Mi actitud es similar a la de Marlow: las manos en los bolsillos, los pulgares
fuera y la barba apuntando al horizonte. Depredador rapaz por añadidura, marino mercante por excelencia, el capitán de barco inglés solía penetrar la bruma salvaje de toda culpabilidad histórica y, con aura cientificista, retornar con excéntricos tesoros que conmocionaban a la aristocracia europea.
Tiempo de colonialismo –persistente en siniestros yugos y cadenas
cantarinas–, de imaginar el excepcional esplendor del pasado en un montaje paulatino y, sextante al ojo, una escenificación de altura, donde el prodigio es la fotografía en la marisma de la tradición fantástica.
Camanchacos* u Hombres de niebla, primitivos, incultos, naturales del norte
de Chile, quienes sobrevivían de la pesca –utilizando la sal para hacer charqui y cueros de Otaria flavescens** para flotar sus balsas– y que, semidesnudos, se embriagaban de sangre de lobo marino, la cual se pudría entre sus barbas y, al observarlos de cerca, su piel se encontraba perforada de gusanos (el cuerpo, reino de las inscripciones más íntimas).
Después de lo anterior nos queda, como un sorpresivo reflujo de astillas, la
mala idea de que la Humanidad se instituyó con miras a fundirse en una enorme amabilidad.
Los tejidos de antropoficción (fotografías y vitrinas), de la artista visual
Antonieta Clunes R., son parte de una trama que reitera en contarnos la realidad en el sesgo que hay entre el verismo y la verosimilitud, permitiendo penetrar en escenarios posibles a través de una impostada indumentaria concreta. Si el animismo implícito impulsa a su creación, la naturalización de la Historia, a partir de la imagen –y su recomposición antropomórfica– concreta el lugar ficticio: la luz primigenia del mito y, en pose sobrenatural, la seña inmemorial de los personajes.
De indudable efectividad cósmica, la magia es una voz narrativa; las tiras de
alga, realidad adyacente que funde dos mundos –pasado y presente, originarios e invasores, realidad y fantasmagoría, impostura y revelación–, elementos que coronan de extraña luminiscencia el testimonio imaginario de una ribera lejana.