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¿Trabajar en plantilla o de autónomo?

En los tiempos que corren, lo normal es acabar la carrera de Traducción e Interpretación


y entrar en el mercado laboral como sea. Dado que nuestro trabajo tiene que ver con
documentos en formato digital, tenemos la suerte de que podemos trabajar desde
cualquier ordenador del mundo. De este modo, los traductores profesionales se
pueden dividir en dos grupos: los que trabajan en plantilla y los que trabajan de
autónomos.

¿Qué diferencias hay entre trabajar en plantilla y ser autónomo? Pues, aunque el trabajo
de traductor sea más o menos lo mismo, hay muchas. Pasemos a hacer un breve
esquema de los pros y contras de cada tipo desde el punto de vista de una profesión
cualquiera:

Los traductores en plantilla, a grandes rasgos:

 tienen un horario fijo, así que lo normal es desconectar del trabajo una vez
cumplen su jornada laboral;
 no tienen que pagar seguridad social, pues ya la paga la empresa;
 tienen derecho a vacaciones pagadas y a pagas extra según su contrato;
 si tienen contrato indefinido, tienen derecho a una importante indemnización en
caso de despido; y
 tienen compañeros a los que preguntar dudas y con los que pueden establecer
amistad.

Por su parte, los traductores autónomos:

 no tienen horarios fijos, ya que son sus propios jefes;


 si no trabajan, no cobran. Esto incluye ponerse enfermo o irse de vacaciones;
 tienen que pagarse la seguridad social. Dependiendo de lo que paguen tendrán
más o menos prestaciones en caso de baja y cotizarán según su base;
 tienen que buscarse ellos mismos a sus clientes;
 pueden desgravar todos los gastos que tengan que ver con el ejercicio de su
profesión;
 trabajan solos (normalmente desde casa); y
 pueden llegar a cobrar mucho más que alguien en plantilla.

Como veis, cada puesto tiene sus ventajas e inconvenientes. Sin embargo, no es este
tema el que quiero discutir aquí, sino el siguiente: ¿qué es mejor después de salir de la
facultad?

Yo mismo empecé de traductor en plantilla, y creo que es lo mejor que me pudo pasar.
Personalmente, creo que un traductor que sale de la facultad tiene muchas ganas de
trabajar y de comerse el mundo, pero aún necesita mucho que aprender. Y es aquí
donde está la gran diferencia entre trabajar en plantilla o como autónomo: mientras que
de autónomo es poco probable que alguien se haga cargo de tu trabajo para
enseñarte a hacerlo mejor, en plantilla hay una persona que revisa todo tu trabajo
y te ayuda a mejorar con cada traducción que hagas. Por supuesto, esto se aplica
sobre todo a los primeros meses y especialmente si eres un recién licenciado.

Tengo muy claro que mi actitud y aptitud como traductor no estarían a la misma
altura que ahora de no ser por el trabajo de Miriam Bernal Montoro, mi revisora
en AbroadLink, y desde aquí quiero expresarle mi gratitud por su dedicación. Recuerdo
cuando un profesor mío de facultad me decía que su revisor le entregaba un folio grande
lleno de correcciones para que aprendiera de sus errores, y ahora puedo decir lo mismo
de mi revisora. Y esa formación, como autónomo, no la hubiera tenido.

¿Quiero decir con esto que los traductores autónomos traducen peor? Claro que no, pero
creo que se adquiere experiencia relevante de forma más lenta al no tener a nadie
que supervise tu trabajo para que aprendas. Eso sí, un traductor autónomo aprende
otras cosas que no tienen en cuenta los traductores en plantilla, como tener que buscar
clientes, hacer facturas y llevar la contabilidad de gastos e ingresos, tratar con clientes,
etc.

Así pues, si tuviera que describir la trayectoria ideal de un egresado, creo que sería
empezar de traductor en plantilla para adquirir experiencia y luego establecerse de
autónomo para ganar más dinero siempre que sepas montártelo bien. Y ya puestos, creo
que el siguiente paso sería volver a trabajar en plantilla con menos sueldo pero mucha
más estabilidad para preocuparte de los tuyos.

Por último, quizás os interese saber lo que opina el traductor Ricard Lozano del tema en
su Vademécum del traductor.

Y vosotros, ¿qué opináis?

¿Autónomo o en plantilla?
Por Ricard Lozano

Normalmente al principio de la actividad, el traductor suele plantearse si le conviene


más integrarse en la plantilla de una empresa o establecerse como profesional
autónomo. A este respecto, se puede afirmar que no existe un consejo general válido por
igual para todos, sino que la mejor elección viene dada por un análisis de las ventajas e
inconvenientes adecuado a la situación y carácter de cada persona.

Antes que nada, distingue a primera vista ambas opciones el hecho de que,
formalmente, establecerse como profesional autónomo está siempre al alcance de la
mano, mientras que la contratación interna depende obviamente de la existencia de una
demanda y en la superación de las pruebas de selección pertinentes.
Ventajas e inconvenientes

Generalmente, un traductor autónomo que consigue colaboraciones habituales con


diversas empresas obtiene a corto plazo y por el mismo esfuerzo una remuneración
superior a la del trabajador que depende de una nómina, poco dada a las revisiones al
alza. Claro que no es oro todo lo que reluce: para hacer una valoración económica
rigurosa no solo hay que considerar los ingresos sino también los gastos, muy
superiores en el caso del trabajador por cuenta propia.

Una ventaja de la condición de autónomo es la mayor libertad para disponer de sí


mismo, en sentido amplio. En la empresa está supeditado a un horario y a un jefe,
mientras que en el propio negocio es uno quien decide. Tal afirmación no está exenta de
matices, ya que no debemos pasar por alto nuestra natural propensión a realizar jornadas
de trabajo interminables, convertir días festivos en laborables, etc.

Un aspecto que juega a favor del empleado es la facilidad para asimilar y reciclar
conocimientos relacionados con los avances técnicos del sector, y de cómo afectan
estos a la metodología de trabajo o a la demanda del mercado (por ejemplo, la
manipulación de memorias de traducción, reutilización de glosarios, nociones básicas de
autocompaginación, uso de herramientas específicas, etc.). En este caso, el autónomo
debe procurarse una formación continuada por su cuenta y riesgo, mientras que el
empleado puede obtener de primera mano todos estos conocimientos de forma gratuita.
No debe olvidarse otro tipo de conocimientos también significativos, como son los
relativos a la posición en el mercado de otras empresas, los precios pagados en los
distintos países, las prácticas y procedimientos del sector, los contactos, etc.

El factor que suele decantar en muchos casos la balanza es sin duda la seguridad en el
trabajo (si es que hoy en día resulta propio usar el término seguridad en este contexto).
Para muchos, la certeza de una ocupación regularmente remunerada prevalece sobre la
incertidumbre del clásico vaivén de ingresos que suele caracterizar la actividad del
profesional autónomo. La cobertura social, además, suele ser muy superior en el caso
del empleado.

Desde un punto de vista casi anecdótico, aunque también elemento de decisión


frecuente, es la soledad que rodea la vida cotidiana del trabajador autónomo. A muchos
les puede resultar incómoda. La empresa ofrece un ambiente de trabajo y favorece unas
relaciones sociales mucho más activas. La única opción que le queda al profesional
independiente en estas circunstancias es alquilar o compartir un despacho con otros
colegas (si bien esto incrementa sensiblemente los gastos).

A grandes rasgos, los factores hasta aquí descritos son los que habitualmente suelen
estar más presentes en nuestras valoraciones. Sea como sea, la elección entre empleado
o autónomo no debe constituir nunca un dilema sino una capacidad de elegir lo que más
nos convenga. A fin de cuentas, si uno se decanta por una opción y no se acaba de
encontrar a gusto, siempre está a tiempo de propiciar un nuevo cambio.

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