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De acuerdo con el primer apartado del estudio preliminar, Adam Smith nació en Kirkcaldy
en 1723 y murió en 1790, a los 67 años. Estudió en la Universidad de Glasgow (1737) y
luego en Oxford (1740), y volvió a Glasgow para dar clases de Lógica y de Filosofía Moral,
también de ciencias humanas, sociales, económicas y políticas. En 1759 publicó La teoría
de los sentimientos morales y en este mismo periodo conoció a Hume y a Voltaire, y
también a Turgot y François Quesnay, padre de la fisiocracia. En 1767 se pensionó, luego
de trabajar con el duque de Buccleugh, e inició la escritura de Una investigación sobre la
naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones que se publicó en 1776. En 1778 fue
designado Comisario de Aduanas de Edimburgo y en 1787 asumió el cargo de rector de la
Universidad de Glasgow hasta su muerte. Lo importante en este apartado es que Rodríguez
Braun, traductor y editor, rebate algunos arquetipos que han marcado a Smith, pues asegura
que él no fue un liberal extremo ni neoclásico, sino que fue un moralista preocupado por las
normas de la conducta humana, partidario de la moderación y la reforma, no de la
desaparición de los aranceles (pp. 7-9).
Otro problema que aborda muy someramente es el de la religión. Rodríguez dice que Smith
sigue la moral cristiana, empero, expone una alternativa deísta, una ‘‘inclinación por la
religión natural de los estoicos’’ (p. 30) que está detrás de los sentimientos morales,
contrapuesta al fundamentalismo religioso y a la teología que condiciona a la filosofía y a
la ética. El editor asegura que la obra no es religiosa sino moral laica.
Para concluir, este corto apartado exploratorio del libro de Smith permite conocer el
pensamiento de un filósofo, considerado padre del libre mercado y, en muchas ocasiones,
relacionado con las dinámicas de la libre competencia y la no intervención del Estado. Sin
embargo, como demuestra tanto el documental y los textos, se ha malinterpretado gran
parte de su obra, explotándola ideológica y políticamente en beneficio de ciertos regímenes
capitalistas, apoyándose en ella para perpetuar el beneficio del capitalista y del terrateniente
sobre los salarios de los trabajadores. La reflexión que queda es ir directamente a la fuente
primaria, estudiarla críticamente e intentar expandir unas interpretaciones más fijas y
reales, desligándolas como herramientas de poder, y situándolas dentro del conocimiento
histórico objetivo, con sus matices y sus propuestas complejas.