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EL SUFRIMIENTO, LA MEJOR ESCUELA” – AUTOR: MARTIN SANTIAGO MENDEZ

MAGISTER EN EDUCACION DE LA GUAJIRA

Había un matrimonio millonario, tuvieron un hijo por el que nunca se esmeraron en su


educación, es sabido que en su plena evolución atómica el padre hace los miles de
esfuerzos por llevar a sus hijos a ser bachilleres, aunque le sea difícil. En aquellos padres
no existió ese deseo y se conformaron con darle la primaria. Desde los quince años se
dedicó a la bebida a hurtadillas de sus padres, pues la madre le pasaba a escondidas del
viejo todo lo que él le pedía.

Así pasaron los años hasta que murió su madre. Como el viejo se negaba a darle para sus
pérfidos, comenzó por robarle las vacas, las que malvendía, pues nada le habían costado.
Se desordenó tanto que a veces vendía una y el vivo matarife se llevaba dos y las pasaban
por la puerta de la casa. Pobre padre, parece que miraba en un espejo la miseria que
esperaba su hijo después de él muerto. Noche de insomnios, pensando como podría
salvarlo de la inevitable desgracia que lo seguía. En una de esas turbulentas noches, se le
vino una idea y en efecto era la solución para su ofuscada existencia. Buscose un
carpintero de otro pueblo y le dijo que él quería construir una viga de 20 cms. Por 20, pero
con 4 tablas, del largo del cuarto. Mandó a que una de las cuatro no se clavara. Bastante
trabajo le costó al carpintero entender lo que el viejo quería, pero al fin se pusieron de
acuerdo. Luego la cuadró en el techo del cuarto paterno. Otra cosa le explicó el viejo, que
la tiranta sólo aguantara el peso de 4 arrobas. Después de colocada la viga, buscó una
escalera para llenar dicha viga de paquetes de billetes, que pesaban más de 70 lbs. Y le
puso la tapa sin clavársela.

Ya estaba perdido el muchacho, padrino para los matrimonios y bautizos les costeaba los
gastos, las cantinas le brindaba y por una botella que le pidieran él daba tres. Desafió a su
padre una que se le opuso a la entrega de 10 terneros.

-Oh, qué suerte negra- Exclamó el infortunado padre- unos tienes sus hijos para pasar una
vejez gloriosa, pero no lo siento por mi, sino por mi hijo, lo siento por él que se verá en la
miseria más grande de la tierra.

No tardó mucho tiempo cuando el torturado padre, vencido por la angustia y los
insomnios sintió que la muerte lo rodeaba. Una mañana lo llamó y le dijo que quedaría sin
ropas, sin calzados, que sería despreciado por esos indolentes que llamaba sus amigos,
que hasta le negarían un trago. Cuando llegara esa situación le dijo que también se
acordara de él. Todo esto le aconsejaba. También le pidió que nunca vendiera la casa y le
pidió que se lo jurara. Este juró señalando con el dedo índice de su mano derecha. Su
padre le dijo:

-Ves esa viga que tiene ese canto de cabuya encima? Ahórcate, de pronto te sirve la
muerte más que la vida.

A los tres años de muerto el padre del muchacho, no había nada, a las cantineras vendió la
ropa que sus progenitores le habían dejado. Camas, sillas y hasta las puertas vendió. Lo
mismo hizo con sus mejores pantalones y zapatos, quedando con los pies en el suelo. Se
acabaron las invitaciones; los banquetes eran un recuerdo que le roían su cuerpo, sólo le
quedó una comadre de sus padres que le daba un pedazo de yuca, -para no decir pan-. Le
consiguió dos sacos para que los tendiera en el piso y el frío no lo maltratara. La reflexión
venía tarde. Después que salió a la calle y 4 de sus amigos casi a su vista, le escondieron la
botella varias veces. Con lágrimas en los ojos se maldijo, pensando que con una cuarta
parte de lo que le dejaron sus padres se vengaría de los que lo ayudaron a su desgracia.

Seis meses tenía de llevar esta vida, se acostaba, no sabía trabajar. Se acordó del padre y
decidió ahorcarse. No tuvo ánimos, fue donde Lucía, la cantinera, que se había hecho rica
con su fortuna y le dijo que le fiara una botella de ron. La descorazonada le dijo que si le
vendía la casa. A todo faltó en los consejos de sus padres, pero no violó el juramento de
no vender la casa. La vida era la escuela del dolor y sólo con una botella de ron sacaría
valor para ahorcarse. Pensó que de pronto de le servía mas la muerte que la vida.

Recibió la botella, se tomó tres grandes tragos, el resto lo partió sobre una piedra y dijo: -
Veneno infernal, me llevaste a la miseria y ahora te odiaré, maldito de Dios, perdición de
los hombres-. Luego se dirigió a su casa. Bajó el lazo, le hizo la gazada mortífera y un
banco que había traído de donde la comadre, se subió. Tuvo ánimo, pateó el banco y la
frágil columna se partió en dos pedazos… estupefacto vio como en un minuto, por
misterio, se encontraba rodeado de paquetes de billetes. Pasó el susto y se preguntó: -
Obra de mi padre?-. Tomó los dos sacos que le servían de lecho, los llenó de billetes y sólo
en el escusado pudo asegurarlos. Pues la puerta era vieja y no se la compraron.

Al día siguiente, fue donde un sastre, a quien le dijo que le hiciera 4 vestidos. El sastre en
forma de burla, le dijo que necesitaba la mitad del dinero para comenzar. El se metió la
mano al bolsillo del remendado pantalón y le pagó todo. El sastre se asombró y se pudo a
disposición diciéndole que tenía pantalones y zapatos que le quedaban. Rápido como el
rayo se midió ambas cosas y salió para su casa, pues desconfiaba que alguien descubriera
su opulenta fortuna.

Se vistió y partió a donde un carpintero y le dijo que le hiciera todas las puertas y
ventanas de la casa. El carpintero preguntó que con qué plata le iba a hacer las puertas,
que si lo creía idiota. Luego sacó un puñado de billetes y el carpintero al verlo buscó el
metro y luego arreglaron el precio del negocio. Le dijo que las hiciera lo más rápido. A los
ocho días, la destartalada casa volvió a lucir como antes, una de las prendas que el ron le
había quitado.

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