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INTRODUCCION

Silvia Torres Castilleja


Instituto de Astronomía, UNAM

Luis F. Rodríguez
El Colegio Nacional y Centro de Radioastronomía y Astrofísica, UNAM

Galileo y el Año Internacional de la Astronomía

Este año los astrónomos estamos de fiesta. Celebramos 400 años del primer uso
astronómico del telescopio en 1609, por el científico italiano Galileo Galilei. A nivel
tanto nacional como internacional se están celebrando todo tipo de eventos para el
público, que van desde las conferencias a las sesiones de observación del cielo, pasando
por exposiciones y concursos. La declaración del 2009 como Año Internacional de la
Astronomía la realizó la Organización de las Naciones Unidas, en respuesta a una
petición hecha en el 2003 por la comunidad astronómica internacional, de la cual
México forma parte.

Este libro forma parte de esta celebración pero esperamos que su vigencia no
concluya con el año, sino que sea un testimonio duradero de una serie de
acontecimientos que ocurrieron alrededor de los descubrimientos de Galileo y que
moldearon no solo a la ciencia sino a la misma sociedad. Como veremos en los variados
capítulos que constituyen el libro, los descubrimientos de Galileo desencadenaron
fenómenos que ampliamente trascendieron al puro ámbito académico.

En particular, la ocasión se presta para reflexionar sobre algunos aspectos de la


actividad astronómica de Galileo que dejaron huella muy profunda en la manera en la
que se ha hecho investigación científica a través del tiempo. Digamos que son las
lecciones, las enseñanzas de Galileo.

La primera lección que nos deja la actividad astronómica de Galileo es que hay que
estar dispuestos a aprovechar las oportunidades nuevas. Hasta 1609, cuando ya contaba
con 45 años de edad, Galileo había dedicado sus esfuerzos primordialmente al estudio
de la Física, con limitado interés en la Astronomía. En la Física ya había hecho
contribuciones notables, como su conclusión de que en el vacío todos los cuerpos caen
con igual velocidad bajo la influencia de la gravedad, o de que un péndulo se podía usar
para marcar el tiempo. En 1605 realizó una investigación relacionada con la
astronomía, cuando discutió la distancia a la supernova de 1604, descubierta por su
contemporáneo el astrónomo alemán Johannes Kepler. Pero en 1609, cuando Galileo
supo de que “un holandés había construido un aparato maravilloso (el telescopio) que
permitía ver las cosas como si estuvieran más cerca”, se volcó hacia la Astronomía. Por
varios años concentró su esfuerzo en estudiar las “grandes y muy admirables
maravillas”, como las llamaría el mismo, que había en el espacio extraterrestre. Hay que
aprovechar las ventanas de oportunidad que a veces se abren enfrente de nosotros.

Otra lección que nos dejó Galileo es que hay que aprovechar las experiencias que uno
ha ganado en el pasado. Por razones económicas, Galileo diseñó y construía, con la

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ayuda de artesanos de la región, un compás geométrico y militar que servía para hacer
cálculos rápidos (muy útiles para los artilleros de la época). Este compás lo vendía e
inclusive daba clases de cómo usarlo. Este contacto con los artesanos fue lo que le
permitió construir rápidamente su propio telescopio, a partir de lo que había oído del
diseño original. En particular le fue muy útil el tener acceso a los pulidores de lentes de
Venecia, que eran de los mejores del mundo en aquel entonces. Galileo fue innovando
su diseño por prueba y error (la óptica teórica no estaba bien desarrollada entonces) y de
un aumento inicial de 3 en su primer telescopio, lo logró llevar a aumentos del orden de
30 en versiones posteriores. Esto le permitió continuar haciendo descubrimientos que
requerían mayor amplificación de los cuerpos celestes. Estudios hechos en la actualidad
de los telescopios construidos por Galileo indican que eran de muy buena calidad. En
otras palabras, hay que mejorar continuamente los instrumentos con los que
investigamos.

Galileo también aprovechó el que escribía muy bien y no solo consolidó la noción de
que hay que publicar las contribuciones científicas que uno realiza, sino que lo hizo con
gran maestría. Parte de sus publicaciones fueron en italiano (otra parte en latín, que era
la lengua franca de la ciencia de entonces). Se considera que sus escritos en italiano
avanzaron el uso de esta lengua para propósitos de divulgación científica de manera
comparable a la que los escritos de Maquiavelo la habían refinado, un siglo atrás, en el
área de la filosofía política. Hay que escribir lo que uno encuentra y hay que hacerlo lo
mejor posible.

Llama también la atención el que Galileo logró conjugar, hace ya 400 años,
investigación básica, investigación aplicada, tecnología, e innovación para alcanzar sus
objetivos. En retrospectiva es claro que su aportación no hubiera tenido la trascendencia
que tiene si él no hubiera aplicado todos estos distintos componentes de manera
continua. Hoy, en México, parecería que no aceptamos que todos estos elementos tienen
que estar presentes, de manera simultánea, para el avance de una sociedad. Daría la
impresión de que el apoyo o el interés sólo pueden dedicarse a una de estas facetas y
que hay épocas buenas y épocas malas que se alternan de manera impredecible. Por
ejemplo, en los últimos años las estadísticas publicadas por el CONACYT nos indican
que el número de personas dedicadas a la investigación y el desarrollo en la industria ha
crecido de alrededor de 15,000 en 2002 a alrededor de 40,000 en el 2006. ¡Bien por la
tecnología y la innovación en el país! Pero en el mismo periodo el número de personas
dedicadas a la investigación y el desarrollo en las instituciones de educación superior se
ha mantenido constante, en unas 25,000 personas. Estas personas son las que llevan la
responsabilidad de la investigación básica y de la formación de personal especializado y
en este aspecto no hemos progresado. En particular, en México el apoyo hacia la
investigación básica parece estar en un mínimo histórico, ante la concepción errada de
que podremos sobrevivir tan sólo con gente que haga tecnología e innovación. El
porcentaje con el que México contribuye a las publicaciones científicas mundiales ya
alcanzó un pico y en los últimos años lamentablemente comienza a disminuir. Ojalá y se
pudiera progresar con sólo algunos de los elementos mencionados, por ejemplo la
innovación. Pero no es así y tenemos que adoptar una visión más amplia, más
incluyente, del complejo mosaico que constituye el desarrollo científico y tecnológico
de un país, antes de que reprobemos la última lección de Galileo.

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¿Quién fue Galileo?

(Insertar Figura 1, el cuadro de Galileo)

Nació en Pisa en 1564, hijo mayor del músico Vincenzo Galilei, quien fue un
gran intérprete y teórico musical y de Giulia degli Ammannati. Sus primeros años
transcurrieron en esa ciudad. En 1574 sus padres se trasladaron a Florencia y Galileo se
reunió con ellos dos años mas tarde. Estuvo a cargo del religioso Jacobo Borghini,
quien lo envió al monasterio de Santa Maria di Vallombrosa, donde estudió griego, latín
y lógica; sin embargo ante el creciente interés de Galileo en convertirse en monje, su
padre lo llevó de regreso a Florencia.

Más tarde en 1581, su padre lo envió a estudiar medicina en la Universidad de


Pisa. Aunque Galileo trató de complacer a su padre, su interés no era la medicina, sino
las matemáticas. Ya en 1583 notó un efecto curioso. Se dio cuenta que un péndulo tarda
el mismo tiempo en recorrer un ciclo completo, independientemente de la amplitud de
su oscilación. A este efecto se le denomina el isocronismo de los péndulos. La leyenda
dice que este trabajo fue inspirado en el candelabro de la catedral de Pisa. Permaneció
en la universidad durante 4 años, y regresó a su hogar sin haber obtenido el título de
médico.

De regreso en Florencia en 1585 Galileo empezó a impartir lecciones privadas


de matemáticas mientras continuaba sus propios estudios de matemáticas, filosofía y
literatura. Su interés principal fue el estudio del movimiento de los cuerpos y el centro
de masa de estos, publicando un trabajo sobre este tema, Teoremata circa centrum
gravitatis solidum. Inició sus cuestionamientos de la filosofía Aristotélica y el
pensamiento científico de la época. Galileo se hizo notorio con su invento de una
balanza hidrostática, instrumento que usó para medir la gravedad especifica de los
objetos, al pesarlos en el agua. En 1586 a la edad de 22 años publicó su primer libro, La
Bilancetta, en la que hace una evaluación del método de Arquímedes para determinar
densidades específicas y realizar experimentos con el desplazamiento del agua. Al
mismo tiempo continua sus estudios sobre las oscilaciones e inventa el pulsímetro como
un medio para medir intervalos de tiempo.

En 1589 obtuvo una cátedra de matemáticas en la Universidad de Pisa. Galileo


se rehusó a usar el atuendo tradicional de la túnica negra, pues le resultaba estorbosa,
por lo que fue multado en repetidas ocasiones. Ahí estudió la caída de los cuerpos y el
movimiento de los proyectiles y publica De motu. Sus obligaciones comprendían
impartir los cursos de astronomía basados en la teoría de Tolomeo sobre el movimiento
del Sol y los planetas alrededor de la Tierra. Estos cursos permitieron a Galileo
profundizar en la astronomía.

En 1591 murió su padre y en él recayó la responsabilidad de mantener a su


hermano menor, de pagar las dotes de sus hermanas y posteriormente de cubrir los
gastos de su propia familia. En busca de mejores oportunidades, en 1592 se trasladó a la
Universidad de Padua como catedrático, con un salario tres veces mayor, impartiendo
cursos de geometría, mecánica, astronomía y arquitectura militar. Adicionalmente

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ofreció clases privadas en su casa a estudiantes ricos, de geometría, cosmografía y otros
temas.

Desde 1595 se inició el estudio de la teoría de las mareas, en las que proponía
que se deben a los movimientos diurnos y anuales de la Tierra. Durante su estancia en
Padua tuvo un desarrollo espectacular pues se dedicó a estudiar temas de tecnología
náutica, por ejemplo determinar la mejor ubicación de los remos en las galeras. Su
habilidad instrumental le permitió inventar una máquina para elevar agua (bomba), un
termoscopio y un “sector” o “compás geométrico", instrumento para realizar cálculos y
medir ángulos; se trata de un compás militar y geométrico y el cual también se puede
usar como calendario. Este dispositivo facilitaba el cálculo para estimar el tiro de
proyectiles, además de otras aplicaciones. Para complementarlo preparó un pequeño
manual que explicaba su uso, y dio cursos para su mejor aplicación. Fue tal el éxito de
su dispositivo, que contrató a un artesano para que fabricara los sectores.

En 1602 realizó experimentos con un péndulo para medir los incrementos del
tiempo. Explica sus hallazgos en una carta a Santorio Santorio, un médico amigo en
Venecia, quien usó este método para medir el pulso de sus pacientes.

En 1604 hizo su aparición una nueva estrella en el cielo, que ahora sabemos fue
una supernova. Debido a la concepción de la inmutabilidad de los cielos, a este nuevo
astro en la constelación de Ophiucus se le consideró un fenómeno local, y no de los
cielos. Galileo demostró que este nuevo objeto en el firmamento era en verdad una
estrella y no un planeta o una luna. Su interés por la astronomía se extendió a la Vía
Láctea y dibujó su estructura en varios diagramas. Estas ilustraciones ayudaron a la
comunidad científica a entender el concepto de nebulosa. A pesar de tener un mejor
salario en Padua, aún así el ingreso que recibía no le era suficiente para cubrir sus
necesidades familiares, pues de sus relaciones con Marina Gamba nacieron 3 hijos
(Virginia, Livia y Vincenzo).

De 1602 a 1609 se interesó en los estudios del movimiento del péndulo y realizó
experimentos con el plano inclinado ya que se dio cuenta que este dispositivo era útil
para retrasar la caída de los cuerpos y poder estudiar las características de su
movimiento. Retomando sus estudios sobre el movimiento, Galileo demostró que en el
vacío los proyectiles siguen trayectorias parabólicas. También se interesó por el estudio
de las estructuras de los imanes.

En 1606 inventó el termoscopio, primer termómetro, que aunque impráctico,


presentó la idea básica de que el agua a distintas temperaturas puede cargar diferente
peso. A medida que la temperatura del agua cambia ésta se expande o contrae por lo que
cambia su densidad. Así en un mismo recipiente con agua diferentes cuerpos flotarán y
otras se hundirán. A diferentes temperaturas serán distintos los cuerpos que se hundan,
por lo que se tiene un indicador de la temperatura del agua.

Fue en mayo de 1609 cuando al recibir las noticias del nuevo anteojo
(perspicillium) que habían inventado en Holanda, él discurrió construir uno para sí. En
ese entonces ya se conocían las lentes cóncavas y convexas por lo que él construyó su
propio instrumento usando un tubo de plomo con una combinación de lentes. Su primer
telescopio (como se habría de llamar más tarde) tenía una amplificación de 3 veces,
pero pronto logró amplificaciones mayores, hasta de 20 y 30 veces. Evidentemente el

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telescopio construido por Galileo era de gran importancia militar y así lo ofreció al
Senado de Venecia el 21 de agosto de ese mismo año. Pero lo más notable es que al ver
el cielo, percibió una serie de novedades que transformaron la concepción del mundo.

Del 30 de noviembre al 19 de diciembre observó la Luna con su telescopio. El 7


de enero observó tres estrellitas junto a Júpiter y cuatro días mas tarde observó 4 de
ellas. En una semana había llegado a la conclusión que se trataba de satélites de este
planeta.

Los descubrimientos celestes de Galileo fueron extraordinarios. Y aun más


extraordinario es que muchos de ellos fueron resultado de observaciones intensísimas en
un periodo de unos cuantos meses los cuales fueron publicadas en un libro muy corto y
sencillo que apareció en 1610, Sidereus Nuncius (Mensajero Sideral, o Gaceta Sideral,
ver Figura 2). Las últimas observaciones que reportó en tan interesante documento, se
refieren a los satélites de Júpiter y son del 2 de marzo, siendo que el libro apareció en
ese mismo mes. Dedicó el libro a Cosmo de Medici en Florencia con la esperanza de ser
contratado por éste.

El 10 de julio 1610, Galileo salió de Venecia y se trasladó a Florencia bajo la


protección de la familia Medici, nombrado primer matemático y filósofo, sin obligación
de enseñar.

En septiembre de 1610 descubrió las fases de Venus cuyo comportamiento es


posible explicar en el modelo heliocéntrico.

La primavera siguiente viajó a Roma invitado por el Cardenal Maffeo Barberini


(quien se convertiría en el Papa Urbano VIII) donde fue recibido con grandes honores
por el Papa Pablo V, y el Colegio Romano, compuesto de jesuitas. También fue invitado
pertenecer a la recién formada Accademia dei Lincei (Academia de los Linces, ver
Figura 3). Sin embargo fue atacado continuamente, pues se puso en duda la veracidad
de sus observaciones; cuando éstas fueron confirmadas por el Colegio Romano, los
ataques cambiaron de características.

En esta época Galileo inició sus propuestas a la Corona Española para ofrecer un
método para determinar la longitud en altamar a partir de las posiciones de los planetas
de Júpiter. Estas negociaciones no tuvieron éxito.

En 1612 publicó su obra Discorsi intorno alle cose che stanno in su l’aqua o che
in quella si movono (Cuerpos que flotan sobre el agua o que se mueven en ella) en
Florencia. En esta avanzada obra de hidrostática moderna Galileo aseguraba, igual que
Arquímedes, que los hielos y otros cuerpos flotan o se hunden según su gravedad
específica, afirmación que difería enormemente de la Teoría Aristotélica que se
enseñaba en las universidades. En esta teoría se sostenía que los trozos de hielo flotan a
causa de su forma ancha y aplastada, la cual les impide atravesar la superficie del
líquido. Galileo sabía que el hielo es más ligero que el agua, por lo tanto siempre flota
sin importar su forma. Lo demostró sumergiendo un trozo y soltándolo bajo el agua para
dejarlo subir a la superficie.
El año siguiente escribió tres cartas a Marco Velserio en respuesta a la
publicación de una relación sobre las manchas solares por Christopher Scheiner bajo el
seudónimo de Apelles latens post tabulam. Galileo disputó la prioridad del

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descubrimiento de las manchas del Sol. Las cartas se publicaron bajo el título de Istoria
e Dimostrazioni intorno alle Macchie Solari e loro Accidenti (Historia y demostraciones
en torno a las manchas solares y sus accidentes). En la tercera de estas cartas hizo una
declaración pública apoyando la teoría copernicana. En realidad Galileo estaba
convencido de la validez de esta teoría, pero no lo había expresado claramente. Aunque
la obra de Copérnico había sido publicada en 1543, su propuesta de que el centro del
Universo es el Sol y no la Tierra, tuvo poca repercusión. Aún el astrónomo danés Tycho
Brahe no la aceptó en su totalidad y propuso un sistema intermedio en el que Mercurio y
Venus giran alrededor del Sol y éste a su vez gira alrededor de la Tierra. Fueron Kepler
y Galileo los que se convencieron de la teoría copernicana y la apoyaron. Las
observaciones de Galileo y los textos que publicó fueron decisivos en la aceptación de
que el Sol está al centro del Universo.

En diciembre de 1613 un fraile dominico en Florencia, Tommaso Caccini


denunció públicamente como heréticos a Galileo y a otros que suscribían la teoría
copernicana.

En 1616 escribió sobre la teoría de las mareas en el Discorso del Flusso e


Reflusso del mare (Discurso del flujo y reflujo del mar) con el argumento que éstas
prueban el movimiento de la Tierra y que el Sol está al centro del universo.

Ese año, durante el reinado del Papa Pablo V, la Inquisición examinó


formalmente los razonamientos copernicanos. En particular estudiaron dos
proposiciones: (1) El Sol es el centro del Universo y, consecuentemente, no se desplaza
a través de él y (2) La Tierra no es el centro del Universo, ni permanece inmóvil, sino
que se desplaza como un todo y también gira diariamente. Ambas proposiciones fueron
declaradas hereticas y faltas de fe, ya que contradicen abiertamente la doctrina.
Asimismo, fue prohibido el texto de Copérnico “De Revolutionibus” hasta que fuera
revisado y Galileo fue advertido por el Cardenal Bellarmino a “no sostener, enseñar o
defender el público o en privado la doctrina condenada”.

En 1623 Galileo publicó su libro Il Saggiatore (El Ensayador) dedicado al nuevo


Papa Urbano VIII en el que arguyó, equivocadamente, que los cometas no existen.
Presentó sus puntos de vista sobre su peso y naturaleza y acerca de la importancia de la
ciencia experimental sobre las opiniones de la mayoría de las personas. En este libro se
burló del Cardenal Grassi. El argumento sobre los cometas lo presentó a raíz de un
conjunto de publicaciones sobre los tres cometas aparecidos en 1618 que Galileo no
pudo observar por estar enfermo, pero que otros observaron y los tomaron como base
para apoyar el sistema híbrido de Tycho.

El año siguiente Galileo viajó a Roma a entrevistarse con el papa Urbano VIII y
algunos cardenales. El Papa dio permiso a Galileo a presentar la teoría copernicana en
sus textos con la condición de que lo hiciera solamente como una hipótesis. Ese mismo
año Galileo perfeccionó su microscopio compuesto.

Galileo se sintió ampliamente protegido por el papa Urbano VIII y el Gran


Duque de Toscana, Fernando II de Medicis, por lo que, en febrero de 1632, publicó en
Florencia su Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo tolemaico e copernicano
(Diálogo sobre los dos grandes sistemas del mundo ptolemaico y copernicano), donde
arguyó en contra del geocentrismo de Tolomeo y se burló implícitamente de los letrados

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jesuitas. El Diálogo fue a la vez una revolución y un verdadero escándalo. El libro es, en
efecto, abiertamente pro-copernicano, ridiculizando audazmente la interdicción de 1616.

El Diálogo es un texto muy interesante, publicado en italiano en el que


representa una conversación entre tres personajes: Salviati, un seguidor de Copérnico,
Sagredo, una persona ilustrada que no toma partido, y Simplicio, un mediocre defensor
de los conceptos tradicionales. Los tres interlocutores dialogan durante 4 días, en los
que Salviati presenta diferentes temas: En el primero expone una serie de argumentos
que conducen a la verdad inevitable del movimiento de la Tierra alrededor del Sol;
también desafía la creencia de que todo en el cielo es inamovible e incambiable. En el
segundo explica el movimiento relativo en el cielo. El tercer día, debate sobre el
movimiento anual de la Tierra y utiliza como argumento las manchas del Sol. Dedica el
cuarto día a defender la teoría de Galileo sobre las mareas, que las atribuye al
movimiento de la Tierra.

Este escrito ofendió al Papa, quien le había solicitado un texto objetivo con
ambas teorías, a diferencia del texto preparado por Galileo, abiertamente copernicano.
El Santo Oficio entró otra vez en funciones y en octubre de 1632 llamó a Galileo a
Roma. Por su mala salud, Galileo retrasó su viaje, aunque finalmente llegó a Roma tres
meses después, en febrero de 1633. El proceso se inició con un interrogatorio formal de
la Inquisición en abril y concluyó unas semanas después. El desenlace de dicho juicio es
que el 22 de junio, bajo amenaza de tortura, Galileo se retractó formalmente de su
adhesión al sistema Copernicano. De cualquier manera, fue condenado a permanecer
confinado de por vida a voluntad del Santo Oficio. Primero se le permitió trasladarse a
la residencia del Embajador de Toscana en Roma, después le autorizaron residir en
Siena en el domicilio del arzobispo y finalmente se le permitió trasladarse a Arcetri, una
villa cercana a Florencia, próxima al convento donde residía su hija Virginia.

En Arcetri, Galileo permaneció recluido desde 1633 hasta su muerte. En medio


de una gran depresión, se dedica a trabajar en los fundamentos de la mecánica y en
temas de la resistencia de materiales. Escribe su último libro Discorsi e demostrazioni
Matematiche, intorna a due nuove scienze attenenti alla meccanica & i movimienti
locali (Diálogo sobre dos nuevas ciencias) que se publicó en 1638 en Holanda por Luis
Elzevier burlando la prohibición del mundo católico de no publicar ningún texto mas (ni
reimprimir ningún texto ya publicado).

Victima de la ceguera y otros males, Galileo muere en enero de 1642 en Arcetri


a la edad de 78 años en compañía de su hijo y sus discípulos.

BIBLIOGRAFÍA

Galilei, Galileo, La Gaceta Sideral, Introducción, traducción y notas de Carlos Solís


Santos, Alianza Editorial (2007)

Galilei, Galileo, Dialogo sobre los dos máximos sistemas del mundo ptolemaico y
copernicano, Edición de Antonio Beltrán Marí, Alianza Editorial (edición 1994)

Galilei, Galileo, Discoveries and opinions of Galileo, (Introduction and notes by


Stillman Drake), Anchor Books (edición 1957)

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Drake, Stillman, Galileo, A very short introduction, Oxford University Press (1980)

Finocchiaro, Maurice A. The Galileo Affair, A Documentary History, University of


California (1989)

PIES DE FIGURA

Fig. 1. Retrato de Galileo por Justus Sustermans (1597-1681) pintado en 1636.

Fig. 2. Portada del Mensajero Sideral (1610).

Fig. 3. Emblema de la Academia de los linces fundada en 1603, en la que Galileo fue
admitido en 1611.

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