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Mercedes Serna
Universidad de Barcelona
4 Instrucción que en el año de 1573 expidió...Felipe II a todos los virreyes, presidentes... para
que cada uno por su par mandase hacer descripción y averiguación cosmográphica e
idrográphica. R B II/2843 (5),. Ibídem, p. 106
5 Ibídem, 95 y ss.
también difusor de las ideas que habría asimilado directamente del círculo
humanístico con el que convivió durante su vida en España.
8
KAMEN, 2001, 13
9
LODARES, 2002, 46
10
GRACIAN, 1969, t. CCXXIX
el legado español atendiendo a conceptos medievales que se desarrollan en su
obra. De esta manera, la prefiguración es un pensamiento al que se acoge toda
una tradición medieval que precisaba modelos de vida. San Jerónimo dice que
los cristianos necesitan de los clásicos para sostener el cristianismo. Así, se
pensaba que la fe cristiana había sido revelada a Homero, Sócrates y Platón
antes de que ésta fuera instaurada entre los hombres. El Setenario, de Alfonso X
el Sabio, es ejemplo de la cristianización de manifestaciones paganas. El grado
de santidad que como los reyes incas adquieren Alejandro Magno, Sócrates (se
nos dice que, en su caso, es por obra del Espíritu Santo), Homero, Platón,
Aristóteles, Virgilio, Ovidio o Séneca (se le cristianiza en la Primera Crónica
General de Alfonso X el Sabio) se debe a que todos ellos, como los reyes incas,
son percibidos como depositarios anticipados del amor de Dios. Los jesuitas que
animaron al Inca -si no le “mandaron”- traducir la obra de León Hebreo son los
mismos que creen que los dioses indígenas fueron personajes históricos
relevantes. La utilización de fábulas por tanto estaba autorizadísima en la
historiografía y la épica. El jesuitismo trataría de reconciliar las religiones no
cristianas con el catolicismo romano. Parte del hermetismo renacentista y ya
antes los Padres de la Iglesia como san Agustín habían procedido del mismo
modo con respecto a los paganos. El sincretismo (la identificación de dioses
incas con el cristianismo y, en concreto, con la Trinidad) no trata de indianizar el
cristianismo sino de buscar prefiguraciones, signos del cristianismo, en el
paganismo (caso de Huayna Capac). El neoplatonismo renacentista fue un
hermetismo, se basaba en analogías. Fue la fusión entre los rituales orientales,
egipcios sobre todo, y la filosofía platónica.
El sincretismo fue apoyado y continuado por los teólogos e historiadores
de la Compañía de Jesús, política que operó en muchas regiones del mundo,
sobre todo en China. La visión que tienen los jesuitas de la historia del mundo es
que hay una verdad universal y sobrenatural que se identifica con el cristianismo
y que ha sido desvelada en ciertas partes del mundo enteramente y en otros
lugares a través de signos o prodigios coincidentes.
En los jesuitas se une el sincretismo, el despertar del espíritu criollo, la
revalorización del pasado, en definitiva, el humanismo. Mientras que para los
franciscanos y dominicos, los dioses indígenas son demonios, para los jesuitas
son, como he dicho, personajes históricos, coincidiendo plenamente con León
Hebreo y con la larga tradición medieval española denominada evemerismo. Los
jesuitas entienden que en las creencias antiguas de los indios ya había
vislumbres de la fe verdadera, o bien por gracia natural o bien porque el
Evangelio había sido predicado en América antes de la llegada de los
españoles. Todas estas ideas, en definitiva, aparecen perfectamente articuladas
en los Comentarios reales.
La tentativa de los jesuitas no era otra que consumar la unidad de las
distintas civilizaciones y culturas bajo el signo de Roma.
Es decir, que la filosofía de armonía y concordia que se desprende de
los Comentarios Reales coincide no sólo con la visión de León Hebreo, sino con
el sueño jesuita de un universalismo cristiano que abrazase a todas las
sociedades y culturas.
11 MATICORENA, 1992.
profesor de Retórica en el colegio jesuita de esa ciudad, al sacerdote don Pedro
de Castro, informa de la Historia general del Perú de Garcilaso en los siguientes
términos:
Muchos hubo que les pagaban su trabajo y trataron como a hijos; y los
indios también tenían y tienen hoy le cargarse por caudal suyo, que son
como los jornaleros de España que comen de su trabajo, alquilándose
para cavar o segar; y mandar que no se cargasen los indios también era
hacerle agravio a ellos, porque les quitaban su ganancia; sino que se
había de mandar que fuesen castigados severísimamente los que no los
pagasen15.
15 Ibídem, 211
Garcilaso, ciertamente, tiene en cuenta la obra de Blas Valera o de
Acosta o de Polo de Ondegardo, pero hay que analizar y estudiar por qué
enfatiza determinados contenidos, oscurece otros, elige ciertos patrones y
elimina otros. El hecho de que Garcilaso apoyara a Gonzalo Pizarro, a Francisco
de Chaves (critica las versiones negativas que sobre éste ofrece en su crónica el
Palentino, por ejemplo), a Vaca de Castro y, sobre todo, a Pedro de la Gasca,
frente al visorrey Blasco y la imposición por parte de la Corona de las Leyes
Nuevas, a mi entender, tiene que ver con determinadas posiciones políticas que
favorecían a personas principales del entorno de Garcilaso y, por tanto ,a él
mismo, y arrojan, a su vez, cierta sombra sobre el legítimo gobierno por parte de
la Corona.
Con respecto al primer punto, en la Historia General del Perú, Garcilaso
elude cualquier crítica a la consabida codicia económica de Vaca de Castro y
abunda en expresiones positivas hacia el conquistador.
Una carta, encontrada también por Miguel Maticorena, de Francisco de
Castro a Pedro de Castro aclara un tanto los hechos. Pedro de Castro, hijo de
Vaca de Castro y Arzobispo de Granada, estaba dolido porque se hablaba mal
de su padre en los hechos de la conquista. Garcilaso deseaba entrar en el
cenáculo de escritores y humanistas que rodeaban al Arzobispo Pedro de
Castro. A su vez, éste era muy amigo de Bernardo de Alderete, influencia
determinante en la obra del Inca. Garcilaso buscaba el favor del Arzobispo de
Granada, quien estaba vinculado, además, a los sabios escritores de Córdoba, y
no hay duda de que el mejor modo de hacerlo era lavar la mala imagen de su
padre.
El tema de las capitulaciones y el de la oposición a las Leyes Nuevas
tiene que ver también con la evangelización jesuita y las relaciones de la orden
con la Corona.
De los 6 puntos contenidos en los “fantásticos” acuerdos entre Chaves y
Titu Atauchi, algunos son propios de la mentalidad misionera (el perdón de las
ofensas, la amistad entre indios y españoles, la liberación de presos) y otros lo
eran por sus implicaciones políticas en el rol de la orden y la postura del Estado.
El reconocimiento por parte de Pizarro y la Corona de Manco Inca como
legítimo heredero, la aceptación de las leyes incas en tanto no contradigan
principios cristianos y la asunción de todos los puntos reseñados por la corona
los interpreta Carlos M. Gálvez Peña16, en su estudio sobre el cronista Giovanni
Anello Oliva, como un claro y legalista pedido de mantener la autonomía andina
en una suerte de protectorado misional ejercido simbólicamente por la corona
española y que podría ser ejecutado por los jesuitas.
La Compañía de Jesús fue fundada en 1534 y aprobada en 1540, por lo
que llegaron muy tarde a América, en la segunda mitad del siglo XVI.
La primera actitud de los jesuitas fue la de prudencia. La Compañía era
un congregación reciente pero con grandes y poderosos apoyos. En unas
instrucciones redactadas por el Tercer General de la Orden, San Francisco de
Borja, se orena claramente que ni se absolviese ni condenase a los
conquistadores y encomenderos hasta que los concilios provinciales adoptasen
alguna resolución clara. Aunque esta inicial prudencia irá trastocándose con el
tiempo, es difícil afirmar taxativamente que la Compañía de Jesús adoptó unas
posiciones uniformes en todo el continente ante el problema de la encomienda y,
de hecho, los papeles jugados por sus miembros fueron bien variados. De todas
formas, en términos generales, se alineó entre los grupos más críticos de la
situación establecida.
El primer choque entre la Corona española y la Compañía se produjo
ya entre 1575 y 1579 por culpa de las tesis lascasianas. Como detalla el sólido
estudio de Alexandre Coello de la Rosa17, el virrey de Toledo había prohibido
(sin expedir ningún documento) los textos en circulación de Bartolomé de las
Casas en el virreinato, en marzo de 1571. Ese año también se recogieron los
escritos originales en España. La Corona, tardíamente, aceptó que los jesuitas,
frente a las órdenes mendicantes, se encargaran de reformar los métodos
educativos. El virrey de Toledo les asignó parroquias y centros. Posteriormente,
Toledo fue cerrando los colegios jesuíticos por no admitir éstos las continuas
intromisiones del virrey. En 1579 puso a la Inquisición contra la orden de Loyola,
siendo una de las primeras víctimas Luis López S. J. o Pedro Miguel de Fuentes.
Acosta formó parte del Tribunal de inquisición por sus buenas relaciones con
Felipe II y condenó a varios dominicos y en 1579 a su compañero de religión
Luis López S.J. El padre Luis López, S. J., uno de los primeros jesuitas llegados
al Perú, había escrito un memorial en donde criticaba las reformas del virrey de
5. BIBLIOGRAFÍA CITADA
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