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Los Kollas o Collas

Se ha generalizado con el nombre de Kolla o Collas a los Puñeros y sus descendientes, el


grupo más numeroso del país, alcanzando la cifra de unos 98000.

Se distribuyen en las áridas provincias de Jujuy y Salta. No tienen tierra propia. Algunos
ocupan tierras fiscales sin títulos o como arrendatarios y cuidadores de ganado. Otros viven
en las villas periféricas de las ciudades.

Practican trabajos de cooperación como la minga (entre todos cosechan lo de uno), son
pequeños agricultores y criadores de animales. La mujer se emplea en servicios domésticos
en la ciudad como tejidos en telar. Además tienen una chacra comunitaria donde trabajan
por igual hombres y mujeres, pero muchos de esos hombres deben emigrar en busca de
trabajo.

“Abajo” es el lugar del poblado; del centro comunitario donde barajan decisiones y
proyectos; de la escuela; el almacén; la carnicería; de la planta potabilizadora de agua; del
puesto sanitario; de la vivienda mas solida; de las siestas; de las mañanas; del campito de
futbol; la cancha de vóley y los fogones.

A pesar de la aculturación sufrida, aun practican rituales a la Pachamama, el coqueo


(mastican hojas de coca), cantos, música con instrumentos tradicionales y algunos hablan
su lengua, quechua o aymará.

Los Kollas son perseguidos y amenazados por terratenientes, algunas comunidades sufren
severas represiones policiales o son persuadidos de abandonar sus tierras, con sierre del
paso hacia los centros poblados, donde venden sus productos.

La sociedad con la que sueña este pueblo es aquella donde el respeto por sus derechos, la
no discriminación y la mayor participación se desarrolle junto con las variadas culturas
que conviven en la Argentina. Las culturas autóctonas crecieron con la naturaleza y no
contra ella.

La variante de la leyenda del ucumar (un mono enorme que acecha en la selva de Yungas)
simboliza la situación actual de los cuatro poblados Kollas del noroeste de Salta: las
tradiciones centenarias de las que se sentían orgullosos, ahora están acorraladas por la
sangría del gasoducto Nor Andino.

Los caminos en medio de la selva se volvieron más transitables desde que Techint necesitó
mejorarlos para construir el gasoducto. Los Kollas se resistieron poniendo primero el
pecho y después su nombre. Pero la justicia entendió que la obra no dañaba el medio
ambiente y la empresa prometió un resarcimiento económico y un secundario albergue,
que aún no se construyó.

Esta urbanización viene de cuando Patrón Costas era gobernador de Salta. Y dijo tener los
títulos de la finca San Andrés, donde viven las comunidades Kollas.

“Después de una larga lucha territorial, se han agotado las fuentes de trabajo en la zona”,
interpreta Fidel Canabiri. “Es como que viene alguien y nos muestra algo encantado y nos
han hecho perder muchas de nuestras tradiciones. No sabíamos que ahí estaba el peligro”

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