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Santiago, veinticinco de noviembre de dos mil quince.


VISTOS:
En estos autos Rol N° 8235-2007, seguidos ante el Vigésimo
Séptimo Juzgado Civil de Santiago, juicio ordinario de indemnización de
perjuicios caratulados “Quiñones Collet Juan Gustavo con Empresa de
Transportes Rurales”, por sentencia de treinta y uno de mayo de dos mil
trece, escrita a fojas 1739 y siguientes, el tribunal de primer grado
rechazó la excepción de transacción, acogió la demanda interpuesta por
doña Tamara Espinoza Anguita sólo en cuanto se condenó a la
demandada al pago de una indemnización de $ 200.000.000 (doscientos
millones de pesos) por concepto de daño moral, dio lugar a la demanda
interpuesta por don Juan Gustavo Quiñonez Collet y doña Ismelda del
Carmen Astudillo Ríos sólo en cuanto condenó a la empresa Tur Bus
Limitada al pago de $ 90.000.000 (noventa millones de pesos) por
concepto de daño moral a cada uno de los actores, y rechazó la demanda
interpuesta por don Manuel Ítalo Fierro Ayala, doña Adriana del Carmen
Oñate Cartes y doña Jessica del Carmen Fierro Oñate.
Apelado dicho fallo tanto por la parte demandante como por la
demandada, la Corte de Apelaciones de Santiago, por sentencia de
veintiséis de septiembre de dos mil catorce, escrita a fojas 1870 y
siguientes, lo revocó en cuanto rechazó la demanda de indemnización de
perjuicios por responsabilidad extracontractual interpuesta por don
Manuel Ítalo Fierro Araya, doña Adriana del Carmen Oñate Cartes y
doña Jessica del Carmen Fierro Oñate y, en su lugar, declaró que se
acoge dicha pretensión y condena a la demandada a pagar a los actores la
suma de $ 10.000.000 (diez millones de pesos) a cada uno de los dos
primeros nombrados y de $ 5.000.000 (cinco millones de pesos) a la
tercera; y confirmó el aludido fallo, en cuanto condena a la demandada a
resarcir perjuicios morales sufridos por doña Tamara Espinoza Anguita,
por don Juan Gustavo Quiñones Collet y por doña Ismelda del Carmen
Astudillo Ríos, con declaración que se hace lugar a sus respectivas
demandas, sólo en cuanto se condena a la demandada a pagar a la
primera la suma de $ 25.000.000 (veinticinco millones de pesos) y a los
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dos últimos la cantidad de $ 10.000.000 (diez millones de pesos) a cada


uno a título de daño moral.
En su contra ambas partes han deducido recursos de casación en el
fondo.
Se trajeron los autos en relación
Considerando:
I.- En cuanto al recurso de casación en el fondo deducido por
los demandantes a fojas 1886.
PRIMERO: Que en el recurso de casación en el fondo, el
recurrente estima vulnerados los artículos 426, 384 N° 2, ambos del
Código de Procedimiento Civil y los artículos 1700 y 2329 del Código
Civil.
En primer lugar arguye que el tribunal de alzada, al ponderar el
daño moral y decidir el monto a indemnizar respecto de doña Tamara
Espinoza Anguita, no tomó en consideración el testimonio de Manuel
Jesús Núñez Escobar. Afirma que dicha declaración daba cuenta no sólo
del sufrimiento de la actora sino que también permitía acreditar el lucro
cesante, de manera que el mérito de la testimonial rendida no se condice
con la determinación de no dar lugar al lucro cesante demandado ni con
la decisión de rebajar el monto de indemnización por concepto de daño
moral.
Agrega que en autos se acompañó un dictamen de invalidez
emitido por la Superintendencia de Pensiones, instrumento que da cuenta
de la gravedad de las lesiones sufridas por la demandante, quien resultó
con una incapacidad laboral del 75%, antecedentes suficientes para
establecer la existencia del daño moral y patrimonial sufrido.
A continuación, en relación a los actores Juan Quiñones e Ismelda
Astudillo, señala que los testigos Soledad Rosario Bruna y Analía Vilda
Arias declararon en torno a los enormes perjuicios que sufrieron, lo cual
obedecía al considerable dolor que les significó la pérdida de su único
hijo vivo, antecedentes que no fueron valorados adecuadamente, pues, de
haberlo hecho, el tribunal habría regulado la indemnización del monto de
la indemnización por daño moral en su correcta dimensión, atendiendo al
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grado de parentesco, cercanía que mantenían con la víctima y, sobre


todo, la extensión del daño sufrido.
En cuanto a los actores Manuel Fierro, Adriana Oñate y Jessica
Fierro, alega que los testigos fueron contestes y dieron razón de sus
dichos, declarando en torno al vínculo cercano que ligaba a la víctima
con sus familiares, como también al daño patrimonial por concepto de
lucro cesante, ya que la víctima aportaba desde una óptica económica a
su familia, refiriéndose al menoscabo económico que sufrieron después
del fallecimiento de su hijo y, no obstante tales declaraciones, la
sentencia recurrida desestimó la pretensión de lucro cesante por falta de
prueba.
Por último, alega que todas las anteriores infracciones conllevan
una vulneración del artículo 2329 del Código Civil. Sostiene que en
virtud del principio de reparación integral del daño, el resarcimiento debe
tener por objeto poner al demandante en la misma situación en que se
encontraría de no haber sufrido el daño causado por el demandado. De
este modo, al no conceder la sentencia recurrida la indemnización por
lucro cesante sufrido por los actores, la reparación del daño no ha sido
íntegra.
SEGUNDO: Que los jueces del grado establecieron como hechos
que interesa destacar para la decisión del asunto sometido a esta Corte,
los siguientes:
a.- Que al 17 de mayo de 2006, la Empresa de Transportes Rurales
Limitada no contaba con un sistema que le permitiera controlar y
asegurar la jornada de trabajo y de descanso y respetar los turnos de
conducción de los trabajadores destinados a laborar a bordo de los
vehículos de transporte interurbano de pasajeros y, por el contrario,
desarrollaban extensas, continuas y reiteradas jornadas de trabajo sin que
se respetaran turnos ni horarios mínimos de descanso que asegurasen su
desempeño en adecuadas condiciones físicas y de salud, a consecuencia
de lo cual el día antes mencionado, a las 1:45 horas aproximadamente,
don Manuel Alejandro Fierro Oñate, quien conducía el bus interurbano
de propiedad de la demandada, placa patente ZB-5821, por la ruta 5 Sur
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desde la ciudad de Villa Alemana a Talcahuano, a la altura del kilómetro


141, frente a Chimbarongo, se quedó dormido por breves instantes, al
manejar en condiciones físicas deficientes, producto del cansancio, sueño
o fatiga que le aquejaba a raíz de no haber observado el descanso mínimo
que el desempeño de la actividad de chofer le exigía y, en estas
condiciones, ingresó al puente Tinguiririca embistiendo las barreras de
protección del costado derecho del puente, cayendo al lecho del río del
mismo nombre desde una altura aproximada de doce metros, quedando
volcado sobre su techo, resultando veintiséis pasajeros fallecidos y
veintisiete pasajeros heridos de distinta gravedad.
b.- Que con ocasión del suceso antes reseñado falleció el chofer del bus,
don Manuel Alejandro Fierro Oñate, provocando su deceso dolor y
sufrimiento a sus padres, los demandantes don Manuel Ítalo Fierro Ayala
y por doña Adriana del Carmen Oñate Cartes, como también de la
hermana de la víctima, doña Jessica del Carmen Fierro Oñate.
c.- Que también falleció en el referido accidente el pasajero don Jaime
Quiñones Astudillo, único hijo vivo de don Juan Gustavo Quiñones
Collet y de doña Ismelda del Carmen Astudillo Ríos Oñate, quienes
sufrieron un grave desmedro mental y psicológico, situación que se
manifestó, en el caso de la madre, en problemas de salud y, respecto de
ambos, en un cambio de actitud que los marginó de sus actividades
habituales.
d.- Que la pasajera y actora, doña Tamara Espinoza Anguita, a raíz de las
graves lesiones sufridas con ocasión del incidente vehicular de fecha 17
de mayo de 2006, sufrió un menoscabo moral que consistió en el
evidente e incuestionable sufrimiento físico y mental.
e.- Que ninguno de los demandantes logró demostrar en autos la
existencia del lucro cesante solicitado en autos.
Añaden los jueces que, en cuanto al pretium doloris, es avaluado
prudencialmente, teniendo en consideración que en el proceso no se
allegó ninguna prueba que permita advertir una situación de apego
excepcional que implique considerar una vinculación afectiva
particularmente cercana con la víctima inmediata, su grado de parentesco
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con ella y el normal padecimiento de quienes, en tal carácter, pierden en


forma trágica e inesperada a un ser querido, en la suma de $ 10.000.000
(diez millones de pesos) respecto de don Manuel Ítalo Fierro Ayala, de
doña Adriana del Carmen Oñate Cartes, de don Juan Gustavo Quiñones
Collet y de doña Ismelda del Carmen Astudillo Ríos Oñate y en $
5.000.000 (cinco millones de pesos) respecto de doña Jessica del Carmen
Fierro Oñate. En relación a doña Tamara Espinoza Anguita, el tribunal de
segundo grado, considerando la envergadura real del detrimento corporal
sufrido por la víctima, que resultó con heridas graves que requirieron de
una prolongada y dolorosa recuperación que debió sobrellevar, lesiones
que le originaron “una reducción anatómica”, con los consiguientes
efectos y trastornos de carácter psicológico, avalúa prudencialmente su
menoscabo en la suma de $ 25.000.000 (veinticinco millones de pesos),
teniéndose además en consideración que en sede penal le fue pagada la
misma suma.
TERCERO: Que conforme a lo razonado precedentemente, cabe
pronunciarse respecto de la denuncia de infracción de leyes reguladoras
de la prueba.
Debe consignarse, como lo ha reconocido reiteradamente esta
Corte, que se entienden vulneradas las normas reguladoras de la prueba,
fundamentalmente, cuando los sentenciadores invierten el onus probandi,
rechazan las pruebas que la ley admite, aceptan las que la ley rechaza,
desconocen el valor probatorio de las que se produjeron en el proceso
cuando la ley le asigna uno determinado de carácter obligatorio o alteran
el orden de precedencia que la ley les diere.
Se ha repetido que ellas constituyen normas básicas de
juzgamiento, que contienen deberes, limitaciones o prohibiciones a que
deben sujetarse los sentenciadores. Luego, los jueces del fondo son
soberanos para apreciar las pruebas, dentro del marco establecido por las
normas pertinentes.
CUARTO: Que, por lo que concierne a la infracción del artículo
384 Nº 2 del Código de Procedimiento Civil, la prueba testimonial
producida por los demandantes Manuel Fierro, Adriana Oñate y Jessica
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Fierro, si bien fue estimada idónea para acreditar el daño


extrapatrimonial sufrido por esos demandantes, los sentenciadores la
estimaron insuficiente para demostrar la existencia de lucro cesante a
partir de afirmaciones generales en orden a que la víctima directa hacía
aportes económicos voluntarios a sus familiares, sin precisar ninguna
circunstancia relativa a esos aportes, su continuidad y regularidad, por lo
que no suministraría ninguna certeza sobre existencia y entidad de la
pérdida pretendida. De este modo, no han podido transgredirse el
artículo 384 Nº 2 del Código de Procedimiento Civil puesto que,
conforme a esa norma, en la evaluación del mérito probatorio de las
declaraciones de dos o más testigos los sentenciadores deben considerar
la congruencia y consistencia de las declaraciones en cuanto a sus
circunstancias esenciales. Por otra parte, aun concurriendo esas
condiciones, es facultativo para ellos reconocer a los testimonios el
carácter de plena prueba por lo que, siendo privativa esa ponderación, no
cabe el recurso de invalidación interpuesto a este respecto.
QUINTO: Que en cuanto a la infracción del artículo 426 del
Código de Procedimiento Civil, la recurrente la fundamenta en la
declaración del testigo don Manuel Jesús Núñez Escobar que, a su juicio,
debió servir de base a una presunción judicial ya que el Considerando
Decimosexto reconoce mérito probatorio a su testimonio. El fallo
impugnado efectivamente invoca, junto a otras pruebas de carácter
documental de la actora doña Tamara Espinoza Anguita, el testimonio
del testigo Núñez Escobar, pero sólo para dar por establecido el daño
extrapatrimonial experimentado por esa demandante. Pero no para tener
por probada la existencia del lucro pretendido, manteniendo al respecto la
consideración Vigésima Sexta, in fine, del fallo de primera instancia,
reproducido en alzada. Al proceder así, los jueces del fondo ejercieron la
facultad privativa que les otorga el artículo 384 Nº 1 del Código de
Procedimiento Civil en cuanto a que la ponderación de lo declarado por
un testigo queda entregada al juicio del tribunal quien decide si ese
testimonio configura una presunción sobre el supuesto lucro cesante.
Pero ello no ocurrió por no tener ese testimonio, ni ningún otro
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antecedente, en concepto de los jueces del fondo, caracteres de gravedad


y precisión suficientes para tener por establecido tal detrimento.
SEXTO: Que igualmente la demandante en su recurso de nulidad
substancial da por infringido el artículo 1700 del Código Civil
argumentando que el fallo recurrido no habría atribuído el mérito
probatorio que correspondía a documentos acompañados por esa parte
recurrente, particularmente el dictamen de invalidez de la actora doña
Tamara Espinoza Anguita, emitido por la Superintendencia de Pensiones,
Comisión Médica de la V Región. Esa afirmación no se ajusta al mérito
del proceso, que revela que tales documentos fueron debidamente
ponderados y permitieron a los jueces del fondo sólo dar por establecida
la existencia del daño extrapatrimonial de esa demandante, pero no
justificar debidamente el lucro cesante, sus condiciones y características
para cuyo establecimiento resultaban notoriamente insuficientes. A este
respecto tampoco el recurso explica el modo en que se habría producido
la infracción denunciada.
SÉPTIMO: Que establecida la inexistencia de infracción de leyes
reguladoras de la prueba, resulta que las transgresiones que el recurrente
estima se han cometido por los jueces del fondo persiguen desvirtuar -
mediante el establecimiento de nuevos hechos- los supuestos fácticos
fundamentales asentados por aquéllos, esto es, que con los medios de
justificación invocados por la parte demandante acreditó los requisitos
básicos de procedencia de la acción de indemnización de perjuicios por
responsabilidad extra contractual, por cuanto resultó establecido que la
demandada no contaba con un sistema que le permitiera controlar y
asegurar la jornada de trabajo y descanso, respetar los turnos de
conducción de los trabajadores destinados a laborar a bordo de los
vehículos destinados al trasporte interurbano de pasajeros y, por el
contrario, los choferes desarrollaban extensas, continuas y reiteradas
jornadas de trabajo, a consecuencia de lo cual el 17 de mayo de 2006,
don Manuel Alejandro Fierro Oñate, quien conducía el bus de propiedad
de la demanda, se quedó dormido por breves instantes, al manejar en
condiciones físicas deficientes, producto del cansancio, sueño o fatiga
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que le aquejaba a raíz de no haber observado el descanso mínimo que su


actividad le exigía y, en esas condiciones, ingresó al puente Tinguiririca
embistiendo las barreras de protección del costado derecho del puente,
cayendo al lecho del río del mismo nombre desde una altura aproximada
de doce metros, resultando 26 pasajeros fallecidos y 27 heridos de
distinta gravedad. Y, en relación a los daños reclamados, la prueba
rendida no resultó suficiente a fin de determinar el lucro cesante,
accediéndose sólo al moral que fue avaluado prudencialmente por los
jueces de la instancia.
OCTAVO: Que, sin perjuicio de lo razonado en los considerandos
anteriores, haciéndose cargo esta Corte de la denuncia del recurrente
relativa a la errada aplicación del artículo 2329 del Código Civil por
cuanto, a juicio del recurrente, los valores fijados como indemnizaciones
no resarcen el daño producido, faltándose así al principio de la reparación
integral que consagra esta norma. A este respecto, la jurisprudencia
reiterada de esta Corte Suprema ha resuelto que la valoración del daño es
una cuestión de hecho que compete exclusivamente a los tribunales de la
instancia, no pudiendo ser modificado mediante este arbitrio procesal,
tanto más si –según se ha reflexionado- no se ha incurrido en las
infracciones denunciadas a las leyes reguladoras de la prueba.
NOVENO: Que consiguientemente y por las consideraciones
referidas, el recurso de casación en el fondo interpuesto por los
demandantes debe ser desestimado.
II. Que en cuanto al recurso de casación en el fondo deducido
por la demandada a fojas 1897:
DÉCIMO: Que la recurrente señala que la sentencia recurrida
infringe, por una parte, los artículos 1700, 1702, 1712, este último en
relación con el artículo 47, todos del Código Civil y por otra, los artículos
2314 y 2329 y 998 también del Código Civil.
Señala que del mérito del proceso se puede advertir que se ha
desconocido el valor que el legislador asigna perentoriamente a los
elementos de prueba documental acompañados por su parte en autos, los
que efectivamente cumplirían con los requisitos legales, omitiendo su
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análisis y no dándoles el valor probatorio que legalmente correspondía.


Recalca que todos los informes acompañados permitían al tribunal
establecer que la causa del accidente radicaba en las fallas y deficiencia
en la construcción del puente Tinguiririca.
Expresa que la sentencia recurrida, para intentar diluir la infracción
de ley en que ha incurrido en torno a la aplicación de los artículos 1700,
1702 y 1712 del Código Civil, ha declarado que su parte no alegó en el
proceso ninguna causal de exención de responsabilidad que diga relación
con el factor de imputación que se le atribuye –falta de un deber de
cuidado- lo cual, pese a no haber sido materia de discusión, es
completamente errado desde que sí acreditó el cumplimiento de la
normativa laboral y por ende la ejecución diligente de su actividad.
Adiciona que para establecer la responsabilidad civil del agente del
daño, resulta necesario verificar un vínculo causal entre la culpa o
conducta u omisión reprochable de dicho agente y el perjuicio sufrido por
la víctima. Expresa que, en este sentido, el tribunal no analizó el vínculo
causal en la forma que ordena nuestro sistema normativo, toda vez que de
la prueba aportada en autos se desprende inequívocamente que el
accidente no hubiera ocurrido si las condiciones de seguridad y
planificación vial que se encontraban, tanto al ingreso como al interior
del puente Tinguiririca, hubieran sido las idóneas, se habría evitado el
accidente con un gran número de personas fallecidas y heridas de
gravedad.
Arguye que si el análisis de la prueba se hubiera realizado
conforme a la ley, los sentenciadores habrían llegado a la conclusión que
las condiciones viales rompieron el nexo causal del accidente atribuido a
la conducción de don Manuel Fierro, puesto que, en base a la idea de
probabilidad o previsibilidad, a partir de los informes técnicos
acompañados y ratificados en el juicio, era imposible de manera
convincente dar por acreditada la causalidad, no pudiendo aceptarse lo
señalado en la sentencia en orden a determinar vínculos causales
complejos con las declaraciones de los testigos Marcelo Astete y
Mauricio Becerra, quienes estiman como causa basal “probable” que el
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conductor “presumiblemente” manejaba en condiciones físicas


deficientes.
Por último, indica que don Juan Gustavo Quiñones y doña Ismelda
Astudillo demandan, en su calidad de padre y madre de la víctima don
Jaime Quiñones Astudillo, argumentando haber sufrido daños de
naturaleza moral por el inmenso dolor derivado de la pérdida de su hijo,
daño a terceros denominado por rebote o reflejo. Al respecto plantea
que, habiendo la cónyuge y los hijos recibido indemnización con ocasión
del deceso de don Jaime Quiñones Astudillo, los padres de la víctima
directa que posteriormente demandan de responsabilidad extracontractual
carecen de acción, en virtud del principio que recogería a este respecto el
artículo 988 del Código Civil conforme al cual el cónyuge y los parientes
más cercanos de la línea descendente excluyen a los más lejanos o de la
línea ascendente.
UNDÉCIMO: Que para la adecuada resolución del presente
arbitrio conviene dejar constancia de los hechos que se han dado por
establecidos por los jueces del fondo, los que han sido reseñados en el
considerando segundo de este fallo.
En base a tales hechos asentados en autos, se dio por establecida la
existencia de conducta culposa por parte del conductor del vehículo que
protagonizó el accidente, quien no obstante su estado continuó la
conducción y luego se quedó dormido por breves instantes al manejar en
condiciones físicas deficientes, producto del cansancio, sueño o fatiga
que le aquejaba a raíz de no haber observado su empleadora, la
demandada, el descanso mínimo que el desempeño de la actividad de
chofer le exigía. Seguidamente el sentenciador procedió a determinar si
tal hecho ha causado daño a los actores, el que dio por acreditado en los
términos expuestos en los considerandos que anteceden.

El sentenciador, además, consideró que no se ha planteado por la


defensa de la demandada la concurrencia de alguna causal de exención de
responsabilidad especialmente en relación con el factor de imputación
que a ella se le atribuye -falta de un deber de cuidado- y, habiéndose
determinado que dicho actuar ilícito e imputable constituyó la causa
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basal del incidente vehicular, conclusión que lleva descartar la hipótesis


de caso fortuito planteada por la Empresa de Transportes Rurales
Limitada, por no concurrir la necesaria imprevisibilidad, inherente a
aquél, sin que tampoco haya resultado justificada la existencia de agentes
externos relacionados con el suceso, como defectos en la ruta o
intervención de otro móvil por lo cual aparece indiscutible que la
demandada llevó a cabo una actuación ilícita y culpable que la hace
responsable civilmente de sus consecuencias dañosas.
Por último, en lo que atañe a la alegación de la demandada de ser
improcedente la indemnización a víctimas por repercusión que no poseen
la calidad de herederos de la víctima inmediata, por haber sido éstos
resarcidos a su entera satisfacción, la sentencia recurrida manifiesta que
tal pretendida incompatibilidad no existe, puesto que el daño demandado
es un daño propio -patrimonial o moral- cuya admisibilidad, en
definitiva, debe someterse a un examen de mérito conforme al estatuto
probatorio ordinario de forma casuística.
DUODÉCIMO: Que la empresa demandada plantea dos grupos de
infracciones de ley. Por una parte, a las normas de regulación probatoria
de los artículos 1700, 1702 y 1712 del Código Civil, este último en
relación con el artículo 47 del mismo cuerpo legal; por otra parte, a las
reglas sustantivas de responsabilidad de los artículos 2314 y 2329 del
Código Civil y finalmente, artículo 988 del mismo Código.
DÉCIMO TERCERO: Que, fundando el recurso respecto al
primer grupo de preceptos, plantea que a los instrumentos acompañados
por esa parte no se les habría reconocido el valor probatorio que
legalmente correspondía y sobre lo cual se extiende latamente. Ello
habría incidido especialmente en el desconocimiento del hecho –
establecido mediante esos instrumentos según el recurrente- de que el
conductor don Manuel Fierro Oñate salió desde Viña del Mar con destino
a Talcahuano a las 21:30 horas del día 15 de mayo de 2006 después de un
descanso en tierra de 13 horas y 30 minutos por lo que, a la ocurrencia
del accidente, no había excedido el límite de 5 horas de conducción.
Igualmente, la documentación acreditaría que la causa por la cual el
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autobús ingresó al Puente Tinguiririca y embistió a las barreras de


protección del costado derecho del puente, cayendo al lecho del río, se
habría producido por defectos constructivos y geométricos en la curva
que precede al puente, por la insuficiente señalización de advertencia y
por las características de la barrera de contención cuya construcción y
diseño no cumplen con lo exigido por el Manual de Carreteras del
Ministerio de Obras Públicas.
DÉCIMO CUARTO: Que el cuestionamiento referido no se
ajusta al mérito del proceso y a lo ponderado correctamente por la
sentencia recurrida, la cual dio por establecido los hechos sustanciales
relativos a precisar la causa determinante del accidente, a partir de
analizar variados antecedentes probatorios de distinta naturaleza
comprendiendo el análisis de documentos públicos y privados como el
parte-denuncia policial, el Informe Técnico de la Subcomisaría de
Investigación de Accidentes del Tránsito de Carabineros de Chile, el
Acta de audiencia de suspensión condicional del procedimiento en causa
penal Rit Nº 1057-2007, la declaración testimonial del auxiliar del
conductor y de otros testigos; la ponderación del hecho de no existir
huellas de frenado en la zona previa al impacto con la barrera de
contención del puente así como otros diversos antecedentes que
válidamente permitieron a los sentenciadores construir una base cierta
para elaborar una presunción judicial con caracteres de gravedad y
precisión adecuadas para formar su convencimiento en orden a tener por
establecido que cuando ocurrió el hecho, en la madrugada del día 17 de
mayo de 2006, la demandada no contaba ni aplicaba un régimen
adecuado de jornada de trabajo y descanso de los conductores y que, al
producirse el accidente, don Manuel Alejandro Fierro Oñate conducía en
condiciones físicas deficientes producto de cansancio, sueño o fatiga.
Igualmente en virtud de esa presunción concluyó que esta circunstancia
fue relevante para la producción del accidente.
DÉCIMO QUINTO: Que, en estas condiciones, no se advierte
que el reproche formulado por la demandante por infracción de normas
reguladoras de la prueba, tenga fundamento, puesto que los documentos,
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testimonios y otros antecedentes ponderados claramente configuraron


bases de presunción, mediante una estimación que es privativa de los
jueces y que les permitió válidamente concluir, según el artículo 426 del
Código de Procedimiento Civil, la ocurrencia de los hechos indicados,
sin que se prescindiera de analizar los otros antecedentes que agregara la
parte demandada y respecto de los cuales y, en cuanto parecieran
contradictorios con otros del proceso, los sentenciadores se limitaron a
ejercer la facultad de ponderación comparativa que le confiere el artículo
428 del Código de Procedimiento Civil.
DÉCIMO SEXTO: Que en vista de los hechos establecidos por
los sentenciadores de la instancia, en orden a que la demandada incurrió
en conductas antijurídicas e imputables a su negligencia y que ellas
influyeron determinantemente en la producción del accidente
protagonizado por el autobús de transporte de pasajeros de su dominio
causando daño injusto a los demandantes, la sentencia recurrida se ha
limitado a dar cabal aplicación a las reglas fundamentales de
responsabilidad extracontractual contenidas en los artículos 2314 y 2329
los cuales, por tanto no resultan tampoco infringidos.
DÉCIMO SÉPTIMO: Que finalmente la demandada denuncia
infracción del artículo 988 del Código Civil sosteniendo que, en caso de
pluralidad de damnificados por daño moral por repercusión asociado a la
muerte de la víctima, la extensión de la titularidad se limita a quienes
revistan la condición de herederos de la víctima directa. De este modo,
los demandantes don Juan Gustavo Quiñones Collet y doña Ismelda del
Carmen Astudillo Ríos, que accionan en sus calidades de padre y madre
de su hijo fallecido don Jaime Quiñones Astudillo, carecerían de tal
legitimación por existir, en relación a tal víctima directa, cónyuge e hijos
que han accionado. Afirma que el derecho reconoce hoy una prelación
entre las diversas personas relacionadas con la víctima en razón del
matrimonio, y el parentesco en virtud del principio de la sucesión
intestada de que los parientes más cercanos excluyen a los más lejanos,
reconociendo relevancia a la familia nuclear formada por una pareja y sus
hijos ya que de otro modo el daño moral por repercusión producto del
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fallecimiento de una persona podría alcanzar desmesurada extensión.


Invoca, al efecto, el fallo de la Corte Suprema de 29 de mayo de 2002
que afirmó la necesidad de establecer un límite a la titularidad activa de
la acción y que es razonable que la indemnización por daño moral no se
extienda más allá que a aquellas personas que conforman el círculo de
vida más cercano del difunto excluyendo a los demás. En abono de esta
posición el recurrente invoca los artículos 998 del Código Civil y 108 y
59 del Código Procesal Penal que se refieren a quienes son considerados
víctimas ofendidas por el delito y fija una prelación para ejercer los
derechos correspondientes señalando primeramente al cónyuge y a los
hijos, luego a los ascendientes y después en un cuarto orden, a los
hermanos.
DÉCIMO OCTAVO: Que el ilícito puede dañar no sólo a la
víctima directa, personalmente afectada, sino a otras personas. El daño
experimentado por éstas es consecuencia del personalmente sufrido por
otra, constituyendo el denominado daño “parricochet”, por contragolpe,
por rebote o por repercusión. Estos terceros, respecto de quienes también
se produce perjuicio injusto, son igualmente víctimas y tienen el mismo
título de quien ha sufrido el daño personal, y por eso disponen de una
acción autónoma para la reparación a su propio daño independientemente
del resarcimiento del causado al accidentado o fallecido. La condición de
damnificado indirecto o por repercusión surge no de un daño directo a su
persona o bienes sino como consecuencia de un daño causado a otro con
quien guarda alguna relación. El menoscabo puede ser patrimonial, por
ejemplo, al verse privados de la ayuda o auxilio pecuniario o de
beneficios que él personalmente ofendido les proporcionaba. Es el caso
de alimentarios legales o voluntarios que vivían a expensas del ofendido,
o el de los que mantenían una relación profesional, laboral o empresarial
con quien perdió la vida o sufrió la incapacidad estando económicamente
vinculado a él (Fabián Elorriaga De Bonis. Del Daño por Repercusión o
Rebote. Revista de Derecho Chileno Nº 26, año 1999, página 374). El
detrimento también puede ser –y lo es con más frecuencia- de carácter
extrapatrimonial o moral.
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Si se admite el daño por repercusión, proveniente de daños a las


cosas, a fortiori debe ser reconocido tal efecto en caso de daño causado a
las personas. Ha dicho esta Corte “si la destrucción del capital que
consiste en cosas puramente materiales puede dar origen a
indemnización, sería bien poco lógico pretender que el capital humano –
muchísimo más respetable- no pueda ser fundamento para una acción de
perjuicios” (Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo LI, Sección 1ª,
página 384).
DÉCIMO NOVENO: Que es posible que el daño moral como
repercusión del perjuicio sufrido por otro sea pretendido por varias
personas pudiendo ser complejo discernir sobre el derecho de reparación
por este tipo de daños. Ello porque, como ha dicho la jurisprudencia, “el
daño moral es de índole netamente subjetiva y su fundamento se
encuentra en la propia naturaleza de la sicología afectiva de cada ser
humano, de manera que puede decirse que tal daño se produce siempre
que un hecho externo afecta a la integridad física o moral de un
individuo” (Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo LVIII, Sección
1ª, página 374).
El fenómeno de la pluralidad de víctimas es frecuente en
situaciones dañosas que acontecen en el tráfico social. Como dicen
Aubry y Rau “el mismo hecho puede dar nacimiento a muchas acciones
que tiendan a reparaciones distintas, nacidas en interés de personas
diferentes y de tal naturaleza que permiten ser ejercida simultánea o
aisladamente por ellas, sin que el ejercicio de una pueda tener un efecto
cualquiera sobre el ejercicio de las otras” (Aubry y Rau, Curso de
Derecho Civil Francés, Tomo VI, página 348 Marchal et Billar, París,
1902).
Un mismo delito o cuasidelito puede dañar a varias personas y en
distinta forma. En tales casos, si se dan los requisitos de la
responsabilidad respecto de todos, el juez debe conceder a cada
demandante una indemnización distinta, considerando la entidad del daño
sufrido y probado respecto de cada uno. La acción de responsabilidad
pertenece a todos los que sufren el perjuicio causado por el ilícito, esto
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es, a la víctima directa y a la que lo es por repercusión. No debe haber


restricción o condición de admisibilidad para demandarla, porque se
reconoce acción de reparación a todo sujeto que tenga interés en ello, por
la sola autoatribución o mera afirmación de corresponderle un derecho o
una situación jurídica, sin perjuicio que la procedencia final de su
pretensión habrá de ser juzgada con arreglo al derecho sustantivo que
regula este derecho subjetivo. La doctrina reconoce que en ausencia de
norma limitativa o que establezca prelación, revisten carácter de
damnificados indirectos quienes demuestran perjuicio a raíz del
fallecimiento de la víctima. Para pretender el resarcimiento del daño
basta que éste consista en el menoscabo de un interés legítimo, en el
sentido de ser digno de protección, esto es, el que se encuentra en la
esfera propia de las personas aunque carezca de un medio de protección
legal que autorice su obtención compulsiva a través del derecho.
Nuestro ordenamiento, exceptuado el artículo 2315, no ha
explicitado mayormente quiénes son damnificados indirectos por lo que
se estima que existe titularidad cuando hay un interés quebrantado por el
hecho dañoso. La legitimidad de ese interés puede estar reconocida en
normas positivas explícitas o por el derecho en general en cuanto no
contravenga la ley, la moral o las buenas costumbres.
A partir de esta concepción amplia se reconoce hoy legitimación
para la reparación de perjuicios en caso de muerte de concubinos, de la
madre de crianza, de novios, de hermanos resultantes de vínculo no
matrimoniales o por la muerte de un socio, de un tutor, etc. Vale decir,
se legitima el derecho de reparación a partir de invocar un interés digno
de protección y extiende la legitimación sin mayores restricciones a
familiares diversos o más distantes que los hijos o el cónyuge.
Ciertamente en todos estos casos el demandante deberá probar
cumplidamente el perjuicio que invoca.
Nuestra jurisprudencia ha reconocido acción indemnizatoria por
daños patrimoniales o extrapatrimoniales a personas repercutidas por el
hecho ilícito, sin consideración a vínculos de familia por el difunto: a
quien vivía a sus expensas o era ayudado económicamente por el difunto
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en forma voluntaria; al empleador que sufre perjuicio por la muerte de un


trabajador; al socio a quien perjudica la muerte de su consocio en los
negocios societarios. En el ámbito del daño moral por repercusión, el
elenco de sujetos activos de la acción debe atender exclusivamente al
principio de que toda persona que demuestra un perjuicio cierto tiene
derecho a resarcimiento y no cabe limitar el ejercicio de esta acción a la
existencia de un vínculo parental o de familia.
Esta Corte Suprema ha señalado que no es necesario ser heredero o
sucesor de la víctima para pedir la reparación del perjuicio (Revista de
Derecho y Jurisprudencia, Tomo XXI, Sección 1ª, página 1053).
Esto no obsta a que la pretensión de ser damnificado exige afirmar
un vínculo con quien fue la víctima directa. De otro modo se diluiría el
nexo de causalidad entre el hecho y el daño pretendido, indispensable
para la responsabilidad. Este vínculo, en el ámbito del daño
extrapatrimonial, es generalmente afectivo, aunque no necesariamente
parental o matrimonial y él deberá ser establecido sin que baste la
relación puramente legal ya que –como ha escrito un autor- la muerte
hasta puede producir alivio, más que dolor, a los parientes próximos y, en
cambio, afectar profundamente a terceros en sus sentimientos y en sus
relaciones de vida por la proximidad que mantenían con el difunto.
Es cierto que se mira con cautela a los actores que invocan un daño
por repercusión de carácter extrapatrimonial en caso de muerte o lesión
de la víctima, advirtiendo que un criterio amplio sobre la materia podría
multiplicar las demandas indemnizatorias y hacer inoperante el sistema,
por lo que algunos sostienen la necesidad de articular una especie de
prelación entre los posibles afectados por rebote (Corral Talciani,
Hernán. Lecciones de Responsabilidad Civil Extracontractual, página
318), pero los parámetros correctivos, en aras de la seriedad y
plausibilidad de la pretensión de menoscabos morales, no parecen
legítimos, en ausencia de norma. La restricción sólo puede resultar de la
consideración rigurosa de los supuestos de la obligación indemnizatoria,
fundamentalmente certidumbre del daño, legitimidad del interés que se
dice lesionado, inmediatez del daño y carácter personal del perjuicio. Al
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respecto el profesor Corral señala “una prelación entre los posibles


afectados por rebote llamando preferentemente al cónyuge e hijos no
parece condecirse con la autonomía del daño que se pretende
indemnizar: ¿por qué el daño del hijo necesariamente es mayor que el
del padre?”. Por su parte, el profesor Fabián Elorriaga recuerda “La
indemnización de las víctimas por el rebote es una compensación
individual y no colectiva” (Elorriaga, Fabián. Publicación mencionada,
página 391). Por su parte, el maestro Alessandri recomendaba “A fin de
evitar la multiplicidad de acciones por daño moral, ya que podrían ser
numerosísimas las personas que se lamentaren del mal acaecido a otra o
pretexto del afecto que le tenían, su indemnización sólo debe acordarse
en favor de aquellas que acrediten haber sufrido real y afectivamente un
dolor profundo y verdadero” (Alessandri Rodríguez, Arturo. De la
Responsabilidad Extracontractual en el Derecho Civil Chileno, Imprenta
Universitaria, Santiago, 1943, página 464).
En conclusión, a juicio de esta Corte, en nuestro derecho el sujeto
activo de la acción de reparación por daño moral por repercusión es
evidentemente todo perjudicado o dañado con el acto ilícito.
VIGÉSIMO: Que en relación al alcance del artículo 108 del
Código Procesal Penal, parece evidente que no se trata de una norma
sustantiva instalada en un ordenamiento procesal, no es una norma
decisorio litis, sino sólo ordenatorio litis con validez para el nuevo
enjuiciamiento penal y destinada a regir sólo en el proceso penal atendido
su propósito de juzgamiento de ilícitos penales. Como escribe el
profesor De la Fuente “Esta jerarquía de demandantes en sede penal no
puede extinguir el derecho de los perjudicados preteridos a demandar la
indemnización en el procedimiento civil” (De la Fuente, Felpe. La
Acumulabilidad de la Acción en el Proceso Penal. Derecho de Daños.
Lexis Nexis, Santiago, 2002, página 138).
En conclusión, en opinión de estos sentenciadores, la sentencia no
ha infringido la norma del artículo 988 del Código Civil al reconocer
legitimación activa a los padres de la víctima directa, don Juan Gustavo
Quiñones Collet y doña Ismelda del Carmen Astudillo Ríos, no obstante
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haber accionado igualmente la cónyuge e hijos del fallecido, razón por la


cual el recurso de invalidación sustantivo debe igualmente rechazarse a
este respecto.
Y visto, además, lo dispuesto en los artículos 764, 765, 766, 767 y
808 del Código de Procedimiento Civil, se rechaza el recurso de
casación en fondo interpuesto en lo principal del escrito de fojas 1886,
por don Jorge Ríos Ibacache, abogado que representa a los demandantes;
y, además, se rechaza el recurso de casación en el fondo interpuesto en
lo principal del escrito de fojas 1897 por don Gustavo Cuevas
Manríquez, abogado que representa a la demandada, todos en contra de la
sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago de veintiséis de
septiembre de dos mil catorce, escrita a fojas 1870 y siguientes.
Redacción a cargo del Abogado Integrante señor Álvaro
Quintanilla P.
Regístrese y devuélvase, con sus agregados.
N° 31.713-14.

Pronunciado por la Primera Sala de la Corte Suprema, por los


Ministros Sr. Patricio Valdés A., Sra. Rosa Maggi D., Sr. Juan
Fuentes B. y Abogados Integrantes Sr. Daniel Peñailillo A. y
Álvaro Quintanilla P.
No firma el Abogado Integrante Sr. Peñailillo, no obstante haber
concurrido a la vista del recurso y acuerdo del fallo, por estar
ausente.

Autorizado por el Ministro de fe de esta Corte Suprema.


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En Santiago, a veinticinco de noviembre de dos mil quince,


notifiqué en Secretaría por el Estado Diario la resolución
precedente.

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