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¿Te has preguntado alguna vez por qué tus alimentos favoritos saben tan bien?
Pues bien, puedes darles las gracias a tus papilas gustativas por dejarte
apreciar el sabor salado de las patatas fritas y el sabor dulce de los helados.
Las papilas gustativas son unos órganos sensoriales que tienes en la lengua y
que te permiten percibir los sabores, que se dividen en dulce, salado, ácido y
amargo. ¿Cómo funcionan exactamente las papilas gustativas? Bueno, saca la
lengua y mírate al espejo.
¿Ves todos esos bultitos? Se llaman papilas, y la mayoría de ellas contienen
unos botones gustativos que tienen unos pelitos microscópicos muy sensibles
denominados cilios. Los cilios envían mensajes al cerebro sobre el sabor las
cosas, para que tu puedas percibir si son dulces, ácidas, amargas o saladas.
Pero, antes de atribuirles a las papilas gustativas todo el mérito de que puedas
saborear tus alimentos favoritos, es importante que también se lo agradezcas a
la nariz. Los receptores olfativos que tienes dentro de la parte superior de
la nariz contienen células especiales que te ayudan a oler y envían mensajes
al cerebro.
Cuando estás acatarrado o alérgico y se te tapa la nariz, tal vez te hayas dado
cuenta de que la comida tiene menos sabor que de costumbre. Eso se debe a
que la parte superior de tu nariz no está lo bastante despejada como para
captar las sustancias químicas que estimulan a los receptores olfativos (que se
encargan de informar al cerebro para que éste cree la sensación del sabor).
Intenta taparte la nariz la próxima vez que comas algo. Tus papilas gustativas
serán capaces de transmitir algo al cerebro sobre lo que estás comiendo -por
ejemplo, que es dulce- pero no podrás identificar exactamente el sabor hasta
que te destapes la nariz.
O sea que la próxima vez que saborees una manzana o un plato de sopa,
agradéceselo a la lengua -¡y a la nariz! Si no fuera por ellas, la vida no tendría
sabor.