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Objeción de conciencia

Nadie será molestado por razón de sus convicciones o creencias ni compelido a


revelarlas ni obligado a actuar contra su conciencia, estipula el artículo 18 de la
Constitución. Al respecto, la Corte Constitucional ha afirmado que esa
garantía está avalada por las libertades de conciencia, religión y
cultos y que su ejercicio no depende de una ley específica.

 Justamente, esa figura ha sido alegada por ciudadanos de diversos países, para
rehusarse a prestar el servicio militar obligatorio, realizar ciertos procedimientos
médicos o científicos, estudiar algunas asignaturas académicas, prestar juramento,
ejecutar obligaciones laborales e, incluso, pagar impuestos.
 
En Colombia, la despenalización parcial del aborto y la autorización
constitucional para que parejas del mismo sexo formalicen su vínculo
marital son cuestiones en las que jueces, notarios, médicos y centros
hospitalarios, entre otros, han ofrecido resistencia con base en
razones personales e institucionales.
 
Ante el gran margen de aplicación de ese derecho fundamental y la falta de
certeza frente sus titulares, las condiciones de ejercicio y el procedimiento para
lograr su reconocimiento, cabe la probabilidad de que la expedición de una norma
que regule su contenido ofrezca la claridad esperada por los defensores y
opositores.
 
Mandato constitucional

En el ámbito del servicio militar, las sentencias C-728 del 2009 y T-18 del 2012
señalaron que, si bien la objeción de conciencia requiere un desarrollo legislativo,
la ausencia de este no implica la ineficacia de aquella, pues su núcleo esencial
puede hacerse valer directamente a través de la Carta Política y vía acción de tutela.
 
A pesar de eso, el fallo de constitucionalidad advirtió que la inexistencia de un
marco legal en esa circunstancia genera vacíos en el ordenamiento jurídico. Por
eso, exhortó al legislador para que fije las reglas de procedencia, lo cual tampoco
logró ser una realidad en la última legislatura.
 
A juicio de Diego Carreño, miembro de la Acción Colectiva de Objetores y Objetoras
de Conciencia, ese derecho no exige reglamentación, pero esta repercutiría en una
ampliación de aquel a la ciudadanía en general, ya que, sin ella, su ejercicio se
limita a casos particulares.
 
De cualquier modo, “debido a las condiciones de militarización que vivimos los
colombianos, la ley podría ser más restrictiva que garantista. Probablemente, se
profundice el carácter probatorio en cabeza del objetor y no del Estado”, añade
Carreño.
 
Tensiones

Frente a los médicos que se rehúsan a practicar la interrupción voluntaria del


embarazo (IVE), la Sentencia T-209 del 2008 aseguró que la objeción solo
ampara a las personas naturales y no a las jurídicas, debe presentarse
individualmente y no de forma colectiva y, además, no permite violar los derechos
de las mujeres.
 
Posteriormente, la Sentencia T-388 del 2009 sostuvo que las autoridades
judiciales no pueden alegar aquel derecho para declararse impedidas o abstenerse
de autorizar solicitudes de aborto en los tres supuestos avalados por la Sentencia C-
355 del 2006, porque los fallos se emiten en derecho y no en conciencia. Admitir la
objeción significa denegar justicia injustificadamente, y esto acarrea sanciones
penales y disciplinarias, destaca la providencia.
 
Entre tanto, la Sentencia C-577 del 2011, que permitió a las parejas homosexuales
acudir ante los jueces y notarios para solemnizar su unión, no se refirió
expresamente a la posibilidad de que aquellos objeten conciencia, pero sí resaltó
que deben acatar la orden dictada.
 
No obstante, el procurador general de la Nación, Alejandro Ordóñez,
expidió la Circular 13 del pasado 7 de junio, en la que formuló
directrices con respecto a las uniones de parejas gais. En ese sentido,
afirmó que la libertad y objeción de conciencia de los jueces, notarios
y demás servidores públicos o particulares deben ser respetadas en
ese evento, porque el artículo 18 de la Constitución los cobija.
 
Vale la pena destacar que el Ministerio Público también exhortó al Legislativo, para
que profiera una ley estatutaria que reglamente de manera integral y sistemática
esos derechos.
 
En opinión de la presidenta de la Corporación de Jueces y Magistrados, María del
Pilar Arango, la autoridad judicial no puede escudarse en esa institución para
negarse a tramitar los asuntos respectivos, pues quien acepta tal cargo ejerce
función pública, la cual debe prevalecer sobre el derecho privado
subjetivo. De lo contrario, el juez corre el riesgo de someterse a una queja y a los
riesgos propios del incumplimiento de su labor, agrega.
 
Urgencia normativa

Debido a la incertidumbre derivada de la laguna normativa en la materia, lo cual es


un argumento usado por algunos involucrados para rehusarse a proteger a los
objetores, resulta imperioso analizar la necesidad de una regulación concreta.
 
La experta en derechos humanos Diana Rocío Bernal considera que aquella no es
necesaria, ya que el fundamento constitucional de la objeción es la libertad de
pensamiento, conciencia y expresión y una regulación podría vulnerar el ejercicio
de otros derechos de igual importancia para la población.
 

En concepto de Lukas Montoya, asesor jurídico del Grupo de Derecho de Interés


Público de la Universidad de Los Andes, la reglamentación debería diferenciar si la
objeción afecta los derechos de terceros determinados, los cuales tienen que ser
garantizados mediante interpuesta persona. De no ser así, el cumplimiento de la
obligación objetada y de la alternativa debe suspenderse, hasta que la autoridad
competente resuelva el asunto.
 
Así mismo, Iván Garzón Vallejo, director del Programa de Ciencias Políticas de la
Universidad de La Sabana, cree que un tema que ha sido abordado
contradictoriamente por la Corte Constitucional y que suscita tantas dudas
requiere un pronunciamiento del Congreso, mediante una ley estatutaria, y una
mayor sensibilidad liberal de las autoridades públicas. “Si se quiere evitar formas
de resistencia violenta, es necesario reglamentar las pacíficas”, señala.
 
Parámetros

En cuanto a los lineamientos de ejercicio del derecho y sus beneficiarios, Bernal


explica que, si bien es viable establecer parámetros mínimos, los ámbitos de
aplicación necesitan especificidades propias. En los casos mencionados, los
funcionarios pueden ejercer esa garantía, pues es universal, pero debe ponderarse
con los derechos de los demás, debido a su carácter excepcional, indica.
 
De acuerdo con Garzón, todos los ciudadanos gozan de esta garantía,
independientemente de las razones, aunque es importante exigir una motivación.
“Lo que es autoritario y contraproducente es negar temas en los que no se puede
invocar o sujetos que no contarían con esa posibilidad, porque esto implica
concebir los derechos fundamentales como concesiones graciosas del Estado”,
advierte.
 
Montoya opina que una entidad imparcial debe encargarse de cumplir la obligación
objetada. Además, propone la imposición del deber alternativo de asegurar que el
caso sea resuelto por otra autoridad. En consecuencia, considera absurdo que los
jueces y notarios objeten conciencia a las pretensiones de las partes, pues su
trabajo es materializar los derechos de estas.
 
Así las cosas, es difícil pronosticar el futuro de la protección de esta figura, teniendo
en cuenta que los mismos ciudadanos desconocen su contenido.
 
“La garantía de este derecho va más allá de una norma, en tanto necesita una
verdadera política pública que cree conciencia de la necesidad de su respeto”,
concluye Bernal.

Por su parte, Montoya asevera que los jueces de tutela terminarán fijando las reglas
jurisprudenciales para garantizar la objeción y proteger a los perjudicados.
 
Es evidente la tarea pendiente que tiene el Legislativo y el arduo trabajo a cargo de
los operadores judiciales al decidir los casos que lleguen a sus despachos.

Mientras tanto, el conflicto entre derechos, valores, creencias y deberes jurídicos


seguirá siendo objeto de discusión pública.
 
 
Intento legislativo
 
En la pasada legislatura, se radicó ante el Congreso el Proyecto de Ley Estatutaria
095/12S-003/12S, que pretendía regular el derecho fundamental a la objeción de
conciencia, especialmente en torno a la prestación del servicio militar obligatorio y
los procedimientos médicos. Sin embargo, este fue archivado el pasado 24 de junio,
pues solo alcanzó su segundo debate en el Senado.
 
Según la iniciativa, únicamente las personas naturales serían titulares del derecho,
el cual no aplica a los jueces al momento de impartir justicia.

A su vez, la Defensoría del Pueblo, las personerías y un comité nacional quedaban


encargados de resolver las solicitudes de reconocimiento, cuyo trámite sería
gratuito.
 
Además, con el fin de salvaguardar los derechos de terceros, la propuesta planteaba
la exigencia del cumplimiento de una obligación alternativa a la inicial, que no
podría tener naturaleza punitiva o sancionatoria.

El magistrado de la Corte Constitucional, Alberto Rojas Ríos, aseguró que


la Corte debió haber incluido el tema de la objeción de conciencia de jueces
y notarios para celebrar matrimonios entre parejas del mismo sexo.

Indicó que “este pronunciamiento no debió soslayarse por la Corte


Constitucional. Ha debido incluirse para evitar equivocadas aproximaciones
al mismo”.
Agregó que “el derecho fundamental a la objeción de conciencia no es
absoluto. Los precedentes de la Corte Constitucional han ampliado la
protección de este derecho ante la prestación del servicio
militar obligatorio, cuando las creencias o convicciones íntimas que se
aduzcan puedan ser probadas en el mundo exterior, siendo lo
suficientemente profundas, fijas y sinceras”.

Aclaró que en cuanto a los jueces y notarios que invoquen la objeción de


conciencia frente a la celebración de matrimonios civiles de parejas del
mismo sexo, “tendrá la carga de la prueba para demostrar que la misma,
bien sea de orden religioso, ético, moral, humanitario, filosófico o de análoga
naturaleza, es lo suficientemente auténtica, profunda, fija, sincera y
reiterada”.

En conclusión, hechas las salvedades del caso, para el magistrado Alberto


Rojas Ríos las autoridades judiciales y los notarios, en su calidad de
personas naturales, sí pueden legítimamente alegar la objeción de
conciencia para abstenerse de formalizar y solemnizar solicitudes
de matrimonio civil entre parejas del mismo sexo, siempre y cuando
demuestren una reiterada, profunda, fija y sincera convicción, en los
términos señalados por la jurisprudencia constitucional.

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