Está en la página 1de 4

Daniel Felipe Sánchez López

Historia y pensamiento del capitalismo


Departamento de Historia –
Universidad Nacional de Colombia

Reseña 4: Smith, A. (1997). Estudio preliminar. En La teoría de los sentimientos morales


(7-40) (Ed.) Carlos Rodríguez. Madrid, España: Alianza.

De acuerdo con el primer apartado del estudio preliminar, Adam Smith nació en Kirkcaldy
en 1723 y murió en 1790, a los 67 años. Estudió en la Universidad de Glasgow (1737) y
luego en Oxford (1740), y volvió a Glasgow para dar clases de Lógica y de Filosofía Moral,
también de ciencias humanas, sociales, económicas y políticas. En 1759 publicó La teoría
de los sentimientos morales y en este mismo periodo conoció a Hume y a Voltaire, y
también a Turgot y François Quesnay, padre de la fisiocracia. En 1767 se pensionó, luego
de trabajar con el duque de Buccleugh, e inició la escritura de Una investigación sobre la
naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones que se publicó en 1776. En 1778 fue
designado Comisario de Aduanas de Edimburgo y en 1787 asumió el cargo de rector de la
Universidad de Glasgow hasta su muerte. Lo importante en este apartado es que Rodríguez
Braun, traductor y editor, rebate algunos arquetipos que han marcado a Smith, pues asegura
que él no fue un liberal extremo ni neoclásico, sino que fue un moralista preocupado por las
normas de la conducta humana, partidario de la moderación y la reforma, no de la
desaparición de los aranceles (pp. 7-9).

Posteriormente, Rodríguez describe el contexto histórico donde se desenvuelve Smith y su


apuesta filosófica. Luego del Tratado de la Unión, en 1707, entre Inglaterra y Escocia, la
segundo buscó conservar cierta autonomía por medio del intelecto. Es así como Glasgow y
Edimburgo permitieron el establecimiento de la Escuela de Filosofía Moral, donde la
tradición del derecho natural se trasladó de los Países Bajos a la isla. La Escuela buscaba
una teoría de la moral, la política y la sociedad, desde Gershom Carmichael y Francis
Hutcheson hasta Smith, que dejara el azar de lado en la comprensión de la psique y de las
instituciones. Gracias a algunas notas de los estudiantes de Smith de los años 1762-63 se
logra entrever el vínculo que proponía entre derecho y moral y el problema: ‘‘análisis de
los principios por los cuales los hombres juzgan naturalmente la conducta y personalidad,
primero de su prójimo y después de sí mismos.’’ (p. 13)
El tercer apartado, ‘‘simpatía y espectador imparcial’’, denota su interés por estos dos
conceptos. La simpatía es importante porque constituye la base de la aprobación moral de
la conducta de otro, es decir que invita a ponerse en la posición del otro bajo el amor propio
y el amor por otros. Mientras que el espectador imparcial es ‘‘vernos a nosotros como nos
ven los demás’’ (p. 18) Contrario a Hutcheson quien aseguraba que la benevolencia era una
virtud, para Smith es la justicia la mayor de todas (p. 16). Por otra parte, Rodríguez nombra
algunas influencias dentro del pensamiento de Smith, estos son: la filosofía estoica (sobre el
cuidado de sí mismo, el autocontrol o la sociabilidad) y la influencia de Hutcheson, Butler
y Hume (p. 18), desde donde Smith formula qué se debe enfatizar en los sentimientos y en
lo aprobable (p. 18).

Continuando, al hablar de ‘‘dos Smith’’, Rodríguez problematiza la división del plano


económico del moral, por tanto, se ha caído en un error al separar las dos obras por el juego
de palabras interés-justicia. Lo que se logra ver en ambos libros es el acento en la justicia,
pues como lo muestra en la Riqueza, en la sociedad de mercado e intercambio, los seres
humanos se necesitan mutuamente, por ende, el ‘‘control de las pasiones es análogo tanto
en el plano económico como en el moral’’ (p. 22). En este apartado también resalta el matiz
liberal de Smith, que critica la falta de autocontrol y moderación del intervencionismo
mercantilista, contrario a los principios de competencia y de voluntad.

El quinto pasaje, ‘‘utilitarismo’’, aproxima la utilidad social en Smith, y que desde la


Escuela de Filosofía Moral ya se había propuesto. Lo que dice Rodríguez es que en Smith
el utilitarismo también está matizado en parte por Hume, y aunque en el plano económico
es mayor, en el plano moral el fundamento con el cual se aprueba la virtud es por la
propiedad o la corrección (que son los sentimientos morales modelados y moderados por la
sociedad) y no por la utilidad. Conjuntamente, Smith apoya el mantenimiento del gobierno
que garantice el orden público (p. 25), pero este debe ser un sistema tolerable para el
pueblo, que propenda por la prosperidad de la población por medio del mercado imparcial y
equilibrado, que no se da por el monopolio y los privilegios en la competencia (p. 26-27).

La relación Smith-Hume, debate sobre las visiones de utilidad y simpatía en ambos. No


obstante, si bien Smith toma de Hume el interés por los demás y la consideración que los
hombres no son egoístas por naturaleza, se alejan en el entendimiento de la simpatía. Para
Hume, por su parte, la clave es la simpatía del espectador con la utilidad de los efectos de
las diversas cualidades; para Smith, la simpatía es la medida natural y original del grado
correcto de las emociones (p. 28). En este sentido, la utilidad no da cuenta de la conducta
humana en Smith, además este:

No es materialista, no halla tanta virtud en la sociedad comercial, su idea del


derecho tiene un fundamento moral, no es utilitarista, ni positivista, ni relativista, y
desde luego es más cauto en la expresión de sus sentimientos religiosos. (p. 29)

Otro problema que aborda muy someramente es el de la religión. Rodríguez dice que Smith
sigue la moral cristiana, empero, expone una alternativa deísta, una ‘‘inclinación por la
religión natural de los estoicos’’ (p. 30) que está detrás de los sentimientos morales,
contrapuesta al fundamentalismo religioso y a la teología que condiciona a la filosofía y a
la ética. El editor asegura que la obra no es religiosa sino moral laica.

‘‘Economía, política y moral’’, en síntesis, menciona algunos aspectos ya tratados, pero


cierra con la forma en qué Smith desarrolla sus argumentos y su misma concepción e
interpretación de la relación moral-economía, imposibles de disociar, en un espacio
geográfico que no es ni autoritario ni fundamentalista, sino estructurado por ‘‘personas
interesadas en sí mismas, pero con valores morales’’ (p. 36). En este marco se puede
observar la crítica a la riqueza, aunque útil, despreciable, asimismo, su concepción liberal
dispuesta a conservar un margen en el intervencionismo estatal y en la felicidad de la
sociedad, también criticando la renta de la propiedad y la justicia imparcial. Este texto es un
choque entre la moral y la razón y problematiza la falta de interés en los ‘‘principios
acumulados a lo largo de milenios’’ (p. 36) Por último, Rodríguez propone algunos textos
de referencia que han estudiado el pensamiento moral y económico de Smith.

Para concluir, este corto apartado exploratorio del libro de Smith permite conocer el
pensamiento de un filósofo, considerado padre del libre mercado y, en muchas ocasiones,
relacionado con las dinámicas de la libre competencia y la no intervención del Estado. Sin
embargo, como demuestra tanto el documental y los textos, se ha malinterpretado gran
parte de su obra, explotándola ideológica y políticamente en beneficio de ciertos regímenes
capitalistas, apoyándose en ella para perpetuar el beneficio del capitalista y del terrateniente
sobre los salarios de los trabajadores. La reflexión que queda es ir directamente a la fuente
primaria, estudiarla críticamente e intentar expandir unas interpretaciones más fijas y
reales, desligándolas como herramientas de poder, y situándolas dentro del conocimiento
histórico objetivo, con sus matices y sus propuestas complejas.

También podría gustarte