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Articulo 2
Articulo 2
A través de toda su vida, desde la niñez hasta los años más avanzados;
como estudiante que peregrinó por ásperos caminos del mundo; o como
trabajador de la enseñanza y maestro del pueblo y de la juventud; en los días
aciagos o felices, Haya de la Torre fue en cada momento de su existencia un
abanderado de la educación. Ya sea en los difíciles instantes cuando corría
riesgo de morir, al someterse a compleja operación quirúrgica en 1965, ocasión
cuando recomendó “Constitucionalizar la gratuidad de la enseñanza” atendida
por el Estado; o en la etapa cimera de su larga carrera de estadista cuando fue
Presidente de la Asamblea Constituyente entre 1978 y 1979, asigna a la
educación importancia jerárquicamente superior dentro de un nuevo modelo
político inspirado en la justicia social. Desde el candor de los años mozos,
cuando enseñaba a otros niños en su propia casa; pasando por la fogosidad
juvenil que lo impulsa a realizar la obra excelsa de educar trabajadores en las
Universidades Populares “Manuel Gonzáles Prada”; hasta la fase postrera de
su vida, al realizar periódicas y orgánicas sesiones de sesiones de enseñanza-
aprendizaje para jóvenes y adultos, utilizando el método del coloquio, exhibe
una sola línea de su conducta permanente en favor del perfeccionamiento del
hombre mediante la educación, a la cual, en su concepto, habrán de acceder
todos los peruanos sin discriminación alguna dada su elevada categoría de
derecho humano fundamental.
Haya de la Torre vio la reforma como un solo movimiento, un solo proceso con
sentido de continuidad, a través de etapas o episodios diversos. Desde el
manifiesto de Córdoba hasta las leyes que en el Perú recogieron sus aportes, a
partir de 1919, ella “cumple una trayectoria, impregna un espíritu”.
Piensa que hablar a los jóvenes sobre temas nobles y elevados es practicar
oratoria sagrada. Por eso cuando se dirige a ellos lo hace con mucho respeto y
absoluta sinceridad. Les insufla optimismo y comprende sus justas protestas.
Pide a la juventud prepararse para la acción creadora, no para el placer
mundano, estudiar constantemente y realizar bien el trabajo elegido, la insta a
descubrir nuestra recóndita realidad, a combatir toda forma de explotación del
hombre, a luchar por la democracia, la libertad, la justicia social y la integración
latinoamericana, a mantener siempre rectitud en su línea moral y seguir el
ejemplo de hombres probos, cuyas biografías son dignas de ser leídas y
valoradas por todos.
Las ideas educacionales de Víctor Raúl Haya de la Torre, como las de otros
peruanos ilustres, entre ellos, José Antonio Encinas, Antenor Orrego Luis E.
Valcárcel, Luis Alberto Sánchez, José Carlos Mariátegui, Jorge Basadre y
Víctor Andrés Belaunde, fueron expuestas antes que se conocieran o
divulgaran los planteamientos psicopedagógicos de Lev Vygotsky, Jean Piaget,
David Ausubel, Gerome Brunner y Carl Rogger, todos ellos hoy en boga dentro
de la denominada pedagogía constructivista que fusionada con los viejos
aportes de la Escuela Activa han originado en el Perú el llamado “nuevo
enfoque pedagógico”, etiquetado así, al parecer, más por afanes publicitarios
que conceptuales por el nefasto régimen de los diez años. Nadie niega la
importancia de conocer y usar las corrientes universales del pensamiento, pero
no debemos ignorar, callar u ocultar lo nuestro.
Por lo valioso de sus aportes, Haya de la Torre ha sido incluido entre los
autores que conforman la antología intitulada Pensamiento pedagógico de los
grandes educadores de los países del Convenio Andrés Bello, publicada en
dos tomos por dicho organismo en Bogotá el año de 1995.
A los ojos de todos es el político por antonomasia, pero Haya de la Torre fue
siempre maestro, cuya ejemplar obra señala anchurosos y promisorias
alternativas de solución a nuestros problemas. Y hoy más que nunca, ante la
carencia de un proyecto nacional de educación y en medio de la crisis que
adolece el país en relación con los valores fundamentales e integrales,
debemos acudir a las ideas y realizaciones de Haya de la Torre en busca de
vital energía indicadora de caminos pletóricos de luz.