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A Enrique Vallespí Pérez, hombre universitario.

ÍNDICE
Primera Parte. Introducción al Registro Arqueológico
1.1- Definiendo la Arqueología
1.1.a.- Concepto de Arqueología
1.1.b.- Arqueología y Arqueologías
1.2.- El registro arqueológico
1.2.a.- Definición y elementos
1.2.b.- Procesos de formación
1.2.c.- Clases de yacimientos
1.2.d.- Lecturas recomendadas

Segunda Parte. El Reconocimiento Arqueológico del Territorio.


2.1.- Introducción.

2.2.- Prospección de superficie


2.2.a.- Introducción
2.2.b.- Selección del marco territorial de actuación
2.2.c.- Recopilación y valoración previa de la información
2.2.d.- Estrategia de cobertura y batida del terreno
2.2.e.- Condiciones de perceptibilidad del registro arqueológico
2.2.f.- Georreferenciación
2.2.g.- Registro de datos
2.2.h.- Un ejemplo de prospección temática: la prospección arqueometalúrgica
2.2.i.- La prospección a nivel semi-micro
2.2.j.- Lecturas recomendadas

2.3.- Fotografía aérea.


2.3.a.- Sinopsis histórica
2.3.b.- La metodología de la fotografía aérea (I). Objetivos
2.3.c.- La metodología de la fotografía aérea (II). Indicadores
2.3.d.- Lecturas recomendadas

2.4.- Teledetección.
2.4.a.- Sinopsis histórica
2.4.b.- Principios básicos
2.4.c.- Aplicaciones arqueológicas
2.4.d.- Lecturas recomendadas

2.5.- Prospección geofísica


2.5.a.- Introducción
2.5.b.- Sinopsis histórica
2.5.c.- Prospección eléctrica
2.5.d.- Prospección magnética
2.5.d.a.-Prospección magnetométríca
2.5.d.b.- Prospección de susceptibilidad magnética

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2.5.e.- Prospección mediante georadar
2.5.f.- Lecturas recomendadas

2.6.- Prospección y Cartografía


2.6.a.- Mapas arqueológicos
2.6.b.- Aplicación arqueológica de los SIG
2.6.c.- Lecturas recomendadas

2.7.- Inventarios y cartas arqueológicas


2.7.a.- Introducción
2.7.b.- Sinopsis histórica: una perspectiva europea
2.7.c.- Sinopsis histórica: el caso de España
2.7.d.- Estructura de datos y contenidos
2.7.d.a.- La concepción del registro
2.7.d.b.- Estructura de datos
2.7.d.c.- Representación gráfica
2.7.d.d.- Estandarización
2.7.e.- La densidad del registro arqueológico
2.7.f.- La internacionalización de los inventarios
2.7.g.- Lecturas recomendadas

Tercera Parte. Análisis e Interpretación Arqueológica del Territorio.


3.1.- Introducción.

3.2.- La propuesta de la Arqueología procesual: el análisis ecológico-cultural y espacial.


3.2.a.- Marco epistemológico
3.2.b.- El análisis ecológico-cultural
3.2.b.a.- Origen y consolidación
3.2.b.b.- Principios analíticos
3.2.b.c.- Aplicación arqueológica
3.2.b.d.- Lecturas recomendadas
3.2.c.- El análisis espacial
3.2.c.a.- Definición
3.2.c.b.- Análisis de captación de recursos
3.2.c.c.- Análisis de territorialidad teórica
3.2.c.d.- Análisis de intervisibilidad y cuenca visual
3.2.c.e.- Interpretación de límites y fronteras
3.2.c.f.- Lecturas recomendadas

3.3.- La propuesta de la Arqueología postprocesual: el análisis simbólico


3.3.a.- Referentes epistemológicos
3.3.b.- El paisaje: una nueva perspectiva
3.3.c.- Paisajes rituales en la Prehistoria europea: el megalitismo
3.3.d.- Lecturas recomendadas

3.4.- La Propuesta de la Teoría de los Sistemas Mundiales


3.4.a.- Referentes epistemológicos
3.4.b.- Aplicación arqueológica de la TSM

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3.4.c.- Sistemas Mundiales en la Prehistoria europea: la Edad del Bronce
3.4.d.- Lecturas recomendadas

Glosario.

Referencias.

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PRÓLOGO
Si bien hasta la fecha no he tenido la oportunidad de conocer personalmente a L.
García Sanjuán, al abordar el prólogo de esta obra me di cuenta enseguida de la
existencia de un vínculo personal, hasta ahora secreto, que nos une, cual es el de la
persona a quien está dedicada la obra: Enrique Vallespí Pérez. Este paleolitista ba-
joaragonés, adelantado en la prospección arqueológica, se encontraba en peregrina-
je docente en los momentos en que estaba estudiando la entonces generalista carrera
de Filosofía y Letras, especialidad de Geografía e Historia, en la Universidad de
Zaragoza, pero las visitas puntuales a su tierra natal sirvieron para cimentar una
larga amistad y conocer que no sólo desde la excavación se podía hacer Arqueolo-
gía. Su peregrinaje por el norte peninsular lo alejó de la tierra que añoraba, pero
encontró un impensable puerto, en su ya irrenunciable Sevilla, donde su magistral
docencia ha sabido captar la admiración continua y el reconocimiento expreso de
sus alumnos. Por ello, el calificativo que se le hace en la dedicatoria de «hombre
universitario» marca el cordón umbilical existente en la gestación de este libro.

También Sevilla fue destino de otro arqueólogo aragonés, Manuel Pellicer Catalán,
cuya tesis doctoral inédita si bien tenía el título de La Cerámica Ibérica del Valle
del Ebro, recogía el desarrollo de las prospecciones realizadas sobre los asenta-
mientos ibéricos del valle medio del Ebro, cuyo único precedente se encontraba en
los estudios pioneros realizados a principios del siglo XX por el grupo de eruditos
locales que componía el Grupo del Boletín del Bajo Aragón. Cierto es que, en este
investigador, su actividad posterior en las tierras andaluzas se centró en las excava-
ciones, pero dejó en sus artículos publicados en la revista Caesaraugusta un avance
de sus resultados, entre ellos las prospecciones en el río Huerva, y con ellos una
continuidad delegada para quienes en la década de los años 1970s empezábamos a
realizar nuestras primeras investigaciones a partir de la prospección arqueológica,
en mi caso con: El Valle Medio del Ebro en Época Ibérica. Contribución a su Estu-
dio en los Ríos Huerva y Jiloca Medio (Institución Fernando El Católico, Zaragoza,
1980).

Pero el objetivo perseguido en mi Tesis Doctoral era el análisis del territorio y, por
lo tanto, superaba la mera acumulación de la información que solían desarrollar, por
aquel entonces, los planteamientos positivistas. Este enfoque era deudor directo de
las investigaciones anglosajonas surgidas o encauzadas en el núcleo interdisciplinar
de Cambridge, sin duda el que más repercusiones ha tenido en los estudios del terri-
torio: de la Geoarqueología de C. Vita-Finzi (The Mediterranean Valleys. Geologi-
cal Changes in Historial Times, Cambridge University Press, 1969) de los enfoques
ecológicos y económicos de E. S. Higgs (Papers in Economic Prehistory, Cam-
bridge University Press, 1972), de la Geografía Locacional de P. Haggett (Locatio-
nal Analysis in Human Geography, Edward Arnold Publishers Ltd., London, 1972)
y de la Arqueología Espacial de I. Hodder & C. Orton (Spatial Analysis in Archaeo-
logy, Cambridge University Press, 1976) y D. L. Clarke (Spatial Archaeology,
Academic Press, London, New York, San Francisco, 1977).

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En el marco del Colegio Universitario de Teruel tuve la suerte de compartir mi pri-
mera docencia con J. L. Peña Monne y con él comprender las alteraciones geomor-
fológicas que sufren los yacimientos arqueológicos. El primer estudio realizado
sobre el Cerro del Castillo de Alfambra apareció publicado en 1981 en la revista
Kalathos, fue el primero y más convincente de nuestros trabajos conjuntos. Esta
visión de la Geoarqueología se enriqueció con la obra de K. J. Butzer. Archaeology
as Human Ecology, Cambridge University Press, 1982, traducida al castellano en
1989 por Ediciones Bellaterra.

Recuerdo el congreso de Soria de 1981: Primeras Jornadas de Metodología de In-


vestigación Prehistórica, Ministerio de Cultura, 1984, como el encuentro más tras-
cendental para los nuevos planteamientos de la Arqueología española. Léase las
contribuciones que se presentaron y se podrá comprobar que no existe exageración
alguna en mi afirmación. Allí conocí por primera vez a muchos de los entonces
noveles arqueólogos, entre ellos quiero destacar a A. Ruiz Rodríguez, con el que
había realizado intercambio de nuestros primeros artículos. Por entonces era el úni-
co profesor interino de Prehistoria y Arqueología del Colegio Universitario de Jaén,
dependiente de la Universidad de Granada, pero ya había marcado su enfoque en el
estudio del poblamiento del Alto Guadalquivir durante la etapa ibérica. Plantea-
miento novedoso dentro del materialismo histórico, que generará una de las investi-
gaciones más sólidas y estables en el estudio del territorio ibérico, convirtiendo la
actual Universidad de Jaén en uno de los más consolidados centros de la Protohisto-
ria Hispana.

Tras una reunión infructuosa en Madrid, convoqué en Teruel en el año 1984 el pri-
mer Coloquio de Arqueología Espacial sobre el tema Distribución y Relaciones
entre los Asentamientos. Después de veinte años sigo manteniendo que sin el ais-
lamiento que en este lugar periférico ofrecía su Colegio Universitario y el Semina-
rio de Arqueología y Etnología Turolense no se hubiera podido encauzar el apoyo
económico de la Diputación General de Aragón y la Diputación Provincial de Te-
ruel, ni mucho menos el enfoque dado a esta reunión sin ponencias encargadas. La
total libertad en su organización me permitió plantear la realización de un verdade-
ro sueño, que la reunión se alejara de los congresos en uso, en los cuales se emplea-
ba más del noventa por ciento del tiempo a escuchar en silencio las comunicaciones
que se presentaban. Pero, para celebrar un coloquio era preciso la publicación pre-
via de las intervenciones y que los asistentes las tuvieran en sus manos con tiempo
suficiente como para poder leerlas con antelación a la reunión y, de esta manera,
conocer los temas que se presentaban para poder debatirlos. No hubo límites en la
convocatoria, ni tampoco existía en aquel momento un comité científico que se
responsabilizara de su aceptación, por lo que no me sentí con fuerza moral para
denegar alguno de los trabajos presentados. Pensaba que las contribuciones ronda-
rían entre la docena y la veintena, y podrían aparecer en un volumen, pero las 70
aportaciones anunciadas se concretaron en 62 con un total de 1083 páginas, y nece-
sitaron cinco tomos para su publicación. Hubo un total de 270 asistentes, cuyos
nombres aparecen en el sexto tomo donde se transcribieron todas las intervencio-

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nes. Cabe decir que después de la experiencia en otros congresos en los que los
autores solemos dilatar la entrega de los originales, convirtiendo en norma el in-
cumplimiento de los tiempos comprometidos, en este coloquio y en los posteriores
ha existido una entrega en el plazo marcado y, en consonancia, su publicación con
anterioridad a la celebración de los mismos. El segundo se celebró en 1986 con el
tema del Microespacio, el tercero en 1989 sobre Fronteras, el cuarto en 1993 sobre
Procesos Postdeposicionales y el quinto en 1998 sobre Arqueología del Paisaje,
momento a partir del cual la serie de Arqueología Espacial, que acogía estas publi-
caciones se convierte en revista periódica. De forma paralela y dentro de la Univer-
sidad de Verano de Teruel dirijo anualmente desde 1991 los Cursos de Arqueología
Espacial, los catorce cursos impartidos hasta la fecha se centran en el tema de Pros-
pección Arqueológica y Análisis del Territorio.

La actividad hispana en la prospección arqueológica y análisis del territorio es ya


tan amplia que considero que, hasta el presente, ya se puede hablar de tres genera-
ciones científicas de investigadores, cada una con su propia manifestación pública a
través de reuniones científicas organizadas por alguno de sus componentes. En el
primer Coloquio de Arqueología Espacial se consolida la que considero como pri-
mera generación. Destaco, entre otros, al ya citado A. Ruiz Rodríguez, a E. Cerrillo
Martín de Cáceres y a G. Ruiz Zapatero. Las diferentes referencias bibliográficas y
comentarios existentes en este libro evitan un comentario de los mismos.

La segunda generación tiene su primera presencia pública en el Seminario sobre


Arqueología Espacial, celebrado en Lisboa y Tomar en 1988. Esta reunión, respon-
dió a una invitación realizada por los colegas lusitanos L. Oosterbeek y A. Diegues.
Personalmente me encargué de coordinar la colaboración hispana, invitando junto a
los representantes de la citada primera generación a los entonces jóvenes investiga-
dores cuyas publicaciones ya ofrecían el desarrollo de nuevos enfoques en este
campo de la Arqueología, F. Nocete Calvo y F. Criado Boado. A diferencia de la
primera generación, de carácter autodidacta, la segunda se ha formado dentro de un
marco teórico consolidado. F. Nocete ha enriquecido el materialismo histórico de la
escuela de Jaén con la aplicación de métodos matemáticos complejos como los aná-
lisis multivariantes desarrollados por el también jienense F. Contreras de la Univer-
sidad de Granada. Su tesis doctoral sobre la Edad del Bronce del territorio del alto
Guadalquivir, publicada en esta Universidad en 1994 bajo el título La Formación
del Estado en las Campiñas del Alto Guadalquivir, marca un hito en los enfoques
del estudio del territorio, al modelo de discurso histórico realizado desde la pros-
pección debe añadírsele su contribución en la definición de la UGA (Unidad Geo-
morfológica de Ubicación del Asentamiento) y su análisis a partir de diferentes
parámetros. F. Criado, formado en el ámbito anglosajón, aplicó el enfoque estructu-
ralista al megalitismo de su tierra gallega, mostrándonos la riqueza interpretativa
del simbolismo en el paisaje. A este grupo debe unirse, por derecho propio, uno de
los más fecundos arqueólogos hispanos en el campo de la teoría, J. Vicent García.
Los tres firmaron de forma conjunta la Convocatoria para una Reunión de Arqueo-
logía Teórica, celebrada en Santiago de Compostela en 1992. Esta reunión, de la

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que desconozco si existe publicación de las diferentes intervenciones, es conocida
como RAT’92 y puede considerarse como la manifestación científica de esta se-
gunda generación. Desgraciadamente la anunciada Segunda Reunión de Arqueolo-
gía Teórica, cuya celebración estaba anunciada en Almería en el año 1993, nunca
llegó a celebrarse. En esta generación, aunque sin relación con los anteriores, debe
citarse a J. V. Picazo Millán, cuya tesis doctoral dirigí y cuya primera parte, La
Edad del Bronce en el Sur del Sistema Ibérico Turolense, se publicó en el Semina-
rio de Arqueología y Etnología Turolense en 1993.

La tercera generación supone la consolidación de las diferentes estrategias de la


prospección arqueológica en los estudios del territorio y su aplicación dentro de los
diferentes marcos teóricos desarrollados en las dos generaciones anteriores. Las
investigaciones sobre el territorio y la Arqueología del Paisaje van a adquirir un
nuevo enfoque con la aplicación de las Nuevas Tecnologías Informáticas, espe-
cialmente los Sistemas de Información Geográfica (SIG) aplicados a la Arqueolo-
gía. En este marco debe citarse a J. Baena Preysler. La publicación que coordina
junto con C. Blasco y F. Quesada, Los SIG y el Análisis Espacial en Arqueología,
Universidad Autónoma de Madrid, 1997, puede considerarse pionera en este tema.
A. Orejas Saco del Valle desarrolla su tesis doctoral, Estructura Social y Territorio.
El Impacto Romano en la Cuenca Noroccidental del Duero, CSIC, Madrid, 1996,
dentro del proyecto de investigación Zona Arqueológica de las Médulas (ZAM)
encabezado por F. J. Sánchez Palencia y M.ª D. Fernández Posse. A. Orejas realiza
también un avance previo: Del «Marco Geográfico» a la Arqueología del Paisaje,
CSIC, Madrid, 1995. Sus actuaciones posteriores en la Arqueología del Territorio
adquieren una proyección internacional al dirigir el grupo de investigación Estruc-
tura social y territorio, y desarrollar la acción G2 de la Comisión europea bajo el
lema Paisajes Antiguos y Estructuras Rurales coordinando la publicación del Atlas
Historique des Zones Minières d’Europe II, Direction Genérale de la Recherche,
Luxemburgo, 2003 y, junto con M. Clavel-Lévêqu, el Atlas Historique des Cadas-
tres d´Europe, Direction Genérale de la Recherche, Luxemburgo, 2002. En el terri-
torio turolense he dirigido la tesis doctoral de E. J. Ibáñez González, Del Paisaje
Rural Tradicional Al Protohistórico.Propuestas Metodológicas para el Análisis de
la Dialéctica Hombre-Medio en el Sistema Ibérico Oriental, Teruel, 2002. En el
ámbito gallego F. Criado dirige el Grupo de Investigación de Arqueología del Pai-
saje, al inicio dentro de la Universidad de Santiago de Compostela y en la actuali-
dad en el laboratorio de Arqueología del Instituto de Estudios Galegos. El amplio
equipo de trabajo del GIAP está llevando a cabo un amplio conjunto de publicacio-
nes dentro de dos series: Trabajos en Arqueología del Paisaje (TAPA) y Criterios y
Convenciones en Arqueología del Paisaje (CAPA). Entre los diferentes autores
debe citarse a C. Parcero Oubiña, con su tesis doctoral: La Construcción del Paisa-
je Social en la Edad del Hierro del Noroeste Ibérico, Instituto de Estudios Galegos,
Santiago de Compostela, 2002. A. Ruiz dirige en la Universidad de Jaén el Instituto
de Estudios Ibéricos. Entre el también amplio grupo de jóvenes investigadores que
aglutina se debe citar L. M.ª Gutiérrez Soler, con su tesis doctoral sobre El Oppi-
dum de Giribaile, Jaén, 2002, donde analiza el territorio político de este núcleo ur-

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bano. En el marco de la Universidad de Alicante se encuentra I. Grau Mira con su
tesis doctoral: La Organización del Territorio en el Área Central de la Contestania
Ibérica, Publicaciones Universidad de Alicante, 2002. Sus estudios posdoctorales
en el ámbito anglosajón le han llevado a profundizar en el tema de los Sistemas de
Información Geográfica aplicados a la Arqueología. Ha coordinado en esta Univer-
sidad en el año 2004 la reunión: Jornadas de Arqueología Territorios Antiguos y
Nuevas Tecnologías. La Aplicación de los SIG en la Arqueología del Paisaje, que
puede considerarse como el primer congreso de esta tercera generación.

El autor de esta obra que prologo, L. García Sanjuán, se encuadra dentro de este
último grupo. Tiene el mérito de haber desarrollado un libro de síntesis sobre la
prospección arqueológica y el análisis del territorio, que no hemos sabido llevar a
cabo los investigadores de las generaciones anteriores. El presente libro llena, pues,
un vacío existente en la bibliografía española, donde se pueden encontrar numero-
sos artículos sobre la materia o aplicaciones concretas, como se recoge en cada ca-
pítulo y en el final de la obra. Tan sólo conozco dos compendios de trabajos hispa-
nos sobre esta materia, la publicación en 1997 en Salobreñas bajo el título de La
Prospección Arqueológica del II Encuentro de Arqueología y Patrimonio, celebra-
do en dicha localidad granadina en 1991, y el número monográfico dedicado a este
tema en la revista Arqueología Espacial, n.º 24. En el ámbito francés debe citarse la
obra dirigida por A. Ferdière, La Prospection. Collection Archéologiques, editions
errance, París, 1998 y en el anglosajón las de D. Wheatley y M. Gillings, Spatial
Technology and Archaeology. The Archaeological Applications of GIS, Taylor &
Francis, 2002 y E. B. Banning, Archaeological Survey, Kluivert Academic, 2002.
Nos encontramos, pues, ante un trabajo necesario para introducir a los nuevos
alumnos en este campo de la Arqueología tan falto de visiones de conjunto. Como
L. García Sanjuán indica, son numerosas las publicaciones a nivel mundial de me-
todología sobre las excavaciones arqueológicas, pero mínimas las que podemos
encontrar sobre prospección. Cierto es que ambas estrategias de registro de la in-
formación son inseparables y sólo desarrollándolas conjuntamente se puede realizar
una visión global de un territorio en el pasado, pero también es cierto que la pros-
pección y la interpretación de los resultados para convertir la Arqueología en Histo-
ria precisa de la aplicación de una estrategia metodológica propia.

FRANCISCO BURILLO MOZOTA


Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de Teruel
Seminario de Arqueología y Etnología Turolense
Diciembre de 2004

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INTRODUCCIÓN

Este libro es un ensayo de síntesis, accesible para estudiantes no iniciados en la


materia, de uno de los dominios de la Arqueología que mayor crecimiento y desa-
rrollo ha experimentado en las últimas décadas. Durante su primer siglo de vida, la
disciplina arqueológica estuvo ciertamente muy centrada en la excavación como
ámbito y fuente de toda experiencia empírica. La exploración del territorio se con-
cebía principalmente como medio para la identificación de yacimientos importan-
tes, singulares o especiales en los que llevar a cabo las excavaciones de las que se
obtendrían los datos necesarios para comprender el Pasado. Buena prueba de ello
son los numerosos (y en muchos casos excelentes) manuales que existen de méto-
dos y técnicas de excavación. Sin embargo, en los últimos 30 años, la excavación
ha dejado de ser el principio y final del trabajo de campo arqueológico. La explora-
ción sistemática del territorio previa a la excavación, o con total independencia de
ella, se ha convertido en una tarea común y rutinaria, compuesta a su vez de técni-
cas diversas, a veces importadas de disciplinas muy dispares y diferentes de la Ar-
queología. Esta exploración o reconocimiento del territorio ha llegado a dominar la
escena del trabajo de campo arqueológico en la actualidad, bien sea como instru-
mento de protección patrimonial (por ejemplo, para la confección de inventarios de
yacimientos), bien sea como base a partir de la que analizar múltiples aspectos de la
vida de las sociedades humanas (estrategias económicas, territorialidad, creencias
religiosas, etc.). En este contexto, el alcance de la excavación como principio y
final del trabajo arqueológico de campo se ha transformado para siempre.

Este libro surge de la experiencia acumulada durante varios años dedicados a la


docencia de los métodos y técnicas de reconocimiento y análisis arqueológico del
territorio en la Universidad de Sevilla. En el transcurso de esa experiencia he podi-
do constatar que los estudiantes de Arqueología hispanohablantes carecían de una
obra de referencia dedicada a esta materia, lo que suponía en la práctica una notable
dificultad adicional para su aprendizaje. Hay varias razones por las que creo que
esta obra introductoria era muy necesaria. Por una parte, el material disponible se
encuentra publicado en una bibliografía bastante dispersa y a menudo poco accesi-
ble, en muchos casos en otras lenguas. Una síntesis actualizada, con una buena
puesta al día de la literatura, concebida y dirigida para estudiantes, era bastante ne-
cesaria. Por otra parte, se trata de una materia de creciente complejidad conceptual
y técnica en la que concurren conceptos de múltiples disciplinas, desde la Geografía
hasta la Informática, pasando por la Geología, la Teledetección, la Geofísica, la
Cartografía, la Antropología Cultural o incluso la Filosofía de la Ciencia, que no se
ha beneficiado especialmente de la actual configuración de los estudios universita-
rios en España. En efecto, la evolución reciente de los estudios universitarios en
nuestro país ha conducido a una situación en la que se ha cercenado casi por com-
pleto la formación geográfica de los estudiantes de Arqueología. Esto ha permitido
la desafortunada aparición de importantes lagunas en la formación de los futuros
practicantes de nuestra especialidad en temas tan cruciales como por ejemplo la

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Cartografía (yo mismo he podido presenciar en múltiples ocasiones la desazón y el
desconcierto con que muchos estudiantes abrían un mapa topográfico por primera
vez en sus vidas). También por esta razón, por tanto, creo que desde hace unos años
a esta parte se venía haciendo preciso un manual que abordase el tema desde una
óptica generalista, siguiendo una estructura coherente con respecto a la realidad
actual de la práctica arqueológica, e ilustrado y complementado con ejemplos y
estudios de caso propios de la disciplina.

La tercera y última razón que creo justifica un libro de esta naturaleza es la propia
importancia que el reconocimiento y el análisis del territorio han adquirido dentro
de la disciplina arqueológica en los últimos 30 años. Sea en el ámbito de la gestión
y protección de bienes culturales, o en el de la investigación académica, el recono-
cimiento territorial se ha convertido en una actividad rutinaria de captura de infor-
mación arqueológica. Es posible que hace 20 años estas prácticas estuvieran cir-
cunscritas a algunos proyectos más o menos privilegiados en lo económico o más o
menos vanguardistas en lo metodológico, pero lo cierto es que, en la actualidad,
cualquier licenciado o licenciada en Arqueología tiene muchas probabilidades de
encontrarse manejando (o produciendo) información de esa naturaleza al poco de
terminar sus estudios. Sin duda el futuro de la Arqueología como disciplina cientí-
fica y como especialidad profesional tendrá mucha relación con el reconocimiento
y análisis del territorio.

La primera parte de este trabajo plantea una introducción al registro arqueológico,


su naturaleza, sus elementos y categorías. El lector o lectora ya instruido en los
fundamentos de la Arqueología puede saltarse tranquilamente esta parte, puesto que
está explícitamente dirigida a quienes se acercan por primera vez al ámbito de nues-
tra disciplina. La segunda parte del libro trata del reconocimiento arqueológico del
territorio, realizando un recorrido por la prospección de superficie, la fotografía
aérea, la teledetección y la prospección geofísica, para luego discutir los principales
productos directos de dicho reconocimiento: la cartografía arqueológica y los in-
ventarios de yacimientos. Esta parte del libro tiene un perfil más bien técnico, con
abundantes referencias a conceptos que las/los jóvenes estudiantes de Arqueología
pueden parecer más propios de una materia de ciencias que de humanidades. Para
bien o para mal, la Arqueología es una especialidad que encaja mal en la habitual
división de ciencias vs. humanidades: nuestra disciplina es probablemente mejor
descrita como un estudio de la sociedad humana a través de evidencias científicas,
es decir, una mezcla de los dos campos.

La tercera y última parte de este manual trata del análisis del territorio. En este caso
la exposición se detiene bastante en la base teórica de la que han surgido las distin-
tas sensibilidades o enfoques con que se ha abordado el tema. Hubiera sido real-
mente difícil abordar la explicación de la arqueología espacial sin tratar previa-
mente la teoría ecológico-cultural, del mismo modo que resulta difícil interpretar el
significado de la teoría de sistemas mundiales sin hacer una parada, siquiera breve,
en los principios epistemológicos de la perspectiva marxista de la Historia. En esta

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tercera parte me he apoyado en la explicación de un serie de ejemplos tomados de
la Prehistoria Reciente europea que espero sirvan para ilustrar los conceptos teóri-
cos al lector o lectora. Es preciso insistir en que esta parte del libro no versa sobre
el análisis espacial en sentido laxo, sino, más restrictivamente, sobre el análisis
territorial. Ello quiere decir que la teoría y las técnicas de análisis de distribuciones
de artefactos y otras evidencias a nivel de yacimientos o estructuras individuales no
son tratadas.

Mi contacto directo con alumnos y alumnas durante varios años de docencia de esta
materia me ha enseñado que una de las dificultades más importantes para asimilarla
es el lenguaje técnico y especializado que la envuelve. Por ello, al final de este tra-
bajo se incluye un glosario que pretende facilitar el estudio de los principales con-
ceptos tratados a lo largo de la obra. Se trata de una lista de términos especializa-
dos, en una mayoría de casos de uso no exclusivo de nuestra disciplina, aunque sí
de un carácter genéricamente técnico, para cuya confección me he ayudado ocasio-
nalmente de alguno de los diccionarios de Prehistoria y Arqueología que se vienen
publicando desde hace años.

He procurado que los ejemplos utilizados para ilustrar los diferentes temas del libro
sean representativos de la práctica arqueológica actual, y que muestren además la
amplitud de situaciones geográficas, temporales y culturales con que trata nuestra
disciplina. Posiblemente, no obstante, haya un cierto sesgo a lo largo del libro a
favor de ejemplos y casos tomados de la Prehistoria Reciente europea. De hecho,
los estudios de caso empleados para ilustrar los temas de los paisajes simbólicos (el
megalitismo europeo) y la aplicación arqueológica de la teoría de sistemas mundia-
les (las sociedades europeas de la Edad del Bronce) se inscriben en ese contexto
geográfico y temporal. Aunque ello no deja de reflejar ciertamente los personales
intereses científicos del autor (y el lector debe disculparme por ello), creo que los
dos ejemplos en sí son adecuados porque en ambos se han contrastado de forma
muy ilustrativa planteamientos, teorías e interpretaciones que han hecho avanzar
considerablemente el análisis territorial arqueológico en los últimos años.

A la preparación y redacción de esta obra han contribuido muchas personas de muy


diversas maneras, directa o indirectamente. De forma muy especial debo mostrar mi
agradecimiento al profesor Víctor Hurtado Pérez, quien comenzó a impartir la asig-
natura de la que este libro deriva muchos años antes de yo me uniese a la tarea de
su docencia. La estructura básica, enfoque y propósito de este libro, así como la
compilación de material y experiencia en que se basa, le deben mucho. El Dr. Juan
Vicent García, del Departamento de Prehistoria del CSIC, tuvo la extraordinaria
gentileza de leer la totalidad del manuscrito y ofrecerme una serie de lúcidos e inci-
sivos comentarios. Los profesores Ismael Vallejo Villalta, del Departamento de
Geografía Física y Análisis Geográfico Regional y Angel Polvorinos del Río, del
Departamento de Cristalografía, Mineralogía y Química Agrícola (ambos de la
Universidad de Sevilla) tuvieron asimismo la amabilidad de leer distintos apartados
del manuscrito, haciéndome una serie de oportunas recomendaciones y correccio-

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nes con respecto a la utilización de algunos términos y conceptos. Otras personas
que han contribuido con numerosas y valiosas opiniones y comentarios a los borra-
dores iniciales del trabajo son Silvia Fernández Cacho, del Instituto Andaluz del
Patrimonio Histórico, Mark Hunt, investigador del Instituto de Historia del CSIC y
David Wheatley, profesor del Departamento de Arqueología de la Universidad de
Southampton (Reino Unido). A todos los y las estudiantes que han cursado la asig-
natura de Técnicas y Tendencias en Prehistoria en la Facultad de Geografía e His-
toria de la Universidad de Sevilla entre los años 2000 y 2004 les debo agradecer las
múltiples ideas, sugerencias y preguntas difíciles con que han enriquecido mi mo-
desta comprensión del tema de este libro. Mi agradecimiento sincero también a José
Luis García Valdivia, por la corrección de pruebas y la organización y diseño de
varios elementos del aparato gráfico. Finalmente, debo mostrar mi reconocimiento
al profesor S. J. Shennan por permitirme trabajar durante el caluroso verano de
2002 en la biblioteca del Institute of Archaeology del University College London,
donde abordé las primeras páginas este trabajo (la Consejería de Educación y Cien-
cia de la Junta de Andalucía me facilitó una beca con la que realizar dicha estancia
londinense). Este libro se ha beneficiado grandemente del conocimiento y amabili-
dad que todas estas personas me han mostrado y prestado. Cualquier error u omi-
sión que en él se encuentre será en cambio solo atribuible a mi entera responsabili-
dad.

Sevilla, noviembre de 2003

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LISTA DE TABLAS

Tabla 1. El estatuto epistemológico de la prospección de superficie en Arqueología.


Tabla 2. Cartografía topográfica y temática de Andalucía.
Tabla 3. Factores de perceptibilidad del registro arqueológico en la prospección de superfi-
cie.
Tabla 4. Formatos de notación de coordenadas UTM frecuentes en Arqueología
Tabla 5. Propiedades de resolución espacial y espectral de los sensores de las misiones
Landsat.
Tabla 6. Escalas espacio-temporales de representación y análisis.
Tabla 7. Denominación y definición de entidades en algunos inventarios de yacimientos de
Europa.
Tabla 8. Densidades medias de yacimientos arqueológicos registradas en Europa
Tabla 9. Iniciativas internacionales en la gestión de inventarios arqueológicos en Europa.
Tabla 10. Principales propuestas epistemológicas para el análisis arqueológico del territorio
Tabla 11. El continuo de incorporación de centros y periferias

LISTA DE FIGURAS

Figura 1. La Arqueología y las Arqueologías. Fuente: Elaboración propia.


Figura 2. Ejemplo de estratigrafía arqueológica. Hospital de las Cinco Llagas (Sevilla).
Fuente: Tabales Rodríguez y otros, 2003:98.
Figura 3. Ejemplo de unidad estratigráfica horizontal. Pavimento de losas a espiga del siglo
XVI d.n.e. del Hospital de las Cinco Llagas (Sevilla). Fuente: Tabales Rodríguez y otros,
2003:57.
Figura 4. Ejemplo de unidad estratigráfica vertical negativa. Enterramiento colectivo exca-
vado en la roca en el asentamiento prehistórico de Valencina de la Concepción (Sevilla).
Fuente: Colección particular del autor.
Figura 5. Ejemplo de unidad estratigráfica vertical positiva: muro fenicio del Cabezo de
San Pedro (Huelva). Fuente: Fernández Jurado, 1989:369.
Figura 6. Ejemplo de clasificación morfométrica de artefactos cerámicos. Fuente: Contreras
y otros, 1988:137.
Figura 7. Artefacto de carácter ideotécnico. Figurilla votiva de Melkart-Reshef del santua-
rio de Melkart de Cádiz. Fuente: Perdigones Moreno, 1992:77.
Figura 8. El proceso cognitivo del registro arqueológico. Fuente: Elaboración propia.
Figura 9. La formación del registro arqueológico: procesos geológicos de carácter físico-
mecánico: Fuente Wood y Johnson, 1978:357.
Figura 10. La formación del registro arqueológico: procesos geológicos erosivos: Fuente
Vita-Finzi, 1978:32.
Figura 11. La formación del registro arqueológico: transgresiones y regresiones marinas:
Fuente Vita-Finzi, 1978:30
Figura 12. La formación del registro arqueológico: procesos de bioturbación: Fuente Wood
y Johnson, 1978:319.
Figura 13. La formación del registro arqueológico: degradación diferencial de materiales
constructivos de una vivienda. Fuente: Adaptado de Carandini, 1997:61.

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Figura 14. La formación del registro arqueológico: degradación diferencial de materiales
constructivos de una vivienda. Fuente: Colección particular del autor.
Figura 15. La formación del registro arqueológico: condiciones excepcionales de preserva-
ción de materia orgánica en ambiente helado. El Hombre de Hielo. Fuente: Spindler,
2001:82.
Figura 16. La formación del registro arqueológico: condiciones excepcionales de preserva-
ción de materia orgánica en ambiente húmedo. El Hombre de Grauballe. Fuente: Damm,
1988:57.
Figura 17. La formación del registro arqueológico: condiciones excepcionales de preserva-
ción de materia orgánica en ambiente húmedo. Hábitat palafítico de Cortaillod (Suiza),
Bronce Final. Fuente: Egloff, 1989:72.
Figura 18. Sitios arqueológicos de carácter habitacional. Ciudad romana de Miróbriga (Se-
túbal, Portugal). Fuente: AAVV, 2001:39
Figura 19. Sitios arqueológicos de carácter productivo. Espacio minero de Las Médulas
(Ponferrada, León). Fuente: Sánchez-Palencia y otros, 1999:81.
Figura 20. Sitios arqueológicos de carácter funerario. Cista de la necrópolis argárica de
Cerro de la Encina (Monachil, Granada). Fuente: AAVV, 2000:129.
Figura 21. Sitios arqueológicos de carácter funerario y ritual. Llanura de Giza (Egipto).
Fuente: David, 1980:45.
Figura 22. Reserva funeraria de valor en el enterramiento de la Edad del Bronce de Hage-
nau (Regensburg, Alto Palatinado, Alemania). Fuente: Boos, 1999:106.
Figura 23. Criterios de delimitación del área de prospección. Utilización de las hojas del
MTN en el caso de las cartas arqueológicas de la provincia de Sevilla. Fuente: Amores y
otros, 1997:132.
Figura 24. Prospección de superficie: delimitación área. Zona afección embalse de Los
Melonares (Sevilla). Fuente: García Sanjuán, 2003.
Figura 25a. Prospección de superficie: toponimia. Grabado del XVII obra de Johan Picardt
mostrando la raza de gigantes que construyó los monumentos megalíticos de los Países
Bajos. Fuente: Moser, 1998:94.
Figura 25b. Prospección de superficie: toponimia: Dolmen del Hoyo del Gigante (Morón
de la Frontera, Sevilla). Fuente: Gil de los Reyes y otros, 1985:Figura 5.
Figura 26. Prospección de superficie: estrategias de muestreo. A) Muestreo aleatorio de
cuadrados. B) Muestreo sistemático de cuadrados. C) Muestreo aleatorio de transectos. D)
Muestreo sistemático de transectos. Fuente: Fernández Martínez, 1985: Figuras 1 a 4.
Figura 27. Influencia del tamaño de la unidad de muestreo en la probabilidad de descubri-
miento de yacimientos mediante prospección de superficie: Fuente: Picazo Millán, 1993.
Figura 28. Prospección de superficie: movimientos de cobertura en transectos paralelos (A
y C) y ondulados (B) y con trayectos orientados a 45º con dos pasadas. Fuente: Banning,
2002:91.
Figura 29. Prospección de superficie: movimientos de cobertura intensiva. Fuente: Ruiz
Zapatero, 1983:16.
Figura 30. Prospección de superficie: condiciones de alta visibilidad del registro. Fuente:
Colección particular V. Hurtado Pérez.
Figura 31. Prospección de superficie: condiciones de visibilidad intermedia del registro.
Fuente: Colección particular del autor.
Figura 32. Prospección de superficie: condiciones de baja visibilidad del registro. Fuente:
Colección particular del autor.
Figura 33. La georreferenciación en la prospección de superficie. Conceptos de longitud y
latitud: Fuente: Joly, 1979:38.

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Figura 34. La proyección UTM (1). Fuente: Elaboración propia.
Figura 35. La proyección UTM (2). Fuente: Elaboración propia.
Figura 36. La proyección UTM. Husos (28, 29, 30 y 31) y Franjas (T, S, R, Q) en la Penín-
sula Ibérica y su entorno. Fuente: Rossignoli Just, 1876:152.
Figura 37. Malla de hojas del MTN para la provincia de Sevilla y denominación de las
hojas más occidentales. Fuente: Elaboración propia.
Figura 38. Ejemplo de georreferenciación en la prospección de superficie. Ubicación del
yacimiento cerro de la Alcornocosa (Encinasola, Huelva) en la hoja 875 (Jerez de los Caba-
lleros) del MTN. Fuente: Elaboración propia.
Figura 39. Ejemplo de georreferenciación en la prospección de superficie. Ubicación del
yacimiento cerro de la Alcornocosa (Encinasola, Huelva) en la hoja 875 (Jerez de los Caba-
lleros) del MTN. Detalle de la caja de declinación del reverso del mapa Fuente: Elabora-
ción propia.
Figura 40. La georreferenciación de la prospección de superficie. El Sistema de Posiciona-
miento Global (GPS). Fuente: Elaboración propia.
Figura 41. Modelo de ficha de registro para prospección de superficie. La Carta Arqueoló-
gica de Aragón. Fuente: Burillo Mozota y otros, 1993:4.
Figura 42. Prospección de superficie a nivel semi-micro en el asentamiento de la Edad del
Cobre de La Pijotilla (Almendralejo, Badajoz). Densidad de fragmentos cerámicos. Fuente:
Hurtado Pérez, 2000:126.
Figura 43. Prospección de superficie a nivel semi-micro (Itálica, 1991). Distribución de
prospectores. Fuente: Colección particular de V. Hurtado Pérez
Figura 44. El propósito de la fotografía aérea: Fuente: Wilson, 1982:16.
Figura 45. Obtención de fotografías aéreas verticales y oblicuas. Fuente: Piccarreta y Ce-
raudo, 2000:35.
Figura 46. Obtención de fotografías aéreas oblicuas: cobertura del territorio. Fuente: Picca-
rreta y Ceraudo, 2000:35-36.
Figura 47. Fotografía vertical del asentamiento de la Edad del Bronce de La Papúa (Zufre,
Huelva). Fuente: García Sanjuán, 2003.
Figura 48. Fotografía oblicua del asentamiento de la Edad del Bronce de La Papúa (Zufre,
Huelva). Fuente: Colección particular V. Hurtado Pérez.
Figura 49. Indicadores microtopográficos de la fotografía aérea: Abadía de Kirkstead (Lin-
colnshire, Reino Unido). Fuente: Wilson, 1982:28.
Figura 50. Indicadores microtopográficos de la fotografía aérea: Abadía de Kirkstead (Lin-
colnshire, Reino Unido). Fuente: Wilson, 1982:28.
Figura 51. Indicadores microtopográficos de la fotografía aérea: unidades estratigráficas
verticales positivas. Fuente: Wilson, 1982:55.
Figura 52. Indicadores microtopográficos de la fotografía aérea: unidades estratigráficas
verticales negativas. Fuente: Wilson, 1982:55.
Figura 53. Indicadores edáficos de la fotografía aérea Pajares (Osuna, Sevilla). Fuente:
Didierjean, 1983:78.
Figura 54. Indicadores edáficos de la fotografía aérea: vía romana Itálica-Onuba (Cerro de
la Cabeza, Valencina de la Concepción, Sevilla). Fuente: Silliers, 1983:86
Figura 55. Teledetección: el espectro electromagnético. Fuente: Remote Sensing and Ar-
chaeological Research at NASA (http://www.ghcc.msfc.nasa.gov/archeology). Consultado
Julio 2003.
Figura 56. Diagrama general de un sistema de teledetección espacial. Fuente: Rodríguez
Alcalde, 1996:67.

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Figura 57. Imagen TIMS (Thermal Infra-red Multispectral Scanner) de las calzadas prehis-
tóricas del cañón del Chaco (Nuevo México, EEUU). Fuente: Remote Sensing and Archae-
ological Research at NASA (http://www.ghcc.msfc.nasa.gov/archeology). Consultado Julio
2003.
Figura 58. Imagen TIMS (Thermal Infra-red Multispectral Scanner) de las calzadas prehis-
tóricas del cañón del Chaco (Nuevo México, EEUU). Fuente: Remote Sensing and Ar-
chaeological Research at NASA (http://www.ghcc.msfc.nasa.gov/archeology). Consultado
Julio 2003.
Figura 59. Imagen radar del satélite SPOT del asentamiento galorromano de Bibracte (Bor-
goña, Francia). Fuente: S. Madry en “GIS and Remote Sensing for Archaeology in Bur-
gundy (France).“ (http://www.informatics.org/france/sat.html) (Consultado Julio 2003).
Figura 60. Diagrama de funcionamiento de un resistivímetro. Fuente: Clark, 1990:28.
Figura 61. Prospección de resistividad eléctrica en la ciudad romana de Itálica (Santiponce,
Sevilla). Detalle de la muralla C y el edificio K. Fuente: Rodríguez Hidalgo y otros,
1999:81.
Figura 62. Resultados de la prospección eléctrica en la ciudad romana de Itálica (Santipon-
ce, Sevilla). Fuente: Rodríguez Hidalgo y otros, 1999:82.
Figura 63. Resultados de la prospección magnetométrica en asentamiento Menoken (Dako-
ta del Norte, EEUU), siglo XIII d.n.e. Fuente:
http://www.cast.uark.edu/~kkvamme/geop/geop.htm. (Consultado Julio 2003).
Figura 64. Resultados de la prospección magnetométrica en asentamiento Menoken (Dako-
ta del Norte, EEUUU), siglo XIII d.n.e. Fuente:
http://www.cast.uark.edu/~kkvamme/geop/geop.htm. (Consultado Julio 2003).
Figura 65. Prospección geofísica con geo-radar en Yamashiro Futagozuka (Japón). Sección
tridimensional de una anomalía. Fuente: Conyers y Goodman, 1997: Lámina 6a.
Figura 66. Prospección geofísica con geo-radar en Nyutabara (Japón). Serie de capas mos-
trando diversas anomalías en distintas profundidades. Fuente: Conyers y Goodman, 1997:
Lámina 4.
Figura 67. Respuesta de diferentes tipos de estructuras arqueológicas a diferentes métodos
de prospección geofísica. Fuente: Clark, 1990:126.
Figura 68. Interpretación de las curvas de nivel de un mapa topográfico. Fuente: Estébanez
y Puyol, 1976:14.
Figura 69. Cartografía arqueológica. Distribución de yacimientos sobre la hoja 917 (Arace-
na) del MTN. Fuente: Elaboración propia.
Figura 70. Cartografía arqueológica. Distribución de yacimientos sobre versión digital de la
hoja 917 (Aracena) del MTN con las curvas de nivel y la hidrología vectorizadas. Fuente:
Elaboración propia
Figura 71. Cartografía arqueológica. Localización de tres grandes poblados de la Edad del
Cobre dentro de la provincia de Sevilla. Fuente: elaboración propia
Figura 72. Cartografía arqueológica. Localización de tres grandes poblados de la Edad del
Cobre dentro de la provincia de Sevilla. A) Valencina de la Concepción, B) El Gandul, C)
Marinaleda. Fuente: Elaboración propia.
Figura 73. Estructura de un SIG arqueológico. Fuente: Adaptado de Robinson, 1993:140.
Figura 74. Estructura de un SIG arqueológico: ejemplo de territorio (provincia de Huelva)
desagregado en capas. Fuente: Elaboración propia.
Figura 75. Estructura de un SIG arqueológico: ejemplo de visualización múltiple en Arc
View. Fuente: Elaboración propia.
Figura 76. Estructura de un SIG: modelo de datos vectorial. Fuente: Bosque Sendra,
1992:56.

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Figura 77. Estructura de un SIG: modelo de datos raster. Fuente: Bosque Sendra, 1992:65.
Figura 78. Ubicación de yacimientos de la Edad del Bronce sobre un MDT de la cartografía
1:10.000 del ICA del entorno del embalse de Aracena (Huelva) con superposición de mo-
saico de ortofotos. Fuente: García Sanjuán, 2004.
Figura 79. Ubicación de yacimientos arqueológicos sobre un MDT de la cartografía
1:10.000 del ICA de la zona de afección del embalse de Los Melonares (Sevilla). Fuente:
García Sanjuán, 2004.
Figura 80. Ubicación de yacimientos arqueológicos sobre un MDT de la cartografía
1:10.000 del ICA de la zona de afección del embalse de Los Melonares (Sevilla) y simula-
ción de inundación máxima del embalse. Fuente: García Sanjuán, 2004.
Figura 81a. Curvas de nivel de la micro-topografía del Dolmen de Palacio IV (Almadén de
la Plata, Sevilla). Fuente: Elaboración propia.
Figura 81b. MDT del Dolmen de Palacio IV (Almadén de la Plata, Sevilla). Fuente: Elabo-
ración propia.
Figura 81c. Topografía convencional del Dolmen de Palacio IV (Almadén de la Plata, Se-
villa). Fuente: Elaboración propia
Figura 82. Evolución cuantitativa del inventario francés de yacimientos arqueológicos
(1978-1999). Fuente: Cottenceau y Hanois, 2002:176.
Figura 83. El sistema ARQUEOS de gestión del inventario de yacimientos arqueológicos de
Andalucía. Fuente: Fernández Cacho, 2002b:172.
Figura 84. Encuesta Mundial de Inventarios Arqueológicos del Archaeological Sites Wor-
king Group
del CIDOC (1998): Fuente: http://cidoc.natmus.dk/engelsk/menu.asp (Consultada Julio
2003)
Figura 85. Densidad de entidades arqueológicas por municipio en Andalucía. Fuente: Fer-
nández Cacho y otros, 2002:144.
Figura 86. Densidad de yacimientos prehistóricos en Sierra Morena occidental: Fuente:
Elaboración propia.
Figura 87. Consulta espacial en línea del inventario de yacimientos arqueológicos de Di-
namarca. Fuente: Hansen y Dam, 2002:192.
Figura 88. Flujo de energía en un ecosistema humano. Fuente: Adaptado de Butzer,
1989:31.
Figura 89. Evolución del paisaje vegetal en la depresión de Baza-Huéscar (Jaén) durante la
prehistoria Reciente. Fuente: AAVV, 2000:49.
Figura 90. Ejemplo de escala micro de análisis espacial. Cabaña-taller de puntas de flecha
del Fortín 1 de Los Millares (Santa Fé de Mondújar, Almería). Fuente: Ramos Millán,
1998:24.
Figura 91. Ejemplo de escala semi-micro de análisis espacial. Distribución de enterramien-
tos en la necrópolis de la Edad del Bronce de La Traviesa (Almadén de la Plata, Sevilla).
Fuente: García Sanjuán, 1998:161.
Figura 92. Ejemplo de escala macro de análisis espacial. Distribución de asentamientos de
la Edad del Cobre de Sierra Morena occidental con respecto a los recursos metalíferos.
Fuente: García Sanjuán, 1999:244.
Figura 93. Definición del ACR mediante círculos de radio fijo. El asentamiento iberorro-
mano de El pontón de la Oliva (Patones de Abajo, Madrid). Fuente: Blasco Bosqued y
Baena Preysler, 1997:226.
Figura 94. Definición del ACR mediante líneas isocronas. Territorios de explotación de dos
horas de las cuevas del Paleolítico Superior de Les Mallaetes y El Parpalló (Valencia).
Fuente: Davidson y Bailey, 1984:39.

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Figura 95. La valoración comparativa de la potencialidad agraria del suelo dentro del ACR
en Calañas de Marmolejo (Jaén). Fuente: Molinos y otros, 1994:109.
Figura 96. La valoración comparativa de la potencialidad agraria del suelo dentro del ACR
en Calañas de Marmolejo (Jaén). Fuente: Molinos y otros, 1994:110.
Figura 97. Teoría del Lugar Central según la propuesta de Christaller. Fuente: Elaboración
propia
Figura 98. Polígonos de Thiessen. Mapa de ciudades británico-romanas amuralladas del
Sur de Inglaterra. Los arcos de círculos en línea discontinua muestran el territorio de las
ciudades de rango principal Fuente: Hodder y Orton, 1976:59.
Figura 99. Polígonos de Thiessen. Proceso de saturación del territorio de una llanura alu-
vial como consecuencia del crecimiento demográfico. A) Asentamientos dispersos y sin
fronteras comunes. B) Asentamientos agrupados y con fronteras comunes, manteniendo su
territorio tradicional. C) Empaquetamiento del territorio con formación de territorios hexa-
gonales, agotamiento del suelo disponible y universalización de fronteras comunes. C)
Saturación del territorio y disminución drástica del territorio disponible para cada asenta-
miento. Fuente: Haggett, 1976:67.
Figura 100. Polígonos de Thiessen. Alternativa al problema de los márgenes. Fuente: Ela-
boración propia.
Figura 101. Modelo X-Tent. Fuente: Elaboración propia
Figura 102. Análisis SIG de pendientes de las hojas 918-12 y 918-22 (entorno del embalse
de Aracena, Huelva) de la cartografía 1:10.000 del ICA. A) MDT. B) Mapa general de
pendientes. C) Mapa de pendientes por encima y por debajo del 12%. Fuente: Elaboración
propia.
Figura 103. Hipótesis de trazado del acueducto romano de Cádiz en base a la pendiente:
Fuente: Roldán Gómez y otros, 1997:267
Figura 104. Cuenca visual. Procedimiento de cálculo manual. Ejemplo estudio Cabañas de
Marmolejo (Jaén). Fuente: Molinos y otros, 1994:115.
Figura 105. Cuenca visual. Procedimiento de cálculo manual. Ejemplo estudio Cabañas de
Marmolejo (Jaén). Fuente: Molinos y otros, 1994: 115.
Figura 106. Cuenca visual. Procedimiento de cálculo manual. Ejemplo estudio Cabañas de
Marmolejo (Jaén). Fuente: Molinos y otros, 1994:149.
Figura 107. Cuenca visual. Procedimiento de cálculo automatizado en un SIG mediante
representación raster del terreno. Fuente: Wheatley y Gillings, 2002:205.
Figura 108a. Cuenca visual. Procedimiento de cálculo automatizado en un SIG mediante
representación raster del terreno. El Caso de Peel Gap´s Tower, en la muralla de Adriano
(Northumbria, Reino Unido). Fuente: Gillings y Goodrick, 1996.
Figura 108b. Cuenca visual. Procedimiento de cálculo automatizado en un SIG mediante
representación raster del terreno. El Caso de Peel Gap´s Tower, en la muralla de Adriano
(Northumbria, Reino Unido). Fuente: Gillings y Goodrick, 1996.
Figura 109. Cuenca visual total. Procedimiento de cálculo automatizado en un SIG median-
te representación raster del terreno. Fuente: Llobera, 2003:35
Figura 110. Pautas móviles de territorialidad de cazadores y recolectores. A) Circular
Anual, B) Circular, estacional y multianual, C) Pulsatorio estacional. Fuente: Butzer,
1989:229.
Figura 111. Pauta jerarquizada de territorialidad de una sociedad campesina sedentaria.
Fuente: Elaboración propia.
Figura 112. Asentamientos cerrados. Nuraga de Su Nuraxi di Barumini (Cerdeña). Fuente:
Lilliu y Zucca, 1999:85.

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Figura 113. Paisajes cerrados. Parcelaciones agrarias de la Edad del Bronce en Dorset
(Reino Unido). Fuente: Coles y Harding, 1979:247.
Figura 114. Patrones fronterizos. Fuente: Ruíz Rodríguez y Molinos Molinos, 1989:124.
Figura 115. Significado simbólico de las distintas partes de un asentamiento Batammaliba
(Togo). Fuente: Blier, 1987 (recogida en Tilley, 1999: Figura 2.2).
Figura 116. La tensión entre lo visible y lo oculto en el megalitismo europeo. El sepulcro
megalítico de Maes Howe (Islas Orcadas, Reino Unido). Fuente: Richards, 1996:196.
Figura 117. La tensión perspectiva/secuencia en el megalitismo europeo. Henge neolítico
de Cairnapple (Escocia, Reino Unido). Fuente: Barclay, 1998:29.
Figura 118. La tensión perspectiva/secuencia en el megalitismo europeo. El paisaje ritual
de Stonehenge (Wiltshire, Reino Unido) entre el Neolítico y la Edad del Bronce. A) Neolí-
tico Medio a Final. B) Neolítico Final a Edad del Bronce Antiguo. Fuente: Parker Pearson
y Ramilisonina, 317-318.
Figura 119. La tensión perspectiva/secuencia en la Prehistoria europea. El escenario de los
henges británicos. Fuente: Bradley, 1998c:125.
Figura 120. La tensión perspectiva/secuencia en la Prehistoria europea. Petroglifos del
Neolítico y la Edad del Bronce en Leiro (La Coruña, Galicia). Fuente: Bradley, 1998c:253.
Figura 121. Los monumentos megalíticos como metáfora de la naturaleza. Formaciones
graníticas naturales y dólmenes en Cornualles (Reino Unido). A) Herman Tor. B) Tumba
megalítica de Chun Quoit. Fuente: Bradley, 1998a:16-17.
Figura 122. Los monumentos megalíticos como metáfora de la naturaleza. Pauta de orien-
tación astronómica de los monumentos megalíticos ibéricos. Fuente: Elaboración propia
sobre datos de M. Hoskin
Figura 123. Posición topográfica de los monumentos megalíticos en Galicia. Fuente: Cria-
do Boado y Fábregas Valcarce, 1989:686.
Figura 124. Efecto visual de la selección de rocas del túmulo del monumento 7 de la ne-
crópolis de Alcalar (Portugal). Fuente: Colección particular del autor.
Figura 125. La temporalidad de los monumentos megalíticos. Cronología de los depósitos
funerarios secundarios dentro de 144 megalitos excavados desde 1945 en Mecklenburgo-
Vorpommerania. Fuente: Holtorf, 1998:29.
Figura 126. Relaciones centro-periferia de un estado tributario débil. Fuente: Gailey y Pat-
terson, 1988:83.
Figura 127. Relaciones centro-periferia de un estado tributario fuerte. Fuente: Gailey y
Patterson, 1988:84.
Figura 128. Relaciones centro-periferia en la Europa de la Edad del Bronce Final. Fuente:
Kristiansen, 1998:95.
Figura 129. Influencia de las relaciones comerciales centro-periferia en las pautas de orga-
nización social, económica y ritual de las comunidades nórdicas en la Edad del Bronce.
Fuente: Kristiansen, 1998:74.
Figura 130. Niveles de complejidad socio-política en la Europa de la Edad del Bronce (c.
1800-1300 a.n.e./2250-1600 A.N.E.). Fuente: Elaboración propia a partir de Lull y otros,
1992:134.

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

1.1.- Definiendo la Arqueología.


1.1.a.- Concepto de Arqueología.
a) Una definición de Arqueología sucinta la presentaría como la disciplina que per-
sigue la inferencia e interpretación de las pautas de comportamiento humano a par-
tir de sus residuos materiales. Dos elementos principales configuran esta definición:
el estudio del comportamiento humano, y el carácter material de las evidencias uti-
lizadas.

El énfasis en el origen humano (directo o indirecto) de los residuos materiales que


conforman el registro empírico de la Arqueología delimita el umbral cronológico
más allá del cual (es decir, con mayor antigüedad de la cual) generalmente dejaría-
mos de hablar de investigación arqueológica (y de registro arqueológico por exten-
sión) y comenzaríamos a hablar más bien de investigación paleontológica (y por
consiguiente registro paleontológico). Los yacimientos donde se encuentran restos
fósiles de especies pre-homínidas (anteriores a c. 2,5 millones de años en las regio-
nes africanas donde comienza el proceso de hominización) no forman parte del do-
minio de la Arqueología, sino de la Paleontología. La Paleontología comparte con
la Arqueología numerosos aspectos metodológicos (sistemas de observación y re-
gistro de datos en el campo, técnicas de análisis de datos) e incluso algunos modelos
teóricos. Pero también existen importantes diferencias: la primera trata con ambien-
tes estrictamente naturales o biológicos, mientras que la segunda trata con ambien-
tes bio-ecológicos, pero también antrópicos*. No es, por tanto, casualidad que la
Paleontología se enseñe en las facultades y departamentos de Geología mientras
que la Arqueología está integrada en el mismo ámbito académico que la Antropo-
logía (en Norteamérica y Suramérica) o que la Historia (en Europa).

El segundo elemento distintivo de la definición de Arqueología propuesta es el ca-


rácter material de las evidencias que utiliza para leer el Pasado humano (sea este
Pasado de carácter Prehistórico o Histórico). En efecto, la Arqueología se centra en
la reconstrucción del comportamiento humano a partir de los restos físicos que toda
actividad de nuestra especie genera, aunque cabría establecer una matización con
respecto al carácter directo o indirecto de esos restos. Los residuos directos son
aquellos dejados en la litosfera como resultado inmediato de la acción humana, sea
espontáneamente (es decir, no premeditadamente, como ocurre con las basuras, rui-
nas o asentamientos abandonados), o en forma de depósitos concebidos como tales
(enterramientos, ofrendas, almacenes). Los residuos indirectos son aquellos que se
producen como resultado secundario de la actividad humana. Por ejemplo, desde el
Neolítico, las actividades humanas de clareo y desforestación de bosques para la
práctica de la agricultura han generado importantes procesos de erosión y arrastre
de suelos, ocasionando a veces el transporte y acumulación de materiales sedimen-
tarios a cierta distancia de su localización original. Estos sedimentos, por tanto, son
también testimonio material (aunque indirecto) de una actividad humana, y su

1
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

estudio puede tener una gran importancia en el análisis e interpretación de la evo-


lución de los paisajes.

La Arqueología mira al Pasado a partir de los fragmentos de actividad y comporta-


miento cultural que los seres humanos dejan allá por donde pasan y una buena parte
de los cuales acaban depositándose en el subsuelo, llegando a formar parte de la
litosfera. La experiencia de varios años de docencia en esta materia nos sugiere que
para introducirnos en la naturaleza y propósito de la Arqueología es bastante útil
comenzar por una reflexión en torno las relaciones entre la Arqueología, la Historia
y la Antropología. Existen importantes diferencias entre las reconstrucciones del
Pasado humano proporcionadas por estas tres grandes disciplinas

Las evidencias de carácter documental, textual o escrito forman parte del dominio
de estudio de la Historia, mientras que el estudio de las sociedades humanas pre-
capitalistas y/o primitivas (es decir, de su Presente y de su Pasado) a través de
informantes vivos correspondería al dominio de la Etnografía y la Antropología. La
Etnografía cuenta con los testimonios orales (que pueden ser proporcionados direc-
tamente por los propios informantes) y parte de la observación de los individuos de
sociedades primitivas (por ejemplo, prehistóricas) todavía vivas. La Historia (a tra-
vés de la archivística, la paleografía y diversas otras especialidades) interpreta el
Pasado a través del legado de documentos escritos que algunas sociedades han ge-
nerado, en grandes cantidades en tiempos relativamente recientes.

Arqueología, Historia y Etnografía representan tres formas de leer o interpretar el


Pasado bastante diferentes, aunque por supuesto complementarias; las tres se nece-
sitan mutuamente puesto que, en realidad, todas tienen una finalidad común: la
comprensión de la sociedad humana. Ni que decir tiene que Arqueología, Antropo-
logía e Historia son solo artificios académicos creados por la sociedad actual para
una más eficaz y mejor comprensión del Pasado y del Presente de la humanidad.
Pero también lo son la Sociología, la Geografía, la Economía, la Física, la Química,
la Biología, la Psicología y todas las muchas otras especialidades que nos ayudan a
entender mejor la vida humana presente y pasada.

b) La cuestión de la relación epistemológica entre Arqueología e Historia consti-


tuye un problema sobre el que se ha escrito bastante y que es conveniente discutir
a título al menos introductorio en la primera parte de este libro. Como ya se ha
señalado, Arqueología e Historia tienen un mismo objeto de estudio: la sociedad
humana pasada. Sin embargo, dada la diferente naturaleza del registro empírico
sobre el que operan, sus procedimientos y metodologías son muy diferentes, lo cual
a su vez provoca que ambas produzcan reconstrucciones fundamentalmente distin-
tas del Pasado.

Gracias a la base archivística y documental sobre la que se erige, la Historia posi-


bilita reconstrucciones del Pasado de gran detalle factual en cuanto a los procesos
(sociales, económicos, políticos), de gran densidad biográfica y genealógica (es

2
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

decir, con individuos, comunidades y pueblos de identidad reconocible), y donde


las percepciones y experiencias individuales y subjetivas de los protagonistas se
transforman en un fuerte componente interpretativo. El principal handicap de la
reconstrucción histórica del Pasado es su limitación espaciotemporal: los sistemas
textuales de registro de la información son una rara (y reciente) excepción en la evo-
lución de la mayoría de las sociedades humanas. En realidad, ni siquiera en aquellos
focos del planeta donde la escritura surgió de forma más precoz, las lecturas de ca-
rácter histórico del Pasado podrían extenderse hasta los orígenes de los registros tex-
tuales epigráficos, ya que éstos son únicamente comprensibles insertos en el registro
arqueológico del que forman parte inseparable. No existe una lectura posible del re-
gistro epigráfico independientemente del contexto arqueológico, al contrario de lo
que algunos filólogos han propuesto (Lloyd, 1986:43), siguiendo una postura que aún
domina una parte de la Historia Antigua como especialidad académica (Dyson, 1989;
1993; Snodgrass, 1985). En otras palabras, son pocas las sociedades y corto el tiempo
del Pasado humano para las que es posible intentar una reconstrucción de carácter
histórico.

La Arqueología por su parte posibilita reconstrucciones de cierto detalle factual en


relación con los procesos económicos, sociales y políticos, pero que ni de lejos se
acerca al potencial y la precisión de las series de datos (mensuales, anuales) sobre
las que opera la Historia. La reconstrucción arqueológica del Pasado es además
prácticamente a-biográfica y a-genealógica, ya que carece de fuentes de informa-
ción precisas sobre las trayectorias específicas de individuos y comunidades. Igual-
mente, la Arqueología está poco equipada y preparada para entrar en la reconstruc-
ción de las percepciones subjetivas de los hechos y procesos del Pasado por parte
de sus agentes y protagonistas. A cambio de estas limitaciones, la Arqueología
constituye la disciplina por excelencia para el estudio de las sociedades humanas
en todo su desarrollo temporal, desde el origen de los primeros homínidos (en cuyo
caso tiene un fuerte interfaz con la Paleontología y la Geología) hasta las sociedades
históricas modernas y contemporáneas (en cuyo caso tiene una fuerte relación con
la Historia), ya que todas las sociedades humanas han sido productoras de residuos
materiales de un tipo u otro. Desde esta perspectiva, la Arqueología está bastante
bien equipada para producir una teoría nomológica* de las sociedades humanas, dado
su capacidad para el estudio de los procesos sociales y materiales de larga y muy
larga duración (Watson, 1976:65).

La fortaleza de la Arqueología como disciplina científica reside precisamente en su


potencial nomológico, ya que la profundidad diacrónica y la extensión espacial del
registro empírico sobre el que construye sus generalizaciones son mucho más am-
plias que las que sirven de base a la Historia. Desde el punto de vista de cualquier
aproximación al Pasado que busque establecer las regularidades y tendencias profun-
das que subyacen bajo la evolución de las sociedades humanas, es imposible no cons-
tatar la limitación espaciotemporal del alcance de las reconstrucciones históricas
(materia de siglos) frente a las reconstrucciones arqueológicas (materia de milenios
y decenas de milenios). El interesante concepto long durée propuesto por el

3
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

historiador F. Braudel resulta poco verosímil en la diminuta escala temporal que


abarca la Historia Moderna (apenas cuatrocientos años) y aún menos en la de la His-
toria Contemporánea. Sólo desde el análisis diacrónico del registro arqueológico es
posible concebir el desarrollo de un auténtico análisis de la larga duración, de los
grandes procesos y ciclos, y observar en esa escala macrotemporal la diversidad de
causas, consecuencias y efectos de las acciones sociales humanas, de la interacción
de las formaciones sociales en sus diferentes grados de complejidad y de su interac-
ción con la naturaleza.

La Arqueología cuenta con una segunda gran ventaja con respecto a la Historia, una
ventaja que podríamos resumir como el carácter más democrático de las evidencias
sobre las que opera. En efecto, la escritura surge entre las sociedades humanas como
un instrumento de poder y de control social (fundamentalmente un mecanismo del
Estado para el control y la contabilidad tributaria) y como tal se mantiene durante
siglos. Es el poder, el Estado, el que controla los mecanismos burocráticos y admi-
nistrativos de la sociedad, y por tanto el que controla también la producción de do-
cumentos escritos, por lo cual el abanico de temas y perspectivas reflejadas en dicha
documentación reflejan inevitablemente los intereses del poder. Los campesinos de
la Europa medieval y moderna no producían documentos escritos: en realidad ni si-
quiera sabían leer o escribir (nótese que la universalización de la tecnología de la
lectura y la escritura es un fenómeno reciente y que apenas afecta a un porcentaje
mínimo de la humanidad: un gran porcentaje de la población de los países pobres
actuales es analfabeta). La reconstrucción histórica del Pasado está así expuesta a un
importante sesgo potencial en favor de los temas y puntos de vista del poder del que
emanó el registro documental que le sirve de base.

El registro de residuos y depósitos materiales sobre el que opera la Arqueología es


en cambio universal: los campesinos no producen escritura, pero sí producen residuos
materiales que con el paso del tiempo se integran en la litosfera pasando a ser sus-
ceptibles de un estudio arqueológico. En este sentido, dentro de determinadas escue-
las o durante determinados periodos de la evolución de la disciplina, la reconstruc-
ción arqueológica del Pasado puede haber estado sesgada hacia el registro material
de las élites del Pasado, que por su mayor monumentalidad y artisticidad han atraido
un mayor interés de algunos investigadores e investigadoras (rasgo de inmadurez de
una Arqueología todavía no suficientemente emancipada de sus orígenes anticua-
rios). Pero lo cierto es que el registro potencial de estudio arqueológico abarca a todas
las clases sociales, etnias y grupos humanos habidos a lo largo de nuestro Pasado, sin
excepción. Si los humildes y los desheredados que han poblado la Tierra durante
miles de años de silenciosa opresión llegan a tener alguna vez una voz que testimonie
su existencia, esa voz será sin duda la de la Arqueología.

1.1.b.- Arqueología y Arqueologías.


Puesto que se ha establecido que la Arqueología tiene como objeto el estudio del
comportamiento humano, la Arqueografía* sería entonces aquella parte de la

4
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Arqueología dedicada a la descripción de los elementos del registro arqueológico


(fundamentalmente contextos, artefactos* y ecofactos*, según se discute en la sec-
ción siguiente) y sus relaciones físicas y materiales. Con frecuencia se ha dicho que
la Arqueología practicada por el paradigma* histórico-cultural se desenvuelve úni-
camente en el nivel arqueográfico por su indecisión (o rechazo) a la hora de trans-
formar las observaciones empíricas del registro material en interpretaciones sobre
el comportamiento humano.

Llegados a este punto quizás sea conveniente hace hincapié en que, como conse-
cuencia de la fuerte complejización metodológica que ha experimentado en las úl-
timas décadas, dentro de la Arqueología se han desarrollado actualmente una serie
de áreas de trabajo que, no siendo objeto de interés didáctico específico dentro de
esta obra, sí deben ser citadas y definidas por su ocasional relevancia dentro de
algunos los temas tratados dentro de la misma. Estas especialidades tratan del es-
tudio de diferentes segmentos del registro arqueológico y se aplican generalmente
(pero no exclusivamente) a los resultados obtenidos mediante la excavación, ya que
esta aporta información mucho más precisa sobre las relaciones contextuales entre
depósitos estratigráficos* y conjuntos artefactuales (Figura 1).

La primera de esta serie de especialidades de la Arqueología es la Arqueometría*,


consistente en la aplicación de técnicas físico-químicas al análisis de materiales
arqueológicos con dos fines principales, su caracterización y su datación absoluta.
Por una parte, la Arqueometría sirve para caracterizar la composición (química,
mineralógica, elemental, etc.) de los artefactos, obteniendo así información relativa
a los procesos tecnológicos implicados en su producción y a la procedencia e inter-
cambio de materias primas y productos. Esta parte de la Arqueometría ha supuesto
un avance enorme en el estudio de los productos materiales humanos, que ha avan-
zado desde lo estrictamente morfológico-estilístico (las formas de los artefactos,
sus decoraciones) hasta lo tecnológico y funcional. Por otra parte, la Arqueometría
posibilita la datación absoluta de los restos arqueológicos a través de una serie de
métodos desarrollados en la segunda mitad del siglo XX tales como el radiocar-
bono, la termoluminiscencia, el Potasio-Argón, Thorio-Uranio, hidratación de ob-
sidiana, resonancia de spin electrónico o racemización de aminoácidos. Esta se-
gunda rama de la Arqueometría ha permitido actualmente lo que hace 100 años era
tan solo un sueño imposible para la Arqueología: que la ubicación en el tiempo de
las evidencias materiales rescatadas del subsuelo dejase de ser un problema. O el
problema, de hecho, ya que en su primera fase de desarrollo la Arqueología debió
concentrar enormes esfuerzos en diseñar principios y procedimientos de ordenación
temporal de los datos que en realidad nunca llegaron a resultar ni precisos ni satis-
factorios.

La segunda de las disciplinas arqueológicas que han adquirido gran prominencia


en los últimos años es la Arqueobotánica*, consistente en la aplicación de princi-
pios y técnicas de estudio derivadas de la Biología al estudio de los restos botánicos
encontrados en contextos arqueológicos. Estos restos botánicos son generalmente

5
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

clasificados según su tamaño en microrrestos (menores de 1 mm tales como polen,


diatomeas y fitolitos), macrorrestos (mayores de 1 mm, tales como semillas y res-
tos de madera, a menudo carbonizados) y otros restos (impresiones vegetales, teji-
dos elaborados con fibra vegetal, etc.). La Arqueobotánica es fundamental en los
estudios paleoambientales (reconstrucción del clima y vegetación pasados) así
como de la economía prehistórica, e incluye a su vez una serie de sub-especialida-
des tales como la Palinología* (estudio del polen), la Antracología* (estudio de
carbones), y la Carpología* (estudio de semillas y frutos). Otro campo importante
dentro de la Arqueobotánica es el de la Etnobotánica, que trata del estudio de las
prácticas de manipulación y gestión de especies vegetales por parte de comunidades
vivas que utilizan todavía tecnologías pre-industriales susceptibles de ser valoradas
desde el punto de vista de las economías prehistóricas o antiguas.

La Arqueozología* es la tercera de las áreas de especialización que se han confor-


mado dentro de la Arqueología en las últimas cuatro décadas. También a caballo
entre la Arqueología y la Biología, la Arqueozoología se encarga del estudio de los
restos faunísticos encontrados en contextos arqueológicos, incluyendo animales do-
mésticos y salvajes de cualquier tipo (mamíferos, aves, insectos, moluscos, etc.), y
ha consolidado en una amplia literatura en los últimos años. Junto a la Arqueobo-
tánica, la Arqueozoología constituye una pieza fundamental en los estudios de re-
construcción paleoambiental (climas y ecosistemas* del pasado) y de economía
prehistórica.

Finalmente, la Antropología Física (a veces referida como Bioarqueología) consti-


tuye la especialidad que trata del análisis e interpretación de restos orgánicos hu-
manos de cualquier tipo procedentes de contextos arqueológicos. Estos restos or-
gánicos se presentan las más de las veces en forma de huesos más o menos destrui-
dos por causas naturales (acidez del suelo) o como resultado de prácticas escatoló-
gicas* (por ejemplo la incineración de cadáveres), pero ocasionalmente, cuando las
condiciones deposicionales y de preservación son las adecuadas, se presentan tam-
bién en forma de momias (naturales o artificiales).

De estas cuatro subdisciplinas de la Arqueología, probablemente la Antropología


Física sea la decana, ya que comenzó a desarrollarse dentro del siglo XIX. En la
actualidad esta especialidad, después de un largo periodo de perfeccionamiento y
desarrollo, cuenta con una potente batería de técnicas y procedimientos para re-
construir diversos aspectos de la vida humana pasada a partir de los restos esquelé-
ticos (aunque también de tejidos orgánicos no óseos cuando los hubiera), inclu-
yendo los diagnósticos de sexo y edad (a partir de indicadores y coeficientes antro-
pométricos y somatométricos), el diagnósticos de las patologías (y su impacto en
una comunidad), así como el diagnóstico de las formas, estilos y condiciones de
vida (incluyendo desde deformaciones óseas y corporales de tipo ritual, hasta en-
fermedades profesionales, pautas alimenticias, etc.). Más recientemente, los estu-
dios de ADN antiguo han venido a añadir una prometedora dimensión a los estudios
de Antropología Física aplicada a la Arqueología, posibilitando el establecimiento

6
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

de relaciones filogenéticas (en el campo de la Paleontología Humana), de paren-


tesco y filiaciones étnicas y grupales.

Los estudios derivados de la Arqueometría, Arqueobotánica, Arqueozoología y An-


tropología Física, especializados en diversos segmentos y hallazgos concretos de
ese complejo de residuos y depósitos que conocemos como registro arqueológico,
son parte integrante de la Arqueología actual, y pueden ser llevados a cabo desde
una óptica arqueográfica (descriptiva) o arqueológica (interpretativa).

Es importante señalar que, en la literatura arqueológica pertinente para el tema de


este libro, se pueden encontrar referencias a una multitud de Arqueologías que re-
sultan altamente confusas por su insatisfactoria definición epistemológica, ya que
en todos los casos se trata bien de campos (o tendencias, o incluso modas investi-
gadoras) de estudio especializados en diversos temas, bien de aproximaciones de-
rivadas de determinadas corrientes de pensamiento (teórico, epistemológico o filo-
sófico), y no de subdisciplinas integrantes de la Arqueología como las comentadas
anteriormente (ni mucho menos de disciplinas científicas completas caracterizables
como tales).

Ejemplos de algunas de estas Arqueologías temáticas son las conocidas como Ar-
queología de la muerte (estudio de los restos y conjuntos funerarios y su interpre-
tación en clave de organización social), Arqueología experimental (realización de
experimentos controlados para observar el funcionamiento de determinados proce-
sos y fenómenos relevantes para el análisis del registro arqueológico), Arqueoas-
tronomía (estudio de la dimensión astronómica de determinados monumentos y re-
presentaciones simbólicas prehistóricas), Arqueología espacial (análisis de la di-
mensión espacial del registro arqueológico e interpretación de las pautas de com-
portamiento espacial de las sociedades del Pasado) o Etnoarqueología (análisis ar-
queológico de comunidades humanas vivas), por solo citar unos pocos. Natural-
mente sería absurdo negar la existencia de estas denominaciones o el hecho de que
muchos practicantes de la disciplina las emplean. Sin embargo, desde la perspectiva
asumida en este libro, aquellas no constituyen disciplinas separadas de la Arqueo-
logía, sino campos de especialización dentro de la misma y que por tanto en lugar
de Arqueología de la muerte se hablará de estudio arqueológico de las costumbres
funerarias, o que, en lugar de Arqueología espacial, se utilizará la expresión aná-
lisis espacial arqueológico.

Por otra parte, ejemplo de las Arqueologías teóricas son la Arqueología procesual,
la Arqueología postprocesual, la Arqueología simbólica, la Arqueología social, etc.
Todas ellas responden a planteamientos disciplinares que enfatizan unas u otras
agendas teóricas, es decir tendencias relativas al estatuto científico y filosófico de
la Arqueología dentro de la Ciencia Social, prioridades en la interpretación de la
causalidad del cambio social y cultural a lo largo de la Prehistoria y la Historia,
prioridades en los problemas a tratar, etc. Es cierto que las diferencias de enfoque
y definición de los propios principios y objetivos disciplinares entre algunas de

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

estas corrientes son enormes. Sin embargo, dado que este libro no contempla un
tratamiento en profundidad de problemas de teoría* y epistemología* arqueológi-
cas más allá de lo pertinente para el tratamiento del tema del reconocimiento y
análisis del territorio, dichas corrientes serán tratadas y presentadas como enfoques
dentro de una disciplina única, la Arqueología, y no desde luego como una multi-
plicidad de Arqueologías.

La proliferación de este tipo de expresiones y denominaciones en la bibliografía


arqueológica se explica por la juventud e inmadurez de la disciplina arqueológica,
que ha venido experimentado en la segunda mitad del siglo XX una impresionante
serie de cambios y transformaciones metodológicas y técnicas a través de la in-
fluencia de otras disciplinas científicas con las que se ha relacionado estrechamente.
De hecho, puede decirse que hace apenas tres décadas que el estatuto epistemoló-
gico de la Arqueología ha comenzado a asentarse, mostrando su verdadera comple-
jidad metodológica y alcance téorico-interpretativo. Cabría decir de paso que este
avance disciplinar ha sido incluso demasiado rápido para muchos practicantes de
la disciplina, que se han visto inevitablemente desbordados por la envergadura y
magnitud del cambio.

1.2.- El registro arqueológico.


1.2.a.- Definición y elementos.

El concepto de registro arqueológico es bastante laxo: hace referencia al conjunto


de vestigios materiales directos e indirectos derivados de la vida humana en todos
los tiempos. Para ser prácticos sería preciso excluir de esos vestigios materiales los
documentos y textos escritos, que forman parte más del registro histórico que del
arqueológico. Intentando ir algo más allá de esa vaga noción de registro, un con-
cepto fundamental para abordar el tema del reconocimiento y análisis arqueológico
del territorio es el de yacimiento. ¿Qué es un yacimiento arqueológico?

a) Sin numerosas, y no siempre perfectamente congruentes, las definiciones de ya-


cimiento arqueológico publicadas en la literatura especializada. Para David Clarke,
un yacimiento es “… una localización geográfica que contiene un conjunto articu-
lado de actividades humanas o sus consecuencias y a menudo un conjunto de es-
tructuras asociadas; los yacimientos pueden ser asentamientos domésticos, centros
ceremoniales, cementerios, complejos industriales o campamentos temporales”
(Clarke, 1977:11). La definición de Clarke es bastante acertada y realista, ya que
hace referencia al carácter articulado de los vestigios que integran el yacimiento,
proponiendo un esbozo de clasificación funcional de los mismos (un tema de
enorme importancia para el análisis arqueológico del territorio y al que se dedicará
más atención más adelante). Sin embargo, esta definición tiene el inconveniente de
que entiende el yacimiento como un “conjunto de actividades humanas” cuando
realmente sería más exacto concebirlo como un “conjunto de vestigios o expresio-
nes materiales de actividades humanas”. Ya se ha establecido que la materialidad

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

de la evidencia es lo que define más apropiadamente a la Arqueología como disci-


plina.

Para el geoarqueólogo K. Butzer un yacimiento arqueológico puede definirse de


forma sencilla como “…el registro tangible de un lugar de actividad humana en el
pasado” (Butzer, 1982:221). Comparada con la definición de Clarke, la de Butzer
enfatiza más expresamente el carácter tangible o material del registro y el carácter
pasado de las actividades humanas que refleja, pero omite toda propuesta al carác-
ter espacialmente delimitado de los yacimientos. El prehistoriador E. Higgs y el
geólogo C. Vita-Finzi proponen por su parte una definición muy parecida a la de
Butzer en la que el yacimiento es “… un lugar donde existe un depósito o conjunto
de depósitos que contienen evidencia de actividad humana” (Higgs y Vita-Finzi,
1972:27). Su definición, sin embargo, no hace referencia expresa al carácter mate-
rial de los vestigios, probablemente por que lo hayan dado por supuesto, aunque en
realidad una virtud de las definiciones debe ser su precisión, y un archivos de lega-
jos jurídicos del siglo XVIII d.n.e. puede ser considerado un “depósito de actividad
humana” (posiblemente de actividad burocrática) aunque difícilmente podría ser
inteterpretado como un yacimiento arqueológico.

Para S. y F. Plog y W. Wait un yacimiento sería “una agregación de materiales


culturales discreta (espacialmente delimitada, o al menos con variaciones percepti-
bles en la densidad de artefactos) y potencialmente interpretable (los materiales
tienen la suficiente entidad como para ser interpretados en términos del comporta-
miento humano” (Plog y otros, 1978:389). Esta definición insiste correctamente en
el carácter espacialmente delimitado del yacimiento y en la materialidad de los de-
pósitos, aunque para sus autores, es preciso asimismo tener en cuenta la importan-
cia de otras localizaciones arqueológicas no-yacimientos (non-sites), que son inter-
pretables, pero no discretas.

b) Tomando estas y otras definiciones como punto de partida, así como la noción
de Arqueología esbozada en la sección anterior, la definición de yacimiento arqueo-
lógico seguida en este trabajo es la de una agrupación espacialmente definida y
funcionalmente significativa de vestigios materiales de actividades humanas desa-
rrolladas en el Pasado. La referencia al carácter material de los vestigios que con-
forman los yacimientos queda explicada por la propia esencia del registro arqueo-
lógico y de la Arqueología como disciplina. Por otra parte, se establece que un
yacimiento se define por ser una agrupación de vestigios materiales espacialmente
definida y funcionalmente significativa. Estos dos elementos de la definición no
están exentos de problemas, por lo que requieren un cierto comentario.

El yacimiento se delimita en el espacio por unos límites producto de una observa-


ción y una posterior decisión arqueológica. Como se ha dicho en repetidas ocasio-
nes, existen actualmente regiones del mundo en las que prácticamente todo el pai-
saje que nos rodea es un artefacto derivado de la acción humana, y preñado por
tanto de vestigios materiales de esa acción (Robinson, 1993:141). Para algunos

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

arqueólogos y arqueólogas, el acto intelectual de delimitar un espacio en cuyo in-


terior reconocemos un yacimiento mientras que en su exterior no (oposición o de-
limitación binaria presencia/ausencia de materiales arqueológicos) comporta dema-
siada arbitrariedad: los límites de los yacimientos son muchas veces difíciles de
establecer y a veces puede ser legítimo preguntarse si en realidad es conveniente
establecerlos en absoluto. Efectivamente, la acumulación de sucesivas transforma-
ciones en ciertas regiones de prolongada e intensiva presencia humana puede gene-
rar verdaderos palimpsestos de aterrazamientos para cultivos, canales de irrigación,
modificaciones de los cursos de los ríos, grandes movimientos de tierras para tra-
bajos de explotación minera y de cantería, apertura de vías de comunicación, par-
celación de la tierra, construcción de asentamientos, aldeas, pueblos, ciudades y
conurbaciones, deforestaciones masivas, etc. que hacen que la presencia de vesti-
gios materiales de la actividad humana (es decir, aquello que distingue a la Arqueo-
logía como especialidad científica) sea continua.

En cualquier caso, aunque este tema se ha discutido ampliamente en la literatura


arqueológica (y como se verá en la sección dedicada a los inventarios arqueológi-
cos* se han planteado diversas alternativas), lo cierto es que la mayoría de los prac-
ticantes de la disciplina siguen pensando que es útil proceder a dicho tipo de deli-
mitaciones

Otra exigencia de la definición de yacimiento arqueológico aquí planteada se re-


fiere a su carácter funcionalmente significativo en relación con la forma de vida de
la sociedad que produjo esa acumulación de residuos. Un recipiente cerámico
prehistórico en la vitrina de un museo carece de asociaciones funcionalmente sig-
nificativas respecto del modo de vida original en el que se integró (para empezar
en la Prehistoria no existían vitrinas). Generalmente, los yacimientos arqueológicos
se agrupan en grandes categorías funcionales según deriven de áreas de habitación
(campamentos, aldeas, ciudades), de producción (minas, alfares, fábricas), de ente-
rramiento u otras prácticas funerarias (necrópolis, tumbas, incineraciones) o espa-
cios sagrados (santuarios, templos). Pero en realidad este tipo de gruesas clasifica-
ciones funcionales deben ser relativizadas: es bastante frecuente que la gente viva
y duerma en espacios utilizados para la producción, o que (inversamente) los espa-
cios domésticos también sean utilizados como espacios productivos, como también
lo es que se realicen actividades y funciones de carácter mágico-religioso en los
lugares de habitación e incluso en los sitios de producción. En realidad, lo que la
definición aquí seguida busca enfatizar es que los elementos del registro arqueoló-
gico adquieren significado respecto a la vida humana en tanto que asociaciones
funcionalmente contextualizadas. Una diferencia fundamental entre la Arqueología
científica y el anticuarismo es que la primera se interesa mucho por el contexto de
los artefactos del Pasado mientras que la segunda se preocupa solo por los objetos
en sí mismos.

En cualquier caso, todas las definiciones son imperfectas: sobre todo cuando hacen
referencia a realidades que utiliza mucha gente. Lo importante es entender que el

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

yacimiento es una parte (ciertamente importante) del registro arqueológico, es de-


cir, existen vestigios materiales del comportamiento humano pasado a los que no
resulta apropiado denominar yacimientos arqueológicos. Podría incluso decirse que
el concepto de yacimiento constituye una forma de concebir el registro material del
Pasado, pero no la única (en la sección 2.7.d.a. se discuten otras concepciones al-
ternativas).Un buen ejemplo de evidencias materiales del Pasado que no se acomo-
dan fácilmente a ninguna de las definiciones de yacimiento citadas anteriormente
pueden ser las estelas prehistóricas con motivos grabados o pintados que aparecen
aisladas en medio de parajes naturales, o los tesorillos de monedas romanas y me-
dievales que aparecen en escondrijos naturales de donde sus dueños nunca llegaron
a recuperarlos. Tales hallazgos carecen de asociaciones funcionales significativas
inmediatas (están aislados); de hecho, en el caso del ejemplo de las estelas uno de
los problemas tradicionales ha sido la interpretación de su función. Normalmente,
tales vestigios naturales no reciben el nombre de yacimiento arqueológico en la
literatura disciplinar.

Es decir, el concepto de yacimiento encapsularía una parte del registro arqueoló-


gico, pero no la totalidad del mismo. Numerosos vestigios materiales que permiten
estudiar la evolución de los paisajes (como los depósitos sedimentarios citados an-
teriormente y causados de forma indirecta por el ser humano), no se acomodan fá-
cilmente a la noción de yacimiento. Tomemos otro ejemplo: la laguna de Las Ma-
dres es una excepcional turbera ubicada en sur de la provincia de Huelva donde se
acumularon depósitos desde el Neolítico hasta nuestros días. Esa turbera fue objeto
de un minucioso estudio arqueopolínico (Stevenson, 1985; Stevenson y Moore,
1988), que sirvió para establecer, mediante cuadros de polen y dataciones absolu-
tas, la evolución del paisaje circundante en los últimos 6000 años. Sin duda ese
cuadro de evolución paisajística reflejaba de muy diversas formas la actividad que
los seres humanos habían desarrollado en el entorno durante todo ese tiempo (de-
forestación, introducción de especies vegetales alóctonas, incendios, etc) (Steven-
son y Harrison, 1992), aunque dentro de la turbera no se encontró ningúno objeto
manufacturado por el ser humano. Probablemente, por ello el sitio de Laguna de
las Madres no se considera un yacimiento arqueológico puesto que no contiene
vestigios materiales directamente derivados de actividad humana. Más bien se tra-
taría de un depósito geológico susceptible de ser interpretado o confrontado en el
contexto general de la actividad humana con los datos arqueológicos disponibles.

c) Los elementos del registro arqueológico. El registro arqueológico integra ele-


mentos de origen fisiogénico (resultado de los procesos naturales de transporte y
sedimentación de materiales geológicos en la superficie terrestre), antropogénico
(artefactos creados por la mano humana) y biogénico (restos o productos de orga-
nismos vivos de cualquier tipo) (Butzer, 1989:76). Quizás una forma práctica de
comprender (o explicar) el concepto de yacimiento arqueológico sea desagregán-
dolo en sus clases de componentes fundamentales, que son tres, los contextos o
unidades estratigráficas, los artefactos y los ecofactos.

11
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

 Los contextos o unidades estratigráficas constituyen la matriz deposicional del


registro arqueológico y se componen por una parte de elementos constructivos
(arquitectónicos) con sus materiales (adobe, piedra, cerámica, madera, etc.) más
o menos destruidos, y por otra de sedimentos acumulados entre ellos por causa
antrópica o natural (Figura 2). Estos elementos se acumulan de acuerdo con las
pautas culturales de las comunidades que producen el registro arqueológico y
también de acuerdo con las pautas geológicas de sedimentación (dinámicas hí-
dricas, eólicas, etc.). El análisis estratigráfico seguido en la Arqueología con-
temporánea debe mucho a la sistematización conceptual y metodológica reali-
zada por el británico Edward C. Harris, autor del trabajo Principles of Archaeo-
logical Stratigraphy (Principios de Estratigrafía Arqueológica, aparecido en
1979 y traducido al castellano en 1991), donde se sientan las bases del trata-
miento moderno de las estratigrafías arqueológicas.

En su origen, el análisis de la estratigrafía arqueológica deriva de la Geología,


de la que toma los principios fundamentales de (i) superposición (los niveles
superiores son más reciente y los inferiores más antiguos), (ii) horizontalidad
original (los estratos formados bajo el agua tienen una disposición horizontal),
(iii) e identidad paleontológica (los estratos con fósiles idénticos tienen una
edad semejante o idéntica) (Harris, 1991:21-22). Sin embargo, a pesar de las
analogías que presentan como objeto de estudio y como metodologías de aná-
lisis, las estratigrafías arqueológicas y geológicas no funcionan y evolucionan
de la misma manera debido a la presencia de un factor humano en las primeras
que no está presente en las segundas (Harris, 1991:13; Butzer, 1989:81).

Los estratos arqueológicos pueden ser clasificados de acuerdo con multiples


criterios. De acuerdo con sus propiedades físicas, tales como su textura (tamaño
de las partículas de tierra), composición edafológica*, color, espesor y otros
(Joukowsky, 1980:150). De acuerdo con su forma y posición, los estratos ar-
queológicos se dividen generalmente en horizontales y verticales (Harris,
1991:92-99). Las unidades estratigráficas horizontales derivan por ejemplo de
la acumulación de sedimentos en capas por erosión y transporte o de suelos,
pavimentos y calzados elaborados por los seres humanos (Figura 3). Las unida-
des estratigráficas verticales se subdividen a su vez en negativas y positivas.
Las negativas son aquellas que se producen al excavar el subsuelo para construir
elementos arquitectónicos subterráneos, como por ejemplo una cabaña subte-
rránea o semi-subterránea, un silo para almacenamiento de grano, una zanja de
cimentación para muros, una cista*, una galería de una mina o un foso defen-
sivo (Figura 4). Los estratos verticales negativos suelen ser antrópicos, pero
también pueden ser originados por bioturbación (madrigueras de animales,
etc.). Esta clase de estratos tiene dos características importantes. Por una parte,
cuando una comunidad humana pasada realizaba alguna de estas acciones es-
taba a menudo (sobre todo en casos de ocupación continuada de asentamientos)
cortando y alterando estratos previamente asentados en el subsuelo, cuyos ves-
tigios materiales (más antiguos) acabarían re-depositados en otros lugares

12
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

dependiendo de qué se hiciera con los sedimentos extraídos del subsuelo. Por
otra parte muchas de estas estructuras constructivas permanecían abiertas du-
rante bastante tiempo, incluso después de su inutilización, con lo cual se relle-
naban gradualmente de sedimentos transportados por el viento el agua, y tam-
bién con artefactos posteriores a su momento de construcción original.

Las unidades estratigráficas verticales positivas son aquellas que se levantan


por encima del subsuelo formando paredes, muros, murallas, terrazas, etc. Sus
características principales son que (i) aparecen generalmente derrumbadas, (ii)
que durante el proceso de derrumbe tienden a producir una sedimentación dife-
rencial a cada lado (dependiendo de la acción de los agentes sedimentarios na-
turales como el viento y el agua) y que (iii) suelen ser susceptibles de interpre-
tación en términos de secuencias constructivas cronológicamente ordenadas
(sobre todo en grandes edificios como castillos, palacios, templos, etc.). (Figura
5).

 El segundo gran grupo de elementos integrantes del registro arqueológico lo in-


tegran los artefactos, es decir aquellos objetos hechos por la mano humana y que
tienen como característica más inmediata su carácter portátil. Una columna de
un templo griego clásico o la torre de una iglesia cristiana podrían ser conside-
rados artefactos en sentido general en tanto que producto de la inteligencia y
habilidad técnicas del ser humano y, sin embargo, al no haber sido concebidos
como objetos transportables no se los considera artefactos en términos de análi-
sis arqueológico (en la jerga de la gestión y protección de bienes culturales los
artefactos portátiles son denominados bienes muebles por oposición a los bienes
arquitectónicos o inmuebles).

Los artefactos suelen ser clasificados de acuerdo con tres criterios, su morfolo-
gía, su tecnología o su funcionalidad. El criterio de clasificación morfológica
tiene en cuenta la forma, tamaño o estilo de los artefactos (en su caso, también
sus elementos ornamentales o representaciones figuradas) y fue el criterio prin-
cipal de clasificación y análisis artefactual seguido dentro del paradigma histó-
rico-cultural. El criterio tecnológico de clasificación hace referencia a las mate-
rias primas en que está elaborado el artefacto, sus componentes y los procesos a
que aquellas y estos fueron sometidos en el proceso de fabricación. El análisis
tecnológico ha experimentado una expansión enorme en los últimos 30 años con
el desarrollo de las distintas técnicas arqueométricas de caracterización de ma-
teriales.

Finalmente, la clasificación funcional hace referencia al propósito o fin (esto es,


la función) con que el objeto fue diseñado y creado y ha experimentado también
un importante desarrollo en tiempos recientes, fundamentalmente por el énfasis
que le ha dado el enfoque procesualista. Actualmente existen tres vías principa-
les de análisis funcional de artefactos en Arqueología: el análisis de huellas de
uso (trazas microscópicas que quedan en su superficie como consecuencia de su

13
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

uso), la Etnoarqueología (observación de la utilización dada a determinadas cla-


ses de artefactos por comunidades vivas) y la Arqueología experimental (repro-
ducción de posibles pautas de utilización de artefactos en condiciones observa-
cionales controladas). Indirectamente también es posible establecer algunas in-
ferencias sobre funcionalidad a partir de la morfología: como en los diseños bio-
lógicos, también en los diseños artefactuales y arquitectónicos humanos la fun-
ción determina fuertemente la forma (Figura 6).

Una de las clasificaciones funcionales generales de artefactos más utilizada en


Arqueología es la propuesta por L. Binford, quien distingue entre artefactos
tecnómicos (aquellos cuya función primaria es la transformación de los recursos
naturales en energía asimilable por los seres humanos), sociotécnicos (los que
tienen como función primaria la definición y refuerzo de la posición de cada
individuo dentro de la estructura de relaciones sociales) e ideotécnicos (su
función primaria es la definición del orden simbólico-ideológico en el que se
inscribe cada individuo) (Binford, 1962:219-220). Así, un hacha pulimentada
sería un objeto típicamente tecnómico, ya que se la utilizaba para actividades
económicas tales como clarear el bosque o cortar árboles, una diadema o un
báculo serían artefactos sociotécnicos ya que como elementos de estatus y pres-
tigio reforzarían la posición de poder de sus poseedores o usuarios, y un ídolo
prehistórico, un escarabeo egipcio o un crucifijo cristiano serían ejemplos de
artefactos ideotécnicos que expresarían el sistema de creencias y cultos religio-
sos de que es partícipe un individuo (Figura 7). Naturalmente, en la realidad es
a menudo difícil establecer barreras nítidas entre las funciones que un mismo
objeto puede cumplir: un cuchillo de caza puede tener un mango de oro, y así
resaltar y reforzar el prestigio y el poder de su propietario, al tiempo que, si tiene
un símbolo religioso grabado en la empuñadura puede ser representativo de sus
creencias religiosas.

 Los ecofactos constituyen el tercer gran conjunto de elementos integrantes del


registro arqueológico. Los ecofactos son objetos producidos por la naturaleza,
sea de forma espontánea o mediante la participación del ser humano. El registro
arqueológico está plagado de ecofactos, desde granos de polen microscópicos
depositados espontáneamente sobre el suelo y luego sedimentados y que contie-
nen valiosa información sobre la climatología y los ambientes vegetales primi-
tivos, hasta restos de las comidas llevadas a cabo por los habitantes de una aldea
medieval, incluyendo huesos de pescado y conchas de moluscos, huesos de ani-
males, restos de la leña utilizada en las fogatas, etc. Como ya se discutió ante-
riormente, el progreso de la Arqueozoología y la Arqueobotánica en las últimas
décadas ha sido muy importante, contribuyendo a la mejor comprensión de los
ecofactos en el contexto del registro arqueológico, así como a su interpretación
en términos de relaciones entre las sociedades humanas y sus medios ecológicos
en el Pasado.

1.2.b.- La formación del registro.

14
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

La interpretación de los yacimientos arqueológicos en términos de comportamiento


humano depende en buena medida de la investigación previa o paralela de los de-
nominados procesos de formación* y/o procesos postdeposicionales. Estos dos tér-
minos son utilizados en la literatura de forma un tanto confusa para designar los
procesos que dan lugar a la formación de un yacimiento arqueológico tal y como
se ofrece a los ojos de un equipo de arqueólogos y arqueólogas hoy día. Ambos
quieren decir básicamente lo mismo, pero no exactamente lo mismo. La noción de
procesos post-deposicionales incide específicamente en las alteraciones que expe-
rimentan los vestigios materiales después de su deposición o abandono, cuando en-
tran a formar parte de la litosfera. Después de que los residuos materiales sean de-
positados (y/o abandonados por las comunidades humanas que los han producido),
entran a formar parte de un sistema complejo de constantes y continuos cambios de
origen natural y humano que los transforman a través del tiempo hasta que adquie-
ren la forma con que llegan a ser registrados (y explicados) arqueológicamente,
cientos o miles de años después (Figura 8). Por su parte, los procesos de formación
engloban tanto los procesos post-deposicionales como aquellos que previamente
han dado lugar a la deposición de unidades estratigráficas, artefactos y ecofactos;
cada comunidad o sociedad tiene unas determinadas pautas de descarte de desechos
y basuras (o de eliminación de cadáveres, por poner el caso), lo que luego se trans-
formará en yacimientos de tipo habitacional (o funerario) de características pecu-
liares. Podría decirse por tanto que el análisis de los procesos de formación integra
la historia tanto pre-deposicional como post-deposicional de los vestigios materia-
les.

Hecha esta matización semántica, se abordarán en esta sección tres de los aspectos
tratados de forma más sistemática en la abundante literatura generada en este
campo, que se considera generalmente parte de la Geoarqueología* (cf. por ejemplo
Vita-Finzi, 1969; 1978; Woods y Johnson, 1978; Butzer, 1982; Schiffer, 1983;
1987; Stein, 1983; Bar-Yosef, 1993; Straus, 1993; Tani, 1995; Waters y Kuehn,
1996; etc.), que son (i) la definición de los principios epistemológicos que rigen el
análisis de los procesos de formación del registro arqueológico, (ii) una discusión
de los mecanismos post-deposicionales generales principales, para finalmente (iii)
hacer referencia a ambientes deposicionales especiales,.

a) Siguiendo el enfoque de M. Schiffer (1983; 1987) es posible delimitar tres prin-


cipios epistemológicos fundamentales para la comprensión de los procesos de for-
mación del registro arqueológico:

 El principio de entropía* establece que el conocimiento arqueológico potencial


del Pasado está directamente relacionado con el estado de preservación del re-
gistro de vestigios materiales, que a su vez es dependiente de una serie de va-
riables tales como el tiempo transcurrido desde la deposición, las cualidades
intrínsecas de los vestigios materiales y los procesos post-deposicionales a que
han estado sometidos.

15
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

 En base al principio de entropía, el principio de transformación establece que,


con independencia de la cantidad de información disponible, no es posible in-
terpretar el registro arqueológico directamente en clave de comportamiento hu-
mano, sino que aquella variabilidad debida a los procesos deposicionales y post-
deposicionales debe ser extraída previamente. A este respecto, Schiffer (1983)
establece que (i) los vestigios materiales se transforman formalmente, espacial-
mente, cuantitativamente y relacionalmente entre el momento de su deposición
y el momento de su constatación científica, (ii) los procesos post-deposicionales
pueden formar pautas artefactuales no relacionadas con las pautas culturales
que rigieron la deposición original de los vestigios materiales, y (iii) los proce-
sos post-deposicionales muestran regularidades de carácter estadístico que los
hacen susceptibles de interpretación científica. Las transformaciones que expe-
rimenta el registro arqueológico son de tipo n* (naturales, es decir, geomorfo-
lógicos* o biológicas) o de tipo c* (de origen antrópico o cultural).

 El principio de registro sesgado establece que las transformaciones post-depo-


sicionales tienden a generar sesgos en el registro arqueológico no necesaria-
mente asociados a pautas de comportamiento humano. Un ejemplo de sesgo
habitualmente visible es la infra-representación de los vestigios orgánicos que
(salvo en los ambientes deposicionales excepcionales citados más adelante) se
degradan con mayor rapidez y de forma más integral que los inorgánicos,
creando así un riesgo potencial de percepción distorsionada de la cultura mate-
rial y los procesos tecnológicos y económicos de las sociedades pasadas. Una
lectura simplista de las sociedades mesolíticas europeas establecería que su tec-
nología se basaba casi exclusivamente en la piedra, dado que son los artefactos
y medios de producción de piedra los que predominan de forma abrumadora en
el registro material de las mismas. Pero esa afrimación constituiría un grave
error derivado de la no consideración de que el registro de materiales del Me-
solítico europeo está sesgado a favor de los vestigios materiales en piedra y en
contra de los vestigios materiales en materia orgánica. Dada la singular impor-
tancia de los vestigios orgánicos en la formación del registro arqueológico, dos
especialidades, la Tafonomía* y la Bioestratinomia, se ocupan de su estudio.
La tafonomía es estudia los procesos a través de los cuales, una vez fosilizados,
los restos de los organismos muertos en las diversas partes de la biosfera se
transforman en parte de la litosfera (un proceso que en muchos casos tiene lugar
dentro del registro arqueológico). La bioestratinomia estudia las causas y tipos
de muerte de los organismos y de los problemas ligados a su descomposición,
transporte y deposición.

Las transformaciones post-deposicionales que experimentan los vestigios materia-


les una vez depositados en el registro arqueológico pueden ser desglosadas en una
serie de mecanismos que afectan tanto a sedimentos, como a contextos arquitectó-
nicos como a artefactos. Estos mecanismos posteriores a la deposición, sean geo-
morfológicos, biogénicos (animales, vegetales y micro-orgánicos) o

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
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antropogénicos (humanos), desplazan, alteran, modifican y reelaboran los vestigios


materiales, desplazándolos, dispersándolos y destruyéndolos en mayor o menor
medida.

b) Los mecanismos geomorfológicos forman parte de la dinámica de cambios de la


superficie terrestre y entre ellos es posible distinguir entre los físico-mecánicos, los
edafo-químicos y los catastróficos.

 Las alteraciones de origen físico-mecánico se derivan fundamentalmente del


ciclo constante de interacción entre el agua y los sedimentos que tiene lugar en
la superficie terrestre. Por una parte, las reiteradas fases de hielo y deshielo
producen aumentos y disminuciones del volumen del suelo que pueden alterar
considerablemente la posición, inclinación y orientación de los artefactos ente-
rrados en yacimientos arqueológicos (Wood y Johnson, 1978:352-357; Butzer,
1989:101-104). Similarmente, ciertas arcillas pueden experimentar enormes va-
riaciones de volumen, expandiéndose y contrayéndose con la alternancia de es-
taciones húmedas y secas (y la consiguiente absorción y pérdida de humedad),
produciendo desplazamiento subterráneos laterales y verticales de los depósitos
arqueológicos (sobre todo de artefactos, aunque si las variaciones de volumen
tienen la suficiente fuerza tambien pueden afectar seriamente a las estructuras
arquitectónicas) (Butzer, 1989:105) (Figura 9).

En el caso de yacimientos en cuevas que forman parte de sistemas cársticos


todavía vivos, el agua puede crear túneles a través de los depósitos arqueológi-
cos con el consiguiente arrastre y desaparición de vestigios materiales (Bar-
Yosef, 1993:19). Sin embargo, es posiblemente en las dinámicas de superficie,
es decir en la erosión y deposición de sedimentos como resultado del flujo de
escorrentías donde se nota de forma más dramática la acción del agua sobre el
registro arqueológico. Cuando un yacimiento se encuentra en una unidad de
paisaje estable desde el punto de vista erosivo puede permanecer conservado
durante largo tiempo sin experimentar grandes alteraciones de carácter físico-
mecánico (Waters y Kuen, 1996:484). Ahora bien, si el yacimiento se encuentra
en un paisaje dinámico desde el punto de vista erosivo, las posibilidades de que
experimente sustanciales modificaciones de su forma, tamaño y posición a lo
largo del tiempo son elevadas. El alcance de las modificaciones producidas por
la erosión y transporte del suelo en los yacimientos arqueológicos es depen-
diente de muchos factores, entre los que se incluyen principalmente la topogra-
fía (pendiente, posición de los depósitos), la climatología (régimen de precipi-
taciones, temperaturas), la hidrología (caudal, distribución y dinámica de las
corrientes de agua), la cobertura vegetal y el grado de antropización del paisaje
(tipos de cultivos, presencia de aterrazamientos, etc.) (Burillo Mozota y Peña
Monne, 1984:93) (Figura 10).

Así, por ejemplo, en el caso de yacimientos situados en las cimas o en laderas


de cerros, la escorrentía puede haber transportado y dispersado tanto artefactos

17
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

como estructuras a decenas o centenares de metros de sus lugares de deposición


primaria, lo cual dificulta su identificación en la prospección de superficie y
puede llegar a hacer irrelevante e inútil su excavación (Burillo Mozota y Peña
Monne, 1984:95-97). En el caso de yacimientos ubicados en zonas llanas, la
gradual deposición de materiales procedentes de la erosión de las vertientes, así
como de las avenidas fluviales puede llegar a enterrar yacimientos enteros bajo
metros y metros de sedimentos en pocos cientos de años, haciendo imposible
su identificación directa sobre el terreno (Vita-Finzi, 1978:40; Mateu Bellés,
1992:678).

Precisamente, uno de los temas más tratados por la Geoarqueología ha sido el


estudio del papel de los procesos de sedimentación aluvial y marítima en la
evolución geomorfológica de los paisajes al objeto de reconstruir con la mayor
precisión posible el entorno físico correspondiente a las comunidades humanas
del Pasado. Efectivamente, la sedimentación aluvial y marítima hace evolucio-
nar la topografía y la naturaleza de los suelos a lo largo de los cursos fluviales
y sus desembocaduras, así como a lo largo de las costas, especialmente desde
que a comienzos del Holoceno el ser humano comienza un proceso de defores-
tación sistemático de los bosques naturales para dar paso a la economía agraria.
A este respecto, un ejemplo llamativo de las potentes alteraciones post-deposi-
cionales que los yacimientos arqueológicos y su entorno inmediato pueden ex-
perimentar es el estudio de los asentamientos costeros. Por todo el Mediterráneo
se cuentan yacimientos prehistóricos, protohistóricos, antiguos o incluso me-
dievales que un día fueron ciudades costeras y puertos de mar y actualmente
aparecen retranqueados varios kilómetros tierra adentro como resultado de la
formación de llanuras aluviales costeras en torno a la desembocadura de ríos
(Mateu Bellés, 1992:675) (Figura 11). Tal es el caso, por ejemplo, de numero-
sos asentamientos costeros fenicios de Andalucía, que originalmente se ubica-
ban en islas o islotes a cierta distancia de la línea de costa y frente o junto a la
desembocadura de ríos que daban acceso al interior. Investigaciones recientes
han demostrado que la acción de la sedimentación costera de esos mismos ríos
ha llevado a que los vestigios de aquellos asentamientos se encuentren actual-
mente varios kilómetros tierra adentro (Arteaga y otros, 1997).

Pero los efectos de las dinámicas hidrológicas en el registro arqueológico no


son solo perceptibles a escala de los yacimientos arqueológicos y sus entornos
paisajísticos, sino que son incluso detectables a nivel de los artefactos indivi-
duales. Un ejemplo clásico es el de la tecnología lítica del yacimiento del Pa-
leolítico Inferior de Ubeidiya, en el Próximo Oriente donde la frecuencia de las
piezas retocadas covaría generalmente con la naturaleza del medio deposicional
en que fueron encontradas. Así, en condiciones arcillosas y pantanosas el por-
centaje de lascas con “retoques” de Ubeidiya oscilaba apenas entre el 8 y el
16% del conjunto tecnológico total, mientras que en niveles arcillosos que evo-
lucionan lateralmente hacia playas de grava la proporción se incrementa hasta
entre el 30 y el 36%, para finalmente alcanzar porcentajes de entre el 40 y el

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

60% en acumulaciones de gravas y cantos rodados (Bar-Yosef, 1993:23-24).


La presencia de retoques no antrópicos derivados del golpeo de unos cantos y
lascas con otros por la acción del agua, por solifluxión o crioturbación o por el
desprendimiento de piedras desde cornisas de acantilados y techos de cuevas
son factores post-deposicionales que, en el caso concreto de la tecnología lítica
paleolítica, deben ser examinados y contabilizados antes de proceder a una in-
terpretación cultural o tecnológica de un conjunto (Straus, 1993:6).

 La alteración edafoquímica de los vestigios arqueológicos es resultado de la


interacción continuada del agua con las soluciones minerales del suelo, la mi-
crofauna, las bacterias, los hongos y las variables micro-ambientales (humedad,
presencia de soluciones mineralizantes y sales de sodio, etc.) (Butzer,
1989:111-113). La variabilidad de tales condiciones es responsable de la con-
servación o degradación de los restos inorgánicos (piedra, metal, cerámica) y
orgánicos (restos humanos, huesos y despojos de animales, restos de comida,
ofrendas orgánicas, tejidos vegetales y animales, etc.) depositados como parte
del registro arqueológico. Las tasas habituales de preservación en condiciones
edafoquímicas normales (Renfrew y Bahn, 1991:58) muestran que general-
mente tan solo los artefactos elaborados en piedra alcanzan un 100% de preser-
vación, mientras que los artefactos metálicos, en cristal y cerámica se sitúan
entre el 75 y el 80% dependiendo de si se trata de ambientes áridos o húmedos.
Las tasas de preservación de materiales orgánicos como hueso, madera, concha,
plantas y textiles decrecen enormemente en condiciones de aridez (entre el 5 y
el 25%) aunque sin embargo pueden ser algo mejores (entre el 35 y el 75%) en
condiciones de gran humedad o saturación acuosa del suelo (estas condiciones
son bastante particulares y excepcionales según se describe más adelante).

Un factor particularmente relevante en la degradación de la materia orgánica


sedimentada es la acidez del suelo, que si es alta puede conducir a una descom-
posición relativamente rápida y completa de restos osteológicos de animales y
seres humanos, así como de plantas. El pH es además clave en el proceso de
fijación del fósforo al suelo. Los excrementos y la orina de personas y animales
dejan importantes cantidades de fósforo en el suelo, lo mismo que la descom-
posición de materias orgánicas (especialmente cadáveres), lo cual es utilizado
como indicador arqueológico de áreas de actividad en asentamientos (Sánchez
Vizcaino y Cañabate Guerrero, 1998) o como indicador indirecto de la presen-
cia de inhumaciones en tumbas (Manuel Valdés y otros, 1998), especialmente
en aquellos casos de concentraciones demográficas prolongadas en el tiempo.
En general, se ha estimado que aproximadamente el 90% del fósforo depositado
en un suelo se transforma en fosfatos indisolubles (que pueden ser identificados
con las técnicas edafoquímicas adecuadas) mientras que el otro 10% queda dis-
ponible para su re-absorción por las plantas (Sánchez Vizcaino y Cañabate Gue-
rrero, 1998:61).

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

 Los derivados de sucesos catastróficos son con mucho los más excepcionales
de los mecanismos geomorfológicos de transformación post-deposicional de
los yacimientos arqueológicos, pero no por ello deben ser ignorados. Determi-
nados eventos geológicos, como las erupciones volcánicas, han producido en
ocasiones la completa desaparición de la superficie bajo metros de ceniza o lava
de asentamientos humanos completos. Los ejemplos más conocidos son las ciu-
dades romanas de Pompeya y Herculano, en el Sur de Italia, la ciudad minoica
de Acrotiri en la isla de Santorini (antiguamente Thera) en Grecia, o la ciudad
mexicana pre-clásica de Copilco (Vita-Finzi, 1978:40). Otros eventos como te-
rremotos, inundaciones o procesos gravitacionales (como coladas de barro y
deslizamientos de ladera) han sido esporádicamente identificados como respon-
sables de alteraciones post-deposicionales severas de yacimientos arqueológi-
cos.

c) Los mecanismos biogénicos de alteración de los depósitos arqueológicos inclu-


yen la actividad combinada de animales, plantas y bacterias. Una forma común de
afección de origen animal de los depósitos arqueológicos son las madrigueras y
agujeros de gusanos, que perforan las estratigrafías mezclando a menudo artefactos
y ecofactos de distintos niveles y cronologías (Wood y Johnson, 1978:318-328;
Stein, 1983; Boceck, 1986) (Figura 12). En los yacimientos en cuevas los depósitos
arqueológicos suelen verse asimismo afectados por la acumulación de excrementos
de aves y murciélagos, que con el paso del tiempo pueden formar gruesas capas que
sellan y ocultan los niveles arqueológicos al tiempo que inducen procesos químicos
de degradación de artefactos y ecofactos (Bar-Yosef, 1993:20). La vegetación tam-
bién produce importantes efectos de bioturbación. La penetración de las raíces de
grandes árboles puede afectar de forma significativa a sedimentos y estructuras ar-
quitectónicas tales como muros y pavimentos; cuando las raíces se descomponen y
desaparecen los espacios que ocupan pueden ser rellenados con sedimentos proce-
dentes de capas superiores produciéndose así una mezcla de artefactos y ecofactos
de niveles y cronologías diferentes (Wood y Johnson, 1978:328-333; Butzer,
1989:110).

d) Los mecanismos antropogénicos de alteración del registro arqueológico son nu-


merosos y pueden oscilar desde el saqueo puntual de una tumba hasta la incidencia
a larga escala temporal que el laboreo agrícola ha tenido sobre la denudación y
erosión de amplias regiones del planeta desde comienzos del Holoceno. Los yaci-
mientos arqueológicos (especialmente los asentamientos de carácter urbano) han
sido a menudo utilizados como canteras para la extracción de bloques de piedra por
comunidades posteriores, lo que con frecuencia ha conducido a una destrucción
casi total de algunos monumentos y edificios. Igualmente, desde la antigüedad ha
existido una actividad expoliadora de sitios arqueológicos (especialmente tumbas)
relacionadas con el coleccionismo de antigüedades que ha producido enormes alte-
raciones post-deposicionales en muchos yacimientos. En la Figura 13 se muestra
un ejemplo de la degradación diferencial que experimentan los materiales de una
edificación tradicional por la acción conjunta de los factores antropogénicos,

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

biogénicos y geomorfológicos. En la arquitectura preindustrial es habitual que los


cimientos, paredes y techumbres de las viviendas estén elaborados con materiales
que resisten de distinta forma el paso del tiempo (piedra en los cimientos y zócalos
de muro, adobe y madera en las paredes, vigas de madera y tejas de cerámica en la
techumbre) (Figura 14).

Por otra parte, el clareo y deforestación de bosques que las comunidades campesi-
nas humanas han llevado a cabo en diversas regiones del planeta desde el comienzo
de la economía agrícola en los milenios IX-VIII a.n.e. han producido graduales
alteraciones de las dinámicas de denudación del suelo con los efectos arqueológicos
ya mencionados anteriormente. Precisamente, uno de los ejes del debate sobre la
morfogénesis de las cuencas sedimentarias fluviales de la región mediterránea ha
sido la contraposición de las hipótesis denominadas climática y antropogenética
respectivamente. Según el marco explicativo climático postulado por Claudio Vita-
Finzi (1969) el último aluvionamiento de los valles mediterráneos ha sido el resul-
tado de dos grandes formaciones denominadas Older Fill (Relleno Antiguo, de en-
tre 50.000 y 10.000 BP) y Younger Fill (Relleno Reciente, posterior a c.10.000 BP),
ambas derivadas fundamentalmente de los cambios climáticos asociados al glacia-
rismo, aunque en el caso del Younger Fill se reconocer una limitada responsabilidad
humana (Mateu Bellés, 1994:678). De acuerdo con la hipótesis antropogenética
sostenida por K. Butzer, en cambio, la deforestación para la apertura de tierras de
cultivo desde el Neolítico, especialmente acentuada en época protohistórica y ro-
mana, con la subsiguiente ruptura de los horizontes edáficos, es la responsable prin-
cipal de los acelerados procesos de erosión que se han dado en las cuencas sedi-
mentarias mediterráneas (Mateu Bellés, 1994:681).

e) Finalmente, en relación con los procesos post-deposicionales es preciso tener


presente la existencia de ambientes extremos desde el punto de vista edafoquímico
y climático donde se pueden dar unas condiciones excepcionales de preservación
de los restos materiales orgánicos que posibilitan las obtención de datos e informa-
ciones poco habituales.

 En ambientes de extrema aridez la escasez de agua impide el desarrollo de los


micro-organismos que habitualmente destruyen la materia orgánica, lo cual po-
sibilita la conservación de objetos de cuero, madera y tejido. En algunas regio-
nes del mundo de ambiente desértico como Egipto, el sureste de los EEUU o
regiones andinas, la aparición de momificaciones espontáneas de cadáveres de
animales y seres humanos (luego seguida por el desarrollo cultural de procesos
de momificación artificial) es una consecuencia especial de este tipo de am-
bientes, con la consiguiente posibilidad de estudiar tejidos humanos (piel, ca-
bello, órganos) habitualmente descompuestos.

 De forma parecida, en ambientes de extrema frialdad, la refrigeración natural


por congelación puede suspender el proceso de descomposición de los organis-
mos vivos durante cientos y miles de años. Algunos casos espectaculares son

21
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
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los de los mamuts completos de los yacimientos siberianos de Beresovka y Be-


relekh, los cuerpos de los escitas del siglo V a.n.e. de Pazyryk (Altai, Rusia), el
cuerpo de la Edad del Cobre de Similaum (Alpes italianos), conocido como el
Hombre del Hielo (Figura 15), o la familia esquimal del siglo XIII d.n.e. en-
contrada en Qilakitsoq (Groenlandia).

 En ambientes de saturación hídrica (por ejemplo por inmersión en barro) las


condiciones anaeróbicas* hacen que los micro-organismos que descomponen
la materia orgánica y los cadáveres no puedan desarrollarse. En tales condicio-
nes los artefactos elaborados con materias primas orgánicas, los ecofactos y los
tejidos humanos no óseos pueden llegar a preservarse durante largos periodos
de tiempo. Los ejemplos más conocidos de momificación espontánea de cuer-
pos humanos por condiciones de saturación hídrica son los denominados bog
people (gente de los pantanos) del Norte de Europa, datados en la Edad del
Hierro, y que en algunos casos han llegado hasta nuestros días en un estado de
conservación asombroso (Figura 16). Igualmente, en los palafitos*, hábitats de
la Prehistoria Reciente europea, la deposición bajo gruesas capas de barro ha
posibilitado la conservación de artefactos (ruedas, mangos, tejidos) y estructu-
ras arquitectónicas (postes, vigas, suelos) elaborados en materia orgánica que
en otras condiciones edafoquímicas y climáticas no se habrían preservado (Fi-
gura 17).

1.2.c.- Clases de yacimientos.


a) En primer lugar es preciso tener en cuenta una serie de principios generales que
ordenan la naturaleza y virtualidad de una clasificación funcional de los yacimien-
tos arqueológicos. Ya se expuso anteriormente que los yacimientos son ámbitos
deposicionales en los que se sedimentan y estratifican los residuos materiales de la
vida humana. Existen multitud de clases funcionales de yacimientos, de hecho prác-
ticamente tantas como actividades y formas de comportamiento humanas puedan
concebirse. Las clasificaciones más comunes en Arqueología agrupan esa gran va-
riabilidad potencial de los mismos en una serie más reducida de cuatro categorías,
que son (i) lugares de habitación, (ii) lugares productivos, (iii) lugares rituales y
ceremoniales y (iv) lugares funerarios, pudiendo establecerse algunas característi-
cas generales con respecto a cada una de estas clases.

 Un primer principio a tener en cuenta es el carácter relativo de cualquier clasi-


ficación funcional de yacimientos, que constituye meramente una heurística*
para el estudio del Pasado: las categorías que comporte no pueden ser interpre-
tadas como estancas o absolutas. Entre muchas sociedades los sitios de produc-
ción tienen un fuerte componente simbólico y sirven de escenario a ciertas ac-
tividade rituales, lo mismo que sabemos que algunos pueblos enterraban a sus
muertos en los espacios de habitación (bajo el suelo de sus casas, concreta-
mente), lo cual hace bastante difícil establecer dicotomías absolutas entre, por

22
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

ejemplo, lo doméstico y lo funerario. No obstante, hecha esta salvedad y siendo


conscientes de la relativa operatividad de esta clasificación, es también opor-
tuno afirmar que en un número elevado de sociedades es posible distinguir entre
sí los sitios habitacionales, los funerarios, los de producción y lo de carácter
ceremonial, dadas sus características deposicionales, morfológicas y paisajísti-
cas. Además, cada una de estas clases de yacimientos arqueológicos posibilita
la interpretación de aspectos específicos de la vida humana.

 Por otra parte, es preciso tener en cuenta que la diversidad de clases funcionales
de yacimientos está fuertemente correlacionada con la complejidad de la socie-
dad que los haya generado (entendiendo complejidad en términos sociales, eco-
nómicos y tecnológicos). La diversidad de yacimientos arqueológicos genera-
dos por la sociedad estatal y esclavista romana no es equiparable a la generada
por las bandas* de cazadores y recolectores que ocupaban Europa durante el
Paleolítico Superior. Puesto que en la sociedad romana las actividades econó-
micas están más especializadas, y existe una mayor variabilidad en razón de la
demografía, la organización social y política o la implantación territorial, en su
estudio será posible identificar una mayor diversidad de categorías y subcate-
gorías funcionales de yacimientos, así como una mayor complejidad morfoló-
gica de vestigios materiales.

 El tercer principio a tener en cuenta es que a mayor antigüedad, mayores las


posibilidades de que la variabilidad funcional de yacimientos quede desfigurada
o infrarepresentada, no ya solo por la mayor incidencia de los factores postde-
posicionales tratados en la sección anterior, sino por la propia complejidad de
las sociedades, que ha ido incrementándose con el paso del tiempo.

b) En los lugares habitacionales la deposición de los vestigios materiales suele pro-


ducirse de una forma paulatina y espontánea como resultado de las actividades
domésticas llevadas a cabo en ellos y dan lugar a interpretaciones sobre las pautas
de organización económica, social y política de las comunidades que los produjeron

 En efecto, desde el punto de vista deposicional, los depósitos arqueológicos de


lugares de habitación proceden de la preparación y consumo de alimentos, des-
carte y eliminación de basuras, reparación, sustitución y abandono de pavimen-
tos, suelos, paredes y techumbres de las unidades de habitación, etc. Así, los
vestigios materiales típicos de los lugares de habitación son desperdicios de
carácter doméstico, bien sean orgánicos (restos de comida, huesos de animales,
excrementos humanos y animales, trozos de leña y madera utilizadas en fuegos
y hogares) o inorgánicos (fragmentos de vasijas cerámicas y otros artefactos
rotos, herramientas inutilizadas, acumulaciones de fosfatos, escombros proce-
dentes de techumbres y muros, etc.) entremezclados con todo tipo de construc-
ciones arquitectónicas. Los yacimientos arqueológicos de carácter habitacional
suelen ofrecerse al arqueólogo como una superposición paulatina de contextos
y artefactos, ya que la deposición es gradual, diaria, lenta y progresiva (ejemplo

23
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

en Figura 18). Si un mismo asentamiento es ocupado durante un periodo dila-


tado de tiempo (como sabemos que es el caso en la Prehistoria del Viejo Mundo,
donde algunos asentamientos llegaron a estar habitados durante cientos y miles
de años), la paulatina sedimentación de desperdicios y escombros hará que el
sitio vaya formando una verdadera colina, lo que se conoce como un tell* (o un
tepe en Anatolia). Además, los lugares habitacionales se caracterizan por el ca-
rácter predominantemente espontáneo de la deposición de vestigios materiales.
El carácter espontáneo de la acumulación de vestigios se explica por la ausencia
de una intención que guíe la deposición deliberada cuidadosa de los restos, que
por lo general alcanzan su lugar de deposición estratigráfica definitiva de forma
aleatoria (nadie se preocupa de que el derrumbe de un muro tenga una u otra
forma o se produzca en una u otra dirección). Como se verá más adelante, este
factor de espontaneidad diferencia mucho a los yacimientos habitacionales de
los funerarios.

 Desde el punto de vista interpretativo, el principal potencial de los yacimientos


habitacionales reside sobre todo en que son expresión directa de la infraestruc-
tura económica y de la organización social y política de las comunidades que
los generaron. Según se verá en la sección dedicada a la interpretación del te-
rritorio, la localización de los asentamientos en el paisaje expresa una determi-
nada estrategia de ocupación y de explotación de los recursos naturales, es decir
una estrategia económica. Además, las unidades estratigráficas y contextos pre-
sentes en los asentamientos, y sus asociaciones, expresan pautas de almacena-
miento, aprovechamiento y consumo de tales recursos, así como las reglas y
principios que presiden su organización sociopolítica (niveles de desigualdad
en el acceso a los recursos, jerarquización social, institucionalización del poder,
etc.).

c) En los lugares de producción los vestigios materiales se depositan como conse-


cuencia de actividades económicas especializadas, por lo que en general los depó-
sitos tienen un carácter más especializado (menos diversificado) que en los contex-
tos habitacionales, pudiendo ser interpretados sobre todo en clave de aprovecha-
miento de recursos, tecnología y organización de la producción.

 Desde el punto de vista deposicional, el rasgo más distintivo de los lugares de


producción suele ser la menor diversidad de los depósitos, que a veces están
muy especializados. Así, en un lugar de producción metalúrgica prehistórico se
identificarán grandes cantidades de escorias y otros residuos del proceso de fun-
dición metalúrgica, mientras que en un alfar romano se identificarán vertederos
de cerámica (donde los fallos de cocción eran arrojados). En cambio, en este
tipo de yacimientos no se encuentran las grandes cantidades de materia orgánica
resultantes de la preparación y consumo de comida que son habituales en po-
blados, asentamientos y núcleos urbanos. Otro rasgo generalmente distintivo de
los lugares especializados en la producción es el de su ubicación: por una parte
suelen estar apartados de las viviendas debido a las emanaciones de olores,

24
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

humos, calor y riesgo de incendio que muchas de ellas pueden comportar, mien-
tras que por otra se emplazan con frecuencia allá donde se ubican las materias
primas necesarias, trátese de materia inorgánica (vetas metalíferas y aflora-
mientos de rocas diversas en el caso de minas y canteras) u orgánica (lugares
de paso de animales en el caso de cazaderos, comunidades de moluscos en el
caso de los concheros, etc.). En todo caso, el factor ubicación está muy en fun-
ción del nivel de complejidad socioeconómica de la formación social que haya
producido el registro arqueológico.

 Desde el punto de vista de su potencial interpretativo, los sitios especializados


en la producción son esenciales para la interpretación arqueológica de la eco-
nomía de las sociedades del Pasado. La investigación de este tipo de yacimien-
tos permite delimitar el abanico de recursos naturales explotados por una socie-
dad o comunidad, la tecnología y procedimientos empleados en su extracción y
procesamiento y las características de los productos y artefactos resultantes.
Entre las sociedades de la Prehistoria Reciente europea, el abanico de sitios
especializados en la producción (al menos los más visibles) incluye minas, can-
teras de sílex, fundiciones metalúrgicas, talleres líticos y pecios*. En época ro-
mana este abanico se amplía notablemente para incluir materias primas como
la arcilla (alfares, talleres y fábricas de vidrio) o el hierro (minas y fundiciones).
La escala de la producción se expande poderosamente desde la Prehistoria hasta
la época romana: ello se constata fácilmente al comparar la tipología de minas
de cobre que encontramos en El Áramo (Asturias), donde los trabajadores ac-
tuaban en estrechas galerías, con las minas de oro de Las Médulas (León),
donde se empleaba el procedimiento de la ruina montium mediante la cual gran-
des porciones de los depósitos que contenían el preciado metal eran arrasadas
con ayuda de agua transportada desde grandes distancias mediante complejos
sistemas hidráulicos (Figura 19).

d) Entre los lugares arqueológicos de carácter ritual se cuentan santuarios, templos,


recintos y espacios sagrados de una gran diversidad de formas, construidos por los
humanos anatómicamente modernos desde el Paleolítico Superior hasta nuestros
días. En este tipo de yacimientos arqueológicos las pautas deposicionales suelen
ser de un carácter mixto, a medio camino entre la espontaneidad de los lugares de
habitación y la planificación simbólica de los lugares funerarios, mientras que
desde el punto de vista interpretativo ofrecen un alto potencial para el análisis de
los sistemas de creencias y las superestructuras ideológico-religiosas de las socie-
dades del Pasado.

 Desde el punto de vista deposicional los yacimientos de carácter ritual suelen


mostrar una serie de pecualiaridades que podrían sintetizarse de la siguiente
forma:

 Configuración mixta. Por una parte es frecuente observar pautas graduales


y espontáneas de sedimentación de artefactos y contextos semejantes a las

25
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

observadas en los lugares de habitación, en este caso derivadas bien de la


celebración de actividades rituales (sacrificios de animales y seres huma-
nos, banquetes y festines, reuniones y procesiones, etc.), bien de las recons-
trucciones y reordenaciones arquitectónicas a que los recintos y edificios
son sometidos y que ocasionalmente dejan el vestigio de escombros, expla-
naciones y diversas otras alteraciones constructivas (posiblemente entre los
ejemplos más espectaculares de ello se encuentren los centros ceremoniales
de las ciudades mayas, que eran completamente demolidos y reconstruidos
cada vez que un nuevo rey comenzaba su gobierno). Por otro lado, ello suele
combinarse con la deposición de conjuntos cerrados de artefactos (en parte
semejantes a los que son propios de los lugares funerarios) cargados de va-
lores simbólicos y sagrados y específicos de cada cultura (por ejemplo, de-
pósitos de ofrendas, objetos votivos, etc.).

 Un segundo rasgo característico de estos yacimientos desde el punto de


vista deposicional es que (especialmente en el caso de las sociedades prehis-
tóricas, pero también en el de las históricas) muestran pautas locacionales
en el territorio muy específicas, asociándose a menudo a accidentes e hitos
naturales de especial significación simbólica. Los santuarios, templos y re-
cintos sagrados se emplazan a menudo en lugares remotos o inaccesibles
(tales como cuevas, montañas, bosques, lagos, ríos, manatiales y pozos,
etc.), frecuentemente alejados de los asentamientos (e incluso de las áreas y
regiones habitadas), que tienen, dentro de la cosmogonía* de la sociedad
que los creó, un valor simbólico especial.

 Otro rasgo característico de la dimensión deposicional de este tipo de yaci-


mientos arqueológico es su frecuente perduración a lo largo de dilatados
periodos de tiempo. Incluso cuando las circunstancias sociales, económicas
y políticas de una formación social o comunidad dada han cambiado sensi-
blemente, los mismos recintos y edificios sagrados siguen siendo utilizados
(y re-utilizados), mostrando las potentes pervivencias y sincretismos de los
sistemas de creencias habidos en el Pasado. El caso de los paisajes megalí-
ticos* europeos, discutido en la Tercera Parte de este libro, es un buen ejem-
plo de este tipo de pervivencias.

 Un cuarto y último aspecto importante de la dimensión deposicional de este


tipo de yacimientos es que con frecuencia contienen vestigios de programas
iconográficos* y artísticos que dan soporte a las representaciones simbóli-
cas de las comunidades que los crearon. Entre las poblaciones prehistóricas
(y entre muchísimas de carácter histórico también) ello se expresa con gran
frecuencia en la aparición de estelas, tótems, decoraciones pictóricas y gra-
badas de los elementos arquitectónicos, pinturas rupestres, petroglifos* y
geoglifos* que tuvieron significados precisos para los participantes en los
rituales a que aquellos lugares daban marco.

26
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

 En lo que se refiere a su potencial interpretativo, los sitios arqueológicos de ca-


rácter ritual están en conexión directa con los sistemas de creencias y represen-
tación simbólica de las sociedades humanas. Así, pueden ser examinados en
clave de las cosmogonías, cosmovisiones o religiones con que las mismas inter-
pretaban la sociedad, el mundo y el universo. Esta dimensión de la sociedad
humana, que para el paradigma histórico-cultural era prácticamente inabordable
desde las evidencias arqueológicas, ha recibido un notable impulso desde la Ar-
queología postprocesual, produciéndose en los últimos años interesantes inter-
pretaciones relativas a, por ejemplo, las sociedades prehistóricas europeas.

e) En los lugares funerarios las pautas de deposición son completamente diferentes


de las que predominan en los sitios habitacionales y de producción. De hecho podría
casi decirse que ambas son exactamente opuestas, ya que si las segundas estaban
caracterizadas por su carácter espontáneo, gradual y paulatino, las primeras tienen
un carácter deliberado, planificado, ideologizado, singular y sincrónico. El poten-
cial interpretativo de los vestigios materiales funerarios es muy amplio, englobando
aspectos del ámbito de la superestructura ideológica (sistemas de creencias y de
representación simbólica), así como aspectos económicos (intercambio de objetos
exóticos y de prestigio) y biológicos (restos orgánicos humanos).

 Desde el punto de vista deposicional, efectivamente, el registro funerario pre-


senta cualidades que lo hacen muy distinto, si bien claramente complementario,
del registro habitacional. Podemos distinguir cuatro cualidades principales:

 En primer lugar, frente al carácter residual, gradual y espontáneo de los ar-


tefactos y ecofactos sedimentados en los lugares de habitación, los contex-
tos funerarios constituyen depósitos cerrados relacionados con las creencias
escatológicas (es decir, con la creencia en una vida después de la muerte,
un rasgo cultural prácticamente universal entre las sociedades prehistóri-
cas). Estos depósitos cerrados contienen conjuntos (asociaciones de obje-
tos) que se reunen y preparan como ofrendas a los difuntos y son cuidado-
samente seleccionados y preparados por los intervinientes, quienes elabo-
ran, escojen y disponen espacialmente las ofrendas con arreglo a pautas
simbólicas muy elaboradas. El depósito cerrado funerario, por tanto, tiene
una naturaleza deliberada, simbólica e ideologizada que lo distingue radi-
calmente del típico desperdicio de actividad doméstica.

 En segundo lugar, tanto las construcciones como los artefactos integrados


en los sitios funerarios suelen ser recuperados en un estado de conservación
superior a los hallados en los asentamientos. En el caso de las edificiones,
ello se manifiesta en la preferencia por la utilización de materiales construc-
tivos más resistentes y nobles. Entre muchas sociedades prehistóricas y an-
tiguas el uso de la piedra se restringe (o se dedica preferentemente) a los
edificios funerarios y rituales, al objeto de hacerlos más perdurables. En el
caso de los artefactos, ello obedece a que en los asentamientos se depositan

27
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

de forma predominante restos descartados, mientras que en los lugares fu-


nerarios los artefactos son parte de ofrendas cuidadosamente concebidas y
depositadas (Figura 20). El ejemplo típico es el de las vasijas cerámicas,
que en los lugares de habitación suelen aparecer en forma de centenares de
fragmentos inconexos, mientras que en los contextos funerarios aparecen
como vasijas completas (precisamente, una de las causas de que dentro del
paradigma histórico-cultural se diera prioridad al estudio de los yacimientos
funerarios frente a los asentamientos es que en aquellos las probabilidades
de encontrar artefactos con elevado valor estético-museológico eran mucho
más elevadas, un rasgo propio del anticuarismo pre-científico).

 En tercer lugar, los contextos funerarios se caracterizan por una más nítida
delimitación espacial y temporal. Al constituir actos deposicionales únicos
y deliberados, los depósitos funerarios mantienen asociaciones espacio-
temporales fácilmente registrables en el campo, lo cual hizo que, con ante-
rioridad al desarrollo de las técnicas de datación absoluta se desarrollasen
métodos de datación relativa basados en este tipo de asociaciones artefac-
tuales funerarias, como es el caso de la seriación propuesta originalmente
por el arqueólogo británico F. Petrie (1853-1942).

 En cuarto y último lugar, los depósitos funerarios tienen una función como
reservas de valor (económico o social), lo que desde el punto de vista depo-
sicional se expresa de dos formas. Primero en la tendencia a la monumen-
talidad y voluntad de permanencia de los contextos funerarios: no son in-
frecuentes los casos de sociedades prehistóricas cuyas pautas habitacionales
son de muy difícil (o imposible) lectura arqueológica mientras que las pau-
tas funerarias son fácilmente identificables dada la monumentalidad arqui-
tectónica de las construcciones (un buen ejemplo lo tenemos en el megali-
tismo practicado durante el Neolítico por toda la fachada atlántica europea).
Las construcciones funerarias conllevan con frecuencia importantes mensa-
jes relativos a la organización social y política de las comunidades que las
construyeron. La monumentalidad es un mensaje de presencia y poder fá-
cilmente comprensible (Figura 21). La segunda forma en que los contextos
actúan como reservas de valor es por la presencia de artefactos de prestigio
frecuentemente traidos desde lugares lejanos o elaborados con materias pri-
mas exóticas (piedras, metales, marfiles, etc.) Estos objetos y sus materias
primas no suelen contarse entre los sedimentos arqueológicos de los lugares
de habitación (Figura 22).

 Desde el punto de vista de su potencial interpretativo, los lugares funerarios son


altamente complementarios con respecto a los habitacionales, posibilitando re-
construcciones de sistemas de creencias, de organización social, de circulación
e intercambio de materias primas exóticas y de productos de lujo, así como de
aspectos relativos a la biología humana. Los aspectos específicos en los que ese
potencial interpretativo se verifica son los siguientes:

28
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

 Por una parte, contienen un alto poder explicativo potencial respecto a la


escatología (es decir creencias relativas a la existencia después de la muerte)
de las sociedades y comunidades que los generaron, complementando la
información que los lugares de asentamiento aportan con respecto a las pau-
tas económicas. Junto con los datos proporcionados por los lugares ceremo-
niales y de culto, los lugares funerarios permiten una reconstrucción arqueo-
lógica de las religiones del Pasado.

 Por otra parte, es posible interpretar las pautas de asociación de los tres as-
pectos o dimensiones fundamentales del ritual funerario (contenedores, obje-
tos y restos humanos) en términos de organización social y política (niveles
de desigualdad, alcance de la jerarquización, presencia de estratificación so-
cial, etc.). Esta interpretación parte de la premisa de que existe cuasi-univer-
salmente una tendencia al isomorfismo entre la expresión del ritual funerario
y la organización social (Binford, 1972:235), esto es que, por ejemplo, los
individuos pertenecientes a las élites manifiestan su poder mediante contene-
dores y depósitos funerarios más costosos (Wason, 1994:84; Bard, 1994:30).
Aunque esta regla isomórfica ha sido objeto de una amplia discusión teórica,
planteándose ejemplos de formaciones sociales donde precisamente las dife-
rencias en la riqueza y complejidad de las estructuras y ajuares funerarios no
se correlacionan directamente con diferencias de estatus social real, que que-
dan emboscadas ideológicamente (Ucko, 1969; Bloch 1981; Hodder, 1982;
Shanks y Tilley, 1982), lo cierto es que cuenta con una abrumadora cantidad
de evidencias etnográficas confirmatorias (Wason, 1994:85-87) que sugieren
que existe una amplia tendencia entre las sociedades humanas a reflejar las
formas de jerarquización y poder en la materialidad de los ritos funerarios.
La práctica que seguían las comunidades argáricas de la Edad del Bronce en
el Sureste de España, consistente en enterrar a los difuntos en cistas y pithoi*
bajo el suelo de las viviendas, ha sido interpretada como manifestación de
una forma de organización social donde la familia nuclear ha adquirido ma-
yor importancia. Esta práctica contrasta con la utilización de enterramientos
comunales, ubicados en las afueras de las aldeas, por parte de las comunida-
des de la Edad del Cobre en la misma región, lo cual es interpretable como
expresión de una sociedad que pone mayor énfasis en la unidad parental am-
plia (el clan, el linaje) o en la comunidad en general.

 En tercer lugar, dado que según se ha planteado anteriormente, los conjuntos


funerarios muestran deposicionalmente una cualidad de reservas de valor
(material o simbólico), expresadas en la acumulación de artefactos valiosos,
son susceptibles de interpretación en términos de pautas de circulación e in-
tercambio de materias primas exóticas y productos de lujo. En este aspecto
el registro funerario es asimismo altamente complementario con respecto a
los yacimientos de carácter habitacional y productivo en la reconstrucción

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

de las pautas económicas, ya que tales objetos de lujo no suelen aparecer en


los lugares de asentamiento.

 En cuarto lugar, el registro funerario aporta una clase de evidencias práctica-


mente ausentes de los lugares de habitación y que resulta de gran valor inter-
pretativo: los restos orgánicos humanos, que son interpretables en clave de
biología humana. Merced a la aplicación de las técnicas de la antropología
física es posible leer en los restos humanos diversos aspectos de la vida de
las sociedades pasadas. Ello incluye desde cuestiones de morfología (rasgos
étnicos, movimientos poblacionales – aunque estas cuestiones son bastante
controvertidas) y demografía (incidencia de afecciones y patologías, distri-
bución de la población en categorías de sexo y edad, esperanza de vida, etc.),
hasta hábitos de vida (pautas alimenticias), organización social (grupos de
parentesco, desigualdad en el acceso a determinados recursos alimenticios) y
actividades mágico-religiosas (deformaciones rituales, trepanaciones, etc.).

1.2.d.- Lecturas recomendadas.


Introductorias

Maroto Genover, J. (1992): "La Geología aplicada a la Prehistoria." En Roda, I. (Ed.): Ciencias, Me-
todologías y Técnicas Aplicadas a la Arqueología, 19-30. Barcelona. La Caixa

Schiffer, M. B. (1983): “Toward the identification of formation processes.” American Antiquity 48, 675-
706.

Wood, W. R. y Johnson, D. (1978): “A survey of disturbance processes in archaeological site for-


mation.” En Schiffer, M. (Ed.): Advances in Archaeological Method and Theory 1, 315-381. New
York. Academic Press

Avanzadas

Schiffer, M. B. (1987): Formation Processes of the Archaeological Record. Albuquerque. University


of New Mexico Press

Boceck, B. (1986): "Rodent ecology and burrowing behavior: predicted effects on archaeological site
formation." American Antiquity 51 (3), 589-603. Salt Lake City

Burillo Mozota, F. y Peña Monne, J. L. (1984): “Modificaciones por factores eomorfológicos en el


tamaño y ubicación de los asentamientos primitivos.” Arqueología Espacial 1, 91-105. Teruel

Goldberg, P. - Nasch, D. T. - Petraglia, M. D. (Eds.) (1993): Formation Processes in Archaeological


Context. Monographs in World Archaeology 17. Madison. Prehistory Press

Matthews, W. - French, C.A.I. - Lawrence, T. - Cutler, D. F. - Jones, M. K. (1997): "Microstratigraphic


traces of site formation processes and human activities." En Gowlett, J. A. J. (Ed.): High Definition
Archaeology. Threads Trough the Past. World Archaeology 29 (29), 281-310. London. Routledge

Tani, M. (1995): "Beyond the identification of formation processes: behavioral inference based on
traces left by cultural formation processes." Journal of Archaeological Method and Theory 2 (3), 231-
252. New York. Plenum Publishing

Vita-Finzi, A. (1978): Archaeological Sites in Their Setting. London. Thames and Hudson

30
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

2.1.- Introducción.

El reconocimiento de la superficie terrestre con carácter previo o independiente al


concurso de la excavación constituye uno de los ámbitos de nuestra disciplina que
mayor desarrollo ha experimentado en los últimos 30 años. Si dentro del Paradigma
Histórico-Cultural el ámbito de experimentación empírica de la Arqueología era de
forma casi exclusiva la excavación del yacimiento individual, a partir de finales de
los años 1960, el masivo desplazamiento epistemológico que se deriva de las pro-
puestas de la Nueva Arqueología da lugar a un nuevo marco conceptual en el que,
aun cuando la excavación sigue manteniendo su importancia básica, se concede
más importancia a las diversas formas de reconocimiento superficial del territorio
como vehículo para comprender a las sociedades del Pasado. Concretamente, ello
supone un fuerte impulso epistemológico para tres procedimientos de obtención de
datos: la prospección arqueológica de superficie, la captura de imágenes desde pla-
taformas aéreas o espaciales y la prospección geofísica.

Al propio tiempo, a la altura de los años 1960, se acelera en todo el mundo, aunque
especialmente en Europa y Estados Unidos, el proceso de inventariado de los re-
cursos arqueológicos, con el objetivo de posibilitar que su gestión sea más racional
y su protección más efectiva. La creación de inventarios regionales o nacionales de
yacimientos arqueológicos por parte de las administraciones públicas se remonta
en algunos países europeos (notablemente el Reino Unido y Dinamarca) a comien-
zos o mediados del siglo XIX y prosigue con mayor o menor intensidad durante la
primera mitad del siglo XX. El paulatino crecimiento económico y el fuerte desa-
rrollo urbanístico que experimenta Europa a partir de la década de los 1960 hacen
que se implementen procedimientos y actuaciones de emergencia para evitar la des-
trucción masiva de yacimientos arqueológicos como resultado de la ejecución de
grandes obras públicas (autopistas, redes de ferrocarril, pantanos, oleoductos, etc.).
La prospección arqueológica de superficie, la fotografía aérea y la prospección geo-
física recibirán también un fuerte impulso como instrumentos de evaluación y con-
trol del impacto potencial de dichas obras sobre el patrimonio arqueológico, con-
tribuyendo a incrementar los datos disponibles en los inventarios de yacimientos.

Así, hacia mediados de los años 1970 el reconocimiento arqueológico del territorio
experimenta una impactante transformación que lo pone a la altura (o incluso por
encima) de la excavación arqueológica como instrumento para la interpretación del
Pasado a través de los vestigios materiales. Esta transformación se debe, por una
parte, al impulso epistemológico que la Nueva Arqueología (a través de la Ecología
Cultural*) otorga al análisis de la territorialidad de las sociedades pasadas. Por otra,
ha sido consecuencia de la necesidad práctica de identificar y localizar (y en su caso
rescatar) las evidencias arqueológicas en una sociedad industrial donde la expan-
sión urbanística amenaza constantemente con deteriorar el precioso legado material
de nuestro Pasado como especie.

31
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

2.2.- Prospección de Superficie.


2.2.a.- Introducción.

El estatuto epistemológico de la prospección de superficie en la práctica arqueoló-


gica actual se entiende mejor en comparación con aquel que, de modo genérico,
solía tener antes los años 1960 (ver Tabla 1).

ASPECTO PASADO PRESENTE


PARADIGMA PARADIGMA PROCESUAL
HISTORICO CULTURAL
IMPORTANCIA Escasa o Nula Básica
MARCO Local Macro y Semi-Micro
OBJETIVOS Selección yacimientos para  Pautas Asentamiento
excavación  Pautas Demográficas
 Inventario y Evaluación Patri-
monial
 Selección yacimientos excava-
ción
AGENTE Individual y monodisciplinar Colectivo e interdisciplinar
ESTRATEGIA Informantes locales Diseño investigación
Muestreo
Normalización
Informatización
APOYO Escaso o Nulo Alto
INSTITUCIONAL
Tabla 1
El estatuto epistemológico de la prospección de superficie en Arqueología.
Fuente: Adaptado de Ruiz Zapatero (1988:39)

Tradicionalmente, dentro del paradigma histórico-cultural se había venido conside-


rando que la verdadera información arqueológica era la que resultaba de las exca-
vaciones (de modo preferente excavaciones estratigráficas) en yacimientos de sin-
gular importancia. La prospección arqueológica, por tanto, tenía un papel cierta-
mente secundario, supeditada al propósito de identificar yacimientos interesantes
para su posterior excavación (un concepto en el que la excavación equivalía a la
verdadera Arqueología). La estrategia de actuación se resumía generalmente en la
obtención, a partir de informantes locales (aficionados, eruditos y profesores loca-
les, agricultores y, a veces, también expoliadores), de referencias sobre posibles
yacimientos que luego eran visitados y documentados. Otras características de la
prospección arqueológica de superficie anterior al paradigma procesual son, en pri-
mer lugar, que se desarrollaba dentro de un ámbito eminentemente local (es decir,
en las proximidades del centro académico de actuación del responsable de las pros-
pecciones) y, en segundo lugar, que su desarrollo era preferentemente individual,
de forma que, más que un equipo, se encargaba de su ejecución una única persona.
Así entendida, la prospección arqueológica pre-sistemática constituía una especie

32
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

de excursionismo más o menos erudito bastante carente de apoyo institucional y de


una serie de principios y objetivos formalizados como actividad científica.

Por contraposición a este modelo de prospección arqueológica, desde finales de los


años 1960 se comienza a plantear en el mundo anglosajón una alternativa bastante
más sistematizada y formalizada. Al trabajo seminal de R. J. Ruppe (1966) sigue
una serie de trabajos de orden teórico y metodológico que en apenas diez años fijan
de hecho los principios de la prospección arqueológica de superficie contemporá-
nea (Redman y Watson, 1970; Rogge y Fuller, 1977; Plog, 1978; Plog y otros,
1978; Schiffer y otros, 1978; etc.). Posteriormente se han ido publicando síntesis
cada vez más avanzadas de este tema (cf. discusión en Banning, 2002). En España,
las primeras lecturas y aplicaciones de estas propuestas tienen lugar a partir de los
años 1980 (Ruiz Zapatero, 1983; 1988; Ruiz Zapatero y Burillo Mozota, 1988; Fer-
nández Martínez, 1985; Fernández Martínez y Lorrio Alvarado, 1986; etc.).

En este marco, la prospección arqueológica de superficie pasa a ser considerada


fundamental a nivel epistemológico, dependiendo de ella la producción de las evi-
dencias y el conocimiento necesarios para entender las pautas de distribución hu-
mana en el territorio, incluyendo las formas de adaptación y explotación de los re-
cursos así como de interacción entre distintos grupos humanos, problemas ambos
centrales en el discurso ecológico cultural. La prospección sirve indirectamente
para establecer prioridades y para permitir una elección informada de los yacimien-
tos cuya excavación puede ser más beneficiosa para un Programa de Investigación
dado, pero al propio tiempo tiene una enorme importancia por sí misma para esta-
blecer la base empírica relativa al comportamiento territorial de las sociedades del
pasado.

En este caso, como se verá en las siguientes secciones, la prospección pasa a ser
una actividad realizada no individualmente, sino en equipo (y preferentemente por
equipos multidisciplinares), con una serie de procedimientos formalizados y estan-
darizados, cada vez más sofisticados en su diseño técnico, para la cobertura del
terreno y la recogida de la información. Pasa a ser asimismo una actividad que des-
borda el ámbito local, estableciéndose a escala regional, nacional o incluso interna-
cional, y disponiendo asimismo de mucho más apoyo y patrocinio institucionales.

En las siguientes secciones de describen los principios, métodos y técnicas que ri-
gen actualmente el desarrollo de la prospección arqueológica de superficie. Se pres-
tará atención fundamentalmente a la prospección arqueológica a escala macro, es
decir, aquella que tiene como objetivo la identificación de yacimientos arqueológi-
cos nuevos. Dentro de este ámbito de aplicación de la prospección se hace referen-
cia a un caso de prospección temática concreta, la prospección arqueometalúrgica.
Finalmente se hace referencia a la prospección de superficie a escala semi-micro,
es decir, aquella destinada al establecimiento de inferencias relativas a la organiza-
ción interna de yacimientos concretos.

33
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

2.2.b.- Selección del marco territorial de actuación.

El ámbito de actuación física de una prospección arqueológica de superficie es de-


terminado en cada caso por las circunstancias y objetivos establecidos en el Pro-
yecto que la enmarca. De modo general suele utilizarse uno de los siguientes tres
criterios para delimitar el espacio dentro del cual se realizará la prospección.

a) Delimitación administrativa. Si la prospección de superficie se enmarca en una


actuación de gestión y protección patrimonial, la prospección arqueológica viene
normalmente delimitada por límites administrativos contemporáneos tales como
parcelas catastrales, fincas, comarcas, municipios, provincias, etc. En el caso de
Andalucía, las revisiones anuales que del inventario arqueológico de yacimientos
efectúa la Consejería de Cultura se hacen por municipios: el municipio tiene, a
efectos de protección, una gran importancia como referente territorial para el regis-
tro y documentación de los yacimientos arqueológicos. En casos de prospección
por trabajos de reforestación es habitual que la delimitación del área de prospección
venga dada por la parcela de una finca. Un caso particular es la delimitación de la
zona de prospección a partir de los límites de las hojas de una serie cartográfica
dada (Figura 23).

b) Delimitación poligonal ad hoc. Con frecuencia, las prospecciones de superficie


realizadas como parte de intervenciones arqueológicas de urgencia se basan en de-
limitaciones ad hoc como por ejemplo polígonos de seguridad (buffers*) en torno
al trazado de carreteras, autopistas, líneas de ferrocarril o pantanos en construcción
(Figura 24). Generalmente, en el caso de prospecciones de superficie a lo largo de
áreas de afección de obras que aparecen como elementos lineales sobre un mapa*
(carreteras, líneas férreas, etc.) suele establecerse un área o buffer de prospección
de entre 200 y 250 metros a cada lado del mismo. Pero en realidad en estos casos
suelen ser las propias características de la obra, y sus consiguientes pautas de afec-
ción potencial sobre el registro arqueológico, las que determinan la forma y tamaño
de las áreas de prospección.

c) Delimitación geográfica y cultural. En casos en que la prospección se efectúa


como parte de un proyecto de investigación sobre doblamiento antiguo, el marco
de actuación suele venir delimitado por una unidad fisiográfica (como un valle flu-
vial, una llanura, un sistema montañoso, etc.) o por una unidad territorial de carácter
cultural o político (por ejemplo, el ámbito de extensión de determinadas comuni-
dades prehistóricas, un conventus romano o un reino medieval). En cualquier caso,
es preciso evitar que una prospección de superficie destinada a proporcionar datos
sobre el Pasado venga delimitada por un marco territorial anacrónico: por ejemplo,
la delimitación actual de términos municipales no tiene ningún significado para la
comprensión de las sociedades ibéricas prerromanas, que operaban en un marco
territorial propio.

34
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

La delimitación del área de prospección debe ser cuidadosamente valorada como


parte del diseño de la investigación. Si los datos de la prospección van a ser utili-
zados posteriormente para analizar las pautas de asentamiento y territorialidad de
una serie de comunidades esta decisión puede tener gran importancia en algunos
casos, sobre todo en lo que concierne a los límites o bordes del área estudiada.
Determinadas técnicas de análisis espacial, como por ejemplo el Análisis del Ve-
cino Más Próximo (tratado más adelante), experimentan un efecto borde que puede
sesgar los resultados finales (Banning, 2002:80).

2.2.c.- Recopilación y valoración previa de la información.

La prospección arqueológica de superficie comienza con un proceso de documen-


tación previo al trabajo sobre el terreno. Existen numerosos aspectos de crucial im-
portancia para el desarrollo de la propia prospección que deben ser contrastados
antes de pasar a la propia actividad de campo.

a) Por una parte es esencial la recopilación de la cartografía* relevante para el área


de prospección. En este sentido es preciso un conocimiento operativo de las series
cartográficas disponibles para una región dada y sus características (escala, fecha
de edición, formato, disponibilidad comercial). La Tabla 2 da una lista no exhaus-
tiva de algunas de las series cartográficas disponibles para proyectos de prospec-
ción arqueológica en la Comunidad Autónoma Andaluza.

TEMA ORGANISMO ESCALAS FORMATO AMBITO


PRINCI- EDITOR
PAL
Topografía Instituto Cartográfico de 1:10.000 Papel y digital (raster) Andaluz
Andalucía (ICA)
Topografía Servicio Cartográfico del 1:250.000 Digital Nacional
Ejército (SGE) 1:800.000
Topografía y Instituto Geográfico Nacio- 1:25.000 Papel y digital (raster y Nacional
Otros nal (IGN) 1:50.000 vectorial)
Otras

Geología Instituto Geológico y Mi- 1:25.000 Papel Nacional


Metalogénesis nero de España (IGME) 1:50.000

Varios Instituto cartográfico de Varias Papel y digital Andaluz


Andalucía (ICA)
Tabla 2
Cartografía Topográfica y Temática de Andalucía.
Fuente: Elaboración propia

Dado que los resultados de una prospección de superficie son presentados necesa-
riamente sobre un soporte cartográfico, el conocimiento y disponibilidad de estas
series cartográficas constituye un paso previo básico para la ejecución del estudio.
Además, el estudio de determinados elementos del territorio reflejados en la carto-
grafía puede contribuir poderosamente a delimitar prioridades y a una dirección
mejor informada del trabajo de campo. Al propio tiempo, la forma más común de
presentar los resultados de la prospección arqueológica de superficie (y ciertamente

35
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

de cualquier procedimiento de reconocimiento arqueológico del territorio) es un


mapa. Dado que los mapas son al mismo tiempo fuente y destino de la información
de la prospección arqueológica, los conceptos elementales de la cartografía adquie-
ren una gran relevancia en nuestra disciplina y por ello se les dedica una atención
especial más adelante, en la sección 2.6 de este libro.

b) Específicamente, una importante vía de reconocimiento indirecto del terreno se


deriva del análisis de la toponimia* recogida en la cartografía (y más tarde, ya en
el curso del trabajo de campo, también de la toponimia no oficial, es decir, la utili-
zada por los habitantes de la zona pero no registrada en la cartografía). Junto con
la antroponimia (nombres de personas), la toponimia (nombres de lugares) consti-
tuye una disciplina más general denominada onomástica. Los topónimos pueden
ser estudiados desde dos perspectivas: la del sustrato lingüístico al que pertenecen,
y la del referente del paisaje que incorporan.

En el caso de la Prehistoria e Historia de la Península Ibérica existen cuatro grupos


principales de topónimos en función del estrato lingüístico:

 Nombres del sustrato lingüístico prelatino (por ejemplo, Carmona, Karmo


– del cartaginés “kart” - fortificación).
 Nombres del sustrato lingüístico latino (por ejemplo, Aracena, Villa Are-
tiana, que hace referencia al nombre propio de un propietario de tierras).
 Nombres del sustrato lingüístico árabe (por ejemplo Alájar - “la piedra” o
Aljaraque, “camino trillado”).
 Nombres del sustrato lingüístico castellano (por ejemplo, Cañaveral de
León, esto es “perteneciente al reino de León, no al de Sevilla”).

Desde el punto de vista del referente paisajístico que incorporan, los topónimos se
pueden agrupar en una de tres categorías principales según refieran:

 Etnias o pueblos
 Accidentes geográficos y sus características (colores, formas, alturas)
 Eventos y referentes del pasado

En cualquiera de los tres grupos es teóricamente posible la identificación de lugares


de interés para el reconocimiento arqueológico del territorio. Tomando como base
diversos estudios de la toponimia antigua de Andalucía occidental (Gordón Peral,
1988; 1995; Gordón Peral y Ruhstaller, 1991) es posible obtener una lista de tipos
de topónimos que designan puntos de interés arqueológico al prospector de cual-
quier comarca, municipio o sector situado dentro de esta región. Algunos ejemplos
son:

• Restos de vasijas, recipientes y utensilios tallados: La Tinaja, Los Tinajo-


nes, Las Olleras, La Calderera, Los Destrozos, Las Saetas, Las Flechas, El
Plomo, El Cuchillar, El Cucharón, etc.

36
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

• Monedas, joyas, o más genéricamente un “tesoro”: Mala Moneda, El Do-


blón, Las Pesetas, Durero, El Tesorillo, El Tesoro, Los Zarcillos, La Ar-
queta, etc.

• Pinturas rupestres, inscripciones o grabados: Peña Escrita, Los Letreros,


Las Figuras, Los Números, El Letrado

• Monumentos y sitios funerarios: Entierros, Las Sepulturas, Pierna Seca,


Los Calaveros, El Osario, El Relicario, Las Losas, etc.

• Seres legendarios y/o antiguos: El Moro, El Judío, La Reina Mora, Cueva


de la Mora, El Gigante, La Santera, La Boticaria, etc. En el caso del mega-
litismo, que se examina de forma más detallada en la Segunda Parte de este
libro, son frecuentes los topónimos asociados con gigantes ya que la imagi-
nación y el folclore populares explicaban la existencia de construcciones
realizadas con tan enormes bloques de piedra precisamente como resultado
de las andanzas de seres fantásticos de gran tamaño (Figuras 25a y 25b).

En conjunto, la valoración del componente toponímico del paisaje puede ayudar a


establecer determinadas prioridades estratégicas dentro del área de prospección,
potencialmente contribuyendo además a la interpretación de los yacimientos con
datos de carácter cronológico, etnológico y funcional.

c) Una tercera categoría de información que debe ser valorada previamente al co-
mienzo del trabajo de campo es la propiamente arqueológica. Si existen preceden-
tes de reconocimiento arqueológico de la zona de prospección es preciso documen-
tarlos, bien sea en trabajos publicados o en la literatura gris (informes oficiales y
administrativos que se encuentran inéditos pero disponibles en los archivos de la
administración pública). Asimismo, dado que en España se vienen sistematizando
desde hace dos décadas los inventarios regionales de yacimientos arqueológicos, es
preciso contrastar la posible existencia de registros ya conocidos relevantes para la
prospección en cuestión.

En el caso de Andalucía, la base de datos ARQUEOS, administrada por el Instituto


de Patrimonio Histórico de Andalucía (Consejería de Cultura de la Junta de Anda-
lucía) contiene c. 13.000 registros de yacimientos arqueológicos distribuidos por
toda la comunidad autónoma (Fernández Cacho, 2002b). La consulta de esa fuente
de información antes del inicio de la fase de campo de la prospección es necesaria
para evitar la duplicación de registros mediante el descubrimiento de yacimientos
ya conocidos y catalogados. Igualmente, la legislación andaluza en materia de Pa-
trimonio Arqueológico establece, a partir de sus diversos Reglamentos, la obliga-
toriedad de entregar a la administración competente (Consejería de Cultura) una
copia de la información producida en toda prospección arqueológica de superficie
para que sea incluida en el inventario regional.

37
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

2.2.d.- Estrategia de cobertura y batida del terreno.

Una cuestión central al desarrollo de la prospección arqueológica sobre el terreno


es la de las estrategias de cobertura y batida.

a) Estrategia de cobertura. En lo que se refiere a la estrategia de cobertura del área


de prospección, existen una gran cantidad de alternativas. Una buena síntesis de las
mismas es planteada por E. B. Banning en los capítulos 4 y 5 de su manual sobre
prospección de superficie (Banning, 2002). De una forma mucho más sucinta, aquí
estableceremos que existen dos alternativas genéricas: la cobertura total (o peinado
intensivo de toda el área de estudio) y el muestreo* (selección de una fracción
muestral de la zona de estudio).

 La cobertura total ofrece la ventaja de que supone un peinado exhaustivo del


territorio, incrementa el número de evidencias disponibles y proporciona una
lectura continua del territorio de las sociedades del Pasado. Como inconve-
niente principal presenta su elevadísimo costo en comparación con las estrate-
gias basadas en el muestreo. La cobertura total es especialmente recomendable
en situaciones donde las condiciones de perceptibilidad de las evidencias ar-
queológicas (ver sección siguiente) son malas, como es por ejemplo el caso de
las regiones montañosas. Asimismo, es necesaria en casos de prospecciones de-
rivadas por actuaciones administrativas de urgencia ante la construcción de
obras de gran envergadura que puedan comportar la destrucción de yacimien-
tos. En estos casos el planteamiento del proyecto de prospección debe estar
siempre en función de una estrategia de cobertura intensiva.

 Las estrategias de muestreo. Las estrategias de muestreo se basan en la selec-


ción, dentro del área de estudio, de una serie de parcelas o espacios (referidos
como fracción de muestreo) que son efectivamente prospectados, y cuyos re-
sultados se consideran representativos de la totalidad del área de estudio. Es
preciso considerar los siguientes elementos:

 Forma de las fracciones de muestreo. En la literatura especializada,


las parcelas o espacios que delimitan la fracción de muestreo se de-
nominan transectos* (si son de forma rectangular) o cuadrados/cua-
drículas (si son cuadrados). En la Figura 26 se muestran ejemplos
de estrategias de cubrición basadas en muestreos aleatorios y siste-
máticos de transectos y cuadrados.

 Tamaño de las unidades de muestreo. Para ser realmente eficaz, la


superficie de la fracción de muestreo debe representar un mínimo
del 50% del área de estudio, pero no son infrecuentes los casos en
que la misma se reduce hasta el 25% e incluso el 10% (Ruiz Zapa-
tero, 1983:13). El efecto que el tamaño de la unidad de muestreo

38
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

puede tener en la localización de los yacimientos arqueológicos


queda reflejado en el diagrama de la Figura 27. En el caso A, tanto
los yacimientos 1 y 2 cuentan con el 100% de probabilidades de ser
encontrados, ya que de hecho se prospecta toda el área de estudio,
sin selección fracciones de muestreo. En el caso B, en cambio,
donde se delimitan fracciones de muestreo del 25% de la superficie
total, la probabilidad de encontrar el yacimiento 1 se mantiene al
100 (porque es de gran tamaño) mientras que la del yacimiento 2 se
reduce a solo el 25%. Finalmente, en el caso C, donde la fracción de
muestreo se ha reducido al 6.25%, la probabilidad de identificar el
yacimiento 1 cae hasta el 62%, mientras que la del yacimiento 2 lo
hace hasta el 12.5%.

 Tipo de muestreo realizado. La literatura especializada distingue


cinco tipos de muestreo: muestreo aleatorio (de cuadrados o de tran-
sectos) por el cual se seleccionan al azar una serie de unidades de
muestreo dentro del área de prospección, muestreo sistemático (de
cuadrados o de transectos) por el cual se aplica a la zona de estudio
una malla en la que se seleccionan una serie de unidades a intervalos
regulares, y muestreo estratificado, por el cual se divide en área de
estudio en una serie de sub-áreas de acuerdo a criterios de configu-
ración física (tipos de suelos, intervalos altimétricos, etc.)

Un método empírico sencillo para la evaluación de las estrategias de cobertura es


el propuesto por L. Sundstrom (1993:92). Este método considera que la probabili-
dad de descubrir un yacimiento en una prospección de superficie es una función de
la forma y tamaño del propio yacimiento y del espaciado de los transectos paralelos
de prospección. Partiendo de un yacimiento de forma elíptica,

s
P=
d

Donde P es la probabilidad de que todos los yacimientos de tamaño s sean cortados


por unos transectos espaciados por una distancia d. El perímetro s se calcula por

a2  b2
s = 2
2

donde a y b son los semiejes de la elipse. La fórmula resultante para P es entonces,

2 (a 2  b 2 ) / 2
P=
d

39
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Si se asume una forma circular parael yacimiento, entonces,

2r
P=
d

Donde r es el radio del yacimiento. Mientras que, si se supone una forma lineal, la
fórmula sería

2l
P=
d

Donde l es la longitud del yacimiento.

De acuerdo con Sundstrom, el modelo elíptico es aplicable a la mayoría de los ya-


cimientos arqueológicos, puesto que incluso aquellas construcciones y sitios de
forma lineal (vías, carreteras, acueductos) tienden a producir una dispersión super-
ficial de evidencias de forma elíptica. En cualquier caso, la probabilidad de que el
transecto corte un yacimiento disminuye cuanto más lineal es éste y aumenta con-
forme su forma se aproxima a la circularidad.

b) Estrategia de batida. En este caso, la cuestión fundamental radica en el intervalo


que debe separar a los prospectores en el proceso de batida del territorio. Esta de-
cisión estará de nuevo siempre en fuerte dependencia de las condiciones de percep-
tibilidad del paisaje, tanto en lo inherente al registro arqueológico como a nivel de
condiciones físicas imperantes en la superficie terrestre, así como de la estrategia
de cobertura planteada (muestreo vs. cobertura total) y del equipo disponible. Bá-
sicamente es preciso tener presentes dos parámetros esenciales: el tipo y número de
movimientos y la distancia entre prospectores. El diseño de la estrategia de movi-
mientos de los prospectores y número de pasadas (Figura 28) depende de diversos
factores tales como la eficacia geométrica de las distintas alternativas posibles, la
intensidad de prospección requerida o la experiencia de los prospectores (Banning,
2002:89-92).

Para una cobertura total satisfactoria difícilmente el intervalo entre prospectores


podrá ser de más de 100 metros, situándose normalmente un intervalo aceptable
entre 10 y 75 metros (Schiffer y otros, 1878:13) (Figura 29). Con intervalos de más
de 50 metros es fácil que hallazgos aislados y yacimientos o eventos muy pequeños
puedan pasar desapercibidos. Pero al mismo tiempo, intervalos de escasas decenas
de metros suponen unos incrementos drásticos en los costos de la prospección, ya
que se destinan muchos más recursos humanos a porciones reducidas de terreno.

40
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Un factor de mucha importancia en la batida del territorio es la experiencia del


personal que realiza la prospección. La tasa de identificación de evidencias super-
ficiales puede varias de forma muy significativa entre un prospector o prospectora
con experiencia y uno/a inexperto/a. La formación, preparación y motivación del
personal inexperto en relación con la morfología de yacimientos susceptibles de ser
encontrados o en relación con las condiciones de perceptibilidad (ver discusión a
continuación), con carácter previo al comienzo del trabajo de campo, puede tener
una importancia determinante en los resultados obtenidos (Banning, 2002:65-66).

2.2.e.- Condiciones de perceptibilidad del registro arqueológico

Con independencia de la aproximación metodológica que se siga, las estrategias de


cobertura y batida del terreno son en parte (inevitablemente) dependientes de una
serie de parámetros relativos a las condiciones de perceptibilidad del registro ar-
queológico. Estas condiciones son de dos clases: por un lado, las condiciones inhe-
rentes al propio registro arqueológico, y por otra las condiciones físicas imperantes
a nivel de superficie. De acuerdo con algunos estudios recientes (Terrenato, 2000),
en condiciones de perceptibilidad desfavorables el número de yacimientos identifi-
cados en la prospección arqueológica de superficie puede llegar a ser hasta 10 veces
inferior, por lo que la consideración previa de las mismas y su estructuración racio-
nal dentro de la estrategia de trabajo (estrategias de cobertura y batida, así como de
registro de datos) es fundamental.

a) Condiciones inherentes al registro arqueológico. En el primer grupo de condi-


ciones de perceptibilidad se cuentan dos condiciones principales.

 Por un lado, el tamaño (extensión horizontal) y potencia estratigráfica (profun-


didad vertical) de los yacimientos individuales, esto es, la concentración y ta-
maño de las dispersiones de artefactos y restos de construcciones según su ma-
nifestación superficial. Es evidente que la detección en superficie de una zona
de actividad de un grupo de cazadores paleolíticos es más dificultosa que la de
una villa romana o la de un castillo medieval: los elementos materiales resul-
tantes de las actividades desarrolladas en ambos lugares presentan condiciones
de visibilidad muy diferentes (por ejemplo, paramentos hechos con cuero y hue-
sos de animales frente a grandes muros de piedra).

 Por otro lado, la densidad y concentración de los yacimientos. Asimismo, en


una zona donde en los últimos miles de años se han dado condiciones medioam-
bientales desérticas o semi-desérticas es improbable que se identifiquen altas
densidades de yacimientos arqueológicos, simplemente por que la densidad del
poblamiento humano habrá sido bastante baja. Igualmente será improbable que
se hayan desarrollado grandes asentamientos humanos que hayan alcanzado un
carácter urbano.

41
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Ambos parámetros son en realidad una expresión de las características funcionales,


económico-sociales, políticas y demográficas de los asentamientos humanos a par-
tir de los cuales se originaron los yacimientos arqueológicos. Por tanto, cualquier
previo conocimiento de las condiciones predominantes en el pasado tanto a nivel
medioambiental (capacidad agrícola potencial del suelo, climatología predomi-
nante, etc.) como socioeconómico (densidad de población, pauta de ocupación del
territorio) contribuye a una más informada elección de la estrategia de cubrición y
batida del terreno

b) Condiciones imperantes a nivel de superficie. En el segundo grupo se cuentan


una serie de condiciones que conforman y restringen la calidad de la percepción
visual de las evidencias existentes sobre la superficie terrestre (es decir, de su com-
ponente arqueológico) por parte del prospector. Entre ellas se cuentan la morfolo-
gía, la visibilidad y la accesibilidad del terreno.

 Los procesos geomorfológicos pueden haber ocultado en parte o en su totalidad


determinada clase de yacimientos arqueológicos, según se discutió en relación
con los procesos de formación de los yacimientos arqueológicos. Por una parte,
en valles fluviales con potentes procesos de aluvionamiento es muy posible que
asentamientos o lugares de actividad humana completos hayan quedado bien
enterrados bajo los depósitos transportados por los ríos, bien enmarcados en
unidades de paisaje bastante diferentes de las originales. Por otro lado, los pro-
cesos de trasgresión y regresión marina habidos en los últimos miles de años,
han dejado completamente sumergidos bajo el mar determinados yacimientos.
Finalmente, en zonas sometidas a potentes procesos erosivos o a roturado sis-
temático es frecuente que los yacimientos que se encuentran en puntos espe-
cialmente vulnerables (por ejemplo, asentamientos prehistórico ubicados en las
cimas de cerros muy abruptos) hayan sido parcial o totalmente desplazados,
quedando sus depósitos estratigráficos lavados en mayor o menor medida e in-
cluso transportados varias decenas de metros hacia las laderas o valles del en-
torno (Feiken y Van Leusen, 2001). En estos casos, el prospector debe saber
determinar la conveniencia de explorar aquellas zonas bajas donde los materia-
les y sedimentos originalmente acumulados en el asentamiento pueden haber
quedado depositados de forma secundaria.

 La visibilidad superficial es un factor crucial en el desarrollo de la prospección.


Depende básicamente del tipo de cobertura vegetal presente en el terreno, que
a su vez es una función, por una parte, del tipo de uso del suelo predominante,
y por otra de las características climatológicas de la región. Terrenos con dedi-
cación predominantemente agrícola suelen tener ciclos de alta y baja visibilidad
según el punto de desarrollo en que se encuentren las cosechas (con el suelo
limpio y arado la visibilidad es muy alta, mientras que con la cosecha crecida
es mínima) (Figura 30). Terrenos con dedicación mixta agrícola-ganadera sue-
len tener una visibilidad de grado intermedio, también dependiendo de la época
del año, pero en general más bajas que los terrenos exclusivamente dedicados

42
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

a la agricultura (Figura 31). En tercer lugar, los terrenos de uso forestal son los
que presentan niveles más bajos de visibilidad durante todo el año. La presencia
de abundantes arbustos, musgos, hierba y hojarasca impiden de hecho al pros-
pector visualizar las posibles evidencias que aparezcan en superficie (Figura
32). En estos casos, el único procedimiento aplicable es la prospección selectiva
de ventanas del terreno donde las condiciones imperantes hayan eliminado la
vegetación: tal es el caso de, por ejemplo, cortafuegos, caminos, cunetas de ca-
rreteras, o cauces de arroyos y ríos (estos últimos, además ofrecen la posibilidad
de examinar secciones del terreno). Asimismo, en regiones con muy altas tasas
de precipitaciones anuales, la existencia de cobertura vegetal permanente o casi
permanente a lo largo del año condiciona y limita la aplicabilidad y resultados
potenciales de las prospecciones arqueológicas. En algunas de estas regiones,
durante una buena parte del año, es apenas posible prospectar en las ventanas
que ofrece el terreno, como las señaladas más arriba.

 En tercer lugar, la accesibilidad del terreno en general (y de los yacimientos


arqueológicos en concreto) es otro factor que delimita considerablemente las
posibilidades de prospección en cuanto a intensidad. En primer lugar, incide el
factor de cobertura vegetal, del que la accesibilidad es una función: una densa
vegetación no solo obstaculiza la visión, sino también el movimiento. En se-
gundo lugar, incide la topografía: la prospección de terrenos llanos supone me-
nos costes y mayores rendimientos por prospector y día que la prospección de
zonas montañosas donde la pendiente* ralentiza y hace más penoso el movi-
miento. Asimismo, determinadas categorías de yacimientos arqueológicos,
como por ejemplo los hábitats prehistóricos en cuevas o abrigos rocosos, así
como los lugares con arte rupestre, pueden quedar seriamente infra-representa-
dos sino se presta especial atención al hecho de que con frecuencia se ubican
en laderas y escarpes montañosos de muy difícil acceso. En tercer lugar, un
factor que tiene considerable importancia en la movilidad del equipo de pros-
pección (y por tanto en el rendimiento de la misma) es la estructura de propie-
dad de la tierra actualmente imperante. En toda prospección de ámbito rural, las
cercas y vallados (desplegados para delimitar la propiedad o restringir el movi-
miento de los animales) tienden a limitar la accesibilidad del terreno. En casos
donde la propiedad de la tierra es mayoritariamente latifundista (por ejemplo
en la mayor parte del territorio de Andalucía) estos obstáculos vienen a dificul-
tar el movimiento de prospecciones solo de tarde en tarde (espaciados como
están por cientos de metros, a veces kilómetros), pero en terrenos con fuerte
implantación de propiedades minifundistas, como por ejemplo Galicia, los mis-
mos pueden aparecer literalmente cada pocas decenas de metros, convirtiendo
el desplazamiento del equipo de prospección en un problema logístico y de se-
guridad.

En conjunto, existen por tanto toda una serie de factores físicos que delimitan la
capacidad de la prospección superficial para identificar y reconocer las evidencias
materiales del Pasado en el paisaje (Tabla 3). Estos factores físicos deben ser

43
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

tenidos en cuenta a la hora de establecer la estrategia de trabajo en cuanto a cober-


tura y batida del territorio y registro de la información

AMBITO FACTORES

Distancia prospectores
METODOLOGÌA Número prospectores
Experiencia prospectores
Tamaño (extensión)
Potencia (profundidad estratigráfica)
REGISTRO Densidad (número de yacimientos por unidad superficie)
ARQUEOLÓGICO Concentración (índice de agrupación)
Sedimentos fluviales
Condiciones geomorfológicas Índices de erosión
Trasgresión/regresión marina
Visibilidad Vegetación (uso del suelo)
SUPERFICIE Vegetación (climatología)
Uso del suelo
Accesibilidad Topografía
Estructura propiedad tierra
Tabla 3
Factores de perceptibilidad del registro arqueológico en la prospección de superficie
Fuente: Elaboración propia

2.2.f.- Georreferenciación.

La correcta inserción de los yacimientos arqueológicos en un sistema estandarizado


de coordenadas terrestres que permita su situación y localización en los mapas es
uno de los aspectos más críticos de la prospección de superficie. La comprensión
de los conceptos cartográficos básicos implicados en este problema es por tanto de
gran interés para los estudiantes de Arqueología.

a) Una comprensión básica de la noción de proyección cartográfica es fundamental


para entender los problemas asociados a la georreferenciación* de yacimientos ar-
queológicos. Desde hace siglos los geógrafos y cartógrafos han batallado para di-
señar sistemas de representación cartográfica de la Tierra que sirvieran para la na-
vegación, el transporte y el comercio. Un problema de partida en esta tarea es que
la Tierra tiene forma de esfera irregular o achatada denominada geoide (la simpli-
ficación geométrica de la misma con vistas a su representación cartográfica se co-
noce como elipsoide) y por tanto la traslación de sus formas y elementos a un mapa
dibujado sobre un plano (dos dimensiones) presenta importantes inconvenientes.
Para dar solución a esta dificultad matemática, la Geodesia y la Cartografía han
desarrollado durante los cuatro últimos siglos más de doscientas proyecciones car-
tográficas distintas (Raisz, 1978:73; Joly, 1979:48).

44
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Todas las proyecciones cartográficas se basan en la organización o estructuración


del geoide terrestre en un sistema de coordenadas x e y fijas a las que se denomina,
respectivamente, longitud y latitud y que se expresan en grados, minutos y segun-
dos (Figura 33). La longitud es la distancia entre el meridiano* de un lugar y un
meridiano de referencia llamado de Greenwich (localidad de Londres donde se en-
cuentra un célebre observatorio astronómico) y se mide de 0 a 180º. La latitud es la
distancia entre el paralelo* de un lugar y el Ecuador (el paralelo de referencia) y se
mide de 0 a 90º (Joly, 1979:38).

Cada proyección cartográfica tiene unas ventajas e inconvenientes en cuanto a la


representación de la superficie terrestre que proporciona. A este respecto se las
agrupa en dos categorías excluyentes, denominadas proyecciones conformes (con-
servan el transporte local de forma entre las figuras de la superficie de proyección
y las de la esfera, por lo que los meridianos y los paralelos se cortan perpendicular-
mente) y equivalentes (conservan las relaciones de superficie) (Joly, 1979:51).

b) La proyección UTM* (Universal Tranversa Mercator) es una de las más exten-


didas internacionalmente, y desde luego la que más aceptación tiene en Arqueolo-
gía desde hace años (Arroyo Bishop y Lantada Zarzosa, 1992:137). Esta proyección
es de tipo conforme y parte de un sistema de coordenadas rectangulares o planas
organizadas según una cuadrícula en base a dos ejes x (longitud) e y (latitud) (Fi-
guras 34 y 35).

El sistema de designación de coordenadas de la proyección UTM puede ser resu-


mido de la siguiente forma. La cuadrícula UTM tiene líneas que son paralelas entre
sí en cada uno de los ejes y equidistantes, y que se organizan en husos* y franjas*.
Los husos son columnas (es decir, van en sentido N-S) con un ancho de 6º, y se
designa con dígitos de 1 a 60 empezando por el meridiano 180º, opuesto al de
Greenwich, de forma que la mitad coincide con éste. Las franjas (a veces llamadas
fajas) son filas (en sentido E-W) con un ancho de 8º y se designa designan con
letras de la C a la X empezando por el Sur (Andalucía se encuentra en la franja S).
La Península Ibérica queda comprendida entre los husos 29 y 31 (Andalucía se
encuentra entre los husos 29 y 30) y entre las franjas S y T (Figura 36). Las zonas
son aquellos cuadrados formados por la intersección de husos y franjas, que se de-
signan combinando los dígitos y letras de aquellos y éstas (así, la mayor parte de
Andalucía se encuentra en la zona 30S. Asimismo, cada zona se subdivide a su vez
en cuadros de 100 km. de lado identificados por una combinación de dos letras (por
ejemplo, buena parte de la provincia de Huelva queda dentro del cuadro PC). Fi-
nalmente, los cuadros de 100 x 100 km se subdividen en cuadrículas de 1 km de
lado.

Toda esta información relativa a husos, franjas, zonas, cuadros de 100 km de lado
y cuadrículas de 1 km aparece reflejada en los mapas topográficos de referencia.
En el caso de España, la cartografía que se podría considerar como oficial a este
respecto es el Mapa Topográfico Nacional (MTN)* a escala 1:50.000

45
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

confeccionado por el Instituto Geográfico Nacional (con la colaboración del Servi-


cio Geográfico del Ejército), entre 1875 y 1968 (Estébanez y Puyol, 1976:4). Esta
serie incluye 1106 hojas, cada una de las cuales cubre un territorio dentre 500 y 600
km2 aproximadamente, recibiendo cada una de ellas un número (que aparece en el
ángulo superior derecho del mapa) y el nombre de la localidad principal que en ella
aparece (Figura 37). En el MTN, las letras de los cuadros de 100 km aparecen in-
dicadas sobre el mapa en grandes caracteres, pudiendo incluir cada una de las hojas
de esta serie hasta cuatro cuadros distintos. Asimismo, las hojas del MTN indican
el número de orden de las cuadrículas de 1 km de 1 a 100, de izquierda a derecha
en la x (longitud) y de abajo a arriba en la y (latitud).

La mejor forma de mostrar el sistema de designación de un punto por coordenadas


UTM es mediante un ejemplo como el mostrado en la Figura 38. El asentamiento
de la Edad del Bronce de Cerro de La Alcornocosa (Encinasola, Huelva), ya fue
utilizado en una publicación anterior como ejemplo para discutir aspectos del sis-
tema de designación de las coordenadas UTM en un Sistema de Información Geo-
gráfica* (SIG) (Amores y otros, 1996:155-156). Supongamos ahora, no obstante,
que el sitio de Cerro de la Alcornocosa acaba de ser encontrado en el curso de unas
prospecciones y que deseamos registrar sus coordenadas sobre la correspondiente
hoja del Mapa Topográfico Nacional a simple vista, sin hacer uso de un GPS, un
ejercicio de práctica cartográfica muy conveniente para cualquier estudiante de Ar-
queología (esta situación es en realidad poco realista porque actualmente se utilizan
los GPS de forma sistemática para obtener las coordenadas de los yacimientos (ver
discusión más adelante). Para empezar, hay que tener en cuenta que se van a desig-
nar las coordenadas con un margen de aproximación de un hectómetro, ya que sobre
la escala 1:50.000 del MTN, un milímetro supone 50 metros de terreno, y el ojo
humano está mal preparado para distinguir magnitudes inferiores a un milímetro.
Por ello las magnitudes de algunas decenas (o unidades) de metros en que (normal-
mente) se desenvuelven los yacimientos arqueológicos son inapreciables.

Cerro de la Alcornocosa se encuentra en la hoja 875 (Jerez de los Caballeros, Ba-


dajoz), dentro del huso 29 y la zona S, (por lo que la zona en la que se encuentra es
la 29S) y dentro del cuadro de 100 km de lado PC, por lo que la primera parte de
su notación será [29S PC]. A continuación, en la notación de las coordenadas
UTM es preciso designar los dígitos de (por este orden) la longitud (X) y la latitud
(Y) con tanta precisión como sea posible, en este caso de 100 metros (lo cual quiere
decir que los dos últimos dígitos de las coordenadas x e y serán 0). Empezando con
la longitud, se localiza el cuadro de 1 km donde se encuentra el yacimiento y se
indican los dos dígitos que aparecen en el MTN en el lado izquierdo del cuadro, en
este caso 90. Luego es preciso subdividir el cuadro 1 km en una cuadricula de 100
metros de lado y contar cuantas líneas quedan a la izquierda del yacimiento, que en
este caso son 6 (el yacimiento está a 600 metros de distancia de la línea 90). Por
ello, la notación de las coordenadas incluyendo la longitud será [29S PC 906]. Si
se registra la latitud a continuación, habrá que identificar la línea de la cuadrícula
de cuadros de 1 km que queda justo por debajo del yacimiento, en este caso la 27

46
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

(ignoremos por el momento el 42 que aparece en menor tamaño junto a este dígito).
Utilizando de nuevo la cuadrícula de 100 metros de lado que como usuarios hemos
dibujado sobre el mapa, será preciso contar las líneas que quedan por debajo del
yacimiento, en este caso 7 (el yacimiento está a 700 metros de la línea 27). Con ello
la notación de las coordenadas de Cerro de la Alcornocosa queda como [29S PC
906 277]. Aunque imprecisa, porque deja 100 metros de margen de error en longi-
tud y latitud, esta notación es correcta, y de hecho es el tipo de notación que se ha
utilizado para las coordenadas UTM en numerosas prospecciones arqueológicas en
España, por ejemplo en Andalucía. Si fuera posible disponer de información de la
ubicación del yacimiento hasta las decenas de metros o al metro (por ejemplo, el
punto central del yacimiento), se utilizarían dos dígitos más en la longitud y latitud.

[29S PC 906 277]. Aproximación de hectómetro


[29S PC 9065 2773]. Aproximación de decámetro
[29S PC 90652 27738]. Aproximación de metro

Con la extensión del uso de la tecnología GPS y SIG, la tendencia actual es utilizar
siempre la notación de las coordenadas UTM empleando únicamente dígitos (tra-
dicionalmente esta ha sido la forma de emplear las coordenadas para cálculos de
Geodesia* y Topografía). Para coordenadas previamente designadas según el pro-
cedimiento que se acaba de exponer, existen tablas de referencia para transformar
en dígitos las letras relativas a los husos y franjas (Rossignoli Just, 1976). En el
caso de Cerro de la Alcornocosa, las coordenadas aparecerían designadas como
690652 (longitud) y 4227738 (latitud) en caso de aproximación al metro. Si no
existiese aproximación de precisión métrica entonces es preciso redondear la nota-
ción, añadiendo tantos ceros como sea necesario (Wheatley y Gillings, 2002:70).
Así, con una precisión de hectómetro, la forma de designar las coordenadas sería
690600 (longitud) y 4227700 (latitud).

Una consideración final en torno a la notación de las coordenadas UTM deriva


también de la implantación de los SIG para el tratamiento de la cartografía (ver
sección 2.6.b.). Las coordenadas UTM se designan habitualmente en relación al
huso y la franja dentro de la que se encuentra el evento a georreferenciar, en nuestro
caso el yacimiento Cerro de la Alcornocosa. Ello quiere decir que cuando termina
un huso y comienza otro, la numeración de las coordenadas deja de ser correlativa,
lo que dificulta su computación en un sistema informático. Cuando se trabaja con
zonas divididas por dos o más husos es preciso referir las coordenadas de todos los
yacimientos en estudio a un único huso de referencia. Así, si se buscase analizar
Cerro de la Alcornocosa desde una perspectiva territorial que abarcase toda Anda-
lucía, sería preciso trasladar sus coordenadas, en principio referidas al huso 29, al
huso 30, ya que, como se dijo más arriba, Andalucía cae entre estos dos husos (el
cambio de huso pasa justo por la ciudad de Sevilla) y la norma establecida por los
organismos cartográficos andaluces es emplear la notación de coordenadas del huso
30 por una pura cuestión de economía de trabajo (el huso 30 abarca más de dos
terceras partes del territorio andaluz). Esta conversión (habitualmente realizada con

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

un sencillo programa informático o en un software de SIG) depararía como resul-


tado que las coordenadas de Cerro de la Alcornocosa serían 164987 (longitud) y
4232286 (latitud). La Tabla 4 resume los diferentes formatos en que se han dado
las coordenadas del yacimiento tomado como ejemplo en esta sección.

NOTACION FORMATO PRECISIÓN


29S PC 906 277 UTM con caracteres, referida Aproximación de hectó-
al huso 29 metro
29S PC 9065 2773 UTM con caracteres, referida Aproximación de decá-
al huso 29 metro
29S PC 90652 27738 UTM con caracteres, referida Aproximación de metro
al huso 29
690600,4227700 UTM sin caracteres, referida al Aproximación de hectó-
huso 29 metro, redondeando al
metro
690650,4227730 UTM sin caracteres, referida al Aproximación de decá-
huso 29 metro, redondeando al
metro
690652,4227738 UTM sin caracteres, referida al Aproximación de metro
huso 29
164987,4232286 UTM sin caracteres, referida al Aproximación de metro
huso 30
Tabla 4
Formatos de notación de coordenadas UTM frecuentes en Arqueología
Ejemplo del yacimiento de Cerro de La Alcornocosa (Encinasola, Huelva)
Fuente: Elaboración propia

c) Otro problema importante en el transcurso del trabajo de prospección es el de la


orientación con mapas (es decir, la navegación por el terreno). En principio la refe-
rencia más evidente son los puntos cardinales, que vienen definidos por el movi-
miento de rotación de la Tierra: Norte y Sur son los dos extremos del eje de rotación
de nuestro planeta y el Este el punto cardinal hacia el que se produce dicha rotación,
siendo el Oeste por tanto su contrario. De una forma simple, el Este es el punto
cardinal por el que sale el sol (Levante), y el Oeste el punto por el que se pone
(Poniente).

Sobre el terreno, la forma más práctica de orientarse es con una brújula, para cuya
utilización es importante tener en cuenta los conceptos de Norte verdadero y Norte
magnético. El punto donde covergen los meridianos, es decir, los extremos del eje
de rotación de la Tierra, marcan el Norte y el Sur geográficos. El Norte geográfico
es el que se dibuja en los mapas y con respecto al cual se expresan las direcciones,
recibiendo también el nombre de Norte verdadero. Ahora bien, cuando la brújula
señala al Norte no está indicando el Norte verdadero, sino el Norte magnético, que
no coincide exactamente con él y que además cambia constantemente de lugar.

La movilidad del Norte magnético de la Tierra es consecuencia de la compleja ac-


tividad magnética de nuestro planeta. El campo magnético terrestre se divide en

48
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

tres partes, el campo magnético principal (de origen interno), el campo magnético
transitorio (basado en la rotación terrestre y con perturbaciones derivadas de los
procesos atmosféricos) y las anomalías magnéticas (asociadas con las rocas de la
corteza terrestre y su imantación). El campo magnético terrestre experimenta va-
riaciones de cientos y miles de años, incluyendo inversiones completas de la pola-
ridad (Díaz del Olmo, 1990:159). Las variaciones de la polaridad magnética han
sido estudiadas en profundidad por la Geología en las últimas décadas, de forma
que actualmente es posible incluso utilizar el paleomagnetismo como procedi-
miento de datación absoluta. En efecto, los cristales de las rocas volcánicas conti-
nentales se orientan al enfriarse hacia el Norte magnético, dondequiera que éste se
encuentre, del mismo modo que los cristales de los minerales férreos (hematites,
magnetita) presentes en artefactos de arcilla cocida se orientan en el momento de
la cocción (si la temperatura de cocción es superior a 650º) hacia el Norte magné-
tico de forma permanente.

La diferencia angular entre el Norte verdadero (marcado por los meridianos) y el


Norte magnético, se conoce como declinación magnética, y, dado que varía según
el lugar de la Tierra cubierto por el mapa, todos los mapas oficiales (sobre todo los
topográficos) indican siempre su valor. En el caso del Mapa Topográfico Nacional
del IGN español, esta información aparece en el reverso de las hojas en una caja
titulada Declinación, donde se indica el ángulo que hay que añadir al Norte mag-
nético para obtener el Norte verdadero (en la Figura 39 se muestra la caja de decli-
nación de la hoja 875 del MTN utilizado anteriormente en el ejemplo de designa-
ción de coordenadas UTM). Como quiera que el Norte magnético varía constante-
mente, se incluye la información de la fecha en que se considera válida la declina-
ción, haciéndose constar también su variación anual.

c) El tercer aspecto relevante en relación con la georreferenciación de yacimientos


arqueológicos en prospección de superficie atañe al empleo del GPS. Hasta hace
algunos años, la precisión con que la georreferenciación arqueológica era realizada
dependía exclusivamente de la precisión de la cartografía disponible: el prospector
debía situarse en el terreno y reconocer la ubicación del yacimiento mediante la
identificación de referentes en el paisaje o mediante complejos procedimientos geo-
désicos que frecuentemente no estaban al alcance de los proyectos arqueológicos.

En el caso de Andalucía, hasta comienzos de los años 1990, la cartografía sobre la


que generalmente se había venido realizando esta función era el MTN, que, según
se ha explicado anteriormente, permitía una aproximación de tan solo un hectóme-
tro en la localización de los yacimientos, lo que generaba una alta imprecisión e
incertidumbre respecto a su localización (e, indirectamente también la forma). La
aparición a comienzos de los 1990 de la serie topográfica 1:10.000 del Instituto
Cartográfico de Andalucía (ICA) contribuyó a mejorar mucho la calidad de la geo-
rreferenciación de los yacimientos arqueológicos andaluces, permitiendo que los
errores en la ubicación de los mismos disminuyeran en cantidad y seriedad (Fer-
nández Cacho, 2002b; 2002c; 2002d).

49
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

En los últimos cinco años, sin embargo, la precisa georreferenciación de los yaci-
mientos arqueológicos ha dejado de depender de la calidad de la cartografía exis-
tente (en realidad se puede decir que ha dejado de ser un problema en general)
gracias a la extensión del Sistema de Posicionamiento Global* o GPS (Global Po-
sitioning System). Dada su creciente accesibilidad económica, su precisión y su ca-
rácter portátil, la incorporación de la tecnología GPS a la Arqueología de campo ha
sido fulgurante (Amado Reino, 1997; Estrada, 1997; Colosi y otros, 2001a; 2001b;
Gabrielli, 2001), viniendo a solventar definitivamente el viejo problema de la geo-
rreferenciación, y abriendo otras posibilidades como la realización de micro-topo-
grafías tanto en prospección como en excavación (esta prestación del GPS es dis-
cutida en la sección dedicada a la cartografía arqueológica).

El Sistema de Posicionamiento Global se basa en 24 satélites del Ministerio de De-


fensa de los Estados Unidos que cada 12 horas orbitan la tierra en 6 planos orbitales
distintos (4 satélites en cada plano) a unos 20.200 Km. de altitud y con 55 grados
de inclinación, emitiendo constantemente una señal con datos sobre su posición y
la hora precisa de emisión (Figura 40). Este sistema fue inicialmente diseñado con
fines principalmente militares, comenzando su desarrollo en 1973 y lanzándose el
primer satélite en 1978, pero paulatinamente se ha generalizado su extensión para
usos civiles y científicos (sobre todo para navegación). Hasta hace muy poco
tiempo el gobierno de los EEUU introducía por razones de seguridad, un error de-
liberado en la señal de los satélites, limitando su precisión, pero esta restricción ha
quedado eliminada recientemente.

El principio básico sobre el que funciona el sistema es el siguiente. Dentro de unas


condiciones de recepción adecuada (ausencia de árboles grandes o edificios en las
cercanías) los aparatos receptores situados en cualquier punto de la superficie te-
rrestre reciben la señal de varios de los satélites (como mínimo tres) y calculan su
posición con respecto al mismo, transformando esta información (a discreción del
usuario) en cualquiera de los sistemas de coordenadas existentes internacional-
mente. Dado que se trata de una tecnología portátil (se puede transportar por una
sola persona a pie) y que actualmente existen receptores de alta precisión que pue-
den ubicar cualquier punto en latitud, longitud y altitud con márgenes de error sub-
centimétricos, la aplicación de esta tecnología en la prospección de superficie per-
mite reflejar con gran precisión la ubicación de un yacimiento, así como su forma
e incluso, como se ha mencionado más arriba, su topografía.

2.2.g.- Registro de datos

La estrategia de recogida de información debe también adaptarse de una forma fle-


xible al Proyecto general de trabajo que enmarque la prospección, atendiendo a
numerosas condiciones imperantes tales como la experiencia de los prospectores y
las pautas de perceptibilidad del registro arqueológico, según se ha descrito

50
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

anteriormente. Cuatro son los aspectos empíricos principales que deben ser objeto
de control en el curso de la prospección.

a) Características morfológicas. La descripción general de los atributos físicos del


yacimiento o localización, ha incluido tradicionalmente la descripción general de
la forma de acceso, cobertura vegetal predominante, altitud y topografía, extensión,
forma y atributos físicos del entorno. Actualmente, con la aplicación combinada de
las tecnologías GPS y SIG, es posible una representación micro-topográfica de los
yacimientos arqueológicos dentro de unos márgenes razonables de costo/rendi-
miento y con elevados niveles de precisión. Por otra parte, la necesidad tradicional
de registrar sobre el terreno determinadas características físicas del entorno de los
yacimientos se ha reducido notablemente con la extensión de los SIGs (ver más
adelante), dado que, una vez ubicado con precisión en un sistema general de coor-
denadas, esta información se puede obtener de las coberturas temáticas generadas
por los organismos responsables de la gestión medioambiental.

b) Características artefactuales. Los criterios de recogida y registro de artefactos de


superficie son grandemente dependientes de las características de perceptibilidad
de los yacimientos de una región determinada y de los objetivos del Proyecto en el
que la prospección se inscribe (Mattingly, 2000:8-10). En regiones donde son co-
munes los yacimientos con muy abundante material de superficie puede no ser re-
comendable que el prospector recoja todo el material que encuentre a lo largo de su
recorrido: el transporte y posterior clasificación y valoración de grandes volúmenes
de material pueden resultar problemáticos desde una perspectiva logística. En casos
donde, por el contrario, los niveles de perceptibilidad del registro arqueológico son
más bajos, es recomendable incrementar la tasa de recogida de artefactos, pues de
lo contrario el diagnóstico cronológico y funcional puede verse seriamente dificul-
tado.

c) Metadatos*. Recientemente se ha venido prestando gran importancia al registro,


control y (especialmente) publicación, de determinados datos acerca de las carac-
terísticas organizativas y logísticas de la prospección arqueológica de superficie
(San Miguel, 1992; Sundstrom, 1993; Almagro Gorbea y otros, 1996; 1997). Estos
datos permiten la valoración a posteriori del rendimiento y eficacia del trabajo de
prospección permitiendo la comparación y (en su caso) homologación de resulta-
dos. Los metadatos relativos a los datos de la prospección incluyen:

 Número de prospectores por día


 Experiencia de los prospectores
 Extensión de terreno cubierto por día
 Productividad por prospector/día
 Intervalo entre prospectores
 Número de recorridos
 Horario de localización de los hallazgos
 Condiciones de luminosidad y humedad en el ambiente

51
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

En lo que se refiere a los procedimientos de registro de información, los principios


que rigen en el ámbito de la prospección son los mismos que se han venido implan-
tando en los últimos 20 años en la excavación:

 Normalización de vocabulario
 Estandarización de los formularios de registro de datos
 Informatización de los datos.

A efectos de estandarización, la utilización de formularios pre-definidos a ser cum-


plimentados por los prospectores disminuye las posibilidades de sesgos subjetivos
en la descripción de los recorridos efectuados, las localizaciones encontradas y el
material de superficie recogido (Choclán Sabina y otros, 1984). La Carta Arqueo-
lógica de Aragón elaborada por el Colegio Universitario de Teruel ofrece un exce-
lente ejemplo de este tipo de fichas de registro normalizado (Burillo Mozota y otros,
1993) (Figura 41). Estas fichas de prospección permiten asimismo una utilización
consistente y normalizada del lenguaje que elimine ambigüedades en la descripción
de los fenómenos arqueológicos. Además, el diario de campo sigue siendo un ex-
celente instrumento de registro de información para la coordinación y dirección del
equipo de prospección, complementando los formularios o fichas para la descrip-
ción de yacimentos individuales. La informatización de los datos de prospección
de superficie ha constituido un proceso sostenido, inicialmente verificado con pos-
terioridad a la prospección en sí pero cada vez con mayor tendencia a incorporarse
directamente al proceso de trabajo de campo (Ryan y otros, 1999).

2.2.h.- Un ejemplo de prospección temática: la prospección arqueo-


metalúrgica.

Un caso específico de interés, escogido para ilustrar las posibilidades de la pros-


pección arqueológica de superficie con un enfoque temático (prospección destinada
a localizar una clase específica de yacimientos arqueológicos), es el de la prospec-
ción arqueometalúrgica. Tomando como ejemplo las prospecciones realizadas por
la Universidad de Sevilla durante varias campañas en los años 1990 en Sierra Mo-
rena occidental (Hunt Ortiz, 1992; 1994; 1995a; 1995b; 1996; 1998a; 1998b) es
posible extraer una serie de principios específicamente aplicables a una prospección
temática de esta naturaleza.

a) Métodos específicos para la prospección minera y metalúrgica. En principio, la


exploración superficial de sitios con testimonios de explotaciones minero-metalúr-
gicas se basa en los mismos principios generales de la prospección arqueológica
que se han venido describiendo más arriba. No obstante, dado que se reconoce el
terreno para identificar evidencias arqueológicas de una serie de procesos econó-
micos que, en su primera instancia se generan allí donde existen determinados re-
cursos naturales, la estrategia de cobertura del terreno, más que sistemática o de
muestreo, debe ser selectiva (o dirigida). Es decir, apoyándose en una serie de

52
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

indicios previos recogidos y sistematizados en la fase de documentación previa al


trabajo de campo, la prospección de superficie en sí se verifica en puntos y áreas
concretas susceptibles de deparar el tipo información que se busca.

Se ha señalado además (Hunt Ortiz, 1996) que algunas aplicaciones específicas


como la fotografía aérea son especialmente adecuadas en la fase de campo para
dirigir el esfuerzo a puntos concretos. Las importantes modificaciones que las acti-
vidades mineras suelen producir en la topografía (y que van desde socavones, po-
zos, minas y frentes de extracción de tamaño variable, hasta escoriales y vertederos
de gran tamaño) son a veces más fácilmente distinguibles desde el aire que desde
la propia superficie, sobre todo en condiciones de escasa visibilidad debida a la
cobertura vegetal.

b) Indicadores específicos de sitios mineros y metalúrgicos. La prospección super-


ficial de sitios relacionados con la economía minera y metalúrgica de sociedades
pasadas se realiza sobre una serie de indicadores empíricos específicos, entre los
cuales se cuentan los siguientes:

 Lugares con historia de actividad minera. Con frecuencia los lugares con ex-
plotaciones mineras recientes (contemporánea, moderna) se ubican en lugares,
áreas o comarcas donde ya se dieron tales explotaciones en épocas precedentes
(época medieval, época romana, Prehistoria). Tanto en la Prehistoria como en
la Historia, la minería es una actividad que muestra una fuerte tendencia a su-
perponerse de forma reiterativa en los mismos puntos del paisaje, normalmente
como resultado de avances tecnológicos que permitieron poner en explotación
recursos que anteriormente habían sido dados por improductivos. Por ello, en
la fase de documentación de la prospección previa al propio trabajo de campo
debe hacerse una consulta exhaustiva de las fuentes bibliográficas, cartográfi-
cas y documentales que identifiquen empresas y actividades mineras o (simple-
mente) lugares con recursos mineros verificados.

 Toponimia. Toda una serie de topónimos hacen referencia a lugares con historia
de explotación minera, incluyendo:

o Topónimos de minas y derivados


o Topónimos alusivos a depósitos aflorantes y minerales explotados
o Topónimos referentes a coloraciones del paisaje derivadas de la presen-
cia en el subsuelo de masas de minerales

 Indicadores fitoarqueológicos*. Un conjunto específico de indicadores de la


presencia de depósitos de minerales (por tanto, indirectamente, de la presencia
de vestigios de minería de las mismas) son las plantas (Brooks y Johannes,
1990).

53
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

 Elementos materiales y artefactuales específicos. Las actividades minero-meta-


lúrgicas requieren de la utilización de instalaciones, herramientas y técnicas de
trabajo bastante características, al tiempo que generan residuos específicos que
se pueden identificar en superficie. Entre los primeros es posible contar las ma-
zas y picos utilizados en la extracción del mineral (así como las marcas dejadas
por los mismos en los frentes de extracción), los hornos, toberas, moldes y cri-
soles empleados en el proceso de transformación, así como los escoriales resul-
tantes como desecho del mismo. Localizados superficialmente, todos estos in-
dicadores son generalmente inequívocos respecto de la presencia de actividades
minero-metalúrgicas en el Pasado.

2.2.i.- La prospección a nivel semi-micro.

Comentario aparte merece la prospección de superficie de yacimientos individua-


les. En este caso la prospección no se orienta a la elaboración de un catálogo o
inventario de localizaciones arqueológicas en un territorio dado, sino que tiene
como objetivo la exploración e interpretación espacial de un yacimiento concreto.

A este respecto, los objetivos de la prospección de superficie a escala semi-micro


pueden desglosarse de la siguiente forma:

 Delimitación de yacimientos de singular importancia a efectos de su más


adecuada protección administrativa y legal.
 Análisis interno del yacimiento (determinación de áreas funcionales, fases
de ocupación y delimitaciones étnicas y/o socio-económicas).
 Planificación de ulteriores intervenciones.

Respecto a su metodología, la prospección superficial a escala semi-micro se basa


generalmente en la preparación de una malla o rejilla sobre la superficie del yaci-
miento, a partir de la cual se realiza una intensa batida por un equipo de prospecto-
res situados a intervalos cortos o muy cortos (en este caso los intervalos pueden
llegar a ser de hasta 5-10 metros), que recogen (o registran en formularios) mate-
riales de superficie (normalmente materiales de construcción, restos de cerámica,
instrumental lítico, etc.) a intervalos de tiempo controlados por el coordinador de
la prospección. La prospección de superficie a escala semi-micro suele hacerse en
combinación con datos obtenidos a partir de prospección geofísica (ver sección
4.b.3), fotografía aérea, micro-topografía o incluso excavaciones.

Una vez que se ha realizado la batida (o batidas) consideradas convenientes para el


reconocimiento del yacimiento, la información es cartografiada, elaborándose una
serie de planos mostrando la dispersión y concentración espacial de los diferentes
elementos registrados. El análisis de dichos planos puede conducir a la observación
de pautas relacionadas con las características funcionales, cronológicas y socio-
económicas del yacimiento que pueden ser contrastadas con las obtenidas a partir
de prospecciones geofísicas y excavaciones.

54
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

En la Figura 42 se ilustra un buen ejemplo de prospección intensiva a nivel semi-


micro, concretamente la llevada a cabo en el asentamiento prehistórico de La Pijo-
tilla (Badajoz) (Hurtado Pérez, 2000). En este caso, el asentamiento fue cuadricula
con una malla de 36 cuadrículas de 25 x 25 metros de lado sobre la que se planteó
una prospección por muestreo probabilístico. Las cantidades y pesos de la cerá-
mica, molinos de mano y otros objetos aparecidos en superficie fueron registradas
y sirvieron para avanzar una interpretación relativa a áreas funcionales y zonas de
mayor intensidad de ocupación dentro de este gran poblado. Esos datos fueron
luego contrastados con los resultados de una prospección geofísica y con el análisis
de fotografías aéreas del yacimiento para producir una imagen más completa de su
forma y organización. Otro ejemplo muy parecido es el de las prospecciones lleva-
das a cabo en la ciudad romana de Itálica (Sevilla) (Rodríguez Hidalgo y otros,
1999), donde el recorrido directo superficial y la prospección geofísica se combinan
para producir una interpretación más profunda del urbanismo y organización del
yacimiento (Figura 43).

2.2.j.- Lecturas recomendadas

Introductorias

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2.3.- Fotografía aérea.


2.3.a.- Sinopsis histórica.

El reconocimiento aéreo o espacial mediante sensores instalados en plataformas


móviles (aviones o satélites) forma, junto a la prospección de superficie, el cuerpo
fundamental de procedimientos de exploración, descripción, análisis e interpreta-
ción arqueológica del territorio. Los métodos de prospección geofísica (que son
tratados en la sección 2.5.) contribuyen sin duda enormemente a la captura y análi-
sis de datos arqueológicos sin necesidad de recursos de la excavación, operan fun-
damentalmente a nivel semi-micro (o de yacimientos únicos), y no a la escala terri-
torial o regional (macro) en que operan la fotografía aérea y la teledetección. Una
definición apta del papel de la fotografía aérea y la teledetección en la construcción
del conocimiento de base arqueológica las presentaría como un conjunto de proce-
dimientos técnicos de obtención, procesado y análisis de información arqueológica
presente en la superficie terrestre mediante sensores situados en plataformas aéreas
y espaciales.

La fotografía aérea presenta lógicamente un desarrollo más temprano, a partir de la


década de los 1920, con el desarrollo de la aviación, mientras que la detección re-
mota (o teledetección) comienza a expandirse medio siglo más tarde, hacia la dé-
cada de los 1970, con la intensificación del diseño y lanzamiento de satélites de
observación. Aunque desde el siglo XIX se habían venido utilizando globos aeros-
táticos para explorar la superficie de la tierra, la fotografía aérea no despega

56
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

realmente en su desarrollo hasta la expansión de la aviación durante la I Guerra


Mundial (1914-1918). Efectivamente, el gran conflicto vino acompañado de un rá-
pido desarrollo de procedimientos de observación y captura de imágenes con fines
militares y de espionaje que, una vez acabada la guerra, se aplicarían a fines civiles.
Así, la fotografía aérea comenzó a aplicarse al reconocimiento arqueológico del
territorio (principalmente en Francia y el Reino Unido) de una forma más o menos
sistemática inmediatamente después de la I Guerra Mundial, en un proceso que en
apenas tres décadas daría lugar a la consolidación de sus principios metodológicos
básicos.

La historia de la fotografía aérea en Arqueología desde los primeros pioneros ha


sido relatada en diversas ocasiones (Crawford, 1929; Deuel, 1973; St. Joseph,
1981; Wilson, 1982; etc.). Recientemente, A. Orejas (1995) ha realizado una exce-
lente síntesis histórica en español de la aplicación de la fotografía aérea a la Ar-
queología. Básicamente, en su origen es posible destacar dos figuras prominentes,
la del británico Osbert G.S. Crawford (1886-1957) y la del francés Antoine Poide-
bard (1875-1955). Habiendo adquirido experiencia como aviador como piloto de la
RAF durante la I Guerra Mundial, O. Crawford fue empleado por el servicio carto-
gráfico británico (Ordnance Survey) con base en Southampton (sur de Inglaterra),
en el que desempeñaría una larga carrera dedicada a la cartografía arqueológica y
la fotografía aérea. Figura de reconocido prestigio dentro de la Arqueología britá-
nica (fundaría la prestigiosa Antiquity en 1926), Crawford desarrolló un trabajo pio-
nero y enormemente avanzado en el campo de la fotografía aérea, de forma que con
la publicación de su trabajo Air Photography for Archaeologists en 1929, la meto-
dología de la prospección arqueológica aérea, tal y como hoy la conocemos, que-
daba prácticamente fijada. Su trabajo permitió definir clases de yacimientos nue-
vas, como es el caso de los denóminados campos célticos*.

Por su parte, A. Poidebard había trabajado como misionero jesuita en Turquía y


Armenia cuando, al comenzar la I Guerra Mundial, el gobierno francés le ocupó en
tareas de elaboración de mapas militares. Por tanto, su primera experiencia en la
visualización de sitios arqueológicos desde el aire fue, al igual que el caso de Craw-
ford, se derivó de su implicación en el primer conflicto bélico mundial. Una vez
terminada la guerra se asentó definitivamente en Líbano, donde a partir de su ex-
periencia como aviador, realizó numerosos estudios aéreos de ciudades antiguas
(especialmente fenicias y cartaginesas) del Próximo Oriente y Norte de África
(Poidebard, 1933; 1939; 1951) que tendrían gran influencia en el desarrollo que
posteriormente experimentó la fotografía aérea en Francia.

Otros investigadores que contribuyeron decisivamente en los primeros momentos


a la incorporación de la fotografía aérea en la disciplina arqueológica fueron el nor-
teamericano Alfred Kidder (1885-1963), quien realizó numerosos descubrimientos
de yacimientos mayas en Centroamérica, y Erich Schmidt, director de la expedición
del Oriental Institute de la Universidad de Chicago en Irán.

57
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Tras la II Guerra Mundial, el empleo de la fotografía aérea en la Arqueología ex-


perimenta un enorme crecimiento, institucionalizándose de hecho en los organis-
mos responsables del Patrimonio Arqueológico en Europa y Norteamérica. En el
Reino Unido los trabajos de St. Joseph (1981), D. N. Riley (1982; 1987) y D. R.
Wilson (1975; 1982) darían lugar a la creación de grandes colecciones de fotogra-
fías aéreas por parte de la Universidad de Cambridge y la Royal Commission of the
Historical Monuments of England. En Francia son clásicos los trabajos de R. Aga-
che en las regiones de Picardía y Somme (Agache, 1978; Agache y Breart, 1975) y
J. Dassié en Charente (1978; 1990; 2001). En el resto de Europa, la fotografía aérea
ha sido exitosamente aplicada para el reconocimiento arqueológico del territorio en
regiones de Italia (Lerici, 1956; Piccarreta, 1987; Piccarreta y Ceraudo, 2000), Ho-
landa (Metz, 1997) y centroeuropa (AAVV, 1994)

En España, a pesar de algunos ensayos incipientes (Almagro Basch, 1943) la foto-


grafía aérea no ha llegado a levantar el vuelo completamente. En los años 1970,
varios investigadores de la Casa de Velázquez realizaron diversas campañas de re-
conocimiento en varias regiones españolas (Didierjean, 1979; Bazzana y Humbert,
1983), pero ello no ha supuesto realmente una expansión de la prospección aérea a
nivel nacional al modo en que se había extendido ya años atrás en el resto de Europa
occidental - al menos, no más allá de algunas aplicaciones más o menos puntuales
(Sánchez-Palencia y Orejas, 1991; AAVV, 1991; Ibáñez y Polo, 1993; Olmo Mar-
tín, 1993). Esto podría en parte explicarse por las condiciones geográficas generales
de la Península Ibérica, con una topografía y climatología algo menos adecuada que
la del norte de Europa, aunque en realidad ni siquiera ha sido aplicada en aquellas
regiones peninsulares donde habría resultado más productiva (por ejemplo el valle
del Guadalquivir o las tierras llanas de La Mancha), por lo que quizás haya que
considerar la falta de tradición disciplinar como la causa principal de su escasa
aplicación en la Arqueología española actual.

La sintética discusión sobre la metodología de las aplicaciones de fotografía aérea


en Arqueología que se ofrece a continuación está basada en las obras de referencia
de J. Dassié (978), D. R. Wilson (1982), D. N. Riley (1982) y R. Bewley (1999).

2.3.b.- La metodología de la fotografía aérea (I). Objetivos.

a) Generalmente, el reconocimiento fotográfico aéreo del territorio con fines ar-


queológicos se articula en torno a uno de tres objetivos principales:

 En primer lugar, se utiliza para el descubrimiento de yacimientos arqueoló-


gicos nuevos en regiones poco o nada exploradas con anterioridad. Como
se expuso en la sección anterior, en determinados casos (por ejemplo, la
prospección de lugares mineros y metalúrgicos), la fotografía aérea supone
un complemento fundamental para el desarrollo de la prospección de super-
ficie.

58
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

 En segundo lugar, se utiliza para contextualizar los yacimientos en su terri-


torio, bien sea para el análisis de las pautas de territorialidad de determina-
das comunidades o sociedades del pasado (por ejemplo la adaptación de las
mismas a determinados atributos del entorno, como la topografía o las redes
de drenaje), bien con fines de protección y gestión patrimonial (situación de
yacimientos en parcelas, fincas, municipios, etc.).

 Finalmente, la fotografía aérea se ha empleado para ilustrar la forma, exten-


sión y aspecto de yacimientos ya conocidos y/o en proceso de excavación,
por ejemplo, para el levantamiento de planimetría* mediante fotograme-
tría*, o para la contrastación de datos de prospección geofísica.

En un sentido general se puede decir que la fotografía aérea permite al ojo humano
ver y apreciar cosas que simplemente pasan desapercibidas a nivel de la superficie
terrestre. La Figura 44 ilustra muy bien esta cuestión: seguramente, ninguno de los
usuarios del campo de fútbol captado por la fotografía sospechó nunca la irregula-
ridad de la forma del terreno de juego en que practicaban.

b) En función de los objetivos del trabajo se determina la mayor o menor adecua-


ción de cualquiera de los dos grandes tipos de fotografía aérea existentes, la vertical
y la oblicua.

 La fotografía aérea vertical sirve fundamentalmente fines fotogramétricos,


es decir, de elaboración de cartografía a partir de la rectificación* e inter-
pretación de las imágenes obtenidas (Figura 45). Se trata de un procedi-
miento lento, costoso y técnicamente complejo (utilizado por grandes orga-
nismos responsables de la elaboración de cartografías regionales o naciona-
les) que ha tenido un impacto limitado en el reconocimiento arqueológico
del territorio. La fotografía aérea vertical se basa en el barrido fotográfico
sistemático (desde un ángulo de 90º) de bandas de la superficie terrestre de
forma que se produzca un solapamiento de al menos el 60%. Posteriormente
las imágenes son analizadas por estereoscopía* y los elementos visibles de
las mismas convertidos en símbolos cartográficos.

 Mucho más extendida, por su mayor capacidad para la identificación de ya-


cimientos arqueológicos desconocidos, ha sido la utilización de la fotogra-
fía aérea oblicua. Esta se basa en la captura de imágenes de la superficie
desde ángulos inferiores a 90º y el posterior análisis de una serie de indica-
dores físicos que denotan la presencia en el subsuelo de elementos de interés
arqueológicos (Figura 46).

En las Figuras 47 y 48 se ilustra la diferencia de potencial que ambos tipos de fo-


tografía tienen para la detección de entidades y yacimientos arqueológicos. Ambas
corresponden al asentamiento de la Edad del Bronce de La Papúa (Zufre, Huelva).
En la primera de ellas, vertical y a una escala 1:10.000, no se distingue ninguno de

59
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

los prominentes elementos constructivos que caracterización la organización de


este sitio (murallas, bastiones, terrazas), pero en la segunda de las fotografías, que
es oblicua y ha sido tomada a mucha menos distancia, tales elementos resaltan per-
fectamente como anomalías micro-topografícas debido a la homogénea distribu-
ción de la cobertura arbustiva del yacimiento.

2.3.c.- La metodología de la fotografía aérea (II). Indicadores.

Los indicadores utilizados en el reconocimiento arqueológico de la superficie te-


rrestre mediante fotografía oblicua son fundamentalmente de tres tipos: fitográficos
(condiciones de la vegetación superficial, sobre todo cultivos), edáficos (condicio-
nes del suelo) y micro-topográficos (condiciones del relieve a nivel de la superfi-
cie). En todos los casos, el análisis arqueológico de las imágenes se basa en la eva-
luación de elementos básicos en la percepción tales como coloraciones, sombras y
formas. Por ello son de capital importancia las condiciones ambientales bajo las
cuales las imágenes son capturadas, especialmente la luminosidad (época del año,
hora del día, posición del fotógrafo con respecto al sol y claridad - bruma, niebla,
nubosidad) y la humedad (presencia de agua, escarcha o nieve en la superficie te-
rrestre, cantidad de humedad presente en el suelo, etc.)1.

a) Indicadores micro-topográficos. Los yacimientos arqueológicos contienen con


frecuencia elementos arquitectónicos cuya presencia en el subsuelo resulta invisible
mediante inspección directa (a simple vista), pero que puede ser advertida desde el
aire fundamentalmente por las sombras que proyectan. Al igual que se discutió
anteriormente con respecto a la prospección de superficie, la mayor o menor visi-
bilidad desde el aire de estas alteraciones micro-topográficas de la superficie del
terreno depende de una serie de factores en parte inherentes al registro arqueoló-
gico, y en parte de carácter ambiental:

 Por una parte, influye considerablemente el tamaño y densidad de las construc-


ciones subyacentes. Naturalmente, construcciones murarias defensivas de me-
tros de anchura y de decenas (o cientos) de metros de longitud suponen anoma-
lías micro-topográficas de una regularidad y continuidad superior a la que pue-
dan generar pequeñas construcciones domésticas y por tanto son más fácilmente
detectables desde el aire. Del mismo modo, cuanto mayor es la concentración
de estructuras mayor resulta su visibilidad desde el aire.

 Otro factor influyente es la orientación de los elementos arquitectónicos con


respecto a la trayectoria solar. Cuando aquellos se orientan en dirección EW (es
decir, paralela al recorrido del sol por el cielo) su visibilidad es reducida ya que
proyectan menos sombra que cuando se disponen en dirección NS (perpendi-
cularmente al sol).

1 En general se considera que las condiciones óptimas para la realización de fotografías aéreas oblicuas con
interés arqueológico son de una visibilidad mínima de 20 kms. y con el sol a no más de 20º sobre el horizonte.

60
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

 El ángulo de la iluminación solar es asimismo enormemente influyente. La po-


sición del sol en las horas en torno al mediodía es la menos indicada para la
captura de imágenes ya que en ese tiempo las sombras son mínimas. En cambio,
en las horas del atardecer las sombras producidas por el sol se alargan al má-
ximo, facilitando mucho la detección de anomalías micro-topográficas. Múlti-
ples ejemplos citados en la literatura demuestran que yacimientos que pasaron
completamente desapercibidos después de la toma de fotografías a horas poco
favorables, fueron posteriormente identificados cuando el ángulo de incidencia
de la luz solar era más bajo. Las Figuras 49 y 50 muestran uno de estos ejem-
plos, tomados del manual clásico de Wilson sobre fotografía aérea arqueoló-
gica, con sendas perspectivas de la abadía de Kirkstead (Lincolnshire, Reinod
Unido) (Wilson, 1982:29). La primera de ellas, tomada el 8 de Junio de 1951
muestra las ruinas de la abadía desde una perspectiva NNW hacia al mediodía,
a mediados de verano. El yacimiento aparece en parte cubierto por la sombra
de una nube, pero los principales restos arqueológicos permanecen al sol. En
general las sombras son muy cortas, y aunque se distinguen algunas construc-
ciones, resultan casi incomprensibles para la caracterización arqueológica del
sitio. El único fragmento murario en pie marca el límite meridional del tran-
septo de la iglesia de la abadía. La línea negra que corre verticalmente a la de-
recha de la fotografía ha sido causada por un arañazo en el negativo. La si-
guiente fotografía (Figura 50), fue tomada el 2 de febrero de 1969, es decir, 18
años después. Esta fotografía oblicua de la abadia está tomada casi desde el
mismo punto que la anterior, aunque en condiciones de luminosidad muy dife-
rentes. En este caso la tenue luz oblicua del atardecer invernal recoge detalles
de las ruinas cubiertas de hierba con extraordinaria claridad. La diferencia en la
longitud de las sombras es especialmente evidente en el fragmento murario del
transepto, que actúa como la aguja de un gigantesco reloj de sol. La excelente
representación de la planta de la abadía se debe en parte a que el sol se encuentra
al Suroeste, de forma que los rayos inciden de una forma muy homogénea por
todo el yacimiento, sin enfatizar una parte a expensas de otra.

 La presencia de agua, escarcha o nieve acumulada en la superficie terrestre con-


tribuye a realzar la presencia de anomalías de carácter micro-topográfico, bien
sea por que realzan sus sombras, bien por el especial reflejo de luz que produ-
cen.

A menudo no son vestigios de construcciones en sentido estricto las que generan


las anomalías micro-topográficas detectables desde el aire, sino modificaciones de
la superficie terrestre. Tal es el caso de los vestigios de minería tales como pozos,
galerías, trincheras, vertederos o escoriales, resultado siempre (en una función de
la tecnología disponible) de remociones y movimientos de tierra a mayor o menor
escala.

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

b) Indicadores fitográficos. La vegetación que cubre la superficie terrestre y que en


el caso de la prospección superficial impide ver los vestigios arqueológicos a sim-
ple vista a ras de suelo puede, en cambio, convertirse en una útil aliada desde el
aire. Efectivamente, determinados tipos de plantas (sobre todo las herbáceas, y es-
pecialmente las cultivadas por el ser humano) son altamente sensibles a la presencia
de determinados elementos arqueológicos en el suelo. Los siguientes factores con-
curren en la identificación de estos indicadores.

 Tipo de unidades estratigráficas. Las unidades estratigráficas verticales positi-


vas (muros, paredes) tienden a inhibir el crecimiento de las plantas al impedir
la profundización de las raíces y tener por lo general menor capacidad de ab-
sorción de humedad (Figura 51). En cambio, las unidades verticales negativas
(fosos, silos, fondos de cabaña, pozos negros, etc.) ejercen en las plantas el
efecto contrario al estimular su crecimiento por encima de las plantas circun-
dantes (Figura 52). Ello se debe a que (i) las UEs verticales negativas contienen
con frecuencia sedimentos ricos en materia orgánica y en nutrientes (vertederos,
basureros, silos, depósitos funerarios, suelos domésticos, etc.), (ii) a que ade-
más retienen más humedad y (iii) a que habitualmente proporcionan mayor pro-
fundidad de suelo fértil con respecto al entorno no-arqueológico.

 Tipos de suelos. La caracterización edafolitológica de los suelos es asimismo


determinante con respecto a cómo el crecimiento de las plantas puede verse
influido por la presencia de elementos arqueológicos en el subsuelo, y por tanto
debe ser tenida en cuenta como variable a la hora de valorar las imágenes cap-
turadas. En el Norte de Europa se ha comprobado que en la estación de creci-
miento de los cultivos cerealísticos, los suelos arenosos producen la formación
de marcas regulares visibles desde el aire en apenas cuestión de días, mientras
que en los suelos arcillosos dichas marcas tardan semanas en formarse (ello es
debido a la diferente forma que la humedad tiene de acumularse en ambos tipos
de suelo y a como las plantas la absorben).

 Tipos de cultivo. El tercer factor principal que incide en la utilización de los


indicadores fitográficos es la propia naturaleza de las plantas (especialmente de
los cultivos) que recubren los yacimientos. Las plantas con raíces más profun-
das son más sensibles a la presencia de los elementos arqueológicos que las de
raíces cortas. Los cereales (y sus equivalentes silvestres las gramíneas) son es-
pecialmente aptos dado que se cultivan en extensiones amplias, son muy sensi-
bles a micro-variaciones de humedad y se siembran con gran densidad (es decir,
recubren el suelo de una forma muy homogénea y tupida).

c) Indicadores edáficos. La tercera gran categoría de indicios que posibilitan la de-


tección de yacimientos arqueológicos desde el aire es la edáfica. Efectivamente,
con frecuencia los yacimientos producen micro-alteraciones de la textura y color
del suelo (debido a la propia composición química de los materiales constructivos
empleados en los edificios que se encuentran bajo tierra) que resultan muy difíciles

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

de apreciar a ras de suelo, pero que son fácilmente detectables desde el aire. Tam-
bién en este caso se dan una serie de factores condicionantes que delimitan la utili-
dad y virtualidad que tienen las variaciones edafológicas como indicador arqueoló-
gico.

 Por un lado. está, una vez más, el factor de tamaño y concentración de los pro-
pios restos de construcciones existentes en el subsuelo. Su paulatina erosión por
el constante paso del arado producirá manchas de coloración tanto mayores (y
por tanto más visibles desde el aire) cuanto mayor sean los restos enterrados.

 Por otro lado, está la coloración predominante del suelo y el grado de contras-
tación que puedan ofrecer los restos arquitectónicos del subsuelo. Si los mate-
riales constructivos de los elementos arquitectónicos sumergidos tienen la
misma coloración que la superficie, su visibilidad desde el aire disminuye. En
cambio, cuando hay una fuerte contrastación de colores la visibilidad potencial
se incrementa. Tal es el caso, por ejemplo, de UEs verticales negativas colma-
tadas de materia orgánica (y por tanto de coloración oscura) que fueron exca-
vadas en suelos margosos o calizos de colores claros (blancos, amarillos). O
también de UEs verticales positivas elaboradas con materiales calizos (blancos)
cuando se encuentran enterrados en suelos arcillosos (rojizos, pardos).

La Figura 53 muestra un ejemplo de identificación de yacimiento arqueológico a


partir de los indicios edáficos observados en la fotografía aérea. Se trata del asen-
tamiento turdetano-romano de Pajares (Osuna, Sevilla), localizado en el curso de
unos trabajos realizados por especialistas de la Casa de Velázquez de Madrid, (Di-
dierjean, 1983:74-76). Se trata de un asentamiento de planta aproximadamente
triangular, con lados de aproximadamente 300 metros de longitud (14,3 ha de ex-
tensión) cuyo perímetro está protegido por una muralla con torreones cuadrangula-
res (se distinguen 12). La disposición de estos elementos constructivos resulta evi-
dente a partir de la fotografía gracias al indicador edáfico: la extensión y disposi-
ción del yacimiento viene indicada por las manchas derivadas del paso del arado
sobre la muralla, desmochando sus capas superiores y extendiendo el polvo del
mortero blanco. Un ejemplo similar se muestra en la Figura 54, donde en el centro
de la fotografía se reconoce perfectamente la anomalía edáfica causada por una vía
romana enterrada debido al paso del arado. La vía en cuestión, que iba desde Itálica
hasta Onuba (la antigua Huelva) aparece desde el aire en forma de dos bandas blan-
cas paralelas causadas por la extensión de la cal empleada en la fábrica de la obra
romana (Silliers, 1983; Figura 44).

2.3.d.- Lecturas recomendadas

Introductorias

Ibáñez, J. y Polo, C. (1993): "La fotointerpretación en la prospección arqueológica. Su aplicación en


la Carta Arqueológica de Aragón." En Jimeno, A. - Val, J. M. - Fernández, J. J. (Eds.): Inventarios y

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Cartas Arqueológicas. Homenaje a Blas Taracena. 50 Aniversario de la Primera Carta Arqueológica


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niche e Applicazioni. Bari. Edipuglia

Riley, D. N. (1987): Air Photography and Archaeology. London. Duckworth

Wilson, D. R. (Ed.) (1982): Air Photo Interpretation for Archaeologists. London. Batsford. [Reeditado
en 2000]

2.4.- Teledetección.
2.4.a.- Sinopsis histórica.

De una forma general, la teledetección (o detección remota) puede definirse como


un conjunto de procedimientos técnicos para la obtención, procesado y análisis de
información de la superficie terrestre y su dinámica mediante sensores situados en
plataformas aéreas y espaciales. A partir de esta definición, la fotografía aérea po-
dría considerarse un capítulo específico de la teledetección. En realidad, actual-
mente, los aviones son también utilizados para transportar sensores a veces tan
avanzados como los que llevan los satélites. El concepto de teledetección empleado
aquí se refiere, por tanto, y de forma laxa, a la captura y procesamiento de imágenes
distintas a las fotografías aéreas de las que se habló en la sección anterior.

La aplicación al reconocimiento arqueológico de la superficie terrestre de imágenes


obtenidas mediante sensores ubicados en vehículos espaciales es, por razones ob-
vias, de un desarrollo mucho más reciente al de la fotografía aérea. Tras los

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

primeros experimentos más o menos restringidos al ámbito militar que tuvieron


lugar en las décadas de los 1950 y 1960, el lanzamiento de satélites destinados a la
observación de la superficie terrestre con fines civiles se afianza a partir de la dé-
cada de los 1970 (Rodríguez Alcalde, 1996).

La serie de satélites cuya puesta en órbita habría de tener un gran impacto en disci-
plinas como la Geografía, la Geología, la Biología o la propia Arqueología, co-
mienza con los norteamericanos Landsat 1 a 7 (lanzados a partir de 1972). A ella
siguió la serie SPOT (Système Probatoire d’Observation de la Terre), cuyos saté-
lites 1 a 5 han sido puestos en órbita entre 1986 y 2002 por un consorcio de los
gobiernos y diversas empresas privadas de Bélgica, Francia, Italia y Suecia. Final-
mente, en los años 1990 dio comienzo el programa ERS (European Remote Sensing
Satellites) de la Agencia Espacial Europea, que ya ha puesto dos satélites (ERS 1 y
2) en órbita.

Las primeras aplicaciones exploratorias de la detección remota a la Arqueología


tuvieron lugar en Estados Unidos, avanzada ya la segunda mitad de la década de
los 1970, como colaboración entre el Servicio Forestal Nacional (Nacional Park
Service)2 y la NASA y bajo coordinación de T. R. Lyons (Lyons y Hitchcock, 1977;
Lyons, 1981). A partir de 1982 la NASA comenzó a dedicar fondos de forma más
regular a la teledetección aplicada a la Arqueología, sobre todo en investigaciones
a gran escala llevadas a cabo en el Sur de Estados Unidos y en Centroamérica. A
mediados de los 1980 se comenzaron a producir las primeras contribuciones en este
campo desde Francia e Italia, básicamente a partir de la disponibilidad del satélite
SPOT (Barisano y otros, 1984; Barisano, 1988). En realidad, debido a su comple-
jidad y elevados costos, no ha sido hasta bien entrados los años 1990 cuando la
teledetección ha comenzado a ser seriamente contemplada como herramienta de
investigación en aquellos países con una práctica arqueológica suficientemente ins-
titucionalizada (curiosamente, en el Reino Unido, a pesar de la temprana y fuerte
tradición en materia de fotografía aérea, la teledetección ha tenido una tardía im-
plantación).

2.4.b.- Principios básicos.

Siguiendo la literatura especializada en este campo (Ebert, 1984; Rodríguez Al-


calde, 1996; 1998; Chuvieco, 1996; Bewley, 1999; Short, 2002; etc.) son tres los
conceptos teóricos básicos que deben ser asimilados para entender la forma en que
opera la teledetección. Son, respectivamente, los relativos a las emisiones electro-
magnéticas en cuya detección y análisis se basa esta tecnología, a los propios sis-
temas de teledetección, y a las variables de resolución de la investigación.

2Mientras que en Europa la gestión y protección del patrimonio arqueológico está fuertemente asociada a la
del conjunto de bienes culturales históricos, artísticos, arquitectónicos, etc. en EEUU se ha consolidado más
como parte de la gestión del medio ambiente natural.

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

a) Las ondas electromagnéticas. A temperaturas por encima del cero absoluto (-


273º), todos los materiales del universo emiten radiación electromagnética en forma
de ondas. Las emisiones electromagnéticas oscilan entre la longitud de onda corta*
(emisiones de alta frecuencia y alta energía), que incluye los rayos X, Gamma y
ultravioleta, y la longitud de onda larga (baja frecuencia y baja energía), que incluye
la luz visible, la infrarroja, las micro-ondas y las señales de radio y TV (Figura 55).
La captura mediante sensores capaces de registrar la radiación de todo el espectro
electromagnético es el objeto de la teledetección.

La Tierra recibe constantemente energía procedente del sol. Cuando esa energía
impacta en la tierra es sujeta a dos posibles procesos físicos principales: o bien es
absorbida (la tierra retiene una parte de la energía que recibe) o es reflejada (es
dispersada en muchas direcciones y devuelta al espacio). Las diferentes interaccio-
nes de las radiaciones electromagnéticas con los diferentes materiales que compo-
nen la superficie de la Tierra (rocas, vegetación, agua) son captadas por lo sensores,
de forma que el análisis e interpretación de la información captada permite estable-
cer inferencias relativas a dichos materiales. Con ayuda de sensores que capturan
las radiaciones reflejadas, y mediante su análisis con sistemas informáticos que las
analizan e interpretan, es posible interpretar cuestiones como la naturaleza de los
materiales, su distancia, su temperatura, etc. El espectro de emisiones electromag-
néticas se encuentra dividido en bandas* contiguas, por lo que existen dispositivos
sensores capaces de capturar emisiones de numerosas bandas, generando imágenes
que se denominan multiespectrales* o hiperespectrales (según el número de bandas
que detecten).

b) Los principales elementos de un sistema de teledetección (Figura 56) son, fun-


damentalmente, el sistema sensor y el intérprete o analista:

 El sistema sensor es el que permite captar las radiaciones electromagnéticas, no


existiendo ningún instrumento sensor que pueda detectar toda la amplitud de
emisiones del espectro electromagnético. En general, estos aparatos sensores
puede ser clasificados en dos tipos, denominados pasivos y activos. Los senso-
res pasivos no emiten señales propias, simplemente captan y procesan las exis-
tentes en el ambiente (que pueden ser emitidas o reflejadas). Ejemplos son los
sensores magnéticos, gravímetros, las cámaras (monócromas, color natural, in-
frarrojas o de color infrarrojas) y diversos tipos de escáners. Los sensores acti-
vos son equipos que incorporan su propia fuente de iluminación, es decir, emi-
ten sus propias señales, que hacen impactar sobre el objeto a detectar para luego
recoger la señal devuelta por el mismo. Ejemplos son los radiómetros y altíme-
tros de microondas, los radares* (de apertura real y apertura sintética), los cua-
les pueden ir a bordo de satélites o ser aerotransportados.

 El intérprete o analista es normalmente un complejo sistema informático que


analiza la información obtenida por los sensores, transformándola en imágenes
interpretables por el ojo humano y en mapas derivados de ellas.

66
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

c) Las variables de resolución principales de cualquier investigación basada en da-


tos de detección remota son tres.

 Por un lado, está la resolución espacial*, que se mide normalmente en metros y


se refiere al tamaño de la unidad mínima de información de las imágenes obte-
nidas (píxel). Por ejemplo, tratándose de una aplicación arqueológica, una re-
solución de 30 metros (cada píxel abarcando un cuadrado de 30x30 metros de
terreno) puede ser suficiente para detectar construcciones de excepcional ta-
maño en yacimientos arqueológicos, aunque, normalmente, tan solo una reso-
lución espacial de 10 metros permitiría una detección segura de las anomalías
topográficas o fitográficas más habituales (Wheatley y Gillings, 2002:79).

 Por otro lado, está la resolución espectral, que se refiere a la cantidad y anchuras
de bandas de emisiones electromagnéticas que un sensor puede registrar. Cuan-
tas más bandas pueda registrar un sensor y cuanto más estrechas sean (y por
tanto cuanto mayor sea su capacidad para generar imágenes multiespectrales),
mayores posibilidades ofrecerá a nivel de interpretación. La utilización de sen-
sores hiperespectrales de última generación, cuya disponibilidad se ha genera-
lizado en los últimos años, permite un análisis más detallado de los materiales
de la superficie terrestre.

 En tercer lugar, hay que considerar la resolución temporal, que es la frecuencia


con que el sensor (o mejor dicho, el vehículo espacial que lo transporta) ad-
quiere imágenes de un punto dado. Ejemplos: en el caso de Landsat cada 16
días, en el de SPOT cada 26 días, en el de los satélites meteorológicos como
Meteosat cada 30 minutos.

 Finalmente, se distingue la resolución radiométrica, que es la capacidad del sen-


sor para detectar variaciones en las ondas que recibe. Cuanto mayor es la pre-
cisión radiométrica, mayores son las posibilidades de una interpretación precisa
de la imagen (aunque existen límites para ello: por ejemplo, si se trata de una
fotografía del espectro de luz visible, el ojo humano es incapaz de distinguir
más de 64 tonos de gris) (Chuvieco, 1996:95).

Las diferentes misiones y satélites que han aportado a lo largo de las últimas déca-
das imágenes susceptibles de explotación arqueológica reunían diversas combina-
ciones de instrumentos sensores y variables de resolución (Wheatley y Gillings,
2002:78-80) (Tabla 5). Así, en las misiones Landsat 1 a 5 el instrumento sensor
principal era el Escáner Multiespectral, o MSS (Multispectral Scanner) en sus si-
glas inglesas, que obtenía datos con una resolución espacial de 80x80 metros en las
bandas roja, verde, azul e infrarroja. Las misiones Landsat 4 y 5 portaban además
un sensor denominado Thematic Mapper, un escáner radiométrico multiespectral
de 7 bandas con una resolución espacial de 60 metros en la banda termal infrarroja
y de 30 metros en las 6 bandas restantes. Finalmente, el Landsat 7 transporta una

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

versión mejorada del Thematic Mapper (denominada Enhanced Thematic Mapper)


capaz de producir imágenes pancromáticas con una resolución espacial de 15 me-
tros.

SENSOR MISIÓN RESOLUCIÓN BANDA PARTE DEL


ESPECTRO
(MICRONES)
c. 80 metros 1 0,5-0,6
c. 80 metros 2 0,6-0,7
MSS 1-5 c. 80 metros 3 0,7-0,8
c. 80 metros 4 0,8-1,1
30 metros 1 0,45-0,52
30 metros 2 0,52-0,60
30 metros 3 0,63-0,69
TM 4-5 30 metros 4 0,76-0,90
30 metros 5 1,55-1,75
60 metros 6 10,4-12,5
30 metros 7 2,08-2,35
ETM 7 Igual que TM 1-7 Igual que TM
15 metros 8 0,52-0,90
Tabla 5
Propiedades de resolución espacial y espectral de los sensores de las misiones Landsat
Fuente: Wheatley y Gillings, 2001:79

2.4.c.- Aplicaciones arqueológicas

En base a los principios teóricos esbozados, es posible, por tanto, identificar ciertos
elementos antrópicos en el paisaje, y con ello determinar la posible localización de
yacimientos arqueológicos. A este respecto, se pueden señalar dos grandes ventajas
de la teledetección sobre la fotografía aérea. Por un lado, es menos dependiente de
las condiciones climáticas. La mayoría de los sensores espaciales operan con inde-
pendencia de las condiciones atmosféricas que suelen afectar a los aviones a la hora
de tomar las fotografías aéreas, ya que en el espacio no hay turbulencias ni huraca-
nes que dificulten la navegación. Ello, sin embargo, no quiere decir que la capaci-
dad de los satélites para observar la corteza terrestre no se vea mermada por deter-
minadas condiciones atmosféricas como la nubosidad. Por otro lado, las imágenes
capturadas por sensores a bordo de satélites pueden servir para estudiar regiones
extremadamente remotas e inaccesibles (selvas tropicales, desiertos), donde la uti-
lización de aviones es complicada o imposible, y en regiones con cubierta vegetal
de tipo arbóreo extremadamente densa (por ejemplo, las selvas tropicales) donde la
fotografía aérea es poco útil.

Las Figuras 57 y 58 muestran un ejemplo de aplicación a la Arqueología de imáge-


nes de satélite, concretamente para el estudio de las calzadas construidas en la zona
del Cañón del Chaco (Parque Nacional de Bandelier, en Estados Unidos) por las
comunidades prehistóricas de los siglos XI-XIII d.n.e. Las imágenes de escáner
multiespectral de infrarrojos termales (TIMS Termal Infrared Multispectral

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Scanner) tomadas por la NASA en primavera de 1982 con una resolución de 5


metros muestran las diferencias de temperatura a nivel del suelo. A partir de esta
información se distinguen una serie de elementos lineales de en torno a 7 metros de
anchura que no son reconocibles a simple vista sobre el terreno, ni habrían podido
ser reconocidas con fotografías aéreas convencionales ni infrarrojas. En posteriores
imágenes se identificaron muros, campos de cultivos y viviendas de las poblaciones
del Chaco. Así, el estudio mediante teledetección permitió establecer con mayor
precisión el trazado de estas calzadas, que siguen un trazado absolutamente rectilí-
neo (con total independencia de la topografía del terreno) por comunidades agríco-
las que carecían de rebaños o animales de carga, lo que ha llevado a plantear su
posible carácter ceremonial y/o sagrado (Morain y otros, 1981; Sever y Wagner,
1991).

Otro buen ejemplo de aplicación arqueológica de las imágenes tomadas desde el


espacio es el proyecto de investigación de las pautas de asentamiento presentes en
la cuenca del río Arroux (Borgoña francesa) entre la Edad del Hierro y el siglo XIX
d.n.e. llevada a cabo por un equipo interdisciplinar norteamericano a lo largo de la
década de los 1980. En este caso, se combinó una exhaustiva cantidad de informa-
ción arqueológica procedente de varias campañas de prospecciones de superficie,
más datos cartográficos relativos al relieve, hidrología, uso del suelo, etc. con imá-
genes de los satélites Landsat y SPOT. Las primeras fueron finalmente descartadas
por que el insuficiente nivel de resolución (80 metros por píxel) no permitía reco-
nocer eventos arqueológicos. Las imágenes SPOT consistían en 3 bandas espectra-
les en el modo multiespectral (20 metros de resolución) y una banda en el modo
pancromático (10 metros de resolución) cubriendo un área de 60 x 60 kms. (Madry,
1988; Madry y Crumley, 1990). La combinación de estas múltiples fuentes de datos
permitió hacer una valoración altamente sofisticada de las pautas de elección del
asentamiento (visibilidad, accesibilidad, vías de comunicación) y utilización del
suelo, desde una amplia perspectiva diacrónica. La figura 59 muestra una imagen
radar del asentamiento galorromano de Bibracte y su entorno.

2.4.d.- Lecturas recomendadas

Introductorias

Donoghue, D. (2001): "Remote sensing." En Brothwell, D. y Pollard, A. M. (Eds.): Handbook of Ar-


chaeological Sciences, 555-564. Chichester. J. Wiley

Montufo, A. M. (1997): “The use of satellite imagery and digital image processing in landscape ar-
chaeology. A case study from the island of Mallorca, Spain.” Geoarchaeology 12 (1), 71-85.

Rodríguez Alcalde, A. L. (1998): "Teledetección espacial y Arqueología del Paisaje.” Arqueología


del Paisaje. Actas del Coloquio Celebrado en Teruel (septiembre, 1998). Arqueología Espacial 19-
20, 53-70. Teruel Instituto de Estudios Turolenses

Avanzadas

69
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Campana, S. y Forte, M. (Eds): (2001): Remote Sensing in Archaeology. XI Ciclo di Lezioni Sulla
Ricerca Applicata in Archeologia (Certosa di Pontignano, Siena, 6-11 diciembre 1999). Siena. Uni-
versitá di Siena

Chuvieco Salinero, E. (1996): Fundamentos de Teledetección Espacial. Madrid. Rialp

Gaffney, V. – Ostir, K. – Podobnikar, T. – Stancic, Z. (1996): “Satellite imagery and GIS applications
in Mediterranean Landscapes.” En Kammermans, H. -Fennema, K. (Eds.): Interfacing the Past, An-
alecta Prahistorica Leidensia 28, 338-342. Leiden. Leiden University Press

Limp, W F. (1989): The Use of Multispectral Digital Imagery in Archaeological Investigations. Re-
search Series 24. Fayetteville. Arkansas Archaeological Survey

Lyons, T. R. (Ed.) (1981): Remote Sensing: Multispectral Analyses of Cultural Resources, Chaco
Canyon and Bandelier National Monument. Washington. National Park Service

Sever, T.L. y Wagner, D.W. (1991): “Analysis of prehistoric roadways in Chaco Canyon using re-
motely sensed digital data.” En Trombold, C. (Ed.): Ancient Road Networks and Settlement Hierar-
chies in the New World, 42-52. Cambridge. Cambridge University Press

Shennan, I. y Donoghue, D.N.M. (1992): “Remote sensing in archaeological research.” Proceedings


of the British Academy 77, 223-232.

2.5.- Prospección geofísica


2.5.a.- Introducción.

La prospección geofísica puede ser definida como el conjunto de procedimientos


técnicos seguidos en la aplicación de sensores terrestres al subsuelo para localizar
y caracterizar los elementos arqueológicos enterrados. La prospección geofísica
comparte diversos principios teóricos y técnicos con la teledetección, como por
ejemplo (por citar el más evidente) la utilización de una parte de la gama de ondas
del espectro electromagnético para determinar la presencia de vestigios arqueoló-
gicos en el subsuelo. Sin embargo, al contrario que en la teledetección, en la pros-
pección geofísica la aplicación de sensores se hace desde la propia superficie te-
rrestre, por lo que toda la logística de acompañamiento del trabajo de campo cambia
bastante. Otra diferencia importante entre las dos es que la prospección geofísica
hace uso de algunas técnicas que no serían aplicables desde plataformas aéreas o
espaciales.

En los diversos manuales y obras de referencia especializadas en estel tema que


pueden actualmente consultarse (en esta sección se siguen los trabajos de A. Clark;
1996; L. B. Conyers y D. Goodman, 1997; V. Hassek, 1999 y A. Schmidt, 2001),
se suele distinguir entre dos grandes grupos de métodos geofísicos, los activos y
los pasivos.

 Los métodos activos son aquellos en los que deliberadamente el prospector


introduce en el subsuelo señales (por ejemplo, corrientes eléctricas) para
luego medir la respuesta (es decir, el tiempo de retardo e intensidad de la

70
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

misma). Entre ellos podemos contar los métodos de resistividad eléctrica*,


de radar de penetración terrestre (georadar*) y acústica.

 Los métodos pasivos son aquellos en los que se mide la presencia e intensi-
dad de señales asociadas con las propiedades de los materiales enterrados
en el subsuelo, sin que haya emisión alguna de señales por parte del pros-
pector. Entre ellos contamos la prospección magnética, la sísmica, la mag-
netotelúrica o la de microgravedad.

No todos estos métodos son aplicados con idéntica frecuencia en la prospección


arqueológica, algunos de ellos, de hecho, estando todavía en un estadio experimen-
tal de desarrollo. De hecho, en el desarrollo de este tema se concentrará la atención
en los tres tipos de prospección geofísica de uso actualmente más regular en el
reconocimiento arqueológico del territorio: la eléctrica, la magnética, y la de radar
de penetración terrestre.

2.5.b.- Sinopsis histórica

Los primeros ensayos de prospección geofísica se dieron en el Reino Unido en los


años 1940 a partir de los trabajos realizados por físicos o ingenieros interesados en
la Arqueología como A. Clark, M. Aitken y R. Atkinson. A ellos corresponde el
diseño de los primeros aparatos adaptados a la detección de elementos arqueológi-
cos en el subsuelo y el origen de la fuerte implantación que posteriormente estos
métodos iban a tener en el Reino Unido.

En la década de los 1950 la aplicación arqueológica de métodos de prospección


geofísica comenzó a recibir atención en otros países de Europa, especialmente e
Italia y Alemania. En Italia, la Sezione Prospezioni Archeologiche de la Universi-
dad Politécnica de Milán comenzó un importante programa de investigaciones en
este campo que daría lugar posteriormente a la creación de la revista científica
Prospezioni Archeologiche (publicada entre 1966 y 1974). En Alemania, Irwin
Scollar, en el Rheinisches Landdesmuseum de Bonn comenzó a diseñar sus propios
magnetómetros y a explorar procedimientos informáticos de carga de los datos (un
aspecto enormemente importante en este campo que solo se resolvería de forma
completamente satisfactoria a partir de los años 1980).

Para la década de los 1960 la aplicación de los métodos de prospección geofísica


comenzó a extenderse rápidamente conforme se resolvieron los problemas especí-
ficos de aplicación a la Arqueología de procedimientos, técnicas y equipos que en
realidad derivaban de la geología, de la ingeniería minera, etc. Esta extensión se
vio grandemente favorecida con la comercialización del resistivímetro Martin-
Clark (diseñado por A. Clark) y por la publicación en la revista Archaeometry (Uni-
versidad de Oxford) de una serie de avances técnicos (desarrollo del magnetómetro
de rubidio y del gradiómetro de flujo).

71
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Entre los años 1970 y 1980 esta metodología se extiende notablemente por la Ar-
queología, consolidándose como un procedimiento estándar de reconocimiento de
yacimientos arqueológicos previo a (o independiente de) la excavación, capaz de
proporcionar datos cada vez más precisos y significativos sobre la naturaleza de los
mismos. En algunos países, como el Reino Unido o Alemania, esta extensión tiene
sobre todo gran significación a efectos de protección – intervenciones de urgencia
– generando importantes dinámicas comerciales y empresariales (empresas de con-
sultoría geoarqueológica). Prueba de la rápida consolidación de la prospección
geofísica arqueológica es la proliferación de obras monográficas en los últimos 10
años, tanto a efectos de manuales y obras de referencia que introducen métodos
cada vez más sofisticados (Scollar y otros, 1991; Heimmer y De Vore, 1995; Clark,
1996; Conyers y Goodman, 1997; Hasek, 1999) como de resultados de conferencias
internacionales especializadas (Fassbinder e Irlinger, 1999; Doneus y otros, 2001)
o guías de referencia sobre criterios de normalización y estandarización de las apli-
caciones y de los datos resultantes (English Heritage, 1995; Schmidt, 2001).

2.5.c.- Prospección eléctrica

La prospección geofísica eléctrica (referida frecuentemente en la literatura como


de resistividad) se basa en el principio de que la conducción de electricidad del
subsuelo es dependiente de las propiedades de los materiales que lo componen, así
como del volumen, forma y relleno (aire, agua) de sus poros. La cantidad de hume-
dad presente en el subsuelo determina muy especialmente su resistencia al paso de
la corriente eléctrica. Dado que los vestigios carácter arqueológico comportan alte-
raciones locales en la naturaleza y propiedades del subsuelo, la aplicación de los
instrumentos adecuados permite reconocer y localizar dichas alteraciones (o ano-
malías).

a) Los parámetros básicos implicados en la prospección eléctrica son el voltaje


(tensión eléctrica aplicada al subsuelo mediante un generador), la resistencia (es
decir, el grado de dificultad o facilidad con que la electricidad circular por el cuerpo
en cuestión – en este caso el subsuelo), y la corriente (cuya intensidad es el cociente
entre el voltaje aplicado al cuerpo y la resistencia ofrecida por el mismo al paso de
la electricidad). Un concepto específico asociado al de resistencia es el de resisti-
vidad. La resistividad se mide en ohmios/metro en base a la resistencia que ofrece
un metro cúbico de un material concreto al paso de un voltaje de un voltio. Los
materiales de resistividad muy baja son muy buenos conductores (por ejemplo, el
cobre, que precisamente se utiliza para hacer cables de conducción eléctrica), mien-
tras que los materiales de resistividad muy alta se utilizan como aislantes (por ejem-
plo, el plástico). La combinación en el subsuelo de materiales de alta y baja resisti-
vidad (o baja y alta conductividad, por decirlo a la inversa) puede ser detectada
mediante un resistivímetro. El resistivímetro es un dispositivo que dispone de cua-
tro electrodos* que se entierran en el subsuelo: mientras dos de ellos dos inyectan
electricidad bajo tierra, los otros dos miden la electricidad que circula por la misma,
registrándola. En la Figura 60 se muestra de forma diagramática el funcionamiento

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

de un instrumental básico de medición de resistividad según Clark (1990:30). La


corriente (I), procedente de una fuente de corriente alterna (S) pasa a través del
potenciómetro (Pt) y luego de los electrodos (C), antes de penetrar en el subsuelo.
Los electrodos P miden luego el gradiente de potencial creado en el subsuelo por I,
y el voltaje resultante entre ellos (V) se aplica al amplificador A, que recibe también
el voltaje entre el extremo de Pt y su contacto móvil. Ello se registra en el medidor
M, siendo el contacto móvil de Pt ajustado a mano hasta que el medidor registre
cero. Cuando se alcanza este equilibrio, el voltaje entre los extremos fijo y móvil
de Pt es igual a V. Puesto que la misma corriente I fluye por Pt y el subsuelo, la
resistencia R entre estos contactos (leída en una aguja) equivale a la resistencia del
suelo. El PSR (phase-sensitive recitifier) es un dispositivo que elimina interferen-
cias al permitir pasar solo aquellas señales que están sincronizadas con la energía
emitida por la fuente. Los modelos de resistivimetros más recientes incorporan sis-
temas automáticos de filtrado de la señal (contactos) así como la transmisión de
medidas a un registrador (data logger) que facilita el empleo del instrumento, au-
mentando su eficacia (mayor número de medidas por unidad de tiempo y empleo
por un solo operador). Además, el volcado de las medidas y su cartografía se hace
de forma que permite la visualización en tiempo real de los resultados de la pros-
pección.

b) La aplicación efectiva de la prospección de resistividad eléctrica a yacimientos


arqueológicos debe tener en cuenta una serie de condicionantes.

 En primer lugar, es importante considerar la densidad de la malla (o cuadrícula)


de prospección (es decir, los intervalos regulares en los que se toman las medi-
ciones de resistividad). Este parámetro depende de factores determinantes de la
estrategia general de prospección, tales como la densidad esperada de elemen-
tos subterráneos, el tipo de suelo y la humedad presente, o el tiempo y/o perso-
nal disponible para la realización de la misma. En todo caso, los criterios están-
dar actualmente aceptados (English Heritage, 1995) recomiendan la utilización
de una cuadrícula general de referencia dentro del yacimiento (por ejemplo con
cuadros de 20 x 20 ó 30 x 30 metros) que puede ser utilizada igualmente para
prospección de superficie o levantamiento topográfico), dentro de la cual los
datos son tomados cada 0.5 metros a lo largo de una serie de líneas separadas
por un metro (con lo que efectivamente la malla de muestreo geofísico es de
0.5 x 1 metros).

 En segundo lugar, la naturaleza de las propias unidades estratigráficas condi-


ciona de los resultados de la prospección. Las UEs verticales positivas son nor-
malmente menos conductoras ya que retienen menor cantidad de humedad, de
forma que producen anomalías positivas en la prospección. Las UEs verticales
negativas, en cambio retienen normalmente mayores cantidades de humedad,
por lo que atraen a la corriente eléctrica, produciendo anomalías negativas. Si-
milarmente, sobre todo en el caso de las UEs verticales negativas, el tamaño
puede constituir un importante factor condicionante (las fosas de pequeños

73
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

tamaño ganan y pierden agua rápidamente, mientras que las fosas grandes re-
tienen humedad de forma más constante).

 Asimismo, la climatología resulta un factor condicionante en base a la cantidad


de agua que pueda encontrarse en el subsuelo y su distribución. A este respecto
los resultados de las prospecciones de resistividad pueden variar bastante según
la climatología imperante o según la estación del año.

 En cuarto lugar, es preciso tener en cuenta la naturaleza de los suelos predomi-


nantes en el yacimiento y su entorno. Los suelos arcillosos, por ejemplo, retie-
nen mejor la humedad, por lo que suelen ser más aptos para la detección de UE
verticales positivas. Los suelos arenosos, en cambio retienen menos humedad
y suelen ser menos favorables para la detección de muros, paredes, derrumbes,
etc.

Un buen ejemplo de prospección de resistividad eléctrica es el anteriormente co-


mentado de la ciudad romana de Itálica, en la que el análisis geofísico de subsuelo
se complementó con una prospección intensiva de superficie y con la utilización de
fotografía aérea (Rodríguez Hidalgo y otros, 1999). En las imágenes del subsuelo
obtenidas (Figuras 61 y 62) es posible observar con gran claridad la distribución y
planta de las manzanas de viviendas de la ciudad, así como el recorrido de las mu-
rallas con sus torreones (Figura 61). El mapa de resistividad procesado es combi-
nado con la planimetría de los restos conocidos en superficie para producir una
imagen muy completa de la planta (y ciertamente de la topografía) de la ciudad sin
recurrir a la excavación.

2.5.d.- Prospección magnética

El principio teórico fundamental sobre el que se basa la prospección geofísica de


carácter magnético es que la corteza terrestre está constituida por numerosos mine-
rales que incorporan hierro en su composición y que forman parte de sus suelos,
arcillas y rocas. Estos materiales, además de mostrar un magnetismo inherente,
pueden, bajo ciertas condiciones de acción antrópica, ver su magnetismo fuerte-
mente incrementado. De hecho, la prospección magnética puede a su vez dividirse
en dos grandes categorías: la prospección magnetométrica, que mide el magnetismo
inducido en ciertos materiales por la acción humana, y la prospección de suscepti-
bilidad magnética, que mide el magnetismo natural o inherente presente en los ma-
teriales.

2.5.d.a.- Prospección magnetométrica

Uno de los materiales más susceptibles de ver incrementado su magnetismo por la


acción humana es la arcilla. Al ser sometida (deliberada o casualmente) a procesos
de combustión potentes (por ejemplo, formando parte de las paredes de un horno
de fundición de mineral o de cocción de arcilla o de cocción de pan, o como murete

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

o pavimento en torno a un hogar o chimenea), la arcilla ve incrementada su mag-


netización interna por la aparición de óxidos de hierro como la magnetita, hematina
y maghemita. Al enfriarse, estos minerales de la arcilla se magnetizan en masa en
relación con el campo magnético terrestre (con respecto al cual se orientan sus cris-
tales). Esta magnetización, que queda fijada en el material resultante (arcilla cocida
- cerámica) por largos periodos de tiempo (miles de años), se conoce como termo-
rremanencia* o magnetización termorremanente (ello constituye el principio sobre
el que opera la datación por arqueomagnetismo).

Así, el principio fundamental sobre el que se asienta la prospección magnetométrica


es que la termorremanencia producida por hornos y suelos quemados, que fueron
un día parte de asentamientos humanos, puede ser detectada siglos después con
ayuda de los sensores adecuados, en este caso magnetómetros, en base a su con-
traste con otras zonas del entorno en que la termorremanencia no se ha visto alte-
rada. Los magnetómetros más utilizados actualmente son los de protones, los alca-
linos, y los denominados gradiómetros de flujo.

Una limitación de la prospección magnetométrica es que la capacidad de detección


de los magnetómetros se reduce considerablemente a partir de los 1.5-2 metros de
profundidad, con lo que en realidad su aplicación queda restringida a aquellos ele-
mentos anómalos existentes a escasa distancia de la superficie. Con respecto a la
prospección por resistividad eléctrica, cuyo desarrollo se ve algo ralentizado por la
necesidad de introducir los electrodos en el subsuelo, la prospección magnetomé-
trica tiene la ventaja de que la obtención de mediciones se puede hacer de una forma
bastante fluida, simplemente con el operador caminando a lo largo y ancho de una
malla preestablecida.

Existe una multidud de ejemplos válidos de prospección magnetométrica. En el


estudio de la aldea fortificada Menoken (Dakota del Norte, Estados Unidos), un
asentamiento indio fortificado del siglo XIII d.n.e., se utilizó un gradiómetro (Geos-
can Research FM-36 fluxgate) para abarcar un área de 9300 m2, con un intervalo
de muestreo de 0.5 x 0.125 metros y hasta una profundidad de 1.5 metros. La pri-
mera imagen magnética (Figura 63) muestra con toda claridad (al menos casi con
la misma claridad que la prospección eléctrica mostraba el perímetro de las mura-
llas de Itálica en el ejemplo anterior) el perímetro de la fosa defensiva de la aldea,
que recorría sus lados Este y Sur (el resto del perímetro del asentamiento quedaba
defendido por un barranco). Se observan cuatro bastiones circulares, así como sen-
deros prehistóricos y varios elementos de gran tamaño sometidos a combustión que
fueron interpretados como casas (lo que luego se constató mediante excavación).
La Figura 64 muestra los máximos de anomalías positivas en color rojo, definiendo
precisamente elementos quemados del poblado. Son interesantes las alineaciones
de valores magnéticos altos por la cara interior de la fosa de fortificación y en 3 de
los 4 bastiones, que se deben a concentraciones de suelo con mayor susceptibilidad
magnética. Otros elementos identificados en la prospección fueron una casa incen-
diada de planta oval así como un hogar con restos de combustión.

75
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

2.5.d.b.- Prospección de susceptibilidad magnética

Podemos definir la susceptibilidad magnética como la propiedad de los materiales


(por ejemplo, el suelo) para magnetizarse cuando son expuestos a un campo mag-
nético. Los materiales diamagnéticos tienen una susceptibilidad negativa baja, los
materiales paramagnéticos tienen una susceptibilidad positiva baja, mientras que
los materiales ferromagnéticos tienen un valor positivo alto.

Debido a que la magnetización que se trata de identificar es mucho más tenue (es
natural, por así decirlo, y no termorremanente), en el caso de las prospecciones
geofísicas de susceptibilidad magnética los instrumentos utilizados deben ser acti-
vos, y no pasivos. Los magnetómetros son instrumentos pasivos en tanto que úni-
camente miden la magnetización almacenada en los materiales sometidos a proce-
sos de combustión (es decir, con termorremanencia). En cambio, la prospección de
susceptibilidad magnética requiere de la utilización de instrumentos activos, es de-
cir, que inyectan una señal en el subsuelo, midiendo luego la respuesta que se ob-
tiene en base a su susceptibilidad magnética.

La implicación arqueológica del concepto de susceptibilidad magnética parte de la


constatación de que en sus niveles superficiales los suelos son normalmente más
susceptibles que en sus niveles profundos (la parte más superficial de los suelos
tiene mayor tendencia a acumular minerales de hierro). Además, esta susceptibili-
dad se incrementa cuando los suelos están expuestos a la actividad antrópica por un
periodo de tiempo relativamente prolongado. Así, aquellas estructuras verticales
negativas que con el paso del tiempo quedan rellenadas con tierra superficial pue-
den mostrar un grado de magnetismo tenuemente superior al observable en el en-
torno (y sin que participe proceso alguno de termorremanencia por combustión).
La Figura 67 muestra el tipo de respuesta que diferentes anomalías arqueológicas
del subsuelo pueden producir en el caso de la prospección de susceptibilidad mag-
nética y en comparación con la prospección magnetométrica y de resistividad eléc-
trica.

Asimismo, aquellas áreas de ocupación humana donde se forman concentraciones


especialmente altas de fosfatos pueden ser identificadas por su susceptibilidad mag-
nética. Las acumulaciones antrópicas de fosfatos ocurren como consecuencia de la
acumulación de excrementos y orina de personas y/o animales estabulados, o por
la descomposición de huesos humanos (tumbas) o animales (tumbas y basureros).
Los fosfatos son materiales enormemente resistentes al paso del tiempo y asumen
por tanto el papel de indicador arqueológico en el caso de la extracción por suscep-
tibilidad magnética (también lo son en tanto que la obtención de muestras de tierra
del subsuelo mediante barrenas y su posterior análisis edafológico puede conducir
a inferir la presencia yacimientos arqueológicos).

76
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
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2.5.e.- Prospección mediante georadar

Un procedimiento de prospección geofísica que se ha venido utilizando más recien-


temente (desde finales de los años 1970) es el basado en el radar de penetración
terrestre o georadar. La prospección geofísica mediante georadar, que ha comen-
zado a mostrar grandes ventajas en los últimos diez años (Conyers y Goodman,
1997), parte exactamente del mismo principio teórico que la utilización del radar
en la teledetección, es decir, una potente antena de radar transmite hacia el subsuelo
ondas electromagnéticas y luego recibe las señales devueltas, estimando el tiempo
de retardo e intensidad de la señal retornada.

En su aplicación arqueológica, la prospección mediante georadar presente impor-


tantes ventajas sobre las prospecciones magnéticas o eléctricas:

 Por un lado, el georadar tienen una capacidad muy superior de penetración


en el subsuelo (hasta 50 metros), por lo que resulta más adecuado para ya-
cimientos arqueológicos de gran potencia estratigráfica.

 En segundo lugar, el georadar no está limitado por la capacidad de los restos


enterrados para absorber electricidad o por su estado de magnetización, sino
que identifica todo tipo de anomalías presentes en el subsuelo por su masa.

 En tercer lugar, dado que los sensores detectan de forma precisa la profun-
didad a que dichas anomalías se encuentran, es posible elaborar perfiles (i.e.
secciones) del subsuelo, mostrando la localización de las anomalías en pro-
fundidad, no solo horizontalmente (en su extensión).

 Finalmente, por esa capacidad para registrar la profundidad de las anoma-


lías, los datos del georadar pueden ser visualizados en una variedad de for-
matos mucho más amplia que los datos de resistividad o magnetometría
(merced asimismo al reciente desarrollo y expansión de las técnicas de vi-
sualización informatizada de datos).

Entre los inconvenientes del georadar frente a la prospección magnética o eléctrica


se encuentran su elevado costo (aunque la experiencia en otros campos sugiere que
en pocos años la disponibilidad de las técnicas de reconocimiento se hace mucho
mayor). Además, el georadar tiene una virtualidad algo limitada según la geología
de la zona donde se realice el estudio. Funciona bastante bien en suelos arenosos y
en sedimentos no saturados de humedad, pero falla completamente en terrenos con
saturación de aguas saladas ya que el agua salada “transporta” las ondas del radar
lejos del punto de emisión, de forma que los reflejos que llegan devueltos son ya
demasiados escasos y débiles.

Las Figuras 65 y 66 muestran dos ejemplos de aplicación de georadar presentados


por L. B. Conyers y D. Goodman en su conocida síntesis de esta tecnología. La

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
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primera de ellas muestra una serie de cortes horizontales, a distinta profundidad,


del yacimiento de Nyutabaru (Japón), en el más profundo de los cuales (en el rango
de 40 a 48 nanosegundos) se distinguen un foso circular (a la derecha) y unas es-
tructuras de planta cuadrangular (a la izquierda). En la Figura 66 se muestra un
corte vertical (perfil) tridimensional de una cámara funeraria situada dentro del tú-
mulo de Yamashiro Futagozuka, también Japón (rango entre 60 y 70 nanosegun-
dos). En ambas ilustraciones, la combinación de la particularidad del georadar con
gráficos generados por ordenador permite producir imágenes de las anomalías exis-
tentes en el subsuelo extremadamente precisas e intuitivas.

2.5.f.- Lecturas recomendadas

Introductorias

Clark, A. J. (1996): Seeing Beneath the Soil: Prospecting Methods in Archaeology. London. Batsford

Dabas, M. y Tabbagh, A. (2000): “Magnetic prospection.” In Ellis, L. (Ed.): Archaeological Method


and Theory: An Encyclopedia. New York. Garland

Dabas, M. y Tabbagh, A. (2000): “Thermal surveying.” In Ellis, L. (Ed.): Archaeological Method and
Theory: An Encyclopedia. New York. Garland

Nishimura, Y. (2001): "Geophysical prospection in archaeology." En Brothwell, D. - Pollard, A. M.


(Eds.): Handbook of Archaeological Sciences, 543-554. Chichester

Avanzadas

Bevan, B. W. (1998): Geophysical Exploration for Archaeology. An Introduction to Geophysical Ex-


ploration. Midwest Archaeological Centre Special Report 1

Conyers, L. B. y Goodman, D. (1997): Ground Penetrating Radar: An Introduction for Archaeologists.


London. Walnut Creek

Doneus, M. – Eder-Hinterleitner, A. – Neubauer, W. (Eds.) (2001): Archaeological Prospection.


Fourth International Conference on Archaeological Prospection. Vienna. Austrian Academy of Sci-
ences Press

English Heritage (1995): Geophysical Survey in Archaeological Field Evaluation. Research and Pro-
fessional Services Guideline 1. London. English Heritage

Fassbinder, J. W. e Irlinger, W. E. (Eds.) (1999): Archaeological Prospection. Third International


Conference on Archaeological Prospection. München. Bayerisches Lansesamt für Denkmalpflege

Hasek, V. (1999): Methodology of Geophysical Research in Archaeology. British Archaeological Re-


ports S769. Oxford. Archaeopress

Schmidt, A. (2001): Geophysical Data in Archaeology.A Guide to Good Practice. Oxford. Oxbow
Books

Scollar, I. – Tabbagh, A. – Hesse, A. - Herzog, I. (1991): Archaeological Geophysics and Remote


Sensing. Cambridge. Cambridge University Press

Spoerry, P. (Ed.) (1992): Geoprospection in the Archaeological Landscape. Oxbow Monographs 18.
Oxford. Oxbow Books

78
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

2.6.- Prospección y cartografía.


2.6.a.- Mapas arqueológicos.

Como se estableció anteriormente, la planificación y preparación de la prospección


de superficie exige la valoración y análisis de los mapas disponibles para la zona
de trabajo. Además, el registro de la ubicación de las entidades arqueológicas en el
paisaje requiere un proceso muy estricto de georreferenciación, basado en los prin-
cipios de la Cartografía, como el que ya se discutió en su momento. Por ambas
razones, la Cartografía es una especialidad de gran importancia a la hora de abordar
el reconocimiento arqueológico del territorio. Pero es que además, el resultado tan-
gible más inmediato de cualquier actuación arqueológica de reconocimiento del
territorio, y especialmente de la prospección de superficie, es un mapa de la distri-
bución de yacimientos en el espacio prospectado (Price y otros, 1995:159). La pro-
ducción y elaboración de mapas (y no solo su lectura e interpretación) están, por
tanto, inherentemente asociadas al proceso de investigación arqueológica del pai-
saje, así que la consideración de algunos de los principales aspectos generales de la
Cartografía es pertinente aquí.

a) Una definición de la cartografía de carácter general la concibe como “el conjunto


de estudios y operaciones científicas, artísticas y técnicas que intervienen, a partir
de los resultados de las observaciones directas de campo o de la explotación de una
documentación, en la producción de mapas” (Joly, 1979:4). Por otra parte, es posi-
ble definir de una forma simple un mapa como “aquella representación selectiva y
a escala de toda o una parte de la superficie terrestre sobre un plano” (Estébanez y
Puyol, 1976:3). Esta última definición es un tanto restrictiva, ya que existen mapas
no solo de la superficie terrestre, sino de la superficie de otros planetas o incluso es
posible hablar de mapas de nuestro sistema solar y del universo, pero en todo caso,
teniendo en cuenta esta salvedad, puede ser aplicable al propósito de este libro. Para
la Arqueología, el mapa es uno de los instrumentos más imprescindibles (y por
tanto más utilizados) para transmitir los resultados obtenidos en una prospección
de superficie. En general, desde hace siglos los mapas han sido tan imprescindibles
como los documentos escritos para comunicar y transmitir los resultados de la ob-
servación humana. Todas las sociedades humanas han tenido formas más o menos
complejas de representar las múltiples dimensiones del espacio y el territorio en el
que habitan, por lo que de hecho a menudo se dice que la cartografía es otra forma
de lenguaje. La evolución histórica de la cartografía ofrece interesantes elementos
de reflexión acerca de las variables concepciones humanas del mundo habidas en
el Pasado, acerca de su función como instrumento ideológico y de poder, o acerca
de su paulatina transformación en una disciplina científica muy precisa.

Son varios los conceptos de carácter técnico y científico que deben ser asimilados
para analizar, utilizar y crear mapas como parte del trabajo de reconocimiento y
análisis arqueológico del territorio. Entre los más importantes están los de proyec-
ción y coordenadas, orientación (norte y declinación magnética), escala y semiótica

79
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

cartográfica. Los dos primeros ya fueron tratados en la sección 3.b.1.6, dedicada a


la georreferenciación durante la prospección pedestre. Allí se estableció la impor-
tancia de registrar la correcta ubicación de los yacimientos arqueológicos en un
sistema normalizado de coordenadas para así poder cartografiarlos y transferir su
localización a otros mapas ya existentes. La creación de mapas una vez finalizada
la prospección dependerá totalmente de que aquel paso previo haya sido correcta-
mente ejecutado. Vistos los principales tipos de proyección, su impacto arqueoló-
gico, y el procedimiento de designación de las coordenadas UTM no será preciso
abundar más en este tema. Asimismo, se trataron los rudimentos de la orientación
sobre el terreno mediante el uso de la brújula y el cálculo del Norte verdadero a
partir de la declinación magnética.

Un tercer concepto cartográfico fundamental para la elaboración de mapas arqueo-


lógicos es el de escala (en la definición de mapa dada anteriormente se establecía
que un mapa es una representación a escala de una porción de la superficie terres-
tre). Una escala* es una “razón constante que existe entre las distancias lineales
medidas sobre el mapa y las distancias lineales correspondientes medidas sobre el
terreno” (Joly, 1979:3). Es decir, la escala es uno de los elementos definitorios bá-
sicos del carácter técnico y científico de los mapas frente a otras representaciones
más intuitivas e informales del paisaje (un cuadro paisajístico, un improvisado cro-
quis a mano alzada). Existen dos tipos de escalas cartográficas, la numérica y la
gráfica.

La escala numérica* es el cociente entre la distancia que separa dos puntos situados
en el mapa y sus homólogos situados en el terreno, medidos siempre con unidades
de la misma especie. La escala se expresa como una fracción donde el numerador
es una distancia cualquiera en el mapa y el denominador indica cuantas veces es
esa distancia mayor en la realidad. Así, la escala 1:50.000 indica que una unidad
sobre el mapa equivale en la realidad a 50.000 veces dicha unidad: 1 centímetro
equivale a 50.000 centímetros (500 metros) y un 1 milímetro equivale a 50 metros.
Una escala es “grande” cuando el denominador es pequeño, es decir abarca poco
terreno (1:5.000, 1:10.000), mientras que es “pequeña” cuando el denominador es
grande, es decir abarca mucho terreno (1:5.000.000, 1:40.000.000).

La escala gráfica es una línea o barra presentada normalmente en el margen inferior


de un mapa que muestra la equivalencia en distancias reales de una serie de
segmentos del mapa. La escala gráfica es más intuitiva y fácil de apreciar y permite
averiguar distancias reales sobre el mapa con la simple utilización de una regla. En
las hojas del MTN, la escala gráfica aparece debajo de la numérica, consistiendo
en un segmento dividido en seis partes de un kilómetro y una de ellas a su vez
subdividida en hectómetros (Estébanez y Puyol, 1976:12).

No puede existir ningún mapa sin escala, ya que sin ella, un mapa pierde una infor-
mación necesaria (tanto así que de hecho puede decirse que pierde todo su carácter
de mapa). Aunque sea posible encontrar en publicaciones arqueológicas casos

80
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

relativamente frecuentes de mapas de yacimientos sin escala ello es exclusivamente


achacable a un cierto descuido que solo debe ser tenida en cuenta por los/as estu-
diantes y jóvenes practicantes de la especialidad como ejemplo de lo que no debe
hacerse.

Pero el concepto de escala va más allá del elemento cartográfico numérico o gráfico
que permite comprender las relaciones de tamaño y distancia entre lo representado
y lo real. En un nivel más conceptual, la escala determina el ámbito geográfico y el
alcance del análisis: a distintas escalas se pueden representar y analizar diferentes
fenómenos y procesos, sean de orden biológico, físico o humano (arqueológico).

ESCALA EXTENSIÓN ESCALA EJEMPLO ORDEN ORDEN


ARQUEOLÓGICA ESPACIAL CARTOGRÁFIC BIOLÓGICO HUMANO
A
SUPER-MACRO ≥ 107 Km2 < 1:10.000.000 Plataformas Zona Zona
continentales, Viejo 1.000.000-
 TSM Mundo, oceános 100.000 años
106 Km2 1:5.000.000 Dominio herciniano, Dominio Dominio
1:1.000.000 Península Ibérica 1.000.000- País
100.000 años
MACRO 105 Km2 1:500.000 Meseta central Región Región
1:200.000 española, Andalucía 100.000
 TLC 104 Km2 1:200.000 Valle del 10.000 años Provincia
 MXT 1:100.000 Guadalquivir, Sierra Parque natural
 APT Morena occidental Comarca
 AVMP 103 Km2 1:100.000 Jerez de los Geosistema Comarca
1:50.000 Caballeros, 10.000- Municipio
Carmona 1.000 años
MACRO/SEMI- 102 Km2 1:20.000 Sección de un valle, Geofacies Municipio
MICRO 1:10.000 ciudad, lago 1.000 Sector
100 años
 ACR

SEMI-MICRO 10 Km2 1:5.000 Una vertiente, un Geotopo Ciudad


1:2.000 cono de deyección, 100 años Hábitat
un asentamiento
prehistórico y su
entorno inmediato
1 Km2 1:2.000 Una vertiente, un Biotopo Barrio
1:1.000 asentamiento 1-10 años Hábitat
prehistórico Manzana
MICRO ≤1 ha 1:1.000 Una tumba, una Inmueble
1:100 casa, un inmueble, Casa
una parcela agraria Cortijo
ARQUEOMETRÍA En μ X 100 Texturas litológicas, Célula Artefacto,
mantos vegetales y ecofacto
animales
ARQUEOMETRÍA En Ǻ X 1.000 Texturas Molécula Inclusión
A 10.000 mineralógicas. (desgrasante),
Estructuras atómicas exina
Tabla 6
Escalas espacio-temporales de representación y análisis
Fuente: Adaptado de Joly, 1979:46-47

En la Tabla 6 se muestra el continuo de escalas de representación y análisis en


términos geográfcos y arqueológicos, desde la escala macro hasta la micro (y en

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

relación con los métodos de análisis espacial que se discuten en la tercera parte de
este trabajo).

b) Convencionalmente se distingue entre dos grandes tipos de mapas, los


topográficos y los temáticos.

 Un mapa topográfico es una “representación exacta y detallada de la superficie


terrestre, referente a la posición, forma y dimensiones de los accidentes del te-
rreno así como de los objetos que se encuentran sobre él de una forma estable”
(Joly, 1979:24). La topografía refleja un elemento crucial del paisaje, su forma,
elemento que a su vez está correlacionado con otros muchos elementos paisa-
jísticos tanto naturales como antrópicos. La distribución de los cursos de agua
en un territorio depende la topografía (aparte de la climatología). Para la pros-
pección de superficie los mapas topográficos constituyen una variedad de mapa
especialmente interesante ya que permite representar las distribuciones de
yacimientos con respecto a la forma del relieve, lo cual es esencial para
determinar pautas y estrategias de asentamiento por parte de las comunidades
del Pasado.

En el MTN la topografía se representa en forma de isolíneas* altimétricas o


isohipsas que se denominan curvas de nivel* y aparecen estampadas en color
siena con una equidistancia de 20 metros de altitud. Para facilitar la lectura e
intepretación de la topografía, cada 100 metros de desnivel (5 curvas) aparece
una curva de trazado más grueso. Además, distribuidos por cada hoja aparecen
unos puntos con cifras que indican medidas de altitud absoluta y que se conocen
como cotas* (Estébanez y Puyol, 1976:13). El conjunto de las curvas de nivel
permite representar (para un ojo bien entrenado, de hecho, visualizar tridimen-
sionalmente) todas las formas y accidentes del terreno (colinas, sistemas mon-
tañosos, valles, desfiladeros, etc.) (Figura 68), lo cual es de gran valor tanto
para la preparación y ejecución de la prospección de superficie como para eva-
luar la distribución de los yacimientos localizados una vez que ésta ha con-
cluido.

Un ejemplo de indicador de la forma del terreno que es fácilmente obtenible a


partir de un mapa topográfico es la pendiente. La pendiente se define como el
desnivel entre dos puntos, expresado en grados (el ángulo que forma el plano
horizontal ideal del terreno con el plano que pasa por los dos puntos cuya pen-
diente se mide) o en porcentaje (Estébanez y Puyol, 1976:13). La pendiente ha
venido siendo utilizada en el análisis territorial arqueológico para valorar las
pautas de selección del lugar de asentamiento, a partir de diversos coeficientes
e índices (ver discusión en sección 3.c.2.3.b.). Otra variable del paisaje intrín-
secamente asociada a la topografía y de hecho siempre presente en los mapas
topográficos (el MTN no es excepción) es la hidrología. El agua drena si-
guiendo la pendiente del terreno, por lo que a partir del conocimiento de la to-
pografía y las pendientes es posible predecir los cursos de agua. Habitualmente,

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

en hidrología, los cursos de agua son clasificados según su orden o rango,


siendo una corriente de primer orden aquella que no recibe tributario alguno, una
corriente de segundo orden la resultante de la conjunción de dos corrientes de
primer orden y así sucesivamente, hasta la corriente de máximo orden, que es la
que vierte al mar (Estébanez y Puyol, 1976:31-32; Aguiló y otros, 1993:336).

Durante muchos años los mapas topográficos han sido utilizados de forma regu-
lar en Arqueología como escenario sobre el cual representar las distribuciones de
yacimientos resultantes de la prospección de superficie. La extensión de los Sis-
temas de Información Geográfica (discutida en la sección siguiente) ha hecho
que el abanico de mapas utilizados con este y otros fines se haya ampliado mu-
cho, dando paso sobre todo a una generalización del uso de mapas temáticos.

 Por contraposición a los mapas topográficos, los mapas temáticos implican la


expresión espacial de cualquier fenómeno o variable. Si la cartografía
topográfica tiene un objeto muy preciso y restringido, mapas temáticos existen
tantos como fenómenos (y sus correspondientes variables) sea posible concebir.
Sin ir más lejos, a partir de la topografía es posible extraer numerosos mapas
temáticos. Puesto que la pendiente es un factor determinante en aspectos tales
como la erosión o la capacidad agrológica de los suelos, los mapas de pendien-
tes (y realmente en este caso ya se trata de un mapa temático) son un ejemplo
de mapa temático bastante utilizado en Arqueología. Las pendientes se agrupan
en intervalos y luego se dibujan con distintas tramas o colores las zonas cuyas
pendientes caen dentro del mismo intervalo. Quizás el ejemplo de cartografía
temática española de ámbito nacional más análogo al MTN sea el Mapa Geoló-
gico de España a escala 1:50.000 elaborado por el Instituto Geológico y Minero
de españa (IGME, dependiente del Ministerio de Industria y Energía). En esta
serie cartográfica, cuyas hojas coinciden con las del MTN, se refleja de forma
monográfica un tema, la geología, mediante una serie de símbolos cualitativos y
cuantitativos convencionales dentro del campo de esa especialidad. Dado que
esta cartografía es altamente especializada, cada hoja viene acompañada de una
memoria explicativa de sus contenidos. La cartografía puede abarcar una varie-
dad enorme de temas, sean naturales (hidrología, vegetación, edafología, fauna,
etc.) o antrópicos (densidad de población, núcleos de población, renta per capíta
media, vías de comunicación, etc.).

Desde el punto de vista arqueológico, la diversidad de temas que pueden ser re-
presentados cartográficamente es igualmente vasta. Las más habituales en la li-
teratura incluyen desde la propia distribución de yacimientos y artefactos por cla-
ses y por periodos cronológicos, hasta las vías de comunicación y rutas comer-
ciales antiguas, distribución de áreas de influencia cultural, paleogeografía (anti-
guos cursos de agua hoy desaparecidos, antiguas líneas de costa, etc.), rutas mi-
gratorias, etc. Una clasificación útil de los mapas temáticos arqueológicos es la
propuesta por G. Priestley (1992:98-99) en tanto que mapas inventario (simple-
mente contienen gran cantidad de información en bruto, en el caso de una

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

prospección la totalidad de los yacimientos identificados representados como


puntos), mapas analíticos (los yacimientos son presentados agrupados en cate-
gorías funcionales o cronológicas mediante el uso de una simbología) y mapas
sintéticos (mapas resúmen, donde por ejemplo se presenta una hipótesis de agru-
pación zonal de los yacimientos según sus clases funcionales). En todo caso, los
requisitos de la cartografía temática arqueológica no atañen tanto a sus conteni-
dos como a la forma de su expresión gráfica, esto es, su inteligibilidad.

c) Efectivamente, un último tema al que se debe hacer referencia en materia de


cartografía arqueológica de los resultados del reconocimiento arqueológico del te-
rritorio es el de la inteligibilidad de los mapas. Una prospección que haya deparado
buenos resultados puede quedar oscurecida por una cartografía arqueológica pobre,
mientras que unos resultados intermedios pueden tener mayor efecto e influencia
con una representación cartográfica de calidad. Como disciplina responsable de la
producción de mapas, la Cartografía ha desarrollado a lo largo del tiempo criterios
y procedimientos altamente formalizados y contrastados por la experiencia para la
representación bidimensional de la información (Raisz, 1978:117-139; Joly,
1979:69-119; Priestley, 1992:113; etc.). La elaboración de mapas supone un ejer-
cicio reflexivo y técnicamente cualificado de utilización de elementos gráficos sig-
nificativos para el ojo humano, al objeto de hacer inteligible el mensaje propuesto.
Esta semiótica* cartográfica requiere un uso informado y pautado de los símbolos,
tanto en cuanto a sus elementos (forma, tamaño, color, tono, grano, orientación)
como en cuanto a sus tipos (pictogramas, ideogramas, tramas) (Joly, 1979:86-87).

La cartografía arqueológica no es en este sentido distinta de cualquier otra carto-


grafía, teniendo como finalidad básica comunicar de forma efectiva una informa-
ción mediante un impacto visual inmediato, destacando lo que es necesario destacar
y simplificando, sin distorsionarla, la información a transmitir (Priestley, 1992:98).
En el caso de las prospecciones de superficie (o, por extensión, el reconocimiento
arqueológico del territorio), esa información a transmitir se presenta, generalmente,
en forma de distribuciones de yacimientos y eventos arqueológicos, así como en
forma de planos de yacimientos individuales de especial importancia (Quesada
Sanz y Baena Preysler, 1997:94).

 En lo que se refiere a la composición gráfica de los elementos representados del


mapa, los dos principios fundamentales que deben regir la elaboración de un
mapa temático arqueológico son la claridad y el equilibrio visual. Básicamente
ello quiere decir que los mapas no deben contener un exceso de elementos que
oculte el tema representado, lo cual debe hacerse básicamente atendiendo al
equilibrio entre la complejidad del tema tratado y la escala de representación
elegida. En las Figuras 69 y 70 se muestra un ejemplo de esto. La Figura 69
muestra una típica distribución de yacimientos arqueológicos (resultante de una
prospección de superficie) sobre el fondo del MTN. Los puntos que representan
los yacimientos (uno de ellos aparece en el centro del mapa como una figura
poligonal especialmente destacada) han sido directamente superpuestos al

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
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MTN, como se hace frecuentemente en numerosas publicaciones arqueológi-


cas. Este mapa no es claro, por que el MTN incluye una importante cantidad de
información (núcleos de población, carreteras, delimitaciones municipales,
etc.) que no es relevante para comprender el poblamiento prehistórico. En la
Figura 70, en cambio, los puntos han sido superpuestos a una versión digital del
MTN donde las curvas de nivel y la red hidrográfica son elementos vectoriales
de un SIG (ver discusión de los SIG en la siguiente sección). En este caso se ha
hecho una selección de los elementos cartográficos más significativos, mostrán-
dose únicamente la topografía y la hidrología, únicos elementos del mapa per-
tinentes en relación con el tipo de paisaje que conocieron los habitantes prehis-
tóricos de la zona.

 Aparte de los objetos del entorno geográfico representados, los componentes


técnicos básicos que permiten comprender un mapa son el norte, la escala, los
rótulos y la leyenda. Por convención, los mapas suelen estar orientados a los
puntos cardinales, de forma que el Norte geográfico coincide con la parte supe-
rior del mapa. Sin embargo, una flecha (u otro símbolo) indicando la dirección
exacta de ese Norte verdadero es muy recomendable para ayudar a interpretar
la posición de los elementos en un contexto geográfico general. De modo simi-
lar, la escala es un componente esencial para entender un mapa; como se dijo
anteriormente, sin ella el lector o lectora está incapacitada para captar las rela-
ciones de tamaño y distancia entre los distintos objetos cartografiados. Final-
mente, la leyenda es la clave que permite a la usuaria o usuario del mapa deco-
dificar los símbolos empleados en la representación del tema. Como ya se ha
dicho, los mapas resultantes del reconocimiento arqueológico del territorio sue-
len estar compuestos de distribuciones de yacimientos y otras entidades arqueo-
lógicas. Cada categoría o clase de yacimiento estará representada en el mapa
con un símbolo, una forma geométrica, un tamaño o un color, por lo que la
explicación de las equivalencias en una caja situada en un punto visible del
mapa es fundamental. Las Figuras 71 y 72 ofrecen un ejemplo de la diferencia
que una buena selección y distribución de los componentes puede suponer en
la inteligibilidad de un mapa. Ambas muestran la ubicación de tres grandes
asentamientos de la Edad del Cobre en la provincia de Sevilla sobre la altimetría
y la hidrología de la provincia. En el primero de ellos (Figura 71) se muestra la
red hidrográfica principal y secundaria, lo que resulta en una cierta sobrecarga
de líneas en el mapa (el mismo problema que veíamos anteriormente con la
cartografía topográfica del entorno del embalse de Aracena). Además, este
mapa carece de rótulos, escala, norte o leyenda a partir de los que interpretar la
información. En la versión del mismo mapa mostrada en la Figura 72 se ha
seleccionado solo la red hidrográfica principal, lo que simplifica y facilita la
comprensión del mapa. Además, se ha incluido una rotulación con los nombres
de los ríos y unos códigos para los asentamientos prehistóricos, así como un
norte, una escala (que permite juzgar la distancia existente entre ellos) y una
leyenda con las equivalencias entre los colores empleados y los intervalos alti-
métricos (lo que también ayuda a valorar la ubicación geográfica de esas

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

comunidades prehistóricas). En resumen, gracias a una mejor selección e inte-


gración de los elementos técnicos, el segundo mapa es mucho más inteligible
que el primero.

 Aparte de esos componentes básicos, la confección de mapas arqueológicos


debe tener en cuenta algunos principios de diseño de la simbología como por
ejemplo:

(i) Seguimiento de las relaciones semánticas entre la realidad y sus símbo-


los, de forma que estos últimos guarden la mayor semejanza conceptual po-
sible con aquella (ríos representados en color azul, no en rojo, aeropuertos
representados con un símbolo en forma de avión, no de barco). Los colores
tienen la capacidad de evocar diferentes sensaciones en el ojo humano, por
lo que la elección de colores no es baladí a la hora de transmitir un mensaje
comprensible. Las formas de las tramas y líneas comportan intuitivamente
una diferente percepción de los fenómenos: las líneas continuan sugieren
continuidad, certeza e incluso impermeabilidad en la distribución espacial
de los fenómenos, mientras que las líneas discontínuas se asocian a discon-
tinuidad, incertidumbre y permeabilidad.

(ii) Seguimiento de las relaciones de jerarquía lógicas entre la realidad y sus


símbolos. Si se realiza un mapa del tamaño de los asentamientos (que por
ejemplo se pueda interpretar en clave de jerarquización socio-política), en-
tonces lo coherente es utilizar los símbolos más grandes para representar a
los yacimientos de mayor tamaño.

(iii) Utilización de una rotulación (texto) medida (que no impida la visibili-


dad) y coherente con el resto de la simbología (es decir, empleando siempre
los mismos tipos de letra para los mismos elementos o estados de la varia-
ble).

La combinación de los elementos técnicos de un mapa con la adecuada selección


de símbolos dentro de una composición gráfica inteligible es a menudo una tarea
compleja. Tanto así que, durante mucho tiempo, la confección de mapas ha sido
una actividad reservada a especialistas altamente cualificados. En la actualidad, sin
embargo, la extensión de las herramientas informáticas ha hecho que la producción
de mapas de un aceptable nivel de calidad y competencia sea accesible a usuarios
con un grado intermedio o incluso básico de especialización

2.6.b.- Aplicación arqueológica de los SIG.

El rápido proceso de formalización y sistematización de la prospección arqueoló-


gica merced a la introducción de la informática, y más concretamente la incorpora-
ción de los Sistemas de Información Geográfica (SIG), ya se anunciaba a finales de
los 1980 (Ruiz Zapatero, 1988:39). Efectivamente, una de las revoluciones

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tecnológicas de mayor alcance para el reconocimiento y análisis arqueológico del


territorio de los últimos años ha sido el surgimiento de la cartografía digital y de
los SIG, es decir, los sistemas informáticos encargados de su manejo. No menor ha
sido la influencia de los mismos en el análisis e interpretación del territorio dentro
de la disciplina.

Desde la aparición de sus primeras aplicaciones a comienzos de los 1990, la exten-


sión de los SIG en la Arqueología ha sido vertiginosa, de forma que en la actualidad
aparecen como una plataforma de trabajo tan común como imprescindible en el
tratamiento, gestión y análisis de la dimensión espacial de los datos arqueológicos.
Esta extensión es apreciable en la literatura generada dentro de la disciplina en torno
a este tema, lo que incluye monografías y obras generales (Allen y otros, 1990;
Lock y Stančič, 1995; Aldenderfer y Maschner, 1996; Maschner, 1996; Baena
Preysler y otros, 1997; Gillings y Wise, 1998; Lock, 2000; Wheatley y Gillings,
2002; etc.), diversas actas de congresos y reuniones especializadas (por ejemplo
Johnson y North, 1995; Moscati y Tagliamonte, 1998; Sande Lemos y otros, 2000;
García Sanjuán y Wheatley, 2002), además de las diversas sesiones publicadas en
las actas de las conocidas Computer Applications in Archaeology, así como una
miríada de artículos, tratando casos de estudio específicos e investigaciones empí-
ricas, que conforman una bibliografía cada vez más inabarcable – aunque véase
Petrie y otros (1995) para un ensayo de compilación.

a) La naturaleza de los SIG es explicada con gran competencia en diversos manua-


les y obras de consulta aparecidas a lo largo de los últimos años (Bosque Sendra,
1992; Baena Preysler y otros, 1997; Wheatley y Gillings, 2002; etc.) por lo que no
será necesario profundizar aquí en ello. Para enlazar con los conceptos de recono-
cimiento y análisis del territorio tratados a lo largo de este libro y para explicar la
aplicación arqueológica de los SIG, se realizará únicamente un esbozo de definición
y descripción de cuatro conceptos fundamentales: (i) la definición de los SIG como
sistemas informáticos, (ii) los modelos de datos principales en que se basan, (iii) su
capacidad para generar cartografía nueva de forma dinámica y (iv) su facilidad in-
tegrar funciones dentro de un entorno único de usuario.

 Utilizando una definición simple, un SIG es un conjunto de herramientas infor-


máticas para la entrada, almacenamiento, procesamiento, transformación, con-
sulta, recuperación y salida de datos espacialmente referenciados. Entre esas
herramientas se cuentan los componentes lógicos (rutinas, algoritmos* y pro-
gramas, es decir lo que se conoce con la expresión inglesa de software) así como
equipos informáticos y dispositivos periféricos de entrada y salida (hardware)
(Figuras 73 y 74). En realidad, los programas que suelen ser denominados SIG
son muy variados, de manera que la delimitación entre ellos y otros programas
de gestión de datos espaciales (diseño asistido por ordenador, topografía, tele-
detección y fotografía aérea; etc.) es a veces imprecisa (Wheatley y Gillings,
2002:10). Quizás la forma más efectiva de concebir un SIG sea como una base
de datos con elementos georreferenciados que pueden ser visualizados y

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analizados de forma multivariada e interactiva, obteniéndose así una visión del


territorio como conjunto desagregado de elementos (Bampton, 1997:9-10).
Dentro de un SIG, dada uno de esos elementos o temas desegragados es cono-
cido como una cobertura* (esta noción no debe ser confundida con la de co-
bertura prospectora anteriormente considerada y que se refiere al modo en que
se desenvuelve la estrategia de prospección superficial).

 Un aspecto bastante definitorio de los SIG frente a otros programas de trata-


miento de información espacial es la integración de funciones que proporcionan
para el tratamiento de la información espacial. Efectivamente, los SIG cuentan
con módulos o apartados dedicados a la realización de tareas más bien dispares,
todos los cuales pueden ser manejados por el usuario dentro de un interfaz de
usuario único. Se ha dicho a menudo, y con razón, que una de las características
más idiosincráticas de los SIG es su capacidad para integrar funciones que an-
teriormente se realizabn de forma separada. Si tomamos uno de los SIG de uso
más extendido (Arc View 3.2 o su versión más avanzada Arc GIS, ambos pro-
ducidos por ESRI, una de las mayores empresas productoras de software de SIG
del mundo) (ESRI, 1996; Mitchell, 1999) es fácil comprobar esta integración
de funciones en un entorno de usuario único. En las versiones más recientes de
Arc View existe un módulo de visualización y edición de la cartografía, otro de
composición y diseño de mapas, otro de gestión de tablas de datos con nume-
rosas prestaciones propias de los SGBD (Sistemas de Gestión de Bases de Da-
tos)*, otro de elaboración de gráficos estadísticos y otro de gestión de modelos
3D. La Figura 75 muestra una sesión de trabajo típica de un SIG, con funciones
cartográficas, de edición de tablas de datos y de composición de gráficos esta-
dísticos. Otros programas informáticos realizan algunas de estas funciones: por
ejemplo los programas de CAD permiten visualizar, editar y manipular infor-
mación gráfica, realizar modelos 3D y preparar salidas gráficas, pero carecen
de conexión con un módulo de SGBD. Por su parte, los programas de bases de
datos permiten diseñar tablas, entrar datos y realizar consultas de las mismas a
partir de operadores booleanos, pero carecen del carácter espacial que aportan
los SIG. Ningún entorno informático realiza simultáneamente la cantidad de
funciones en el tratamiento de la información espacial que llevan a cabo los SIG
bajo un mismo entorno.

 Una cuestión bastante importante para comprender la naturaleza de un SIG es


la de los modelos de datos espaciales. Los SIG manejan y representan las enti-
dades espaciales en dos formatos a los que se denomina vectorial* y raster*. En
el modelo vectorial los objetos espaciales son representados codificando de
modo explícito los límites o perímetros que los separan del entorno (Figura 76).
Las líneas que actúan de delimitación son representadas mediante las coorde-
nadas de los puntos o vértices que delimitan los segmentos rectos que las for-
man (Bosque Sendra, 1992:56; Espiago y Baena Preysler, 1997:14). Dentro de
este modelo, las entidades espaciales son representadas como puntos (par único
de coordenadas), líneas (arco que une dos puntos), polilíneas (series de líneas

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
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que no se cierran) o polígonos (polilíneas que se cierran, delimitando un área).


La elección del modelo geométrico de representación de los objetos cartográfi-
cos suele depender de la escala de representación. Por ejemplo, la imposibilidad
(ya discutida anteriormente), de representar como un polígono un yacimiento
arqueológico a una escala cartográfica 1:50.000 puede resolverse representán-
dolo a esa misma escala como un punto, o a una escala superior (por ejemplo
1:10.000) como un polígono. Entre estas entidades se establecen una serie de
relaciones topológicas (o topología*), que definen geométricamente la estruc-
tura de líneas y áreas (en ambos casos relaciones entre puntos) así como sus
relaciones de contigüidad, adyacencia, conectividad, coincidencia o inclusión
(Espiago y Baena Preysler, 1997:22).

En el modelo raster, en lugar de codificarse las fronteras de los objetos, se re-


gistra el interior y sus límites quedan implícitamente representados como una
malla de celdas (píxels) de forma y tamaño regular, en cada uno de las cuales
se registra el valor que las observaciones adoptan (Bosque Sendra, 1992:65;
Espiago y Baena Preysler, 1997:12-13) (Figura 77). El modelo de representa-
ción raster depende bastante de la obtención de imágenes mediante escáneres y
otros dispositivos (cámaras de fotos aéreas, sensores multiespectrales). Las tres
entidades espaciales básicas son representadas en el modelo raster de la si-
guiente forma: los puntos como series de celdas o pixels* únicos y aislados, las
líneas como serie de celdas conectadas y las áreas como bloques contiguos de
celdas adjuntas (Wheatley y Gillings, 2002:50). Con el modelo raster surge el
mismo problema de resolución espacial que con las imágenes de satélite según
se discutió anteriormente. Dado que los mapas son representados como mallas
de píxels, la resolución (tamaño) de los mismos es crucial, ya que cuanto mayor
es la resolución (más pequeños los pixels, más fina la malla) mayores resultan
también los requerimientos de almacenamiento y procesamiento informático.

 Otra propiedad que define de forma bastante elemental a los SIG es su capaci-
dad para la construcción dinámica de cartografía nueva mediante el álgebra de
mapas y la reclasificación. Con respecto a la cartografía tradicional, expresada
en forma de una hoja en papel donde se imprime el mapa, en los SIG la carto-
grafía es dinámica y puede ser manipulada, editada y transformada constante-
mente para producir cartografía nueva. Las operaciones de edición más senci-
llas se suelen aplicar a elementos representados vectorialmente y permiten, por
ejemplo, extraer una parte de una cobertura a partir de uno o varios elementos
de otra, agrupar los elementos de un mapa (por ejemplo polígonos) que tienen
un mismo valor para un atributo dado, creando un mapa nuevo más simplifi-
cado, unir dos mapas de regiones contiguas y adyacentes, interseccionar dos
mapas, creando un tercero más complejo con los elementos comunes de los
primeros, etc. Otro tipo de función propia de los SIG es la reclasificación de
mapas. Un ejemplo clásico para la prospección arqueológica de superficie es el
de una cobertura de usos del suelo que es reclasificada en términos de la difi-
cultad que supone para la prospección arqueológica. Los polígonos de la

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
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cobertura de usos de suelo que tiene un valor definido como de “cultivos her-
báceos” puede ser definida como de elevado potencial para la prospección ar-
queológica, ya que, como se vió anteriormente, este tipo de uso de suelo facilita
el acceso y paso de los prospectores y ofrece una buena visibilidad de los ves-
tigios arqueológicos en superficie (el suelo está removido, arado, y con algo de
suerte la mitad de los terrenos estarán en barbecho). En cambio los polígonos
de dicha cobertura que aparezcan codificados como de “cobertura forestal ar-
bustiva” deberán ser clasificados como de elevada dificultad para la prospec-
ción, ya que el suelo no estará removido por el arado y la vegetación dificultará
el paso y la visibilidad. La reclasificación de mapas representados en un modelo
raster de datos permite obtener resultados analíticos mucho más sofisticados.

b) Las ventajas de la incorporación de los SIG para el reconocimiento arqueológico


del territorio han sido numerosas. Con independencia de la rapidez y agilidad de
tratamiento de grandes cantidades de datos que los ordenadores llevan consigo de
forma inherente, esas ventajas principales podrían resumirse de la siguiente ma-
nera:

 Captura. Las bases de datos alfanuméricas que con anterioridad a la aparición


de los SIG se utilizaban en la prospección de superficie requerían de una reco-
gida y entrada específica de datos para las variables medioambientales perti-
nentes en la descripción de los yacimientos (uso del suelo, topografía, geomor-
fología, etc.). Con los SIG esta recogida específica de información se hizo in-
necesaria, ya que las coberturas conteniendo la información arqueológica pue-
den ser fácilmente cruzadas con las distintas coberturas medioambientales, per-
mitiendo recabar, seleccionar y visualizar la información de cada yacimiento
individual en el propio ordenador. Ello supone un ahorro notable de tiempo y
esfuerzo en el estadio de captura y entrada de datos.

 Integración. En segundo lugar, en el entorno SIG es posible la integración de


información procedente de fuentes de datos muy diversas. Las fotografías aé-
reas, imágenes de teledetección, imágenes de prospección geofísica, mapas an-
tiguos y mapas modernos que tradicionalmente eran manejados separadamente
pueden ser perfectamente integrados en un SIG contribuyendo a generar mode-
los más realistas, integrados y representativos del paisaje.

 Georreferenciación. La utilización de los SIG ha contribuido a introducir orden


y racionalidad en un asunto tan crucial como el de la georreferenciación. Los
beneficios de la utilización de los SIG en este ámbito han sido principalmente
tres: (i) la detección y corrección de errores previamente no identificados de-
bido al manejo de cartografía en papel, (ii) el incremento de la precisión me-
diante la utilización combinada de los SIG con la tecnología GPS, y (iii) la ra-
cionalización y unificación en el uso de los sistemas de proyección y designa-
ción de coordenadas.

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

 Conceptuación. La propia concepción del registro arqueológico se ha benefi-


ciado notablemente de la utilización de los SIG. Dado que los sistemas infor-
máticos son extremadamente exigentes en términos de consistencia y raciona-
lidad, la utilización de los SIG ha impuesto una racionalización de los criterios
de representación de las entidades arqueológicas. ¿Es lo mismo representar las
entidades arqueológicas como puntos que como polígonos? ¿Cuáles son las
ventajas e inconvenientes de una y otra forma de representación? ¿Existen al-
ternativas a los primitivos gráficos para la representación de las entidades ar-
queológicas? Estas preguntas han debido ser formuladas y respondidas con cui-
dado para posibilitar la incorporación de los SIG al reconocimiento y análisis
del territorio. La misma definición de las relaciones topológicas entre las enti-
dades arqueológicas (adyacencia, conectividad, inclusión, etc.) ha obligado a
una revisión meticulosa de determinados aspectos relativos a la descripción es-
pacial del registro arqueológico que anteriormente habían pasado desapercibi-
das.

 Consultas. Antes de la extensión de los SIG, la realización de consultas espa-


ciales elementales en materia de superficies o distancias era cuestión de tedio-
sos y repetitivos cálculos manuales (Estébanez y Puyol, 1976:34). Responder a
preguntas del tipo ¿cuál es la superficie con cultivos de secano en una determi-
nada hoja del MTN? ¿cuál es la distancia de un asentamiento prehistorico a la
necrópolis más próxima? o ¿qué cantidad de terreno cultivable queda compren-
dido dentro de un radio de 1 km. en torno al asentamiento prehistórico X? su-
ponían tanto trabajo que las posibilidades de explotación y análisis de la infor-
mación eran muy limitadas. Dado que la información cartográfica (en soporte
papel) y la información arqueológica (base de datos, fichas) se almacenaban de
forma separada, la realización de consultas cruzadas requería la trabajosa loca-
lización y consulta de los datos pertinentes, lo que de hecho las hacía inviables.

 Representación cartográfica. Finalmente, los SIG han posibilitado un claro


avance cualitativo de producción de cartografía arqueológica. Gracias a las uti-
lidades de composición y diseño de mapas de los SIG, los mapas arqueológicos
que se publican en los últimos años son de una calidad y eficacia más elevadas,
con un uso más competente de los principios básicos de la semiótica cartográ-
fica a los que se hizo referencia anteriormente (García Sanjuán, 2004).

c) Un ejemplo específico del impulso que los SIG han proporcionado al reconoci-
miento arqueológico del territorio son los modelos digitales del terreno (MDT)*.
Los MDT son representaciones tridimensionales de la topografía de un territorio
realizada en un SIG por medio de un modelo de datos bien raster o vectorial. Un
MDT es un caso específico (de representación de la topografía) de un Modelo Di-
gital de Elevación (MDE), donde se representa tridimensionalmente la variación en
el espacio de cualquier variable (Wheatley y Gillings, 2002:107). Los MDT son de
hecho mapas topográficos tridimensionales donde la forma del terreno puede ser
aprehendida y evaluada de una forma más intuitiva y eficaz por el ojo humano. En

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
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su versión raster, los MDT se basan en una malla cuadrangular de mediciones de la


altitud donde a cada píxel o celda le corresponde una altitud específica. En su ver-
sión vectorial se utiliza el llamado modelo TIN* (Triangulated Irregular Network),
consistente en una serie de caras de triángulos conectadas producidas por una
triangulación de Delaunay de puntos de observación (cotas) irregularmente
distribuidos donde los nodos de los triángulos almacenan los valores altitudinales
(Wheatley y Gillings, 112-113). Los MDT son valiosos no solo por que aportan
una visualización efectiva e intuitiva de la forma de un paisaje, sino por que permi-
ten la obtención de datos analíticos relativos a la pendiente, las condiciones de in-
solación e iluminación, la visibilidad, las cuencas de drenaje, etc.

Los programas actuales de SIG contienen rutinas y utilidades muy avanzadas para
el tratamiento de los MDT, lo que ha contribuido a simplificar y extender su apli-
cación entre los usuarios arqueológicos, para modelizar bien el territorio de pros-
pección en su conjunto, bien yacimientos concretos. En la Figura 78 se muestra un
ejemplo del primer caso, en el que se han digitalizado las curvas de nivel de la
cartografía topográfica 1:10.000 del ICA para el entorno del embalse de Aracena
(Huelva), generándose un modelo tridimensional del paisaje recubierto con un mo-
saico de ortofotos también a escala 1:10.000. La combinación del relieve tridimen-
sional del terreno con su imagen permite obtener una representación aún más rea-
lista del territorio sobre el que se muestran la distribución de yacimientos de la Edad
del Bronce. Otro buen ejemplo de modelización de las condiciones topográficas del
territorio de prospección se muestra en las Figuras 79 y 80. Aquí, de nuevo sobre
un MDT generado a partir de la cartografía 1:10.000 del ICA se muestra la distri-
bución de los yacimientos localizados en la zona de inundación de embalse de Los
Melonares (Sevilla) durante las prospecciones llevadas a cabo antes de su construc-
ción (Figura 79). A continuación (Figura 80), se añade una simulación de la lámina
de agua en unas condiciones de inundación máxima del pantano (cota de 82 me-
tros), comprobándose de forma efectiva los yacimientos que desaparecen bajo el
agua (García Sanjuán, 2004).

Los MDT de yacimientos singulares han recibido asimismo bastante atención re-
cientemente, ya que gracias a la paulatina extensión de los GPS diferenciales la
captura de información de alta resolución relativa a la topografía de yacimientos
individuales se está haciendo más económica y efectiva (Colosi y otros, 2001a,
2001b; Wheatley y Gillings, 2002:111-112; García Sanjuán y Wheatley, 2003). En
la Figuras 81a y 81b se muestra un ejemplo de un MDT de alta resolución de un
complejo megalítico de la provincia de Sevilla generado a partir de los datos obte-
nidos directamente sobre el terreno con la ayuda de un GPS diferencial. En este
caso, la topografía cuenta con 692 puntos de altitud real distribuidos por un área de
835 m2, lo cual supone un promedio de 0.82 cotas/ m2) para un área de poco más
de 2,40 metros de desnivel (altitud máxima sobre el nivel del mar 70,40 metros,
altitud mínima 68 metros). El mapa de curvas de nivel (Figura 81a) resultante de la
interpolación de estas cotas tiene un intervalo de 10 cm de desnivel entre cada curva
de nivel y puede ser utilizado para crear un MDT de alta resolución del monumento

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

megalítico (Figura 81b). El mapa de curvas de nivel en cuestión puede ser compa-
rado con un levantamiento topográfico realizado de este mismo yacimiento con
medios convencionales (Figura 81c), resultando en un plano en soporte papel (por
lo que su manipulación o transformación en un SIG hubiera requerido un impor-
tante trabajo de digitalización) que muestra curvas de nivel con un intervalo de 25
centímetros.

d) No menos revolucionario ha sido el impacto de los SIG en el análisis arqueoló-


gico del territorio. La totalidad de las técnicas y procedimientos de análisis territo-
rial que se discuten en la tercera parte de esta obra (análisis de captación de recur-
sos, de territorialidad teórica y visibilidad, etc.) y que hasta hace una década se
ejecutaban mediante procedimientos manuales o con la ayuda de programas infor-
máticos de análisis estadístico, son de hecho llevados a cabo en la actualidad me-
diante los SIG. Por ello la discusión de las consecuencias de la introducción de los
SIG en el análisis espacial arqueológico es realizada de una forma más pormenori-
zada al tratar las distintas técnicas y procedimientos por separado.

e) La valoración de la importancia actual de los SIG en el reconocimiento y análisis


del territorio es bastante simple: hoy día es difícil concebir estos sin aquellos. Si
hace 10 años los elevados costos económicos del software y hardware y la dificul-
tad de manejo de los programas (por la escasa amistosidad de los interfaces de
usuario) hacían del uso de los SIG en proyectos y trabajos arqueológicos una pe-
queña aventura, en la actualidad, y por las razones exactamente opuestas (es decir,
por el enorme abaratamiento de costes que se ha producido y por la aparición de
una generación de programas de manejo más sencillo) resulta difícilmente acepta-
ble que el tratamiento arqueológico de la información espacial se realice fuera o
con independencia de los SIG. Un buen mapa de la distribución de un fenómeno en
el espacio invita al ojo humano a buscar pautas e incita al cerebro a hacerse pre-
guntas: en este sentido, una visualización cualificada como que la que aportan los
SIG constituye siempre un primer paso en la dirección correcta, es decir, hacia una
buena interpretación de los datos (Goodchild, 1996:242; Barceló y Pallarés,
1996:322; Kvamme, 1999:160). Pero además, los SIG pueden y deben ser utiliza-
dos para algo más que para re-elaborar de forma más profesional la tradicional car-
tografía arqueológica “de puntos sobre un mapa” (Quesada Sanz y Baena Preysler,
1997:94), ya que posibilitan la generación de mapas analíticos y temáticos que con-
tribuyan a la interpretación arqueológica, utilizando plenamente las técnicas de aná-
lisis y manipulación de la información espacial de que disponen (interpolación,
cálculo de visibilidad, distancia, topografía, etc.).

De hecho, el impacto de los SIG en la disciplina arqueológica ha ido ciertamente


más allá de la gestión de datos, habiéndose planteado un importante debate con
respecto a las consecuencias que su aplicación ha podido tener en un orden más
interpretativo y teórico, por ejemplo con respecto a la concepción del propio regis-
tro arqueológico, el resurgimiento (o reforzamiento) de las explicaciones de carác-
ter determinista-medioambiental de las estrategias de implantación humana en el

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

territorio, su relevancia en el análisis de paisajes cognitivos dentro de las propuesta


postprocesualistas inspiradas en la hermeneútica*, y un largo etc. (cf. Castleford,
1991; Wheatley, 1993; Claxton, 1995; Gaffney y otros 1995; Voorrips, 1996;
Goodchild, 1996; Bampton, 1997; Barceló y Pallarés, 1996; 1998; etc.).

2.6.c.- Lecturas recomendadas

Introductorias

Espiago, G. y Baena, J. (1997): "Los Sistemas de Información Geográfica como tecnología informá-
tica aplicada a la Arqueología y a la gestión del Patrimonio.” En Baena, J. -Blasco, C. -Quesada, F.
(Eds.): Los SIG y el Análisis Espacial en Arqueología, 7-65. Madrid. Universidad Autónoma de Ma-
drid

Joly, F. (1979): La Cartografía. Madrid. Ariel

Priestley, G. (1992): "Cartografía para arqueólogos." En Roda, I. (Ed.): Ciencias, Metodologías y


Técnicas Aplicadas a la Arqueología, 96-116. Barcelona. Edicions La Caixa

Wheatley, D. y Gillings, M. (2002): Spatial Technology and Archaeology. The Archaeological Appli-
cation of GIS. London. Taylor & Francis

Avanzadas

Lock, G. (Ed.) (2000): Beyond the Map. Archaeology and Spatial Technologies. NATO Science Se-
ries A. Life Sciences vol 321. Amsterdam. IOS Press

Lock, G. y Stancic, Z. (Eds.) (1995): Archaeology and Geographical Information Systems: A Euro-
pean Perspective, 335-348. London. Taylor and Francis

Maschner, H. D. G. (Ed.) (1996): New Methods, Old Problems. Geographic Information Systems in
Modern Archaeological Research. Carbondale. Centre for Archaeological Investigations

Kvamme, K. L. (1999): “Recent directions and developments in Geographic Information Systems.”


Journal of Archaeological Research 7 (2), 153-202. New York. Plenum Press

Wansleeben, M. y Verhart, L. (1997): "Geographical Information Systems: methodological progres-


sion and theoretical decline." Archaeological Dialogues 1997-1, 53-70.

Westcott, K. y Brandon, J. (Eds.) (1999): Practical Applications of GIS for Archaeologists: A Predic-
tive Modelling Toolkit. London. Taylor and Francis

2.7.- Inventarios y Cartas Arqueológicas.


2.7.a.- Introducción.

En las secciones precedentes se ha descrito de una forma sumaria el conjunto de


métodos, procedimientos y técnicas que los arqueólogos utilizan para reconocer el
terreno y leer en él las evidencias materiales de la presencia humana pasada, sin
llegar a la práctica de la excavación.

94
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Casi todas las técnicas de obtención de datos descritas se pueden aplicar a escala
macro o a escala semi-micro (más difícilmente a escala micro), es decir, bien sea
para rastrear regiones y comarcas amplias, o para obtener información de un yaci-
miento específico. Uno de los más trascendentes objetivos finales del reconoci-
miento del territorio a escala macro y semi-micro es la elaboración de inventarios
de yacimientos o cartas arqueológicas.

Los inventarios de yacimientos son documentos (o por ser más precisos, actual-
mente bases de datos) que compendian y sistematizan la totalidad de localizaciones
arqueológicas identificadas en un municipio, comarca, región o país. Es decir, cons-
tituyen el almacén de datos donde se contiene toda la información obtenida por
medio de la prospección de superficie, la fotografía aérea y la teledetección y la
prospección geofísica. Normalmente estos inventarios son gestionados por organis-
mos públicos responsables de la protección del Patrimonio Arqueológico (ministe-
rios, consejerías, o en algunos casos universidades y centros de investigación) y
constituyen la piedra angular de todas las políticas de protección patrimonial (es
imposible proteger lo que se desconoce). En España, el concepto de carta arqueo-
lógica (el término “carta” constituye un galicismo derivado del francés charte –
“mapa”) se ha utilizado desde hace décadas para designar los documentos resultan-
tes de trabajos de reconocimiento arqueológico del territorio, documentos a medio
camino entre un informe de prospecciones y un inventario de yacimientos. A veces,
de hecho, la expresión se emplea en la literatura como sinónimo de inventario de
yacimientos.

Los inventarios de yacimientos (y las cartas arqueológicas) constituyen en cierto


sentido la culminación del proceso de reconocimiento arqueológico del territorio,
y tienen una importancia crítica por dos razones: en primer lugar porque de ellos
depende el diseño de políticas de gestión y protección del Patrimonio Arqueoló-
gico, y en segundo lugar porque ellos constituyen una base empírica fundamental
para futuras investigaciones acerca de las formas de vida de las sociedades humanas
del Pasado. No es de extrañar, por tanto, que los inventarios nacionales y regionales
de yacimientos hayan sido objeto de abundantes estudios y análisis en los últimos
años, cuando han venido alcanzando una posición prominente desde el punto de
vista de la gestión de recursos culturales. Numerosas obras colectivas y actas de
reuniones internacionales celebradas en los últimos 15 años atestiguan el desarrollo
de este ámbito de trabajo arqueológico en Europa (Cleere, 1989; RCHME, 1992;
1993; 1998; Larsen, 1992; Jimeno y otros, 1993; CIDOC*, 1995; Hansen y Quine,
1999; etc.)

2.7.b.- Sinopsis histórica: una perspectiva europea.

a) El primer impulso (c. 1807-1945) en la historia de los inventarios de yacimientos


arqueológicos hay que situarlo a comienzos del siglo XIX. En algunos países euro-
peos, la creación de inventarios de yacimientos arqueológicos como instrumento
de protección patrimonial se remonta al momento mismo de origen de la

95
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Arqueología como disciplina científica. Los pasos más precoces en esta dirección
fueron dados en Dinamarca, donde la primera ley de protección de los yacimientos
arqueológicos frente a las actividades agrícolas e industriales, que data de 1807,
propone la creación de una lista de los monumentos más importantes del país. Pre-
cisamente, J. Worsaae (1786-1865), que propuso el revolucionario sistema de las
tres edades para la periodización de la Prehistoria europea, trabajó como inspector
de monumentos del Museo Nacional de Copenhague, organismo responsable desde
entonces del mantenimiento del inventario nacional de yacimientos de Dinamarca
(Kristiansen 1984; 1989). En el Reino Unido también se producen esfuerzos bas-
tante tempranos hacia la sistematización de un inventario nacional de monumentos
y yacimientos arqueológicos en forma de una ley aprobada en 1882 por iniciativa
del prehistoriados J. Lubbock (1834-1913) (Cleere, 1984; Startin, 1995). El proceso
de reconocimiento sistemático de las Islas Británicas arranca con fuerza a partir de
este momento, de forma que en 1908 se crea la Royal Comisión on the Historical
Monuments of England (luego seguida por comisiones paralelas en Escocia y Ga-
les) como organismo dedicado exclusivamente a la creación, mantenimiento y ac-
tualización del inventario de yacimientos de Inglaterra (Aberg y Leech, 1992;
Pugh-Smith y Samuels, 1996). Comparativamente, el origen de los inventarios na-
cionales en Francia es algo más tardío, produciéndose los primeros impulsos lega-
les en 1913 (Schnapp, 1984), aunque el trabajo efectivo de creación y manteni-
miento avanzaría a mucha mayor velocidad después de la II Guerra Mundial.

b) Un segundo impulso (c. 1945-1970) se produce ya durante el siglo XX, a partir


de finales de la II Guerra Mundial, cuando el tamaño y robustez de estos inventarios
de yacimientos comienza a incrementarse de una forma paulatina y sostenida, con-
forme se extendían más y más técnicas de reconocimiento del territorio como la
prospección de superficie, la fotografía aérea y la teledetección o la prospección
geofísica, y también conforme el paulatino desarrollo urbanístico en Europa obli-
gaba a realizar más y más intervenciones de urgencia. Con ello se fueron formando
archivos documentales de tamaño cada vez mayor: por poner un ejemplo, el inven-
tario de edificios históricos protegidos de Inglaterra comprendía (sin incluir yaci-
mientos arqueológicos) a finales de la década de los 1980 un total de 2000 tomos
encuadernados (Clubb, 1995).

c) El tercer gran impulso (c. 1970-1990) en la historia de los inventarios de yaci-


mientos arqueológicos se sitúa a mediados de los 1970, cuando se produce un gran
avance tecnológico gracias a las bases de datos informatizadas que sustituyen gra-
dualmente a los tradicionales inventarios almacenados en archivos de papel. En
principio estas bases de datos se introducen en aquellos países donde los inventarios
estaban más avanzados, por ejemplo, Francia (Chouraqui, 1974; Bourrelly y Chou-
raqui, 1981), Reino Unido (Wilcock, 1981) y Dinamarca (Andresen, 1988; Madsen,
1988; Hansen, 1992), pero pronto se extienden a otros muchos países. La creciente
importancia de las bases de datos informáticas para el manejo de inventarios de
yacimientos en Europa queda reflejada en la literatura especializada a partir de fi-
nales de los 1980, especialmente en las actas de las Computer Applications in

96
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Archaeology (conocidas como CAA), inicialmente celebradas en el Reino Unido


(Rahtz y Richards, 1989; Lockyear y Rathz, 1991; Lock y Moffet, 1992; etc.), pero
que luego dan el salto al ámbito europeo, celebrándose recientemente en Dinamarca
(Andresen y otros, 1993), Países Bajos (Kamermans y Fennema, 1996), Rumanía
(Lockyear y otros, 2000), España (Barceló y otros, 1999) y Eslovenia (Stančič y
Veljanovski, 2001). La introducción de las bases de datos alfanuméricas en la ges-
tión de los inventarios permitió avanzar en la estandarización de las estructuras y
vocabularios de descripción de datos, mejorar y agilizar las posibilidades de con-
sulta, recuperación y visualización selectiva de datos, así como incrementar enor-
memente las posibilidades de transferencia de la información. Durante este periodo,
la progresión tecnológica de los inventarios viene acompañada en general de un
fuerte crecimiento del número de yacimientos registrados. La Figura 82 muestra la
evolución cuantitativa del inventario francés entre 1978 y 1999 con referencias a
las fechas de incorporación de los diferentes sistemas de gestión de datos emplea-
dos. Como puede comprobarse, el número de registros manejados se multiplica en
ese periodo casi por 30.

d) El cuarto impulso (>1990), decisivo en la gestión de los inventarios de yacimien-


tos arqueológicos, se ha producido a partir de comienzos de la década de 1990, con
una segunda generación de sistemas informáticos de gestión basada en los SIG, lo
que ha quedado igualmente reflejado en una serie de obras monográficas y artículos
especializados dedicados a este tema (Reilly y Rathz, 1992; Van Leusen, 1995;
Lock y Stančič, 1995; Petrie y otros, 1995; Moscati y Tagliamonte, 1998; Johnson
y North, 1997; Baena y otros, 1997; García Sanjuán y Wheatley, 1999; 2002). En
este caso, las bases de datos que venían aplicándose desde los 1970 han sido inte-
gradas o migradas en nuevos sistemas informáticos más eficientes en el manejo de
la dimensión espacial de los inventarios, de forma que la información arqueológica
y la información cartográfica han venido a quedar definitivamente unificadas en un
único entorno de trabajo.

Efectivamente, los SIG han proporcionado la base para una aproximación más in-
tegradora y eficaz a la gestión de los inventarios de yacimientos, superando algunas
de las importantes limitaciones que sufrían las bases de datos alfanuméricas con-
vencionales. El impacto de los SIG ha supuesto una importante mejora de la gestión
de datos de inventarios de yacimientos en una serie de áreas clave como las ya
descritas en la sección precedente y ha posibilitado la aparición de metodologías
enteramente nuevas, como por ejemplo las evaluaciones multicriterio de los niveles
de riesgo potencial de destrucción para yacimientos, que se han reflejado en docu-
mentos a veces denominados cartas de riesgo* (Accardo, 1992).

2.7.c.- Sinopsis histórica: el caso de España.

La trayectoria de los inventarios arqueológicos en España es, en muchos aspectos,


semejante o paralela a la descrita para Europa, aunque en todo caso marcada por un
cierto desfase o retraso con respecto a los países donde se venía marcando la pauta

97
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

(países escandinavos, Reino Unido, Francia, Italia). Esta trayectoria ha sido anali-
zada en varios trabajos (sobre todo Sánchez-Palencia, 1981; Martín-Bueno, 1984;
García Fernández, 1989; Querol y Martínez, 1996; Ruiz Zapatero y Jimeno Martí-
nez, 1999) y puede ser contemplada desde la perspectiva de los cuatro impulsos
principales mencionados en la sección precedente a propósito de los inventario eu-
ropeos.

a) En una primera fase de impulso (c. 1911-1939), desde los primeros pasos de la
Arqueología científica en España (bien entrada ya la segunda mitad del siglo XIX)
hasta el final de la Guerra Civil, el desarrollo de los inventarios fue muy incipiente.
El primer texto legal que plantea la conveniencia de elaborar un inventario del pa-
trimonio histórico español data de 1911 (García Fernández, 1989), es decir, es en
varias décadas posterior a las que impulsan ese movimiento en el Reino Unido o
Dinamarca. Pero a esa altura de comienzos del siglo XX la institucionalización de
la Arqueología española es todavía muy débil, casi inexistente (la primera cátedra
universitaria de Prehistoria se crea en 1922), por lo que en realidad apenas hay una
base organizativa suficiente como para abordar un registro sistemático

b) El segundo gran impulso (c. 1939-1985) hacia la creación de un inventario ar-


queológico nacional (en realidad el primer intento serio) no se daría hasta los años
1940, una vez terminada la Guerra Civil. Nada más ser fundado en 1939, el Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), se propuso la elaboración de una
serie de cartas arqueológicas. En los años inmediatamente posteriores se elabora-
ron y publicaron las cartas correspondientes las provincias de Soria (Taracena,
1941) y Barcelona (Almagro Basch y otros, 1945). Pero a partir de mediados de los
1940 el proyecto (abandonado por el CSIC, y retomado luego por diversas institu-
ciones) fue languideciendo y apenas logró avanzar con agónica lentitud durante las
siguientes cuatro décadas, a lo largo de las cuales tan solo fueron publicadas otras
cuatro provincias, las de Salamanca (Maluquer de Motes, 1956), Valladolid (Palol
y Wattemberg, 1974), Teruel (Atrián y otros, 1980) y Huesca (Domínguez y otros,
1984).

c) El tercer gran impulso (>1985), y decisivo realmente, hacia la definición de los


inventarios arqueológicos de nuestro país vino con la re-estructuración territorial
de España como resultado de la creación del estado de las autonomías. Efectiva-
mente, a mediados de los 1980 el viejo proyecto de las cartas arqueológicas había
quedado diluido en un fracaso casi total, de forma que, cuando las comunidades
autónomas comienzan a recibir las transferencias de competencias en temas de ges-
tión cultural, varios gobiernos se plantean la creación (de hecho, ex novo) de sus
inventarios de bienes culturales. A partir de entonces se han venido desarrollando
importante e interesantes esfuerzos a nivel de las diferentes comunidades autóno-
mas, algunas de las cuales han avanzado más que otras. Un proyecto pionero a este
respecto fue el de la Diputación de Aragón en colaboración con el Colegio Univer-
sitario de Teruel, que abordó la prospección sistemática del territorio aragonés, si-
guiendo una metodología de reconocimiento bastante puesta al día con los avances

98
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

planteados en los años 1970 en cuanto a prospección de superficie, fotografía aérea


e informática (Burillo Mozota, 1991; 1992; Burillo Mozota e Ibáñez, 1990; Burillo
Mozota y otros, 1993; etc.). Similarmente, a comienzos de los 1990 la Comunidad
de Madrid abordó con éxito la creación de un inventario regional a partir de un
reconocimiento exhaustivo del territorio madrileño (en este caso con la ventaja de
tratarse de una comunidad uni-provincial). Este proyecto contempló desde el co-
mienzo la utilización de los SIG para la gestión del inventario regional, con lo que
se convirtió de hecho en una aproximación pionera dentro de nuestro país (Velasco,
1991; Antona, 1993; Blasco Bosqued y otros, 1996; Blasco Bosqued y Baena
Preysler, 1997).

Otro inventario que ha evolucionado muy deprisa en los últimos 15 años es el de


Andalucía. En este caso a mediados de los años 1980 se había creado ya un archivo
de base papel compilando los datos recogidos en diferentes prospecciones y cartas
arqueológicas municipales, comarcales y provinciales que se habían realizado pre-
viamente. A mediados de los 1990 se dio paso a la informatización del inventario,
primero dentro de una base de datos alfanumérica y luego en un entorno de gestión
de base SIG (González y Fernández Cacho, 1996; Amores y otros, 1996; 1997;
1999; 2000) y posteriormente se ha implementado un sistema integral de gestión
de datos basado en los SIG (Fernández Cacho y otros, 2000; Fernández Cacho
2002a; 2002b; 2003) (Figura 83). El proceso de informatización del inventario an-
daluz de yacimientos arqueológico ha venido acompañado de otros desarrollos
complementarios como por ejemplo un tesauro* unificado para todos los ámbitos
de gestión de bienes culturales (Agudo Torrico y otros, 1998; García Gutiérrez,
1998; García Sanjuán y Hurtado Pérez, 2000), un sistema informatizado de registro
para intervenciones arqueológicas (Molina y otros, 1996; Esquivel y otros, 1996) y
diversas aproximaciones metodológicas al problema del análisis de riesgo, desde el
punto de vista tanto territorial (Márquez Rosales, 2000) como urbano (Lara y otros,
1996).

Esfuerzos similares se han llevado a cabo en otras regiones como Cataluña (Caste-
lls, 1986; Hernández y Castells, 1993) y Galicia (Tallón, 1993; AAVV, 1995),
mientras que en otros casos la creación de inventarios regionales ha sido abordada
muy recientemente o no ha sido abordada en absoluto. Precisamente, dentro de la
evolución reciente de los inventarios españoles una cosa que ha destacado bastante
ha sido la falta de acción coordinada inter-regional que planteara una plataforma de
unificación de criterio, y estándares en cuanto a estructura, registro y gestión de
datos. La disgregación de objetivos, aproximaciones y resultados a este respecto
está siendo notable, y sin duda puede llegar a ser percibida como un problema en
el futuro, cuando se plantee la necesidad de una mayor conectividad en el acceso y
consulta interoperativa de los inventarios arqueológicos españoles.

99
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

2.7.d.- Estructura de datos y contenidos

2.7.d.a.- La concepción del registro

Como se señaló en la primera parte de este libro, aún siendo la categoría conceptual
más ampliamente utilizada en el reconocimiento arqueológico del territorio, la no-
ción de yacimiento (y sus diferentes tipos funcionales y cronológicos) dista mucho
de ser universalmente aceptada como la única o la más apta para comprender la
naturaleza espacial y territorial de los vestigios materiales del Pasado.

a) Algunos autores especializados en el reconocimiento arqueológico del territorio


han señalado las limitaciones inherentes al concepto de yacimiento arqueológico
(Thomas, 1975; Dunnell y Dancey, 1983; Gallant, 1986; Kuna, 1991). Se ha seña-
lado incluso que es posible entender mejor la evidencia material del comporta-
miento humano pasado prescindiendo directamente del concepto de yacimiento y
tratando a los restos materiales como un continuo en el territorio. Como ya se señaló
en la primera parte, al tratar el problema de la definición de los yacimientos, en
regiones donde la colonización por parte de la especie humana es muy antigua, y
tras milenios de intensa y continuada actividad económica, la totalidad del territorio
en sí ha devenido un complejo y formidable artefacto creado por la mano humana.
Incluso, se puede decir que cuanto más exhaustivamente se reconoce y documenta
un territorio dado, más difícil se hace establecer dónde termina un yacimiento ar-
queológico (un asentamiento, su área de influencia y captación) y donde empieza
el siguiente (Kuna, 1991).

b) Diversas alternativas conceptuales a la noción de yacimiento reflejadas en los


inventarios de yacimientos arqueológicos de Europa dan buena fe de la complejidad
implicada en la definición espacial de los restos materiales. En efecto, aunque en
muchos de ellos la categoría básica de descripción de las evidencias arqueológicas
es el yacimiento, en muchos otros se aplican conceptos y categorías alternativas
que se han considerado más aptas para almacenar y registrar la complejidad de
aquellas. En el caso de los inventarios hay otras razones añadidas para combinar el
concepto de yacimiento arqueológico con otros conceptos complementarios o al-
ternativos, tales como por ejemplo la complejidad de las cuestiones legales y de
protección en gestión de patrimonio (influencia del factor propiedad del suelo –
parcelario, catastro) o la acumulación de intervenciones de diferente naturaleza y
por diferentes equipos en las mismas áreas

La Tabla 7 ofrece una muestra de conceptos complementarios y alternativos al de


yacimiento que aparece actualmente en diversos inventarios europeos. Entre ellas
es posible destacar las siguientes:

100
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

PAIS FUENTE ENTIDADES DEFINICION


O REGION
Andalucía Fernández Hallazgo Lugar de localización de artefactos y/o elementos
Cacho, Aislado arquitectónicos carentes de asociación sistemática.
2002b Unidad Parte de un yacimiento arqueológico que satisface al
menos uno de una serie de criterios legales, urbanís-
ticos o funcionales.
Sitio Conjunto de restos materiales derivados de la acti-
vidad humana y con continuidad espacial, que re-
quieren del uso fundamental de la metodología ar-
queológica para su estudio.
Area Conjunto de yacimientos arqueológicos que apare-
cen integrados dentro de un paisaje caracterizado
por valores culturales específicos.
República Kuna, 2002 Evento Observaciones arqueológicas de campo relaciona-
Checa das espacial o cronológicamente (por ejemplo, una
colección de artefactos de superficie dentro de un
polígono, o una campaña de excavaciones en un área
abierta).
Holanda Wiemer, Observación Uno o más artefactos o contextos.
2002 Complejo Área espacialmente delimitada en la que se han en-
contrado artefactos o contextos que remiten a un
cierto uso funcional del área dentro de un periodo
cronológico concreto.
Monumento Zona de protección arqueológica definida en base a
su valor patrimonial.

Rumanía Oberlander, Yacimiento Lugar de aparición de hallazgos arqueológicos


1996 Conjunto Descubrimiento arqueológico caracterizado por una
localización y cronología específica (por ejemplo,
una necrópolis).
Complejo Grupo de hallazgos arqueológicos relacionados en-
tre sí y con la misma cronología, localización y fun-
ción (por ejemplo, una vivienda o una tumba)
Objeto Hallazgo arqueológico individual que puede o no
ser parte de un complejo (por ejemplo, un cacharro
cerámico, un arma).
Tabla 7
Denominación y definición de las entidades en algunos inventarios de yacimientos de Europa.
Fuente: Wheatley y García Sanjuán, 2002:154

101
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

El inventario de Bohemia, en la República Checa (Kuna, 2002) se concibe como


una base de datos de eventos observacionales arqueológicos únicos (como por
ejemplo una muestra de artefactos recogidos en superficie dentro de un polígono, o
un segmento controlado arqueológicamente en una zanja abierta para una obra pú-
blica – por ejemplo, un gasoducto) y no de yacimientos. Las relaciones entre los
eventos observacionales registrados en un área geográfica dada en términos de su
topología (y en último caso de los procesos culturales del Pasado) solo se examinan
cuando se consulta la base de datos por una causa específica. El sistema Archis de
Holanda (Roorda y Wiemer, 1992a; 1992b;Wiemer, 2002) parte de un diseño con-
ceptual de acuerdo con el cual la evidencia arqueológica es desglosada en observa-
ciones (que describen uno o más artefactos o contextos), complejos (conjuntos de
observaciones que muestran una cierta pauta funcional dentro de una escala crono-
lógica específica – es decir que muestran cierto grado de sincronía), y monumentos
(zonas de gestión y protección definidas en base al valor patrimonial de los restos
documentados).

También en los inventarios arqueológicos del Reino Unido se ha observado esta


paulatina separación de la noción de yacimiento. El carácter altamente descentrali-
zado de los inventarios ingleses (los conocidos SMRs – Sites and Monument Re-
cords), que están organizados por condados (el equivalente de las provincias espa-
ñolas) ha generado bastantes variaciones en la estructuración y calidad de los datos
almacenados, de forma que en algunos casos se ha empleado categorías de registro
tales como parcela catastral (Robinson, 1993) ítems de información individuales
(Lang y Stead, 1992) hallazgos aislados o marcas de cultivos (detectadas única-
mente por fotografía aérea y sin corroboración directa sobre el terreno) (Lang y
Stead, 1993; Lang, 1992; 1993).

En España, el sistema andaluz ARQUEOS incorpora cuatro tipos diferentes de en-


tidades arqueológicas en base a su definición espacial (Fernández Cacho, 2002a;
2002b), que son denominadas hallazgo aislado (dispersión de artefactos o elemen-
tos arquitectónicos carentes de asociación sistemática), unidad (parte de un yaci-
miento arqueológico que satisface al menos uno de una serie de criterios legales,
urbanísticos o funcionales), yacimiento (conjunto de restos materiales derivados de
la actividad humana y con continuidad espacial, que requiere del uso fundamental
de la metodología arqueológica para su estudio) y área (conjunto de yacimientos
arqueológicos que aparecen integrados dentro de un paisaje caracterizado por va-
lores culturales específicos).

2.7.d.b.- Estructura de datos

La información contenida en los inventarios de yacimientos arqueológicos puede


ser muy amplia y diversa, dependiendo en buena parte de la tradición prospectora
y de documentación existente en cada país o región. En cualquier caso, las clases
de datos contenidos en los inventarios de yacimientos suelen ser normalmente los
siguientes:

102
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

 Identificación. Denominación (o denominaciones, ya que a veces los yacimien-


tos son conocidos por varios nombres distintos), y código de identificación
(dentro del inventario cada yacimiento es codificado con un número de identi-
ficación único).

 Localización. Datos relativos a la georreferenciación, hojas cartográficas en las


que aparece el yacimiento, levantamientos topográficos, etc. También se suelen
incluir aquí referencia a las características del entorno natural del yacimiento
(aunque desde la introducción de los SIGs este tipo de información es cada vez
más infrecuente ya que se puede cruzar con las coberturas medioambientales
oportunas).

 Descripción. Datos relativos a las características arqueológicas del yacimiento,


incluyendo información de los artefactos y contextos documentados, así como
la valoración del mismo en términos cronológicos y funcionales.

 Estado de Conservación. Datos relativos al nivel de preservación del yaci-


miento, con referencia a pautas de uso del suelo sobre el mismo y en su entorno
(especialmente si pueden implicar remociones de tierra importantes), eviden-
cias de erosión, saqueo por parte de expoliadores, etc.

 Intervenciones. Datos relativos a posibles excavaciones, prospecciones geofísi-


cas y prospecciones superficiales a nivel semi-micro que se hayan podido llevar
a cabo en el yacimiento, incluyendo referencias a los parámetros básicos de las
intervenciones (duración, responsables, resultados, etc.)

 Documentación. Datos relativos a las publicaciones, literatura gris (informes


administrativos no publicados), bases de datos, etc. en los que aparezcan refe-
rencias al yacimiento, incluyendo también inventarios de materiales guardados
en museos.

 Estatuto administrativo y legal. Datos relativos al estatuto jurídico, legal y ad-


ministrativo, incluyendo nivel de protección, referencias al catastro de la pro-
piedad, historia catastral, inclusión de planes de ordenación urbanística y otros
documentos de planeamiento urbanístico, etc.

2.7.d.c.- Representación gráfica

Anteriormente se ha visto que, aunque el concepto de yacimiento sigue siendo fun-


damental en la definición del registro arqueológico, dentro del ámbito de la gestión
de inventarios de Patrimonio Arqueológico hay otros conceptos a tener en conside-
ración. Si la cuestión de la conceptualización teórica de las entidades arqueológicas
es de gran importancia en el ámbito de los inventarios, no lo es menos la de los
criterios de representación gráfica de las mismas, que tiene importancia, por

103
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

ejemplo, a efectos de la forma y tamaño de las entidades arqueológicas. A este


respecto existen varias alternativas:

a) Idealmente, todo yacimiento (o entidad de otro tipo) arqueológico debería ser


representado dentro de un inventario patrimonial con datos precisos de los contex-
tos, artefactos y ecofactos en él documentados. Si se trata de un yacimiento en el
que se han practicado excavaciones, la información obtenida es incluida en el in-
ventario para caracterizar así el yacimiento. Pero si el yacimiento solo ha sido re-
conocido superficialmente deberían incluirse levantamientos micro-topográficos,
fotografías aéreas o imágenes de teledetección o geofísica, así como datos de pros-
pección superficial. Sin embargo, la realidad es que este tipo de datos por lo general
solo están disponibles para una minoría de yacimientos. Las prospecciones geofí-
sicas y las imágenes de teledetección son costosas, y por lo general no están dispo-
nibles para las decenas de miles de yacimientos que se integran en un inventario
nacional. Por tanto, para una gran mayoría de yacimientos la representación gráfica
se debe reducir a expresiones geométricas más sencillas comúnmente empleadas
en cartografía, tales como puntos, círculos o polígonos.

b) En una gran mayoría de inventarios europeos la representación gráfica poligonal


es la más utilizada, ya que es apta para representar con cierto grado de precisión la
forma y tamaño de cada yacimiento. Además, generalmente, los polígonos se defi-
nen por exceso para controlar la posibilidad de que la extensión del yacimiento
perceptible en superficie sea menor que la del subsuelo, y así proteger mejor su
integridad. La representación poligonal de los yacimientos requiere la delimitación
del yacimiento mediante GPS, o en su defecto la delimitación visual en cartografía
a escala 1.10.000 o superior (es decir, una cartografía donde puedan visualizarse
magnitudes de decenas de metros como mínimo).

c) Son numerosos los casos, sin embargo, en que en lugar de la representación po-
ligonal se utiliza la representación puntual (par único de coordenadas), un formato
de representación no apto para expresar la forma y extensión del yacimiento. Por
lo general las representaciones puntuales en inventarios de yacimientos se deben a
que el yacimiento fue dado de alta en una época en que no existían ni GPS ni car-
tografía de suficiente detalle que permitiese distinguir magnitudes decamétricas.
En estos casos, solo reconocimientos posteriores pueden permitir recoger in situ los
datos pertinentes para una más adecuada representación gráfica. Por lo general,
para minimizar problema de infra-estimación de la extensión inherente a la repre-
sentación puntual se utilizan buffers de 100-500 metros en torno al punto represen-
tado.

2.7.d.d.- Estandarización

Otro aspecto relevante de los inventarios de yacimientos arqueológicos en su fase


más reciente de desarrollo es la cuestión de la estandarización de los lenguajes des-
criptivos y las estructuras de datos. Esta tendencia a la estandarización se ha dado

104
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

como consecuencia de la búsqueda de inter-operabilidad entre bases de datos de


yacimientos arqueológicos producidas y gestionadas por organismos e instituciones
de regiones diferentes dentro de un país o, a escala internacional, de diferentes paí-
ses (una tendencia en la gestión patrimonial cada vez más fuerte dentro de, por
ejemplo, la Unión Europea). La tendencia hacia la estandarización de los criterios
de registro y gestión de datos ha quedado reflejada en diversos textos legales de
ámbito internacional como por ejemplo la conocida Convención de La Valeta (CoE,
1992) o por diversas iniciativas multilaterales que persiguen dar homogeneidad a
los criterios de registro, estructuración y descripción de datos de yacimentos ar-
queológicos contenidos en los inventarios.

a) En lo que se refiere a los estándares de estructuras de datos sobre yacimientos el


ejemplo más claro de esta tendencia es el Draft International Core Data Standard
for Archaeological Sites and Monuments (Borrador del Estándar Internacional Ba-
sico de Datos para Yacimientos y Monumentos Arqueológicos) elaborado por el
Archaeological Sites Working Group (Grupo de Trabajo de Yacimientos Arqueo-
lógicos) del CIDOC (CIDOC, 1995; Quine y Hansen, 1996; Quine, 1999; Guillot
y Hansen, 2000). Este documento propone una estructura básica de datos (campos
para las bases de datos) que todo inventario de yacimientos arqueológicos debe
contener para alcanzar unos estándares mínimos de calidad.

Otra ejemplo de iniciativa en esta dirección son la Caere Survey (Moscati y Taglia-
monte, 1998), que examinó el grado de implantación de los sistemas informáticos
(y especialmente los SIGs) en los inventarios de yacimientos de diversos países, o
la World Survey of National Archaeological Sites también realizada por el CIDOC
(CIDOC-ASWG, 2000) con el objetivo de examinar las fuentes de datos, campos
y problemas conceptuales y prácticos principales de una amplia serie de inventarios
regionales y nacionales de yacimientos a escala mundial. La Figura 84 muestra los
resultados de la encuesta del ASWG en relación con las fuentes de datos más fre-
cuentemente citadas para los inventarios encuestados, destacando de forma especial
los mapas.

Un tercer ejemplo de esta tendencia internacional hacia el establecimiento de bases


cualitativas comunes para la gestión de datos arqueológicos de inventarios son las
guías de práctica de calidad que el Archaeology Data Service (ADS) de la Univer-
sidad de York ha venido publicando desde su creación, todas las cuales además
están disponibles desde hace varios años en Internet (Gillings y Wise, 1998; Bewly
y otros, 1998; Schmidt, 2001; etc.). El ADS (una iniciativa modélica y sin parangón
a escala europea), viene marcando desde hace años, dicho sea de paso, la dirección
que seguirá en el futuro la gestión computerizada y remota de los inventarios de
yacimientos.

b) La tendencia a la estandarización lingüística, derivado de la introducción de las


bases de datos, que hacen muy necesaria la normalización y regularización de la
terminología utilizada. Los diversos tesauros arqueológicos publicados en las dos

105
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

últimas décadas han tenido como objetivo principal lograr una mayor consistencia
en la descripción y organización de la documentación arqueológica. Avances sig-
nificativos (si bien no específicamente arqueológicos) son el bien conocido tesauro
de arte y arquitectura de la J. Paul Getty Trust (Petersen, 1990) y el tesauro de
arquitectura del Ministerio de Cultura de Francia (Chatenet y Verdier, 2000). Un
caso especialmente interesante y de mucha mayor relevancia arqueológica es el de
los tesauros publicados en el Reino Unido desde mediados de los 1980 por English
Heritage y la Royal Comisión on the Historical Monuments of England (RCHME,
1986; 1989; RCHME-EH, 1992; 1995; 1996; 1998) y la Museum Documentation
Association (MDA, 1997).

La estandarización y normalización del lenguaje descriptivo de la Arqueología en


el seno de los sistemas de gestión y protección de bienes culturales ha ido aparejada
a una marcada preferencia por las aproximaciones temáticas frente a las disciplina-
res (evidencia quizás definitiva de la artificiosidad de muchas de nuestras especia-
lidades académicas, que se solapan constantemente en el estudio de realidades se-
mejantes o idénticas). Un buen ejemplo de esto es el solapamiento de las termino-
logías de la Arquitectura y la Arqueología en la descripción de los bienes patrimo-
niales muebles y la trayectoria seguida al respecto por la Royal Comisión on the
Historical Monuments of England, institución pionera en materia de tesauros de
Arqueología. En una primera etapa, la RCHME optó por una aproximación disci-
plinar, compilando por un lado un tesauro de términos arqueológicos (RCHME,
1986) y por otro uno de términos arquitectónicos (RCHME, 1989), así como un
tesauro de clases funcionales de yacimientos arqueológicos (RCHME, 1992), todos
los cuales pretendían poner orden en la descentralizada y compleja maraña de in-
ventarios de yacimientos arqueológicos de los condados ingleses. Sin embargo, en
una segunda etapa, esa aproximación ha sido sustituida por otra de corte temático,
donde los términos de Arquitectura y Arqueología son fundidos en diversos tesau-
ros, uno dedicado a tipos de construcciones (RCHME-EH, 1995) y otro a materiales
constructivos (RCHME-EH, 1996). Dado que la disciplina arqueológica estudia ar-
quitecturas de cualquier época, la masa de terminología compartida por ambas dis-
ciplinas es enorme, por lo cual resulta más económico y racional sistematizarla en
tesauros temáticos. Esta misma aproximación temática es la que ha seguido el te-
sauro de patrimonio histórico de Andalucía, el único actualmente existente en Es-
paña (Agudo Torrico y otros, 1998; García Gutiérrez, 1998; García Sanjuán y Hur-
tado Pérez, 2000).

En general, las ventajas asociadas a la normalización lingüística pueden ser resu-


midas de la siguiente forma:

(i) Racionalizar la estructura lógico-semántica de una terminología que, como la


arqueológica, ha experimentado una considerable complejización por la masiva in-
troducción de conceptos, métodos y técnicas de otras disciplinas como la Física, la
Biología o la Química.

106
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

(ii) Evitar problemas de subjetividad e inconsistencia en la entrada de datos en ba-


ses de datos manejadas por múltiples operadores, tales como por ejemplos las sino-
nimias (solapamiento, con diferentes términos que significan lo mismo) y polise-
mias (términos que adquieren diferentes significados según el contexto lingüístico
en el que son empleados).

(iii) Simplificar y hacer más efectiva la recuperación y consulta de datos por parte
de los usuarios de las bases de datos de yacimientos arqueológicos.

2.7.e.- La densidad del registro arqueológico

Una posibilidad inmediata que ofrecen los inventarios de yacimientos es la cuanti-


ficación de la riqueza patrimonial de una región a o país dado, una posibilidad de
gran importancia para, por ejemplo, estimar cuales son las clases de yacimientos
más escasas y por tanto en mayor peligro de extinción.

a) Las variables que determinan la densidad de yacimientos arqueológicos de un


territorio dado (esta cuestión ya fue mencionada en la sección dedicada a la pros-
pección de superficie) son múltiples:

 Por una parte es resultado de las condiciones demográficas, sociales y econó-


micas de los asentamientos humanos de una región, así como de su antigüedad
y duración. Por ejemplo: la ocupación humana permanente de Islandia no co-
mienza hasta las colonizaciones vikingas del siglo IX d.n.e. (Olafsson,
1999:75). En la mayor parte de las regiones del Norte de Europa, el comienzo
de la presencia humana permanente es mucho más antigua, remontándose a co-
mienzos del Holoceno (c. 10.000 a.n.e.), cuando el calentamiento general del
clima y la subsiguiente desaparición de los hielos permiten la expansión de po-
blaciones mesolíticas de cazadores y recolectores por la región. En diversas re-
giones del sur de Europa (incluida la Península Ibérica), en cambio, la presencia
humana se remonta mucho más atrás en el tiempo, hasta c. un millón de años
BP, o posiblemente más (cf. Atapuerca u Orce). Por tanto, aunque solo sea por
la enorme diferencia de la duración de la presencia humana, la densidad de ya-
cimientos arqueológicos en, por ejemplo, España ha de ser más elevada que en
Islandia.

 Por otra parte, la densidad de yacimientos es producto de determinadas condi-


ciones medioambientales que determinan las pautas de formación y desapari-
ción de los yacimientos arqueológicos. Los índices de erosión, las pautas de uso
del suelo y el propio estado de preservación de los yacimientos son factores
determinantes en su conservación (y por extensión en la densidad con que se
presentan) que derivan en parte de las condiciones climáticas y ambientales, y
en parte de los procesos económicos contemporáneos.

107
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

 En tercer y último lugar, la densidad de yacimientos expresada en los datos


almacenados en un inventario es consecuencia de la intensidad del reconoci-
miento arqueológico a que cada país o región ha sido sometido. Esto, como se
ha discutido anteriormente, es resultado del grado de énfasis que las tradiciones
disciplinares hayan puesto de la prospección sistemática de superficie, el reco-
nocimiento aéreo, la teledetección, etc. (hasta no hace muchos años se asumía
que verdadera Arqueología era aquella que se centraba en la excavación, más
que en el reconocimiento de superficie).

b) Con respecto a los datos actualmente disponibles para el continente europeo, la


estimación de este tipo de parámetros no resulta siempre sencilla, como se ha com-
probado en países como Reino Unido o los Países Bajos (Lang, 1995; Roorda y
Wiemer, 1992), en parte como consecuencia de la existencia de inconsistencias en
la propia definición de las entidades arqueológicas que componen los inventarios,
en parte por la irregularidad del grado de reconocimiento del territorio dentro de un
mismo país o región. La Tabla 8 muestra datos estimativos de la densidad de yaci-
mientos (en algunos casos hay otras entidades contempladas, aparte de los propios
yacimientos) por kilómetro cuadrado en una serie de países y regiones europeas.
Aunque se trata de una información bastante estimativa (con dudas en algunos ca-
sos acerca de que las cifras citadas sean comparables) la tabla indica la existencia
de importantes diferencias entre las densidades más altas y las más bajas registradas
hasta la fecha.

PAIS O EXTENSION NUMERO DE DENSIDAD FUENTE


REGION YACIMIENTOS MEDIA
INVENTARIADOS
Dinamarca 43,100 Km2 c. 150,000 3.480 Hansen y Dam, 2002
Holanda 33,889 Km2 c. 60,000 1.770 Wiemer, 2002
Irlanda 70,280 Km2 c. 120,000 1.707 Buitler, 2002
Polonia 312,685 Km2 c. 450.000 1.439 Prinke, 2002
Escocia 78,779 Km2 c. 110,000 1.396 Murray, 2002
República 78,864 Km2 c. 60,000 0.760 Kuna, 2002
Checa
Styria 1,860 Km2 c. 1,200 0.645 Fuchs y Kainz, 1999
(Austria)
Francia 547,030 Km2 c. 310,000 0.566 Cottenceau y Han-
nois, 2002
Madrid 7,995 Km2 c. 4,500 0.562 Ruiz Zapatero & Ji-
meno, 1999
Portugal 91,951 Km2 c. 13,500 0.146 Bugalhao, 2002
Andalucía 87,268 Km2 c. 12,000 0.137 Fernández Cacho,
2002a
Rumanía 237,500 Km2 c. 22.500 0.094 Oberlander, 1996
Tabla 8
Densidades medias de yacimientos arqueológicos registradas en Europa
Fuente: Wheatley y García Sanjuán, 2002:158

108
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

No resulta desde luego una coincidencia que Dinamarca aparezca como el país eu-
ropeo con una más alta densidad de yacimientos, con casi 3.5 yacimientos/Km2,
esto es, 24 y 25 veces por encima de la registrada en, por ejemplo, Portugal (0.14
yacimientos/Km2). Incluso la distancia que separa a Dinamarca de otras regiones y
países europeos con densidades bastante altas, como por ejemplo Holanda (1.77),
Irlanda (1.70), Polonia (1.43) o Escocia (1.39), es lo suficientemente llamativa
como para requerir una explicación. Esta explicación reside precisamente en que,
como se mencionó anteriormente, Dinamarca ha sido un país pionero a escala eu-
ropea en la construcción de su inventario nacional de monumentos y yacimientos
arqueológicos, comenzando un reconocimiento intensivo de su territorio a tal efecto
ya a comienzos del siglo XIX.

Con respecto a España no existen muchas estimaciones fiables. Los datos del in-
ventario Andaluz de yacimientos muestran amplias variaciones en el número de
yacimientos registrados por municipio, que pueden oscilar desde varias decenas
(incluso algunos centenares) hasta cero (Figura 85). Esta irregularidad obedece a
los factores antes señalados, aunque muy especialmente sin duda a la irregularidad
territorial con se ha desarrollado el reconocimiento arqueológico del territorio an-
daluz (hay zonas donde nunca se han hecho prospecciones). En aquellos municipios
o comarcas donde se han llevado a cabo trabajos de prospección intensiva la den-
sidad media de yacimientos arqueológicos se acerca mucho a los parámetros euro-
peos citados arriba. Tal es el caso en Sierra Morena occidental (Figura 86) donde
la densidad de yacimientos prehistóricos (no se incluyen los de época romana, me-
dieval y postmedieval) alcanzan en los sectores que han sido objeto de prospeccio-
nes intensivas (enmarcados dentro de los polígonos) parámetros por encima de 1.5
yac./Km2).

A este respecto, es posible tomar los parámetros de territorios exhaustivamente


prospectados como referencia para estimar la densidad potencial de yacimientos en
países y regiones donde ese nivel de reconocimiento es menos exhaustivo. Por
ejemplo, si se aplica al territorio total de Andalucía la densidad de yacimientos ar-
queológicos actualmente documentada en los Países Bajos, entonces habría que es-
perar encontrar una cantidad total de c. 150.000 yacimientos, frente a los c. 13.000
actualmente inventariados en la comunidad autónoma andaluza. Desde el punto de
vista de la protección patrimonial, ello plantearía la necesidad de avanzar de forma
prioritaria en el reconocimiento del territorio para evitar la destrucción y pérdida
eventual de aquellos yacimientos no inventariados, y por tanto no protegidos admi-
nistrativamente.

2.7.f.- La internacionalización de los inventarios

Un aspecto de la gestión de los inventarios arqueológicos que ha venido ganando


protagonismo en años recientes es el de su progresiva internacionalización. Como
se ha visto más arriba, en su origen, dichos inventarios constituyeron empresas fun-
damentalmente desarrolladas a nivel regional o nacional (a veces también local).

109
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

En los últimos años, y sobre todo como consecuencia de la rápida expansión que,
gracias a las redes de ordenadores han tenido los accesos remotos a bases de datos,
se han comenzado a plantear en Europa la necesidad de conectar de alguna forma
los inventarios de diferentes países. Al fin y al cabo, se piensa, para el estudio ar-
queológico de muchos problemas históricos y prehistóricos (por ejemplo, el pro-
ceso de neolitización, o la red de comunicaciones dentro del imperio romano), las
actuales fronteras europeas son un completo anacronismo y un obstáculo para la
comprensión de un Pasado en el que dichas fronteras no existían.
Así, durante la última década han tenido lugar una serie de iniciativas hacia la crea-
ción de inventarios y bases de datos arqueológicas de ámbito europeo, cubriendo
aspectos bastantes diversos, desde la legislación (COE, 1992; 1997), hasta la es-
tructura básica de los datos (CIDOC, 1995; Oberlander, 1995; Quine, 1999) pa-
sando por el vocabulario de descripción de los datos (COE, 1995; Van Leusen,
2001), o el acceso a Internet (Van Leusen y Prinke, 2001). En la Tabla 9 se listan
algunos ejemplos de tales proyectos.

INICIATIVA PROPOSITO ESPONSOR ACCESO


ArchTerra Red arqueológica Programa INCO http://archterra.cilea.it/
977054 de la Unión
Europea dentro del
Programa Copérnico
ARENA (Archaeo- Red arqueológica Unión Europea Hansen y Dam, 2002
logical Resources
Europe Networked
Access)
ARGE (Archaeo- Sitio web unificado Proyecto SOCRA- http://odur.let.rug.nl/arge/
logical Resources TES de la Unión Eu-
Guide for Europe) ropea - ArcheoNet
(1997-1998);
y Proyecto EC-INCO
ArchTerra (1999-
2000)
ASWG (Archaeo- Estándares y normas Unesco. CIDOC http://cidoc.natmus.dk/
logical Sites Work- de gestión de inven-
ing Group) tarios
DUBLIN CORE Estándares de meta- Miller y Greenstein (1997)
METADATA datos interoperables http://dublincore.org/
STANDARD en línea.
HEREIN (Euro- Tesauro Unión Europea http://www.european-heri-
pean Heritage Net- tage.net/en/index.html
work. Thesaurus)
Tabla 9
Iniciativas internacionales en la gestión de inventarios arqueológicos en Europa.
Fuente: Wheatley y García Sanjuán, 2002:162

De las seis iniciativas listadas en la Tabla 9, cinco han tenido como objetivo prin-
cipal incrementar la conectividad de las organizaciones arqueológicas a través de
Internet. Así, HEREIN ha creado una red general de organizaciones implicadas en

110
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

la gestión de patrimonio, ARGE se ha convertido en el principal portal europeo de


recursos arqueológicos en Internet, y ARENA persigue por primera vez el estable-
cimiento de una red de archivos e inventarios arqueológicos inter-operados (Kil-
bride, 2002). Esto es precisamente lo que, a nivel nacional interno del Reino Unido,
ha venido haciendo desde 1996 el Servicio de Datos de Arqueología (Archaeology
Data Service – ADS) establecido por la Universidad de York junto con un consor-
cio de otras universidades y organizaciones arqueológicas británicas. El enorme
éxito de ADS dentro de la Arqueología británica deriva en parte de la existencia de
un importante componente de descentralización y descoordinación (es decir exac-
tamente lo que ocurre dentro de otros países, como España) o a nivel europeo, que
ha podido ser parcialmente mitigado con el desarrollo de las bases de datos inter-
operadas. Un excelente ejemplo de apertura internacional de los inventarios euro-
peos de yacimientos arqueológicos es el DKC danés, que en 1997 pasó a ser acce-
sible en línea, incoporando posteriormente rutinas que permiten al usuario (es decir,
al visitante de la página web) hacer algunas consultas espaciales de tipo semejante
a las que son propias de los SIG (Figura 87).
Sin duda, muchos aspectos relevantes hoy día en la gestión de los inventarios ar-
queológicos europeos (tales como la estandarización de la estructura básica de da-
tos y los vocabularios de descripción de datos, la accesibilidad en línea o el control
de calidad en la gestión de los datos) pueden ser mejorados mediante el estableci-
miento de canales permanentes de cooperación entre países, por lo que es de esperar
que estas iniciativas no hagan sino proliferar y consolidarse en los próximos años.

2.7.g.- Lecturas recomendadas

Introductorias

Burillo Mozota, F. e Ibáñez, J. (1990): Configuración de la Base de Datos y Ficha Informatizada del
Proyecto Carta Arqueológica de Aragón 1990. Teruel. Colegio Universitario de Teruel

Blasco Bosqued, C. y Baena Preysler, P. (1997): "Los SIG y algunos ejemplos de su aplicación para
el estudio y gestión de las cartas arqueológicas.” En Baena, J. -Blasco, C. -Quesada, F. (Eds.): Los
SIG y el Análisis Espacial en Arqueología, 81-91. Madrid. Ediciones de la Universidad Autónoma

Fernández-Posse, M. D. y Alvaro, E. de (1993): "Bases para un inventario de yacimientos arqueoló-


gicos." En Jimeno, A.-Val, J. M.-Fernández, J. J. (Eds.): Inventarios y Cartas Arqueológicas. Home-
naje a Blas Taracena. 50 Aniversario de la Primera Carta Arqueológica de España, 65-72. Valladolid.
Junta de Castilla y León

Querol, M. A. y Martínez, B. (1996): La Gestión del Patrimonio Arqueológico en España. Madrid.


Alianza. Capítulo 8

Avanzadas

Clarke, C. P. (Ed.) (2001): Protecting the Past in the Present for the Future. The Development of
SMRs in the Planarch Project Region and Beyond. Papers from the Planarch Chelmsford Seminar
(May, 2001), 3-7. Chelmsford. Essex County Council

Baker, D. y Baker, E. (1999): An Assessment of English Sites and Monuments Records. Chelmsford.
ALGAO

111
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Fernández Cacho, S. (Ed.) (2002): Arqueos. Sistema de Información del Patrimonio Arqueológico
de Andalucía. Sevilla. Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico

García Sanjuán, L. y Wheatley, D. (Eds.) (2002): Mapping the Future of the Past. Managing the
Spatial Dimension of the European Archaeological Resource. Sevilla. University of Sevilla

Hansen, H.J. y Quine, G. (Eds.) (1999): Our Fragile Heritage. Documenting the Past for the Future.
Copenhaguen. National Museum of Denmark

Larsen, C.V. (Ed.) (1992): Sites and Monuments. National Archaeological Records. Copenhaguen.
National Museum of Denmark

112
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

3.1.- Introducción.
Una vez tratado el tema del reconocimiento arqueológico del territorio (incluyendo
la recogida y registro de toda la información arqueológica que no requiera del con-
curso de las técnicas de excavación) y habiendo culminado dicho reconocimiento
con la construcción de un inventario de yacimientos (o localizaciones) arqueológi-
cos, la tercera parte de este trabajo aborda la cuestión del análisis e interpretación
arqueológica del territorio.

Desde una perspectiva epistemológica, reconocimiento y análisis mantienen una


relación ordinal o secuencial en el estudio arqueológico del territorio: el análisis de
la territorialidad de las sociedades pasadas es imposible sin un previo reconoci-
miento del territorio que provea los datos necesarios para el análisis. Al igual que
en cualquier disciplina científica, la recogida y preparación de los datos precede al
análisis e interpretación de los mismos. Un proyecto arqueológico de análisis terri-
torial viene precedido de una fase de prospección y recogida de datos en la zona
designada para la investigación (o, en todo caso, de una recuperación de la infor-
mación disponible en el inventario de yacimientos pertinente).

Como la mayor parte de los métodos, técnicas y procedimientos que hemos visto
en la sección anterior, también el análisis arqueológico del territorio ha experimen-
tado una trascendental evolución durante los últimos 30 años. A la altura de media-
dos de los años 1960, la variable espacio apenas había sido articulada o sistemati-
zada como elemento básico del análisis arqueológico del Pasado. En las tres déca-
das recorridas desde entonces, diversos impulsos derivados de movimientos epis-
temológicos más bien dispares han hecho que el estudio de la dimensión espacial y
territorial haya adquirido una tremenda complejidad, proporcionando lecturas mu-
cho más sofisticadas, precisas y enriquecedoras del comportamiento humano en el
Pasado.

Estos impulsos epistemológicos, que son referidos genéricamente como propuestas


dentro de este Proyecto, son fundamentalmente cuatro: la Ecología Cultural, la Ar-
queología espacial, la Arqueología simbólica y la teoría de los sistemas mundiales.
Las dos primeras serán tratadas aquí globalmente como resultado del movimiento
epistemológico procesual que deriva de la Nueva Arqueología. Las otras dos pro-
puestas, algo más recientes en el tiempo, serán consideradas por separado.

113
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

PROPUESTA TRABAJOS SEMINALES FOCO FOCO


ESCALA EPISTEMOLOGICO
ECOLOGIA  L. R. Binford (1972): An Ar-  Semi-Mi-  Adaptación
CULTURAL chaeological Perspective. cro  Reconstrucción me-
 K. Butzer (1982): Archaeol-  Macro dio ambiente
ogy as Human Ecology.  Reconstrucción pau-
tas económicas
ARQUEOLOGIA  I. Hodder y C. Orton (1976):  Micro  Estadística y mode-
ESPACIAL Spatial Analysis in Archae-  Semi-Mi- los matemáticos
ology. cro
 D. L. Clarke (Ed.) (1977):  Macro
Spatial Archaeology.
SISTEMA  I. Wallerstein (1974): The  Macro  Interacción interre-
MUNDIAL Modern World-System I.  Super- gional
Capitalist Agriculture and Macro  Dominio y resisten-
the Origins of the European cia
World Economy in the Six-
teenth Century.
ARQUEOLOGIA  Hodder (1982): Symbols in  Micro  Paisaje y simbolismo
SIMBOLICA Action: Ethnoarchaeologi-  Semi-Mi-  Dimensión ideoló-
cal Studies in Material Cul- cro gica del territorio
ture.  Macro
 C. Tilley (1994): Places,
Paths and Monuments. A
Phenomenology of Land-
scape.
Tabla 10
Principales propuestas epistemológicas para el análisis arqueológico del territorio
Fuente: Elaboración propia

A menudo, estos impulsos han sido presentados en la literatura, bien sea por sus
propios proponentes iniciales o por defensores posteriores, como mutuamente in-
compatibles. Esto es con frecuencia un error. La perspectiva de tres décadas de
intenso debate teórico y epistemológico muestra que, en efecto, en ocasiones deter-
minados elementos de unas y otras propuestas son difíciles de compatibilizar: má-
xime cuando algunas de ellas derivan de marcos teóricos rivales que se vienen en-
frentando desde hace décadas por la supremacía en el análisis de la Historia y la
Prehistoria (por ejemplo. el marxismo, la Ecología Cultural o el estructuralismo).
La ocasional intensidad del debate arqueológico da cuenta de estas incompatibili-
dades puntuales. Y, sin embargo, para un analista desapasionado es rápidamente
evidente que estas cuatro grandes propuestas pueden ser vistas como mutuamente
complementarias, con gran beneficio para la Arqueología como disciplina.

La enorme complejidad de los problemas empíricos y prácticos abordados hace a


menudo que cada generación de investigadores se centre y se fije en un abanico
relativamente estrecho (es decir, intelectualmente abarcable) de problemas, y bus-
que alternativas para hacer avanzar la investigación de los mismos. Cuando a me-
diados de los años 1960 algunas arqueólogas y arqueólogos comenzaron a abogar
por la introducción en el análisis arqueológico de técnicas y conceptos tomados de
la corriente antropológica de la Ecología Cultural, lo hacían desde la constatación
de que el paradigma histórico-cultural (predominante hasta entonces) no había

114
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

sabido hacer frente al problema de las relaciones entre las sociedades humanas y su
medio ambiente de una forma satisfactoria (es difícil pensar cómo la oportunidad
de dicha constatación podría ser negada por cualquier arqueólogo actualmente). La
Ecología Cultural propuso con éxito una gran cantidad de principios científicos que
transformaron eficiente y radicalmente el modo en que los arqueólogos estudian las
relaciones entre las comunidades humanas y sus nichos ecológicos. Posteriormente,
ya en los años 1980, una nueva generación de arqueólogos y arqueólogas (a menudo
referidos/as como postprocesualistas o contextualistas) sintió que la Ecología Cul-
tural había prestado demasiada poca atención a un problema crucial en la forma en
que las sociedades humanas se relacionan con el medio ambiente: los símbolos. A
partir de esa constatación hicieron una serie de propuestas orientadas a comprender
con más profundidad la forma en que las sociedades del Pasado percibían su en-
torno y cómo esa percepción era integrada en sus construcciones religiosas, míticas
y simbólicas. Ciertamente, es difícil no concurrir con ese diagnóstico: en efecto la
Ecología Cultural se había centrado casi exclusivamente en establecer una metodo-
logía arqueológica adecuada para el análisis de la adaptación humana al medio am-
biente y de la explotación de los recursos culturales. Simplemente, dejó de lado
otros problemas. Por tanto, es cierta la observación hecha por los postprocesualis-
tas respecto al vacío dejado por la Ecología Cultural, así como respecto a la nece-
sidad de instrumentalizar también metodologías adecuadas para el análisis de esa
dimensión no-material (si queremos, espiritual) que para los seres humanos tiene
el mundo. En este sentido, ambas propuestas son complementarias, afortunada-
mente complementarias incluso, y no incompatibles. Al analizar otros niveles epis-
temológicos, como por ejemplo en el énfasis puesto por una y otra propuesta res-
pecto a qué variables deben ser tenidas más en cuenta a la hora de establecer la
causalidad del cambio social y cultural, es posible que la compatibilidad disminuya
bastante y aumenten las razones lógicas y epistemológicas para el desacuerdo.

La introducción en la Arqueología prehistórica de los preceptos teóricos de la Teo-


ría de Sistemas Mundiales, por su parte, ha venido a cubrir otro importante aspecto
del análisis del Pasado en el que ni los ecólogos culturales ni los postprocesualistas
habían realmente reparado (o al que no habían dedicado demasiada atención). En
este caso se trata de los procesos de interacción económica y política entre forma-
ciones y sistemas sociales a gran escala geográfica, a la escala que en Arqueología
conocemos como macro (interregional) pero incluso también a una escala de aná-
lisis mucho más vasta, de ámbito continental o inter-continental (lo que quizás nos
forzaría a acuñar una denominación nueva para una cuarta escala de análisis espa-
cial, algo así como super-macro). Las propuestas presentadas en este sentido han
sido verdaderamente fructíferas, ya que han mostrado que tanto la Ecología Cultu-
ral como el postprocesualismo habían pasado por alto un hecho rotundamente in-
contestable, cual es que, sobre todo a partir del momento en la Prehistoria en que
comienzan a conformarse estados territoriales, la dirección y la forma del cambio
social y cultural de una formación social dada no vienen solo articuladas en torno
a las pautas de adaptación medioambiental o de enculturación simbólica del terri-
torio, sino también por la acción deliberada y estratégica de otras formaciones

115
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

sociales que a veces se encuentran a gran distancia (cientos, quizás miles de kiló-
metros), pero que tienen un enorme poder de influencia comercial, política o mili-
tar.

En cualquier caso, el enfoque adoptado aquí en la exposición de este tema es sin


duda más proclive a enfatizar la complementariedad y compatibilidad de las cuatro
propuestas tratadas que sus elementos de fricción. De alguna forma, más allá de las
fricciones y controversias que puedan suscitar, esas cuatro propuestas han dejado
un legado imperecedero en el cuerpo metodológico y teórico la Arqueología actual,
y cualquier estudiante de esta disciplina debe estar al tanto de sus contenidos.

3.2.- La propuesta de la Arqueología procesual: el aná-


lisis ecológico-cultural y espacial.
3.2.a.- Marco epistemológico.

A finales de los años 1960 se inician dentro de la Arqueología europea y norteame-


ricana una serie de importantes cambios que, partiendo de la crítica al paradigma
histórico-cultural que había dominado la disciplina prácticamente desde comienzos
del siglo XX, producirán como resultado una configuración disciplinar enteramente
nueva. Algunos de los trabajos más decisivos en la gestación de esta nueva etapa son
los del arqueólogo norteamericano Lewis Binford (1930-2011), un discípulo de Les-
lie White en la Universidad de Chicago que irrumpe en la escena arqueológica con
un célebre artículo publicado en 1962 con el título "Archaeology as Anthropology".
Los trabajos más influyentes de Binford serían New Perspectives in Archaeology
(Nuevas Perspectivas en Arqueología, publicado en 1968) y An Archaeological Pers-
pective (Una Perspectiva Arqueológica, publicado en 1972), los cuales son conside-
rados fundacionales de la denominada Nueva Arqueología. Igualmente, influyente es
el trabajo del arqueólogo británico David Clarke (1937-1976), quien, a pesar de su
prematuro fallecimiento antes del alcanzar los 40 años de edad, logra un amplio re-
conocimiento por sus libros Analytical Archaeology (Arqueología Analítica, también
publicado en 1968) y Spatial Archaeology (Arqueología Espacial, aparecido póstu-
mamente en 1977), este último de extraordinaria significación para el tema del aná-
lisis arqueológico del territorio como se verá más adelante.

A partir de esos y otros trabajos se define un renovador enfoque epistemológico de


la Arqueología que recibe influencias de un conjunto bastante amplio de desarrollos
intelectuales contemporáneos, entre los que destacan las filosofías científicas del neo-
positivismo lógico y la teoría de sistemas, así como las teorías antropológicas neo-
evolucionista, ecológico-cultural y funcionalista. Aunque los planteamientos deriva-
dos de esas dispares influencias no fueron nunca enteramente consistentes y muchos
fueron objetos de fuertes críticas, lo cierto es que la disciplina arqueológica dio un
paso cualitativo enorme en su consolidación, alcanzando un verdadero punto de no
retorno (Zubrow, 1980:21; Watson, 1991:278). El proceso de gestación y

116
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

consolidación del enfoque procesual mediante la síntesis de todos esos elementos


ha sido narrado en bastantes ocasiones en una amplia bibliografía y no será nece-
sario entrar aquí en su descripción pormenorizada. Por lo tanto, se hará tan solo una
breve síntesis de las principales claves epistemológicas del mismo al objeto de fa-
cilitar la explicación y discusión de la concepción novedosa del análisis arqueoló-
gico territorial que conlleva.

a) Una de las influencias epistemológicas más notables del enfoque procesual es el


de la escuela filosófica del neopositivismo lógico, especialmente a través del tra-
bajo de Carl Hempel (1905-1997) filósofo de origen alemán asociado al círculo
vienés de empiricistas lógicos. La filosofía hempeliana tendrá una extraordinaria in-
fluencia en la vocación cientifista del enfoque procesual, a través del trabajo de L.
Binford. En su obra Philosophy of Natural Science (Filosofía de la Ciencia Natural,
aparecida en 1966) Hempel plantea las claves de su aproximación al problema de la
construcción del conocimiento científico, delineando su teoría cientifista, racionalista
y nomológica.

En síntesis, Hempel asume una postura optimista y robusta con respecto a la posibi-
lidad de construir un conocimiento científico del mundo cierto y fiable y con respecto
a la posibilidad de delimitar el mismo frente al conocimiento pseudocientífico o
acientífico (Hempel, 1989:54). Tres elementos de su propuesta tienen especial rele-
vancia en la Nueva Arqueología. Por una parte, el énfasis en el método hipotético-
deductivo, donde la parte empírica de la investigación (trabajo de campo, recogida y
análisis de datos) está guiada y ordenada por una serie enunciados o generalizaciones
teóricas de carácter hipotético. Por otra parte, el carácter nomológico del conoci-
miento científico, esto es, que las hipótesis y teorías más confirmadas por las eviden-
cias empíricas se subsumen en leyes científicas, de tipo universal o de tipo estadís-
tico, mientras que el grado de credibilidad de las teorías científicas es mesurable en
términos de sus contrastaciones empíricas y del grado de conocimiento sobre esa
materia en un momento dado. Finalmente, rechazando el falsacionismo popperiano,
Hempel plantea que la comparación entre diferentes teorías científicas es posible y
necesaria y se verifica, más allá de la existencia de diferentes enfoques teóricos o
paradigmas, a través de indicadores tales como la cantidad de evidencias confirma-
torias, la variedad de las evidencias confirmatorias, el apoyo lógico-teórico, la con-
sistencia con hipótesis o teorías bien demostradas, la simplicidad en el enunciado,
etc. (Hempel, 1989).

b) Una segunda influencia de importancia en la reacción epistemológica de la


Nueva Arqueología es la Teoría General de Sistemas*. Propuesta por el biólogo
alemán Ludwig von Bertalanffy (1901-1972) en la década de los 1940, la TGS pro-
pone el estudio transdisciplinar de la organización abstracta de los fenómenos con
independencia de su sustancia, tipo o escala espacio-temporal de existencia, inves-
tigando tanto los principios comunes de todas las entidades complejas como los
modelos (normalmente matemáticos) que se pueden utilizar para describirlas
(Audi, 1999:898). La TGS propone un heurístico universal de análisis que

117
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

conceptúa los problemas científicos en términos de conjuntos de partes interactivas


que se retro-alimentan bien con objetos, energía o información (o bien con una
combinación de los tres) siguiendo pautas y reglas de funcionamiento y comporta-
miento que pueden ser expresadas en modelos matemáticos. Aunque ciertamente
la TGS nunca ha llegado a ser aplicada en Arqueología con todo el rigor matemático
exigido por su planteamiento seminal, es cierto que ha logrado mejorar notable-
mente el grado de formalización y sistematización de los análisis arqueológicos con
respecto al paradigma histórico-cultural (Trigger, 1992:284). Asimismo, uno de los
postulados principales de la TGS es que los sistemas del mundo real (organismos
biológicos, por ejemplo) están en constante interacción abierta con sus entornos
(i.e. medio ambientes) y que mediante esa interacción pueden adquirir nuevas pro-
piedades, lo que constituye un proceso de evolución continua, por lo que no es
extraño que llegase a alcanzar un fuerte ascendiente sobre la Ecología Cultural,
dentro de la cual llega a configurarse un enfoque ecosistémico (ver discusión más
adelante). La influencia de la TGS en Arqueología, por tanto, llega también indi-
rectamente por el interés del enfoque arqueológico procesual en el análisis ecoló-
gico.

c) Una tercera influencia epistemológica que actúa sobre el enfoque procesual


como consecuencia de su interés por el neopositivismo lógico y la TGS es la for-
malización estadística y matemática del análisis arqueológico. Dado su énfasis en
la definición de las tendencias y patrones (leyes estadísticas) del comportamiento
social humano (según su reflejo en el registro arqueológico) mediante modelos sisté-
micos, el procesualismo reclama el comienzo de un auténtico análisis de las relacio-
nes entre variables arqueológicas, más allá de la descripción semiformalizada de las
mismas que hasta la fecha había predominado dentro del paradigma de investigación
histórico-cultural. Por la repercusión que tuvo y la polémica que generó, posible-
mente sea el estudio de L. Binford (Binford y Binford, 1966) sobre la variabilidad
funcional de los conjuntos líticos musterienses en Francia, el auténtico inicio de los
estudios estadísticos de la variabilidad de datos arqueológicos. Además, hay que se-
ñalar que la rápida extensión del uso de los ordenadores desde finales de los años
sesenta facilita enormemente la extensión del cálculo estadístico dentro de la Arqueo-
logía; el análisis estadístico es el propósito para el cual se introduce inicialmente la
computación en Arqueología (Shennan, 1988:2).

Durante toda la década de los 1970 se importan numerosas técnicas de análisis cuan-
titativo de otras disciplinas, como la Biología, la Sociología o la Geografía y se co-
mienza a experimentar su aplicabilidad en investigación arqueológica: análisis de
conglomerados, análisis de factores, análisis de componentes principales, técnicas de
seriación y muestreo, pruebas de significación, etc. Los años 1980 (al menos en los
Estados Unidos, Francia o el Reino Unido) suponen la consolidación del razona-
miento estadístico en Arqueología. Cada vez más estudios arqueológicos incorporan
técnicas analíticas de tratamiento de los datos, lo que se ha reflejado en la prolifera-
ción de revistas y conferencias, en una abundante literatura teórica y metodológica
(Orton, 1980; Whallon y Brown, 1982; Carr, 1985; Aldenderfer, 1987, Madsen 1988;

118
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Shennan, 1988; Voorrips, 1990; Fletcher y Lock, 1991) y en una inabarcable litera-
tura de aplicaciones empíricas.

Por supuesto, aparte de la influencia de los postulados epistemológicos del neoposi-


tivismo lógico y la teoría general de sistemas, con la consecuente tendencia a la for-
malización estadística y matemática del análisis arqueológico, el enfoque proce-
sualista incorpora una propuesta teórica y conceptual que estaba teniendo un
enorme desarrollo en la antropología norteamericana durante los años 1960: la Eco-
logía Cultural.

3.2.b.- El análisis ecológico-cultural.

3.2.b.a.- Origen y consolidación.

Puesto que este libro no asume ningún conocimiento previo por parte del lector o
lectora, la explicación del enfoque teórico ecológico-cultural es abordada de una
forma genérica. Por ello la Ecología Cultural es tratada como un conjunto de prin-
cipios y métodos de gran relevancia para la comprensión de cómo la Arqueología
estudia las relaciones de las sociedades humanas con su entorno. Se procede esta-
bleciendo (i) los precedentes de los que surge la Ecología Cultural, (ii) su origen y
consolidación, (iii) sus principios epistemológicos básicos y (iv) su impacto ar-
queológico.

a) Antes de entrar en la discusión de sus principios teóricos y (especialmente) del


impacto de la Ecología Cultural en el análisis territorial arqueológico, es necesario
tener en cuenta una serie de precedentes. Durante mucho tiempo, el estudio filosó-
fico y científico de las relaciones entre las sociedades humanas y la naturaleza (lo
que hoy designamos con frecuencia como el medio ambiente) estuvo presidido por
un enfoque determinista medio-ambiental que es de hecho casi tan antiguo como la
filosofía occidental. De acuerdo con el determinismo, las variables condiciones de
la naturaleza son responsables de la distinta configuración cultural y social de las
comunidades humanas, desde la economía hasta las costumbres y el folclore.
Cuando las condiciones medioambientales cambian, la sociedad humana cambia
también. Así, por ejemplo, desde Hipócrates y Platón, una larga tradición intelec-
tual occidental especulaba con el grado de influencia que las condiciones climáticas
tienen sobre la configuración anímica y psicológica de los individuos y de los pue-
blos (Hardesty, 1977:2-4).

Expresión contemporánea del determinismo medioambiental fue el trabajo del geó-


grafo y antropólogo alemán Friedrich Ratzel (1844-1904), quien en su magna obra
Anthropo-Geographie oder Grundzüge der Anwendung der Erdkunde auf die Ges-
chichte (Antropo-Geografía o Principios Básicos de la Aplicación de la Geografía
en la Historia - publicada en dos volúmenes en 1882 y 1891) intentó demostrar de
forma sistemática la relación entre los rasgos culturales y los factores geográficos
en sociedades de todo el planeta (Storå, 1994:12).

119
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

A lo largo de las primeras décadas del siglo XX se fue configurando el posibilismo,


una teoría alternativa al determinismo. Los avances de la antropología cultural per-
mitieron ir acumulando un mejor conocimiento de la enorme variabilidad de com-
portamientos y pautas culturales existentes entre las sociedades humanas a escala
planetaria. Ello dio lugar a que se reflexionara sobre el excesivo simplismo con que
el determinismo medioambiental trataba la delicada cuestión de las relaciones entre
las sociedades humanas y su medio. De esta reflexión surgió un nuevo plantea-
miento, el posibilismo, de acuerdo con el cual el medio ambiente impone una serie
de límites a la conformación y la evolución cultural de las comunidades humanas,
pero no determina mecánicamente todos sus aspectos concretos (Hardesty, 1977:4;
Alcina, 1989:152; Storå, 1994:13). La configuración medioambiental posibilita
unos potenciales de desarrollo cultural y deniega otros, pero nunca llega a explicar
todos los aspectos de la configuración particular de las culturas.

b) El origen y consolidación de la perspectiva ecológica del análisis de las relacio-


nes sociedad-medio se sitúa en las décadas de los 1950 y los 1960 a través funda-
mentalmente de una serie de antropólogos norteamericanos cuyos trabajos alcanzan
una fuerte repercusión internacional en antropología y Arqueología. El primero de
estos teóricos es Julian Steward (1902-1972), autor de obras influyentes como
Theory of Culture Change (Teoría del Cambio Cultural, publicado en 1955) o Evo-
lution and Ecology (Evolución y Ecología) editado póstumamente en 1977. En es-
tos trabajos, Steward toma el concepto de Ecología, que se venía manejando en
biología desde finales del siglo XIX y acuña la noción de Ecología Cultural, a la
que interpreta como el estudio de los procesos a través de los cuales una sociedad
se adapta a su medio ambiente, siendo su principal objeto la determinación de si
esas adaptaciones inician transformaciones sociales internas o cambios evolutivos.
Sobre la base de un enfoque materialista* de la cultura y la sociedad, la aplicación
de la teoría de sistemas y un robusto cientifismo, el planteamiento stewardiano de
la Ecología Cultural alcanza rápidamente una amplia aceptación en Antropología y
Arqueología, logrando la superación de la precedente dicotomía determinismo vs.
posibilismo.

Una segunda corriente de pensamiento teórico que contribuye poderosamente a la


extensión de los principios epistemológicos de la Ecología Cultural es el neo-evo-
lucionismo de Leslie White (1900-1975), autor de obras no menos reconocidas in-
ternacionalmente como The Science of Culture (La Ciencia de la Cultura, 1969) o
The Concept of Cultural Systems (El Concepto de los Sistemas Culturales, apare-
cido en 1975). La teoría neoevolucionista de L. White parte de una crítica del evolu-
cionismo decimonónico y del particularismo histórico boasiano, defendiendo un con-
cepto multilineal de evolución social donde las formaciones sociales no atraviesan
necesariamente los mismos estadios evolutivos. Sobre la base de un robusto cienti-
fismo, el análisis antropológico de White considera clave la utilización de la energía,
a través de una tecnología en constante evolución, por parte de las culturas humanas.
Cuanto más desarrollada tecnológicamente se halle una cultura, más energía puede

120
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

extraer de la Naturaleza; es decir, el desarrollo de las culturas debe ser medido en


términos del grado de aprovechamiento de la energía potencialmente disponible en
la naturaleza, en función de la eficiencia de la tecnología disponible.

La tercera gran corriente de abierta inspiración ecológico-cultural es el denominado


materialismo cultural de M. Harris (1927-2001). A partir de una lectura crítica de la
historia de la Antropología y muy especialmente de las propuestas derivadas del tra-
bajo de K. Marx (1818-1893), Harris construye una teoría antropológica reflejada en
sus obras principales, The Rise of Anthropological Theory (El Surgimiento de la Teo-
ría Antropológica, publicado por primera vez en 1968), Cannibals and Kings: The
Origins of Cultures (Caníbales y Reyes: Los Orígenes de las Culturas, publicado en
1977) y Cultural Materialism: The Struggle for a Science of Culture (El Materia-
lismo Cultural. La Lucha por una Ciencia de la Cultura, publicado en 1979). A se-
mejanza de White, Harris propuga el fortalecimiento cientifista del estudio antropo-
lógico de las culturas hasta el extremo de proclamar la ciencia de la cultura, para lo
cual rechaza explícitamente variantes del marxismo tales como el materialismo his-
tórico o dialéctico por su excesiva afinidad y dependencia con respecto de agendas
ideológicas y políticas y por el fuerte componente teleológico* de sus propuestas –
cf. discusión de este tema en Bloch, 1983:131 y Kohl, 1981:97. La importancia con-
cedida a los procesos de adaptación a nichos ecológicos específicos, la tecnología y
la demografía (el siempre creciente volumen de población a escala mundial consti-
tuye un factor determinante de la evolución social y cultural) configuran la propuesta
de carácter materialista y explícitamente determinista-infraestructural de Harris.

Con el paso del tiempo, quizás como resultado de su propio éxito, el concepto de
Ecología Cultural ha acabado englobando una amplia diversidad de planteamientos
que en muchos casos comparten unos fundamentos epistemológicos básicos, pero
que en otras ocasiones muestran un cierto grado de incoherencia o incluso desorden
(Ellen, 1978:121). Naturalmente, una discusión en profundidad de la epistemología
de la Ecología Cultural, expresada en toda su complejidad de matices (cf. buenas
discusiones en Trigger, 1971; Hardesty, 1977; Kirch, 1980; Butzer, 1989 o Storå,
1994), queda fuera del alcance de este libro. Por ello se plantea a continuación una
síntesis sucinta de los principales conceptos implicados en este marco teórico con
el propósito de sentar las bases de una posterior valoración de su impacto e instru-
mentalización en la metodología arqueológica de análisis del territorio.

3.2.b.b.- Principios analíticos.

Los principios epistemológico-analíticos básicos de la Ecología Cultural son su ca-


rácter explícitamente materialista, su conexión con la teoría de sistemas, la centra-
lidad del concepto de adaptación, así como la tendencia al determinismo infraes-
tructural.

El carácter materialista de la Ecología Cultural se expresa en la consistente prefe-


rencia dada a los factores materiales en la explicación e interpretación del

121
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

comportamiento humano y el cambio social y cultural. La prioridad dada por los


teóricos de esta corriente a la adaptación a las condiciones medio-ambientales
mediante ajustes tecnológicos, demográficos, sociales y económicos pone a la
Ecología en una línea de clara afinidad con otras grandes corrientes materialistas
de pensamiento social de los siglos XIX y XX como el funcionalismo o el
marxismo. Así, al determinismo tecnológico de White se le ha asignado a menudo
un implícito origen o inspiración marxista, mientras que el materialismo cultural de
Harris parte de una aceptación explícita del marxismo como teoría científica
(Trigger, 1992:273). Es preciso tener en cuenta a este respecto que durante los años
más duros de la Guerra Fría, el marxismo sufrió una clara proscripción académica
en los EEUU que hizo que numerosas teorías solo pudieran incorporar de forma
implícita y no declarada algunos de sus conceptos fundamentales (Mcguire,
1992:73).

Un segundo principio epistemológico-analítico básico de la Ecología Cultural es la


recurrente utilización de la Teoría General de Sistemas como heurística de análisis.
Desde esta perspectiva, que ya está presente en los trabajos de J. Steward, se con-
sidera la existencia de dos grandes clases de sistemas, los socioculturales y los am-
bientales, en constante interacción dinámica. Ambos se componen de una serie de
subsistemas, que en el caso del sistema sociocultural son el tecnológico, el econó-
mico, el social, el religioso y el psicológico mientras que en el caso del sistema
natural son el geológico-litológico, el climático y el biológico (faunístico y vegeta-
cional) (Alcina, 1989:148). Quizás donde la influencia de la teoría de sistemas en
la Ecología Cultural alcance su expresión más refinada sea en la teoría ecosistémica
de Clifford Geertz (1923-2006). Dentro de este enfoque, el ecosistema es el marco
natural de cooperación dinámica entre la cultura, la biología y el medio ambiente,
siendo la cuestión esencial a establecer, no ya si las condiciones medioambientales
provocan o solo limitan la cultura, sino la forma en que el ecosistema se organiza
y cuales son los mecanismos que regulan sus funciones (Storå, 1994:17). El ecosis-
tema humano debe ser cuidadosamente descrito, primero desde el punto de vista de
sus componentes inorgánicos y orgánicos, y segundo en términos de los patrones
de circulación de la energía (es decir, de la energía obtenida y consumida por la
sociedad humana mediante la tecnología y a partir de los recursos biofísicos).

Central asimismo para la propuesta ecológico-cultural es el concepto de adaptación.


Para Steward, la adaptación cultural es distinta de la biológica: dado que las pautas
sociales y culturales no se transmiten genéticamente, el principio biológico de la
supervivencia de los más aptos no puede ser trasladado de forma mecánica al ám-
bito del análisis de la cultura. Los procesos de adaptación entre el medio ambiente
y las sociedades humanas son recíprocos, de forma que solo el análisis empírico de
la interacción existente en cada caso específico (y no un sistema de reglas univer-
sales) permite establecer la forma de la adaptación de cada cultura. De hecho, la
propia definición científica de la cultura consiste en el descubrimiento y formula-
ción de las respuestas adaptativas del grupo humano a los estímulos recibidos del
medio circundante (Alcina, 1989:152). Siendo la adaptación cultural el ajuste no

122
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

genético de las culturas a sus respectivos medioambientes, dos conceptos asociados


de gran relevancia son los de estrategia adaptativa y éxito adaptativo. De acuerdo
con la formulación de K. Butzer (1989:270-272), las estrategias adaptativas se de-
finen como conjuntos de comportamientos simultáneos o secuenciales mediante los
cuales el sistema se ajusta tanto a los cambios internos como a los externos, mien-
tras que el éxito adaptativo (o inversamente el fracaso) de las culturas solo puede
medirse a largo plazo, con las caídas o extinciones demográficas como únicos fe-
nómenos capaces de medir la inadaptación.

La tendencia al determinismo infraestructural (que no al determinismo medio am-


biental) en el enfoque de la causalidad del cambio social y cultural es una caracte-
rística bastante perceptible de la Ecología Cultural, aunque pueden encontrarse sig-
nificativas diferencias de matiz entre los diversos teóricos de esta corriente. En el
caso de Steward cabría quizás hablar de un determinismo infraestructural laxo,
donde las críticas relaciones sociedad-medio ambiente se verifican en la esfera de
lo económico-subsistencial y tecnológica, lo que Steward denomina el núcleo cul-
tural (Alcina, 1989:153; Trigger, 1992:273; Storå, 1994:14). La adaptación de un
grupo humano a su medio ambiente, un proceso dialéctico que determinará sus ras-
gos culturales y la evolución de los mismos en el tiempo, se produce dentro del
núcleo cultural, por lo que puede hablarse de una determinación de lo económico
y subsistencial en última instancia. Similarmente, para White la forma y evolución
de las culturas está determinada por los sistemas tecnológicos que actúan como
interfaz de los seres humanos frente a la naturaleza para la obtención y procesa-
miento de energía, de forma que tanto las experiencias cognitivas como la superes-
tructura (la filosofía, las artes) dependen directamente de la articulación entre la
tecnología y la organización socioeconómica (Trigger, 1992:272).

Por su parte, el materialismo cultural de Harris se vertebra en torno a la idea de una


conexión causal directa entre medioambiente y la superestructura social. El conocido
aforismo marxista de que el modo de producción de la vida material determina el
carácter general de los procesos de la vida social, política y espiritual, no siendo la
conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino su ser social lo que determina
su conciencia, es modificado por M. Harris con el propósito de reforzar la fuerza
causal determinista de la demografía como parte de la infraestructura productiva al
tiempo que adecuarla a los conceptos de enfoque Etic/Emic* de la cultura por él pro-
puestos (Harris, 1987:71-72). El materialismo cultural busca por tanto el comienzo
de las cadenas causales que afectan a la evolución sociocultural en el complejo de
actividades corporales consumidoras de energía que inciden sobre el equilibrio entre
el tamaño de cada población humana, la cantidad de energía dedicada a la producción
y la provisión de recursos necesarios para el sostenimiento de la vida.

Dentro de esa tendencia general, más o menos subyacente, a conceder la primacía a


los factores infraestructurales en la evolución social y cultural, la Ecología Cultural
pone gran interés en la importancia causal de la demografía. Un concepto importante
a este respecto es del capacidad sustentadora o capacidad de carga (carrying

123
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

capacity), correspondiente con el tamaño teórico máximo que un grupo humano


puede alcanzar sin sobrepasar los límites productivos críticos de su nicho ecológico
(hay una amplia literatura sobre este tema, cf. definiciones teóricas en Zubrow, 1975;
Glassow, 1978; Bayliss-Smith, 1978). En síntesis, la noción de capacidad de carga
demográfica se inserta en una contradicción inherente a la evolución humana: por
una parte, según indican los estudios antropológicos, las comunidades humanas pre-
capitalistas y prehistóricas tienden a quedarse bastante por debajo de la capacidad
sustentadora teórica de un territorio, en una mayoría de casos ni siquiera sobrepa-
sando el 70% de la misma (Bayliss-Smith, 1978:129 y 145; Harris, 1987:86).

Por otra parte, la Prehistoria y la Historia cuentan con numeras instancias de procesos
en los que determinadas formaciones sociales entran en crisis por una ruptura de la
capacidad de carga del nicho ecológico sobre el que se encuentran asentadas. La re-
solución a la aparente contradicción se encuentra en la constatación de que, sobrepa-
sado el límite demográfico impuesto por la capacidad sustentadora se desencadenan
procesos compensatorios, sean bien tendentes a reducir los efectivos poblaciones,
como por ejemplo la reducción de la natalidad, el incremento de los decesos por con-
flictos (derivados de la competición por los recursos) o la salida de excedentes po-
blacionales mediante la expansión (migración y colonización de nuevas tierras si ello
es posible, es decir si existen tierras libres), sean tendentes a incrementar la eficacia
productiva, como por ejemplo la introducción de innovaciones tecnológicas (Har-
desty, 1977:12).

El factor demográfico alcanza asimismo gran primacía causal dentro del materia-
lismo cultural. Para Harris, K. Marx menospreció la importancia de la obra de Tho-
mas R. Malthus (1766-1834) y no se interesó por los aspectos más positivos de ésta,
cuando en realidad, el hecho más notable e inmediato en la evolución de la especie
humana ha sido su constante crecimiento cuantitativo. El factor demográfico debe
ser tenido en cuenta para la explicación de grandes procesos prehistóricos e históricos
como por ejemplo el surgimiento de la economia productora (neolitización). Así, Ha-
rris cuestiona la teoría marxista de que la evolución de un modo de producción a otro
se produce por el desarrollo y agudización crítica de contradicciones internas insal-
vables (entre los medios de producción y las relaciones de producción) y plantea a
cambio que los factores demográficos contribuyen a explicar la expansión histórica
de las fuerzas productivas, por lo cual es necesario hablar de un modo de reproduc-
ción cuyo efecto sobre las estructuras sociales y la ideología es tan importante como
el del modo de producción (Harris, 1987: 83).

3.2.b.c.- Aplicación arqueológica

El impacto de la Ecología Cultural en Arqueología comenzó realmente en los años


1950 a través del propio Steward, uno de los antropólogos de su tiempo que más
consciente fue del valor de los datos arqueológicos para el estudio de la evolución
cultural y social en el sentido más amplio (Trigger, 1992:262). Más tarde fueron
igualmente relevantes las contribuciones del propio L. Binford y, sobre todo, del

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

arqueólogo norteamericano K. Butzer (1934-2016), autor del conocido trabajo Ar-


chaeology as Human Ecology (Arqueología como Ecología Humana, aparecido en
1982). Posiblemente, las tres repercusiones arqueológicas más significativas de la
Ecología Cultural son (i) la aparición de la Arqueología de asentamientos y, ulte-
riormente, del análisis arqueológico espacial, (ii) la definición metodológica del
análisis paleoambiental y la Geoarqueología y (iii) la renovación materialista del
concepto de cultura.

En lo que se refiere al desarrollo de la Arqueología de asentamientos, fue Steward


quien persuadió al arqueólogo Gordon Willey (1913-2002) para que, como parte
del proyecto de estudio de la sociedad pre-incaica de Perú que dirigía a comienzos
de los 1950, aplicase un enfoque de análisis ecológico basado en el examen de la
distribución de asentamientos respecto de las principales variables medioambien-
tales (Alcina, 1989:158; Trigger, 1992:264). A partir de esa experiencia, el análisis
de la distribución de asentamientos humanos en sus diferentes categorías funciona-
les y a través de sus distintas fases cronológicas se convierte en un método funda-
mental de analizar la implantación de una sociedad o cultura en un nicho ecológico
dado y por tanto su relación dinámica con el medio ambiente, superándose comple-
tamente el estatismo implícitamente determinista con que el paradigma histórico-
cultural habría abordado las relaciones grupo-medio durante décadas. El paso epis-
temológico dado en ese momento es de enorme trascendencia y supone una gran
innovación, ya que pasa a asumirse que el registro arqueológico, o mejor dicho el
registro arqueológico de asentamientos, refleja directamente las pautas de interac-
ción que una cultura (o una sucesión de ellas) tuvo en su día con la naturaleza. El
análisis e interpretación de pautas de asentamiento de las sociedades del Pasado se
convierte en una inmensa tarea científica de la cual son responsables los arqueólo-
gos y arqueólogas: ¿Cuáles fueron los criterios de acuerdo con los cuales una co-
munidad dada decide emplazarse y asentarse en un punto concreto del paisaje?
¿Cuál es la proximidad o lejanía a determinados recursos naturales desde un asen-
tamiento? ¿Cuál es la población de un asentamiento y de un territorio? ¿De cuanta
tierra arable o cultivable dispone un asentamiento en su radio de acción? ¿Cuál es
el radio de acción de un asentamiento y como se estima? Desde el momento en que
la influencia de la Ecología Cultural se afianza en la Arqueología surge todo un
nuevo ámbito disciplinar, todo un nuevo conjunto de problemas y preguntas que la
Arqueología nunca se había planteado y que a partir de ahora debe responder: la
investigación arqueológica de las pautas de asentamiento se convierte en una he-
rramienta fundamental de análisis de la ecología humana (Butzer, 1989:204). La
dimensión del cambio operado va incluso más allá de la aparición de esa Arqueo-
logía de los asentamientos ya que el nuevo modo de concebir la investigación ar-
queológica recién inaugurado impulsa la búsqueda de otros modelos de referencia.
Así será como se introduzcan en la Arqueología de los años 1960 y 1970 la deno-
minada Arqueología espacial, un conjunto de principios, modelos y técnicas de
análisis de la Geografía, o habría que decir de la Nueva Geografía, ya que esta
disciplina estaba experimentando su propia revolución epistemológica entonces.

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

La segunda gran contribución del enfoque ecológico-cultural a la Arqueología es


la definición metodológica del análisis paleoambiental y geoarqueológico, conse-
cuencia lógica del desarrollo del análisis espacial y de asentamientos. Puesto que
su propósito es la reconstrucción de las relaciones entre las comunidades que habi-
taron esos asentamientos y su medio natural, se hace precisa alguna noción sobre
las características de ese medio y sus cambios a lo largo del tiempo. Partiendo de
la observación de que la naturaleza no es una entidad estática, sino que todos sus
elementos, sean orgánicos o inorgánicos, cambian y evolucionan (en buena medida
también a partir de la influencia antrópica), el planteamiento ecológico-cultural re-
quiere de una lectura arqueológica sistemática de las cambiantes dinámicas del pai-
saje natural. Ello ha favorecido la paulatina introducción en la Arqueología de me-
todologías procedentes de ciencias duras como la Biología, la Geología, la Física
y la Química, lo que dará lugar a la gestación de dos de las tres subdisciplinas prin-
cipales de la Arqueología anteriormente descritas: la Arqueozoología y la Arqueo-
botánica.

Después de la Ecología Cultural, los criterios estándar de recogida y análisis de


datos cambian completamente, y vestigios materiales que anteriormente apenas ha-
bían recibido atención serán ahora sistemáticamente recogidos y analizados. Así es
como se incorporan al cuerpo disciplinar especialidades como la Tafonomía, la Pa-
linología, la Carpología, la Antracología y otras que permiten una aproximación a
la reconstrucción de los paisajes del Pasado y la evolución dinámica de todas sus
variables, desde el clima, a la vegetación, la fauna y las características del suelo
(Figura 88). El paisaje no es estático, fluye y evoluciona constantemente, de forma
que la reconstrucción de esas dinámicas de cambio se convierte en una tarea pri-
mordial en el análisis arqueológico del territorio. La Figura 89 muestra de forma
diagramática la evolución de la cobertura vegetal de un paisaje prehistórico espa-
ñol, concretamente de la depresión de Baza-Huéscar (Jaén), donde a lo largo de la
Prehistoria Reciente se da una gradual evolución hacia un paisaje más abierto y
desforestado, en parte como consecuencia de la acción humana.

La Geoarqueología, por su parte, tiene como objeto la investigación de las pautas


de evolución geológica del territorio y puede ser considerada complementaria de la
Arqueozoología y la Arqueobotánica en la reconstrucción de los paisajes primiti-
vos. Los paisajes no solo cambian y evolucionan en cuanto a su dimensión climática
y biótica, sino también en su dimensión abiótica (morfología, topografía, hidrolo-
gía, edafología), concretamente por (i) las pautas de erosión, transporte y sedimen-
tación de materiales geológicos y (ii) por la presencia de fenómenos puntuales de
tipo catastrófico (erupciones volcánicas, terremotos, etc.). Además de ser funda-
mental para la reconstrucción de la dimensión abiótica del paisaje y su evolución
para una correcta comprensión de las relaciones grupo-medio, la Geoarqueología
contribuye al estudio de los procesos de formación del registro arqueológico según
se discutió anteriormente. En ambas versiones, el impacto de la Geoarqueología
sobre la producción arqueológica de conocimiento ha quedado reflejado en una
amplia literatura (cf. por ejemplo Vita-Finzi, 1969; Davidson y Shackley, 1976;

126
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Gladfelter, 1977; Hassan, 1979; Rapp y Gifford, 1985; Butzer, 1989; Stafford,
1995; Waters y Kuehn, 1996; etc.).

La tercera gran repercusión de la Ecología Cultural será la incorporación de una


definición materialista de la cultura. En el historicismo cultural* se da un sólido
predominio de una concepción idealista* de la cultura humana de forma que el
cambio cultural y social, si no es mecánicamente determinado por el medio am-
biente (determinismo), es producto del surgimiento de ideas o creaciones tecnológi-
cas o artísticas (luego extendidas por mecanismos de difusión) en las que la acción
individual (y muy especialmente la de individuos geniales) juega un papel determi-
nante. Desde esta óptica, la investigación arqueológica tiende a centrarse en lo ex-
cepcional y único (individual) y no en lo general y recurrente (es decir, lo nomoló-
gico, columna vertebral de la epistemología del enfoque procesual), sosteniendo por
tanto una concepción particularista de los objetivos de la disciplina. El enfoque pro-
cesualista rechaza esta aproximación y enfatiza en cambio el valor del contexto eco-
lógico en la esencia de la cultura y del cambio cultural. Para Binford, la cultura se
define como el sistema total de medios extrasomáticos con que los seres humanos
buscan su adaptación al medio físico y social que les rodea, e incluye series complejas
de relaciones entre gente, lugares y cosas que pueden expresarse de forma multiva-
riada (Binford, 1962:218). Esta definición integra los elementos fundamentales de la
epistemología ecológico-cultural y procesualista señalados arriba (la cultura es una
noción sistémica, adaptativa y cuantificable). Consecuentemente, la tecnología se de-
fine como el conjunto de herramientas y relaciones sociales que articulan a un orga-
nismo dentro de un entorno físico (Binford, 1962).

Un enfoque ecológico casi idéntico se encuentra en la definición butzeriana del regis-


tro arqueológico como “…parte de un ecosistema humano en el que las comunida-
des del pasado se interrelacionaban espacial, económica y socialmente con la
trama medioambiental donde estaban integrados adaptativamente” (Butzer,
1989:203). La existencia de los aspectos ideales o ideológicos de las culturas no es
negada por el procesualismo, pero, indiscutiblemente, su posición en la agenda teó-
rica es bastante baja, un punto sobre el que se desenvolverá posteriormente la crítica
postprocesualista.

3.2.b.d.- Lecturas recomendadas

Introductorias

Butzer, K. (1989): Arqueología. Una Ecología del Hombre. Barcelona. Bellaterra

Trigger, B. G. (1971): "Archaeology and Ecology." World Archaeology 2, 321-336. London

Trigger, B. G. (1992): Historia del Pensamiento Arqueológico. Barcelona. Crítica. Capítulos 7 y 8


Avanzadas

Dimbleby, G. W. (1977): Ecology and Archaeology. London. Edward Arnold

127
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Hardesty, D. L. (1980): "The use of general ecological principles in archaeology" En Schiffer, M. B.


(Ed.): Advances in Archaeological Method and Theory 3, 158-188. New York. Academic Press

Hardesty, D. L. (1983): Antropología Ecológica. Barcelona. Bellaterra [1ª Edición inglesa 1977]

Kirch, P.V. (1980): "The archaeological study of adaptation: theoretical and methodological issues."
Schiffer, M. B. (Ed.): Advances in Archaeological Method and Theory 3, 101-156. New York

Nissinaho, A. (Ed.) (1994): Cultural Ecology. One Theory? Turku. University of Turku

Steward, J. H. (1955): Theory of Culture Change. The Methodology of Multilinear Evolution. Chicago

3.2.c.- El análisis espacial

3.2.c.a.- Definición

Como se dijo anteriormente, una consecuencia indirecta de la influencia de la Eco-


logía Cultural en el enfoque procesualista es el surgimiento en los años 1970 de la
Arqueología espacial (o análisis espacial arqueológico, como es denominado aquí
según el criterio expuesto al hablar de la Arqueología y las arqueologías), alumna
aventajada de la Arqueología de asentamientos de los años 1950 y 1960. La defi-
nición básica del análisis espacial arqueológico se encuentra en los trabajos esen-
ciales de Hodder y Orton (1976) y Clarke (1977), aunque las monografías y volú-
menes dedicados a este tema no han dejado de producirse regularmente desde enton-
ces, despertando gran interés internacional – cf. planteamientos generales del tema
en Hodder, 1984; 1988b; Burillo Mozota, 1984b; Simek, 1984; Hodges, 1987;
Kroll y Price, 1991; Ebert, 1992; etc.

En una definición sencilla, el análisis espacial sería de modo general aquel “con-
junto de técnicas cuyos resultados son dependientes de la localización de los obje-
tos analizados” (Goodchild, 1996:241). Más específicamente, el análisis espacial
arqueológico puede ser definido como la “… recuperación de información relativa
a las relaciones espaciales arqueológicas y estudio de las consecuencias espaciales
de las pautas de actividad homínida del pasado dentro y entre contextos y estructu-
ras, así como su articulación dentro de asentamientos, sistemas de asentamientos y
sus entornos naturales” (Clarke, 1977:9). La Arqueología espacial no atañe solo a
los asentamientos, sino a cualquier tipo de yacimientos (es decir contempla la pre-
sencia humana en el paisaje y la naturaleza en su totalidad, aunque el estudio de los
asentamientos tenga un indudable protagonismo) y se desenvuelve en tres escalas
de análisis espacial denominadas micro, semi-micro y macro (Clarke, 1977:11-14).
Estas tres escalas o niveles de análisis espacial son arbitrarias (es decir, constituyen
un heurístico destinado a facilitar la investigación), ya que en realidad las relaciones
espaciales conforman un continuo fluido y constante.

La escala micro se desenvuelve en el nivel de estructuras y contextos individuales,


es decir, el nivel del espacio social y personal donde los factores culturales e indi-
viduales son dominantes. El objeto del análisis espacial en este nivel es la

128
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

determinación de la dimensión espacial (diagnóstico funcional especialmente) de


los vestigios materiales circunscritos a estructuras individuales, es decir, una casa,
una tumba, un depósito, un silo, un basurero. La Figura 90 muestra un buen ejemplo
de análisis a nivel microespacial: una cabaña del poblado prehistórico de Los Mi-
llares (Santa Fé de Mondújar, Almería) en la que la pauta de dispersión de medios
de producción y desechos permitió inferir que se trataba de un taller de producción
de herramientas líticas. La escala semi-micro se desenvuelve en el nivel de yaci-
mientos individuales (agregaciones de estructuras, contextos, depósitos estratigrá-
ficos y artefactos), espacios de actividad grupal y colectiva donde los factores so-
ciales y culturales se expresan en la organización espacial de los vestigios materia-
les. La Figura 91 muestra la típica distribución de un atributo a nivel semi-micro,
en este caso el número de objetos localizado en cada una de las tumbas de una
necrópolis de la Edad del Bronce de la provincia de Sevilla. Aunque en esta obra
no es tratado, el análisis de las relaciones espaciales a nivel micro y semi-micro ha
dado lugar en los últimos 25 años a una fecunda literatura arqueológica (cf. por
ejemplo Whallon, 1973; 1974; Fletcher, 1977; Hietala, 1984; Burillo Mozota,
1986; Djindjian, 1988; Blankholm, 1991b; etc.).

La escala macro explora las relaciones entre los asentamientos y entre los asenta-
mientos y el medio ambiente, lo que en la práctica equivale (al menos en parte) a
decir las relaciones entre comunidades humanas y entre las comunidades humanas
y el medio ambiente en el que se desenvuelven. Se trata de una escala regional de
análisis que pone el énfasis principal en las estrategias de ocupación y explotación
económica de la naturaleza, así como en la territorialidad teórica, es decir, las rela-
ciones grupo-grupo (desigualdad, conflictividad, cooperación, comunicaciones, co-
mercio, etc.). En este caso una influencia determinante proviene de la escuela de la
Geografía Locacional de Cambridge, uno de cuyos máximos exponentes es Peter
Haggett (1933 - ), autor de un influyente libro, todavía utilizado como obra de re-
ferencia en este campo y titulado Locational Analysis in Human Geography (Aná-
lisis Locacional en Geografía Humana, publicado en 1965). Los distintos modelos
y métodos de análisis espacial a escala macro, que han generado una gran masa de
bibliografía especializada, son discutidos en profundidad a lo largo de las secciones
siguientes. Un ejemplo previo es ofrecido en la Figura 92, donde se muestra la dis-
tribución de asentamientos de la Edad del Cobre en Sierra Morena occidental contra
el conjunto de lugares descritos como recursos minero-metalíferos por parte de la
administración de minas de Andalucía.

Como es natural, las escalas micro, semi-micro y macro operan dentro de escalas y
magnitudes cartográficas muy diferentes. La cabaña del fortín 1 de Los Millares
tiene apenas unos metros cuadrados de extensión, mientras que la región que en la
figura anterior es designada como Sierra Morena occidental tiene unos 120 kms. de
eje máximo Este-Oeste por unos 60 de eje máximo Norte-Sur y unos 5000 Km2 de
extensión. La Tabla 6 muestra una síntesis de las escalas espacio-temporales de
representación y análisis espacial desde lo micro hasta lo macro.

129
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

3.2.c.b.- Análisis de captación de recursos.

Posiblemente es el Análisis de Captación de Recursos (de ahora en adelante ACR,


aunque también es referido en la bibliografía como Análisis de Captación Econó-
mica) el modelo de análisis territorial de la Arqueología contemporánea donde la
fuerza de la Ecología Cultural resulta más evidente. El ACR deriva en parte de
aquella Arqueología de los asentamientos que aplicara G. Willey a comienzos de
la década de los 1950 en el estudio de las pautas de asentamiento de las comunida-
des pre-incaicas del valle del Viru (Perú), y entra de lleno en el análisis de las rela-
ciones grupo-medio que constituye la columna vertebral del enfoque ecológico-
cultural. El concepto sería retomado y definido por el arqueólogo británico Eric
Higgs (1908–1976), líder de la denominada escuela paleoeconómica de Cambridge
y responsable de la primera utilización del concepto de territorio en la literatura
arqueológica. Al estudio realizado por E. Higgs y el geólogo C. Vita-Finzi de los
territorios de las comunidades paleolíticas y epipaleolíticas de Monte Carmelo, en
Israel (Vita-Finzi y Higgs, 1970) se debe la acuñación de la misma noción de aná-
lisis de captación. Puede decirse que, en la actualidad, es un modelo de análisis
consolidado que cuenta con una amplia literatura teórica de referencia (cf. Vita-
Finzi y Higgs, 1970; Higgs, 1972; Jarman y otros, 1972; Gamble, 1978; Roper,
1979; Findlow y Ericson, 1980; Davidson y Bailey, 1984; Vicent García, 1991;
Hunt, 1992; etc.).

a) El propósito del ACR es la reconstrucción arqueológica de las pautas de interac-


ción dinámica entre un nicho ecológico dado (la naturaleza y sus recursos) y una
comunidad humana dada (su tecnología, población, organización socioeconómica).
Desde el punto de vista del paisaje, la interacción dinámica resultará en paulatinos
cambios y adaptaciones de los distintos elementos del medio ante las manipulacio-
nes del ser humano. Desde el punto de vista del grupo humano, la interacción diná-
mica resulta en la obtención, procesamiento y consumo de energía y su transforma-
ción en dinámicas sociales y culturales. La propia noción de captación, tomada de
la hidrología, describe metafóricamente el concepto: al igual que un río de orden
superior capta el agua de una serie de arroyos y cursos de menor entidad ubicados
dentro de su cuenca, la comunidad humana capta los recursos existentes dentro de
su área económica (Higgs y Vita-Finzi, 1972:28; Vita-Finzi, 1978:25; Roper,
1979:120).

b) El ACR se basa en una serie de principios teóricos propuestos por el economista


alemán Johann Heinrich von Thünen (1783-1850), exponente de la escuela margi-
nalista de la teoría económica y uno de los precursores de la Econometría (Vicent
García, 1991:56). En su libro Der Isolierte Staat (El Estado Aislado, publicado en
1826) Von Thünen desarrolla un modelo de las relaciones existentes entre la distri-
bución espacial y uso del suelo en torno a un asentamiento por una parte y la ley de
rendimientos decrecientes con la distancia por otra (Clarke, 1977:21). De acuerdo
con este modelo, un asentamiento aislado tiende espontáneamente a desarrollar una
pauta de utilización del espacio mediante círculos concéntricos especializados en

130
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

la explotación de recursos concretos (Butzer, 1989:209). La aplicación de la teoría


de Von Thünen para el ACR puede desglosarse en tres principios fundamentales
(Roper, 1979:121), que son los siguientes:

 Cuanto más lejos se desplaza alguien desde un asentamiento para realizar


una actividad económica, mayor es el gasto de energía invertido en la ob-
tención de esos recursos.
 Este principio de racionalidad económica es aplicable al Pasado en general
y a la Prehistoria en particular, de forma que las sociedades prehistóricas
seguían estrategias de ubicación de los asentamientos que minimizaban los
costes de desplazamiento (distancia) y maximizaban el rendimiento energé-
tico obtenido.
 Dependiendo del carácter de los recursos, los habitantes del asentamiento
estaban dispuestos a pagar un coste u otro por su obtención. No todos los
recursos son de la misma importancia: la obtención de agua es fundamental
para la vida humana, mientras que la captación de rocas exóticas para la
elaboración de ornamentos no lo es.

c) Desde el punto de vista de la metodología de su aplicación, el ACR comporta


dos estadios fundamentales: primero la delimitación del área de captación a tener
en cuenta, y segundo la evaluación cuantitativa de los recursos contenidos dentro
de la misma.

 La delimitación del área de captación (es decir, su forma y extensión) en torno


al asentamiento implica posiblemente la decisión más crítica en la aplicación
de este método de análisis, ya que de ella depende en buena medida la evalua-
ción de los recursos disponibles para la comunidad que lo habitaba y por tanto
las conclusiones del estudio. En este caso la propiedad fundamental a tener en
cuenta es la distancia entre un asentamiento humano y los recursos naturales:
como se ha dicho, la distancia es una de las propiedades más básicas y funda-
mentales a tener en cuenta por cualquier análisis espacial (Wheatley y Gillings,
2002:147). Para evaluar la forma y extensión del territorio de captación de re-
cursos se han propuesto varios métodos, de distinta complejidad y elaboración.
El más simple es la delimitación en torno a los asentamientos de círculos de
radio fijo, bien sea en términos temporales, por ejemplo, dos horas para asenta-
mientos de cazadores-recolectores y una hora para los asentamientos agrícolas,
bien sea en términos de distancia, por ejemplo 10 kms para las primeras y círcu-
los concéntricos de 1, 2 y 5 kms para las segundas (Vita-Finzi, 1978:26; Butzer,
1989:209). En la agricultura de subsistencia moderna no tecnificada el declive
en la ratio transporte-ingresos comienza a ser significativo a partir de 1 km,
haciéndose intolerable a partir de 3-4 km (Higgs y Vita-Finzi, 1972:31; Vita-
Finzi, 1978:26). La Figura 93 muestra un ejemplo de ACR mediante la delimi-
tación de un área de radio fijo. Una propuesta algo más elaborada plantea la
necesidad de estimar con precisión las líneas isocronas en torno a los asenta-
mientos de acuerdo con la topografía circundante, lo cual da lugar a áreas de

131
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

forma irregular (no circular) pero más representativas de la distancia recorrible


en un tiempo dado. La estimación de las líneas isocronas en torno a los asenta-
mientos se puede realizar mediante trabajo de campo, es decir recorriendo físi-
camente (a pie) una serie de radios desde el asentamiento (por ejemplo, en va-
rias direcciones cardinales) y comprobando la distancia recorrida en un tiempo
dado (una hora, dos horas, etc.), pero este método puede ser costoso y lento. En
la Figura 94 se muestra el ejemplo de las áreas de captación por líneas isocronas
de los asentamientos en cueva del Paleolítico Superior valenciano de Les Ma-
llaetes y El Parpalló.

Una alternativa que no requiere el concurso de trabajo de campo se basa en la


utilización de cartografía topográfica y la aplicación del denominado principio
de Naismith. Según este principio (cf. una descripción en Davidson y Bailey,
1984:30-31) un adulto humano en buen estado de salud puede recorrer 5 kms
de terreno llano en una hora, lo que supone cubrir 1 km cada 12 minutos. Nor-
malmente, sin embargo, el terreno no es perfectamente llano, existiendo desni-
veles que ralentizan la marcha, por lo cual a cada variación extra de altitud de
hasta 300 metros es preciso añadir un mínimo de 30 minutos. Trasladados a una
cartografía 1:50.000 como la habitualmente utilizada en el reconocimiento y
análisis arqueológico de territorio, estos principios suponen que cada centíme-
tro de distancia (500 metros) requiere 6 minutos de desplazamiento, mientras
que cada curva de nivel (20 metros de desnivel) supone 2 minutos adicionales
de desplazamiento. Para delimitar el área de captación para el ACR es posible,
por tanto, realizar estimaciones cartográficas sobre tiempos de desplazamiento
que sean sencillas, económicas y fiables. Los experimentos realizados demues-
tran que existe una buena correlación positiva entre el tiempo de desplaza-
miento predicho por el principio de Naismith y el consumido en un recorrido a
pie.

Un problema de los cálculos de líneas isocronas a partir de tiempos de despla-


zamiento a pie es que ignoran diversos factores que optimizan el factor despla-
zamiento, como por ejemplo la utilización de cursos fluviales o el empleo de
animales de carga y transporte como el caballo, cuya domesticación se atestigua
en la Prehistoria del Viejo Mundo a partir de comienzos del IV milenio. Ac-
tualmente, además, la delimitación de líneas isocronas en torno a asentamientos
se puede realizar mediante algoritmos informáticos basados en cartografía to-
pográfica digital de alto nivel de detalle que evitan tanto ensayos de campo
como cálculos manuales.

 El segundo estadio en la aplicación del ACR lo constituye la evaluación cuan-


titativa de los recursos contenidos dentro del área de captación. Esta evaluación
comporta normalmente el cálculo de la superficie correspondiente a los distin-
tos estados de unas variables que serán diferentes si el sistema de poblamiento
que se está analizando es de comunidades cazadoras y recolectores o agro-pe-
cuarias. En el caso de las primeras las variables utilizadas son clases de

132
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

vegetación, especies animales salvajes disponibles, etc. mientras que en el caso


de sociedades campesinas las más habituales son el potencial agrológico del
suelo y las clases litológicas (Roper, 1979:127-129). Las categorías básicas de
potencialidad de uso de la tierra utilizadas en el trabajo clásico sobre territorios
prehistóricos de la zona de Monte Carmelo eran “arable, potencialmente ara-
ble/pastizal bueno, pastizal malo e improductivo” (Vita-Finzi, 1978:86). En las
figuras 95 y 96 se muestra el ejemplo de la clasificación empleada en el estudio
del asentamiento protohistórico de Calañas de Marmolejo (Jaén) donde el suelo
es clasificado en 8 categorías según su productividad agraria potencial. Esta
información es luego tabulada y analizada estadísticamente para, en conjunción
con los datos paleoeconómicos (Arqueozoología y Arqueobotánica), posibilitar
una comparación de las pautas de aprovechamiento de recursos de una serie de
asentamientos individuales. Aspectos fundamentales para la reconstrucción de-
mográfica tales como la capacidad de sustentación dependen asimismo de la
estimación de los recursos disponibles en el área de captación.

d) Las principales críticas al ACR se han centrado en aspectos tanto epistemológi-


cos como metodológicos. En relación con los primeros, se ha apuntado que el mo-
delo de costes mínimos (optimización de la ubicación del asentamiento en términos
de distancia a los recursos críticos) presupone la extrapolación a las sociedades
precapitalistas y prehistóricas de una racionalidad económica esencialmente capi-
talista y presente en el pensamiento económico clásico (Vicent García, 1991:55),
una debilidad que ciertamente no pasó desapercibida al propio Clarke (1977:23-
24). Este problema sitúa de lleno al ACR en el debate epistemológico entre sustan-
tivismo* y formalismo* habido en el seno de la Antropología Económica. Como es
bien sabido, según la teoría formalista, los mismos principios y leyes económicas
(incluida la oferta y la demanda como sistema regulador del mercado) operan en
todo tipo de sociedades, con independencia de su complejidad o antigüedad, mien-
tras que desde el enfoque sustantivista, las sociedades pre-capitalistas funcionan
dentro de parámetros económicos diferentes de los capitalistas y no pueden, por
tanto, ser analizadas con los mismos criterios. Para Butzer, en el caso de las socie-
dades campesinas, la selección del emplazamiento para la ubicación de un asenta-
miento es una decisión esencialmente racional, raramente óptima (son demasiados
los imponderables físicos) y algo idiosincrática (existen múltiples factores endóge-
nos, desde criterios de percepción del paisaje hasta intereses socio-políticos faccio-
nales), pero sin duda susceptible de definición (y caracterización empírica) como
parte de una pauta general de comportamiento (Butzer, 1989:247).

Las críticas metodológicas a la aplicación del ACR se han derivado (i) de la utili-
zación mecánica de datos contemporáneos (actuales) sobre potencialidad agraria y
uso del suelo sin el adecuado soporte de evidencias de carácter paleoambiental
(Butzer, 1989:209), (ii) de la reducción del modelo a la mera descripción de las
características del medio físico en torno a un asentamiento o serie de ellos (Roper,
1979:132), y (iii) de la utilización sistemática, y no argumentada teóricamente, de
círculos concéntricos de un radio fijo para delimitar el área de captación.

133
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

En cualquier caso, a pesar de las críticas a que ha sido sometido (en parte como
respuesta a su aplicación abusiva o simplista), el ACR constituye una buena herra-
mienta exploratoria para la valoración de los recursos bióticos disponibles en el
entorno de un asentamiento y su potencial en términos alimenticios: no hay que
olvidar que el ACR fue inicialmente concebido como un dispositivo para el reco-
nocimiento del territorio (Vita-Finzi, 1978:29), lo que debe ser tenido en cuenta a
la hora de su aplicación.

3.2.c.c.- Análisis de territorialidad teórica.

Si en el análisis de ACR el propósito principal es reconstruir las pautas de explota-


ción de recursos, los diversos modelos teóricos de la Geografía Locacional discuti-
dos a continuación son aplicados a la estimación de las áreas de influencia y control
de los asentamientos en el territorio, así como límites y fronteras entre comunida-
des. Entre ellos los principales son el modelo del lugar central, el de polígonos de
Thiessen*, el modelo X-TENT y otros modelos y coeficientes como el de gravedad,
el de equilibro espacio-población o el del vecino más próximo. Además, se incluye
aquí una discusión sobre los métodos de análisis de las cuencas visuales teóricas,
que no derivan estrictamente de la Geografía Locacional pero que sí tienen una
fuerte relación con el análisis de las áreas de influencia de los asentamientos y sus
límites.

a) La Teoría del Lugar Central (TLC en adelante) es uno de los modelos de análisis
de territorialidad teórica que más aplicación ha tenido en Arqueología, generando
una considerable literatura teórica – cf. discusiones en Johnson, 1972; Butzer,
1989:209-213; Crumley, 1976; Clarke, 1977:21-22; Burillo Mozota, 1984a; Wags-
taff, 1986; Collis, 1986; Haselgrove, 1986; Vicent García, 1991:56-59; etc.).

 En su concepción original, la TLC es propuesta por el geógrafo alemán Walter


Christaller (1893-1969) en su libro Die Zentralen Orte in Süddeutchsland (Los
Lugares Centrales en el Sur de Alemania, publicado en 1933) como parte de un
análisis de la distribución de los centros urbanos en el sur de Alemania. Bási-
camente, se trata de un modelo de Geografía Humana de análisis de la distribu-
ción de poblaciones y sus áreas de influencia y atracción, que busca explicar la
jerarquización del territorio a través de los factores de tamaño, densidad y pro-
ximidad de los núcleos de población. La TLC asume que elmercado funciona
como principio organizador del territorio, de forma que cada población propor-
ciona bienes y servicios a la población de su área de influencia, para la que
juega un papel central. El centro de mayor nivel abastece bienes y servicios del
máximo nivel (que no son ofertados por ningún otro centro de nivel inferior) al
área de máximo tamaño. Un lugar central del máximo nivel se define, por tanto,
como una localización que ofrece bienes o servicios que los asentamientos de
rango menor no pueden ofrecer. La malla de delimitaciones territoriales resul-
tante es expresable matemáticamente, isotrópica* y rigurosamente hexagonal

134
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

ya que, aunque en principio las áreas de influencia de los lugares centrales ten-
drían forma circular, la presencia en el entorno de otros centros del mismo rango
hace que sus fronteras se ajusten y recorten, adoptando finalmente esa planta
(Burillo Mozota, 1984a:433) (Figuras 97 y 99). De acuerdo con Christaller, el
número de jerarquías existentes (parámetro K) en el territorio variaría de
acuerdo con el principio regulador considerado, de los cuales en su estudio de
caso existen tres tipos, esto es, el mercado (K=3 –aldea, pueblo y ciudad), el
transporte (K=4) y la organización político-administrativa (K=7).

 Las múltiples aplicaciones arqueológicas de la TLC se producen en el contexto


de sociedades con un fuerte componente de mercado y con un desarrollado ca-
rácter urbano, como por ejemplo la sociedad romana europea o la pre-dinástica
mesopotámica (Clarke, 1977:24). Su aplicación, en todo caso, se ha circunscrito
a las sociedades campesinas sedentarias, no habiéndose trasladado su aplica-
ción al marco de los cazadores y recolectores. Así, por ejemplo, I. Hodder es-
tudió la territorialidad de los núcleos urbanos de época romano-imperial en el
Sur de Gran Bretaña utilizando diversos criterios para establecer las jerarquías
de mercado tales como la presencia de cecas, el tamaño de los asentamientos,
su rango administrativo, o la presencia de fortificaciones, para proponer final-
mente una malla de territorios teóricos (Hodder, 1972). El concepto de Lugar
Central ha sido aplicado en la investigación arqueológica de los sistemas de
asentamiento prehistóricos de una forma más o menos laxa, en referencia a
cualquier asentamiento que por su tamaño u otras características parezca haber
jugado un papel central, especialmente en el análisis del surgimiento del Es-
tado. Efectivamente, como asentamiento que satisface funciones no igualmente
disponibles en ninguna otra parte (Crumley, 1976:67) el centro del territorio es-
tatal realiza (i) funciones recaudadoras y de gestión del producto apropiado por
las élites a los productores, (ii) funciones coercitivas físicas para la protección de
las propiedades del Estado (la tierra y el producto recaudado), expresado en la
presencia de una clase militar especializada y (iii) funciones coercitivas ideoló-
gicas para la reproducción del statu quo social, todas las cuales podrían ser ob-
servables arqueológicamente.

 La crítica a la aplicación arqueológica de la TLC se ha centrado sobre todo en


la relevancia y operatividad de trasladar a sociedades pre-capitalistas e incluso
prehistóricas un modelo concebido para el análisis de la plasmación territoria-
lidad de la economía capitalista que se basa en factores como el precio y el
mercado (Wagstaff, 1986:121). Es precisamente en base a este razonamiento
que, años después, el propio Hodder haría una auto-crítica respecto de la rele-
vancia de sus resultados con respecto a las ciudades romanas del sur de Ingla-
terra (Hodder, 1988b:11). Ello, naturalmente, ha conducido el debate sobre la
TLC al mismo terreno de la dicotomía entre sustantivismo y formalismo donde
se sitúa el ACR. Otra línea crítica con respecto a la aplicabilidad de la TLC es
de carácter empírico. En el análisis geográfico, las evidencias sobre número,
densidad y localización de asentamientos son fáciles de obtener, como lo son

135
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

los datos sobre productos y servicios demandados y abastecidos desde los asen-
tamientos a sus territorios. Pero en Arqueología, en cambio, la obtención de
estas evidencias no es ni mucho menos sencilla ni inmediata, y en todo caso la
disponibilidad y alcance de los datos está sujeta a importantes limitaciones (Bu-
rillo Mozota, 1984a:441; Collis, 1986:37-38; Butzer, 1989:211-212). Por una
parte, para disponer de información sobre la cantidad, densidad y atributos de
los asentamientos de un territorio es preciso que dicho territorio haya sido pros-
pectado intensivamente, lo cual, por ser altamente costoso, suele constituir un
caso infrecuente. En segundo lugar, la TLC parte de la base de la coetaneidad
entre los asentamientos analizados, lo cual en Arqueología requiere de datacio-
nes precisas derivadas de excavaciones practicadas en los mismos. En realidad,
ni siquiera en las regiones del mundo que han sido sujetas a investigaciones más
intensivas, como Europa o Norteamérica, hay muchos territorios donde los sis-
temas de asentamiento primitivos cumplan tan exigente condición. En tercer y
último lugar está la determinación de los diferentes niveles funcionales y jerár-
quicos. En el reconocimiento arqueológico del territorio es perfectamente posi-
ble establecer en qué puntos hubo asentamientos de qué época: establecer cua-
les asentamientos eran aldeas, cuales villas y cuales ciudades, y qué productos
eran ofrecidos por cada uno de ellos a sus respectivos mercados o áreas de in-
fluencia, en cambio, puede requerir algo más que una prospección de superficie,
lo cual, de nuevo, comporta años de costosas investigaciones.

 Haciendo una valoración general, en conjunto las críticas empíricas señalan más
la dificultad que la imposibilidad de la aplicación de la TLC en el análisis arqueo-
lógico del territorio. En este sentido, la crítica empírica ha venido a decir que la
disciplina arqueológica sería todavía demasiado joven para que la aplicación de
modelos como la TLC fuese efectiva, pero no se niega que en algunos casos
concretos, donde la acumulación de resultados de investigación tenga la calidad
suficiente, esta aplicación pueda ser teóricamente efectiva. Otra cosa es el con-
junto de premisas teóricas que se asuman con respecto al funcionamiento de las
economías pre-capitalistas, pero evidentemente, y al igual que en el caso del
ACR, se trata de un debate epistemológico de carácter general, y no específico
del modelo de Christaller. En general, a pesar de las acertadas críticas que se
han planteado, puede decirse que la TLC ha tenido un papel positivo al estimu-
lar la formalización teórica del análisis arqueológico del territorio, incluso aun-
que se haya utilizado una versión algo simplificada del mismo.

b) El modelo de Análisis de Polígonos de Thiessen (APT en adelante, también son


conocidos como Polígonos Voronoi), es una alternativa sencilla a la TLC. Utilizado
fundamentalmente para establecer áreas teóricas de influencia y/o servicios dentro de
una distribución de asentamientos, el APT es estrictamente locacional, es decir, es-
tima el territorio teórico de cada asentamiento únicamente en base a la proximidad y
densidad de los que le rodean sin presuponer jerarquías de forma apriorística (Hod-
der-Orton, 1976:59-60). En el APT las delimitaciones (o fronteras) entre asentamien-
tos se calculan trazando la mediatriz de la línea que une cada asentamiento con sus

136
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

vecinos, de forma que los territorios resultantes tienen la propiedad de que cualquier
punto situado dentro de ellos estará más cerca del asentamiento a cuyo territorio per-
tenece que a cualquier otro vecino. Dicho de otra forma, cada polígono engloba tan
solo el territorio que queda más cerca de su asentamiento que de cualquier otro. La
Figura 98 muestra uno de los primeros mapas de polígonos de Thiessen que se pu-
blicaron, un estudio, ya clásico, de la distribución de centros urbanos romanos en el
Sur de Inglaterra.

Como se vio anteriormente, este modelo ha sido utilizado para estimar las áreas de
captación de recursos en ausencia de datos relativos a distancias recorridas por uni-
dad de tiempo. En efecto, una vez delimitada la trama de polígonos es posible estimar
el territorio atribuible a cada asentamiento y cuantificar así los recursos disponibles
en su interior de una forma semejante al ACR (porcentaje de suelo arable, recursos
hídricos, etc.). Esta utilización de los polígonos de Thiessen es plausible en tanto que
determinados procesos de colonización y ocupación del territorio pueden dar lugar
de forma espontánea a una malla hexagonal de saturación del espacio. Una reproduc-
ción de un proceso semejante es mostrada en la Figura 99. En una primera fase los
asentamientos se encuentran dispersos, espaciados, y existe una gran cantidad de te-
rreno libre entre ellos, de forma que carecen de fronteras comunes. Con el paso del
tiempo y el crecimiento demográfico acumulado, todo el espacio se va poblando, de
forma que desaparece el territorio libre, aunque los asentamientos siguen dispo-
niendo de su territorio tradicional. En el siguiente paso se produce un empaqueta-
miento de los territorios, cuyas delimitaciones o fronteras optimizan ahora la super-
ficie disponible mediante una disposición hexagonal en la que cada asentamiento ha
visto reducida una parte de su territorio. En una fase ulterior la forma hexagonal del
territorio se exacerba, con un empaquetamiento aún mayor de los territorios, que di-
minuyen de tamaño, lo que provoca un proceso de tensión y competencia por los
recursos entre las comunidades.

Los polígonos de Thiessen también han sido utilizados para valorar la posible pre-
sencia, dentro del territorio teórico estimado, de asociaciones significativas entre el
asentamiento y otras localizaciones especializadas en la producción de determinados
bienes, con lugares rituales o funerarios, y con otros asentamientos que puedan en-
contrarse en una situación de subordinación jerárquica. Asimismo se ha afirmado que
una propiedad potencialmente ilustrativa de los polígonos de thiessen es la posible
coincidencia de las delimitaciones con accidentes o eventos paisajísticos naturales
tales como ríos o cadenas montañosas que actúen como fronteras.

Los polígonos de thiessen han sido a veces utilizados en combinación con la deno-
minada triangulación de Delaunay, en la que los puntos de una distribución son uni-
dos por líneas de forma que los triángulos resultantes se aproximen lo más posible a
la equilateralidad (Wheatley y Gillings, 2002:150). Las circunferencias que pasan
por los vértices de los triángulos resultantes tienen la propiedad de que no contienen
ningún otro punto de la distribución, de forma que la triangulación puede ser útil para
valorar relaciones de proximidad de asociación entre grupos de asentamientos.

137
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Un problema consustancial del APT es la ausencia de delimitación de los asenta-


mientos que se encuentran en los márgenes de la región estudiada (ya que carecen de
vecinos en alguna dirección). Un criterio propuesto para paliar este inconveniente es
la fusión de las delimitaciones de los polígonos con buffers de radio fijo, de forma
que allí donde no haya delimitación poligonal, el arco del buffer actúe de delimitación
teórica (Figura 100).

La principal crítica planteada al APT se ha centrado en su carácter exclusivamente


locacional y en la falta de criterios de ponderación* en términos del factor tamaño de
los asentamientos (Butzer, 1989:213), por lo que subestima sistemáticamente las
áreas de servicios (o de servidumbre) y de captación de recursos de los asentamientos
de mayor tamaño y población. No obstante, aún con sus limitaciones el modelo ha
contribuido, en combinación con otros métodos de análisis espacial, a establecer con
mayor rigor la verosimilitud y significación de los sistemas de territorialidad de las
sociedades prehistóricas.

c) El Modelo X-TENT parte precisamente de esa debilidad del APT, planteando una
alternativa estrictamente arqueológica sobre la base del principio o regla rango-ta-
maño* (cf. Renfrew y Level, 1979:145-167; Grant, 1986:19-21; Renfrew y Bahn,
1991:159-160 para una discusión de este método). El principio rango-tamaño esta-
blece que el rango político (influencia, capacidad de acción territorial) de una comu-
nidad tiende a covariar positivamente con el tamaño del asentamiento en el que vive,
es decir, a mayor la población, mayor la superficie del asentamiento y tanto mayor el
territorio controlado por la comunidad (Figura 101). Aunque ha sido cuestionado so-
bre la base de que el rango y el tamaño de los asentamientos no ofrecen siempre una
covariación positiva perfecta (Cherry, 1987:154), lo cierto es que este principio
cuenta con el sólido respaldo de una abrumadora casuística etnográfica que demues-
tra que el rango político y el tamaño de los asentamientos muestran una fortísima
tendencia a covariar positivamente entre las sociedades sedentarias prehistóricas (Te-
rrell, 1986:210; Webster, 1990:339) aunque naturalmente haya excepciones. La
ecuación rango-tamaño, dicho sea de paso, ha jugado un importante papel en el aná-
lisis de la jerarquización entre asentamientos que acompaña al proceso de jerarqui-
zación social y surgimiento del estado (Wason, 1994:131).

En todo caso, sobre la base de la aceptación de dicho principio, el Modelo X-TENT


plantea que para aproximarse a la estructura territorial de influencia política entre
comunidades a partir de datos relativos al tamaño de sus asentamientos, es preciso
reflejar o proyectar en el espacio el tamaño de cada centro de habitación considerado,
de forma que los menores queden absorbidos bajo la esfera de influencia de los ma-
yores, significando en teoría una falta de independencia política y consiguientemente
una dependencia del centro de tamaño superior. Este planteamiento posibilita una
robusta aproximación al tema de la jerarquización entre asentamientos sobre la base
de unos datos (los relativos a su extensión) que son menos difíciles y costosos de
obtener que los que se requieren para la TLC. En todo caso, la exigencia de una

138
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

cobertura sistemática del territorio y de una comprobación empírica de la coetaneidad


de los asentamientos se mantiene como en los casos anteriores de la TLC y el APT.

d) Otra alternativa ponderada al estudio de la territorialidad teórica en base al ta-


maño de los asentamientos es el denominado Coeficiente del Punto de Equilibrio
Espacio-Población. El punto de equilibrio entre dos asentamientos define el lugar
donde se sitúa el límite o frontera entre ambos, y su ubicación es una función del
tamaño de cada asentamiento (Mayoral, 1984:76). El coeficiente que calcula el
punto de equilibrio entre dos asentamientos A1 y A2 se obtiene como el cociente
entre la distancia entre los mismos (D1-2) y la raíz cuadrada del cociente entre sus
extensiones:

D1 2
E A2 
PA1
1
PA2

Este modelo supera la limitación del APT (que parte únicamente de considerar la
posición de los asentamientos), aportando un factor de ponderación (tamaño del
asentamiento) que lo hacer más al modelo X-TENT.

e) De un supuesto muy parecido parte el Coeficiente de Gravedad, que ha sido utili-


zado para producir modelos de pautas de interacción tales como intercambio o mi-
gración. El supuesto básico es que el grado de atracción entre dos asentamientos da-
dos funciona como la gravedad física, incrementándose con el producto del tamaño
de los dos asentamientos y decreciendo como función de la distancia (Blankholm,
1991a:36). Expresado de otra forma, la intensidad de la interacción entre dos asenta-
mientos es directamente proporcional al número de personas que viven en ellos e
inversamente proporcional a la distancia que existe entre ambos (Hodder y Orton,
1976:187-195; Butzer, 1989:206). El primer vecino gravitatorio de cualquier asenta-
miento es el asentamiento con respecto al que muestra más atracción. Existen diver-
sas versiones del coeficiente de gravedad, aunque una ecuación sencilla es

P1 P2
I=
R

donde I es una medida de interacción, P1 P2 son las poblaciones de los asentamientos


y R la distancia entre ellos.

f) El Coeficiente del Vecino Más Próximo deriva originalmente de la Ecología


(Clark y Evans, 1954) y ofrece una medida del grado de agrupamiento o dispersión
de una distribución de puntos, por lo que en el caso del análisis territorial arqueoló-
gico se ha aplicado al estudio de densidades de asentamientos (que a su vez pueden
ser considerados parámetros proxy de densidades de población). El CVMP fue objeto

139
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

de diversas aproximaciones y modificaciones desde la Arqueología espacial, exis-


tiendo actualmente varias versiones del mismo (Whallon, 1974; Hodder y Orton,
1976:38-51; Pinder y otros, 1979; MacNutt, 1981; Blankholm, 1991a:36; etc.).

En su definición original por Clark y Evans (en Estébanez y Bradshaw, 1979:422) el


CVMP (R) es el cociente entre el promedio de las distancias observadas entre los
puntos (do) y la distancia media (da) obtenida a su vez como cociente entre los pará-
metros de número total de puntos (n) y extensión de la región bajo estudio (A):

1
R = do da =
da n
2
A

En la versión arqueológica del mismo discutida por I. Hodder y C. Orton (1976: 38-
51) el CVMP (expresado como grado de aleatoriedad de la distribución) R resulta
del cociente de la densidad media de puntos r o y la distancia media de cada punto a
su vecino más próximo r e . Aquí r o es el sumatorio de la distancia de cada asenta-
miento a su vecino más próximo (r) dividido por el número de asentamientos (n).

r
R = ro ro = 
re n

Por otro lado r e resulta de la fórmula

1 (n  1)
re = =
(2  ) A

Donde  es la densidad de puntos para un área de superficie A.

En otras versiones, el CVMP (Rn) es el producto de la distancia media entre cada


núcleo y su vecino más próximo (d) y la raíz cuadrada del cociente entre el número
de núcleos y la extensión de la superficie de estudio:

N
R n = 2d
S

140
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Finalmente, en la versión propuesta por los geógrafos J. A. Barnes y A. H. Robinson


para el estudio de poblaciones rurales dispersas (Estébanez y Puyol, 1976:40-43), en
primer lugar se calcula el promedio de distancia entre los puntos si se distribuyesen
uniformemente sobre el terreno (parámetro D) y posteriormente se contrasta ese ín-
dice con las distancias reales entre cada punto con respecto al más próximo ( d ). Las
fórmulas en cuestión son:

D = 1,11
S
d=
d
N N

En la primera de ellas D es el promedio de distancias en caso de una distribución


uniforme, S la superficie que se estudia y N el número de asentamientos. En la se-
gunda d es la distancia promedio real entre cada punto y su vecino más próximo, d
la distancia de cada núcleo con respecto a su vecino más proíxmo y N el número total
de núcleos estudiados.

g) El modelo de regresión* lineal ha sido asimismo utilizado para establecer áreas de


influencia económica de asentamientos, y específicamente el alcance de la distribu-
ción de artefactos producidos por centros manufacturadores. Este modelo de análisis
cuantitativo bivariado fue originalmente incorporado a la Arqueología por el enfoque
procesualista como herramienta con la que estimar la forma y fuerza de las asocia-
ciones entre pares de variables medidas a escala continua (Cuadras, 1988; Shennan,
1989: 114-134). El modelo de regresión se basa en la conocida ecuación [y = a + bx]
donde y es la variable reconocida apriorísticamente como dependiente, x la variable
independiente y donde a y b son, respectivamente, los denominados coeficientes de
corte y pendiente, calculados a partir de las fórmulas:

 ( x - x )( y - y )
n n

i=1
i i  y -b i
b= n a= i=1 i=1

( x - x )
2 n
i
i=1 Coeficiente de Corte.
Coeficiente de Pendiente.

La popularidad de este método en la investigación arqueológica actual reside en la


potencia explicativa de los coeficientes asociados al modelo de regresión lineal, esto
es, el coeficiente de correlación (r), y el coeficiente de determinación (r2), que ofre-
cen medidas numéricas de, respectivamente, el grado de asociación de la/s variable/s
(que oscila entre +1 para una covariación positiva perfecta y -1 para una covariación

141
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

negativa perfecta, con 0 como expresión de inexistencia total de asociación) y el por-


centaje de variabilidad de la variable dependiente que puede ser atribuido a variacio-
nes en la independiente. En análisis territorial el modelo ha sido aplicado para obser-
var la caída (fall off) de la densidad o frecuencia de un producto desde un centro
productor dado, sobre la premisa de que, a mayor proximidad del mismo, mayor sería
la frecuencia y cantidad de los artefactos producidos, mientras que cualquier incre-
mento en la distancia resultaría en una disminución lineal de dicha frecuencia (Hod-
der y Orton, 1976:98-125).

h) Una aproximación muy interesante al tema de la territorialidad teórica deriva del


análisis de la preponderancia topográfica. Estos coeficientes inciden directamente
en el estudio de la variabilidad de la topografía como factor de primer orden en la
estrategia de elección del emplazamiento tanto de los asentamientos (control y domi-
nio visual del territorio) como de los monumentos y sitios de importancia simbólica
(lugares especialmente visibles). En el caso de las distribuciones de asentamientos,
se entiende que el factor topografía está directamente relacionado con la ratio de cos-
tes decrecientes en el acceso a los recursos más distantes o inaccesibles. Estos coefi-
cientes han sido utilizados especialmente para el análisis de pautas de asentamiento
en la Prehistoria Reciente europea, cuando en determinadas regiones comienzan a
aparecer asentamientos fortificados en altura que muestran la clara preocupación de-
fensiva de las comunidades que los habitaban. La decisión de ubicar un hábitat en
altura y no en llano comporta una estrategia de asentamiento que generalmente da
mayor prioridad a la seguridad que a la cercanía a las tierras cultivables.

Así, se han propuesto diversos índices de altitud relativa para expresar numérica-
mente el grado de preponderancia topográfica de un asentamiento con respecto a su
entorno (Nocete, 1989:55-56; Molinos y otros, 1994:107-108). Estos índices resultan
de los cocientes entre la altitud del asentamiento (Aas) y las altitudes máximas (Amx)
y mínima (Amn) de la región considerada (o del área de captación de recursos)

Aas Aas
AR1 = AR 2 =
Amx Amn

El coeficiente AR1 alcanza un valor máximo de 1 cuando el asentamiento se encuen-


tra localizado en la altura máxima del entorno, aproximándose a 0.5 si la altitud del
asentamiento es la mitad que la altitud máxima, por lo cual es especialmente útil
como indicador de la preeminencia de criterios defensivos y/o de visibilidad en la
elección del asentamiento.

Otro indicador evidente para analizar la influencia de la topografía en la pauta de


asentamiento de un grupo social dado es la pendiente. Como ya se definió anterior-
mente, es una medida del desnivel entre dos puntos expresado en grados o en

142
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

porcentaje. Los índices de pendiente pueden ser interpretados desde un punto de vista
económico en tanto que tienen implicaciones para el potencial agrológico de un te-
rreno. En términos agrológicos las pendientes pueden pueden ser clasificadas en in-
tervalos fundamentales, esto es, pendientes entre 0 y 12% (0o a 6o 51') para suelos
cultivables, pendientes entre 12 y 20% (6o 51' a 11o 19') para suelos ocasionalmente
cultivables y pendientes mayores de 20% para suelos no cultivables, aptas solo para
usos ganaderos y forestales (López Cadenas y Blanco, 1976; Aguiló y otros, 1993).
Actualmente, la extensión de los SIG ha hecho que el cálculo de pendientes a partir
de topografía digital (y especialmente de los MDT) sea muy eficiente y rápido, por
lo que es posible producir mapas de pendiente con diferentes intervalos y contrastar-
los con la distribución de los asentamientos y otros tipos de localizaciones. La Figura
102 muestra un ejemplo de ello. En el mapa (a) de esta figura se muestra un MDT de
las hojas 918-12 y 918-22 del MTA del ICA para el entorno del embalse de Aracena,
un ejemplo ya utilizado anteriormente. El mapa (b) muestra las pendientes agrupadas
en cinco intervalos. Finalmente, en el mapa (c) se ha hecho una discriminación de las
zonas con pendiente por encima y por debajo del 12% sobre la base precisamente del
argumento de que por debajo de ese umbral la potencialidad agraria del suelo es más
alta.

Otro interesante ejemplo de aplicación arqueológica del análisis de pendientes es


el de la investigación del trazado de antiguas conducciones de agua. En el ámbito
mediterráneo, los acueductos romanos con un buen ejemplo de infraestructura hu-
mana que se ajusta a la evolucion de la pendiente, optimizando las condiciones
topográficas del terreno con el fin de hacer que el agua siempre vaya en sentido
descendente. En España se han realizado estudios de esta naturaleza en los acue-
ductos de las ciudades romanas de Mérida (Álvarez y otros, 1991; Rodríguez Pe-
reña y otros, 1997) y Cádiz (Roldán Gómez y otros, 1997). La Figura 103 muestra
el mapa con el trazado teórico del acueducto que abastecía a la ciudad de Cádiz,
según se estimó mediante un algoritmo SIG. Este estudio parte de la premisa de
que la ingeniería romana era extremadamente precisa en estos trabajos, de forma
que el trazado del conducto debía ser siempre en descenso, aunque fuera por una
fracción decimal de pendiente, para que el agua se mantuviese en movimiento. Así
conociendo algunos tramos de este acueducto por prospección de superficie y te-
niendo en consideración el mapa de pendientes de la región, fue posible calcular la
(o las) rutas que pudo tener, sirviendo así de guía a nuevos trabajos de prospección.

3.2.c.d.- Análisis de intervisibilidad y cuenca visual

Dentro del capítulo del análisis del factor topográfico en la definición de la territo-
rialidad, el estudio de las pautas de intervisibilidad y cuencas visuales ha jugado un
papel especialmente importante. En este sentido la visibilidad es entendida en el
sentido empírico de accesibilidad sensorial de los ítems antrópicos y naturales del
paisaje bajo determinadas condiciones de distancia, topografía y ambiente atmosfé-
rico (Aguiló y otros, 1993:544-546) y no ya en el sentido de visibilidad superficial
del registro a efectos de prospección de superficie, como se discutió anteriormente.

143
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Como demuestra una amplia casuística prehistórica e histórica, la búsqueda del do-
minio visual como instrumento de control y gestión territorial se encuentra íntima-
mente ligada a situaciones de conflicto o tensión entre comunidades donde se da
primacía del factor defensivo. Por otra parte, los estudios de inspiración fenomeno-
lógica han puesto un gran énfasis en el estudio de las propiedades visuales de los
monumentos prehistóricos en términos de su dimensión escénica y panorámica, es
decir en tanto que atributos que pueden hacer un monumento más fácilmente per-
ceptible, destacando su presencia y provocando determinados efectos y reacciones
en los agentes sociales (Villoch Vázquez, 2001:16).

A este respecto, antes de la extensión de los SIG se aplicaron diversas técnicas de


estimación manual del factor visibilidad, tanto a partir de experiencias directas (exa-
men de campo) como mediante la utilización de datos cartográficos (examen manual
y automático). Un procedimiento manual de bajo costo parte de la base que, aunque
no existen normas fijas para el establecimiento del radio de visión (máxime en zonas
de montaña donde la visibilidad potencial se incrementa), en los estudios de medio
físico y planificación se suele establecer (sin tener en cuenta la posible utilización de
señales y signos de comunicación visibles desde más distancia) un umbral de entre 2
y 3 kms como límite máximo de la visibilidad humana fiable. A partir de ese presu-
puesto es posible establecer el porcentaje de preponderancia o dominio visual de un
asentamiento dado utilizando cartografía 1:50.000 ó 1:10.000 para medir en una serie
de radios concéntricos la distancia máxima visible sin interferencia de una altitud
superior (es decir, sin sombras de 0o-180o), aunque naturalmente en terrenos de oro-
grafía muy accidentada incluso las sombras en ángulos de entre 180o-360o podrían
producir ocultaciones sensibles. A partir de estos datos es posible producir diagramas
de las direcciones y extensiones de las cuencas de dominio visual de un conjunto de
asentamientos. Buenos ejemplos de la aplicación de estos procedimientos los tene-
mos en sendos estudios espaciales de poblaciones protohistóricas en Valencia (Ber-
nabeu y otros, 1987) y en Jaén (Molinos y otros, 1994) – ver Figuras 104, 105 y 106.

Más recientemente se han venido realizando en Arqueología cálculos mucho más


precisos de la cuenca visual a partir de la utilización de algoritmos informáticos y
cartografía topográfica digital de gran nivel de detalle, dentro de los Sistemas de
Información Geográfica – cf. ejemplos de tales aplicaciones en Wheatley, 1995;
Gillings y Goodrick, 1996; Ruggles y Medyckyj-Scott, 1996; Baena Preysler y
Blasco Bosqued, 1997; Lake y otros, 1998; González Acuña, 2001; etc. La meto-
dología de cálculo de cuenca visual en un análisis territorial arqueológico mediante
los algoritmos de un SIG es explicada por Wheatley y Gillings (2002:201-216). Se
parte de una imagen raster de la topografía del territorio en el que se quiere estudiar
qué parte del mismo es visible desde un punto concreto, por ejemplo, desde un
asentamiento. Una vez que se señala el punto de origen el algoritmo calcula un
nuevo mapa raster binario donde las celdas con valor 1 son visibles desde el punto
de partida mientras que las celdas con valor 0 son invisibles (Figura 107). La mayor
parte de los SIG permiten que se establezca una altura añadida a la de la topografía

144
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

en el punto de observación para tener en cuenta, por ejemplo, la altura de un indi-


viduo en pie o, si se trata de un asentamiento fortificado, la altura de una torre de
observación, haciendo así más realista el resultado del análisis. Las Figuras 108a y
108b muestran un ejemplo de aplicación de los SIG para valorar la dimensión vi-
sual-territorial del torreón de Peel Gap de la muralla de Adriano (Northumbria,
Reino Unido). Como es sabido, la muralla de Adriano era un sistema defensivo que
atravesaba Inglaterra de Este a Oeste a lo largo de un recorrido de más de 100 Km.
y que contaba con numerosas torres construidas a intervalos variables sobre la mu-
ralla principal. Estas torres han sido generalmente interpretadas como torres de ob-
servación y vigilancia de los movimientos al otro lado de la frontera del imperio.
En el caso de Peel Gap, sin embargo, la torre se encuentra en el fondo de una va-
guada donde, según el análisis de cuenca visual realizado (Gillings y Goodrick,
1996; resumen en Wheatley y Gillings, 2002:213) su campo visual es estrecho y
reducido, de lo que se deduciría que tuvo otra función completamente distinta, po-
siblemente actuar de control aduanero para una vía de paso.

Una variedad de análisis de visibilidad que se ha comenzado a aplicar en el análisis


arqueológico del territorio a partir de la introducción de los SIG es la de cuenca
visual acumulativa (cumulative viewshed en la literatura internacional). En este
caso se realizan primero mapas individuales de cuenca visual desde una serie de
asentamientos o puntos en el territorio, de forma que luego, mediante un sencillo
procedimiento de álgebra de mapas, esos mapas son sumados, obteniéndose así una
nueva cobertura raster donde el valor de cada celda expresa el número de sitios
desde la que la misma es visible. Si se ha calculado la visibilidad individual de 15
asentamientos, entonces, lógicamente, el valor de las celdas de la cobertura de vi-
sibilidad acumulativa resultante oscilará entre 0 y 15, significando un valor de 15
que un punto concreto del paisaje es visible desde todas las localizaciones estudia-
das (Wheatley y Gillings, 2002:206-207). Este tipo de análisis ha sido aplicado por
ejemplo al estudio de paisajes sagrados, al objeto de valorar si determinados mo-
numentos (por ejemplo, construcciones megalíticas) están emplazados en lugares
estratégicos en los que son especialmente visibles y donde, por tanto, adquieren una
especial prominencia paisajística y simbólica. En su análisis SIG de la cuenca vi-
sual de los túmulos y recintos neolíticos de la planicie de Salisbury, Wheatley con-
cluye que, para sus constructores originales, un factor determinante de la ubicación
de un monumento concreto pudo ser la posibilidad de contemplar o dominar visual-
mente otros monumentos pre-existentes (construidos por las generaciones prece-
dentes), ya que ello habría añadido un valor de autoridad y legitimación al nuevo
monumento (Wheatley, 1996:92). En la sección 3.3 de este libro se incide de forma
más detenida en el marco epistemológico y teórico de este tipo de análisis de ins-
piración fenomenológica.

Para ser estadísticamente riguroso, el análisis SIG de las cuencas visuales de una
serie de puntos de interés arqueológico debe ser contrastado con el análisis de las
cuencas visuales de una serie de puntos elegidos aleatoriamente, de forma que, me-
diante las oportunas pruebas de significación, se pueda determinar si el tamaño y

145
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

alcance de las cuencas visuales de los primeros es manifiestamente distinto de lo


que se puede esperar de forma general de la unidad de paisaje en cuestión dada su
configuración topográfica (Lake y otros, 1998:28; Wheatley y Gillings, 2002:11).

Aparte de los métodos de análisis de cuenca visual y de cuenca visual acumulativa,


en los últimos años se han propuesto diversas técnicas novedosas de análisis en este
campo. La cuenca visual total (CVT) es generada de la misma forma que la acu-
mulativa, con la diferencia fundamental de que se emplean todas las localizaciones
(celdas, en el caso de un MDT raster) del territorio estudiado. Mientras que la
cuenca visual acumulativa proporciona una imagen de la estructura visual de una
serie de localizaciones seleccionadas por cualesquiera razones (arqueológicas en
este caso), la CVT supone una descripción de la estructura visual inherente a un
territorio en su totalidad en base a su topografía. Naturalmente, este tipo de análisis
requiere un procesamiento masivo de datos (mayor cuanto más grande sea el área
estudiada) que solo es concebible en un entorno SIG. Desde un punto de vista ar-
queológico, M. Llobera (2003:34-37) ha realizado una serie de interesantes experi-
mentos examinando los valores obtenidos en análisis de cuencas visuales totales de
diferentes tipos de terrenos (una cresta, un valle y una zona de elevaciones y tierras
bajas) con el objeto de identificar áreas y localizaciones con magnitudes de visibi-
lidad semejantes (Figura 109). En este análisis se identifican pautas en la estructura
visual de los distintos tipos de terreno, lo cual es de enorme significación para el
análisis de las propiedades de ciertos tipos de sitios arqueológicos (por ejemplo,
monumentos, rutas y vías de comunicación, etc.).

Otra variante del concepto de cuenca visual es la de cuenca visual próxima (o


cuenca visual continua), que hace referencia al área de visibilidad continua defini-
ble en torno a un punto de observación concreto (Llobera 2003:30). Normalmente,
un mapa SIG de cuenca visual muestra tanto las zonas visibles en torno al punto de
observación como las invisibles. En este caso, por tanto, el concepto de cuenca
visual continua persigue definir el espacio que puede ser visible sin interrupciones
o zonas oscuras en el entorno inmediato del punto de observación, es decir, una
cuenca de dominio visual. Otra interesante técnica propuesta recientemente es la
denominada cuenca visual de Higuchi, que combina los factores de visibilidad y
distancia (Wheatley y Gillings, 2000:16-18). En este caso se parte de una cuenca
visual raster binaria para un punto de observación dado. A continuación, se calcula
una capa o cobertura de distancias desde dicho punto de observación, cobertura que
es luego reclasificada en una serie de intervalos simples (localizaciones próximas,
intermedias y lejanas, por ejemplo) a partir de la altura media de los árboles dentro
de la zona de estudio. Finalmente, se superponen la capa de la cuenca visual binaria
y la capa de distancias para extraer los valores de distancia que caen dentro de zonas
visibles. Otras propuestas han planteados nociones como la de cuenca visual bo-
rrosa (fuzzy viewsheds) para tener en cuenta la disminución de la nitidez y calidad
de la visión con la distancia (Loots, 1997; Nackaers y Govers, 1997; Nackaers y
otros, 1999) o la de exposición visual de los elementos del paisaje visual y de su
relación con la prominencia topográfica (Llobera, 2001:1007; 2003:39). El factor

146
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

movimiento ha sido asimismo objeto de consideración en el análisis de la visibili-


dad mediante la integración de mapas topográficos digitales y reconstrucciones vir-
tuales de monumentos prehistóricos (Exon y otros, 2000).

Los análisis SIG de cuencas visuales son por supuesto mucho más robustos y po-
tentes que los procedimientos manuales mencionados anteriormente, ya que define
superficies continuas y completas (y cuantificables) de visibilidad e invisibilidad.
Además, gracias a la capacidad de procesamiento de los ordenadores el análisis SIG
permite repetir el análisis para un elevado número de localizaciones y representar
los resultados de una forma cartográfica apropiada (colores, tres dimensiones, etc.).
Ahora bien, el análisis de cuencas visuales en un entorno SIG no está exento de
problemas y limitaciones. Algunos de estos problemas son comunes al análisis ma-
nual de la visibilidad, pero otros son específicos del análisis SIG. Estas limitaciones
pueden ser agrupadas en dos bloques: las que hacen referencia a la propia comple-
jidad física o medioambiental de la percepción visual y las que derivan de las pro-
pias limitaciones técnicas de los SIG. Entre las primeras, son importantes variables
tales como la cobertura vegetacional del terreno (las coberturas de tipo arbóreo
pueden limitar drásticamente la visibilidad, haciendo irrelevante el análisis desde
la óptica de la topografía), la curvatura de la tierra (un factor que debe ser tenido
en cuenta para áreas de estudio de gran tamaño), la definición del límite de visión
(que depende del caso específico estudiado, ya que no es lo mismo el control visual
directo del ojo humano sobre un territorio que la utilización de señales desde torres-
vigia y atalayas) y los propios efectos de los límites del área de estudio designada
(los asentamientos cercanos a los rebordes pierden parte de su cuencas visuales de
forma artificial simplemente por que no se considera todo el territorio que los cir-
cunda).

Entre las limitaciones de los análisis de cuenca visual a partir de herramientas SIG,
destacan las que se derivan de la cartografía utilizada como fuente y de los algorit-
mos de cálculo del MDT. Diferentes algoritmos pueden proporcionar distintas re-
presentaciones de la altitud de un punto dado, lo que puede tener un importante
impacto en el resultado del análisis de cuenca visual, sobre todo si los errores se
producen en la altitud de las cimas de los cerros y montañas. Se ha señalado que
los MDT de base TIN son preferibles a los de base raster ya que aquellos permiten
representar de forma más fidedigna las crestas y cimas de las elevaciones, permi-
tiendo incrementar la densidad de datos en áreas con oscilaciones especialmente
intensas de la altitud (Wheatley y Gillings, 2000:10). Otra solución propuesta a este
problema pasa por repetir varias veces el cálculo de la cuenca de visibilidad para
cada punto de observación, introduciendo cada vez un pequeño error aleatorio en
el modelo digital del terreno, de forma que los diferentes resultados obtenidos son
luego combinados en forma de la más probable cuenca visual potencial (Wheatley
y Gillings 2002:209). Por otro lado, los algoritmos de cálculo de la cuenca visual
propiamente dicha también pueden producir variaciones en los resultados: a este
respecto, los estudios del geógrafo P. Fisher (1993) han demostrado la existencia
de variaciones de hasta el 50% en el tamaño de una misma cuenca visual

147
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

dependiendo del algoritmo empleado. Por ello resulta altamente recomendable


acompañar estos estudios de metadatos relativos a las características y criterios
aplicados en los programas de cálculo para establecer el grado de homologación
entre unos resultados y otros, así como emplear las observaciones directas de
campo como método de corroboración de los resultados obtenidos.

3.2.c.e.- Interpretación de límites y fronteras

No sería oportuno terminar la sección dedicada al análisis espacial y territorial sin


entrar en un comentario, siquiera breve, acerca del un aspecto interpretativo sobre
el que han incidido distintos modelos interpretativos a partir de las técnicas y pro-
cedimientos descritos en las páginas precedentes: la cuestión de los límites y fron-
teras. Tanto el análisis de captación de recursos como la teoría del lugar central,
como las distintas técnicas de análisis de la territorialidad teórica tratadas (polígo-
nos de Thiessen, modelo X-TENT, coeficientes del vecino más próximo, de equi-
librio espacio-población, de gravedad, de preponderancia topográfica y visibilidad,
etc.) han sido utilizados en los últimos treinta años para mejorar nuestro conoci-
miento de las sociedades prehistóricas. Es cierto que todo este arsenal metodoló-
gico tiene importantes limitaciones e inconvenientes, como no ha dejado de seña-
larse en la literatura científica (críticas que han sido también objeto de discusión
aquí), y que otros enfoques posteriores han aportado valiosas contribuciones, como
es el caso de la Arqueología postprocesual con su énfasis en los paisajes rituales, o
la propia teoría de sistemas mundiales, que son objeto de una discusión pormeno-
rizada en las siguientes secciones de este manual.

Sin embargo, a pesar de esas limitaciones, una valoración global honesta de los
resultados del enfoque procesualista del análisis territorial tiene que empezar por
admitir que, como conjunto metodológico, ha producido una verdadera revolución
interpretativa en Arqueología, más que evidente si se tiene en cuenta el estado en
el que se encontraba el tema con anterioridad a los años 1960, cuando aún predo-
minaba de forma casi absoluta el enfoque histórico-cultural. Ello es particularmente
obvio en el caso de la Arqueología Prehistórica europea.

Naturalmente, la aplicación de dichos métodos ha diferido bastante de tratarse de


las sociedades de cazadores y recolectores del Paleolítico y del Mesolítico o de las
sociedades sedentarias y campesinas de la Prehistoria Reciente (Neolítico, y edades
del Cobre, Bronce e Hierro). Las formas de vida de los cazadores-recolectores y de
los campesinos son tan diametralmente diferentes que la forma de aplicación y los
resultados deparados por el análisis espacial no podían dejar de ser algo distintos.

Por la naturaleza de sus sistemas de aprovechamiento de recursos y su organización


socio-económica, las sociedades de cazadores y recolectores muestran unas pautas
de territorialidad móviles y abiertas. Los análisis de captación de recursos han mos-
trado la amplitud del abanico de recursos y de los territorios utilizados por las so-
ciedades del Paleolítico Superior para obtener sus recursos en el marco de su forma

148
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

de vida movil, así como la variedad de asentamientos temporales generados en el


proceso (Gamble, 1999:352-362; Moure Romanillo y González Morales,
1992:105-108). Se han planteado diversas hipótesis sobre la naturaleza de las dis-
tintas clases de lugares de asentamiento de las sociedades cazadoras y su articula-
ción en pautas de movilidad relacionadas con distintas estrategias de explotación
impuestas por la concentración y variabilidad estacional de los recursos. Estos asen-
tamientos pueden variar desde campamentos semipermanentes, hasta campamentos
efímeros (para unas pocas noches), pasando por campamentos temporales y esta-
cionales. La articulación entre esas clases de asentamientos nómadas con respecto
a la distribución de los recursos resulta en pautas de movimiento de los cuales se
han elaborado clasificaciones precisas (Butzer, 1989:228-231) (Figura 110).

El carácter abierto de los territorios de las bandas de cazadores se manifiesta en la


ausencia de delimitaciones o fronteras estrictas y permanentes: inexistentes los sis-
temas de apropiación privada de la tierra, los cazadores consideran a toda la natu-
raleza como un marco abierto de existencia, un marcoque no puede ser poseído por
nadie y del que todos los seres humanos son parte inherente. El comunalismo eco-
nómico se expresa en unas pautas abiertas de comportamiento territorial, de forma
que, aunque existe una noción de cual es el territorio en el que se desenvuelve la
comunidad, ello no comporta una territorialidad exclusivista o disuasoria. Se dis-
tinguen grados de permisividad de acceso en función de que los extraños sean ami-
gos/parientes o enemigos/extraños, pero los conflictos territoriales y la guerra tie-
nen una dimensión más simbólica que real entre los cazadores (Service, 1984:73-
74). Por ello, el modelo de análisis espacial más aplicado al estudio de las socieda-
des de banda ha sido el ACR, mientras que los orientados al estudio de la jerarqui-
zación y control del territorio han tenido mayor aplicación en el estudio de las so-
ciedades campesinas.

Efectivamente, las sociedades campesinas que comienzan a extenderse por toda


Europa desde la neolitización mostrarán a lo largo de la Prehistoria Reciente pautas
fijas y cerradas de territorialidad. Mediante la intensificación de la producción por
unidad de territorio, la economía campesina sedentaria sustituye (y, literalmente,
arrincona) la economía de carácter extensivo y móvil de los cazadores. Si ésta se
basaba en la movilidad (seguimiento de manadas de grandes mamíferos, movimien-
tos estacionales), la segunda depende de la ocupación y el control constante de un
espacio fijo. No es sorprendente, por tanto, que a lo largo de la Prehistoria Reciente
se observe por toda Europa un sostenido proceso de cerramiento y jerarquización
del territorio (Figura 111).

Este cerramiento se observa a nivel semi-micro en la aparición en el perímetro de


los asentamientos de estructuras de delimitación y protección que, quizás en un
primer momento estuvieron concebidas para mantener protegido el ganado y apar-
tadas a las alimañas, pero que sin duda a partir de un cierto punto se convierten en
un esencial mencanismo de defensa contra competidores y vecinos hostiles. La Fi-
gura 112 muestra uno de los ejemplos más espectaculares de asentamientos

149
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

cerrados de toda la Prehistoria europea: las nuragas de Cerdeña (otros ejemplos son
los fortines de la Edad del Cobre de la Península Ibérica). La aparición de los pri-
meros sistemas de parcelación agraria y de sistemas de zonificación social (asen-
tamientos con estructuras murarias y otras delimitaciones físicas internas que pare-
cen sugerir procesos de segregación entre los miembros de una misma comunidad),
de los cuales los más antiguos actualmente conocidos corresponden a la Edad del
Bronce, expresan espacialmente los procesos de creciente privatización de la pro-
ducción y jerarquización social (en definitiva, extensión de las desigualdades) en
que se encuentran inmersos los campesinos del algunas regiones europeas. La Fi-
gura 113 muestra un ejemplo de algunas de las primeras parcelas agrarias docu-
mentadas en la Prehistoria de Europa.

A escala macro, el desarrollo de instalaciones defensivas en el perímetro de siste-


mas de asentamientos o en las proximidades de las fuentes de materias primas y
recursos básicos es un rasgo común entre las sociedades agrarias (Butzer,
1989:240). En el caso de la Prehistoria Reciente europea, el proceso de paulatina
densificación (en algunos casos hasta la saturación) humana del territorio como
resultado del crecimiento demográfico a largo plazo hace que algunas formaciones
sociales acaben desarrollando sistemas territoriales muy definidos y exclusivos
(como el mostrado en el modelo de empaquetamiento de hexágonos discutido an-
teriormente). Este proceso se agudiza notablemente con el proceso de jerarquiza-
ción social y surgimiento del Estado, en un proceso que culmina con la fortificación
y militarización de las fronteras territoriales por parte de los estados territoriales
históricos. De ello existen abundantes ejemplos antiguos, desde la Gran Muralla
china (cuya construcción comienza en el siglo XII a.n.e.), hasta la ya citada muralla
de Adriano (construida en el siglo II d.n.e. para impermeabilizar la frontera norte
del imperio romano en las Islas Británicas), como contemporáneos, desde la Línea
Maginot (construida por Francia después de la I Guerra Mundial para defender su
frontera con Alemania) hasta el Muro de Berlín, resultado de la Guerra Fría. La
Figura 114 muestra de forma diagramático varios modelos de relaciones fronterizas
con distintos tipos de frontera (cadena, barrera, ecológica, etc.)

Los métodos de análisis de la territorialidad teórica discutidos anteriormente han


tenido una gran aplicación en la definición de modelos fronterizos, surgiendo un
importante debate sobre la formación de fronteras y delimitaciones políticas y los
métodos para su identificación arqueológica, lo que ha generado una considerable
literatura especializada (ver por ejemplo Alexander, 1977; 1978; DeAtley y Find-
low, 1984; Green y Perlman, 1985; Burillo Mozota, 1989; Lighfoot y Martínez,
1995; etc.).

3.2.c.f.- Lecturas recomendadas

Definición

Introductorias

150
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

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153
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

3.3.- La propuesta de la Arqueología postprocesual: el


análisis simbólico.
3.3.a.- Referentes epistemológicos.

A mediados de los años 1980 comienza a gestarse una reacción crítica contra el
enfoque procesualista y la teoría que lo inspira en el ámbito del análisis del territo-
rio, la Ecología Cultural. Esta reacción, arranca y arraiga con fuerza en la Arqueo-
logía británica a partir de los trabajos de I. Hodder (1949 - ) y se la ha venido co-
nociendo dentro de la disciplina con varias denominaciones tales como post-proce-
sualismo, contextualismo o Arqueología simbólica. Aunque sería posible establecer
una serie de matices entre los contenidos de las mismas, en esta sección, aún a
riesgo de pecar de un cierto exceso de generalización, nos referiremos genérica-
mente a ellas como postprocesualismo.

En los años 1970 Hodder se había interesado por el análisis espacial en Arqueología
(es co-autor junto con C. Orton de un manual clásico de este tema citado en varias
ocasiones en la sección anterior). Sin embargo, después de una investigación de
campo con el pueblo Baringo de Kenia, su concepción del papel de la cultura ma-
terial en la sociedad humana experimenta una profunda transformación, dando co-
mienzo a una andadura teórica novedosa que cristalizaría con la publicación de li-
bros como Symbols in Action en 1982 y Reading the Past en 1986, cimientos de
una fecundísima producción académica posterior. Estos y otros trabajos resultarán
influyentes en un grupo de investigadores británicos quienes en años recientes han
comenzado a consolidar lo que parece ser un nuevo frente teórico en la Arqueología
contemporánea. Aunque hasta cierto punto heterogéneas y sin conexión de escuela
propiamente dicha, expresiones de esta corriente de pensamiento arqueológico son,
entre otros, trabajos como Social Theory and Archaeology (Teoría Social y Arqueo-
logía) publicado en 1987 por M. Shanks y C. Tilley, Time, Culture and Identity
(Tiempo, Cultura e Identidad) de J. Thomas, publicado en 1996, o Metaphor and
Material Culture (Metáfora y Cultura Material) de C. Tilley, aparecido en 1999.

Uno de los elementos de interés principal de la Arqueología postprocesual ha sido


la construcción de una teoría de las relaciones grupo-medio alternativa a la de la
Ecología Cultural, que, como hemos visto anteriormente, se basa fundamental-
mente en la noción de adaptación y en los modelos de la geografía locacional y
cuantitativa. Esta alternativa ha venido siendo denominada en una parte de la lite-
ratura reciente como Arqueología del paisaje, una denominación que, como vere-
mos más adelante, no deja de resultar algo problemática desde el punto de vista
semántico, ya que el término paisaje tienen un significado general más amplio que
el ciertamente restringido que le dan los postprocesualistas. La Arqueología del
paisaje tiene una de sus formulaciones más conspicuas en el trabajo de C. Tilley
publicado en 1994 Paths, Places and Monuments. A Phenomenology of Landscape,
un libro que es objeto de discusión más adelante.

154
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Antes, no obstante, de entrar a considerar brevemente la articulación interna de esa


Arqueología del paisaje (o lo que, en consonancia con la formulación en contra de
las distintas “arqueologías” hecha al principio de este libro, podríamos designar
mejor como “análisis arqueológico de la dimensión simbólica de las relaciones
grupo-medio”) será conveniente repasar los principales postulados epistemológicos
de los que emana. Y es que la teoría arqueológica postprocesualista se nutre de un
amplio abanico de impulsos filosóficos, epistemológicos y teóricos que abarcan
desde el idealismo histórico hasta el estructuralismo antropológico, pasando por
corrientes filosóficas de amplio alcance como la fenomenología* y su variante her-
meneútica, el anarquismo epistemológico y el postmodernismo. Varios son por
tanto los elementos que deben distinguirse en una caracterización epistemológica
sucinta del postprocesualismo:

a) Crítica al cientifismo lógico-positivista y racionalista y preferencia por el relati-


vismo. Un tema importante en la agenda crítica del postprocesualismo ha sido el
cuestionamiento del carácter científico de la Arqueología, que es lo mismo que de-
cir el abandono del marco cientifista de base cuantitativo-matemática, sistémica y
lógico-positivista propugnado por el procesualismo. En esta dirección ha sido evi-
dente la influencia del filósofo P. Feyerabend (1924-1994), quien en su conocida
obra Against Method (Contra el Método), publicada en 1975, realiza una crítica de
la noción contemporánea de ciencia como entidad intelectual separada de otras for-
mas de pensamiento (consideradas más primitivas, como el mito o la religión) que
se situa en las antípodas del planteamiento hempeliano que había influido en el
enfoque procesualista. Las principales premisas de la propuesta feyerabendiana son
(i) el rechazo de la noción de certidumbre (negación de la posibilidad de un cono-
cimiento científico cierto o verdadero); (ii) postulado del todo vale (anything goes)
epistemológico, según el cual la producción del conocimiento no debe estar presi-
dida por ningún sistema cerrado de reglas lógicas; (iii) aceptación del principio de
incomensurabilidad entre las teorías e hipótesis científicas (no existen criterios ex-
ternos objetivos con los que valorar la validez de una hipótesis o teoría con respecto
a otras); (iv) postulado del principio de la contra-inducción (es decir, la convenien-
cia de ignorar las evidencias empíricas mayoritarias) y finalmente (v) postulado de
la inconsistencia deliberada (proponer hipótesis y teorías en contra-corriente del
conocimiento establecido o supuestamente establecido para así favorecer la creati-
vidad y originalidad de la ciencia).

Como versión arqueológica de este postmodernismo epistemológico, el postproce-


sualismo excluye la posibilidad de una metodología científica universalmente válida
para la interpretación de las sociedades humanas a través del registro arqueológico,
y muy especialmente de criterios de evaluación entre las distintas teorías e hipótesis
arqueológicas (Hodder, 1988a:202; Shanks y Tilley, 1987:209; Criado Boado,
1993:14): el conocimiento arqueológico es, inevitablemente, moralidad o política
(Shanks y Tilley, 1987:212). Un rasgo bastante común entre los distintos

155
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

proponentes de esta corriente es, asimismo, un rechazo explícito de la aplicación


de las matemáticas a las ciencias sociales.

En conexión con el rechazo feyerabendiano a la ciencia en el sentido convencional,


el enfoque postprocesualista se ha interesado en años recientes por la fenomenolo-
gía y la hermeneútica, dos ramas de la filosofía contemporánea por las que hace
apenas 15 años (y a pesar del debate que ya habían despertado en la Geografía) la
teoría Arqueología no había aún mostrado ningún interés (Hodder, 1987a:135). La
filosofía fenomenológica de Edmund Husserl (1859-1938) tiene como propósito
principal el estudio de los fenómenos de la experiencia humana subjetiva partiendo
del rechazo de cualquier consideración de su realidad objetiva o de objetivación
científica. Este rechazo del objetivismo como separación indeseada e innecesaria
entre el investigador y el objeto de estudio es encontrado en los textos postproce-
sualistas (cf. por ejemplo Thomas, 1990:167). Los fenómenos estudiados son prin-
cipalmente aquellos relativos a los actos de conciencia (actos cognitivos y de per-
cepción), aunque también aquellos de valoración y apreciación estética. La feno-
menología se preocupa por tanto del “mundo habitado” por el individuo donde el
“espacio” es más bien un “lugar” definido como centro de significado subjetivo,
foco de implicación y vinculación emocional para cada individuo.

La propuesta de Martin Heidegger (1889-1976), discípulo de Husserl, parte de una


revisión de la noción de hermeneútica, la disciplina tradicionalmente encargada de
la interpretación de textos sagrados. En el sentido que le da Heidegger, (que es el
sentido en el que esta filosofía es asumida por una parte de la Arqueología postpro-
cesual), el análisis del Pasado implica inevitablemente una interacción entre las
evidencias materiales (texto) y el investigador, que se convierte en parte del resul-
tado interpretativo final. Esta filosofía pone el énfasis en un concepto de las ciencias
humanas entendida como una recreación de la experiencia subjetiva de otros indi-
viduos. Siguiendo el concepto husserliano de “mundo habitado”, Heidegger espe-
cula con la noción del propio cuerpo humano como foco para la percepción del
mundo, como enlace entre la mente y el pensamiento por un lado y el mundo por
otro, de forma que el cuerpo se convierte en una herramienta de percepción y com-
prensión.

En el caso de la Arqueología postprocesual la fenomenología es utilizada como un


marco de referencia para el estudio de la percepción subjetiva (individual o colec-
tiva), esto es, en un ensayo de descripción y comprensión de los fenómenos tal y
como fueron experimentados por los sujetos actores y protagonistas del Pasado (Ti-
lley, 1994:12). En este sentido, desde el punto de vista de la antropología de las
sociedades prehistóricas, lo que se plantea no dista excesivamente de la noción de
perspectiva emic en tanto que análisis de los rasgos o fenómenos culturales que
parte del marco de referencia interno, es decir, del propio sistema de valores y
creencias de los informantes u objeto de estudio (Harris, 1987:52-53).

156
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

b) En consonancia con el relativismo de orden metodológico, la alternativa post-


procesualista se inclina por una teoría de la causalidad del cambio social y cultural
que enfatiza el poder creador y transformador de la mente y los pensamientos hu-
manos. Por un lado, las explicaciones basadas en factores demográficos, tecnoló-
gicos o medio-ambientales son tachadas de mecanicistas y funcionalistas (Criado
Boado, 1993:19: Thomas, 1993a:26); por otro, se subraya la importancia de la ac-
ción volitiva, del pensamiento y de la mente como fuerzas capaces motoras y trans-
formadoras del mundo. Así, persiguiendo la construcción de una teoría arqueoló-
gica del comportamiento humano que de cabida a esa preocupación por los actos
cognitivos y el pensamiento, el postprocesualismo conecta con el estructuralismo
del antropólogo francés C. Levi-Strauss (1908-2009). Centrando su interés en la
mente humana y en los patrones universales de comportamiento, para el estructu-
ralismo, “…en lugar de estar determinado por las leyes de la adaptación, el indi-
viduo está determinado por las estructuras y/o universales de la mente humana”
(Hodder, 1988a:66). Algunos de los temas básicos planteados por el estructura-
lismo aparecen con claridad como prioritarios en la agenda teórica postprocesua-
lista. Tal es el caso del análisis de los sistemas religiosos, mitológicos y cosmogó-
nicos, los cuales, como los sistemas de parentesco o las lenguas, tienen para Lévi-
Strauss el potencial de expresar pautas culturales universales. La propia heurística
de la semiótica para el estudio de los signos* y el arte prehistórico (signos que
pueden actuar como iconos, símbolos o señales) es considerada como una herra-
mienta fundamental para entender la mente humana (Hodder, 1987b:3; Tilley,
1991:7; Children y Nash, 1997:1).

Combinando la teoría estructuralista con el materialismo estructural de Maurice


Godelier (1934 - ), el postprocesualismo busca enfatizar el potencial de la ideología
y el pensamiento como motores activos del cambio social y cultural. Las ideas y
sus expresiones materiales (signos y símbolos) no son entendidas como meros re-
flejos o expresiones de la realidad material, sino como elementos activos y dinámi-
cos de la cultura (de ahí la importancia concedida a los símbolos en acción) capaces
en sí mismos de transformar la percepción individual y colectiva de la realidad.
Frente a la preeminencia concedida por la Ecología Cultural a la noción de adapta-
ción y a su tendencia a las explicaciones de corte determinista medio-ambiental o
tecno-ambiental, el postprocesualismo propone que las ideas, las creencias y los
mitos pueden actuar como una verdadera infraestructura.

El idealismo del filósofo e historiador británico R. G. Collingwood (1889 – 1943)


constituye la tercera y última gran influencia declarada (Hodder, 1987a:140;
1988:113-120; Small, 1987:105) del postprocesualismo en la construcción de una
teoría arqueológica de la mente y sus expresiones inmateriales (ideas, lenguaje) y
materiales (signos). Anclado al idealismo de la tradición historiográfica* europea,
Collingwood plantea en su Idea of History (Idea de la Historia, publicado en 1946)
que la esencia del conocimiento histórico reside en el conocimiento de lo que la
mente humana hizo en el Pasado y, al mismo tiempo, en la re-edición de los eventos
del Pasado en el Presente. Las principales prioridades en la investigación histórica

157
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

son la reconstrucción de los sistemas de pensamiento que dieron lugar a los hechos
del Pasado, así como la caracterización de cada periodo de la Historia en términos
de la metafísica y la estética en ellos predominante.

c) Atendiendo a las premisas epistemológicas citadas, el postprocesualismo mues-


tra como tercera gran característica la predilección por el estudio de temáticas rela-
cionadas con la mente humana y sus manifestaciones de orden simbólico, lo que se
traduce en la práctica en una especial atención a los vestigios y prácticas funerarias
y a los elementos de representación simbólica del mundo (religión), por oposición
a la especial atención prestada por la Arqueología procesual a las dinámicas de
asentamiento y explotación de los recursos naturales (economía). En este sentido,
la teoría postprocesualista ha tenido un innegable éxito en estimular la investiga-
ción de temas relacionados con la evolución y funcionamiento de la mente humana
y sus productos, un tema que, como es bien sabido, era prácticamente tabú dentro
del tradicional paradigma histórico-cultural.

Estas investigaciones se han reflejado sobre todo en los trabajos de los investiga-
dores anteriormente citados (Tilley, 1994; 1998; Thomas, 1996; etc.), aunque po-
dría decirse que también han tenido su expresión en aproximaciones teóricas e in-
terpretativas de carácter no estrictamente postprocesualista. De algún modo, el én-
fasis del enfoque postprocesual en el aspecto cognitivo de la vida humana ha esti-
mulado una importante corriente de interés por el estudio de la mente humana
(véase por ejemplo Renfrew, 1985; Renfrew y Zubrow, 1994; Mithen 1996; Brad-
ley, 1996; Nash, 1997; Gibson y Simpson, 1998; etc.). Por ello, habría que concluir
que una de sus más importantes contribuciones al debate arqueológico reciente está
siendo la maduración de una verdadera “Arqueología de los sistemas de creencias”
que con anterioridad había sido bien, considerada inviable, (imposible dada la pro-
pia naturaleza epistemológica de la Arqueología) o bien simplemente dejada de
lado por agendas teóricas con prioridades más urgentes.

En el caso de la prehistoria europea, estas aproximaciones postprocesualistas a los


sistemas de creencias han tenido un potente impacto en el estudio del fenómeno
megalítico. Probablemente, a este respecto haya tenido cierta influencia el hecho
de que el postprocesualismo sea un movimiento intelectual asociado de forma muy
especial a la Arqueología del Reino Unido, donde el megalitismo es un fenómeno
especialmente llamativo de estudio de la Prehistoria. En esta dirección se han ve-
nido haciendo en los últimos años propuestas interpretativas verdaderamente nove-
dosas dentro de un campo que desde comienzo de los años 1970, a raíz del revolu-
cionario cambio de perspectiva que supuso el trabajo de C. Renfrew (1973), había
ido experimentando un cierto estancamiento. Dentro de las lecturas simbolistas,
fenomenológicas o hermeneúticas que del megalitismo europeo se han hecho en los
últimos años, un tema que ha destacado es el de su dimensión espacial, y más es-
pecíficamente paisajística, lo que le da relevancia desde el punto de vista del tema
de este libro. Más adelante se utiliza precisamente el caso del megalitismo en la

158
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Europa atlántica como estudio de caso para ejemplificar de forma práctica el análi-
sis arqueológico de los paisajes rituales.

3.3.b.- El paisaje: una nueva perspectiva.

a) Posiblemente la forma más adecuada de comenzar esta sección sea abordando la


definición del concepto de paisaje de acuerdo con la Arqueología simbólica, ya que
dicha noción constituye de hecho una de las banderas teóricas de su oposición al
enfoque procesualista ¿Qué es en realidad el paisaje? En principio, intuitivamente,
la acepción tradicional de este término nos remite al entorno natural, al conjunto
sistémico de variables físicas que integran el medio ambiente: el sustrato rocoso (la
litología), los suelos (edafología), el relieve (fisiografía y topografía), la cobertura
vegetal (fitografía), las formas de vida animales (zoología), los usos del suelo in-
ducidos y gestionados por el ser humano y un largo etc. de variables. Para la Ar-
queología simbólica, esta es la definición típicamente ecológico-cultural del medio
físico, un entorno frío, deshumanizado, concebido únicamente como un conjunto
de recursos pasivos que esperan ser explotados o manipulados por las sociedades
humanas.

La definición postprocesualista de paisaje es de carácter fenomenológico, es decir,


nos remite, primero, a la subjetividad de la experiencia emocional, cognitiva, sen-
sorial, perceptiva e ideológica de estar en el paisaje y de estar en el mundo y, se-
gundo, a la dimensión ideológica, simbólica y religiosa de los elementos físicos del
entorno (Thomas, 1993a; 2001; Tilley, 1994; Bender, 1993; 1999; 2001). Si desde
una perspectiva postprocesualista radical no hay medio ambiente, sino sólo paisaje
(Layton y Ucko, 1999:3), esto es, paisaje en el sentido cognitivo, fenomenológico,
desde una óptica más atemperada, el paisaje sintetizaría la dimensión física del me-
dio natural con la dimensión simbólica del paisaje humano (Criado Boado,
1989:93).

Desde el enfoque postprocesual, lejos de ser concebido exclusivamente como el


escenario pasivo de la captación o la explotación económica, el paisaje es interpre-
tado como un conjunto de elementos dotados de significado, esencialmente activos
dentro la experiencia cognitiva humana, un conjunto de elementos que actúan como
signos, símbolos y mensajes interactuantes con la sociedad y el individuo. En este
sentido, la reivindicación de una re-organización de la agenda teórica arqueológica
no puede ser más clara: entre las sociedades pre-capitalistas y prehistóricas los ele-
mentos naturales y físicos del paisaje proporcionan recursos simbólicos dotados de
significado para la vida humana. Significado aquí tiene un carácter netamente sub-
jetivo, es decir, es aquel que los individuos atribuyen a sus propios actos, de forma
retrospectiva, mediante la conciencia y la comprensión (Layton y Ucko, 1999:11)

Una ingente casuística antropológica demuestra la omnipresencia de dicha signifi-


cación, que se expresa en dos aspectos principales. Por un lado, la organización
social y política, expresada en pautas de diseño y articulación del espacio (por

159
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

ejemplo, del asentamiento) y en pautas de control del paso, acceso y movimiento


por determinados sitios de carácter sagrado (control del ritual). Por otro lado, la
presencia de una temporalidad en el mundo (una temporalidad humana/ genealó-
gica o pre-humana/mítica). Estos dos complejos aspectos del significado del mundo
(discutidos en los puntos c y d de esta sección) están inscritos y fijados en el paisaje
que rodea al individuo y a la comunidad, constituyendo parte inherente de la expe-
riencia subjetiva de “habitar” y “estar” en el mundo.

b) Esta definición de paisaje emerge en parte de un marcado y explícito rechazo a


la mirada eurocéntrica, es decir, un rechazo de lo que desde el postprocesualismo
se percibe como etnocentrismo predominante en la Antropología, la Geografía y la
Arqueología de las universidades y centros académicos e intelectuales occidentales
en el análisis de las sociedades prehistóricas no-europeas y sus relaciones con el
entorno. Desde el punto de vista de la crítica postprocesualista, la aproximación al
paisaje de la Ecología Cultural y de la Arqueología espacial no es sino la expresión
académica y científica de la doctrina de maximización de rendimientos propia del
modo de producción capitalista (Criado Boado, 1989:77; 1993:12-13; Thomas,
2001:169). El capitalismo, un modo de producción de carácter netamente occiden-
tal y contemporáneo, impone a la ciencia arqueológica su ideología de la naturaleza
como un recurso inerte, desagregado en capas, que espera pasivamente ser explo-
tado y utilizado para la producción de energía y la obtención de un rendimiento
económico. Con todo, no se plantea que los espacios capitalistas tengan un carácter
exclusivamente económico, sin significado, mientras que los paisajes pre-capitalis-
tas y prehistóricos tengan tan solo un carácter simbólico sin economía (Tilley,
1994:21): más bien se trata de compensar la pérdida de interés que la Geografía, la
Antropología y la Arqueología experimentan en un cierto momento con respecto a
una dimensión tan fundamental para la vida humana y para la relación de los seres
humanos con el mundo como es la ideológico-simbólica.

Uno de los ejemplos utilizados por esta crítica para expresar el distanciamiento que
la mirada occidental sufre con respecto a la naturaleza es la pintura paisajística
europea moderna y contemporánea (Thomas, 2001:168), una pintura a través de la
cual el espectador mira a la naturaleza como asomándose desde una ventana, sepa-
rado del objeto de su mirada por un aséptico cristal protector. El distanciamiento
de la percepción occidental y contemporánea del paisaje (trasunto artístico del de-
nostado objetivismo) se expresa también en la cartografía, ya que el mapa encarna
una forma muy específica de percibir, registrar y entender la naturaleza, el paisaje
y el mundo: la forma propia del estado capitalista. La cartografía constituye una
representación del mundo de orden cartesiano y geométrico que aspira a una ilusión
de transparencia y neutralidad y que trabaja para posibilitar la domesticación y con-
trol de una naturaleza cosificada, una representación en nada parecida a la de las
sociedades prehistóricas y no-occidentales (Bender, 1999:31-32). Incluso, aplica-
das por el científico al reconocimiento y análisis del paisaje, la cartografía y sus
modernas tecnologías (sistemas de información geográfica, teledetección, mapas
digitales) son interpretadas como trasunto o metáfora de los sistemas de vigilancia

160
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

y control que las grandes corporaciones y el estado aplican a la sociedad contem-


poránea (Thomas, 1993a:25).

La crítica a la mirada occidental y capitalista al paisaje, y al análisis ecológico-


cultural de las relaciones grupo-medio como expresión o reflejo académico de la
misma, hunde sus raíces en esa aspiración a una comprensión de la propia subjeti-
vidad perceptiva y cognitiva habida en las sociedades objeto de estudio (el otro).
Una vez rechazada la mirada occidental (es decir, la mirada externa), toda la prio-
ridad del esfuerzo epistemológico es dirigida a reconstruir la mirada interior o in-
terna hacia el paisaje de la propia sociedad estudiada (a la manera, podríamos decir,
de la perspectiva emic). La crítica a esta propuesta del postprocesualismo ha seña-
lado la inviabilidad metodológica de este planteamiento en la Arqueología, donde
los supuestos informantes han desaparecido (al contrario de la Antropología, donde
están vivos y pueden hablar, o la historia, donde han dejado sus testimonios escri-
tos) y por tanto los portavoces de esa/s perspectivas interna/s ya no existen (Bin-
ford, 1989:70-71; Layton y Ucko, 1999:13).

c) Con respecto a la fijación en el paisaje de las pautas de organización social, son


abundantes las referencias etnográficas a la importancia que entre las sociedades
prehistóricas tienen los símbolos en la articulación del espacio más inmediato a la
experiencia diaria. La influencia de la cosmología en la forma y organización del
espacio doméstico (a escala micro, la tienda, la cabaña; a escala semi-micro, el
campamento, la aldea) ha sido ampliamente documentada en los estudios etnográ-
ficos (Richards, 1996a:194), de forma que el lugar de habitación constituye un todo
articulado de partes, elementos y espacios que conforman complejas metáforas alu-
sivas a narraciones de temática inspirada en lo natural o en lo sobrenatural. C. Tilley
(1999) comenta desde una perspectiva fenomenológica el extraordinario caso de
los Batammaliba de Togo, para quienes el espacio doméstico es un trasunto de la
anatomía humana, tanto en cuanto a los materiales de construcción como en cuanto
a sus diversas partes (Figura 115). Así, la tierra y el barro con el que se fabrica el
adobe constituyen la carne del asentamiento, los guijarros empleados en suelos y
basamentos de muros, los huesos, el agua es la sangre y el revoco con que las pa-
redes se decoran, la piel: las decoraciones incisas sobre las superficies exteriores
de las paredes y muros son trasunto de las escarificaciones con que los habitantes
decoran su cuerpo. Igualmente, la puerta de acceso al hábitat es la boca, los orificios
que permiten ver desde el interior el espacio que se abre frente al bastión que pro-
tege la puerta, los ojos, el desagüe en la parte posterior del hábitat, el ano, y así
sucesivamente.

Semejante importancia tienen los senderos y los caminos como “palabras” o “tex-
tos” escritos en el paisaje y dotados de significados muy precisos para los actuantes.
Senderos y caminos como “señales” de actividad humana presente y pasada, pro-
vistos de significados que deben ser interpretados y con respecto a los cuales se
reacciona de una u otra forma (Tilley, 1994:29-31; Bender, 2001:82). Igualmente,
complejos simbolismos religiosos, místicos y cosmogónicos, que abarcan múltiples

161
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

aspectos de la vida y la experiencia humana en las sociedades primitivas, emanan


desde diferentes hitos y lugares del paisaje (también desde marcas realizadas por el
ser humano tales como grabados o pinturas rupestres), indicando formas “correc-
tas” y “apropiadas” de movimiento en función de la identidad cultural (etnia) y/o
de la escala que cada individuo ocupa en la sociedad por su género, su edad o su
rango social. La experiencia corporal y sensorial del movimiento por el paisaje en
general (y especialmente por paisajes con fuertes connotaciones simbólico-religio-
sas) es, antes que una experiencia de visualización o percepción global (como por
ejemplo puede aportar una fotografía aérea o un mapa), una experiencia de carácter
secuencial, donde el individuo encuentra y percibe subjetivamente primero un lu-
gar, luego otro y así sucesivamente, creando en su mente una sucesión de eventos
que conforman una verdadera narrativa (Thomas, 1990:169).

Igualmente, en el ámbito de los lugares de carácter funerario (a escala micro, la


tumba, el mausoleo, a escala semi-micro la necrópolis, el recinto de los muertos)
complejos sistemas de significado impregnan cada lugar, todo el paisaje. La casuís-
tica etnográfica es abrumadora. Por citar un ejemplo, entre los Malangan de Nueva
Irlanda (Nueva Guinea Papua, Melanesia) se utilizan en las ceremonias funerarias
unos tótems de madera (fabricados ad hoc para la ocasión por artesanos especialis-
tas) que fijan, mediante un sofisticado procedimiento nemotécnico, el conjunto de
reglas y normas que deberán presidir la transmisión de los derechos de uso y ex-
plotación de la tierra que había ostentado el difunto, a la vez que establecen la me-
moria (la historia) de la secuencia de abandonos y sucesivas cubriciones por la selva
que la casa y huertos del fallecido han experimentado a lo largo de su vida (Küchler,
1993). Con su complejo código (sistema semiológico), la representación artística
creada con motivo del acto funerario se transforma en un poderoso símbolo con
significado fundamental para la organización de la actividad productiva.

En definitiva, el paisaje puede actuar como una verdadera plantilla organizativa de


formas de comprensión, actuación, y presencia en el mundo. La capacidad de con-
trol del acceso a determinados lugares y escenarios se constituye como un meca-
nismo fundamental de dominio y poder. Las simbologías más complejas e intrinca-
das se extienden por todo el medio físico, dando sentido a la realidad social, eco-
nómica e ideológica de un grupo humano dado

c) Mención aparte merece la dimensión de temporalidad en la significación del


paisaje entre las sociedades prehistóricas, ya que quizás se trate de una de las más
vigorosas y originales contribuciones del discurso postprocesualista al análisis ar-
queológico del territorio. A este respecto, es preciso dejar sentado que la aproxima-
ción ecológico-cultural del procesualismo no carece de un interés definido por la
temporalidad y la diacronía del paisaje; antes al contrario, como se discutió en la
sección anterior, la Ecología Cultural construyó a partir de la nada (es decir, a partir
del historicismo cultural) la noción de análisis diacrónico del paisaje en base a los
estudios paleobotánicos o geoarqueológicos. La diferencia entre procesualismo y
postprocesualismo estriba más bien en el aspecto de la temporalidad considerado,

162
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

la una incidiendo en la evolución del medio físico (nicho ecológico) a partir de los
factores naturales y antrópicos, la otra más interesada por la temporalidad cultural
(genealógica y mítico-cosmogónica).

En efecto, quizás una de las contribuciones más perdurables de la Arqueología del


paisaje postprocesualista sea la noción de que, para las sociedades humanas prehis-
tóricas, el pasado es un elemento tan constitutivo e integrante del paisaje como sus
propios elementos físicos. La misma acción toponímica sobre el paisaje, esto es, el
acto consciente de dar nombre a sus eventos y elementos, actúa universalmente
como un principio o regla nemotécnica destinada a fijar el Pasado en la memoria y
en la experiencia subjetiva de los individuos.

Esa memoria integra tanto el Pasado mítico (o pre-humano, es decir, cosmogonía)


como el Pasado humano (genealogías) y, mediante la transmisión oral y el ritual,
actúa como un elemento fundamental de la reproducción social y cultural de la co-
munidad (Cosgrove, 1993:281-282; Küchler, 1993:86; Tilley, 1994:32-33; Chil-
dren y Nash, 1997:2; Gosden y Lock, 1998:4-5; Barrett y Fewster, 1998:851). Las
cosmogonías y mitologías que explican el origen del mundo y de la humanidad
están fijadas en el paisaje, en sus formas y en sus nombres. Paisaje y mito se arti-
culan conformando sistemas a través de los cuales se reproducen y representan las
relaciones sociales entre individuos y grupos, así como las relaciones entre la hu-
manidad y la naturaleza. Igualmente, las genealogías e historias relativas a los an-
tepasados, la propia historia de una comunidad humana dada está, en ausencia de
documentos escritos que la registren, inscrita en el paisaje donde espera ser re-
creada y reencarnada en forma de tradiciones orales, creencias y rituales. El domi-
nio de lo funerario, como registro material de los antepasados, cobra en este sentido
una gran importancia como registro o testigo del Pasado.

Entre las sociedades móviles de cazadores y recolectores, la memoria está inscrita


en la propia naturaleza; en las sociedades de campesinos sedentarios la naturaleza
es transformada y monumentalizada para recibirla y fijarla. En cualquiera de ambos
casos, bosques, árboles, montañas, rocas, agujeros, cavernas, ríos, lagos, pozos, y
una miríada de elementos de la naturaleza son integrados en una narrativa mítica y
genealógica del Pasado de la que los individuos son plenamente conscientes y co-
nocedores y con la que interactúan constantemente. La existencia (presencia) de
esa memoria materializada (dimensión temporal humana) en el paisaje es de una
importancia doble. Por una parte, de ella se nutren los códigos morales, éticos y de
comportamiento, objeto de procesos y pautas de enculturación que se repiten gene-
ración tras generación (Tilley, 1994:33-34): el paisaje sostiene, sustenta y fija una
narrativa de carácter temporal que constituye (nada menos) el marco de pensa-
miento con que el mundo puede ser pensado y entendido. Por otra parte (fundamen-
talmente entre las sociedades sedentarias) la memoria genealógica constituye tam-
bién un recurso fundamental de poder social y político: aquellos colectivos (grupos,
comunidades, segmentos parentales, clases o castas) que carecen de una plasmación
física (por ejemplo, monumentos funerarios) o inmaterial (por ejemplo, las

163
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
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tradiciones orales) de la memoria, carecen de un recurso de poder de importancia


crítica (Parker Pearson y otros, 1999:406). En comunidades donde los ancestros
son importantes recursos de legitimación y prestigio y donde su honra y veneración
requiere importantes inversiones materiales, la presencia física y la recitación oral
conforman un poderoso discurso ideológico. Precisamente, esta reflexión nos con-
duce al estudio de caso escogido para ilustrar el tema del análisis de la dimensión
ritual del paisaje: el megalitismo europeo.

3.3.c.- Paisajes rituales en la Prehistoria Europea: el megalitismo.

Como se dijo anteriormente, uno de los ámbitos empíricos en los que la aproxima-
ción postprocesualista a los sistemas de creencias y a los paisajes rituales ha tenido
más influencia es el del megalitismo. El megalitismo presenta la notable particula-
ridad de constituir un fenómeno cultural de escala planetaria. Durante las últimas
décadas, la investigación arqueológica ha progresado en la definición y precisión
del ámbito de distribución geográfica de este fenómeno, que, según sabemos ac-
tualmente, abarca regiones de Eurasia (Guilaine, 1999), Africa (Zangato, 1999;
Joussaume, 1999), Madagascar (Bloch, 1981), el subcontinente indio (Allchin y
Allchin, 1982; Moorti, 1994) y Melanesia (Terrell, 1986; Kirch, 1991). La discu-
sión contemplada en esta sección en relación con el megalitismo como estudio de
caso con el que ilustrar la plasmación empírica de la teoría postprocesualista del
paisaje se restringe a la casuística europea. Sin embargo, el fenómeno en sí ofrece
la virtualidad de trasladar al alumnado una serie de implicaciones interpretativas
extensibles a una amplia gama de sociedades prehistóricas a escala mundial. A lo
largo y ancho de nuestro planeta, numerosas sociedades prehistóricas enormemente
alejadas entre sí desarrollaron de forma independiente, y durante un vasto arco tem-
poral (desde el V milenio a.n.e. hasta el presente) pautas concomitantes de expre-
sión ideológica y simbólica que llevaban implícitas la erección de grandes cons-
trucciones en piedra. Precisamente, como veremos a continuación, el megalitismo
es primero interpretado desde la óptica teórica postprocesualista como una forma
de pensamiento (Criado Boado, 1989:79), una forma de pensamiento, se podría
añadir, que se constituye en un semi-universal entre un determinado tipo de socie-
dades humanas.

En el caso específico europeo, los monumentos megalíticos fueron tratados desde


el paradigma histórico-cultural como poco más que simples y descontextualizados
depósito de objetos (Oliveira Jorge, 1997: 55-56). Desde esta óptica, el megalitismo
fue estudiado como problema artefactual y como problema crono-geográfico en
clave de difusión desde focos originarios ubicados en el mediterráneo oriental (en
el caso de la Península Ibérica, colonias egeas). A partir del impacto del paradigma
procesualista de los trabajos de Colin Renfrew a comienzos de los años 1970, el
bloqueo difusionista se rompe definitivamente y el megalitismo es abordado, desde
una óptica aloctonista, en su dimensión social, económica y territorial (Renfrew,
1973). A lo largo de la última década, la aproximación fenomenológica y simbolista
ha actuado ciertamente como un segundo revulsivo en este dominio de la

164
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

investigación prehistórica europea. Precisamente, el planteamiento postprocesua-


lista del problema parte de una crítica a la interpretación ecológico-cultural y fun-
cionalista del megalitismo, acusada de restrictiva y determinista (Criado Boado,
1993:12), y de haber reducido el fenómeno a una representación geométrica y dis-
tribucional que ignora a las personas y su pensamiento (Thomas, 1993a:30), fraca-
sando así en establecer su verdadera dimensión ideológica, su significado.

La discusión que sigue a continuación no intenta otra cosa que sintetizar los resul-
tados de la interpretación alternativa que se ha venido planteando en un importante
grupo de trabajos sobre el megalitismo europeo occidental. Por supuesto no todos
los temas o enfoques a este respecto aquí discutidos son aportaciones enteramente
originales de los teóricos del postprocesualismo. En diversas ocasiones sí puede
ser este el caso y realmente es innegable que desde este marco de análisis se han
hecho propuestas muy novedosas, principalmente (no exclusivamente) en relación
con el megalitismo en las Islas Británicas. Pero en muchos otros aspectos las lectu-
ras postprocesualistas han supuesto simplemente revisiones de datos y enfoques ya
previamente aceptados.

a) Desde la óptica postprocesualista, el megalitismo es abordado ante todo como


expresión de una forma de pensamiento, resultado de una reflexión conceptual, que
atañe al ser humano, la sociedad, el mundo y el universo, dentro de un tipo especí-
fico de sociedades, esto es, las primeras sociedades agrarias. Este aspecto del aná-
lisis postprocesualista del megalitismo ha sido perfectamente analizado por F.
Criado (1989; 1993) en términos de las claves que distinguen al pensamiento que
de la naturaleza ostentan los cazadores y recolectores frente al que desarrollan las
primeras sociedades campesinas. Evidentemente, la más importante brecha que en
ese pensamiento se abre entre uno y otro grupo de sociedades deriva de la creciente
separación de la sociedad y cultura humanas que se da entre los agricultores y ga-
naderos con respecto a la naturaleza. Frente a la identidad total entre vida natural y
vida humana que se da entre los cazadores y recolectores, las sociedades agrarias
desarrollan la dicotomía de lo doméstico-cultural por oposición a lo salvaje y na-
tural. Con el Neolítico arranca la larga lucha de los campesinos por domesticar a la
naturaleza, por roturar la tierra, clarear el bosque para abrir campos de cultivo y
mantener a las “alimañas” apartadas del ganado, una lucha en la que, precisamente,
la invención de los monumentos comienza pronto a jugar un importante papel ideo-
lógico. La propia selección de símbolos presentes en los monumentos megalíticos,
es decir, lo que se ha dado en llamar arte megalítico, con hachas de piedra puli-
mentada como las utilizadas para el clareo de zonas del cultivo, arados, yugos y
otros (Bradley, 1989:70), reflejaría desde los comienzos de este fenómeno el uni-
verso iconográfico de una sociedad agraria3.

3
Naturalmente, según se viene desprendiendo de los abundantes estudios realizados en este ámbito durante los
últimos años, el universo simbólico reflejado en el arte megalítico no se detiene ahí, sino que incluye también
otras representaciones naturalistas (como antropomorfos, objetos de prestigio, etc.) así como abstractas (que
han sido interpretadas en algunos casos como entópticos*, siguiendo la línea de algunas propuestas formuladas
en relación con el arte rupestre paleolítico).

165
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

En tal sentido, el megalitismo actúa como un mecanismo de enculturación de la


naturaleza. El postprocesualismo acomete aquí un refinamiento de la teoría proce-
sualista según la cual los monumentos megalíticos actúan como hitos o mojones
señaladores de las pautas de apropiación de la tierra y del sentido de la territoriali-
dad cada vez más exclusivo que desarrollan las primeras sociedades agrarias. De
acuerdo con las premisas estructuralistas y fenomenológicas que alimentan el aná-
lisis postprocesualista, esta interpretación es insuficiente, ya que no aborda la ex-
plicación de la significación paisajística de los monumentos megalíticos en térmi-
nos, primero, de su simbología y, segundo, de la experiencia sensorial y cognitiva
humana de la que forman parte

b) En efecto, una prioridad para la aproximación postprocesualista a los monumen-


tos megalíticos es la interpretación de las pautas de significación simbólica que les
son inherentes en tanto que espacios ceremoniales y sagrados. A continuación, re-
sumimos algunas de las propuestas realizadas en este sentido

 Tensión Visible/Oculto. Por una parte, las cámaras funerarias megalíticas


muestran una evidente tensión entre la voluntad de ocultación y recogimiento
de sus espacios interiores subterráneos y el afán de notoriedad y visibilidad en
el paisaje que aportan los túmulos que los recubren. Con ello, sus constructores
establecen una tensión conceptual y arquitectónica entre lo oculto y lo visible,
entre lo exterior y lo interior, que ha sido objeto de diversas interpretaciones.
En los monumentos megalíticos del Noroeste de España se han distinguido tres
tipos distintos de regularidades en cuanto a su perceptibilidad o visibilidad, que
enfatizan bien la dimensión exterior (monumentos con túmulos de gran ta-
maño), o bien la interior (monumentos con túmulos de tamaño reducido y co-
rredores más elaborados y prominentes, o mayor inversión en los ajuares), hasta
llegarse a algunos casos de práctica invisibilidad exterior de los monumentos
(Criado Boado, 1989:88). En el caso de los megalitos irlandeses se ha propuesto
que los diferentes tipos arquitectónicos (court tombs, o galerías con un amplio
atrio de acceso, passage graves, o dólmenes de corredor y cámara circular, y
portal dolmens, o pequeñas cistas megalíticas) implican realmente formas dis-
tintas de aproximación y visualización: a mayor elaboración arquitectónica
(mayor complejidad y número de elementos físicos tales como hogares, acce-
sos, cámaras y tramos de corredores, representaciones artísticas), tanto mayor
el impacto sensorial (respectivamente, formas de iluminación, formas de movi-
miento corporal, mensajes simbólicos) sobre el individuo, que llega a alcanzar
una verdadera saturación sensorial (Thomas, 1990:175). Esta tensión entre lo
visible y lo oculto es identificada no solo en las cámaras funerarias, sino tam-
bién en los henges*, espacios ceremoniales monumentalizados propios del
Neolítico y la Edad del Bronce en las Islas Británicas, consistentes en un área
circular o irregular delimitada por una zanja y/o un terraplén, y ocasionalmente
por círculos de postes y/o bloques de piedra. Su tamaño puede oscilar entre los
30 y los 400 metros de diámetro (como ocurre en los de Avebury y Durrington

166
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
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Walls), y en su interior se han encontrado fosas ceremoniales, enterramientos,


altares y otros elementos de carácter ritual. Henges y cámaras delimitan el es-
pacio estableciendo una tensión entre lo visible y lo oculto (dentro y fuera) (Fi-
guras 116 y 117).

 Tensión Perspectiva/Secuencia. Vista en su dimensión paisajística, la agrega-


ción de monumentos megalíticos en grandes necrópolis y/o centros ceremonia-
les ha sido interpretada en clave de pautas de movimiento ritualizado. Los gran-
des conjuntos ceremoniales prehistóricos de Stonehenge y Avebury en las Islas
Británicas han sido objeto de estudios recientes que los interpretan como gran-
des paisajes de carácter ritual donde la topografía, la visibilidad y la perspectiva,
las corrientes de agua, los enterramientos y los propios recintos circulares (en
sus distintas variantes), serían parte integrante de una compleja simbología cos-
mogónica de la vida y la muerte presente durante el Neolítico y la Edad del
Bronce (Parker-Pearson y Ramilisonina, 1998:316-322) (Figuras 118, 119 y
120). En relación con el conocido conjunto ceremonial de Avebury, que, aparte
del propio henge de Avebury, integra en un espacio de pocos kilómetros cua-
drados monumentos tan significativos en la Prehistoria de las Islas Británicas
como el enterramiento dolménico de West Kenneth Barrow o el inmenso tú-
mulo de Silbury Hill, se ha propuesto que el palimpsesto de monumentos fune-
rarios y recintos ceremoniales en que la zona se había convertido para finales
del III milenio a.n.e. habría requerido una percepción secuencial más que si-
multánea, de forma que, desde el punto de vista de un individuo o grupo en
movimiento habría configurado una verdadera narrativa cosmogónica y genea-
lógica (Thomas, 1993:38-39). El hecho de que a los grandes henges de Avebury
y Stonehenge (¿lugares centrales ceremoniales?) se accediera a lo largo de gran-
des avenidas (en algunos casos flanqueadas por hileras de menhires de varios
kilómetros de longitud) refuerza en efecto la impresión de un paisaje ceremo-
nial donde el movimiento debe seguir una pauta pre-establecida.

En el caso de la Península Ibérica, la lectura de determinados monumentos y


elementos simbólicos del paisaje en clave de narrativa se ha vinculado fuerte-
mente al análisis del arte rupestre, que constituye otro gran vector de manifes-
taciones artísticas y simbólicas de las sociedades constructoras de megalitos
durante la Prehistoria Reciente. Se ha venido insistiendo recientemente en que
el arte rupestre y el arte megalítico peninsulares parecen compartir un código
(Bueno y Balbín, 1997:153). Por su posición y visibilidad, numerosos petrogli-
fos de las edades del Cobre y del Bronce del Noroeste peninsular, asociados en
muchos casos a comunidades constructoras de megalitos, actúan como señala-
dores de vías de paso y acceso, proximidad de asentamientos o límites territo-
riales (Bradley, 1998:244). Si las pinturas y grabados rupestres actúan como
tatuajes o escarificaciones para denotar la etnicidad o propiedad del paisaje/te-
rritorio, también, como los monumentos megalíticos, pueden ser concebidos
como emblemas transmisores de complejos simbolismos alusivos a los sistemas
de creencias.

167
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
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 Metáfora de la Tierra. Se ha propuesto que los monumentos megalíticos incor-


poran un cierto simbolismo relativo a la naturaleza, lo cual sería congruente con
el tipo de pensamiento de la propia naturaleza que caracteriza a las sociedades
agrarias y que se ha discutido arriba. Por un lado, la propia concepción delibe-
radamente subterránea (oculta) de muchas cámaras megalíticas, evoca una me-
táfora de la caverna o cueva (profundidades ctónicas) inscrita en el culto a la
fertilidad de la tierra, de la Madre Tierra, que da comienzo en el Neolítico
(Briard, 1987:11). Un hecho destacable es que en numerosas regiones de Eu-
ropa occidental las cuevas naturales siguen siendo utilizadas como lugares ce-
remoniales y/o funerarios en pleno apogeo de la construcción de megalitos: en
muchos casos, los mismos objetos votivos y representaciones simbólicas apa-
recen en uno y otro dominio, indistintamente. En la arquitectura del monumento
de Maeshowe, en las Islas Orcadas (Escocia), se observan dos posibles metáfo-
ras de carácter ctónico: primero una tensión entre el ser conceptualmente sub-
terráneo pero físicamente superficial (de forma que la “casa de los muertos” se
sitúa en una posición ambigua entre dos mundos), y segundo una correspon-
dencia entre los materiales empleados para la construcción (cámara de piedra y
túmulo de arcilla) y la propia estructura geológica del mundo, con una base o
lecho rocoso cubierto de depósitos arcillosos (Richards, 1996a:202) (Figura
116).

Por otro lado, se ha observado la existencia de un cierto mimetismo entre de-


terminadas formas megalíticas y determinadas formaciones naturales de as-
pecto peculiar, a las que parecen imitar. Tal es el caso de los dólmenes estudia-
dos en Cornualles, al Sureste de Inglaterra, cuya estructura muestra fuertes si-
militudes con los afloramientos graníticos que abundan en la zona y que se ca-
racterizan por incluir grandes bloques que, debido a la erosión, quedan exentos
y superpuestos (Bradley, 1998a:16-17; 2000:110) (Figura 121). Curiosamente,
esos son los mismos bloques de piedra que, con mayor o menor elaboración, se
emplean luego en los recintos y cámaras megalíticas. En relación con los cro-
mlechs escoceses se ha hablado de menhires como montañas (Richards,
1996a:205), verdaderas metáforas de las cordilleras que rodean ciertos espacios
rituales. Por otro lado, un tema que ha comenzado a ser objeto de atención re-
cientemente en el marco del megalitismo de las Islas Británicas es el de la rela-
ción entre los monumentos y el agua (Richards, 1996a; 1996b).

 Metáfora de la Sociedad. La arquitectura megalítica encapsula una representa-


ción metafórica no solo de la naturaleza, sino de la propia sociedad humana.
Como contenedores funerarios donde se depositan los restos de los antepasados,
los monumentos megalíticos se insertan en una dinámica doble, de competición
y rivalidad entre grupos de parentesco (por ejemplo, clanes) por un lado (Bloch,
1981:138-141; Chapman, 1991:264-265), y de cooperación y comunalismo de
toda la comunidad en el mantenimiento de los principios que vertebran el orden
social por otro (Sherratt, 1995:355). Diversos aspectos subrayan la

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

significación que los lugares funerarios megalíticos tienen como expresión de


la colectividad social por encima de la individualidad, empezando por supuesto
por el propio carácter colectivo de muchos de ellos (Wason, 1994:89) y conti-
nuando por la mezcla o estandarización de los ajuares (Criado Boado, 1989:91)
que niega por completo, o acaso subsume en la colectividad general, a la per-
sona individual. Por otra parte, son cada vez más los casos en los que se observa
que los enterramientos megalíticos se ubican encima de antiguos asentamientos
o adoptan la misma forma (por ejemplo la planta arquitectónica) de los asenta-
mientos, con lo que de hecho se convierten metafóricamente en “casas de los
muertos” que reproducen el mundo de los vivos: la analogía entre la organiza-
ción del espacio de la muerte y el de la vida se subraya, por ejemplo, con la
elección del emplazamiento de las cámaras funerarias.
c) Un apartado que merece especial atención en cuanto a la significación de los
lugares sagrados megalíticos en tanto que instrumentos de intervención humana en
el mundo es el de su simbología cósmica y astronómica. A partir de la propuesta
postprocesualista, el análisis arqueoastronómico ha recibido un renovado impulso
por su potencial para explicar los lugares y paisajes megalíticos como elementos
materiales activamente implicados en la interpretación y asimilación cultural del
orden cósmico. En este sentido, desde hace años se vienen recabando evidencias
relativas a patrones de orientación astronómica recurrentes y homogéneos en el
continente europeo (Heggie, 1981; Ruggles y Clive, 1984, Hoskin, 2001; etc.), por
lo que en realidad la lectura simbólica en este caso concreto supone más una re-
evaluación de un problema ya tratado desde hace tiempo que una contribución no-
vedosa.

En amplias regiones del Viejo Mundo, las tumbas megalíticas muestran una orien-
tación sistemática hacia el orto solar, es decir, hacia la parte del horizonte por la
que nace cada día el sol. En el caso de la Península Ibérica, según las investigacio-
nes más recientes llevadas a cabo por M. Hoskin (2001), hasta el 99% de todos los
monumentos megalíticos cuya orientación ha podido ser establecida se orientan en-
tre 55º y 125º, es decir, entre los puntos del orto solar de verano y el de invierno
(Figura 122). Probablemente el caso más espectacular y conocido de la dimensión
astronómica de los monumentos megalíticos europeos sea el del templo de
Newgrange, el más grande de Irlanda. Este monumento tiene sobre la entrada un
pequeño hueco por el que durante unos pocos minutos al amanecer de cada 21 de
diciembre (es decir, el día del solsticio de invierno) los rayos del sol penetran a todo
lo largo del corredor sepulcral para iluminar al fondo de su cámara una serie de
grabados realizados en los ortostatos.

Los datos arqueoastronómicos pueden ser vistos en conexión con otras evidencias
como evidencia de un verdadero culto astronómico extendido por Europa occiden-
tal durante el Neolítico, la Edad del Cobre y la Edad del Bronce (Briard, 1987:22-
23). En este sentido, el megalitismo es un claro vestigio material de la nueva forma
de pensar la naturaleza a la que se hacía referencia más arriba: dada su fuerte de-
pendencia de los ciclos de la naturaleza, marcados y señalados por los movimientos

169
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
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de los astros, es perfectamente comprensible que las primeras sociedades campesi-


nas desarrollasen una gran reverencia por los cuerpos celestes, sobre todo el sol,
que marcan el paso del tiempo y de las estaciones (y por tanto de los ciclos agríco-
las). La existencia desde el Neolítico hasta la Edad del Hierro de un culto en el que
el sol simboliza la fuerza creadora y fecundadora masculina que fertiliza la tierra
está atestiguada por otras evidencias arqueológicas independientes como por ejem-
plo los denominados “carros solares” (Briard, 1987:67-69; Piggot, 1983:115).

Esta dimensión astral del megalitismo europeo encaja perfectamente con el predo-
minio de construcciones, espacios y representaciones de forma circular: tanto cro-
mlechs como henges como numerosísimas cámaras sepulcrales (y los túmulos que
las recubren) del megalitismo de Europa occidental son, efectivamente, de forma
circular (Bradley, 1998b:132; Parker-Pearson y Ramilisonina, 1998:314). Además,
muchas representaciones geométricas y abstractas del arte megalítico son circula-
res, con motivos que se han identificado como solares o esteliformes.

d) Pero además de como parte de un complejo discurso simbólico, el postprocesua-


lismo aborda el megalitismo como una experiencia sensorial y cognitiva, especí-
fica. Es decir, se interesa por aquellos elementos de la arquitectura y el paisaje me-
galíticos que configuran en la mente humana la experiencia subjetiva de estar en
un paisaje megalítico. A este respecto, uno de los temas más exhaustivamente in-
vestigados en los últimos años ha sido el de la visibilidad (impacto visual/experien-
cia visual) de las construcciones megalíticas. Este análisis comporta a su vez diver-
sos aspectos.

 Por un lado, la valoración de la morfología y, especialmente, tamaño de las


construcciones sagradas (menhires, túmulos, abultamientos y elevaciones del
suelo natural). En ciertos casos, el megalitismo muestra una fuerte determina-
ción por alcanzar escalas de lo sobrehumano una verdadera vocación por com-
petir con la naturaleza o incluso de trascenderla. De otra manera es difícil en-
tender casos como el del colosal henge de Avebury, que tiene un diámetro de
cerca de 400 metros, una zanja perimetral de hasta 9 metros de profundidad y
un terraplén exterior (hecho con la tierra que se extrajo de la zanja) de unos 6
metros de altura. Dentro del henge de Avebury se disponía un cromlech princi-
pal que rodeaba toda la circunferencia del recinto (hecho con bloques de piedra
de hasta 3 metros de altura) y al que se accedía mediante dos enormes avenidas
ceremoniales de acceso de casi tres kilómetros de longitud en sus entradas Sur
y Oeste. O casos como el del Gran Menhir Brisé de Locmariaquer, en la Bretaña
francesa, elaborado mediante un bloque monolítico de 20 metros de altura y
unas 280 toneladas de peso. La escala de determinadas construcciones megalí-
ticas parece a veces explicarse, más que como metáfora de la naturaleza (según
se ha comentado antes), como abierto desafío a la misma.

 Por otro lado, la elección de la posición topográfica en tanto que factor que que
determina la visibilidad del monumento desde determinados puntos (Criado y

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Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Fábregas, 1989; 1994). El análisis del emplazamiento topográfico de numero-


sos megalitos gallegos muestra una utilización pautada de la topografía para
incrementar la visibilidad de los monumentos: deliberadamente se escogen pun-
tos elevados donde el monumento puede ser mejor visto (Figura 123). Pero la
relación entre la visibilidad y la posición topográfica es doble, ya que no solo
determinada la posibilidad del ser visto, sino también la capacidad o posibilidad
de ver y la elección de lo que se ve. En relación con los monumentos megalíti-
cos, la elección de la topografía es un factor determinante de la perspectiva es-
cenario natural en el que el monumento o recinto se inserta, fijando (por ejem-
plo, a partir del eje de orientación o de la posición de los accesos y aberturas)
una u otra visión del mundo circundante y sus elementos (montañas, horizonte,
cielo) (Devereux, 1991:898; Gaffney y otros, 1996:151-153; Bradley,
1998b:124) (Figura 119). Por otra parte, algunos monumentos mortuorios po-
drían haber sido concebidos para ser mirados más que para ser entrados (Tho-
mas, 1993a:34). A ello apuntan sin duda múltiples indicios de la arquitectura
megalítica, como por ejemplo la presencia en numerosos casos de atrios y es-
pacios parcialmente delimitados delante de las entradas de las cámaras o la de-
liberada estrechez de las puertas y corredores de acceso, que disuade al visitante
de entrar por la angoostura del espacio por el que hay que desenvolverse.

 En tercer lugar, la selección de rocas utilizadas en la construcción por su valor


simbólico, más que por sus cualidades físicas para la arquitectura, en tanto que
dotadas de unos colores, brillos, texturas o cualesquiera propiedades simbólicas
específicas (Tilley, 1994:157). Prueba de que las piedras utilizadas en la cons-
trucción de monumentos megalíticos eran (cuando menos en determinadas oca-
siones) cuidadosamente seleccionadas por sus artífices es el transporte de las
mismas desde criaderos y afloramientos naturales a veces situados a importan-
tes distancias, un tema que ha suscitado un interesante debate (Thorpe y otros,
1991; Thorpe y Williams-Thorpe, 1991; Kalb, 1996; etc) y del que el caso más
notorio y conocido es el de las bluestones utilizadas en la segunda gran re-es-
tructuración de Stonehenge, que fueron traídas desde las montañas Preseli, ubi-
cadas en Gales, a más de 300 km. de distancia de la llanura de Salisbury donde
se ubica el monumento. La Figura 124 muestra el túmulo del monumento 7 de
la necrópolis megalítica de Alcalar (Algarbe, portugal), para cuya construcción
se utilizaron bloques de caliza blanca que reflejan vivamente la luz del sol, ha-
ciendo a los monumentos muy claramente visibles desde lejos.

 Un último factor influyente en el aspecto visual de la experiencia sensorial y


cognitiva de estar en un espacio megalítico al que se ha venido prestando aten-
ción reciente es el del color, o más concretamente el de la decoración polícroma
(a la que se ha prestado tradicionalmente menor atención que grabada por su
menor grado de conservación). Entre los importantes avances que se están pro-
duciendo en esta dirección en el marco de la prehistoria peninsular destaca sin
duda el caso del dolmen de Alberite (Cádiz), donde ha podido comprobarse en
toda su extensión la riqueza de la coloración de los ortostatos que conformaban

171
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

la galería de este monumento, algunos de los cuales habían sido pintados por
todas sus caras antes de ser colocados en su emplazamiento definitivo dentro
de la construcción (Bueno y Balbín, 1996).

Más allá de la visibilidad, recientemente se han hecho estudios realmente intere-


santes relativos a otra dimensión sensorial y cognitiva de los paisajes rituales me-
galíticos: la acústica. Los experimentos llevados a cabo en esta dirección por A.
Watson y D. Keating (1999) en varios monumentos de las Islas Británicas han mos-
trado que las piedras que delimitan algunos cromlechs producen determinados pau-
tas acústicas semejantes a las que pueden encontrarse en auditorios, o que la pro-
pagación de sonidos emitidos con ciertos instrumentos (por ejemplo tambores)
desde dentro de cámaras funerarias cubiertas por grandes túmulos producen espe-
ciales efectos sensoriales dentro y fuera del monumento. En el caso concreto del
passage grave de Camster Round (Escocia), el sonido de tambores emitido desde
dentro de la cámara del monumento no era perceptible desde fuera del monumento,
pero (increíblemente) sí desde la cámara de otro dolmen ubicado a casi doscientos
metros de distancia en forma de un rumor o temblor procedente del propio subsuelo
(por el que se propagan las ondas acústicas).

e) Probablemente sea en el análisis de la dimensión de temporalidad en la signifi-


cación de los monumentos y paisajes megalíticos donde la propuesta postprocesua-
lista ha conseguido resultados más renovadores. En este sentido, un hecho compro-
bado desde antiguo es que el megalitismo es un fenómeno cultural de muy larga
duración temporal. En algunas regiones europeas la construcción activa (ex novo)
de monumentos megalíticos se extiende durante dos y hasta tres mil años, mientras
que incluso después de que cesen y desaparezcan las dinámicas que dan lugar a su
erección, muchos monumentos megalíticos de carácter funerarios son re-utilizados
y re-interpretados durante cientos de años más (Sherratt, 1990:338)4. En un análisis
del fenómeno megalítico en el norte de Alemania, los diversos estadios que han
recorrido los monumentos megalíticos a lo largo de tan dilatados periodos de
tiempo han sido descritos como infancia y juventud (construcción y uso original),
vida adulta (reutilización por parte de comunidades no constructoras de megalitos)
y vida anciana (abandono, desuso e inserción en el folklore y la mitología locales)
respectivamente (Holtorf, 1998:35) (Figura 125).

Dada esta constatada base empírica de su enorme vigencia cronológica, y de


acuerdo con la premisa teórica post-procesualista discutida anteriormente según la
cual uno de los aspectos fundamentales de la significación subjetiva del paisaje para
el individuo es el de la memoria, un aspecto del megalitismo europeo que habría

4
De hecho, en cierto sentido, algunos monumentos megalíticos europeos son re-utilizados todavía en nuestros
días. Cada año en junio se da una cierta polémica en el Reino Unido porque las asociaciones druídicas exis-
tentes en este país pugnan por celebrar el solsticio de verano dentro del recinto de Stonehenge, a lo que se
oponen las autoridades culturales de English Heritage por el perjuicio que ello puede suponer para tan antiguo
y frágil monumento.

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sido sistemáticamente infravalorado (si no ignorado) tanto por las aproximaciones


histórico-culturales como procesualistas, es el de su significación como lugares do-
tados de una potente significación subjetiva individual y colectiva como focos de
memoria y de experiencia humana pasada.

De hecho, si los megalitos viven y sobreviven a lo largo de lapsos temporales tan


extraordinariamente dilatados es por que, de alguna forma, engloban una noción de
tiempo. Quizás ellos mismos sean el tiempo, su encarnación, para las comunidades
que los construyen. Frente al tiempo estancado de los cazadores y recolectores, los
campesinos inventan un tiempo lineal (Criado Boado, 1989:85) que sería material-
mente expresado en las cámaras funerarias megalíticas (depósitos de ancestros, in-
ventario de generaciones) y en el papel que, según se ha discutido más arriba, los
monumentos megalíticos juegan como centros de culto (y calendarios) de carácter
astronómico. Como expresiones materiales de temporalidad, la historia de los mo-
numentos megalíticos europeos es rica, integrando tanto el pasado humano (genea-
logías) como el pasado mítico (cosmogonía). Ya en el Neolítico, en la propia in-
fancia del fenómeno megalítico, se constatan evidencias de esta potente y dual di-
mensión temporal.

Por un lado, en muchas cámaras funerarias de las Islas Británicas los cuerpos son
depositados completos y luego, una vez que los huesos han quedado secos, reorga-
nizados parcial o completamente (Thomas, 1993a:35). Más que lugares de reposo,
las cámaras mortuorias son lugares de transformación y control de los vestigios de
las generaciones pasadas y por tanto del tiempo genealógico. Dado su papel como
depósitos inmanentes de identidad cultural del grupo humano, no es de extrañar que
la profanación de cámaras funerarias colectivas y el robo y destrucción de los hue-
sos de los antepasados allí enterrados tenga el efecto de producir en las comunida-
des afrentadas una profunda desmoralización (Anderson, 1990).

Similarmente, en la Bretaña francesa son numerosos los casos de re-utilización de


menhires decorados y estelas-menhir pre-existentes dentro de la estructura de cá-
maras de nueva construcción (L’Helgouach, 1983; Le Roux, 1984; Briard, 1987;
Bradley, 1989; Patton, 1993; etc.). Si los menhires decorados tienen un valor como
expresión de un elemento sexual masculino presente en la cosmogonía de las co-
munidades constructoras de megalitos, entonces su re-adaptación y re-utilización
en cámaras funerarias nuevas puede ser interpretada como evidencia de la signifi-
cación de determinados lugares sagrados megalíticos como focos de permanencia
del pasado mítico.

En regiones del norte de las islas británicas donde durante la Edad del Bronce ya
no se practica la construcción de megalitos se construyen viviendas a la entrada de
antiguos dólmenes, controlando su acceso (Hingley, 1996:236). No parece proba-
ble que la construcción de espacios domésticos a la entrada de los antiguos mauso-
leos de los antepasados sea un acontecimiento aleatorio, carente de una significa-
ción simbólica. Por diversas regiones de Europa occidental es frecuente la presencia

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de inhumaciones de la Edad del Bronce y de incineraciones del Bronce Final y de


la Edad del Hierro sobre los túmulos de viejos monumentos megalíticos. Enterra-
mientos individuales en fosa o en cista, incineraciones en urnas, ofrendas y una
multitud de prácticas escatológicas se añaden a la milenaria existencia de los mo-
numentos megalíticos. En el norte de Alemania, donde estos casos han sido bien
documentados, se ha estimado que hasta un tercio de los monumentos megalíticos
funerarios presentan este tipo de reutilizaciones (Holtorf, 1998:28). Aunque esas
comunidades prehistóricas no construían megalitos (de hecho, en la Edad del Hie-
rro los megalitos eran ya ruinas milenarias), eran conscientes de su existencia y los
reverenciaban como venerables focos de lo sagrado y como expresión material de
la memoria.

Incluso cuando la extensión del cristianismo por todo el continente europeo esta-
blece una importante barrera para la reproducción de viejos sistemas de creencias
ahora paganos, los monumentos megalíticos seguirán ejerciendo una poderosa fas-
cinación sobre las poblaciones locales. Tanto así, que las primeras iglesias cristia-
nas se ven obligadas a adoptar medidas para combatir la existencia de cultos paga-
nos asociados a lugares y templos prehistóricos, bien sea por la vía del rechazo
radical y de la destrucción (purificación), bien sea mediante intentos de transfor-
mación y adaptación (asimilación) (Holtorf, 1997:81-82). En relación con la pri-
mera de ambas estrategias, por toda Europa encontramos hoy día una casuística
extraordinaria de capillas e iglesias cristianas erigidas encima o alrededor de mo-
numentos megalíticos, al igual que se detectan casos de continuidad milenaria de
lugares que son sagrados durante la Prehistoria Reciente (por ejemplo, santuarios
rupestres) y posteriormente son asimilados en forma de ermitas cristianizadas (Par-
cero y otros, 1998). En relación con la segunda ellas, una reciente biografía del
monumento neolítico británico de Avebury deja vívida constancia de la fascinante
historia de supervivencia que las grandes piedras de sus cromlechs y avenidas ce-
remoniales han vivido hasta nuestros días, superando milagrosamente, no ya solo
la piqueta de los canteros locales, sino también la furia catártica de los autos de fe
(sic) que la iglesia anglicana llegó a organizar en el siglo XVII d.n.e. para acabar
con el paganismo y la brujería que el sitio suscitaba (Pollard y Reynolds, 2002).

3.3.d.- Lecturas recomendadas

Aspectos teóricos y epistemológicos.

Introductorias

Criado, F. (1993): "Límites y posibilidades de la arqueología del paisaje.” Spal 2, 9-56. Sevilla. Uni-
versidad de Sevilla

Hodder, I. (1988): Interpretación en Arqueología. Corrientes Actuales. Barcelona. Crítica

Thomas, J. (1993): “The politics of vision and the archaeologies of landscape.” En Bender, B. (Ed.):
Landscape, Politics and Perspectives, 19-48. Oxford. Berg

Thomas, J. (2001): "Archaeologies of place and landscape." En Hodder, I. (Ed.): Archaeological

174
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Theory Today, 165-186. Cambridge. Polity

Tilley, C. (1994): Places, Paths and Monuments. A Phenomenology of Landscape. Oxford. Berg

Avanzadas

Ashmore, W. y Knapp, A. B. (Eds.) (1999): Archaeologies of Landscape. Contemporary Perspec-


tives. Oxford. Blackwell

Ucko, P. J. - Layton, R. (Eds.) (1999): The Archaeology and Anthropology of Landscape: Shaping
your Landscape, 31-45. London. Routledge

Bradley, R. (2000): An Archaeology of Natural Places. London. Routledge

Cosgrove, D. (1993): “Landscape and myths, gods and humans.” En Bender, B. (Ed.): Landscape,
Politics and Perspectives, 281-305. Oxford. Berg

Criado, F. (1993): "Visibilidad e interpretación del registro arqueológico.” Trabajos de Prehistoria 50.
Madrid. CSIC

Ingold, T. (1993): “The temporality of the landscape.” World Archaeology 25 (2), 152-174.

Küchler, S. (1993): “Landscape as memory: the mapping of process and its representation in a Mel-
anesian society.” En Bender, B. (Ed.): Landscape, Politics and Perspectives, 85-106. Oxford. Berg

Nash, G. (Ed.) (1997): Semiotics of Landscape: Archaeology of Mind (Papers presented at a Session
of 1994 TAG). BAR S661. Oxford. Archaeopress

Santos Estévez, M. - Parcero Oubiña, C. -Criado F. (1997): "De la arqueología simbólica del paisaje
a la arqueología de los paisajes sagrados.” Trabajos de Prehistoria 54 (2), 61-80. Madrid. CSIC

Paisajes megalíticos en Europa occidental

Introductorias

Criado, F. (1988): "Arqueología del paisaje y espacio megalítico en Galicia.” Arqueología Espacial
12. Lisboa-Teruel. Colegio Universitario de Teruel

CRIADO, F. (1989): “Megalitos, espacio, pensamiento.” Trabajos de Prehistoria 46, 75-98. Madrid.
CSIC

Thomas, J. (1993): “The hermeneutics of megalithic space.” En Tilley, C. (Ed.): Interpretative Ar-
chaeology, 73-97. Oxford. Berg

Tilley, C. (1994): Places, Paths and Monuments. A Phenomenology of Landscape. Oxford. Berg

Avanzadas

Bender, B. (2000): “Investigating landscapes and identity in the Neolithic.” En Ritchie, A. (Ed.): Neo-
lithic Orkney in its European Context, 223-230. Cambridge. McDonald Institute

Bradley, R. (1998b): The Significance of Monuments. On the Shaping of Human Experience in Neo-
lithic and Bronze Age Europe. London. Routlegde

Bradley, R. (2002): The Past in Prehistoric Societies. London. Routledge

Edmonds, M. (1999): Ancestral Geographies of the Neolithic. Landscapes, Monuments and Memory.
London. Routledge

175
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Holtorf, C. J. (1996): “Towards a chronology of megaliths: understanding monumental time and cul-
tural memory.” Journal of European Archaeology 4, 119-152.

Holtorf, C. J. (1998): ""The life-histories of megaliths in Mecklenburg-Vorpommern (Germany)." En


Bradley, R. y Williams, H. (Eds.): The Past in the Past. The Reuse of Ancient Monuments. World
Archaeology 30 (1), 23-39. London. Routledge

Laporte, L. - Joussaume, R. - Scarre, C. (2002): "The perception of space and geometry: megalithic
monuments of west-central France in their relationship to the landscape." Scarre,C. (Ed.): Monu-
ments and Landscape in Atlantic Europe. Perception and Society during the Neolithic and Early
Bronze Age, 73-83. London. Routledge

Richards, C. C. (1996): “Monuments as landscape: creating the centre of the world in late Neolithic
Orkney.” Bradley, R. (Ed.) (1996): Sacred Geography. World Archaeology 28 (2), 190-208. London.
Routledge

Thomas, J. (2000): “Death, identity and the body in Neolithic Britain.” The Journal of the Royal An-
thropological Institute 6 (4), 653-668. London

176
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

3.4.-Centros y Periferias. La Propuesta de la Teoría de


los Sistemas Mundiales.
3.4.a.- Referentes epistemológicos.

La Teoría de Sistemas Mundiales (en lo sucesivo TSM) constituye una aproxima-


ción bastante reciente e innovadora al estudio de las relaciones grupo-grupo a escala
macro (inter-regional o incluso trans-continental). En apenas dos décadas, la TSM
se ha constituido en un marco epistemológico ampliamente aceptado para el análi-
sis de los procesos de interacción económica y política entre formaciones sociales
y modos de producción (sistemas económico-sociales y políticos) a gran escala
geográfica, analizando el problema del desarrollo y expansión del estado y las for-
mas de dependencia y sumisión que el mismo genera en regiones periféricas ocu-
padas por sociedades de menor nivel de desarrollo tecnológico (a través de meca-
nismos como el comercio de larga distancia, el colonialismo o el imperialismo) y
la interacción mutua experimentada entre el centro* y su periferia*. Frente al énfa-
sis de la Ecología Cultural por las relaciones grupo-medio, la TSM plantea una
aproximación a las relaciones grupo-grupo, que también incorpora la variable eco-
lógica, pero que expande el foco de interés del análisis histórico y arqueológico
mucho más allá, hacia lo económico, político e ideológico, asumiendo perspectivas
verdaderamente ambiciosas en lo temporal (procesos de larga duración, cientos y
miles de años) y espacial (procesos de interacción entre sociedades distantes cientos
y miles de kilómetros).

Para valorar la significación de la TSM en el análisis territorial arqueológico actual


se plantea en primer lugar una discusión básica de los rasgos generales de la pro-
puesta seminal de la que deriva la TSM, así como la crítica y posterior expansión y
ampliación a que ha sido sometida. Posteriormente se discuten los aspectos gene-
rales de su integración en el análisis territorial arqueológico, planteándose el caso
de las sociedades europeas de la Edad del Bronce como estudio de caso.

a) La formulación original de la TSM se encuentra en la propuesta de Immanuel


Wallerstein (1930 - ), historiador norteamericano y profesor en la Universidad Es-
tatal de Nueva York (SUNY). En su obra The Modern World-System5 publicada en
tres volúmenes a lo largo de 15 años (Wallerstein, 1974; 1980; 1989), Wallerstein
se interesa por el origen histórico de lo que define como economía mundial capita-
lista contemporánea, donde los procesos económicos a escala local en regiones pe-
riféricas se ven fuertemente mediatizados por decisiones y procesos que tienen lu-
gar en otras regiones (centros) situadas a cientos y miles de kilómetros de distancia.

Ciertamente, Wallerstein no fue el primer historiador en interesarse por esta línea


de análisis. Ya en el siglo XIX, K. Marx (1818-1893) había esbozado las relaciones

5
El título completo del primer volumen es El Moderno Sistema Mundial I. La Agricultura Capitalista y los
Orígenes de la Economía Mundial Europea en el Siglo XVI. Edición española por Siglo XXI (1984)

177
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
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estructurales de dependencia económica que desde el siglo XVI d.n.e. se habían


establecido entre los centros capitalistas europeos por un lado y otras muchas re-
giones del planeta (notablemente América y África) por otro. Así, con su habitual
vigor expresivo, Marx afirmaba en El Capital:

“El descubrimiento de oro y plata en América, la extirpación, esclavización y con-


dena de las poblaciones aborígenes a las minas, los comienzos de la conquista y
saqueo de las Indias Orientales, la transformación de África en un coto para la
cacería comercial de los hombres de piel negra, son los eventos que marcan el
sonrosado amanecer de la producción capitalista. Estos idílicos asuntos constitu-
yen los momentos principales de la acumulación primitiva de capital. Sobre sus
talones camina la guerra comercial entre las naciones europeas, con el globo por
teatro de operaciones.”

Entrado el siglo XX, una serie de historiadores y sociólogos de inspiración marxista


tales como André Gunder Frank, Samir Amín y otros, agrupados bajo la etiqueta
genérica de teóricos del desarrollo, abundaron también en este enfoque, expo-
niendo que la pobreza y subdesarrollo del Tercer Mundo constituyen un resultado
estructural de la división internacional del trabajo y la extracción de plusvalías pa-
trocinadas por los países centrales del sistema capitalista. Es decir, las relaciones
productivas, tecnológicas y financieras hacen que las regiones periféricas sean es-
tructural e inevitablemente dependientes del poder del centro capitalista mundial,
al que se encuentran sometidas.

Con relativa independencia de estos precedentes, sin embargo, el trabajo de


Wallerstein, logra un grado de sistematización conceptual y de penetración y rigor
histórico que hará que, en un escaso margen de tiempo la TSM adquiera una gran
influencia dentro de la comunidad de historiadores del mundo contemporáneo, así
como (en un corto margen de tiempo) también para los antropólogos y arqueólo-
gos6. Los elementos básicos de la propuesta de Wallerstein son los siguientes:

 Para Wallerstein existen dos tipos de sistemas mundiales: la economía mun-


dial y los imperios mundiales. Tan solo ha existido en la historia una verda-
dera economía mundial: la capitalista. Con anterioridad existieron algunas
economías de escala supra-regional que, no obstante, derivaron indefecti-
blemente hacia imperios mundiales, en los que una sola formación política
se extendió hasta dominar áreas más o menos grandes ocupadas por socie-
dades de inferior grado de complejidad. Por ello, Wallerstein apenas presta
atención en sus análisis a las sociedades pre-capitalistas (aún menos en las
prehistóricas) a las que explícitamente excluye de su análisis. Su enfoque

6
Evidencia de la fuerza con la TSM arraiga en las ciencias sociales es que en 1995 se crea en Estados Unidos
una revista científica en línea denominada Journal of World-Systems Research (csf.colorado.edu/jwsr/) con el
objeto de dar cauce a las investigaciones que asumen este enfoque para abordar problemas de históricos, so-
ciológicos, arqueológicos o antropológicos.

178
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
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se centra y restringe al origen y desarrollo de la economía mundial capita-


lista contemporánea.

 En el centro del sistema se encuentra una serie de estados con instituciones


económicas y financieras sofisticadas capaces de extraer las plusvalías de
la periferia. Entre estos estados centrales existe una competición que hace
que, con el transcurso del tiempo, se alternen en las posiciones de hegemo-
nía y liderazgo.

 En la periferia del sistema existen sociedades provistas de instituciones pro-


ductivas y financieras débiles, por lo que su economía se basa en la expor-
tación de materias primas, que pueden ser de carácter subsistencial (algo-
dón, fruta, madera) u orientadas a la elaboración de bienes de prestigio (oro,
diamantes) y fuerza de trabajo barata al centro. El centro dispone del know-
how tecnológico y científico, exportando a la periferia artículos manufactu-
rados sofisticados a cambio de las materias primas.

 La TSM según su definición por Wallerstein es básicamente coherente con


la teoría sustantivista, según la cual las economías pre-capitalistas son cua-
litativamente diferentes a la capitalista, y no pueden ser analizadas con los
mismos parámetros (por ejemplo, existencia de un mercado capitalista) que
aplicamos en el análisis de ésta.

b) Casi desde el mismo momento de su formulación básica se producen una serie


de importantes re-elaboraciones de la TSM wallersteniana. Básicamente, un impor-
tante número de sociólogos, historiadores, antropólogos y arqueólogos advierten
que Wallerstein ha sido poco perspicaz a la de hora de vislumbrar el potencial que
su propia teoría tiene para ser aplicada a las sociedades precapitalistas y prehistóri-
cas, proponiendo consecuentemente sucesivas ampliaciones de la misma.

Así, por ejemplo, A. G. Frank y B. K. Gills proponen la tesis de que, al contrario


de lo afirmado por Wallerstein, el sistema mundial moderno tiene una historia de
al menos 5000 años, remontándose al origen de los estados e imperios del Próximo
Oriente hacia 3000 a.n.e. (Frank y Gills, 1993; Frank, 1993). Los elementos funda-
mentales sobre los que sostienen esta propuesta son:

 El sistema mundial actual se extiende al menos 5000 años en el Pasado. No es


que, como propone Wallerstein, hayan existido diversos sistemas mundiales
(economías mundiales o imperios mundiales) que han aparecido y desapare-
cido: es que ha existido un único sistema mundial, en constante transformación
desde entonces. Para Frank y Gills, el sistema mundial nace originalmente en
el Próximo Oriente, uniendo regiones de Anatolia, Meosopotamia, Egipto y Si-
ria-Palestina, en principio por razones ecológicas, es decir, para superar la au-
sencia de determinadas materias primas en cada una de esas regiones.

179
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

 La fuerza motora de la prehistoria/historia del sistema mundial es la acumula-


ción de capital. Descartan la especificidad del sistema mundial capitalista mo-
derno en este sentido: la acumulación de capital por las élites viene siendo el
motor central del sistema mundial desde hace al menos cinco milenios.

 El sistema mundial se ha caracterizado desde el principio por la dicotomía cen-


tro-periferia en los términos generales básicos propuestos por I. Wallerstein,
aunque Frank y Gills proponen dos matizaciones importantes: por un lado, el
comercio de materias primas y objetos manufacturados de prestigio ha tenido
en el Pasado mucha más importancia de la supuesta, mientras que por otro, la
capacidad de la periferia para inducir importantes cambios en el centro ha sido
igualmente infraestimada.

 La historia del sistema mundial es una sucesión de periodos de hegemonía y


rivalidad entre los estados centrales que compiten por la preeminencia dentro
del sistema. La hegemonía política y militar permite al estado (o estados) hege-
mónicos controlar la acumulación de capital durante un periodo a expensas de
la periferia o de otros estados centrales rivales. Pasado un tiempo, frecuente-
mente por sobre-extensión de sus límites y el consecuente desbordamiento de
su capacidad de control del sistema, el estado hegemónico pierde su poder, que
es transferido a un rival.

 Asimismo, la historia del sistema mundial se caracteriza por ciclos económicos


expansivos (denominados de Tipo A) y recesivos (de Tipo B) de duración corta
(por ejemplo 50 años) y larga (por ejemplo 250 años).

Otra importante revisión de la TSM ha venido de la mano del trabajo de los soció-
logos Thomas Hall y Christopher Chase-Dunn, quienes ha introducido nuevos y
significativos elementos en la teoría wallersteniana seminal (Chase-Dunn y Hall,
1991; Hall y Chase-Dunn, 1996; Hall, 1996). Como Frank y Gills, Hall y Chase-
Dunn afirman la gran aplicabilidad e interés de la TSM para el estudio de las socie-
dades pre-capitalistas, proponiendo la profundización en su heurística y su aplica-
ción a casos históricos y prehistóricos concretos, aunque en otros casos divergen
de aquellos autores, matizando sus propuestas. Los elementos fundamentales de la
propuesta de Hall y Chase-Dunn son los siguientes:

 La TSM debe ser el marco general desde el que se analice la interacción inter-
social dentro de la totalidad de la evolución socio-cultural humana. Hall y
Chase-Dunn proponen que la TSM debe aplicarse incluso a las sociedades neo-
líticas más antiguas, remontando por tanto su marco cronológico de referencia
hasta c. 10.000 BP. Los ciclos de imperialismo y rivalidad de las potencias cen-
trales y la gradual expansión de los sistemas mundiales, combinados con pro-
cesos demográficos, ecológicos y epidemiológicos de largo alcance conforman
la base para el estudio de la evolución socio-cultural a gran escala. Hall y Chase-
Dunn, por tanto, atribuyen a la TSM una importancia sustancial en el futuro

180
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

estudio de la evolución social y cultural humana, una importancia que tras-


ciende con mucho el estudio de la mera historia moderna o contemporánea.

 La inicial teoría wallersteniana debe ser sometida a una extensiva modificación


para ser adaptada la mayor complejidad de situaciones que se dan entre las so-
ciedades pre-capitalistas.

 Los sistemas mundiales tienden a una oscilación entre periodos de expansión y


contracción, o al menos entre periodos de expansión acelerada y expansión
lenta. Asimismo, conforme surgen entidades sociopolíticas jerarquizadas y es-
tatales los sistemas mundiales empiezan a experimentar ciclos de auge y caída
debido a la competencia y rivalidad de los mismos por la supremacía en el sis-
tema. Los sistemas mundiales son, pues, de naturaleza eminentemente cíclica,
en lo que coinciden con Frank y Gills.

 Los sistemas mundiales tienen cuatro tipos básicos de fronteras o delimitacio-


nes territoriales, no necesariamente coincidentes, y que incluyen una que deli-
mita el flujo de información, otra que limita el flujo de bienes de lujo o presti-
gio, otra que delimita la interacción político-militar y una cuarta que delimita
la circulación de bienes subsistenciales.

 En base a la articulación territorial de esos cuatro tipos de flujos, sus delimita-


ciones, el grado de incorporación de la periferia al centro y la complejidad de
las sociedades previamente existentes en torno al centro en expansión, distin-
guen tres tipos básicos de sistemas mundiales:

o De carácter normativo-parental.

o De carácter estatal, base tributaria y políticamente coercitivos (mu-


chos de los cuales devienen imperios mundiales)

o De carácter estatal, base capitalista y económicamente coercitivos.

A partir de c. 3000 a.n.e. los sistemas mundiales devienen de carácter eminen-


temente tributario, rompiendo y subvirtiendo las reglas parentales (familiares)
de ordenación social y reemplazándolas para siempre con el poder coercitivo.
El surgimiento del estado y de los sistemas mundiales estatales permitió el co-
mienzo de una acumulación de capital mucho más intensa de la que había sido
anteriormente posible. Aunque se da una gran diversidad de formas de estado
tributario, todos ellos se basan en el mismo principio: el de la exacción de la
producción de sus productores directos. Consiguientemente, Hall y Chase-
Dunn perciben una relación directa entre la expansión del estado, la expansión
de los sistemas mundiales y la expansión de la desigualdad a escala planetaria.

 La gradual expansión de los sistemas mundiales produce la formación y trans-


formación de nuevas y viejas estructuras de relaciones sociales y políticas en

181
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

regiones cada vez más alejadas del centro y ocupadas por comunidades de me-
nor grado de complejidad social y política. La importancia dada a la TSM es tal
que no se concibe ya el estudio del cambio social si no es en relación con las
fuerzas económicas y políticas que, a través de redes trans-regionales (a veces
trans-continentales) de intercambio, afectan y alteran el curso de la evolución
estrictamente endógena.

 En el proceso de interacción centro y periferia se influyen y transforman mu-


tuamente, en un proceso bidireccional. La investigación futura debe prestar so-
bre todo más atención a los cambios generados por las sociedades periféricas
en las regiones y entidades políticas centrales, ya que este aspecto ha sido ini-
cialmente subestimado por los estudiosos. De acuerdo al grado de incorpora-
ción de la periferia al centro (es decir, hasta qué punto los cuatro tipos de flujos
están directamente controlados por el centro), Hall y Chase-Dunn distinguen un
continuo en la formación de los de sistemas mundiales.

FUERZA DE LA IN- NINGUNA DEBIL MODERADA FUERTE


CORPORACION
IMPACTO DEL NU- Ninguna Fuerte Muy fuerte Extremada-
CLEO SOBRE LA mente fuerte
PERIFERIA
IMPACTO DE LA Ninguna Escasa Moderada Significativa
PERIFERIA SOBRE
EL NUCLEO
TIPO DE PERIFE- Área Periferia de Periferia margi- Periferia abso-
RIA Externa contacto nal o región de luta o periferia
refugio dependiente
TERMINOLOGIA Área Ex- Incorporación Periferalización
terna
Tabla 11
El continuo de incorporación de centros y periferias
Fuente: Hall (1996)

 Un último aspecto significativo de la propuesta de Hall y Chase-Dunn es el de


la reversibilidad en la incorporación, que ocurre cuando el centro se derrumba
o cuando las conexiones entre el centro y la periferia son cortadas. Ello puede
redundar bien en una disminución de los niveles de desigualdad social implan-
tados en la periferia por la acción del centro, o bien en un colapso estructural (a
su vez) de la periferia, si había llegado a ser fuertemente dependiente del flujo
de, por ejemplo, bienes de prestigio desde el centro, o bien en una transforma-
ción de la periferia en nuevo centro.

En conjunto, por tanto, la TSM es sometida a una reformulación comprehensiva,


incorporando diferentes sensibilidades epistemológicas, por lo que más que una
teoría pasa realmente a ser una perspectiva (Hall, 1996; McGuire, 1996) que des-
borda ampliamente las implicaciones en principio sostenidas por I. Wallerstein.

182
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Buen ejemplo de ello son los múltiples trabajos que han desarrollado la TSM en el
contexto de sociedades prehistóricas documentadas únicamente a través de la Ar-
queología. Tal es el caso de las sociedades estatales prehistóricas mesoamericanas
y andinas (Pailes y Whitecotton, 1975; Di Peso, 1983; Blanton y Feinman, 1984;
Patterson, 1991; Peregrine y Feinman, 1996; etc.) de los estados e imperios del
Próximo Oriente (Kipp y Schortman, 1989; Edens, 1992; Edens y Kohl, 1993;
Frank, 1992; Algaze, 1993a; 1993b; Stein, 1999; etc.), o de la relación del imperio
romano con las poblaciones bárbaras de su entorno (Woolf, 1990).

3.4.b.- Aplicación arqueológica de la TSM.

Los intentos de aplicación específica de los conceptos involucrados en la TSM a la


resolución de problemas arqueológicos (intentos que después de unos primeros en-
sayos incipientes se han multiplicado con fuerza en la última década), han requerido
del desarrollo y aplicación de algunos conceptos, métodos y técnicas específicas.

a) La introducción de la TSM en el contexto de la Arqueología ha requerido una


importante adaptación conceptual, sobre todo en relación con la complejidad de los
aparatos institucionales involucrados en la relación entre centros y periferias
(Champion, 1989). La TSM (sea según su definición seminal por Wallerstein o se-
gún re-lecturas posteriores) ha sido valorada como altamente productiva para la
comprensión de determinados fenómenos de interacción y cambio social y econó-
mico en sociedades complejas tanto del viejo como del nuevo mundo. Tales casos
son, básicamente, aquellos circunscritos por el desarrollo prístino del Estado en
Mesopotamia, Mesoamérica y los Andes y el temprano comienzo de su expansión
territorial a partir de la integración de sucesivas periferias (es decir, la absorción o
asimilación de sociedades de tipo jerarquizado, tales como tribus, cacicazgos o je-
faturas, y de tipo más igualitarista, como las bandas), notablemente en el caso del
Viejo Mundo. Todavía no se ha propuesto seriamente la aplicabilidad de la TSM
en el marco del análisis de las sociedades de cazadores y recolectores: como se vio
anteriormente, las propuestas más audaces, en cuanto a la profundidad temporal de
la virtualidad de la TSM como heurístico, no lo trasladan más allá de c. 10.000 BP,
es decir, coincidiendo con el origen de la economía productora y el sedentarismo,
un proceso íntimamente ligado al surgimiento prístino del estado.

A este respecto, se ha abierto el debate respecto a la adecuación de las categorías


conceptuales a utilizar, al menos en cuatro frentes: el de la tecnología del poder
utilizada por el centro, el de la multiplicidad de niveles de complejidad sociopolí-
tica presente entre las sociedades de la periferia que entran en el radio de acción e
intervención de los estados centrales, el de los mecanismos a través de los cuales
se verifica el intercambio comercial entre centro y periferia, y el de la definición y
papel de la frontera.

 La tecnología del poder (es decir, la tecnología militar, y de comunicaciones y


transporte) en que se basa la acción del centro sobre la periferia se encuentra

183
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

menos desarrollada entre las sociedades estatales prehistóricas que dentro del
mundo capitalista moderno. No obstante, cabe observar que en muchos casos
las diferencias a este nivel entre ciertos sistemas mundiales prehistóricos y cier-
tos sistemas mundiales históricos pre-capitalistas son bastante menores de lo
que cabría imaginar en un primer momento.

 Otro problema significativo es el de la multiplicidad de niveles de complejidad


socio-política observables tanto en el centro como en la periferia de los sistemas
mundiales prehistóricos. Algunas contribuciones significativas en esta direc-
ción han derivado del aggiornamento de las categorías que esbozara de forma
muy somera por K. Marx en su investigación sobre los orígenes del capitalismo
(Marx y Hobwbawm, 1979). En un artículo muy influyente, los arqueólogos
norteamericanos C. Gailey y T. Patterson (1988) revisaron precisamente la heu-
rística marxista de los modos de producción, actualizándola de acuerdo con el
bagaje empírico actualmente disponible (notemos que cuando K. Marx propuso
su heurística de los modos de producción pre-capitalistas tanto la Arqueología
prehistórica como la etnografía se encontraban en su infancia). Básicamente,
Patterson y Gailey proponen que el estado primigenio prístino7 puede ser de
tipo tributario débil o de tipo tributario fuerte, de acuerdo con su menor o ma-
yor capacidad para especificar con detalle los bienes y servicios que le deben
ser tributados (los estados tributarios fuertes disponen de una tecnología del
poder más avanzada que les permite especificar a los productores qué servicios
y productos deben rendir al estado en calidad de tributos y al mismo tiempo
emplear métodos coercitivos más persuasivos para lograr dicha tributación sea
completa y efectiva). Según sea fuerte o débil, el estado prístino comenzará a
desarrollar pautas de interacción diversas con las sociedades vecinas que se en-
cuentran en su entorno, las cuales pueden ser, a su vez de muy variable grado
de complejidad social (Figuras 126 y 127). Entre estos grados de complejidad,
ambos autores distinguen como principales los modos de producción germá-
nico, de linaje y comunal. Por tomar un ejemplo, un estado tributario fuerte con
una sociedad de tipo germánico en su periferia inmediata comienza a desarrollar
una pauta de interacción con la misma basada en el intercambio: la sociedad de
tipo germánico proporciona al estado central materias primas exóticas y escla-
vos que obtiene mediante intercambio o razzias de sociedades menos complejas
(de tipo linaje o banda) de su propio entorno, mientras que a cambio el estado
proporciona a la elite de la sociedad germánica bienes manufacturados de lujo
(quincalla). Con el transcurso de esta relación, la sociedad germánica, que en
principio no es estatal, desarrolla una cada vez más potente clase militar, espe-
cializada en el saqueo y el pillaje necesarios para abastecer al centro de tales
productos. Esa clase militar puede, en un estadio más avanzado, comenzar a
integrarse en estructuras políticas y militares del propio estado central. En este

7
De acuerdo con la terminología propuesta por M. Fried, el estado puede clasificarse preliminarmente en
términos de su origen, de acuerdo a si su desarrollo obedece fundamentalmente a causas endógenas (estado
prístino) o si por el contrario resulta de la activa intervención de un estado ya existente (estado secundario)
(Fried, 1967).

184
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

caso la interacción centro-periferia puede efectivamente producir cambios so-


ciales y políticos a nivel interno dentro de las sociedades periféricas expuestas
a la acción del estado, exactamente como postulan teóricos como Franks, Gills,
Chase-Dunn o Hall. Incluso, en caso de que la evolución del estado central evo-
lucione no hacia su consolidación y expansión, sino hacia el colapso, la socie-
dad germánica periférica puede transformarse en un centro estatal ella misma
(un estado tributario débil, probablemente), produciendo así un efecto de corri-
miento (o dominó) en la expansión del propio estado en el territorio.

 El tercer grupo de categorías conceptuales relativas a la complejidad de los apa-


ratos institucionales involucrados en la relación centro-periferia que ha reque-
rido de un proceso de adaptación para su traslado a la Prehistoria es el que co-
rresponde a los mecanismos de intercambio a través de los cuales se verifica
dicha relación. En este caso ha vuelto a cobrar vigencia el debate planteado en
los años 1960 entre el sustantivismo y el formalismo (Rowlands, 1987:4; Hod-
ges, 1987:120; Frank y Gills, 1993:41; Hall y Chase-Dunn, 1993:129), a las que
se hizo referencia anteriormente en relación con el Análisis de Captación de
Recursos. La mayor parte de las aplicaciones de la TSM a contextos prehistó-
ricos han optado claramente por la teoría sustantivista propuesta por el historia-
dor norteamericano de origen austro-húngaro K. Polanyi (1886 – 1964). Bási-
camente, Polanyi (1976) propone que en las sociedades no capitalistas, la eco-
nomía no es una actividad racionalmente diferenciada como tal, sino que apa-
rece integrada en todas las formas de actividad social: la economía viene cons-
tituida por un conjunto de medios y actividades subordinados a fines sociales,
no a la maximización del beneficio en el sentido mercantil-capitalista, por lo
que los productos, objetos y manufacturas carecen de un valor de mercado en
sí mismos, una noción que han sido luego retomadas por teóricos neo-marxistas
para el análisis del comercio de objetos de prestigio en la Prehistoria (Ro-
wlands, 1987). Polanyi desarrolla conceptos alternativos al de mercado para
explicar el funcionamiento económico de las sociedades primitivas, tales como
el de reciprocidad o el de redistribución, conceptos que posteriormente han
recibido amplia utilización para el estudio de la Prehistoria, y que de nuevo
vuelven a un primer plano con la introducción de la heurística de la TSM. Un
buen ejemplo es el modelo de sistemas dendríticos de lugar central que apare-
cen en la periferia de los sistemas mundiales y que se expresan en forma de
comunidades de entrada (gateway communities) y puertos de intercambio (ports
of trade) donde las élites locales encauzan y manipulan los bienes de prestigio
recibidos desde el centro para sostener y reforzar su propio poder a la vez que
actúan de intermediarias con los representantes comerciales del centro (Hodges,
1987:126).

 El análisis del papel de la frontera en la interacción entre centro y periferia co-


necta directamente con la abundante literatura sobre territorialidad teórica ya
discutida en la sección dedicada al análisis espacial arqueológico. En este sen-
tido, se ha planteado que la teoría original de Wallerstein tiene unas ciertas

185
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

connotaciones colonialistas por minimizar el papel cultural de las comunidades


de la frontera y del hinterland* exterior, reduciéndolas a meras receptoras de
las innovaciones del centro. Las fronteras del centro son así vistas como un
conjunto de marcadores territoriales que delimitan el territorio de expansión
colonial del Estado central, separándolo de los otros que habitan fuera, cuando
en realidad, una abundante casuística histórica y etnográfica muestra el papel
creativo que estas comunidades fronterizas asumen como focos de sincretismo
cultural (Lighfoot y Martínez, 1995:472).

b) El segundo orden de cuestiones principales en la que la TSM ha requerido de


una importante adaptación para su aplicabilidad al análisis de problemas estricta-
mente arqueológicos es de carácter más metodológico-técnico, aunque sigue te-
niendo mucho que ver con el problema del intercambio y el comercio. Afortunada-
mente, el énfasis que la TSM pone en el análisis de las relaciones de intercambio
de bienes subsistenciales y de prestigio entre el centro y la periferia se ha visto
respaldado, por una parte por la larga experiencia de la Arqueología en el trata-
miento de las tipologías de artefactos en base a su forma y decoración, y por otra
por la eclosión de técnicas arqueométricas que ha tenido lugar en la disciplina ar-
queológica en las últimas dos décadas. En efecto, la Arqueología Prehistórica ha
prestado tradicionalmente gran atención a la morfología y estilos decorativos de los
objetos, permitiendo así establecer procedencias y rutas de intercambio de los mis-
mos. Más recientemente, el desarrollo de técnicas arqueométricas de caracteriza-
ción de materiales ha posibilitado una nueva aproximación de base más empírica a
este problema (determinación de procedencias): un marco teórico de análisis nuevo
(la TSM) y unas nuevas técnicas de análisis (la Arqueometría) han coincidido en el
tiempo, aportando toda una serie de preguntas novedosas (el uno) y técnicas sus-
ceptibles de aportar las correspondientes respuestas (las otras).

Como se expuso en la primera parte de esta obra, en tanto que aplicación de prin-
cipios, técnicas y métodos físico-químicos para la resolución de problemas de or-
den arqueológico, la Arqueometría puede aportar evidencias esenciales relativas a
la caracterización composicional (elementos químicos) de los bienes intercambia-
dos (artefactos y ecofactos, bienes subsistenciales y de prestigio) entre el centro y
la periferia. Ello, a su vez, permite la determinación de los procesos técnicos de
fabricación, así como (en determinados casos) la procedencia de las materias pri-
mas empleadas. El análisis arqueométrico de los productos intercambiados (pro-
ductos que conformaban los flujos de bienes susbsistenciales y de prestigio citados
por Chase-Dunn y Hall) es absolutamente fundamental para una verdadera Arqueo-
logía de los sistemas mundiales prehistóricos. Los factores determinantes de la ca-
racterización arqueométrica de tales bienes son tres.

Por un lado, la naturaleza de los materiales según su carácter orgánico o inorgánico;


la procedencia de los materiales exóticos y raros es naturalmente más fácil de de-
terminar que la de los más comunes, ya que las fuentes de aprovisionamiento re-
sultan más fáciles de rastrear a partir de las composiciones elementales. La

186
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

existencia de cartografías temáticas adecuadas es crucial para el estudio de las pro-


cedencias de materias primas.

Por otro lado, son determinantes los propios procesos, manipulaciones y transfor-
maciones a que las materias primas son sometidas durante su transformación en
bienes de consumo: así, por ejemplo, la fundición de metales conlleva la desapari-
ción (volatilización) de algunos elementos químicos, mientras que en condiciones
de tecnología primitiva es común la reutilización de artefactos como materia prima
(por ejemplo reciclaje de armas viejas que son fundidas para posibilitar la manu-
factura de otras nuevas). Si el análisis composicional de los artefactos permite de-
terminar pautas regulares en conjuntos de objetos, ello suele atribuirse a un origen
determinado (mismo taller, misma ciudad, misma tradición artesana), posibilitando
la discusión de la procedencia de determinados bienes y sus técnicas o tradiciones
decorativas.

Finalmente, el tercer factor determinante es, claro, la propia precisión de los méto-
dos y técnicas de laboratorio, que, como ya se comentó antes, han experimentado
un tremendo avance en los últimos veinte años. Resumidamente, entre las técnicas
actualmente utilizadas de forma regular para la caracterización de materiales y su
lectura en el marco de redes de intercambio, se cuentan las siguientes (ver Tabla
11):

MATERIAL METODO ANALITICO


Cerámica Lámina delgada petrológica, XRD, Espectroscopía de Möss-
bauer, XRF, NAA, AAS, ICPS, PIXE & PIGME
Sílex AAS, ICPS, NAA, XRF, PIXE & PIGME
Mármol Análisis de isótopos de carbón y oxígeno
Jade Difracción Rayos X
Otras piedras Lámina delgada petrológica
Obsidiana AAS, ICPS, NAA, XRF, PIXE & PIGME
Concha Análisis de isótopos de carbón y oxígeno
Ámbar Espectroscopía de absorción infrarroja
Plomo Análisis de Isótopos de Plomo
Plata Análisis de Isótopos de Plomo, NAA
Cobre y bronce Isótopos de Plomo, NAA, AAS, ICPS
Tabla 11
Método arqueométricos de caracterización de materiales
Fuente: Renfrew y Bahn, 1991:320

 Análisis microscópico de láminas delgadas. Principio: Reconocimiento de


minerales, diatomeas, impurezas, etc. en rocas y cerámicas. Ámbito Apli-
cación: Cerámicas: estudio de desgrasantes, minerales utilizados y tamaños
medios.

 Microscopía electrónica de barrido. Principio: La superficie de la muestra


(en condiciones de alto vacío) es bombardeada, con un haz de electrones
acelerados, lo que hace que la muestra emita otros electrones, que son

187
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

recogidos por un escáner y a partir de los cuales se forman las imágenes.


Ámbito Aplicación: Materiales orgánicos e inorgánicos.

 Difracción de rayos X (XRF, del acrónimo inglés X-Ray Difraction). Prin-


cipio: La determinación/identificación de minerales es posible a partir de su
estructura cristalina, que refleja los rayos X en ángulos variables. Ámbito
Aplicación: Cerámicas, estudio de desgrasantes.

 Espectroscopia de absorción de rayos infra-rojos. Principio: Los componen-


tes orgánicos del material absorben diferentes longitudes de onda de radia-
ción infrarroja. Ámbito Aplicación: Ámbar

 Espectrometría de fluorescencia de rayos X (XRF, del acrónimo inglés X-


ray Fluorescence). Principio: Se aplica un haz de rayos X a la superficie de
la muestra, que hace que los electrones de la misma se activen. Cuando el
haz de rayos X es cortado, los electrones emiten rayos X secundarios (o
fluorescentes) con una fuerza y duración dependiente del elemento de que
se trate, por lo que el filtrado de los rayos X secundarios (fluorescentes) se
convierte en un indicador de los elementos presentes en los materiales. Ám-
bito Aplicación: Cerámica, sílex, obsidiana.

 Espectrometría de emisión óptica (OES, del acrónimo inglés Optical Emis-


sion Spectrometry). Principio: Se calienta la muestra sobre una base de car-
bón, de forma que los electrones de cada elemento químico se activan, pro-
duciendo emisiones de una longitud de onda variable. Esta luz producida es
separada en un espectro cuando se la hace pasar por un prisma, lo que per-
mite establecer los diferentes elementos presentes. Ámbito Aplicación: Ce-
rámica, sílex, obsidiana.

 Espectrometría de emisión atómica en plasma de acoplamiento inductivo


(del inglés ICPS - Inductively-Coupled Plasma Spectrometry). Principio:
Igual que OES, pero sobre una base de plasma. Cinco veces más preciso
con muestras de mucho menor tamaño. Ámbito de aplicación: cerámica,
sílex, obsidiana y metal.

 Análisis de activación de neutrones (NAA, del acrónimo inglés Neutron Ac-


tivation Analysis). Principio: Los núcleos de los átomos de los diferentes
elementos químicos que componen el material son bombardeados con neu-
trones. La radiación causada por el bombardeo transforma los núcleos de
los átomos en isótopos inestables que liberan rayos gamma conforme recu-
peran la estabilidad. Los niveles de energía de esos rayos gamma son varia-
bles en función del elemento del que se trate, lo cual se puede medir. Ámbito
Aplicación: Cerámica, sílex, obsidiana, metales.

188
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

 Espectrometría de absorción atómica (AAS, del acrónimo inglés Atomic


Absorption Spectrometry). Principio: Como en OES, se mide la luz emitida
por los diferentes elementos integrados en la muestra. En este caso la mues-
tra se disuelve en ácido, y luego se la calienta. Luego se aplican a ella di-
versos rayos de luz de diversas longitudes de onda (con valores previamente
conocidos para diferentes elementos), midiéndose el reflejo de los rayos
después de atravesar la solución. La concentración de un elemento concreto
se expresa en la intensidad del haz de luz resultante. Ámbito Aplicación:
Cerámica, sílex, obsidiana, metales.

 Emisión de rayos X por inducción de partículas y emisión de rayos gamma


por inducción de partículas (PIXE y PIGME, de los acrónimos ingleses Pro-
ton-Induced X-Ray Emission y Proton-Induced Gamma-ray emission) Prin-
cipio: Equivalentes a XRF y NAA, pero en este caso, en lugar de rayos X o
neutrones se utiliza un haz de protones (producido por un acelerador) para
bombardear la muestra, midiéndose los rayos X o gamma resultantes del
bombardeo. Ámbito Aplicación: Cerámica, sílex, obsidiana.

 Análisis isotópico. Principio: Para la mayoría de los elementos, la compo-


sición isotópica tiene poco interés porque materiales procedentes de dife-
rentes sitios tienen aproximadamente la misma composición isotópica. Sin
embargo, la medición de la composición isotópica de elementos como el
plomo, la plata, el estroncio, o el oxígeno en artefactos de metal, obsidiana
o mármol es especial porque suele ser peculiar (única) a la formación geo-
lógica de la que proceden. Ámbito Aplicación: Metal, obsidiana, mármol.

En conjunto, puede afirmarse que tan pronto como se realizaron los primeros expe-
rimentos tendentes a aplicar la TSM a la Prehistoria, se comprobó que existía dentro
de la disciplina arqueológica un cuerpo teórico y metodológico-técnico lo suficien-
temente robusto como para, hechas las necesarias adaptaciones, obtener innovado-
ras interpretaciones de viejos problemas relativos a la dimensión interacción grupo-
grupo. Aparte de los ejemplos mencionados más arriba, un caso empírico específico
en el que la TSM ha venido a aportar una nueva perspectiva de interés es el de las
sociedades de la Edad del Bronce en el continente europeo.

3.4.c.- Sistemas Mundiales en la Prehistoria europea: la Edad del


Bronce.

La aplicación de la TSM al análisis de la Prehistoria Europea ha encontrado un


ámbito especialmente fecundo en el contexto de las relaciones entre los Estados-
Imperio del Próximo oriente y las sociedades de la Edad del Bronce del continente
europea durante el transcurso del II milenio a.n.e. Aunque la TSM ha sido también
utilizada como heurístico para el análisis de fenómenos de interacción entre socie-
dades prehistóricas del I milenio a.n.e. e incluso del I milenio d.n.e. el análisis de
las sociedades de la Edad del Bronce ha suscitado un gran número de estudios que

189
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

parten de las ideas seminales de Wallerstein (Kristiansen, 1987; 1998; Frank, 1993;
Harding, 1993; Sherratt, 1993a; 1993b; 1994; Kardulias, 1996; Berg, 1999; Furma-
nek, 1999; etc.).

La utilización de la TSM como marco en el que analizar las relaciones entre las
formaciones sociales del II milenio dentro del continente europeo y entre el mismo
y los emergentes estados de Anatolia, el Egeo y el Próximo Oriente debe ser enten-
dida en la estela del abandono definitivo de las tesis difusionistas8. La demoledora
crítica procesualista a las sobre-simplificaciones planteadas por el modelo difusio-
nista de explicación del cambio socio-cultural dejó (literalmente) un amplio hueco
epistemológico necesitado de revisión. A pesar de la práctica prospcripción de la
noción de difusionismo desde los años 1970, la existencia de procesos de interac-
ción entre las sociedades complejas de Asia occidental y las sociedades europeas
desde el IV milenio a.n.e. seguía requiriendo de un marco general de análisis. De
hecho, como afirma Andrew Sherratt, uno de los prehistoriadores que, junto a K.
Kristiansen, más se ha interesado por la aplicación de la TSM a la Edad del Bronce
europea, todo el continente europeo en sí actúa de hecho como ámbito espacial
marginal-periférico durante 8000 años, por lo que proporciona un perfecto “labo-
ratorio” para el análisis de la interacción a escala “mundial”.

En su análisis del sistema mundial del II milenio a.n.e. Sherratt desarrolla los con-
ceptos de núcleo y margen como alternativa a los de centro y periferia planteados
en la TSM convencional. Núcleo y margen son regiones adyacentes en las cuales
el mayor dinamismo y tasa más acelerada de cambio cultural de la primera acaba
por influenciar a la segunda: esta influencia es, sin embargo, desarticulada y espon-
tánea (coyuntural), no existiendo una articulación sistemática (por ejemplo, por me-
dio de sistemas de intercambio regulares y establecidos) en el sentido en que están
articulados el centro y la periferia de un sistema mundial. Tampoco hay, natural-
mente, una dependencia económica del margen con respecto al núcleo. El esquema
interpretativo planteado por A. Sherrat, G. Frank y K. Kristiansen para el sistema
mundial europeo del II milenio es, a grandes trazos, el siguiente:

 Los precedentes del sistema mundial de la Edad del Bronce en Europa se re-
montan a los milenios V y IV a.n.e. cuando Europa es margen del núcleo agrario
urbanizado en rápida expansión del Próximo Oriente. La ola de avance que
supone la expansión de las primeras sociedades agricultoras europeas consti-
tuye un ejemplo de cómo el margen europeo experimenta potentes procesos de
cambio por procesos generados originalmente en el núcleo, aunque no por ello
Europa pase a convertirse en periferia. Para la segunda mitad del III milenio
a.n.e., la expansión del imperio acadio convierte a Anatolia en periferia efectiva
del centro estatal mesopotámico, y a partir de este momento ciertas regiones del

8
Se entiende por difusionismo la aplicación mecánica y sistemática de explicaciones de orden alo-
ctonista/exogenista a todo fenómeno de cambio social o cultural mediante el recurso a procesos de
intercambio comercial, migraciones o invasiones y la negación de la concurrencia de fenómenos de
evolución y desarrollo endógeno a escala local.

190
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

SE europeo (los cárpatos, Grecia y el Egeo) comienzan a entrar en la órbita


comercial directa del Próximo Oriente a través del inmediato vecino anatólico.
Sin embargo, en ningún caso es posible, en opinión de Sherratt, hablar de un
verdadero sistema mundial en el marco europeo, lo que contrasta con la pro-
puesta difusionista predominante durante los 1960, que contemplaba en este
momento la existencia de colonizadores egeos (portadores de la tecnología me-
talúrgica del cobre y de la arquitectura de los tholoi) en regiones tan distantes
como la Península Ibérica.

 En la primera parte de la Edad del Bronce (c. 1800-1300 a.n.e.), las formaciones
sociales de Anatolia y sur del Egeo asumen un carácter central (imperio hitita
y ciudades-estado minoicas en el Egeo meridional y luego micénicas en Grecia
continental), expandiéndose hacia el Norte y el Oeste del continente europeo
(norte de Grecia, Sur de Italia) determinadas franjas de territorio estrictamente
periférico. La eclosión de pautas de asentamientos altamente territoriales y con
indicios de creciente estratificación social entre las comunidades de los cárpatos
y centroeuropa (especialmente Hungría y Eslovaquia) indican la creciente im-
plicación de comunidades locales en redes de comercio que enlazan Escandi-
navia y las regiones bálticas (productoras de ámbar) con el Egeo y Anatolia.
Las vías de intercambio entre el centro, la periferia y el margen se hacen más
regulares y sistemáticas a través de diversas rutas, fluyendo productos metalúr-
gicos acabados (armas, joyería y otros objetos de prestigio), ámbar, y posible-
mente esclavos y múltiples otros objetos perecederos de los que no ha quedado
apenas constancia en el registro arqueológico. La domesticación del caballo, y
sus trascendentales implicaciones a efectos de comunicaciones y transporte
(pero también por su inmediata transformación en elemento de prestigio social
y de poder para las élites militaristas), introduce a las estepas meridionales rusas
y a determinadas regiones de Europa oriental en el marco de este nuevo e inci-
piente sistema mundial (Figura 130).

 En la segunda parte de la Edad del Bronce (c. 1300-750 a.n.e.), se produce una
fuerte recesión en gran parte del centro micénico, hitita y levantino (ugarítico):
un colapso del poder central en varias regiones que ocurre de forma simultánea
y para el que básicamente no se ha encontrado todavía una explicación satisfac-
toria. Ello proporciona un nuevo esquema geoestratégico y comercial donde las
formaciones sociales europeas, y especialmente del occidente mediterráneo
(comunidades nurágicas de Cerdeña) y atlántico (fachada atlántica de Iberia y
Francia), refuerzan y extienden sus propios vínculos comerciales y sus redes
regionales de intercambio. Entre 1300 y c. 700 a.n.e. se produce una relativa
estabilización del proceso de paulatina incorporación del continente europeo a
la periferia del área nuclear-central del Próximo Oriente, pero de hecho el re-
sultado en buena parte de Europa occidental puede valorarse en términos de
reforzamiento de los niveles de integración local, lo que vendrá a hacer mucho
más rápida esa incorporación en la subsiguiente Edad del Hierro (Figura 128 y
129).

191
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

 En la primera parte de la Edad del Hierro (c. 750-500) la extensión del sistema
mundial del Viejo Mundo recupera impulso con la extensión de los colonos
griegos y fenicios por todo el mediterráneo. Regiones de Italia, España y el
Norte de África son efectivamente incorporadas al centro del sistema mundial,
incorporándose a la periferia regiones anteriormente remotas (marginales) de
España, Francia y el Magreb.

El ejemplo propuesto, el análisis de la Edad del Bronce en Europa, aporta una nueva
racionalidad (o heurístico) en el marco del cual valorar la tradicional (y falaz) di-
cotomía entre cambio de carácter endógeno e influencia de origen externo que había
presidido buena parte de la investigación en este campo. Una vez adaptada concep-
tual y metodológicamente a la naturaleza de la interpretación arqueológica del Pa-
sado (que es básicamente distinta de la interpretación histórica del Pasado para la
que la TSM fue originalmente concebida) y a la temporalidad de la Prehistoria, la
TSM hace plausible una elegante y parsimoniosa interpretación de la trayectoria
evolutiva de las formaciones sociales europeas de la Edad del Bronce, alejada tanto
de las caricaturescas e hiper-simplificadas exageraciones del difusionismo mecani-
cista, como de la autista interpretación ultra-autoctonista que ignora la realidad de
la constante interacción de las sociedades humanas como un factor motor más de
la evolución social, tan importante (al menos) como los motores tradicionalmente
aceptados (adaptación, conflicto social, ingenio individual...).

En el contexto general del análisis arqueológico del territorio, la TSM, aun cuando
extremadamente joven e incipiente, ha mostrado un vasto potencial de renovación,
contribuyendo con una perspectiva fundamental de la explicación del cambio social
y cultural que no había sido todavía abordada por ninguna otra de las estrategias
teóricas que han confluido en nuestra disciplina

3.4.d.- Lecturas recomendadas

Aspectos teóricos y epistemológicos

Introductorias

Algaze, G. (1993): "Expansionary dynamics of some early pristine states.” American Anthropologist
95 (2), 304-333. New Hampshire. American Association of Anthropologists

Frank, A .G. y Gills, B. K. (1993): "The 5000-year world system." En Frank, A. G. - Gills, B. K. (Eds):
The World System. Five Hundred Years or Five Thousand?, 3-58. London. Routledge

Gailey, C.W. - Patterson, T.C. (1988): “State formation and uneven development.” En Gledhill, J. -
Bender, B. - Larsen, M. T. (Eds.): State and Society. The Emergence and Development of Social
Hierarchy and Political Centralization, 77-90. London

Ruiz Rodríguez, A. – Molinos Molinos, A. -Rísquez, C. (1998): "Paisaje y territorio mundo: dos di-
mensiones de una misma teoría arqueológica.” Arqueología del Paisaje. Actas del Coloquio Cele-
brado en Teruel (septiembre, 1998). Arqueología Espacial 19-20, 21-32. Teruel Instituto de Estudios
Turolenses

192
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Avanzadas

Frank, A. G. y Gills, B. K. (Eds.) (1993): The World System. Five Hundred Years or Five Thousand?,
247-277. London. Routledge

Chase-Dunn, C. y Hall, T. D. (Eds.) (1991): Core-Periphery Relations in Precapitalist Worlds. Boul-


der. Westview

Champion, T. C. (Ed.) (1989): Centre and Periphery: Comparative Studies in Archaeology. One
World Archaeology 11. London. Unwin Hyman

Peregrine, P. y Feinman, G.M. (Eds.) (1996): Pre-Columbian World Systems. Monographs in World
Archaeology 26. Madison. Prehistory Press

Kohl, P. L. (1987): "The use and abuse of world systems theory.” Schiffer, M. B. (Ed.): Advances in
Archaeological Method and Theory 11, 1-36. New York. Academic Press

Rowlands, M. - Mogens, L. - Kristiansen, K. (Eds.) (1987): Centre and Periphery in the Ancient World.
Cambridge. Cambridge University Press

El sistema mundial de la Edad del Bronce en Europa

Introductorias

Edens, C. M. y Kohl, P. L. (1993):"Trade and world systems in Early Bronze Age Western Asia.” En
Scarre, C. y Healy, F. (Eds.): Trade and Exchange in Prehistoric Europe, 17-34. Oxford. Oxbow
Books

Frank, A. G. (1993): "Bronze Age World System Cycles.” Current Anthropology 34 (4), 383-429.
Chicago

Sherratt, A. (1993): "What would a Bronze Age World System look like? Relations between temper-
ate Europe and the Mediterranean in Later Prehistory.” Journal of European Archaeology 1 (2), 1-
57. London

Sherratt, A. (1994): "Core, Periphery and Margin: Perspectives on the Bronze Age.” En Mathers, C.
y Stoddart, S. (Eds.): Development and Decline in the Mediterranean Bronze Age. Sheffield Archae-
ological Monographs 8, 335-345. Sheffield. Sheffield University Press

Avanzadas

Berg, I. (1999): "The Southern Aegean System.” Journal of World Systems Research 5 (3), 475-484.
John Hopkins University

Bouzek, J. (1985): The Aegean, Anatolia and Europe. Cultural Interrelations during the Second mil-
lennium BC. Jonsered. Paul Astroms Förlag

Harding, A. (1993): "Europe and the Mediterranean in the Bronze Age. Cores and peripheries" En
Scarre, C. y Healy, F. (Eds.): Trade and Exchange in Prehistoric Europe, 153-160. Oxford. Oxbow
Books

Kardulias, P. N. (1996): "Multiple levels in the Aegean Bronze Age World-System.” Journal of World
Systems Research 2 (11), 1-35. John Hopkins University

Kohl, P. (1989): "The use and abuse of World Systems theory: the case of the 'pristine' West Asian
state." En Lamberg-Karlovsky, C. C. (Ed.): Archaeological Thought in America, 241-267. Cambridge.
Cambridge University Press

193
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Kristiansen, K. (2001): Europa antes de la Historia. Los Fundamentos Prehistóricos de la Europa de


la Edad del Bronce y la Primera Edad del Hierro. Barcelona. Península

Stein, G. J. (1999): Rethinking World-Systems. Diasporas, Colonies and Interaction in Uruk Meso-
potamia. Tucson. University of Arizona Press

194
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Glosario 9

Algoritmo: En informática, conjunto ordenado y finito de instrucciones y operaciones


que sirven para calcular la solución de un problema matemático o modelar el comporta-
miento de un proceso a partir de unos datos suministrados por el operador o usuario y que
suelen agregarse, conformando programas (software) más amplios.

Anaeróbico: Ambiente postdeposicional caracterizado por la ausencia de aire (prin-


cipalmente en medios sumergidos en agua o barro) donde por tanto no pueden sobrevivir
los micro-organismos que causan la putrefacción de la materia orgánica. En este tipo de
ambientes se ha dado ocasionalmente una conservación excepcional de tejidos orgánicos
humanos y animales y de artefactos elaborados con materias primas orgánicas (madera,
cuero), como por ejemplo en los túmulos de la Edad del Bronce de Dinamarca o en los
palafitos alpinos.

Antracología: Especialidad de la Arqueobotánica que se encarga del estudio de los


macrorrestos vegetales (del tipo de ramas y troncos de plantas), que generalmente aparecen
carbonizados en los yacimientos arqueológicos.

Antrópico: Derivado de (o causado por) la acción humana.

Arqueobotánica: Subdisciplina de la Arqueología y la Biología que se encarga


del estudio de los restos botánicos encontrados en contextos arqueológicos, generalmente
clasificados según su tamaño en microrrestos (menores de 1 mm tales como polen, diato-
meas y fitolitos), macrorrestos (mayores de 1 mm, tales como semillas y restos de madera,
a menudo carbonizados) y otros restos (impresiones vegetales, tejidos elaborados con fibra
vegetal, etc.). La arqueobotánica es fundamental en los estudios paleoambientales (recons-
trucción del clima y vegetación pasados) así como de la economía prehistórica.

Arqueografía: Parte de la Arqueología consistente en la descripción de los elemen-


tos del registro arqueológico y sus relaciones físicas y materiales.

Arqueología: Disciplina que persigue la inferencia e interpretación de las pautas de


comportamiento humano a partir de sus residuos materiales. La Arqueología constituye la
disciplina por excelencia para el estudio de las sociedades humanas en todo su desarrollo
temporal, desde el origen de los primeros homínidos (en cuyo caso tiene un fuerte interfaz
con la paleontología y la geología) hasta las sociedades históricas modernas y contempo-
ráneas (en cuyo caso tiene una fuerte relación con la Historia).

Arqueometría: Subdisciplina de la Arqueología que se encarga de la aplicación a


materiales arqueológicos de técnicas físico-químicas de análisis con dos fines principales,
por una parte caracterizar su composición (química, mineralógica, elemental, etc.), obte-
niendo así información relativa a los procesos tecnológicos y procedencia e intercambio de

9
Todas las definiciones son propias, a menos que se indique lo contrario.

195
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

materias primas, etc. y por otra datarlos (métodos como el radiocarbono, termoluminiscen-
cia, potasio-argón, thorio-uranio, hidratación de obsidiana, resonancia de spin electrónico
o racemización de aminoácidos).

Arqueozoología: Subdisciplina de la Arqueología y la Biología que se encarga


del estudio de los restos faunísticos encontrados en contextos arqueológicos, incluyendo
animales domésticos y salvajes de cualquier tipo (mamíferos, aves, insectos, moluscos,
etc.). Junto a la arqueobotánica, la arqueozoología es un elemento fundamental en los es-
tudios paleoambientales y de economía prehistórica.

Artefacto: En principio, cualquier objeto modificado por el ser humano en sus


propiedades o atributos. La utilización más habitual del término, sin embargo, hace
referencia específicamente a los objetos muebles o de carácter portátil (herramientas líticas,
una vasija cerámica, un automóvil), aunque de modo más genérico también puede designar
objetos inmuebles (edificios, muros, tumbas, etc.). [Definición adaptada de Menéndez y
Fernández,1997: 38]. Convencionalmente, los artefactos son clasificados en términos bien
funcionales, bien tecnológicos bien morfológicos. Una clasificación de carácter funcional
bastante utilizada en Arqueología es la de Lewis Binford, quien distingue artefactos de tipo
tecnómico (artefactos cuya función primaria es la transformación de los recursos naturales
en energía asimilable por los seres humanos), sociotécnico (artefactos cuya función
primaria es la definición y refuerzo de la posición de cada individuo dentro de la estructura
de relaciones sociales) e ideotécnico (artefactos cuya función primaria es la definición del
orden simbólico-ideológico en el que se inscribe cada individuo). [Definición adaptada de
Binford, 1962:219-220]

Banda: En teledetección, cada uno de los segmentos en que, mediante convenciones


internacionales, está dividido el espectro electromagnético. Las bandas del espectro son
grupos de frecuencias contiguas que presentan características comunes en su propagación
o comportamiento general. Por vonceción también se denomina banda al segmento del
espectro en que transmite o recibe un equipo concreto. [Definición adaptada de Bewley, 1999].
En Antropología Cultural y Arqueología Prehistórica se denomina banda a un modo de
organización social humano caracterizado por grupos de pocas decenas de individuos como
máximo y basado en una economía de caza y recolección nómada o semi-nómada.

Buffer: Término inglés que en análisis espacial designa el espacio o ámbito de


transición definido a partir de un radio determinado en torno a un elemento geométrico
(punto, línea o polígono). En Arqueología espacial se utilizan para definir áreas de
intervalos fijos (1 Km., 2Km., 5 Km.) alrededor de un asentamiento (definido como un
punto) a efectos de valorar los elementos físicos y antrópicos que aparecen dentro.

Campos Célticos: Término introducido por O. Crawford para denominar


parcelas agrarias fósiles de la Prehistoria Reciente Europea identificables desde el aire en
forma de microrrelieves. El término se utiliza actualmente para englobar las antiguas
delimitaciones parcelarias hechas con pequeños terraplenes y a veces muretes de piedra
datados en la Edad del Bronce y la Edad del Hierro que aparecen en el Noroeste de Europa
(especialmente en las Islas Británicas). [Definición adaptada de Alcina, 1998: 161]

196
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Carpología: Especialidad de la Arqueobotánica que se encarga del estudio de los


macrorrestos vegetales del tipo de semillas, frutos y otros órganos vegetales relacionados
con ellos, como por ejemplo las partes estériles de espigas de los cereales.

Carta de Riesgo: Documento de gestión patrimonial basado en los SIG en el que,


sobre la base de la información contenida en un inventario de yacimientos arqueológicos,
se evalúan los factores y variables de riesgo potencial y/o real para el mismo, Las variables
generalmente empleadas incluyen criterios y normas de protección legal, pautas de uso del
suelo, índices de erosión, riesgo sísmico, niveles de exposición a expolio y saqueo de
yacimientos, etc.

Cartografía: Conjunto de estudios y operaciones científicas, artísticas y técnicas que


intervienen, a partir de los resultados de las observaciones directas de campo o de la
explotación de una documentacción, en la producción de mapas. [Definición adaptada de de Joly,
1979:4]

Centro: Formación social y política de rango estatal donde la élite gobernante se ha


convertido en consumidora neta de ciertos recursos localizados en el territorio de socieda-
des periféricas (materias primas exóticas y de lujo), lo que genera pautas de interacción a
larga distancia (sistema mundial) entre aquella y éstas. Estas pautas de interacción pueden
ser de diversa naturaleza (intercambios comerciales de diversa naturaleza, razzias, coloni-
zación), aunque en todo caso se basan en la posición dominante del centro con respecto a
la periferia. Ver también Periferia y Margen.

CIDOC: Acrónimo francés de Comité International pour la Documentation (Comisión


Internacional para la Documentación), organismo dependiente del Conseil International
des Musées (Consejo Internacional de Museos) de la UNESCO que se ocupa de emitir y
revisar normas y estándares de documentación museológica y científica. El CIDOC incluye
desde mediados de los 1990 el denominado ASWG (Archaeological Sites Working Group
o Grupo de Trabajo de Yacimientos Arqueológicos), integrado por especialistas de diver-
sos países, y que se ha encargado de realizar estudios de criterios estandarizados y de do-
cumentación relativos a inventarios nacionales y regionales de yacimientos arqueológicos
. Sitio web del CIDOC en www.cidoc.icom.org, y del ASWG en la pagina patrocinada por el Museo Nacional
de Copenhague en cidoc.natmus.dk/engelsk/menu.asp

Cista: Construcción de carácter funerario consistente en una fosa de planta rectangular


o pseudo-rectangular revestida y cubierta por lajas (i.e. losas careadas y planas) de piedra.
Es un tipo de enterramiento característico de la Edad del Bronce en numerosas regiones
del continente Europeo.

Cobertura: Conjunto de datos coherentes desde el punto de vista temático y que for-
man una “capa” o “tema” de información dentro de un SIG.

Corriente eléctrica: Cociente del voltaje por la resistencia. [Definición adaptada de


Clark, 1996]

197
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Cosmogonía: En las religiones, conjunto de relatos, mitos y leyendas que explican


el origen del mundo, el universo y el ser humano.

Cota: En cartografía topográfica, punto de altitud conocida.


Cuenca Visual: Una cuenca visual puede ser definida como el conjunto de todas
las localizaciones o puntos de un territorio que son visibles desde un punto de observación
específico dado, considerando las condiciones de distancia máxima de visión aceptadas,
cobertura vegetal, luminosidad ambiental, etc. El análisis arqueológico reciente de cuencas
visuales se ha basado normalmente en MDT de tipo raster, de forma que en realidad el
cálculo busca definir qué celdas son visibles desde la celda que constituye el punto de
observación específico, dentro del perímetro de visión máxima establecido. Una vez que
se señala el punto de origen del observador, el algoritmo calcula un nuevo mapa raster
binario donde las celdas con valor 1 son visibles desde el punto de observación mientras
que las celdas con valor 0 son invisibles. Se calcula por tanto la existencia o no de intervi-
sibilidad, es decir, la existencia de una línea o radio de visibilidad ininterrumpido (en inglés
line-of-sight) entre la celda del observador y todas y cada una de las restantes celdas in-
cluidas en el campo de visión máximo teórico. [Definición adaptada de Wheatley y Gillings,
2002:201-216]

Curva de nivel: En la cartografía topográfica, la forma cambiante del relieve se


representa mediante curvas de nivel que no son sino isolíneas altimétricas o isohipsas. En
el MTN español, estas curvas aparecen representando desniveles de 20 metros de altitud y
para facilitar la lectura e intepretación de la topografía, cada 100 metros de desnivel (5
curvas) aparece una curva de trazado más grueso. [Definición adaptada de Estébanez y Puyol,
1976:13].

Ecofacto: Cualquier resto orgánico (vegetal o animal) derivado de una actividad an-
trópica registrado en un yacimiento arqueológico.

Ecología Cultural: Corriente teórica de la Antropología Cultural que se centra


en el estudio de los procesos por medio de los cuales una sociedad se adapta a su medio
ambiente. El principal énfasis de esta teoría se dirige a la determinación de si esas adapta-
ciones inician transformaciones sociales internas o cambios evolutivos, utilizando como
método el examen de la interacción de las sociedades y de las instituciones sociales entre
sí y con el medio ambiente. [Definición adaptada de J. Steward según cita en Alcina, 1998: 282-283]

Ecosistema: Sistema constituido por la interacción integrada de los organismos y


su medio ambiente. [Alcina, 1998: 283]

Edafología: (También conocida como pedología). Disciplina que estudia los


procesos que conducen a la formación y evolución de los suelos. La Edafología se interesa
por una serie de aspectos que son de gran interés para la Arqueología, como por ejemplo
la acidez o alcalinidad de los suelos, la capacidad de absorción de humedad, (relevante
para la fotografía aérea) la cantidad de materia orgánica, etc. [Definición adaptada de Alcina,
1998: 283]

198
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Enfoque ETIC: En etnografía, enfoque aplicado en el análisis de una serie de ras-


gos o fenómenos culturales, partiendo de un marco de referencia externo (científico), in-
dependiente de los valores y creencias de los informantes.

Enfoque EMIC: En etnografía, enfoque aplicado en el análisis de una serie de


rasgos o fenómenos culturales, partiendo del marco de referencia interno, es decir, del pro-
pio sistema de valores y creencias de los informantes.

Entóptico: Término médico que hace referencia a sensaciones visuales (general-


mente se trata de formas geométricas brillantes y parpadeantes) resultantes de las estructu-
ras y funcionamiento del propio ojo humano. En antropología y Arqueología de las socie-
dades prehistóricas se ha utilizado en relación con determinados motivos artísticos alta-
mente abstractos que aparecen reflejados en el arte rupestre o en el arte megalítico y que
habrían resultado de estados alterados de la conciencia (visiones, alucinaciones) produci-
das por medio de sustancias alucinógenas o rituales de trance.

Entropía [Principio de]: En su acepción relativa a la Física, la entropía puede


ser la magnitud termodinámica que mide la parte no utilizable de la energía contenida en
un sistema o bien, más genéricamente, una medida del desorden de un sistema. En Arqueo-
logía, el principio de entropía establece que nuestro conocimiento potencial del Pasado está
directamente relacionado con el estado de preservación del registro material o arqueoló-
gico, según las pautas de procesos de formación implicadas, existiendo por tanto un ruido
en dicho registro que debe ser extraído antes de su interpretación en términos de conducta
humana. [Definición adaptada de Schiffer, 1983:676]

Electrodo: Del griego electro (“eléctrico”) y odós (“camino”). Extremo de un


conductor en contacto con un medio al que lleva o del que recibe una corriente eléctrica.
En general se denomina electrodo a cada uno de los polos entre los que circula una corriente
eléctrica.

Epistemología: Del griego episteme (“conocimiento”) logos (“ciencia”). La


Epistemología es la “Ciencia del Conocimiento” por lo que, a efectos prácticos, la
consideraremos sinónimo de “Filosofía del Conocimiento”. La epistemología o filosofía
de la ciencia se interesa por la forma en que se produce, construye y expresa el
conocimiento científico en los diferentes campos de la ciencia.

Escala: Razón constante que existe entre las distancias lineales medidas sobre el mapa
y las distancias lineales correspondientes medidas sobre el terreno. [Definición tomada de Joly,
1979:3]

Escala numérica: Cociente entre la distancia que separa dos puntos situados en
el mapa y sus homólogos situados en el terreno, medidos siempre con unidades de la misma
especie. Una escala es “grande” cuando el denominador es pequeño, es decir abarca poco
terreno (1:5.000, 1:10.000), mientras que es “pequeña” cuando el denominador es grande,
es decir abarca mucho terreno (1:5.000.000, 1:40.000.000). [Definición tomada de Joly, 1982:4]

199
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Escatología: Conjunto de creencias y prácticas que tienen que ver con la muerte y
la vida de ultratumba.

Estereoscopía: Disciplina que trata de los efectos tridimensionales y los métodos


mediante los cuales pueden ser producidos. En la interpretación de la fotografía aérea la
visión estereoscópica es necesaria para visionar elementos del paisaje simultáneamente
desde dos perspectivas diferentes (dos fotografías del mismo punto que se solapan
parcialmente) y obtener así una imagen tridimensional de los mismos. [Definición adaptada de
Lyons yAvery, 1977: 102]

Estratigrafía: Término tomado de la Geología para definir la sucesión de capas,


sedimentos y depósitos que conforman un yacimiento arqueológico. La estratigrafía se
descompone en una serie de “unidades estratigráficas” (o “estratos”) que pueden ser de
diverso carácter según su origen (antrópico o natural) o su morfología y proceso de
sedimentación (verticales u horizontales, positivas o negativas). Cada capa o depósito se
caracteriza además por una serie de propiedades físicas (textura, color, composición
química, etc.) que son objeto de estudio por parte de la edafología y la geología. El análisis
estratigráfico es un medio fundamental para el establecimiento de la secuencia temporal y
ocupacional de un yacimiento arqueológico. [Definición adaptada de Menéndez y Fernández, 1997:
156]

Fenomenología: Escuela filosófica cuyo propósito principal es el estudio de los


fenómenos (o apariencias) de la experiencia humana subjetiva partiendo de un rechazo de
cualquier consideración relativa a su realidad objetiva. Los fenómenos estudiados son prin-
cipalmente aquellos relativos a los actos de conciencia, actos cognitivos y de percepción,
aunque también aquellos de valoración y apreciación estética. [Definición adaptada de Audi,
1999:665]

Fitoarqueología: Especialidad que estudia la vegetación como conjunto de indi-


cios relativos a la localización y naturaleza de determinados elementos del registro arqueo-
lógico.

Formalismo: Teoría de la antropología económica que se opone al sustantivismo,


postulando que la economía de las sociedades pre-capitalistas se basa en la lógica de los
intercambios de mercado tanto como la capitalista (especialmente la ley de la oferta y la
demanda).

Fotogrametría: Disciplina que trata de la obtención de mediciones precisas a partir


de fotografías. En el caso de la fotografía aérea vertical, la fotogrametría sirve para la
elaboración de mapas temáticos del territorio. [Definición adaptada de Lyons y Avery, 1977: 100]

Franja: En el sistema de coordenadas UTM, cada una de las 25 filas que, con un ancho
de 81, dividen la Tierra en sentido Este-Oeste. Se designan con letras de la C a la X empe-
zando por el Sur (Andalucía se encuentra en la zona Franja S).

200
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Geoarqueología: Subdisciplina de la Arqueología y la Geología que se encarga


del estudio de determinados aspectos del registro arqueológico como los procesos de
formación y post-deposición de los yacimientos y las propiedades geológicas de sus
estratigrafías (sedimentología, génesis del relleno), o como las transformaciones
introducidas en el paisaje por la acción directa del ser humano durante el Holoceno (por
ejemplo procesos de sedimentación aluvial derivados de erosión asociada a deforestaciones
de origen antrópico).

Geodesia: Del griego geo (tierra) e idea (imagen). Especialidad de las Matemáticas
que se ocupa de la representación del globo terrestre y sus partes mediantes mapas.

Geoglifo: Grabado o diseño de tema zoomórfico o geométrico realizado sobre la


superficie terrestre a una escala que hace solo puedan ser contemplados en su totalidad
desde el aire. Entre los más famosos se encuentran los animales (mono, araña) y motivos
geométricos de Nazca (Perú). [Definición adaptada de Alcina, 1998: 361]

Geomorfología: Rama de la Geografía que estudia las formas superficiales de la


Tierra, describiéndolas (morfología) y ordenándolas sistemáticamente por su origen y
desarrollo (morfogénesis). [Definición adaptada de AAVV, 1974: 80]

Georadar: Instrumento de prospección geofísica que envía impulsos


electromagnéticos en la banda UHF (Ultra High Frequency o ultra alta frecuencia, es decir
en torno a 500 MHz) hacia el subsuelo, registrando luego la intensidad de la señal de
retorno así como su retardo. [Definición adaptada de de Schmidt, 2001]

Georreferenciación: Ubicación de un elemento del territorio en un sistema nor-


malizado de coordenadas geográficas, sean de tipo geográficas-esféricas o rectangulares-
planas (caso de las UTM, el más utilizado actualmente en Arqueología). Ver también Coor-
denadas.

Henge: Término inglés utilizado para designar un tipo de monumento o espacio cere-
monial propio del Neolítico y la Edad del Bronce en las Islas Británicas, consistente en un
área circular o irregular delimitada por una zanja y/o un terraplén, y ocasionalmente por
círculos de postes y/o bloques de piedra. Su tamaño puede oscilar entre los 30 y los 400
metros de diámetro (como ocurre en los de Avebury y Durrington Walls). Dentro de ellos
se han encontrado fosas ceremoniales, enterramientos, altares y otros elementos arqueoló-
gicos. (Adaptado de Whitehouse, 1993:212)

Hermeneútica: Literalmente, la hermeneútica hace referencia a la interpretación


de textos sagrados, aunque en la filosofía alemana del siglo XX el término adquiere una
significación mucho más amplia a través del trabajo de M. Heidegger. En el sentido en el
que esta filosofía es asumida por una parte de la Arqueología postprocesual, el análisis del
Pasado implica inevitablemente una interacción entre las evidencias materiales (texto) y el
investigador que se convierte en parte del resultado interpretativo final. Asimismo, esta
filosofía pone el énfasis en un concepto de las ciencias humanas entendida como una

201
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

recreación de la experiencia subjetiva de otros individuos (en el caso de la Arqueología


post-procesual los individuos del Pasado). [Definición adaptada de Audi, 1999:377-378]

Heurística: Del griego eurisko (“encontrar”). En términos filosóficos una heurística se-
ría un dispositivo o conjunto de reglas adoptadas para reducir la complejidad de un pro-
blema teórico, lógico, matemático o computacional y hacerlo más manejable y comprensi-
ble. Más generalmente se utiliza este término en el sentido de una técnica o marco concep-
tual para la indagación y el estudio de un problema científico complejo.

Hinterland: Del alemán hinter (detrás de) + land (tierra). Empleado en geografía hu-
mana, este término define de forma general el territorio de influencia de un asentamiento
(habitualmente un núcleo urbano) o estado. Específicamente puede hacer referencia al te-
rritorio tierra adentro de una ciudad costera, a una región alejada de áreas urbanas o a la
región en torno a centros metropolitanos principales.

Historia: Disciplina que persigue la inferencia e interpretación de las pautas de com-


portamiento humano a partir de los textos y evidencias escritas. Periodo del Pasado humano
caracterizado por la utilización de la escritura.

Historicismo Cultural: Paradigma predominante en la Arqueología prehistórica


de la primera mitad del siglo XX como reacción al evolucionismo decimonónico y carac-
terizado por su profundo anti-teoricismo, por su énfasis en el concepto de “cultura” defi-
nida a escala regional, y por la utilización mecanicista de la “difusión” como explicación
del cambio social y cultural (los descubrimientos e invenciones tecnológicas se producen
en unas regiones y luego se difunden a otros). El programa de investigación del histori-
cismo cultural en Arqueología está fuertemente influenciado por el “particularismo histó-
rico” boasiano de la antropología.

Historiografía: Disciplina que se interesa por la “historia de las disciplinas históri-


cas”, es decir, cómo se han conformado y han evolucionado las especialidades que se en-
cargan del estudio del Pasado humano (la Historia, la Arqueología). La “historiografía ar-
queológica” estudia la evolución de la disciplina arqueológica desde su origen hasta nues-
tros días.

Huso: En el sistema de coordenadas UTM, cada una de las 60 columnas que, con un
ancho de 6º dividen la Tierra de Norte a Sur. Se numeran de 1 a 60 empezando por el
meridiano 180º opuesto al de Greenwich, de forma que la mitad coincide con éste (España
se encuentra entre los husos 29 y 30).

Icono: Signo que comparte una propiedad con su significado (por ejemplo, el carácter
sagrado de una imagen o escultura de una divinidad). En Historia del Arte, imagen del
mundo cristiano ortodoxo.

Iconografía: Disciplina que se encarga de la descripción de los sistemas de


representación icónica en las artes plásticas de una determinada sociedad o cultura (la
iconología sería la interpretación de esas representaciones icónicas en términos de sistemas

202
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

de creencias religiosas, cosmogonias, mitologías, leyendas, etc.). [Definición adaptada de


Alcina, 1998: 408]

Idealismo: En un nivel epistemológico, el idealismo plantea que la realidad es algo


derivado o correlativo a la mente humana, esto es, que el “mundo real” no es enteramente
independiente de nuestra actividad cognitiva. En el nivel teórico de las ciencias sociales,
el idealismo es una corriente teórica opuesta al materialismo al enfatizar la prioridad de las
causas ideológicas en la explicación e interpretación del comportamiento humano y el
cambio social y cultural.

Inventario de yacimientos: Base de datos de yacimientos arqueológicos que


se utiliza como instrumento de trabajo en la política de gestión, protección y planificación
de bienes culturales. Consta de tres tipos de datos fundamentalmente: los de carácter
científico-técnico (derivado de reconocimentos y/o excavaciones practicadas en los
yacimientos y del análisis de las evidencias obtenidas), los de carácter legal y
administrativo (relativos a los diferentes elementos de protección de cada yacimiento), y
los relativos a la georreferenciación.

Isolínea: En una representación cartográfica (o espacial por extensión), cualquier lí-


nea que pasa por puntos que muestran idéntico valor para una variable dada. Una curva de
nivel es una isolínea en la que todos los puntos están al mismo nivel sobre el nivel del mar.

Isotropía: Propiedad de determinados espacios geográficos según la cual sus


características son homogéneas en todas direcciones.

Longitud de Onda: Distancia que separa dos valores iguales de una onda
eléctrica o electromagnética periódica. Es la distancia que recorre esa onda, propagándose,
en el tiempo que dura un ciclo de la misma. [Definición adaptada de Bewley,1999]

Mapa: Representación selectiva y a escala de toda o una parte de la superficie terrestre


sobre un plano. [Definición de Estébanez y Puyol, 1976:3]. Representación geométrica
plana, simplificada y convencional, de toda o parte de la superficie terrestre, con una
relación de similitud proporcionada, a la que se llama escala. [Definición de Joly, 1979:1]

Mapa Topográfico Nacional (MTN). Mapa topográfico de todo el te-


rritorio nacional español a escala 1:50.000 confeccionado por el Instituto Geográfico Na-
cional (con la colaboración del Servicio Geográfico del Ejército), entre 1875 y 1968. In-
cluye 1106 hojas, cada una de las cuales cubre un territorio dentre 500 y 600 km2 aproxi-
madamente, recibiendo cada una de ellas un número (que aparece en el ángulo superior
derecho del mapa) y el nombre de la localidad principal que en ella aparece. [Definición
adaptada de Estébanez y Puyol, 1976:4]

Margen: Conjunto de formaciones sociales y políticas de rango pre-estatal que se


encuentran en el entorno de sociedades periféricas a un estado. La influencia del centro
estatal en la trayectoria evolutiva de las sociedades marginales es más atenuada que en el
caso de las periféricas.

203
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Materialismo: Corriente teórica existente en las ciencias sociales que enfatiza la


prioridad de las factores materiales en la explicación e interpretación del comportamiento
humano y el cambio social y cultural. Por factores materiales deben entenderse factores
tales como la producción y posesión de alimentos, la circulación de bienes subsistenciales
básicos (tierra, agua), la adaptación medio-ambiental o la presión demográfica, entre otros.

Megalito: Construcción prehistórica (dentro de la Prehistoria Europea aparece


típicamente durante el Neolítico, la Edad del Cobre y la Edad del Bronce) elaborada con
aparejo en seco y normalmente con grandes losas de piedra u ortostatos que se apoyan unos
en otros para formas cámaras y corredores con funcionalidad funeraria y ritual. Algunos
monumentos megalíticos europeos parecen haber tenido predecesores construido en
madera, por lo que, estrictamente, puede hablarse de una arquitectura me megaxílica que
antecede a la megalítica. [Definición propia parcialmente completada con Alcina, 1998: 768].

Meridiano: En el sistema de coordenadas geográficas o esféricas, semicírculo


máximo cuyo extremo coincide con los polos N y S. El arco del meridiano marca la latitud,
medida en grados entre ese punto y el Ecuador.

Metadatos: En SGBD (Sistemas de Gestión de Bases de Datos), datos acerca de los


datos.

Modelo Digital del Terreno (MDT): Representación tridimensional de


la topografía de un territorio realizada en un SIG por medio de un modelo de datos bien
raster (matriz de valores topográficos) o vectorial (TIN). Un MDT es un caso específico
(de representación de la topografía) de un Modelo Digital de Elevación (MDE), donde se
representa tridimensionalmente la variación en el espacio de cualquier variable.

Modelo vectorial: Modelo de representación de datos en el que los objetos espa-


ciales son representados codificando de modo explícito sus fronteras (límite o perímetro
que separa el objeto del entorno. Las líneas que actúan de “frontera” son representadas
mediante las coordenadas de los puntos o vértices que delimitan los segmentos rectos que
las forman. [Definición adaptada de Bosque Sendra, 1992:56]

Modelo raster: Modelo de representación de datos en el que en lugar de codificar


las fronteras de los objetos, se registra en interior y sus límites quedan implícitamente re-
presentados. Se superpone al mapa analógico fuente una rejilla de unidades regulares, de
igual forma y tamaño, y en cada celda de la rejilla se registra el valor que las observaciones
adoptan. [Definición adaptada de Bosque Sendra, 1992: 65].

Muestreo: Procedimiento estadístico utilizado para extraer y analizar una parte


pequeña (muestra) de un conjunto de datos demasiado grande para ser estudiado en su
totalidad (población), de forma que los resultados de la muestra sean representativos de los
de la población (inferencia). Para que esta última condición se cumpla es necesario que la
elección de la muestra sea aleatoria, es decir, que la probabilidad de inclusión en ella sea

204
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

igual para todos los elementos de la población. [Definición adaptada de Menéndez y otros, 1997:
275]

Multiespectral: Dispositivo sensor capaz de captar simultáneamente diferentes


longitudes de onda o frecuencias del espectro electromagnético. [Definición adaptada de Bewley,
1999]

Palafito: Término italiano (palafitta; poste – pala – hincado – fitta) que designa una
construcción habitacional construida sobre postes de madera fijados sobre los sedimentos
de las orillas lacustres o pantanosas. Son abundantes entre el Neolítico y la Edad del Bronce
en las zonas lacustres de Suiza, Italia y Francia. (Definición adaptada de Menéndez y otros,
1997:310).

Palinología: Especialidad de la arqueobotánica que se encarga del estudio de los


granos de polen desde el punto de vista fisiológico y morfológico.

Paradigma Científico: De acuerdo con el filósofo de la ciencia Thomas Khun


un paradigma científico es un conjunto de elementos científicos (teorías, técnicas, hipóte-
sis) que conforman el marco epistemológico y teórico dentro del que las teorías científicas
son contrastadas, evaluadas y revisadas. Un paradigma ocurre y se desarrolla durante un
periodo de tiempo determinado, y compite e interactúa con otros paradigmas, evolucio-
nando y cambiando y quizás, eventualmente, desapareciendo al ser reemplazado por para-
digmas más adecuados y actualizados.

Paralelo: En el sistema de coordenadas geográficas o esféricas, círculo menor


completo formado por planos y paralelos al Ecuador.

Pecio: Restos de un naufragio, tanto del contenido como del casco, que constituyen
uno de los objetos principales de la Arqueología subacuática. [Definición adaptada de Alcina,
1998:620]

Pendiente: En Topografía, la pendiente se define como el desnivel entre dos puntos,


expresado en grados (el ángulo que forma el plano horizontal ideal del terreno con el plano
que pasa por los dos puntos cuya pendiente se mide) o en porcentaje. [Definición de Estébanez
y Puyol, 1976:13].

Periferia: Conjunto de formaciones sociales y políticas de rango pre-estatal que se


encuentran en el entorno de un estado o Centro y que albergan materias primas clave (así
como otros bienes y productos, como por ejemplo mano obra barata) por las que el centro
se interesa. Las sociedades periféricas pueden tener un gran de complejidad socio-política
muy variables, incluyendo desde bandas de cazadores-recolectores hasta sociedades fuer-
temente jerarquizadas en proceso de transición al estado, pero en todo caso una vez co-
menzado el proceso de interacción con el estado central su trayectoria evolutiva se ve fuer-
temente condicionada por los intereses y actuaciones de éste. Ver también Centro y Mar-
gen.

205
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Petroglifo: Grabado realizado sobre una formación rocosa natural (al aire libre) en la
que se representan todo tipo de temas, desde figurativos (antropomorfos, zoomorfos) hasta
geométricos o esquemáticos. Son parte del conjunto de manifestaciones que conocemos
como arte rupestre” y se interpretan bien como parte de sitios rituales o ceremoniales, bien
como señales o indicaciones relativas a determinados aspectos del paisaje. [Definición adap-
tada de Alcina 1998:620]

Pithos: Vasija cerámica de gran tamaño utilizada para almacenaje de diversos produc-
tos y, ocasionalmente, como contenedor funerario. Es un tipo de enterramiento caracterís-
tico de la Edad del Bronce en diversas regiones del continente Europeo (Anatolia, Egeo,
Península Ibérica).

Píxel: Acrónimo del término inglés "picture element": define la unidad más pequeña de
una imagen digital, uno de los cuadros o puntos coloreados que forman una imagen en una
pantalla de ordenador. Un monitor VGA típico tiene una resolución de 640 (anchura) por
480 (altura) pixels.

Planimetría: Proyección de elementos arquitectónicos sobre un plano,


representando su integración respecto a los elementos del terreno circundante (por ejemplo
topografía). [Definición adaptada de Fatás y Borrás, 2001:261]

Polígonos de Thiessen: (A veces conocidos como polígonos de Voronoi).


Modelo de análisis territorial incorporado al análisis espacial en Arqueología en los años
1970 procedente de la Geografía Locacional. Este modelo plantea un método de análisis
de la territorialidad teórica basado en el cálculo de las mediatrices de las líneas que unen
cada punto o lugar de asentamiento con sus vecinos. El enlace de la segunda serie de líneas
unas con otras resulta en la creación de los polígonos que delimitan los territorios teóricos
de los asentamientos.

Ponderación: Procedimiento estadístico por el cual se atribuye más peso (pondus


en latín) a una/s determinada/s variable/s dentro de un análisis a fin de ajustar mejor los
resultados a la realidad conocida. En el caso de los polígonos de Thiessen, el factor de
ponderación consiste en dar prioridad a un factor determinado, cual es el tamaño del asen-
tamiento, para así obtener un reflejo más plausible de la pauta de territorialidad teórica
estudiada.

Procesos de formación: (También Procesos post-deposicionales). Procesos


que actúan sobre los residuos materiales generados por una comunidad humana y que con-
ducen a la transformación de los mismos en un “registro arqueológico”. De acuerdo con M
Schiffer hay que considerar tres principios fundamentales dentro de los procesos de forma-
ción, a saber, que (1) transforman los elementos arqueológicos formalmente, espacial-
mente, cuantitativamente y relacionalmente, (2) pueden generar pautas artefactuales no re-
lacionadas con pautas culturales, y (3) muestran regularidades de carácter estadístico. [De-
finición adaptada de Schiffer, 1983:678]

206
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Procesualismo: Paradigma predominante en la Arqueología prehistórica de la


segunda mitad del siglo XX que surge como reacción al historicismo cultural. Se
caracteriza por su fuerte énfasis en la formalización epistemológica y teórica del discurso
arqueológico, por su decidida apuesta por los métodos científicos, y por el definitivo
abandono de los postulados difusionistas, reemplazados por un mayor énfasis en el análisis
de los procesos de carácter endógeno y ámbito local en términos de adaptación, estructura
socio-económica e interacción política y cultural.

Radar: Acrónimo de la expresión inglesa Radio Detection and Ranking. Sistema sensor
activo que transmite ondas electromagnéticas en haces concentrados sobre un objeto, y
analiza, tras recibirla, la propia onda reflejada en el objeto. Por el desfase entre la onda
directa y la reflejada calcula la distancia al objeto, por el efecto Doppler calcula la
velocidad si el objeto está en movimiento. [Definición adaptada de Bewley, 1999]

Reconocimiento Arqueológico: Conjunto de métodos y procedimientos


utilizados en Arqueología para identificar yacimientos y vestigios arqueológicos en la
superficie terrestre sin el recurso de la excavación. Entre los procedimientos empleados se
incluye el reconocimiento superficial directo o prospección pedestre, la exploración desde
el aire o el espacio, la prospección geofísica y la toma de muestras de suelos y rocas
(prospección edafológica y geoarqueológica).

Rectificación: Conjunto de procedimientos matemáticos, óptico-mecánicos y


gráficos mediante los cuales una fotografía aérea con un cierto grado de rotación (ángulo)
es transformada en una fotografía plana susceptible de ser visualizada con cartografía.
[Definición adaptada de Lyons y Avery, 1977:101]

Regla rango-tamaño: Principio según el cual el rango político y territorial de


un asentamiento tiende a ser tanto mayor cuanto mayor es la comunidad que lo habita, y
que en el análisis espacial arqueológico se aplica a efectos de ponderar modelos
locacionales como el de los polígonos de Thiessen.

Regresión: Modelo de análisis estadístico extendido en la investigación científica


en el que se busca establecer el grado de asociación o dependencia de una variable
(dependiente) con respecto a otra (independiente). En este modelo de análisis el
procedimiento de descripción se denomina regresión, mientras que el coeficiente numérico
queda la medida del ajuste de una variable con respecto a la otra se denomina coeficiente
de correlación (este coeficiente oscila entre 1 para máxima dependencia y -1 para mínima
dependencia). La aplicación más típica de este modelo en Arqueología espacial es la de la
caída (fall off) de la presencia de un determinado bien o producto conforme nos alejamos
de su centro productor. [Definición adaptada de Shennan, 1992:128-139]

Resistencia: Oposición que presentan los cuerpos a la circulación de la corriente


eléctrica. Depende del cociente entre la longitud y la sección del conductor, y de su resis-
tividad. Se mide (en ohmios) mediante la división de la tensión por la corriente eléctrica.
[Definición adaptada de Clark, 1996]

207
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Resistividad: Resistencia eléctrica específica de un material concreto. De forma


estandarizada se mide en base a la resistencia que ofrece un metro cúbico del material al
paso de un voltaje de un voltio. Los materiales que tienen una resistividad muy baja son
buenos conductores, y se utilizan para transportar la corriente eléctrica (por ejemplo la
plata y cobre), mientras que los que tienen una resistividad muy alta se utilizan como ais-
lantes (por ejemplo el plástico). [Definición adaptada de Clark, 1996]

Resolución espacial: En teledetección, este término expresa la capacidad de


un sensor remoto para distinguir objetos “pequeños” o dispuestos muy cerca los unos de
los otros. El término es utilizado a menudo de forma un tanto ambigua en referencia al
tamaño de los píxels de una imagen digital. [Definición adaptada de Bewley, 1999]

Semiótica: Teoría general de los signos. En Cartografía se aplica para hacer inteligi-
ble el mensaje propuesto mediante el uso informado y pautado de los símbolos, tanto en
cuanto a sus elementos (forma, tamaño, color, tono, grano, orientación) como en cuanto a
sus tipos (pictogramas, ideogramas, tramas).

SGBD: Acrónimo de Sistemas de Gestión de Bases de Datos. Colección de programas


informáticos que permiten al usuario crear y mantener una base de datos, facilitando el
proceso de su definición (estructura y tipos de datos), construcción (entrada de datos) y
manipulación (consulta y recuperación de datos) para cualesquiera propósitos y aplicacio-
nes. [Definición adaptada de Elmasri y Navathe, 1989:4]

Signo: Representación simbólica (abstracta) de la realidad.


Símbolo: Signo que no comparte una propiedad con el significado (por ejemplo, los
signos de un sistema de escritura ideográfica o pictográfica).

Sistema de Posicionamiento Global: (Del acrónimo inglés GPS -


Global Positioning System). Sistema de posicionamiento basado en una treintena de
satélites que orbitan la tierra cada 12 horas, emitiendo constantemente una señal con datos
sobre su posición y la hora precisa de emisión. Dentro de unas condiciones de recepción
adecuada los aparatos receptores situados en cualquier punto de la superficie terrestre
reciben la señal de varios de los satélites y calculan su posición con respecto al mismo,
transformando esta información (a discreción del usuario) en cualquiera de los sistemas de
coordenadas existentes internacionalmente. Dado que se trata de una tecnología portátil (se
puede transportar por una sola persona a pie) y que actualmente existen receptores de alta
precisión que pueden ubicar cualquier punto en latitud, longitud y altitud con márgenes de
error sub-centimétricos, la aplicación de esta tecnología en la prospección arqueológica de
superficie permite reflejar con gran precisión la ubicación de un yacimiento, así como su
topografía.

Sistema de Información Geográfica: Conjunto de herramientas infor-


máticas para la entrada, almacenamiento, procesamiento, transformación, consulta, recu-
peración y salida de datos espacialmente referenciados.

208
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

Sustantivismo: Teoría de la antropología económica que tiene como proponente


más conspicuo a K. Polanyi (1886 - 1964) y que se opone al formalismo, postulando que
la economía de las sociedades pre-capitalistas no se basa en la lógica del mercado capita-
lista (especialmente la ley de la oferta y la demanda) sino en principios como la redistri-
bución y la reciprocidad. La tesis central de Polanyi es que, mientras que en las sociedades
pre-capitalistas la economía está imbuida como un elemento más de las relaciones sociales,
en el capitalismo, por el contrario, son las relaciones económicas las que definen las rela-
ciones sociales. La gran victoria de la revolución industrial capitalista basado en el mercado
es la sistemática destrucción de las reglas de reciprocidad, redistribución y obligaciones
comunales que presidían la economía de las sociedades pre-capitalistas.

Tafonomía: Estudio de los procesos a través de los cuales los restos de los organis-
mos muertos en las diversas partes de la biosfera, una vez fosilizados, se convierten en
parte de la litosfera.

Teleología: En filosofía de la ciencia, una explicación teleológica es aquella basada en


causas finales, a diferencia del modo de explicación basado en causas eficientes (es común
llamar causalismo al modo de explicación por causas eficientes y teleologismo o finalismo
al modo de explicación por causas finales). [Definición adaptada de Ferrater Mora 1991:348]

Tell: Colina artificial (de carácter antrópico) formada por la acumulación de restos y
sedimentos arqueológicos producto de una prolongada ocupación humana. En el Viejo
Mundo son muy frecuentes en regiones del oriente próximo y el mediterráneo, en sitios
que han sido habitados de forma ininterrumpida a veces durante cuatro o cinco mil años.
En Anatolia se les denomina “tepe”.

Teoría Científica: Conjunto de principios de alto nivel o leyes que pueden


proporcionar un marco explicativo para acomodar un amplio abanico de fenómenos
empíricos. [Definición de Salmon, 1982:140]. Alternativamente, siguiendo a C. Hempel, las teorías
se introducen cuando estudios anteriormente realizados de una clase de fenómenos han
revelado un sistema de uniformidades que puede expresarse en forma de leyes empíricas. Las
teorías intentan, por tanto, explicar estas regularidades y proporcionar una comprensión más
profunda y exacta de los fenómenos en cuestión. [Definición de Hempel, 1989:107]

Teoría General de Sistemas: Propuesta por el biólogo alemán Ludwig


von Bertalanffy en la década de los 1940, la Teoría de Sistemas propone el estudio trans-
disciplinar de la organización abstracta de los fenómenos con independencia de su subs-
tancia, tipo o escala espacio-temporal de existencia. Investiga tanto los principios comunes
de todas las entidades complejas como los modelos (normalmente matemáticos) que se
pueden utilizar para describirlas. [Definición de Audi, 1999:898]

Teoría nomológica o nomotética: Teoría científica que persigue el des-


cubrimiento y formulación de las leyes, regularidades y normas generales de acuerdo con
las cuales funciona el mundo y el universo, en parte con un propósito predictivo. Las teorías
nomológicas son rivales (o, según se mire, complementarias) de las teorías idiográficas,

209
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

que persiguen el descubrimiento y descripción de los aspectos únicos y excepcionales de


la realidad en lugar de la definición de leyes y regularidades.

Termorremanencia: Magnetismo adquirido por ciertos materiales al enfriarse.


En contextos arqueológicos se da en materiales expuestos a procesos de combustión intensa
(hornos, hogares, suelos quemados por incendios, etc.): al enfriarse, los componentes
férreos de la arcilla se magnetizan en masa en relación con el campo magnético terrestre.
El magnetismo termorremanente permanece activo durante muy largos periodos de tiempo
y puede ser detectados con los sensores adecuados (i.e. magnetómetros). [Definición adaptada
de Clark, 1996]

Tesauro: Documento de gestión de sistemas de información documental y bases de


datos que sistematiza y normaliza el lenguaje (es decir, la terminología) utilizado en un
campo de trabajo específico, evitando ambigüedades semánticas, polisemias y otros
problemas, y contribuyendo así a una mejor gestión de los datos.

TIN: Del acrónimo inglés para Triangulated Irregular Network. Método de


representación tridimensional de la topografía empleado en los SIG para generar modelos
digitales del terreno (MDT), consistente en una serie de caras de triángulos conectadas
producidas por una triangulación de Delaunay de puntos de observación (cotas)
irregularmente distribuidos. Los modelos TIN son de tipo vectorial, con los nodos de los
triángulos almacenando los valores altitudinales. [Definición adaptada de Wheatley y Gillings, 112-
113]

Topología: De forma general, conjunto de relaciones espaciales que se establecen


entre una serie de entidades. En el ámbito de los SIG se denominan relaciones topológicas
a las existentes entre las entidades cartográficas y/o a las relaciones que definen geométri-
camente un objeto. Tal es el caso de la definición de líneas y áreas (en ambos casos rela-
ciones entre puntos) y de las relaciones de contigüidad, adyacencia, conectividad, coinci-
dencia o inclusión que se establecen entre ellas. [Definición adaptada de Espiago y Baena, 1997:22]

Toponimia: Junto con la antroponimia (nombres de personas), la toponimia consti-


tuye una especialidad de la onomástica (ciencia de los nombres). La toponimia estudia los
nombres de lugar, su historia, evolución e interpretación, y se utiliza en la prospección
arqueológica de superficie para determinar lugares con probabilidad de contener eviden-
cias de ocupación humana pasada.

Transecto: En prospección arqueológica de superficie, unidad de muestreo para la


recogida de datos de forma rectangular que se utiliza como marco, delimitación y referente
del trabajo de campo.

Transformaciones C: Procesos de formación de carácter antrópico o cultural


[Definición adaptada de Schiffer, 1983:692]

Transformaciones N: Procesos de formación de carácter natural o geológico


[Definición adaptada de Schiffer, 1983:692]

210
Introducción al Reconocimiento y Análisis Arqueológico del Territorio
Leonardo García Sanjuán

UTM: Acrónimo de Universal Transverse Mercator. Proyección conforme que trans-


forma la superficie pseudoesférica de la Tierra en un plano, superponiendo una cuadrícula
de coordenadas rectangulares planas que tiene dos ejes X e Y. Dentro de este sistema las
líneas son paralelas entre sí en cada uno de los ejes y equidistantes (al contrario que en las
coordenadas geográficas). [Definición adaptada de Joly, 1979:58-60]

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