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Los cursos de física habían quedado a lo lejos, y ahora sólo importaba la región de los
símbolos y los análisis exhaustivos.
Quizá desde aquellas ocasiones en que las distancias y los objetos das importantes en
la ciudad. por los muscos, los estudios.
Ese mismo amanecer, después de las palabras de su madre, tic sumar pregunta tras
pregunta, de irse metiendo en esa zona extraña donde no existen los razonamientos o
las explicaciones, donde los lustros de la impotencia son los únicos que aparecen,
cerró los cuadernos y los libros con detenimiento como si un largo paréntesis de
homenaje al viejo historiador de la Forma contemporánea y de la gestación de los
estados nacionales en el continente americano.
Era especialista en tronar los huesos de sus dedos; los sonidos que salían de sus
manos eran inconfundibles; aquello lo recordaría el nielo toda la vida; esos
movimientos lentos entre falange y falange, la mano entera dedicada al placer del
reconocimiento entre todas y cada una de sus partes.
Siempre con su fábula o su leyenda o su moraleja, las escuchaba el imberbe con los
ojos bien abiertos, a veces azorados; con la imaginación puesta en cada frase, y en
esas reconstrucciones de los escenarios históricos donde no faltaba él lo que, de buen
humor En las dos horas en el avión, el joven doctor no sólo pensaba en las vocaciones
de algunos antepasados; también te daba vueltas a la vida de su propio padre, a sus
extraños silencios, sus insatisfacciones.