Para una crítica de la noción de miento llamado tipológico (o esencialis-
ta) hasta el siglo XIX solía ligar pertenencia a familia, tribu, grupo y nación con un
raza sustrato material, transmitido de genera-
ción en generación a través de la sangre y reflejado en los rasgos físicos y morales de las personas y colectividades. De ahí surgen, por un lado, la idea de pureza de raza y, por el otro, la idea complementa- ria de hibridación o mestizaje. La mezcla de razas ha sido vista alternativamente como algo nocivo o deseable, según tiem- po y lugar, pero parece llevar siempre im- plícito el ir contra una tendencia “natu- ral”, el romper un orden preestablecido (Tomaré a una mujer salvaje, hará a mi ra - za morena y rara, escribió Tennnyson). En los diccionarios etimológicos en- contramos desacuerdo sobre la manera en la que se incorporó la palabra raza a las lenguas romances. Una versión nos ha- bla de la incorporación al francés, a fines del siglo XV , de razza, una forma poslati- na, meridional, del italiano que se refería a una “especie o grupo de gentes”, o del pro- venzal antiguo rassa, que indica una “ban- da de individuos que se organizan; un complot o conjura”. Otra versión hace de raza una deformación del latín ratio (cál- culo). Paradójico sería que fuese pariente cercana de razón. Una tercera historia es que proviene del latín generatio, pasando por formas intermedias como generace o naraccia (en el veneciano), para referirse a una familia o banda de gentes al servicio de alguien. Esta asociación con familia, Raza es una de las palabras más difíciles medades, que todas las que han caído en casta, grupo consanguíneo, se refuerza de criticar, no sólo en el idioma castellano los campos de batalla. Un efecto similar durante los siglos XVI al XVIII. sino en casi todas las lenguas occidentales. —podría afirmarse— ocurre cuando se En la Enciclopedia de Diderot y d’A- Ha echado raíces profundas en ellas y es acude al concepto de raza para clasificar a lembert se asocia la palabra raza con la innegable que ha conformado la manera los seres humanos: engendra tales prejui- ciencia de la genealogía. Sinónimo de ex- cómo vemos a los demás y somos vistos. cios y malos entendidos que tiene el efec- tracción, línea, linaje. “Lo que se dice tan- A principios del siglo XVIII el famoso mé- to de cegar a sus usuarios. to de los ascendientes como de los descen- dico Boerhaave escribía (siguiendo en es- La noción de raza está vinculada his- dientes de una misma familia: cuando se to a algún autor de la antigüedad clásica) tóricamente a la de estirpe, pues se con- trata de una familia noble, la palabra es que en la historia de la humanidad más funde con la genealogía y el origen histó- sinónima de nacimiento”. Un segundo y personas han muerto debido a la mala cla- rico y biológico de los seres. Remite a sus notable sentido de raza en esa obra es el de sificación (y por tanto mala cura) de enfer- “lazos de sangre” que hoy día se han con- “especies particulares de algunos anima-
CI E NC I AS 60-61 OCTUBRE 2000 MARZO 2001
les”. Este doble alcance, hacia la genealo- criterio real de unidad de un grupo bioló- gía humana y hacia la tipología animal, gico a que podemos aspirar es genealógico: habría de fusionarse poco después con la la ascendencia (o descendencia) común. “cientifización” del término. Para mediados del siglo XIX la situa- Raza ha estado así teñida por la conno- ción respecto a las llamadas razas huma - tación genealógica, que pide que los miem- nas estaba bastante embrollada. Décadas bros de una raza pertenezcan a un mismo atrás, en aquel viejo e imperial continen- árbol de descendencia, sean de la misma fa- te, bajo el celo clasificatorio ilustrado de milia, casta o linaje. No eran rasgos físi- varios autores, como Blumenbach, Buffon cos en un principio los que determinaban o Kant, se había decidido que existen cin- la pertenencia a la raza, sino los parentes- co tipos humanos básicos (y no dos o die- cos. Debido, claro, a la vieja observación ciséis), cada uno con su lista muy pecu- de que lo similar engendra lo similar es liar de características físicas, intelectuales posible que muy pronto la palabra raza y morales, de las cuales (¡sorpresa!) la “ra - se asociara con similitudes físicas. Lo im- za caucásica” era la más perfecta. Las otras, portante a destacar es que desde su intro- en su versión geográfica, eran: la asiática, ducción en idiomas como el francés, el la americana, la africana y la malaya. Al inglés o el español, raza fue siendo usada mismo tiempo, la palabra raza se siguió cada vez con mayor frecuencia en sentido usando para referir otro tipo de grupos peyorativo (para denostar a los otros, los humanos, por ejemplo aquellos con his- extranjeros, los diferentes) que en un sen- torias nomádicas y tradiciones endogá- tido positivo (para elogiar la procedencia micas (que suelen inducir gran rechazo y familiar o tribal de alguien) o neutro. recelo) como los gitanos o los judíos, o la “Ningún cuerdo quiere muger con raza de de pueblos que se dispersaron dejando judía ni de marrana”, se dijo en España islas de su influencia cultural en muchos en el siglo XVI. sitios, como los celtas o los árabes. La utilización del mismo vocablo por Uno de los efectos profundos de la los estudiosos de los seres vivos que, desde “cientifización” de las razas humanas fue Linneo en adelante, intentaban encon- la tipologización de las mismas, que con el trar clasificaciones naturales para la diver- espíritu clasificatorio y esencialista bajo sidad animal y vegetal, ayudó a extender el que se hizo implicaba que a cada una el uso de raza, y a producir la confusión. correspondía un conjunto bien atado, in- Podríamos decir que la construcción en divisible, de rasgos. Quizá una de las dis- el siglo XVIII de un poderoso sentido cien- cusiones más cargadas de ideología en la tífico en torno al término raza se conjugó historia de la ciencia sea aquella que se dio con los prejuicios originales que ya aca- durante las décadas decimonónicas sobre rreaba éste para darles una apariencia de la genealogía humana. El poligenismo objetividad a las diferencias genealógicas. contra el monogenismo. La primera posi- Eso se debió en parte a que aun dentro del ción hacía de las razas humanas cinco es- espacio científico, raza se siguió usando pecies biológicas distintas, sin ancestros con bastante ligereza y vaguedad (lo mis- comunes; cada una producto de un acto mo para referir variedades geográficas na- de creación independiente. Por su parte, turales, que linajes o pedigríes de ciertos los monogenistas defendían, unos con ba- animales domésticos). Los problemas clá- ses bíblicas, otros con científicas, la idea sicos de la taxonomía y la historia natu- de que los humanos venimos todos de an- ral (¿cuándo una variedad es tan diferente cestros comunes, esto es, que somos de como para ser considerada otra especie?) la misma especie. Fue sin duda una gran se complicaron cuando, después de Dar- fortuna para el género humano que los win, se estableció que finalmente el único segundos hayan tenido los hechos de su
CIE NCI AS 60-61 OCTUBRE 2000 MARZO 2001
lado, pues bastantes atrocidades ya han en el centro de la disputa científica actual, geográficas-genealógicas que puedan agru- cometido nuestros congéneres basados y a mi ver inclina la balanza contra el uso parse en el esquema racial, entonces quie- en la repulsión hacia lo diferente. Pero la del término raza. nes se oponen a que tales distinciones se lengua no ha tenido tiempo (ni deseos) de Aclaremos: la discusión contemporá- sigan haciendo en el habla común, sobre ponerse al día. Una herencia de la disputa nea en torno a las razas humanas toma dos todo por sus estelas racistas, verán refor- sobre el origen y la importancia de las ra - formas. Un debate científico, en el que zada su posición. Y si el consenso cientí - zas para el conocimiento científico de los participan principalmente antropólogos, fico se inclinase hacia conservar la racima- seres humanos es que esta palabra, raza, ha genetistas de poblaciones, demógrafos y ción racial, el bando que apela al “sentido quedado impregnada de un sentido que algunos observadores cercanos de la cien- común” heredado obtendría los bonos. insiste en la diferencia, de un modo esen- cia. Otro debate popular, abierto, sobre Es por lo mismo importante evaluar el es- cialista y determinista. Se tiende a pensar si sigue cumpliendo algún fin la clasifica- tado de la discusión entre los científicos. que la pertenencia a un grupo racial es al- ción de los humanos en razas, y sobre si es- go fundamental, biológicamente y espi- tá de algún modo presupuesta en el esque- III ritualmente, que hace a la persona ser lo ma clasificatorio mismo la jerarquización que es. racista de los grupos humanos. No está La disputa en las comunidades científi- claro cómo están vinculados ambos de- cas se despliega en torno a la pregunta de II bates, pero pareciera que del desenlace del si tiene sentido o no seguir conservando primero dependerá la fuerza que en lo su- la clasificación racial para Homo sapiens. Desde hace varias décadas ha crecido el cesivo tendrán los argumentos de los ban- Con la reformulación de la noción de evo- número de voces que insisten en que ha- dos enfrentados en el segundo. Es decir, lución biológica en términos de cambio bría que eliminar por completo el vocablo si los científicos llegasen a concluir que de frecuencias génicas en poblaciones, y raza del lenguaje. En el habla cotidiana no hay ninguna realidad objetiva que pue- con la exploración por la biología molecu- —se afirma— es una aglutinadora y trans- da ser capturada con una división de la es- lar de los polimorfismos en las poblacio- portadora de prejuicios xenófobos, y en pecie humana en variedades o subespecies nes humanas, se reformula también la idea el ámbito científico “el término raza ha sido tan sobrecargado de significaciones superfluas y contradictorias, conceptos erróneos y reacciones emocionales que ha perdido casi por completo su utilidad” (palabras de J. P. Scott). Pero no ha falta- do por otro lado quien, como Buettner- Janusch, abogue por la preservación del término, afirmando que “aquellos que sos- tienen que las razas no existen están exas- perados por la inadecuación e inconsis- tencia de las clasificaciones publicadas, por los males de la intolerancia y por lo abu- rrido de la mayoría de los escritos acerca de la raza. Sus corazones se hallan en un lugar idóneo, sus cabezas, no […] raza es un término perfectamente útil y válido […] es una comunidad reproductora de individuos que comparten una misma dotación de genes”. La posibilidad, o imposibilidad, de establecer la existencia de grupos raciales atendiendo a las características genéticas, y dejando de lado la pura superficilidad de algunos rasgos fenotípicos, se halla así
CI E NC I AS 60-61 OCTUBRE 2000 MARZO 2001
de que existen grupos humanos genealó- sas o de sucesos, y se refiere a aspectos después del nazismo y sus devastaciones. gicamente establecidos e identificables que encuentran su apoyo en la manera Un argumento que se usó en aquellos años por las divergencias genotípicas y fenotí- como el mundo está de hecho armado, o fue que las condiciones que privaban du- picas acumuladas durante los periodos de si por el contrario el uso de raza se parece rante el periodo de formación de las razas aislamiento geográfico entre los grupos, cada día más al que hacemos de “humor” humanas (pequeñas poblaciones prehis- debido a un proceso evolutivo de diver- o de “temperamento”, que son residuos tóricas separadas geográfica y genética- gencia que dio origen a lo que pueden de viejas clasificaciones médicas, otrora mente y sometidas a presiones de selección considerarse subespecies o razas. objetivas, y que nos siguen sirviendo co- particulares vinculadas a ciertos ambientes) La pregunta es si existen subespecies mo modos de significar ciertas aparien- dejaron de prevalecer con el paso de los si- (razas) descriptibles por cúmulos de ras- cias superficiales (que las antiguas teorías glos, y que con la situación actual de mi- gos (genes y su expresión fenotípica) es- tomaron durante un tiempo como esen- graciones y mestizaje ha perdido el sentido tables, típicos, constantes, de modo que, ciales) pero que han perdido por comple- hablar de razas. dejando de lado híbridos incómodos, a to su agarre referencial con el mundo, al En 1962 S. L. Washburn se quejaba cada individuo corresponda uno y sólo un haberse mostrado como ilusorias sus pre- de que la “discusión de la raza parece en- sitio en la clasificación. O, en términos misas teóricas. La ciencia podría así deci- gendrar discusiones y confusiones sin actuales, si la divergencia histórica logró dir si raza es sólo una reliquia lingüística. fin”. Para criticar a las “personas [que] constituir conglomerados discretos de ge- Restaría la pregunta de si la queremos piensan que las nuevas condiciones —de nes típicos, asociados a las poblaciones que conservar. la especie humana— son tan diferentes estuvieron geográficamente aisladas du- Desde la década de los cincuentas del que resulta mejor ya no utilizar la pala- rante los siglos de la prehistoria. siglo XX podemos encontrar tanto a cien- bra raza ni la palabra evolución”, pues Otra manera de formular la pregunta tíficos que defienden como a otros que creía que “esto confunde más de lo que es resolver si raza es, digamos, como “vol- atacan el uso de raza. Es claro que la inco- aclara”, ya que “la evolución no se ha de- cán”, una palabra que puede indicar y se- modidad ética respecto a la noción esen- tenido puesto que las nuevas condicio- parar con relativa verdad una clase de co- cialista de raza se extendió rápidamente nes cambiarán las frecuencias génicas” aunque “las condiciones que produjeron las viejas razas se han ido”. Para Wash- burn entonces la actitud correcta a adop- tar es reconocer que nuestro pasado pro- dujo inicios de divergencia biológica en nuestra especie que dieron como resulta- do los conglomerados de rasgos adapta- tivos distintos que caracterizan a los hu- manos con orígenes geográficos varios (típicamente africano, asiático, europeo, americano o australiano). Que para nues- tra fortuna la divergencia no alcanzó a producir disrupciones en el proceso de fecundación y desarrollo de modo que toda la especie humana sigue siendo 100% interfecunda y fértil (lo cual posi- bilita la proliferación actual de mestiza- jes). Que no conviene negar la existencia de las razas (ya que es un hecho histórico y biológico, y ayuda a conocer la varia- ción entre los hombres de, por ejemplo, proclividad a ciertas enfermedades, o adaptación superior a ciertos ambientes). Que lo más importante es saldar las dife- rencias externas entre los hombres, eco-
CI E NCI AS 60-61 OCTUBRE 2000 MARZO 2001
nómicas y políticas, que son el verdadero pecies, pero crucialmente en el caso huma- queramos generalizar y sacar del contex- origen de guerras y xenofobias. no, no fue ya si existe variabilidad gené- to de investigación específico. Esta percepción de que negar la exis- tica asociada a la distribución geográfica, El célebre genetista T. Dobzhansky tencia de las razas es caer en una distor- sino si esa variabilidad se acumula y agru- defendió una posición similar. El concep- sión ideológica de signo inverso al racis- pa, conformando bolsas o cúmulos discre- to de raza, afirmó, tiene dos aspectos. Por mo, en la que por pruritos éticos o de otra tos que puedan delimitar una subespecie un lado es una categoría de clasificación índole se ignoran los hechos, es común. o raza. y por el otro es un fenómeno biológico. Esta subordinación de la ciencia a la visión En 1953 Wilson y Brown hicieron la “La clasificación es una necesidad […] política o social, se arguye, es muy peli- propuesta de desechar el concepto de su - Hay más de tres billones de personas en el grosa, debido a que se pierde el asidero bespecie de la biología, pues, según ellos, mundo hoy, y nadie puede conocer a to- de la objetividad, y se cae en el territorio los hechos lo invalidaban. La variación lo- das individualmente; es necesario agru- donde terminan dominando los sectores cal entre poblaciones locales, alegaron, es parlas, clasificarlas, denominarlas. Si las que usan la demagogia y no la razón, co- discordante. Es decir, que los distintos ca- razas no existieran habrían tenido que ser mo lo hacen los racistas mismos. El len- racteres que difieren entre poblaciones inventadas”. Dado que existen, este autor guaje en el que Washburn planteó el pro- cercanas no lo hacen de una manera co- pensaba, nuestra tarea es entender qué blema se ha vuelto, sin embargo, un tanto rrelacionada, salvo en situaciones muy es- son. Partiendo de que hay diferencias ge- obsoleto. peciales. Así, si “se usa un solo carácter ge- néticas entre dos individuos cualesquiera Dejando de lado la corrección políti- nético es posible dividir a una especie en (exceptuando gemelos univitelinos), Dobz- ca, ha sido el avance en el conocimiento subespecies de acuerdo a cómo varía di- hansky afirma que bajo el enfoque po- de la variación genética en poblaciones cho carácter. Si se usan dos caracteres pue- blacional neodarwinista “las diferencias humanas lo que ha inestabilizado más la de seguir siendo posible hacerlo, pero se raciales son diferencias genéticas entre po- noción de raza. La redefinición de pobla- tendrán algunas ‘poblaciones problema’ blaciones mendelianas, no entre personas. ción en términos de acervo genético com- que un antropólogo llamará compuestas o Y sin embargo las razas difieren en los mis- partido por organismos de la misma espe- mixtas. A medida que incorporamos más mo rasgos que difieren las personas”. cie y geográficamente cercanos (de modo caracteres al análisis se va haciendo cada Dado que entre cualesquiera dos pobla- que sea factible que compartan descen- vez más imposible determinar ‘cuáles son ciones humanas encontraremos siempre dencia próxima) desvió abiertamente la las verdaderas razas’”. algún grado de diferencia en las frecuen- atención de los rasgos fenotípicos noto- En los años sesentas hubo intentos de cias génicas, habrá siempre la posibilidad rios que habían sido el fundamento deci- resolver los dilemas de la visión neodar- de distinguirlas y nombrarlas distinto. Si monónico de la división racial. Bajo esa winista en torno a raza. Se argumentó esto resulta conveniente (si por ejemplo descripción, de comunidad reproductora que la variación genética y su distribución coincide con una división histórica o et- y su peculiar coctel de diferentes genes, respaldaban la objetividad de la idea de nológica) no hay razón para no darle nom- la discusión se vuelve en torno a si, de subpoblaciones raciales. Es ése el contexto bre a esa diferencia. Raza es tan bueno co- hecho, en las poblaciones humanas con- de la afirmación citada de Buettner-Ja- mo cualquier otro, con la ventaja de que cretas encontramos discontinuidades, nusch: “raza es un término perfectamente es el nombre usado y entendido por todos. distancias genéticas y agrupamientos de útil y válido” que sigue diciendo “es una El único peligro —piensa Dobzhansky— genes que señalen la existencia clara de va- comunidad reproductora de individuos es asociar al nombre un pensamiento ti- riedades biológicas discretas en nuestra que comparten una misma dotación de pológico (esencialista), que ignore el ca- especie. genes. El nivel en que se defina la comu- rácter estadístico de la realidad racial, y Así, en las décadas de mediados del si- nidad reproductora depende del problema el carácter convencional de la estipula- glo XX, con la idea de que una raza es una que a uno le interesa investigar. No hay ción. Para él, las razas difieren entre sí más población reproductora local, se intentó un nivel absoluto, definitivo o “verdade- respecto a la frecuencia de algunos genes, enterrar la noción esencialista. Raza de- ro” en el que se definan estas comunida- que debido que ciertos genes estén presen- vino un término taxonómico dirigido a des “reproductoras”. Es una visión relati- tes en todos los individuos de una de el- agrupaciones dentro de una especie, de vista y pragmática la que ahí se defiende. las y ausentes en los de otra. Esto, dice mayor generalidad que la población local. Las poblaciones biológicas permiten, para Dobzhansky “desautoriza la concepción Se afirmó que lo que define a las razas es la ciertos fines particulares, ésta o aquella tipológica”. Pero “también desautoriza a diferencia en la frecuencia de algunos ge- división subespecífica, y es útil y hasta ne- ciertos autores modernos, quienes pre- nes. La cuestión a aclarar, en todas las es- cesario hacerla, siempre y cuando no la tenden que, dado que las razas no son ca-
C IE NC I AS 60-61 OCTUBRE 2000 MARZO 2001
jones herméticos, no existen”. Esta últi- ma y caprichosa propuesta, piensa nues- tro autor, necesita como antagonista la noción caduca de raza para ser adecuada. Pienso que, con todo, no deja de haber una apelación al “sentido común” en Dobzhansky: puesto que los habitantes de distintos países son diferentes las razas existen; su utilidad es respaldar lo pre- concebido. Es importante notar que no todos acep- tan la redescripción del problema de la raza en términos neodarwinistas. El impe- rativo clasificatorio ha sido defendido de una u otra manera, por encima del puro esquema genético, por algunos antropólo- gos y biólogos con intenciones a menudo bastante ladinas. La idea es que indepen- dientemente de las frecuencias génicas, que sin duda son el sustrato de la variación entre las poblaciones humanas, hay un subconjunto especial de rasgos adaptativos, morfológicos, fisiológicos y conductuales que distinguen nítidamente a los subgru- pos que requieren el estudio especializado de las razas humanas. Los científicos con- temporáneos que se siguen abocando a esta tarea típicamente correlacionan pro- piedades varias (cuya elección misma, creo, es criticable dada su inexplicable sesgo descalificador de uno u otro grupo) aunque no pueda obligar a que todos se paquetes discretos (candidatos a llamarse con la pertenencia a supuestos grupos ra- alineen (es decir aunque deje abierto el te- razas), sino que se dispersa como un gra- ciales. El ejemplo más notable y contro- rreno para que alguno decida enfocar su diente en el que definir una frontera es vertido es el del coeficiente intelectual atención sobre subconjuntos de caracte- siempre una arbitrariedad. La noción de (IQ). Otros menos conocidos son la ten- res y arbitrariamente decida basar su cla- subespecie tiene, Mayr reconoce, utilidad dencia a la poligamia, a la violencia sexual, sificación racial en ellos) es importante taxonómica, pero normalmente se trata de a tener partos múltiples, concentración porque al menos puede darnos un marco una apariencia que no responde a ningún de testosterona en los varones, etcétera. de referencia para mostrar el nivel de ab- sustrato biológico real, y de ningún modo Otro tipo de estudios, sólo un poco me- surdo, o de prudencia, que tienen los es- puede considerarse, como lo hacen algu- nos dudosos, tienen como objetivo utili- tudios focales. nos, una unidad de evolución. Una po- zar las divisiones raciales para conocer la Frank B. Livingstone propone que la blación subespecífica es parte de una clina distribución en éstas de predisposiciones, manera de entender la variación en pobla- cuando forma parte de un gradiente que genéticas o de otra índole, a ciertas en- ciones humanas es cambiar la noción de la vincula con una o varias otras poblacio- fermedades. raza geográfica por el concepto propuesto nes cercanas. Livingstone concluye que la por Ernst Mayr de clina, que resulta ade- mayor parte de la variación genética en- IV cuado para modelar la forma en la que se tre las poblaciones humanas puede descri- comporta la variación genética entre las birse y explicarse sin utilizar el concepto La decisión de cómo entender la varia- poblaciones humanas. La idea central es de raza, ni algún sucedáneo de éste que ción genética en poblaciones humanas, que la variación génica no se agruma en aluda a discontinuidades claras. “La varia-
CI E NCI AS 60-61 OCTUBRE 2000 MARZO 2001
bilidad en la frecuencia de cualquier gene dos, así sea convencionalmente, comien- nes, resulta arbitrario fijar un criterio es- puede graficarse de la misma manera en za a rayar en el absurdo. Contra lo que tadístico de cuándo se ha acumulado su- la que la temperatura es graficada sobre un Dobzhansky creía, no es posible en la ficiente variación para decir que ya se mapa de climas, y esta descripción de la mayoría de los casos tener casos claros en trata de otra raza. Al hacerlo tendremos variabilidad genética puede describirla to- los que se justifique el establecimiento de siempre situaciones absurdas, como que da y no presupone ninguna explicación”. nombres, de definiciones basadas en fre- habrá más variedad genética entre dos in- Recientemente, los estudios de la his- cuencias genéticas. Suponiendo que una dividuos de la misma raza que entre dos toria genética de las poblaciones humanas, raza la conformen un grupo de indivi- de razas distintas, y tendremos poblacio- basados en exhaustivas mediciones de las duos cuya suma de características nos nes vecinas, las de Perote y Jalapa, por distancias genéticas, de Luigi Luca Cava- permita reconocerlos como biológica- ejemplo, que “se enterarían con sorpresa lli-Sforza y varios otros, han dado un con- mente distintos a los demás, dicha dife- que pertenecen a distintas razas”. Sin tundente respaldo a la posición de Li- rencia debe demostrarse estadísticamen- duda, nos dice Cavalli-Sforza, las barre- vingstone. Basadas en una investigación a te, sobre todo respecto a las poblaciones ras geográficas han dejado huellas en las nivel planetario de la manera en la que cercanas. Dado que lo que se encuentra frecuencias genéticas, al frenar la migra- varían las frecuencias de genes con rela- siempre son continuidades de variación ción y difusión de genes en ciertas direc- ción a la geografía y a la historia de los de frecuencias, que se dan a distintas “ve- ciones, pero jamás han sido completa- movimientos migratorios de las pobla- locidades” en distintos tipos de genes ( v. mente impenetrables (y menos en tiempos ciones, Cavalli-Sforza y sus colaborado- gr. los genes neutros difieren de los genes modernos), de modo que las migracio- res han hecho ver que la idea de definir sujetos a algún tipo de selección), y de nes siempre han terminado por establecer grupos geográfica y genéticamente separa- diferente manera en distintas direccio- continuidades casi perfectas. Contrario a lo que sucede en otras especies, en las que hay subespecies biológicas que sí se aís- lan en términos reproductivos, la fecun- didad entre los seres humanos de todos los grupos fue siempre completa. Para Ca- valli-Sforza, un reconocimiento impor- tante para esclarecer la discusión en torno a las razas es el de que las diferencias mor- fológicas que dieron origen en los siglos pasados a las clasificaciones raciales esen- cialistas se debieron históricamente a adap- taciones epidérmicas (en sentido literal y metafórico) a distintas situaciones climá- ticas. “Los caracteres de adaptación cli- mática son, típicamente, caracteres de la superficie corporal”, casi como tautolo- gía “la superficie del cuerpo es muy visi- ble” y sus características pueden provocar en nosotros impresiones duraderas. So- bre todo si se trata de la percepción de diferencias, de extrañamientos. “El error consiste en hacerlas extensivas a todos los demás caracteres”. La inmensa mayoría de los caracteres humanos son invisibles, y sólo definibles y demarcables a través de estudios biológicos, fisiológicos o molecu- lares. Las adaptaciones locales, climáticas, de salud, nutricionales, etcétera, tienen una importancia relativa al conjunto de
CI E NCI AS 60-61 OCTUBRE 2000 MARZO 2001
todo los genes, así como relativa a todas sobre todo es a la distribuciones de fre- algunos tienen. Bajo una perspectiva así las funciones fisiológicas y sicológicas hu- cuencias génicas (cuya dinámica de cam- resulta injustificado seguir manteniendo manas, tan menor que apenas pueden bio puede además modelarse matemática- con algún grado de seriedad investigacio- considerarse como un accidente. Adap- mente), hay todavía demasiados científicos nes con pretensiones científicas basadas en taciones que además han perdido com- interesados en privilegiar la superficie fe- correlaciones entre grupos de rasgos y pre- pletamente significación en las nuevas notípica y en usarla como fuente de cri- tendidas razas humanas. Lo único a lo que condiciones demográficas y sociales de la terios clasificatorios, que de ese modo si- contribuyen es a aumentar la confusión especie. guen abierta o implícitamente afectados y el prejuicio. A mi entender, el problema básico no por las nociones heredadas, esencialistas, está en la decisión de si estudiar en el ni- de raza. V vel genético, u otro, las características de Es una inferencia bastante lamenta- las poblaciones humanas, sino en si he- ble en su llana calidad lógica la de pasar ¿Debemos eliminar el uso de la palabra mos de invocar el espectro de la noción de unos cuantos rasgos llamativos al es- raza? Paul T. Baker piensa que no nos to- de raza. Pero debemos tener claro que una tablecimiento de estancos definitivos que ca decidirlo. “Las razas, escribe, no tienen parte importante de la confusión actual quieren capturar todos los rasgos de una más o menos realidad que las sillas, pues- deriva de que mientras algunos biólogos y persona bajo su pertenencia a una raza. to que ambas son entidades informativas antropólogos han dejado completamen- Se necesita, entre otras cosas, el lubricante humanas que persistirán lingüística y con- te atrás la vieja imagen de las cinco razas de una pasión xenofóbica o racista para ceptualmente en tanto sirvan a los propó- fenotípicamente distantes, y trabajan en que pésimas inferencias como ésas asu- sitos de quienes las utilizan”. Pero pode- un mundo donde lo que hay que atender man la apariencia de obviedad que para mos cuestionar dichas intenciones, y con ello la pretendida objetividad a la que con- ducen. En la biología, salvo las catego- rías taxonómicas con objetos bien defini- bles, como phylum, especie, y por supuesto individuo, todas las demás son claramen- te arbitrarias y dependen de convenciones revocables. Sobre todo aquellas, como su- bespecie, variedad o raza, que están por debajo del nivel de especie y por encima del de individuo. Los heterogéneos agrupamientos de caracteres, en grupos de individuos relati- vamente aislados, que dan origen a las lla- madas variedades geográficas, parecen ser superficiales e inestables comparados con los muchísimos y más determinantes ras- gos que los miembros de una especie com- parten. Las diferencias genéticas entre se- res humanos clasificados como de “razas distintas” es por lo general del mismo or- den de magnitud que las diferencias entre individuos de la misma raza. No hay dis- continuidades abruptas. Por ende, la idea de que hay algo así como la raza a la que cada ser humano pertenece (o la cruza de razas, dada en partes proporcionales de sangre según los ancestros) carece de ob- jetividad. Ése parece ser el consenso hacia el que se mueven los científicos. La recien-
C IE N CI AS 60-61 OCTUBRE 2000 MARZO 2001
Aunque claro que hay muchos usos menos problemáticos del término raza fuera del contexto humano (perros, cone- jos), y que también podría alegarse que muchos usos de raza en contextos huma- nos son inocuos y superficiales, el asunto se torna grave cuando se transporta el sen- tido de raza hacia el espacio donde se di- rimen las identidades culturales, naciona- les, tribales. Creo por eso que identificar una raza, con todas las connotaciones seu- dobiológicas y genealógicas, con una na- ción es un acto no sólo de ignorancia, sino que, en el sentido de Boerhaave, puede llegar a ser criminal. Tengo la convicción de que el lema “Por mi raza hablará el espíritu” que utili- za la Universidad Nacional Autónoma de México desde hace décadas ha perdido su sentido; se ha vaciado. José Vasconce- los, su creador, vivió inmerso en una visión del mundo fosilizada, heredada del siglo XIX, en la que hablar de la “raza cósmi- ca”, o pergeñar el lema que se nos ha fo- silizado en la UNAM resultaba “natural”. Es te propuesta para cambiar la declaración humanos, ninguna norma legal deberá cierto que muchos de nuestros contem- de la UNESCO sobre las razas de la Asocia- prohibirlo. Está claro que si los hablan- poráneos se resisten a salir de ese mundo ción Americana de Antropólogos Físicos tes de nuestras lenguas deciden que les va en que un indio era un indio, y un blanco así lo muestra. bien seguir usando para algún fin las “di- un blanco, y cada cual debía saber su si- A pesar de que la genética de pobla- ferencias” que demarcan las categorías tio. Que es sin paradoja el mismo mundo ciones nos indica una dirección clara: (el raciales heredadas, lo harán. Se trataría donde la mezcla o mestizaje es un fenó- abandono del concepto y la palabra mis- entonces de convencerlos de su error. El meno biológico de una importancia fun- ma de raza), su dictamen no tiene por qué debate se traslada así a la región menos damental, y hasta cósmica, que puede por regir autoritariamente el uso en todos los objetiva y más controversial de los valo- sí mismo dirigir el curso de la historia. No contextos. El debate ético y político en res, la corrección o incorrección ética (que debemos olvidar que ése es exactamente torno al uso del vocablo tiene que seguir no política), y la sanidad en las relaciones el mundo que da sentido al eugenismo, a sus propias dinámicas. A pesar de lo du- entre los grupos humanos. Personalmen- las políticas de saneamiento étnico y tan- doso que pueda ser, si alguno toma la de- te creo que el caso contra seguir usando tas otras aberraciones. Quizá ha llegado la cisión de privilegiar las diferencias super- raza es fuerte y debemos tratar de elimi- hora de que el espíritu hable por otra cosa ficiales en la morfología de los grupos nar el vocablo. más significativa que la raza. b
R EFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Rushton, J. Phillipe. 1995. Race, Evolution and
Carlos López Beltrán Cavalli-Sforza, Luigi Luca. 1997. Genes pueblos y len - Behavior. Universidad de Western Ontario. Instituto de Investigaciones Filosóficas, guas. Crítica, Grijalbo Mondadori. Universidad Nacional Autónoma de México. Harding, Sandra, comp. 1993. The “Racial” Eco - I MÁGENES nomy of Science. Universidad de Indiana. Raúl E. Discua, fotografías tomadas entre 1930 y Marks, Jonathan. 1995. Human Biodiversity; Ge - 1950. Archivo Fotográfico México Indígena del Insti- nes, Race and Enlightermentt. Blackwell. tuto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacio- Mead, M., T. Dobzhansky, E. Tobach y R. E. Light, nal Autónoma de México. comps. 1972. Ciencia y concepto de la raza. Fontanella.