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MALHER, EL COMPOSITOR.

Malher fue un compositor romántico en el sentido más amplio del término, tomando
en cuenta los alcances de su fantasía, su tendencia al exceso en la expresión musical y
la presencia de ideas poéticas y religiosas que coexistían en su música.
La forma sinfónica llegó a dominar su creación artística. Con Malher se dio una
evolución de la forma sinfónica, al ampliar en los desarrollos el papel de los motivos o
temas musicales.
Muchos temas importantes tanto de sus lieder, como de sus sinfonías derivan de
canciones populares.
Los Lieder, tanto las canciones para piano de su juventud, como las otras con
acompañamiento de orquesta, constituyen una parte importante de su obra. Estas
obras exploran aspectos vinculados a temas como la muerte, la noche, los soldados,
canciones tristes, humorísticas. Para la cantata Das Klagende Lied, obra para coro,
solistas y orquesta, Malher puso en verso un cuento de Grimm, Los huesos que cantan.
También tomó textos de la poesía clásica. Para el ciclo de los Kindertotenlieder
(canciones para los niños muertos) escogió cinco de los mejores poemas de Ruckert.
En las sinfonías Malher generalmente opone a su tema principal “masculino”, un tema
melodioso “femenino”, resaltando el lirismo acorde al tema secundario clásico. Los
temas de los movimientos lentos realzan el canto, como ocurre en Bruckner. En los
scherzos el compositor despliega su exuberante imaginación, destacándose el de la
segunda sinfonía. Las marchas aparecen regularmente en su obra, como las marchas
fúnebres de su primera y quinta sinfonías.
La primera sinfonía (1988) puede considerarse una obra en la que Malher plasmó sus
experiencias personales. En cambio la segunda sinfonía (1894) tiende más a reflejar su
visión de la trágica condición del hombre. Según Bruno Walter esta sinfonía expresa
“el canto de dolor de un mundo que sufre”. Esta obra incluye soprano, contralto y coro
mixto.
En la tercera sinfonía con contralto, coro de mujeres y de niños (1896) se percibe el
acercamiento a la naturaleza, como lo describen los títulos de algunos de sus
movimientos: “lo que me dicen las flores del prado”, “lo que me dicen los animales”,
“lo que me dice la noche”. Tanto para el cuarto como para el quinto movimientos
recurre a la palabra, empleando poemas de Nietzsche y versos del Knaben
Wunderhorn”.
Después de estas primeras obras solemnes Malher tuvo la necesidad de expresar la
alegría y la serenidad surgiendo así la cuarta sinfonía con soprano solo (1900), en la
que expresa su creencia en la felicidad de la vida eterna.
Acerca de la quinta sinfonía (1902) Malher expresó que en su composición no
intervinieron ideas o pensamientos extramusicales, es sólo música. Esta obra muestra
al compositor en el apogeo de su creación. Los movimientos que la conforman son
una marcha fúnebre, un segundo movimiento “tempestuoso y vehemente”, un
Scherzo, un Adagietto y un Rondó-fuga. La sexta y séptimas sinfonías corresponden a
la misma línea de la quinta. Ninguna de las tres incluye el recurso vocal.
La octava sinfonía (1906) incluye tres sopranos, dos contraltos, tenor, barítono, bajo,
coro de niños y doble coro mixto. En ella introdujo el Himno Veni Creador Spiritus y la
escena final del Fausto de Goethe.
A esta continuó la Canción de la Tierra (1908), sinfonía para tenor, contralto y orquesta
constituida por seis canciones, creada en un período en el que el compositor estaba
amenazado por una grave enfermedad. Es una obra original por su estilo de
composición y la más personal de Malher.
La novena sinfonía (1909) es música puramente orquestal y estuvo inspirada en una
intensa experiencia personal del compositor: la sensación de su partida.
Podría decirse que para apreciar la música del compositor es necesario evaluarla no
sólo desde el punto de vista estético sino también desde el punto de vista de sus
valores humanos, ya Malher plasmó en su música toda su vida interior.
Malher hizo también progresos en la instrumentación, gracias a su conocimiento
avanzado de la orquesta y a su dominio de las sonoridades. En sus obras las voces
orquestales se superponen con progresiva complejidad.

Gabriela Vega
Historia de la Música III

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