Está en la página 1de 1

102 rmcEL D'ISARD LOS CAIIAILEROS DEL REY ARTURO

sar y sin que ninguno do ellos pudiera inponerse a su


I.io.
Durante varlos minutos, estuvleron peleando con art CCINVERSAcl_ON_ §E 4GRlo PuES ARTURo DESEABA
•lJAR CON EL DESALMADO
sando ambos el cansancio que la lucha les iba producie SOLO PuEDE SEE
En mf s de una ocasi6n se miraron sonriendo. Los dos J y EL REy DE IN6LATERRA KEY PE-lNGLATERBA EL
NO PuEDO LuCHAR CON uN QUE_A_RPANQUE L A
ban cuenta de que se habian errfrentado dos espadachines„ lLuSO COMO VOS.- ESPADA
ta escuela„
For fin, sudorosos, agotados, depusieron las armas y
trecharon las manos.
-Jamas ha,bia tro,pezado con un luchador como VOS Tf
c6 el desconocido.
-Lo mismo os digo - repuso Launcelot, secandose
dor-. ivaya trabajo que me hab6is dado!
Tsegtin parece, sois extranjero.
-En efecto. Soy frances y acabo de llegar de mi p
nombre es Launcelot del I.ago. 6Me dir6is el vuestro?
-6Y por que he de negaroslo? Mi nombre es AI.turo de
dragon.
Launcelot qued6 petrificado. rmr6, como embobado, al I
y murmur6:
-6Hab6is dicho Arturo? tEl rey Arturo?
Por t,oda contestaci6n, el aludido sonri6 y movi6 la ca
afirmando. A LONDRES OS ACOMPARAREMOS
yHD°Eys¥LSAM8R'ER LA ESPARA PE PAPA SEE LOS PRIMEROS
Entonces Launcelot pareci6 perder el mundo de vista, L_A _Pl.EPRA. AS( NADI-i EVASRAELNLDA593
gui6, levant6 1a espada y arremeti6 contra un arbol con t P88SREAipREEyQUE
sus fuerzas, como si tratase de derribarlo.
El arma se rompi6, sin que esto fuera obstaculo para
el I ranc6s continuara en sus golpes desesperados, mientra£
cia:
-iEsttipido de m£! iHe sldo un loco! |Un solemne ldl
He venido de Francia para ayudaros y he osedo levantar mi`
pada contra vos. Mereceria que me mataseis - y, sin cesar
dar golpes al arbol, prosigui6 en su rosario de lamentacio
que tuvieron la virtud de hacer reir sonoramente al joven
turo.
-Vamos, Launcelot, calmacs y dejad de arremeter con
ese drbol, que ninguna culpa tiene de vuestra equivocaci6n.
Launcelot tiro la empuhadura de la espada, que es lo
que de ella le quedaba y, bajando la cabeza ante el que ha
sido su contrincante, exclam6:
-Perdonadme, si es que merezco el perd6n.

También podría gustarte