Está en la página 1de 12

 Teorías para estudiar en Derecho de Niñez

Teoría de las subculturas criminales


En 1956 el sociólogo Albert Cohen publicó la obra “Delinquent boys. The culture
of the gang”, un libro pionero sobre la delincuencia juvenil y las subculturas
que generó la “Teoría de las subculturas”, una teoría que en la actualidad se
sigue aplicando para comprender y prevenir el delito. La base de esta teoría
parte de que toda acción humana responde al resultado de una serie de esfuerzos
realizados para solucionar problemas de adaptación, y según Cohen, la mayoría de
los problemas de adaptación se solucionan de forma normal, pero en algunos casos,
las personas eligen soluciones desviadas; los motivos por los cuales eligen esas
alternativas desviadas, se deben buscar en los “grupos de referencia” que tienen
a su alrededor.
Ante un conflicto, el ser humano busca soluciones que respondan a aquello que
harían o aceptarían los grupos de referencia primarios, pero cuando esas
soluciones no se pueden realizar, el individuo busca otros grupos de referencia
que se adapten más a las soluciones permitidas. Dicho de otro modo, si la
solución que encuentra el individuo no responde a lo deseado por el grupo de
referencia primario, el individuo buscará otro grupo de referencia.
Cuando existe un elevado número de personas con problemas de adaptación similares
que no encuentran grupos de referencia para solucionarlos, este tipo de personas
suelen unirse generando así lo que se denomina “subcultura”, entendida como un
grupo en el que se pueden solucionar aquellos problemas de aceptación social al
ser aceptados por el propio grupo que se convierte a su vez en grupo de
referencia.
Se entiende por tanto que la sociedad en general se rige por un sistema de
valores y de normas propias de la clase media, pero que de igual modo se aplica a
las clases más bajas, lo que supone que dichas clases bajas deben de conseguir
los mismos objetivos que las clases superiores sin disponer de los mismos niveles
educativo/culturales, económicos, etc. Por tanto, al existir una diferencia de
dificultad y posibilidades para obtener los mismos objetivos, aparece en estas
clases con menores probabilidades una situación de preocupación, frustración y
tensión. Ante esta situación en la que el individuo ve imposible integrarse en
este sistema de valores, el individuo soluciona esta tensión formando parte de
grupos diferentes en los que son aceptados, apoyados y reconocidos, conociéndose
estos grupos como “subculturas”. Estas subculturas crean una serie de normas y
valores propios (diferentes a los de la clase media) que facilitan un estilo de
vida más relajado, aunque alejado en términos sociales a la clase media.

¿Esto sucede siempre ante estas situaciones de frustración? No necesariamente.


Según Albert Cohen, un individuo joven ante una situación de frustración por no
poder obtener sus objetivos al formar parte de una clase social baja, tiene 3
alternativas:
Formar parte de la clase media y competir en inferioridad de condiciones.
Formar parte de una cultura con otros jóvenes en la misma situación,
renunciando a sus aspiraciones.
Formar parte de una subcultura que consigue sus aspiraciones a través de la
delincuencia.
Teoría de la Anomia
El concepto de anomia suele usualmente designarse para aludir a ciertos estados
de inexistencia de normas en un determinado contexto histórico y social. De allí
se ha asociado, inicialmente, que esta inexistencia de normas potencia la
posibilidad de que se produzcan y reproduzcan conductas desviadas.
La idea de anomia surge con Durkheim, en el marco del nuevo paradigma mundial que
se deriva de la revolución francesa de 1789, la industrialización, la estructura
social del nuevo capitalismo, el ascenso de la burguesía como nueva clase
dominante y la aparición consecuente del proletariado.
Este contexto hacía tambalear el viejo orden y las “inseguridades” y los “miedos”
de la modernidad acechaban la escala de valores, la cultura y el sistema de
creencia que hasta entonces había disciplinado al conjunto social.
De este problema se ocupó, precisamente, Durkheim, con su obra “La división del
trabajo social”, creando sus concepciones ya conocidas de solidaridad orgánica y
mecánica.
Durkheim piensa que la anomie surge porque la división del trabajo no produce
contactos lo bastante eficaces entre sus miembros ni regulaciones adecuadas de
las relaciones sociales.
Cree que los suicidios provocados por una situación de anomie eran por tanto
consecuencia del fracaso de los frenos sociales en lo que podría llamarse
ambiciones demasiado presuntuosas (“El suicidio”, 1857).
Mientras que Durkheim limitaba su aplicación de la anomie principalmente al
suicidio, Merton trataba de explicar no solo el suicidio, sino también el crimen,
la delicuencia, los desórdenes mentales, el alcoholismo...Para él, la conducta
desviada incluye al exageradamente conformista, al extremista, al revolucionario,
al virtuoso burocrático etc...
Según Merton, las estructuras sociales ejercen una presión definida sobre ciertas
personas en la sociedad induciéndolas a una conducta de rebeldía antes que de
conformidad.
A diferencia de Durkheim, Merton no consideraba la naturaleza biológica del ser
humana como importante para explicar la desviación.
Al explicar la anomie y la conducta desviada, Merton enfocaba no al individuo,
sino el orden social. Postulaba una dicotomía entre las metas culturales y los
medios institucionales para lograr esas metas. Cualquier meta cultural muy
apreciada en una sociedad, es probable que afecte los medios institucionalizados.
Un equilibrio eficiente entre estas dos fases suele mantenerse mientras los
individuos obtengan satisfacciones conformándose tanto con las metas culturales
como con los medios institucionalizados.
La definición de Merton hace hincapié en el desequilibrio entre las metas
culturales y las normas institucionales en una sociedad. Concibe la anomie como
un derrumbe de la estructura cultural que acaece sobre todo cuando existe una
discrepancia aguda entre las normas y metas culturales y las capacidades sociales
estructurales de los miembros del grupo de obrar en concordancia con aquellas.
 La relación entre anomie y estructura social puede resumirse como:

1- Exposición a la meta cultural y normas que regulan la conducta orientada


hacia la meta.
2- Aceptación de la meta o norma como mandatos morales y valores
internalizados.
3- Accesibilidad relativa de la meta: las posibilidades de vida en la
estructura de oportunidades.
4- El grado de discrepancia, entre la meta aceptada y su accesibilidad.
5- El grado de anomie
6- Las tasas de conducta desviada de los distintos tipos manifestada en la
topología de los modos de adaptación.
La conducta desviada sobreviene en gran escala solo cuando un sistema de valores
culturales ensalza virtualmente por encima de todas las demás metas de éxito
comunes para la población en general, mientras que la estructura social restringe
con vigor u obstruye por completo el acceso a los modos aprobados de alcanzar
esas metas para una parte considerable de aquella misma población.

 Según Merton existen cinco tipos de adaptaciones a una situación en que los
medios legítimos para alcanzar una meta son inalcanzables para ella:

1- Conformismo. El individuo comparte los medios y los fines socialmente


aceptados.
2- Ritualismo: consiste en abandonar las metas del éxito y de la rápida
movilidad social hasta un punto en que podemos satisfacer nuestras
aspiraciones. La persona comparte los medios pero no se motiva con los
objetivos de éxito económico y ascenso social.
3- Rebelión: donde se encuentran las posturas no conformistas con los fines
mayoritariamente aceptados, que proclaman que es posible vivir la vida con
arreglo a fines y valores no individualistas como los que propone el
capitalismo estadounidense. Merton cree ver allí el germen de conductas
revolucionarias o rebeldes.
4- La innovación: la persona comparte los fines pero no recorre los mismos
caminos sacrificales. Por ende, “corta camino” y en vez de medios lícitos
utiliza medios “eficaces”. Buena parte de la conducta delictiva se explica
en base a este tipo de respuestas a los problemas de ajuste.
5- Apatía: es el rechazo tanto a las metas culturales como de los medios
institucionales. El individuo se encuentra frustado. No renuncia a la meta
del éxito pero adopta mecanismos de escape, tales como el derrotismo, el
quietismo etc. Se da en los individuos alcohólicos, en los vagabundos, etc.

En síntesis, podríamos señalar que Robert Merton (1910-2004), en su recordado


artículo "Anomia y estructura social" (19389, inaugura una de las teorías más
importantes de las tradiciones intelectuales funcionalistas, cuya vigencia
permaneció intacta mientras se mantuvo en pie el paradigma del “buen
capitalismo”. Basta con observar de qué manera los gobiernos de Kennedy y Johnson
( aún en la década de los 60'), intentaban aplicar las estrategias de política
criminal sugeridas por Merton en la lucha contra la criminalidad en los barrios
estadounidenses marginales, a partir de la mejora de las oportunidades de los
jóvenes postergados.
Pese a que a partir de esa época la teoría de la anomia fue puesta en crisis por
los teóricos del control, muchos de sus postulados, actualizados, permiten el
diseño de alternativas actuales contra la criminalidad convencional.
Para Merton, la anomia no significa tanto, "ausencia de normas" sino que, en las
sociedades anómicas, "junto con la presión que las personas reciben para obedecer
las normas, reciben otras tendientes a desobedecerlas”.
Estas presiones sobrevienen de una excesiva importancia asignada a los fines
socialmente valorados, que en EEUU se resumen en el éxito económico y el "sueño
americano".
Se trata de "un desequilibro entre fines (metas) y medios". La desproporcionada
importancia que una sociedad confiere a ciertos fines, hace que en la búsqueda
colectiva de los mismos, algunos sujetos que carecen de la posibilidad de acceder
a los mismos por medios lícitos, apelen a medios ilícitos para alcanzarlos. Si
bien Merton elabora su teoría tomando como base la sociedad americana, muchas de
sus ideas son enteramente aplicables a otras sociedades occidentales donde el
capitalismo inclusivo -sobre todo de posguerra- produjo fenómenos masivos de
inclusión social y pleno empleo. La Argentina, por cierto, no es una excepción:
“Mi hijo el doctor” y “Sociología de la clase media argentina”, de Julio Mafud,
dan cuenta de la aplicabilidad de estas postulaciones a nuestro medio.

 Características de una sociedad anómica:


a. desequilibrio cultural entre fines y medios: en sociedades anómicas como la
estadounidense, los canales de socialización (la flia, los pares, la escuela, los
medios de comunicación) son medios que transmiten "los mismos valores", que se
resumen en el éxito económico (esfuerzo y ascenso social). Por tanto, las
personas que no comulgan con estos valores son socialmente desvaloradas o
despreciadas. Por lo tanto, en esa búsqueda desesperada de status, las personas
menos favorecidas socialmente comienzan a buscar el éxito no por "medios lícitos"
sino por "medios eficaces". Aquí nacen las conductas desviadas.
b. Universalismo en la definición de los fines: la estructura cultural no limita
el logro de los fines a unos pocos, sino que los extiende a todos, incluso a
aquellos más desfavorecidos que participan de esta escala de valores (el sueño
americano)
c. Desigualdad de oportunidades: En definitiva, una sociedad anómica produce una
tensión sobre muchos ciudadanos cuando la estructura cultural (superestructura)
induce a plantearse altas aspiraciones y, en cambio, la estructura económica y
social limita a ciertos grupos, solamente, las oportunidades lícitas de alcanzar
esas metas tan elevadas.
El modelo teórico de Merton presupone que una parte de los ciudadanos asumirán
ese este mensaje de éxito, pese a sus limitadas posibilidades de alcanzarlo,
debido justamente a que en ese medio cultural, la mayoría de la gente tiende a
identificarse no con la mayoría que no logra esas metas sino con la minoría que
sí lo logra. Del juego combinado de esos dos factores (fines y medios, o metas y
oportunidades) concluye que la presión anómica será especialmente sentida por
aquellas personas de clase baja. Al asumir que las “altas aspiraciones” son una
de las fuentes de la presión anómica, Merton está desarrollando una idea que
anteriormente había utilizado Durkheim para explicar las tasas de suicidio en la
sociedad europea del siglo XIX. La diferencia es que las “altas aspiraciones” en
Durkheim se originan en el instinto biológico de la persona, son naturales y se
registran especialmente en momentos de crisis en que las mismas no son reguladas
socialmente, para Merton son inducidas culturalmente y son permanentes.

 Respuesta a los problemas de ajuste


Formas de adaptación fines medios lícitos
i. Conformidad (+) (+)
ii. Innovación (+) (-)
iii. Ritualismo (-) (+)
iv. Apatía (-) (-)
v. Rebelión (-+) (-+)
Planteos de política Criminal: la Teoría de la anomia coincide que, para bajar
los indicadores de criminalidad debe estarse a una doble posibilidad. O bien se
incide desde el estado en la estructura cultural para que las personas rebajen
sus aspiraciones (y aprendan a vivir con apego a otros códigos que no incluyan el
american way of life, por ejemplo el desarrollo de actividades solidarias), o
bien se incide en la estructura social para que las personas aumenten sus
oportunidades. Los planes de “lucha contra la pobreza” y de “movilización de la
juventud”, llevadas a cabo por Kennedy y Jonson, están influidas por estas ideas,
que a su vez adoptan muchas tesituras de la Escuela de Chicago: tratan de
organizar políticamente el barrio como premisa para la prevención del delito, a
la vez que intentan mejorar las oportunidades educativas y de trabajo de los
jóvenes.

 Estrategias de Política criminal:


· Evitar el deterioro físico: Un barrio organizado se caracteriza porque la gente
(convencional) que lo habita no quiere abndonarlo. Para que los habitantes del
barrio no deseen abandonarlo, éste no debe aparecer como deteriorado. Ello
reclama un tipo de intervención dirigido a la rehabilitación de viviendas y
espacios comunes, para que la gente perciba que el barrio está en un proceso de
mejora (Sampson, 1925). La inversión en tales áreas no sólo deberá detener el
proceso de abandono sino que también debe tratar de favorecer el traslado de
personas de clase media a tales áreas.
· Evitar la homegeización social: En los barrios denominados “mixtos”, donde
junto a gente marginal convive gente trabajadora y de clase media, las primeras
tienen más oportunidades de asumir valores convencionales y de acceder al trabajo
y a la cultura del trabajo. Se debe tratar de evitar intervenciones de los
poderes públicos dirigidas concentrar a personas en situación de marginación
social en determinados espacios de la ciudad.
· Ayudar a las personas más carenciadas: Los poderes públicos deben intervenir
para proteger socialmente y para dar oportunidades de formación a las personas en
condiciones de pobreza, pero evitando la dádiva y/o el clientelismo, sino
apuntando a que esa ayuda coadyuve a que esa gente reasuma valores convencionales
de clase media o trabajadora.
· Fomentar el asociacionismo: En la medida en que aumentan las estructuras de
relación en el barrio, en especial las que vinculan a personas adultas y jóvenes,
se genera mayor nivel de cohesión social, produciendo mayor transmisión de
valores convencionales y mejorando el nivel de control informal.
· Operar con políticas de índole social sobre un colectivo en riesgo y no a
través de terapias individuales.
· Incrementar la vigilancia: Las anteriores medidas de prevención social deben ir
acompañadas de medidas de prevención situacional, incrementando el nivel de
vigilancia de los puntos negros de la delincuencia, evitando que el lugar
aparezca a los potenciales delincuentes como de “bajo control”.

Teoría de la asociación diferencial


Las teorías del aprendizaje social sostienen que las explicaciones acerca de la
conducta humana no deben afincarse en la personalidad de los individuos o en los
modelos de comportamiento introyectados desde su infancia, cuanto en el
permanente aprendizaje que hacen los seres humanos durante su vida. El
comportamiento se halla completamente modelado, en un proceso que atraviesa todas
las biografías, por las experiencias adquiridas mediante procesos de
enculturación permanentes.
Por lo tanto, la conducta criminal forma parte de ese proceso de aprendizaje
continuo, donde el infractor aprende estrategias de supervivencia, códigos, y
técnicas para desarrollar sus cometidos.
Este aprendizaje, en una sociedad plural y diversa, se produce de manera
concomitante al aprendizaje que otros individuos hacen y que los define en favor
del debido cumplimiento de las normas o de su indiferencia con relación a las
mismas. Todas las conductas se aprenden.
Para Edwin Sutherland (en “Principios de criminología”, 1939 y “Criminalidad de
cuello blanco” en 1940), el individuo lejos de nacer delincuente, o heredar o
imitar comportamientos socialmente reprochables, aprende a ser criminal.
Sutherland, en sus investigaciones sobre la criminalidad de cuello blanco, llega
a la conclusión de que no puede referirse la conducta desviada a disfunciones o
inadaptación de los individuos de la “lower class”, sino al aprendizaje efectivo
de valores criminales, hecho que podría acontecer en cualquier cultura.
Su punto de vista inicial, luego rectificado en parte, era netamente sociológico,
ya que subestimaba el interés de los rasgos de la personalidad del individuo al
análisis en torno a las relaciones sociales (frecuencia, intensidad y significado
de la asociación).
El presupuesto de la teoría del aprendizaje viene dado por la idea de
organización social diferencial, que, a su vez, se conectará con las concepciones
del conflicto social. Es decir, Sutherland concibe a la sociedad como una
sociedad conflictiva y no armónica, en lo que constituye un hallazgo no menor
dentro de la sociología norteamericana.
Una organización social diferencial significa que en toda sociedad existen
diversas “asociaciones” estructuradas en torno a (también) distintos intereses y
metas. El vínculo o nexo de unión que integra a los individuos en tales grupos
constituye el sustrato psicológico real de los mismos al compartir intereses y
proyectos que se comunican libremente de unos miembros a otros y de generación en
generación. Dada esa divergencia existente en la organización social, resulta
inevitable que muchos grupos suscriban y respalden modelos de conducta delictivo,
que otros adopten una posición neutral, indiferente; y que otros (la mayoría), se
enfrenten a los valores criminales y profesen los valores mayoritarios de debido
acatamiento a las normas.
La denominada “asociación diferencial” será, así, una consecuencia lógica del
proceso de aprendizaje a través de asociaciones de una sociedad plural y
conflictiva.
Sutherland suscribe de esta manera el interaccionismo de Mead y Dewey, rechazando
el behavorismo hasta entonces hegemónico y basando el aprendizaje en un proceso
de interacción.
Y remite en la práctica a la teoría del conflicto social, que luego será
desarrollado por la criminología crítica, también a partir de sus estudios sobre
los delitos de cuello blanco, primera aproximación conceptual a las infracciones
de los poderosos
Sutherland, en definitiva, evoca la teoría del conflicto social, que luego será
desarrollado por la criminología crítica.
En esa lógica, sostiene que el crimen no se hereda ni se imita, sino que se
aprende.

 Hay nueve proposiciones que respecto de este aprendizaje maneja Sutherland:

1) El crimen se aprende, de la misma manera y mediante los mismos mecanismos


que se aprenden los comportamientos virtuosos.
2) La conducta criminal se aprende interactuando con otras personas, mediante
un proceso de comunicación.
3) La parte decisiva de ese aprendizaje tiene lugar en el seno de las
relaciones más íntimas del individuo con sus familiares y allegados. La
influencia criminógena depende del grado de intimidad del contacto
interpersonal. En función de este proceso de comunicación que se da en el
marco de la intimidad, la influencia de los medios de comunicación es muy
relativa, toda vez que las relaciones familiares son experiencias diarias
que se interpretan mediante una constante interacción y contribuyen de un
modo más eficaz a que el individuo supere las barreras del control social y
asuma los valores delictivos.
4) El aprendizaje del comportamiento criminal incluye el de las técnicas de la
comisión del delitos (sean éstas simples o complejas), se aprenden también
los motivos e impulsos, el lenguaje –argot- y demás símbolos e instrumentos
de comunicación en el mundo criminal, como así también la propia
racionalización de las “técnicas de neutralización”.
5) La dirección específica de motivos e impulsos se aprende de las definiciones
más variadas de los preceptos legales, favorables o desfavorables a éstos.
6) Una persona se convierte en delincuente cuando las definiciones favorables a
infringir la ley superan a las desfavorables que tienden al cumplimiento de
la misma.
7) Las asociaciones y contactos diferenciales del individuo pueden ser
distintos según la frecuencia, duración, prioridad e intensidad de los
mismos. Se trata de procesos complejos de interacción y comunicación, por lo
cual, lógicamente los contactos duraderos y frecuentes tienen mayor
influencia pedagógica que otros fugaces u ocasionales. Cuanto más temprana
sea la edad del socializado y más fuerte el prestigio de los agentes de
socialización, más significativo es el aprendizaje.
8) El proceso de aprendizaje del comportamiento criminal implica y conlleva el
de todos los mecanismos inherentes a cualquier proceso de aprendizaje.
9) Si bien la conducta delictiva es una expresión de necesidades y valores
generales, sin embargo, no puede explicarse como la concreción de los
mismos, ya que también la conducta conforme a derecho responde a idénticas
necesidades y valores.
Teoría de la elección racional
En 1986 Cornish y Clarke formularon la teoría de la elección racional. Se trata
de un enfoque que se incluye dentro de los modelos de prevención situacional del
delito. Esta teoría sostiene que quienes cometen un delito lo hacen tras un
proceso de toma de decisiones. También defiende que los delincuentes no son tan
distintos del resto de personas, centrándose en buscar las similitudes y haciendo
una crítica a la visión que hay en la actualidad que los tiende a
sobrepatologizar y es motivo de dificultad a la hora de realizar programas de
prevención del delito. Asímismo, los autores hacen una necesaria triple
distinción entre los tipos de delincuentes, a saber: el delincuente depredador,
el oportunista y el situacional, todo ello sin olvidar la importancia del proceso
motivacional intrapsíquico que lleva a la comisión del delito y por lo tanto el
proceso de toma de decisiones.
La teoría de la elección racional (en inglés rational choice theory, bajo las
siglas RCT), se recoge en el primer capítulo de un volumen editado por Cornish y
Clarke, y que surgió como resultado de la conferencia que tuvo lugar en la
universidad Christ’s College (Cambridge, Reino Unido) en julio de 1985. Dicho
volumen lleva por título “el razonamiento criminal: perspectivas sobre la teoría
de la elección racional en el delito”. Los coordinadores habían observado que
diferentes enfoques (procedentes de la psicología, la sociología, la
criminología, la economía y el derecho) parecían asumir que gran parte de la
delincuencia era, en general, racional por naturaleza, de forma que ese foro dio
lugar a la puesta en común de cómo es el proceso de toma de decisiones dentro del
ámbito de la delincuencia.
Derek B. Cornish y Ronald V. Clarke desarrollaron la teoría de la elección
racional en 1986. Se trata de una de las teorías que se incluye en los modelos de
prevención situacional del delito, ya que junto a otras mantienen la importancia
del contexto y los factores ambientales, y no sólo de la disposición criminal,
que hasta el momento se presuponía constante. La teoría de la elección racional
se asocia a la escuela clásica de pensamiento criminológico, pues mantiene que
quienes cometen un delito lo hacen tras un proceso racional de toma de decisiones
que incluye, por un lado, la elección inicial de involucrarse y, por otro, la
decisión de cometer o no un acto delictivo. Por su parte, Cohen y Felson (1979),
incluyeron los factores sociales dentro de la teoría de las actividades
rutinarias, al hacer referencia al concepto de oportunidad (objetivo apropiado),
y también considerando un delincuente motivado y la ausencia de un guardián
capaz. Por último, la teoría del patrón delictivo, formulada por Brantingham y
Brantingham (1994) da cuenta de la parte situacional, cerrando el triángulo de
las teorías de la oportunidad delictiva.

 Cornish y Clarke han elaborado este enfoque de desarrollo dentro de la


teoría de la elección racional en la delincuencia, el cual plantea varias
hipótesis:
1) Los delincuentes buscan beneficiarse mediante su comportamiento delictivo.
2) Lo cual implica tomar decisiones y hacer elecciones, a pesar de lo
rudimentarias que puedan ser.
3) El proceso de toma de decisiones está restringido por el tiempo disponible
(muchas oportunidades delictivas tienen una duración limitada), por la
disponibilidad de información relevante (a menudo esta será insuficiente) y por
las habilidades cognitivas propias del delincuente (relacionadas presuntamente
con el Cociente Intelectual verbal). Se deduce que la racionalidad será limitada,
antes que completa.
4) Tanto el proceso de toma de decisiones como los factores que tienen en cuenta
los delincuentes varían significativamente según las diferentes etapas de la toma
de decisiones y según el delito (y presuntamente también dependiendo de los
diferentes delincuentes dentro de los diferentes delitos; existen notables
diferencias en los índices de éxito, siendo la planificación por adelantado un
rasgo clave en los delincuentes más exitosos).

 Cornish y Clarke (1987), debaten que es necesario:


(a) centrarse en el delito a la hora de analizar las elecciones delictivas y
(b) entender que las decisiones están relacionadas con las diferentes etapas de
la implicación de un delincuente en un delito determinado. De este modo, hacen
una distinción entre la implicación inicial, el hecho delictivo, continuación, y
desistencia. La secuencia general en la implicación debería analizarse al margen
de los factores, como por ejemplo la selección de un objetivo, —los cuales están
relacionados con el delito en sí—.Cabe aclarar que, esencialmente, este grupo de
factores afectan a la fase de implicación.

Una perspectiva de la elección racional sostiene que los delincuentes eligen


cometer delitos específicos y que esos delitos se cometen por razones
específicas. Es necesario entender los factores que los delincuentes tienen en
cuenta a la hora de exponerse a una situación de riesgo determinada: análisis de
beneficios de una variedad de factores, incluyendo los incentivos, los beneficios
anticipados, el peligro que conlleva, las habilidades requeridas, todo ello
relacionado con sus objetivos, móviles, experiencia, habilidades, especialización
y preferencias. Todas estas variaciones se combinan con el fin de hacer
atractivas las oportunidades delictivas a individuos y grupos determinados
(Cornish y Clarke, 1987).

 Cornish y Clarke se refieren a dichas variaciones mediante la expresión


“propiedades que estructuran la elección” (del inglés choice-structuring
properties). A continuación aparece una lista de esas propiedades, aportada
por los autores, las cuales estructuran la elección en el caso concreto de
los delitos relacionados con el dinero en efectivo (por ejemplo, robos de
dinero en lugar de bienes, que pueden ir desde el robo de bancos al fraude
informático):

i. Disponibilidad (número de objetivos, accesibilidad).


ii. Conocimiento del método.
iii. Probabilidad de conseguir dinero efectivo.
iv. Especialización requerida.
v. Necesidad de planificación.
vi. Recursos requeridos.
vii. Necesidad de actuar solo o en grupo.
viii. Tiempo requerido para cometer el delito.
ix. La posibilidad de necesitar actuar con la cabeza fría.
i. Riesgo de ser detenido.
ii. Severidad del castigo (en caso de detención).
iii. Violencia instrumental requerida (por parte del delincuente).
iv. Confrontación con la víctima.
v. Víctima conocida.
vi. Caché social en el ámbito delictivo.
vii. Herramientas necesarias.
viii. Evaluación moral.

En el futuro, investigaciones más detalladas podrían dar lugar a modificaciones


en esta lista que, por supuesto, no debe aplicarse a todos los delincuentes.
Los autores basan el RCT de forma muy explícita en los modelos económicos de la
toma de decisiones delictiva, los cuales “desmitifican de forma efectiva y
vuelven rutinaria la actividad delictiva”. Se presupone que el delito […] implica
reflexión racional y es una transacción económica o una cuestión de elección
ocupacional (Cornish y Clarke 1985, p.156). Los modelos económicos de
delincuencia no son sólo aquellos que están motivados por bienes gananciales,
sino que también se extienden a los delitos violentos.
Otra fuente de RCT puede encontrarse en los modelos de procesamiento de
información y estrategias que se relacionan con la toma de decisiones que se da
en casos no delictivos (Kahneman, Slovic y Twersky, 1982), los cuales se aplican
a la toma de decisiones de los casos delictivos posteriormente.

Teoría del Etiquetaje


La teoría del etiquetamiento (o “labeling approach”), en síntesis, nace en
Estados Unidos a mediados de los años 60', casi como una réplica al excesivo
empirismo de las teorías criminológicas de la época, preocupadas casi
exclusivamente por dar respuestas a los estados acerca de las causas que originan
el delito, las formas para mantener y reproducir el orden y el logro de las
mejores estrategias para la prevención de las conductas desviadas. Como lo
explica Lamnek, el labeling approach demuestra también que la importancia
práctica de los criterios biológicos subsiste por su aplicación estigmatizante en
el comportamiento social, siendo esperable en la esfera de las prácticas
cotidianas, incluso en el futuro, repercusiones de los enfoques biológico
antropológicos, en buena medida retomados por el nuevo realismo de derecha
anglosajón a partir de los años 80’.
Sus representantes más conocidos son Lemert y Howard Becker: aunque algunos
sostienen que debería reconocerse a Frank Tenenbaum la condición de precursor de
esta perspectiva, a partir de su formulación: “The young delinquent becomes bad,
because he in defined as bad” y a Lemert como un refundador de la escuela.
Si bien la teoría crece un contexto histórico particular, que incluye la guerra
de Vietnam, las consecuentes movilizaciones populares contra esa invasión armada,
contra la segregación racial, contra la discriminación de las mujeres y a favor
del aborto, su impronta novedosa la produce, sin duda, el corrimiento de la
pregunta acerca de las causas de la delincuencia hacia la indagación respecto de
los procesos de definición del delincuente.
Surge, además, en medio de una nueva concepción de la vida, más libertaria, menos
materialista, no tan consumista como la que proponía el capitalismo welfarista,
al punto de que se pone en crisis la idea misma del sueño americano y del
“american way of life”.
El cambio de paradigma implica, fundamentalmente, una evolución de los abordajes
causales hacia la auscultación de las percepciones y los sistemas de creencias
sociales mediante los cuales se define una conducta como desviada y se reacciona
frente a ella, con un conjunto de lógicas, discursos y prácticas que “etiquetan”
a la persona que ha incurrido en las mismas. Como dicen Larrauri-Cid, citando a
Lemert, se produce un viraje respecto de la antigua idea que concebía al control
social como una respuesta a la desviación, que concibe ahora a la desviación como
una respuesta a las formas de control y reacción social.
La teoría cuestiona, en primer lugar, el proceso de definición del delito. Se
pone en jaque la idea de que las normas penales sancionan las conductas
socialmente más reprochables, argumentando que, en realidad, esas normas
responden a los intereses de grupos sociales poderosos, muchas veces sintetizados
en empresarios morales, con aptitud para decidir e influir en lo que legalmente
está prohibido y lo que está permitido. Lo que acontece es, primeramente, un
“proceso de calificación”, en un contexto de interacción en el que los hombres
le atribuyen a otro la condición desviada. Si una persona incumple estos mandatos
normativos grupales, seguramente, será considerada desviada desde la visión de
esos grupos. Sin embargo, a la inversa, “Desde el punto de vista del individuo
que es etiquetado como desviado, pueden ser outsiders aquellas personas que
elaboraron las reglas, de cuya violación fue encontrado culpable”.
Luego sobreviene una instancia de aplicación de las normas, mediante la cual son
definidos como desviados los contraventores de las mismas.
Esta relativización de la ontología del delito, a su vez, es necesariamente
ributaria del interaccionsimo simbólico, ya que no puede comprenderse el crimen
sino a través de la reacción social, del proceso social de definición y selección
de ciertas personas y conductas etiquetadas como criminales. Delito y reacción
social son términos interdependientes e inseparables.

 En la visión de Howard Becker, la teoría del etiquetamiento puede ser


presentada con arreglo a estas características:
1) Ningún modo de comportamiento contiene en sí la cualidad de desviado; antes
bien, los mismos modos de comportamiento pueden ser tanto conformistas como
desviados, lo que se demuestra con facilidad interculturalmente como también
intracultural e históricamente.
2) Por la fijación de normas, a determinados modos de comportamiento se les
atribuye el predicado e desviado o violador de las reglas. Por lo tanto, los que
establecen las normas son los que definen el comportamiento desviado.
3) Estas definiciones del comportamiento desviado sólo influyen sobre el
comportamiento cuando las mismas son aplicadas. Las normas implícitas o
explícitas son realizadas en interacciones.
4) la aplicación de la norma como forma de etiquetamiento del comportamiento
desviado es realizada selectivamente, esto es, los mismos modos de comportamiento
son definidos diferencialmente según las situaciones y personas específicas.
5) Aquellos criterios que determinan la selección pueden ser subsumidos bajo el
facto poder. El poder puede ser concebido, operacionalmente, como la pertenencia
a un estrato.
6) la rotulación como desviado pone en movimiento, bajo condiciones que deben ser
aún más especificadas los mecanismos de la self-fulfilling prophecy que permite
esperar modos de comportamiento ulteriores que están definidos como desviados, o
bien que serán definidos como tales. Por una decisiva reducción de las
posibilidades de acción conformista por expectativas de comportamiento no
conformista se inician las carreras desviadas”.
En términos de política criminal, la teoría del etiquetamiento supone una crítica
de las instancias punitivas del estado, basada en que éste, a través de sus
instancias de criminalización (primarias y secundarias) favorece la identidad del
delincuente, visibilizándolo como tal y estigmatizándolo de tal manera que la
persona termina asumiéndose como tal, como portador de un nuevo rol desvalorado
que lo obliga a iniciar procesos de socialización en grupos vinculados a
comportamientos desviados, lo que no hace más que favorecer su inserción en la
“carrera delictiva”.
Por lo tanto, desde el labeling se proponen estrategias basadas no tanto en la
recurrencia al sistema penal cuanto en medidas de descriminalización, vinculadas
a la reparación o restauración de los daños causados por el ofensor, evitando el
proceso de estigmatización que, de manera irreversible, ocasiona el sistema penal
a través de sus normas, sus símbolos, sus prácticas y sus gramáticas cotidianas.

También podría gustarte