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Teología Pastoral III - Trabajo Práctico N°1

Preguntas: Recibir hospitalidad

En mi día a día encuentro el servicio a la comunidad eclesial en los alumnos y


alumnas de los colegios. Como preceptor es muy palpable el servicio de compañero de
camino. Uno se siente a veces como invitado al aula dónde los chicos/as pasan muchas
horas al día. Allí ellos comparten alegrías, preocupaciones, a veces piden consejo, otras
hay que simplemente conversar. Luego de un tiempo, cuando empecé a conocer los
alumnos me di cuenta que no todos podían ser acompañados del mismo modo, que no
todos me invitaban a su vida. Esto implica humildad, estar ahí para cuando el
adolescente quiera abrir la puerta e invitarte a pasar, estar ahí paciente, sin exigir el
ritmo que considero mejor o el modo de hacer las cosas que más me parece. No todos
los alumnos escuchan las cosas del mismo modo y mucho menos las expresan por igual.
Ésta sintonía creo que se va generando lentamente con el estar, ofreciendo un vínculo
honesto pero jamás imponiéndolo por la autoridad que se tiene como preceptor.
En cuanto a los alumnos de primaria es paradójicamente más complicado. Se
pensaría que por enseñar Catequesis es sencillo hacerse compañero de camino en ese
compartir el Evangelio, pero no es tan así. La Catequesis con sus exigencias escolares,
con sus tiempos reducidos, con el cúmulo de alumnos, tiene algunas dificultades para
ese dejarse hospedar por el otro. Creo que encuentro algo de eso en escuchar sus
preguntas, estar atento a sus caras, comprender sus protestas. Ser docente de Catequesis
es una tarea desafiante porque quiero compartir lo más lindo de mi fe pero a veces
siento que todo lo que implica el aula no me ayuda. Tomo de Jesús eso de predicar
abiertamente y pasar tiempo con los suyos, muchos lo habrán escuchado y quizás
bastante después se haya desarrollado su fe. Veo la Catequesis escolar como una semilla
que bien plantada y cuidada puede ayudad por otras cosas algún día dar su fruto.
En ninguno de los casos, ni de preceptor ni como docente, es sencillo mostrar
debilidad porque hay que sostener una autoridad que la institución demanda. Pero creo
que se puede plantear esta fragilidad en término de humildad. A veces se trata de pedir
perdón por una actitud, una palabra de mas o un grato; otras se trata de dejarse enseñar
por los alumnos. Hay actitudes muy claras que muestran que uno quiere llevarse todo
por delante, que está ahí intentando compartir la vida y la experiencia de comunidad y la
palabra de Dios.
Al ver al Jesús que nos narran los evangelios siento dos desafíos en mi servicio
a esta comunidad eclesial: uno es el de estar para todos, otro el de estar atenta a quién
necesita más amor y compañía. Esto es desafiante porque es fácil quedarse sólo con los
que llaman la atención, con los más divertidos, aquellos con los que la conversación
fluye, o con los que siempre responden a las propuestas son los más. En cambio, siento
que la invitación de Jesús es a abrir siempre un poco más la mirada, saber correrse de
ese lugar en donde uno se siente cómodo, querido o valorado para ir al encuentro del
tímido, del lastimado, del enojado o el quejoso. Es exigente y puede ser frustrante por
eso es importante para mí tener una espiritualidad en donde saberse sostenido por el
amor siempre mayor de Jesús.
Preguntas: El anfitrión que sirve

Creo que lo primero es estar convencido que dos cosas. Por un lado, que el
Evangelio tiene algo que dar a las personas con las que compartimos nuestros caminar,
sea quien sea. Por otro, que nosotros como Iglesia podemos y debemos convertirnos
para ser testimonio de ese Evangelio. Por eso pienso que en esto de ser anfitrión
servidor es fundamental hacer lugar. Cuando se va a recibir en la propia casa a alguien
que se quiere uno ordena, limpia, intenta disponer las cosas para que el otro se sienta a
gusto y pueda mostrarse tal cual es. Mi vida como anfitrión servidor tiene que orientarse
a eso, a ser un espacio en donde el/la otro/a ser sienta a gusto y pueda expresarse como
es. Me parece que el mundo de hoy tiene una contradicción muy crucial para los
adolescente y jóvenes. En principio se declara como un mundo con más libertad, con
menos barreras y juicios; pero luego es un lugar con muchísimas exigencias acerca de
cómo ser, qué pensar, cómo comportarse, etc. Esto genera en ellos/as que en el exterior
siempre estén buscando ser como la sociedad pide, pero en su interior solo piden
alguien aunque sea uno que los quiera como son. Jesús que siempre miró a cada persona
reconociendo su dignidad y su valor único me enseña para ser como él anfitrión servidor
debo hacer espacio en mi vida, limpiándola de prejuicios y exigencias, para que quien
está delante pueda sentirse cómodo y ser auténtico. Una vez que eso está en camino
(algo que puede llevar bastante tiempo) sigue el estar atento, con esa atención de Jesús
que preguntaba "¿Qué buscas?" "¿Qué quieres?". Conversar en el camino y recién desde
allí dar una palabra humana de afecto y cariño, compartir también la fe que sostiene y
transforma la propia vida.
En lo personal pienso que soy fuerte en el trato personal, en la escucha y
compañía. Creo que el día a día en el colegio es una oportunidad para ser compañero de
camino. Pero también siento la amenaza de la frustración, del sentir que ya ha nadie le
interesa el Evangelio. Esta reflexión me ayudó a ser consciente de las muchísimas
dificultades que Jesús tuvo para anunciar el Reino, es decir, la realidad de la
encarnación me anima a pensar que el mismo Dios asumió las complicaciones con
humildad, con paciencia, con valentía y amor. Allí es donde su relación con el Padre me
interpela. Pienso que los mareos, miedos, interrogantes que nos generan los cambios de
la sociedad solo pueden ser afrontados profundamente arraigados en la comunidad
eclesial y en la comunión trinitaria. Así lo hizo Jesús, sostenido del Padre y llevado por
el Espíritu, pero también rodeado de amigos y discípulos-misioneros.

Santiago José Varela

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