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Érase una vez en pueblo muy lejano, existía un hombre valiente que quería llegar al

trono y conseguir la corona y como él decía “ser el rey del ritmo, pues él tocaba el
tambor y el violonchelo.
En el lago del pueblo, la rana saltaba al ritmo del danzón.
El pez revoloteaba feliz en el agua al escuchar los tamborazos del intrépido
hombre.
y el venado saltaba alegre al escuchar la melodía del violoncelo.
¡Valla combinación tan extraña!
Pero había un problema para conseguir la anhelada corona, tenía que ir a México por

la bandera y llevarla ante la reina. El camino no fue fácil porque jamás había salido

de su pueblo, pero le bastaba lo valiente que era y logró conseguir la bandera de

México.
A su regreso, al pasar por las bellas playas de México, se asombró al ver las

palmeras tan grandes y hermosas.


Grandes cocos, llenos de agua deliciosamente dulce que no dudo en llevar cocos y

regarle uno a la reina.


En cuanto llego a su pueblo, se dirigió al palacio sin importarle la oscura noche, la

reina lo recibió un poco molesta por la hora, pero al beber el coco, su semblante

cambio y feliz comenzó a cantar.

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