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TEMA 1.

Orígenes
Documentos de apoyo

CARMEL FERRAGUD

Institut d'Història de la Medicina i de la Ciència “López Piñero” (Universitat de València)

carmel.ferragud@uv.es

1.1. De la oscuridad a la luz: una falsa metáfora


El término ciencia tiene distintos significados, y todos ellos legítimos. No es nada fácil
distinguir la ciencia de otras formas de conocimiento. Pero si queremos comprender
las diferencias entre la ciencia y estas otras formas de acercamiento a la realidad,
presenta gran interés la comprensión de las transiciones y las interacciones continuas
que existen entre estas diferentes vías hacia el conocimiento. La ciencia ha ido
experimentando grandes cambios en cuanto a su contenido, forma, método y función,
por ello no debemos escrutar en el pasado para encontrar los orígenes de la ciencia
moderna; en tiempos pretéritos el acercamiento a la naturaleza fue muy diferente al
actual. En definitiva, la ciencia no es un concepto atemporal y que pueda entenderse
fuera de una sociedad concreta.
La ciencia no emergió de un solo golpe a resultas de una coyuntura histórica particular.
No podemos decir que exista un momento fundacional para la ciencia. Se trata más
bien de desarrollos parciales y ambiguos que deben ser colocados en el marco
complejo de los sistemas de creencias tradicionales. Cuando aparecieron, las nuevas
ideas y los nuevos métodos se encontraban más o menos entrelazados en esta
situación previa, o bien en conflicto más o menos abierto con ella, como se puede
comprobar especialmente durante el período que se extiende del VI al IV siglo a. C.
Desde diferentes puntos de vista, este período marca el comienzo de la racionalidad
científica occidental.
En el pasado, el estudio de este período ha sido obstaculizado por una visión
puramente eurocentrista, según la cual habría existido algo único entre los griegos o
en el espíritu griego. De hecho, la creencia en un milagro griego ha bloqueado las
investigaciones. A pesar de que en el desarrollo del pensamiento griego antiguo
aparecen aspectos originales, la aparición de una nueva ciencia está marcada, en cada
caso, por vínculos sólidos con la antigua. En este sentido, hay que subrayar el papel de
las civilizaciones antiguas, Egipto y Mesopotamia, y su legado en Grecia. Las
semejanzas entre las producciones características del pensamiento griego y la de sus
vecinos del Próximo Oriente son tan importantes como sus diferencias. Las
continuidades y las discontinuidades en los diferentes dominios son igualmente
fundamentales.
Un grupo de escribas especializados, vinculados a los templos, eran formados en
escuelas donde se transmitían conocimientos básicos para el funcionamiento de los
grandes complejos urbanos surgidos en las civilizaciones fluviales deudoras del Nilo y
del Tigris y el Éufrates; se necesitaba de la aportación de numerosos conocimientos
para poder organizarse y desarrollarse mejor. En Mesopotamia la necesidad de la
parcelación de campos, el registro el volumen de las cosechas acumuladas o el registro
de impuestos propiciaron el desarrollo de las matemáticas, la geometría y la
aritmética; en Egipto la práctica de determinados sacrificios de grandes animales,
como bóvidos, estimuló el conocimiento de sus cuerpos y el estudio de sus
enfermedades y sus remedios; la adivinación ‒común a todas las civilizaciones
antiguas, de Oriente y Occidente‒ fundamentada en numerosos sistemas predictivos,
pero muy particularmente en la observación del cielo, se convirtió en un aliciente que
acabó por propiciar la acumulación de conocimientos sobre el firmamento, planetas y
estrellas, que fueron aprovechados posteriormente.
La medicina nos ofrece un buen ejemplo del cambio producido en el mundo griego.
Los autores médicos griegos insistieron repetidamente en el hecho de que la medicina
era un arte y que este se apoyaba sobre un método bien definido, que permitía
importantes descubrimientos. El debate no implicaba solo cuestiones relativas al mejor
tratamiento que debía adoptarse ante la enfermedad, sino igualmente cuestiones
relativas al tipo de método propio de la medicina y al método de verificación más
exacto. Los griegos definieron un dominio “mágico” y, de modo explícito, lo excluyeron
de la medicina. La polémica iniciada por los escritos médicos muestra que era posible
superar las creencias populares y a las autoridades tradicionales. Todo ello fue posible,
entre otras cosas, por la competencia entre muchas teorías y grupos de pensadores en
el seno de un sistema donde el funcionamiento de la polis griega fomentaba todo lo
relativo al arte de la discusión y de la persuasión.
Alrededor de finales del siglo IV a. C., la medicina y las ciencias de la vida ofrecían
algunos buenos ejemplos de práctica y de investigación empírica. Quedaba por poner a
punto y por elaborar con precisión la idea de una investigación sistemática apoyada
por la experiencia; esto ya se anunciaba desde el período de la formación de la ciencia
griega. Si se les confronta con la imagen ideal de la investigación, los resultados
efectivamente obtenidos parecen bastante modestos. Y además, todavía era difícil
separar las creencias populares y tradicionales de las concepciones científicas más
elaboradas. Recordemos pues que los griegos destacaron sobre todo en el terreno de
la argumentación y, en particular, en el de las cuestiones relacionadas con el método.
Cronología
435 a. C. Sócrates (469-399 a. C.) enseña en Atenas
387 a. C. Platón (429-437 a. C.) funda la Academia en Atenas
335 a. C. Aristóteles (385-322 a. C.) funda el Liceo de Atenas
306 a. C. Epicuro (c. 342-271 a. C.) funda la escuela del Jardín en Atenas
295 a. C. Ptolomeo I funda el Museo en Alejandría
287-212 a. C. Arquímedes, es asesinado por un soldado romano durante el sitio de
Siracusa
161-126 a. C. Actividad de Hiparco (orígenes de la trigonometría, teoría de las
excéntricas y de los epiciclos)
c. 150 a. C. Uso de la Antikythera, instrumento analógico diseñado para calcular
posiciones astronómicas y utilizado para predecir eclipses lunares y solares basados en
los ciclos aritméticos-progresivos de Babilonia.
135-51 a. C. Posidonio (trabajos de geografía y de astronomía)
48. Primer incendio de la biblioteca de Alejandría
c. 40. Andrónico de Rodas edita las obras de Aristóteles
93-94 d. C. Expulsión de los filósofos de Roma por Domiciano
129 d. C. Nacimiento de Galeno de Pérgamo.
c. 150 d. C. Alcínoo resume el platonismo en el Didaskalikos
176 d. C. Marco Aurelio funda en Atenas centros de enseñanza de filosofía para las
cuatro principales escuelas: platónica, aristotélica, estoica y epicúrea
c. 216 d. C. Muerte de Galeno.
244 d. C. Plotino abre una escuela en Roma
470-400 d. C. Hipócrates de Kios escribre los Elementos de geometría
125 d. C. Teón de Esmirna escribe la teoría de los números
150 d. C. Ptolomeo escribe el Almagesto
415 d. C. Muerte de Hipatia de Alejandría
Lecturas recomendadas
Pearce Williams. History of Science. Encyclopaedia Britannica [Recurso online,
accedido en 31 de mayo de 2017] Disponible en
https://www.britannica.com/science/history-of-science#toc29326
Lloyd, Geoffrey. Le scienze biomediche nell’antichità greco-romana. In: Storia delle
scienze. Natura e vita. Dall’antichità all’Illuminismo. Torino: Giulio Einaudi
Editore; 1993, 14-101.
Zhmud, Leonid. The origin of the history of science in classical Antiquity. Walter the
Gruyner: Berlín-New York; 2006.
Estudios
Lloyd, Geoffrey. Early Greek Science: Thales to Aristotle. New York: W.W. Norton &
Co.; 1970.
Lloyd, Geoffrey. Greek Science after Aristotle. New York: W.W. Norton & Co.; 1973.
Brunshcwig, Jacques; Lloyd, Geoffrey. Diccionario Akal del saber griego. Madrid: Akal;
2000.
Lloyd, Geoffrey. Las aspiraciones de la curiosidad. La comprensión del mundo en la
Antigüedad. Madrid: Siglo XXI; 2008.
Lloyd, Geoffrey. Aristóteles. Madrid: Prometeo Libros; 2008.
Nutton, Vivian. Ancient medicine. Londres-New York: Routledge Taylor & Francis;
2013.
Alic, Margaret. El legado de Hipatia: historia de las mujeres en la ciencia desde
la Antigüedad hasta fines del siglo XIX. México: Siglo XXI; 1991.
Fuentes
Chadwick, Jane; Lloyd, Geoffrey. Hippocratic Writings (Penguin Classics). Penguin
Books; 1978. 
Páginas de internet y otros recursos
Principe, Lawrence. History of science: Antiquity to 1700. [The Great Courses. Curso de
historia de la ciencia en 36 lecciones].
Disponible en: http://www.thegreatcourses.com/courses/history-of-science-antiquity-
to-1700.html
History of science in classical antiquity. Wikipedia, the free encyclopedia [Actualizada
22 de febrero de 2017; Accedido 31 de mayo de 2017].
Disponible en: https://en.wikipedia.org/wiki/History_of_science_in_classical_antiquity
1.2. La ciencia entre templos y ágoras
Los investigadores precisan de una institución que los emplee o les proporcione el
espacio donde exponer sus ideas. Suele resultar necesario que el trabajo de los
estudiosos se perciba como algo útil o práctico y se les incentive por ello. Sin embargo,
a medida que la investigación se institucionaliza el individuo ve reducidas sus opciones
para innovar. Pero aquellos que deciden ir por libre, buscando su independencia, se
pueden encontrar sin trabajo y sin público, y sus ideas seguramente no le sobrevivan.
El precio de la independencia es el más absoluto olvido. Siguiendo estas disyuntivas,
las sociedades de la Antigüedad ofrecieron diversos modelos para el desarrollo de la
investigación, coordinado desde el Estado y el poder, o bien dejando iniciativa libre a
los interesados.
En la época antigua, los templos se encontraban entre los escenarios más importantes
para la ciencia. Así lo fue en Babilonia o Uruk, en Mesopotamia. En Grecia fueron
imponentes santuarios dedicados a dioses y héroes como Asclepio los centros de las
prácticas médicas más populares. Instituciones como el Museo –lugar para rendir culto
a las musas‒, con una comunidad de pensionistas sabios, y la Biblioteca en Alejandría,
fundados ambos por la dinastía de los Tolomeos (siglos IV a I a. C.) serían una auténtica
excepción en tanto que lugares específicamente dedicados a la conservación y cultivo
del conocimiento, por su volumen y su larga duración. Su composición es difícil de
establecer, pero en determinados momentos esta institución alcanzó los 400.000
rollos de papiro, soporte sobre el cual se conservó en el conocimiento acumulado.
Galeno explicaba que todos los libros que llegaban en barcos a Alejandría debían pasar
por la biblioteca. Una vez copiados, los originales eran guardados y los propietarios
recibían una copia. Por ello, la biblioteca se convirtió en un centro de investigación
donde los conocimientos de materias como las matemáticas, la astronomía o las
ciencias de la naturaleza entre otras, se acumulaban sin cesar. Estos tratados, de los
que en ocasiones había varias copias, fueron sometidos a una fuerte crítica textual.
Alejandría se convirtió también en el centro de enseñanza de la medicina más
importante de su tiempo, con maestros como Herófilo y Erasístrato, primeros
practicantes de la disección sistemática de cadáveres humanos. Sin embargo, el mito y
la leyenda se han mezclado excesivamente con la realidad, en muchas ocasiones, al
referirse a la Biblioteca. Por ejemplo, más que de un pavoroso incendio que la
destruyó, hay que hablar de distintos incendios sufridos a lo largo de los años.
Tampoco son nada claras las destrucciones del final del siglo IV, como tampoco el
efecto que tendría en el siglo VII la conquista musulmana.
Grecia disponía de pocos destinos laborales para sus sabios, y para aumentar su
reputación y ganarse la vida como maestros todo dependía de la habilidad que los
individuos demostrasen en el debate público. La tradición del debate se erigió como
institución. La rivalidad endémica de la vida intelectual griega estuvo ligada a la falta
de puestos fijos u oficiales, y a la necesidad de ganarse fama como maestro. Esto
permitió explorar muchas más posibilidades teóricas, pero también que nunca llegara
a formarse una base común consensuada a partir de la cual desarrollar un marco
teórico de investigación. Hubo, más bien, un cúmulo de visiones divergentes.
En el mundo griego proliferaron los “especialistas” que iban de ciudad en ciudad
vendiendo sus servicios. Algunos transmitían a sus hijos sus conocimientos; los sofistas
serían un caso muy evidente. Enseñaban sobre una gama muy amplia de
conocimientos: astronomía, geometría, gramática, teología, literatura, etc. Estas
enseñanzas dependían a menudo de los públicos, ya que según la ciudad había unos
intereses a los que se amoldaban. Ciertamente, en una sociedad sin títulos ni diplomas
era muy necesario hacer exhibición del conocimiento para conseguir trabajo. También
estos maestros sirvieron en casas poderosas donde enseñaban privadamente.
Los griegos fueron discutidores infatigables. La difusión de la democracia y la influencia
de los sofistas contribuyeron a que todo pudiera ser discutido y que cualquiera pudiera
discutir. Muchos profesores ambulantes acudían a ágoras y gimnasios a demostrar su
capacidad dialéctica. Al gusto por la discusión sumaban los griegos un fuerte espíritu
competitivo. Las fiestas religiosas eran momento para los certámenes en santuarios
donde los sabios se enfrentaban en público hasta ganar la gloria o perderla. Estos
debates no contaron con reglas hasta que Aristóteles las impuso en su “técnica
dialéctica”. Desde tiempos de Platón, lo más relevante era discutir, cosa reservada a
sabios filósofos matemáticos. Eso sí, lo importante no eran las opiniones propias, como
en el caso de los sofistas, sino las verdades objetivas.
La lección oral y el debate, con largos discursos o contestación de preguntas, fueron
muy frecuentes. La casa de los ricos, las plazas, los gimnasios públicos o las palestras,
con pórticos y bancos para sentarse, eran escenarios habituales de las intervenciones
de los sabios maestros. Cada escuela, a la que se hace mención por la enseñanza o por
su emplazamiento físico, prefería un escenario y un método. Sócrates prefería enseñar
en las plazas públicas ya que para él la remuneración no era importante. Los
académicos, peripatéticos, estoicos y otros preferían enseñar dentro de un lugar
cerrado, bien equipados de instrumentos científicos y de bibliotecas, o también en las
casas más pudientes. Solo un lugar cerrado permite obtener un pago por parte de los
asistentes.
Los grandes maestros célebres (médicos, filósofos o sacerdotes) eran buscados por los
alumnos, y con esta asociación se fueron configurando las escuelas. Las lecciones eran
puestas por escrito y formaban el patrimonio doctrinal de estas. Este sería el caso del
Corpus Hipocrático en Cos, o las Sentencias cnidianas en Cnido. Algunos maestros
como Platón, en cambio, renunciaron a poner por escrito su filosofía. Así era difícil
crear una escuela, pero esto fomentó el que muchos otros escribieran sobre él. El
maestro no podía ser contestado de ninguna manera. Marcaba totalmente el
pensamiento de la escuela (excepto en el caso citado de Platón). No es extraño, por
ello, que existiera la costumbre de enterrar al maestro difunto en los locales de la
escuela.
Seguramente los entornos de enseñanza más populares fueron los atenienses. Fuera
de sus murallas existían tres grandes santuarios con gimnasios, jardines, pórticos y
otras instalaciones: el de la Academia (dedicado al héroe Academos), el de Kinosarges
(dedicado a Hércules) y el Liceo (dedicado a Apolo, cazador de lobos). Estos jardines y
pórticos eran lugares de reunión y esparcimiento, particularmente dedicados a las
charlas y discusiones. Platón estableció su escuela en el gimnasio de la Academia,
mientras que Aristóteles prefirió el Liceo. Este último tenía un largo paseo porticado
conocido como peripatos, donde este daba sus lecciones. Por ello, esta escuela fue
conocida como la de los peripatéticos. Estas instituciones se parecían entre ellas; había
jóvenes estudiantes y profesores que investigaban e impartían clases. Pero todos ellos
vivían por su cuenta, ya que no existía remuneración alguna, lo que exigía una posición
desahogada por parte de sus miembros. Todas estas escuelas que impartían enseñanza
superior en Atenas eran completamente privadas, sin estar sometidas a control alguno
por parte del Estado, y sin recibir ayudas o subvenciones. Sin embargo, había
diferencias. Mientras que los miembros de la Academia eran más dados a la discusión
y enfatizaban la enseñanza de las matemáticas, en el Liceo se prefería la instrucción
formal y sistemática, y se descuidaba las matemáticas, centrándose en el estudio
empírico de la naturaleza y la erudición jurídica y social. En el Liceo se utilizaban tablas
anatómicas, cartas geográficas, modelos del globo celeste, cartas estelares. Este lugar
no preparaba para la vida política, sino para tener una vida feliz. Aristóteles y su
escuela gozaron de un gran patrimonio, una condición fundamental para no depender
de nadie. Fue su discípulo, Teofastro, quien consolidó la escuela peripatética, que
continuó gestionada por sucesivos maestros.
Las escuelas fueron muchas y evolucionaron con el paso del tiempo hasta entrar en
crisis, a veces remontando, otras, en cambio, acabando en la decadencia. Pero todas
comparten tres intereses: desarrollar la inspiración teórica de su fundador hacia
dominios que este había rechazado u obviado, editar críticamente sus escritos e
interpretarlos y mantener polémicas con las otras escuelas.
Roma no estimuló el nacimiento de escuelas filosóficas. Muchos maestros griegos
continuaron trabajando para los romanos o fueron expulsados, y algunas escuelas de
pensamiento sucederán a las antiguas griegas desaparecidas. Incluso habrá un
renacimiento del pensamiento platónico. Poco se sabe de estas escuelas, a veces
auspiciadas por el mismo emperador, caso de Marco Aurelio, que en el 176 funda una
serie de centros en Atenas sobre todas las ramas del saber, y sobre la filosofía de las
más importantes escuelas clásicas. Sin embargo, para los médicos coetáneos a este
emperador, el aire libre podía ser un buen medio para enseñar. Un ciudadano romano
podía contemplar en las calles escenas hoy tan poco edificantes como una vivisección.
Galeno, de hecho, mantuvo un programa sistemático de disecciones de animales que
le permitió construir una imagen anatómica del cuerpo humano por analogías. El
médico buscaba causar asombro en el público gracias al enorme impacto visual,
cognitivo y emocional de sus actividades, un impacto que elevaba la fuerza lógica de
sus argumentos. La performance disectiva fue clave para la reputación de Galeno y del
triunfo ante sus adversarios.
Lecturas recomendadas
Lloyd, Geoffrey. Le scienze biomediche nell’antichità greco-romana. In: Storia delle
scienze. Natura e vita. Dall’antichità all’Illuminismo. Torino: Giulio Einaudi
Editore; 1993, 14-101.
Estudios
Brunshcwig, Jacques; Lloyd, Geoffrey. Diccionario Akal del saber griego. Madrid: Akal;
2000.
Gleason, M. W. Shock and Awe: The Performance Dimension of Galen’s Anatomy
Demonstrations. Princeton/Stanford Working Papers in Classics (Enero, 2007).
Lloyd, Geoffrey. Las aspiraciones de la curiosidad. La comprensión del mundo en la
Antigüedad. Madrid: Siglo XXI; 2008.
Lloyd, Geoffrey. Aristóteles. Madrid: Prometeo Libros; 2008.
Mosterín, Jesús. Aristóteles. Madrid: Alianza Editorial; 2006.
Mosterín, Jesús. La Hélade. Madrid: Alianza Editorial; 2006.
Mosterín, Jesús. Helenismo. Madrid: Alianza Editorial; 2007.
Páginas de internet y otros recursos
Library of Alexandria. Wikipedia, The Free Encyclopedia [Actualizada 29 de abril de
2017; Accedido 2 de mayo de 2017].
Disponible en: https://en.wikipedia.org/wiki/Library_of_Alexandria
Asclepeion. Wikipedia. La enciclopedia libre [Actualizada 19 de marzo de 2017;
Accedido 2 de mayo de 2017].
Disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Asclepeion
Asclepeion. Wikipedia. The Free Encyclopedia [Actualizada 24 de octubre de 2016;
Accedido 2 de mayo de 2017].
Disponible en: https://en.wikipedia.org/wiki/Asclepeion
1.3. Galeno y su legado
Pocos personajes dedicados al estudio del cuerpo humano, sano y enfermo, y al arte de curar,
desde una perspectiva estrictamente racional, han tenido la influencia de Galeno. De hecho, el
“galenismo”, como manera de entender la medicina, inspirada en las ideas del médico griego,
se desarrolló hasta prácticamente la mitad del siglo XVII, y su influencia puede encontrarse de
muy diversas formas hasta el siglo XX.
Galeno nació el año 129 en Pérgamo, ciudad bajo la influencia del Imperio romano, que en
aquel momento se encontraba en la cima de su prosperidad, como lo evidencia el
extraordinario desarrollo urbanístico y arquitectónico. Era hijo de un rico arquitecto,
beneficiado por la gran actividad constructiva, aunque él fue educado exquisitamente en la
lengua griega, como filósofo y hombre de letras. Tal vez el hecho de que su ciudad natal fue la
sede de un magnífico y famoso santuario dedicado al dios de la medicina, Asclepio, le
influenció hasta el punto de que a los 16 años decidió dar un giro en su carrera y estudiar
medicina. Su extraordinaria y variada formación, con un gran conocimiento obtenido a partir
de la lectura de numerosos libros, que él mismo poseyó, la obtuvo en Pérgamo, pero también
en Esmirna y la ciudad egipcia de Alejandría, el mayor centro médico del mundo antiguo. Su
extraordinario conocimiento de la medicina, particularmente hipocrática, fue usado por
Galeno para denostar a sus competidores, incapaces de hacer frente a su erudición. De todos
sus profesores y estudios adquirió una serie de principios que nunca abandonó y que
desarrolló de una manera personal: la preeminencia de la naturaleza humana, la teoría de los
cuatro humores, la importancia de la prognosis y la aproximación holística a una terapia de
carácter individualista.
Después de más de una década dedicado a formarse, regresó a su ciudad natal. Allí se convirtió
en el médico jefe de una tropa de gladiadores, mantenida por el sumo pontífice de Asia. Los
conocimientos quirúrgicos que aquella experiencia le proporcionó no fueron nada
despreciables para su posterior carrera médica.
El año 162 se desplazó a Roma. Su éxito en el tratamiento a ricos e influyentes pacientes a los
que otros médicos habían desahuciado, sus enormes conocimientos, su capacidad retórica en
los debates públicos, su capacidad para autopublicitarse, en definitiva, le permitieron alcanzar
rápidamente la fama. Su reputación como filósofo y médico no dejó de crecer, como también
sus contactos con conocidos filósofos, y su nivel de riqueza creció en la misma proporción. En
el 166 abandonó la capital, según dijo, cansado de la envidia de sus colegas de profesión,
aunque posiblemente la razón real de su regreso a Pérgamo fue una epidemia. En torno al año
168 fue llamado por el emperador Lucio Vero y por Marco Aurelio para acompañarles en las
campañas militares en el norte de Italia. Después de la muerte de Vero, regresó a Roma donde
sirvió también a los emperadores Comodo y Septimio Severo. Aunque sus biógrafos árabes
pensaron que murió a la edad de 87 años, en torno al año 216, recientes estudios no llevan
esta fecha más allá del 207 (la disputa continua abierta). Galeno fue un escritor prolífico. Son
conocidos cerca de 300 títulos que se le atribuyeron, de los cuales solamente han sobrevivido
la mitad, total o parcialmente.
Galeno entendió la anatomía como el fundamento del conocimiento médico, y diseccionó y
experimentó sobre muchos animales como monos, cerdos, ovejas y cabras. Fue un gran
defensor de la disección como vía para mejorar la habilidad quirúrgica y para investigar. En
cambio, la fisiología galenista se componía de una mezcla de ideas pertenecientes a filósofos
como Platón y Aristóteles y del médico Hipócrates de Cos, de quien tomó la mayor parte de
sus enseñanzas en medicina. El acercamiento crítico al enorme y heterogéneo compendio de
obras que son el Corpus Hipocraticus, construido fundamentalmente por los seguidores del
médico de Cos, es fundamental para poder entender el pensamiento médico de Galeno. Pero
también fue clave su formación filosófica en Esmirna, conectada a las más importantes sectas
(estoicos, platonistas, aristotélicos y epicúreos); para Galeno el buen médico debía ser también
filósofo (aunque haya buenos médicos que no lo fueran). Un médico para ser eficaz debía
contar con las armas de la lógica para elaborar un buen diagnóstico, y la ética en su relación
con los pacientes, aunque no fuera consciente mientras llevara a cabo un tratamiento. Ahora
bien, para Galeno por encima de todo estaba la "demostración científica", la aplicación del
pensamiento lógico y las pruebas de la evidencia. Por ello se mostró poco dogmático y animó
al médico a pensar por sí mismo.
Su pensamiento filosófico fue ecléctico, como se ha dicho. A Aristóteles debe su visión del
universo y del microcosmos que es el cuerpo. De manera que su visión de las facultades, las
capacidades corporales para desarrollar sus funciones normales, cada una derivando de una
específica combinación de elementos y cualidades al nivel más básico, son completamente
deudoras del pensamiento aristotélico. Sin embargo, su entendimiento del cuerpo está
conectado estrechamente con el Timaeus de Platón, que contenía doctrinas médicas que
Galeno pensó en consonancia a las de Hipócrates. Galeno creyó apasionadamente en la
existencia de un creador, lo que le llevó a desarrollar un pensamiento teleológico. También
creyó en un alma tripartita platónica, a diferencia de la de Aristóteles.
Galeno entendió el cuerpo como tres sistemas interconectados: el cerebro y los nervios,
responsables de las sensaciones y el pensamiento; el corazón y las arterias, responsables de la
energía vital; y el hígado y las venas, responsables de la nutrición y el crecimiento. El complejo
sistema, altamente especulativo pero muy atractivo intelectualmente, se mantuvo a grandes
rasgos durante siglos. Fundamentándose en la medicina de Hipócrates, Galeno creía que la
salud humana requería un equilibrio entre los cuatro fluidos corporales principales, o humores:
sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema. Cada uno de los cuatro elementos estaba constituido
por dos de las cuatro cualidades primarias: seco, húmedo, frío y cálido. Pero a diferencia de
Hipócrates, pensaba que el desequilibrio de los humores se podía dar en los órganos
específicos, como también en todo el cuerpo en su conjunto. Esta modificación permitía un
diagnóstico mucho más preciso y prescribir remedios específicos para restaurar el equilibrio
del organismo.
Las obras de Galeno circularon ampliamente durante su vida. Posteriormente, en el siglo VI sus
textos fueron recogidos en Alejandría, y sus teorías viajaron hacia el mundo bizantino. Muchos
manuscritos griegos fueron recopilados y traducidos en el mundo árabe a la lengua de
Mahoma y al siriaco, en torno al siglo IX, particularmente en la corte de Bagdad, donde se
recogieron 129 de sus trabajos. Hunayn ibn Ishaq fue el principal autor que preparó y anotó
estas obras. Durante el siglo XI estos textos fueron traducidos al latín, y llegaron a configurar la
base sobre la que se fundamentó la formación médica en las universidades europeas. A finales
del siglo XV, los humanistas italianos prepararon nuevas versiones latinas de su obra. Ya en el
siglo XVI predominaba una particular visión de Galeno como clínico, diagnosticador y
anatomista. Solo a partir de aquel momento la obra del médico flamenco Andrea Vesalio, que
mostró que la anatomía galenista era más animal que humana, y de Harvey, sobre la
circulación de la sangre, pondrían en crisis muchas de sus aportaciones. Aun así, su obra
continuó vigente mucho tiempo después.
Galeno nos muestra que hace 20 siglos muchos de los rasgos de la ciencia actual estaban
presentes: los viajes de formación o por trabajo; el papel del mecenazgo; la capacidad retórica
de convencer a los colegas; las controversias; o el ascenso y la promoción a través del
conocimiento.

Lecturas recomendadas
García Ballester, Luis. Galeno en la sociedad y en la ciencia de su tiempo ( c. 130 - c. 200 d. de
C.). Madrid: Guadarrama; 1972.
Mattern, Susan P. The prince of medicine. Galen in the Roman Empire. Oxford: Oxford
University Press; 2013.
Temkin, Owsei. Galenism: Rise and Decline of a Medical Philosophy. Ithaca/Londres: Cornell
University Press; 1973.

Estudios
Boudon-Millot, Véronique, ed.  Galien: Introduction générale; Sur l'ordre de ses propres livres;
Sur ses propres livres; Que l'excellent médecin est aussi philosophe. París: Les Belles
Lettres; 2007.
C. Gill, T. Whitmarsh, J. Wilkins, eds. Galen and the World of Knowledge. Cambridge:
Cambridge University Press; 2009.
Hankinson, Robert J., ed. The Cambridge Companion to Galen. Cambridge: Cambridge
University Press; 2008.
Kudlien, Fridolf; Durling, Richard J., eds.  Galen's method of healing : proceedings of the 1982
Galen Symposium. Leiden: Brill; 1991.
Lloyd, Geoffrey. Le scienze biomediche nell’antichità greco-romana. In: Storia delle scienze.
Natura e vita. Dall’antichità all’Illuminismo. Torino: Giulio Einaudi Editore; 1993, 14-
101.
Mattern, SP. Physicians and the Roman Imperial Aristocracy: The Patronage of Therapeutics.
Bulletin of the History of Medicine. 1999; 73 (1): 1–18.
Nutton, Vivian. Ancient Medicine. Londres-New York: Routledge Taylor & Francis; 2004.

Sarton, George. Galen of Pergamon. Lawrence, KS: University of Kansas Press ; 1954.


Van der Eijk, P. Medicine and Philosophy in Classical Antiquity: Doctors and Philosophers on
Nature, Soul, Health and Disease. Cambridge: Cambridge University Press; 2005.

Fuentes
Corpus Medicorum Graecorum / Latinorum [Accedido 21 de abril de 2017].
Disponible en: http://cmg.bbaw.de/epubl/online/editionencmg_05.html

Páginas de internet y otros recursos


Es recomendable, por el volumen y rigor en la elección, el repertorio de trabajos y fuentes
online recogidas en la voz Galen, en Wikipedia. The free encyclopedia [Actualizada 17 de abril
de 2017; Accedido 21 de abril de 2017].
Disponible en: https://en.wikipedia.org/wiki/Galen

1.4. Las enciclopedias


Griegos y romanos sintieron la necesidad de poner orden a todo el conocimiento que iban
adquiriendo. Aristóteles y su escuela se distinguieron por el intento de analizar y ordenar
todos los fenómenos de la vida humana y de la naturaleza desde puntos de vista unitarios. El
famoso filósofo rechazó las ideas platónicas y vio en la percepción sensible la fuente del
conocimiento objetivo. Pero la atención dada a los datos empíricos no concernía a las cosas
individuales en tanto que cosa individuales. El sabio se interesaba por los valores universales,
no por las cosas particulares. Los phainomena de Aristóteles se refieren directamente a
aquello que podemos percibir con los sentidos y que parece ser verdad (“según la
percepción”). Las observaciones conducen a los problemas que debemos solucionar. No fue
extraño a la ciencia griega la existencia de programas de investigación para resolver problemas
extremadamente específicos. Pero el primero de estos proyectos destinado a la investigación
empírica en las ciencias de la naturaleza, por las explicaciones causales que puede aportar, lo
debemos a Aristóteles.
Aristóteles desarrolló una concepción teleológica de la naturaleza, construida sobre un
principio racional en el que todo persigue un fin determinado. En biología ello llevó a la idea de
que la morfología de un órgano está determinada por su función; la anatomía tan solo tuvo
por ello una posición auxiliar respecto a la fisiología. A partir de esta idea de la naturaleza,
desarrolló un programa de investigación basado en el método de aproximación a los
fenómenos, a partir de los cuales se podrían tratar las cuestiones teóricas de tipo causal y
genético. Fusionaba así un punto de partida inductivo con un tratamiento deductivo, con una
fuerte carga de especulación teórica.
Aristóteles manejó un volumen de información envidiable, que le permitió escribir una obra
zoológica que mantuvo una gran influencia durante siglos. Sus escritos impresionan por su
dimensión, ya que abordan de forma unitaria la historia natural con todo el conocimiento
zoológico de su tiempo, la anatomía, la fisiología, el método de reproducción… Todo ello se
basaba en observaciones, disecciones e investigaciones con la ayuda de sus alumnos y muchos
otros colaboradores que proporcionaron información. Aristóteles y sus colaboradores
reunieron y examinaron las opiniones de personajes muy diferentes, susceptibles de tener un
conocimiento particular sobre diferentes aspectos de la vida o del comportamiento de los
animales: cazadores, pescadores, criadores de caballos, de cerdos, médicos, veterinarios,
comadronas y otros. Se inspiró también en fuentes literarias, Herodoto, por ejemplo. A los
testimonios de segunda mano unió el resultado de sus propias investigaciones y las de sus
colaboradores. Practicó la disección de numerosos animales, a pesar de la repugnancia que
demostró al principio, descubriendo sus formas y causas finales, con la comprensión de las
estructuras y de sus funciones. Las observaciones zoológicas de Aristóteles se enmarcan
dentro del cuadro conceptual de su doctrina de las cuatro causas, y están guiadas por las
diferentes facultades vitales o del alma: la reproducción, la digestión, la locomoción o la
percepción. La obra de Aristóteles ilustra de manera remarcable la interdependencia y la
observación; las observaciones no se efectúan por ellas mismas sino por la ayuda que prestan
para resolver problemas teóricos.
Todo ese material obtenido necesitaba un orden, y en él Aristóteles pretendió captar las
diferencias de los animales. Por ello construyó una clave dicotómica de género y especie para
ordenar los grupos de animales, pero estos fueron fluctuantes y no fijos como en la moderna
taxonomía. Utilizó un método comparado para la anatomía y fisiología en las 500 especies
aproximadamente que describió, entre mamíferos, aves y peces. Sus categorías se dedujeron a
partir de las formas de vida, costumbre y estructura corporal de los animales. Él fue uno de los
primeros en utilizar la idea de la scala naturae, por la que todos los organismos pueden ser
ordenados de manera lineal, continua y progresiva, comenzando por el más simple hasta
alcanzar el más complejo, identificado con el hombre. En contraposición a la postura
descendente de Platón, Aristóteles constituyó un proceso ascendente progresivo, hasta llegar
al humano.
Las principales obras de carácter biológico que escribió Aristóteles son los cinco libros
agrupados en De animalibus; Historia animalium; De generatione animalium; De motu
animalium; De partibus animalium; y De incessu animalium, a los que debe unirse De anima.
También se le debe un grupo de siete pequeños trabajos que conforman los Parva naturalia:
De sensu et sensibilibus; De memoria et reminiscentia; De somno et vigilia; De insomniis; De
divinatione per somnum; De Longitudine et Brevitate Vitae; De Juventute et Senectute, de Vita
et morte, de respiratione.
Aristóteles distinguió entre animales con sangre, enhaima (vertebrados) y animales sin sangre
o anhaima (invertebrados). Entre los animales con sangre incluyó los tetrápodos vivíparos
(zootoka tetrapoda, o mamíferos), calientes, con cuatro patas y que dan a luz a sus crías. Los
cetáceos (ketodeis), que se diferencian de los anteriores por la ausencia de extremidades, y
que formaron un grupo separado. Los pájaros (ornithes) que tienen sangre y ponen huevos,
tienen solo dos patas y con una forma diferente (edios) con plumas y picos en lugar de dientes,
por lo que configuran un grupo con unas 50 especies. Los ponedores de huevos tetrápodos
(oiotoka tetrapoda) eran los reptiles y anfibios, con sangre y cuatro patas, pero fríos, así es que
configuraban otro grupo. Las serpientes (ofeis) tenían sangre, pero no patas, y ponían huevos,
configuraron un grupo diferente. Los peces (ikthies) tenían sangre pero no patas y ponían
huevos. Entre ellos algunos tenían cartílago y no huesos, como las rayas y tiburones.
Los animales sin sangre fueron divididos entre los que tenían concha, como los cangrejos,
langostas y camarones (malakostraka) con concha dura (ostrakoderma), como los gastrópodos
y bivalvos; con cuerpo blando (malakaia), como los cefalópodos; y animales divisibles, tales
como insectos, arañas, escorpiones (entoma). Otros animales sin sangre incluidos fueron los
cangrejos hermitaños, coral rojo, anémonas marinas, esponjas y varios gusanos. A estos no los
clasificó.
Aristóteles estableció en su Historia de los animales que todos los seres estaban ordenados en
una escala fija de perfección, reflejada en su forma (eidos). Empezaban desde los minerales y
las plantas y animales, escalando hasta el hombre, formando una scala naturae o la gran
cadena de los seres. Su sistema tenía once grados, ordenados de acuerdo a la potencialidad de
cada ser, expresada en su forma de nacimiento. Los animales de la parte superior daban a luz
criaturas cálidas y húmedas vivas, y los de la parte baja frías y secas, en huevos. El sistema se
basaba en la interpretación aristotélica de los cuatro elementos: fuego (seco y cálido); agua
(fría y húmeda); tierra (fría y seca); aire (cálido y húmedo). Estaban ordenados pues, de los más
a los menos energéticos, los cálidos y húmedos, creados en un útero con una placenta, los más
arriba en la escala, y los fríos y secos, cercanos al mundo mineral, al criarse en huevos,
situados más abajo. Aristóteles nunca aseguró que la escala fuera perfecta, pues sabía que
había animales que podían clasificarse en diferentes combinaciones según sus atributos. Fue
una clasificación aproximada, de una conceptualización muy vaga, que no llegará a
sistematizarse hasta el Renacimiento. Su sucesor, Teofastro, se dedicaría al estudio de la
botánica, totalmente dejada de lado por su maestro.
Si la tradición compilatoria y de catalogación del saber se remonta a los eruditos alejandrinos
los romanos hallaron la forma de exponer los datos científicos para complacer las exigencias
sociales de información por medio de una recopilación comprensible y sinóptica del saber. Sus
enciclopedias, pensadas para una educación general, alcanzaron las artes liberales (gramática,
dialéctica, retórica, geometría, aritmética, astronomía y música) que todo hombre libre debía
conocer. Pero desde las primeras enciclopedias se llegó más lejos y se incorporaron disciplinas
como la medicina y la arquitectura, también muy útiles por sus aportaciones prácticas. La
Naturalis Historia de Plinio el Viejo (23-79) cubrió todos los campos del conocimiento antiguo,
fundamentados sobre la base de las mejores autoridades a las que este autor tuvo acceso. Así,
la obra es un compendio de botánica, zoología, astronomía, geología y mineralogía y la
explotación de estos recursos. Este libro pone también de manifiesto los avances en tecnología
y el entendimiento de los fenómenos naturales adquiridos en aquel tiempo. Sus discusiones
sobre algunos avances tecnológicos son la única fuente que nos ha quedado sobre ellos,
particularmente en la extracción de minerales o el uso de molinos hidráulicos para triturar el
maíz. También es un referente para entender como trabajaban los artistas, y para la historia
del arte.
Las diferencias con la tradición griega respecto a la observación y el entendimiento de la
naturaleza son importantes. Plinio apenas habla de observaciones propias y no se muestra
escéptico, al contrario, entre sus informaciones se mezclan noticias científicas y acientíficas.
Tampoco se puede observar un sistema coherente de clasificación. Para los animales usó el de
terrestres, acuáticos, voladores e insectos. Además renunció a cualquier enfoque comparativo
como el aristotélico. Eso sí, expuso formas de animales desconocidos por Aristóteles, gracias a
la expansión del mundo romano y el descubrimiento de nuevas especies. En definitiva, los
avances en el conocimiento respecto al tiempo anterior fueron muy limitados. Plinio no
mostró interés por la aproximación inductiva aristotélica. Mucho más caótico fue su trabajo
sobre botánica, que acabó convirtiéndose en una especie de léxico, eso sí, muy exhaustivo. Es
evidente que fue el interés práctico lo que guió su obra, por ello se detuvo en consejos para los
cultivos y en las plantas medicinales. Su historia natural fue el primer libro científico en
enviarse a la imprenta (1469), y en 1550 ya habían sido realizadas 46 ediciones y numerosos
comentarios. Traducido al italiano (1476), francés (1562) e inglés (1601), el texto de Plinio
todavía se editaba en el siglo XVIII. Sin duda ha sido uno de los libros más exitosos de todos los
tiempos, y una gran fuente de inspiración. Se convirtió en un modelo para la posteridad por la
amplitud de la materia examinada, la necesidad de referirse a los autores que la inspiraron y
dar una lista de contenidos indizados.

Lecturas recomendadas
Jahn, Ilse; Löther, Rolf; Senglaub, Konrad. Historia de la biología: teorías, métodos,
instituciones y biografías breves. Barcelona: Labor; 1990. 
Lloyd, Geoffrey. Le scienze biomediche nell’antichità greco-romana. In: Storia delle scienze.
Natura e vita. Dall’antichità all’Illuminismo. Torino: Giulio Einaudi Editore; 1993, 14-
101.

Estudios
Barnes, Jonathan. Hellenistic Philosophy and Science. In Boardman, John; Griffin, Jasper;
Murray, Oswyn, ed. The Oxford History of the Classical World. Oxford University Press: Nueva
York; 1986. 
Brunshcwig, Jacques; Lloyd, Geoffrey. Diccionario Akal del saber griego. Madrid: Akal; 2000.
Carey, Sorcha.  Pliny's Catalogue of Culture: Art and Empire in the Natural history. Oxford:
Oxford University press; 2006.
Leroi, Armand Marie. The Lagoon: How Aristotle Invented Science. Londres: Bloomsbury;
2014. 
Mayr, Ernst. The Growth of Biological Thought: Diversity, Evolution, and Inheritance. Harvard
University Press; 1985. 
Murphy, Trevor. Pliny the Elder's Natural History: the Empire in the Encyclopedia. Oxford
University Press; 2004.

Fuentes
The elder Pliny on the human animal: Natural History, Book 7. Oxford: Oxford University press;
2005. 
Se recomienda por la cantidad de información diversa y su calidad la voz Aristotle's biology, en
Wikipedia, The Free Encyclopedia [Actualizada 1 de mayo de 2017; Accedido 2 de mayo de
2017].
Disponible en: https://en.wikipedia.org/wiki/Aristotle%27s_biology

Páginas de internet y otros recursos


Lennox, James. Aristotel's Biology. Stanford Encyclopedia of Philosophy [Actualizada 27 de
julio de 2011; Accedido 24 de noviembre de 2016]
Disponible en: http://stanford.library.sydney.edu.au/entries/aristotle-biology/

1.5. Los antiguos y las matemáticas


La antigua Babilonia fue escenario de los primeros estudios conocidos de las matemáticas. Las
miles de tablillas de arcilla gravadas con la característica escritura cuneiforme nos revelan que
un grupo importante de escribas recibió formación en escuelas, donde se les entrenó para
resolver muchas cuestiones que interesaban al estado, particularmente disputas legales y
financieras, comercio, leyes y agricultura (averiguar el área de los campos, los perfiles de las
acequias y estructuras de los embalses). Memorizaban largas tablas de multiplicaciones y
divisiones. La arcilla y los juncos, estilos con punta triangular, utilizados como herramientas
para la escritura, condicionaron los sistemas numéricos; estas circunstancias les obligaron a
contar en bloques de sesenta, particularidad que condicionó e influyó sobre el resto de la
geometría posterior. Las matemáticas experimentaron una clara evolución a lo largo de la
historia mesopotámica, hasta alcanzar un pensamiento en el que la materia se desvincula del
problema práctico que la originó (cálculo de pagos, distribución de una herencia, medición de
campos…) para conformarse de acuerdo a una dinámica interna. A las progresiones aritméticas
y geométricas, se sumaron las ecuaciones lineales, cuadráticas, cúbicas, de diferentes tipos; se
resolvieron sistemas de diversas ecuaciones, se usaron logaritmos y ecuaciones exponenciales.
Con un menor desarrollo, y con mucha menos información disponible, pues apenas existen
cinco papiros egipcios, como el Rhind (1650 a. C.), el de Moscú (1890 a. C.) o Berlín (1800 a.
C.), podemos afirmar el interés por explicar a los estudiantes los métodos y problemas propios
de la aritmética y la geometría, incluyendo ecuaciones lineales, series aritméticas y
geométricas, los números primos, o la resolución de ecuaciones algebraicas de segundo grado.
A diferencia de los babilonios, los egipcios optaron por un sistema decimal, pero no posicional,
desarrollado al principio con pictogramas jeroglíficos y símbolos individuales. Con la
introducción del papiro y la tinta se pudo simplificar y acelerar el proceso escriturario, más
cursivo (hierático), que acabaría popularizándose en el demótico. Así, el conjunto de símbolos
se redujo considerablemente, y con él la necesidad de memorizar.
Con todo, estas dos grandes civilizaciones desarrollaron una extraordinaria y compleja
administración y un sistema de gobierno que hubiera sido impensable sin un método
escriturario y lo que de él se derivó. Todo aquel conocimiento fue fundamental para los
avances posteriores de las matemáticas en el mundo griego.
De todas las aportaciones helenísticas se ha llegado a decir que la más impresionante e
inspiradora de todas fue las matemáticas. No solo por los logros obtenidos, sino también por
haberlos conseguido en un margen de tiempo increíblemente corto. Ahora bien, los griegos
cambiaron su perspectiva matemática cuando se orientaron hacia el conocimiento geométrico
abstracto y sus métodos formales de inferencia y prueba. Seguramente uno de los pioneros
más conocidos fue Pitágoras (569-475 a. C.). Este fundó una escuela filosófica y religiosa en el
sur de Italia, con numerosos seguidores. Se llamaban a sí mismos matematikoi; vivían en el
seno de esta sociedad de forma permanente, hombres y mujeres, no tenían posesiones
personales y eran vegetarianos. Los pitagóricos no estaban interesados en “formular o resolver
problemas matemáticos”, ni existían para ellos "problemas abiertos” en el sentido tradicional
del término. El interés de Pitágoras era el de “los principios” de la matemática, "el concepto de
número", “el concepto de triángulo” (u otras figuras geométricas) y la idea abstracta de
"prueba". Pitágoras pasó sobre todo por ser un experto en temas como la inmortalidad, la
reencarnación del alma y su destino después de la muerte, rituales religiosos y de auto-control
y disciplina. Fue fundador de un modo de vida y de ideas seguidas por muchos. Así, Platón fue
un seguidor absoluto del pitagorismo. De hecho, para él todo lo que enlazaba el cosmos era
una proporción geométrica. En cambio, Aristóteles marcó una diferencia entre las
matemáticas y la naturaleza; la geometría no agotaba la realidad en absoluto.
Cerca del 300 a. C. tuvo lugar el momento más brillante de la ciencia antigua. Un grupo de
matemáticos helenísticos buscó separarse de la tradición del mundo egipcio y babilónico, y
distanciarse de otros grupos de intelectuales, tales como los filósofos y los sofistas, también
interesados en las matemáticas. Estos nunca configuraron un cuerpo profesional que se ganara
la vida con sus habilidades matemáticas; de hecho desarrollaron actividades muy diversas, y
muchos fueron militares, mercaderes, políticos y filósofos. Parece que solían trabajar solos, y
nunca crearon escuela. Atenas fue una excepción, donde sí se agruparon para trabajar juntos o
al menos compartieron problemas. También otros conocidos enmarcados en la famosa
Alejandría crearían escuela. Euclides, Arquímedes y Apolonio son seguramente las figuras más
destacadas, de orígenes diversos pero formados en la ciudad egipcia. Aunque también es
cierto que hubo un nutrido grupo de matemáticos menos conocidos, tales como Eratóstenes,
Nicomedes, Diocles, Hipsicles o Zenodoro, cada uno con sus propias aportaciones originales.
La conocidísima producción del primero, Euclides, contrasta con lo poco que sabemos de su
obra. Sus Elementos fueron la obra de matemáticas más exitosa de todos los tiempos: desplazó
a muchas y ninguna la pudo arrinconar. Se tradujo a numerosas lenguas, y con la imprenta
tuvo más de mil ediciones; se usó como libro de texto de escuelas y universidades. Euclides
practicó y enseñó en el Museo de Alejandría una matemática rigurosa alejada de toda
aplicación práctica. Sus trece libros abordan la aritmética y el álgebra, pero fundamentalmente
se le reconoció por su geometría, no superada hasta el siglo XIX. Si bien Arquímedes siguió la
geometría euclidiana le dio otra perspectiva.
La aplicación de las matemáticas al estudio de la naturaleza resulta muy clara en aspectos
como la astronomía, la óptica y principios como la balanza o la palanca. En todos estos
ámbitos, los matemáticos helenísticos proporcionaron modelos elegantes de gran influencia. Si
nos referimos al primer caso, en tres generaciones se preparó el terreno a un modelo que
haría fortuna se extendería hasta la Revolución científica: Eudoxo creó el primer modelo
geométrico para el movimiento planetario; Heráclides, Aristarco e Hiparco mejoraron la
comprensión del cosmos y Ptolomeo cerraría con brillantez el modelo cosmológico que duró
1500 años.
En vísperas de la caída del Imperio romano, en el siglo V, los estudios matemáticos se
caracterizaron por el uso de comentarios prolijos de los trabajos que habían sido claves en
épocas anteriores. Autores como Arquímedes, Euclides o Apolonio pasaron por este proceso
de comentarios con el fin de aclarar definiciones, adjuntar algunas demostraciones o clarificar
la relación entre los teoremas. Algunos trabajos de este tipo llegaron a ofrecer resultados
novedosos. Algo parecido ocurrió en el ámbito helenístico. Todavía en aquel siglo se
escribieron algunos tratados. Pero con el triunfo del cristianismo el platonismo cayó en
descrédito, y en el año 529 el emperador Justiniano cerraría la Academia. En los últimos
tiempos de la escuela alejandrina podemos destacar a Pappus, Teón de Alejandría y su hija
Hipatia, con comentarios sobre el Almagesto y los trabajos de Euclides, y los comentarios de
Apolonio y Diofanto, respectivamente, trabajos hoy perdidos.

Lecturas recomendadas
González Urbaneja, Pedro M. Matemáticas y matemáticos en el mundo griego. En: Durán
Guardeño, Antonio J. El legado de las matemáticas. De Euclides a Newton: los genios a
través de sus libros. Sevilla: Consejería de Cultura (Junta de Andalucía)/Universidad de
Sevilla/Real Sociedad Matemática Española; 2000: 23-76.
Lindberg, David C. Los inicios de la ciencia occidental. La tradición científica europea en el
contexto filosófico, religioso e institucional (desde el 600 a.C. hasta 1450). Barcelona-
Buenos Aires-Méjico: Paidós; 2002, 121-152.

Estudios
Burton, David M. The history of mathematics. An introduction. Dubuque: Wm. C. Brown
Publishers; 1988.
Heath, Thomas. A history of Greek mathematics. Vol. I: From Thales to Euclid. New York: Dover
Publications; 1981.
Wussing, H. Lecciones de Historia de las Matemáticas. Madrid: Siglo XXI; 1998.
Boyer, C.B.    A History of Mathematics  (2nd ed.). New York: Wiley; 1991. 
Katz, Victor J.   A History of Mathematics: An Introduction  (2nd ed.).  Addison-Wesley; 1998. 

Páginas de internet y otros recursos


David Calvis. History of mathematics Web Sites. Baldin Wallace College. Ohio.
Disponible en: http://homepages.bw.edu/~dcalvis/history.html

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