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Kant
Kant
2. Kant, ética formal. La ética puede ser de dos tipos: material o formal. La primera –las
primeras, mejor dicho pues tienen diversos contenidos– son empíricas porque esos
contenidos proceden de la experiencia; tienen preceptos condicionales, abocados a
conseguir fines y son heterónomas; el sujeto se determina mediante leyes ajenas a sí
mismo o su propia razón. La ética de Kant las rechaza: rechaza el contenido que le puede
otorgar la experiencia, la determinación que establezca unos fines o cualquier ente
externo al sujeto. Kant es un tipo formal y su ética también lo es. La ética kantiana no
tiene fines y no determina lo que debemos hacer. La ética de Kant se centra en cómo
debemos actuar. Y ¿cómo hemos de actuar? La respuesta es por deber. «Una acción hecha
por deber tiene su valor moral, no en el propósito que por medio de ella se quiera
alcanzar, sino en la máxima por la cual ha sido resuelta». Fundamentación de la metafísica
de las costumbres.
La ética kantiana no tiene fines y no determina lo que debemos hacer. La ética de Kant se
centra en cómo debemos actuar
Obra solo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley
universal.
Obra de tal modo que uses la humanidad tanto en tu persona como en la persona de
cualquier otro siempre como un fin y nunca como un medio.
5. Categorías, en detalle. Las categorías son un tipo de concepto de los que hacen posible el
entendimiento. Hay dos, los generados a partir de la experiencia y otros innatos, a priori:
las categorías. Kant estaba muy satisfecho con este descubrimiento hasta el punto de
catalogarlo. Serían doce categorías, tres por cada tipo de juicio:
A este cuadro de categorías elaborado a partir de la clasificación lógica de los juicios se le llama
«deducción metafísica de las categorías».
El imperativo categórico de Kant: obra de tal manera que puedas querer que tu acción se
convierta en ley universal
6. ¿Qué hay de Dios? Kant examinó y criticó los argumentos tradicionales que demostraban
la existencia de Dios en la Crítica de la razón pura. En ese mismo libro había puesto de
manifiesto la imposibilidad de la metafísica como ciencia y, se entiende, de las materias de
las que esta se ocupa: el alma, la inmortalidad, Dios… Pues bien, Kant parece decir a
continuación que «con Dios hemos topado» y nunca negó su existencia ni la de la
inmortalidad del alma. Sostuvo que ambos conceptos no son cognoscibles por la razón
teórica, pero que se imponen en la razón práctica como postulados, es decir, como algo
indemostrable, pero necesario para la moral. En el caso de Dios entiende que una
separación tan grande entre el ser y el deber ser como la que aqueja a este mundo hace
necesaria la existencia de Dios como entidad en la que ser y deber ser se unifican por fin
en una unión perfecta de virtud y felicidad.