro.

53
–Dije que ahí viene el “PERROBOMBERO o
BOMBEROPERRO”. Así le llamamos aquí en nuestro país.
No sé cómo le llaman ustedes en su mundo –.
–Nosotros le llamamos bombero solamente –. Dijo Alicia
encogiéndose de hombros.
–Vamos, la invito al perrorestaurante –.
–Óigame, pero si no nos conocemos, cómo puedo aceptarle
a usted una invitación –. Le dijo Alicia.
–Bueno, si ese es el problema por el cual no puede aceptar
mi invitación, me presento a usted señorinna. Mi nombre
es Kassio y a sus ordenes mi querida señorinna. ¿Cuál es su
nombre? –. Preguntó el caballero perro quitándose su
sombrero y pronunciando con finura la palabra señorita.
–Mi nombre es Alicia Pérez Olmos –.
–Bueno, así está mejor ahora ¿No? Ya nos conocemos.
Ahora sí puede aceptar mi invitación al restaurante, mi
querida señorinna –.
–Bueno, está bien señor Kassio –. Contestó Alicia.

Alicia y el señor perro se dirigieron a un restaurante que


estaba cerca del barrio y cuando entraron, un perro mesero
los atendió de inmediato.

– ¿A la orden? ¿En qué mesa quieren ustedes ordenar? –.


–En la mesa setecientos setenta y siete –. Dijo Kassio
colocando su bastón, su saco y su sombrero en un gancho
aparador que había a la entrada del restaurante.

Alicia, al ver el inmenso restaurante pensó: –«Con razón el


mesero perro nos preguntó en qué mesa queríamos
ordenar, es tan inmenso que hasta podría caber un estadio

54
de fútbol o mejor dicho dos estadios de fútbol» –. En esos
momentos Kassio la interrumpe.
– ¿En qué piensa, mi querida señorinna? –.
–No en nada, gracias por preguntar –.

Luego, Kassio y Alicia toman su lugar. El meseroperro le


entrega a cada uno la perrocarta en donde está el
menúperro. Alicia le hace una pregunta al señor Kassio por
curiosidad.

–Oiga ¿Aquí a todo le llaman por la palabra perro? Porque


veo y escucho que todo o casi todo, sino termina en PERRO
comienza por PERRO. Es decir, que la palabra PERRO sino la
utilizan como sufijo la convierten en prefijo. Explíqueme
este asunto tan raro –.
–Sí, porque éste es el país de los perros como se lo dije
anteriormente –.
–Y eso qué tiene que ver. Pueden llamar las cosas
normalmente sin el calificativo PERRO. Como si fuera un
país normal, como el de nosotros los seres humanos –.
–No, mí querida señorinna. Perderíamos mucho prestigio y
nuestra identidad como perros y además es una ley y una
norma aquí en nuestro país –.
–Bueno, está bien, si es así. Ahora me imagino cómo le
llamarán al perro caliente aquí –. Dijo Alicia en tono de
broma, pero Kassio le responde inmediatamente.
–Aquí le llamamos el gato caliente –.
– ¿Cómo así? ¿No me acabó de decir que éste es el país de
los perros y que todos lo llaman por su nombre? –.
–Sí, pero a ese alimento le llamamos aquí “EL GATO
CALIENTE” para así recordar a nuestros enemigos naturales

55
y más cercanos. Ellos llaman a ese alimento en su país el
perro caliente, para así recordarnos también a nosotros
como sus enemigos naturales –.

Luego, Alicia pidió una gatohamburguesa y su


acompañante solamente pidió un perroté – (Un té) –. Para
Alicia todo le causaba extrañeza, mucha curiosidad y mucha
gracia. Alicia tenía que hacer preguntas para saber el
significado de tal rareza y de tal y tal cosa o de tal y tal
palabra, para así salir de sus dudas. Luego que terminaron,
Alicia de comer su gatohamburguesa y Kassio de beber su
perroté, el perromesero les da la cuenta.
–Señores, su cuenta –.
–Gracias, joven perro –. Kassio, el distinguido perro le da la
cuenta a Alicia y esta responde: – ¿Yo voy a pagar la
cuenta? Si no tengo un peso –.
–No se preocupe señorinna, yo la voy a pagar. Es solamente
para que vea la cuenta. Por la gatohamburguesa que usted
se comió son cinco mil perrotes –. Dijo el perro sacando la
cartera del bolsillo trasero del pantalón el dinero para
pagar lo que se había comido Alicia. Sin contar el Perroté
que se había tomado Kassio, porque éste era gratis en el
restaurante. –Aquí tiene joven, ocho mil perrotes. Los tres
mil perrotes de más son su propina –.
– ¡Gracias señor Kassio! –. Respondió alegremente el
perromesero que los atendió.
–De nada mi querido perromesero –.

Después que Kassio pagó la cuenta, salen del restaurante


después de haber tomado Kassio los elementos que había
colgado en el aparador. Un perrovendedor de

56
perrosperiódicos iba en perrobicicleta vendiendo los
últimos periódicos que le quedaban y éste gritaba: –
¡Atención, atención! Se agudiza las relaciones
internacionales entre perros y gatos. ¡Atención, atención! –
.

El distinguido perro, Kassio, hace una señal con su mano


derecha, llamando al perrovendedor de periódicos. Éste
atiende de inmediato el llamado y la señal.

–Buenos días señor Kassio, aquí tiene su perroperiódico –.


–Gracias Pery –.

Luego Kassio abre el perroperiódico y busca el artículo que


habla de la crisis que vivían los dos países: el país gatuno y
el país perruno. El artículo decía:

“Los presidentes de los países, gatuno y perruno, no


llegaron a ningún acuerdo diplomático; que decidieron
llevar sus diferencias a la estancia de la guerra militar.
Posiblemente la guerra estalle en cualquier momento. Se
teme a una posible invasión por parte de los gatos.”

“El presidente del país perruno se manifestará mañana por


televisión, por todos los canales, para anunciar una
convocatoria militar a todos los reservistas; ya sean de
primera o segunda línea al reclutamiento obligatorio para
luchar por su patria.”

Luego Alicia, después de haber escuchado la noticia del


anunciador, y después de haber visto la expresión negativa

57
y preocupante en el rostro de Kassio, le pregunta: – ¿Qué
sucede señor Kassio? –. Éste le responde a Alicia
mostrándole el artículo que anunciaba la crisis de los dos
países: Perruno y gatuno. Alicia lee cuidadosamente los dos
fragmentos de los artículos periodísticos en voz alta.

“Los presidentes de los países, gatuno y perruno, no


llegaron a ningún acuerdo diplomático; que decidieron
llevar sus diferencias a la estancia de la guerra militar.
Posiblemente la guerra estalle en cualquier momento. Se
teme a una posible invasión por parte de los gatos.”

“El presidente del país perruno se manifestará mañana por


televisión, por todos los canales, para anunciar una
convocatoria militar a todos los reservistas; ya sean de
primera o segunda línea al reclutamiento obligatorio para
luchar por su patria.”

Luego Alicia de haber leído los artículos, le hace un


comentario al señor Kassio.

–Esto es grave ¿Y cuál es la causa del conflicto por la cual


no llegaron a ningún acuerdo? –.
–El país ratuno –. Contestó Kassio.
– ¿Y por qué pelean ese país? –.
–Porque los gatos quieren anexarse el país para ellos –.
– Por lo que veo ¿Ustedes quieren anexarse ese país
también? Porque me lo imagino –.
– ¡Por supuesto que no! Nosotros somos aliados de los
ratones –.

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–Entonces ¿Por qué no dejan que los gatos lo anexen a su
país? Quizás ellos sean los nuevos aliados y les den
protección.
– ¿Protección? Alicia ¿Es que no lo has entendido? Ellos son
gatos, y ellos no buscan la prosperidad y el bienestar del
país de los ratones. Ellos quieren exterminarlos como si
fueran bocadillos. ¿Ahora sí te distes cuenta de la magnitud
del problema y por dónde viene el conflicto?
–Ah, ya entendí –.
–Todo conflicto tiene un trasfondo muy oscuro, en la cual
juegan muchos intereses personales y privados –. Le dijo el
distinguido perro a Alicia para cerrar la conversación.

Al día siguiente, pero del sueño de Alicia, aparece la imagen


del presidente del país perro y éste se manifiesta de la
siguiente manera:

–Compatriotas, paisanos y camaradas del país perruno. Me


dirijo a ustedes desde éstos medios de comunicación para
hacer un llamado y una convocatoria obligatoria a todos
aquellos reservistas de segunda y primera clase a tomar las
armas en defensa de nuestro país perruno y también en
defensa de nuestros aliados: El país ratuno –.

El presidente estaba seguro y decidido a defender sus


intereses a capa y espada. Y desde el estrado, con mirada
fija a las cámaras, tomaba las cinco hojas de papel que
contenían el informe y lo que iba a expresar en público a
los televidentes y a la nación perruna, éste organizaba
metódicamente las cinco hojas sin ni siquiera mirarlas. Éste
continuaba diciendo: –Nuestros aliados necesitan el apoyo

59
que les brindemos para que los gatos no los tomen por
sorpresa y los invadan –.

El presidente seguía organizando sus papeles mientras


hablaba a las cámaras que estaban transmitiendo la señal
hasta todos los rincones del país perruno y que dicha señal
también llagaba hasta el país ratuno, para que ese país se
enterara también de la decisión del presidente perruno.
Mientras tanto, todos los habitantes del pueblo perruno, el
que tenía televisión, estaban atentos en esos momentos a
lo que decía su presidente perro. Éste estaba vestido de un
smoking gris y corbata plateada. El presidente, que con
mirada desafiante seguía diciendo: –No vamos a permitir
que los gatos nos asedien y nos invadan; debemos estar
listos para cualquier posible ataque sorpresivo de los gatos
–. Culmina el presidente colocando en orden los
documentos que tenía en sus manos y que no dejaba de
organizar de manera repetida mientras estaba hablando, ya
que el presidente estaba bastante molesto por la situación
de ambos países, dejando ver su parcial enojo de los
hechos conflictivos. Lugo, para finalizar termina diciendo: –
Compatriotas, paisanos y camaradas. Espero que cumplan
esta convocatoria y podamos todos unidos sacar a nuestro
país y el de los ratones adelante, muchas gracias y que
pasen un resto de día agradable –. Luego éste sale del aire
como por arte de magia.

Todos los habitantes del país, comenzaron a dialogar y


hablar del asunto y del tema que tenía a todos los
habitantes preocupados por la situación desatada por el
país de los gatos, que no quisieron llegar a ningún acuerdo

60
diplomático. Alicia, que no tenía velas en ese entierro,
estaba también preocupada por el conflicto que estaba a
punto de estallar o de desatarse entre los tres países:
Gatuno, Perruno y Ratuno, tres enemigos por naturaleza.

– ¿Qué podemos hacer para que éste conflicto no suceda?


–. Le preguntó Alicia a Kassio y éste como respuesta,
solamente se encoge de hombros sin saber qué hacer,
luego dice: –Sólo nos queda esperar para ver qué pasa –.

En esos momentos Alicia escucha su nombre y era que su


madre la llamaba, puesto que eran las siete de la mañana.

61
El perrito Mury

Capítulo VIII.

La idea de Alicia

– ¡Alicia, Alicia! Levántate que son las siete de la mañana –.

Alicia se despertó al escuchar que su madre golpeaba la


puerta de su cuarto. Ésta no pudo saber cuál iba a ser el
final o el desenlace de su sueño. Alicia al despertar dice: –
Por fin despierto, yo pensaba que no iba a despertar. Que
sueño tan raro tuve. Mejor así porque no quería saber en
qué iba a terminar o iba a parar ese bendito conflicto bélico
entre esos dos o tres extraños países. Todo en esta vida se
quiere arreglar a los golpes y no buscan buenas maneras
para resolver las diferencias o indiferencias. Para eso existe
el dialogo, una buena manera de ver las cosas y darles
solución sin tanta pelea y riñas que no llegan a nada bueno,
lo único que dejan esos conflictos es sangre, heridos,
muertos, problemas sicológicos, problemas económicos,
pobrezas, hambres, enfermedades, etc –. Decía Alicia
meditando acerca del sueño y comparándolos con los
problemas de la vida real y de la actualidad.

Su madre vuelve a llamar a su hija y ésta responde: – ¡Sí


madre ya voy! –.

62
Alicia toma a Mury y lo esconde en su armario, mientras
ésta sale a darse un baño mañanero.

–Ahora vengo, Peluchín, voy a bañarme y luego a


desayunar, después que termine de desayunar y de lavar
los elementos del desayuno te traigo algo de comer –. Le
dijo Alicia dándole un pequeño besito en su tierna cabecita
lanudita.

Alicia, luego de haberse bañado, se viste con rapidez y se


dirige a la mesa donde estaba servido su desayuno, ésta
toma su lugar en la mesa y después su padre hace una
pequeña oración dando gracias por el día y por los
alimentos del desayuno.

–Amado Dios, te damos muchas gracias por éste día que


comienza y por éstos alimentos que vamos a tomar. Ayuda
aquellos que no tienen con qué comer y provéeles el pan
nuestro de cada día. ¡Amén! –.

Luego de haber hecho ésta oración, el señor Marcos


enciende la radio que estaba sobre la mesa donde estaban
desayunando para escuchar las noticias mañaneras. En esos
momentos estaban presentando una propaganda
publicitaria acerca de un concurso de perros que iba haber
en la ciudad.

–“¿Quiere ser el ganador de trescientos millones de pesos?


Inscriba a su perro para el gran concurso nacional de

63
caninos que será el treinta de noviembre. ¡Cupos
limitados!” –.

Alicia escuchó la propaganda y enseguida tuvo la idea de


inscribir a Mury en ese concurso sin que sus padres se
dieran cuenta del asunto y no la regañaran por encubrirles
algo que le estaba vedado por sus padres y que era parte
de la reglamentación de la casa.

–«Tengo que buscar la manera de participar en ese


concurso, pero cómo. Hoy estamos a primero de
septiembre. Tengo exactamente dos meses y veintinueve
días para pensar y encontrar la forma de inscribir a Peluchín
y poder concursar y ganar ese premio»–. Pensaba para sus
adentros, Alicia, mientras bebía un poco de café con leche y
se comía su sabroso buñuelo de queso.

Su madre, analizando con un poco de malicia disimulada a


su hija de siete años, le pregunta: –Hija ¿En qué piensas? –.
–En nada, mami –. Mintió desviando su mirada y su
atención hacia el canastillo donde estaban los seis buñuelos
restantes. –Madre, me haces el favor y me das dos
buñuelos más –. Su madre, con mirada maliciosa y
dudativa, le da los dos buñuelos.

Su padre, después de haber terminado de desayunar, toma


el periódico y lo comienza a leer. Su padre leía la sección
deportiva.
–Marcos, eso es malo leer después de haber desayunado –.
Le dijo su mujer.

64
– ¡Ay! Alicia tú si eres supersticiosa. Cuantas veces no he
leído el periódico después de haber desayunado y hasta a
hora no me ha pasado nada –.
–Pero por lo menos repósate un buen rato y después lees –
.

Su esposo deja el periódico para complacer a su esposa. –


¡Ay! Está bien, como tú digas –. Dijo colocando el periódico
en un sofá. En esos momentos en que su padre colocaba el
periódico en el sofá, se escucha unos quejidos de perro que
provenían del cuarto de Alicia. – ¿Escuchaste eso amor? –.
Preguntó Marcos a su mujer.
– ¿Escuché qué cosa? –. Devolvió su esposa la pregunta a
su esposo.

Alicia, después de haber escuchado también los quejidos de


Mury en su cuarto, se levantó de inmediato de la mesa y se
dirigió a su cuarto pasando por alto una vez más sus
labores domesticas diarias.

– ¡Alicia! ¿Para dónde vas? –.


–Voy para mi cuarto –.
– ¿Y los chismes qué? ¿Que ellos se vayan solos para la
cocina? –. Le dijo su madre.

Alicia le tocaba, por regla, lavar siempre los elementos


después de haber desayunado, almorzado o comido; ya
que era el programa y una de las reglas de la casa que ésta
debía cumplir como parte de su labor cotidiana. Alicia
también conocía la prohibición de traer animales a la casa,
y ésta sabía que si violaba esa regla iba a ser severamente

65
castigada, ya que tenía un perro en la casa y que estaba
escondido. Mury, hambriento y desesperado por salir del
armario, daba quejidos y ladridos de fastidio.

–Sí madre, ahora los llevo para la cocina. Es que se me


olvidó apagar el televisor –. Mintió para disimular y hacerle
ver a sus padres, que el ruido proveniente de su cuarto era
porque había dejado encendido su televisor.
–Pues, apúrate –. Le dijo su madre.

– ¿En verdad no escuchaste un ruido? Pareciera que era un


quejido como de perro –. Le dijo el señor Marcos a su
esposa.
–No, yo no escuché nada. Tuvo que haber sido la televisión
que Alicia dejó encendida –. Le dijo su esposa.

Alicia sube de rapidez y cuando entra a su habitación,


escucha a Mury en el interior del armario quejándose y
arañando con sus patas la puerta del armario.

–Ya mi peluchín, ya vine ¿Tienes hambrecita verdad? Ahora


te traigo algo de comer, pero tienes que esperar que mis
padres salgan para poder darte algo de comer –. Le dijo
Alicia en voz quedita, luego de haberlo tomado en las
manos y acariciarlo.

Alicia coloca a Mury en el suelo y lo deja libre en el cuarto


para que pueda moverse con más libertad y pueda
juguetear por todo el cuarto sin hacer quejidos que la
pudieran delatar, mientras que Alicia se ocupa de los
quehaceres de la cocina. Pero esta por seguridad revisó que

66
no hubiera nada de sus útiles escolares por ahí rondando
que pudiera destruidos por los voraces dientes del perrito.
Alicia sale cuidadosamente de su habitación cerrando tras
de sí la puerta para evitar que Mury saliera y lo
descubrieran sus padres. Luego baja las escaleras y llega
hasta la cocina en donde estaba su padre bebiendo un vaso
con agua. Alicia toma una esponja y la empapa de crema de
jabón fab y comienza a lavar y a enjuagar todos los chimes
del desayuno. Luego los seca muy cuidadosamente para
evitar quebrar alguno y los acomoda en sus respectivos
lugares donde van puestos. Alicia, la madre, bajaba
también de su habitación y ésta vestida de rosado, tomaba
la cartera que estaba en el sofá azul oscuro. La cartera
hacía juego con su vestido rosa. Mientras que su esposo
llevaba pantalones negros, zapatos negros bien lustrados y
brillantes, una correa de cuero negra con hebilla plateada,
camisa de manga corta azul que no se había abrochado
totalmente, dejando sin abrochar el botón del cuello por
cuestión del calor.

–Marcos, vámonos que se nos hace tarde –. Le dijo ella a


su esposo y luego se despiden de su hija. –Hasta luego hija.
Te portas bien –. Le dijo su madre dándole un beso.
– ¡Sí! Mamá –.
–Chao hija –. Le dijo su padre haciendo lo mismo.
–Chao papá. Que les vaya bien –.

Luego salen, y, Alicia espera que sus padres tomen el bus


que pasaba por el frente de su casa. Cuando sus padres ya
se habían ido, Alicia cierra la puerta y de inmediato sale
corriendo a su cuarto donde Mury estaba escondido. Éste

67
dormía sobre una sabana que había halado de la cama de
Alicia.

Cuando Alicia entra a su cuarto, ve a su Peluchincito echado


sobre la cobija de su cama durmiendo tranquilamente.

–Ahora sí, Peluchín. Ya te puedo dar de comer, porque ya


mis padres no están en casa y no hay peligro que me
descubran dándote de comer –.

Alicia toma a Mury y lo lleva a la cocina. Allí le da de comer


y éste, hambriento, lamía la leche con desesperación como
si nunca hubiera comido. Luego, Alicia le da dos ruedas de
jamón y éste se los Débora en cuestión de segundos.

– ¡Sí que tenías hambre! –. Dijo sorprendida del pequeño


pero simpático perrito –. Ahora debo pensar en sacarte de
aquí y llevarte a un buen lugar en donde mis padres no te
descubran aquí, porque si te encuentran aquí en casa me
matan –. De pronto Alicia pensó: –« ¡Ah! Ya sé. Te llevaré a
casa de la señora Miriam, ella si cuidará de ti. A ella sí le
gustan los animales, por lo tanto, ella cuidará de ti mientras
pienso en la idea de inscribirte en aquel concurso. Porque si
ganamos ese concurso, te podrás quedar para siempre con
nosotros, por el premio que ganemos en ese concurso y así
de esa manera te podrás quedar aquí en casa con nosotros
–.»

Alicia toma a Mury y lo lleva a la casa de la señora Miriam


que estaba al frente de la suya. Ésta atraviesa la
descongestionada calle, luego al llegar toca la puerta. Una

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señora de tez muy blanca se asoma a la ventana que tenía
un hojal abierto.

– ¡Hola Alicia! ¿Cómo estás? –.


– Muy bien señora Miriam –.
–Haber cuéntame ¿Qué te trae por aquí? Mi niña –.
–Señora Miriam, es que vengo a pedirle un gran favor –.
–Bueno, haber, dime ¿En qué puedo ayudarte? –.
–Es para ver si usted me puede cuidar por un tiempo a este
perrito –.
–Sí, como no hija ¿Cómo se llama tu perrito? –.
–Peluchín –.
–Que simpático nombre ¿Tus padres saben que tú tienes
un perrito? –.
–No, por eso se lo traigo. Porque donde ellos lo sepan no
me lo dejaran tener –
– ¿Y cómo piensas tenerlo oculto? Toda la vida no lo vas a
tener escondido. Algún día tus padres lo van a descubrir o
se van a dar cuenta de él –.
–No se preocupe señora Miriam, yo me las arreglaré para
poderlo tener siempre con migo –.
–Bueno, voy a darle algo de comer –.
–No, señora Miriam no se preocupe por eso. Ya el comió –.
–Bueno, lo llevaré al patio para que juegue y se refresque
un poco –.
–Está bien señora Miriam, yo me voy antes que vengan mis
padres y me encuentren en la calle. No les cuente a ellos
sobre esto, señora Miriam. Por favor –. Le dijo Alicia en
forma de suplica.
–Está bien hija, no te preocupes. Vete tranquila que yo me
encargo de tu precioso perrito. Te lo cuidaré muy bien –.

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–Bueno señora Miriam, muchas gracias –.

Alicia tenía que buscar la manera y la ocasión de quedarse


con Mury y no mantenerlo siempre a escondidas de sus
padres, y ese momento podía ser si ganaba el concurso que
estaba programado y que se efectuaría dentro de dos
meses y veintinueve días. Alicia regresa a la casa contenta,
sabiendo de que su mascotita estaba en buenas manos y
que no iba a correr el riesgo de perderlo por la poca
consideración de sus padres y su estricta reglamentación
impuesta por ellos.

– ¿Dónde estarán mi mamá y mi papá que no llegan? –. Se


decía Alicia, al ver que ya llegaba la hora para irse al
colegio, y éstos no llegaban. Alicia mira por la ventana para
ver si había señal de que venían sus padres, y precisamente
en esos momentos sus padres se bajaban de un taxi. Alicia
sin demora abre de inmediato la puerta.

–Papi, mami ¿Dónde estaban? Casi se me hace tarde para


irme al colegio –.
– ¿Ya comiste algo? –. Preguntó su madre.
–No, nada. Como vi que no llegaban, no me dio tiempo de
prepararme algo –.
–Bueno, comete éstas empanadas y éste jugo –. Le dijo su
madre abriendo la bolsa donde traían la compra de la
semana o el mercado de la semana. Alicia se come las
empanadas y el jugo. Luego espera la buseta del colegio
que siempre pasa a recogerla.
–Mami, papi me voy –. Les dijo Alicia al ver la buseta del
colegio. Luego ésta se sube a la buseta y se va.

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La madre de Alicia aprovechó que se había ido para
confirmar sus sospechas acerca de su hija y de lo que
posiblemente estaba escondiendo. Ésta entra al cuarto de
Alicia para ver que encontraba, pero no encontró nada
sospechoso; solamente un pedazo de hoja de papel de su
libreta de borrador que Mury había destrozado con sus
voraces dientes caninos, pero que no le llamó mucho la
atención a su desconfiada madre. Ésta se agacha para ver si
había algo más debajo de la cama, pero sólo estaba ese
pedazo de papel que Alicia, su hija, por descuido no había
recogido.

Alicia, luego de ocupar su lugar o su puesto en la buseta,


pensaba en su perrito. « ¿Cómo estará mi Peluchín? ¿Qué
estará haciendo en la casa de la señora Miriam? ¿Se estará
portando bien?» –.

Sonia, su compañera de puesto o de asiento en esos


momentos en la buseta le interrumpe su meditación.
–Alicia ¿Qué tienes que estás tan pensativa? Desde que te
subiste al bus no has dicho nada –.
–Es que estaba pensando en alguien muy especial –.
– ¡Ah sí! ¿En quién? ¡Ah ya sé! en tu novio, no me digas que
ya tienes novio. Dime quién es para conocerlo –. Le dijo
Sonia en una actitud muy ociosa.
–No, nada de eso. Yo todavía no tengo novio ni nada de
eso, ni mucho menos estamos en edad de tener novios
aún. Además, Sólo estaba pensando en mi mascotita –. Le
dijo Alicia para quitársela de encima a la muy ociosa niña,
pero esta insistía en seguir molestando y preguntando.

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– ¿Tú tienes una mascotita? Pero si tus padres no gustan de
animales ¿En dónde vas a tener tú una mascotita? –.
–Es que no lo tengo en mi casa. Una buena vecina y amiga
me lo está cuidando –.
– ¿Cómo es tu mascota? –.
–Es un hermoso y bello perrito. Se llama Peluchín–.
– ¡Ja, ja, ja, ja, ja! ¿Peluchín? Que nombre tan cursi ¿En
dónde lo sacaste? –. Le dijo Sonia con una antipatía, típico
de una niña de la alta sociedad y mal criada.

Alicia para no seguirle la corriente y la conversación no


responde nada, y tampoco le importó la respuesta
antipática de su amiga y ésta siguió pensando como si nada
hubiera pasado. –« ¿Qué haré para poder inscribir a
Peluchín en ese concurso sin que mis padres se den cuenta
del asunto y me castiguen? ¡Ah ya sé! Le diré del concurso a
la señora Miriam. Así ella, Peluchín y yo podremos ir y
participar en el concurso sin que mis padres se enteren.
Pero falta que la señora Miriam quiera ir con migo al
concurso y no me saque cualquier excusa» –. Pensó Alicia
con el dedo índice de su mano derecha en sus labios y
haciendo un movimiento de cabeza, afirmando lo que
estaba pensando; dando el visto bueno a lo que ésta
meditaba en secreto y estaba planeando hacer.

La idea parecía buena. Sólo faltaba que la señora Miriam, la


que en esos momentos estaba cuidando a Peluchín,
aceptara la propuesta que Alicia estaba preparando. Alicia
siguió pensando y meditando en su idea, sin prestar
atención y oído a las preguntas que su amiga Sonia le hacía
para molestarla.

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Alicia era una niña muy ingenua, ya que no sabía que en el
concurso participarían toda clase de canes que estaban
bien amaestrados y entrenados para poder concursar y
llevarse el premio mayor. Mury era apenas un cachorro que
estaba comenzando a crecer y que a la vez no iba a dar la
talla en ese concurso por ser apenas un joven cachorro, aún
sin experiencia de la vida canina. Pero que sí daría una
grata sorpresa a sus expertos rivales caninos, porque Mury
sí se ganaría un premio por ser el cachorro más tierno y
especial de todo el concurso. Con ese premio especial,
Mury obtendría el tiquete de entrada en la casa de Alicia,
ya que sus padres se sentirían por primera vez satisfechos
de tener en su casa a un verdadero campeón canino, y no
solamente eso. Sino que también, por primera vez se
rompería la regla de prohibición que sus padres le habían
impuesto a Alicia su hija.

73
El perrito Mury

Capítulo IX.

La tristeza de Aldrin

Aldrin, desde su kiosco, seguía triste por la


desaparición de Lanudo. Laura, su amiga, pudo notar en su
amigo la profunda tristeza que le embargaba y ésta le dice:
–Ya deja esa tristeza, algún día aparecerá o tendrás otro
perrito igual a ese–.

En esos momentos llegaba al nuevo kiosco la señora


Miriam. Parecía que el destino los estaba presentando
como cosa rara de la vida. Pero no era el momento del
hallazgo de Mury, aunque éste sucedería a los diez días del
desafortunado descuido de Aldrin.

–Hola, Aldrin ¿Cómo estás? –. Le dijo la señora Miriam que


lo conocía de hace tiempo cuando Aldrin había llegado a la
vecindad o barrio recolectando cartones y latas vacías para
vender, antes de tener el negocio de embolador y por
último el negocio del kiosco.
–Bueno señora Miriam, será bien –. Dijo Aldrin con un tono
bastante desalentador y desanimado.

74
– ¿Y eso? ¿Por qué esa expresión bastante triste? ¿Acaso
sucede algo malo? –
–Vea señora Miriam, lo que pasa es que…–.
–Ay señora Miriam, no pasa nada. Es que Aldrin es un poco
pesimista y exagerado –. Interrumpió Laura la conversación
que iba a tener Aldrin con la señora Miriam y que iba a
permitir el hallazgo de Lanudo, pero que no fue así.
–Haber señora Miriam ¿En qué podemos servirle? –. Le dijo
Laura para dar por terminado el asunto que quedó
inconcluso.
–Bueno, necesito dos melones, una libra de azúcar, una
docena de huevos, una libra de uvas y dos litros de leche –.
–En seguida le despacho, señora Miriam –. Le dijo Laura
abriendo el refrigerador y sacando los dos litros de leche.
–A propósito ¿Cómo fue que montaron tan rápido este
kiosco? –. Indagó la señora Miriam.
–Bueno señora Miriam, fue cuestión de suerte. Gracias a un
anillo de oro que me encontré en el viejo callejón del sur.
Aunque yo no sabía qué clase de anillo era, lo llevé a una
compraventa y se lo mostré a un viejo amigo que trabaja en
la compraventa y él me dijo que era de oro y que su valor o
costo era de tres millones de pesos, pero mi amigo Chepe
me dio por él dos millones quinientos; y así pude montar
este kiosco que usted está viendo ahora –. Explicó Aldrin en
una forma breve y corta.
–Eso sí es tener una suerte de perro –. Dijo la señora
Miriam, haciéndole recordar nuevamente a su tierno
perrito extraviado.
–Por eso, señora Miriam, fue que me lo encontré, por un
perro –. Le respondió Aldrin al traer a colación el asunto del
perro.

75
– ¿Cómo así que por un perro? –. Preguntó sorprendida la
señora.
–Sí, es que yo antes de encontrarme el anillo, me había
encontrado primero un perrito muy simpático que se me
ha per…–.
–Aquí tiene los huevos, la libra de azúcar, los dos melones y
la libra de uvas. ¿Necesita algo más señora Miriam? –.
Interrumpió nuevamente Laura, entregándole las cosas que
había pedido y que faltaba por despachar.
–Bueno Aldrin, después me cuentas lo del perro –. Le dijo la
señora tomando las cosas y marchándose a su casa,
olvidando pagar la compra.
–Tú no dejas hablar a uno –. Le dijo Aldrin un poco molesto
por las constantes e imprudentes interrupciones de Laura.
– ¡Qué nada! Si sigues así y pensando en ese perro, vas a
terminar perdiendo en verdad este negocio por tu descuido
sentimental –.

Paco y Pepe regresaban del mercado trayendo las cosas


que necesitaban para poder terminar el kiosco que estaba
sin pintar.

–Aquí están, tres galones de pinturas y las brochas.


Solamente nos falta la escalera –. Dijo Pepe, colocando los
materiales en el mostrador.

Laura toma los materiales: La pintura roja, la marrón y la


blanca con las brochas y las coloca en un rincón del kiosco.

– ¿Ahora quién nos prestará una escalera? –. Preguntó


luego Paco.

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–Porqué no van donde la señora Miriam, que estuvo aquí y
le dicen si nos puede hacer el favor de prestarnos una
escalera. Ella tiene una –. Les dijo Laura.
–Bueno está bien –. Contestó Paco.

Paco y Pepe salen en busca de la escalera, pero en esos


momentos, Laura recuerda que la señora Miriam no había
pagado la compra, y ésta sale de inmediato del kiosco para
darles voces a sus amigos y llamarlos.

– ¡Anda! A la señora Miriam se le olvidó pagar la compra –.


Dijo Laura al darse cuenta de su desafortunado descuido y
olvido. – ¡Ya vistes lo que ocasionas, Aldrin, por tu
necedad! –. Replicó Laura.

Pepe y Paco llevaban ya una larga trayectoria cuando


escuchan tras de ellos la voz de Laura llamándolos. Éstos
por fortuna alcanzan a escuchar y se devuelven.

– ¡Ajá! ¿Qué pasó? ¿Para qué nos hiciste devolver? –. Le


dijo Paco.
–Me pueden hacer el favor y le dicen a la señora Miriam,
que se le olvidó pagar la compra. Que son seis mil pesos –.
– ¡Ajá! ¿Y ese olvido qué fue? –. Preguntó Pepe.
–Nada, que Aldrin por sus arrebatos sentimentales hace
que a uno se le olviden las cosas y no esté uno pendiente
del negocio –.
–Aldrin, por favor, ya deja tu tristeza a un lado y
concéntrate en el negocio. Porque si no, lo puedes perder
todo, y eso es lo que no queremos que te pase. Sabemos
que estás triste por la pérdida de tu perrito. Algún día lo

77
volverás a ver; así como la vida te lo dio, te lo puede volver
a regresar –. Le dijo Pepe colocándole una mano en el
hombro derecho y dándole buen ánimo.
–Eso es lo que he intentado decirle hace rato, pero él no se
deja ayudar anímicamente –. Dijo Laura.

Luego Aldrin toma conciencia y se tranquiliza un poco,


después que Pepe le había dado una voz de aliento que lo
hizo recapacitar y entrar nuevamente en juicio.

–Bueno, está bien. Intentaré asimilar esto con mucha


resignación. Ya no puedo hacer nada para recuperarlo –.
–Ya viste. Esa es la actitud que siempre debes tomar frente
a la vida y a los momentos difíciles que se nos presenta. Y
tú Aldrin eres una persona echada pa’ adelante –. Le dijo su
amiga Laura, para darle más fuerza a su estado de
recuperación anímica.

Luego que Aldrin estaba más tranquilo, Paco y Pepe salen


en busca de la escalera y del encargo que Laura les había
pedido.

Mientras tanto, la señora Miriam preparaba el almuerzo


cuando sonó el timbre de la puerta.

– ¡Ring, ring! ¡Ring, ring! –. Sonaba insistentemente el


timbre.
– ¡Ya voy! –. Contestó la señora Miriam, mientras sonaba el
timbre y mientras ellas se secaba las manos con el delantal
que tenía puesto en esos momentos.

78
La señora Miriam abre la puerta. Era Alicia, vestida con un
trajecito rosa. Ésta saluda alegremente a la que en esos
momentos era la cuidadora confidente de su tierno y
adorable perrito.

79
El perrito Mury

Capítulo X.

El paseo de Mury

–Buenas tardes, señora Miriam –.


–Buenas tardes, Alicia ¿Cómo estás? –.
–Muy bien, señora Miriam –.
–Y cuéntame ¿Qué te trae por aquí? –.
– ¡Ah! Es que vengo por Peluchín para darle un paseo –.
– ¿Y qué pasó con el colegio? –.
– ¡Ah! Es que no tenemos clases hoy –.
– ¿Y eso por qué? –.
–Por que el colegio va entrar en paro mañana, y los
profesores necesitaban el día de hoy para hacer una
reunión organizativa del paro –.
– ¿Y a qué se debe ese paro? –.
–Es por motivo de los pagos y mensualidades atrasados del
distrito a los profesores –.
– ¡Cómo siempre! la bendita ineptitud del Estado hacia los
más necesitados. Es que este gobierno sólo piensa en ellos,
y no velan por la educación y la verdadera cultura de esta
nación ¡Hasta dónde iremos a parar con este gobierno
defectuoso! –. Dijo la señora Miriam molesta por la
situación académica pública del país. –Este gobierno ya no

80
quiere invertir en la educación del más pobre –. Replicó
una vez más la señora, luego hace entrar a Alicia a la casa.

Alicia entra y toma asiento en un sofá muy bien


reconfortante, mientras que la señora Miriam le traía a su
pequeño perrito.

–Aquí tienes, Alicia, a tu pequeño perrito bien cuidadito. ¿Y


a dónde piensas llevarlo? –.
–A casa de una amiga que quiere conocer a mi mascotita.
Luego lo llevaremos al parque que está al frente de su casa
–.
–Me parece muy bien, pero si tus padres te ven con el
perrito ¿Cómo vas hacer? –.
–Les digo que es de mi amiga, y así no se darán cuenta –.
–Alicia, hija. Está bien que te gusten mucho los animalitos,
pero que no se te convierta en una manía o costumbre
decir mentiras, por que después no vas a poder salir de
ellas –. Le dijo la señora Miriam, advirtiéndole de sus
estrategias para poder escabullirse de sus padres. –
Recuerda hija, decir mentiras es malo –. Replicó una vez
más la señora Miriam.
–No se preocupe, señora Miriam, que lo tengo todo bajo
control –. Le dijo Alicia muy confiada.
–Bueno, espero que así sea y no tengas después ninguna
clase de dificultades por decir mentiras –. Le dijo la señora
Miriam entregándole al perrito.

Alicia toma alegremente a su tierno y adorable perrito, y


luego sale con él a la calle, eso sí, mirando con mucha

81
precaución hacia su casa para tener cuidado de que sus
padres no la vieran salir con el perrito en sus brazos.

–Bueno, señora Miriam como a las tres y media se lo vuelvo


a traer –.
–Bueno, como tú quieras, hija. Cuídate mucho –.
–Sí señora, gracias –.

Alicia, después de haberse despedido de la señora Miriam,


dobla la esquina para poder quedar libre de todo peligro de
ser descubierta por sus padres llevando consigo un perrito.
Alicia, con más tranquilidad, baja a Mury al suelo
colocándole una hermosa cadena plateada que Alicia le
había conseguido para poder sacarlo a pasear sin que ella
corriera el riesgo de perderlo, y así estar más segura de su
adorable cachorrito.

Alicia llega, por fin, a la casa de su amiga Juliana. Ésta


estaba en su cuarto cuando escuchó el timbre de la puerta.

– ¡Tiling, tiling! ¡Tiling, tiling! –. Sonaba el timbre.


–Yo voy mami –. Dijo Juliana, sabiendo que era su amiga
Alicia. Ésta abre de inmediato la puerta.
– ¡Hola, Alicia! –.
– ¡Hola, Juli! –.

Se saludaron las dos, dándose besitos en las mejillas.

– ¿Éste es el perrito de que tanto me has hablado? –.


– ¡Sí! –.
– ¿Y cómo fue que me dijiste que se llamaba? –.

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–Peluchín –.
–Yo pensaba que tus padres no te iban a dejar salir hoy –.
Le dijo Juliana tomando a Peluchín en sus manos.
–Pues creíste mal, porque sí me dieron permiso –.
– ¿Y cómo hiciste para que no te vieran con el perrito? –.
–Bueno, mi papá estaba viendo televisión y mi mamá se
estaba bañando en esos momentos. Luego, le pedí permiso
a mi papá quién me dijo que sí, y así aproveché la ocasión
para poder salir mientras que mis padres estaban
ocupados. Luego llegué a la casa de la señora Miriam, la
que yo te había dicho que me estaba cuidando el perrito y
se lo pedí prestado por un par de horas. Luego de que ella
me lo dio, salí con mucha cautela mirando hacia mi casa
para ver si no estaban por allí mis padres y no me
descubrieran llevando con migo un perrito, y, cuando vi
que no había moros en la costa, apresuré el paso y doblé la
esquina de la cuadra. Luego bajé a mi Peluchín y le puse
esta hermosa cadena que le conseguí ayer para poder
sacarlo a pasear –.
–Tú si eres astuta y muy arriesgada, Alicia. Te han podido
coger tus padres con las manos en la masa – le dijo su
amiga sorprendida de la osada hazaña.

Alicia en respuesta a la sorprendida Juliana, y, con aire


triunfal y levantando su frente y su pecho, le dice: –Bueno,
para que te fijes tú como soy de precavida y cuidadosa.
¡Para eso estudiamos no! –.
Luego, Alicia y su amiga salen con Peluchín al parque que
está al frente de su casa.

–Mami, ahora venimos. Voy con Alicia al parque un ratito –.

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–Bueno hija, pero no te vayas a demoran tanto en la calle y
ten mucho cuidado con los carros –.
–OK, mami –. Le dijo Juliana.

El parque era grande y ocupaba cinco cuadras, pero estaba


mal cuidado. A duras penas se podía pasear en él, ya que
los abundantes árboles que había en él permitían
recorrerlo. Era un lugar muy fresco, con un ambiente muy
agradable. Lo que le faltaba al parque era que se le
arreglaran los diez columpios que estaban dañados y
deteriorados por el tiempo. Sólo uno prestaba buen
servicio a los niños que venían a jugar en él, pero que
debían hacer filas para poder gozar y columpiarse en el
único columpio que estaba bien y en buen estado. A cada
niño se le colocaba un período de cinco minutos de juego y
diversión en ese único columpio, para evitar peleas y riñas
por ese sólo columpio. El parque también tenía dos
canchitas de micro fútbol, las cuales una era de arena y la
otra de cemento, una pista para bicicletas, un CAI, una
estación de taxis y una pequeña registraduría en donde sus
funcionarios sólo se la pasaban jugando parqués, contando
chistes o escuchando música para pasar el tiempo muerto
que estaban sin hacer nada. El parque había sido
remodelado hacía ya dos años, pero que no parecía que se
le hubiera hecho cambio alguno; ya que estaba peor que
antes. Lo único que se le hizo al parque fue pintar la
fachada, se rellenó una de las canchas con más arena, se
colocaron unas cuantas plantas ornamentales y el resto del
parque seguía igual. Los treinta palos de mangos que daban
buenas sombras y que refrescaban al parque tenían sus
troncos pintados por la mitad de blanco con pintura de cal.

84
Estos estaban cargados de muchos mangos entre verdes y
maduros que algunos niños inquietos se montaban en ellos
para poderlos coger y comer.

Luego que Alicia y Juliana recorrieron junto con Mury el


parque, se sientan de bajo de un frondoso árbol de mangos
que les proporcionaba buena sombra. Desde allí, Juliana y
Alicia jugaban con Mury alegremente sin soltarlo de la
cadena que lo tenía amarrado.

Paco y Pepe llegaron quince minutos después a la casa de la


señora Miriam, cuando ya Alicia había salido con Mury.

– ¡Ring, ring! –. Sonó el timbre.

La señora Miriam deja nuevamente lo que estaba haciendo


para atender la nueva visita que había llegado.

– ¡Ah! Hola muchachos ¿Qué se les ofrece? –.


–Buenas tardes, señora Miriam. Le venimos a pedir un
favor –.
–Sí, ¿cuál? –.
–Para ver si usted nos puede hacer el favor de prestarnos
una escalera –.
–Como no muchachos. En el patio tengo una. Vengan –. Le
dice la señora, llevándolos al patio en donde hacía unos
momentos estaba Lanudito, el perrito que se le había
perdido al pobre Aldrin.

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– ¿Les sirve esa? Es un poco larga – les dijo la señora
Miriam, señalándoles la escalera que estaba recostada a la
pared y junto a una pequeña casa para perros.
–Claro que sí nos sirve, señora Miriam –. Contestó Paco.
–Señora Miriam ¿Usted tiene perros? –. Preguntó Pepe,
analizando la casa para perro.
– ¡No! ¿Por qué? –.
–Por la casita de perros –.
– ¡Ah! Esa era de un perro que tuve hace veinte años y que
se me murió de viejo –.
– ¿Y cómo se llamaba? –. Preguntó Paco.
–Bruno. Aunque yo le quería llamar Snoopy, pero mi
difunto esposo no quiso y le puso Bruno –.
–Qué bonito nombre. Así le hubieran llamado a Lanudito –.
Dijo Paco.
– ¿Quién es Lanudito? –. Preguntó la señora Miriam.
–El perro que se le perdió a Aldrin ayer por la tarde –. Le
dijo Paco.
– ¡Ah! El perro que él me mencionó esta mañana –.
–Sí, ese mismo –. Contestó Paco.
– ¿Y cómo fue que se le perdió? –.
–Bueno, señora Miriam. Es una historia un poco larga. De
pronto otro día le contemos –.
–Bueno sí. Porque tengo, también, mucho que hacer y no
he podido preparar el almuerzo –.

Paco y Pepe toman la escalera, cada uno por un lado, ya


que era bastante larga y un poco pesadita, luego salen con
ella.

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–Bueno, señora Miriam. Cuando desocupemos la escalera
se la traemos –. Le dijo Pepe.
–No hay problema, mis hijos. Como ustedes quieran.
Trabajen con calma –. Les dijo la señora.

Cuando Paco y Pepe iban saliendo de la casa, en seguida


Pepe recordó la razón que les había dado Laura.

– ¡Anda! Se nos olvidaba algo –. Dijo Pepe haciendo caer en


cuenta también a Paco del olvido, y este último dijo: – ¡Ah,
sí! Señora Miriam. Laura nos pidió el favor que le dijéramos
a usted que se le olvidó pagar la compra de esta mañana –.
Le dijo Paco.
– ¡Ay! Qué pena ¿Y cuánto es que le debo? –. Preguntó la
señora Miriam ruborizada de la pena.
–Seis mil pesos –. Le dijo Paco.
–Bueno, espérenme un momentito –.

La señora Miriam va a la cocina y toma del monedero un


billete de cinco mil pesos y dos monedas de quinientos.

–Aquí tienes muchacho y me le dices que muchas gracias y


que me disculpe por el desafortunado descuido que tuve. Y
gracias también a ustedes–. Le dijo la señora entregándole
el dinero a Paco.
–Gracias a usted señora Miriam –. Le dijo Paco.
Luego los muchachos toman nuevamente la escalera y
salen con ella hacia el kiosco de Aldrin.

–Estos muchachos sí son honestos –. Dijo la señora Miriam,


después que habían salido.

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La salida de Mury de la casa de la señora Miriam había
evitado que Paco y Pepe hubieran dado con el paradero del
perrito. Alicia, quién había evitado inconscientemente su
aparición y hallazgo, lo había sacado a pasear al parque que
estaba al frente de la casa de su amiga Julianita. Estas,
felices y contentas, jugaban con su adorable y tierno
cachorrito Peluchín.

Luego de que Alicia y su amiga Juliana terminaran el rato


agradable que tuvieron, se despiden. Eran ya los dos y
cuarenta y cinco de la tarde.
–Chao, Juli –.
–Chaito, Alicia. Chaito, Peluchín –. Les dijo Juliana
acariciando la cabecita del perrito.

Alicia, al llegar a la esquina de su cuadra, echa un vistazo


antes de llagar a la casa de la señora Miriam. Alicia ojeaba
para todas partes, mirando siempre hacia su casa para
tener cuidado de que sus padres no salieran y la vieran con
el perro en sus manos. Alicia observó que no había ningún
problema para llegar a la casa de la señora Miriam y poder
dejar a Mury sano y salvo nuevamente en la casa de la
vecina que lo estaba cuidando. Alicia sigue caminando y
cuando llega a la casa de la vecina, toca el timbre de
inmediato y con urgencia antes de que algunos de sus
padres o los dos se le diera por asomarse a la ventana o a la
puerta, o salieran de improviso y la cogieran con las manos
en la masa o mejor dicho, con las manos en el perrito.

– ¡Ring, ring! ¡Ring, ring! –.

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– ¡Ring, ring! ¡Ring, ring! –. Sonaba el timbre
insistentemente.

Pero para el colmo de los males y en ese preciso momento,


salía su madre de la casa, y, ésta al ver a su hija en la casa
vecina la llama: – ¡Alicia! ¿Qué estás haciendo y de quién es
ese perrito que traes en los brazos? –. Le dijo su madre
descubriendo a su hija tocando el timbre de la casa de la
señora Miriam.
Ésta, asustada dice: – ¡Ah! Es que voy a entregarle el
perrito que la señora Miriam me dio para que lo sacara a
pasear un rato –. Mintió Alicia.

Luego, la señora Miriam abría la puerta.

–Hola, Alicia ¿Cómo les fue? –. Le dijo la señora a la niña.


–Muy bien, señora Miriam. Aquí tiene su adorable perrito –
. Disimuló Alicia la situación, haciéndole ver a su madre que
el perrito era de la señora. Ésta, al notar la situación que
tenía la niña, decide encubrirla en la situación y seguirle el
juego para que su madre no la descubriera y la regañara
por el perrito que traía consigo. La señora toma al perrito
de los brazos de Alicia y les da las gracias, para disimular
pertenencia y propiedad del perrito.

– ¿Y cómo se portó mi Peluchín? –. Le dijo la señora a Alicia


para hacerle creer a la mamá de la niña que el perrito era
de ella. La señora Miriam, puesto de acuerdo, sigue la
actuación que en esos momentos estaba dando bastante
resultado.

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–Muy bien, señora Miriam –.
–Bueno, Alicia. Voy a llevarlo al patio para darle de comer,
porque debe estar hambriento –.
–Bueno, señora Miriam. Hasta luego –.
–Hasta luego, Alicia y muchas gracias –. Le dijo la señora
Miriam cerrando tras de sí la puerta y despidiéndose
también de la madre de la niña.
–Hasta luego, señora Miriam –. Contestó la madre de Alicia.

Luego Alicia cruza la calle y llega a su casa donde su madre


la esperaba con alguna explicación.

– ¿Qué hacías en la casa de la señora Miriam? –.


– ¡Ay! Mami, no vistes que le estaba entregando el perro a
la señora Miriam –.
– ¿Y ese perrito es de la señora Miriam? –. Indagó su
madre, y, Alicia un poco asustada y nerviosa por la
pregunta de su madre con testa. – ¡Sí! –.
–Pero que raro, si la señora Miriam hace rato que dejó de
tener perros. Además, una vez me dijo que no iba a tener
más perros –. Dijo su madre extrañada, pero Alicia para
ocultar sus nervios y disipar toda clase de sospechas de su
madre, responde: –Bueno mamá, de pronto se arrepintió y
quiso tener otro. Usted sabe que a veces la gente dice una
cosa y después sale haciendo otra. Además, como la señora
Miriam vive sola en su casa, quizás se arrepentiría y quiso
tener otro perro para que le haga compañía; y así no se
sentiría demasiado sola en su casa –.
–Bueno, eso es verdad. Cada quién hace con su vida lo que
quiera. Dijo su madre al quedar fuera de toda duda y
extrañeza.

90
–Bueno hija ¿Cómo te fue con tu amiga? –.
–Bueno mami, jugamos bastante y paseamos por el parque
–. Le dijo Alicia con un aire de más tranquilidad al notar que
su madre no se había dado cuenta de la mentira que había
presenciado o de la actuación que había dado su hija con la
señora Miriam.

La señora Miriam observaba a la madre de Alicia y a su hija


desde la ventana con vidrios negros o ahumados que
solamente permitía ver de adentro para fuera. Desde allí
podía ver la señora lo que pasaba al frente de su casa y de
lo que estaba pasando con Alicia y su madre. Pero todo
parecía estar bien hasta el momento.

–Bueno, Peluchincito, parece que todo está bien. Tu


amiguita debe procurar hacer algo por ti antes de que todo
esto se le convierta en un verdadero problema, por el cual
no va a poder salir –. Dijo la señora Miriam tomando al
perrito con las dos manos y hablándole en su carita. –
Bueno Peluchincito, vamos al patio, a la casita que te tengo
preparada –. La señora Miriam lo lleva al patio y luego le da
de comer.
El paseo del perrito Mury había terminado con un pequeño
susto que Alicia se había llevado de su madre y que por la
cual casi era descubierta, pero que todo había terminado
con una fingida actuación de Alicia y la señora Miriam, que
permitió que la niña no fuera descubierta por su madre y
terminara siendo castigada severamente por sus padres y
por haber infringido y engañado a su madre por un asunto
que ya estaba plasmado en las reglas de la casa y que Alicia

91
sabía muy bien y que debía obedecer, respetar y cumplir a
cabalidad.

92
El perrito Mury

Capítulo XI.

La inscripción de Mury en el concurso

El día de paro en los colegios y universidades públicas u


oficiales se extendió a término indefinido, ya que no se
sabía a ciencia cierta a qué fecha iba a durar o culminar el
paro. Alicia aprovechó la situación para poder inscribir a su
tierno cachorro al concurso que se aproximaba por estos
tiempos a la ciudad. El concurso que se daría en la ciudad
era por selección eliminatoria, en la cual se premiaban a los
tres mejores perros de la ciudad que participarían en el
gran premio nacional de canes bien amaestrados,
entrenados o educados por sus amos y dueños. Alicia,
después de seis días, había estudiado la idea de
manifestarle del concurso a la señora Miriam, y, luego de
haber tomado la decisión, decide ir a casa de la señora
Miriam para comentarle el asunto; pero debía inventar o
sacar una buena excusa para poder ir sin que sus padres se
dieran cuenta del asunto. Pero la oportunidad se le
presentó a Alicia de manera instantánea y sin haber hecho
el mayor esfuerzo posible para idear la excusa o buscarla.
Ella se presentó por sí sola.

93
–Amor ¿Tú tienes goma para pegar zapatos? –. Pregunto el
señor Marcos a su esposa Alicia.
–No –. Contestó su mujer.
– ¿Y ahora dónde puedo conseguir un poco de goma? –.
–Papi, si quieres voy al frente, donde la señora Miriam y le
pido un poco de goma. Ella sí debe tener goma de zapatos
–. Dijo Alicia sagazmente y con astucia al ver la gran
oportunidad que se le estaba presentando.
–Bueno, está bien, pero no te vayas a demorar tanto –. Le
dijo el señor Marcos a su hija.
–Bueno papi –. Contestó Alicia sacándole provecho a la
oportunidad que se le había presentado, y, poder conseguir
y concebir su objetivo anterior: Hablarle a la señora Miriam
del concurso y proponerle que la acompañara al dichoso
evento.

Alicia, sin vacilar ni un instante, sale en busca de la goma y


también para dar éxito a su empresa emprendida hace
poco tiempo por ella. Ésta llega a la casa de la señora
vecina y luego toca el timbre. La señora Miriam abre la
puerta y luego la hace entrar.

–Buenas tardes señora Miriam –.


–Buenas tardes, niña Alicia. Adelante –. Le dijo la señora.
–Señora Miriam, vengo a pedirle dos favores –.
–Bueno, niña Alicia, que clase de favores son. Dime para
ver en qué puedo ayudar –.
–Bueno, señora Miriam. El primer favor es para ver si usted
tiene un poco de goma de zapato que nos pueda regalar.
Porque a mi papá se le despegaron unos zapatos que le
regalaron y no tenemos goma en la casa ¿Será que usted

94
nos puede hacer el favor de regalarnos un poco de goma?
si tiene –.
–Claro que sí. Déjame ver si tengo por ahí un frasco con
goma –. Le dijo la señora Miriam buscando en un armario
que estaba en la cocina.

Mientras que la señora Miriam buscaba el frasco con goma,


Alicia preparaba las palabras para manifestarle el otro favor
que faltaba y poder convencer a la señora de la idea de
acompañarla al concurso.

–Aquí está, Alicia, el frasco con goma. Bueno ¿Cuál es el


otro favor que me vas a pedir? –. Le preguntó la señora
Miriam entregándole el frasco.
–Bueno señora Miriam, el otro favor sí es mío, y es con
respecto a Peluchín –.
–Ah, sí ¿Y qué pasa con tu perrito? –.
–Señora Miriam, es que hay un concurso de perros y me
gustaría inscribirlo en ese concurso, pero para ello necesito
su pronta ayuda y su colaboración, y le ruego que no me
diga que no –.
–Bueno, y en ese caso ¿Qué puedo hacer yo al respecto? –.
–Que usted me acompañe a inscribir el lunes a Peluchín
antes que se cierren las inscripciones –.
– ¿Y cómo vas hacer con el colegio? –.
–No se preocupe por eso, señora Miriam, porque seguimos
en paro –.
– ¿Todavía? ¿Y hasta cuando piensan seguir con ese
bendito paro? –.
–No lo sabemos, señora Miriam. Esta vez es un paro
indefinido –.

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–Eso es lo que ocasiona éste gobierno por no pagar a
tiempo las mensualidades de los maestros –. Dijo la señora
cruzándose de brazos.
–Ya no es solamente por eso señora Miriam. Ahora es por
la privatización de los colegios y universidades del Estado –.
Le dijo Alicia dándole el nuevo motivo por el cual se
prolongaba el paro.
–Éste gobierno ya no quiere que el pobre estudie. Todo lo
quieren privatizar, no le quieren dejar nada al pobre –. Dijo
la señora inconforme con la situación académica pública.
–Bueno, señora Miriam. Dejando ese tema a un lado y
siguiendo con el nuestro, es decir con el concurso ¿Siempre
me va ayudar? –.
– ¿Y en qué consiste ese dichoso concurso? –.
–Bueno, señora Miriam. Nosotros vamos, inscribimos a
Peluchín y luego esperamos el día del concurso, en donde
se van hacer pruebas eliminatorias. Donde se clasificaran a
los tres mejores perros por cada ciudad del país al gran
concurso nacional y de ahí saldrá los otros tres mejores
perros del país –. Le dijo Alicia muy ilusionada con el
concurso.
–Alicia, para que tu perrito pueda concursar debe estar
muy bien entrenado y apto para el concurso, y, tu pequeño
perrito apenas es un cachorro –. Le dijo la señora Miriam
acariciando a la niña para evitar desanimarla y no causarle
mayor tristeza alguna por su idea. Pero ésta no se inmutó
ante la opinión de la señora, sino que sacó fuerza y pecho
confirmando su decisión de inscribir al perrito en el
concurso.
–No importa, señora Miriam. Nada se pierde con probar –.

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–Bueno, está bien ¿Pero cómo vas hacer con tus padres? –.
Le dijo la señora al ver la insistencia y la decisión con que
estaba resuelta la niña.

Luego la niña, en tono de suplica, le insiste a la señora que


fuera ella la que buscara la forma de llevarla a ese concurso
sin que sus padres se dieran cuenta del asunto.

–Señora Miriam, le ruego que sea usted la que les pida el


permiso a mis padres.
– ¿Y cómo? –.
–Por favor señora Miriam, ayúdeme, se lo ruego. Piense
usted en algo –.
–Está bien, niña Alicia. No te preocupes, de hoy al lunes
busco la forma de que vayamos a ese concurso del cual me
hablas –.
–Señora Miriam, le ruego que sea lo más pronto posible,
porque entre más temprano inscribamos a Peluchín, será
mejor. Porque así no quedará por fuera del concurso y así
podemos ser uno de los primeros participantes en el
concurso –.
– ¿Y en dónde es el evento? –.
–En el teatro municipal de eventos culturales –.
– ¡Ajá! Ya sé cual es ¿Y hasta qué horas son las dichosas
inscripciones? –.
–Hasta las cinco y media de la tarde todos los lunes –.
– ¿Y hay que pagar algo? –.
– ¡No! Sólo hay que llenar el formulario con unos requisitos
y ya –.
–Pero todo parece tan fácil, pero bueno. Voy a ver en que
pienso, pero no te prometo nada –.

97
–Está bien, señora Miriam –. Luego sale Alicia de la casa
vecina con el frasco de goma en la mano y feliz de haber
conseguido su propósito y objetivo deseado: Convencer a la
señora Miriam del concurso.

Alicia entra a su casa y ve a su padre limpiando con una lija


la suela del zapato despegado. Éste al ver entrar a su hija le
dice: – ¿Por qué te demoraste tanto? Te había dicho que no
te demoraras –.
–Es que la señora Miriam estaba buscando la goma –. Le
dijo mostrándole el frasco con goma a su padre.

Su padre toma el frasco y observa la cantidad que éste


tenía. –Bueno, con esto basta y sobra para poder pegar las
suelas de los zapatos. Muchas gracias hija –.
–De nada papi –. Respondió la niña satisfecha de su
cometido.

La coartada de Alicia había dado resultado a su misión. El


lunes en la mañana se presentó la señora Miriam muy
elegante. Parecía que iba para algún lado. Esta llega a la
casas de la niña Alicia con la excusa de ir al cementerio para
llevarles flores a su difunto esposo que ya tenía diez años
de fallecido. Aunque fue lo único que se le había ocurrido
para poder llegar a la casa de Alicia y hablar con sus padres
para pedirle el permiso de dejar que su hija la acompañara
al concurso que ella le había insinuado. Alicia estaba en la
cocina, haciendo sus quehaceres domésticos y rutinarios
que le tocaba a diario después de cada comida, mientras
que sus padres veían televisión.

98
– ¡Tiling, tiling! ¡Tiling, tiling! –. Sonó el timbre de la puerta.
– ¿Quién será? –. Preguntó el padre de Alicia levantándose
del sofá donde estaba sentado junto a su esposa para
atender a la puerta y recibir al que en esos momentos
llamaba.
–Buenas tardes, señor Marcos –.
–Buenas tardes señora Miriam. ¿Qué la trae por aquí? –.
– ¡Ay! Señor Marcos, le vengo a pedir un favor ¿Será que
usted podrá dejar salir a su hija con migo esta tarde? Por
ahí como a las dos. Es que voy hacer un par de diligencias y
no me gustaría salir sola a la calle –.
–Bueno, señora Miriam vamos a ver si la niña quiere –. Le
dijo el señor Marcos a la señora.

Luego, el padre llama a la niña para preguntarle si quería


salir a acompañar a la señora a la supuesta diligencia. Ésta,
sin vacilar y sabiendo la verdadera razón o motivo de la
salida, dice que sí.

La señora Miriam tuvo que hacer una salida forzada al


camposanto. Era la mejor excusa para poder llegar a la casa
de Alicia y poder pedirles permiso a sus padres de que
dejaran salir a la niña con ella a unas diligencias, y así
aprovechar la salida para acompañar a la niña a la
inscripción de su adorable cachorro en el concurso de
canes que se realizaría por estos tiempos en la ciudad.

La señora Miriam era una mujer de cincuenta y cinco años


de edad, con dos hijos varones que viven en el exterior.
Todos dos eran unos magníficos profesionales que
mensualmente le giraban un dinero, a parte del dinero de

99
la pensión de su esposo que le quedó a ella, es decir, el
sueldo que debía cobrar siempre todos los quince días de
cada mes. La contextura de la señora Miriam era gruesa y
blanca como la leche. Su cabello corto y canoso, con pocas
señas de cabello negro. Era una señora de buen humor,
buenos modales y gozaba de buena salud.

– ¡Ay! Señor Marcos Muchas gracias. Su hija es una niña


muy adorable y simpática y me he encariñado con su hija.
Lástima que nunca tuve una hija así como la de ustedes, ya
que Diosito me dio dos varones nada más –. Le dijo la
señora al padre de Alicia, halagándolo por la tierna criatura
infante que tenía, y la unigénita.
–Muchas gracias señora Miriam –.
–No, gracias a ustedes. Bueno señor Marcos lo dejo –.
–Bueno, señora Miriam, que le vaya muy bien –.
–Chaito –.
–Chao, señora Miriam –.
–La señora Miriam sí que es una buena persona –. Dijo el
señor Marcos después que se había ido.

Luego vuelve al sofá junto con su esposa para seguir viendo


el programa que trataba acerca de cómo criar a los hijos sin
ocasionarles problemas o lesiones físicas y sicológicas. Era
un programa bastante interesante para ellos como padres.

– ¿Quién era, Marcos? –.


– ¡Ah! Era la señora Miriam –.
– ¿Y qué quería? –.

100
–Era para pedirme permiso de dejar que nuestra hija salga
esta tarde con ella, para que la acompañe hacer unas
diligencias. Porque a ella no le gusta salir sola –.
– ¿Y qué le dijiste? –.
–Que sí. Porque no podía decirle que no a una señora que
es muy buena y amable. Además, me sacó de un aprieto
con los zapatos. Ya que me regaló un poco de goma para
poder pegar los zapatos que estaban despegados de las
suelas –.
– ¿Y la niña qué dijo? –.
–Bueno, aceptó salir con ella esta tarde –.
–La señora Miriam sí que está bastante encariñada con
nuestra hija –.
–Sí, así me dijo ella. Lástima que no haya tenido hijas, sino
hijos –.
–Las hijas son más apegadas a sus padres que los hijos
varones –. Dijo su esposa.
–Así parece ser –. Respondió su esposo.

Alicia, desde la cocina, lavaba los enseres del desayuno con


alegría; puesto que por fin había llegado el momento de
poder ir a inscribir a su cachorro en aquel concurso canino.
Luego de que Alicia había terminado de lavar, se dirige al
baño para limpiarse un poco y estar preparada para cuando
llegara el momento de salir a su misión. Mientras ésta se
bañaba, su madre que había olvidado poner en el closet la
ropa de su hija que había planchado anoche, recuerda el
asunto y se levanta del sofá; se dirige al cuartito de
planchado y recoge la ropa de la niña y la lleva al cuarto de
Alicia. Al entrar al cuarto, ésta abre el closet de su hija y al
abrir la puerta, pudo notar unos pequeños rasguños en la

101
puerta del closet. La madre de Alicia observa los rasguños
cuidadosamente palpándolos con detenimiento.

–Qué raro. Estos arañazos parece que fueran de un perro o


de un gato. Más bien son de un perro, porque de un gato
no creo que sean. Además, esto no estaba aquí la semana
antes pasada –. Se decía así misma y extrañada del
pequeño descubrimiento.

Ésta seguía analizando con cuidado los tres pequeños


zarpazos impresos en la parte interior de la puerta del
closet de la niña Alicia. Luego, después de acomodar la
ropa en su lugar, sale del cuarto sin mencionar nada del
asunto a su esposo ni mucho menos a su hija. Cuando Alicia
había terminado de bañarse, se dirige a su cuarto y escoge
con mucho cuidado y muy contenta la ropa que se pondría
para poder ir a la inscripción de Lanudito al concurso.
Cuando baja a la sala, su madre la observa muy
detenidamente y sin que ésta se diera cuenta de sus
constantes observaciones.

– ¡Caramba, hija! ¿Para dónde vas tan temprano? –. Le dijo


su madre al haber analizado minuciosamente a su hija de
siete años de edad de pies a cabeza. Y ésta le responde
para disimular: – ¡Ah! Es que voy a esperar a la señora
Miriam, para cuando llegue me encuentre ya lista –.

La emoción de Alicia había hecho que su madre comenzara


a tener sospechas raras de su hija una vez más. Ésta a la vez
estaba empezando a manifestar los indicios de sus

102
mentirillas esporádicas, que ésta inventaba como recurso a
su autodefensa hacia sus padres; pero más hacia su madre.

Eran las once de la mañana y la salida era a las dos de la


tarde, tiempo suficiente como para esperar y no afanarse
tanto. Esto despertaba en su madre el porqué de tanto
interés de querer salir su hija con la señora Miriam a unas
simples diligencias que no tenían que ver con ella, pero que
a su madre le causaba cierta rareza de que su hija sí se
prestara para acompañar a alguien así como así, y sin poner
tanto pretexto para no aceptar el favor. Tenía que haber un
motivo que indujera o motivara a su hija a ofrecerse para
acompañar a la vecina del frente y esto era motivo de
extrañeza para su madre; ya que cuando su madre la
convidaba a salir no quería o le daba pereza salir a la calle o
para algún lugar. Cada detalle extraño que la madre de
Alicia notaba en su hija y que ésta a la vez dejaba ver, eran
rarezas que le causaba mucha curiosidad y por la cual no
había podido dar con la causa de que su pequeña niña de
siete años tuviera tanto interés de acompañar a la vecina
de cincuenta y cinco años de edad.

La madre de Alicia la conocía muy bien, aunque su hija


intentara ocultar algo o disimular. Su madre tenía siempre
alguna pequeña sospecha de su comportamiento raro. Una
madre siempre conoce a sus hijos, aunque estos intenten
ocultar algo o negar algo. Pero siempre daban o dejaban
una pista que los descubría o los delataba. Alicia se quedó
viendo con sus padres el programa hasta la hora del
almuerzo, y, luego de haber almorzado, Alicia su hija lleva
los enceres a la cocina y los lava con mucho cuidado para

103
evitar mojarse la ropa y tener que desvestirse para luego
cambiarse nuevamente de ropa.

– ¡Ya vistes! Hija. Te hubieras vestido como a la una y


media, y, así no estuvieras lavando los chismes con la ropa
de salir. Pareciera que la de la diligencia fueras tú y no la
señora Miriam –. Le dijo su madre con cierta verdad e
intentando sacar un indicio o señal alguna de su raro
interés de querer salir con la señora Miriam. Alicia, al verse
hostigada por su madre y sus insinuaciones de sospechas se
auto defiende diciéndole: –Mami, usted misma me ha
enseñado que siempre hay que estar lista y preparada para
cualquier tipo de diligencias, y más cuando se trata de
hacerle un favor a una persona que la necesite –.
–Sí, es cierto. Pero cuando te digo que me acompañes
hacer un mandado no quieres o te da flojera –. Le dijo su
madre.

Luego hubo en Alicia, su hija, un minuto de silencio como


queriendo decir: «No tengo más respuesta para mi
autodefensa». Pero luego de ese minuto de silencio, a la
niña se le ilumina una vez más el pensamiento con una idea
bastante defensiva.

–Mami, porque en este caso se trata de ayudar a una


anciana de cincuenta y cinco años de edad. En el colegio
nos han enseñado que siempre debemos ayudar a aquellas
personas minusválidas, discapacitadas y también a los
ancianos que no se puedan mover o que necesiten cierta
ayuda o favor; ya que por su edad, discapacidad o cualquier
otro tipo de dificultad no puedan moverse o estar solos por

104
su condición física o de salud. Además, estas personas por
su condición o edad necesitan siempre de la compañía de
alguien que les colabore en algo –. Le dijo Alicia con cierta
verdad que impresionó bastante a su madre.

La hora para salir con la señora Miriam había llegado. Eran


ya las dos de la tarde. Alicia esperaba sentada en el sofá de
la sala mientras veía un programa de televisión. Luego se
presenta la señora Miriam con el perro en sus brazos y la
cadena que Alicia le había conseguido.

– ¡Tiling, tiling! –. Sonó el timbre de la puerta.

Alicia se levanta con prontitud y abre la puerta. Eran la


señora Miriam con el perrito en sus brazos.

– ¡Mami, papi, llegó la señora Miriam! –.


–Bueno hija, que te vaya bien. Pero eso si te portas bien y
no vayas hacer cualquier travesura –. Le dijo su madre.
–Señora Miriam, si esta niña se porta mal me lo dice –. Le
dijo la madre de la niña a la señora Miriam antes de que su
hija se fuera.
–Claro doña Alicia como usted diga. Pero yo sé que no se va
a portar mal –. Le respondió la señora Miriam a la madre de
la niña. Luego, la señora Miriam y Alicia salen con Mury a lo
suyo.
–Muchas gracias, señora Miriam –.
–De nada, hija. Ahora debemos llegar a tiempo a la
inscripción de tu pequeño perrito antes de que se llene el
lugar y después se nos dificulte la inscripción de tu perrito –
.

105
Cuando llegaron al lugar de la inscripción que era el teatro
municipal de eventos culturales, había solamente cuarenta
y siete personas y con la llegada de ellas sumaron cuarenta
y ocho. Ya que no había en el lugar muchas personas como
se esperaba o como había dicho la señora Miriam y se
imaginaba también Alicia. Luego llegaron dos personas más
con sus mascotas caninas a la fila y con esa cantidad se
cerró el ciclo de inscripción, puesto que no habían llegado
más personas al lugar. Únicamente estaban las cincuenta
personas esperando turno para inscribir a su perrito.

– ¡Caramba! Yo esperaba ver mucha gente en este lugar o


una fila muy larga de gente inscribiendo a sus perros en el
concurso. Pero solamente veo una fila de
aproximadamente de treinta o cuarenta y pico de personas
–. Dijo la señora Miriam analizando con cautela la corta fila.
–señora Miriam, somos cincuenta –.
– ¡Caramba niña ya los contaste! –. Le dijo sorprendida la
señora Miriam.
–Sí señora Miriam. Esto quiere decir que llegamos a buen
tiempo y que sí podemos inscribir a Peluchín y entrar al
concurso –. Le dijo Alicia muy contenta al ver muy poca
gente interesada del concurso en el lugar.
–Más bien quiere decir esto que a la gente no les interesa
los eventos culturales. Solamente quieren estar
holgazaneando y perdiendo el tiempo en nada y aún en
cosas que no edifican –. Dijo la señora al notar la poca
concurrencia y participación de la sociedad en los eventos
culturales.

106
Esto hacía ver a la señora Miriam la poca consideración y
apatía a ciertas actividades y programas culturales que
permitían promover el buen aprovechamiento del tiempo
libre desperdiciado por aquellos que no tienen oficio y que
además se dedican a otras cosas, en vez de aprovechar al
máximo el tiempo muerto que están sin hacer nada. La fila
seguía avanzando gradualmente, y a medida que avanzaba
llegaban grupos de a dos personas a la fila que seguía
decreciendo más en vez de aumentar. La señora Miriam y
Alicia eran ya las número quince en la fila.

–Ya estamos llegando –. Dijo Alicia a la señora Miriam.


Luego Alicia voltea para ver el largo de la fila y solamente
había veinte personas más en la cola esperando turno para
inscribir a sus mascotas caninas. En total fueron setenta
perros inscritos al concurso. Aunque se esperaba unas
quinientas y más, pero la convocatoria fue baja y escasa.
Esto permitió que Mury y los otros sesenta y nueve perros
pasaran todos al concurso por obligación; ya que de los
quinientos y más perros debían clasificar setenta. Y todos
los inscritos pasaron al concurso eliminatorio directamente,
ya que no llegaban al tope exigido que tuvieron que darle
paso a los que ya estaban inscritos al concurso por
eliminación directa. Luego de la corta espera que demoró
media hora y cincuenta segundos, llegó el turno para Alicia
y su adorable cachorrito Peluchín.

–Buenas tardes –. Le dijo la mujer que estaba encargada de


las inscripciones de los caninos.
–Buenas tardes –. Contestó la señora Miriam a la simpática
mujer de ojos verdosos, tez blanca, cabello negro lizo y

107
nariz fileña. Era una mujer de algunos veinticinco años de
edad.
– ¿De quién es el perro? –. Peguntó la simpática mujer.
–Mío –. Contestó Alicia.
– ¿Cuál es su nombre? –.
–Peluchín –. Respondió Alicia.
– ¿Qué edad tiene el perrito? –.
– Como ocho meses –. Contestó la señora Miriam.
–Dirección –.

Alicia, al escuchar la información domiciliaria que le estaba


pidiendo la señorita, le pide permiso a la señora Miriam
para colocar la dirección de su casa y esta acepta gustosa la
petición de Alicia. Ésta no podía colocar la dirección de su
casa por los motivos que ella conocía muy bien.

–Carrera 25 Nº 17 – 29 Barrio el Trébol –. Le dijo la señora


Miriam a la simpática mujer de traje azul.
–Teléfono –.
–Tres setenta y siete, setenta y siete, setenta y siete–
–Nombre del dueño del Perro –.
–Alicia Pérez Olmos –.

Luego de haber terminado de llenar la solicitud y de


inscribir a Mury, la señorita le entrega una copia de la
inscripción con una ficha que era el número que le
correspondía a Mury en el concurso o de las pruebas
preliminares. Su número era el cuarenta y ocho. Mury ya
estaba inscrito para la prueba eliminatoria que permitía dar
paso o la entrada al gran concurso nacional de canes que
estaba programado para el día treinta de noviembre. Alicia

108
llegó a su casa muy contenta, después de haber dejado a
Mury con la señora Miriam en su casa.

–Señora Miriam, muchas gracias. Estoy muy contenta


porque pudimos inscribir a Peluchín en el concurso –.
–Bueno hija, me alegro por ti. Ahora vamos para
acompañarte a tu casa –.

La señora Miriam llega con Alicia a su casa para


entregársela a sus padres y darle las gracias por haberle
permitido que su hija la acompañara a las supuestas
diligencias.

–Buenas tardes señora Alicia –.


–Buenas tardes Doña Miriam ¿Cómo se portó mi hija con
usted? –.
– ¡Ay! Señora Alicia, su hija se portó como un ángel –. Le
dijo la señora Miriam acariciando la cabecita de la niña.
–Bueno señora Miriam, me alegro de que mi hija se halla
portado bien, porque a veces en un poco traviesa y
tremenda –.
– ¡Ay! Señora Alicia, no diga eso. Su hija en verdad es un
verdadero ángel. Solamente hay que saber sobrellevar a los
niños. Recuerde que yo también soy madre y tuve que criar
a dos varones que para mí no fue nada fácil. Porque los
varones son más tremendos que las hembras –.
–Bueno eso sí es verdad señora Miriam, hay que saberlos
sobrellevar y tenerles mucha paciencia hasta que ellos
crezcan –.
–Bueno doña Alicia, la dejo porque tengo otras cosas que
hacer. Muchas gracias una vez más –.

109
–Gracias a usted señora Miriam –.
–Me saluda al señor Marcos –.
–Bueno señora Miriam, gracias –.

Alicia y su madre entran a la casa después de la corta


conversación que tuvieron.

–Bueno hija, parece que les fue muy bien ¿Y a donde


fueron? –. Preguntó su madre con mucha curiosidad por
saber a donde había ido su hija con la señora Miriam.
–Ah, fuimos a vacunar al perrito que tiene la señora Miriam
en su casa –. Mintió Alicia para eludir a su madre y a sus
constantes indagaciones.

Mientras tanto, la señora Miriam le daba de comer a


Peluchín que estaba muy hambriento, después de haber
sido inscrito en el concurso. Éste, después de haber comido
se echa en su casita para descansar y esperar el día
siguiente. La inscripción de Mury por fin fue un hecho.
Alicia pudo cumplir su propósito que había iniciado y que
cristalizó de una manera brillante y magistral. Ahora era
cuestión de esperar el concurso y su convocatoria, y poner
en juego toda su fe hacia su pequeño y adorable cachorrito
Peluchín.

110
El perrito Mury

Capítulo XII.

Mury y la mariposa dorada

A la mañana siguiente, Mury despertaba jugueteando


con el platito con la cual había comido en la noche del día
anterior. Ladraba con ladrido de cachorro, y, muy contento
movía su pequeña colita lanuda. Una mariposita se posa en
el techo de la casita de Mury, luego comienza ésta a
revolotear por todos lados. Luego por el lado de Mury.
Éste, atraído por aquel espectáculo, comienza a dar
pequeños saltitos y a ladrar insistentemente a la pequeña
mariposita dorada. Luego, la mariposita se posa en una
pequeña florcita que estaba a cuatro metros de donde
estaba Mury, pero éste no podía acercársele puesto que
estaba amarrado a la cadena que sólo media la mitad de la
distancia a la cual estaba la mariposa posada. Ésta movía
gradualmente sus alas doradas. De pronto se escucha una
voz: –Hola ¿Cómo te llamas? –. Dijo la voz que provenía de
la mariposa.

Mury, sorprendido de la voz, dice: – ¿Me hablas a mí? –.


–Sí, a ti ¿Cómo te llamas? –.

111
–Bueno, hasta ahora he tenido varios nombres. Pero me
puedes llamar por mi último nombre, que es Peluchín –.

En esos momentos salía la señora Miriam e interrumpía la


conversación animal que tenía Peluchín y la mariposa
dorada.

–Buenos días, Peluchincito ¿Cómo amaneciste? –. Le dijo la


señora Miriam tomando al perrito y soltándolo de la
cadena a la cual estaba amarrado. Luego lo deja en libertad
para que pudiera pasearse por todo el patio sin ninguna
dificultad al moverse.
Mury y la mariposita dejaron de platicar cuando había
salido la señora al patio. Ésta entra nuevamente a la casa
para preparar el desayuno. Luego, Mury y la mariposita
dorada reanudan la conversación animal que tenían.

– ¿Ella es tu dueña? –.
–No, solamente está cuidando de mí –.
– ¿Y quiénes son tus dueños? –.
–Bueno, hasta ahora he tenido dos –.
– ¿Dos? ¿Y dónde están ahora? –.
–Bueno, mi nueva dueña debe estar en su casa con sus
padres. Pero de mi primer amo no sé nada desde el día en
que me extravié por estar jugando y persiguiendo a un
humilde señor saltamontes –.
–Eso le pasa a todos los perros cachorros como tú –.

Luego interrumpe nuevamente la señora Miriam al salir y


escuchar al perrito ladrar mucho en el patio, puesto que

112
éste se encontraba hablando en su idioma animal con su
amiga la mariposita dorada.

–Bueno, Peluchincito, qué tanto ladras. Debes tener


hambre verdad –. Le dijo la señora al ver ladrar a Mury.
Luego, la señora Miriam se da cuenta de la hermosa
mariposa que estaba posada en la margarita roja.
–Dios santo, que mariposita tan preciosa. Nunca había visto
algo así –. Dijo la señora al intentar agarrar a la mariposa
por sus alas, pero ésta sale volando al instante. – ¡Ay! Dios
mío, se me fue. Que pesar, solamente la quería observar un
poco más de cerca. Bueno, de pronto vuelva otra vez –. Dijo
la señora al ver que se le había ido la mariposa.

Mury comienza a ladrar, pero en su ladrido le decía a la


mariposa que no se fuera, que se quedara un rato más,
pero ésta no quiso y decidió irse. Luego, más tarde, aparece
la mariposa nuevamente pero en la sala de la señora
Miriam revoloteando por encima de unas flores amarillas
artificiales que estaban en un jarrón de cristal, sobre una
pequeña mesita redonda de color marrón oscuro. La
mariposa dorada se posa sobre ellas y luego comienza con
su pequeña manguerita succionadora a intentar extraer el
néctar de la flor, pero la mariposita dorada no sabía qué
clase de flores eran porque no le encontraba por ningún
lado una sola gota del néctar o de miel. Por donde metía su
pequeña manguerita succionadora no le encontraba gota
alguna de néctar.

– ¿Dónde está el néctar? –. Se decía la mariposa al no


encontrar gota alguna del preciado néctar.

113
Luego sale ésta al patio donde Mury yacía echado en la
verdísima y fresca grama del patio. Éste dormía su pequeña
siesta, cuando en esos momentos la mariposa se posa
sobre su nariz u hocico, despertando así a Mury. Luego
éste, al sentir a la mariposa posándose sobre su tierno y
adorable hocico frío y húmedo le pregunta: – ¿Qué sucede?
–.

Ésta desde el hocico de Mury, movía gradualmente sus


alitas.

–Esta casa, en la cual vives tú, es un poco rara –. Le dijo la


mariposa a Mury.
– ¿Porqué lo dices? –.
–Por las flores raras que hay aquí –.
– ¿A qué flores te refieres? –.
–A una que están allá adentro –.
– ¡Ah! Esas no son naturales. Son de plástico o sintéticas –.
– ¿Cómo así? No entiendo –.
–Qué las flores que vistes allá adentro no son flores
naturales, son artificiales, es decir que son hechas por el
hombre a base de plástico para reemplazar a las naturales y
así darle más ambiente a un lugar. Ya que esas flores no
necesitan de agua, no se marchitan y pueden estar por
años adornando un mismo lugar sin que necesiten ser
cambiadas o reemplazadas por otras.
– ¡Ah! Ya veo. Por eso no le encontraba por ningún lado la
miel –.
–Por eso, porque son artificiales –. Replicó una vez más
Mury.

114
–Bueno, siendo así ¿para qué voy a seguir en esta casa; en
donde las cosas son artificiales? Será mejor que me marche
y vaya en busca de mi preciado alimento –. Dijo la
mariposa.

La mariposa alza nuevamente su vuelo y se posa una vez


más sobre las margaritas rojas que estaban en el patio.

–Estas sí son flores de verdad –. Dijo la mariposa. –El ser


humano jamás podrá fabricar flores como estas. Sólo la
madre naturaleza lo puede hacer. El ser humano sólo
puede crear imitación de ellas, pero nunca la podrá igualar
–. Replicó la hermosa mariposa dorada.
Mury escuchaba contemplando a su amiga desde la
margarita. Luego, Mury le hace una pregunta a su amiguita:
– ¿Qué haces tú para poder vivir? –.
–Nosotras las mariposas vivimos y nos alimentamos del
néctar de las flores –.
– ¿Y cómo hacen para defenderse de los depredadores que
andan por ahí acechando a los más débiles? –.
–Bueno, algunas mariposas como yo tenemos varias
técnicas de defensa como por ejemplo el polvito fino que
tienen nuestras alitas, que cualquiera que intente
comernos, puede sufrir un envenenamiento –Le dijo la
mariposita con una seguridad innata.
– ¿Y eso es todo lo que hacen ustedes? –.
–No, también depositamos nuestros huevecillos en algunas
flores y plantas para así dejar nueva prole y conservar la
especie. Y ustedes los mamíferos ¿qué hacen para poder
vivir? –.

115
–Bueno, nosotros somos diferentes a ustedes. Nosotros los
perros cuidamos de nuestros amos, somos fieles amigos y
siempre ellos nos tratan bien. Bueno, no todos; claro está.
Porque hay algunas personas que no gustan de nosotros,
que a veces nos echan a la calle o nos maltratan. Aunque
no todos los perros se portan bien, porque hay algunos
perros que cuando son malos; sus amos lo tienen que votar
o abandonar por su mal comportamiento y hasta los
sacrifican cuando cometen una acción muy grave: como el
morder a alguien o cuando son muy agresivos –.
– ¡Oh! Eso sí que es demasiado terrible. ¿Y cuántas veces te
han tratado mal?
–Bueno, hasta ahora no me han tratado mal. Pero lo que
quiero decirte es que a todos los perros como yo a veces
nos maltratan y hasta nos pueden abandonar cuando ya no
nos quieren o por cualquier otra causa –.
– ¿Y cómo sabes tú esas cosas? –.
–Porque lo he visto y también lo he escuchado decir de las
personas humanas.

Luego aparece en el acto otra mariposita de color negro,


que tenía en la parte superior de sus alas como unos ojitos.
Esto era una forma de defensa de la mariposa. La
mariposita negra se posa también junto con la mariposa
dorada y luego ésta saluda a su compañera lepidóptera.
Mientras éstas se saludaban y hablaban entre ellas, la
señora Miriam salía al patio. Ésta pudo darse cuenta de las
dos mariposas que estaban posadas en la margarita roja,
pero a la señora Miriam le llamaba más la atención la
mariposa dorada que estaba posada junto a la otra
mariposita. La señora Miriam se le acercó a las dos

116
mariposas con mucha cautela, para evitar que no se les
fueran a ir las dos maripositas. Mury y las maripositas no se
dieron cuenta de las intenciones de la señora. Cuando ya
ésta se hubo acercado lo suficiente a las dos mariposas,
atrapa por sus alitas a la bella y hermosa mariposita
dorada; mientras que la otra mariposita huía del lugar.
Mury quiso dar aviso, pero fue demasiado tarde. Éste
ladraba insistentemente a la señora Miriam para que
soltara a su amiga, pero la señora hizo caso omiso a sus
ladridos. La señora solamente quería ver más de cerca a la
mariposita, contemplar su belleza natural y no el hacerle el
menor daño posible a la delicada mariposita. Pero ésta,
apresada entre los dedos de la señora Miriam, intentaba
soltarse sin éxito alguno. Ésta seguía revoloteando entre los
dedos de la señora. Cuando ya la señora Miriam se cansó
de observarla, y, viendo que ésta revoloteaba
violentamente; la suelta para evitar romper alguna de sus
alitas. En sus dedos se había quedado impregnado un
polvillo dorado, que luego se limpiaba con un trapo.

– ¡Qué mariposita más linda! Nunca había visto algo así.


Dios sí sabe hacer cosas bellas –. Decía la señora
estupefacta al haber contemplado la hermosura de la
mariposa.

La mariposita al verse nuevamente libre, vuela junto con su


otra compañera hacia lo más alto posible para evitar ser
nuevamente capturada por cualquier ser humano posible.

117
–De las que nos libramos –. Le dijo la mariposita negra a la
dorada. –Estos seres humanos son muy peligrosos. Uno
nunca sabe cuando atacan –.

Mury pudo ver como se iba su amiguita la mariposa dorada


junto con la otra mariposita. Éstas se elevaron tan alto,
hasta perderse de vista. Más tarde, cuando ya no había
peligro alguno de ser atrapado, aparece nuevamente la
mariposita dorada. Mury jugueteaba con el único elemento
que tenía a su alcance: el platito con la cual comía. Éste no
había notado la presencia de su amiga. Ésta para poder
llamar la atención de su amiguito canino, tuvo que dar
varias vueltecitas alrededor de él, y luego se posó sobre el
platito de comer. Mury, al darse cuenta por fin de la
presencia de su amiga una vez más, le dice: – ¿Qué haces
otra vez por aquí? –.
–Es que no hemos terminado nuestra plática de esta tarde.
Tu humana cuidadora sí que nos dio un buen susto. Tuve
que salir huyendo con mi amiga de este lugar. ¿Por
casualidad no está por ahí? No sea que venga y me coja
descuidada otra vez.
–No, ella debe estar haciendo su siesta en su habitación –.
–Bueno, menos mal. Porque no quiero otras clases de
sorpresas –. Le dijo la mariposita con mucha cautela y
atención.
–Y después del susto que pasaron ¿A dónde fueron? –.
– ¡Ah! Estuvimos visitando algunas flores y bebiendo
mucho néctar. Ahora estoy buscando un lugar ideal para
depositar mis huevos –.
– ¿Y ya lo encontraste?
–No, todavía no. Estoy trabajando en eso –.

118
– ¿Y por qué no escoges éste lugar? Es un buen lugar –.
– ¡Oh no! Éste es un lugar muy peligroso para poder colocar
mis huevecillos. ¿Ya se te olvidó el susto que nos dio tu
ama cuidadora? –. Le dijo muy aterrada la mariposita por la
idea que le estaba dando Mury a ella.
–No, ella no es mala. Ella solamente quería contemplarte y
no hacerte ningún daño –. Le dijo Mury.
–Pero casi me rompe mis preciosas alas doradas. Y esa
hubiera sido mi total desgracia ¿Y luego con qué iba
después a volar? –.
–Sí, es verdad, pero ya viste que no te sucedió nada malo; o
sí –.
–Bueno, a la verdad no me pasó nada. Pero otro ser
humano como ella me pudo haber hecho algún daño.
Recuerda lo que me dijiste en la mañana acerca de que no
todos los seres humanos gustan de animales. Hay algunos
que les gusta capturar mariposas para luego traspasarnos
con alfileres muy grandes, luego nos meten en grandes
botellas con sustancias venenosas para conservarnos y
hacer de nosotras objetos de colección –.
–Sí, eso puede que sea verdad, pero en este caso la que
habita en esta casa es una persona maravillosamente
buena e incapaz de hacer un latrocinio como ese, y el cual
tú has acabado de decir –.
–Bueno, si es así como dices ¿En qué lugar de esta inmensa
casa puedo depositar mis huevos, sin que éstos corran
riesgo de peligro alguno y sin que tu cuidadora represente
para mis huevecillos tales peligros? –.
–Bueno, puedes depositar tus huevos en esas margaritas.
Ahí no tendrán ningún peligro tus huevos –.

119
–Bueno, está bien. Se me había olvidado que existían esas
flores –.

La mariposita dorada se dirige a las margaritas y después


de haber depositado sus huevos, se despide ésta de su
amigo canino.

–Bueno, es hora de irme –.


– ¿Cómo así? ¿Para dónde vas? ¿Vas a dejar a tus hijos
abandonados? –.
–Es la ley de la vida y de la naturaleza –. Le dijo la
mariposita.
– ¿Cómo así? No te entiendo –.
–Nosotras las mariposas tenemos un periodo de vida muy
corto. Después que depositamos nuestros huevos, es hora
de partir y dejar nuestro lugar a otras nuevas mariposas
que después harán lo mismo; repitiendo así el ciclo de la
vida. Es la ley de la vida y de la madre naturaleza –. Le dijo
la anciana mariposa. –Para nosotras las mariposas un día es
como cien años –.

La mariposita después de haber hablado las últimas


palabras con su amigo Mury se va despidiéndose de su
amigo.
–Bueno Peluchín, es hora de marcharme. Gracias por
ofrecerme estos cien años de vida –. Le dijo la mariposa.
– ¿Pero cuáles cien años, si sólo está pasando un día? –.
– ¿No te dije que para nosotras las mariposas un día es
como cien años? Ya soy una anciana y mi hora de morir se
acerca –. Le dijo la mariposa elevando así su vuelo hacia
otra vida mejor.

120
Mury, como despedida, lanza un ladrido nostálgico al aire y
así se cierra una amistad que para el perrito Mury fue la
más corta de su vida, pero que para su amiga, la mariposa
dorada, fue la más larga de su vida. La mariposita se fue
para nunca más volver, pero dejaba un manojito de nueva
descendencia de mariposas doradas en las margaritas.

Para la mariposita habían pasado cien años de su vida, pero


para el perito Mury sólo había transcurrido un día. Pero era
que Mury y la mariposita dorada vivían dos vidas diferentes
con tiempos muy distintos y muy paralelos. El telón oscuro
de la noche por fin se había cerrado, dando por terminado
el día milenial para aquellos pocos seres vivos que veían
este día como un siglo; pero que para otros era como un
abrir y cerrar de ojos. La vida de aquella mariposa dorada
transcurría lentamente hasta que el día murió y con ella la
mariposa dorada, dando así o dejando así lugar para otros
seres vivos que la reemplazarían en esta vida convulsionada
de muchos desmanes y sufrimientos; para así continuar el
ciclo de la vida silvestre.

121
El perrito Mury

Capítulo XIII.

El reencuentro de Aldrin y Mury

Para Aldrin y sus amigos era un día esplendoroso. Su


labor era bastante ardua. Aldrin y Laura se ocupaban del
negocio, mientras que Paco y Pepe se dedicaban a la
brocha gorda; pintando el último tramo del Kiosco que
medía dos metros de ancho por tres de largo. Éste, que en
otros tiempos había sido también un negocio prospero, y,
que había cerrado sus puertas para luego volver a ser
abierto por Aldrin, su nuevo dueño. El lugar había sido
abandonado por su antiguo dueño, quién había cerrado el
lugar por haberse cambiado de barrio y por los nuevos
negocios que éste había obtenido con muchos años de
trabajo y buen juicio. Aldrin pudo dar con el antiguo dueño
del local para solicitarle la venta del mismo y así poder
montar su negocio que tanto había soñado y por el cual
ambicionaba tener. El dueño era un hombre prospero y
rico, que pensaba en ampliar sus nuevos negocios y
deshacerse del antiguo local abandonado que lo había
llevado muy lejos y le había dado ganancias satisfactorias y
fructíferas, para luego abrir otros locales comerciales. El
hombre como ya había crecido económicamente, vio el

122
buen interés que Aldrin tenía por comprar su antiguo local
para poder hacer sus sueños realidad. El buen hombre le
vendió el local por un precio bastante módico. Con alegría y
buena suerte, Aldrin le entrega el dinero que el señor
Gustavo, dueño del local abandonado, le había pedido. El
señor Gustavo, como era una persona honesta, honrada y
de buen negociar; le entrega un documento de propiedad
del local que éste le había vendido; y luego le da unas
recomendaciones:

–Muchacho, espero que te vaya muy bien en tu negocio.


Guarda muy bien éste documento que te estoy entregando
y no lo pierdas de vista porque es el documento de
propiedad que te acredita como el propietario del mismo.
Así que cuídalo mucho y no se lo entregues a nadie, porque
te pueden quitar el local –.

El local le había costado a Aldrin quinientos mil pesos, y


esto fue motivo de felicidad para Aldrin; ya que un local así
podía valer mucho más que el dinero que le había pedido
su antiguo dueño. La suerte estaba de parte de Aldrin,
quién había tenido también consigo a Suertudito antes de
que éste se le hubiera perdido por su desafortunado
descuido. El lugar estaba en buen estado, sólo le faltaba
unos cuantos arreglos y un poco de pintura para darle un
toque de buena presentación al nuevo negocio de Aldrin y
sus amigos. Paco y Pepe pintaban las tablas de color
marrón claro con la cual estaba construido el kiosco. El
techo era de eternit, pintado de color rojo claro, y, el
interior del kiosco estaba pintado de blanco.

123
Cuando Paco y Pepe hubieron terminado, recogieron las
cosas y la colocaron dentro del kiosco.

–Bueno Paco, ya por fin terminamos. Ahora debemos


llevarle la escalera a la señora Miriam –.
– ¡Ombe! Se la llevamos mañana –.
– ¡No! Vamos y se la llevamos ahora. De pronto vaya a salir
mañana y no la encontremos. Además, no quiero dejar na’
pa’ mañana. Hay un dicho que dice “No dejes pa’ mañana
lo que puedas hacer hoy” –.
–Sí, es verdad, pero es que estoy muy cansado y esto sí lo
podemos dejar pa’ mañana –.
–No, deja la pereza y vamos –.
–Está bien. Que sea lo último que hagamos por el día de
hoy –.
–De acuerdo –.

Luego tomaron la escalera y se la fueron a llevar a la señora


Miriam, quién se encontraba en esos momentos tejiendo
un hermoso y precioso mantel de colores floridos. Ésta al
escuchar el timbre de la puerta, se levanta del confortable
sofá cama. Luego echa un vistazo por la ventana. Eran Paco
y Pepe con la escalera. La señora Miriam abre la puerta y
luego saluda a los muchachos.

–Muchachos como están. Como me les fue con su trabajo –


.
–Bueno señora Miriam, gracias a Chuchito lindo nos fue
bastante bien –.
– ¿Y sí les sirvió la escalera? –.

124
– ¡Claro señora Miriam! Un poquito larguita, pero sí nos
sirvió. Algo es algo peor es na’ –. Le dijo Pepe.
–Bueno muchachos, adelante –.

Paco y Pepe toman la escalera y la llevan al patio. Luego


Mury comienza a ladrar a los dos extraños visitantes que
habían venido a traer la escalera. Paco y Pepe al ver al
perrito se sorprendieron de inmediato por el afortunado
hallazgo de Mury.

– ¡Mira! Pepe, es Lanudo –.


– ¡Sí! Es cierto, es Lanudito –. Dijo también sorprendido
Pepe.
– ¿Qué pasa, muchachos? –.
–Ese perrito que usted tiene es el que se le había perdido a
Aldrin. ¿En dónde se lo encontró señora Miriam? –. Le dijo
Paco.
–No, ese perrito no es mío. Es de una niña que vive al
frente de mi casa. Hacen ya diez días en que ella se lo
encontró en la calle, pero como no lo puede tener en su
casa me pidió el favor de que se lo cuidara y por eso está
aquí en mi casa. Si quieren hablen con la niña primero para
ver que les dice. Quizás ella se los devuelva –.
–No se preocupe señora Miriam, lo importante es que está
aquí y está bien. Nosotros solamente le avisaremos a Aldrin
de que su perrito está muy bien y que ya apareció –.

Mury ladraba alegremente moviendo su tierna colita


lanuda al haber identificado a los dos extraños que habían
llegado. Paco lo toma entre sus brazos y lo acaricia,

125
mientras que Mury, en señal de alegría, le lamía la cara a
Paco.

–Ahora, en lo que estoy pensando es en cómo se va a


poner la niña cuando sepa que ya apareció el dueño de
Peluchín –. Le dijo la señora a los muchachos.
– ¿Cómo fue que dijo que se llamaba? –. Preguntó Pepe.
–Peluchín. Así le puso la niña. A demás de eso, está inscrito
para un concurso y si ustedes se lo llevan, ya no podrá
entonces concursar y la niña se pondrá muy triste –.
–No señora Miriam, no nos lo llevaremos. Tranquila.
Nosotros hablaremos con Aldrin y después se pondrá de
acuerdo con la niña y así no habrá ninguna clase de
problema por el perrito –. Le dijo Paco a la señora.

Luego éste baja a Mury y se despiden de la señora Miriam.

–Bueno señora Miriam, nosotros nos vamos. Muchas


gracias por la escalera –.
–De nada muchachos. Que les vaya bien –.
–Ya viste Paco. Si no hubiéramos venido hoy, y, si
hubiéramos dejado esto pa’ mañana, no hubiéramos
encontrado aquí a Lanudito. Esto va a ser una buena noticia
pa’ Aldrin y se pondrá muy contento –. Le decía Pepe a
Paco.

Mientras tanto, Aldrin y Laura seguían trabajando en el


Kiosco muy anímicamente cuando llegaron Paco y Pepe con
sus rostros que irradiaban de felicidad por la noticia que le
traían a Aldrin.

126
– ¡Aldrin, Aldrin! A que no sabes a quién nos acabamos de
encontrar –. Le dijo Paco muy contento del hallazgo de
Mury.
– ¡AJá! Cuéntenme a quién se encontraron ustedes –.
– ¡A Lanudo! –. Respondieron al unísono Paco y Pepe.

Aldrin, sorprendido por la noticia, no sabía qué hacer y qué


decir por la total alegría que lo había embargado de
felicidad.

– ¡Ajá! Di algo Aldrin –. Le dijo Laura al escuchar también la


noticia y al ver que su amigo no pronunciaba o balbuceaba
palabra alguna.
–Bueno ¿Y dónde está él? –. Preguntó Aldrin.
–En la casa de la señora Miriam –. Contestó Pepe.
– ¿Y qué hace Lanudito allá? –. Indagó Aldrin.
–Bueno Aldrin, lo que pasa es que una niña se lo encontró,
y como no tenía donde meterlo lo refugió en la casa de la
señora Miriam –. Le dijo Paco.
– ¿Y quién es esa niña? –. Preguntó una vez más Aldrin.
–Bueno, la señora Miriam no nos dio el nombre y como
estábamos de afán por traerte la noticia no se lo
preguntamos. Pero sí nos dijo que el perrito fue inscrito
para un concurso. No sabemos qué clase de concurso será,
ya que tampoco se lo preguntamos –. Le dijo Pepe.
–Bueno, mañana vamos a la casa de la señora Miriam, y, sí
es posible hablaremos también con la niña pa’ ver si nos lo
devuelve –. Les dijo Aldrin a sus amigos.
– ¡Ajá! ¿Y a mí quién me va ayudar a atender el quiosco
mañana? Porque yo sola no voy a atender el quiosco. ¡Eso
sí olvídenlo! –. Les dijo Laura a los muchachos.

127
–No te preocupes, Paco se queda contigo atendiendo el
negocio mañana; mientras que Pepe y yo vamos a la casa
de la señora Miriam a ver a Lanudito.
–Está bien, que sea así, porque yo sola no me quedo aquí –.

Al día siguiente, Aldrin y Pepe salieron hacia la casa de la


señora Miriam en busca de su adorable cachorro, quién ya
había cumplido diez días de ausencia desde el día en que se
extravió. Cuando Aldrin y Pepe llegaron a la casa de la
señora Miriam, Alicia también hacía lo suyo. Ésta tocaba el
timbre de la puerta.

–Aldrin, ésta debe ser la niña que nos mencionó la señora


Miriam –. Le dijo Pepe en forma de murmuración a Aldrin
para evitar que la niña escuchara lo que éste le decía en
secreto.

La señora Miriam echa un vistazo por la ventana ahumada


antes de abrir la puerta para ver quién era. Luego ésta al
ver que eran los muchachos y Alicia, abre la puerta.

–Hola muchachos ¿cómo están? –. Les dijo la señora.


–Disculpe señora Miriam ¿Para qué me necesita? –.
Preguntó Alicia.
–Ahora te digo, hija. Por favor entren –. Alicia, Pepe y
Aldrin entran a la casa de la señora Miriam.
–Bueno muchachos, yo no me esperaba que iban a venir
hoy; pero ya que están aquí pueden ir al patio y ver a
Peluchincito –. Les dijo la señora a Aldrin y a Pepe.

128
Aldrin estaba muy entusiasmado por ver a Mury. Éste sin
tanto protocolo sale con Pepe al patio para poder ver por
fin a su adorable cachorro extraviado. Alicia, que no
entendía la visita de los jóvenes muchachos que habían
llegado a la casa de la señora, empezaba a sentir una
pequeña tristeza.

–Señora Miriam ¿Qué está pasando? –. Preguntó Alicia al


ver que los jóvenes muchachos salían al patio.
–Ya lo veras –. Le respondió la señora.

Luego salió Alicia con la señora Miriam al patio, y, al ver


Alicia que Aldrin abrazaba con mucha alegría a Lanudo;
empezó a comprender que ese joven era su verdadero
dueño. Mury movía alegremente su colita, y esto hacía más
evidente el reencuentro de Aldrin y el pequeño cachorro
Lanudo. Alicia no podía ocultar su tristeza al ver que su
verdadero dueño había aparecido.

–Alicia, hija, éste es Aldrin el dueño de tu perrito –. Le dijo


la señora Miriam presentándole al muchacho.
Alicia, con mucha tristeza responde: –Hola, me llamo Alicia
–.

Aldrin, al ver la tristeza de la niña le da el perrito y luego le


dice: –Te gusta ¿Verdad? –.

Alicia, con los ojos aguados de lágrimas le responde: – ¡Sí! –


.
–Bueno quédate con él –.

129
Alicia, al escuchar lo que Aldrin le había dicho se pone muy
contenta por la buena noticia que recibía.

–Me dijeron que tú inscribiste a Lanudo para un concurso,


¿Qué clase de concurso es? –.

Alicia muy contenta le cuenta con lujo de detalles todo


acerca del concurso y de cómo se había encontrado a
Lanudo. Desde ese momento comenzaba una nueva y
buena amistad entre Aldrin y Alicia. Mury había sido el
causante de esa nueva amistad que se había originado por
su encuentro.

–Bueno muchachos, me alegro de que todo haya terminado


bien; porque ya estaba pensando en cómo le iba yo a decir
a la niña de que su adorable perrito ya tenía dueño, y que
debía devolverlo a su verdadero dueño. Pero ustedes me
ahorraron ese penoso trabajo. Gracias a Dios, todo terminó
bien –. Les dijo la señora Miriam a los muchachos.
–Sí señora Miriam, gracias a Dios todo salió bien –. Dijo
Aldrin acariciando la preciosa cabecita de su antiguo
cachorrito que por fin se quedaba con Alicia y que ésta muy
alegre lo mimaba.
–Alicia ¿Cómo vas hacer para entrenar a Lanudo? Porque
me imagino que a ese concurso van a ir muchos perros muy
bien entrenados y amaestrados por sus amos pa’ ganarse
ese concurso y que será demasiado difícil. Además, Lanudo
todavía no está preparado pa’ ese concurso y necesita ser
entrenado. No sé cómo, pero necesita ser entrenado –. Le
dijo Pepe.

130
– ¡Ah! Pa’ eso no hay problema. Yo me encargo de
entrenarlo –.
Contestó Aldrin muy emocionado por la idea que le había
brotado de inmediato.
– ¿Y cómo vas hacer, si tú nunca has entrenado perros? –.
Le dijo Pepe.
–Yo me las arreglaré. Claro, si Alicia me lo permite –. Dijo
Aldrin dirigiéndose a la niña.
–Sí, está bien. Esa es una muy buena idea. Y ¿Porqué tú
dices que hay que entrenarlo? –. Le preguntó Alicia a Pepe.
–Porque yo creo que he visto esos concursos, en donde las
personas llevan sus mascotas y éstas le dan órdenes, y,
éstos a la vez hacen lo que esas personas les dicen que
hagan. Y pa’ eso deben tener como una clase de
entrenamiento o algo así parecido. No sé, digo yo, pues –.
Le dijo Pepe.
–Bueno, de todos modos yo me encargo de entrenarlo –.
Replicó una vez más Aldrin.

De esta manera culminaba ese gran reencuentro que tuvo


Aldrin con su adorable y precioso cachorrito extraviado,
Lanudo. La vida los había vuelto a unir, y esta vez para ser
Aldrin participe del concurso por el cual había sido inscrito
Mury. Solamente faltaba que alguien lo comenzara a
entrenar, y ese alguien sería nada más y nada menos que
su antiguo dueño Aldrin. Gracias a la escalera que Paco y
Pepe prestaron, fue lo que permitió ese maravilloso
reencuentro entre su pequeño y extraviado cachorro
Lanudo y Aldrin. A éste reencuentro se le sumaba ahora
una nueva y muy buena amistad entre Aldrin y la nueva
dueña de Mury, Alicia.

131
Por fortuna, Alicia no perdió a su adorable perrito Peluchín,
que tuvo la suerte de quedarse con él. Ahora debían entre
Aldrin y Alicia entrenar y preparar a su pequeña mascota
para el concurso que se estaba aproximando lentamente.
La vida no solamente le daba la oportunidad a Aldrin de
encontrarse nuevamente con Lanudo, sino que también le
daba la oportunidad de ser su manager de entrenamiento
junto con Alicia su nueva dueña. Aldrin debía buscar la
forma de preparar a Mury para el gran concurso por el cual
Alicia lo había inscrito. Aunque ese trabajo le iba a costar
mucho, porque Aldrin nunca jamás había entrenado perros
y éste en verdad no sabía nada de perros ni mucho menos
del concurso, y de cómo era la clase de entrenamiento que
debía recibir Mury de Aldrin para poder participar en el
concurso. Sólo la vida les tenía preparado una grata
sorpresa, aunque Lanudo no estuviera muy bien entrenado
sí recibiría un agradable premio.

132
El Perrito Mury

Capítulo XIV.

El entrenamiento de Mury

Alicia y Aldrin se habían puesto de acuerdo en la forma,


lugar y de cómo iba a ser entrenado Mury. Alicia aprovechó
el momento que su madre le había dado para hacerle un
mandado. Ésta no sabía donde quedaba el kiosco de Aldrin,
y, por eso aprovechó la ocasión que se le había presentado
para poder ir a comprarle las cosas que su madre le había
encargado. Y así conocer aquel novísimo negocio que Aldrin
tenía y había sido inaugurado sin tanto protocolo. Alicia,
cuando sale de su casa, ve a la señora Miriam que estaba
barriendo la terraza de su casa, y, ésta aprovecha la ocasión
para averiguar en donde quedaba el kiosco de Aldrin y así
ganar un poco de tiempo y no tener que estar perdiendo el
tiempo buscando el lugar. Alicia no sabía que el kiosco de
Aldrin estaba cerca del sector en donde ella vivía.

–Buenos días, señora Miriam ¿Cómo está? –.


–Buenos días, Alicia. Gracias a Dios estoy muy bien ¿Y tú
cómo amaneciste?
–Muy bien, señora Miriam. Muchas gracias –.
– ¿Para dónde vas ahora? –.

133
– ¡Ah! Señora Miriam, voy para el kiosco de Aldrin ¿Usted
sabe dónde está?
–Claro que sí, hija. Eso no tiene ninguna perdida. Está en la
esquina del viejo parque ¿Sabes cuál es? –
–Sí, señora Miriam. Ya sé cuál es. Muchas gracias –.
–Siempre a tus órdenes, mi niña. Me saludas a Aldrin y a
sus amigos –.
–Sí señora Miriam, con mucho gusto –.

Aldrin había llegado muy temprano a la casa de la señora


Miriam para pedirle permiso de llevarse a Lanudo al kiosco
y entrenarlo allí, mientras que sus amigos atendían el
negocio. Aldrin le enseñaba toda clase de trucos a Mury,
pero éste sólo sabía ladrar y juguetear. Cuando Alicia pudo
ver a Aldrin y a Mury que estaban ocupados,
supuestamente entrenando, ya que Mury no quería hacer
las cosas que Aldrin le indicaba porque sólo quería jugar y
nada más.

– ¡Hola! Aldrin –.
– ¡Hola Alicia! ¿Cómo estás? –.
–Muy bien. Y ¿Ustedes qué están haciendo? –.
–Bueno, intentando entrenar a Lanudo como habíamos
acordado pero no se deja y se me está complicando un
poco –.
–Debes tener un poco de paciencia –. Le decía Alicia –Para
entrenar a un cachorro como Peluchincito hay que hacer
como los domadores de focas –.
– ¿Y cómo hacen los domadores de focas? –. Preguntó
Aldrin muy curioso por saber cómo entrenaban los
domadores de focas a sus focas.

134
– ¿Tú nunca has ido a un circo? –.
– ¡No! –. Contestó Aldrin.
–Pues, en los circos, los domadores de focas cuando
entrenan a las focas y ven que sus focas hacen cualquier
acrobacia y otras cosas más; les dan como premio o
incentivo a lo que hicieron bien una sardina o un pedazo de
pescado crudo –.
– ¿Pero será que a Lanudo le gustará el pescado crudo? –.
Le dijo Aldrin.
–Bueno, en verdad no sé. Aunque debe ser muy
desagradable comer cosas crudas, pero a las focas les gusta
–.
–Bueno, lo podemos entrenar dándole galletas y salchichas
como incentivo a lo que haga bien, en vez de pescado
crudo –. Le dijo Aldrin.
–Esa es una buena idea –. Contestó Alicia.

Alicia y Aldrin no sabían en verdad cómo entrenar y


amaestrar a un perrito como Mury. Ya que éste sólo le
interesaba jugar, comer, dormir y ladrar como un
cachorrito juguetón. Aldrini el fantástico lo debía entrenar
todas las mañanas, para así poderlo preparar para el
concurso. Éste le enseñaba trucos como saltar alto, echarse
y pararse en dos patas que eran algunas de las funciones
básicas caninas que Mury recibiría en el concurso. Aldrin no
sabía que le estaba enseñando inconscientemente esas
funciones a Mury. Y éste sólo se quedaba observando a
Aldrin hacer las cosas que Mury debía hacer como su rutina
de entrenamiento. Para Aldrin era un trabajo difícil, puesto
que nunca había entrenado a un perro, y, éste hacía lo
posible por enseñarle toda clase de trucos que se le

135
ocurrían y le pasaban por la mente. Aldrin a la vez era un
muchacho bastante ingenuo en el área de entrenamiento
de perros, pero que hacía el mayor de los esfuerzos
posibles para pode ver a su cachorro preparado para
cuando llegara el momento de concursar. Aunque lo que
Aldrin le estaba enseñando a Lanudo no iba a servir de
mucho, ya que no era lo suficientemente necesario para
amaestrar a un perrito como Lanudito. Para poder entrenar
a un perro, Aldrin y Alicia debían conocer más acerca del
concurso o de cómo era un concurso de perros, para así
tener en claro las condiciones de un concurso de canes y así
de esa forma poder entrenar a su adorable cachorrito.
Después de que Alicia terminó de hablar con Aldrin, ésta
llega al kiosco para comprar las cosas que su madre le había
encargado. Mientras tanto, Aldrin seguía intentando su
difícil tarea de entrenar a Mury.

–Hola Pepe ¿Cómo estás? –.


–Bueno Alicia, muy bien ¿Y qué te trae por aquí? –. Le dijo
Pepe.
–Bueno, aproveché que mi mamá me mandó hacerle un
mandado, y, como no sabía donde quedaba el kiosco de
Aldrin, le pregunté a la señora Miriam y ella me dijo donde
quedaba y aquí estoy. Ahora puedo aprovechar las
oportunidades que mi mamá me dé para poder venir aquí y
hablar con ustedes y ver también de paso a mi querido y
adorable Peluchincito –.

En esos momentos entraba al kiosco Laura.

– ¡Hola Pepe! ¡Hola Paco! –. Les dijo Laura.

136
– ¡Ah! Muchachos, miren. Le presento a Alicia. Ella es la
niña que se encontró a Lanudito la semana pasada –. Les
dijo Aldrin a Paco y a Laura.
–Hola Alicia, mi nombre es Laura –.
–Y el mío es Paco –. Secundó Paco la presentación de Laura.
–Bueno Alicia, dime ¿qué deseas llevar de nuestro kiosco?
–. Le dijo Pepe.
–Bueno, me das una libra de tomate de árbol, una libra de
azúcar y un litro de leche –.
– ¿Nada más? –.
–Sí, no más eso. Muchas gracias. ¡Ah! Pepe la señora
Miriam les mandó saludes –.
–Muchas gracias Alicia. Si la ve nos la saluda de nuestra
parte –
–Okey –. Le dijo Alicia.

Luego Alicia vuelve a su casa con las cosas que su madre le


había pedido. Cuando Alicia vuelve, ve a la señora Miriam
todavía en la terraza de su casa. Esta vez regando con una
manguera verde la terraza que tenía muchas flores y matas
ornamentales que adornaban la terraza de su casa.

–Hola hija, encontraste el kiosco de Aldrin –.


–Sí señora Miriam. Pude dar con él. Muchas gracias –.
–De nada. Y dime ¿Cómo te fue? –.
–Bueno señora Miriam, me fue muy bien. Me encontré con
Aldrin y Peluchincito. Estaban entrenando para el concurso
–.
–Bueno hija, me alegro por eso –.
– ¡Ah! Señora Miriam. Los muchachos también le mandan
saludes –.

137
–Bueno, gracias hija –.
–Siempre a sus ordenes señora Miriam. Bueno señora
Miriam la dejo –.
–Bueno hija, cuídate –.
–Sí señora Miriam, gracias –.

Alicia atraviesa con precaución la calle y luego entra a su


casa abriendo la puerta con una llave que su padre le había
dado para que pudiera ella misma abrir la puerta. Esto le
permitía a Alicia un poco de libertad en cuanto a la entrada
a su casa. Esto permitió también de que Alicia hubiera
metido a Mury a su casa cuando se lo había encontrado.

138
El perrito Mury

Capítulo XV.

Un afortunado rescate

Faltando un mes para el concurso, Aldrin y Mury salen a


dar un paseo como precalentamiento para dar comienzo al
entrenamiento matutino de Mury. Pero lo que no se
imaginaba Aldrin era que se encontraría con una gran
sorpresa: Se encontraría nuevamente con aquel señor que
les había dado los veinte mil pesos por haberle lustrado sus
zapatos. Era nada más y nada menos que el distinguido
señor con el gran anillo de oro, que esta vez ya no tenía
porque los ladrones se lo habían quitado junto con otras
cosas que traía. Éste había sido atacado y asaltado por unos
maleantes que habían salido de la nada de una manera
repentina. Luego que lo hubieron atacado y asaltado lo
golpearon y lo echaron a un gran agujero lleno de agua,
después de haberle quitado todas sus pertenencias. Por
fortuna no estaba totalmente lleno de agua el gran hoyo;
pero que éste se iba llenando lentamente de agua, ya que
éste se encontraba cerca de un pequeño arroyito que hacía
que el agua y la humedad se filtrara y se resumiera en él,
convirtiéndose así en una verdadera trampa mortal. El
lugar en donde había sido atracado el distinguido caballero

139
era solitario y muy apartado de la ciudad. Aldrin y Mury
iban muy contentos por el camino cuando de pronto Mury
comienza a dar ladridos. Mury, gracias a sus facultades
olfativas y de sabueso, da con el paradero y el hallazgo del
distinguido caballero. Lanudo comenzó a ladrar y a ladrar
insistentemente en dirección al gran agujero, pero Aldrin
no entendía la razón por la cual su adorable cachorrito
estaba constantemente ladrando.

– ¿Qué te pasa Lanudo? –. Le decía Aldrin a su tierno


cachorro, pero éste seguía ladrando en dirección al gran
agujero que se encontraba también a un lado del camino.
El agujero medía tres metros de profundidad y éste seguía
llenándose muy lentamente de agua. El hueco era muy
resbaladizo, y, esto impedía que el señor por mucho que
intentara salir no pudiera o consiguiera salir de allí, puesto
que el lodo era muy arcilloso y resbaladizo.

El distinguido caballero se había cansado de pedir ayuda,


pero nadie le socorría. Era tanto el cansancio y las voces
que daba de auxilio que se había quedado afónico de tanto
gritar. El agua seguía subiendo gradualmente y el
distinguidísimo caballero se había abandonado a su suerte
y a su desafortunado destino.

–Bueno, éste es mi fin. Ha llegado la hora de mi muerte –.


Se decía el caballero con el agua llegándole casi al cuello.
Éste había permanecido en el hueco por dos horas y media.

Aldrin, al ver que Mury ladraba mucho, le hizo caso a sus


constantes ladridos de advertencia que éste le estaba

140
dando. Aldrin se acerca al gran agujero y se asoma, y, luego
éste al acercarse ve el rostro golpeado del distinguido
caballero que se encontraba atrapado en ese mortal hoyo
lleno de agua de fango y lodo que iban a terminar con la
vida del señor Mauricio. Éste, al ver también el rostro de
Aldrin, le da voces de auxilio.

–Por favor, muchacho, sácame de aquí –. Le dijo muy


desesperado el caballero.

De inmediato, Aldrin como no encontró algo seguro para


sacarlo, tomó la cadena con la cual estaba amarrado
Lanudito y con ella rescata al distinguido caballero que se
encontraba sumergido en el fangoso y lodoso gran agujero.
Cuando éste pudo salir sano y salvo del agujero, éste muy
agradecido le da un abrazo ensuciando un poco a Aldrin de
lodo.

–Muchas gracias muchacho, te debo la vida –. Le dijo el


caballero muy contento de ver una vez más a Aldrin.

El distinguido caballero había salido del agujero totalmente


sucio de lodo. Sus ropas parecían ropas de mecánico, que
en vez de aceite y grasa estaban sucias de lodo.

–Señor ¿Qué fue lo que le pasó? ¿Cómo llegó usted a parar


en ese hueco? –. Le preguntó Aldrin sorprendido de su
aparición extraordinaria y tan rara.
–Es que aparecieron de repente unos tipos y me atacaron
quitándome las cosas que traía y después me golpearon y
me echaron en ese hueco.

141
– ¿Cuántos eran? –.
–Eran tres –.
– ¿Y qué hacía usted por estos lugares y sin acompañantes?
–.
–Bueno, yo pensé que si caminaba un poco por estos
lugares no me pasaría nada malo –.
–Pues se equivocó –. Le dijo Aldrin. –Un hombre como
usted no debe andar solo por estos lugares. Usted debe
andar escoltado de sus guardaespaldas si es que los tiene –.
–Sí, eso es verdad. Pero a veces tanto escolta fastidia
mucho y a veces quiero caminar solo, sin que nadie me
vigile o me esté cuidando como si yo fuera un niño
pequeño –. Le dijo el caballero. –A veces es bueno
depender de uno mismo y vivir uno mismo las propias
experiencias de la vida –.

Desde ese momento, Aldrin y el distinguido caballero


habían consolidado una gran amistad que se había
entablado y cuyo causante de esa buena amistad había sido
el mismo perrito Mury, que luego para Aldrin, Alicia y el
mismísimo Mury sería de mucha ayuda, peso e importancia
en el concurso. El distinguido caballero era el dueño y
organizador del gran concurso canino, y, éste no sabía que
Mury participaría en ese concurso, pero que más tarde se
daría cuenta de que el perrito que había permitido su
afortunado rescate; era uno de los inscritos en el concurso.

–Muchacho, muchas gracias una vez más por haberme


salvado la vida. Sino hubieras llegado a tiempo ya estaría
muerto en ese horrible hueco –. Le dijo el caballero muy
contento y agradecido con el muchacho.

142
–No me las dé a mí. Désela la Lanudito que fue quién se dio
cuenta. Si no hubiera sido por él, usted ya estaría muerto y
ahogado en ese mortífero agujero. Le dijo acariciando a
Lanudo.
– ¿Cómo fue que me dijiste que se llamaba tu perrito? –.
–Bueno, yo le había puesto Suertudo, luego una amiga mía
le puso Lanudo. Esta vez tiene otro nombre que le puso una
niña. Ahora se llama Peluchín –.
– ¿Y por qué tiene ahora ese nombre? –.
–Bueno, es una historia un poquito larguita. Pero se lo voy
a resumir. Lo que pasa es que a mí se me había perdido por
mi descuido y una niña se lo encontró y como no le vio
señal alguna del dueño, le puso el nombre de Peluchín. Es
por eso que tiene este nuevo nombre –. Le dijo Aldrin.
–Muchacho, no me equivoqué al haberte dicho que tenías
un perrito muy especial, o mejor dicho, tienes un perrito
muy especial –. Le dijo el caballero acariciando la cabecita
de Lanudito. –Bueno muchacho es hora de irme y regresar
a mi casa. Ya deben estar desesperados en mi casa por mi
demorada ausencia. Muchacho, en verdad estoy muy
agradecido contigo. En verdad no sé cómo pagarte a ti y a
tu perrito esto que han hecho con migo. No sé en verdad
cómo pagárselos a ustedes –.

–Para comenzar, no me ha dicho su nombre –. Le dijo


Aldrin.
– ¡Ah! Sí. Mi nombre es Mauricio, pero me puedes decir
Mauro –.
–Bueno, señor Mauro si quiere, lo acompañamos hasta su
casa para que no llegue así todo sucio –.
–No, no te preocupes. Estaré muy bien. Gracias –.

143
–Pero señor Mauro, está todo sucio –. Replicó Aldrin.
–No te preocupes, estaré bien. Ahora no sé qué irán a decir
cuando me vean así –. Dijo para sí el distinguidísimo
caballero.
–Que parece un pordiosero –. Le respondió Aldrin.
–Bueno, eso sí es verdad. Parezco un pordiosero. Ahora
comprendo cómo viven y sufren mucho esas clase de
personas que no tienen nada con que vestirse y viven mal
trajeadas y sucias todo el tiempo –. Dijo el caballero
comprendiendo la situación de muchas personas en el
mundo por no vivir bien.
–En la vida hay que meterse en los zapatos de los que
sufren, para que nos comprendan mejor –. Le dijo Aldrin al
ver la condición en que se encontraba el distinguido
caballero y por la situación que había vivido y
experimentado el caballero.

El rescate del distinguido señor sería el principio de un


triunfo seguro y futuro para Mury en el concurso, que se
ganaría un lugar meritorio dentro del concurso. El
entrenamiento de Mury había terminado ese mismo día
con el rescate del señor Mauricio, dueño y organizador del
evento canino.

144
El perrito Mury

Capítulo XVI.

Las preliminares del concurso

– ¡Riiiing, riiiing! –.
– ¡Riiiing, riiiing! –.
–Aló ¿Con quién tengo el gusto? –. Contestó la señora
Miriam el teléfono.
–Muy buenas tardes. Le estamos llamando desde el teatro
municipal de eventos culturales para que se presente el día
martes a las dos de la tarde con su perrito a unas
preliminares que se van a realizar para la selección y
clasificación de los tres perros que van a concursar en el
evento nacional del próximo treinta de noviembre. Por
favor no falte porque puede quedar su perrito
automáticamente descalificado y por fuera del concurso. Le
estaremos esperando –.
–Bueno, muchas gracias –. Contestó la señora Miriam.
–Siempre a la orden –. Contestó la señorita colgando el
teléfono.

Alicia se encontraba en esos momentos en el colegio


cuando la señora Miriam recibió la llamada. El mes de paro
en los colegios estatales había hecho una pequeña tregua.
La señora Miriam sale de su casa y se dirige hacia la casa

145
vecina: la de Alicia, pensando que estaba en su casa con sus
padres.

– ¡Tiling, tiling! ¡Tiling, tiling! –. Sonaba el timbre. Luego la


señora Alicia abre la puerta.
–Buenas tardes, señora Alicia ¿Cómo me le va? –.
–Buenas tardes, señora Miriam. En qué le puedo ayudar –.
– ¡Ay! Señora Alicia, será que puedo hablar con su hija un
momentito –.
–Bueno, señora Miriam. Ella no se encuentra ahora. Ella
está en el colegio –.
–Ah, ya terminó por fin ese dichoso paro que tenían –.
–Bueno señora Miriam, así parece. Pero dígame para qué la
necesita –.
–Bueno señora Alicia. Será que le puede decir cuando ella
venga del colegio que llegue un momentito a mi casa.
Claro, si no es mucha molestia para usted –.
–Claro, señora Miriam. No hay ninguna molestia. Cuando
ella venga le digo –.
–Ay sí señora Alicia, se lo agradezco mucho –.
–De nada, señora Miriam –.
–Bueno, no le quito más su tiempo. La dejo para que siga
haciendo lo que estaba haciendo –.
–Bueno, señora Miriam. Que le vaya bien –.
–Gracias –.
–A usted, señora Miriam –.

Después que Alicia regresó del colegio. Su madre le da la


razón que la señora Miriam le había dejado.

–Buenas tardes, mami –.

146
–Buenas tardes, hija ¿Cómo te fue en el colegio? –.
–Bien, mami –.
–Ah, hija por aquí estuvo la señora Miriam esta tarde
buscándote. Me dijo que cuando vinieras fueras a su casa
un momentito. No me dijo para qué era –.

Alicia sin vacilar obedece la razón que la señora del frente


le había dejado con su madre. Luego Alicia sale de un
santiamén.

–Mami, voy en seguida –.


–Hija, te estoy viendo muy enllavada con la señora del
frente –. Le dijo su madre muy curiosa por saber el tanto
interés que tenía Alicia por la señora del frente y a la vez el
interés que tenía también la señora Miriam por su hija.
Alicia, para desviar siempre las sospechas de su madre;
buscaba cualquier excusa para que su madre la dejara de
molestar.
– ¡Ay! Mami, usted sí que es desconfiada. De pronto la
señora Miriam quiere que le ayude en algo –.

Luego que Alicia pudo eludir a su madre, esta sale de su


casa y llega a la casa vecina. Su madre observaba muy
detenidamente por la ventana y sin que su hija se diera
cuenta. Alicia toca el timbre y luego la señora Miriam le
abre la puerta después de haber echado un vistazo por la
ventana ante de ella abrir la puerta. La señora Miriam pudo
notar que la madre de Alicia la observaba desde la venta,
pero la señora Miriam se hizo como la que no la había visto.

147
–Hola, Alicia ¿Cómo estás? Pero entra –. Le dijo la señora
haciendo entrar a la niña a la casa.
–Bueno señora Miriam ¿para qué me necesita? –.
–Bueno hija, es para decirte que esta tarde me llamaron del
teatro municipal de eventos en donde inscribiste a tu
perrito, Peluchin. Y me dijeron que para el día martes
debemos llevar a Peluchincito a unas preliminares del
concurso que se van a realizar ese día. Es obligatorio que
asistamos a ese evento el martes, porque sino asistimos, el
cachorrito quedará por fuera del concurso. Bueno, eso fue
lo que me dijeron por teléfono –. Le dijo la señora a la niña.
– ¡Anda! Señora Miriam y yo cómo hago ahora. Porque yo
estoy en el colegio y no puedo ir a ese evento ese día –. Le
dijo muy triste Alicia de la noticia.
–Bueno, Alicia yo sé que vas a estar en el colegio ese día. Si
tú no puedes, le puedes dejar esa tarea a Aldrin. Yo
mañana voy al quiosco de Aldrin y le comento del evento
para que se presente ese día –.
–Ay sí señora Miriam, esa es una buena idea. Se lo
agradezco mucho. Usted sí ha sido demasiado buena con
migo –.
–Bueno hija, tú en verdad has sido para mí como la hija que
nunca tuve –. Le dijo la señora Miriam acariciándola. –No te
preocupes por tu perrito que si va a ir a ese evento el día
martes –.

Al día siguiente, la señora Miriam se presenta en el quiosco


de Aldrin.

–Buenos día muchachos, cómo amanecieron hoy –.

148
–Buenos día, señora Miriam. –. Contestaron todos los
muchachos.
–Gracias a Chuchito lindo amanecimos bien. Bueno, señora
Miriam que va a llevar hoy –. Le dijo Laura limpiando el
mostrador de vidrio.
–Bueno hija, en verdad no voy a llevar nada por ahora, más
tarde si llevaré algo. Gracias. ¿Está por aquí Aldrin, hija? –.
–Sí, está buscando un poco de agua. Pero si quiere puede
esperarlo. No se demorará mucho –. Le dijo Laura.
–Y cuéntenme muchachos ¿cómo les está yendo con el
negocio? –.
–Bueno señora Miriam, nos está yendo muy bien. Ya
pudimos sacar la inversión del quiosco –.
–Eso estoy viendo, Laurita. Tienen el quiosco
verdaderamente muy bien surtidito –.
–Señora Miriam, cuénteme ¿Y cómo está Lanudito? –. Le
dijo Pepe.
–Bueno, el está muy bien. Allá lo dejé. Y preciso, de él
vengo hablar con Aldrin –.
–Porqué señora Miriam ¿Pasó algo malo con el perrito? –.
–No, nada. Sino que ayer recibí una llamada telefónica en
donde fue inscrito para concursar en un evento canino, y
de eso quiero hablar con Aldrito –.
–Bueno, señora Miriam. De todos modos espérelo –. Le
contestó Laura.
–Allá viene –. Contestó Paco.
–Señora Miriam, está usted por aquí. Yo vengo ahora
mismo de su casa. Yo estaba toca y toca el timbre y como
no veía que usted me abría me vine. Yo pensaba que estaba
haciendo unas vueltas o unas diligencias y me vine –. Le
dijo Aldrin.

149
–No, muchacho. Si te estaba buscando porque contigo es
que quiero hablar –.
–Ah, sí señora Miriam. Y como para qué sería –.
–Bueno muchacho, es que ayer recibí una llamada
telefónica del teatro municipal de eventos culturales donde
va a participar Peluchincito en un concurso. Yo creo que
Alicia te comentó acerca de eso, verdad –.
–Ah, sí ¿Y qué pasó con eso? –.
–No, nada. Sino que el problema es que ayer nos citaron
para el día martes a las dos de la tarde a unas preliminares
y no podemos faltar. Porque si no, el perrito quedará por
fuera; y como Alicia estará en el colegio ese día y también
por sus padres, no puede ir a ese evento. Por eso vine, para
ver si puedes ir con migo el martes a ese evento –.
–Claro que sí, señora Miriam. El martes paso por su casa y
la recojo, y no se preocupe por los transportes; que yo me
encargo de todo –.
–Bueno muchacho, nos vemos el martes –.
–Bueno señora Miriam, hasta el martes –.

El día martes se presenta Aldrin en la casa de la señora


Miriam, faltando una hora para las dos y para que diera
comienzo el evento. Esta escucha el timbre, abre la puerta
y hace entrar por un momento a Aldrin; mientras que la
señora Miriam recogía con una pala plástica el excremento
que Lanudo había dejado impreso en la verdísima grama
del patio.

–Hola, Aldrin, pasa y siéntate por un momentito, mientras


que recojo una mina quiebra patas –. Le dijo la señora
Miriam bromeando un poco con Aldrin.

150
Cuando ésta termina de recoger el asunto de perro, toma a
Mury con la cadena y lo lleva a la sala donde en esos
momentos estaba Aldrin sentado, esperando el momento
para salir.

–Bueno, Aldrito. Ahora sí estamos listos –.

Aldrin toma a Mury que en esos momentos estaba en los


brazos de la señora Miriam. Luego salen a la calle y hacen
parar un taxi.

–Buenas tarde, señor ¿En cuánto nos puede llevar al teatro


municipal de eventos culturales? –. Le dijo la señora
Miriam.
–En siete barritas –. Le dijo el taxista con el típico
vocabulario vulgar y callejero.
–Pero es muy caro –. Replicó la señora Miriam al escuchar
el valor de la carrera.

Luego, Aldrin comenzó a regatear con el taxista el precio de


la carrera que por fin quedó en seis mil pesos. La señora
Miriam sin perder más tiempo se sube de inmediato al taxi,
en la parte de atrás con el perrito y Aldrin en la parte
delantera del taxi. Cuando llegaron, daba la una y media en
el reloj toca cintas del carro. Luego, la señora Miriam mira
la hora en su reloj de pulso para confirmar si esa era la hora
correcta. Era la una y veintiocho en su reloj. Luego, Aldrin y
la señora Miriam se bajan del taxi. Aldrin paga los seis mil
pesos que costó la carrera.

151
–Aquí tiene, señor y muchas gracias –.
–De nada, joven –. Respondió el chofer.

El evento se estaba realizando al aire libre. Las preliminares


consistían en la revisión física de todos los perros
participantes que debían ser seleccionados para entrar al
concurso. Esta revisión consistía en saber su tipo de raza,
sus condiciones físicas, entre otras cosas más. La señora
Miriam había observado a todos los dueños de los perros, y
eran casi los mismos que había visto cuando habían inscrito
a Mury también en el concurso. El evento estaba siendo
sincronizado con las otras diez ciudades que estaban al
mismo tiempo realizando las pruebas del concurso para así
escoger por cada ciudad a tres de los perros que
participarían en el gran concurso nacional de caninos.
Había en el lugar diez personas encargadas de las
preselecciones y que estaban cumpliendo su labor de
escogencia; ya que había muchos perros y de los cuales se
debían de escogerse a tres. Cada persona encargada tenía
un listado en la cual le tocaba un número de siete perros
que debían revisar y darle paso a la siguiente prueba de
preselección si cumplía las condiciones y los requisitos
establecidos y exigido por el concurso. La oportunidad de
Mury de ser calificado había llegado por fin.

La señora Miriam y Aldrin se acercaron a una cartelera que


tenía un listado por orden de mesas. Cuando buscaron el
nombre, este aparecía con el nombre del dueño y el del
perrito. La mesa era la número cinco.

152
–Buenas tarde –. Les dijo el revisor canino que le tocaba
revisar a Lanudito.
–Buenas tarde –. Contestaron, la señora Miriam y Aldrin.
– ¿Dónde está su mascota? –. Preguntó el revisor fiscal de
los canes.
–Aquí está –. Respondió Aldrin, colocando a Lanudo en la
mesa de revisión.
–Oigan, pero éste perro todavía es un cachorro. El todavía
no cumple las condiciones para participar en un concurso –.
Les dijo el señor que comenzaba a ponerse pesado e
intenso.

La señora Miriam, al ver que el señor con cara de amargado


empezaba a ponerse difícil, le ruega que lo revisara y le
diera paso. Pero éste seguía con su pesimismo y su pesadez
de no revisar a Lanudo.

–No, señora. Yo no puedo permitir que éste cachorro


concurse –. Insistía el odioso señor con su mala fe de no
dejar que Mury pasara a la siguiente prueba de
preselección.

En esos momentos, pasaba por las mesas el señor Mauro


que era el dueño y organizador del evento. Éste, al
reconocer a Aldrin se acerca a la mesa número cinco.
–Haber, qué pasa aquí –. Le dijo el señor Mauro al odioso
señor.
–Nada, señor Mauro. Que esta señora y el muchacho
quieren que revise a su mascota, pero no cumplen con el
requisito principal –. Le dijo el señor.

153
Aldrin, al ver al señor Mauro con su elegante ropa clásica
que estaba muy bien limpia, se alegra de verlo por tercera
ocasión.

–Señor Mauro, me alegro de verlo nuevamente –.


–Hola, Aldrin ¿Cómo estás? –.
–Muy bien, señor Mauro –.
–Cuéntame, qué te trae por aquí –.
–Vine con la señora Miriam a estas preliminares para que
Peluchincito participe en el concurso y tenemos ahora un
problema. Nuestro perrito no puede concursar por ser
todavía un cachorro –. Le explicó Aldrin el asunto.
–No se preocupen que sí va a participar. Por favor Julio,
atiende bien a estas personas y a su perrito. Yo conozco
bien a este muchacho –.
–Pero señor… –.
–Pero nada. Haga lo que le digo –.
–Está bien señor Mauro, como usted diga –.

El señor toma a Mury, lo monta al peso y éste marca quince


kilogramos. Luego le mira los colmillos, luego la cola. Mury
estaba en muy buena y perfecta condición. Luego, el odioso
señor que por poco no dejaba que Mury pasara a la
siguiente sesión de pruebas, y, sorprendido de las buenas
condiciones de Mury dice: –Muy bien. Este perrito está en
buenas condiciones. No está nada mal para ser un
cachorro. Está sano y fuerte –.

Mury pasó a la siguiente prueba que era de preselección


por sorteo. De los setentas perros inscritos quedaron diez
que sí cumplieron con las condiciones, pero que solo

154
debían clasificar tres. Luego se colocan en una urna los diez
nombres de los perros. Luego se gira la urna y sale la
primera balota, pero el nombre de Peluchin no salió, luego
sale la segunda balota y tampoco salió y por último se
vuelve a girar la urna y no salió Peluchín. El señor Marcos,
al ver que el perrito de Aldrin no salió, decide sortear un
cuarto cupo.

–Señoras y señores, voy a darle una última oportunidad a


los perros que no salieron. Voy a sortear un cuarto cupo –.
Esto lo dijo por Peluchincito que no había salido en los tres
primeros sorteos. Luego el señor Mauro se le acerca a la
señora Miriam y Aldrin y les dice que no se preocuparan,
que iba a sortear un nuevo cupo y que cruzaran los dedos
para que Lanudito pudiera salir en el próximo sorteo que
había introducido y que por fortuna sí salió.

Luego se meten una vez más los siete nombres de los


perros que no habían quedado, entre ellos Peluchín, y esta
vez la suerte cayó en el perrito de Aldrin. La urna comienza
a girar y todos en suspenso y en expectativa de lo que iba a
pasar, y de una manera sorprendente sale la balota con el
nombre de Peluchín. El señor Mauro no quería ser injusto
con los demás perros y sus dueños. Que quería que Aldrin y
su perrito participaran en el concurso y hacía lo posible
para que Aldrin y su perrito quedaran para el concurso. Por
fortuna salió la balota con el nombre de Peluchín y esto
alegró mucho al señor Mauro que lo intentó con mucho
éxito. Si el perrito no hubiera salido en ese último sorteo, el
dueño del concurso hubiera escogido de todas forma al
perrito de Aldrin y luego hubiera dado una explicación

155
breve de porque lo había escogido, pero por fortuna no
tuvo que decir nada; puesto que la suerte había caído sobre
el pequeño cachorrito de Aldrin.

Mury pasó por fin la prueba preliminar por sorteo, gracias


también a la ayuda del señor Mauricio que apareció en el
momento oportuno. Luego de todo el proceso de selección,
se les entrega a los perros seleccionados un certificado de
clasificación al concurso.

Alicia, desde el colegio, estaba muy preocupada por lo que


estaba pasando en esas preliminares. No prestaba atención
a las clases, que varias veces la cogieron distraída y
despistada, y cuando le preguntaban no sabía contestar.
Cuando llegó a su casa, llevaba consigo una citación para
sus padres. Esto ocasionaba en Alicia una mayor
preocupación.

–Y ¿Ahora qué hago? Estoy entre la espada y la pared –. Se


decía para sus adentros, Alicia.

En esos momentos, se bajaban la señora Miriam y Aldrin


con Mury de un taxi. Alicia al verlos llegar, corre hacia ellos
muy alegre y a la vez intrigada por saber cómo les había ido
en esas preliminares.

–Aldrin, señora Miriam ¿Cómo les fue? –.


–Hola Alicia. Nos fue muy bien. Tu perrito ya está en el
concurso. Tuvimos que pasar una odisea de dificultades,
pero por fin tu perrito podrá concursar en ese gran evento
a la cual lo inscribiste –. Le dijo la señora Miriam.

156
La preocupación de Alicia por saber que había pasado, por
fin había terminado. Sólo le quedaba darles una buena
explicación a sus padres del llamado de atención que le
habían hecho a Alicia en el colegio y de la citación que
debía de entregarles a sus padres.

–Muchas gracias señora Miriam y muchas gracias a ti


Aldrin. En verdad esto me tenía bastante preocupada, por
no saber lo que estaba pasando con mi Peluchín en esas
venditas preliminares –. Le dijo Alicia con más tranquilidad
y al saber que su perrito ya estaba dentro del concurso.
–Alicia ¿Sabes cuántos perros clasificaron para el gran
concurso nacional? –. Le dijo la señora Miriam.
– ¿Cuántos? –.
–Cuatro, incluyendo a Peluchín –. Le dijo la señora Miriam.
– ¿Y porqué cuatro? ¿No eran tres por cada ciudad? –.
Preguntó Alicia.
–Sí, pero gracias al mismo organizador y dueño del
concurso, Peluchín pudo pasar. Además, porque el
organizador es amigo de Aldrin, y esto permitió que
clasificaran cuatro. Si no hubiera sido por él, Peluchín no
estuviera ni en el sorteo –. Le dijo la señora.

El señor Mauro tenía la lista de todos los treinta y cuatro


perros de las distintas ciudades que habían clasificado para
el gran concurso nacional de canes. El señor Mauro estaba
ideando la manera de premiar al perrito que había salvado
su vida de aquel agujero que por poco acababa con su vida.
Éste pensaba, por si las moscas el cachorro no ganaba el
concurso o no quedaba entre los tres mejores perros del
país y ganadores del concurso, agregar un cuarto lugar muy

157
especial al perro que hubiera hecho una hazaña heroica, y
ese perro sería Mury, el perrito que le salvó la vida al señor
Mauro. Éste, después de las preliminares, investigó sobre
todos los perros que concursarían y no encontró ningún
acto de heroísmo alguno, solamente Mury era el candidato
ideal y ya el señor Mauro tenía todo preparado para ese
día.

158
El perrito Mury

Capítulo XVII.

En el sueño de Aldrin

Aldrin y sus amigos abrieron sus colchonetas después


de haber cerrado el kiosco y se dispusieron a descansar del
arduo día que tuvieron sus amigos con el kiosco y Aldrin
con la asistencia al evento preliminar que había tenido
Lanudito. Cada uno tenía su colchoneta abierta en el piso
del kiosco. Laura salía del pequeño baño, después de
haberse dado un baño para poder acostarse fresca y limpia.

– ¿Dejaste agua para mañana? –. Le dijo Aldrin al haber


contado los quince totumazos de agua que se había echado
Laura.
–Caramba, Aldrin. Tú sí estás pendiente a todo. No se te
escapa nada –. Le dijo Laura con seriedad.
–Bueno, sí. Porque debemos ahorrar el agua. Como tú no
eres la que va a buscarla –. Le dijo Aldrin.
–Bueno, ya. No vayan a empezar ahora a discutir por eso –.
Les dijo Paco que estaba acostado en su colchoneta para
poner fin a la discusión.

159
–Por favor, dejen dormir –. Dijo Pepe, también, que ya se
había rendido del sueño y de cansancio, y que por la
discusión de Aldrin y Laura lo habían despertado.

Luego que todos ya estaban en sus respectivas colchonetas,


Aldrin comienza a viajara por los infinitos rincones de su
sueños. Aldrin se había acostado con la idea del concurso
en la cual participaría Lanudo. Increíblemente, Aldrin salió
soñando con el país de los perros, en la cual había estado
también Alicia. Aldrin se encontraba caminando por una
calle muy ancha y bien derecha. Luego se le acerca Aldrin a
un perro que en esos momentos estaba sentado en una
banca de madera como si fuera una persona. El perro tenía
la pata derecha cruzada y la movía constantemente. Ese
perro era nada más y nada menos que Kassio, el perro que
había aparecido en el sueño de Alicia. Éste, esta vez tenía
un sombrero de copa negro y un bastón de madera de
cedro.

–Disculpe, señor perro ¿Hacia dónde llega esta calle? –.


Preguntó Aldrin, al ver la enorme calle que iba en dirección
muy recta y que no parecía tener fin.
–Bueno, mi querido amigo. Esta calle se llama “La Calle
Derecha”. Ésta no tiene fin ni límite alguno –. Le dijo el
distinguido perro.
– ¿Pero cómo así? Si toda calle debe tener un límite y un
final –. Contestó Aldrin.
–Pues aquí no, aquí lo imposible es posible y lo posible
imposible –. Le dijo el perro dejando a Aldrin confundido.

160
Luego Aldrin se sienta también en la banca, al lado del
perro, y luego éste le hace otra pregunta: –Óigame: ¿Qué
hacemos entonces aquí sentados? –.
–Bueno, yo estoy esperando el bus que me va a llevar para
otro sueño ¿Y tú qué esperas o a quién esperas? –. Le dijo
el perro.
–Bueno, en verdad no sé qué hago aquí –.
–Tú vienes por lo del concurso de Muñeco –. Le dijo el
perro.
– ¿De cuál Muñeco me está usted hablando? –. Preguntó
Aldrin extrañado del nombre.
– ¡Ay! De tu perrito –.
–Ah ya, pero él no se llama Muñeco. Él se llama Lanudo, o
mejor dicho se llama Peluchín, porque ya no es mío. Una
niña que se lo encontró le puso ese nombre. Pero me gusta
ese nombre que le dio ahora –. Le dijo Aldrin al perro
imaginario.
–Bueno muchacho, te dejo porque ahí viene el bus que me
va a llevar y a transportar a otro sueño perruno –. Le dijo el
perro.
–Óigame, yo también quiero ir con usted –. Le dijo Aldrin
subiendo también al bus.

Kassio, el perro guardián de los sueños, viajaba de sueño en


sueño y esta vez el turno fue para Aldrin que también iba
en el bus de los sueños.

–Óigame, hacia dónde nos dirigimos ahora –. Le dijo Aldrin.


–Hacia otro sueño –. Contestó Kassio.
–Dígame ¿Todas las personas sueñan con usted? –.

161
–No, todas no. Únicamente aquellas que tienen un gusto
especial por los perros –.
– ¿Y cuál es su función en los sueños de esas personas? –.
–Bueno, ya que lo preguntaste. Te voy a dar la respuesta:
Tu perrito al cual tú llamas como Lanudo o Peluchín va a
ganar el concurso –.

Esto lo dijo el perro Kassio porque Aldrin se había acostado


con la idea y la certeza de que Mury ganaría el concurso.
Cosa que en parte era verdad. El bus en donde iba Aldrin y
el perro Kassio, iba navegando por los confines del sueño
de Aldrin. De pronto, el bus imaginario se detiene en un
paradero de buses que tenía cinco sofás lujosos. Era el
único paradero que Aldrin había visto con sofás para
esperar. Eso solamente se ve en los sueños y nada más.

–Bueno, muchacho. Es hora de irme. Gracias por tu


confortable compañía –. Le dijo Kassio al bajarse del bus.

Aldrin no se dio cuenta de cuando se bajó el perro y para


dónde cogió. Éste había desaparecido automáticamente y
como por arte de magia. Luego notó que el bus estaba
lleno de gente que él nunca había visto en toda su larga
vida y que no supo de dónde salieron y como se subieron al
bus. Sólo Aldrin estaba soñando, y, los sueños en su
mayoría de veces son bastante raros y sin sentido común.
Aldrin despierta de repente. Eran apenas las dos de la
madrugada cuando éste despertó de su sueño. Aldrin toma
un vaso, después de haberse levantado de la colchoneta.
Abre el refrigerador, saca una botella con agua helada;
llena el vaso y bebe el agua. Luego de haberse bebido el

162
agua vuelve y se acuesta en la colchoneta nuevamente
hasta el amanecer y sin prestarle atención al sueño con la
cual había soñado.

163
El perrito Mury

Capítulo XVIII.

El gran concurso

El gran día de Mury y su concurso habían llegado con


todos los honores. Alicia había salido ya del colegio, puesto
que ya había terminado el año académico, y, ésta había
ganado el año. Sus padres estaban muy contentos con los
resultados obtenidos por su hija Alicia, que le dieron la
libertad de pedir lo que ella quisiera, pero menos de tener
un animal en la casa como mascota. Alicia había estado
preocupada porque pensaba que nunca iba asistir al
concurso de su adorable cachorro Peluchín. Puesto que el
paro que había tenido el colegio en ese entonces, iban a
retrasar su salida del colegio y sus vacaciones se verían
forzadamente aplazadas por varias semanas más; pero que
gracias a Dios no fue así.

Los treinta y cuatro caninos estaban ya listos para el


concurso. Bueno, casi todos, porque Mury no había tenido
el entrenamiento adecuado. Aunque Aldrin le había
enseñado todo lo que él sabía y lo que se le ocurría o le
había pasado por la mente. El concurso comenzaría desde
las diez de la mañana con receso, y, luego culminaría a las

164
seis de la tarde que era la clausura del mismo con las
respectivas premiaciones a los tres primeros puestos y un
puesto más que fue anexado por el dueño y organizador
del evento. El cuarto puesto sería una premiación muy
especial, pero este premio especial fue ideado e
introducido por el mismo organizador; pensando éste en el
perrito de Aldrin: Lanudo. Quién le había salvado la vida en
aquel entonces cuando se encontraba éste en aquel
agujero que por poco le cegaba la vida. El señor miraba los
listados para así confirmar la participación del pequeño
cachorro en el concurso y no tener que después entregar el
premio a otro perro por no estar presente el pequeño
perrito de Aldrin en el concurso. Cuando el señor Mauro,
dueño y organizador del evento canino, pudo ver al
cachorro en la lista y cuando se cercioró de que Aldrin
estaba presente en el concurso y había traído con él a su
mascotita; preparó todo para cerrar con broche de oro el
evento. El señor Mauro quería hacer esto como
agradecimiento y pago por haber salvado Mury su vida
cuando se encontraba en un grave aprieto. Únicamente el
señor Mauro quería brindarle a Aldrin y a su tierno
cachorro, una ayuda especial para que mejorara su
condición de vida. Pero este premio lo debían compartir
Aldrin y Alicia, ya que el actual dueño de Mury no era Aldrin
sino Alicia; y que ésta aceptaría sin reproches el premio, ya
que era más especial que cualquier otro premio
conseguido. Era como obtener un premio por FAIR PLAY o
algo así por el estilo. Mury, había hecho algo mejor que un
juego limpio. Había salvado una vida, y, esto en verdad no
tiene premio o galardón alguno, porque salvar una vida es
una deuda que no se puede saldar o pagar fácilmente.

165
Alicia en vista de que sus padres le habían dado un
privilegio por haber ganado el año, ésta le pide permiso
para ir a aquel concurso que estaba programado para el
treinta de noviembre. Alicia ya se había puesto de acuerdo
con la señora Miriam, que ésta accedió a la petición de la
niña. Aldrin no se quería perder del gran evento y éste se
apunta también para ir y asistir con ellas al evento canino.
La señora Miriam, Alicia y Aldrin se presentaron con Mury
una hora antes del concurso. Iban llegando los
espectadores y también las personas con sus mascotas
inscritas en el concurso y que participarían del gran evento
canino. Eran once las ciudades que participarían del gran
evento y que todas habían traído sus tres representantes
caninos que estaban inscritos en el concurso para así dar la
pelea por los premios en disputa. La única ciudad que tenía
cuatro representantes caninos era la de Mury, que
colocaba cuatro perros: Uno más que las demás ciudades.
Esto no causó conmoción alguna, puesto que el tope de
inscripción había estado por debajo de los objetivos
deseados. A la gente no le importó y tampoco lo notaron. El
concurso dio inicio a los actos protocolarios y luego siguió
con la presentación de los canes y la de sus amos o dueños.
Luego de esto, vinieron las pruebas en sus respectivas y
diferentes modalidades. Mury no superaba ninguna, y esto
hacía que Alicia se desanimara por momentos y se
prolongara sus tristezas al ver que su perrito no pasaba ni
superaba ninguna prueba. Pero Mury en verdad ya había
superado y pasado desde hace mucho una gran prueba: La
de salvación. Ya que esa prueba contó para que Mury
hubiera salvado la vida del señor Mauro, el cual se había

166
convertido en su juez más importante en la decisión de
darle un gran premio que hasta ahora ningún perro había
recibido en el concurso ni mucho menos había conseguido
y superado. Los perros que pasaban los diferentes
obstáculos y pruebas, habían sido bien entrenados por sus
amos para hacer toda clase de piruetas y malabares, pero
no habían aprendido el arte de salvar una vida y de la
supervivencia canina. Esto fue el puntaje decisivo y más
alto para que Mury se pudiera llevar o se pudiera ganar ese
derecho de recibir aquel bello y hermoso premio al valor
que minimizó a los demás premios. No solamente eso, sino
que también puso por debajo a sus contrincantes y
adversarios caninos. La prueba más difícil para Mury fue la
prueba por obstáculos. Cosa que jamás le había enseñado
Aldrin y que nunca lo había visto por no saber de
entrenamientos de perros.

El señor Mauro, quien sería el dueño y organizador del


evento canino, estaba al tanto del evento. Éste seguía paso
a paso el desarrollo del mismo y éste veía el progreso de su
pequeño salvavidas Mury, que no estaba rindiendo en el
concurso y que no pasaba las diferentes pruebas. Pero todo
estaba ya preparado por el organizador del mismo. Mury
no podía ganarse el primer, ni mucho menos quedar en
segundo lugar o ganarse el tercer puesto, porque los demás
perros si estaban dando lo mejor de ellos y no podía el
señor Mauro, por muy dueño del concurso que éste fuera,
hacer una gran injusticia a los perros que sí lo estaban
haciendo bien y que se merecían los premios por sus
buenos desempeños en el concurso.

167
Alicia y la señora Miriam observaban el desarrollo del
concurso y el desempeño de Mury, que a la vez no estaba
dando los resultados que Alicia, su ama, quería ver en su
pequeña mascotita; porque éste no estaba desempeñando
bien su papel en el concurso. Todo lo que Aldrin le había
enseñado había sido inútil. Las calificaciones de Mury eran
bajas y algunas veces regulares. Luego de esto, vino por fin
el periodo de receso. El concurso ya estaba llegando a su
final. Aldrin le quitaba la seña roja o marbete que poseía el
número de Lanudito, para que éste se refrescara un poco
del agobiante calor y descansara de la jornada de pruebas y
obstáculos por la cual había pasado Lanudo. La fase final de
la prueba se iniciaba a las dos y media de la tarde con la
cual se escogerían a los ganadores de los tres primeros
puestos y del concurso. La prueba final por la cual Mury
tampoco dio chicle era de comportamiento y de
habilidades para acatar órdenes. La prueba transcurrió con
la elección de los tres perros ganadores del primero,
segundo y tercer puesto. Mury no estaba entre los tres
ganadores y esto era evidente. Alicia se entristeció mucho
cuando vio que su perrito y mascotita había quedado por
fuera de los ganadores y que había sido eliminado. La
señora Miriam vio la profunda tristeza que tenía Alicia, que
intentó consolarla un poco de su tristeza, pero las cosas
seguían igual. La señora Miriam le da un abrazo de
consolación.

–Alicia, hija, siento que tu perrito no haya ganado. En


verdad lo siento mucho. Yo sé que en otra ocasión,
Peluchicito se ganará un concurso –. Le decía la señora
Miriam intentando levantar el ánimo a la niña, pero no lo

168
consiguió. Luego se escuchó el nombre de los perros
ganadores que subieron con sus amos y dueños al pódium,
pero éste tenía cuatro lugares. Luego el señor Mauro toma
el micrófono y comienza a dar una breve explicación acerca
el pódium con el cuarto lugar.

–Señoras y señores, préstenme un momento de su valiosa


atención –. Decía el organizador del evento. Luego de que
éste atrajo la atención del público, todos guardan silencio y
a la expectativa de lo que iba a decirles el señor Mauro. –
Como están ustedes viendo y preguntándose, porqué hay
un pódium con cuatro lugares si solamente hay tres
ganadores. Pues, he decidido colocar un cuarto lugar
porque quiero premiar a un perrito que en verdad salvó mi
vida. Por eso están viendo este pódium y también para
cerrar con broche de oro este trigésimo evento con este
premio especial. Quiero hacer una mención especial a ese
perrito especial que aunque no haya ganado el concurso si
se pudo ganar mi aprecio. Ese perrito se llama Peluchín,
cuyo dueño aquí en mi lista es Alicia Pérez Olmos –.

Cuando Alicia escuchó el nombre de su adorable perrito y


el de ella, su corazón comienza a palpitar y a regocijarse de
total felicidad y alegría por la honorable mención de su
perrito. Aldrin y la señora Miriam secundan la felicidad de
Alicia. Luego el señor Mauro continuaba diciendo: –Quiero
que suban aquí los dueños del perrito junto con su
mascotita –.

La señora Miriam, Alicia y Aldrin se suben con el perrito al


pódium, ubicándose en el cuarto lugar. Luego el señor

169
Mauro retomaba la palabra diciendo y tomando al perrito
en sus brazos: –En verdad, éste ha sido un perrito muy
especial para mí. Fue quién salvó una vez mi vida cuando
me encontraba en una situación bastante apremiante para
mí y que era de vida o muerte. Digo esto para que no haya
ninguna desavenencia, ni mucho menos malos entendidos.
He querido abrir este espacio muy especial y que desde hoy
en adelante, cuando se realice una actividad parecida a
esta; serán premiados aquellos perros que hayan hecho
una hazaña parecida como la que hizo este perrito con
migo. Y no solamente eso, sino que también serán
premiados aquellos perros que hayan hecho cualquier otra
hazaña o acto de heroísmo y de competencia leal y justa –.
Luego de que terminó de hablar. El señor Mauro le pone
una medalla al perrito; luego le entrega a Aldrin una placa y
un gran cheque por cien millones de pesos. Era
verdaderamente un gran premio que tenían a Alicia, a
Aldrin y a la señora Miriam muy contentos por la gran
sorpresa que se habían llevado. Aldrin y Alicia debían
compartirse ese premio por igual. Luego se escucha un gran
y alborozado aplauso que duró más de cinco minutos. Así
termina el gran evento canino. Luego se acercan un sin
número de fotógrafos para tomarles fotografías a todos los
perros ganadores, incluyendo a Mury; quién también se
había gano un lugar entre los perros ganadores del
concurso. Después que terminó las secciones fotográficas,
Alicia, Aldrin y la señora Miriam deciden irse a casa. Eran ya
las siete de la noche. Luego, el señor Mauro se les acerca
para saludarlos y felicitarlos por el premio que había
recibido de su adorable perrito Peluchín.

170
–Bueno, cómo están y como se sienten después del
concurso. Ahora tienen a un verdadero campeón y
salvavidas con ustedes. Los felicito. Cuiden mucho a ese
pequeño cachorrito, que en verdad es muy especial –. Les
decía el señor Mauro.
–Muchas gracias señor, Mauro –. Le dijo Aldrin.
–Sí, muchas gracias señor –. Secundó Alicia el
agradecimiento de Aldrin hacia el señor Mauro.
–No tienen porqué dármelas. En verdad su perrito se lo
merecía y también ustedes. Bueno, pero ahora les hago yo
una pregunta: ¿Cómo van hacer con el dinero que ganaron
del premio? –.
–Bueno, puede repartirse equitativamente el dinero entre
Aldrin y Alicia, y así no habrá ningún problema –. Contestó
la señora Miriam a la pregunta del señor Mauro.
–Bueno señora Miriam, esa es una muy buena idea. Yo le
doy mi mitad –. Le dijo Aldrin.
–No muchacho, que pena. Ese dinero es de ustedes. Yo no
puedo aceptarlo. Ustedes se lo merecen y lo necesitan más
que yo. Consérvalo e inviértelo en algo que te ayude a salir
adelante –. Le dijo la señora rechazando la oferta de Aldrin.
–No señora Miriam, por favor acepte mi parte. Yo tengo un
negocio en la cual me va muy bien. Además, usted ha sido
muy buena con nosotros. Por favor, no rechace la parte
que le estoy ofreciendo –. Le insistía Aldrin.
–No muchacho. Yo vivo bien, que gracias a Dios no me hace
falta nada. La pensión de mi difunto esposo es de mucha
ayuda para mí; más lo que me dan mis hijos me basta y
sobra. Ustedes lo necesitan más que yo. Muchas gracias
por tu buena fe y tu buen interés –. Le decía la señora

171
Miriam rechazando con insistencia resuelta la parte que
Aldrin le estaba ofreciendo.

Aldrin insistía, pero la señora Miriam no quiso aceptarle el


obsequio, que después éste terminó desistiendo de su
deseo de compartir con ella el fruto del triunfo obtenido y
con la cual le quería pagar como agradecimiento a su buena
voluntad.

Los padres de Alicia se habían enterado por cosa de la vida


del evento y del premio que había recibido el perrito. Éstos
veían un programa de televisión, pero cuando su padre
cambia el canal ve a su hija, a Aldrin y a la señora Miriam;
cuando éstos recibían el premio.

– ¡Ya viste, Alicia! Es nuestra hija con la señora Miriam –. Le


dijo sorprendido el señor Marcos a su esposa, Alicia.
–Sí, ya estoy viendo. Y qué estará haciendo Alicia Allí –.
Contestó su esposa cuando vio a su hija.

Alicia no sabía ni había caído en cuenta que el evento


estaba siendo transmitido por televisión, que no tuvo en
cuenta también que sus padres siempre estaban viendo
televisión; y que en cualquier momento iban a darse
cuenta. Esto permitió que sus padres la descubrieran in
fraganti.

–Señora, díganos ¿De quién es el perrito? –. Le preguntó


unos de los periodistas a la señora Miriam.
–Es de ella –. Respondió la señora señalando a la verdadera
dueña del perrito, Alicia.

172
La madre de Alicia, al escuchar esto, recordó los arañazos
que había visto en el closet de su hija y el pedazo de papel
que había recogido una vez en el cuarto de su hija de siete
años.

–Ya sabía yo que ese perro no era de la señora Miriam –.


Decía la madre de la niña.
– ¿Ya sabías qué? –. Le dijo su esposo.
–No, nada importante. Aquí yo pensando en voz alta –.
–Amor, nosotros fuimos muy severos con nuestra hija al no
permitirle que tuviera un animalito en la casa –. Le dijo el
señor Marcos a su esposa Alicia muy contento de la noticia
y luego de ver a su hija por televisión.
–Eso lo dices ahora porque se ganó un premio –. Le decía
su esposa.
–Bueno, pero por fin nuestra hija hizo algo muy bueno –. Le
contestó su esposo.
–Amor, pero violó una norma que le habíamos puesto –.
Replicó Alicia.
– ¡Ay! Cariño, al diablo con la norma. No ves que somos
millonarios. Nos acabamos de ganar con nuestra hija cien
millones de pesos –.

Cuando Alicia llegó a la casa, sus padres la esperaban con


alguna explicación; pero más su madre.

–Buenas noches, papi. Buenas noches mami –. Le dijo su


hija como si no hubiera pasado nada.

173
–Buenas noches, hija ¿Y cómo te fue con la señora Miriam?
–. Le preguntó su madre por fin con aire de triunfadora por
haber descubierto a su hija.
–Bueno, mami. Nos fue estupendamente bien –.
–Eso veo, porque estás muy contenta ¿Se puede saber
porqué de tanta alegría y a dónde fueron? –.
–Bueno Mami, estoy muy alegre porque fuimos al parque,
después fuimos a comer, después visitamos a unas amigas
de la señora Miriam. Luego la señora Miriam se puso hablar
con sus amigas, y esos era habla y habla hasta que se nos
hizo demasiado tarde –. Respondió su hija mintiendo, pero
ya había sido descubierta por sus padres. Sus mentirillas
esporádicas habían llegado a su final.
–Pero eso no es un gran motivo para esa alegría que traes.
Tiene que haber otro motivo para que estés muy contenta.
Hija por favor, dinos la verdad ¿En dónde estaban? –.
Preguntó muy seria su mamá.
– ¡Ay! Mami, ya te dije que estábamos… –.
– ¡Mami nada! Tú no estabas en ningún parque, porque te
vimos con la señora Miriam por televisión –. Le dijo su
madre interrumpiéndola.

Alicia, al verse descubierta, agachó la cabeza y no dijo más


nada. Ya sabía lo que le iba a pasar por su desobediencia,
luego su padre toma el control de la situación.

–Mira hija. Lo que hiciste es muy malo. Pero en vista de que


hemos sido muy severos contigo, y además ganaste el año
escolar y nos sorprendiste con ese concurso que te
ganaste; te vamos a perdonar esta falta. Pero eso sí, nunca
nos escondas algo y mucho menos nos mientas porque

174
puedes perder nuestra confianza hacia ti y algunas
garantías que te hemos dado como nuestra hija que eres –.
Le decía el señor Marcos a su hija –Y ahora, ¿Dónde está
ese perrito que vimos por televisión? Lo queremos ver –.
–En la casa de la señora Miriam –. Les dijo su hija.
– ¿Y desde hace cuanto tiempo tenías a ese perrito? –.
Preguntó el señor Marcos.
–Hace ya más de dos meses –.
– ¡Hace más de dos meses! Y nunca nos lo dijiste ¿Y qué
hace allá? –. Le dijo su padre.
–Cuando me lo encontré, decidí llevarlo a la casa de la
señora Miriam para que me lo cuidara por algún tiempo
mientras encontraba la manera de quedarme con él y
cuando supe lo del concurso; me dije a mi misma que la
única manera de poderlo tener con migo o quedarme con
él era inscribiéndolo en ese concurso para cuando llegara a
ganar, sería lo que permitiría traerlo a la casa; y así ustedes
no me negarían su entrada por haber él ganado el
concurso. No ganó el concurso como lo había planeado,
pero sí ganó algo más que un premio –. Les decía su hija.
– ¿No ganó el concurso? Y entonces ¿esos cien millones de
pesos que se ganó de qué son? –. Preguntó su padre.
–De un premio especial por haber salvado la vida al dueño
y organizador del concurso –. Les decía Alicia.
–Bueno hija, desde mañana puedes traer a tu perrito a esta
casa con toda libertad –. Le dijo su padre muy contento
más por el premio que por el perrito.

Alicia, al escuchar lo que su padre le había dicho, se pone


muy contenta por haber cumplido, no como ella quería, su

175
propósito. Luego su padre le pide a su esposa su opinión y
ésta accede a la decisión tomada por su esposo.

–Bueno amor, tú eres la cabeza de mando en esta familia –.


Dijo la señora Alicia confirmando la decisión de su marido.
– Hija ¿Qué hiciste con el cheque? –. Le preguntó su padre.
–Papi, lo tiene la señora Miriam guardado para cambiarlo
mañana en el banco. La mitad de ese dinero le corresponde
a Aldrin –. Le dijo Alicia a su padre.
– ¿Y quién es Aldrin? –. Indagó su padre.
–Era el verdadero dueño de Peluchín, mi perrito –.
–Bueno, entonces ya no son cien millones, sino cincuenta.
Bueno hija, algo es algo peor es nada –. Le dijo su padre al
conocer la verdadera cantidad que le correspondía a Alicia
del premio obtenido.

Al día siguiente, los padres de Alicia, la señora Miriam y


Aldrin, fueron al banco y abrieron cada uno una cuenta
para así guardar y depositar el dinero que les
correspondían por igual. Mury y Alicia jugaban en el cuarto,
mientras que sus padres reclamaban el dinero que ésta se
había ganado por su perrito. Alicia no le importaba el
dinero que Mury se había ganado en el concurso. Alicia le
importaba solamente su perrito. La felicidad de Alicia de
tener un perrito en su casa había dado por fin su valioso
fruto. Por otra parte, Aldrin había ampliado con sus amigos
el local. Ya no era un kiosco, sino que ahora era un mini
almacén. Los padres de Alicia habían cancelado unas
cuantas deudas que tenían, gracias a ese premio y a ese
perrito que les trajo una grata alegría y felicidad. Pasaron
los meses y luego dos largos años, y ya Mury no era un

176
cachorro, sino todo un perrito que viviría otra historia y que
sería la definitiva para su vida.

177
El perrito Mury

Capítulo XIX.

La perrera municipal

Alicia y sus padres salieron de viaje con el perrito Mury


hacia otra ciudad para visitar a sus tías, que eran las
hermanas mayores de su padre, el señor Marcos. Éstas
eran un par de solteronas y amargadas, que no gustaban de
animal alguno. Y el perrito Mury no iba a ser la excepción.
Éstas eran malas con los animales, que aún Mury, desde el
carro en donde iban, sentía la desagradable sensación de
maldad que estas poseían con los animales. Mury, desde el
carro, ladraba quejumbrosamente; que Alicia no sabía ni
entendía el porqué de sus constantes quejidos y lloriqueos.
Pero era que Mury no quería ir con ellos a ese horrible
lugar porque presentía lo peor. La ciudad en donde vivían
las tías de Alicia, quedaba a una hora de camino. La casa de
las malévolas tías era demasiado grande como para vivir y
abarcar un gran número de personas, aproximadamente
como unas cien personas en ella. Aunque tenía esa
capacidad, sólo contaba con seis habitaciones. Cada
habitación tenía su baño. Tenía una gran cocina, un patio
grandísimo y la terraza del frente de la casa era también
grande. La casa estaba alejada del bullicio de la ciudad. Ésta

178
tenía a la vez árboles frutales. Era una casa antiquísima,
que parecía la casa de los monsters; pero bien arreglada. Y
como cosa rara quedaba en una colina. Cuando llegaron a
la casona, las tías esperaban a sus invitados y huéspedes
sentadas en una banqueta que estaba en la gran terraza de
la casa. Un cuervo que estaba parado o posado en la copa
de uno de los árboles, les daba la bienvenida con un
graznido terrorífico y luego salía volando del árbol, como
anunciándole a los visitantes un mal agüero de las
desalmadas tías de Alicia. Alicia, el papá y la mamá se bajan
del carro. Mury se quedó adentro del carro, mientras sus
amos saludaban a las dos odiosas tías; pero éstas se les
adelantaron primero.

– ¡Hola! Marcos. Cómo estás de cambiado –. Le dijo su


hermana Petrona, luego saluda a la niña pellizcando una de
sus mejillas: la derecha. –Pero qué sobrinita más linda, se
parece a su padre –.
– ¡Hola! Cuñadita. Como estás de preciosa –. Le decía
Fabiola, la otra hermana del señor Marcos, a la esposa.

Después de tanto saludo, los hacen pasar a la casa, pero


Alicia no le había presentado al otro huésped que se había
quedado en el carro.

– ¡Ay! Papi ¿Y Peluchín? –. Les dijo Alicia luego de


acordarse de su precioso perrito.
– ¿Y quién es Peluchín? –. Preguntó extrañada Petrona, la
hermana mayor de los dos: del señor Marcos y Fabiola.
– ¡Ah! Es el perrito de mi hija –. Contestó el señor Marcos.

179
– ¡Un perro! –. Dijo horrorizada Fabiola, pero ésta recibe un
disimulado pellizco de su hermana Mayor, Petrona, que
luego le hace brincar del pellizcazo que le dio.

Las hermanas de Marcos tenían cara de ser un par de


brujas frustradas.

–Bueno, el perrito puede quedarse en el sótano –. Dijo con


hipocresía la hermana mayor.
– ¡No! Él puede dormir con migo en el cuarto que me toque
–. Contestó Alicia.
–Bueno, está bien sobrinita. Como quieras –. Le dijo
Petrona.

Las dos odiosas mujeres no querían que el perrito se


quedara con la niña en el cuarto, sino que éste estuviera en
el sótano para después buscarle la forma de deshacerse del
perrito sin que se dieran cuenta del asunto y así hacerle
creer a la niña y a sus padres que el perrito se había salido
del sótano y se había escapado al monte, pero no pudieron
hacer nada en ese momento. Alicia tenía muy bien cuidado
a su perrito que no lo dejaba por ningún momento solo.
Alicia y sus padres pasarían cinco meses de vacaciones en
casa de sus dos tías.

–Debemos buscar la forma de deshacernos de ese horrible


perro –. Le dijo Petrona a su hermana.
– ¿Y cómo? –. Le dijo Fabiola.
–No sé. Ingéniatelas, pero no quiero a ese perro aquí –.
Contestó Petrona.

180
Alicia se había dado cuenta de que a sus tías no les había
caído bien a su perrito, pero ella disimuló que no se había
dado cuenta. Por eso quiso que su perrito se quedara con
ella en el cuarto que le había tocado; por temor de que sus
tías hicieran algo para deshacerse de su tierno y adorable
Peluchincito.

Habían pasado ya dos largos mese y Mury seguía en casa de


las dos odiosas y malévolas mujeres, tías de Alicia. Éstas
durante dos largos meses y medio habían buscado la
manera de deshacerse del perrito, hasta que una de ellas
tuvo una idea de cómo deshacerse del animalito.

Alicia y Mury estaban en su cuarto. Mury le ladraba a Alicia,


y, en sus ladridos le decía: –“Por favor, amita Alicia, nunca
me dejes solo con éste par de brujas que tienen cara de
todo; menos de bueno” –.

Alicia, comprendiendo también la situación y como si


hubiera escuchado y entendido los ladridos de Mury le
dice: –No te preocupes mi Peluchín, no te voy a dejar solito
con estas odiosas tías mías; que ya sé cuáles son las
intenciones que llevan contigo. Yo te voy a cuidar muy bien
–.

Un día menos pensado, una de sus tías, Fabiola, había


encontrado por fin la idea y un plan para deshacerse de
Mury. Y ésta le dice a la otra: –Petrona, tengo una buena
idea para deshacernos de ese perro pulgoso –.
–Sí ¿Y cómo? Si la niña no se despega de él ni por un
segundo –. Le dijo Petrona.

181
–En la noche, cuando todos estén durmiendo y rendidos
del sueño, tomamos al perrito, lo metemos en un saco y lo
echamos en el monte y bien lejos de la casa para que no dé
con ella –.
– ¿Pero cómo? Al escuchar la niña los ladridos del perro, se
despertará y luego se despertarán también sus padres, y,
así se darán cuenta cuando el perro comience a ladrar y a
chillar –.
–No se darán cuenta, porque le he preparado un brebaje
que los dejará rendidos de sueño hasta el otro día. Ni la
niña ni sus padres se darán cuenta del asunto hasta el día
siguiente cuando noten la ausencia de su pulgoso perrito –.
Le dijo Fabiola.
– ¿Y cómo se los vas a dar? –.
–En la nevera quedó un poco de jugo de naranja que le vi
preparar a la mamá de la niña, y, cuando vi que no había
nadie en la cocina; le agregué seis gotas al jugo y de esa
manera dormirán toda la noche sin que se den cuenta.
Aunque sientan cualquier ruido no se podrán despertar y
así podemos hacer nuestro trabajo y nunca se darán cuenta
de que fuimos nosotras –. Le dijo en secreto Fabiola a su
hermana.
–Muy bien pensado Fabiola –. Contestó Petrona, al
escuchar la excelente idea de su hermana Fabiola.

Cuando estaban cenando, Alicia y sus padres, éstos bebían


el jugo que la madre de Alicia había preparado para
acompañarlo con la cena. Ésta les ofrece un poco a las dos
mujeres. Hermanas de Marcos, su esposo.

182
–Señora Fabiola ¿Quiere un poco de jugo de naranja? –. Le
dijo la señora Alicia.
–No, gracias. Yo siempre prefiero y acompaño la cena con
un poco de café caliente –.
–Y usted, señora Petrona –.
–No, gracias. Quiero también un poco de café ¿No tiene
por ahí un poco? A mi hermana y a mí nos gusta mucho el
café caliente entre comidas –.

Luego, las dos hermanas veían cómo el señor Marcos, su


esposa y Alicia, la niña, se bebían el jugo con tanto gusto.
Después, como a eso de las diez de la noche, el efecto del
brebaje para dormir comenzaba hacer efecto. Luego todos
se acuestan en sus respectivas habitaciones. Mury estaba
echado sobre una canasta que estaba junto a la cama de
Alicia. Fabiola, la hermana menor de Petrona, abre la
puerta del cuarto de Alicia con una llave. La puerta cruje
haciendo un poco de ruido, pero no llamó la atención de
Alicia que estaba profundamente dormida. El brebaje había
hecho un buen efecto en los durmientes que no los dejaba
despertar del sueño en que estaban sumergidos. Mury si se
pudo dar cuenta de las malas intenciones que llevaban las
dos mujeres. Fabiola entra con mucha cautela y en cuclillas,
toma a Mury que luego comenzó a dar quejidos para
despertar a su ama y avisarle que lo estaban plagiando y
luego ésta lo mete dentro de un saco.
–Ahora sí perro pulgoso, llegó tu hora de despedirse de su
dueñita y de esta casa –. Le decía Fabiola al perrito que se
quejaba dentro del saco.

183
Después salieron las dos mujeres al monte, caminaron
durante una hora y luego de haber caminado mucho,
abandonan al perrito dentro del saco y luego regresan a la
casa. Al día siguiente, despertó Alicia y no encontró a su
perrito en el canasto donde dormía. Luego se los hizo saber
a sus padres que buscaron juntos con las dos malévolas
mujeres a Peluchín y que no pudieron dar con el perrito.

–Tuvo que haberse salido por la ventana –. Dijo con


hipocresía Fabiola a los padres de Alicia y a la niña.
–Yo anoche sentí unos quejidos y unos pataleos. De pronto
se salió por la puerta. Tuvo que ser que mi sobrinita Alicia
dejó la puerta de la habitación mal cerrada y se salió. A
veces los perros tienen hambre por las noches, y buscan
cosas para comer y como no encontró se salió –. Dijo
también la otra mujer con hipocresía y mentira.

Buscaron todos aquel día por toda la casa y por sus


alrededores, pero no lo encontraron. El plan de las dos
malévolas mujeres había dado resultado con mucho éxito.
Alicia sentía que había sido obra de sus perversas y
malévolas tías que tuvo que conformarse con llorar de
rabia al no poderles echar la culpa a sus dos tías por ser
éstas la hermanas de su padre y por no encontrar una
prueba contundente de que las causantes de que Mury
hubiera desaparecido fuera la de sus malévolas tías.

Mury, en el monte, se había liberado del saco que lo tenía


atrapado. Después corre buscando la casa, su olfato de
sabueso lo estaba llevando nuevamente hacia la gran
casona. Éste sube una pequeña loma y llega a un camino

184
que conducía a la ciudad y también a la casa de la colina
donde viven las tías de la niña Alicia, su ama. Pero en esos
momentos, iba pasando una camioneta roja: era la perrera
que estaba recogiendo aquellos perros que se encontraban
por allí, sin dueños y vagando por las calles y montes.

– ¡Mira Juan! Un pulgoso a la vista –.


–Ya lo vi. Echémosle el guante a ese perro –. Le dijo el otro
perrero.

Mury se dio cuenta del carro que venía de frente y que no


sabía que era el carro de la perrera. Y luego, presintiendo lo
peor, intentaba huir pero fue demasiado tarde para su
escape, puesto que fue apresado inmediatamente con una
especie de malla para capturar a aquellos perros
vagabundos que podían tener mal de rabia. La malla
enredo a Mury que no pudo éste zafarse de la red que lo
tenía atrapado y sin escapatoria alguna. Los dos perreros se
bajan de la camioneta, luego de haberle arrojado la malla,
toman a Mury y lo meten al camión junto con otros diez
perros más que habían sido capturados de la misma
manera que fue capturado Mury.

Pasados los cinco meses de vacaciones. Alicia y sus padres


deciden volver a su casa, pero esta vez sin Peluchín que
había desaparecido de una manera misteriosa. Alicia, muy
triste por la desaparición de su adorable mascota, se sube
al carro sin despedirse de sus tías.

–Hija ¿No te vas a despedir de tus tías? –.

185
– ¡No! –. Contestó Alicia con mucha rabia hacia sus
malévolas tías.
–Déjenla, ella está muy triste por la pérdida de su perrito –.
Dijo Petrona con hipocresía.

Luego se suben el señor Marcos y su esposa, después de


haberse despedido de las dos mujeres y se marchan del
lugar sin el perrito Mury.

–Bueno, por fin se fueron. Ahora su pulgoso perrito debe


estar en estos momentos en la perrera, si es que los de la
perrera lo encontraron por ahí vagando –. Le dijo Fabiola a
su horrible hermana.

Mientras tanto, Mury desde una jaula ladraba y chillaba la


ausencia de su entrañable ama.

– ¡Sáquenme de aquí! Por favor, no me merezco estar aquí.


Yo le salvé la vida a un ser humano y me pagan de esta
manera. No es justo, uno es fiel a los seres humanos y nos
tratan mal –. Decía Mury en su idioma perruno y
constantes ladridos. Luego se acerca unos de los perreros y
manda a callar a todos los perros, principalmente al perito
Mury que era el que inducía a tal algarabía.

– ¡Cállate! perro pulgoso. Deja tu escándalo, que tienes a


todos los demás perro alborotados –. Le decía el odioso
hombre.

En otra jaula contigua a la de Mury, se encontraba un viejo


perro llamado Flipo. Éste saluda a su nuevo vecino.

186
–Hola muchacho. Eres nuevo por aquí verdad –. Le decía el
viejo perro.
–Sí ¿Y por qué estás tú aquí? –.
–Bueno. Ya tengo cinco años de estar aquí y nadie me ha
adoptado como mascota. Pero a pesar de estar aquí me
siento bien; porque aquí nos dan de comer todos los días y
nunca nos falta nada. Aunque lo malo en este lugar es el
mal trato que nos dan esos dos perreros y la comida; pero
aun así sobrevivimos aquí en esta cochina perrera. Eso es lo
único malo aquí en esta perrera. Así que cálmate un poco si
quieres permanecer aquí con vida –. Le decía viejo perro a
Mury.

Luego, todos los perros dejaron de ladrar cuando Mury


había dejado de ladrar y chillar, también. Ésta experiencia
corta y desagradable de Mury iba a durar poco, porque en
ese lugar conocería a su nuevo dueño quién lo llevaría a su
nuevo hogar.

187
El perrito Mury

Capítulo XX.

Mury, su nuevo hogar y su nuevo nombre

Francisco, un padre de familia desempleado, buscaba


trabajo pero no lo hallaba. Éste leyó en un periódico un
artículo de los clasificados, el cual decía:

“Se busca a una persona, preferiblemente que sea hombre,


para trabajar en una perrera tiempo completo; cuidando y
alimentando a los perros. Excelente salario…”

Francisco, al leer el anuncio, toma el periódico que tenía ya


dos días de antigüedad y no importándole que el anuncio
hubiera sido puesto hace más de dos días, decide ir en
busca de la vacante no importándole tampoco si ésta ya
había sido ocupada por otra persona. Francisco iba en plan
de lo que sea, con tal de conseguir ese trabajo. Cuidar
perros no era algo muy agradable para muchas personas,
puesto que estas cuando iban por la vacante desistían del
trabajo, porque al sentir el bullicio de tantos perros y el
olor a perro; los hacían arrepentirse y se iban huyéndole al
trabajo, así fuera que les ofrecieran más del salario mínimo.
Pero Francisco no desaprovechó la oportunidad que la vida

188
le había regalado. Aunque fuera un trabajo sucio y muy
humillante, debía conformarse con el mismo. Para
Francisco no era problema cuidar perros y el de
alimentarlos, porque él no era alérgico a los perros y lo
hacía también por la necesidad de trabajar para mantener
a sus cuatro pequeños niños y así también ayudar a su
esposa. Aunque su esposa Sandra trabajaba en una
zapatería, lo que ella ganaba no alcanzaba para cubrir
gastos y otras cosas que necesitaban; pero ella y su esposo
Francisco debían luchar para sacar adelante a sus cuatro
pequeños niños: María que era la mayor, que contaba con
tan solo seis años, luego le seguía Ulises con cinco, Ricardo
con tres y Yolanda con dos añitos de edad. Mientras tanto,
Mury seguía preso en su jaula o perrera. Sin dueños y amos
que cuidaran de él y con un nombre que no era el suyo. Y
que era muy desagradable para Mury. Los que lo habían
capturado le habían puesto como nombre: PULGOSO, y,
éste nombre estaba pegado a la puerta de la perrera en
donde Mury se encontraba en cautiverio.

Francisco obtiene la vacante. Era su día de suerte, o mejor


dicho había llegado su día de suerte. Éste se decía para sus
adentros: –«Gracias a Dios, por fin encontré y tengo un
trabajo. Ahora sí podré sostener a mi familia» –. Se decía
Francisco. Luego Francisco es acompañado por uno de los
trabajadores de la perrera a su lugar de trabajo, para
mostrarle éste a Francisco las diferentes secciones en
donde se encontraban los perros que debía cuidar y
mantener. Francisco llega a la casa con la buena noticia de
haber encontrado un empleo. Su esposa, al escuchar la
buena noticia, abraza a su esposo y ésta le dice: –Por fin,

189
Francisco, ya era hora de que Dios se acordara de ti. Tres
años sin empleo era suficiente para que siguiéramos en la
situación en la cual nos encontrábamos –.
–Eso es verdad, mija. Pero lo que nunca pensé es que yo
iría a trabajar en una perrera como perrero –. Le dijo
Francisco.
–Amor, algo es algo; peor es nada –. Le dijo su esposa. –Nos
debemos conformar con lo que Dios nos manda –.

Su hija mayorcita, al escuchar la conversación que tenían


sus padres les dice: –Papito, si vas a trabajar en una
perrera, entonces si nos puedes regalar un perrito –.

Su padre, cargando a su hija entre sus brazos le dice: –Hija,


tú y yo ya hemos hablado de eso. Tú sabes que para tener
un perrito en la casa hay que cuidarlo mucho, y papito no
puede mantener un perrito por ahora –.

María, al escuchar a su padre, se pone muy triste. –Hija,


entiéndelo, no podemos tener un perro en la casa –. Le dijo
su padre para reanimar a su hija. –Pero si quieres, te puedo
regalar un perrito de peluche –.
–No, yo quiero un perrito de verdad, verdad –. Replicó su
hija.
–Bueno, vamos a ver cómo hacemos –. Le dijo su padre
para abandonar el tema.

Al día siguiente, Francisco llega su trabajo. Los perros


estaban alborotados, ladrando y chillando, y, el causante de
todo ese bullicio y alboroto era nada más y nada menos
que de Mury. Francisco no sabía cuál era la causa de tantos

190
ladridos, de tanto bullicio y de tanto alboroto. Éste se
encontraba barriendo la sección número cuatro donde se
encontraba el causante del escándalo.

–Ya estoy cansado de tanto escándalo. Pero el causante de


todo ese escándalo es ese perro pulgoso que nos
encontramos y capturamos ayer –. Dijo Saulo, el que había
capturado con su compañero Juan a Mury.

Luego Saulo coge una manguera y la enrosca a una pluma y


luego abre la llave del grifo y comienza a mojar a Mury con
el agua. Francisco, al ver esto, siente un poco de pesar y
lastima hacia el perrito; que estaba totalmente
emparamado y empapado de agua.

–A la próxima vez, perro pulgoso, te mato. Y esta vez es en


serio. En vez de agua te voy a bañar o a rociar con acido –.
Le decía el antipático hombre regordete y sin buenos
modales.

Luego al rato, Francisco se acerca a la jaula donde estaba


Mury tiritando de frío y aun rincón de la jaula.

–Pobre perrito, te deben tratar mal aquí, verdad –. Le decía


Francisco quitando el gancho que aseguraba la puerta de la
enorme jaula y Luego lo acariciaba un poco. –Bueno, estaba
vez parece que se le va a cumplir el sueño a mi pequeña
hija de seis años. Bueno, pero si te pienso llevar a casa, es
bueno que te ponga un nombre y no que lleves ese horrible
nombre ¿Pero qué nombre te he de poner o como te has
llamar? –. Le decía Francisco hablando en voz baja para que

191
no lo escuchara el hombre regordete y malgeniado. Que se
encontraba por allí cerca.

Luego, como por arte de magia se le ilumina la mente con


una gran idea que había descubierto después de haber
pensado por un instante el nuevo nombre que tendría el
perrito.

–Ya sé cómo te he de llamar. Como tengo cuatro hijos,


puedo usar las iniciales de los nombres de mis hijos y así
saldrá un nombre. Te llamaré M-U-R-Y. Ese va a ser tu
nuevo nombre: “MURY” –. Le decía Francisco colocándole
el nuevo nombre que por fin identificaría por siempre a
Mury, ya que este nombre era fruto de los cuatro nombres
condensados de sus cuatro pequeños niños. Francisco, para
no complicarse la vida, decidió colocarle ese nombre por
orden de edad de sus hijos, puesto que tomaba todas las
iniciales de los nombres y los colocaba al derecho y al revés
sin saber cómo y sin dar con el nombre.

Francisco, luego que terminó la jornada de trabajo, habla


con el encargado de la perrera municipal, para así pedirle el
permiso de llevarse al perrito a su nuevo hogar. María, la
hija de Francisco se pondría muy contenta al ver al perrito,
y, también al ver por fin su sueño realizado de tener un
perrito en su casa; y que éste a la vez les traería muchos
años de alegrías y muchas felicidades.

El trabajo que había conseguido Francisco, no fue ninguna


casualidad ni coincidencia alguna. Éste era fruto de un
perrito que llevaba consigo el designio de ser un animalito

192
muy especial que le traía bunas cosas a aquellos que no les
iba bien en este mundo convulsionado por tantos
desmanes. La madre de Mury sufrió mucho los atropellos
de la vida, pero Mury era la otra cara de la moneda. Mury
representaba la buena suerte y la fortuna de ser un perrito
muy especial. La vida lo premiaba con ese don de ser un
perrito afortunado, que quién lo poseyera le iba a ir bien
como le fue a Aldrin por un tiempo, como le fue a su
antigua dueña Alicia y ahora a la familia de Francisco de Cis.
Luego de que éste lo llevó a su casa, le mandó hacer un
collar especial con el nombre de Mury impreso en el collar
y con el nombre y la dirección de la familia a la cual
pertenecía ahora Mury. Éste ya no volvería a estar en una
perrera ni mucho menos pasaría a otras manos que no
fuera la familia del señor Francisco. Después de que Mury
fue adoptado por su nueva familia como mascota del señor
Francisco, todos los demás perros; después de un mes
comenzaron a tener también nuevos amos que los
cuidarían muy bien. Entre ellos estaba el viejo perro Flipo.
El cautiverio del perrito Mury permitió que la perrera
municipal, a la cual había estado Mury subiera de categoría
y tuviera más prestigio y sus perros tuvieran más atención y
cuidado. La vida de Francisco cambió de un todo. Los
hombres odiosos que tenían la perrera en un estado
deprimente, a los cuatro meses fueron expulsados y
despedidos del lugar por mal trato a los perros y mala
administración. Francisco pasó de un simple cuidador de
perros a supervisor. Fue así como la perrera adquirió una
nueva cara. Cuando Francisco llevó al perrito a la casa,
María, su hija se puso muy contenta al ver al perrito. Mury,

193
a donde llegaba llevaba la señal de prosperidad y buena
suerte a sus amos y dueños que cuidaban de él.

– ¡Toc, toc! –.
– ¡Toc, toc, toc! –. Tocaba la puerta, Francisco, con una
mano y con la otra escondía a Mury. Luego su esposa le
abría la puerta.
– ¡Hola! Amor ¿Cómo te fue en el trabajo? –. Le dijo su
esposa.
–Muy bien, cariño ¿Está por ahí María? –.
–Está jugando con sus hermanitos en el cuarto –.
–Mira lo que le traje. Un hermoso perrito –.
–Amor, sí tú le habías dicho que no podíamos tener un
perro –.
–Sí, es verdad. Pero como vi que lo maltrataban en la
perrera donde ahora estoy trabajando, decidí traérselo a la
niña. Aquí se le puede dar bastante cariño. Como lo vi todo
empapado de agua, me dio mucha lástima y pesar, y, para
no dejarlo allá; me lo traje. Los compañeros que tengo son
muy huaches y ogros con los animales y no los tratan bien –
.

Francisco se acerca a donde estaban sus cuatro pequeños


jugando con los pocos juguetes desarmados y viejos que
éstos tenían. María, su hija jugaba con una muñeca que
tenía únicamente un sólo ojo, era una muñeca ciclope, pero
así jugaba María con su muñeca ciclope. La ropita de la
muñeca estaban desgastados como la ropita que ellos
también usaban, consecuencia de la pobreza en que se
encontraban sumergidos sus padres, pero que ahora había

194
llegado su momento de progresar y salir hacia delante y por
la cual no iban a padecer más necesidades.

–Hola hijos ¿Cómo están? –. Les decía su padre.


–Hola, papito –. Respondieron los niños con alegría cuando
vieron a su padre.
–Papi ¿Qué tienes atrás de ti? –. Le dijo su hija muy curiosa
por saber lo que su padre les estaba escondiendo.
–Les traje un regalo –. Respondió su padre, mostrándole el
perrito.
– ¡Un perrito! –. Gritó con mucha alegría su pequeña niña
de seis años. – ¿Y cómo se llama papito? –.
–Se llama Mury –.
–Hola, Mury. Mi nombre es María y éstos son mis
hermanitos: Yolanda, Ulises y Ricardo –. Le decía María
cargando a Mury. Luego los niños jugaban con el perrito,
muy alegres y contentos.

Mury movía alegremente su colita lanudita al sentir el


afecto de los niños hacia él. Esa fue la gran bienvenida que
había recibido Mury ese día en su nuevo hogar y con su
nueva familia.

Alicia, desde su casa, seguía triste luego de haberle contado


a su amigo Aldrin la desafortunada desaparición de su
precioso y adorable Peluchín. Pero lo que ella no sabía era
que su perrito iba a estar por fin muy bien y con una nueva
familia que lo cuidaría y le brindaría un gran cariño. El
padre de Alicia le había conseguido un perrito casi igual a
Mury, de la raza Cairn Terrier. Caminó y caminó buscando
el animalito, hasta que lo encontró y le hizo creer a su hija

195
que era Peluchín; para así quitarle la idea y la profunda
tristeza que tenía por la pérdida de su perrito. Alicia tuvo
que conformarse con el nuevo perrito y olvidar al
verdadero Peluchín. Alicia, con el tiempo llegó a darse
cuenta que el perrito que su padre le había dado y que le
hacía ver que era su perrito, tenía comportamientos
diferentes a los del verdadero Peluchín; pero que luego ella
llegó a encariñarse con el nuevo perrito que decidió dejarle
el nombre de Peluchín en honor a su antiguo perrito
Peluchín.

196
El perrito Mury

Capítulo XXI.

Mury y los tres ratoncitos

Al cabo de un año, Mury se encontraba jugando


felizmente con sus tres pequeños ratoncitos que había
conocido en la vieja cocina de la casa del señor Francisco de
Cis, y, que ésta había sido remodelada; gracias al empleo
que había conseguido hace un año atrás en la perrera
municipal y al ascenso que le permitió ampliar y remodelar
la casa.

Mury corría de tras de sus amiguitos roedores, y éstos


corrían por toda la cocina.

–A que no me atrapas, Mury –. Le decía Rabitos montado


sobre una silla de madera.
–Aquí estoy –. Respondió Raty desde un pequeño agujero
que estaba detrás de la estufa a gas.
–Vamos por ellos –. Contestó Orejitas que estaba arriba de
Mury o sobre él. Mury hacía las veces de caballito.

Luego Mury y Orejitas salieron en busca de Raty y de


Rabitos que eran muy habilidosos para esconderse de sus

197
captores. María, que contaba ya con siete añitos de edad,
bajaba de su cuartito donde se encontraba haciendo sus
tareítas para ver qué era aquel ruidito que había escuchado
y que provenía de la cocina. María sea cerca con cautela y
caminando en cuclillas para no molestar o interrumpir al
que ocasionaba o estaba ocasionando esos ruiditos
graciosos. La niña María pudo darse cuenta que era su
adorable perrito que se encontraba corriendo por toda la
cocina, persiguiendo a unos simpáticos ratoncitos. María
observaba como su pequeño perrito jugueteaba con los
ratoncitos, y, ésta por accidente suelta una pequeña risita
que luego Mury la pudo escuchar. Después, María al ver
que su perrito se había dado cuenta de la risita de su amita
María, sale de su escondite para tomar a su perrito y
cargarlo. Luego Mury de haberse dado cuenta de que su
pequeña ama lo observaba jugando con sus amiguitos los
ratoncitos, dejaba de juguetear con sus tres pequeños
amigos. Los ratoncitos, al ver a la niña, salían corriendo
para esconderse de la humana niña.

–Ay, pero porqué dejaste de jugar con tus amiguitos. Yo no


les iba hacer nada. Sólo me causó curiosidad al verlos jugar
–. Le decía la niña acariciando a Mury. –Sabes que, Mury.
Ahora que te vi jugando con los ratoncitos, se me vino a mi
mente esta pequeña cancioncita y dice así:

El perrito Mury,
era muy amable,
con los ratoncitos,
se puso a jugar
con los ratoncitos

198
y a ese final
eran muy felices.

Le decía María, cantándole la pequeña cancioncita que ésta


le había compuesto a su pequeño y adorable perrito Mury.
Al ratito, Mury y sus amigos se encontraban una vez más
jugando, pero esta vez en el patio de la casa. Después que
éstos terminaron de jugar, Mury y sus amigos se echaban
debajo de un pequeño árbol de limón y cansados de tanto
juguetear se quedan todos dormidos.

199
El perrito Mury

Capítulo XXII.

Mury cuenta su historia

Mientras que Mury y sus pequeños amigos roedores


hacían la siesta, Mury se transportaba hacia un sueño. Éste
soñaba con sus antiguos dueños y amos que había tenido
durante algún tiempo. Mury soñó con Aldrin y con Alicia, y,
éste en el sueño les decía: –Amito Aldrin, amita Alicia. Aquí
estoy –. Les gritaba en el sueño Mury, pero estos no lo
escuchaban.

Kassio, el perro imaginario de los sueños, se le aparece a


Mury en su sueño.

–Ellos no te pueden escuchar –. Le dijo Kassio.


– ¿Y tú quién eres? –. Contestó Mury.
–Soy Kassio, tu amigo imaginario de tus sueños –.
– ¿Porqué mis amitos no me escuchan? –. Le preguntó
Mury.
–Porque ellos solamente están en tu mente y por eso no te
pueden escuchar –. Le contestó Kassio.
–Pero yo quiero que ellos sepan que estoy bien y que ahora
tengo una nueva familia –. Le decía Mury.

200
–Y ellos también están muy bien –. Le dijo Kassio.
–Sí, pero quiero que sepan que los extraño. Que nunca me
les perdí de la casa de esas perversas mujeres, tías de mi
amita Alicia. Quiero que ella sepa la verdad –. Le decía
desesperado Mury en el sueño, pero Kassio no lo dejaba
acercase a ellos. En esos momentos, Mury ladraba y
chillaba dormido. Sus amigos los ratoncitos, al verlo hablar
dormido o mejor dicho, ladrar dormido; lo despiertan.

– ¡Mury, Mury! despierta –. Le decían sus pequeños


amiguitos.
– ¡Qué, qué! qué pasó. Dónde están mis amitos, Aldrin y
Alicia –. Les dijo Mury a sus pequeños amiguitos cuando se
había despertado sobresaltado.
– ¿Y quiénes son ellos? –. Le preguntó Rabitos.
–Ellos eran mis antiguos amitos antes de llegar yo aquí y
que por cosas de la vida los perdí. Ellos fueron muy buenos
conmigo –. Les decía Mury.
–Y si ellos fueron tan buenos contigo ¿Por qué estás aquí? –
. Le dijo Raty.
–Bueno, eso es una historia bastante larga. Si quieren se las
puedo contar –. Les dijo Mury a sus amigos, los ratoncitos.
–Sí Mury, queremos saber esa historia –. Le dijeron sus
amiguitos.
–Bueno, todo comenzó en un viejo y abandonado callejón
llamado “EL CALLEJÓN DEL SUR”. En éste vivíamos mi
madre, mis hermanitos y yo. Pero un día, mi madre por
cosas del destino y de la vida, jamás volvió con mis
hermanitos y yo. Luego, para el colmo de los males, mis
cuatro hermanitos; desesperados por la ausencia de
nuestra madre, se salieron de los límites del callejón para ir

201
en busca de nuestra madre, aunque mi madre nos había
dicho que por nada del mundo se nos ocurriera salirnos de
los límites del callejón; pero mis hermanos desobedecieron
esa orden, que luego más tarde no volví a ver a mis
hermanitos ni a mi madre. Después de eso, me quedé solo
en ese viejo callejón esperando el regreso de mi madre y de
mis hermanos que jamás los volví a ver. Fue en ese mismo
callejón donde conocí a mi amito Aldrin, o mejor dicho, mi
amito Aldrin me encontró abandonado en ese viejo
callejón. Con él duré día y medio, porque yo por mi
descuido y por estar jugando con un saltamontes, me fui
alejando de un quiosco que mi amito Aldrin por su buena
suerte había montado. Después de eso, me perdí. Luego de
haberme perdido, una niña llamada Alicia me vio
extraviado, recogiéndome y luego me llevó a su casa; en
donde me había escondido por una noche. Aunque a sus
padres no les gustaban los animales, llegué a ser el perrito
preferido de mi amita Alicia y de sus padres. Ya que la niña,
amita mía, me había inscrito para un concurso que luego no
pude ganar, pero que en el cual recibí un premio muy
especial por haber hecho una gran hazaña heroica hacia
una persona –. Les decía Mury a sus amigos.
– ¿Pero qué clase de hazaña hiciste, Mury? –. Preguntó
Orejitas interrumpiendo la historia de Mury.
–Bueno, esa es otra historia de las tantas que tengo –. Les
dijo Mury.
–Pero queremos saber esa –. Replicó una vez más Orejitas.
–Está bien, pero dejen que termine de contarles –. Les dijo
Mury. Luego retoma nuevamente su historia. –Luego, mi
amita Alicia me lleva a la casa de una señora llamada
Miriam, en la cual permanecí por muchos días. En esa casa

202
me hallaron diez días después de que estaba perdido de mi
amito Aldrin. Unos amigos de él, que cuyos nombres eran
Paco y Pepe, me hallaron en esa casa. Éstos llevaban una
escalera que le habían prestado a la señora dueña de la
casa en la cual yo estaba refugiado por mi amita Alicia de
sus padres. Cuando ellos llegaron a la casa de la señora
para entregarle la escalera, me encontraron en la casa, en
el patio, y de esa forma pudieron dar conmigo. La señora
Miriam cuidaba de mi, mientras que mi amita Alicia
encontraba la manera de quedarse con migo. Después de
eso, cuando mi amito Aldrin supo que yo estaba en la casa
de la señora Miriam, llega al día siguiente sin tanta espera
con Pepe, y, de esa manera pudo dar con migo mi amito
Aldrin.

–A mí sí me han pasado muchas cosas las cuales


terminaron beneficiando a muchas personas y es la hora
que no sé porqué, incluso he tenido varios nombres como
Suertudo, Lanudo, Peluchín, Pulgoso por parte de unas
viejas y unos hombres que me habían puesto ese horrible
nombre que a mí no me gustaba. Hasta tener éste nuevo
nombre que me gusta más que los otros que tenía
anteriormente, no porque no me gustaban; sino porque
siento que me acomodo a él y que por fin me identifico más
con éste nuevo nombre que con los otros que tenía
anteriormente –. Les decía Mury, luego de haber hecho una
corta pausa para comentarle lo de sus antiguos nombres.
Luego prosiguió su relato. –Bueno, pero siguiendo con mi
relato. Después que mi amito Aldrin me encontró, fue mi
entrenador. Puesto que me estaba preparando para aquel
concurso por el cual mi amita Alicia me había inscrito. Yo

203
no entendía muy bien lo que mi amito Aldrin me enseñaba
o me intentaba enseñar. Un día, él y yo salimos muy
temprano a recorrer, como parte del entrenamiento, unos
paisajes. En esa salida pude percibir cuando íbamos por el
camino, con mi hocico casi mágico para mí, la sensación de
que alguien estaba en peligro de muerte. Y en efecto, una
persona se encontraba atrapada en un gran agujero que se
veía muy hondo y profundo. El que estaba atrapado en ese
hueco del terror era un señor que mi amito Aldrin y yo
habíamos conocido en una placita de la ciudad en donde
viven mis dos antiguos amitos, Aldrin y Alicia. Éste señor
era el dueño y organizador del concurso en la cual mi amita
Alicia me había inscrito para que yo participara y me ganara
ese concurso.
– ¿Pero porqué no ganaste ese concurso? –. Interrumpió
Orejitas el relato de Mury, preguntando muy curiosos y
ansioso por saber el porqué su amigo Mury no había
ganado el concurso. Luego prosiguió su amigo el relato.
–No gané, como les dije anteriormente. Por falta de un
buen entrenamiento, ya que mi amito Aldrin no sabía nada
de entrenamiento y por qué no le entendía nada de lo que
me intentaba enseñar. Pero sí recibí un gran premio por
haberle salvado la vida al señor Mauro. Así se llama o se
llamaba el dueño de aquel concurso. Después de haberme
ganado ese magnífico premio, fui aceptado por los padres
de mi amita Alicia en su casa. Después que sus padres le
habían impuesto una regla de no tener animal alguno en su
casa, me dieron la entrada por aquel premio recibido y por
esa ocasión, sus padres rompieron por primera vez esa
regla que me permitió estar con ellos por dos largos años.
Todo aparentemente parecía alegría y felicidad para

204
nosotros, es decir para mi amita Alicia y yo. Un día, los
padres de mi amita Alicia decidieron visitar a unas tías, la
cuales eran las hermanas del papá de mi buena amita
Alicia. Yo sentía que esa visita iba a ser mi desgracia y mi
separación definitiva de mis amitos. Que no quería ir a ese
viaje de vacaciones. Después que llegamos a esa casa, vino
lo peor: las dos viejas brujas no gustaban de mi y buscaban
la forma de deshacerse de mi hasta que llegó ese día. Las
tías de mi amita Alicia me metieron en un saco después de
haber hecho que mis amos no se dieran cuenta de mi
desaparición sino hasta el otro día. Después de todo eso
llegué a parar a la perrera municipal. Después que las dos
viejas brujas me abandonaron en el monte, me pude liberar
del saco en la cual estaba metido. Luego subí una loma
hasta llegar al camino que me llevaría de regreso a la casa
de esas malévolas mujeres, tías de mi amita Alicia, pero
desafortunadamente me tropecé con el camión de la
perrera. Aunque yo no sabía que era el camión de la
perrera. Y luego unos hombres se bajaron del camión y me
atraparon, metiéndome dentro del carro con otros más que
también habían sido capturados y ladraban por su
infortunio y destino incierto. Fue en la perrera municipal en
donde pude conocer a mi nuevo amo: el señor Francisco,
quién se había dado cuenta de los malos tratos que nos
daban allí en ese horrible lugar y que no se lo recomiendo a
ningún otro perro. Desde ese entonces estoy ahora aquí en
esta casa y con ustedes, mis nuevos y adorables amiguitos.
–Mury, esa sí que es una verdadera historia de perro.
Mejor dicho esa es una verdadera aventura –. Le decía
Orejitas.

205
–Bueno, y eso que nada más se los he contado por
encimita. Porque no les he contado lo del concurso y otras
cosas más que si se los cuento todo y con lujos de detalles
no terminaríamos, creo yo, por éste día de contar todas las
cosas que me pasó con mis diferentes amos –. Les decía
Mury a sus amigos.
–Bueno, Mury, nosotros nos vamos. Pero nos veremos
mañana para seguir jugando y hablando de muchas cosas
fantásticas y divertidas –. Le dijo Rabitos.
–Bueno, está bien. Que les vaya bien amiguitos. Cuídense
mucho y aléjense de las trampas para ratones. No se
acerquen a ellas, porque son muy peligrosas y mortales
para ustedes –. Les dijo Mury a sus amigos.

Luego, los tres ratoncitos se suben por el palito de limón y


llegan hasta la paredilla.

–Chao, Mury –.Le dijeron los ratoncitos que corrían por al


paredilla del patio.
–Chao, amiguitos. En verdad cuídense mucho –. Les dijo
una vez más, Mury.

Después de esto, salieron al patio los cuatro hijos del señor


Francisco que andaban buscando por toda la casa a su
adorable perrito Mury, para jugar con él.

–Aquí estás, Mury. Dónde te habías metido –. Le decía su


amita María cuando lo vio en el patio ladrando. Pero era
que se estaba despidiendo de sus amiguitos, los ratoncitos.

206
Luego de haber encontrado a Mury, María les dice a sus
hermanitos que se tomaran las manos e hicieran un círculo
para dar vueltas alrededor de Mury. Cuando éstos hicieron
la ronda, comenzaron a dar vueltas y vueltas alrededor del
Perrito, cantando la pequeña cancioncita que María le
había hecho a su perrito y que les había enseñado a sus
hermanitos. Éstos cantaban alegremente la pequeña
canción que decía:

El perrito Mury,
era muy amable,
con los ratoncitos,
se puso a jugar
con los ratoncitos
y a ese final
eran muy felices.

Lo cantaban una y otra vez sin parar por un instante, hasta


que se cansaron. Mury muy alegre y contento con sus
nuevos amitos, ladraba y brincaba dentro del círculo que
les había hecho los cuatro pequeños niños a su adorable
perrito. Mury y sus nuevos amitos, jugaban muy contentos
todos los días; sin olvidar también a los tres pequeños
ratoncitos que jugaban con Mury todos los días y cuando
éstos podían, sacaban el tiempo para jugar con su amigo el
perrito Mury.

Mury por fin se llamaba Mury. Y estaba muy estable en su


nuevo hogar, sin tener que estar pasando de mano en
mano y de amo en amo; ya que el collar que tenía Mury lo
identificaría por siempre como propiedad de la familia Cis

207
Molano, y, por eso, Mury no estaría sufriendo mucho por
causa de descuidos, distracciones y cosas así por el estilo.
Ya que esa identificación permitiría que el perrito fuera
encontrado fácilmente y sin ninguna dificultad e impedir su
desaparición por causa de descuidos. Así de esa manera no
se tendría que buscar forzadamente al perrito, e impedir
que pasara a otras manos o dueños diferentes a los que
ahora tiene.

De esta manera culmina la historia del perrito Mury y su


travesía por dueños o amos diferentes que tuvieron con el
perrito una buena marea de éxitos y buenas cosas que el
destino había puesto en ese perrito para premiar a sus
poseedores y amos que gustaban de los perros, y, el perrito
Mury no sería la excepción.

208
Apéndice

Mury, después de habérsele perdido a Alicia, aparece


en las páginas de un periódico con la noticia de: “SE
BUSCA”. Aldrin, el antiguo dueño de Lanudo, después que
supo de la noticia de la desaparición del perrito, decidió
poner un anuncio en el periódico, para así dar con el
paradero del perrito. Cuando éste se dio cuenta de que se
encontraba en otra ciudad, ya que el nuevo dueño de
Peluchín se había dado cuenta de la noticia; decidió hablar
con Aldrin y manifestarle que no deseaba devolver al
perrito por sus pequeños niños que estaban muy
encariñados con el perrito. Aldrin, al ver el buen estado en
que se encontraba Mury, y, al ver a los niños contentos y
apegados al perrito; dejó que se quedaran con él. Aldrin, al
enterarse de que Mury estaba en la ciudad en donde Alicia
había ido de vacaciones, va en busca del perrito, y, a la
dirección que el señor Francisco le había dado luego de
haber conocido la dirección de su verdadero y antiguo
dueño.

Cuando Aldrin regresa, le cuenta a Alicia de que Peluchín


había aparecido y se encontraba muy bien con su nueva

209
familia. Alicia aceptó la noticia y la decisión de Aldrin de
haberle dejado al perrito a esa familia para no ocasionarles
mayor tristeza a sus nuevos amos. Por eso Alicia decidió
quedarse con su nueva mascota y no causarle a esa familia
mayor tristeza o problema por el perrito y sus pequeños
niños que se habían apegado mucho al perrito Mury y que
no querían desprenderse de él ni mucho menos de que se
los quitaran o se lo llevaran. Alicia entendió eso, que no le
quedó otro camino que de conformarse con su nuevo
perrito, el cual le había regalado su padre como reemplazo
de su antiguo perrito Peluchín y que ahora tenía nuevos
amos y nuevo nombre.

210
Otras obras del autor

Los cuatro sueños de Martín (Cuentos)

Noches de luna nona (Poemario)

El verdadero amor de Dios (Ensayo)

La hora del espanto (Cuentos)

El sapito dorado (Cuentos)

Los tres albañiles (Cuentos)

Sinfonía en el bosque (Novela)

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