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Ecuatoriano
Introducción y selección de Fernando Tinajero
con la colaboración de Sofía Bustamante y Guillermo Maldonado
Benjamín
Carrión
y la
“cultura nacional” Secretaría Nacional de Gestión de la Política
Benjamín Carrión
y la “cultura nacional”
Pensamiento Político Ecuatoriano
Colección dirigida por Fernando Tinajero
© De la presente edición:
ISBN: 978-9942-07-405-8
Derechos de autor: 040989
Editores:
Sofía Bustamante Layedra
Guillermo Maldonado Cabezas
5
No creo equivocarme, por lo tanto, si considero que éste es uno de los
volúmenes más importantes de la Colección de Pensamiento Político. Un
volumen que nos pone frente a frente a un país que está aún en construc-
ción, y que no podrá alcanzar su configuración definitiva privilegiando uno
solo de los múltiples costados de la existencia humana, como pretendió hacer
el neoliberalismo con su atención puesta exclusivamente en la economía y
el mercado, y olvidando todo lo demás. Visiones totalizadoras, como la del
maestro Carrión, nos recuerdan que la vida de las sociedades, tanto como
la de los individuos, tienen también otra dimensión que se llama cultura.
Satisfacción grande es para este Ministerio que un volumen de tanta im-
portancia haya sido realizado enteramente en su propio seno, con el trabajo
tesonero y responsable de dos funcionarios jóvenes: Sofía Bustamante y Gui-
llermo Maldonado, quienes se han ocupado de la investigación bibliográfica
bajo la conducción del Director de esta Colección. Trabajos tan meritorios y
con tan alto rendimiento merecen un aplauso de la institución en su conjunto.
6
Índice
Presentación............................................................................................ 5
Beatriz Tola Bermeo
El siglo de Carrión................................................................................... 11
Fernando Tinajero
Antología
Ensayos
t5FPSÓBEFMB$BTBEFMB$VMUVSB&DVBUPSJBOB 65
t5FPSÓBZQMBOEFMB4FHVOEB*OEFQFOEFODJB 89
t-BSFTQPOTBCJMJEBEEFMFTDSJUPS 107
t&MFYJMJPNBMEF-BUJOPBNÏSJDB 115
t6OB$POTUJUVDJØOQBSBSFBMJ[BSOVFTUSB
Segunda Independencia................................................................. 119
Cartas al Ecuador
t4PCSFMB1BUSJBFOQFMJHSP 123
t%FTQVÏTEFMBEFSSPUBTPCSFMBWPDBDJØOOBDJPOBM 129
t4PCSFMPTNBMFTEFMQSFUPSJBOJTNP/FDFTJEBEEF
una democracia sincera................................................................... 139
t4PCSFOVFTUSBPCMJHBDJØOTVQSFNBAWPMWFSBUFOFS1BUSJB 145
t4PCSFFMIBNCSFZMBNPSBM 149
t4PCSFFMBUSP[TJMFODJPZFMFMJYJSQBSFHØSJDP 155
t4PCSFMBGVODJØOEFM1BSMBNFOUP 159
t4PCSFMBVOJEBEEFMBTJ[RVJFSEBTZyMPTGSBJMFTFYUSBOKFSPT 163
t4PCSFMBNBSDIBEF"NÏSJDBIBDJBMBMJCFSUBE 169
7
Artículos de prensa
ti&M1BSUJEP$POTFSWBEPSZFMDFOUFOBSJPEF
García Moreno” (El Día, noviembre de 1920).............................. 175
ti$BSUBEF#FOKBNÓO$BSSJØOB3JHPCFSUP0SUJ[w
(El Día, enero de 1929)................................................................. 177
ti.JQSPUFTUBZNJGFw El Día, mayo de 1932)................................ 183
ti-BFNPDJØOQPMÓUJDBw El Día, junio de 1932)............................... 187
ti7ÓDUPS3BÞM)BZBEFMB5PSSFw El Día, julio de 1932).................. 191
ti&MDBTP#POJGB[*.JQPTJDJØOQFSTPOBMw
(El Día, agosto de 1932)................................................................ 195
ti&MDBTP#POJGB[**-BQB[PMBHVFSSBw
(El Día, agosto de 1932)................................................................ 199
ti&MDBTP#POJGB[***/JMBTPNCSBEFMBTPNCSB
de una duda” (El Día, agosto de 1932).......................................... 203
t"DFSDBEFMBPSHBOJ[BDJØOZBDUVBDJPOFTEFM1BSUJEP
Socialista (El Comercio, octubre de 1932)...................................... 207
ti6OMJCSPCJFOOPNCSBEPw El Día, febrero de 1941)..................... 211
ti.JWPUPFTQPS3ØNVMP#FUBODPVSUw
(La Calle, noviembre de 1958)...................................................... 219
ti7FOF[VFMBZFMOVFWPFTQÓSJUVEF"NÏSJDBw
(La Calle, marzo de 1959)............................................................. 223
ti-BT3FQÞCMJDBTEFMBTCBMBTZEFMBTCBOBOBTw
(El Universo, mayo de 1959)......................................................... 227
ti`6OJEBEQBSBMVDIBSQPSMB4FHVOEB*OEFQFOEFODJB
ecuatoriana!” (La Calle, agosto de 1959)........................................ 231
ti$VCBIBFODFOEJEPVOBMV[RVFOBEJFBQBHBSÈw
(Mañana, mayo de 1960).............................................................. 235
ti#FOKBNÓO$BSSJØOGSFOUFBM*77FMBTRVJTNPw
(Mañana, junio de 1960).............................................................. 239
ti$VCBMBFTQFSBO[BTVQSFNBEFMPTQVFCMPTEF
Latinoamérica” (Mañana, junio de 1960)...................................... 241
ti-BDPCBSEFDPOKVSBw Mañana, enero de 1962)............................. 245
ti-BEPDUSJOB(JTDBSEE&TUBJOHw El Tiempo, s/f )........................... 247
8
Anexos
t-FZ$POTUJUVUJWBEFMB$BTBEFMB$VMUVSB
Ecuatoriana.................................................................................... 249
ti1PSMBMJCFSBDJØO%PNJOJDBOBw La Tierra, enero de 1946)............. 255
ti.BOJëFTUP4PDJBMJTUB&DVBUPSJBOPBMBOBDJØOw
(La Tierra, octubre de 1946).......................................................... 257
ti.BOJëFTUPEFM$PNJUF&DVBUPSJBOP1SP1BMFTUJOBw
(La Tierra, noviembre de 1946)..................................................... 261
Referencias.............................................................................................. 263
9
El siglo de Carrión
Fernando Tinajero
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hacen de manera tan cabal y ejemplar que llegan a identificar con su propio
nombre los tiempos en que viven; otras, sin haberlo querido, lo hacen de manera
secreta, desconocida aun para ellas mismas, pero no por eso menos decisiva.
Las primeras son las que realizan las acciones que marcarán su tiempo:
edifican imperios y liberan naciones, instituyen gobiernos, destruyen órdenes
sociales para construir otros nuevos, inventan las cambiantes geografías del
poder y trastocan el curso de la historia, aunque no siempre manejen la espada
con pericia. Las otras son las que expresan, aun a pesar de sí mismas, el sentido
del acontecer colectivo: tejen sobre él su propia vida, suelen usar su pluma para
vivir su tiempo, para asignarle una misión y proponerle una ruta, empeñadas
en guardar la memoria de lo que fue el pasado y despertar el deseo de lo que
no es todavía, obligadas con frecuencia a marchar contra corriente y expresar,
desde su propia y singular negación, el otro lado de su tiempo. De una parte, los
Alejandros y los Césares, los Napoleones, los Bolívares, las Catalinas y Victorias;
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MPT )FHFM
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Sartre, las Virginias.
No creo que sea exagerado pensar que dentro de nuestro horizonte
particular, Benjamín Carrión se encuentra en esta segunda categoría. Su nombre
no ha quedado ligado al de su tiempo, pero es siempre el primero que se viene
a los labios cuando se piensa en la cultura del Ecuador del siglo XX. No fue el
único, por cierto: junto a él, en su contorno a veces pero también en contra, los
ecuatorianos pudimos contemplar a lo largo de medio siglo la sucesión de las
más notorias personalidades de la cultura y la política. No obstante, si el siglo
11
XX es el de todos ellos y si cualquiera puede representarlo con legítimos
derechos, tal vez ninguno lo hace como Carrión, de manera tan completa y
contundente, hasta el punto que podemos decir que su vida y su obra, a pesar de
sus contradicciones (o precisamente por ellas), es la mejor expresión de su siglo.
Un panorama como este trae consigo necesariamente una pregunta
inquietante: ¿por qué ninguna de las más visibles figuras de la literatura y la
política del Ecuador pudo encarnar su tiempo como Benjamín Carrión lo hizo
con ventaja? ¿acaso no lo hizo también Velasco Ibarra, que fue tal vez en la
política lo que Carrión en la cultura? ¿por qué la sombra del caudillo ha dejado
ya de proyectarse sobre la frágil memoria ecuatoriana, mientras subsisten, acaso
algo maltrechas, las viejas consignas de Carrión?
Estas páginas no esperan dar una respuesta a estas preguntas, pero quisieran
desbrozar el camino para encontrarla, convencidas de que en el caso de Carrión
(como ha ocurrido ya con Bolívar, Alfaro, Montalvo y otros más) el culto
irreflexivo a su figura entorpece el conocimiento de su obra.
I. UN SIGLO ABREVIADO
12
Que todos estos episodios o procesos hayan sido en verdad revoluciones, es
por supuesto otro problema: algunos, sin duda, estuvieron cerca de alcanzar esa
honrosa jerarquía; pero de antemano sabemos que nuestra afición a la hipérbole
(generosamente documentada en la literatura y la vida cotidiana), nos ha llevado
siempre a dar nombres pomposos a las instituciones y a los hechos, de manera que
quien no llegara a conocernos pensaría fácilmente que con tantas «revoluciones»
somos el pueblo más revolucionario de la Tierra. No lo somos, por cierto; en
realidad (e independientemente de la tendencia que hayamos elegido), somos
muy conservadores pero nos gusta hablar sin tregua de la «urgencia del cambio»,
cuidándonos muy bien de dejar las palabras en el nivel del sueño, y nada es tan
difícil como apartarnos de ciertos modos o conductas, no siempre saludables.
¿Cuáles fueron entonces los límites del siglo? Bien sacadas las cuentas, no
llegó a tener setenta años: dejando aparte la «antesala» (que no es propiamente
de ese siglo), comenzó el año 22 tirando al agua los cuerpos de los huelguistas de
Guayaquil, y terminó el 89 mirando el derrumbe del ominoso Muro de Berlín.
Antes del 22 fue todavía el siglo XIX: un XIX que agonizaba lentamente entre
el estruendo de las armas, el spleen de los poetas, el escándalo de los coches sin
caballos y el perfume del cacao que llenaba las arcas de aquellos que no peleaban
ni amaban a Verlaine. Después del 89 fue el vacío, el inmenso vacío, la nostalgia
y el miedo: sin pertenecer ya al siglo XX, pero sin alcanzar tampoco al mítico
XXI, los años que siguieron, esos años neo-liberales de ingrato recuerdo, no
fueron tiempo propiamente sino una burbuja en el espacio, un desconcierto sin
norte ni occidente, sin oriente ni sur, como una historia sin historia que fuera
BUSBWFTBEBTPMBNFOUFQPSMBIFEJPOEF[DPSSVQUBEFMEJOFSPy
En forma paralela, la vida de Carrión tiene también etapas, como todas las
vidas, pero las suyas parecen coincidir exactamente con las que el siglo marcó en
la historia ecuatoriana: a la «antesala» corresponden sus años de formación en el
seno de un humanismo letrado con vocación moral por la justicia; a la Juliana,
el descubrimiento de Europa y las influencias decisivas que dieron forma a sus
ideas; a la Gloriosa, la plenitud de su obra, frustrada sin embargo con el pasar
del tiempo; a la Nacionalista, el declive, paradójicamente signado a la vez por
VOSBEJDBMJTNPQPMÓUJDPEFJ[RVJFSEBZVOIPOEPEFTFODBOUPy1PSëO
DPNPTJ
no hubiera querido pasar por el desconcierto que siguió a la caída del Muro, se
adelantó en diez años y llegó en el 79 al silencio final e irrevocable.
13
II. LA «ANTESALA» DEL SIGLO
1 Montalvo murió en 1889 y con él murió el romanticismo, que tuvo sin embargo un largo
colofón post-mortem. Un año después, la publicación de Azul…, de Rubén Darío, fue el anuncio más
claro del nacimiento del modernismo latinoamericano. En cuanto al realismo social, casi siempre se ha
tomado la publicación de Los que se van (1930) como referencia absoluta para señalar su comienzo,
asociado inevitablemente con la llamada «Generación del 30» (Cfr. El nuevo relato ecuatoriano, 2a. ed.,
Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1958). No obstante, no se debe olvidar que Benítez Vinueza
publicó en 1927 un cuento memorable («La mala hora»), que está sin duda en la nueva tendencia, ni
que Plata y bronce, de Fernando Chávez fue publicada igualmente en 1927, y podría ser considerada
como el anuncio del realismo social, pese a su romántica idealización del indio.
14
el suyo no fue el tiempo adecuado para lograrlo. Realizada con cuarenta años
de retraso en relación con otras reformas liberales de América2, la Revolución
Liberal que él condujo al triunfo no fue esa insurrección unánime del «pueblo»
contra los gamonales que algunos textos ingenuos han querido consagrar:
fue una extraña confluencia de reivindicaciones populares y ambiciones
oligárquicas que se encontraban precariamente identificadas por una nebulosa
ideología anticlerical, a veces motivada por las razones de los librepensadores,
pero también, con frecuencia, por variadas envidias y rencores. Si banqueros
y exportadores financiaban con reticencias la alfarada, buscando el poder para
instaurar una economía librecambista amparada en la organización liberal del
Estado, los campesinos sin tierra y los intelectuales de la pequeña burguesía
abrigaban un sueño de justicia que se extraviaba fácilmente en las proclamas
libertarias. Emergentes realidades sociales no bien configuradas confluían con
procesos inconclusos; divergentes perspectivas se sobreponían en el mismo
cauce; diferentes y aún opuestos proyectos históricos se entremezclaban sin que
sus propios actores pudieran advertirlo. Por eso, y más allá de su propio tiempo,
Alfaro alcanzó el más perdurable de sus triunfos en el fracaso de la revolución
que acabó asesinándole en 1912. El drama y la paradoja de su vida reproducen
el drama y la paradoja de su pueblo3.
$BSSJØOUFOÓBRVJODFB×PTDVBOEP"MGBSPGVFBTFTJOBEP)BZRVFJNBHJOBSDØNP
sería recibida la increíble noticia en la Loja campesina de aquel tiempo: tierra
buena y generosa, de amable clima y gente hospitalaria, Loja estaba aislada de
15
todo; sus agrestes caminos eran tan difíciles, que en la práctica quedaba casi todo
el año desmembrada del resto de nuestro territorio, con el cual le unía apenas la
perezosa línea de un telégrafo siempre dispuesto a darse vacaciones. Uno puede
preguntarse, por lo tanto, cuál pudo haber sido el impacto que la monstruosa
novedad causó en el ánimo de aquel joven estudioso que había ingresado ya
al colegio Bernardo Valdivieso: nadie lo sabe, por supuesto, ni lo sabrá nunca.
Sin embargo, quizá sea posible suponerlo con bastante certeza, porque parece
indiscutible que tuvo desde el principio cierta simpatía por el «indio Alfaro» y
que sus primeras ideas políticas fueron moldeadas al calor de un liberalismo cuyo
origen, aparte de las probables influencias familiares, podría estar vinculado con
el episodio limítrofe de 1910, evocado por él mismo en su prólogo a la Historia
de Loja y su provincia, de Pío Jaramillo Alvarado. Allí se lee que esos días en que
la paz estaba amenazada por la negativa del Perú a aceptar un arbitraje, fueron
días de «tranquilo heroísmo de todo un pueblo», cuando «todas las gentes de esta
tierra estaban resueltas a ir al sacrificio»4. Y enseguida habla de las «muchachadas
universitarias» que, bajo la jefatura de Jaramillo Alvarado, se enrolaron en los
cuarteles para marchar a la frontera bajo el liderazgo de Alfaro, y dice: «Yo tenía
menos de trece años y estuve enrolado hasta que el Coronel Patricio Ordóñez
me largó a la calle por “mocoso novelero”» (Id.).
En una sociedad que ha vivido al calor de la ideología romántica del
heroísmo y de la Patria, no es difícil entender que el espíritu de todos, y aun
más el de los jóvenes, se haya inflamado de heroicos sentimientos ante el solo
peligro de una guerra, y mucho más si estaba estimulado por la presencia de un
guerrero por sí mismo legendario. En tales circunstancias, ser alfarista devenía
sinónimo de ser «patriota»; y para un «mocoso novelero» que estaba loco por
sentirse hombre, como suelen estar todos los mocosos de esa edad, además de
ser patriota, ser alfarista significaba justamente ser hombre, capaz de liberarse de
todas las tutelas y, por cierto, de esos melindres religiosos que estaban asociados
casi siempre con ñoñerías femeninas.
4 «El pañuelo rojo anudado al pescuezo y el sombrero jipijapa del pequeño viejo Alfaro, electri-
zaban a los pueblos –escribe Carrión–. Y ese fervor fue hasta los linderos de la fiebre en mi pequeña
ciudad linderana (sic), cuando estaba yo cursando el primer año de colegio». Cfr. Benjamín Carrión,
«Pío Jaramillo Alvarado, Doctor en ciencias de la Patria», prólogo a la Historia de Loja y su provincia,
Quito, Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1955; reproducido en Santa Gabriela Mistral, Quito,
Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1956, pp. 239 y ss., así como en el volumen Plan del Ecuador, editado
en Quito por el Ministerio de Educación en 2010.
16
Liberalismo y... ¿socialismo?
De ahí que no parecen estar descaminados aquellos que aseguran que Carrión
fue alfarista hasta que se hizo socialista –o sea, que siempre estuvo en lo que
se tenía como más avanzado en el pensamiento político. Entre ellos se cuenta
Moreano, que en uno de los mejores ensayos que se han escrito sobre el escritor
lojano, afirma que la matriz del pensamiento de Carrión fue siempre liberal, y
que nunca pudo superar el «cortocircuito» entre ella y sus posiciones políticas
socialistas5. Esta contradicción (que acaso pueda presentarse como una de las
razones que hacen de Carrión la más clara expresión de su siglo) pone sobre el
tapete la confluencia tan generalizada y aún vigente, por la cual una ideología
liberal (burguesa) y una posición política socializante (o «proletaria») suelen
convivir en un mismo individuo e incluso ha sido persistente en las organizacio-
nes partidarias de la izquierda, cuyas mayorías han sido formadas casi siempre por
una clase media intelectual: quizá por eso, la historia de la izquierda ecuatoriana
es la historia de un largo desencuentro6. Sin embargo, esta parece no haber sido
una contradicción exclusivamente ecuatoriana: en el ya olvidado Libro Rojo de
Mao puede leerse que «el peor enemigo de la revolución es el burgués que lleva
dentro cada revolucionario».
¿Cuál es entonces la verdad en relación con el tránsito de las ideas políticas
tempranas de Carrión, emotivamente liberales, hacia las ideas socialistas que
él mismo declaró un día haber tenido desde los dieciséis años, o sea, desde el
año siguiente al asesinato de Alfaro?7 ¿Se trataba del socialismo marxista, que
es el verdadero socialismo, o de ideas que guardaban alguna relación con la
utopía de Proudhon? ¿Eran de verdad ideas socialistas, o se trataba apenas de un
5 Cfr. Alejandro Moreano, «Benjamín Carrión: el desarrollo y la crisis del pensamiento democrá-
tico nacional», en Argumentos, N° 1, Quito, agosto de 1980.
6 Al usar el concepto de «ideología», lo hago en el sentido de «falsa conciencia» (falsche
Bewutseins: Marx), o sea, una «conciencia» enajenada; una «conciencia» que «distorsiona» la realidad
porque está conformada con ciertos sistemas de ideas (religiosas, filosóficas, jurídicas, políticas, etc.)
que se combinan sutilmente con elementos no racionales (imágenes, prejuicios, temores, ambiciones,
PCTFTJPOFTy
5PEPFMMPDPOëHVSBfalsas representaciones intelectuales del Estado, el poder, el derecho,
la moral, la sociedad, los individuos, etc. O sea que al hablar de ideología estoy mentando una repre-
sentación mental del mundo, y al mentar la posición política apunto a las opciones prácticas que se asumen
en cada coyuntura. Véase la interpretación del concepto de ideología hecha por Louis Althusser, Pour
Marx
1BSJT
-JCSBJSJF'SBOÎPJT.BTQFSP
IBZUSBEDBTUFMMBOBEF.BSUIB)BSOFDLFSLa revolu-
ción teórica de Marx, México, Siglo XXI, 1971).
$GS.JDIBFM)BOEFMTNBO
&TUVEJPJOUSPEVDUPSJPBMBFEJDJØOEFCartas al Ecuador hecha en
1988 por el Banco Central del Ecuador y la Corporación Editora Nacional, dentro de la Biblioteca
Básica del Pensamiento Ecuatoriano.
17
liberalismo «avanzado», heredero del radicalismo alfarista –o se trataba incluso
de ese vago humanismo rebelde que puede vincularse con la literatura francesa
del XIX? Las respuestas tendrán que ser buscadas en sus libros.
8 Acerca de este acontecimiento y sus causas, véase Benjamín Carrión, Plan del Ecuador, cit.
supra, p. 161 y ss.
18
regresado a Loja para desposar a la inolvidable Mamaniña9, antes de asumir la
función de prosecretario de la Cámara de Diputados. Para entonces, ya podía
exhibir las ejecutorias de quien había nacido para triunfar gracias a su cuna y su
talento: había ingresado a la Sociedad Jurídico-Literaria, como era de rigor; había
participado en la creación de la revista lojana Vida Nueva; había colaborado con
Juventud estudiosa, la revista que en Guayaquil dirigía Teodoro Alvarado Olea;
en 1917 había iniciado colaboraciones esporádicas en El Día; en el 18 había
dirigido La Revista y colaborado en Caricatura; en el 19 había escrito versos
sentimentales, muy a tono con el modernismo agonizante; en el 22 (el mismo
año de la huelga, el mismo año de El estanque inefable, de Carrera Andrade, y
de El indio ecuatoriano, de Jaramillo Alvarado), había recibido su investidura
EPDUPSBMy{2VÏMFGBMUBCB &MQBSBÓTP:FMQSPQJPQSFTJEFOUFEFMB3FQÞCMJDBMP
envío, no propiamente al paraíso, donde reinaba en esos tiempos don Gonzalo
;BMEVNCJEF
QFSP TÓ B TVT WFDJOEBEFT B &M )BWSF
EPOEF JSÓB B EFTFNQF×BS
funciones consulares.
Uno piensa en el año 25 y concluye, desde luego, que el ingreso de Carrión
BM TFSWJDJP FYUFSJPS GVF DPOTFDVFODJB EF MB 3FWPMVDJØO +VMJBOBy 1FSP OP -B
verdad es que Carrión ingresó al mundo diplomático en abril de 1925, es decir,
casi tres meses antes de la Juliana10, y lo hizo de la mano del doctor Gonzalo S.
Córdova, que había sido elegido en 1924 para suceder a José Luis Tamayo, aquel
que ordenó la intervención del ejército en Guayaquil.
Pero tan pronto como Carrión había cruzado el Océano, su tierra, su
pequeña tierra tan lejana, fue sacudida nuevamente por la historia. El doctor
Gonzalo S. Córdova, hombre refinado pero enfermo, era un verdadero espejo de
su clase: fue depuesto con asombrosa facilidad el 9 de julio de 1925 por un grupo
de oficiales de baja graduación, uno de los cuales, el Mayor Ildefonso Mendoza,
anunció la formación de un gobierno revolucionario cuyo objetivo era «asegurar
la igualdad de todos ante la ley y la protección del hombre proletario». Esa fue la
primera vez que la palabra proletario, en lugar de aparecer en La Antorcha11 para
9 Este fue el nombre cariñoso que la familia consagró para llamar a doña Águeda Eguiguren de
Carrión. Para trazar su imagen, véase los Recuerdos de la Mamaniña
UFTUJNPOJPTDPOUBEPTB)FOSJFUUF
)VSUBEP/FJSB
2VJUP
$BTBEFMB$VMUVSB&DVBUPSJBOB
10 Cfr. Mario Alemán Salvador, «Benjamín Carrión, diplomático», en Re/incidencias N° 3,
Anuario del Centro Cultural Benjamín Carrión, Quito, 2003.
&OTFUJFNCSFEF
«OHFM.PEFTUP1BSFEFT
$ÏTBSZ+PSHF$BSSFSB"OESBEF
)VHP"MFNÈO
'JFSSP
"VHVTUP "SJBT
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+VMJP ) 1F×BIFSSFSB
-FPOBSEP + .V×P[ Z /ÏTUPS .PHPMMØO
formaron el grupo «La Antorcha Socialista», como un núcleo precursor del Partido Socialista Ecuato-
riano. El 31 de diciembre del mismo año, ese grupo inició la publicación del periódico La Antorcha,
que fue mirado con mucho recelo por las autoridades y por los sectores oligárquicos.
19
leerse casi en secreto, se oía públicamente en el lenguaje político ecuatoriano;
Z OP EFKB EF TFS DVSJPTP RVF MP IJDJFSB FO MB WP[ EF VO NJMJUBS `&SBO PUSPT
tiempos!
20
es muy probable que ese nombre hubiera sido compartido por las numerosas
culturas que, con distintos grados de complejidad, se habían avecindado en
estas latitudes. Después, cuando el sujeto de la historia de nuestro continente
fue desplazado por atrevidos navegantes, fue «las islas de la Mar Océana», y
más tarde, ya con los conquistadores, fue Las Indias, y más tarde aún, el Nuevo
Mundo. Ya en el tramo final de la Colonia fue América, y siguió siéndolo
durante la Independencia; y sus habitantes fueron todos americanos, sin que
la conciencia de serlo se fragmentara todavía14. En su nombre fue proclamada
)JTQBOPBNÏSJDBDPNPVOBSFBMJEBEÞOJDB
NÈTEFTFBEBRVFSFBM
ZFTFOPNCSF
recortaba en el nivel de los conceptos a la América Española, que debía
quedar claramente diferenciada de la América Portuguesa; pero no faltaron
quienes buscaron una integración que incluyera al Brasil y proclamaron
la existencia de Iberoamérica. Y fue precisamente mientras se mantenía la
disputa entre hispanoamericanismo e iberoamericanismo, cuando apareció
una tercera alternativa: esta porción del mundo no era ya nada de lo anterior,
sino Latinoamérica.
Evidentemente, no se trataba de la realidad geográfica, cultural ni humana
de la América no sajona: se trataba de ideología, es decir, de la representación
mental que se hacían del continente las burguesías herederas de los criollos,
sin que en ella interviniera la experiencia cotidiana de los pueblos que en
gran medida se desconocían mutuamente. Aquello de la «latinidad», por
supuesto, no dejaba de ser insólito en un continente poblado por fuertes
mayorías nativas de diversos orígenes y colonizado por un pueblo atravesado
por muchas sangres y culturas15. Era como si las clases dominantes nacidas de
la Independencia, considerándose herederas directas de un Imperio Romano
imaginariamente «puro», se tomaran a sí mismas como dueñas de todo el
continente por derecho divino, sin admitir siquiera que mucho antes lo
habían sido los pueblos originales por derecho propio. No: esos pueblos no
contaban; su «inferioridad racial» era axiomática: estaba tan a la vista que
no requería demostración. América era propiedad exclusiva de sus clases
dominantes y ellas descendían directamente del pueblo latino. Punto.
14 Ya sabemos que esa conciencia fue muy pronto sustituida por las conciencias «nacionales» que
llegaron pisando los talones de los últimos soldados de Bolívar, como indeseada consecuencia de la
GSBHNFOUBDJØOEFMDPOUJOFOUF/PPCTUBOUF
UPEPTFOUPOBCBOMBSFUØSJDBEFMBVOJEBEy
15 No hay que olvidar, sin embargo, que para entonces ya se habían producido las migraciones
europeas hacia América. En Buenos Aires, sobre todo, se había concentrado una enorme inmigración
italiana.
21
Se trataba, en suma, de una visión aristocratizante de las burguesías
neonatas: una visión, sin embargo, que respondía puntualmente a la
ideología de la «latinidad» proclamada por Francia. Mientras tanto, en la
América septentrional, no satisfechos con la conquista del Oeste a costa de los
indígenas que lo poblaban, gobiernos o filibusteros yanquis habían iniciado ya
su penetración en Cuba, Panamá y Nicaragua, sin contar con la usurpación de
grandes extensiones mexicanas, y lo hacían con la energía del primer Roosevelt
y al amparo de la sombra de Monroe, en cuyo vocabulario «América» no
era más que un sinónimo de «Estados Unidos». En esas circunstancias, la
ideología francesa de la «latinidad» encajaba muy bien en las pretensiones que
alimentaban las nacientes burguesías sudamericanas, que no podían ocultar su
mentalidad de encomenderos modernizados: también ellas veían con recelo
las inequívocas muestras del expansionismo de los gringos (imperialismo, más
bien), y hasta Rubén Darío, como si hubiera querido lanzar una advertencia,
había afirmado que la América Española, «aún reza a Jesucristo y aún habla
en español» («A Roosevelt»), aunque no podría reprimir luego estas preguntas
angustiadas: «¿seremos entregados a los bárbaros fieros? ¿tantos millones de
hombres hablaremos inglés?» («Los cisnes»)16.
Era, pues, verdaderamente indispensable marcar las diferencias: si Monroe
había declarado que América era para los americanos, y el Gran Garrote de
Roosevelt pretendía asegurar la sumisión de todo el continente, había que
hacerles notar que también eran americanos aquellos que vivían del Río Bravo
IBDJBFM4VS4PMPRVFFSBOylatino-americanos: para diferenciarse de la América
sajona, los intelectuales de las burguesías del Sur, (y sobre todo aquellos que se
encontraban en París, incluyendo a los que profesaban sinceramente doctrinas
«de avanzada»), no encontraron nada mejor que invocar la mohosa memoria
de algún dudoso tatarabuelo romano, cuidándose muy bien de despertar a la
WJWBZDFSDBOBNBESFJOEJBy`#VSHVFTÓBT
BMëO17
17 Puesto que esta cuestión de nombres se resuelve finalmente en una cuestión de ideologías,
quiero aclarar desde ahora, para evitar malentendidos, que el nombre «América Latina» ha sufrido a
lo largo del siglo XX una profunda transformación semántica. No puedo estudiarla en detalle: baste
decir que «América Latina» hoy significa «América no sajona»; y sin desconocer la herencia hispánica
(seriamente modificada, desde luego), engloba no solo los variados mestizajes que se han producido y
siguen produciéndose, sino también todos los pueblos indígenas y afro-americanos, sin que quede nin-
gún vestigio del imaginario parentesco con los pueblos latinos que fue invocado al nacer el siglo. Pero
al margen de estas distinciones, «América Latina» significa hoy «América dependiente» o «América Ter-
cermundista»: por lo tanto (quizá desde 1960), «América Latina» no es ya un concepto antropológico
(étnico o cultural), sino un concepto político.
22
Gabriela y sus amigos
23
cambio, pudo conocer al mexicano por mediación de Gabriela, y tuvo con él
WBSJBTSFVOJPOFTFO3VÈO
FO&M)BWSF
FO1BSÓT
FO/FVJMMZTVS4FJOF Q
Latinidad y mestizaje
21 «...libros para hombres, para todos los hombres de esta tierra mexicana que está bebiendo
mucho odio, que está fertilizándose con demasiada sangre y cuyos torcidos caminos es preciso en-
derezar hacia el amor y la justicia. Vasconcelos, Civilizador de verdad, pidió al Evangelio su fuerza
calmadora, su gran eficacia de caridad y perdón. Y veinte y cinco mil volúmenes de palabras de Cristo
volaron hacia todas las almas mexicanas y el Sermón de la Montaña llegó así, persuasivo y piadoso, a
todos los espíritus, en el país convulsionado» (p. 25). Desde luego, Carrión escribe pensando en la san-
grienta Revolución Mexicana (1910-1917) y en la Guerra de los Cristeros (1926-1929), que también
FOTBOHSFOUØ.ÏYJDPEVSBOUFMBQSFTJEFODJBEF1MVUBSDP&MÓBT$BMMFT"MHSJUPEFj`7JWB$SJTUP3FZx
los cristeros se opusieron ferozmente a las leyes que limitaban los derechos y privilegios de la Iglesia
Católica. Respecto a Carrión, es digno de subrayarse el hecho de que a lo largo de su obra no deja de
hacer alusiones a Cristo, a los Evangelios y al espíritu cristiano: que su temprano liberalismo le haya
alejado de los rituales católicos no parece significar que hubiera abandonado una creencia religiosa
inculcada por su madre.
22 O sea que en el pensamiento de Vasconcelos (que, a juzgar por su entusiasmo, Carrión celebra
y parece compartir), el indio americano se encuentra «perdido», en el sentido cristiano del término, y
necesita una «redención», que solo puede venir de Occidente. Quizá por eso, ninguno de los autores
de la rica literatura mexicana está incluido en tales ediciones, pero a Carrión no parece preocuparle
esa omisión.
23 Tampoco escribe en este ensayo ni una sola línea sobre la música mexicana, indudablemente
rica y expresiva, y sin duda más cercana al «espíritu del pueblo».
24
O mucho me equivoco, o es imposible leer estas páginas dedicadas a
la obra educativa y cultural de Vasconcelos sin establecer mentalmente una
inmediata relación con la obra que más tarde el propio Carrión habría de
desarrollar en la Casa de la Cultura por él creada bajo el lema de «Cultura y
Libertad». Bibliotecas, ediciones, estímulo a las ciencias y a las artes, incluyendo
FOUSFFMMBTMBTMMBNBEBTjBSUFTQPQVMBSFTxy"MMÓFTUÈFMNPEFMPFKFDVUBSMP
TJO
embargo, requiere inteligencia y capacidad para la acción –y Carrión las tenía.
Pero no vayamos tan lejos todavía. El ensayo de Carrión sobre Vasconcelos
no se limita a la exaltación de la obra del Secretario de Educación: aborda el
pensamiento del autor mexicano, y declara rotundamente que su filosofía es
«nuestra filosofía, la filosofía de los pueblos nuevos y mestizos, la optimista
filosofía del trópico occidental hispanoamericano» (p. 23); y de un modo muy
significativo cita a Ortega, para quien «la potencia sustantiva –en los procesos
de incorporación– consiste siempre en un dogma nacional, un proyecto sugestivo
de vida en común»24. E inmediatamente, para que no quede la menor duda,
agrega que «ese programa para el mañana, ese proyecto sugestivo de vida en
DPNÞOEFMPTQBÓTFTEF)JTQBOPBNÏSJDBx
TFFODVFOUSBjFOMBUFPSÓBEF+PTÏ
Vasconcelos, que es fórmula escrita del ideal viviente» (p. 33).
{1FSPDVÈMFTMB)JTQBOPBNÏSJDBQBSBMBDVBM$BSSJØOIBFODPOUSBEPFO
Vasconcelos un «proyecto sugestivo»? Evidentemente, se trata de la América
recién bautizada de «Latina», puesto que algunas páginas más allá dice que en
esta América, «el espíritu latino se ha evidenciado de una manera hegemónica»
(p. 49), y lo ha hecho a través del idioma; añadiendo que
OVFTUSB "NÏSJDB <y> OBDJØ BM NVOEP MJNQJB EFM QFDBEP PSJHJOBM EF
las diversidades lingüísticas. Sus hombres no estuvieron presentes a
la construcción de la Torre de Babel. Desde Sonora hasta el Cabo de
24 Op. cit. pp. 32-33; las cursivas son de Carrión. Él no señala el lugar del cual está tomada esta
cita, pero en una nota posterior que no lleva fecha, y que se encuentra en la edición que estoy mane-
jando, dice: «En toda mi obra posterior, he tratado de sustentar, como lema nacional, como “proyecto
sugestivo de vida en común”, el lema CULTURA Y LIBERTAD, demostrado por nuestra historia».
Puesto que, según Ortega, tal «proyecto sugestivo» es un «dogma nacional», Carrión cayó sin darse
cuenta en el gazapo de afirmar que se trata de un dogma demostrado (lo cual es una contradicción en
los términos); sin embargo, es muy importante que al cabo de los años él mismo hubiera reconocido
el origen de ese «dogma nacional» que propuso al crear la Casa de la Cultura. Allí está, con sus propias
palabras, señalada una de las fuentes donde bebió las ideas que luego haría suyas: Ortega y Gasset. La
otra fuente, qué duda cabe, es Vasconcelos, y ninguna de las dos contribuye a delinear un perfil «de
izquierda». Por lo demás, sobre todo la de Ortega, es la influencia característica en los intelectuales de
la burguesía latinoamericana de la época.
25
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RVFIBCMBVOJEJPNBMBUJOPJCFSPBGÓO
al español– un solo idioma, recio, rico, numeroso y sonoro, lo hablan sesenta
millones de hombres, sobre una extensión territorial inmensa, capaz de
albergar a media humanidad actual (pp. 51-52; las cursivas son mías)25.
25 Es claro que si Carrión hubiera escrito que de un extremo a otro de nuestra América, sesenta
millones de personas hablan español, su pensamiento estaría al margen de todo equívoco, porque esa
manera de decir no contradice el hecho de que otras personas (o algunas que se incluyen en esa cifra)
hablen otras lenguas. Pero ha dicho que ese numeroso conglomerado habla «un solo idioma»: por lo
tanto, las demás lenguas que se hablan en América (y hoy sabemos que son muchas) sencillamente no
FYJTUFOPOPDVFOUBOFO"NÏSJDBUPEPTTPNPTIJTQBOPQBSMBOUFTy{4FUSBUBTPMBNFOUFEFVOFSSPSEF
expresión? Me gustaría decir que sí, pero no me parece ocioso recordar que dos años antes, Vasconce-
los escribió en su Indología que «mientras en Europa encontramos una docena o más de idiomas, de
costumbres y de variedades raciales, entre nosotros no hay más que un idioma continuo y una raza
DPNQMFUBNFOUFIPNPHÏOFBx DJUBEPQPS.JDIBFM)BOEFMTNBOFOj7JTJPOFTEFMNFTUJ[BKFFO*OEPMPHÓB
de José Vasconcelos y Atahuallpa de Benjamín Carrión», texto que, aún inédito, su autor tuvo la gen-
tileza de enviarme por vía electrónica).
26
el idioma común, el código general impuesto por la conquista y que como
tal nos identifica a todos los sudamericanos (incluyendo a los brasileños,
que entienden el castellano con más facilidad que los hispanoparlantes
el portugués) y sirve como lingua franca en las relaciones entre los grupos
indígenas y la población mestiza26. Y si hace una alusión al mito de Babel,
quisiera creer que lo hace solamente a título de estilo, de lenguaje figurado, en
cuyos trasfondos asoma un tema diferente: la acentuación de lo que es común
a todos los países de nuestra América y la voz de alerta frente al significado
que Carrión atribuye a los «afanes particularistas» que él ve expresados en el
idioma, por las indeseables consecuencias que tendrían frente al ideal de la
integración que estaba implícito en el latinoamericanismo.
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naturaleza demuestran que Carrión estaba mejor dotado para las letras que
para el pensamiento. Puede ser. Pero si lo es, no sería nada extraño: toda la
cultura letrada del Ecuador parecería haber sido refractaria al cultivo de las
disciplinas especulativas (reducidas casi siempre a varias formas de escolástica)
y más inclinadas a la literatura; pero al mismo tiempo hay que admitir que la
literatura no ha sido entre nosotros un producto exclusivo de la imaginación,
sino un medio de exponer y defender ideas. En cualquier caso, me parece
conveniente recordar que en esos años todo el continente se encontraba en
trance de transformaciones ideológicas, cuyas marchas y contramarchas no
hacían sino expresar un cambio radical de perspectivas. No es extraño, por lo
tanto, que las ideas hubiesen sufrido a cada paso el vaivén de las presiones de
una sociedad oligárquica que estaba agonizando mientras nacía otra que aún
no terminaba de encontrar su camino. Por eso Carrión habla de «defender el
espíritu latino», vinculado al idioma, pero al mismo tiempo de «aprovechar
las enseñanzas de otras razas», lo cual demuestra que no había superado hasta
esa fecha el horizonte de las «razas», propio de la burguesía de ese tiempo, y
como ella, no había llegado tampoco a una real comprensión de los pueblos
indígenas y sus culturas propias27.
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encontrado en Vasconcelos un «proyecto sugestivo»: ¿en qué consiste? Pues
26 Es verdad que en América existen también grupos monolingües cuyo idioma no es el español;
pero exigirle a Carrión precisiones de ese tipo sería dar pruebas de una rigurosidad impropia.
27 Sobre este tema, véase Catherine Walsh, Interculturalidad, Estado, sociedad. Luchas (de)colo-
niales de nuestra época, Quito, Universidad Andina Simón Bolívar/Ediciones Abya Yala, 2009; y M.
)BOEFMTNBO
j7JTJPOFTyx
DJUTVQSB
27
nada más y nada menos que en convertirse en el crisol de una fusión universal
de todas las «razas» y todas las culturas28. ¿Creía en realidad en esa «teoría»,
que propiamente es una fantasía inmersa en la ideología de las «razas»?
Como es evidente, Carrión admira a Vasconcelos, y se entusiasma al exponer
el contenido de sus libros, sencillamente porque, como dice Gabriela en su
prólogo, es por naturaleza «un fervoroso» (p. 9), y lo será toda la vida; pero
un rasgo típico de su personalidad, que se hará más notorio con el tiempo, es
su permanente disposición a encontrar el «lado bueno» en todas las personas
y a callar sus desacuerdos. Aplaude todas las obras de la inteligencia y la
sensibilidad y llegará más tarde a estimular a cuantos se le acerquen, sean o no
sean de su agrado. En el caso de Vasconcelos, de quien se apartará después,
cuando el mexicano adopte posiciones políticas cercanas al fascismo, su
admiración está más claramente determinada por la obra del Secretario de
Educación que por las ideas del «filósofo»; y si dedica largas páginas a exponer
la fantasía de la «raza cósmica», mezclando como hace Vasconcelos algunos
datos de la realidad y muchas nociones ideológicas, no es tanto por esa fantasía
en sí misma, sino por la implicación que ella trae: como el propio Vasconcelos
reconoce,
yOPOPTRVFEBNÈTSFDVSTPRVFTFHVJSWBMJFOUFNFOUFQPSMBBWFOUVSB
del mestizaje, fortaleciendo nuestro intento con todos los poderes de la
reflexión y del saber, pero dejándole entero el sentido todavía insondable
de su misión29.
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al servicio del hombre, van a fundirse, en síntesis superadora, las razas particularistas preexistentes
que, cada una en su hora, fueron una cultura humana lograda; el idioma que encauzará e impulsará
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FMBQSPWFDIBEPS
yanqui de Gobineau para los fines del imperialismo sajón; frente a la inhumana y mezquina teoría de la
desigualdad de los hombres, de la selección natural, de la prevalencia del fuerte, que son los cánones de
MBëMPTPGÓBIFHFNØOJDBEFMPTSVCJPT7BTDPODFMPTPGSFDFB)JTQBOPBNÏSJDBVOBëMPTPGÓBEFBNQMJUVEFT
inauditas, humana, generosa, visionaria acaso para los eunucos del sentido común, pero optimista,
envalentonadora, llevando en sí gérmenes eficientes para la fecundación» (p. 56).
29 Palabras de Vasconcelos citadas por Carrión, p. 55.
28
de un esfuerzo por «blanquear» a nuestra América, diluyendo las diferencias
bajo un común denominador que no podía ocultar su raigambre occidental30.
«Apeo y deslinde»
30 Es preciso diferenciar el hecho real del mestizaje étnico y cultural que se ha producido y sigue
produciéndose en América, y la ideología del mestizaje, que caracterizó a las burguesías de nuestro
continente desde la década del 30. Lo primero es un hecho múltiple y enriquecedor; lo segundo es
una estrategia para «homogenizar» las sociedades americanas bajo el patrón occidental. «El concepto
de mestizaje, pese a su tradición y prestigio, es el que falsifica de manera más drástica la condición
de nuestra cultura y literatura. En efecto, lo que hace es ofrecer imágenes armónicas de lo que obvia-
mente es desgajado y beligerante, proponiendo figuraciones que en el fondo son pertinentes a quienes
conviene imaginar nuestras sociedades como tersos y nada conflictivos espacios de convivencia» (Cfr.
Antonio Cornejo Polar, «Mestizaje e hibridez: los riesgos de las metáforas. Apuntes», en Revista de
Crítica Literaria Latinoamericana, XXIV, 47, Primer Semestre de 1998, pp. 7-8; citado por Michael
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WÏBTFBEFNÈT"HVTUÓO$VFWB
j.JUPZWFSEBE
de la cultura mestiza», en Entre la ira y la esperanza, Quito, Ed. Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1967; y
«Ciencia de la literatura e ideología de clase en América Latina», en La Bufanda del Sol, N° 3-4, Quito,
s/f (probablemente 1972); y Bolívar Echeverría, Modernidad y blanquitud, México, Ed. Era, 2010.
29
une la gran virtud de los hombres de lucha, de todos los hombres simplemente:
el don de apasionarse»31. Y casi enseguida:
31 No una, muchas veces, reitera Carrión esta idea: «Yo nunca escribo desapasionadamente –es-
DSJCFFOPUSBQBSUFo4JUBMIJDJFSB
IBCSÓBQSFGFSJEPMBQSPGFTJØOEFOPUBSJP<y>En cambio, mi verdad,
es mi emoción<y>x$GSj1ÓP+BSBNJMMP"MWBSBEP
%PDUPSFO$JFODJBTEFMB1BUSJBx
FOSanta Gabriela
Mistral, edición ya citada, pp. 242 - 243; las cursivas son mías).
32 Muy poco antes, Salvador de Madariaga publicó un penetrante estudio en el que identifica
los ingleses, los franceses y los españoles con las fórmulas de fair play, le droit y el honor, con las cuales
representa la acción, el pensamiento y la pasión, entendidos como formas dominantes de la personali-
dad y la conducta de cada uno de esos pueblos. Cfr. Englishmen, Frenchmen, Spaniards, Oxford, 1928.
La tercera edición de esta obra, en español (Ingleses, franceses, españoles) fue publicada por Espasa Calpe
en Madrid, en 1932.
30
de la expresión de lo que podría considerarse una preferencia personal, elevada
a la condición de «psicología de los pueblos»33.
Por otra parte, esa distinción entre un mundo-en-proceso-de-hacerse y un
mundo-ya-hecho, parece mostrar una implícita idea de la historia como una
avenida de una sola vía, en la cual hay pueblos que ya han llegado a la meta
mientras otros apenas se encuentran comenzando: se trata, en realidad, de
una de las múltiples variantes que tiene la ideología del progreso, propia del
pensamiento liberal. Tengo la sospecha de que el mismo apasionamiento del
que Carrión ha hecho gala en reiteradas ocasiones, le impidió advertir los
supuestos implícitos en esta fácil y simplificada oposición; pero eso mismo
me lleva a pensar que en ella se expresa, más allá de su propio pensamiento,
la ideología de una época: anti-intelectualismo, determinismo, occidentalismo,
IJTQBOJTNP
QSFEPNJOJP EF MB DPODFQDJØO EF MB IJTUPSJB DPNP QSPHSFTPy
Ideología burguesa, en suma.
La segunda de las ideas que me parece importante destacar entre aquellas
que son expuestas por Carrión al margen del pensamiento de Mariátegui, es
la que identifica los conceptos de Occidente y cultura. En efecto, aludiendo a
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FMjDSFBEPSEFM+BQØONPEFSOPx
EJDFRVFTVNBZPSÏYJUPTFEFCF
BIBCFSFOWJBEPjDFOUFOBSFTEFIPNCSFDJUPTTJMFODJPTPTZTPOSJFOUFT<y>RVF
sin estorbar a nadie, se metían por todos los resquicios de la vida occidental
y le exprimían el jugo de todos sus secretos», hasta convertir al Japón en una
potencia de primer orden. Y agrega un párrafo que no es posible pasar por alto:
0 TFB RVF .BUTV)JUP OP QVEP FWJUBS MB BUSBDDJØO RVF ZB FKFSDÓB jMBx
DVMUVSB
DVZP QSPDFTP EF VOJWFSTBMJ[BDJØO FSB JODPOUFOJCMFy {4JHOJëDB FTUP
que «la» cultura es y tiene que ser exclusivamente la occidental? Sí, eso significa.
Si esto puede decir Carrión a propósito del Japón, cuya cultura milenaria no
ha desaparecido por la adopción de la ciencia y la tecnología de Occidente,
¿qué dice de nuestra América? Dice que:
33 Acerca de la «psicología de los pueblos», véase de Arturo Andrés Roig, el estudio introduc-
torio a Psicología y sociología del pueblo ecuatoriano, de Alfredo Espinosa Tamayo; Quito, Biblioteca
Básica del Pensamiento Ecuatoriano, vol. 2, 1979.
31
es preciso comprender que no es la teoría científica –explicada en pésimo
castellano (por profesores extranjeros, FT)– la que nos hace principalmen-
te falta: ella nos llegará, directa en su fuente misma, con el libro y la
revista. Lo que hace falta es que nuestros espíritus mozos, seleccionados,
aptos, vean, oigan, palpen la civilización. Que se acostumbren, que se
GBNJMJBSJDFODPOFMMBy Q
Y casi enseguida:
Pero hay una tercera idea que es preciso subrayar en esas páginas dedicadas
a Mariátegui, y es la oposición al «particularismo» indigenista y al socialismo
marxista del pensador peruano. Aunque admira el «efluvio de sinceridad» que
reconoce en Mariátegui (tal como suele reconocerse la sinceridad de quien
confiesa públicamente un «pecado» que avergüence), insinúa que fue una
«equivocación» que se haya alineado en el marxismo:
32
Él, sincero, no quiso hacerlo nunca. Siguió rectilíneamente la trayectoria
inflexible de su verdad. Y sus campañas, de orden intelectual, son
implacables (p. 264)35.
Pero más radical aun es la oposición que Carrión expresa en relación con el
indigenismo de Mariátegui. Desaprueba, para empezar, que el autor peruano
haya condenado la obra colonizadora de España, no por sí misma, sino por
comparación con otros procesos colonizadores, afirmando que «eso, si se
UJFOFFODVFOUBSB[POFTFMFNFOUBMFTEFDSÓUJDBIJTUØSJDB<y>FTIPOSBEBNFOUF
insostenible» (p. 265); pero agrega que «este no es el momento de oponer
una convicción a otra convicción, una pasión a otra» (Id.) y procede a
ejecutar lo que los abogados llaman (o llamaban) «acción de apeo y deslinde»:
Y aun más:
35 Las primeras cursivas son mías; la última, de Carrión. Al subrayar las palabras «su verdad»,
Carrión deja en claro que esa «verdad» no es la suya, lo cual le adscribe al relativismo, quizá sin que él
mismo se haya percatado de ello: solo en esa perspectiva es posible hablar de «verdades» individuales
o particulares, en lugar de hablar de opiniones. En cuanto a las palabras anteriores, al subrayarlas yo
he querido llamar la atención sobre el hecho de que, a pesar de haber sido escritas con la aparente
intención de enfatizar la sinceridad» de Mariátegui, expresan precisamente el tipo de «socialismo» que
Carrión prefiere y profesa: el que fue descrito en páginas atrás, como un «vago humanismo rebelde que
puede vincularse con la literatura francesa del XIX».
33
Y, para que no quede duda alguna, concluye:
&MSFDIB[PEFMBTJEFBTDFOUSBMFTEF.BSJÈUFHVJOPGVFFYDMVTJWPEF$BSSJØO)FSOÈO*CBSSB
FO
un estudio remarcable, ha hecho notar que tanto los socialistas como los comunistas tuvieron esa acti-
tud negativa ante el pensamiento del autor peruano, y no solo en el Ecuador, sino en todos los países
DVZPTQBSUJEPTFTUBCBOBëMJBEPTBMB$0.*/5&3/ $GS)FSOÈO*CBSSB
j-PTJEFBSJPTEFMBJ[RVJFSEB
comunista ecuatoriana», estudio introductorio al volumen El pensamiento de la izquierda comunista
(1928-1961), Colección de Pensamiento Político Ecuatoriano, Quito, Ministerio de Coordinación de
la Política, 2013, pp. 27-29).
34
su indigenismo, pero se deslumbra ante Vasconcelos por la vistosidad de
sus resultados inmediatos y la perspectiva de armonizar las diferencias. Para
ambos, sin embargo, abunda en elogios desmedidos, lo mismo que para todos
los demás, incluso para aquellos autores que el tiempo ha sepultado en el
olvido.
Su pensamiento, entonces, todavía no es suyo; es el pensamiento imperante
en el mundo de aquellos intelectuales congregados en París: latinidad, ante
todo, fincada en la defensa del español castizo que ignora soberanamente a
todas las demás lenguas habladas en la América morena; retórica de unidad
continental; denuncia del afán expansionista de los gringos; y sobre todo
eso, o como conclusión y consecuencia, proclamación triunfal del mestizaje,
que en Vasconcelos llega a la alocada fantasía de «la raza cósmica», que está
evidentemente inscrita en la ideología del racismo.
Tal proclamación del mestizaje no es, sin embargo, un reconocimien-
to de la presencia viva de las culturas nativas en medio del hispanismo
dominante: es más bien un afán subrepticio de «blanquear» a la América
morena, haciendo del español puro y bien hablado el idioma propio de esa
raza universal. De ahí que entre la defensa de la latinidad y la proclamación
del mestizaje no hay contradicción, como debería haberla en principio, habida
cuenta del valor que en esos tiempos se daba a esos conceptos. Al contrario:
el mestizaje viene a continuar, prolongar y consolidar la supuesta latinidad.
Pero ese mismo año, mientras Carrión hacía estas afirmaciones en Europa,
en Guayaquil estallaba otra revolución, más vigorosa quizá que aquellas
que recurrían a las armas: era una revolución de papel; una revolución que
se atrevía al fin a desafiar la ideología profunda en la cual estaba sustentada
la vacilante sociedad ecuatoriana. Sus protagonistas, curiosamente, no eran
hombres avezados en el oficio de la lucha, ni siquiera en la de ideas; eran unos
mozalbetes audaces que se habían atrevido a publicar un libro cuyo título,
«lo mismo podía servir para un tomo de poesías románticas como para un
volumen de canciones saudadosas: Los que se vanyx37.
37 Cfr. Benjamín Carrión, El nuevo relato ecuatoriano (1951), Quito, Editorial Casa de la Cultu-
ra Ecuatoriana, 2a. edición, 1958; p. 86. Las siguientes citas de este libro están tomadas de la misma
edición y se señalarán dentro del texto, con el número de la página correspondiente entre paréntesis.
35
Veinte años después, Benjamín Carrión recordó que se encontraba él «en
ese París maternal y confiado de entre-deux-guerres al que, optimistamente, se
llamaba el París de la post-guerra» y agrega que los escritores hispanoameri-
canos que allí vivían comentaban las novedades literarias de sus respectivos
países mientras él no encontraba nada nuevo que comunicar del Ecuador:
)BTUBRVFVOEÓBEFMFMMFHØEFTEF(VBZBRVJM
36
escritas poco antes sobre «esos nacionalismos», y «esos patriotismos miopes»
que pretenden «afirmar una personalidad nacional diversificándola» y solo
consiguen «aumentar el humano dolor, el castigo divino implacable de la
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EFQSPOUPNVFTUSFOVOFOUVTJBTNPTJOMÓNJUFTGSFOUF
a una literatura .que deliberadamente rompía las normas del académico «bien
decir» para incorporar al mundo de la letra impresa las hablas populares, la
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FMjHSPTFSPxWPDBCVMBSJPRVFIJSJØUBOUPTPÓEPTy
Y sin embargo, es cierto, pero lo es con bemoles. Me parece un hecho
evidente que el libro con el que aquellos mozalbetes de Guayaquil rompieron
con una larga y timorata tradición, fue un libro cuyas consecuencias todavía
hoy no han sido completamente exploradas: una de ellas es la de haber
propiciado dos «conversiones» de importancia capital: una fue la de José de la
Cuadra, que a partir de 1931 produjo una literatura enteramente distinta de
la que escribió en los diez años anteriores38; otra, la de Benjamín Carrión, que
a partir de 1934 ofrece también ciertas muestras de un cambio de orientación,
sin que eso signifique una modificación sustancial en la visión general sobre
los temas tratados en sus libros anteriores. Quizá ésta sea otra razón para
entender por qué Carrión llegó a ser la mejor expresión de su siglo: como
él, todos hemos sido después admiradores y propagadores de la literatura de
los 30 y hemos encontrado muchos motivos para valorar la destrucción del
lenguaje señorial como medio de afirmar una personalidad social e histórica,
al tiempo que se desarticula la ideología del dominador. Pero también como
Carrión, todos hemos seguido cuidándonos de «caer» en el lenguaje «bárbaro»,
«soez», «impuro» que es propio del pueblo: una vez más, todos nosotros hemos
experimentado ese «cortocircuito» del que hablaba Moreano entre ideología
y actitud39.
38 Cfr. Fernando Tinajero, «Un hombre, una época, un libro», en Re/incidencias N° 3, cit. supra.
39 Me limito a señalar la contradicción: desmontarla y descubrir sus razones (porque las hay, y
son serias) no es tarea que corresponda a estas páginas.
40 Ayora renunció en 1931, y puso fin al período juliano. Precisamente en ese año, Carrión
regresó a América, pero no propiamente al Ecuador: luego de un breve paso por su propia tierra, fue
a Lima para cumplir su segunda misión diplomática en calidad de Primer Secretario de la Legación
Ecuatoriana. Su regreso a Quito ocurrió ya en 1932.
37
presidentes constitucionales; uno por un presidente constitucional interino;
nueve por encargados del poder, y dos por dictadores que tomaron el título de
jefes supremos. Más todavía, tan reiteradas convulsiones políticas comenzaron
con una guerra civil, no por breve menos sangrienta (1932), y terminaron con
una desigual guerra internacional, si así puede llamarse (1941), cuyo colofón
fue una vergonzosa derrota diplomática (1942) que había de pesar por más de
cincuenta años sobre la conciencia de los ecuatorianos.
A pesar de su propia elocuencia, estos datos ocultan el trasfondo de la
misma crisis que revelan. Una crisis que parece no tener parangón en nuestra
historia (acaso con la única excepción del desgarramiento de 1859), y es en
última instancia el efecto de la acumulación de frustraciones contrapuestas
en una sociedad cuyos procesos nunca habían seguido un cauce parejo al del
Estado, aunque la vida del Estado haya sido el único escenario para la expresión
de sus contradicciones. Con una oligarquía que se sentía maltratada por la
política juliana y la crisis externa; un gamonalismo parcialmente recuperado
por la protección que le brindó esa misma política; una clase media arribista
que no estaba dispuesta a perder lo que recientemente había conseguido, y una
numerosa legión de campesinos, artesanos y obreros que habían permanecido
en su constante abandono, la sociedad ecuatoriana carecía de una fuerza capaz
de recomponer el orden del Estado. La renuncia de Ayora, por lo mismo, no
fue sino la señal para que todos los sectores, excepto el último, empezaran
a disputarse a dentelladas una improbable hegemonía que permitiera al
triunfador garantizar sus propios intereses, bien que presentándolos como el
interés general.
Desde luego, los más aventajados fueron esos mismos terratenientes
serranos que habían sido formalmente derrotados en 1895. Aliados de sus
propios adversarios durante el período plutocrático, y luego protegidos por
el reformismo pequeño-burgués de 1925, en menos de cuarenta años se
habían convertido en la fuerza social con mayor peso relativo dentro de un
Estado vacilante, pero no lo tenían tanto como les hacía falta para reconstruir
por sí mismos la perdida hegemonía. De ahí que, al quedar solitarios por el
desprestigio de los unos y el debilitamiento de los otros, hubieron de acogerse
nuevamente al amparo de la Iglesia para emprender la constitución de una
fuerza que pudiera hacer frente a las recién nacidas tendencias socialistas que,
una vez más, pero en nombre de principios diferentes, habían proclamado
la abolición de los privilegios. Así nació la Compactación Obrera Nacional41
cuyo solo membrete pone en evidencia el afán de sustraer a los trabajadores
41 No hay que hilar muy fino para descubrir en ese nombre las afinidades con los nacionalismos
que simultáneamente estaban afianzándose en Europa. Poco después, los sublevados de Franco serían
identificados como «los nacionales».
38
de toda influencia de las izquierdas, así como la decisión de contar con
un instrumento político ofensivo como la mejor arma para defender sus
envejecidos intereses: el miedo, como es bien sabido, es consejero de la
temeridad.
Nadie ignora lo que fue aquella Compactación: su breve y trágica aventura
detrás del señor Bonifaz dejó como saldo un reguero de sangre que los años
se encargaron de limpiar, y un populismo alucinado que habría de dejar una
honda huella en nuestra historia reciente. Una y otro –sangre y populismo–,
a pesar de servir al interés de los terratenientes conservadores, tuvieron como
alimento a las gentes de más modesta situación social –es decir, a los campesinos
sin tierra y a los artesanos de la ciudad, así como a un cierto número de
soldados que formaron esa ilusa tropa que se sublevó el 26 de agosto de 1932.
En otras palabras, tanto los muertos de los Cuatro Días como los electores
que más tarde habían de ser identificados como la chusma velasquista, fueron
descendientes de aquel pueblo que en otro tiempo fue pasto de la voracidad
de los encomenderos: el dominado, aun cuando sabe que lo es, no puede
reconocerse a sí mismo sino en el pensamiento del dominador. Por eso no
es casual que la alta oficialidad del ejército (que provenía casi siempre de los
sectores elevados) se haya negado a secundar la aventura de sus subordinados.
La historia, sin embargo, nunca se escribe en blanco y negro. Dramáticamen-
te opuestos entre sí durante esa guerra demencial que se abatió sobre Quito en
el lluvioso verano del 32, la clase media y el incipiente proletariado (artesanado,
más bien) se encontraron muy pronto del mismo lado, cerrando filas detrás de
la arrebatada oratoria del doctor Velasco Ibarra, sin saber que ella no era sino
el disfraz de los mismos terratenientes que fueron derrotados en los Cuatro
Días: por segunda ocasión, la vieja clase señorial dio pruebas de su proteica
resistencia a todas las adversidades, tal como ya lo había hecho al retornar
después de la derrota de 1895. Nadie pudo advertir entonces, sin embargo,
que esa resistencia había de ser uno de los mayores obstáculos, no solamente
para el desarrollo económico de la sociedad ecuatoriana, sino incluso para la
definición de sí misma. Los procesos de consolidación del Estado nacional,
en efecto, requerían perentoriamente la presencia de una burguesía moderna,
pero tropezaban una y otra vez con la tozuda persistencia de una clase
anquilosada que, pese a sus esfuerzos por derivar hacia la industria, se mostraba
ya incapaz de dirigir la sociedad aunque seguía siendo suficientemente dura
para no doblegarse por sus reiteradas derrotas. Si la incipiente burguesía de la
Costa, había envejecido antes de llegar a su propia adolescencia, como dice
Moreano, la «aristocracia» terrateniente de la Sierra se sobrevivía a sí misma en
una decrepitud con ínfulas de adolescencia. Vieja y nueva al mismo tiempo, la
sociedad ecuatoriana daba vueltas sobre sus propios ejes, restaurando lo que se
39
proponía cambiar, retornando cuando pretendía avanzar, demoliendo lo que
proyectaba construir.
Terminada la guerra con un armisticio gestionado por el Cuerpo
Diplomático, y producidas las renuncias de Baquerizo Moreno y Carlos Freile
Larrea, el poder pasó a manos del doctor Alberto Guerrero Martínez, quien
había desempeñado la presidencia de la Cámara del Senado. Y fue Guerrero
Martínez, en su breve interinazgo (setiembre a diciembre de 1932), quien
nombró a Carrión para que fuera su Ministro de Educación: como era
habitual en esos tiempos, la administración del Estado solía repartirse entre los
intelectuales y los generales. Estos últimos conservan una posición de influencia,
aunque notablemente mermada; los primeros la hemos perdido por completo.
En diciembre del 32 asumió el poder el señor Juan de Dios Martínez Mera,
quien había triunfado en las elecciones realizadas en octubre de aquel año. Dos
meses después, designó al joven ex ministro para desempeñar la Embajada
del Ecuador en México. Según dijo el propio Carrión en una carta pública,
mientras él descansaba unos pocos días en el campo, el Comité Ejecutivo de
Pichincha del Partido Socialista, del cual era ya su Secretario General, había
decidido iniciar contra él un proceso de expulsión por haber aceptado esa
Embajada. El motivo, que sin duda era político, se disfrazaba sin embargo
bajo la apariencia de una violación del reglamento42. Este oscuro episodio,
40
que casi siempre ha sido prudentemente silenciado, significó para Carrión
un alejamiento temporal de la militancia activa en las filas socialistas. Ni sus
detractores han vuelto a invocarlo contra él, sin duda porque no encontraron
suficiente solidez en las acusaciones hechas a Carrión para expulsarlo del Partido,
ni sus defensores han vuelto a un tema que sin duda consideraron superado.
El cuarto libro de Carrión, presentado como una biografía del último Inca43,
apareció en México en 1934 –el mismo año, justamente, en que el Huasipungo
de Icaza fue publicado por Losada en Buenos Aires, después de haber obtenido
el primer premio en un concurso promovido por la Revista Americana.
Aquel año, por lo tanto, podría muy bien considerarse como el gran año del
indigenismo ecuatoriano44.
Pero Atahuallpa es en realidad un libro político: exaltación de un pueblo
indio idealizado bajo la figura de un Atahualpa convencional, enfrentado en
igualdad de condiciones a un Pizarro sorprendente. No se trata, en realidad,
de ningún anti-hispanismo: sagazmente, Carrión establece las necesarias
diferencias entre la gran cultura hispánica (incluyendo su religión, considerada
desde la primera página como «un mensaje de humanidad integral»45) y sus
peores representantes, los conquistadores, incluyendo al clérigo Vicente
Valverde –el que pretendió evangelizar al Inca prisionero y echó sus bendiciones
sobre las trampas legales que se cometieron para asesinarlo. Si se piensa que
desde las páginas dedicadas a Mariátegui han pasado solamente cuatro años,
se puede tener una idea del alcance y los límites del cambio que ha sufrido su
43 En el Perú se habla también de los Incas de Vilcabamba, que fueron formalmente consagrados
en el trono del declinante incario después de la muerte de Atahualpa. Sin embargo, hay que admitir
que tales Incas no gobernaron efectivamente la tierra de sus mayores, porque ya los conquistadores
habían establecido su dominio. El último Inca de Vilcabamba fue Túpac Amaru.
44 La idealización del indio ya aparece en Alonso de Ercilla y en Garcilazo de la Vega, pero cobra
alguna significación mayor en el XIX: Cumandá, de Juan León Mera; Guatimozín, de Gertrudis Gó-
mez de Avellaneda; Anaida, de José Ramón Yépez; Henriquillo, de Manuel de Jesús Galván, e incluso
el poema Tabaré, de Zorrilla San Martín –son obras que configuran un primitivo indianismo (Cfr.
Jacques Joset, La litérature hispanoaméricaine, Paris, 1997). Pero el indigenismo propiamente dicho
apareció en Aves sin nido (1889), de la peruana Clorinda Matto de Turner, y siguió en Raza de bronce
(1919), del boliviano Alcides Arguedas, La vorágine (1924), del colombiano José Eustasio Rivera,
Don Segundo Sombra (1926), del argentino Ricardo Güiraldes, etc. En el Ecuador, la obra pionera del
indigenismo no es una novela sino un ensayo sociológico: El indio ecuatoriano (1922), de Pío Jaramillo
Alvarado.
45 Cfr. Benjamín Carrión, Atahuallpa, tercera edición, Quito, Editorial Casa de la Cultura Ecua-
toriana, 1956.
41
autor: entre aquellas páginas y las de este nuevo libro, dos acontecimientos
decisivos han sido la lectura de Los que se vany Z FM EFTDVCSJNJFOUP EF MB
fuerza de la cultura indígena mexicana. Pienso que fueron esos hechos los que
llevaron a Carrión a modificar parcialmente sus primeros criterios.
Claro que Carrión no llega a suscribir las tesis indigenistas de Mariátegui:
la exaltación del pueblo indio que se desprende de Atahuallpa está más bien
encaminada a fortalecer la ideología del mestizaje. No presenta una historia
que tenga como sujeto único a Atahualpa y los suyos: al abordar la sustitución
del sujeto que caracteriza a nuestra historia (y que nunca ha sido suficiente-
mente examinada) parece aceptarla sin intentar siquiera ningún esfuerzo
por problematizarla. En rigor, para él no es un problema: nuestra historia
comienza teniendo como sujeto a los nativos, pero a partir de 1492 cambia de
perspectiva; el sujeto es ahora el conquistador, cuyo punto de vista adoptamos
sin llegar a advertirlo, y los nativos pasan a ser antagonistas, en el mejor de los
casos, cuando no nos hacen verlos simplemente como objetos sobre los cuales
recae la acción de los conquistadores. Después seguiremos con los criollos
y sus descendientes, los mestizos, hasta llegar a nuestros días, y solamente
al comenzar el siglo XX volveremos a pensar en quienes antes fueron los
señores. Libros como El indio ecuatoriano, de Pío Jaramillo Alvarado o como
Huasipungo, de Jorge Icaza, nos tocarán el hombro para volver la mirada hacia
esos pueblos olvidados, maltratados y humillados. No lograrán, sin embargo,
devolverles su papel de protagonistas de una historia que sigue siendo ajena
para ellos.
Pese a las autorizadas opiniones que han consagrado este libro, desde mi
punto de vista no puede ser considerado como la mejor obra de Carrión:
siguiendo de cerca las clásicas obras de investigación histórica sobre estos
temas, narra muy libremente los últimos tiempos del incario y los comienzos
de la conquista, pero lo hace bajo la muy noble forma del ensayo: no solo que
omite sus fuentes, sino que su libertad para interpretar (que a veces llega a la
arbitrariedad), le permite prescindir de los rigores de la prueba. Los hechos
históricos aparecen así, por momentos, casi como hechos novelescos, pero
mantienen siempre los referentes ideológicos ya conocidos: hispanofilia y
mestizaje.
Pero acaso el elemento fundamental de este libro es precisamente aquel
que se mantiene casi invisible para el lector desprevenido: la ideología, que
se va filtrando poco a poco entre las líneas, para contraponer en términos de
igualdad (bajo la imagen de las dos figuras principales, Atahualpa y Pizarro), la
imagen de dos pueblos que se enfrentan, se admiran mutuamente, se rechazan
y se buscan. Una ideología que queda perfectamente sintetizada en el párrafo
final, donde se equiparan las figuras máximas que en nuestra tierra representan
42
eso que los españoles llaman ahora «el encuentro de dos mundos». Encuentro
desigual, por supuesto, que es sin embargo presentado como la equivalencia
de dos oponentes no antagónicos:
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se expresan indeclinablemente en español– afirman su anhelo de vivir
en justicia y en igualdad sociales. Desde el México eterno de Zapata,
pasando por el Perú de Mariátegui, hasta el sur fecundo de afirmación
y anhelos. Atahuallpa no dice en estas páginas su odio hacia Pizarro.
Cuatro siglos ya. Atahuallpa y Pizarro esperan –y harán llegar– la hora de
la tierra y de la justicia (p. 225).
Magister dixit 7BMF MB QFOB SFQSPEVDJS FM DPNFOUBSJP EF )BOEFMTNBO
sobre ese pasaje:
$GS)BOEFMTNBO MPDDJU
43
con pretensión de serlo, que procuraban consolidar los Estados nacionales
«democráticos» –es decir, liberales, excluyentes, fundados en el predominio
del capital; a partir de ese momento, repartiendo su tiempo entre la militancia
socialista y el quehacer literario, y contando ya con un respetable prestigio
internacional que incluía numerosas y selectas relaciones personales, fue
descubriendo los cauces por los cuales habría de llegar a formular, en el
tiempo preciso para hacerlo, ese «dogma nacional» del que hablaba Ortega,
ese «sugestivo proyecto de vida en común» que habría de convertirlo en el
portavoz de la ideología dominante –y no olvidemos que en cualquier sociedad,
la ideología dominante es aquella que pertenece a la clase dominante.
Pero veamos algunos datos que jalonan ese proceso de transformación. En
diciembre de 1934, cuando ya Velasco Ibarra era presidente por primera vez47,
Carrión terminó su misión en México y regresó al Ecuador, a su quehacer
intelectual y político; pero dos años después fue víctima de la política represiva
del dictador Federico Páez y partió al destierro en Colombia junto a Gonzalo
Escudero. Un año más tarde, bajo el gobierno del General Enríquez, publicó
en Chile su Índice de la poesía ecuatoriana contemporánea, editada por Ercilla,
y en 1938 fue nombrado Ministro Plenipotenciario en Bogotá. En el 39
terminó su misión y volvió a sus actividades en Quito, y poco después empezó
a publicar en un diario quiteño, probablemente El Día48sus primeros artículos
de la serie que tituló Cartas al Ecuador. Desde mi punto de vista personal,
estas Cartas son la más importante de las obras escritas por Carrión, siempre
que no se las vea como expresiones literarias; y lo son porque en realidad son
textos políticos y constituyen la más acabada expresión de la ideología de la
cultura nacional –antecedente y condición para la existencia de una de las
entidades públicas de mayor influencia en la conducción de la política cultural
del Estado49.
47 La primera presidencia del doctor Velasco Ibarra comenzó el 1 de setiembre de 1934 y termi-
nó el 12 de octubre de 1935.
48 Ni en la primera edición de las Cartas como libro (1943), ni en ninguna de las bibliografías
del autor, aparece el registro del periódico en que aparecieron algunas. Tampoco ha sido posible en-
contrarlas en las hemerotecas. Raúl Serrano afirma que ese periódico fue El Día (Cfr. «Cronología de
Benjamín Carrión», anexo a «Benjamín Carrión. Metáforas de la memoria», estudio introductorio al
volumen Plan del Ecuador, cit. supra.
49 En general, suele mirarse la política cultural (y la cultura en general) como un ingrediente
complementario de la vida del Estado. Y no lo es. Tanto si lleva el sello de la ideología dominante como
si lo cuestiona, la política cultural del Estado es la que organiza las condiciones para el funcionamiento
de cualquier sistema económico y social. Quizá allí se hayan encontrado los tropiezos de aquellos
proyectos políticos que se esforzaron honradamente en poner en marcha un conjunto de mecanismos
económicos y sociales considerándolos la clave de la superación de la desigualdad y la exclusión, pero
olvidaron la única condición que las hace posibles: una política cultural coherente, que olvide los
mecenazgos y apunte al corazón de las relaciones humanas.
44
V. LA IDEOLOGÍA DE LA «CULTURA NACIONAL»
50 Véase, por ejemplo, Juan León Mera, Ojeada histórico-crítica sobre la poesía ecuatoriana, Quito,
Imprenta de J. Pablo Sanz, 1868.
51 Enrique Ayala Mora y sus colaboradores han propuesto una nueva periodización de la his-
UPSJBFDVBUPSJBOBRVFBCBOEPOBMBSFGFSFODJBBMPTDBVEJMMPT 'MPSFT
(BSDÓB.PSFOP
&MPZ"MGBSPy
para privilegiar los «proyectos nacionales» que han caracterizado cada época. (Cfr. Enrique Ayala Mora
et al., Manual de Historia del Ecuador, Quito, Universidad Andina/Corporación Editora Nacional,
2008). Lo que aquí llamo «ideología de la cultura nacional» es, por tanto, el sustento ideológico del
llamado «proyecto de la nación mestiza», cuya vigencia se ha situado entre 1895 y 1964. Véase tam-
bién, sobre este punto, Catherine Walsh, Interculturalidad, Estado, sociedad. Luchas (de)coloniales de
nuestra época, cit. supra..
52 La multiformidad o diversidad cultural de la sociedad ecuatoriana es un hecho objetivo;
algunos, sin embargo, lo han magnificado de tal modo que han llegado a creer que en ello reside la
originalidad absoluta de nuestra estructura social y cultural. En realidad, se trata de un carácter que
se encuentra presente en todas las sociedades del mundo, ninguna de las cuales puede preciarse de
ser pura. Piénsese, por ejemplo, en las diferencias entre bretones y alsacianos, por ejemplo; o las que
existen entre vascos, valencianos y catalanes, o las que aparecen entre bávaros, renanos, pomeranios
y prusianos, o las innumerables familias étnicas y lingüísticas de la sociedad china, y olvídese de una
vez la pretensión de originalidad por la diversidad. Y si se quiere el ejemplo de la mayor diversidad del
mundo, obviamente no es la ecuatoriana: hay que recordar todos los ingredientes que han concurrido
en la formación de la sociedad estadounidense y concluir que, frente a semejante diversidad, la nuestra
está muy lejos de la máxima complejidad.
45
genérico de «incas», y convertía a la sociedad contemporánea en su heredera
directa e incontaminada, pero proclamaba al mismo tiempo la excelencia del
barroco colonial, del romanticismo libertario y del laicismo liberal; promovía
la reivindicación de los valores de la «raza vencida», pero alentaba la tarea de
«llevar la cultura al pueblo», dándole a veces la figura de una santa cruzada para
«culturizar al indio»53; en sus casos extremos, anunciaba a los cuatro vientos
el ideal del mestizaje, pero profesaba un hispanismo fervoroso que implicaba
la negación del ingrediente endógeno en «nuestra cultura mestiza»; hacía de
los valores culturales supuestamente homogéneos la raíz inequívoca de una
«vocación nacional por la libertad», pero solía confundirlos con las tradiciones
locales que a veces daban fundamento a la reivindicación del derecho de ciertas
regiones a una autonomía frente al poder radicado en la capital. Cumplía,
por lo tanto, la función de toda ideología: justificaba un orden económico
y social, prestaba los fundamentos para legitimar un orden político o para
transformarlo, creaba un referente «moral» para la conducta cívica: en una
palabra, buscaba dar consistencia histórica a un Estado Nacional apoyado en
el imaginario de una pretendida identidad.
Desarrollada lentamente desde las primeras décadas del XX, esta ideología
se expresó en la vertiente arielista del modernismo; fue institucionalizada en
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FO MB "DBEFNJB /BDJPOBM EF )JTUPSJB Z NÈT
tarde en el Grupo América; encontró un cauce contradictorio en la literatura
y la plástica del realismo social y estableció un maridaje presuntamente
«natural» con las tendencias socialistas, sin que ello impidiera las versiones
que alentaban en notables manifestaciones del pensamiento conservador, e
incluso en el eclesiástico: léase a Remigio Crespo Toral, por ejemplo; léanse los
textos políticos o patrióticos del señor González Suárez, léanse los documentos
y cartas pastorales del señor De la Torre, y encuéntrese el aliento del mismo
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Pero llegó aquel trágico julio de 1941: después de haber servido para
sobrellevar la crisis de los años 20 y 30 y el áspero desfile de efímeros gobiernos,
la derrota militar y su inevitable colofón diplomático del 42 fueron entonces
el peor golpe que podía haber sufrido la conciencia «nacional» engendrada
53 El propio Carrión incurre en esa idea: «Quien esto escribe está, como pocos ecuatorianos,
convencido de la utilidad de las misiones CON SACERDOTES NACIONALES para la colonización
de territorios de montaña, de regiones nuevas de difícil acceso. El ejemplo de los grandes colonizado-
res de Mainas, capitán don Diego de Vaca y Vega y sus hijos, es la inicial definitiva de estas hazañas
heroicas, con la ayuda de misioneros. Ellos sirven para introducir algunos elementos de civilización,
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Moreno, el santo del patíbulo
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Q
46
por esa ideología: en los atónitos oídos de los ecuatorianos debió haber sonado
como la peor humillación el condescendiente consejo que el Canciller Arana
le dijo en voz baja al doctor Tobar Donoso al terminar la triste ceremonia de la
firma del Protocolo de Río: «vaya, persuada a sus conciudadanos de que deben
empezar por construir un país».
¿Construir un país? ¿Qué era entonces lo que habían tenido los
ecuatorianos hasta ese aciago día? ¿No era un país? ¿No era la Patria de las
gestas gloriosas del pasado, la Nación que atravesaba las aguas turbulentas
de la historia como un barco de sólida factura? Sí, se había creído que lo era;
pero la Patria al menos, si no la Nación, se había perdido en esos doscientos
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mutilado. Así aparecía la «obligación suprema» enunciada por Carrión: volver
a tener Patria. Tomándola de Joaquín Costa, quien la había proclamado en
España después de la derrota del 98, Benjamín Carrión tuvo el acierto de lanzar
esa consigna en el momento preciso, y pudo convertirla en la síntesis perfecta
de la ideología que, sin ser entonces ninguna novedad, encontró la ocasión de
alcanzar su apogeo precisamente en la hora más amarga: la consigna lanzada
por Carrión en sus Cartas se orientaba a elevar el «espíritu nacional» para
compensar la vergüenza con el orgullo de una «gran cultura»: la derrota militar
y diplomática había desembocado en una ficción de potencial fecundidad54.
En la Undécima de sus Cartas al Ecuador, Carrión escribió entonces
un párrafo que bien puede ser considerado como una de las más certeras
expresiones de la naturaleza y función que debía cumplir la ideología de la
cultura nacional:
Nunca como hoy, en que la Patria derrotada está sufriendo las
consecuencias de la desorientación de su vida a causa de errores de propios
y extraños, pasados y presentes; nunca como hoy el tiempo más propicio
para hacer una especie de «examen de conciencia nacional» que, seguido
de un serio «propósito de enmienda», nos pueda llevar a la formulación
de un acto de fe, de un acto de esperanza, de un acto de amor hacia la
Patria55.
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mente teórica, y no pude evitar el señalamiento de su absoluta inconsistencia: la contradicción entre la
debilidad estructural de la sociedad ecuatoriana y la promesa de una «gran Patria de cultura» se hacía
evidente y retrotraía ese pensamiento al siglo XIX. Mi error fue entonces no haber puesto ese error
teórico en perspectiva política: nadie puede negar que se trató de un error fecundo, que logró movilizar
a los sectores medios de la sociedad ecuatoriana.
55 Cfr. Benjamín Carrión, Cartas al Ecuador, Quito, Imprenta Gutemberg, s/f (solo al final del
texto aparecen tres años, 1941, 1942, 1943, correspondientes a las fechas de aparición de las Cartas «en
un diario» (p. VII). Esta cita en la pág. 79.
47
El uso de un lenguaje religioso («examen de conciencia», «propósito
de enmienda», «acto de fe» y demás) no es casual: solo revela que el autor,
coincidiendo con sus propias creencias, tiene conciencia de estar dirigiéndose
a una sociedad no solo familiarizada con ese lenguaje, sino incluso dominada
por él; revela además la naturaleza irracional de la ideología, sustentada en
una adhesión emocional a un conjunto de valores etéreos que se imponen por
encima de toda racionalidad y configuran una «mística nacional» en la cual va
envuelta la necesidad de compensar la experiencia real con la proclamación de
una utopía –esa que aparece ya expresamente diseñada en la Decimoséptima
Carta:
Inmensa es, para los destinos de un pueblo, para sus posibilidades futuras,
MBEJTNJOVDJØOUFSSJUPSJBM<>
Pero más grande aun, es la disminución moral, la disminución de
ánimo, la mengua del prestigio. Y contra esas disminuciones sí podemos
reaccionar, hombres del Ecuador, derrotados en una guerra sin pelea. Si ha
sido entregada nuestra tierra, que no nos sea también arrebatada nuestra
WPMVOUBE EF WJWJS
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Patria, una «pequeña gran Patria», con el material humano que tenemos.
Que es el mismo con que edificó Atahuallpa el más grande imperio de
estas latitudes. El mismo que ha producido a Espejo y los héroes de
agosto. El mismo con que construyó una clara democracia Rocafuerte;
y una oscura, pero poderosa fuerza moral y material, García Moreno. El
mismo material humano que ha sido capaz de florecer en Montalvo, en
Alfaro y en González Suárez.
Y sobre todo, el mismo material humano capaz de los tejidos de Otavalo,
de las miniaturas en corozo de Riobamba, de los sombreros de toquilla
de Manabí y de Cuenca.
El mismo material humano capaz de las tallas maravillosas en piedra y en
madera de los templos quiteños; de los imagineros populares que, desde
el indio Caspicara han inundado de maternidades y nacimientos a medio
continente. De los pintores ascéticos y realistas de la escuela quiteña. De
los alfombreros sin igual de Guano y de Los Chillos (pp. 146-147)56.
56 Es curioso que en la Primera de sus Cartas, el propio Carrión ridiculizó ese constante recurso
del patriotismo a la enumeración elogiosa de los «grandes»: «...estamos padeciendo –escribió– mucho
de esa dispepsia, conocida con el nombre de escorbuto, por haber comido y seguir comiendo de gula
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BHSFHØ NÈT
adelante: «En lo cultural, hemos llegado a la perfección. Todos los días, como una hermosa oración
mañanera, debemos recitar: somos la Patria de Espejo, de Olmedo, de Montalvo, de González Suárez.
Desde hace poco, somos también la Patria de Crespo Toral. Lo demás no importa. No hay que ser
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Q
48
¿Cuál es ese proteico «material humano» que Carrión invocaba? El
mestizo. Ese mestizo que ha reunido en su sangre todas las sangres y todas
las culturas, haciendo con ellas una síntesis excelsa: la cultura nacional. Esa
misma cultura que habría de ser desde ese momento exaltada en la oratoria
de los políticos y en el discurso de la literatura, y que habría de encontrar su
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se sabían derrotados!
57 Desde luego, quienes nunca tuvieron asiento en la Casa fueron los indígenas, porque el lugar
que les tocaba fue ocupado por los indigenistas: sin ellos, ciertamente habría flaqueado la ideología del
mestizaje, antecedente necesario de la ideología de la cultura nacional.
58 Perdurable, se entiende, en la medida en que podía serlo la ideología que se encarnó en ella.
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pluriculturalidad, la Casa ha perdido su sustento ideológico: su porvenir, a mi juicio, no depende por
ello en forma exclusiva de la competencia de quienes la dirigen y de las rentas que están a su disposi-
ción, sino de su propia creatividad: lo que se espera de ella es la producción de una nueva ideología que
sea acorde con nuestro tiempo y permita movilizar a la sociedad ecuatoriana en su conjunto.
49
Fue entonces cuando el Ecuador conoció, por primera vez en su historia,
la aplicación sistemática y coherente de una política cultural. Sus principios,
nunca formulados expresamente, se desprendían del decreto de fundación de
la Casa de la Cultura59 y se reducían a la aceptación de las obligaciones que
al Estado le corresponden frente a la cultura y al reconocimiento simultáneo
de su falta de competencia para intervenir por sí mismo en la dirección de los
quehaceres culturales –lo cual implica el reconocimiento de la autonomía de la
cultura frente al Estado, aunque la ley no la haya otorgado a la entidad llamada a
administrarla60. En cuanto a sus objetivos reales, al margen de los muy retóricos
que aparecen en el decreto, fueron los que se desprenden de los postulados
ideológicos desarrollados en las décadas anteriores y que encontraron una
certera formulación en las Cartas de Carrión: levantar el espíritu «nacional»
deprimido por la derrota, exaltar los valores de la Patria, estimular la creación
artística e intelectual. Sus estrategias, indudablemente fueron las que Carrión
admiró casi veinte años antes en la obra del Secretario de Educación José
Vasconcelos: dieron prioridad a una gigantesca tarea editorial, sin descuidar
la realización de frecuentes exposiciones de artes plásticas; el primer esfuerzo
institucional para dignificar la producción del llamado «arte popular» y la
artesanía; la construcción de nuevos escenarios para la práctica de recitales
de poesía, representaciones teatrales y conferencias; la invitación a notables
científicos, escritores y artistas extranjeros, así como la ayuda para aquellos
artistas ecuatorianos que por su talento podían dar a conocer al Ecuador en
otras latitudes; la creación de grupos orquestales con el concurso del maestro
9BODØ Z EFM GBNPTP DPSP RVF EJSJHJØ FM NBFTUSP 0TDBS 7BSHBT 3PNFSPy
En suma, un decidido apoyo y fomento de todas las expresiones de lo que
podríamos llamar «la cultura letrada» –única forma de cultura reconocida
entonces.
En un tiempo relativamente breve, la Casa se extendió además a una gran
parte del territorio ecuatoriano (y terminaría más adelante por extenderse hasta
59 Véase en los Anexos de este mismo libro el Decreto No. 707, de 9 de agosto de 1944, que fue
publicado en el Registro Oficial No. 71, de 25 de agosto de 1944.
60 El decreto de creación de la Casa estableció que el Ministro de Educación sería miembro nato
de la entidad, y que al concurrir a sus sesiones las presidiría; y dispuso además que dicho secretario
de Estado tuviera la competencia para aprobar los planes, programas, informes y presupuestos. Sin
embargo, concedió simultáneamente amplias facultades al presidente de la Casa, en el entendido de
que se las concedía a Benjamín Carrión, cuya autoridad intelectual y moral estaba ya por encima de
toda discusión. Así, la Casa gozó en la práctica de una real autonomía, sustentada en la personalidad
de su fundador y no en la Ley.
50
todas las provincias) mediante la creación de núcleos que, como extensiones
de la matriz, procuraban beneficiar a la población urbana que no alcanzaba
a disfrutar de los beneficios de la capital61. En cuanto a la población rural,
casi enteramente indígena, ya vendrían, a su tiempo, las acciones destinadas a
«incorporar al indio a la cultura»62.
No cabe duda de la eficacia que tuvo la ideología de la cultura nacional
hace ya más de sesenta años: sin ninguna vacilación puedo afirmar que la Casa
de la Cultura nunca fue más fecunda que entre la segunda mitad de la década
de los 40 y la primera mitad de la siguiente. Su inmensa producción, que
hoy frecuentemente se olvida, no se debió propiamente a la abundancia de
sus rentas (que fueron muy inferiores a las que más tarde le fueron asignadas)
sino a la asimilación social de una ideología que, si no movilizaba a toda la
sociedad ecuatoriana, lograba entusiasmar a sus sectores más visibles, que son
los estratos medios de la población urbana –es decir, precisamente aquellos
que, por su propia condición, requerían con mayor urgencia la afirmación de
su identidad, largo tiempo sometida al menosprecio y a la duda. Esa ideología,
además, contribuía a ese clima de reparadora tranquilidad que se extendió casi
enseguida, cuando el señor Plaza inició la intensiva explotación del banano
como eficaz sustituto del muy decaído cacao: el bienestar económico de
las clases dominantes, parcialmente compartido con los sectores medios, es
socialmente percibido como «paz constructiva»63.
Una ideología, sin embargo, solo puede tener vigencia en la medida en
que se mantienen las condiciones económicas y sociales que hacen posible
su existencia. Si a pesar de su aparente bonanza, el Ecuador no había logrado
modificar las estructuras de una economía bipolar, no industrializada, orientada
en la Costa a la exportación de productos agrícolas y en la Sierra al consumo
interno; si no había logrado diversificar su producción y carecía de capitales,
como no fueran aquellos que estaban destinados a financiar los bancos que
61 Más tarde, al crecer, dichos núcleos provinciales empezaron a pedir relativa independencia, y
han terminado por proclamarse autónomos respecto a la matriz: parecería que en el Ecuador hay una
tendencia inveterada a confundir los verbos «crecer» y «separar», correlativa a la tendencia, exclusiva de
la capital, a confundir «coordinar» con «controlar» y «dirigir».
62 Quizá las únicas acciones concretas en esta materia fueron la creación del museo indigenista
que estuvo a cargo de Gonzalo Rubio Orbe y más tarde de Vicente Mena, y después el patrocinio del
USBCBKPEF1BVMPEF$BSWBMIP/FUPBDFSDBEFMjGPMLMPSFxFDVBUPSJBOP&TUBTBDDJPOFTSFWFMBORVFBÞO
no se había superado la visión del indígena como objeto.
63 No lo es, por cierto. En el Ecuador, como en cualquier parte del mundo, no habrá paz ver-
dadera mientras no impere la justicia. Lo demás no es sino hábil maquillaje para ocultar la violencia
permanente que se ejerce sobre los más débiles.
51
se encargaban del comercio; si no se había superado el profundo arraigo de la
fe religiosa, frecuentemente confundida con la superstición, que resultaban
del largo predominio de la Iglesia –aunque no del cristianismo; si no había
logrado universalizar la educación, dejando en el desamparo de la ignorancia a
porciones exorbitantes de su población urbana y rural64; si miraba el presente
de las sociedades-modelo como si fuera su propio futuro; si los méritos seguían
JNQPSUBOEPNFOPTRVFMBTSFMBDJPOFTEFQBSFOUFTDPyFOTVNB
TJEFBDVFSEP
a la lógica del capital era un país «subdesarrollado», su clase media no podía
dejar de ser sensible a la prédica permanente de «los grandes valores de la
Patria». La «Patria» era la compensación ideal de las flaquezas reales: eran las
glorias del pasado, adecuadamente magnificadas por la literatura y la oratoria
de los caudillos; era la sangre derramada por otros en la frontera, la esperanza
de la felicidad, la emoción de la bandera, el himno y los desfiles; era, sobre
todo, la promesa de una nebulosa reivindicación de intangibles derechos, algo
así como un desquite de la humillación recibida, una imaginaria reconquista.
Un santoral extraviado
64 El censo de población de 1950 reveló que la población rural alcanzaba el 71% y que el
BOBMGBCFUJTNPSFQSFTFOUBCBFM $JUBEPQPS)FSOÈO*CBSSB
jLa Calle y Mañana: las trayectorias
divergentes de dos revistas políticas ecuatorianas», European Review of Latin American and Caribbean
Studies 92, April 2012.
52
serie de Los santos del espíritu, que se quedaron en dos porque el tercero que
estuvo planeado nunca llegó a ser escrito. Los que aparecieron fueron San
Miguel de Unamuno (1954) y Santa Gabriela Mistral (1956). El que faltó,
sintomáticamente, fue el anunciado San José Carlos Mariátegui.
Lo primero que llama la atención en esos libros es su título: inocente en
apariencia, el solo recurso a una «canonización» laica de aquellos autores es
un signo muy claro de la persistencia de una adhesión no convencional a los
símbolos, no ya del cristianismo, sino de la Iglesia Católica. Adhesión que no
deja de ser llamativa en alguien que, paralelamente, alcanza una figuración de
importancia en el Partido Socialista, entonces colaborador del señor Plaza y
se mantiene en silencio en el inmediato período del doctor Velasco Ibarra65.
Se trata, por lo tanto, de un socialismo que ha dejado atrás las aspiraciones
«revolucionarias» de sus comienzos y se adapta fácilmente a las condiciones de
un Estado liberal «progresista».
Inmediatamente llama la atención el carácter de los escritores escogidos:
ninguno de ellos puede ser catalogado como un autor de izquierda, con
excepción del último, justamente aquel que no llegó a ser tratado después del
ensayo de 1930. ¿Sería porque emprender una crítica del marxismo era una
tarea que superaba los recursos literarios de Carrión? Unamuno, en cambio,
sin que nadie pretenda negar el vigor de su pensamiento en constante «agonía»,
en el sentido griego del término, está siempre más próximo a la pasión que a
las abstracciones de la inteligencia; y al margen de sus expresiones heterodoxas,
nunca dejó de ser en el fondo un creyente. Gabriela, por su parte, a despecho
de sus opiniones políticas, vertidas sobre todo en su correspondencia y en
sus conversaciones, es ante todo la madre y la mujer, traspasada por un doble
desengaño.
Ninguno de esos libros, sin embargo, se circunscribe al estudio, exégesis
o siquiera comentario de los autores mentados en sus títulos: los ensayos
que están dedicados a ellos no son más que los iniciales en cada uno de esos
libros, el que les da su título. Esos ensayos están seguidos en ambos casos por
selecciones de ensayos varios sobre temas muy disímiles. La reflexión sobre
América y su destino, sobre el Ecuador y su supuesta vocación por la libertad
y la cultura, han quedado en un claroscuro sorprendente.
65 En 1948 Carrión fue nombrado Embajador en Chile; en 1950, en sociedad con Alfredo Pa-
reja Diezcanseco, fundó en diario El Sol, en cuyas páginas no se encuentran artículos suyos de carácter
estrictamente político; en 1952 fue elegido Senador Funcional por el periodismo y las instituciones
culturales.
53
Uno de los libros mayores de ese período fue García Moreno, el santo
del patíbulo66. Se trata de una extensa y minuciosa biografía libremente
contada, siguiendo el curso de las más célebres biografías que se deben a los
)BDFNPT OPUBS RVF
B QFTBS EF UFOFS FO OVFTUSBT NBOPT
TVNJOJTUSB-
das por un pariente de la familia Moncayo Andrade, las copias de la
correspondencia de don Abelardo Moncayo dirigida por este eminente
ecuatoriano al señor M. Martínez Barreiro, director del Diario de Avisos,
de Guayaquil, y publicadas en el semanario, también guayaquileño, El
Iris en octubre de 1894. Que a pesar de haber leído una y más veces el
importante y sincero libro de don Roberto Andrade, El seis de agosto,
y encontrarlo lleno de «veracidad apasionada» y encendido de fuego
humano. Que a pesar de eso, y de que a nosotros, personalmente, nos
merecen todo el crédito correspondiente a sus vidas largas, luminosas
66 Otra vez, como volviendo a su santoral, Carrión canoniza a su personaje, pero esta vez lo
hace con una ironía corrosiva, que alude a los esfuerzos de ciertos sectores por iniciar la causa de ca-
nonización del tirano. Cfr. Benjamín Carrión, García Moreno, el santo del patíbulo, México, Fondo de
Cultura Económica, 1959.
54
y austeras, dedicadas por entero al servicio de la verdad, no las vamos a
utilizar en este libro y, sobre todo, en este capítulo, sino acaso en mínima
parte cuando faltare otra fuente. Y que, en cambio, utilizaremos la
información de los «del otro lado», o de los reconocidamente neutrales
(p. 709).
Ah! señor García Moreno: eso que usted sembró en sus quince años
trágicos, todavía lo estamos cosechando ahora, con esta gobernación
achicada y melancólica, «ocultadora de faltas» que nos tiene condenados
a soportar «la hipocresía, el desaliento, la tristeza inútil y la depresión»,
y que soportamos, en un viaje hacia la noche, en estos años opacos de
ZMPRVFBÞOSFTUBy Q
55
mejores páginas del gran insultador. Párrafos, por poner un solo caso, como
aquel en el que comenta los esfuerzos del Padre Severo Gómez Jurado (sic)
por lograr la canonización del tirano, a pesar de haber reconocido que en su
juventud «excesiva y licenciosa», «acaudilló García Moreno algunos jolgorios y
tunas, comunicándoles con su fecundo ingenio, grande animación y celebridad»:
56
La historia empieza de nuevo
67 De modo reiterado, el lenguaje político del Ecuador ha confundido dos adjetivos: «democrá-
tico» y «constitucional». En todo el tiempo que abarca mi memoria, que ya es mucho, y aun más, en
todo el que la historia nos ofrece al conocimiento, no conozco un solo gobierno «democrático», por la
sencilla razón de que nunca ha sido el pueblo el que ha tenido en sus manos el gobierno. El régimen
actual, por primera vez en 183 años, está construyendo la participación popular en la toma de deci-
siones –o sea, la democracia. Lo que ha habido en muchos gobiernos es constitucionalidad, es decir,
regímenes que han sido constituidos en cumplimiento de los preceptos de la Constitución vigente, lo
cual no les hace ipso facto «democráticos».
57
Velasco. En ese momento, el grito «¡Parra-Carrión, revolución!», fue una
especie de canto del cisne de una izquierda que mostraba ya graves fisuras en
su interior: consumada la derrota de aquella candidatura ante la aplastante
figura del doctor Velasco Ibarra, esa izquierda acabaría por romperse en varios
fragmentos que se proclamaron a sí mismos, todos por igual, los «verdaderos»
QPSUBFTUBOEBSUFTEFMBJ[RVJFSEBy
Aquella fue la época de «la izquierda ficcionista»68. de los poetas tzántzicos,
de la aventura pseudo-guerrillera del Toachi, de la influencia de un Sartre que
había abandonado sus primeras proclamas existencialistas para abrazar con
fervor la causa de la Revolución Cubana –y después, de la revolución tout
court. Fue la época en que la Compañía de Jesús orquestó un movimiento
de feroz anticomunismo, movida por el miedo a que en el Ecuador sucediera
lo mismo que había sucedido en Cuba, quizá porque sabía que las fuerzas
políticas, cuando entran en crisis y se multiplican sus nombres por los procesos
de división interna, suelen recurrir a la violencia. Fue la época, por fin, que
desembocó en el golpe militar de 1963 y la entronización de cuatro generales
en una Junta Militar de Gobierno de orientación desarrollista, dócil ante los
poderes que se ejercían desde Washington pero ruda con las fuerzas de la
oposición interna. Esa época que pareció llegar a su final en 1966, cuando la
Junta Militar fue estrepitosamente derrocada.
Durante esos años de lo que el pueblo llamó «la dictablanda», Carrión
vivió en México, y al caer la Junta volvió al Ecuador, apoyó a un sector del
movimiento que en todo el país fue iniciado por la Asociación de Escritores y
Artistas Jóvenes del Ecuador para reclamar la reorganización de la Casa de la
Cultura, y cuando el movimiento obtuvo la pírrica victoria de una nueva ley
constitutiva de la entidad, fue elegido nuevamente para dirigir la institución
que él mismo había fundado 22 años antes. Como he dicho en otro lugar, la
lucha de los jóvenes de entonces por la reorganización de la Casa terminó en
una restauración69.
58
VII. LA GLORIA DEL PATRIARCA
59
que en otro tiempo desbordaba optimismo y confianza en el futuro. Presentía
que su socialismo, marxista o no, sería derrotado en el futuro inmediato por
el omnipresente capital, cuyos tentáculos se extendían ya por el mundo y
amenazaban asfixiar a una Unión Soviética que estaba próxima a hundirse, y
no podía imaginar que despúes resurgíría una nueva opción para los pueblos
de América.
Aquel contraste de gloria y desengaño no era sino la culminación de un
siglo marcado de raíz por la inevitable paradoja. Un siglo que había encontrado
su expresión en la vida y la obra de Carrión, que son tan paradójicas como
su tiempo. No obstante, al llegar aquel 8 de marzo de 1979, Carrión no
sabía que después de cerrar sus ojos para siempre habría de seguir viviendo
en la conciencia de la clase media ecuatoriana. Incluso después de haberse
proclamado la interculturalidad del Ecuador, consagrándola en la propia
Constitución de Montecristi, los ecuatorianos seguirían repitiendo la consigna
de volver a tener Patria y de construir una gran Patria de cultura. Si había
quienes buscaban entre los autores vivos quiénes reemplazarían a los recién
desaparecidos Carrera Andrade e Icaza, nadie pensó en reemplazar a Benjamín
Carrión. Aunque ya habían empezado a aparecer los primeros indicios de
una toma de conciencia de sí misma por parte de la población indígena
(consecuencia, quién lo duda, del trabajo persistente del Obispo Leonidas
Proaño), nadie creía posible todavía salir de la ideología de la cultura nacional:
se había convertido ya en un dogma, tal como dijo Ortega y Carrión repitió
muchos años antes. Un dogma que seguía sirviendo para lograr una relativa
cohesión en una sociedad que persistía en mantenerse dispersa y desarticulada.
Desde mi particular punto de vista, estas circunstancias son quizá las más
poderosas razones que han llevado a convertir a la figura de Carrión, y no
tanto su obra temprana, como la mejor expresión de su siglo. Aunque aquella
obra es también el producto de la asimilación de las corrientes de pensamiento
que en su tiempo predominaban en América, al establecer lo que un contable
llamaría «un estado de pérdidas y ganancias», –lo que cuenta en Carrión, no
son sus deslumbramientos de juventud ante ideas sumamente cuestionables,
sino su gran obra de madurez: su capacidad de ofrecer al Ecuador una razón
de vivir y de tener orgullo de sí mismo, y su enorme acierto de haber institucio-
nalizado esa razón, sentando a la vez un precedente imbatible para sostener
la autonomía de la cultura frente al Estado. Una razón de peso para que su
pensamiento, aunque atañe fundamentalmente a la ideología, deba figurar en
esta Colección destinada al pensamiento político.
60
El siglo XX ecuatoriano es el siglo en que su sociedad va buscándose a
sí misma. Lo hizo en la Revolución Liberal, en la Juliana, en la Gloriosa;
simuló hacerlo en la Revolución Nacionalista del año 72; volvió a hacerlo
en la Revolución Ciudadana, sobre la cual ningún juicio puede ser definitivo
porque aún no concluye su proceso. La suya fue una búsqueda de ciegos,
porque quienes la guiaron no encontraron posible quitarse el arnés que les
obligaba siempre a seguir mirando hacia Europa. Creyó encontrarse luego, a
mediados del siglo, cuando se sintió dueña de una cultura que juzgó original,
pero mucho más cuando Cuba señaló un camino con su ejemplo. Quizá al
final se haya encontrado de verdad, al descubrirse como era, sin sueños de
grandeza ni revanchas, pero segura de poder hablar todas sus lenguas para
decir lo mismo: justicia y paz.
Esa es la circunstancia en que nos encontramos: ya no es Carrión quien
tiene en sus textos de otros tiempos las respuestas a nuestras preguntas, y
menos todavía las decisiones que solo a nosotros nos conciernen. Como el
propio Carrión ha escrito, la gloria del pasado, que es su gloria, no puede ser
pretexto para exonerarnos de nuestra tarea para cobijarnos a su sombra: es más
bien el estímulo para asumir nuestro tiempo y encontrar nuestras respuestas a
las preguntas que nos plantea el porvenir.
Carrión fue el intelectual que percibió más claro que nadie el carácter
de su siglo. Dijo al Ecuador lo que el Ecuador necesitaba oír para poder
levantarse: sabía que después, cuando aprendiera a andar, sería ya capaz de
desprenderse de todas las tutelas y de todos los «santos», aunque lo fueran
solamente del «espíritu». Su vida parecería ser el cumplimiento de una vieja
sentencia hegeliana: No puedes ser tú mejor que tu tiempo: en el mejor de los
casos, serás tu tiempo.
61
Benjamín Carrión
y la
“cultura nacional”
Ensayos
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raíces profundas en la esencia de lo nacional. De lo nacional permanente.
Se origina en las dimensiones físicas reducidas del territorio y la población
ecuatorianos. Porque el Ecuador es ¿para qué engañarse?, una nación
físicamente pequeña, de escasa población. Y como dice Mariano Picón-Salas:
“De lo que Keyserling ha llamado la fecundidad del insuficiente, proviene para
mí el valor y la justificación de las pequeñas naciones”.
La Casa de la Cultura Ecuatoriana tiene su origen y raíz en lo que Arnold J.
Toynbee propone dentro de la línea del “estímulo de los impedimentos” y que
expresa con el bello y significativo símil de “el sauce podado”. El planteamien-
to de Toynbee está expresado literalmente así:
1 Tomado de: Benjamín Carrión, Trece años de cultura nacional. Informe del Presidente de la
Casa de la Cultura (agosto 1944-agosto 1957), Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1957, pp. 9-51.
65
será la vitalidad que el árbol acumule en las ramas salvadas y más
vigoroso será, pues, en el transcurso de la estación, el crecimiento de
esas ramas sobrevivientes.
66
ambiciones imperiales de los germanos, de los galos, de los austrias españoles,
los duques de Alba, los inquisidores. Otras veces, como hoy, dividida en varias
unidades políticas, una parte constituyendo el Reino actual de Bélgica, otra
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PUSBQBSUFBCTPSCJEBQPS
Alemania y otra, finalmente, por Luxemburgo. Como se ve, las formas, las
variantes políticas, se suceden adoptando modalidades diversas: la nación
Flamenca subsiste, la Patria Flamenca pervive. ¿Y qué decir de la Patria
dispersa, eternamente, errante, Israel? Después de la gran diáspora, los judíos
han formado parte de todas las conglomeraciones humanas y políticas que
concebirse pueda. En todas las naciones de Europa –España los perdió por
el estrecho nacionalismo de Isabel la Católica– existe en mayor o menor
proporción, una minoría israelita; allí está “la sal de la tierra”, esa gente de
las doce tribus, que se agrega pero no se confunde, que se une pero no se
despersonaliza.
Ejemplos como éstos, se podría dar hasta cansarse. Y muchas, de las
naciones y las Patrias inscritas, enclavadas dentro de unidades estatales o
jurídicas mayores: Cataluña, Galicia o Vasconia, dentro de la unidad ibérica.
Bretaña o Provenza dentro de la unidad francesa. Escocia y el país de Gales
dentro de la unidad británica. Aún en naciones nuevas, provenientes de una
raíz y una fuente comunes ya podemos advertir los caracteres que distinguen
sin separar, que configuran sin enemistar; en los Estados Unidos, por ejemplo,
existe un clima diferente en California que en Nueva Inglaterra: la nación
Texana se diferencia substancialmente de los Estados de la pradera Central.
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semillero de pequeñas grandes Patrias, que solo se contrahacen y desfiguran,
cuando les da por el ridículo empeño, la grotesca pretensión de querer ser
“Grandes Estados”.
Mi tierra, este Ecuador de los contrastes violentos y de los hombres
buenos, es, orgullosamente, una nación pequeña, una gran nación pequeña,
si se quiere, a pesar de la paradoja aparente y de la verdad real. Porque no
pretende, no debe pretender una grandeza militar que conduzca al ridículo.
Porque hoy ya no tiene una grandeza territorial, perdida por la imbecilidad y
la traición; una risible grandeza diplomática, vestida de ornamentos y marcada
de genuflexiones. Esta nación pequeña no es una nación resentida, una Patria
amargada. El resentimiento y la amargura conducen al desánimo. Y esta tierra
mía está animosa, debe estar animosa a pesar de las contradicciones y de los
males transitorios; enfermedades de infancia, tosferina y sarampión, que ya se
MFIBOEFQBTBS
BÞOTJOFMBVYJMJPNÏEJDPy
67
Felizmente, en esta zona de nuestro hemisferio donde se habla lenguas
latinas, si excluimos a México, Brasil y la Argentina, todos los demás pueblos
podemos –y debemos– tratarnos de tú. Uno tiene algo más de población,
el otro un poco mayor extensión territorial, éste una producción minera,
el otro una producción primordialmente agrícola; pero las diferencias son
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humanas esenciales, los países latinoamericanos solamente nos diferencia-
mos, felizmente, en aquello que nos personaliza. Y así, algunos de ellos, si
son de tierra cálida, entre los trópicos, son extravertidos, tienen a flor de
labios la expresión: se llaman Cuba, Puerto Rico, Centro América, República
Dominicana, las inmensas costas de Venezuela y el Brasil. Otros países,
subidos allá arriba en los altiplanos próximos al sol y lejanos del mar, con todos
los climas en el mismo día, y pintadas por todas partes con ponchos alegres
de indios tristes. Otros en fin, y entre éstos mi tierra, una parte allá arriba,
cerca de los montes más grandes y más blancos, otra acá abajo, cerca del mar,
junto a las piñas y las chirimoyas. Países y pueblos alegres y extravertidos, en
la zona del trópico; recoletos y tristes, en la zona de la altura. Y todos grandes
y chicos, comprometidos a ser libres, porque en todos, el fundador, el padre,
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dejó una orden categórica de ser libres, de vivir en libertad, de dar la vida para
conservar la libertad.
68
hiciera después, se habló desembozadamente de propósitos de independencia.
Oigamos al respecto al historiador más docto e imparcial, el ilustre Arzobispo
de Quito, Monseñor González Suárez:
69
ser libres. Deseo ancho, franco, lleno de lealtad para con el pueblo y su verdad,
que luego, en forma disimulada y cautelosa, se repetiría el 10 de agosto de
1809, casi tres siglos después, por un grupo de patriotas ilustres, muchos de
ellos pertenecientes a la recién nacida aristocracia criolla. Pero lo de 1591, fue
cosa del pueblo, nacido en la entraña de la Patria, significación de una de sus
constantes históricas incontradichas.
Solamente los jesuitas se apartaron del sentimiento del pueblo. Así lo
afirman, en su elogio, y de una manera reiterada, el ilustre historiador jesuita
Padre Juan de Velasco. Así también González Suárez:
Con este motivo vino por Superior (de los Jesuitas) el Padre Diego
de Torres, el cual se manifestó francamente opuesto a los motines y
sediciones, reprobó los levantamientos y aconsejó que se pagaran las
alcabalas: entre los jesuitas hubo armonía y todos pensaban como su
Rector. Más semejante conducta y el verlos siempre oficiosos con el
Presidente y los Oydores, los hizo antipáticos a los conjurados, y hasta el
pueblo mismo comenzó a mirarlos con desvío, y les retiró las limosnas de
que vivían. Perjudicáronles más en el afecto de los quiteños los elogios,
que les prodigaba el aborrecido Arana.
Dos meses habían trabajado con incesante afán los Jesuitas, corriendo por
entre los mayores peligros para aquietar a los tumultuados; y lo más que
pudieron conseguir fue que inflexibles protestasen, que querían morir
ante todos, que dejar a los chapetones en la ciudad; y que lo único que
podrían hacer por darles gusto, sería no hacerles daño ninguno, con tal
que todos saliesen desterrados para siempre.
70
LA PREFIGURA DE LA PATRIA:
ESPEJO Y OLMEDO, MEJÍA Y ROCAFUERTE
71
entonces se hiciera, al discutir la nueva Constitución Española. Era la clara,
la sonora voz de las colonias lejanas, de esas “Indias” misteriosas y salvajes,
la que se escuchaba en la metrópoli asombrada. Todo el pensamiento de la
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Ciudadano”, había logrado burlar a los severos guardas de las aduanas coloniales
y había penetrado en estas lejanas comarcas sometidas, hecho adeptos en ellas
y regresaba a gritar por la libertad humana en ese momento esperanzado y
turbio a la vez –aunque parezca paradoja– en que España navegaba de la
imbecilidad grotesca de Carlos IV a la traición rastrera y malvada de su hijo
Fernando VII. Es al propio tiempo, Rocafuerte, un hombre perteneciente a
esa familia de “aventureros de la libertad”, que se produjeron en la época de las
luchas americanas por la independencia, y que fuera inaugurada por Francisco
de Miranda. Aventurero, en el sentido de alta y noble aventura para liberar a
su Patria, toda la tierra americana, de los colonialismos europeos.
En mi libro Cartas al Ecuador, dije de él y de su acción:
72
el trópico ingobernable, la poblada demagógica, buena solo para el
aprovechamiento rapaz de generales de látigo en mano, o de sargentones
audaces de bota enlodada y uña larga.
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cultura, se entremezclan, se agolpan, en hervidero creciente: el 10 de agosto,
la fecha nacional de la Patria, es un hecho de insurgencia política en el que
intervienen hombres de cultura: nos hemos referido ya, al tratar de Olmedo,
al 9 de octubre, día de la libertad de Guayaquil. Siguen los días insurgentes de
Cuenca, Loja, Portoviejo, todas las ciudades y villas de la antigua metrópoli.
Únicamente el 24 de mayo es aniversario de batalla –por la libertad desde
luego– en que son las armas las que operan y deciden. Y ya en las horas del
vivir republicano, fechas grandes son el ya mencionado 6 de marzo de 1845,
realizado por hombres de cultura como Olmedo y Rocafuerte; la hora trágica
en que se sacrifica a los hombres de “El Quiteño Libre”, entre ellos el filósofo
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razón; la conjuración del Ecuador joven y libre contra la “Dictadura Perpetua”
de García Moreno; las campañas de “Restauración” contra la tiranía grotesca
y venal de Veintimilla; la insurgencia nacional desatada ante aquel episodio
triste y maldito de “la venta de la bandera”, que había de culminar en el
episodio de libertad nacional más fecundo y definitivo, el 5 de junio de 1895.
Pocos países como el nuestro, dentro de lo corto de su historia, pueden
afirmar unas constantes casi invariables en su línea vocacional por la libertad
y la cultura. Acabamos de recorrer las fechas y de nombrar algunos hombres.
Insistiendo sobre este último aspecto, se hincha el corazón de júbilo al pensar
cómo, sin excepciones válidas, los hombres grandes de la Patria por la cultura,
han sido al propio tiempo grandes por sus servicios a la libertad: Espejo,
73
Olmedo, Mejía, Rocafuerte, en la época de ancho espíritu americano colocada
en el vértice histórico entre la colonia y la república. Montalvo, el Padre
Solano, Pedro Moncayo, Luis A. Martínez, Eloy Alfaro, González Suárez, Luis
Felipe Borja, en la época republicana.
ARTISTAS Y ARTESANOS
74
capacidad ingenua para fabricar el utensilio casero o de uso personal, con color
y amor, como lo han hecho solo los grandes pueblos de la historia: griegos,
chinos, hindús, mexicanos, tomando esta última expresión como comprensiva
de las distintas naciones o Patrias –toltecas, nahuas, tarascos, miestecos,
mitolatecos, mayas, etc.– de la gran unidad política mexicana actual.
Nada más asombroso: que la comprobación que hoy puede hacerse en
los templos y mercados, en las ferias de los pueblos y parcialidades, de esa
capacidad extraordinaria del trabajador ecuatoriano.
El albañil ecuatoriano, por ejemplo, es capaz de asimilar la técnica y lo que
pudiéramos llamar “espíritu de estilo”, de las diversas formas arquitectónicas,
aun cuando éstas exigen para su realización ciertos conocimientos y práctica
en los campos de lo escultórico y aún de lo pictórico. Albañiles muchas veces
analfabetos, que después de una o dos explicaciones del arquitecto director
de la obra, están dispuestos a ejecutarla, saben los por cientos de declive para
cañerías y techos, las combinaciones de las diversas mezclas de morteros
o aglutinantes y hasta las proporciones del hierro, del cemento y la piedra
triturada en diversas composiciones de hormigón. En el Quito de hoy –donde
lo que está fallando es la alta concepción arquitectónica y la originalidad– se
puede en cambio admirar la habilidad artesanal del albañil indígena; pues
este oficio, por considerárselo inferior desde la época de la colonia, ha sido
relegado únicamente a la población campesina, “confesadamente” indígena,
“india”; esta habilidad se manifiesta en la desenvoltura con que interpretan
las cosas más complicadas de la decoración y del uso de los elementos
ornamentales nuevos. La “era del cemento”, halló entre nosotros todo un
personal preparado, entrenado, como si no hubiera hoy hecho otra cosa
durante toda su vida. Esa colaboración de artesanía, de habilidad de manos,
lo mismo la encuentra el arquitecto presuntuoso que quiere resucitar viejos
estilos –gótico, bizantino, barroco, sin saber su correspondencia con el clima
y la topografía; como aquel que, sin capacidad de crear, hace impersonales
adaptaciones de Le Corbusier, Wrigth o Niedmayer–. Un constructor
extranjero, que trajo hace algún tiempo todas las fórmulas de lo californiano,
con sus adornillos de piedra o de cemento, encontró aquí, mediante dos o tres
explicaciones orales brevísimas, un plantel de albañiles que supo entenderle
sus caprichos y realizar, con el material que le pedían –barro, ladrillo, cemento
o piedra– las cosas más complicadas como capiteles compuestos, angelillos
o monstruos tallados en ladrillo, columnas salomónicas, pámpanos, vides
DBSHBEBTy MB IBCJMJEBE EFM BSUFTBOP RVFEBCB DPNQSPCBEB
BVORVF FM BSUF
y sus responsabilidades quedaban de cuenta del arquitecto o constructor.
75
El caso de los tejedores de tapices y de alfombras, es digno de singular
comentario. Zonas enteras de la Patria, al norte, al centro, al sur han creado
diversos tipos de tejidos totalmente inconfundibles: el poncho “huanaco”,
el “cobijón” y las alforjas de Loja; las macanas multicolores, los sombreros
golpeados y la bayetilla del Azuay y Cañar; las incomparables alfombras,
ya universalmente famosas, de la región del Chimborazo, especialmente las
tejidas en el cantón Guano; los tapices llenos de dibujos ingenuos y primitivos
de los Salasacas, en el Tungurahua; los ponchos llenos de color del Cotopaxi,
región única en el país para lo decorativo; Pichincha, centro nacional de todas
las artesanías, se especializa en la talla de madera y de piedra: en la forja del
hierro, en la imaginería popular y en la cerámica; Imbabura y Carchi, con
sus múltiples especializaciones textiles y cerámicas, pero singularmente los
Cantones de Otavalo y Cotacachi, que mantienen la supremacía en lo relativo
a calidad, variedad, buen gusto de sus tejedores. Las provincias de la Costa
elaboran artísticamente sus maderas incomparables, y de las fibras de palmeras
y bejucos del trópico, hacen hamacas, material para calzado y otros menesteres.
El capítulo de los metales, especialmente del oro, va a ofrecer revelaciones
inesperadas y asombrosas a arqueólogos y etnólogos, gracias a los portentosos
hallazgos hechos por Carlos Zevallos Menéndez, infatigable buceador del
espíritu nacional en la Costa ecuatoriana; primero en toda la vasta región
Puná y actualmente, muy cerca de Guayaquil, en la propia comarca de los
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La vocación de las regiones por las artesanías, por las manualidades
populares, es algo que se ha comprobado en todas partes, a través de la historia
del mundo, con obvia y sencilla nitidez. Es generalmente el clima, la tierra,
el aire, las necesidades impuestas por las formas generales de trabajo, de
alimentación, de vivienda las que determinan y ordenan las formas de la labor
humana. El futuro dirá si la máquina –sobre todo la máquina reemplazadora
de la obra directa manual– irá sustituyendo al amoroso empeño de la mano
humana por elaborar con belleza y utilidad el utensilio compañero de la vida,
el vestido ornamental, el plato de comida sabroso, la imagen sagrada hecha
con la ingenuidad de la fe candorosa o del temor sencillo a las fuerzas de la
naturaleza, amenazadoras, desatadas con la furia del río o tremendas con el
estruendo del trueno y la iluminación espantadora del relámpago. Sabiduría
excepcional demostraron los incas cuando instituyeron el destierro aparente
de los mitimaes: era principalmente la búsqueda de las zonas propicias para
el desarrollo de las actividades necesarias; donde podía cultivarse la llama o
la vicuña, se enviaban maestros tejedores; donde había barro adecuado, se
76
enviaban ceramistas; donde había metales, se enviaban expertos en su
aprovechamiento. De allí resultó un entretejido de vocaciones y de gentes por
todo el vasto territorio, prefigurando así la forma nacional.
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sigue manteniendo su prestigio de calidad y selección sobre lo producido
en serie, por la máquina. Y así, Bélgica con sus encajes de Brujas y Malinas,
Francia con los de Alencón; México con sus múltiples artesanías en todos los
materiales que se producen en su vasto y rico territorio: plata, cuero, algodón,
lana, metales, caolines y todos los barros utilizables en cerámica; y muchos
otros países, pequeños y grandes, siguen obteniendo entradas apreciables por
el concepto de las artesanías. El turista, principalmente el norteamericano y
europeo, que va a México, ha creado en beneficio del gran país el renglón de
la exportación invisible, que ha llegado a incrementar la economía nacional en
cientos de millones de dólares. Las estadísticas de este año colocan a esta línea
de entradas en el segundo lugar de la producción nacional.
El Ecuador tiene, entre otras líneas vocacionales inconfundibles, esta
de la habilidad manual de su pueblo. Ni el descuido gubernamental para
estimularla, ha sido fuerza bastante para soterrarla. Ni el imitacionismo
grotesco de lo europeizante a ultranza, que se avergüenzan de todo lo que
pudiera recordar que somos indios; ni la absurda dirección educacional –esos
humanismos de ropavejería, que huelen a naftalina–; esos que piensan que
“humanismo” es lo que se aleja del hombre, lo que se apolilla eruditamen-
te entre idiomas desaparecidos. Cuando eso, la erudición academizante es
apreciable y útil, pero jamás es vital ni vitalizadora. Es docta curiosidad de
monjes o especialistas, que debe ser aprovechada en su medida y con cautela,
pero jamás humanidad viviente, única fuerza capaz de crear el “humanismo”.
Pensamos que entre las cosas personalizadoras de lo ecuatoriano, y en
particular de lo quiteño, ha de situarse en lugar de preferencia esta inclinación
para las manualidades y las artesanías. Florecimiento de lo popular, camino
recto para –el descubrimiento de las esencias profundas del hombre de estas
tierras–. No caigamos jamás en el barato y avergonzador prejuicio de creer
que pueblo artesano, pueblo de artesanos, es pueblo de menor significación
en la historia del hombre. A la historia del hombre, que poco le importa, al
correr de los siglos, a los arcaizantes, los eruditos, los falsamente llamados
“humanistas”.
Y en cambio –aún para que esos mismos eruditos aprovechen– como
importa el cacharro encontrado, la piedra descubierta, la estatua mutilada, sea
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77
no hay que olvidar que los griegos, el pueblo más espiritualmente aristocrático
de la historia registrada, exigieron en sus leyes que todos los hombres tuvieran,
junto con su profesión o su actividad pública de filósofos, poetas, dramaturgos,
oradores, un oficio manual. Cosa que fue seguida e imitada por casi todas
las dinastías reinantes de Europa en la Edad Media y el Renacimiento.
78
arroz, banano, haya sufrido impactos muy duros en el desarrollo nacional.
Golpes y trastornos políticos, sociales, culturales. La muerte del cacao a manos
de “la escoba de la bruja”, en la primera y segunda décadas del siglo actual,
determinó serios problemas en la vida ecuatoriana. Entre otros, dio origen a
un tipo de literatura de ficción, con marcado sentido social, especialmente
cultivado “por el grupo de Guayaquil”; que nos ha dado una docena de buenos
libros, entre novela y cuento.
A menos que se estudien nuestros problemas, culturales, sociales, políticos,
con desaprensiva superficialidad, tendrá que fijarse el 15 de noviembre de 1922
–fecha en que se ahogó en sangre de dos mil obreros ecuatorianos la primera
rebeldía de carácter netamente clasista– como el acontecimiento originario de
la literatura narrativa de sentido social en la costa ecuatoriana, que empezó a
entregarse a partir del año 1929.
La agricultura de la sierra, o sea del altiplano, toma en la que se ha
fijado hasta hoy la mayor parte de la población ecuatoriana, y en la que ha
permanecido casi inmóvil, apegado a su llacta el indio ecuatoriano –salvo
los últimos movimientos migratorios hacia la región intertropical y tropical–
tiene una problemática distinta. Es una agricultura menesterosa, difícil, de
tierra erosionada, en la que el pobre brasero indio tiene que esclavizarse ante
la avidez de ganancia del gamonal, del hacendado, en contubernio con la
autoridad fiscal o municipal y, con raras excepciones, la del cura párroco.
La explotación agrícola parcelaria o minifundista es antieconómica y por lo
mismo, el capital a ella destinado –siempre en manos, de unas pocas familias–
va absorbiendo las tierras mejores, las más planas, las menos empobrecidas por
el denudamiento; y va arrojando al indio hacia la ladera lavada, hacia el páramo
casi inhabitable, en el que se cultiva productos míseros y sin mercado, como
la quinua, el chocho, el maíz raquítico, de pésimo rendimiento, los potreros
de mal forraje para ovejas escuálidas y los caminos vecinales para unos pocos
chanchos. Vida esclava, dígase lo que se quiera en comunicados oficiales de
uso externo, para la que presta su complicidad el alcohol que es una industria
del Estado; un producto favorecido por el fisco gamonalizado y feudal, para
el embrutecimiento, la más fácil esclavización, y por fin, el aniquilamiento de
la raza aborigen, que causa vergüenza a los barbilindos que quisieran poder
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79
PRESENCIA DEL INDIO
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Surge una literatura y una pintura indigenistas. No indígenas porque, como
dice Mariátegui, eso aparecerá solo cuando el propio indio haga literatura,
pintura, ensayo. Parece que los escritores se hubieran resuelto a obedecer
el mandato de Montalvo de “hablar del indio para hacer llorar al mundo”.
Los pintores, después de un descanso de varias décadas, se presentan en
promoción cerrada, con el paisaje natal en los ojos y el hombre ecuatoriano
en la paleta. Y, reanudando la tradición de la escuela quiteña de pintura en
cuanto a calidad y méritos, pero con distinta razón y contenido. El indio y
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vital con algo qué decirnos. Con “mensaje”, como se dice pedantescamen-
te. Los “bien-pensantes”, naturalmente, se escandalizaron. Los indios venían
a “ensuciar” la pintura nacional tan decente, llena de angelillos y madonas
italianas de la mejor familia, con sus caras escuálidas de malcomidos, sus
barrigas hinchadas de parásitos, sus piernas enclenques y sus enormes pies,
deformados. Y en los ojos cansinos, esa imbecilidad de animales dóciles al
castigo, cretinizados por el alcohol de los priostazgos y las fiestas religiosas,
encallecidos por el faenar cotidiano en las peores condiciones de higiene y de
dieta.
Se vituperó desde la literatura de los patrones, contra el indio en pintura y
en letras. Y, lo que es más lamentable, desde la pegajosa literatura chola de los
criados de esos amos, desde la literatura de “sirvientes de casa grande”, llenos de
lacayuna gratitud porque los “señores” les dispensen la limosna de una sonrisa
condescendiente y perdonadora... Porque –y ya lo hemos visto en las últimas
confabulaciones “municipales y espesas” contra la Casa de la Cultura–, junto
al escritor-patrón que se digna desdeñosamente aceptar los más humildosos
homenajes, lo más repugnante ha sido la actitud del turiferario mestizo.
Nuestros pintores debían pintar –porque así se pintaba en los siglos
anteriores y nada debe ser cambiado– madonas con fondos clásicos de
columnas y capiteles jónicos, dorios y corintios. Ese el mandato de la escuela
quiteña. Lo demás, cosas de la chusma que nos invade y nos desacredita. Pero
los pintores, como los novelistas y los ensayistas, no fueron obedientes. Se
rebelaron, y siguieron pintando lo que les ordenaba su genio, su concepción
artística, su intención. Y, cosa rara e imprevisible, las gentes del mundo,
la crítica extranjera, comenzaron a detenerse, sorprendidas, ante nuestro
despertar espiritual, en plástica y en letras. La vieja crítica casera no podía
80
imponer al mundo los prestigios domésticos, por muchos esfuerzos que
hiciera. Y, cuando la Casa de la Cultura Ecuatoriana ofrecía algún apoyo a los
nuevos pintores, el gruñido de adentro era ampliamente compensado con el
aplauso y la consagración de fuera.
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acertado de “Napoleón el Pequeño”. No podemos ser solidarios de esa traición
que mantuvo al Ecuador, único entre todos los países de América, contra el
gran Benito Juárez, una de las expresiones más altas y auténticas de lo nuestro.
No podemos, desde luego, los ecuatorianos de hoy, aceptar como verdad
de pueblo con personalidad y dignidad, el episodio claudicante y vergonzoso
de “la venta de la bandera” ya en los umbrales de la modernidad, y que fue
lavado por el gran movimiento nacional, en el que intervinieron todas las
ideologías en vigencia, que culminó con la jornada inmarcesible del 5 de junio
de 1895.
Finalmente, no podemos aceptar que al Ecuador total y permanente se
le quiera atribuir toda la ineptitud con que fueron dirigidos nuestros asuntos
internacionales en los trágicos años de 1941 y 1942.
Que la Cultura nacional, necesita amplio apoyo del Poder Público para
su desenvolvimiento y expresión;
Que para robustecer el alma nacional y esclarecer la vocación y el destino
de la Patria, es indispensable la difusión amplia de los valores sustantivos
del pensamiento ecuatoriano en la literatura, las ciencias y las artes, así
del pasado como del presente;
Que nuestras manifestaciones intelectuales deben ser llevadas fuera de
las fronteras Patrias, para que el Ecuador, con la plenitud de derechos
que le concede su historia intelectual, ocupe el legítimo lugar que le
corresponde en el concierto cultural del Continente;
Que el progreso del país necesita ser dirigido por la investigación científica
con fines de aplicación técnica inmediata a la realidad nacional;
Que en el orden del aprovechamiento de la cultura extranjera, es preciso
ofrecer facilidades para que puedan venir al Ecuador valores científicos
y artísticos de renombre internacional para dictar conferencias y realizar
exposiciones de artes plásticas, conciertos musicales, demostraciones
científicas y divulgaciones técnicas.
82
Estos considerandos antecedieron al Decreto de creación, cuyo artículo
primero dice:
83
b) La fundación de una editorial en la que se publiquen, de preferencia, los
clásicos nacionales y las obras de los escritores ecuatorianos contemporá-
neos, tanto científicas como artísticas y literarias, previo informe de la
respectiva comisión;
c) La organización de exposiciones científicas y artísticas, dentro de la
República y fuera de ella;
d) El envío de misiones culturales, por todo el territorio de la República y a
los países del Continente;
e) La concesión de premios nacionales para la obra de escritores, hombres
de ciencia y artistas;
f ) La proposición al Ministerio de Educación Pública de candidatos para
la obtención de becas en el exterior y el señalamiento de materias de
estudios a realizarse;
g) La publicación de una Revista de la Casa de la Cultura y de revistas
especializadas;
h) El estímulo y la organización del teatro, la música y la coreografía
nacionales;
i) La dirección y perfeccionamiento de las artes populares; y
j) El estímulo para la creación de institutos de altos estudios y de
investigación científica.
UN ERROR INSISTENTE
Debemos acabar de una vez por todas con la falsa y malintencionada afirmación
de que la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Institución cuya peculiaridad
original ha sorprendido a todos los extranjeros que la han visitado, es una
continuación, con solo cambio de nombres, de algunas Instituciones fundadas
con anterioridad.
El solo enunciado de los motivos y los fines de la Casa de la Cultura,
constantes en el Decreto de fundación a que nos hemos referido, diciendo
están claramente que ella tiende al engrandecimiento total de la vida de la
84
Patria, la indagación de su raíz y de su esencia, la interpretación de su destino
profundo.
En realidad, con muy loables fines, en el año 1940, el entonces Ministro
de Educación, Don Guillermo Bustamante, en conversaciones con el firmante
de este informe, relacionadas con el éxito obtenido por la colección de
escritores colombianos dirigida por el malogrado Daniel Samper Ortega,
resolvió constituir la “Comisión de Propaganda Cultural”, con el objeto de
editar una colección de escritores nacionales. Cuando este pequeño organismo
había realizado, desgraciadamente con un gusto editorial muy dudoso, varias
ediciones de los impropiamente llamados clásicos, se resolvió agrandarlo con
el nombre de Instituto Cultural Ecuatoriano. El Decreto de constitución de
este Instituto consultaba, entre otras representaciones, la poco explicable de
los ex-presidentes de la República, como si en este país hubiere sido la cultura
un requisito esencial para el escalamiento de las altas funciones del Estado. La
Comisión de Propaganda Cultural publicó la mayor parte de los volúmenes
de aquella desafortunada colección; uno o dos, siguiendo el plan anterior se
editaron durante la vida precaria del famoso Instituto y otros tantos, en sus
años de iniciación, fueron publicados por la Casa de la Cultura, antes de que
adquiriera la experiencia editorial que ahora felizmente ha alcanzado.
85
Por eso resulta irrisorio y vergonzoso para quienes lo hacen, afirmar
que una Institución como la Casa de la Cultura es una empresa de lujo, un
quehacer de privilegiados. Si en medio de una tan mediocre conducción del
país algo se ha hecho, óigase bien, en el terreno estrictamente práctico, es
la obra en marcha de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, que ha despertado
interés por el estudio, que ha prestado apoyo a la investigación de la riqueza
nacional, que ha mantenido en un nivel alto y realista la obra de la inteligencia
y la voluntad de la Patria.
Justamente –y así lo han reconocido cuantos la han contemplado en
funciones– la Casa de la Cultura es la Institución indispensable para los
pueblos pobres, no suficientemente desarrollados. Porque el país rico tiene
poder en sí mismo para estimular la obra de la cultura y hacerla interesante
hasta para permitir medios de vida, así sean muy modestos, a quienes a ella se
dedican. En los países ricos, donde hay empresas editoras, salas de exposiciones,
instituciones que organizan congresos, conferencias, mesas redondas para el
estudio de problemas de la agricultura, de la salud pública, de la ingeniería, de
la veterinaria, de la sanidad vegetal y otras de igual utilidad, una Institución
como la Casa de la Cultura no es indispensable. A pesar de que para honra
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en donde debía copiarse la Institución ecuatoriana es en los Estados Unidos.
Cosa que ha sido recomendada para todos los países de América, incluyendo la
gran nación del Norte, por la Organización de Estados Americanos.
La Casa de la Cultura ha sido la estimuladora y canalizadora de la necesidad
urgente de la atracción de cultura extranjera hasta nosotros. Los gobernantes
más inteligentes como Rocafuerte, desde su ángulo el propio García Moreno
y, sobre todos el General Alfaro, realizaron esta obra desde el Gobierno: hoy
mismo, muy pocos de los que han alcanzado alguna notoriedad en las letras,
las ciencias y las artes, podrán afirmar que no le deben algo a ese gobernante
visionario: escultores, pintores, escritores como Veloz, Delgado, Zaldumbide,
Terán y muchos más, le deben su iniciación al gran viejo Alfaro. Y lo mismo
en la busca de maestros y la creación de Instituciones para impartir la cultura
que habíamos menester: Conservatorio de Música, Escuela de Bellas Artes,
Normales de Varones y Mujeres, Colegio Militar.
Después, penoso es decirlo, nada o casi nada se hacía. De cuando en cuando
una comisión o más pomposamente misión, para arreglos económicos que
casi ningún fruto dejaba o que, sin encontrar ambiente ni llevar planificación
adecuada, se regresaba sin hacer casi nada. Alguna vez, una misión educacional
alemana; una misión para el fomento agrícola contratada en Italia; la Misión
86
Kemmerer para arreglos financieros económicos. Aún las colaboraciones
de inapreciable valor ofrecidas por los organismos internacionales, no han
encontrado cooperación adecuada.
Este alejamiento de la vida universal de la cultura, con esporádicas y
no planeadas aproximaciones transitorias, iba produciendo en el ambiente
nacional dos Estados igualmente inoperantes: el deslumbramiento, el rechazo
y desconfianza. Nos deslumbraba lo extranjero, por superior y por lejano.
Era nuestro acceso tan difícil tan distante, que una sensación de impotencia
deslumbrada e infecunda nos dominaba y empequeñecía. Nuestra inferioridad
parecía acentuarse, quitarnos optimismo, derrotarnos. El otro sentimiento
era el de rechazo desconfiado y rencoroso. Como una tímida reacción al
deslumbramiento, nos sobrecogía este sentimiento adverso a lo extranjero, que
es origen de la xenofobia.
87
Teoría y plan de la Segunda Independencia2
ANTECEDENTES
En el primer cuarto del siglo XIX, casi todas las colonias españolas de América,
del Norte, del Centro y del Sur, conquistan su emancipación de la Metrópoli,
su Primera Independencia. La gran ráfaga liberal que se inicia con la guerra
libertadora de las colonias inglesas, hoy Estados Unidos y adquiere valor
universal con la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas, despierta de
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A pesar de que las aduanas coloniales estaban cerradas para la entrada
de las nuevas ideas, éstas –como ayer, hoy y mañana– se dieron modo de
penetrar mediante la iniciativa inteligente, casi siempre heroica, de criollos
audaces y geniales, mezcla de héroes y de apóstoles. Casi siempre de mártires.
El venezolano Francisco de Miranda, el neogranadino Antonio de Nariño, el
quiteño Francisco Eugenio de Santa Cruz y Espejo. En México, el Licenciado
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y muchos otros en Chile, en Bolivia y en el Río de la Plata. Nombres grandes
como Rivadavia, Mariano Moreno, ilustran la etapa precursora de esa noble y
grande Patria argentina.
Antes que ellos, ya se habían filtrado también por todos los resquicios, las
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Amaru en el Perú, las revoluciones de las Alcabalas en Ecuador y Colombia,
las luchas araucanas en Chile. Y, como iluminación redentora, las luchas de
los grandes españoles evangelizadores, que tienen su significación más alta en
el Obispo de Chiapas, Fray Bartolomé de las Casas.
Las respuestas populares a estas “incitaciones” históricas van produciéndo-
se mediante los llamados “gritos de independencia”; desde el primero en Quito,
el 10 de agosto de 1809, seguido por las acciones insurgentes de México,
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sucesivamente en las distintas Patrias latinoamericanas, los sesquicentenarios
de esos “gritos”.
89
Ciento cincuenta años. Tiempo de meditar, de hacer examen de conciencia
sobre las etapas transcurridas, que no siempre fueron, desafortunadamente,
de avance por los caminos de la libertad. Y poco, casi nada logrado en el
plano de la justicia, de la democracia económica y social. En el plano de la
incorporación de todos los hombres de todas las Patrias fraternas, a un status
por lo menos humano.
En el primer momento, después de la emancipación política de España,
aparece la realidad expresada en un dístico desilusionado y desilusionador:
He arado en el mar.
90
entre Fray Juan Ginés de Sepúlveda y Fray Bartolomé de las Casas, que duró
el corriente de los años 1550 y 1551, trajo como consecuencia el triunfo de
De las Casas, bomo natura factiosus et turbulentus. Su tesis fundamental decía:
“Todas las gentes del mundo son hombres”.
El pensamiento y la lucha de De las Casas, estaba inspirado principalmen-
te en la doctrina del sabio dominico Francisco de Vitoria, cuyo pensamiento
estrictamente jurídico es hasta hoy fuente segura para luchar por la justicia.
Antes o después de De las Casas, Fray Antonio de Montesinos, Fray Marcos de
Niza, el Obispo Julián Garcés, el Canónigo Palacios Rubios, Fray Bernardino
de Minaya, y muchos más, lucharon por un poco de justicia y libertad para los
pobladores primitivos de América, obtuvieron que se humanizaran un tanto
las Leyes de Indias y se dictaran las Leyes Nuevas y las Novísimas.
Después de la emancipación o Primera Independencia, en la América
Española se instauró el juego fatídico que ha hecho pasar, en forma casi
sincrónica a nuestros pueblos –me refiero particularmente a mi Patria, la
República del Ecuador– de la revuelta en sus variadas formas a la dictadura.
Con olvido casi permanente del supremo deber de construir estas Patrias para
la libertad, la justicia, el progreso y el bienestar humanos. Con olvido casi
permanentemente del pueblo.
Olvidada, por colonial y retrasada, la Legislación Española de Indias,
nos dedicamos a copiar, casi literalmente en Constituciones y leyes, la
conformación jurídica y social de Francia, Inglaterra y los Estados Unidos.
Trasplante de instituciones democráticas, sin posibilidad de aplicación a
pueblos impreparados para ellas. Y lo que es peor aún, trasplante demagógico,
sin la menor intención de aplicarlo. Esa insuperable Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano, introducida en Nueva Granada en forma
clandestina por Antonio Nariño, provee de palabras sonoras a la farsante
oratoria de caudillos, demagogos y pretores y engaña los oídos de nuestros
pueblos ingenuos durante siglo y medio.
91
Un poco antes de la muerte de Bolívar, su sueño genial de una gran
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generales de la gesta magna, se repartieron el botín, cobraron la soldada en
forma de una parcela de la gran Patria común. Por lo menos Nueva Granada
y Venezuela iniciaron su vida emancipada con sus hombres, nacidos en su
suelo, pertenecientes a su historia. Las demás parcelas fueron distribuidas
entre los soldados triunfadores: mi Patria fue requisada por un venezolano,
Juan José Flores, la hijuela hereditaria llamada Perú, le tocó a un ecuatoriano,
el Mariscal José de la Mar; el lote altoperuano, hoy Bolivia, fue destinado a un
venezolano, grande y bueno éste sí: el Mariscal de Ayacucho Antonio José de
Sucre, cuyo interés por mi país, el Ecuador, le costó la vida en la encrucijada
caminera de Berruecos.
Juan José Flores, un mulato de Puerto Cabello, fue el fundador de la
actual aristocracia ecuatoriana. La aristocracia criolla fue decapitada en la
trágica inmolación del 2 de agosto de 1810. Flores es igualmente el fundador
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con esa plutocracia real, mediante matrimonio que lo enlaza con una familia
entroncada con los próceres del 10 de agosto –cuyo proceso se juzgó aquí
en Bogotá y cuya publicación está haciendo mucha luz sobre aquellas gentes
y aquella jornada–. Funda así el “genízaro Flores”, según la expresión del
tirano Gabriel García Moreno, una dinastía que, con pequeños paréntesis, se
ha mantenido en el Poder. Son las veinte familias que entre las dos grandes
regiones, la Sierra y la Costa, vienen gobernando a mi país, destruyendo o
esclavizando a su pueblo.
Es así como un país de indios, en proporción mayoritaria, de mestizos
cada vez más numerosos y unos pocos blancos, es gobernado con un sistema
de falaz democracia trasplantada que es tan mala cuando asume caracteres de
dominio pretoriano o castrense; o los de dictadura unipersonal aparentemente
civil; o los engañosos de una democracia representativa, que solo representa los
intereses de las minorías dominadoras. Y un perpetuo gran ausente: el indio.
Más de la mitad de la población de mi país.
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92
El criterio estricto de composición étnica, influye poco en esta afirmación.
Se refiere principalmente a características económico-sociales. La ubicación
de este campesinado se halla primordialmente en los valles interandinos, en
las altas montañas donde se le permite al habitante humano. En el litoral es
numeroso también, pero asume características diversas y una denominación
especial: el montubio. En el oriente se halla el aborigen en estado puro,
integrado por tribus generalmente nómadas. La ciudad rechaza al indio o lo
absorbe en las artesanías o en los trabajos de la construcción. Dos millones de
indios, aproximadamente. El mestizo ocupa el segundo lugar en número. Se
lo halla ya en los poblados y en las ciudades, en las cuales está constituyendo
una inconforme y desheredada clase media, de la cual se espera en el futuro
el movimiento redentor de todo el pueblo ecuatoriano. El negro constituye
una minoría muy escasa, que ocupa la provincia de Esmeraldas, en la frontera
litoral con Colombia y algunos valles subtropicales, como Catamayo y el
Chota. Apenas llegará al 3% de la población total, o sea algo más de cien mil
personas. El blanco –o el que hace vida de blanco– representa un escaso 15%
de la población total, y es el que alimenta la casta dominante, que sale de su
seno.
El Ecuador es, pues, con México, Guatemala, Perú y Bolivia, un país
de predominante población indígena. Aun cuando los censos no nos den
aún indicaciones precisas y convincentes, porque en mi país la calidad, de
denominación de indio es todavía un estigma vergonzoso e inconfesable.
El indio, su status real, es seguramente el fundamental problema de justicia
que tiene que resolver aún el Ecuador. Sobre él recayó durante la Colonia, la
injusticia colonialista de España. Sobre él sigue gravitando, a pesar de leyes
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principales han sido los novelistas, alguna vez los ensayistas y los poetas. En
forma extraordinaria, los pintores. Pero ellos, que han hecho la denuncia
lacerante ante el mundo, han conseguido muy poco todavía. Por el indio, para
el indio, el Ecuador necesita urgentemente, su Segunda Independencia.
LA TIERRA
93
El régimen de la tierra, su estatuto, su estructura real son, en el Ecuador,
fundamentalmente feudalistas y latifundiarios. Las tierras habilitadas al
comercio humano, las que están cerca de las ciudades y pueblos, las que tienen
caminos, agua de regadío, fertilidad, las que son buenas para la agricultura
económica y rentable, están concentradas en muy pocas manos. Las estadísticas
al respecto, son reveladoras y desconsoladoras. En mi país el que trabaja la
tierra, no es dueño de la tierra. El dueño es el gamonal, el latifundista, que
goza de sus rentas en Europa o Estados Unidos, o el gran explotador que,
para mantener el dominio de la tierra, interviene en la función pública, ya
corrompiendo ejércitos –cosa que felizmente hemos superado en los últimos
años– o manejando con dinero, influencias, clericalismo, alcohol, la fácil, la
mentirosa aritmética del voto.
La Primera Independencia consolidó, en vez de corregir, los abusos
coloniales en el régimen de aprovechamiento de la tierra. Remató las garantías
sin límites a la propiedad privada exclusiva, de acuerdo con el viejo Derecho
Romano. Alejó al pobre de la posibilidad de llegar a tener un pedazo de tierra
para trabajarla. Que no se diga que hay legislación generosa y justiciera. En
veces la hay, pero jamás se cumple. Las cargas coloniales de la encomienda, la
mita y otras fórmulas de esclavitud del campesino ante el señor feudal, dueño
del latifundio, se han diversificado y agravado dentro de la vida republicana.
El famoso régimen del huasipungo, mísera parcela concedida como limosna
al indio, es la comprobación de la servidumbre que crea el latifundismo y el
régimen feudal de la tierra que aún perdura.
LA GEOGRAFÍA
94
Que el trópico es tierra para negros y “subdesarrollados”. Que los países
tropicales deben ser siempre colonias, “haciendas”, de los países imperialistas
y ricos. Que nuestro destino es el de siempre, ser productores de materias
primas, “Estados-peones”.
Contra ello ha de insurgir, principalmente, el Movimiento Revolucionario
de la Segunda Independencia en mi país. Proclamar la excelencia del trópico
y probada en la acción, en la política, en la economía. Y no ser menos que
nuestros hermanos de África, que han resuelto irrevocablemente, hacer oír su
voz y hacer sentir su presencia en el panorama universal.
-")*4503*"
95
Ecuador. Pedido a Napoleón III para que acepte al Ecuador como colonia
francesa. Quince años también.
Cuarto. Período posgarciano. Características: ensayo democrático y
elecciones libres en el primer momento. Aparición de un intento de Partido
Social-cristiano, con el nombre de Partido Progresista. Caos interno e
internacional. Duración, veinte años; desde la caída del tirano hasta el triunfo
liberal del General Eloy Alfaro en 1895.
Quinto. Período alfarista, con predominio liberal. Características:
afirmación de la nacionalidad, establecimiento de los derechos humanos
y las garantías ciudadanías, notable progreso material y elevación del nivel
del país por la educación y la cultura. Separación de la Iglesia y el Estado,
laicismo en la enseñanza, intentos de justicia por lo menos protectora –para
la raza indígena–, elevación de la voz internacional del Ecuador, proyecto de
un Congreso Interamericano en México, combatido por poderes interesados.
Duración: desde 1895 hasta 1912, en que se sacrificará al gran reformador en
la pira trágica del 28 de enero de 1912: diecisiete años.
Sexto. Plutocracia bancaria liberal-conservadora, desde la inmolación de
Alfaro y sus tenientes hasta el 9 de julio de 1925. Características: paz relativa
a la sombra de las instituciones liberales de Alfaro. Desastre económico a
causa de la desaparición del único producto exportable, el cacao, a causa de
enfermedades que lo destruyeron. Impreparación del país para la crisis de la
Primera Guerra Mundial. Descontento general, que lo capitaliza el ejército
para dar el golpe militar del 9 de julio, a pretexto de regenerar al país y, como
siempre, de “salvarlo”. Duración: trece años.
Séptimo. Período juliano. Características: pretorianismo acentuado,
dictadura militar con participación civil, parcial o totalmente. Aparición de
los movimientos de izquierda, de tipo socialista y, en muy pequeña escala,
comunista. Golpes y contragolpes castrenses. Caos generalizador. Duración:
desde el golpe de Estado o cuartelazo del 9 de julio de 1925 hasta octubre de
1935 en que asume el poder, por primera vez y mediante elecciones, el Dr.
José María Velasco Ibarra. Diez años.
Octavo. Período o era velasquista, dentro de la cual nos hallamos y
que dura, exactamente, veinticinco años. Dentro de este período, se han
producido golpes de Estado, reunión de dos Asambleas Constituyentes, con
las correspondientes Constituciones, inclusive la actual. Un período transitorio
y dos gobiernos de período completo. Uno liberal-conservador, a cargo del
señor Galo Plaza Lasso y otro social-cristiano, a cargo del Dr. Camilo Ponce
Enríquez.
96
Con vista de este somero esquema, no hay temor de afirmar que la
realidad política vivida por mi país, escapa a la canalización democrática de los
partidos políticos. Y que acaso el 70% de la ciudadanía nacional, no milita en
los partidos y realiza su vida cívica, cada vez que hay elecciones, con la vaga
calidad de “independientes”.
Con vista de las consultas electorales de los últimos doce años, se puede
establecer en forma aproximativa, este reparto proporcional de votos:
1BSUJEP$POTFSWBEPSZHSVQPTBëOFTyyy 20%
1BSUJEP4PDJBMJTUB IPZEJWJEJEP
yyyyyy 13%
1BSUJEP-JCFSBMyyyyyyyyyyyy 9%
1BSUJEP$PNVOJTUByyyyyyyyyy 1%
*OEFQFOEJFOUFTEFDFOUSPEFSFDIByyyy 6%
*OEFQFOEJFOUFTEFDFOUSPJ[RVJFSEByyy 40%
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LA ECONOMÍA
97
convierte en Estados-peones. Somos países que, con el trabajo rudimentario
de nuestras manos ajenas a la técnica, con la sola energía-trabajo-humano,
producimos una riqueza que nos es pagada a precios fijados por el comprador
extranjero, inexorablemente bajos. Con los cuales, compramos mercancías
elaboradas en el extranjero, con esas materias primas nuestras pagadas a precios
irrisorios; y las compramos caras, al precio que nos las quiere suministrar
el vendedor, generalmente el único vendedor. Si es que las quiere. Y en la
cantidad –a esto se llama cuota– en que las quiere.
En una proporción abrumadora –en el Ecuador casi en totalidad– lo
que producimos nos lo compra un solo comprador. Y lo que necesitamos, en
bienes manufacturados, nos lo vende un solo vendedor: los Estados Unidos de
Norteamérica. Nos compra barato este comprador único, en precios fijados
por él. Nos vende caro, este vendedor único en precios fijados por él.
¿Qué otra cosa es esto, sino colonialismo? ¿Qué es esto, sino dependencia?
En torno a este absurdo sistema económico de convivencia, surgen
implicaciones inevitables hasta hoy, de carácter político e internacional.
Una de ellas, acaso la más grave, es la representada por la acción absorbente
de los grandes trusts monopolistas que asumen, con caracteres dominantes, el
rol de representantes de los países colonizadores, constituyendo así la expresión
visible del imperialismo económico.
Mientras la historia de la colonización española –desde luego también
explotadora y rapaz– ostenta motivos o incitaciones de orden civilizador o
evangelizador, que en ciertos momentos la ennoblecen y elevan; en cambio
la colonización imperialista actual, trata de encubrir todos sus abusos con
una palabra grande en sí, pero solamente palabra: democracia. A la que se
le ha vaciado su sentido, porque igualmente sirven para sostener dictaduras
infames en todos los continentes, singularmente en la parte “subdesarrolla-
da” del Continente Americano, la nuestra; como para impedir los empeños
independizadores de países pequeños, ya por la construcción económica,
ya con la presión diplomática –en lo que casi siempre somos cómplices los
países “hermanos”– ya finalmente por medio de los conocidos y trágicos
“desembarcos” de infantes de marina. Acaso lo más grotesco entre los métodos
imperialistas, consiste en el apoyo prestado a caricaturas de independen-
cia, prefabricadas en las metrópolis colonialistas, para así dominarlas mejor.
Esa es la historia de las “independencias” en los últimos tiempos acordadas
a muchas colonias europeas de Asia, Eurasia, Oceanía y, sobre todo, África.
Países poblados de razas de color, a los que, como a nosotros, se considera
“subdesarrollados” también. El trágico y heroico caso del Congo, es un caso
98
evidente de aplicación de este último ardid del colonialismo. Solamente
que el despertar de esos pueblos está produciendo irremediables fiascos del
imperialismo. Allí está, doloroso, heroico, el caso de Argelia, tan noble como
era nuestro caso hispanoamericano hace ciento cincuenta años.
El Ecuador es un país predominantemente agrícola. Escasamente minero
hasta hoy, acaso por regulaciones o conveniencias de los grandes trusts. La
economía de la región interandina, constituida principalmente por cultivos de
cereales y gramíneas y por una promisora ganadería bovina u ovina, alimenta
casi exclusivamente el consumo doméstico, el mercado interior. De allí no se
derivan renglones productores de divisas. No es una producción exportable
todavía. En cambio, la producción de la región litoral, constituida por frutas
–el Ecuador es hoy el primer exportador de bananos del mundo– café, cacao,
arroz, maderas finas y en especial palo de balsa, palmeras oleaginosas, agricultura
y selvicultura tropical en suma; es la proveedora de divisas, es la que alimenta
la exportación y el comercio exterior ecuatoriano. Desafortunadamente, la
maldición de la monocultura primordial, en etapas sucesivas –cacao, arroz,
banano– ha causado serias perturbaciones en la economía general del país. La
crisis profunda que en los años diez al veinte trajo consigo la desaparición casi
completa del cacao a causa de enfermedades como la “escoba de la bruja” y la
“monilla”, combinada con la Primera Guerra Mundial, causó un tan hondo y
duradero impacto del que solamente ahora se está convaleciendo. Pero hemos
caído en la monocultura del banano, ligeramente atenuada por los nuevos
cultivos de cacao y recientes plantaciones de café, arroz y frutas tropicales. El
banano, caído dentro de la economía monopolista, está ya produciendo serias
dificultades al comercio exportador ecuatoriano.
99
políticos de los países “subdesarrollados” y débiles, frente a los monopolios
internacionales, al imperialismo político. Condena, por lo mismo, al
sistema derrotista practicado en la América Latina con frecuencia: unirse
al fuerte contra el débil, al poderoso y esclavizador contra el que quiere ser
libre, junto al que atropella la justicia contra el que tiene la justicia. Por lo
mismo, el Movimiento Revolucionario de la Segunda Independencia aspira
a que en América Latina no se repitan –como ha ocurrido en lo que va de
siglo– casos tan desconsoladores como la soledad de Colombia en 1903,
cuando su desmembración, la soledad de México en 1914 cuando la toma
de Veracruz e invasión de su territorio, la soledad de Nicaragua cuando el
crimen inaudito del asesinato de Sandino, ese mártir, precursor de la Segunda
Independencia, la soledad de la República Dominicana cuando se le impuso,
para proteger intereses monopolistas extranjeros, una dictadura nefasta
que hasta hoy ensucia el mapa americano, previo el consabido desembarco
de infantes de marina, la soledad, la infinita soledad de Guatemala cuando
en Caracas, en la X Conferencia Interamericana, se la entregó maniatada
a la inmolación, por haber osado hacerle a su pueblo un poco de justicia
con la Reforma Agraria, la soledad de Cuba, acorralada por sus propias
hermanas, por el crimen de querer ser libre política y económicamente.
Y en párrafo aparte, la soledad inmensa y duradera de mi país, el Ecuador,
cuando en los años de 1941 y 1942, no tuvo de su parte una voz fraternal
que la ayudara, y todos los hermanos concurrieron, como a una comida
de las fieras, al mayor despojo territorial que país alguno excepto México,
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MBMJCFSUBEZMBKVTUJDJBy
El Movimiento Revolucionario de la Segunda Independencia, aspira a que
la América Latina fortalezca el tono de su voz, haga oír su propia, su auténtica
palabra en el concierto universal. Que no sea el eco obediente y medroso de
intereses distintos, de política distinta, de imperialismos que la tienen sojuzgada
económicamente. Aspira a que la América Latina no se escude tras un pobre
criterio de fatalidad geográfica, para disminuirse a sí misma, para renunciar a
su posición indeclinable, derivada de fundamentales conceptos, como son el
de su cultura propia, su propia economía, su propia raza. Porque la América
Latina, hija de la generosidad ibérica en materia de estirpe, ofrece al hombre
de todas las latitudes el ejemplo fortalecedor de ser un Continente mestizo,
sin discriminaciones salvajes contra el negro y menos aún contra el indio.
El Movimiento Revolucionario de la Segunda Independencia, sostiene
que el criterio de lo continental, útil, conveniente, no debe prevalecer por
sobre las categorías esenciales de cultura, religión, estirpe, justicia y libertad.
100
No puede aceptar que, a título de mantener un pacto regional,
probablemente interesante, lo sacrifiquemos todo los pequeños países de
Latinoamérica. Y sacrifiquemos algo que es superior a todo: la lealtad a
nosotros mismos, a nuestra propia causa. Y sacrifiquemos nuestros profundos
intereses, nuestra suprema voluntad de ser libres, de ser nosotros mismos.
El Movimiento Revolucionario de la Segunda Independencia, se inspira
en el pensamiento y el mensaje de los creadores de las Patrias latinoamericanas.
Nuestro ideario fundamental tiene su raíz profunda en el pensamiento y la
acción de los grandes libertadores. Grande entre todos, el Genio de la Libertad,
Bolívar. Junto a nosotros, el mandato de esos grandes heroicos y casi siempre
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luego, en la obra de la construcción y la reforma, Juárez, Sarmiento, Alfaro,
el apóstol iluminado José Martí. Los hombres de la Revolución Mexicana,
que ya realizaron su Segunda Independencia, que se encuentra en marcha. Y
ahora, los hombres de la Sierra Maestra, de la Reforma Agraria, de la Segunda
Independencia cubana.
Nuestro Movimiento quiere dar la batalla por la justicia económica y social
de nuestros pueblos. Porque las gentes todas en nuestro Continente, coman,
se vistan, tengan techo, vida por lo menos racional, posibilidades de acceso
a la educación y la cultura. Lucha frontal contra la miseria, la desnutrición,
la desnudez en que se debaten cual más cual menos todos nuestros pueblos.
Que deje de ser trágica verdad la “geografía del hambre” que ha puesto ante
nuestras conciencias la voz clara de Josué de Castro. Mapa de la miseria y del
hambre, en el cual se halla mi Patria, la República del Ecuador.
Vivimos una época desconcertante en la que se ha producido una aún
insalvable distonía entre el progreso de la técnica, fabulosamente acelerado,
y el progreso moral y mental, que ha sufrido cambios apenas perceptibles.
Vivimos la era atómica y tenemos la ética de la era atómica. Vivimos la era de
los cohetes y proyectiles teledirigidos y no tenemos la ética para su aplicación
o su exterminio. Vivimos la era de los sputniks y la conquista de los espacios
siderales, y no tenemos la ética que guíe su aprovechamiento pacífico. Para
nosotros los “subdesarrollados”: latinoamericanos, africanos, indonesios,
asiáticos, esa formidable marcha de la técnica, solamente se ha presentado
con caracteres lejanos, de noticia amenazante y peligrosa. Por la radio, la
prensa, la televisión, conocemos que las grandes naciones de la tierra, guías
del hombre de esta hora de la historia, han dedicado todo su poder científico
a inventar artefactos diabólicos de destrucción y de muerte, con los que, como
101
si tuvieran en sus manos la quijada del burro de Caín, se amenazan como los
hombres de las cavernas. Sin importarles el que, al destruirse ellos mismos,
cegados por la estupidez y el odio, nos arrastren en la vorágine letal, a los
pequeños, los pobres, los “subdesarrollados”, que vivimos deslumbrados,
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Esta tremenda encrucijada histórica, en que se ha puesto en juego la vida
de la especie humana, exige que sea escuchada la voz de la América Latina.
Pero su voz auténtica. No la que se suma a intereses desdeñosos, extraños
y adversarios. Con profundo dolor, con desesperanza, los hombres libres de
América Latina, contemplamos el espectáculo triste de que en las asambleas
de Estados, tanto mundiales como continentales, la voz nuestra está ausente,
la voz de nuestros pueblos no se oye. De cuando en cuando, los votos
vergonzantes en contra de los pueblos débiles que aspiran a ser libres: Contra
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que se pasean a orillas del abismo.
El Movimiento Revolucionario de la Segunda Independencia, proclama el
indeclinable imperio de la justicia como base de la amistad y la solidaridad de
todos los países de América Latina. No se comprende que dentro del ámbito
continental se tolere el triunfo de la violencia como suprema razón de unos
pueblos sobre otros. El Quinto Evangelio sarmentino: LA VICTORIA NO
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si se consagra lo cometido contra mi país el 29 de enero de 1942 en Río
de Janeiro. Mi país no cree en la verdad de la OEA, que consintió y sigue
consintiendo. Mientras eso no se corrija, el pueblo de mi Patria –piensen lo
que piensen sus gobiernos– no forma parte de este consorcio de injusticias
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FM(PCJFSOPEFNJ1BUSJBFTUÈIBCMBOEPDPOMBWP[EFTV
pueblo. El Movimiento Revolucionario de la Segunda Independencia está con
el gobierno de mi Patria.
El momento político actual de la América Latina, ofrece una fácil y
obvia comprobación objetiva: nuestros países, nuestros pueblos, su conducta
política, no puede ya enmarcarse dentro de los cánones tradicionales de los
partidos políticos importados de Europa durante las luchas de la Primera
Independencia. Ni la esencia, ni las formas orgánicas ni las denominacio-
nes históricas. Con excepción de dos o tres países, entre ellos Colombia y
el Ecuador, los nombres históricos de liberales y conservadores –aun el más
moderno de socialistas– han desaparecido completamente de las plataformas
políticas. En México, tenemos el PRJ (Partido Revolucionario Institucional),
102
y el PAN (Partido de Acción Nacional). En Cuba, auténticos y ortodoxos, antes
del gran Movimiento Revolucionario actual del 26 de julio. En Venezuela,
Acción Democrática, Unión Revolucionaria Democrática y COPEI. En el
Perú, el APRA, y el Partido Demócrata de Nicolás de Piérola, frente al vetusto
Partido Civil, máscara del más cerrado conservadorismo. Igual cosa ocurre,
con las variantes adecuadas, en los demás países: Chile, Argentina, Brasil y
Bolivia. En Uruguay y Paraguay, colorados y blancos se dividen en electorado.
Pensamos nosotros que esos cambios denominativos, no son simples
alardes de snobismo político. Creemos que expresan cambios profundos del
pensamiento, la sensibilidad, la actitud política de nuestros pueblos. Es la
nueva realidad que reclama nuevo nombre. A esos cambios denominativos es
preciso mirarlos con más buida penetración socio-política. Para descubrir que
la cantidad de futuro que tienen por delante éstos –de un futuro que ha de ser
forjado por ellos mismos–, exige nuevas y distintas incitaciones agrupativas,
que contemplen principalmente la indeclinable resolución de vivir vida
propia, mejor y más justa, dentro de moldes políticos surgidos de su auténtica
realidad humana.
Pensamos nosotros que esos cambios denominativos envuelven todos un
pensamiento y una palabra grande: REVOLUCIÓN.
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103
La Reforma, en México, cuyo capitán impasible, el indio zapoteca Benito
Juárez, después de derrotar al imperialismo europeo que le quiso imponer
–aliado a pedido de los conservadores– un emperador extranjero, dictó las
leyes políticas y sociales más avanzadas de su tiempo. Igual cosa puede decirse
de la obra de Sarmiento en Argentina, a pesar de su marcado europeísmo. De
la de Batle y Ordóñez en el Uruguay. Y, como significación continental, el
apostolado de José Martí.
La Segunda Independencia se halla en marcha en México, desde la
Revolución que, si bien solamente democrática y antireeleccionista en sus
comienzos maderistas, adquiere contenido social después del Plan de Ayala
y el grito zapatista de Tierra y Libertad, que se va consolidando, con algunos
tropiezos, a través de la obra de Carranza, Obregón, Calles; y ese gran
revolucionario de valor continental, que es Lázaro Cárdenas.
La Segunda Independencia se está realizando ahora en Cuba, a la que se
trata de poner en cuarentena, en complicidad con las “hermanas latinas”, tras
una cortina de calumnias. Mientras la Isla Maravillosa, está más transparente
y clara, tras una cortina de luz.
104
descanso y la alegría del hombre ecuatoriano. Seguridad social en todas las
etapas de la vida. Nivel de vida por lo menos humano para todos los habitantes
del territorio nacional.
Cuarto. Independencia del hombre ecuatoriano por el goce integral de los
derechos humanos, conquistados por la humanidad en siglos de civilización en
la paz y de guerras por la libertad. Libertad de hablar, de pensar y practicar el
culto religioso. Todas las libertades menos la libertad para morirse de hambre
o delinquir.
Quinto. Igualdad de los hombres dentro del territorio ecuatoriano. Ni
privilegios ni discriminaciones de índole racial, económica y social. Igualdad
de los sexos ante la ley, la vida y la cultura. Participación activa y efectiva de la
mujer en los asuntos públicos.
Sexto. Plena independencia e igualdad internacional del Ecuador en su
vida de relación con todos los pueblos del mundo. Libertad de vender y de
comprar a quien ofrezca mayores ventajas, sin tolerar límites a su libertad
económica, ni por razones ideológicas, ni por razones geográficas. Rechazo de
la intromisión de poderes extraños en la conducta de la vida nacional. Defensa
absoluta del derecho de no intervención.
Séptimo. Adecuación de las estructuras políticas y legales, a la nueva
realidad del pueblo ecuatoriano, sin someterse servilmente a modelos extraños
ni pretender que el país se amolde a instituciones que no corresponden a sus
necesidades. En consecuencia, implantación de una democracia viva, cuya raíz
salga de la tierra y del hombre ecuatoriano. Que corresponda a las esencias
profundas de un pueblo que quiere vivir vida humana, con derechos efectivos
para todos, con justicia, igualdad y libertad para todos.
Octavo. Insurgencia contra el subdesarrollo, principalmente económico,
sin descuidar lo político y lo moral. Lucha contra el colonialismo y el imperialis-
mo en todas sus manifestaciones. Mantenimiento de los principios de la
Primera Independencia frente a todo poder extraño que pretenda sojuzgarnos.
Lucha por la Segunda Independencia en lo relativo al implantamiento efectivo
de la democracia económica y social, tanto en el frente interno como en el
exterior.
Noveno. Adhesión a la vida de relación interamericana y, principalmente,
latinoamericana. Pero con sujeción a la igualdad y la justicia. No más pueblos
amos y pueblos sirvientes en América y el mundo. No más pueblos a quienes,
como el nuestro, se le impone la mutilación de su territorio y su esperanza,
en aras de un sistema panamericano hecho de bellas palabras, ajenas a la
objetividad y a la verdad.
105
Décimo. Lucha sin tregua por la paz de los hombres. Junto a las naciones
pequeñas y esclavizadas, que quieren libertad. Junto a los pueblos que piden
justicia, autodeterminación, independencia. Y para conseguir la cooperación y
la paz verdaderas, lucha contra la injusticia en todas sus manifestaciones, lucha
por la dignidad de la persona humana. Pan, cultura, libertad.
106
La responsabilidad del escritor3
107
Los diez mil años de soledad del hombre, está en estas horas del mundo
hallando compañía en toda la extensión de este planeta que cada vez se está
haciendo más pequeño, porque a todos, aún a los más viejos, se nos están
haciendo los ojos de astronauta, para mirar, casi como dicen que mira Dios en
los viejos eucologios, todas las bolas girantes que componen lo que llamamos
universo.
Entonces ya, nuevamente, la voz del escritor está retornando una audiencia
de creciente importancia. No hemos de hacernos ilusiones sobre posibles libros
que traigan consigo pasos hacia adelante en la redención del hombre. Esos
libros, apenas si se cuentan con los dedos de la mano en los siglos de historia.
Pero no hemos de esperar solamente a decir las palabras que siembran, como
el Evangelio, Platón, el Quijote, Immanuel Kant, los enciclopedistas o Marx.
Pero quedan las actitudes de creación y de fermentación. Queda la voz
pura y alta del hombre que es puro y alto. Nuestra América ha dado un
ejemplo luminoso y obvio: José Martí. Voz como la de Cristo, con verdad y
con espada, como cuenta el Evangelista Mateo que proclamó Jesús. Martí es
el paradigma y la enseñanza. Bolívar nos queda demasiado alto, demasiado
grande, a pesar de su cálida humanidad de hombre claro y entero. Martí se
nos queda más acá, más cerca, a pesar de estar más lejos. Bolívar es el padre,
el creador, el engendrador, el sol. Martí nos muestra como se puede ser, muy
cerca de los hombres, con el poema, el consejo y el ejemplo.
Claro está que no debemos hacemos demasiadas ilusiones sobre el poder,
sobre, la “audiencia” del escritor en la vida contemporánea, en el ámbito de lo
que ya un poco peyorativamente, se ha dado en llamar “el mundo occidental
y cristiano”, o acaso más peyorativamente, “el mundo libre”. Y una de las
razones de ese descrédito reside, en una amplia medida, en los llamados
“medios de comunicación colectiva”: el periodismo hablado y visualizado
“radio y televisión”; el periodismo impreso: revista y diario.
La “promoción” comercial ocupa una tan amplia extensión en la conducta
de estos medios de comunicación, que ya los pueblos se defienden un poco,
desconfían un poco, porque no es nada fácil discernir dónde termina, la
opinión y donde comienza la propaganda. Y entonces resulta que el periodismo
de opinión escasea cada vez más y se llama Le Monde, en París, Cuadernos
Americanos en Ciudad de México o Marcha en Montevideo. Varios más existen
pero, para ejemplificar mi pensamiento en esta parte, me basta con esos tres
citados. De la llamada prensa grande es difícil –para el lector común– separar
intereses privados de conveniencia pública. Y entonces, quien escribe verdades
junto a propaganda disimulada y soterraña, pierde autoridad y resta eficacia
108
a lo que ha escrito. Y lo mismo puede decirse de los otros canales de
comunicación hacia los hombres.
La propaganda política, internacional, cuando sirve intereses poderosos,
tiene elementos de distorsión que se ocultan en una forma en la que las gentes
poco precavidas, caen irremisiblemente. No podemos olvidar casos bien
conocidos: órganos de opinión internacional, en los que escribían gentes de
lo más honestas y valiosas, solamente después de mucho tiempo, cuando las
cosas se esclarecieron, fueron desenmascarados como agentes de cierto tipo
de policía internacional, que se filtra por todos los resquicios, al servicio de
intereses con los que esos escritores ingenuos y engañados, no pueden en
ningún caso estar de acuerdo.
)BZ DBTPT BENJSBCMFT FO MPT DVBMFT IB RVFEBEP EFNPTUSBEP RVF MB WP[
del intelectual, del escritor, tiene resonancias pragmáticas indudables sobre
la conciencia universal, se filtra hacia los hombres y entidades de poder, y
produce resultados apreciables. La vida y la conducta de Bertrand Russell,
recientemente desaparecido, y a cuya memoria este Congreso debe rendir
homenaje, es una expresión confortadora del poder del escritor aún en este
tiempo.
Otro caso es el del gran francés Jean-Paul Sartre –cuyas ideas podemos no
compartir, cuya filosofía puede no sernos convincente y hasta cuya literatura
puede no ser nuestra preferencia– cuya presencia en todas las emergencias
humanas, es una señal que ilumina el buen camino que debemos seguir.
Esto nos trae necesariamente a la contemplación de cómo la inteligencia
del mundo, en este caso preciso, los escritores de Latinoamérica –salvo
excepciones escasas y lamentables– se han puesto necesariamente del lado de la
causa fundamental del hombre, su paz y su justicia, en esta época conturbada,
conflictiva y confusa.
Por orden cronológico, podemos citar los acontecimientos más expresivos
de esta afirmación, en el orden siguiente:
109
y es así como gentes como Maritain, Bernanos, Mauriac, católicos franceses,
Toynbee, Graham Greene, católicos ingleses; Carlos Pellicer, Gabriela Mistral,
Jorge Mañach, católicos latinoamericanos, entre otros muchos de la misma
Italia, de la propia Alemania, se alinearon entre los millones de amigos de la
república española en el mundo. La inteligencia, los escritores, cumplieron.
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2. La Segunda Guerra Mundial. El enemigo del hombre, entonces, fue
el nazi-fascismo ítalo-germano-japonés. Los escritores, casi todos los de real
valía, en todas las latitudes, estuvieron por la causa de la libertad del hombre,
que jugaba en esa emergencia la carta definitiva. No importó que entre los
que defendían la libertad se hallaran países de ideología política distinta a
la de las democracias occidentales. El doble suicidio de Sthefan Zweig y su
mujer, fueron el grito inicial, desde tierras del Brasil, de la gran derrota del
pacifismo cristiano, sustentado sobre ametralladoras y bombas incendiarias
y destructoras, cuya coronación infame fue el crimen mayor de las edades:
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3. -B JOWBTJØO EF )VOHSÓB Z
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cometidos por el poder descomunal de la Unión Soviética sobre dos pequeños
y jóvenes países socialistas. La inteligencia universal, que incluyera nombres
como los de Bertrand Russell, Jean-Paul Sartre, Linus Pauling, novelistas,
ensayistas y poetas latinoamericanos de insospechable solvencia moral e
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EFMPTRVFOPIBOFOBKFOBEPTVQFSTPOBMJEBEBOJOHÞOJNQFSJBMJTNPy
4. La Revolución Cubana. Es posible que en ortodoxia ideológica, en
métodos, no sea aprobada íntegramente por todos los intelectuales del mundo.
Sin embargo, nuevamente Sartre, el católico Graham Greene, el igualmente
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Norman Mailer, Malraux, Alberto Moravia, Vasco Pratolini. Políticos,
jerarcas católicos, hombres de pensamiento y de acción, aún de los propios
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todo lo honesto, todo lo auténtico. No quiero citar nombres, por temor de
omitir algunos; pero mi afirmación es cabal: las excepciones, son los que se
cuentan con los dedos de la mano. Y es que el pensamiento latinoamericano
comprende claramente que, en este siglo, la primera insurgencia completa
para llegar a la Segunda Independencia que todos nuestros pueblos reclaman
desesperadamente, por “la gran luz que nadie apagará”, prendida en la Isla
de Martí. Es la gran protesta, “al filo del agua” del neo colonialismo total.
110
Su repercusión es innegablemente universal. Lo estamos presenciando: en
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FO'SBODJB
FOMPT&TUBEPT6OJEPT
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5. El atraco del Vietnam. La Indochina francesa, tras una lucha heroica
contra la dominación francesa igualmente heroica –lo dice el episodio
sobrehumano de Diehm Bien Pu–, conquistó su independencia, como la
DPORVJTUBNPT OPTPUSPT
IBDF B×PT
HVJBEPT QPS #PMÓWBS
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.BSUÓO
0)JHHJOT
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pueblo, inmensamente lejano geográficamente, se hallaba en la euforia de su
independencia de la colonialidad francesa, de pronto, otra colonialidad toma
el lugar dejado por Francia y resuelve someter a esos pueblos desangrados,
empobrecidos y lejanos. Jamás en la historia humana se había presentado una
cosa tan inexplicable y tan hipócrita. La intelectualidad del mundo, otra vez,
casi sin excepciones válidas, se pone en la buena orilla: la del chico que ha
conquistado su libertad y quiere conservarla, contra el grande que quiere, con
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6. La insurgencia juvenil, más concretamente estudiantil, en todo el
mundo. Lucha de generaciones, se ha dicho: la hubiera habido siempre, de ser
cierto eso. Es lucha del hombre nuevo que no quiere recibir una herencia de
crímenes, engaños, farsas, sin beneficio de inventario, porque el mundo, en la
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ciudades universitarias alemanas, Los Ángeles, Caracas, Buenos Aires, Quito,
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también la inteligencia adulta, se ha esforzado por comprender. Y hombres
provectos, como Russell, Linus Pauling, Sartre, Octavio Paz, García Bacca,
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Fanon, han jugado limpio, al comprender, o tratar de comprender la causa de
las jóvenes.
7. La nueva actitud de la Iglesia Católica, frente a sus problemas y a los
problemas humanos –no solamente espirituales– de sus fieles, en especial de los
clérigos, que aspiran a humanizarse más. A partir del Papa Juan y los concilios,
una nueva problemática ha sacudido a la clerecía católica. Y de entre ella,
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Cuernavaca, Monseñor Méndez Sarceo, el Obispo de Riobamba, Monseñor
Proaño. Y la lista heroica, encabezada por Camilo Torres.
Dentro de este mundo estremecido, agónico, convulso, el escritor debe
decir su palabra, porque dentro de él vive. Su herramienta de trabajo, es la
111
palabra escrita. Y, dentro de los nuevos medios de comunicación, la palabra
hablada por la radio y la televisión. Y la voz del escritor debe, hoy como
nunca, dejarse oír. Nunca ofrecer la excusa de su poca eficacia. Jean-Paul Sartre
–todos lo recordamos– declaró, en forma desolada, la impotencia del escritor
para defender los bienes de los hombres, para evitar el dolor de los niños. Sin
embargo, concluye diciendo que su oficio es escribir, y que seguirá escribiendo,
aún cuando los resultados no sean tan efectivos como es de desearse.
Pero el escritor, para adquirir y afirmar una audiencia, debe cuidar su vida.
Y debe cuidarla porque, en razón de la comunicación, que hace de todos los
intelectuales unos “licenciados vidriera” de la novela cervantina, su conducta
es contemplada y juzgada por todos los lectores. Paradigma de ese hombre
transparente, es justamente el gran venezolano Rómulo Gallegos, que al propio
tiempo que realizaba una producción excelsa en el campo de la novelística, le
daba a su país toda su capacidad de ciudadano.
Un excepcional faenador de las ideas –una de las poquísimas mentalidades
por mí conocidas que se acerca a lo genial–, Don José Vasconcelos es, por
desgracia, el ejemplo a la inversa. El latinoamericano que en lo que va de siglo,
manejó ideas y grupos de ideas conductoras, “fermentales” como dijera Vaz
Ferreira, hasta lograr una maestría por pocos igualada, en la última parte de
su vida, se dedicó a borrar con su actitud aquello que nos había enseñado. Yo
amo a Vasconcelos y me duele tener que citar su caso como el ejemplo más
desolador de distonía entre la prédica y el predicador. Entre el escritor y el
hombre.
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inhumana, de que la obra y la vida de un escritor, se conforme a nuestra
particular y exclusiva manera de entender y contemplar el mundo, en
lo social, en lo literario, en la político. Me parece absurdo condenar a un
escritor porque es conservador o comunista. Porque su literatura no esté de
acuerdo con nuestros criterios estéticos o nuestras preferencias literarias. Amo
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bien. Amo a Pellicer, a Ernesto Cardenal, a Martín Adán. ¿Están ellos en la
derecha? Muy bien. Pero todos ellos son hombres limpios, puros, que aman su
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debe ser constructor y destructor. Debe ser crítico y augur. Pero con respaldo
en sí mismo. Pasó la época, felizmente, en que lo fundamental era demostrar,
fingir muchas veces, la falsedad y el vicio, para ser conocidos y admirados. Los
“paraísos artificiales” ya no están en onda. Porfirio Barba Jacob, vivió su época.
112
Debe el escritor decir su palabra. Y decirla alta y firme. La cárcel y el
destierro, están incluidos, entre los premios que parcialmente en Latinoaméri-
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Pero si llega la hora, afrontarlas y sufrirlas.
Este ilustre país de los libertadores, es el ejemplo quizás más duro y
afrentoso de persecución contra la inteligencia. En él, como en casi toda
Latinoamérica, el enfrentamiento de la cultura contra la fuerza bruta armada
por el pueblo, ha traído muchas lágrimas, mucha sangre. El exilio, la cárcel,
MBNVFSUFy
La Comunidad Latinoamericana de Escritores debe declarar la guerra a
la brutalidad de la fuerza apoderada de casi todos nuestros pueblos. Y luchar
de verdad. Por ello pienso que la conclusión lógica de este Congreso, la más
urgente y primordial, es la de establecer un enérgico sistema de defensa y
contraataque, con nuestras armas, con nuestro oficio de escritores. Propongo
pues que se conforme la conducta de la Comunidad en el sentido de hacer
oír su voz, de marcar su presencia en todos los casos en que la cultura sea
aherrojada por el pretorianismo. Mi tesis en el Congreso de México, fue
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reclamo que esa presencia nuestra se haga sentir en todos los siguientes casos:
Cárcel y destierro de los escritores, de los hombres de pensamiento.
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Mario Monteforte Toledo, de Augusto Roa Bastos, de Elvio Romero, de Celso
Furtado, de Oscar Niemeyer, de Josué de Castro y cien más?... Y no solo
solicitudes protestas, sino organización de una fórmula –con un fondo inicial
de la Comunidad– que obtenga que el escritor perseguido, tenga una manera
de trabajar en los países donde la libertad está con vida.
La solidaridad con las universidades e instituciones de cultura, en forma
global, de manera que cuando se cometa por la fuerza de las armas uno de
estos crímenes, por desgracia demasiado frecuentes, todas las filiales de la
Comunidad en veinte países, alcen su voz de protesta o de reclamo.
Pienso que de este III Congreso debe salir esto, para que la Comunidad
adquiera crédito y respetabilidad.
113
El exilio: mal de Latinoamérica4
4 Tomado de: Benjamín Carrión, Raíz y camino de nuestra cultura, Cuenca, Municipalidad de
Cuenca, 1970, pp. 27-31.
115
Gabriela Mistral, en las décadas del veinte y del treinta, decía: “los que
deben estar construyendo nuestros pueblos, orientando su cultura, por aquí
me los encuentro en Europa, desterrados con decreto o sin él, visitando
museos, recorriendo ciudades, dentro de una modestia, por no decir miseria,
decorosamente llevados gracias: a colaboraciones en periódicos latinoameri-
canos, modestamente remuneradas”. Y es que en aquella época, comenzando
por el gran Unamuno –hispanoamericano por excelencia– por allí andaban
Vasconcelos, Rómulo Gallegos, Blanco Pombona, Pocoterra, la propia
Gabriela, hasta que el gobierno comprensivo de Pedro Aguirre Cerda la
designó “Cónsul de Chile, donde ella prefiera”... El mejor cargo que persona
alguna haya desempeñado en el mundo.
Las cosas empeoraron en las décadas de los cuarenta hasta hoy, salvo un
período esperanzador que siguió al derrocamiento de las dictaduras mayores,
por movimientos de insurrección popular, por atentados personales o por
acción de los mismos militares: así cayeron Rojas Pinilla, el primer Somoza,
Rafael Leonidas Trujillo Molina, el terrible Martínez, Perón, Odría, Ibáñez del
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Fue un momento de iluminación, en que un ancho respiro se produjo
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dictaduras se fueron reponiendo, los dictadores se fueron reinstalando. Más
francamente pretorianas, asomaron en varios países, como Ecuador y Perú,
las Juntas Militares de Gobierno, los triunviratos de militarotes y espadones.
La dictadura latinoamericana de este siglo adquirió una nueva dimensión:
la rapacidad, el negociado, el robo. La dictadura decimonónica fue,
principalmente, tiránica, cruel, opresora, providencial. Así Rosas y Francia,
García Moreno y Melgarejo, los Gutiérrez peruanos y hasta el propio Leguía,
la larga serie de dictadores venezolanos, como Páez, los Monagas, Guzmán
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mayor permanencia en el poder y maestro de muchas de las mañas de los
dictadores que vinieron después en nuestros pueblos, no fue particularmen-
te voraz en el tesoro mexicano: como él creía que México era rancho de su
propiedad, para toda la vida, robar hubiese sido robarse a sí mismo... García
Moreno y el Doctor Francia fueron financieramente honorables. El mismo
gaucho Rosas era ante todo un mandón de a caballo, antes que un extorsiona-
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y Estados Unidos ofrecen estos salteadores de camino real, que pueblan los
garitos y los burdeles del mundo. Por allí andan, horondos, exhibiendo su
116
imbecilidad y su vida crapulosa, gracias a los millones robados a sus pueblos
míseros y hambrientos.
Una constante: el odio de las dictaduras, especialmente las castrenses, por
la cultura y sus trabajadores. Odio y desprecio por los institutos de cultura:
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fulminante la rebelión juvenil y entrara en vigencia el “parricidio”, ya las
universidades se ponían frente a los dictadores y sus bayonetas. Consecuencia:
la clausura, la reorganización, el presidio de profesores y alumnos. Y su
corolario infaltable: el exilio.
García Moreno no pudo tolerar a Montalvo; los dictadores venezolanos
hicieron imposible la vida de Andrés Bello y los últimos no soportaban a
Gallegos, a Andrés Eloy Blanco. Mientras los hoteles y las playas de lujo, los
garitos millonarios, las timbas internacionales están siempre poblados por los
tiranuelos rapaces que casi siempre han escapado cobardemente de los pueblos
a los que han humillado y robado. En cambio las modestas casas de pensión,
las universidades, son frecuentadas por los hombres que encarnan lo mejor de
sus pueblos, por su capacidad, por su verticalidad insobornable.
Unas veces es Juárez, Martí, Sarmiento, Montalvo. Otras veces, hoy
mismo, son Josué de Castro, Oscar Niemayer, Celso Furtado, los argentinos,
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Londres, en universidades norteamericanas, en México, son acogidos y
aprovechados ilustres maestros de nuestros pueblos caídos en pecado mortal
de dictadura.
¿Qué hacer? La posición del hombre de cultura se va haciendo cada vez
más débil ante el dominio de la sociedad de consumo, ante el predominio
de los grandes poderes universales coaligados, ante la presión mortal de la
civilización súper industrializada, que necesita sostener, en los países pequeños
y subdesarrollados, dóciles sirvientes a quienes ordenar: véndanme barato,
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Por lo menos que los congresos, los encuentros, las jornadas de escritores
y artistas que tanto se repiten a lo largo de América denuncien este crimen,
fatídico como el genocidio: los hombres de poder persiguiendo todo lo que es
cultura. Denuncia y grito: Bertrand Russel, Lord del Imperio Británico, a los
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por escucharse la vox clamantis in desertum…
117
Una Constitución para realizar
nuestra Segunda Independencia5
Quito, 14 de marzo de 1976
En su atenta nota del 4 del actual, me dice usted “el Gobierno Nacional
está muy interesado en conocer valiosos planteamientos sobre los problemas
nacionales y la mejor forma de avanzar hacia un Estado de derecho”.
En respuesta, digo a usted que el propósito de su nota es muy loable;
pero nada es más inoperante, retardatario, regresivo y destructor del porvenir
nacional, que aquello de hablar de “retorno” o “regreso” a un Estado de derecho
que, en verdad, jamás existió en forma auténtica, surgida de la profunda
esencia nacional.
Con excepciones muy cortas y esporádicas, el país, desde aquel bochornoso
y aciago 13 de mayo de 1830, en que una “Junta de Notables”, entregó el
Ecuador a unas cuantas familias, que lo han usufructuado con ciertos paréntesis
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prestado y mal usado.
Copiadas las Constituciones, las leyes fundamentales, pasamos en verdad,
según el dicho agudo de un gran poeta español, “de la colonialidad a la
cocacolonialidad”.
Nuestras riquezas o bien en manos extranjeras o en pocas manos criollas,
constituidas en oligarquías de escasos alcances, han mantenido un subdesarro-
llo irreversible, que no ha sido vencido ni por el Canal de Panamá, ni por él
petróleo y, al contrario, han perpetuado o hecho nacer lacras existentes o que
han sido provocadas o exacerbadas:
5 Tomado de: Benjamín Carrión et al., Los intelectuales frente a la coyuntura actual, Quito, Mu-
nicipio Metropolitano de Quito, 1976, pp. 7-11.
119
b) El incremento del regionalismo, por defectuosa zonificación produc-
tiva. La unidad nacional, que tanto se pregona, no ha sido realizada.
c) La no existencia y menos aún de defensa de nuestros recursos naturales
que, o se los desaprovecha o se los entrega al transnacionalismo, plaga
letal de la humanidad.
d) La falta de defensa del sustentáculo físico de la nacionalidad: hemos
perdido el Amazonas o un acceso natural a él, en una sucesión de
gobiernos ineptos a los que queremos “retornar”.
e) La disminución material y moral de nuestra presencia internacional,
en todos los planos, pero sobre todo en el latinoamericano.
f ) La incomunicación casi completa, en lo material, de las regiones de la
Patria. No hemos podido, mediante los gobiernos a los que queremos
“retornar”, unir con caminos las cuatro regiones de la Patria: litoral,
intertropical, interandina y oriental.
120
Llamando al pueblo para que la haga: una vasta y técnicamente realizada
consulta popular, realizada por especialistas en Estadigrafía, Sociología,
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Geografía Físico-Política, Geografía Económico-Social, Ecología, Mineralogía,
Agronomía, Dietética Animal, Salubridad Urbana y Rural, Ciencias de la
Educación, Economía Social.
Este personal organizado técnicamente, estudiaría todas las regiones de la
Patria: litoral, intertropical, interandina y oriental.
Este trabajo de investigación, más útil que el censo, y basándose en el
censo realizado, podría durar un máximo de seis meses. Sería entregado a una
Comisión Central Preparadora del Proyecto. Y ésta lo elaboraría en otros seis
meses.
El Proyecto de Constitución así preparado, investigado, elaborado, sería
entregado a una Asamblea Constituyente, de composición numérica muy
corta –acaso uno por provincia– con la presencia asesora de una representa-
ción completa de la Comisión Central Preparadora, con voz pero sin voto, que
exponga ante la Constituyente Política, el alcance del articulado de la primera
Constitución ecuatoriana.
La Constituyente duraría un período de noventa días. Y, al final de ellos,
ella misma promulgaría la Constitución auténtica de este país, elaborada y
dada por su pueblo. Y ese sería el día de nuestra Segunda Independencia.
Benjamín Carrión
121
Cartas al Ecuador
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de la Patria, para asistir a una de sus más bellas, de sus más autenticas
manifestaciones: la expresión de heroísmo en los días de peligro.
Todas las gamas de la sintonía que, para su “heroica”, soñara el gran sordo:
desde la ingenuidad infantil que ofrece su juguete a la Patria, hasta la grave y
desolada pero viril expresión del anciano que sufre por no poder ya tomar en
sus manos temblorosas el fusil castigador de la infamia. Pasando por el canto
joven, la lágrima materna, el grito desafiante, el puño en alto. Y la decisión
firme, recia y dramática de quienes estamos listos para ocupar nuestro sitio en
la defensa, pero que, por querer hondamente a nuestra tierra, desearíamos para
ella una paz justa y digna.
Quito, la capital, ha dado la más alta y emocionante nota. Ríos humanos
han sido sus calles, recorridas en estos días por un solo estremecimiento de
fervor. Borradas las fronteras de todos los partidos, olvidadas las diferencias
de concepción social y los conflictos políticos: la ecuatorianidad en fiebre, ha
rodeado a las autoridades, y ha ofrecido a la Patria, por intermedio de ellas, su
concurso íntegro, su dación total.
Al par que la capital y las poblaciones principales de todos los rincones
del territorio nacional, han llegado los ecos del formidable despertar de un
pueblo confiado, que no acepta el ultraje a su decoro, los ataques a su libertad,
y los asaltos del bandalaje internacional a lo que es todo para él: la tierra. Viejo
caminante de los caminos del mundo –romas ya las aristas de toda susceptibi-
lidad o espejismo chauvinista– creo poder afirmar que he visto en muchos
pueblos expresiones magníficas de dolor, de heroicidad, de júbilo colectivos.
Pero en lo que nos ha ofrecido en estos días nuestro país, ha habido algo
de telúrico, de largamente profundo, más que humano, por anterior a lo
humano: el grito de la tierra, de esta tierra nuestra, que ha puesto yo no sé
cuántos grados de temperatura en nuestra sangre, yo no sé cuántos tonos más
alto nuestro grito...
7 Tomado de: Benjamín Carrión, Cartas y nuevas cartas al Ecuador (sexta), Quito, Casa de la
Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, 2012, pp. 29-32.
123
Pero la vibración ecuatorial de nuestra sangre, no excluye la reflexión. Es
en los pueblos cálidos donde han surgido los más profundos momentos de la
meditación del hombre: la Palestina de Jesús, la India de Confucio... Es pues
la hora del meditar constructivo. Es la hora de interpretar el inmenso grito de
nuestro pueblo. El instante de comprender la lección que acaba de darnos el
hombre ecuatoriano.
124
solo las gentes que poseen la cédula de un determinado partido político
privilegiado... Allí estuvieron todos.
El 9 de julio de 1941, el pueblo de esta tierra exhibió, una vez más, su
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que ya nadie, por más alto que esté, puede decir que ignora la existencia del
pueblo, es preciso que se cuente con él, en la obra de la construcción y de la
paz –ya que sin él nada se ha podido hacer, nada–; y mientras la paz no esté
asegurada, que se cuente con el pueblo en la obra de preparar eficazmente
la defensa. Esa defensa que, en última instancia, es el pueblo quien la ha de
realizar. Pues cuando el pueblo ofrece toda su fortuna, o sea su vida, no es una
oferta condicional de rico que quiere hacer sonar su nombre... Es la única, la
solitaria verdad en la tragedia...
El pueblo ecuatoriano quisiera no merecer siempre el calificativo de pueblo
débil e indefenso, que ahora, desafortunadamente, se le aplica. Sabe, porque
le ha dolido en su pobreza que, año tras año –décadas ya– viene pagando en
una u otra forma impuestos para la defensa nacional. Pero el pueblo quisiera
que ese sacrificio de años –que es timbre en el contrato de matrimonio, en
la partida de nacimiento del hijo, en la solicitud para pedir justicia, en la
carta que escribe al pariente lejano– se convierta en un buen rifle en la hora
de defender su tierra... Entonces, lo principal, es la honradez en las esteras
administrativas. Que el fin de la orgía política, no signifique el comienzo de
la orgía presupuestaria, de la orgía del desfalco. Cuando vea honradez, el pueblo
que siempre es generoso, otorgará la confianza...
El pueblo ecuatoriano, este pueblo que lo da todo, quisiera que no se lo
oculte, sistemáticamente, todo lo que ocurre en torno a su existencia, como en
la logia masónica, o en una organización de Ku-Kux-Klan. El pueblo intuye
que para nada sirve el secretismo. Además, lo ha comprobado ya. El pueblo
adivina que, tras el secretismo, siempre hay algo inconfesable y turbio. Porque
es mentira, gran mentira de todos los tiempos, eso de que las “cosas delicadas”,
deben ser dichas obscuras, en la caverna de Alí-Baba alumbrada solo por
velones de sabiduría fronteriza, a espaldas del único interesado fundamental:
el pueblo. Solo las obras de la depredación y la conquista, las obras de rapiña
y gansterismo internacionales, se resuelven en la sombra, entre el cuchicheo
de cómplices sombríos. La diplomacia, de los condottieros italianos, la de
Bonaparte o Catalina de Rusia –asaltadores de caminos internacionales– o
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atraco, Fra Diávolos modernos–, solo esa diplomacia ha necesitado preparar
sus golpes en secreto. Pero nosotros, luminosos de nuestra justicia, imitando
125
lo extraño, podemos exceder los límites de lo tragicómico. A Europa se le
pueden copiar los guantes y la filosofía, los sombreros de mujer y la técnica.
Pero no se le debe copiar la diplomacia en la guerra. La diplomacia secreta, es
históricamente, la antesala ineludible de la guerra.
El pueblo ecuatoriano quiere que se abran las ventanas de las alturas
oficiales, para que entre el sol y el aire, que purifique atmósferas enrarecidas.
El pueblo ecuatoriano quiere que a él se le abran las puertas de la Patria, que
no se lo deje fuera...
Que esta inmensa puesta de pie del pueblo, sirva para algo más que para
tener auditorio propicio –no conseguido antes– para pronunciar discursos,
sabidos antes de escuchados... Que sirva para decir un poco de verdad, aunque
sea amarga. Guerra al caramelo literario, como declaramos en nuestra primera
carta. La más dura verdad, no es necesariamente camino para el pesimismo.
Casi siempre es más bien sólida base para la construcción. Así la necesitan
todos los gobiernos de la Tierra, singularmente en las horas graves: Winston
Churchill escucha, en medio de la catástrofe más grande de la historia inglesa,
a quienes le exigen acerbamente, que cambie de medidas, de sistemas, de
hombres. Mr. Churchill acoge y practica sugerencias de la oposición. No se
siente disminuido por ello. Y lo mismo hace Anthony Edén, el hombre más
FMFHBOUFEFM*NQFSJPy
Años de errores pesan sobre la hora nacional que vivimos. Injusto
–parcialmente injusto, porque en definitiva muchos de los hombres de
hoy vienen desde muy atrás– sería hacer recaer sobre el momento actual y
sus malafortunados dirigentes, todo el peso de esa tremenda responsabili-
dad. Pero sí se puede afirmar que ningún aldabonazo popular más recio y
al mismo tiempo más puro, más lejano de toda politiquería, que éste del
pueblo ecuatoriano de hoy, para advertir a sus hombres de poder la urgencia
ineludible de rectificación. Los gobiernos antecedentes, quizás tienen la excusa
en el hecho de que el pueblo no dejó escuchar entonces una voz de reclamo tan
alta, tan unánime, desde 1910 hasta hoy...
Desoír esa voz. Persistir en el odioso error de la puerta cerrada y el carro
completo, significaría la aceptación, sin beneficio de inventario, de todas las
equivocaciones del pasado, toda su trágica responsabilidad. No creemos que
haya espaldas humanas capaces de sobrellevar ese peso...
El pueblo ecuatoriano pide que se busque su confianza. Y la confianza
popular –acaso viciada en sus orígenes– puede reconquistarse acaso,
demostrando honradez, nitidez, transparencia. Puede reconquistarse demos-
126
trando permeabilidad a las insinuaciones, ansia de cooperación nacional. La
confianza puede reconquistarse rompiendo eslabones de cadenas cerradas.
* Esta carta se publicó el lunes, 14 de julio de 1941, cuando el pueblo ecuatoriano –el 9 del
mismo mes– se puso de pie en toda la República, y se ofreció al Gobierno sin distinción de tendencias
políticas o religiosas, para la defensa de la Patria.
127
Después de la derrota: sobre la vocación nacional8
Nunca como hoy, en que la Patria derrotada está sufriendo las consecuencias de
la desorientación de su vida, a causa de errores de propios y extraños, pasados
y presentes; nunca como hoy el tiempo más propicio para hacer una especie
de “examen de conciencia nacional” que, seguido de un serio “propósito de
enmienda”, nos puede llevar a la formulación de un acto de fe, de un acto de
esperanza, de un acto de amor hacia la Patria.
Si nuestra pobre y triste megalomanía de parvenus de la política, de
las finanzas, de la administración, nos ha llevado al establecimiento de los
monopolios del talento, del acierto –hasta de la “honradez”, en esta época
de la estafa cotidiana, de “la estafa nuestra de cada día”–; no debemos estar
dispuestos, no estamos dispuestos a dejar de establecer el “monopolio del
patriotismo”, como una dependencia adscrita a las antesalas y a las salas de
quienes “ocupan” el poder.
Queremos pues, hacer una escapada de este “campo de concentración del
pensamiento”, en que se nos tiene recluidos... Quién sabe si ello significa –qué
importa–, un billete de entrada hacia el presidio o un billete de salida hacia el
destierro...
Es abundante la literatura nacional llena de preocupaciones patrióticas,
anhelosa de desentrañar la verdad, de obtener datos de la realidad para, a
base de ellos, buscar algún rumbo a los destinos de la República. Pero, he de
observar que se ha dado preferencia excesiva al estudio de la historia. De la
“historia pura”, pudiéramos decir, llena de cifras y de fechas; de eso que, más
propiamente, pudiéramos llamar anales. Por eso es que temo que nos estemos
cargando demasiado de pasado, que nos estemos saturando de historia –una
historia empenachada y clarinante– y que apenas estemos dejando sitio al
porvenir.
8 Tomado de: Benjamín Carrión, Cartas y nuevas cartas al Ecuador (undécima), Quito, Casa de
la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, 2012, pp. 49-56.
9 Civilización y barbarie, 1888.
129
La historia ha de servir para conocer nuestra genealogía: por un lado,
toda la nebulosa ética que nos ofreciera la conquista española, desde esa
plaza pública del mundo que ha sido la península; por otro lado, la nebulosa
indígena, apenas adivinada por la insipiencia de nuestros estudios arqueológi-
cos, en la que también se hallan huellas de avatares cósmicos, a través de
lo maya y de lo incaico, lo caranqui y lo tiahuanaco. Quién sabe si lo ario
y lo semita que nos diera España, se han encontrado aquí –en un viaje de
trayectorias inversas– como lo mongoloide. Y en una carrera de siglos a través
de la esfera terrestre, –tan pequeñita ahora, gracias al avión y el radio– aquí se
hizo el connubio de las gentes que, partiendo las unas al oriente, pasaron el
estrecho de Bering, y las otras al occidente, pasaron el Atlántico a bordo de las
famosas carabelas de Colón.
Pero, aquí estamos ya, los hombres del Ecuador. Y estamos en esta tierra
situada al centro de la gran bola terrestre. Como los reyes magos, venimos de
todas partes. Lo vasco nos da testarudez, tenacidad, reciedumbre. Lo árabe,
nos da imaginación. Lo maya, el sentido del arte. Lo catalán, añioranza. Lo
galaico y lusitano, nos da espíritu de empresa y ansia de más océano y más
tierras. Lo incaico, amor a la tierra y al sol. Y tras de eso, como telón de
fondo lleno de iluminaciones, lo griego y lo romano, creador de civilizaciones,
engendrador de una conducta humana que –salvo la aparición del cristianis-
mo– no ha sufrido trascendentales rectificaciones.
Siempre he recordado yo una expresión sintomática, lanzada por un
catalán inteligente aunque desprovisto de simpatía –entregado a la España
bastarda de quienes la vendieron a moros, tudescos e italianos–, Eugenio
E0ST¡Abajo la historia, viva la geografía!...
Pero, para adoptar esta expresión de apariencias audaces, tendría que
definir la historia tal como se la entiende y practica equivocada y viciosamente:
una charanga permanente, poblada de victorias propias y derrotas ajenas, de
asesinatos y de sangre. Una historia en la que siempre nosotros fuimos los héroes
y el enemigo un cobarde vergonzoso; una historia que nos crea espejismos y
falsas posiciones. Por el contrario, hemos de entender por geografía algo real
y viviente. No la simple ordenación de datos tísicos y políticos sobre la tierra
y sus regiones sino, primordialmente, una ordenación de criterios humanos,
de datos sobre la vida del hombre dentro del ambiente y del clima. El clima y
la tierra, sobre todo.
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rudamente sincera, nos ha de servir para nuestra pretensión de descubrir
la vocación nacional, su aptitud como país, sus inclinaciones naturales,
determinadas por sus caracteres esenciales.
130
Porque los pueblos, como los hombres, tienen una vocación indeclinable
que seguir en su vida. Vocación profesional y vocación espiritual. Algunos
ejemplos han de servirnos para ilustrar esta afirmación:
Israel, pueblo semita, originario de regiones áridas y cálidas, donde la
lluvia es un milagro y el sol es un castigo. Donde la noche es plácida y la luna
un ensueño. Israel ha dado la interpretación más bella de la vida del espíritu,
con una teoría de renunciamiento y de resignación, con un mesianismo de
espera interminable. En lo profesional, Israel es pueblo de transito, cuya vida
está en todos los caminos, no siente la necesidad de la raíz, del arraigamiento al
suelo que da la agricultura y el oficio: es mercader, mercader de cosas livianas,
sedas, joyas, tapices y conciencias. Y lo más liviano aún: el cheque y la letra
de cambio.
Grecia, en lo espiritual, está dominada por la claridad azul del mar
Mediterráneo. Encrucijada de pueblos, esquina principal del mundo,
comienzo y fin. Allí llega, cernido, todo lo más fino del espíritu humano. Y
sintiéndose bella y sola –le plus beau royaume sous le soleil– como se bautizara
a sí misma la moderna Grecia, esta Francia de todos, hoy atropellada por
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pueblos, para contarles y cantarles su sabiduría: La Odisea, es su símbolo
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Euclides. El pueblo griego, seguro de su tierra y de su suelo, bien plantado
en la vida, alcanza a decir su mensaje, compuesto de unas cuantas verdades y
unas cuantas bellezas, que no han sido superadas, ni siquiera igualadas, porque
estaban dichas en función del hombre y de la vida. En lo profesional, Grecia
nos da la plástica dinámica, la plástica arraigada: arquitectura y escultura.
La base y la columna, que sustentan la casa del hombre y de los dioses. El
capitel y el friso, que la hacen amable y sonriente. La estatua, homenaje al
dios y al hombre con su propia imagen, de la que se halla enamorado –el mito
de Narciso, es griego–, orgullosamente desnuda, y en la cual la encendida
erogenia de la curva, está atemperada por la casta y fría blancura del material
empleado: el mármol.
España, después de Israel y Grecia –así lo reconoce Oswald Spengler–,
es uno de los más poderosos intentos de hacer al hombre universal y eterno.
El ecumenismo –sinónimo de catolicismo– es esencial y primariamente
español. Iñigo de Loyola, proyecta una humanidad organizada, en lucha por
la conquista del cielo. Y a su servicio, los tercios hispánicos, desde Flandes
hasta Palestina, desde Cádiz hasta la Tierra de Fuego, luchan y conquistan.
131
Y por casi toda la extensión del planeta, los tribunales de la Santa
Inquisición, hacen una tremenda obra de gendarmería para llevar las almas
hacia el paraíso. Antes, el Cid. Luego, Colón, patrocinado por esa mujer que
no es solamente el símbolo de España, sino que es España misma: Isabel la
Católica. Así, pues, en lo espiritual, España es mística con Juan de la Cruz, con
Teresa de Ávila, con Loyola, don Quijote y Miguel de Unamuno. Generosa y
humana, con Francisco de Vitoria y Bartolomé de las Casas. Temeraria con el
Cid, Cortés y los Pizarra. En lo profesional, es pintora y es música. Labradora
de armas damasquinadas en Toledo, de cerámica en Talavera. Cultivadora de
olivos y de viñas.
Más cerca de nosotros, dándonos ya pruebas tangibles de mi aserto sobre la
vocación de los pueblos, podemos ofrecer dos ejemplos precisos y clarificado-
res. Colombia y México.
Colombia, enamorada de la ley y de la libertad del hombre, con vocación
profesional por la agricultura del trópico; México, luchador por la justicia
social, con vocación por las artes de la piedra y del barro, gran realizador de
plástica.
Pues bien, yo sostengo, apoyándome en la historia y en la geografía, que
el Ecuador tiene, en lo espiritual, una vocación muy honda por la libertad: sus
fechas, antes que de heroísmo imperial, son fechas de liberación: 10 de agosto,
24 de mayo, 6 de marzo; sus hombres –excepción hecha de García Moreno–
son luchadores por la libertad: Espejo, Rocafuerte, Montalvo y Alfaro. Su
literatura, es una literatura de insurgencia, desde el panfleto bravío de los
luchadores por la independencia y la república, hasta la novelística actual,
clamadora de justicia para el montubio, para el indio, para el explotado de
ciudades y campos.
En lo profesional, el Ecuador antes que “un país especialmente agrícola”,
como proclama el clissé fonético mil veces repetido, es un país de aptitudes
manuales, sobre todo de aquellas que confinan con el arte. La plástica plana,
el color, la pintura. La plástica de volumen: la arquitectura y la escultura. Poco
musical hasta hoy.
Un hombre inteligente de Colombia, de fina percepción de hechos y
cosas, me decía: este país, me da la impresión de lo que debió haber sido
Florencia o Pisa o cualquiera de las ciudades de la Toscana o de la Umbría de la
época del Renacimiento. Por todas partes, el taller del tallador, del imaginero,
del labrador del cuero o de la piedra. Y en sus casas, unos señores aristócratas,
que hacen trabajar para sí a numerosos obreros, artistas, como podían hacerlo
los Orsini o los Médicis...
132
La posición exacta del hombre del Ecuador frente a la tierra, aún no puede
ser fijada, ni aun siquiera, aproximadamente, por cuanto la superposición
de razas y culturas provenientes de la conquista, aún no precisa la posición
humana, frente al agro.
El amor del indio a su tierra, cuando es suya, no puede discutirse. Pero
la tierra, casi en ningún sitio del Ecuador es del indio, excepto en ciertas
parcialidades de Loja, Tungurahua e Imbabura. El amor del español hacia la
tierra, es distinto según las regiones. El levantino, cultivador de naranjas, el
andaluz amoroso de la viña y el olivo, aman entrañadamente a la tierra y la
cultivan. En cambio el extremeño, el castellano –y el mismo gallego– están
siempre listos a abandonarla y marcharse tras el cuento del oro o de la sangre,
a cualquier sitio, conocido o desconocido, del planeta.
El denominador de España, de lo español –por lo vasco o por lo moro,
vale decir hombre del norte que busca el sur, hombre del sur que busca el
norte– es la potencia de viaje, la facultad de deslumbramiento por la lejanía,
la atracción de la aventura y del peligro. Una especie de nomadismo heroico,
muy semita y muy del norte también.
El español frente a la tierra, en el Ecuador, quizás en toda América, ha
adoptado actitudes de dominación y explotación, pero también actitudes
firmes de enraizamiento. Como si al español, –a diferencia del israelita que
siempre está de paso, con su cayado de peregrino– le gustara cumplir una
aventura sola en el dominio de la geografía, y luego, buena o mala, sembrarse
definitivamente. Flora de trasplante, cuyo campo es el mundo entero, pero
cuyo plantel, cuyo almácigo está en la península ibérica, que es algo así como
una zona de reparto de hombres fuertes y laboriosos, a las mejores, a las más
nuevas tierras del mundo.
El español, pues, frente a la tierra, en su primer trasplante, muestra más
potencia de arraigo, de permanencia, de incorporación, que ninguna otra raza.
Aquí mismo lo podemos demostrar, con ejemplos que están a nuestra vista.
El español muy rara vez ha ido tras la mina, que es la explotación violenta de
la riqueza de la tierra, sin amor por la tierra. Nadie ama la boca mina, hueco
negro que se traga vidas, ni el pozo del petróleo. Solamente se les quiere extraer
sus riquezas, y cuando se agotan, se los abandona y se va lejos, en busca de
otros y otros, inexplorados aún. La mina es la típica explotación sajona. El
español en América lo primero que hace es afincarse, construir, echar raíces:
la iglesia, dominándolo todo; firme y durable casa en la ciudad, el acueducto
y el camino.
133
Pero en el Ecuador, como en el Perú, México y Bolivia, el español encontró
al indio. Al indio dueño de estas tierras, según la generosa interpretación de
Francisco de Vitoria. Y lo buscó –para que sirva a Dios, probablemente– pero
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agrícola, como el caballo y el buey... Y lo dejó en el campo, cuya propiedad
arregló previamente para sí, de acuerdo con papeles, con adjudicaciones, con
una legislación especial: las “Recopilaciones de Indias”. Todo preparado en
forma tal, que se desemboque en las anchas fauces de la propiedad privada, de
acuerdo con el Derecho Romano: jus utendi et abutendi...
El amor a la tierra, pues, del criollo descendiente de español –por la razón
de su desvinculación con ella, proveniente de que encontró al indio para que la
trabaje para él–; y el amor a la tierra del indio –por la razón de que es una cosa
ajena y hostil–; el amor a la tierra, digo, puede afirmarse que no existe. ¿Y el
mestizo, el cholo? Pues el mestizo y el cholo huyen del campo que les recuerda
su origen indígena, humillante y desdoroso según ellos. (Puede afirmarse que,
en el vivir corriente, no existe acusación, ni insulto más ofensivos que el de
indio). Un mestizo o un cholo puede perdonar que lo llamen ladrón, estafador,
que injurien a su madre, pero jamás el que lo llamen indio.
Inolvidable es una de las diatribas más hábiles de Manuel J. Calle, cuando
a uno de sus adversarios le reconoció todos los méritos: ilustración, probidad,
fecundidad inagotable para escribir, pero lo llamó indio. Indio, le dijo, como
Espejo, como Carlos Casares. Y el aludido se enfureció definitivamente. El
mestizo y el cholo, abandonan la tierra, y van a la ciudad para agrandar –para
constituir puede decirse– esa burocracia descontenta, pesimista y rapaz,
que se lanza a la captura del empleo público, por todos los bajos sistemas
del palanqueo; y que tiene una exasperada y ridícula aspirabilidad de ascenso
social, traicionando sus raíces autóctonas, que la avergüenzan.
Así, pues, el aforismo aquel de que el Ecuador “es un país esencialmente
agrícola” –sobre el cual tanta verdad realista ha dicho Pío Jaramillo Alvarado–
falla fundamentalmente desde el punto de vista del actual estado vocacional
de la población ecuatoriana. Como cosa de realidad palpable –por mucho que
nos duela– debemos confesar que el hombre ecuatoriano no ha comprobado
aún su amor por la tierra y su cultivo.
Pero, ¿podrá afirmarse que esta es una realidad nacional sin remedio?
¿Que dentro de la vocación general del hombre del Ecuador, está excluido o
relegado definitivamente a segundo término el amor por la tierra? No, no y
no. Al hacer el planteamiento mismo de la historia del problema, hemos visto
la causa del desamor actual:
134
El indio ve en la tierra, que primitivamente fue suya –¿verdad, Francisco
de Vitoria?– el instrumento de su humillación y de su tortura: la trabaja para
otro, pero no para otro cualquiera, sino para el opresor, el adversario, el amo.
El criollo descendiente de español, se cree agricultor cuando tiene una o
más haciendas trabajadas por indios; dirigidas o administradas por cholos o
por chagras.
El remedio está, pues, en volver a la tierra. No solo con invitaciones
poéticas, muy bonitas, hechas entre terratenientes y latifundistas. El remedio
está en cambiar el régimen de la tierra, para provocar, para dar cabida al
esfuerzo amoroso de sus cultivadores.
Pero no se crea que vengo yo a sostener tesis macheteras, comportando
despojos y masacres. La vuelta a la tierra del hombre ecuatoriano, no ha de
ser una lucha de odios, en la que se pretenda representar el drama simplista
de echar abajo a los que están arriba, para poner arriba a los que están abajo.
Como en La revolución de los ángeles, de Anatole France...
No. La vuelta a la tierra que yo ambicionaría para el hombre de este
país sería la que a la vez que tenga una excitación de amor –levadura y
potencia– tenga una incitación económica cierta, sin espejismos ni engaños.
Una incitación de rendimiento útil, acompañada de los medios idóneos para
realizarla: no mandar a las gentes al oriente o al occidente, sin darles caminos.
No sostener que no existe el problema de las tierras en el Ecuador, porque
hay muchas inexploradas. Pero, señores míos, a esas tierras inexploradas, no
se puede ir. Y si se va, no se puede volver... Y los productos de esas tierras, no
pueden ser sacados a los mercados de consumo.
Entonces, es preciso recurrir a la técnica. Ella nos podrá decir –sobre
base certera de investigación, de dato estadístico–, los regímenes especiales de
tierras que cada región ecuatoriana necesita. Porque no hemos de ir al error
–producto de ignorancia y proselitismo y necesario causante de fracasos– de
instaurar el mismo régimen de tierras para los páramos del Chimborazo, que
para las fértiles zonas agrícolas de Tungurahua, Pichincha. Cotopaxi; para las
zonas de pequeños valles intertropicales, como Imbabura, Azuay, Loja, que
para las inmensas extensiones de tierra tropical, húmeda y plana de la Costa.
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tipo del ejido mexicano– pueda dar resultados. Pero habrá otros donde habrá
que aplicar el sistema racional de la hacienda colectiva, el kolkhoz ruso, con
capacidad para reunir capitales ampliamente suficientes para explotaciones
grandes y costosas, que hagan “económica” la producción: eso será quizás
preciso para el ingenio de azúcar, las plantaciones y explotación textil, por
ejemplo.
135
Es pues la geografía económica, la geo-economía, la que nos indicará la
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tierra ecuatoriana.
El poblador de esta tierra –acabamos de decirlo– ha demostrado una
vocación y una aptitud especial para lo manual. Una notable eficacia para
la manufactura útil y artística, que utiliza los recursos naturales puestos al
alcance de su mano, como el barro, las pieles, la lana, el corozo, y los hace
servir para la utilidad inmediata y la comodidad del hombre. Quizás es el
Ecuador –inmediatamente después de México– la región americana donde
se observa mayor vocación y aptitud para la manufactura popular; a pesar de
no haber recibido estímulos de ningún género, como lo están haciendo otros
países menos bien dotados.
Países de poderosa estructura económica, grandes y chicos, han elevado
sus condiciones de vida y producción a base de la manufactura popular,
anterior y posterior a la máquina. Bélgica, por ejemplo, con sus encajes de
Malinas y Brujas; Bohemia, con sus cristales y su loza; Francia, con sus vinos,
su cerámica de Sevres, sus perfumes y sus tejidos de Lyon y de Roubaix. Y aquí
en América, tenemos el grande ejemplo de México, cuyas cifras de producción
en artes populares, ocupa un altísimo renglón de sus entradas, no solo en
el aspecto de la exportación comercializada, que ha llegado a dominar los
mercados yanquis, sino principalmente, en su atracción al turismo. Más de
cien millones de dólares anuales se calculó en 1938 que valía la “exportación
invisible”, o sea la cantidad enorme de objetos manufacturados de lana, cuero,
plata, cerámica, jade, obsidiana, etc., que se llevan de recuerdo los turistas en
sus maletines personales.
Si en el Ecuador se dirigiera y encauzara, en forma comercial y en forma
artística el trabajo manual de nuestros tejedores de alfombras y de ponchos
–como ya se está haciendo algo respecto de los sombreros de paja toquilla, los
celebres “Panamá hats”, de fama universal–; de nuestros altareros y tejedores
de casimires de Otavalo, de nuestros marmoleros de Cuenca y labradores de
corozo de Riobamba, etc., este país, fácilmente, podría ocupar el primer lugar
entre los países continentales en esta materia. Y sus entradas de exportación y
de turismo, acusarían cifras realmente sorprendentes.
Preciso es confesar que todavía no somos poseedores de recursos suficientes
para la explotación minera por nuestra propia cuenta. La economía universal
en esa materia es tan absorbente y tan dominadora, que no cabe, por lo
pronto, escapar a sus tentáculos. El petróleo, el oro, el cobre, todos los metales,
son sangre caliente de la circulación universal; y no se los puede retraer a la
136
influencia invencible aún, del capitalismo internacional, en su etapa imperialis-
ta. Pero, aún en esto, es preciso mirar largo y cautelosamente: no hipotecar el
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para su desenvolvimiento; pero, de paso, hacerle saber, contarle que esta
tierra se llama República del Ecuador, que es soberana, dueña de su suelo y
de su subsuelo. Y que, por lo mismo, se reserva –como atributo inherente e
intransferible de su soberanía– su facultad de imponer gravámenes y tasas, en
toda independencia y amplitud.
Todos sabemos que, en materia fiscal impositiva, existe una jurisprudencia
universal que considera al capital extranjero como un concesionario, no como
a un contratista; porque en cosas atañederas a la soberanía, no se contrata con
particulares ni se compromete los derechos del país. Así lo hicimos nosotros
también, en el corto gobierno del General Alberto Enríquez. Desgraciadamente...
Acaba de hacerlo así México –país que no se cansa de ofrecernos experiencia
y lecciones de nacionalismo–. Rezongó un poco el capitalismo internacional.
Pero, a la postre, el derecho pleno del gran país hispánico de Norte América, ha
sido reconocido ampliamente por naciones tan comprensivas como Inglaterra
y Estados Unidos. Y a base de ese buen entendimiento, la colaboración cordial,
consciente, amistosa –pero soberana– de México con esas grandes potencias,
es estrecha, sincera, de igual a igual, como debiera serlo con todos estos países
soberanos del hemisferio nuevo, refugio último de la democracia y la justicia.
Y el argumento supremo de los entreguistas, de que el capital huye cuando
se lo arregla a la ley, ha tenido su más grande mentís en el caso mexicano: el
capital no ha huido. Se ha afirmado. Sabe a qué atenerse. El capital puede
ahuyentarse más bien, cuando su llegada es esperada mendicantemente por
turbas de rabulillas y abogadillos, que lo atracan detrás de cada puerta, para
sacarle vergonzosas gabelas personales.
Volviendo a lo que se refiere a la tierra, parece que el sentido nacional
está reaccionando favorablemente. Ya no triunfa el empecinamiento estático
e inoperante de concretarse solamente a lo poco del territorio nacional que se
ha incorporado hasta hoy, empíricamente, a la vida económica del país. Ni ese
maldito empecinamiento patriotero de solo referirse al Oriente, como tierra
de posible colonización y habilitamiento; el cual acaba de tener un desenlace
trágico, que ha puesto al descubierto la llaga: todo había sido palabrería y
mentira; el Oriente había estado abandonado, completamente abandonado,
en el aspecto militar y en el de la colonización...
Tenemos un occidente abandonado. Un sur –Loja y El Oro– poco menos
que excluidos de la comunidad nacional. En el occidente: las provincias de
137
Manabí y Esmeraldas, grandes extensiones de la del Guayas, El Oro y Los
Ríos, hay territorio y riqueza para decuplicar la población del Ecuador. Los
viajeros y los estudiosos han pronunciado su fallo favorable, singularmente
en lo relativo a Esmeraldas y Manabí: son tierras propicias para el vivir del
hombre. Son tierras llenas de recursos para el trabajo remunerativo en todas las
escalas. Ricas en posibilidades agrícolas y mineras. Loja y El Oro, –además de
haber probado su codiciabilidad por su riqueza de todo orden– son las zonas
Patrias expuestas, siempre, a la voracidad conquistadora. El ejemplo tremendo
de julio de 1941 a enero –ese trágico enero– de 1942, nos debiera servir de
lección imperecedera en el futuro. Loja, casi puede decirse que no tiene una
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rincón del mundo”.
El Occidente y el Sur: allí está el porvenir inmediato de esta tierra. En
los inmensos recursos de la Costa, sobre todo. Y el Oriente, ese poquito de
Oriente que nos han dejado...
138
Sobre los males del pretorianismo.
Necesidad de una democracia sincera10
10 Tomado de: Benjamín Carrión, Cartas y nuevas cartas al Ecuador (decimocuarta), Quito, Casa
de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, 2012, pp. 69-73.
139
Comienza la era de las revoluciones y trastornos militares. Vienen con
todos sus estragos la guerra civil y la anarquía, más tarde el jesuitismo
y el terrorismo de la cogulla, mucho más temible que el despotismo de
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nombre del soldado, mañana en nombre del sacerdote y después aparecerá
en el seno de nuestra Patria el monstruo del Apocalipsis, arrastrando
conmigo la devastación y la ruina.
140
la vida normal a la República. El mismo –seguramente con la mejor de las
intenciones– la había alterado el 9 de julio de 1925. Y desde el 9 de julio, la
suerte política de la nación ecuatoriana, ha dependido del buen querer y santa
voluntad de las clases armadas.
Y las clases armadas, en esa labor, patriótica sin duda, de quita y pon de
magistrados y de presidentes, por inadvertencia, por escaso contacto con la
nación, con el pueblo, cayeron siempre en lo peor, en lo menos calificado, para
encumbrarlo a las alturas y las responsabilidades del poder.
El Ejército había caído en el tremendo engaño, de que hay que hacer
casa aparte con el país. Este engaño, lo habían venido propalando las
trincas gubernativas, para su provecho y permanencia eterna en el usufructo
presupuestario.
Y esto es lo que es preciso esclarecer, no con sofisticaciones habilidosas ni
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luz de la verdad. Para provecho fundamental de la nación, y para provecho del
Ejército mismo. Si se perpetúa ese ambiente de mutua desconfianza entre el
pueblo y las clases armadas, es sin duda el Ecuador el que sale perdiendo. Pero
al salir perdiendo el Ecuador, sale perdiendo también, y muy singularmente,
la clase militar.
Ya en el año 1936, cuando estaba dominado este país por la más grotesca
de las dictaduras que ha sufrido pueblo alguno, y un chistoso de profesión
había sido elevado por el Ejército a la Primera Magistratura del país, dije yo lo
siguiente, que me costó el destierro:
Por eso es que a este concepto absurdo, sellado con sangre popular en
mil momentos tristes y vergonzosos de la historia del mundo, el pueblo
ha respondido con esta actitud: desconfianza, temor, odio al Ejército...
141
a su regreso triunfante, por el pueblo de París. Allí están las guerras de
Washington y de San Martín. Allí la epopeya popular por excelencia, en
que Ejército y pueblo eran lo mismo: la epopeya de Bolívar.
142
pueblo, cumplirá en todo el vasto mundo su misión esencial, su cometido
a la vez que profesional, justiciero y heroico.
14 Todo lo malo que ocurre durante una época –injustamente– se lo carga la opinión pública a la
cuenta del Ejército que aparece como garante de esa época. No queremos ni acordamos del bochornoso
asunto de los Consejos de Guerra.
143
sabe todo el país, todavía está saldado el compromiso contraído
en aquel memorable septiembre de 1935, en que el Encargado del
Ejecutivo, doctor Antonio Pons, sintiéndose débil ante la responsabi-
lidad democrática que se aproximaba, llamó al Ejército Nacional, y
le hizo el pedido de encauzar al país hacia la normalidad constitucio-
nal, entregándole el Poder. El Ejército aceptó solemnemente ese pedido.
La solución está en la sinceridad. En la correspondencia profunda entre
lo que se dice defender y la realidad de lo que se vive. La solución está en la
práctica viva de la democracia, en cuya noble línea internacional nos hemos
colocado. En ser limpios y claros, tanto en el exterior como en el interior. En
ser demócratas hacia fuera y hacia dentro. La anomalía de ser totalitarios, en
los procedimientos internos –en pobre y caricatural remedo de totalitarismo–
y proclamarnos defensores de la libertad humana en el exterior, debe terminar.
Y para que termine, no existe otro medio que dejar que se exprese la voluntad
de la nación. Pedir que hable el pueblo, que señale sus conductores. Que diga
lo que quiere. Y el pueblo para ser conducido, señalará a los mejores. Y al
decir lo que quiere, solamente pedirá lo que hoy tiene: libertad, justicia y pan.
144
Sobre nuestra obligación suprema:
“volver a tener Patria”15
15 Tomado de: Benjamín Carrión, Cartas y nuevas cartas al Ecuador (decimoséptima), Quito,
Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, 2012, pp. 89-91.
145
Inmensa es, para los destinos de un pueblo, para sus posibilidades futuras,
la disminución territorial. Tan grande que no pudo ser comprendida acaso por
el Ministro nerviosillo que se intimidó y firmó, firmó, firmó, ante voces un
poco gruesas que se le impusieron.
Pero, más grande aún, es la disminución moral, la disminución de ánimo,
la mengua del prestigio. Y contra estas disminuciones sí podemos reaccionar,
hombres del Ecuador, derrotados en una guerra sin pelea. Si ha sido entregada
nuestra tierra, que no nos sea también arrebatada nuestra voluntad de vivir, de
“volver a ser Patria”.
Es por ello, que he hablado tan largamente, en cartas anteriores, de la
vocación nacional. Porque sostengo –y he sostenido siempre– que en nuestro
trópico providencial, rico de humus pero también rico de fiebres y de sabandijas,
sí se puede edificar una Patria, una “pequeña gran Patria”, con el material
humano que tenemos. El mismo con que edificó Atahualpa el más grande
imperio en estas latitudes. El mismo que ha producido a Espejo y los héroes
de agosto. El mismo con que construyó una clara democracia Rocafuerte, y
una oscura, pero poderosa fuerza moral y material, García Moreno. El mismo
material humano que ha sido capaz de florecer en Montalvo, en Alfaro y en
González Suárez.
Y sobre todo, es el mismo material humano capaz de los tejidos de Otavalo,
de las miniaturas de corozo de Riobamba, de los sombreros de toquilla de
Manabí y de Cuenca.
El mismo material humano capaz de las tallas maravillosas en piedra y
en madera, de los templos quiteños; de los imagineros populares que, desde
el indio Caspicara, han inundado de maternidades y nacimientos a medio
continente. De los pintores ascéticos y realistas de la Escuela Quiteña. De los
alfombreros sin igual de Guano y de Los Chillos.
No es imposible –es muy posible, díselo la historia– la grandeza moral
y material de los pueblos pequeños territorialmente. Cuando en 1938, en
Bogotá, hice la entrega del busto de Montalvo por Mideros, a la ciudad
cuatro veces centenaria, cuyo altísimo personero era –representando a la Patria
colombiana– el puro demócrata Eduardo Santos; Baldomero Sanín Cano, “el
maestro”, hizo el elogio de los pueblos chicos, y enalteció la posición intelectual
y moral del Ecuador.
Calcémonos las borras de siete leguas en el espacio y, sobre todo, en
el tiempo, para ver cómo la cuna y el clímax de las más altas civilizaciones
humanas –en los aspectos moral, espiritual y material– han sido pueblos
territorialmente diminutos:
146
Israel, en el angosto valle regado por el Éufrates, el Jordán y el Tigris.
Egipto, en torno de los deltas del Nilo y, más luminosa y clara, a la raíz de
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MB (SFDJB
inmortal, Patria de teorías, de conceptos, de hombres y de formas, que no han
sido superados todavía...
Aún hoy, la barbarie grandota, la barbarie que solo concibe la civilización,
la vida y la felicidad en magnitud geográfica, acaba de arrastrar a dos pueblos –
que son casi solamente uno– de territorio pequeñín, que han sido para Europa
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Velázquez y Gaya: Rembrandt. El Flandes de Erasmo, y del más alto metafísico
y moralista de todos los tiempos: Benito Spinoza.
Pero, muy especialmente, el Flandes de los encajes de Malinas, de Bruselas,
de Brujas; el Flandes de las universidades, como Lovaina, de las artesanías
insuperadas como las de Roterdam y Lieja; el Flandes de los marineros y las
grandes hazañas, cuyos hombres con la pipa en la boca, recorren todos los
océanos, con sus mercancías...
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QPSNFEJPEF)FSSFSB
Reissig y de Rodó, el pequeño Uruguay, en donde piensa profundamente y
ejerce apostolado Carlos Vaz Ferreira; cantan mujeres excelsas como Juana de
Ibarbourou. Se alza la nueva voz poética de América –¿verdad, Pablo Neruda?–
con el acento grande y noble de Carlos Sabat Ercasty... Y se cultiva la pampa,
poblada de ganados, y se tiene una moneda sana, y se tiene personalidad
internacional, junto a poderosos, a desmesurados vecinos: Brasil y Argentina.
Sí se puede tener, hombres del Ecuador, derrotados sin pelea, “una
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sabemos vencidos. No pongamos en este empeño, ingredientes de desánimo,
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tener Patria”, Y que quienes más hagan –porque han de hacerla mejor– sean
las gentes jóvenes de mi tierra: la fuerte y valerosa muchachada obrera que
quiso defender la Patria y no tuvo ocasión. La muchachada universitaria que
ya –para salvar el momento más turbio– puso la corona de duelo ante los
héroes el día de la derrota de Río de Janeiro, y juró trabajar por la Patria.
La muchachada militar que quiso cumplir con su deber. Concebir la Patria
Nueva en grandeza moral y material, como el arquitecto delinea sus planos.
Y construirla.
Nos quitaron la Patria que tuvimos, Ahora, es preciso “volver a tener
Patria”.
147
Nuevas cartas al Ecuador
Sí. Las cosas están mal. Acaso nunca han estado peor. Pero eso –tan definitiva-
mente grave– no justifica el desánimo, el desconcierto, la desmoralización
de los pobladores progresistas de la Patria. Por esta sencilla razón: que nos
hallamos en una pendiente, en un desfiladero pino hacia el desastre. Y es
tiempo aún de contener las cosas.
Yo puedo afirmar en esta carta que el Ecuador, en estos últimos tiempos,
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Me ha tocado visitar en períodos sucesivos, casi todos los países. Y la
comprobación es exasperante. Nuestros dos vecinos, Colombia y el Perú –a
pesar de sus “monedas enfermas”– se han defendido con la pequeña y media
industrialización y, a pesar de que sus productos básicos, café en Colombia,
minerales en el Perú, han sido víctimas del sistema del “único comprador y el
único vendedor”, que nos tiene reducidos a los países latinoamericanos a una
colonialidad más cerrada y deprimente que la que nos impusieran España y
Portugal en las primeras horas de nuestra vida. A pesar de todo eso, tienen un
desahogo económico mayor y una vida menos opresiva, menos angustiosa que
la que soportamos nosotros.
De allí esto que se ha dado en llamar la lepra del contrabando. Y esa lepra,
ese mal horrible, consiste en esto: que nuestros vecinos producen todo más
barato y mejor. Y que las gentes del Ecuador, para no morirse de hambre,
de desnudez, no tienen más remedio que tratar de adquirir lo indispensable
allí donde lo encuentran –a pesar de las gordas ganancias de los “heroicos”
intermediarios– un poco más barato y un poco mejor. Se trata no de una ley
económica, sino de algo más ineludible: una ley física, con sensibles parecidos
con la ley de la gravedad. Más que economistas, vale la pena consultarse en este
caso a físicos. Porque el artículo barato y bueno, como el agua, se introduce allí
donde se lo necesita y no hay quien pueda ofrecerlo.
16 Tomado de: Benjamín Carrión, Cartas y nuevas cartas al Ecuador (cuarta), Quito, Casa de la
Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, 2012, pp. 113-116.
17 Discurso pronunciado en la clausura del Congreso Eucarístico de Guayaquil. (Versión de El
Comercio de Quito, septiembre 29 de 1958, página 3, columna quinta).
149
Estamos padeciendo con agudeza increíble, los fenómenos que describe
Josué de Castro en sus libros maestros: Geopolítica del hambre y Geografía
del hambre. Es la depresión de los desnutridos, de los menesterosos, de
los hambrientos. Es la desmoralización de quienes se hallan al borde de la
inanición. Es la tristeza de quienes comen mal y cuya economía biológica se
encuentra totalmente insatisfecha.
No he de tener aquí el clamor dramático del dolor campesino y obrero.
El grito del asesinato colectivo, del verdadero “genocidio” que se comete con
muchas de nuestras poblaciones indígenas. No. Es la voz alta de la técnica,
y de la técnica oficial. Porque Josué de Castro no es un escritor comunista
ni siquiera un militante de partidos nacionales de izquierda. Es el severo
investigador brasileño que, después de una vida entera consagrada a los
problemas de nutrición en su inmenso Brasil y luego en todo el continente y
en el mundo, fue elegido en 1951 para el más alto cargo mundial en su ramo:
Presidente del Consejo de la Organización de la Alimentación y la Agricultura
de las Naciones Unidas (FAO).
Y Josué de Castro, al profundizar en las causas del hambre brasileña y el
hambre de otros países latinoamericanos –entre los cuales se halla el nuestro,
desde luego– señala las causas principales del tremendo flagelo, y las halla en
el dominio de la tierra por latifundistas y terratenientes; en el olvido que, de la
existencia de los hombres, del hombre incurrieron las clases dominantes desde
la época del nacimiento de nuestras nacionalidades: en la monocultura que,
con finalidades egoístas, imprevisibles, han mantenido los explotadores de la
tierra; y para ello exige acción gubernamental, efectiva injerencia del poder
público en la dirección de la economía nacional.
El problema es moral, se afirma por allí. Este es un pueblo malo que
no merece sino gobiernos malos. Y en un párrafo que, francamente, debiera
formar parte de una Antología del Disparate, o de un hilarante Disparatorio
Nacional, se ha dicho lo siguiente, por parte de quien ejerce el cargo de
Presidente de la República. Sí señor, lo siguiente, después de ponderar lo malo
del pueblo que le ha tocado gobernar. Oídlo:
150
origen representativo. Si las mayorías los eligen, las mayorías pronunciadas
los conforman y los caracterizan. NO ESPERÉIS GOBIERNOS
BUENOS EN SOCIEDADES MALAS, porque la POLÍTICA Y LA
ÉTICA, querámoslo o no queramos, DE UNA U OTRA MANERA SE
PRODUCEN JUNTAS18.
¿Que no es cierto que se exagera de mala fe? Pues allí está, escrito
y publicado. No ha merecido una rectificación autorizada. No es error de
linotipo ni de armada. Tal como está ha sido dicho.
Una cosa así casi no necesita comentario. De entre el fárrago de palabras,
asoma lo siguiente, confirmación de lo que siempre ha emanado de la misma
fuente: que hay pueblos buenos y pueblos malos; que los pueblos buenos
producen gobiernos buenos como la tierra buena produce buenas mieses;
que los pueblos malos producen gobiernos malos, como las tierras malas
producen mieses malas. Y que, en suma, como nuestro pueblo es malo,
corrompido, desfalcador, codicioso, contrabandista, ladrón, genocida, asesino
(esta enumeración no es mía: mucho más largamente consta en el mismo
documento al que pertenece el párrafo copiado). Pues como nuestro pueblo
es todo eso, el gobierno que padece es todo eso. Más claro, pueblos buenos y
pueblos malos. Una como doctrina de la predestinación, aplicada ya no a lo
teológico sino a lo social. Pueblos buenos y pueblos malos; y nuestro pueblo,
nuestro bondadoso y sufrido pueblo, el que tolera todo esto que está pasando,
con tristeza y resignación verdaderamente cristianas, es un pueblo al que se
califica como malo por parte de quienes lo gobiernan.
Ya lo dijimos otra vez: la historia solamente registra buenos gobernantes
cuando éstos han considerado buenos a sus pueblos. Ya en la carta anterior,
citamos a San Luis, Rey de Francia.
Una afirmación sí merece recogerse: que por propia confesión,
recomendable por lo veraz y sincera, este gobierno se considera un mal
gobierno. Claro que con la excusa de que es producto natural de un pueblo
malo (a menos que, de acuerdo con lo que se ha afirmado en el Congreso
Eucarístico último, en Guayaquil éste sea el presidente de los ecuatorianos
católicos, única y exclusivamente. Entonces, acaso todo tiene explicación:
nadie conoce mejor las cosas propias que su dueño).
Yo creo, en cambio, que este es un pueblo bueno, probablemente bueno.
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151
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es un pueblo con hambre. Un pueblo al que se lo ha conducido al extremo
límite de la pobreza, con el encarecimiento sin igual del precio de la vida;
con la carga más absurda de impuestos indirectos de incidencia y repercusión
inmediata sobre el consumidor; con el favorecimiento más desembozado de las
argollas de privilegiados, en todos los campos, el político el de las concesiones y
prebendas, el comercial, el constructivo; con la importación masiva de clérigos
y monjas extranjeros, en servil imitación de García Moreno, para que vengan
a sustituir al clero nacional, que siente el dolor de su Patria, porque le duele
en su carne y en su barro; con el nepotismo más desenfrenado de la historia:
cuatro o cinco apellidos se han distribuido la diplomacia, los altos cargos de
jugoso rendimiento, las ventajas, las prebendas de toda especie.
Cuenta la historia que en la época de la inmunda corrupción de Bizancio
–cuando el Imperio Romano se hallaba en la decadencia, la abyección y la
miseria– los teólogos y moralistas se dedicaron a predicar moral apologética y
dogmática, provocando las más arduas y disparatadas cuestiones. Las famosas
cuestiones o discusiones bizantinas, que han pasado a la historia universal
como las más absurdas y embobadoras, se preocuparon de la forma de las
pailas del infierno, si eran cónicas o redondas si los diablos tenían o no tenían
cola. Y en torno a esas y otras gravísimas cuestiones, se armaban polémicas
para engañar al pueblo que se moría de hambre, comido de las pestes y de los
gusanos.
Estamos viviendo una nueva Bizancio. Con la sola diferencia de que
al país hambriento que no se resigna a perecer por todas las enfermedades
producidas por el hambre como las parasitarias –y últimamente, con caracteres
alarmantes, el bocio–, se le reclama moral, después que se lo quiere deslumbrar
con ceremonias multimillonarias de oro y pedrería, en mitras y capas pluviales,
en nombre de la doctrina que predicara la pobreza, la humildad y el amor. En
nombre de la doctrina de Aquel que, acompañado de doce pescadores con el
pie en el suelo, dijo que es “más fácil que un camello pase por el ojo de una
aguja, que un rico avaro entre al Reino de los Cielos”, y que durante toda su
vida, tuvo solamente una túnica inconsútil, que los sayones la jugaron a los
dados en el Gólgota.
La sabiduría latina sentenció: Primun vivere, deinde philosophari. Primero
es vivir, es mantener la vida, defenderla, sana y alegre. Luego las prédicas
moralizadoras, que deben comenzar con el ejemplo de quien las realiza.
La prédica de moral, la prédica de resignación, es el recurso gastado de
quienes quieren explotar a los pueblos y engañarlos, en medio del silencio
152
humildoso y atemorizado de esos mismos pueblos. Nada más grotesco que
reclamar moral a un pueblo hundido en la miseria más angustiosa de que
se tenga memoria. Un pobre pueblo que ve que sus vecinos del Norte y del
Sur, tiene de sobra géneros y alimentos, como Colombia y el Perú. Un pobre
pueblo mal pagado, desatendido, cargado de impuestos, que tiene que recurrir
a beneficiarse del contrabando, para tener fósforos para encender su cocina,
telas para vestirse, galletas para defenderse del pan malo y caro.
Pueblo malo. Gobierno malo. Recogemos la confesión que entraña la
segunda parte.
153
Sobre el atroz silencio y el elixir paregórico19
19 Tomado de: Benjamín Carrión, Cartas y nuevas cartas al Ecuador (quinta), Quito, Casa de la
Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, 2012, pp. 117-120.
155
Ahora ya no es simplemente aquella tontería épica del “mejor gobierno
del hemisferio occidental”, que ha producido la gran carcajada de la gentes de
fuera y dentro del país. Ahora en pleno Senado de la República, se ha dicho
esta linda cosa, que si no la hubiesen transmitido las radioemisoras a millares
de oídos se pudiera decir que es calumnia, que es exageración proselitista,
afán sectario de acusación a esto que llaman el Régimen. Esta lindísima
cosa: “Desde el Río Grande hasta la Patagonia, somos el pueblo más feliz,
más respetado, que goza de mayores comodidades, de mejor nivel de vida.
La memoria infiel puede haber determinado el cambio de alguna palabra:
pero el sentido era ese. El ridículo sin linderos de la frasecilla pretenciosa: “el
mejor gobierno del hemisferio occidental”, ha sido corregida, con modestia
y humildad franciscanas; se ha excluido a los Estados Unidos, al Canadá y
al Polo Norte. Pero hemos mirado con ojos compasivos a ese pobre México,
esa desgraciada Colombia, ese infeliz Perú, ese mísero Brasil, ese lamentable
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social-cristiano calzados con régimen social-cristiano, bien vestidos y mejor
alojados por el régimen social-cristiano ¿Qué es el país más caro de América
Latina? Pues –y eso lo dijo en forma inefable, como sólo él lo sabe hacer, otro
legislador– mientras más caro está un país, se halla económicamente mejor.
Y entonces esa monserga inadmisible, de franca imposición colonialis-
ta e imperial, de que tenemos “moneda sana”, porque mantiene un curso
fingidamente estable frente a una moneda extranjera, frente a la moneda
del “único vendedor y del único comprador”, porque este feliz Ecuador, ha
resuelto ser “más papista que el Papa”.
¿Qué compra, cuánto compra el sucre actual, de papas, de sal, de maíz,
de harina, de telas de vestir, el sucre ecuatoriano, “la moneda sana”? Perdón,
mil veces perdón, por invadir el predio inaccesible de los “economistas”.
¿Economistas? No se ha sabido ni se ha ofrecido, como dicen las comadres.
Y aquellos que dirigen con éxito formidables y triunfadoras instituciones de
crédito, han emitido opiniones francamente respetables en este sentido. Poder
de compra relativo y poder de compra absoluto, inferiores a las monedas de
apariencia más débil en el panorama americano. Poder de compra absoluto, ya
sea con el patrón horas-trabajo, ya con el más sencillo de sueldos y salarios: el
profesor universitario argentino puede ya vivir, modestamente, con su sueldo.
El profesor universitario ecuatoriano, no tiene, con su sueldo, ni para pagar un
modesto alojamiento que, en todas partes, y dentro del sistema capitalista, no
debe exceder del 20% del salario total. Y qué decir del burócrata de situación
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156
A mi regreso al país, me he encontrado con que hay que comprar fósforos
colombianos o peruanos –o no comprar nada–; que hay que comprar sal, sí
señores ricos que todo lo tienen, sal colombiana, porque no hay sal nacional.
Y nada digo de todos los demás elementos fundamentales de la vida: vestido,
vivienda, distracciones. Un buen consejo a los amigos del régimen que hacen
esas afirmaciones inefables: se puede engañar a la conciencia por un tiempo,
a la libertad también por algún tiempo, a la cultura igualmente: pero al
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a afirmar que nuestros gobernantes son buenos mozos, bien vestidos –con
aquellos sombreritos sin ala y con pluma–, de buenas familias, “de gente
bien”; que no hay cholos desgraciados (pueden haber cholos felices y con buen
sueldo) en este gobierno en el escaso tiempo será que les queda, van a liquidar
“el gamonalismo, el feudalismo y el latifundismo”, según la solemne promesa
preelectoral. Todo eso, hasta la tomadura de pelo formidable del puente
sobre el Río Guayas sin empréstito pero con una deudita de doce millones
de dólares. Todo eso puede ser aguantado, que no creído, por el tranquilo
pueblo de la Patria. Pero las cosas del estómago, no, señores legisladores de
extrema derecha. Las cosas del estómago, no. A la misma hora en que tamañas
e inefables cosas se aseguran en la euforia de una buena digestión “con tres
platos y tres vinos”, según el consejo de Brillat-Savarín, los niños hambrientos
lloran en el tugurio, el pobre empleado público remienda su camisa y pone
parches a los “fondillos” de su pantalón, y el pobre maestro de escuela ejerce
aquel derecho al que se refirió Odilón-Redón; el sagrado e inalienable derecho
de morirse de hambre.
Es este un buen consejo. Con el estómago, no. Con el estómago, no,
señores legisladores de la extrema derecha o de lo contrario, que se adopte la
sabia solución que un recordado y querido huésped nuestro, practicaba para
no dar mucho de comer a sus invitados y que estos no reclamen: un buen
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semidormidos, ajenos al hambre y a las preocupaciones, tenían los ojos dulces,
el hablar bajito y reposado y un incontenible deseo de recostarse sobre divanes
y almohadones.
Al pueblo de esta tierra habría que administrarle una dosis masiva de elixir
paregórico. Mezclado en los tanques del agua potable, en las pocas ciudades
de este país rico y feliz donde esas instalaciones existen, o en las vertientes
y en los aljibes, en la inmensa cantidad de pueblos donde esos servicios son
desconocidos en el país más “rico, feliz y respetado, desde el Río Grande hasta
la Patagonia”. No soy economista. No conozco las cotizaciones internacionales
157
del elíxir paregórico. No podría decir si una importación masiva de esta noble
sustancia produciría un “drenaje de divisas” en el Banco Central. Como no
soy economista.
Pero así, groso modo –como son mis conceptos económicos de profano,
de ajeno al sancta santorum de los discípulos del señor Intriago– puedo
permitirme afirmar que costará menos el elixir paregórico, que dar de comer
racionalmente a este pueblo hambriento, hoy como nunca, hambriento.
Aunque, bien visto, acaso lo mejor será continuar así, en esta “abominación
de la desolación”, hasta que esta cholería que nos avergüenza, y que se “está
alzando a mayores”, muera de inanición, oyendo los eufóricos discursos de
los legisladores de extrema derecha y “confortado con todos los auxilios del
social-cristianismo”.
En la pintoresca y divertida declaración del personero mayor que
comentamos al principio, se dicen cosas tan realmente hilarantes y chistosas
como esta: que los chicos descalzos que han tenido la incalificable pretensión
de asistir a las escuelas públicas, han ido “involuntariamente descalzos”.
Expresión de antología de la risa, que hay que retener.
“Involuntariamente descalzos”, como involuntariamente rotosos,
involuntariamente hambrientos y, sobre todo; involuntariamente pobres... Así
piensan los señores de allá arriba: los chicos van descalzos por malcriados,
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país del “mejor gobierno del hemisferio occidental”, o del país más respetado
y feliz “desde el Río Grande hasta la Patagonia”, es una afirmación injusta y
subversiva de oposicionistas sin conciencia.
Oposicionista sin conciencia el Senador por la Educación Pública, Alfredo
Pérez Guerrero, a quien se inculpa frontalmente de haber anunciado “que
se acudirá, llegado el caso, a las Fuerzas Armadas”. Y Pérez Guerrero, quien
está llevando una “moderación heroica” para no exponer a la Universidad
a las iras y bajezas de que ya fue víctima la Casa de la Cultura. Cuando se
le quitaron –así, se le quitaron– los fondos dados para la construcción del
edificio que habría mostrado al Ecuador como a un país actualmente culto,
los diez millones de sucres en bonos dados por el gobierno anterior. Y Pérez
Guerrero, que no se aparta un centímetro de lo jurídico en sus reclamacio-
nes o en sus protestas, es considerado como “elemento político ubicado en la
oposición, que quiere destruir esa atmósfera de paz y armonía, etc., valiéndose
de planteamientos vacíos, etc.” (yo que detesto los etcéteras, tengo que usarlos
en casos como éste).
Lo que se quiere es el “atroz silencio”. El cómodo silencio de la resignación.
158
Sobre la función del Parlamento20
20 Benjamín Carrión, Cartas y nuevas cartas al Ecuador (décima), Quito, Casa de la Cultura
Ecuatoriana Benjamín Carrión, 2012, pp. 139-142.
159
más ávida, más vorazmente; a preguntar por qué “el pueblo más feliz situado
entre el Río Bravo y la Patagonia”, se está muriendo, literalmente, de hambre,
y tiene que recurrir al arbitrio del contrabando por todas las fronteras, para
poderse vestir, para poder comer; a preguntar por qué las carreteras que hace
algunos años salieron con varias direcciones se han quedado paradas en medio
camino y son, como lo dijera el chusco Excelentísimo Señor de otrora, “más
anchas que largas”.
¿Por qué y con qué derecho, han dicho esos comentaristas lacayunos, se
ha venido a interrumpir esta paz llena de dulces rumores de millares de frailes
y monjitas, cuyo solo pecado es enseñar la oración fervorosa:
160
palabras que, sumisamente, acepte el Parlamento ecuatoriano la imposición,
el desplante, la arbitrariedad, porque viene desde “arriba”, porque emana de
los amos, de quienes, por derecho divino, tienen el poder de hacer y deshacer
–más deshacer que hacer– de este país, esta Patria y este pueblo.
No, señores: todos los parlamentos del mundo tienen como alta misión
fundamental la de enaltecer y afirmar las esencias superiores de la Patria: su
libertad, singularmente, cuando ésta se halla en peligro.
Y en esta ocasión la libertad esencial del Ecuador se halla en peligro, por la
naturaleza y la substancia de las doctrinas de retroceso y reacción enarboladas
por el grupo encaramado en el poder. Preguntado el Jefe de ese Grupo, sobre
si el laicismo sería abolido, si los conservadores se consolidan en el poder
del Estado, contestó rotunda y abiertamente: “Sí”, en memorable sesión del
Congreso ecuatoriano, y en el curso de las intervenciones, en forma jesuística
que no engaña a nadie, se reiteró por boca de casi todos los conservado-
res y social-cristianos, que se respetará el laicismo por ser una institución
constitucional, pero que se tratará de reformar la Constitución nacional con
el fin de abolirlo.
La libertad esencial del Ecuador se halla en peligro: porque la máxima
conquista liberadora de la era nacional iniciada en junio de 1895, es precisamen-
te la de eliminar los dogmatismos confesionales en la educación, en la política,
en la expresión del pensamiento, en todo. El Estado laico, la secularización de
la vida en todos sus aspectos: he allí la verdad mayor de la libertad humana. El
Estado perfecto para que florezcan el amor a la Patria, las creencias religiosas,
las ideologías políticas. Es a favor del laicismo, que tiene validez una sincera
confesión religiosa, un apasionado pensamiento político, una voluntad
humana de heroísmo. Cuando se ha nacido y crecido deformado por el corsé
del dogma; o se ha sido una escuálida flor del invernadero del confesionalismo
impuesto y de la creencia obligatoria, entonces la personalidad no se expresa
con autenticidad, y de allí el nacimiento de todas las hipocresías; y de allí el
origen de los transfugios y las apostasías.
La función del Parlamento, que tanto ha estorbado a ciertos comentaris-
tas de prensa “democrática”, es la de defender la integridad del hombre y
su conciencia; defender la conciencia y el alma de la Patria. ¿De qué sirve
colaborar en el “trabajo” de decretillos inútiles que, cuando son adjetivamente
buenos, solo han de servir para consolidar y robustecer las cadenas espirituales
y materiales de la Patria?
De allí los aplausos reaccionarios a los legisladores “constructivos”, a los
RVF OP IBDFO QPMÓUJDB {)BCSBTF WJTUP NBKBEFSÓB F JOTFOTBUF[ NBZPS {2VÏ
161
otra cosa han de hacer –en cualquier sitio del mundo– los parlamentarios,
sino política? Lo que no han de hacer los parlamentarios, porque invisten
representación popular, es acto de esbirrismo. Porque el pueblo, a menos que
se halle acanallado por la tiranía del hambre o por la de la imposición de los
amos, no es, no puede ser esbirro.
El Parlamento de 1958 puede pasar limpia y decorosamente a la historia,
porque su minoría democrática se alzó en defensa del laicismo. Porque señaló
con el dedo a los hipócritas atropelladores de la libertad del pueblo, a los
que echaron las caballadas sobre representantes de la nación que defendían
una garantía constitucional. Porque marcaron los primeros pasos de rebeldía
y alentaron al país contra estos regímenes pacatos, taimados, hipócritas que
hacen caer en sus redes a los ingenuos, a los susceptibles de adulación y elogio,
a los “pobres de espíritu y de corazón”. ¿Y los decretitos creando impuestos
que agraven el hambre y la desnudez del pueblo? Bendita la hora y benditos
los no “trabajadores” que se abstuvieron de expedirlos... Sin embargo, los
“trabajadores” y “constructivos”, dieron tiempo para comprometer el ya
exhausto crédito nacional, con autorización de empréstitos para la inmensa
tomadura de pelo que es el puente sobre el Guayas y para los edificios
suntuarios, desproporcionados a nuestras posibilidades, para la Conferencia
Interamericana, descuidando, naturalmente, los pedidos de la Capital de
la República, que es lo único que debió hacerse para la tan llevada y traída
Conferencia.
Los “trabajadores”, aplaudidos por ciertos comentaristas, fueron tan
eficaces y laboriosos, que se dieron modos a elevar impuestos, a agravar el
hambre popular en beneficio de grandes edificios que “conviene” construir...
Los demagogos, los obstruccionistas, los ociosos, no hicieron otra cosa
que defender la libertad...
162
Sobre la unidad de las izquierdas y...
los frailes extranjeros21
...son los monjes y las monjas, son los dos paternales y las tías
maternales los que mantienen la tradición religiosa cristiana,
los que educan a la juventud. Pero como tienen que educarla
para el mundo, para el siglo, para ser padres y madres de
familia, para la vida civil, política, de aquí la contradicción
íntima de su enseñanza. Una abeja podrá enseñar a otra abeja
a construir una celda, pero no puede enseñar a un zángano a
fecundar a la reina.
Miguel de Unamuno22
21Tomado de: Benjamín Carrión, Cartas y nuevas cartas al Ecuador (decimocuarta), Quito, Casa
de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, 2012, pp. 155-158.
22 Miguel de Unamuno, La agonía del cristianismo, Buenos Aires, Editorial Losada, 1964, p. 90.
163
animalia”, bestias de carga, a los que hay que explotar hasta que revierten,
sin darles de comer ni de vestir ¿Y dónde, entre los “ministros del Señor”,
asoma un santo y sabio Fray Bartolomé de las Casas, que tome por su
cuenta la causa de esos hermanos en Cristo, los defienda y ampare? Muy
al contrario: el clérigo importado en cantidades masivas, es simplemente el
falangista alquilado para venir a profanar el nombre de Jesús, apoyando a los
contraventores de su doctrina de amor y defensa de los débiles ¿Dónde, en
nuestro país, el Padre Francisco de Vitoria, el padre Pedro de Gante, el Obispo
Garcés, el canónigo Palacios Rubios? Desgraciadamente, lo hemos de confesar
con lástima, el Ministro del Altar entre nosotros, ha sido y es el natural aliado
de los explotadores, de los que esclavizan a sus semejantes, de los que –acaso
siguiendo las doctrinas nefastas que en el siglo XVI profesaran Ginés de
Sepúlveda y Tomás de Torquemada– están siempre de parte de los “sepulcros
blanqueados, raza de víboras”, de los que han convertido la “casa de oración
en cueva de ladrones” y en contra de aquellos que, por pobrecitos y humildes,
fueron ensalzados en el Sermón de la Montaña, esa página revolucionaria
como pocas en la historia humana que, si fuera lanzada hoy, se la consideraría
del más tremendo, del más condenable comunismo:
164
Amo al extranjero que viene a nuestra tierra en busca de un buen lugar del
mundo para vivir, amar y morir. Amo al extranjero que a causa de la resaca de
las dictaduras fascistas y nazistas, se ha volcado con su amor a la vida y su fuerza
de trabajo hacia nuestro país. Cuánto le debemos. Cuánto ha contribuido a
nuestro desarrollo, a nuestro progreso, a nuestra vitalidad.
Amo al extranjero que viene a poblar y enriquecer de trabajo y amor, los
campos y las ciudades de la Patria. Amo al extranjero que viene a tener hijos
en el suelo de la Patria, cumpliendo el bíblico “creced y multiplicaos” y el decir
sarmientino: “gobernar es poblar”. Anchos son los caminos del mundo para
quien quiera llegar hasta nosotros trayéndonos la vida, la esperanza, la alegría.
Para quien nos traiga el poder de sus brazos, la habilidad de sus manos, su
capacidad técnica, su corazón abierto a todas las ideas y todas las labores.
Amo al extranjero que viene a identificarse con la móvil vid de la Patria. Al
que nos trae una enseñanza, un saber, una habilidad. Al que viene a decimos
algo que nos tonifique, con la palabra o con la acción. Soy el partidario más
ferviente de una buena inmigración extranjera que venga a traermos un poco
de aquello que las viejas civilizaciones han atesorado en siglos: el que nos
plante una viña, nos traiga un chanchito, nos enseñe a manejar un telar o a
modelar el barro. El que nos venga a decir cómo se combaten los males de las
plantas nuestras, sobre todo de aquellas que son nuestro tesoro: el cacao, el
banano, el café, las frutas y los cereales.
En México, en torno al lago de Pátzcuaro, desde las praderas de
Tzintzunzan, e incluso la isla sagrada de Janitzio, se venera el recuerdo de la
figura hoy ya casi mitológica de TATA VASCO, el fraile bendito y santo, Don
Vasco de Quiroga, que les trajo a los indios michoacanos el “puerquito de
Nuestro Señor”, “el marranito de Dios”, desde la lejana metrópoli española.
Que les enseñó a tejer y a manejar el barro, que les dio la sabiduría de enhebrar
una aguja, para unir mejor las dos partes de un zarape. El recuerdo de aquella
noble figura de evangelizador y, sobre todo, hombre bueno a la medida del
Cristo, flota por sobre esos campos, esos ríos y esos lagos. Y, para los indios,
es como una advocación consoladora, que sana a los marranitos enfermos, al
ternerillo flacucho, a las gallinas con pepita. Porque todo eso hacía en vida, los
pies descalzos, caminando por el fragor de la sierra y navegando por sobre el
lago, ese clérigo que cumplió su misión evangélica: estuvo cerca de los pobres
explotados y no cerca de los ricos explotadores.
Alguna vez, en el clero nacional ecuatoriano, se encuentran ejemplos
parecidos de abnegación y cristianismo verdadero. Pero esas son las ovejas
negras del redil sumiso de servidores de los amos. A ese buen cura de almas, se
165
lo calumnia ante el Obispo y, casi siempre, se le aplica el sambenito trágico: es
un cura comunista, que solivianta a los indios mitayos y a los cholos alzados.
Pero, en todos los casos, el cura nacional, es un ecuatoriano. Es producto
de este sol y esta tierra. Le interesan sus fronteras, su progreso, su economía,
el bienestar de sus compatriotas. Y, por ello mismo, es menos sumiso a la
voluntad autoritaria y explotadora de los gamonales.
No quiero dar nombres, aunque pudiera hacerlo. Pero sé que haría un
mal positivo a esos sacerdotes “según la ley de Dios”, que llevan dentro la
inspiración evangélica y ponen en sus obras la unción que ponía en las suyas
un San Vicente de Paúl, el santo de los galeotes, de las enfermedades y de la
pobreza; un San Pedro Claver, protector de los esclavos. Bendito el eclesiástico
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enseñarles a odiar, sino para adoctrinarlos en amor; cuando se llama Federico
González Suárez, y cuenta las cosas más duras de quienes, amparados en sus
vestiduras eclesiásticas, corrompieron la sociedad colonial con sus escándalos.
Extranjero debía ser el famoso Obispo Schumacher, que lanzaba a unos
ecuatorianos contra otros, en la guerra fratricida de los gamonales explotadores
contra el esfuerzo libertador de Alfaro: aquel tremendo basilisco que, en una
pastoral, así en una pastoral, dijo:
166
pueblo envejecido derrumbado y caduco, es contraria a la naturaleza de las
cosas. Es un pecado contra natura, que no hemos de dejar que prospere.
El Ecuador, ya merece que sus hijos hagan el esfuerzo supremo para
impedir su ruina definitiva, su aniquilamiento, entre llamaradas de odio que
ya se están encendiendo y –lo que es peor aún– en el lodo viscoso de la
ineptitud.
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seriamente de la unidad, de la unificación de las gentes progresistas, en un
gesto supremo de salvación pública. No dejemos que el Ecuador sucumba, no
siquiera en actitud heroica, “al aire libre y con el arma al brazo”, como pedía el
gran Arzobispo, sino en esta ciénaga pestilente, en que nos estamos hundiendo
un poquito más cada día: ciénaga de retroceso histórico, ciénaga de beatería de
siglos ya pasados, ciénaga de hambre.
167
Sobre la marcha de América hacia la libertad24
24 Tomado de: Benjamín Carrión, Cartas y nuevas cartas al Ecuador (decimoséptima), Quito, Casa
de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, 2012, pp. 167-170.
169
Doctor José María Velasco Ibarra explica, en artículo publicado en el Boletín
de la Biblioteca Nacional, en el año 1921, estos tan pregonados actos de fuerza
del Presidente Rocafuerte, a los que se les aplica el simplista criterio aritmético,
de número, para justificar al otro, al tirano. Dice Velasco Ibarra:
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medidas de fuerza para defender la libertad humana y los que emplean medidas
de fuerza para oprimir al hombre. Entre los que emplean medidas de fuerza
para defender a su Patria, y los que emplean medidas de fuerza para entregarla,
sea a un enemigo actual, como Castilla en el caso de García Moreno, o a una
potencia lejana como Francia, en el caso del mismo tirano.
Pudieron haber ejercitado la fuerza, Bolívar, Washington, San Martín
y Morelos. Pero no pudieron ni pueden ejercitar Rosas, Melgarejo, García
Moreno, Juan Vicente Gómez, Batista, Pérez Jiménez y Trujillo la fuerza,
la compulsión –disminución de las libertades humanas– pueden justificar-
se cuando se trate del afianzamiento, perduración y defensa de esas mismas
libertades. Nunca puede justificarse la fuerza, la violencia, para disminuir,
desterrar y quebrantar la libertad de los hombres. De allí que, mientras se
habría podido justificar y hasta aplaudir el empleo de la fuerza en un hombre
arcangélico como José Martí, que dedicó toda su vida a luchar por el triunfo
de la libertad de su Patria y de los hombres del mundo; es abominable el
empleo de la misma fuerza en Trujillo Molina o García Moreno, dictadores
sombríos y diabólicos, cuya misión al frente del poder, parece haber sido la
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EJTNJOVJSBMIPNCSF)BTUBFMNJTNPFMPHJPRVFMPT
mediocres hacen de nuestro único tirano, de que hacía temblar a las gentes, es
la peor de las condenaciones y de las diatribas:
170
Vámonos al monte,
allá viviremos,
sin que nos alcance
ni García Moreno.
171
historia del tirano de mi Patria. La teoría nos parecía justa, jesuítica, ignaciana:
más se entusiasma a la gente para la acción contando las obras del mal que hay
que evitar, que las obras del bien que hay que imitar. Más bienes puede hacer
a la libertad la biografía de Rosas –por el horror que inspira– que la biografía
de Sarmiento, por el ejemplo benéfico que ofrece. Más gentes se han ido al
cielo por miedo del infierno que por ansias de ir al cielo. En los sermones de
las Postrimerías: muerte, juicio, infierno y gloria, los Reverendos Padres ponen
más énfasis en las tres primeras, las que inspiran terror, “temor de Dios” como
se dice; que en la última, la gloria, que tiene por fin inspirar “amor de Dios”,
que es lo que quiso inspirar siempre el Cristo. Pero así son las cosas. Y es por
eso, seguramente, por qué Jesús no vuelve.
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democracia, que los han considerado los mejores amigos del “mundo libre”–,
la caída de Rojas Pinilla, Pérez Jiménez y Fulgencio Batista, demostrando están
que América no acepta dictaduras ni dictablandas, regresión, retroceso, vuelta a
la caverna. Es conmovedor el empeño de los conservadores y su aliado, el clero,
por adjudicarse los éxitos del pueblo que derroca sus tiranos, sus explotadores,
sus engañadores, sus dominadores. Produce un sentimiento mezclado de risa
y de lástima. En la caída de Perón, ellos, los conservadores, que tan fieles
le fueron siempre, se consideraron los protagonistas. Resultado: elección de
un hombre de izquierda, como Aramburu, para que sustituya, de inmediato,
a ese lamentable General Leonardi –ficha conservadora– que no aguantó
sino unos días en el poder, y murió de despecho y nostalgia poco tiempo
después en tierras extranjeras. En la caída de Rojas Pinilla, también cantaron
victoria y atribuyeron todo el éxito del hermoso movimiento popular, a la
jerarquía eclesiástica, restando al pueblo, al gran pueblo libre de Colombia,
todo mérito en la liberación; resultado: un hombre libre, un liberal auténtico,
Alberto Lleras, es quien –tras una derrota imponente de los conservadores
en la elección legislativa– ocupa el Solio de Bolívar. En el dramático caso de
la insurgencia venezolana, la cosa fue igual; había sido la Iglesia, se dijo en
todos los tonos, la que consumó la caída del tirano repulsivo y pigmeo. Pero
al momento de darse un gobierno, el libérrimo pueblo de Venezuela expresa,
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y 900.000 al Contralmirante Larrazábal) su repudio a la regresión, dejando
al Doctor Caldera, candidato conservador –hombre de este siglo y dotado de
simpatía personal– en la triste suma de cuatrocientos mil votos, o sea un 15%
de los sufragios expresados.
172
Con lo de Cuba también, ya se empezó a cantar victoria. Aquí mismo,
mientras se atropellaba a los cubanos libres en Guayaquil y en Quito, cuando
expresaban su júbilo por la liberación, en las esferas altas se declaraba una
congratulación hipócrita, porque se creía que era un triunfo de la reacción
ultramontana ¿Resultado? En el primer gabinete de la Revolución Libertadora,
producto del movimiento 26 de julio, nos encontramos con figuras egregias
de la izquierda americana: el Doctor Roberto Agramonte, sabio maestro de
la Universidad, gran escritor, autor de la extraordinaria BIOGRAFÍA DEL
DICTADOR GARCÍA MORENO, en la que tras un estudio científico de
la personalidad psiquiátrica del tirano, lo coloca entre los paranoicos, entre
los dementes más peligrosos de la historia. El gran ecuatorianista Agramonte,
enamorado de Montalvo, que ya está informando que los herederos en
línea descendente –y bien descendente del tirano frenético, se han vuelto a
encaramar en el poder de esta tierra; y la otra figura es la de Raúl Chibás,
hermano del mártir de la ortodoxia cubana, Eduardo Chibás, que se pegó
un tiro cuando le comprobaron que una acusación suya no estaba probada.
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la política del gran país aleccionador del continente: Cuba.
América, toda, marcha hacia la liberación integral, no solo la que atropellan
dictadores y tiranos, sino también la liberación de las conciencias, la marcha
hacia delante del pensamiento libre. Nuestro turno ha de llegar también.
173
Artículos de prensa
25 Tomado de: Benjamín Carrión, “El Partido Conservador y el centenario de García Moreno”, en
El Día, Quito, Imprenta de El Día, 4 de noviembre de 1920.
175
Consistiendo en que tuviese las apariencias de manifestación eminentemen-
te nacional su glorificación centenaria, haríamos el triste papel de inconscien-
tes y justificaríamos el que nos repitiesen que somos un pueblo nacido para la
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Nosotros estimamos que no sería digno de un pueblo culto y civilizado
eternizar en el mármol o el bronce la figura de un hombre que, si ha pasado
a ser personaje de la historia, es porque, precisamente, fincó su triunfo en
cimentar una política de inquisitorial intolerancia, llevada a inverosímiles
extremos. El derecho de mandar consideró un patrimonio exclusivo suyo. Lo
que constituyó su fisonomía especial fue su porte cesáreo. Intentar ponerle en
la categoría de los héroes de una nación o del linaje humano, afiliarle entre
los conductores o civilizadores de pueblos, nos parece, pues, que sería dar
una enseñanza disolvente a la juventud y comprometer el decoro de nuestra
posición de país libre, con plena conciencia de sus destinos.
176
Carta de Benjamín Carrión a Rigoberto Ortiz27
Quito,
Señor y amigo:
Amigo, porque amigos son, aún sin haberse visto nunca, quienes convergen,
ideal o sentimentalmente por lo menos, en el anhelo de realización de fines
esenciales.
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la Asamblea Nacional por usted y los señores Gilbert, Checa y Verdesoto. Y he
sentido una especie de gozoso orgullo al saber que una idea por mi largamente
sostenida en el periódico, el libro, la plática amistosa, se halla en sazón, a
punto de encarnar en realidad, gracias al claro esfuerzo de hombres jóvenes,
libres y nuevos.
No ha mucho –tres meses escasos– en esta misma ciudad, expuse a nuestro
común amigo Antonio Quevedo, mi fervor por el envío en grande, compacto,
de jóvenes ecuatorianos que visiten el mundo. Quevedo –la persona que con
simpatía y admiración me ha hablado de usted– me confesó haber tenido, en
líneas generales el mismo pensamiento y, juntos examinamos la posibilidad de
su realización. Por eso hoy que usted, apoyado por firmas prestigiosas, repito,
ha presentado su proyecto, he sentido el júbilo que da la idea propia que se
incorpora y vive.
El problema de la atracción de cultura, problema esencial, fundamental
de los países nuevos, tiene dos soluciones, no incompatibles, y dentro de las
cuales caben todos los eclecticismos; el reclutamiento de profesores extranjeros
para la instrucción general o especial, y el envío de becados. Usted conoce los
argumentos de los dos sistemas, siempre alrededor de la eficiencia técnica y
que, principalmente, afectan a menesteres de docencia.
Usted ha tenido no el miraje circunscrito del pedagogo, sino el integral
del estadista. Del estadista moderno que prepara la inevitable, la necesaria
27 Tomado de: Benjamín Carrión, “Carta de Benjamín Carrión a Rigoberto Ortiz”, en El Día,
Quito, domingo 27 de enero de 1929.
177
revolución del porvenir. Usted no se ha preocupado solo de la marcha
inmediata de una escuela o colegio, sino del porvenir cultural de una zona, de
una parcela de la humanidad que tiene derecho, como todas, a la verdad y al
progreso de que gozan todas.
El proyecto tiende a la preparación en masa, de las clases directoras,
guiadoras. Y lo creo eminentemente revolucionario.
No quiere usted esperar, porque no se puede esperar, el resultado lento
–tan valeroso– del proceso escolar, al que debemos dedicar nuestra atención
y empeñarle nuestra larga esperanza. Usted quiere, con los señores Gilbert,
Checa y Verdesoto –y lo habrá ya querido la Asamblea Nacional– abrir todas
las ventanas del país para que entre, de golpe, caudalosamente, aire y luz
nuevos. No el filtrarse esporádico, inmetódico, que se anula y se confunde en
la general indiferencia. Usted preconiza la invasión de la luz. Y con usted estoy,
ardientemente.
Creo que usted y yo –y con nosotros la gran mayoría de la juventud
nacional– estamos de acuerdo en que es preciso rehacer la estructura esencial,
la arquitectura del país. Tenemos la vía libre, ancha, para ello. Ni siquiera es
preciso gastar nuestras fuerzas –la fuerza de nuestro grito y la fuerza de nuestra
acción– en la labor negativa, indispensable, de la crítica y la demolición, de la
acusación y de la queja. Esa labor está ya hecha. El viejo edificio está caído, y
debemos rendir justicia a los demoledores. Es la hora del foso, del cimiento,
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nuestra generación. Y construir con rapidez, porque la hora vertiginosa de la
humanidad, será implacable con los vacilantes, los retrasados y los débiles.
Al echar las bases de esa construcción, yo opino que, sin descuidar lo
material –lo que englobaremos dentro de la palabra PROGRESO, que es la
vida fundamental, el cáñamo sobre el cual cada país borda su personalidad–
muy lejos de eso, debemos conceder un amplio sitio a todo lo que se refiere
a las funciones y fines superiores del hombre y de la especie. Creo que cada
pueblo –ya lleve en sí las características unificadoras de una nacionalidad,
ya sea el producto de combinaciones históricas discutibles– deben descubrir
en sí mismo el papel primordial que ha de representar útilmente dentro del
concierto humano. Y pienso yo que nuestro Ecuador, dentro de la armonía
continental, no puede ni debe –muy francamente lo proclamo– aspirar a
jugar un rol de pueblo esencialmente comerciante, ni menos, mucho menos,
primordialmente militar. La agricultura, la industria, a las que prestaremos
racionalmente todo nuestro concurso, serán nuestro honrado modo de vivir.
Nada más.
178
En cambio, sostengo que nuestra tierra ha manifestado y comprobado
su aptitud, su vocación, su eficiencia, para la realización de algunos de los
fines superiores del hombre. Allí está nuestra historia: el culto de la libertad
y el culto de la inteligencia fueron nuestras características. No dimos grandes
capitanes a la lucha por la independencia; dimos precursores intelectuales
con Mejía y Espejo; dimos iniciadores y mártires el 10 de agosto; dimos al
cantor Olmedo. Y durante la República, hemos fracasado cuando hemos
seguido direcciones mercantiles y fenicias, hemos triunfado con los hombres
de pensamiento, mantenedores de un ideal grande, equivocado o verdadero,
fanáticos de anhelos superiores: Rocafuerte, García Moreno y Alfaro.
En los cincuenta años anteriores a la última revolución –con la excepción
de la época alfarista– nos hemos descaminado a no se qué finalidades de
mercaderes fenicios o de pretorianos de la decadencia –alternativa, conjunta
o sucesivamente–, que no se compaginan con el primer clan, con el primer
vuelo de nuestra historia. ¿Para qué insistir en cambiar el ritmo vital de un
QVFCMP )FNPTRVFSJEPKVHBSBTPMEBEPTZBCBORVFSPT
ZIFNPTMMFOBEPEF
sangre nuestra historia, y nos hemos hundido en una bancarrota de la que
estamos saliendo a duras penas. En cambio, hemos olvidado afirmar nuestra
personalidad de pueblo de alto espíritu, como lo ordena nuestra naturaleza,
nuestra situación, los primeros pasos, los verdaderos y grandes, de nuestra
historia.
En la actual tendencia humana hacia la universalización, la tesis que
sostengo es algo como la aplicación a los pueblos de la ley del trabajo, sobre
base vocacional. Europa la practica –como la ha practicado la humanidad
siempre a través de la historia: Atenas, Esparta, Cartago, Judea, Roma, Suiza,
por ejemplo–, no pretende ser un pueblo comercial y guerrero; es un pueblo
de paz y libertad: Calvino, Juan Jacobo, Amiel. Italia, pueblo de arte y de
imperio. España, creadora de civilizaciones, fundidora de razas. Inglaterra,
comerciante y navegadora, Francia, clara y atractiva...
Y en nuestra América también, las peculiaridades se van acentuando
y, desde Méjico rebelde, abierto a todas las corrientes de la justicia, hasta
la Argentina, grande y libre, cada país sin perder sus caracteres grandes y
unificadores, se hace una personalidad, se asigna un fin primordial o, si se
quiere mejor, sigue su propia vocación. Nosotros fuimos un tiempo un foco
de cultura intelectual y artística de amor a la libertad. ¿Cuál es la característica
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consolar nuestra pobreza, nuestro desvalimiento, tenemos que recordar,
179
como una noble familia venida a menos recuerda las glorias de sus antepasados
ilustres, que somos la tierra de Montalvo, de Olmedo, de Espejo, de Mejía, de
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nuestro presente y preparemos nuestro porvenir.
Veamos el ejemplo de Uruguay. ¿Por qué ese pequeño país, enclavado
como una cuña entre dos naciones formidables, merece la admiración, el
respeto, el cariño universales? ¿Por su ganado? ¿Por su trigo? (Ganado y trigo
tiene también el Paraguay y su martirio dejó indiferente al mundo). No, señor:
por sus grandes espíritus, porque hoy el Uruguay es en América lo que nosotros
fuimos, lo que aún debiéramos ser. Por Zorrilla de San Martín, propuesto para
el premio Nobel y cuyo Tabaré, a iniciativa y costo de un gobierno culto, se
lo está traduciendo a todos los idiomas importantes, por Vaz Ferreira, por
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QPS)FSSFSBZ3FJTTJH"VOQBÓTDPNPFTF
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ultraja y expolia impunemente. Más que su ejército, lo defiende su prestigio.
Tendría, en caso de ofensa, como Bélgica, las simpatías del universo. Pero
nosotros, señor, ¿pero nosotros?
Usted, señor, inicia valiente y eficientemente la reacción.
Tendrá gran parte de la opinión con usted. Y hallará también, yo estoy
seguro, el apoyo de las esferas sociales, honradamente dispuestas a oír las voces
cargadas de verdad nacional, de verdad humana, y cumplir, junto con los fines
inmediatos y prácticos, los grandes fines superiores.
Ya hemos visto que, cuando existe la buena voluntad gubernamental frente
a un problema concreto, puramente técnico, la busca de personal realizador
es algo inmediatamente hacedero: se puede alquilar un equipo de expertos
financieros, a destajo o por mes, pero no se puede alquilar en el extranjero
hombres que sientan el ideal, la vocación nacional, el alma de la tierra y el
QVFCMP&TPT
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Su admirable proyecto requeriría quizás una extensión expresa o
reglamental: que no sean solo de colegios y universidades, en donde salgan
los ecuatorianos que vayan a recoger cultura. Que salgan también de las
bellas artes, de las artes y oficios, del taller particular, del Conservatorio, de
la escuela especial. Que la lluvia de la luz caiga sobre todos. Que para todos
haya su Pentecostés. Necesitamos que se perfeccione el albañil, el banquero,
el comerciante, el músico, el carpintero, el estadista, el pintor, el arquitecto.
Que sea como el envío de múltiples tentáculos que traigan hacia el Ecuador la
cultura en todos sus aspectos, como ya lo hiciera el político más reconocida-
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180
DPNJFO[PTEFMTJHMP99.VUTV)JUP
&NQFSBEPSEFM+BQØO
UBOPQPSUVOBNFO-
te citado en la Asamblea Nacional por el señor Checa D.
En mi fervor por esta idea de atracción de cultura, hablaba yo en
Florencia, hace dos años, en la Piazza Della Signoria, con nuestro distinguido
compatriota César Arroyo. El aceptaba en principio, con su generosidad
inagotable, mi razonamiento, pero me observaba: “ya en tiempo del General
Alfaro se practicó el sistema de becas; en parte, dio resultados apreciables, pero
el esfuerzo perdió su eficacia total, por la falta de seguridades para el retorno
de los becados; se quedaban casi todos”. Anoté yo entonces la observación
valiosa, que hoy la trasmito a Ud.
Me parece también indispensable asegurar la manera de que, a su regreso,
los becados puedan cumplir la finalidad humana y nacional que se precisa:
difundir conocimientos, innovar, civilizar en suma. Entre los absurdos a este
respecto cometidos en anteriores épocas, uno solo quiero recordar, por tratarse
de una persona desaparecida: en premio a una gran vocación artística se envió
a Augusto Terán al Conservatorio Real de Bruselas, para que estudie flauta.
Gran éxito por parte del alumno, premios, citaciones honrosas. Regresa al
país. En el país hay un Conservatorio de Música. Pues bien: al admirable
flautista se lo nombra Secretario de la Dirección de Fomento Agrícola. Cien
casos más me vienen a la pluma. Basta.
Para terminar, quiero decir a usted, señor, que una de las razones más
fuertes en que se apoya mi fervor por el proyecto de usted y de sus distinguidos
compañeros, radica en que a nuestra juventud –a la que vale, no a la arribista
y a la simuladora– es preciso hacerle una inyección de audacia. Tenemos el
vicio de la timidez y, lo que es peor, de una timidez que se cree razonada y
consciente.
No nos atrevemos a lanzar una iniciativa, a propugnar una innovación,
porque nos sabemos o nos creemos faltos de autoridad para hacernos oír.
Nuestro medio es conservador. No oye sino las voces que el mismo consagra
a fuerza de oírlas cotidianamente. La juventud que su proyecto va a enviar
a visitar al mundo, además de llevar un formidable aporte técnico, llevará
también audacia y atrevimiento, resolución. Y todos los martillos comenzarán
a sonar, y todos entraremos a picar la piedra para la construcción.
Creo, señor, que el proyecto de ustedes es el primer paso grande dado
en el camino de la revolución que debe hacer, que hará nuestra generación.
Le estrecha la mano y se ofrece amigo suyo.
Benjamín Carrión
El Havre, diciembre 12 de 1928
181
Mi protesta y mi fe28
28 Tomado de: Benjamín Carrión, “Mi protesta y mi fe”, en El Día, Quito, martes 3 de mayo de
1932.
183
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BOUF
el horror de la hora presente, el trágico y tremendo 25 de abril! Y así, la historia
nacional, con sus pobres cien años de error político y desorientación, tiene dos
fechas gemelas, que tendremos que reconstruirlo todo para poder borrarlas; 15
de noviembre de 1922 y 1º de mayo de 1932.
Aquí traigo mi vida joven, de obra libre, altiva y transparente, para
reclamar mi derecho al grito exasperado de protesta.
Recordemos. Adolescente aún, en mi provincia nativa, quemado ya por
ansias de liberación y de justicia, sentí el fervor de intervenir en la vida nacional
–que es, más que un derecho, un deber de la ciudadanía– ante el nombre
del doctor Baquerizo Moreno, postulado a la Presidencia de la República. Y
trabajé por él, precisamente desde la Universidad, que hoy se atropella y se
quiere silenciar. Triunfó el doctor Baquerizo Moreno, luego, bajó del poder
el doctor Baquerizo Moreno. Y en esas horas de negación política –que no
hay que olvidar, señor encargado del Ejecutivo– fue la mía una de las pocas
voces de romántica fidelidad que, en la prensa reiteradamente, siguieron
sosteniendo su adhesión –aún no desilusionada– al Presidente que se retiraba
IPOPSBCMFNFOUFBMIPHBS:IBCÓBPUSPTPMRVFOBDÓBy
Nuevamente en el Poder el doctor Baquerizo Moreno. Una visita de
cortesía al retorno, y otra, para reclamar que el Ecuador no diera la nota
penosamente antiamericana de impedir la entrada de los exiliados peruanos,
arrojados por una dictadura. Los exiliados no entraron, los recibió hospitalaria-
mente, casi triunfalmente, Chile, Colombia, Panamá, y Cuba. Me hallé ya con
otro doctor Baquerizo Moreno.
Alejado yo de la política actual, en espera momentánea para emprender
estructuradamente la obra que las juventudes y los pueblos del Ecuador deben
realizar por la justicia social, ninguna actividad he desarrollado en la lucha
circunstancial, sembrando desconfianzas y odios, a la ciudadanía.
No tengo vínculos con nada ni con nadie, sino con el ideal grande de
justicia y verdad social, que he de servir con toda la fuerza de mi vida.
Mi grito de protesta consternada, es grito mío. Será el grito de todos
cuando tengamos más luz. Es el grito de la hombridad herida, ante una
manifestación de tiranía injustificable e inútil.
¿Inútil? No. La sangre, sobre todo esta sangre de juventud; es el
mejor abono para la mejor semilla. Los imperativos de justicia –que ya han
sabido vencer al garrote, a la bayoneta, a la metralla– se han enrojecido más
prometedoramente en esta tierra después del 1º de mayo de 1932.
184
Ya se va descorriendo el velo de todas las iluminaciones. Ya podremos
saber quiénes somos y con quién estamos. Y el bloque de ecuatorianidad que
busca la justicia, se sentirá, en el dolor, más definido y más compacto.
Benjamín Carrión
185
La emoción política29
29 Tomado de: Benjamín Carrión, “La emoción política”, en El Día, Quito, lunes 20 de junio de 1932.
30 Falta una línea en el original. (N. del E.).
187
llamar el “orden” (contra el cual acaba de lanzar su anatema desde Francia un
espíritu culto y moderado: José María Velasco Ibarra) han tenido la virtud
gamonalicia de pasar sobe el lomo de la masa, primero el peso de la carga, y
luego la mano suavizadora, resignadora de la religión, hecha a la medida de sus
intereses, o la mano engañadora de una falsa democracia palabrera, como para
finales de discursos de mitin.
Para ello –para mantener este adormecimiento de las clases
pequeño-burguesa y proletaria– se ha recurrido –y se recurre– a todas las
farsas, a todos los sofismas. Entre ellos, uno de los más ingenuos y tontos, el
sofisma legal: “somos el pueblo de la legislación más avanzada de América”.
Y se enumeran unas cuantas leyes dictadas por imitacionismo, sin
urgencia humana, nacional, entrañada y caliente. Se agrega luego –y se
propaga obstinadamente– que los pueblos que han despertado a la emoción
política, que han hecho o están haciendo un ensayo integral de construirse a sí
mismos y para sí mismos: México, Rusia, España son pueblos en plenitud de
infelicidad, de miseria, de ruina económica y moral...
Y es que esos sectores del orden el conservadorismo nacional que abarca
el 80% de los antiguos conservadores y de los antiguos liberales –que no ha
vivido sino de prestado, que ha seguido la moda a veinte años de pasada en
lo político, en lo social, y a veces a quinientos años de pasada, como en el
feudalismo económico– esos sectores, digo, tienen terror al imitacionismo,
porque ha sido y es su arma única, por incapacidad de trayectoria propia, por
miedo a enfrentarse con la realidad, que le dará siempre un fallo adverso.
Para esta obra de suscitar la emoción política, tenemos frente todas
las fuerzas de la rutina, del fanatismo y de la explotación. No tenemos, en
cambio, ningún aliado válido. Porque en esta obra de cristal, transparente,
luminosa, sin mancha, no vamos a recurrir a las pequeñas farsas circunstancia-
les de situaciones transitorias. Nuestra gran fuerza, la única, la sola que puede
servir, debe ser la realidad nacional.
Ahondando en ella, interrogándole su gran dolor, sus errores, sus miserias.
A la masa debemos llevarle no ya haces de palabras, con reprobación o con
promesa, sino haces de techos demostrados, y de soluciones. Suscitar una
emoción política en superficie y en profundidad, pero honradamente. Sin los
halagos plebeyos de la retribución, ni los señuelos inhumanos del odio, que
han sido hasta hoy los grandes estimulantes de nuestra política.
Y que la vara que haga vibrar el diapasón de la honradez, no sea como hoy
el empleo público, al aumento de bienes personales, sino una dura convicción
188
de labor inmediata, y una esperanza grande de rectificación, de reconstrucción
social, que traerá mayor justicia y mayor bienestar.
Nuestra obra, pues, la de los trabajadores intelectuales, es la de sacudir a
las clases productoras del Ecuador, señalándoles sobre la base de la realidad,
su poder, su deber y su esperanza. Suscitar así una sensibilidad nacional para
la vida política.
Benjamín Carrión
189
7ÓDUPS3BÞM)BZBEFMB5PSSF31
191
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Asistí, desde lejos, a su desarrollo y, por el prejuicio de que era una creación
divorciada de la pura línea del inmenso Mariátegui, hasta sentí mientras estuve
en Europa una cierta desconfianza y poca simpatía por la naciente formación
política de aspiración continental.
Fui después al Perú. Viví allí cerca de un año, como espectador del anhelo
rectificatorio de uno de los pueblos más ilustres y notables de América. Y vi, y
oí. Espectador ferviente, lleno de simpatía, ansioso de que esa tierra culta entre
todas las nuestras, hospitalaria y cordial, hallara su mejor verdad política, su
mejor camino de reconstrucción y de prosperidad. Y vi, y oí:
Solo una fuerza humana superior a la ordinaria, al servicio de un ideal
clarísimo de teorética y praxis pudo –tras once años de tiranía– haber suscitado
el casi milagroso despertar de conciencia y de sensibilidad que el aprismo
despertó en el Perú, durante los meses de su organización definitiva y de su
intervención en la campaña electoral.
Los vi y lo oí; así, con ese fervor de apostolado heroico y consciente, deben
haber surgido las grandes confesiones populares –religiosas o políticas– de la
historia del hombre. Así, con esa pureza esencial de intención y de procedimien-
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la empleo en el sentido internacional y humano, no en el que hoy se le da
en el Ecuador, que malhuele y emporca–; así, con esa honradez de táctica,
temeraria por lo inhábil para la conquista de adeptos; con esa austeridad, casi
diaria dureza, en la exposición de la verdad y el sacrificio que ella va a exigir; así
deben haberse producido las grandes iniciaciones de fe humana, en doctrinas
y en hombres.
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Martín –ágora auténtica de Lima– ante un auditorio que la prensa calculó en
más de sesenta mil personas; en el Teatro Lima; y otro, el más significativo, la
pieza fundamental de su obra de propaganda y exposición de principios, en la
Plaza de Toros, cuyo ruedo es el mayor que existe.
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declamaciones ampulosas, del latiguillo reclamador de aplauso en los finales,
es primordialmente, un insuperable expositor esquemático de principios
políticos.
Jamás la austeridad de un hombre de los nuestros –de los nuestros de
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en sus discursos. Nunca cayó en lo plebeyo de la promesa de realizaciones
inmediatas. Mucho menos en lo sucio de los ofrecimientos que halaguen a los
192
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siempre lo difícil, lo penoso, lo duro de la obra que es necesario realizar según
él en el Perú. No difícil para él –como lo declaran desde hace veinte años
los acaparadores del sacrificiooTJOPEJGÓDJMZEVSBQBSBUPEPT/P
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Torre es un espíritu demasiado aseado moralmente para hablar él mismo de su
propio sacrificio. Y que él sí lo hacía grande: posición continental, universal
pudiera afirmarse, en el aspecto del prestigio; honrada posición de trabajo
obtenida en Europa, por la fuerza de su aptitud y de su inteligencia; respeto de
los grandes, de los grandes de este mundo en el sentido grande: el de la virtud
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Lo que decía un puro estadista peruano, era más grande que eso; hablar del
sacrificio de los otros, hasta el punto que, como me dijera un ilustre intelectual
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tratando de disuadir a sus propios partidarios.
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posee. No hizo, durante su campaña, un solo discurso de valor electoral, en
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atacaba siempre la médula principista de su plan de acción; y al exponerlo,
su sentido realista, su honrada y profunda preparación técnica como hombre
de Estado, daban a sus palabras un tal poder de clarificación, que las grandes
aglomeraciones de auditores que supo siempre consagrar el prestigio de su
nombre, lo seguían, punto por punto, con interés creciente, adentrándose,
incorporándose al contenido mental del orador. Y las juventudes del Perú, las
grandes masas trabajadoras del Perú –cuánto honra a un pueblo el constatar
que puede ser movido por la razón más que por el interés, por el sentido
de justicia más que por el miedo, por la palabra que pide sacrificio más que
por la palabra que hace ofrecimientos– con unción religiosa, seguían la voz
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lleno de la gran ilusión de ir a la justicia, en la lucha dura, acompañado de los
que piden y merecen justicia, de ir a la verdad, en lucha dura, acompañado de
los que quieren vivir una vida social de verdad.
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dura pureza de su juventud indomeñable. Supo de sugestiones, de ofertas, a
los que iba aparejado un gran poder económico, un gran poder electoral, un
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la Torre, incorruptible rechazó promesas, todas las promesas que no podían
ser hechas a la luz del día, ante el pueblo, ante la nación toda. Y quiso la lucha
franca y noble, él, hombre nuevo y sin resabios, contra todas las corruptelas
193
de una política viciada en cien años –como la nuestra, como la de todos estos
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esa lucha, juvenilmente, seguro de vencer. Y habría vencido, el al frente, el al
frente, insinceramente, con la política del mal menor, sin convicción, no se
hubieran puesto, casi a última hora, las fuerzas de la explotación organizada,
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nuestras, está lejos del extremismo extraño en todos sus aspectos. Por eso, en
su campaña exasperadamente sincera, se hizo de enemigos furibundos en la
extrema izquierda el comunismo criollo, como en la derecha corrompida por
el salitre y el guano, por el cobre y la plata de ese grande, rico y noble Perú.
Este hombre de los nuestros, por paisanaje continental y por
generación, que es honra del hombre, y uno de los pocos de los nuestros
que puede estar, y ha estado, en libre y noble plática de igual a igual por
el bien de los pueblos, con Romain Rolland y con Mac Donald, con
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hombre que quiere el bien del hombre, y ha dedicado toda su vida para
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Benjamín Carrión
194
El caso Bonifaz I. Mi posición personal32
32 Tomado de: Benjamín Carrión, “El caso Bonifaz I. Mi posición personal”, en El Día, Quito,
domingo 14 de agosto de 1932.
33 Palabra reconstruida por el editor.
195
nuestra, y resolví continuar al servicio del país, con mi fervor y mi obra, desde
el extranjero.
Pero, inmediatamente después de realizada la elección –pobrísima
de resultados numéricos, avergonzadores por el escaso fervor cívico
manifestado–, elección que favoreció a un hombre –Neptalí Bonifaz– que
acaso por primera vez había llegado a mis oídos. El ambiente general de
Lima me hizo concebir una sospecha intranquilizadora y bochornosa: en mi
tierra, el Ecuador, se había elegido para presidente de la República –en la
persona a quien correspondería ese nombre para mí un desconocido– a un
ciudadano peruano.
Quise venir entonces a ver y descubrir verdades. A tomarle el pulso a la
tierra. El resultado de mi observación de ambiente inicial, del choque primero
con los hombres y las cosas, fue descorazonante, documentos exhibidos,
palabra del Señor Bonifaz, afirmaron mis sospechas, hasta convertirlas en
cuasi certidumbre. Renuncié entonces, desde Quito, mi situación en Lima
y, sobre las bases ya adquiridas, agudice mi actitud receptiva para escuchar
argumentos, pronto a rectificaciones de criterio –característica esencial de la
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El panorama que se ofreció a mi atención vigilante, era este:
En el proceso de la elección presidencial de octubre encontré que, por
parte de la bandería triunfante había habido dolor y engaño desde el principio
hasta el fin. En efecto, abierto ya el debate sobre la dudosa nacionalidad del
candidato, y publicado un documento circunstancial (un poder expedido
en París) Bonifaz había afirmado que esto se debía a un error explicable del
Cónsul. Los documentos, después de la elección, fueron asomando uno tras
otro. Y siempre se aseguraba por parte del bonifacismo que el último aparecido
era el último aparecido, era el último existente. Nadie olvidará la célebre, la
desgraciadamente célebre frase del Jefe bonifacista en su desgraciadamen-
te celebre Manifesto: anunciaban que ya le descubrirán dos partidas de
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no he mentido nunca. Atribuirse una sola vez una nacionalidad, otra vez otra,
a lo largo de una larga vida, aunque fuera por salvar a la madre propia, ¿qué
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Luego –y esto quizás lo más duro, lo más penoso para mi sensibilidad– el
tono de la lucha empeñada. En el un sector, que hoy, con los nuevos hechos,
es el sector de la ciudadanía verdadera, el sector del ecuatorianismo integral,
196
hallé mucho fervor: un germinar maravilloso, casi milagroso de periódicos
pequeños, ardientes de juventud y de ideal, en todos los ámbitos de la
República. Lucha ardiente, apasionada, como la he visto en Francia, en España,
en los momentos heroicos. (En Francia, cuando se denunció l’affaire Oustric,
asomaron más de ciento cincuenta periodiquitos espontáneos, en menos de
ocho días, como un florecer de amor, como un llamear de ciudadanía). En ellos
en la cuasi totalidad de ellos, al mismo tiempo que se hacía obra constructiva
de realidad y de ideal, se denunciaba con calidez juvenil, pero sin violencia, en
gran peligro, el doloroso y angustioso peligro de la farsa en marcha.
Frente a este aspecto, en pugna con este aspecto, dos cosas repulsivas por
lo inhumanas, por lo moralmente desaseadas, por lo incivilizadas: en primer
lugar, ese monopolio de la honradez, esa patente, la invención de la honradez,
expedida por agrupaciones de trabajadores ingenuos, en los que se explota
con descaro al obrerismo, por gentes de la gamonalía; ese atribuirse constante
de una virtud que, cuando se la posea no precisa contarla ni exhibirla; ¿y
por quiénes?... por un bando en el que pululan, como en todos los bandos
personalistas de nuestra caduca política, elementos discutibles, elementos
francamente indignos, que posiblemente rozan algunos costados de su
conducta con el Código Penal; junto, como es natural (¿natural?), con muchos
elementos honrados, ni más ni menos honrados que los existentes en otras
agrupaciones políticas personalistas.
En segundo lugar, lo grosero, lo primitivo, lo soez, lo burdo de la literatura
empleada por el sector que se ha dicho triunfante. Su prensa estipendia-
da –pues casi no ha habido rasgos de espontaneidad en la defensa, como
en el sector contrario– ha llegado a límites inconcebibles en el insulto, en
la procacidad, en la miseria vergonzosa del ataque, hecho muchas veces con
palabras que solo están impresas en los diccionarios, y que solo se pronuncian,
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FOCBSSJPTCBKPTZFOSJ×BFNCPUFMMBEBy
Los documentos oficiales del sector que se ha dicho triunfante, por la
altanería de su vocabulario, por la dureza del insulto colectivo que se emplea,
no tienen par ni recuerdo en nuestra historia, en documentos, de su especie;
pura mayordomía ensoberbecida por la explotación, pura costumbre de tratar
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frente al bonifacismo (frente al bonifacismo se hallan en realidad las siete
octavas partes de la ciudadanía ecuatoriana apta) se hallan los ladrones, los
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197
No hace mucho circuló, con numerosas firmas, conocidas algunas de ellas
–hasta había allí el nombre de dos o tres escritores o aficionados a escribir para
el público– un documento público oficial del bonifacismo. Ese documento,
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de que yo tenga memoria.
Y por último, el colmo de la dureza, de la actitud desafiante, un
MANIFIESTO del propio Jefe del bonifacismo en el que, después de insultar
y calificar vilmente a los que no están con él, a los que se permiten guardar
su libertad de pensar, confiesa que durante la mayor parte de su vida –en la
época en que todo el mundo es vibrante, romántico, consciente y reflexivo al
mismo tiempo que es fervoroso y viril– ha vivido al amparo de la nacionalidad
QFSVBOB: UPEP
FYQMJDÈOEPMF QPS TV EFTQSFPDVQBEB KVWFOUVEy `2VÏ JEFB
deberá tener de la juventud en general, este señor, a juzgar, por el concepto
que tiene de la suya! La lectura de este MANIFIESTO terminó con mis
vacilaciones, hizo mi convicción entera.
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RVF OP IF EF FYQPOFS ZP QPS MB ÓOEPMF EF
estos escritos míos, por razones morales, por razones políticas, creo que el
Señor Neptalí Bonifaz, extranjero, no puede ser Presidente de la República
del Ecuador.
Proclamo mi insurgencia civil contra una inverosímil validación electoral,
que impugnaré por pobremente legalista y rabulesca. Sin conspirar en la línea
de la conspiración subterránea –porque eso no es mi plano como escritor e
intelectual– opondré la resistencia de mi razón, de mi voz sonora dentro y
fuera del país. Y me quedaré con la plenitud de la ciudadanía en mí, frente a
un estado de hecho, al cual no le podré reconocer.
Benjamín Carrión
198
El caso Bonifaz II. La paz o la guerra34
)BDJSDVMBEPFMSVNPSJOWFSPTÓNJM
FOFTUBJOWFSPTÓNJMFNFSHFODJBOBDJPOBM
de que el Parlamento el más elevado tribunal político de las democracias,
pretende, por parte de algunos de sus miembros, mutilarse a sí mismo,
reduciéndose al minúsculo, al pobre parecido contador de votos, de revisión
aritmética de los resultados de los escrutinios.
Creo en la existencia del leguleyo del rábula estrecho de conciencia
que toma la ley como un cambio de sofisticación simplista o de enredada
sofisticación, para la delinca de sus pretensiones. Pero se repugna fundamental-
mente la oposición de que el rábula sin titubeo con él, llegue hasta la serena
altura del Congreso, en momento en que, ante la grande y angustiada, ante la
grande y esperanzada expectativa nacional, el Parlamento tiene en sus manos
el derecho de un pueblo joven, sin manchas, anhelosos de vivir, tiene en sus
manos la suerte moral y material de ese pueblo.
Me repugna esa suposición por humana, por incivilizada; y me repugna
aún más porque esa inverosímil mutilación parlamentaria traería consigo
la posibilidad acaso inevitable de que el país, ante la unilateral y misérrima
posición de sus mandatarios, tome a su cargo la resolución franca, viril, de la
integralidad del problema tremendo.
Si un congreso, al cual el pueblo le ha confiado, una amplia misión de
encauzamiento y de defensa, de definición y de interpretación, consciente,
a espaldas de ese pueblo, en despojarse de lo fundamental de su mandato,
escudándose en pretextos de baja abogacía –que mal esconden consignas,
intereses y miedos–; el pueblo encomendado del gran mandato viral, se
reasumirá, en plenitud soberbia, y realizará el referéndum máximo, para la
defensa de su existencia y su decoro; y la trayectoria de ese referéndum, que
implica una descalificación de mandatario, un recogimiento del mandato mal
cumplido, pueden ser dolorosas y sangrientas.
Y entonces, la pobre argucia de dividir un problema integral e indivisible,
traerá consigo la amenaza terrible, pero fatal, de la guerra civil.
Civilicemos, humanicemos nuestra vida política y civil. Que las élites
nacionales –y una élite reconocida y consagrada es el Parlamento– busquen la
verdad nacional, la gran humanizadora, en el fondo de la conciencia colectiva,
34 Tomado de: Benjamín Carrión, “El caso Bonifaz II. La paz o la guerra”, en El Día, Quito,
miércoles 17 de agosto de 1932.
199
no solo en el momento abstracto y reflexivo de la expedición de la ley que,
como obra de hombres, puede adolecer de imprevisiones y lagunas, sino
especialmente, en todos los momentos de la vida colectiva en marcha. Vida
colectiva que, como toda vida, se halla en devenir constante, en reforma y
renuevo permanentes.
Un parlamento no es, no puede ser una institución de conciencia inmutable
y estratificada. Un parlamento es una selección de hombres, que vigilan por la
vida móvil de conjuntos humanos. Y la ley, la ley política, no es ni puede ser el
valladar de roca que se oponga a la vida. No hay sino que leer la Constitución,
la ley política de Francia, y compararla con la vida política e institucional
de Francia. En la Constitución francesa –y valga como ejemplo–, ni siquiera
se halla instituida la existencia del Presidente del Consejo de Ministros: la
vida política francesa, por el juego libre de esa democracia ejemplar, ha creído
necesario ese organismo de intermediación entre el Parlamento y la Presidencia
de la República y, sin necesidad de decreto, ha hecho fuerza esencial de su vida
democrática, ese organismo nuevo, la Presidencia del Consejo de Ministros que
detiene ahora la expresión más cierta y eficaz del Poder Ejecutivo. ¿Qué decía
de la admirable Carta de Inglaterra y de la magnífica vitalidad democrática
de ese pueblo legendario y recio, que ausculta desde su posición todavía
monárquica, todas las palpitaciones sucesivas y vivientes de la nacionalidad?
La mutilación del Parlamento ecuatoriano –que yo no la puedo creer, por
MBDBOUJEBEEFBCTVSEPIVNBOPZSBDJPOBMRVFDPOUFOESÓByoUSBFSÈDPOTJHP
la expulsión trágica de la insurgencia nacional inevitable.
No hay sino que cerrar los ojos –con la venda del interés o del miedo–
para contemplar el despertamiento milagroso de la conciencia nacional
ecuatoriana. Preciso es recordar las horas épicas del año 1910, para encontrarle
parecido a este alzarse heroico de la vitalidad nacional, reclamando la salvación
de su dignidad amenazada por el empecinamiento inhumano de intereses, por
la terquedad delictuosa de sostener como necesario y vital, un accidente de
persona, un incidente episódico de la historia de un pueblo.
¿Creen los señores del parlamento que el sostenimiento porfiado de un
hombre, al cual repudian por extranjero los fervores patrióticos de un pueblo
puesto erguidamente de pie, como solo lo había hecho antes muy pocas
veces en su corta y limpia historia, significará la paz? ¿Creen los señores del
Parlamento que una actitud nacional vinculada a la dignidad esencial del
Ecuador, puede sentirse satisfecha con una declaración legislativa que la
contrarie fundamentalmente?
200
La solución contraria, en cambio, afirma que, conducida racional y
democráticamente por el mismo Parlamento, –afianzado por la voluntad
nacional, interpretando esa voluntad–, lleva por todos los caminos a la paz, a
la normalidad. ¿Qué bandera, en efecto, que no fuera sino la de los intereses
episódicos y fragmentarios de un grupo, podría levantarse a perturbar la paz
pública, con la eliminación del señor Neptalí Bonifaz como aspirante a la
Presidencia de la República del Ecuador? ¿La del respeto al sufragio libre?
Nadie, que no sea un empecinado, un interesado o un ingenuo, negará la
génesis, el proceso y los resultados de esta desgraciada y errada incidencia
electoral. Recordemos:
En primer lugar, el dolo inicial, el engaño deliberado respecto de la
plenitud de nacionalidad en el candidato propuesto. Dolo y engaño que se ha
ido desenmascarando poco a poco, hasta llegar a esta plenitud de conciencia
y, más que todo, a esta plenitud de sentimiento, que no podrán involucrarse
con lamentables argucias legalistas. En efecto, ¿están seguros los más fervientes
partidarios del señor Bonifaz que el resultado electoral –vergonzosamen-
te pobre, lo repito– le habría favorecido igualmente sí, con toda lealtad, se
hubieran exhibido las características de dudosa nacionalidad del candidato
en el momento del plebiscito electoral? Triste bandera resucita, inverosímil
bandera de revuelta, sería la que se supondría va a enarbolar los sectores de la
ciudadanía engañados por sus conductores.
Luego, en segundo lugar, la realidad nacional del instante. No creo que se
pueda honradamente colocarse como índice, infalible de la verdad de la hora,
el empecinamiento interesado de un grupo de dirigentes que, como le consta
al país ha expropiado en su provecho la situación de angustia económica y
fiscal por la que atraviesa el país y el mundo entero, para atraer el proceso de
ingenuas masas obreras, agobiadas por los males de la pobreza y del hambre.
Esas masas obreras, esas masas ciudadanas en general, que desencantadas por
los viejos sistemas y los viejos hombres, y se alucinaron con el hombre nuevo,
–por el concepto derrotista del mal menor–, han comprendido que, detrás de
ese nombre, que significa hoy una farsa y una afrenta a la dignidad nacional, se
ocultaban los mismos sistemas de explotación, quizás más briosos y resueltos
y casi los mismos hombres, ansiosos de medros perdidos momentáneamente.
No es concebible, ni aún fatigando al sofisma, la posibilidad de una
bandera revolucionaria, que no podría ser sino la del despecho, la del interés
fracasado, la del miedo.
Ayer no más, en presencia de esta ciudad dueña de todas las virilidades
cívicas, ha desfilado la ciudadanía auténtica de Quito, en forma verdaderamen-
201
te emocionante, pocas veces vista. De toda la República, llegan las voces
de protesta, de angustia y de esperanza. Esas que hoy son voces del pueblo
dirigidas a sus representantes, serán mañana insurgencia efectiva, que al canto
EFM)JNOP/BDJPOBM
ZDPOMBCBOEFSBEFM&DVBEPS
JSÈOSFTVFMUBTBCPSSBSVOB
afrenta, en integridad de ciudadanía. Y cuando los pueblos electrizados por
algo que les es circunstancial, reclaman resueltamente el cumplimiento de su
voluntad, se necesita mucha tiranía y mucha sangre para silenciarlos.
En las manos del Parlamento, de un Parlamento que no querrá mutilarse
a sí mismo, se encuentran hoy, junto con la guarda del decoro nacional, todas
sus esperanzas de paz, todos sus anhelos de vida.
Benjamín Carrión
202
El caso Bonifaz III.
“Ni la sombra de la sombra de una duda”35
35 Tomado de: Benjamín Carrión, El caso Bonifaz III. “Ni la sombra de la sombra de una duda”,
en El Día, Quito, viernes 19 de agosto de 1932.
203
Y todas las consideraciones de otro orden, son subordinadas a esta
consideración esencial: la culminación, en un hombre, de todas las
virtudes francesas. No hace mucho, este arraigado pensamiento, tuvo una
comprobación ruidosa: se estaba en vísperas de hallar sucesor al Presidente
más francés y sonriente que haya tenido Francia, M. Gastón Dumergue. Todas
las probabilidades acompañaban a la candidatura de M. Raúl Péret, político
de vida limpia, ilustre y tranquila. Pero poco tiempo antes de la elección,
surgió una complicación financiera internacional que ha hecho época: el
escándalo Oustric: en el que M. Péret apareció como defensor de intereses
relacionado con la introducción en el mercado francés de un valor italiano de
tejidos de seda artificial. Eso solo bastó para que todo el prestigio de una vida
sin tacha, se fuera al suelo ante el concepto nacional. M. Péret, no podía ser
el primer ciudadano del país. No reunía en sí la culminación de las virtudes
nacionales de Francia. Y entonces se volvió la mirada hacia Paúl Doumer, al
anciano doloroso, de vida ejemplar y trágica, que había ofrecido a Francia más
que Foch con la victoria: la vida de todos sus hijos varones, muertos en las
USJODIFSBTy
Ya en el orden del Poder Ejecutivo, fresca está la historia, tan francesa, de
la caída de Steeg. M. Steeg, después del gobierno Chautemps, se encargó del
Poder Ejecutivo francés, Steeg, político de historia fecunda y provechosa para
Francia, como pocos quizás, tiene una cosa terrible: su apellido, su descendencia
germánica. Las derechas y las izquierdas de opinión, se coaligaron y, al grito de
“Steeg-le-boche”, hicieron caer su gobierno a los tres días de haber ascendido
al Poder... Y M. Steeg había nacido en Francia, de padres franceses, y había
EFEJDBEPTVWJEB
UPEBTVWJEB
BMTFSWJDJPGFDVOEPZDPOTUBOUFEF'SBODJBy
Mientras tanto nosotros, en un momento de inhumanidad inexplicable,
hemos hecho problema –problema en el que se expone la paz, en el que se
menosprecia la sangre y la vida de los hombres– del incidente personal de
un nombre oscuro, tan oscuro que, en el naufragio de su nacionalidad, solo
asoman declaraciones interesadas, en las que se atribuye, esta o aquella, en
guardia de sus bienes. De un nombre tan desconocido, que solo asoma, para
sostener una vaga ecuatorianidad interesada, cuando ha pasado la época más
noble de una vida: la juventud y la edad madura.
)FTFHVJEPDPOBUFODJØOSJHVSPTBMBTGBTFTEFMQSPCMFNB)BTUBIPZOP
he encontrado algo que, en el campo del servicio a la nación o al hombre
de su tierra, hayan hecho del señor Bonifaz, de este señor Bonifaz que nos
ha caído en esta pobre tierra un ciudadano excelso en ninguna de las líneas
de excelencia del hombre. Se asegura que es honrado. Deben referirse a la
honradez del hombre que no hace trampas ni en sus negocios ni en el juego,
204
a la honradez del club-men correcto en sus relaciones de sala y de tapiz. Lo
creo. Pero esa honradez, quiero creer que la tienen todos los hombres de la
calle, que tienen su ficha policial sin tachas; todos los hombres de la calle que
tienen virgen su historia judicial. Y esos, lo espero, deben ser muchos, en todos
los sectores de la actividad humana. Deben ser muchos también. (¿por qué
entonces no cambiar de hombre?) en las filas bonifacistas. La caballerosidad
mundana del señor Bonifaz, no es una razón suficiente para que nos aferremos
a su nombre, por encima de todas las consideraciones de nacionalidad
ampliamente discutible en el terreno legalista, excesivamente comprobadas
en el aspecto moral, por la renegación de su ecuatorianismo, a lo largo de casi
toda una larga y despreocupada vida.
Alrededor de este nombre oscuro, lanzado por sorpresa a la consideración
de un pueblo olvidado de la democracia, y lanzado con ocultamiento de
calidades y dolo inicial en los comicios, gira hoy toda la atención de este
pueblo que merece mejor suerte.
Benjamín Carrión
205
Acerca de la organización y
actuaciones del Partido Socialista36
ACOTACIONES DEL DOCTOR BENJAMÍN CARRIÓN
A UN ARTÍCULO DEL DOCTOR PÍO JARAMILLO A.
Ciudad.-
36 Tomado de: Benjamín Carrión, “Acerca de la organización y actuaciones del Partido Socialista”,
en El Comercio, Quito, domingo 27 de octubre de 1932.
207
Precisamente en momentos en los que, ni remotamente, se soñaba en la
posibilidad de llegar a la actitud parlamentaria que eliminó al señor Bonifaz.
En momentos en que aprestarse a la lucha, organizadamente, no era la posición
más cómoda ni más oportunista.
De un momento grande hemos de arrancar, señores directores, este
movimiento resuelto a la organización de las fuerzas sociales: del 1 de mayo,
en que los universitarios fueron atropellados. Aún antes de la asamblea que
por primea vez reconocía la posibilidad del socialismo en el doctor Jaramillo
Alvarado, trabajos efectivos se habían ya realizado inmediatamente después
del 1 de mayo: las cédulas de empadronamiento, la relación epistolar para
conseguir la constitución paralela de núcleos provinciales, etc. Pero para
desmentir categóricamente la aseveración que el doctor Jaramillo Alvarado
lanza para empequeñecer –hasta una medida minúscula que solo la
incomprensión puede pretender– al PSE, basta y sobra revisar las fechas en las
que la Asamblea que designó socialista al doctor Jaramillo se reunió, y la fecha
FOMBDVBM
DPOHSBOFOUVTJBTNP
FMNJTNPEPDUPSBDFQUØFTBEFTJHOBDJØOy
¿Dos meses antes de la descalificación del señor Bonifaz, ya se había abierto el
período electoral, según el doctor Jaramillo Alvarado?...
En su empeño impugnador continúa: “Las directivas de abstención
electoral, las admoniciones disciplinarias solo fueron acordadas cuando los
sucesos electorales así lo requerían”. ¿O es que el doctor Jaramillo cree que esas
directivas las toma algún partido del mundo, sino cuando el proceso electoral
FTUÈ BCJFSUP )BDFS BDVTBDJØO EF FTUP
TJOP TF DPMVNCSBSB NBMB GF
TFSWJSÓB
para que se piense ingenuidades infantiles que, fácilmente, pueden perder este
OPNCSFy
Afirma que “el socialismo (¿) había aceptado a un candidato
liberal-radical que garantice la organización tranquila del socialismo. AÚN
FRAGMENTADO O EN NÚCLEOS, etcétera. Esta afirmación, además
de contener tantos errores doctrinarios como palabras, contiene una gran
falsedad y un ilogismo inconcebible. ¿A qué “socialismo” se refiere el atacante?
Probablemente al que, representado por una organización provisional, él
prometió apoyar y sustentar, en forma entusiasta y pública. Pues bien, ese
organismo, que se llamó Comité Ejecutivo Provisional de Organización y
Propaganda Socialistas, no tenía facultades para tomar resoluciones de ese
orden y, lo que es más claro, en el terreno de los hechos, no las tomó. Pero si
el atacante actual del PSE se refiere a otro SOCIALISMO, al que hoy defiende
QSPCBCMFNFOUF
FOUPODFTOBEBUFOHPRVFBHSFHBSy
208
Se apoya luego en conversaciones con los dos socialistas que se separaron
disciplinariamente del Gobierno. Zambrano y Carrión se hallaban ausentes
de Quito cuando se les ha atacado. Zambrano, como él sabe hacer sus cosas,
desmiente y rectifica los ataques. Carrión, al que el doctor Jaramillo quiere
hacer aparecer como vacilante, “que renunciaría ante la complejidad del
NPNFOUPQPMÓUJDPw
OPUFOÓBPCMJHBDJØOEFDBFSNBOTBNFOUFFOVO)«#*-
sondaje político electoral de que era objeto y, sin embargo, planteó en la forma
más concreta la posición socialista en el gobierno no referente a realizaciones
departamentales, sino de política integral. Ya está pasando de moda la posición
magistral que atribuye razones propias a actitudes ajenas. Y cierto talento de
comprensión general creo ha demostrado Carrión para que cualquiera, el
primero de por allí, le haga dueño de interpretaciones de imbecilidad integral,
DPNPMBEFQSFUFOEFSSFBMJ[BSVOBHSBOPCSBFEVDBDJPOBMFOQPDPTEÓBTy:
una honradez desafiante puede ostentar Carrión, para que, en lo intelectual o
en lo moral, se lo mezcle en desaseos de politiquería.
Insiste el impugnador del socialismo en su posición primitiva, de atribuir
oportunismo al PSE: “Solamente con interés electoral ha suscitado en esta
vez, como siempre, el anhelo de organizar un partido, de discutir programas
ideológicos, de dar DIRECTIVAS ARBITRARIAS, en contraposición con
las realidades”. ¿Oportunismo? ¿Interés electoral? Da hasta pena tener que
descender hasta posiciones como estas. Desde el liberal radicalismo, sí señores,
EFTEF FM MJCFSBM SBEJDBMJTNP TF MBO[BO BDVTBDJPOFT DPNP FTUBTy: BM RVF TF
abstiene, al que quiere ser seriamente, antes que contaminarse se le quiere,
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FNQPSDBSEFPQPSUVOJTNPy
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RVF TF SFëFSF B SFCBKBS MB TFQBSBDJØO
disciplinaria de dos socialistas, al nivel bajo de un sueldo de crónica. No vale
la pena responderla. Si recordare que EL COMERCIO comentó, en editorial
de prensa grande, aquella actitud. Actitud que no reclamaba comentario
excepcional, considerada desde el punto de vista socialista, porque era el
simple acatamiento de un deber disciplinario, pero que sí debió haber parecido
inusitada, rara, infantil, a los revolucionarios desde arriba, que creen que lo
que se atrapa, no se debe soltar.
El PSE en manifiesto que conocieron y aprobaron los que ahora nos atacan
adoptó la única posición que podría adoptar para ser digno de su nombre:
la clasista, integralmente marxista por lo tanto, y revolucionaria. Todo esto
dentro de las líneas tácticas y sobre base de disciplina rigurosa, de decencia
humana, de civilización en las luchas de sinceridad en los procedimientos. Por
lo tanto, su línea es perfectamente clara y definida. Y no irá con sus hombres
209
OJDPOTVTJEFBT
BQPTJDJPOFTDBSJDBUVSFTDBTEF7BOEFSWFMEFTZ.D%POBMET
en miniatura.
Inmensamente penosa para mí, señores directores, esta actitud que
adopto, como militante y defensor del NSP. Para nadie es un secreto mi
vieja amistad con el profesor de bancos escolares, compañero de prensa y
de recientísimas campañas. Pero, ante todo, la verdad, la justicia económica
y social, que es preciso defenderla celosamente, contra todos, porque es la
grande y única esperanza. Esperanza total para la salvación del hombre en el
mundo y esperanza singular inmediata, para este país empobrecido, envilecido,
corrupto, por la confluencia igual de culpas: las del conservadorismo y las
del liberal radicalismo. Nuestra equidistancia es total ante esas dos ramas,
igualmente nefandas, de la burguesía. Nuestra línea recta no siente urgencias
de declive, de imposible declive, hacia cualquiera de esas dos definitivas e
incurables torceduras.
Sin polémica.
Y para los señores directores, la expresión rendida de mi agradecimiento.
Benjamín Carrión
Secretario general del NP del PSE
210
Un libro bien nombrado37
37 Tomado de: Benjamín Carrión, “Un libro bien nombrado”, en El Día, Quito, 17 de febrero de 1941.
211
BNB[ØOJDPTFSFCFMØ&TUBMMØQVFTFMDPOìJDUP)JMBSBOUFQPSTVTFYBHFSBDJP-
nes tropicales, pero como quiera agrio, hasta sangriento, inútil y cruel. Y
después que los mosquitos y el paludismo derrotaron a las fuerzas enemigas
en Güepí y Leticia, otro compadreo en Río de Janeiro cerró la etapa de las
SFZFSUBTBNB[ØOJDBTBSNBEBTy1FSPQSFDJTBNFOUFFTPFTMPRVFOPTDVFOUBZ
nos comenta, en forma singularmente lúcida, Delio Ortiz en este libro.
Diplomacia de Gangstersy4Ó
TFHVSBNFOUF1FSPBOUFUPEP
EJQMPNBDJB
chola, de engañifa y enredo, de tinterillaje y viveza, practicada en América
por todos los países hermanos. Pero en la que somos especialistas los
súper hermanos, los bolivianos, sobre todo cuando se cree en una relación
DJSDVOTUBODJBM EF GVFSUF B EÏCJMy %F FTP WJWJNPT ZB VO TJHMP NJTFSBCMF EF
iGSBUFSOJEBEw BNFSJDBOB
CPMJWBSJBOB
HSBODPMPNCJBOBy QBMBCSBT HSBOEFT
fanfarria clarinante en los días de recordatorios de batallas. Promesas y
juramentos de amistad eterna, copa de champaña en las manos, los días de
la raza. Tratamiento de hermanas: la hermana del norte, la hermana del sur,
la del oriente y la del occidente. (En nuestro caso, tenemos los ecuatorianos
una hermana tan frenéticamente amorosa, que ya, con el apoyo de otras
IFSNBOBT
FTUÈMMFHBOEPBTFSMBIFSNBOBEFUPEPTMPTQVOUPTDBSEJOBMFTy
:
por debajo, la transacción vergonzante de unos a expensas de otros, el respeto
y el adulo al más fuerte, con prejuicio del débil; y sobre todo, la usurpación
lenta, taimada, odiosa, que aprovecha todos los momentos de dolor o de crisis
de una “hermana”, para lanzarle zarpazos felinos a su territorio.
Es en este último aspecto en el que el acierto de bien nombrar de Delio
Ortiz, adquiere un especial relieve: Diplomacia de Gangstersy 4PMP RVF FO
este terreno, a los atracos premeditados y alevosos, se les da un nombre de
apariencias decentes: tratados públicos.
Para historiar el caso concreto de Leticia –capítulo del inmenso caso de
injusticia que es el del Amazonas– Delio Ortiz necesita, en primer lugar, hacer
la presentación de los personajes del drama, dramatis personae. Y en todas las
dimensiones de su obscura y repugnante personalidad nos muestra la figurilla
gesticulante, negroide, sudorosa del protagonista: el Comandante Luis M.
4ÈODIF[ $FSSP 1BSB DBMJëDBSMP
"MCFSUP )JEBMHP BHPUØ MPT TVTUBOUJWPT Z MPT
PCKFUJWPTEFMJEJPNBy
El retrato que del tiranejo peruano nos hace Delio Ortiz es sencillamente
magistral. Quienes fuimos alcanzados por ese hábito de repulsión humana que
emanaba su persona, lo hemos reconocido en la prosa tajante y decapitadora
de Ortiz: “Bebía con frecuencia, nos cuenta. Pero no embrutecía. No tenía por
qué embrutecer”.
212
Cuando una tarde inolvidable de Lima, en el año 1931, lo vivimos por
primera vez muy cerca de nosotros. Cuando lo escuchamos leer mal, ante cien
mil personas, un discurso que le dieron ese rato. Cuando lo vimos realizar
el gesto ultra huachafo de lanzar desde el balcón donde peroraba, sobre las
multitudes estacionadas en la Plaza de San Martín, una paloma viva como
símbolo de la paz que le traía al Perú, sentimos vergüenza y pena a la vez,
pensando que solamente una desgracia circunstancial –de esas tan comunes
en nuestras tierras– hacía posible que la gran nación peruana, nobilísima, llena
de virtudes, cargada de tradición y de historia, fuera gobernada por un ser
inferior, por un subhombre, un abyecto, producto de todas las bajas esencias
EFMB[B-BUJFSSBEF7JHJMZ7JEBVSSF
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los grandes insurgentes Prada y Mariátegui, apóstoles y profetas del nuevo
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del futuro peruano. Una tierra así, fecunda y promisoria, no merecía el castigo
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GVTUBFONBOP
QPSFTPyQPS-VJT.4ÈODIF[
Cerro.
(Solamente que nosotros, en este Ecuador perennemente rebelde de las
Alcabalas y del 10 de agosto. En este Ecuador de Espejo, de Rocafuerte y de
Montalvo, tampoco podemos hablar muy al respecto. También tuvimos en los
años 1936 y 57, un Sánchez Cerro en escala aún más baja. Un Sánchez Cerro
palomilla y chistoso que, para fines de trastienda y de tesorería, preparó y
realizó una de las horas más vergonzosas de nuestra historia. Aquel horrible 28
de noviembre, con tanta crueldad tanta sangre y tanta farsa. Solo que el Perú
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QPSMBTNBOPTKVWFOJMFTEF.FOEP[B-FJWBy
Asistí a la transmisión del mando en el Perú, cuando el poder que honrara
Nicolás de Piérola, pasaba de las manos inmaculadas y bondadosas de Samanez
Ocampo, a las mutiladas y negras del comandante piurano. Y a pesar de que aún
no estaba abandonado por el consejo sereno y sabio –quizá en realidad, nunca
escuchado– de un hombre tan reciamente puro, tan limpiamente democrático
como Luis Antonio Eguiguren: Sánchez Cerro, ingrato y mendaz, al insultar a
Leguía, su protector de siempre, en el discurso de inauguración de su período
proclamó que, si bien en el oncenio trágico, se había entregado la mayor parte
del territorio nacional a los usurpadores, en el futuro no cedería una pulgada
NÈTy:BMPTFDVBUPSJBOPT TBCÓBNPT B RVÏ BUFOFSOPT SFTQFDUP EF MB QPMÓUJDB
JOUFSOBDJPOBMEFMIÏSPFEFiMBTEPTUB[BTEFDIPDPMBUFZFMEPSNJSDBMBUPwy
Delio Ortiz en rápidos y acentuados trazos, relata la historia de la ascensión
del “Comandante” al Palacio de Pizarro. Yo presencié el desarrollo de esa hora
del vivir peruano, una de las más bellas horas de esperanza y realidad de la
democracia americana, malograda infamemente por los hacedores de votos,
213
por los confeccionadores de presidentes a fuerza de monedas, por los prestigita-
dores de las urnas, por los corruptores del ejército y la policía del pueblo: yerba
loca de casi todos los países de este continente feliz.
)FSWÓBFM1FSÞEFGFSWPSEFNPDSÈUJDPFOFTFB×PEF-BTFOTJCJMJEBE
ciudadana había llegado a adquirir una vibratilidad musical. El nombre y el
QSPHSBNBEF7ÓDUPS3BÞM)BZBEFMB5PSSF
IBCÓBODPONPWJEPMBTSBÓDFTEFMPT
pueblos del Perú, desde Piura hasta Tacna. Cuando, en aquel año, yo entré a
la tierra de Manco-Cápac, atravesando el macará, pude comprobar en el norte
peruano cómo en los más remotos caseríos y subprefecturas, había renacido
la esperanza y la fe que se creían muertas después de once años de dictadura
férrea. Algo inesperado, casi humano, para quien como yo sabía que “las
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una juventud de obreros e intelectuales, en fraternidad sin reveces, se había
adueñado de la opinión y voluntad peruanas. El ambiente era lealtad y decencia:
no en vano dirigían el gobierno hombres claros y honestos: Samanez, Gálvez,
+JNÏOF[y4FSBQSJTUBFSBFOUPODFToZEFCFTFSMPNÈTBIPSBoVODFSUJëDBEPEF
decoro, de patriotismo, de honradez, de constructiva inteligencia. Una larga y
estremecida alegría del hombre peruano, parecía anunciar el nacimiento de un
pueblo no solo a una era de libertad política, sino a una era vital del trabajo, de
igualdad económica, de justicia humana. Nunca he presenciado espectáculo
semejante en mis largas correrías por el mundo.
Por fin clareó el Domingo de Ramos de la esperanza peruana: la llegada
EF )BZB EF MB 5PSSF B -JNB :P MB QSFTFODJÏ KBNÈT NF IBCÓB TJEP EBEP
contemplar hasta entonces –y hasta ahora– un momento humano más bello
de emoción popular, una exposición más conmovida de esperanza. Fue una
hora mesiánica, en la que el júbilo de los hombres, las mujeres y los niños llegó
hasta las expresiones primarias del grito y de la lágrima.
)BCMØFMIPNCSFEFMOVFWP1FSÞ:DPNPZBBMHVOBWF[MPEJKFSBZP
TV
discurso de saludo, después de años de ausencia y de destierro, su discurso
inicial de candidato a la presidencia, fue una oración noble, austera, podría
decirse de ascética dureza. Una lección, que no ha sido aprovechada, para toda
esta América de políticos de relumbrón y promesa, que se lanzan a embaucar
a las gentes sencillas, con la proclama cartelera y efectista, en que se promete
la facilidad que no se puede dar acción que no se tiene la intención de realizar.
1BSBOPTPUSPT
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WÓDUJNBTEFMBHFTUJDVMBDJØOEFTBSUJDVMBEB y
38
214
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extranjero, incomprensible.
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RVÏMFKPTEFMEFGSBVEBEPSEFJ[RVJFSEBTZ
derechas, qué lejos del estratega electoral lisonjero y melifluo!
Toda aquella campaña política, conducida por la juventud del Perú, fue
ejemplar y edificante. Frente a la fe y al anhelo de los pueblos, el civismo jugaba
una partida cobarde, llena de triquiñuelas, de componendas y arreglillos entre
bastidores. Se pensó primero en personaje arzobispal y panzudo, lleno de
apellidos y de bienes, sabiondo en humanidades clásicas. Pero el descendiente
de quienes se opusieron a la independencia del Perú, no quiso turbar la placidez
de sus digestiones eruditas. Después de muchas tentativas por galvanizar
nombres y hombres disecados, la angustia civilista, que tenía el aprismo, como
el delincuente a la horca, tuvo una inspiración de astucia: Sánchez Cerro, el
vencedor, el derrocador de Leguía. No importaba que meses antes hubiera
el civilismo cortesano manifestado asco estomacal por el comandante cholo,
TVEPSPTPZNBMPMJFOUF)BCÓBRVFFYQMPUBSMP)BCÓBRVFSFDPSEBSBMBTQMBDFSBT
y a los zambos de los muelles chalacos, para entusiasmarlos, las actitudes
callejeramente matoniles del comandante en sus meses de interinazgo, sus
GSBTFT
TVT EFTQMBOUFT
TVT NPSBUPSJBT EF QBHPT EF BMRVJMFSFTy &M DJWJMJTNP
sabía que, con sus mañoserías, se adueñaría del zafio sargentón cuando llegara
al poder; y lo convertiría en instrumento de sus intereses, mediante todo el
juego espejuelante y fascinador de la coquetería de sus mujeres refinadas, de la
adulación de sus dandis feminoides.
Y con Sánchez Cerro se presentó frente al aprismo el viejo civilismo
peruano el que se enriqueciera con el guano y pretendiera establecer la dinastía
de los Pardos.
Un sector liberal, de hombres de media edad y de fuerte afición a la cultura,
TJCJFOOPTFFOSPMØFOMBDBNQB×BQPS)BZBEFMB5PSSFoRVJ[ÈTQPSBMHÞO
error táctico de los dirigentes apristas– tuvo, sin embargo, el pudor de negarse
a seguir en la demagogia aristocracia que hizo bandera del comandante. Y,
entones, haciendo un esfuerzo sobrehumano, quiso poner en pie el viejo mito
del Partido Demócrata de Piérola, y bajo los auspicios de uno de los hijos del
gran caudillo desaparecido –el pusilánime y bondadoso señor don Amadeo–
se lanzó una candidatura centrista, de arraigo en cenáculos intelectuales, pero
sin ninguna conexión con las juventudes y las masas peruanas: la del Dr. José
María de la Jara y Ureta. Su paladín, en mala hora, fue el vibrante periodista
combatidor de Leguía, don Luis Fernán Cisneros.
215
Una estimable pretensión personalista –de las tantas veces también hemos
padecido nosotros– quiso atraer popularidad para el nombre de un político
antileguiísta muy honorable: el Dr. Arturo Osores.
Fue formidable el encuentro del antiguo con el nuevo Perú, en todos
MVHBSFTZFOUPEBTMBTIPSBT y
39, el contraste fue más lleno de significaciones:
Sánchez Cerro, además de su individualidad grotesca, representaba a todo lo
caduco, todo lo envejecido, hediente a podredumbre y corrupción: latifundis-
mo, falsa aristocracia criolla, vergüenzas nacionales internas y exteriores.
)BZBEFMB5PSSFFSBMBFTQFSBO[BKPWFO
RVFUSBÓBMJCFSUBEQPSMBKVTUJDJB
pero no en una forma dislocada y espasmódica, sino con orden y disciplina, con
QMBOZIPNCSFTQBSBSFBMJ[BSMB)BZBEFMB5PSSFUSBÓBVOBPSEFOBEBTBCJEVSÓB
del Perú hecha con estudio y con números. Y la promesa de justicia no era
el deshonesto ofrecimiento de felicidades enteras, hecho en léxico plagiado
de revistas de propaganda revolucionaria rusa: eran las palabras peruanas,
germinadas y nutridas en la realidad del Perú.
$PNPFSBOBUVSBM
)BZBEFMB5PSSFUSJVOGØ1FSPMBQJMMBUVOFSÓBDSJPMMB
–allá como acá– troncó ánforas, destruyó sellos, inventó nulidades, robó
WPUPTy:FMDPNBOEBOUFQPQVMBSFOUSFMBTQMBDFSBTMJNF×BT
FOUSFMPTUBIÞSFT
de Abajo del Puente y Malambo, entre las zambas de Piura, fue declarado por
la aristocracia limeña que lo detestaba en el fondo, Presidente Constitucional
del Perú.
Ese momento, el hombre nuevo de América sufrió el golpe más rudo en la
raíz de su esperanza: nada más orgánicamente estructurada, nada más sembrado
y germinado en la tierra y el clima de América, que el aprismo peruano, que su
ideario, su realismo, su frescura y robustez sistémica, interpretación auténtica
del anhelo de estos pueblos semifeudales, de economía primaria, con mestizaje
y con indianidad. El civilismo cometió el crimen, no solo deteniendo la
marcha del Perú hacia su verdadero destino, sino teniendo y obstando la
marcha de los demás pueblos con métodos de picardía y bandidaje político
–delación, cohecho, prisión, destierro y asesinato– para aplastar los intentos
EFSFOPWBDJØOZEFBTFPEFMPTNÏUPEPTQPMÓUJDPTy$POMBTTPMBTFYDFQDJPOFT
posteriores y actuales: México de Cárdenas, Colombia de López y Santos,
Chile de Aguirre Cerda.
Alentados por el éxito del atraco peruano, se incubaron en los pantanos
de América los criaderos de tiranuelos marca Benavides, Buchs, Ubico y hasta
1ÈF[y/PZBMPTUJSBOPTEFMBSHBWJTUBZMBSHBWJEB
DPNP-FHVÓBZ(ØNF[
216
Machado y Trujillo Medina, que esclavizan pero construyen, que matan pero
siembran. Aquellos otros viven solo mientras el asalto rápido de las cajas y el
DVNQMJNJFOUPEFMBTWFOHBODJMMBTy:USBTMPTUJSBOFKPT
FMDBOTBODJPEFQBÓTFT
acezantes, permitió el entronizamiento de gobiernos nadie, de gobiernos
nada, que son como un largo bostezo de los pueblos agotados por el largo
sufrimiento: entonces se explican regímenes como los actuales en Ecuador, en
Perú. Gobiernos que son como una O. K. Gómez Plata para calmar los agudos
dolores de barriga.
En este libro, Delio Ortiz nos impresiona al contarnos esa miseria de una
época peruana y merece admirable su clasificación geopolítica del Perú en zonas
del clima y virtualidad distintas: el Perú del Cuzco, indigenista animador de
literaturas de larga trayectoria y anhelos justicieros; el Perú de Lima, orondo,
cortesano, rivagüeresco; el Perú trujillano, el que teoriza admirablemente su
porvenir con Antenor Orrego, y hace la historia, desde la tribuna o desde el
DBMBCP[P
DPO)BZBEFMB5PSSF"FTUF1FSÞUSVKJMMBOPQFSUFOFDFOMPTMJNF×PT
Luis Alberto Sánchez, Manuel Secane y Carlos Cox.
Delio Ortiz es un hombre con talento y con sensibilidad puestos en el
lado izquierdo. Sin sectarismo, pero con pasión. Por eso es que, al tratar en este
libro los más delicados temas, sabe darles una interpretación conforme con la
causa más humana y más justa. Conocedor, por experiencia personal difícil
y atrevida, de la aventura que nos narra, la entrega viviente, con su alma, su
sangre, su dolor y su miseria.
)BDFGBMUBMJCSPTBTÓFOMPTRVFFMQBUSJPUJTNPOBDJPOBM
BDFOESBEP
ÓOUJNP
rico de filialidad, pueda convivir con un patriotismo continental más amplio,
nutrido de verdad y de realismo, adversario de la palabra rimbombante, que
UBOUP EB×P OPT IB IFDIP
Z OPT IBSÈ BÞO
TJ OP USBUBNPT EF FWJUBSMB )BDF
falta –y a eso tienden libros como este de Ortiz– que formemos en América
un pacto de no agresión contra la guerra de palabras fraternas, vacías de amor, o
MMFOBTEFWBDÓP
DPNPEJSÓBFMHSBONBFTUSP6OBNVOP)BDFOGBMUBMJCSPTBTÓ
Z
hacen falta hombres que los sustenten en la realización de su ideario desde la
tribuna, el periódico o el gobierno.
Podemos anunciar a Delio Ortiz, tras la lectura de su libro Diplomacia de
Gansgters, como uno de los más vigorosos escritores políticos del continente.
Benjamín Carrión
217
Mi voto es por Rómulo Betancourt40
40 Tomado de: Benjamín Carrión, “Mi voto es por Rómulo Betancourt”, en La Calle, N. 90,
Quito, 29 de noviembre de 1958.
219
espera larga y dura, en cuyo final veía él siempre, la resurrección triunfante de
la Patria.
Cuántas veces, en El Dorado, rincón paradisial de la más bella isla del
mundo, Puerto Rico, mirando por sobre el mar la dirección de la lejana
Venezuela, Rómulo soñaba despierto en la gran aventura de rescatar su tierra
de las manos impuras y rapaces de quienes se habían adueñado de ella, como
una hacienda de trapiche, a cuyos esclavos hay que hacer trabajar látigo en
mano para enriquecimiento del mandón grotesco, cruel y sádico.
Rómulo soñaba y actuaba. Su sueño era reflexivo y real. Porque nadie más
realista, más afincado a la tierra y a su verdad, que este político extraordina-
rio que le ha nacido a Venezuela en la hora de su resurrección. Allí está su
gran libro, VENEZUELA; XX: POLÍTICA Y PETRÓLEO, que es como
una gran Biblia de la realidad venezolana, escrita en una prosa de fuego,
en la que se admira al vengador, al augur, pero sobre todo, al planificador
y reconsconstructor de la Venezuela resurrecta. No hay treno ni queja; no
hay una palabra de desfallecimiento. Es un cántico de esperanza. Pero no de
la esperanza contemplativa y lírica que no hace otra cosa que esperar. En el
libro de Rómulo está la condenación para la tiranía; la admonición dura a la
Venezuela en agonía y el plan para la resurrección y la nueva vida de la Patria.
Jamás un desfallecimiento: acción, acción y acción. Cada vez –en las cuatro
que al pasar por Puerto Rico tuve el privilegio de verlo– lo encontraba, dentro
del mismo plan, con una nueva idea para rescatar a la Patria cautiva de las
garras de los dragones-enanos que la avasallaban. Idea que la ponía en práctica
con actividades hacia adentro y hacia afuera: hacia la Patria esclavizada, con
directivas y normas; hacia la opinión internacional para ganarla –como la
ganó– en pro de la justicia que asistía a los adversarios de la dictadura.
Cómo recuerdo esa época de San José, en la Costa Rica regida por el
admirable presidente Figueres, cuando Rómulo luchó para aprovechar de
la coyuntura de la Décima Conferencia Interamericana, en provecho de un
poco de mayor libertad, de mayor respeto a los derechos humanos de su
Patria. Esa lamentable Décima Conferencia que, teniendo por sede la Patria
del Libertador de América, tenía miles de venezolanos en las cárceles, y unos
cuantos paniaguados serviles de naciones fraternas, que se inclinaban ante el
EJDUBEPSHSPUFTDPZBDFQUBCBOMBEJDUBEVSBy1VEFBZVEBSMPFOUPODFT
ZVO
manifiesto de intelectuales de Norte, Centro y Sur América, con firmas egregias
como las de Gabriela Mistral, Norman Thomas, John dos Pasos, Baldomero
4BOÓO$BOP
"MGSFEP1BMBDJPTZ8BMEP'SBOL
TFEJSJHJØBMPTHPCFSOBOUFTEF
América para que exigieran un mínimun de respeto a la Carta Universal de
220
MPT%FSFDIPT)VNBOPTFOMB7FOF[VFMBRVFJCBBBMCFSHBSBVOB$POGFSFODJB
cuya finalidad esencial era el robustecimiento de “la democracia efectiva” en
este Continente.
Para limpiar la historia venezolana de la mancha que sobre ella cayera
ese trágico y maldito 24 de noviembre de 1948, en que se ultrajó a la
inteligencia humana en la persona rutilante de Rómulo Gallegos, arrojándolo
de la Presidencia a la que había sido llevado por el pueblo, por el crimen
imperdonable de tener talento. Para restablecer “el nivel de las aguas”. Acción
Democrática debe volver a gobernar mediante su jefe ilustre, el más esclarecido
jefe político de la América actual.
Confiérele ese derecho, lo que ya iniciara desde 1945. Y, sobretodo, su
lucha sacrificada y heroica. Sus muertos y sus mártires. Porque esta religión
democrática practicada por un número inmenso de creyentes, ha llevado a
sus hombres al sacrificio, a la cárcel, al destierro y a la muerte. Acaso como
ninguna otra fe política en la historia de nuestra América. El martirologio
de Acción Democrática es impresionante por su cantidad y por su calidad:
desde Andrés Eloy, el máximo poeta, el poeta de la Venezuela y de la América
justicieras y libres, el cantor del pueblo, el que hizo ante Dios el alegato por los
“angelitos negros”, muerto en el exilio en la generosa tierra mexicana, que lo
acogió como acoge a todos los que “sufren persecuciones por la justicia”, según
MBQBMBCSBJOTVQFSBEBEF+FTÞTy
Y Leonardo Ruiz Pineda, esa juventud pura y heroica, que fue abatida
a balazos por la tiranía en emboscada infame. Alberto Carnevali, Pinto
Salinas, Valmore Rodríguez, Luis Troconis Guerrero, Mario Vargas, Cástor
/JFWFT3ÓPT
7ÓDUPS"MWBSBEPy`:NÈT
NVDIPTNÈT"TJTUJEPTQPSFMFKFNQMP
dramático y glorioso del despojado ilustre, Rómulo Gallegos, que inmoló ante
el ara de la libertad de Venezuela, lo que más amó en su vida, doña Teotiste, su
DPNQB×FSB
TVFTQPTB
TVTPTUÏOMBNBESFEFTVTIJKPTy
De todos los lugares de América y Europa, las miradas venezolanas se
dirigían a ese pequeño rincón de Mar Chiquita, en donde o desde donde
dirigía la gran batalla de la libertad Rómulo Betancourt. Es claro –todos lo
sabemos– que fue el pueblo de Venezuela, la juventud no euniquizada de
Venezuela, la que derrocó al tiranuelo, en una de las acciones populares más
extraordinarias de la historia de América. Eso es verdad. Pero la presencia
invisible, cercana: desde su lejanía y su exilio, de Rómulo Betancourt, sostenía
muchas voluntades de dentro y de fuera de la nación: entonces sojuzgada.
Tampoco nuestro Don Juan Montalvo; el héroe civil de mi país, estuvo
presente en la liberación del Ecuador, cuando la supresión del siniestro tirano.
Pero pudo decir, desde lejos: “mi pluma lo mató”.
221
Venezuela y el nuevo espíritu de América41
41 Tomado de: Benjamín Carrión, “Venezuela y el nuevo espíritu de América”, en La Calle, N. 104,
Año II, Quito, 7 de marzo de 1959.
223
excepciones conocidas: cuatro dictaduras, República Dominicana, Paraguay,
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(VBUFNBMBZOPTPUSPT
América, la nuestra, la de hoy, es otra cosa. Aires nuevos se respiran en ella.
La lucha electoral venezolana, contada por distintas personas, pertenecientes
a los tres partidos en contienda, ha sido un torneo, no de caballeros, cosa
medioevalesca y “acondada”; sino de hombres, de hombres cabales en su libre
e igual humanidad. Los partidarios del Contralmirante Larrazábal, entre los
que se contaban numerosos y admirados amigos míos, como Miguel Otero
Silva, Pedro Beroes, los hermanos Capriles; los partidarios del doctor Rafael
Caldera, entre los que se contaban; numerosos amigos míos, como el gran
poeta Liscano y, naturalmente, los partidarios de Rómulo Betancourt, por
quien yo di mi voto simbólico y lejano, desde aquí, un mes antes del debate
electoral.
Y una revelación admirable: el líder copeyano, doctor Rafael Caldera, jefe
del partido Social Cristiano de Venezuela, se titula hombre de “centro-izquierda”
y, contra lo que pudiera suponerse por su agrupación política, a juzgar por
nuestra desgracia, es un hombre extraordinariamente culto, de gran lectura
e información, tolerante, sencillo y afable, con el que da gusto platicar de
todos los problemas humanos, sobre todo, sin demagogia, respecto de los que
afectan a las clases menos favorecidas.
El Contralmirante, cuya popularidad en Caracas ha sido arrolladora; el
hombre que ha contado con el apoyo de toda la gran prensa venezolana; el
ídolo de las mujeres, por su apostura y gallardía de galán de cine, es un militar
anti-militarista, en el sentido de espadonería y dominación castrense: fino,
cortes, amante de la música, “glamoroso” como un “rebelde sin causa”, como
un James Dean o un Elvis Presley. Y todos lo consideran bueno, generoso,
demócrata. Los “golpistas”, que quisieron aprovecharse de su posible
desencanto por la derrota en las urnas, fracasaron ante la férrea fe democrática
de Larrazábal. Porque allá como acá, estamos convencidos que es preferible un
mal gobierno –¿dónde más, pues?– que una buena trastada militar.
La reunión de invitados especiales, entre los cuales estuvimos Pareja Diez
Canseco y yo, constituyó una deslumbradora muestra de la América actual; la
de los demócratas probados, los que tienen de su parte la opinión libre de sus
pueblos, los que la obedecen y los que la dirigen.
Vergonzante y tristísima fue, por ejemplo, la presencia de un Cristóbal
Colón, Duque de Veragua, que llevaba la delegación burlesca del mayor
déspota de los tiempos modernos, Francisco Franco. Todos los hascarrillos y
el buen humor caraqueños, se vertieron sobre esta lastimosa representación.
224
En cambio, cómo fue de apoteósica la presencia y la palabra del Presidente
de la República Española, Don Félix Gordón Ordaz. Quien hizo a la prensa
declaraciones que nos llenaron de rubor: solamente el Ecuador y el Perú, le
negaron visa de entrada, cuando venían a visitar a los republicanos españoles
residentes en América, que son los únicos sobrevivientes de la gran inteligencia
española de este siglo.
Don José Figueres, significaba la democracia cabal; expresión de la pequeña
gran Patria desarmada, que sin respaldo de nadie, sola y gloriosa, se negó a
asistir a esa “cena de las burilas”, que fue la X Conferencia Interamericana,
justamente reunida en Caracas para sacrificar a un país fraterno, Guatemala.
Todos, colombianos, chilenos, peruanos, argentinos, se disputaban invitarlo.
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La delegación cubana, feliz confluencia de lo oficial y lo particular
democráticos, “se robó la película”. Allí el gran Roberto Agramonte, el
fustigador del gran tirano nuestro, García Moreno y exaltador máximo de
nuestra figura cumbre, Montalvo. El me contó que tiene un archivo de sesenta
gavetas, con la vida y la obra del Cosmopolita. Y me reveló el altísimo honor:
ante el peligro de la guerra de liberación de su Patria de la tiranía batistiana,
me había destinado su ALBACEA, su ejecutor testamentario en lo referente a
este tesoro de estudios, páginas inéditas, biografía e interpretación.
Con él, Raúl Roa. Mucho significa para mí este nombre y este hombre:
autor de libros medulares como José Martí y el destino americano, Historia de
las doctrinas sociales, Una semilla en un surco de fuego, Vocación palabra y ejemplo
de José Gaos, Reacción versus revolución, Viento sur y muchos otros; fundador y
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la gran revista filial de Cuadernos Americanos, alta tribuna de la libertad del
Continente, donde se encuentra las más altas palabras. Roa representa a Cuba
Libre en la OEA, y es allí donde va a plantear el problema del trato a darse a
las dictaduras en ejercicio y a las que han tomado ese camino. Roa, eminente
pensador de América, Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, proclamará
la vigencia integral de la Carta de Bogotá, y la indispensabilidad del “ejercicio
efectivo de la democracia representativa”, proclamado en el artículo 5, letra d),
como conditio sine qua non, para la convivencia americana. Y si fuere preciso
una reforma de la Carta, como hoy las democracias están en mayoría, se irá a
ella, de acuerdo con el artículo 111 de la misma.
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Costa Rica, Perú y Bolivia. Los hombres libres de las dictaduras. Y norteameri-
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225
Porter, que tanto hacen para el mejor entendimiento entre los pueblos sajones
y latinos.
Nota de especial relieve fue la venta de bonos del MILLÓN UNIVERSITA-
RIO para derrocar la dictadura de la República Dominicana, a “Chapita”
Trujillo, Benefactor de la Patria. El Rector, todos los decanos y todos los
alumnos –entre los decanos nuestro gran amigo filósofo Juan David García
Bacca– vendieron en las calles y plazas de Caracas, este papelito de la libertad.
4FDPODFSUBSPOEPTSFVOJPOFTNÈTMBVOBFO-B)BCBOB
QPTJCMFNFOUFFO
junio y la otra en México, bajo los auspicios ennoblecedores de la más grande
revista del idioma español, CUADERNOS AMERICANOS, de México,
cuyo fundador, animador y director, es el maestro americano de verdad, Don
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1BUSJBSDBCPOEBEPTPEFMBJOUFMFDUVBMJEBE
EFMBKVTUJDJB
en nuestra América y que, entre los invitados especiales, ejercía algo así como
un decanato de méritos y virtudes, y representaba el verdadero espíritu de
México, que se está convirtiendo ya, y a plazo más corto que el esperado, en el
FTQÓSJUVUPUBMEF)JTQBOPBNÏSJDB
226
Las Repúblicas de las balas y de las bananas42
¿Qué ocurre? Las agencias noticiosas se han dado en transmitir, en estas últimas
semanas, las versiones más ofensivas que órganos importantes de opinión,
norteamericanos o ingleses, lanzan contra los países de América Latina.
No hace mucho, fue la ya famosa revista Time la que se lanzaba despectiva-
mente contra Bolivia, país benemérito y heroico que está atravesando una
época dura, con esforzado y recio batallar, a fin de dominarla. Toda la América
Latina sigue con fraternal simpatía esa lucha en que un pueblo de nuestra
estirpe se halla empeñado, después de las adversidades de una guerra de cuatro
años con otro país fraternal, el Paraguay, y después de la caída de los precios
internacionales del estaño; hechos los dos que afectaron profundamente su
economía, y que solo beneficiaron a los vendedores de armamentos viejos y en
desuso, ofrecidos por igual a los dos adversarios, indiscriminadamente.
El pueblo herido en las fibras más hondas, insurgió en forma violenta y
excesiva contra los Estados Unidos y sus representaciones oficiales, Embajada,
Consulados y Departamentos. ¿Qué se dijo entonces de Bolivia, y por boca
de un diplomático norteamericano, según la versión? Pues que Bolivia era
un país sin remedio, y que solamente restaba que se la repartieran entre sus
vecinos, para hacerla desaparecer. ¿Broma? ¿Ingeniosidad? Posible: pero las
entendederas latinas no están preparadas para asimilar tan sutiles y finos juegos
EFMFTQÓSJUVy5BSEBSÈNVDIPoIBZRVFFTUBSTFHVSPEFFMMPoQFSPNVDIP
QBSB
que el pueblo boliviano olvide esta ofensa irrogada a su soberanía, a su futuro,
a su existencia misma como nación. ¿Es ese el efecto que se buscaba? No lo
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OPTWBNPTDPOWFODJFOEPDBEBWF[NÈTEF
que no hay enemigo. Y de que es estulticia sin nombre, por muy grande que
se sea, el buscarse esas enemistades.
El señor Drew Pearson en su leída sección “El Carrousel de Washington”,
se ha propuesto ofender y desacreditar al personaje que encarna en esta época,
toda la pasión de libertad de la América Latina: Fidel Castro. Que fue el
organizador del BOGOTAZO, que está comprometido en el asesinato de
(BJUÈORVFFTVOBFTQFDJFEFFNQSFTBSJPJOUFSOBDJPOBMEFEJTUVSCJPTy1FSP
finalmente en sus últimas columnas ha resulto demostrar que se trata de un
individuo del hampa internacional, frecuentador de cabaretes, y de burdeles,
42 Tomado de: Benjamín Carrión, “Las Repúblicas de las balas y de las bananas”, en El Universo,
Guayaquil, mayo de 1959.
227
QFSTFHVJEPSEFDIJDBTBMFHSFTZGÈDJMFTFOFTUBCMFDJNJFOUPT/0/4"/$504y
Y la bailarina peruana que se esquiva de la persecución del sátiro cubano,
obligándolo a gastarse todo su dinero que solamente le queda –a él y a un
compañero de juerga, hoy arrepentido y rescatado por la virtud democrática–
VOQBSEFEØMBSFTQBSBJSBQBSBSFO#PHPUÈy
¿Qué se persigue con esto? Lo ignoramos. Pero sí sabemos lo que se
consigue: “enajenarse las simpatías casi unánimes de la opinión pública
democrática de la América Latina, en el momento actual. ¿Será el leído
columnista creído en los Estados Unidos? Lo que sí podemos afirmar es que
ahora, en estos momentos de euforia antidictatorial, en la vasta comarca de
hombres que va desde el Río Bravo hasta la Patagonia, el nombre y la figura
de Fidel Castro son símbolo de libertad, de heroica insurgencia contra las
tiranías, de clara e inconfundible expresión de la voluntad popular.
Finalmente –por ahora–, la AFP, Agence France Press, transmite que el
periódico londinense, Daily Express, publica un editorial bastante amargo
para LOS PAÍSES DE LAS BALAS Y DE LAS BANANAS, principalmente
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esperar a sus invasores o a sus libertadores, según el punto de vista que se
escoja”.
Y continúa: “Estos son países que votaron contra nosotros en la ONU
cuando el asunto de Suez. La próxima vez que Gran Bretaña esté en
dificultades, LAS REPÚBLICAS DE LAS BANANAS, votarán una vez más
contra ella en nombre de la civilización y de la democracia”.
Con grandes titulares, aquí, en Caracas, la prensa ha publicado estas
informaciones. En esta Caracas, que tiene todavía fresco el recuerdo de la
visita del vicepresidente Nixon y que se halla hoy terriblemente afectada por
dos hechos, que los diarios destacan con indudable intención de emparentar
entre sí: Primero, el rechazo de Caracas como sede del Banco Interamericano,
que parece fue inicialmente prometida por buena parte de países latinoameri-
canos, que al final desertaron; y la baja del precio del petróleo anunciado por
las compañías explotadoras, cosa que se está debatiendo actualmente en la
reunión de El Cairo.
Por mucho que meditemos, no hallamos explicación válida a esta
actitud de la prensa de las dos grandes potencias sajonas ¿Es tanta la
subestimación que por nosotros sienten, que no les importa lastimar el
amor propio de estos países, por pequeños, más susceptibles en cuestiones
de consideración y de respeto? Es comprensible, porque los negocios son los
negocios, que nos nieguen ayuda que largamente acuerdan a países lejanos,
228
proclives al comunismo. Pero, ¿por qué unir a la negativa, la burla y el escarnio?
¿Por qué agravar inútilmente una situación por sí misma vidriosa, que debería
ser tratada con manos de seda?
A no ser que, detrás de todo eso, hubieran planes ocultos que nos
resistimos a imaginar siquiera. Ya aquí, se habla de que el señor Drew Pearson,
es una avanzada de ablandamiento para la preparación de un “guatemalazo”
contra Cuba, en la XI Conferencia Interamericana a reunirse en Quito en el
B×Py{4FSÈQPTJCMFRVFUPEBWÓBBTÓTFQJFOTF {4FSÈJNBHJOBCMFRVFTF
busquen conflictos intercontinentales, que agraven el innegable alejamiento
ya existente –negarlo sería una necedad inconveniente– entre las porciones
MBUJOBZTBKPOBEFM)FNJTGFSJP0DDJEFOUBM
A quienes pensamos que nada es tan deseable como la armónica
convivencia de latinos y sajones, nos duele inmensamente, que se trate
de cavar con más profundidad la zanja que nos está separando desde la
época desgraciada del macartismo, que creíamos difunta y enterrada ya. Y
macartismo, y de los peores momentos, es, por ejemplo, la campaña contra el
héroe cubano: como los ataques y burlas a Bolivia; y espíritu de dominación
colonial absolutamente intolerable es el que inspira los insultos ultrajantes
que ha dado en usar la prensa inglesa. Si nosotros somos las “repúblicas de
las balas y de las bananas”, mejor que marche de nuestro odiado territorio,
y no sigan reteniendo indebidamente a Jamaica, Trinidad, las demás islas del
Caribe, Belice y la Guayana inglesa. A tan altos y nobles señores como los
británicos, no debe serles grata la vecindad de estas “repúblicas de las balas y
de las bananas”.
Ojalá se imponga la serenidad y el buen juicio. El mundo no está ya para
soportar dominaciones ni protecciones forzadas. Aquello terminó, definitiva-
mente. Y que no se crea que estos países “subdesarrollados”, como se nos
llama peyorativamente, han de amar a quienes han vuelto a empuñar el “gran
HBSSPUFwEFMQSJNFS3PPTFWFMZFMMÈUJHPOFHSFSPEF4JS8BMUFS3BMFJHIy
229
`6OJEBEQBSBMVDIBSQPSMB4FHVOEB
Independencia ecuatoriana!43
Señores Alberto Maldonado Salazar, Gastón Ampuero, Carlos Alvarado Loor,
Licenciado Milton Moreno Aguirre, Alfredo Vera Arrata, Sonia Suárez y más
numerosos firmantes.
Una vida honrada y leal como la mía, para con su pueblo y con su Patria, no
podía aspirar a un premio, a una remuneración mayor: la de que las juventudes
universitarias crean que esa vida honrada y leal, debe ser enaltecida a la grave
responsabilidad de regir los destinos del Ecuador, de ser la ejecutora fiel de las
voluntades supremas de la Patria.
En la noble carta de ustedes, la voz transparente de los estudiantes de
Guayaquil me ha hecho la merced de solicitar mi consentimiento para
“proponer a las fuerzas democráticas del Ecuador mi candidatura presidencial
para el periodo 1960-1964”.
Con esa actitud de ustedes, estudiantes de Guayaquil, secundada por
los estudiantes de la Universidad Central y por los de diversos institutos
educacionales del país, mi actitud, mi obra y mi lucha, se hallan excesivamente
pagados. Ustedes, los dueños de los destinos y del futuro de la Patria, ustedes,
parte del pueblo de la Patria, me han dado su aprobación y su respaldo. Gracias.
Antes de fijación de nombres, mis queridos amigos, la Patria reclama
fijación afirmativa de plan y de actitudes. Ustedes, en su carta, han delineado
esquemáticamente ese plan y esa actitud, cuando dicen: “El pueblo ecuatoriano
ya no se entusiasma con simples cambios de membrete que dejen intocada la
inhumana estructura económica y social. El pueblo quiere ir, necesita ir a una
honda renovación espiritual y material”.
Ustedes no son la circunstancia momentánea frente a un apresurado evento
electoral. Ustedes tienen la verdad permanente de la Patria en sus mentes, y
esa verdad quieren convertirla en invencible, en caudalosa realidad humana.
Con ustedes estoy, íntegramente, como yo sé darme, con todas mis fuerzas
y posibilidad, bien limitadas, es cierto.
5PNBEPEF#FOKBNÓO$BSSJØO
i`6OJEBEQBSBMVDIBSQPSMB4FHVOEB*OEFQFOEFODJBFDVBUPSJB-
na!”, en La Calle, N. 128, Año III, Quito, 22 de agosto de 1959.
231
Para la indispensable limpieza del escenario de la Patria, ensuciado hoy
por la más cavernaria reacción.
Pero, por sobre todo, para la obra imperativa de la Segunda Independen-
cia de la Patria, de la construcción de la Patria.
La Primera Independencia, gesta heroica de los libertadores grandes,
Bolívar y Sucre, realizó la separación política de la metrópoli española. Obra
truncada por el ansia explotadora de la burlesca aristocracia criolla que, en ciento
cuarenta años de vida republicana –salvo cortos períodos– ha empobrecido al
Ecuador, le ha mutilado las tres cuartas partes del territorio y ha implantado
sobre la base del fanatismo, la discriminación racial, el latifundio y toda clase
de injusticias sociales y económicas.
A ustedes, hombres jóvenes del pueblo ecuatoriano, les corresponde la
obra heroica y dura de realizar la Segunda Independencia. Continuar la obra
truncada de la Primera Independencia, y la que iniciará a partir de 1895,
el liberalismo alfarista. Obra también truncada en sus esencias, y que hoy
se quiere borrar de nuestra historia, destruyendo el laicismo y encendiendo,
en estas horas del mundo, la más criminal contienda religiosa. Con ustedes
estaremos todos los hombres de voluntad y pensamiento libres, aunque de
generaciones anteriores.
Para realizar e imponer esa Segunda Independencia de la Patria, han de
cumplirse dos faenas indispensables:
232
Ese plan mínimo y gradual, lo deberá articular el pueblo todo de la
Patria, por medio de la más amplia y democrática consulta, la más profunda
interrogación realizada por ustedes, estudiantes ecuatorianos, en todas las
regiones del país, tan variadas en sus problemas, su producción, su clima y sus
necesidades.
Ni programa prefabricado con lectura de unos cuantos libros, ni el cálculo
habilidoso de quienes puedan caer en sus redes; todo eso hecho entre las cuatro
paredes de un despacho político.
Ni hombre escogido, por reincidencia y falta de iniciativa, entre los que
han sido y sonado como actores del drama de la Patria.
Ustedes solamente deben propiciar programa y hombres brotados de la
entraña popular, de la verdad profunda de la Patria, por ustedes removida y
aflorada. La obra de ustedes, imperiosa y urgente, es constituir un poderoso
movimiento por la Segunda Independencia Ecuatoriana, SIE, que realice la obra
del despertar del pueblo a su verdad, mediante el estímulo, la interrogación, la
gran consulta a todo el Ecuador, que reclama, que pide, como ustedes lo dicen
en su carta: “una solución nueva, con métodos nuevos y hombres nuevos”.
Estoy con ustedes en esa gran tarea: la lucha por la Segunda Independen-
cia Ecuatoriana. Para construir una Patria en que haya para todos tierra,
pan, cultura y libertad. Con la concurrencia de todos los hombres libres de
la Patria. Con el alto patrocinio de los partidos políticos democráticos y los
grupos anticonservadores.
La Patria y el movimiento que ustedes estructuren, ha de señalarnos
el puesto de lucha a cada uno de nosotros. En el puesto que me toque, estaré
yo, con la consigna del momento: todo lo que una, nada que pueda dividir.
Benjamín Carrión
233
Cuba ha encendido una luz
que nadie apagará44
44 Tomado de: Benjamín Carrión, “Cuba ha encendido una luz que nadie apagará”, carta pública
al Señor General Miguel Ydigoras Fuentes, Presidente de Guatemala, en Mañana, N. 16, Año I, Quito,
5 de mayo de 1960, pp. 16-17.
235
Y me afirmó usted, con lujo de detalles cómo su permanencia en Inglaterra,
enviado por Arévalo, y luego su prolongada representación diplomática en
Colombia –tierras las dos de libertad habían afianzado en usted los ideales
bolivarianos, los ideales civilizados de justicia y democracia que deben imperar
en el mundo y, muy singularmente, en estas Patrias nuestras, tan golpeadas y
heridas por el cesarismo de los providenciales de los espadones malditos que
han impedido, con murallas de imbecilidad, de odio y de rapiña, su marcha
incontenible hacia el progreso, el bienestar y la paz.
En nuestras conversaciones, usted se mostró conocedor profundo de
todos los males sin cuento que a Centro América, al área del Caribe y la
del Sur, les ha causado la operación rapaz, sanguinaria, monstruosa, de los
pulpos internacionales, explotadores inhumanos de los más ricos productos de
nuestras fértiles tierras: los que nos roban nuestra fruta, tiñéndola con sangre,
nuestro petróleo y se adueñan de nuestra energía eléctrica, para vendérnosla a
precio de oro y de dolor.
Usted se manifestó adversario de la OPERACIÓN GUATEMALA, que
todos sabemos en América fue dirigida y coordinada, desde las Conferencias
Internacionales, en especial desde la Décima de Caracas, por esos trusts de la
esclavitud y de la sangre, que asesinaron a Sandino, que impusieron a Trujillo,
a Pérez Jiménez, a Somoza, a Batista y a Castillo Armas...
Y yo dije, como escritor, en muchos diarios de América, que se asomaba, a
través de sus palabras, “una esperanza en Guatemala”, señor Presidente.
Porque yo conocí la Guatemala límpida y esperanzada del tiempo de Juan
José Arévalo. En la que el pueblo había asumido el papel gobernante y estaba
en camino de recuperar la tierra y la justicia. Una Guatemala en la que las
empresas imperialistas, especialmente la United Fruit Company, se batían en
retirada, ante la enérgica actitud de un pueblo que había resuelto tener una
Patria, de un pueblo que estaba dispuesto a ser el dueño de su territorio.
Esa larga esperanza fue trisada en pedazos. En el siniestro cónclave de
Caracas, llamado X Conferencia Interamericana, se resolvió sacrificar al gran
pueblo fraterno. Mientras el abogado de la United Fruit, señor Foster Dulles,
golpeaba con los puños como el capataz mandón en la mesa de las deliberacio-
nes interamericanas, Torriello, el gran guatemalteco, el gran latinoamericano,
honra de la estirpe, hizo la defensa victoriosa de la nación heroica, de la nación
martirizada, de la nación traicionada por propios y extraños, cuyos destinos
rige usted hoy, señor Presidente.
La razón y Torriello triunfaron, incontestablemente. Pero el gran crimen
se cometió poco tiempo después: un militar traidor, asumió la defensa de
236
los intereses del gran pulpo bananero. Y Guatemala cayó, sin que se haya
manifestado la solidaridad americana y latinoamericana, en su defensa. El
traidor cayó bajo el castigo de su propia ignominia. La intervención extranjera
quiso imponerle un gobernante a su Patria en desgracia, señor Presidente, a
usted, señor Presidente. Ese hombre era el Embajador de Castillo Armas en
Washington.
Y usted, señor Presidente, triunfó en las elecciones, porque se presentó
como adversario de los intereses de la United Fruit, porque enarboló la bandera
del reivindicador de la tierra, la riqueza y el honor de Guatemala. Porque su
pueblo, como el de Venezuela, como el de Cuba, como el mío, ya no quieren
más agentes del imperialismo en sus timones de comando. Los pueblos, todos
los pueblos de Latinoamérica, han comprendido la tremenda verdad.
Cuba, señor Presidente, esa tierra hecha con la sangre heroica y el
pensamiento heroico de José Martí. Cuba, señor Presidente, la recién llegada
a la emancipación de España, a la libertad política, ha resuelto hacer su
Segunda Independencia. Porque, al eliminar con gloria el coloniaje español,
inmediatamente encontró en la sombra la asechanza de un nuevo coloniaje: el
de la Enmienda Platt, el de la dictadura de Machado, el de los desembarcos de
infanterías de marina, el de los monstruos sedientos de oro y sangre: la United
Fruit Company, la Electric Bond and Share.
El nuevo coloniaje que impone precios a lo que nos compra en materias
primas y nos impone precios en lo que nos vende, elaborado con esas
materias primas. De ese coloniaje, peor que el anterior, porque es en pleno
siglo XX, quiere librarse Cuba. Pero la metrópoli actual, más impositiva,
por más poderosa, que la española; considera que es acto inamistoso todo
acto de liberación, de autodeterminación. Considera que es enemigo todo
pueblo que se sacude de las nuevas cadenas de la esclavitud del dinero, más
taimadas y crueles que las cadenas que privan de la libertad individual; porque
comprenden a la totalidad del individuo y del pueblo por la miseria, la
explotación, la sangre, el hambre...
Cuba, señor Presidente, ha hallado el libertador que le hacía falta. Usted
lo sabe bien, señor Presidente: ese libertador es Fidel Castro. Y la Segunda
Independencia de América Latina, se inicia con la gran Revolución Cubana.
Usted lo sabe también, señor Presidente.
Y sin embargo... Y sin embargo, señor Presidente, usted se presta para
iniciar las hostilidades desde el lado latinoamericano, contra Cuba. Usted se
presta, señor Presidente, para hacer el juego de los grandes de ahora, de los
Goliath hipócritas, que no asumen sus responsabilidades. Que quieren valerse
de países de nuestra estirpe, pobres, explotados, sub-desarrollados y latinos...
237
Los pueblos de la América Latina, señor Presidente, están con Cuba.
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una limosna en dólares, no les importa el sacrificio de otro pueblo fraterno.
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recuerda usted? Ya lo hicieron con el cuerpo territorial de mi Patria, señor
Presidente, cuando se impuso, ante los países todos de América reunidos en
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la República del Ecuador!...
Que los agresores tengan el valor de su maldito intento. Pero que no sea
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Montúfar, el que comparte con nosotros los ecuatorianos la gloria de García
Goyena... Que no sea el país alto y grande, que en 1944, nos dio la gran
lección de justicia, que fue traicionada.
No haga eso, señor Presidente. A usted le oí, en plena crisis frente a México,
justamente en los días de su grata invitación, decir que estaba dispuesto a todo
–siempre que no sufra el honor nacional– por restablecer las relaciones con la
grande y generosa nación mexicana, a la que yo amo como a mi propia Patria.
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alguno en agosto de 1959, como no fuera el penoso de distanciarse de un gran
país amigo como Guatemala.
Pero hoy, señor, es hacer el juego a la tremenda conspiración contra todas
nuestras Patrias, en trance de ganar su Segunda Independencia. La suya, señor
Presidente, tan injusta, tan horrorosamente tratada por los pulpos internacio-
nales, con mengua de su riqueza y de su honor.
Cuba ha prendido una gran luz en el camino de la liberación económica
latinoamericana. Nadie podrá apagarla, señor Presidente. Como no pudo la
Santa Alianza apagar la luz que prendiera Miranda y que iluminó el mundo
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conspiraron contra ella. Todo, todo inútil, señor Presidente.
238
Benjamín Carrión frente al IV Velasquismo45
–Me sorprendió la votación enorme del Dr. Velasco y la muy escasa que obtuvo
el movimiento de la Segunda Independencia. Esta escasez se debió a factores
de última hora que no pudieron ser controlados.
–Primero: el hecho de que Velasco tiene muchos amigos por sus administra-
ciones anteriores; segundo: porque Velasco fue quien llevó más resueltamente
la campaña en contra del Gobierno Conservador.
–El Velasquismo es una interpretación de los anhelos populares. El pueblo,
cuya hora ha llegado definitivamente, ha interpretado que el doctor Velasco,
personalmente, es quien puede satisfacer en forma casi milagrosa sus anhelos
de salir de la espantosa miseria en que se debate. “Milagrosa”, porque Velasco
tiene el secreto de impresionar al pueblo sencillo demasiado agobiado por la
explotación de las clases gamonalistas que se han adueñado del poder en este
país.
–Velasco tiene talento; si se rodea de individuos capaces, patriotas y
honorables se espera que mejorará en algo la situación nacional. Solo el pueblo
organizado –que es lo que procura el Movimiento de la Segunda Independen-
cia– podrá dar realmente satisfacción a los elementales deseos de justicia social
que reclama imperiosamente el pueblo ecuatoriano.
–No me corresponde a mí sugerir tales nombres. El triunfador es quien
debe escoger individuos que, como dije antes, necesitan ser capaces, patriotas
y honrados.
–Mi actitud respecto al Cuarto Velasquismo y respecto a la suerte del país
en general, es la continuación de la lucha por conseguir la justicia y el mejor
reparto de la riqueza en este pueblo en que tres millones de personas viven en
condición infrahumana, unos pocos que apenas vegetan y unos más pocos aún
que disfrutan de comodidades y riquezas excesivas.
–Luchas de clases hay en toda sociedad. En el Velasquismo hay pueblo que
hace lucha de clases y ha votado sinceramente, pero es necesario canalizar esta
lucha. Todo proletario que se esfuerza por mejorar su condición miserable de
vida, está haciendo lucha de clase aunque no lo sepa.
Benjamín Carrión
239
Cuba: la esperanza suprema de
los pueblos de Latinoamérica46
Señor General
Don Miguel Ydígoras Fuentes,
Señor Presidente y distinguido amigo:
46 Tomado de: Benjamín Carrión, “Cuba: la esperanza suprema de los pueblos de Latinoamérica”,
en Mañana, N. 23, Año I, Quito, 20 de junio de 1960, pp. 14-15.
241
Quiero decirle, señor Presidente, que para América y Guatemala, en el
año 1914, dio uno de los pasos más nobles y más seguros hacia su Segunda
Independencia, guiada por ese conductor sabio y virtuoso, hombre de justicia
y democracia, Juan José Arévalo, a quien usted, en el fondo, admira y respeta,
señor Presidente. Las esperanzas, de la libertad latinoamericana descansaron
durante un tiempo demasiado corto en su gran Patria, señor Presidente. Pero la
garra brutal del imperialismo le desgarró la entraña y, previa aquella escaramusa
gloriosa para Guatemala y vergonzosa para sus asesinos, cuyo escenario fue la
X Conferencia Interamericana de Caracas, un Castillo Armas se prestó a servir
de instrumento de la United Fruit y los grandes trusts esclavizadores de nuestra
gran Patria latina, desde el Río Bravo hasta la Patagonia.
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Latinoamérica. Ningún argumento en contra es valedero para los pueblos
nuestros, señor Presidente. El viaje del señor Nixon y después el del señor
Eisenhower, fueron la comprobación indiscutible de este aserto, señor
Presidente. Y su confirmación la tuvimos con el viaje del señor Dorticós, que
si bien fue en algún caso recibido fríamente por algún gobierno, en cambio
los pueblos y sus juventudes universitarias, lo aclamaron en todas las capitales
de su recorrido.
Cuba es, señor Presidente, pueblo de estirpe hispano-indígena, como
Guatemala, como mi Ecuador. Cuba es un pueblo pequeño, desarmado y
“subdesarrollado”, señor Presidente, como Guatemala y como mi Ecuador. Y
nuestro negocio espiritual y material, histórico y geográfico, consiste en estar
más cerca de Cuba que de los imperialismos que la han sojuzgado siempre.
Yo planteo aquí una cita con la historia, señor Presidente no auguro un
fallo bueno para los gobernantes hispanoamericanos que, en esta encrucijada
ineludible no estén junto a Cuba: y, más aún, para aquellos que se pongan
contra Cuba.
Recojo, señor Presidente, lo que usted me cuenta respecto de un Obispo
cubano y un diario mexicano. Yo, señor Presidente, con mis ojos, he visto al
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en la mejilla a Fidel Castro. Al primero, el día aniversario de Martí, hace tres
meses: y al otro, en la maravillosa ocasión en que con la bendición episcopal,
Fidel Castro inauguraba el centro escolar Libertad, en los mismos locales
transformados, del antiguo castillo, cuartel y cárcel de Moncada, donde se
inició, el Movimiento 26 de Julio.
¿Lo del diario mexicano? Yo he vivido muchos años en México en la ciudad
maravillosa, que es como una segunda Patria para mí. Y conozco su prensa. Y
242
conozco El Universal... Si por alguna razón debe triunfar en América Latina el
Movimiento de la Segunda Independencia, es para librarnos de esos venenos
letales que destilan diarios como ese que, como hierba mala, prosperan al
calor de falsas democracias, en muchos lugares de Latinoamérica. Que hacen
mayores males que Trujillo y que Somoza...
La Patria de Miguel Ángel Asturias y Juan José Arévalo, señor Presidente,
debe estar libre, luminosa y noble como siempre, y en este caso, debe estar
junto a Cuba. Jamás sirviendo de pretexto, señor Presidente, para cohonestar
los asaltos del “destino manifiesto” que por caminos un poco más cautelosos y
velados, quiere seguir dominando nuestras pequeñas Patrias.
Yo se que así será, señor Presidente. Yo se que el demócrata que hay en
usted, el latinoamericano que hay en usted reaccionará iluminado y claro,
hallará el camino del pueblo. Del pueblo de Guatemala y del pueblo todo de
América Latina.
Correspondiendo las finezas de usted para mi esposa, le ruego asimismo
ponerme a los pies de la señora de Ydígoras Fuentes.
Señor Presidente,
Benjamín Carrión.
Escritor libre de Latinoamérica.
243
La cobarde conjura47
47 Tomado de: Benjamín Carrión, “La cobarde conjura”, en Mañana, N. 102, Año II, Quito, 18
de enero de 1962, p. 5.
245
¿Y para la Venezuela de Andrés Bello, de Branco Pombona, de Andrés
Eloy Blanco? ¿Y para la Colombia de Caldas, de Uribe, de Alfonso López y el
gran viejo Sanín Cano? ¿Esos grandes países habrán consentido en convertirse
en Banana Republics, que ya ni siquiera se entregan ante el gran garrote, ante
el gold rol?
Afortunadamente allí están, totalizando más de la mitad de la población
de Latinoamérica y casi los dos tercios de su territorio, los dos grandes de
verdad:
246
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nuevo embajador chileno en París, Jorge Errázuriz, intercambiaron
hoy fuertes críticas envueltas en términos diplomáticos, con ocasión
de la presentación de credenciales del diplomático. En lo que suele ser
una ceremonia muy formal, con discursos limitados a lugares comunes
que evocan la pasada amistad entre los países y la esperanza de que
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liberación de los presos políticos de Chile.
Añadió que Francia sigue de cerca la situación en Chile y quisiera ver
hechos así como buenas intenciones.
247
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Presidente de Francia. Pero no cualquier Presidente de Francia, “comunistoide
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francesas, emparentado con las dinastías que “durante mil años” construyeron
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Se ha creado, sin protesta de los agraviados, una nueva fórmula
internacional: el derecho del Jefe del Estado ante el cual se acredita un Jefe de
Misión, para advertir, reconvenir y sermonear al nuevo Embajador, en el acto
solemnísimo de la presentación de las Cartas Credenciales, cuando el gobierno
que lo acredita, no cumple con el deber de respetar los derechos humanos
consignados en la Carta de París, suscrito por los dos gobiernos: el que acredita
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Se ha creado, pues, lo que en la jerga internacional se conoce con el nombre
de “Doctrina” como la “Doctrina Tobar”, ecuatoriana, la “Doctrina Estrada”
mexicana. Esta deberá llamarse, en los tratados de Derecho Internacional en
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¿Se viola con ella al derecho de “no intervención”, reconocido y aceptado
por todos? No, porque, en realidad, entra más bien dentro de las nuevas
normas de la convivencia de los Estados, que tiende definitivamente a la
“independencia”, a la amistad. Y la interdependencia y la amistad no solo
permiten sino que propician el consejo, la sugerencia que afirme y consolide
dicha convivencia.
Las dos múltiples semanas fueron de peticiones, amistosos consejos,
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Franco Bahamonde, para que, por piedad humana, por “caridad cristiana”
perdone y haga gracia de la vida a los jóvenes independentistas vascos que
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También se clamó sobre todo entre los franquistas criollos a la violación
del derecho de “no intervención”, cometida por el Papa Paulo VI, la Reina
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pirueta, con llamas verdes y olor a azufre. En mi lejana juventud también el
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las violaciones de los derechos humanos cometidas por sus gobiernos.
248
Anexos
N. 707
Presidente de la República
Considerando:
Que la cultura nacional necesita amplio apoyo del Poder Público para su
desenvolvimiento y expansión;
Que para robustecer el alma nacional y esclarecer la vocación y el destino
de la Patria, es indispensable la difusión amplia de los valores sustantivos del
pensamiento ecuatoriano en la Literatura, las Ciencias y las Artes, así del
pasado como del presente;
Que nuestras manifestaciones intelectuales deben ser llevadas fuera de las
fronteras Patrias, para que el Ecuador, con la plenitud de derechos que le
concede su historia intelectual, ocupe el legítimo lugar que le corresponde en
el concierto cultural del Continente;
49 Tomado de: Benjamín Carrión, Trece años de cultura nacional. Informe del Presidente de la Casa
de la Cultura (agosto 1944-agosto 1957), Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1957, pp. 183-189.
249
Que el progreso del país necesita ser dirigido por la investigación científica
con fines de aplicación técnica inmediata a la realidad nacional;
Que el orden de aprovechamiento de la cultura extranjera, es preciso ofrecer
facilidades para que puedan venir al Ecuador valores científicos y artísticos de
renombre internacional, para dictar conferencias y realizar exposiciones de
artes plásticas, conciertos musicales, demostraciones científicas y divulgacio-
nes técnicas;
Decreta:
250
Art. 3. Los miembros de la Casa de la Cultura Ecuatoriana durarán tres
años en sus funciones y podrán ser indefinidamente reelegidos. Las vacantes
que se produjeren serán llenadas por elección realizada en el seno de la
Institución, por mayoría absoluta de sus miembros.
Art. 4. Los miembros de la Casa de la Cultura Ecuatoriana elegirán para
su dirección un Presidente y un Vicepresidente de su seno, los cuales durarán
dos años en sus cargos y podrán ser indefinidamente reelegidos. El Presidente
y, a su falta, el Vicepresidente, tendrán la representación legal y oficial.
Art. 5. El Ministro de Educación Pública es miembro nato de la Casa de
la Cultura Ecuatoriana y, cuando asista a sus sesiones, las presidirá.
Art. 6. La Casa de la Cultura Ecuatoriana tendrá una Secretaría General,
cuyo Jefe titular será designado por los miembros de la Institución; tal
nombramiento recaerá en una persona no perteneciente a ella. Cada Sección
tendrá también un Secretario, igualmente elegido fuera de los miembros de
la Institución.
Art. 7. Adscríbanse a la Casa de la Cultura Ecuatoriana la Biblioteca
Nacional y el Museo y Archivos Nacionales, cuyos Directores serán designados
por el Ministro de Educación Pública, previa terna elevada en cada caso por la
Institución. El personal de estas dependencias será designado libremente por
el Ministerio del Ramo.
Art. 8. El funcionamiento de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y de sus
dependencias será regulado por los Estatutos que ella misma expedirá y que
serán sometidos a la aprobación del Poder Ejecutivo.
Art. 9. La Casa de la Cultura Ecuatoriana realizará, principalmente, las
siguientes actividades:
251
e) Aprovechamiento de la cultura universal, para que el Ecuador marche
al ritmo de la vida intelectual moderna.
252
b) El modo actual y el que en lo sucesivo se señale en las partidas respectivas
del Presupuesto del Estado para el sostenimiento de la Biblioteca
Nacional y del Museo y del Archivo Nacionales;
c) Los fondos que le fueren asignados por el Estado y otras Instituciones
Públicas y privadas;
d) Las donaciones y legados que se instituyeren en su beneficio;
e) El producto de la venta de las publicaciones que realizaré y de la entrada
a exposiciones y conciertos; y
f ) Los demás que, por cualquier otro concepto, recaudare.
253
DISPOSICIONES TRANSITORIAS
254
Por la liberación Dominicana50
Para que la democracia reine entre los hombres, para que los derechos
humanos fundamentales sean una verdad auténtica, para abolir para siempre
la explotación del hombre por el hombre, los pueblos libres de la tierra se
enfrentaron con la más formidable maquinaria bélica de todos los tiempos, la
redujeron a la importancia y, como fruto de todos los tiempos, la redujeron
a la impotencia y, como fruto de la victoria, anunciaron en Méjico, en San
Francisco, en Londres, la implantación definitiva de la democracia en el
mundo.
Y el mundo, que ya no quiere nutrir su fe con palabras solamente, que
quieren ver la doctrina transformada en hecho, reclama hoy, para todos los
países grandes y pequeños, la democracia viva, no solo en la convivencia
exterior sino, primordialmente, en la vida interna de los pueblos.
El hecho de alinearse, mediante concurrencia a Conferencias y Congresos,
en la formación internacional de los Estados democráticos, no debe ser la razón
única y suficiente para conferir, aún a las más feroces, inhumanas y tiránicas
dictaduras del título, la patente limpia de campeones de la democracia.
Y a nosotros, hombres libres del Ecuador, nos duele que esto ocurra en
nuestra América, en este continente nacido con vocación y destinos libertarios;
en esta América ancha, como para albergar en paz y justicia fraternas a todos los
hombres. Y que pueblos nobilísimos, hermanos nuestros, cifras preclaras en el
desenvolvimiento histórico continental, se encuentren sometidos a regímenes
de opresión, en los que garantías fundamentales y los derechos humanos se
hallan abolidos.
Tal es, con caracteres ostensibles de gravedad, el caso de la República
Dominicana, nación ilustre, vinculada a los hechos más gloriosos del
descubrimiento, la conquista, la independencia y la cultura americanos. Ese
gran pueblo de la comunidad continental, se halla esclavizado y oprimido por
una dictadura, cuyos signos trágicos y grotescos colocan al margen y frente a la
civilización que en siglos ha conquistado el hombre contemporáneo.
En nombre de la cultura, en defensa de la democracia y de las garantías
sustanciales del hombre, nosotros, hombres libres del Ecuador, reclamamos
para la República Dominicana, para el pueblo de Santo Domingo, el derecho
a ser libre, a que su vida se desenvuelva dentro de un régimen de respeto a la
50 Tomado de: Benjamín Carrión et al., “Por la liberación Dominicana”, en La Tierra, Quito,17
de enero de 1946.
255
persona. Y, por lo mismo, consignamos nuestro repudio a la tiranía sin
freno que, sobre ese noble país hermano, ejerce desde hace quince años, con
amenaza de prolongación ilegal e indefinida, Rafael Leonidas Trujillo Molina.
E invitamos a todos los hombres libres del Ecuador y de América, a expresar
su condenación contra esa dictadura.
51 Entre las firmas que siguen están: Jorge Icaza, Alfonso Calderón Moreno, Juan Isaac Lovato,
Angel Felicísimo Rojas, Alfredo Pérez Guerrero, Manuel Elicio Flor, Luis Tamayo, entre otras.
256
Manifiesto Socialista Ecuatoriano a la nación52
257
Sin embargo, la realidad escueta es que ni el gobierno ni la mayoría de
la Constituyente han sabido aprovechar, con sentido patriótico y realizador,
las brillantes condiciones que, desde hace más de dos meses prevalecen en la
nación. Esa realidad muestra que nada se ha hecho para detener siquiera la
tremenda crisis económica y financiera que puede culminar con un desastre de
inmensas proporciones; que las complacencias políticas continúan amparando
negociados e incorrecciones que perjudican al erario nacional; que no se
pone atajo al derroche de los fondos públicos que bien empleados hubieran
servido para iniciar la reconstrucción económica del país; que la orientación
política del Gobierno no ha sufrido modificación alguna y, por lo mismo, la
administración y servicios del Estado se hacen con un criterio autocrático y de
círculo estrecho.
A la negatividad de la obra de administración y gobierno, tenemos que
agregar la gestión sectaria de la llamada Asamblea Constituyente, cuya mayoría
conservadora, en forma ciega, está sembrando la simiente del odio que un día
puede fructificar trágicamente.
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QPS
sus partidos políticos progresistas, por sus clases trabajadoras manuales e
intelectuales, por sus educadores abnegados y patriotas, por todo lo mejor de
la nacionalidad, ha dado la voz de alerta frente al peligro conservador, y se ha
puesto de pie para la defensa de las instituciones civilizadoras amenazadas por
la reacción.
La abolición del laicismo aprobado por la Asamblea, constituye el reto
lanzado por el Partido Conservador a la conciencia libre de los hombres
del Ecuador y de América. Es la expresión clara y terminante de que los
movimientos culturales, porque han batallado las naciones del mundo, no
han podido llegar a las fuerzas reaccionarias ecuatorianas que, anquilosadas
en un pasado siniestro, aspiran al dominio absoluto del espíritu olvidándose
que la humanidad no puede aceptar retrocesos en la marcha de la civilización.
El Partido Socialista que ha sido el primero en la lucha por el imperio de
la democracia, contribuye hoy más que nunca a la campaña de las libertades
públicas que se organiza en todos los ámbitos de la República, como respuesta
necesaria y urgente al desafío del conservadorismo que no solo pretende anular
las conquistas liberales, sino que está sentando las bases para una captura
integral del poder político, aprovechando las circunstancias favorables que
deliberadamente del Poder Ejecutivo ha creado en su beneficio.
No necesitamos señalar el peligro que amenaza a las instituciones liberales,
que van siendo modificadas en forma mañosa e hipócrita para después
258
liquidarlas definitivamente. No necesitamos insistir en que a esta labor de
regresión incalificable, se añade la obra inoperante de un Gobierno que no
puede hacer administración constructiva, ni es capaz de la defensa de las
instituciones encargadas de su manejo en hora desgraciada. Varias institucio-
nes y partidos políticos, y sobre todo la prensa seria y responsable, han hecho
ya la denuncia de ese peligro y llamado a la ciudadanía para detener el avance
de la reacción y salvar al Ecuador del caos al que lo conducen la incomprensión
y sectarismo adueñados del Gobierno y de la Asamblea.
Por eso, el Partido Socialista al ocupar su puesto de lucha, hace a su vez un
llamamiento a todos los partidos democráticos, a las instituciones culturales
y sindicales, a los hombres progresistas del país, para formar el Gran Frente
a cuyo cargo esté la defensa de nuestras instituciones democráticas y la lucha
heroica contra la reacción conservadora que pretende instaurar la odiosa
dominación garciana y fascista en el Ecuador.
Todos los militantes del Partido: obreros, intelectuales, asociaciones
femeniles, estudiantes, etc., deben constituirse en los más decididos
organizadores de esta campaña nacional en defensa de las instituciones liberales
amenazadas por las fuerzas ciegas del oscurantismo.
Por el Comité Ejecutivo Nacional y el Buró Técnico,
259
Manifesto del Comité Ecuatoriano Pro-Palestina53
261
verdaderos campos de concentración en la isla de Chipre, encarcela a sus
líderes y obsta, mediante fantásticas concentraciones de fuerza, la reconstruc-
ción del país.
La situación del pueblo judío es hoy más difícil que cuando se emitió la
Declaración Balfour. La reparación del mal causado es uno de los principios
fundamentales del Cristianismo y de toda ética. El mundo debe a los judíos
algo más que meras declaraciones de simpatía. Para todos los males que han
hecho sufrir a los judíos, desde la destrucción de su Estado hasta los ríos de
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campos de concentración, no hay sino una reparación: la devolución de su
tierra, la devolución de lo que llaman Eretz Israel, en el país de Israel. ¿Qué
valor tendrán todos los esfuerzos de las democracias si el fin de la guerra no
trae consigo un nuevo orden de justicia, y qué justicia puede haber sin que
participen en ella todos los pueblos, inclusive los hebreos?
En consideración a estas razones, este Comité Ecuatoriano Pro-Palestina
ha resuelto aprovechar la oportunidad del aniversario de la declaración Balfour
para pedir a los políticos y estadistas responsables de la dirección de los asuntos
mundiales el cumplimiento de la mencionada Declaración y del Mandato sobre
palestina de la Liga de Naciones y que interpongan sus buenos oficios ante el
Gobierno inglés a favor de la inmediata inmigración a Palestina del número
mayor posible de la víctimas judías del nazismo para que cese la continuada
persecución de las mismas en forma de su deportación a tierras extrañas y
el encarcelamiento de sus líderes. Demasiadas comisiones e investigaciones
hemos tenido ya en este asunto. Lo que la conciencia mundial reclama ahora
son hechos concretos, hechos que significarán la diferencia entre vida y muerte
para innumerables seres humanos.
Dr. Benjamín Carrión; Dr. Manuel Elicio Flor; Dr. Pío Jaramillo
262
Referencias
Ensayos
Cartas al Ecuador
#FOKBNÓO$BSSJØO
i4PCSFOVFTUSBPCMJHBDJØOTVQSFNBAWPMWFSBUFOFS1BUSJBw
(decimoséptima), Cartas y nuevas cartas al Ecuador, Quito, CCE, 2012, pp.
89-91.
263
Nuevas cartas al Ecuador
#FOKBNÓO$BSSJØO
i4PCSFMBVOJEBEEFMBTJ[RVJFSEBTZyMPTGSBJMFTFYUSBOKFSPTw
(decimocuarta), Cartas y nuevas cartas al Ecuador, Quito, CCE, 2012, pp.
155-158.
Artículos de prensa
264
Benjamín Carrión, “El caso Bonifaz I. Mi posición personal”, en El Día,
Quito, domingo 14 de agosto de 1932.
Benjamín Carrión, “El caso Bonifaz II. La paz o la guerra”, en El Día, Quito,
miércoles 17 de agosto de 1932.
Benjamín Carrión, “Cuba ha encendido una luz que nadie apagará”, carta
pública al Señor General Miguel Ydigoras Fuentes, Presidente de Guatemala,
en Mañana, N. 16, Año I, Quito, 5 de mayo de 1960, pp. 16-17.
265
Benjamín Carrión, “La cobarde conjura”, en Mañana, N. 102, Año II, Quito,
18 de enero de 1962, p. 5.
El Tiempo, Cuenca,
25 de octubre (s/a).
A NEXOS
Benjamín Carrión, “Ley Constitutiva de la Casa de la Cultura Ecuatoriana”,
en Trece años de cultura nacional. Informe del Presidente de la Casa de la
Cultura (agosto 1944-agosto 1957), Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana,
1957, pp. 183-189.
266
Benjamín Carrión (Loja, 1897-Quito, 1979) escritor, político,
periodista, diplomático y promotor cultural ecuatoriano. Se
gradúa de abogado en la Universidad Central en 1922. En abril
de 1925, ingresa al servicio diplomático y en junio viaja a El
Havre, Francia, para desempeñarse como Cónsul. De regreso a
Quito, participa activamente en el Partido Socialista Ecuatoria-
no. Hace patente su figura pública a través de la constitución de
la «Escuela de cultura socialista». En 1944, funda la Casa de la
Cultura Ecuatoriana. Publica la revista Letras del Ecuador, cuyo
primer número aparece en 1945. En 1950, funda el periódico El Sol con Alfredo Pareja
Diezcanseco. Participa como candidato a la Vicepresidencia de la República, en binomio
con el Dr. Antonio Parra Velasco, en 1960. En 1968, recibe el premio “Benito Juárez”,
otorgado por única vez por el Gobierno mexicano. A fines de ese mismo año, en forma
definitiva, retorna al Ecuador. En 1975, se le confiere el Premio Nacional Eugenio
Espejo. Entre sus obras están: Los creadores de la nueva América (1928), El desencanto de
Miguel García (1928), Mapa de América (1931), Atahuallpa (1934), Índice de la poesía
ecuatoriana contemporánea (1938), Cartas al Ecuador (1943), El nuevo relato ecuatoriano
(1951), San Miguel de Unamuno (1954), Santa Gabriela Mistral (1956), García Moreno,
el Santo del Patíbulo (1958), Nuevas Cartas al Ecuador (1960), Por qué Jesús no vuelve
(1963), El cuento de la Patria (1967), Raíz y camino de nuestra cultura (1970), El libro
de los prólogos (1980), América dada al Diablo (1981), Correspondencia de Benjamín
Carrión (1995), entre otras.
...el maestro Carrión es mucho más que el fundador de la Casa de la Cultura. Reconocido
en toda América como uno de los mayores ensayistas de nuestro continente, es también,
como escribió Alejandro Moreano, el rostro político de la cultura. Vinculado desde muy
joven al Partido Socialista, militó largamente en sus filas y participó en algunas jornadas
de gran importancia en las confusas décadas del 30 y el 40...