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Introduccion A La Historia Del Derecho Mexicano PDF
Introduccion A La Historia Del Derecho Mexicano PDF
imr
textos universitarios
U N IV E R SID A D N A C IO N A L AUTÓ NO M A D E M É X IC O . M É X IC O , 1971
Prim era edición : 1971
Introducción. ......................................................................................... 7
CAPÍTULO I. EL DERECHOPRECORTESIANO.................................................. 9
A. Fondo histórico g e n e r a l.................................................................. 9
1. Observaciones generales................................................................ 9
2. Los o lm e cas................................................................................... 11
3. Los m a y a s .................................................................................... 11
4. Los chichimecas............................................................................ 11
5. Los a z t e c a s ....................................................................................12
CAPÍTULO V. EL SANTANISMO........................................................................143
A. La población......................................................................................... 161
B. Los grupos de p re sió n ....................................................................... 162
1. El c l e r o ......................................................................................... 162
2. El gran co m e rc io ....................................................................... 162
3. La in d u stria................................................................................... 163
4. Los grandes terratenientes............................................................163
5. La clase m ilita r............................................................................. 164
6. Los m in ero s................................................................................... 164
7. Los b u ró cra tas............................................................................. 164
C. Las vías de com unicación........................................................... 164
D. Aspectos económicos d iv e r so s ......................................................165
E. Aspectos fiscales en p a rticu la r......................................................166
F. Aspectos s o c i a l e s ............................................................................. 167
e p íl o g o ........................................................................................................... 247
Indice A lfabético ......................................................................................... 251
En la Imprenta Universitaria, bajo la
dirección de Jorge Gurría Lacroix, se
terminó la impresión de Introducción
a la historia del derecho mexicano, el
día 24 de septiembre de 1971. La com
posición se hizo en tipos Electra 10:11
y 8:9. Su edición consta de 3 000
ejemplares.
Introducción
Uno de los gustos de vivir en México, es el de observar los múltiples experi
mentos sociales que aquí se llevan a cabo, y, hasta donde sea posible, parti
cipar en ellos (hay algo de verdad en la trillada frase de que “eZ hombre se
realiza a través de la política”). Para que el alumno adquiera al respecto
interés, y cierta capacidad de juicio, es importante la “intuición histórica".
Además, para calmar su impaciencia frente a ciertos rasgos altamente insa
tisfactorios de la actual realidad social, es siempre útil que se forme una idea
del progreso que también en tales campos, generalmente, se ha logrado en
estas últimas generaciones; a menudo, la historia nos enseña que, sin que
debamos perder nuestro afán de mejorar la situación, es mejor sentir agrade
cimiento por lo ya logrado, que desesperación por lo largo del camino que
nos queda por hacer, y que, para evitar soluciones bruscas y en última ins
tancia contraproducentes, más conviene considerar la botella como medio
llena, que como medio vacía.
Así, para el útil y ponderado ciudadano de mañana —y éste es el hombre
que entre tantas decepciones y amarguras tratamos de formar en nuestro me
dio universitario— una visión retrospectiva y cierta facilidad para buscar datos
históricos es un factor recomendable.
Lo anterior sirve de argumento para que se proporcione a todo universi
tario una cultura histórica general, referente a la humanidad en su totalidad,
y una especial, referente a México. Además, es recomendable que cada uno
de los especialistas que nuestra Universidad produzca, complete tal visión
histórica general con un conocimiento de las grandes líneas retrospectivas,
relativas a su propia materia. Así, para el futuro jurista es importante adquirir
una cultura histórica especial en materia jurídica, y para facilitar el acceso a
ella he tratado de escribir un libro de texto panorámico, no excesivamente
detallado, de estilo ligero, y no sobrecargado de referencias bibliográficas
(limitando éstas, además, a fuentes fácilmente accesibles). Para conectar la
historia del derecho mexicano con su fondo general, he tenido que añadir
un mínimo de datos de la historia político-social mexicana, procurando evitar
al respecto toda visión maniqueísta, fanatizadora, y tratando de simplificar
este aspecto del pasado, sin distorsionarlo demasiado.
Reconozco que en el último capítulo, que ofrece un panorama del des
arrollo jurídico posrevolucionario de México, hasta 1964, he salido de la
materia estrictamente histórica, para entrar en una zona gris, situada entre
la historia y la política viva. A pesar de los evidentes inconvenientes he
decidido añadir esta última parte, ya que es bueno que el alumno pueda
estudiar allí, en forma muy resumida, un panorama general de los temas que
en otras cátedras son tratados en forma más detallada y profunda, de modo
que no sólo llegue a conocer los árboles individuales, sino que también
comience a ver los contornos del bosque.
8 G U ILLER M O FLO R IS MARCADANT S.
El derecho precortesiano
1. observaciones generales
Como observa Hubert Herring,1 la historia del indio en las Américas debe
escribirse con tiza para que sea fácil corregirla a la luz de los nuevos hallazgos
que constantemente se presentan.
Es posible que hubo pobladores en el espacio actualmente ocupado por
México desde hace unos 20 000 - 15 000 años.
Unos 10 000 años a.C., el centro del país no era relativamente seco, como
ahora; la humedad sostenía una vegetación abundante, dentro de la cual
vivía el mamut; también el elefante, bisonte, antílope, e inclusive el caballo
que se eclipsó mucho antes de la llegada de los españoles. Contemporáneo
al mamut, como prueba un descubrimiento en Tepexpan en capas de unos
10 - 8 000 a.C., era ya el homo sapiens, llegado de Siberia (recuérdese la
mancha mongólica) —aunque la población autóctona americana no necesa
riamente solo procede de aquella parte. La cacería de animales como el
mamut supone una coordinación de los esfuerzos de varios, de modo que
el hombre de Tepexpan debe haber vivido en grupos con cierta jerarquía,
cierto orden.
Entre 7 000 y 5 000 años a.C. los habitantes del altiplano cambiaron su
economía de cazadores (destrucción) por una mezcla de agricultura (crea
ción) con cacería, y unos 3 000 años a.C. hubo en muchas partes aldeas bien
desarrolladas, entre cuyos restos hallamos pruebas de la domesticación de
animales. Es una lástima que esta domesticación no llegó más allá del perro
chihuahuense, el esquintle (utilizado para alimentación y calor en la cama),
y el pavo real, el cuaqualote. La escasez de pro teína animal ha sido, probable-
mente, uno de los factores que impulsó al indígena al canibalismo y, más
tarde, a las “ guerras floridas” : los dioses requerían corazones y sangre, pero,
a su lado, los hombres mostraron interés por el considerable saldo de los
despojos.
Unos 2 000 años a.C. el maíz aparece. Es difícil darse cuenta de toda la
importancia que este grano habrá tenido para la vida de los antiguos pobla
dores de América. Produjo en la economía primitiva aquel margen disponible,
del que nacía cierto ocio, que a su vez permitía refinar los tejidos, la cerámica,
los trabajos de plumas, etcétera, y desarrollar ciertos juegos. Estos productos
de lujo llevaban hacia una especialización regional, e intercambio. Este mar-
1A History of Latín America, 3* ed., New Yorlc, 1968, p. 25.
10 G U ILLER M O FLO RIS MARGADANT S.
gen, por otra parte, también daba lugar a las clases no-agrícolas: los nobles,
los sacerdotes, los comerciantes y entre ellos, o bajo dirección de ellos, escul
tores y otros artistas. El comercio, y las fricciones a las que éste dio lugar,
además de la existencia de clases superiores, que fácilmente sienten la ten
tación de dirigir hacia afuera las peligrosas tensiones internas, produjeron
guerras, cuya consecuencia era a menudo la esclavitud de los derrotados.
La combinación de las religiones estatales, cada vez más complicadas, crea
ciones de especialistas, con la disponibilidad de esclavos, explican las grandes
obras arquitectónicas que las culturas teocráticas de los mayas, mixtecas, za-
potecas, matlatzincas, toltecas, tarascos, aztecas, e inclusive cliichimecas nos
han dejado. Sin un margen de producción, no estrictamente necesario para la
idéntica repetición del ciclo económico —margen otorgado sobre todo por el
ennoblecimiento del maíz, como ya dijimos—, las grandes culturas americanas
de los indios bronceados 110 hubieran existido, sino sólo una vida simple en
aldeas, con poco contacto entre ellas, como en el caso de los indios rojos.
Por otra parte, el maíz agota el suelo más rápidamente que otros cultivos,2
de modo que la deficiente técnica agrícola, haciendo disminuir las cosechas
después de pocos años, puede haber sido el factor responsable de los incesan
tes movimientos migratorios de los antiguos indios, y de la repentina deca
dencia de varias ciudades precortesianas. Unos 1 500 años a.C. ya observamos
obras primitivas de irrigación y se acentúa el desarrollo de las religiones. Lue
go, durante el primer milenio d.C. aparecen grandes ciudades, y encontramos
un comercio bien desenvuelto, una complicada vida religiosa, y un arte ori
ginal y fascinador por sus aspectos humorísticos y terroríficos.
Varias grandes civilizaciones neolíticas se sucedieron en el territorio, actual
mente ocupado por México y los demás países centroamericanos: primero
la olmeca, cuyo florecimiento ocupa los últimos siglos anteriormente a la era
cristiana, luego simultáneamente la teotihuacana y la del Antiguo Imperio
Maya (heredera de los olmecas) de los siglos m a ix de nuestra era; des
pués la tolteca (Tula), en el siglo x, que fertiliza los restos de la primera
civilización maya y da origen, en Yucatán, al Nuevo Imperio Maya, y final
mente la azteca, ramificación de la chichimeca, con absorciones toltecas y
en íntima convivencia con la texcocana. Surge desde el siglo xiv d.C. y se
encuentra aún en una fase culminante, aunque ya con signos de cansancio,
cuando se inicia la Conquista. En la periferia de estas culturas fundamen
tales encontramos otras, como la totonaca en la zona costera del Golfo, la
¿apoteca y la mixteca en el Sureste, y la tarasca del lado pacífico. 3
2 “ La milpa es 11110 de los medios más desastrosos de destrucción que el hombre
jamás ha concebido” , dijo el doctor W . Vogt en el 29 Congreso Mexicano de Ciencias
Sociales, 1945.
3 El segundo territorio americano que fue cuna de importante cultura neolítica, es el
Perú. El derecho público de la cultura incásica estaba caracterizado por una severa plani
ficación. La única fase de esta cultura cuyas instituciones jurídicas conocemos con algo
de detalle y certeza, es la que media entre el rey Pachacoutec, alrededor de 1450 d.C.,
y la Conquista. Véase la bibliografía respectiva por L. Baudin, en la íntrod. Biblio-
E L DERECHO PRECORTESIANO II
2. los olmecas
Florecieron entre el siglo ix y i a.C. en la zona costera del Golfo. Tenían
fama de magos, y utilizaron drogas alucinantes. No nos dejaron grandes
monumentos arquitectónicos4 sino más bien estatuas y figurillas.
La cultura olmeca, en decadencia desde los últimos siglos de la era pre
cristiana, transmitió muchos de sus rasgos a las culturas maya, teotihuacana,
zapoteca y totonaca.
3. los mayas
Se encontraban entre las actuales regiones de Taba seo y Honduras. Su
primer florecimiento (Antiguo Imperio) se observa entre los siglos iv y x 5
d.C. No era un Imperio centralizado, sino un conjunto de estados-ciudades
(en Yucatán, Guatemala, Honduras), dirigidos por nobles y sacerdotes,
ligados por ideas religiosas comunes y lazos familiares entre las aristocracias
locales, y viviendo en competencia comercial que algunas veces los llevó al
extremo de guerra. Famosos eran Copán, Tikal, la actual región de Piedras
Negras, Palenque, Tulum y Chichen-Itza.
No se sabe a qué se debe el abrupto final de esta interesante civilización
(¿guerra civil?, ¿epidemias?, ¿invaciones desde afuera?, ¿agotamiento del sue
lo?); durante el siglo ix d.C., un gran centro tras otro fue abandonado. Bajo
la influencia de conquistadores toltecas, llegados del noroeste, surgió entre
975 y 1 200 d.C. una nueva civilización a la que debemos el nuevo Chichen-
Itzá, ciudad dominante en una triple alianza con Mayapán y Uxmal. Una
guerra civil produjo de 1 200 a 1 441 una dictadura por parte de los líderes
de Mavapan, los Cocom, y una fase caótica de guerra civil media entre la
liberación respecto de este despotismo y la llegada de los españoles a estas
tierras (Aguilar y algunos otros en 1511; luego las expediciones de Francisco
Hernández de Córdoba —1517— y de Juan de Grijalva —1518—; y final
mente la llegada de Cortés en 1519). La conquista definitiva de la región
maya se debe a los Montejo, a mediados del siglo xvi, aunque el último
baluarte, el Lago de Petcn-Itza, sólo cayó a fines del siglo xvn.
4. los chichimecas
Los chichimecas, crueles e incultos, originalmente vivían en el noroeste
del actual territorio mexicano, sobre todo entre el río Lerma, el lago de
graphique á Fllistoire dn Droit et a YÉthnologie Jmidiqite, Bruselas, 1963, cuaderno
F/L
4 Sin embargo, véase datos sobre la pirámide olmeca en la Venta, excavada reciente
mente, en Boletín del IN AH , núm. 33 (septiembre, 1968), pp. 21-28.
5 Mayistas, como Thompson, colocan el florecimiento maya entre 325 y 925 d.C.
12 G U ILLER M O FLO R IS MARGADANT S.
5. Los aztecas
1. El derecho olmeca
Poco y vago es lo que sabemos de los aspectos jurídicos de la cultura
olmcca. La escasez de la figura femenina, sugiere una sociedad en la que
la mujer no gozaba de un status importante; una sociedad, por lo tanto,
sin ecos del matriarcado. Las grandes tarcas públicas (como la labor de
traer de lejos las enormes piedras para las esculturas) sugieren la existencia
de esclavos o cuando menos de una plebe totalmente sometida a una élite.
Algunos especialistas creen encontrar en la cultura olmeca originalmente
dos clases de origen étnico distinto: conquistadores y conquistados. La
barba postiza de los sacerdotes en algunos bajorrelieves, sugiere el recuerdo
de una clase invasora, dominante, de larga barba, clase que luego se debilitó,
de modo que la nueva clase dominante, ahora con la escasa barba del indio,
tuvo que procurarse barbas postizas para actos ceremoniales. El transporte
de las grandes piedras desde tan lejos, también indica que la capital olmeca,
en la Venta, había subordinado una amplia región. Algunos especialistas
sugieren un verdadero imperio olmeca de caracteres teocráticos (reyes-sacer
dotes) con su centro en los actuales estados de Veracruz y Tabasco, y con
extensiones en Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Morelos.
2. El derecho maya
a) Fuentes de información
1. La casi totalidad de los documentos mayas precortesianos han sido
sacrificados al celo religioso de personas como el obispo Diego de Landa. Son
importantes, sin embargo, para nuestro estudio, el libro de Chílam Balam
de Chumayel, y la Crónica de Calkini.6
2. Además son interesantes las relaciones de Motul, Mérida, Izamal y Santa
María Campocolch, Quinicama o Mozopipe, Chunchuchú y Chochola, Zo-
6 Actualmente disponible en edición cuidada por William Gates, Maya Society Publi-
cdtions, núm. 8, Baltimore, 1935.
14 G U ILLER M O FLO RIS MARGADANT S.
3. El derecho chichimeca11
Su organización política era rudimentaria. Vivían dispersos en pequeños
grupos de recolectores de tunas y vainas de mezquite, o dedicados a una
agricultura primitiva. Cada grupo tenía un jefe hereditario, y con fines mili-
11 Debemos nuestra información sobre los chichimecas sobre todo a la R elación e
información de Pedro Ahumada de Sámano (1562; existe una nueva edición de 1943,
publicada en Sacramento, C alif.), L a guerra de los chichimecas de Gonzalo de las Casas,
y las Relaciones de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl. Véase también W . Jiménez Moreno,
Tribus e idiomas del norte de México . . . , México, 1944, y el hábil resumen del Dr,
Alfonso Caso en Instituciones Indígenas Precortesianas, Memorias del Instituto Nacional
E L DERECHO P RECORTE SI ANO 17
4. El derecho azteca12
a) Fuentes de información
Tratándose de culturas neolíticas, en vía de transformar la escritura picto
gráfica en otra fonética, y caracterizadas por gobernantes arbitrarios, cuyo
Indigenista, vol. vi, Métodos y Resultados de la Pol. Indigenista en Méx., Méx., 1954,
pp. 15-17. También son importantes el Mapa Tlotzin y el Códice Xólotl, redactados
después de la Conquista por los propios indígenas.
12 Recomendables obras panorámicas sobre el derecho azteca son: J. Kohler, El de
recho de los aztecas, primero traducido en 1924 para la Revistó Jurídica de la Esc. Libre
de Derecho, luego publicado en la Revista de Derecho Notarial Mexicano, vol. m , núm.
9, dic. 1959; Manuel M. Moreno, la Organización política y social de los aztecas,
UNA M , 1931 (nuevas ediciones INAH, 1962 y septiembre, 1964), con crítica de teorías
anteriores, como de Adolf-Francis Bandelier; Salvador Toscano, Derecho y organización
social de los aztecas, U N A M , 1937; L. Mendieta y Núñez, El derecho precolonial — que
también comprende el derecho maya— , Méx., 1937; F. Katz, Situación social y econó
mica de los aztecas durante los siglos xv y xvr, trad. UNA M , 1966; y R. Carranca y
Trujillo, L a organización social de los antiguos mexicanos, México, 1966.
Un buen resumen de las instituciones prccortesianas es el que presenta el Dr. Alfonso
Caso en “ Métodos y Resultados de la Política Indigenista en México” , Memorias del
Instituto Nacional Indigenista, vi, Méx., 1954, pp. 15-27.
Además existen múltiples monografías sobre aspectos determinados del derecho pre-
cortesiano: véase Jacqueline de Durand-Forest, sección “ Les Aztèques et les Mayas”
( F / 2 ) de la Introduction Bibliographique à VHistoire du Droit et à l’Êthnologie Juri-¡
dique, Bruselas, 1963.
Para la educación azteca (y precortesiana en general), véase F. Larroyo, Historia
comparada de la educación en México, 8* éd., Mexico, 1967, pp. 49-80.
18 G U ILLER M O FLO RIS MARGADANT S.
c) La tenencia de la tierra 18
El régimen de la propiedad raíz pertenecía más bien al derecho público
que al privado, ya que era la base del poder público y sólo dentro de un
círculo limitado de influyentes había una forma de tenencia que se parecía
a nuestra propiedad privada.
Unas tierras pertenecían al rey en lo personal, otras al rey en calidad de tal.
Otras tierras, los tlatocamili, servían para el sostenimiento de los funcionarios
nobles, los tecutli, por todo el tiempo que desempeñaran sus funciones;
otras, los pillali, pertenecían a los nobles en forma hereditaria, con indepen
dencia de sus funciones, pero sólo podían ser vendidas a otros nobles. In
clusive, algunas tierras habían sido concedidas con el derecho de ser trans
mitidas mortis causa, pero no por venta o donación.
Los ya mencionados calpullis tenían tierras en común, repartidas entre
parcelas que podían ser cultivadas por las familias individuales, dentro de
las cuales su uso se transmitía sucesoriamente (si no de iure, cuando menos
de jacto). Tales familias conservaban su derecho al uso de las parcelas
mientras no abandonaran el cultivo por más de dos años (hubo una amo
nestación previa a la declaración de caducidad). Si la familia emigraba, no
había necesidad de esperar este plazo.
Además de tales parcelas, el calpulli también contaba con terrenos de uso
comunal y otros con cuyo producto debían sostenerse el culto religioso (estos
terrenos se llamaban los teopantlalli) , el servicio militar (milchimalli) , la
justicia, ciertos servicios públicos locales (telpochcalli) o el palacio (teepan-
tlalli). En los territorios sometidos, algunos terrenos servían para pagar el
tributo, otros para el sostenimiento de los embajadores aztecas (yaotlalli).
d) La guerra
La guerra también encontró cierta reglamentación consuetudinaria entre
los aztecas, excluyéndose el ataque por sorpresa. La declaración debía hacerse
por el rey (emperador), en algunos casos previa consulta con los ancianos
17 Para los datos bibliográficos concretos, véase Kohler, op. cit., Revista de Derecho
Notarial Mexicano, ni, 9 (dic., 1959), p. 33.
18 Para esta materia, véase sobre todo F. Katz, op. cit.t pp. 27-46.
E L DERECHO P RE CORTE SI ANO 23
j ) El procedimiento azteca
El procedimiento era oral, levantándose a veces un protocolo mediante
jeroglíficos. Las principales sentencias fueron registradas en pictografía, y
luego conservadas en archivos oficiales. El proceso no podía durar más de
80 días, y es posible que los tepantlatoani, que en él intervenían, correspon
dían a grosso modo al actual abogado.23 Las pruebas eran la testimonial, la
confesional, presunciones, careos, a veces la documental (hubo mapas con
linderos, etcétera) y posiblemente el juramento liberatorio. De un “ juicio
de Dios” no encontramos huellas. En los delitos más graves, el juicio era
precisamente más sumario, con menos facultades para la defensa, algo que
desde luego provoca la crítica del moderno penalista.24
de la nueva civilización, traída por los españoles. Entre los lacandones, los
indios de la Sierra Alta de Chiapas, en Quintana Roo y algunas regiones
remotas de Yucatán y Campeche, entre los Tarahumaras y los Yaquis, los
Seris, Coras, etcétera, encontramos prácticas jurídicas consuetudinarias, cuya
base uno buscaría en balde en la legislación oficial de las entidades en cues
tión.25 Es de suponerse que se trata de supervivencias del derecho precorte-
siano, aunque a menudo nos sorprenden las diferencias entre la vida jurídica
que, por ejemplo, Robert Redfield nos describe en su análisis de un pueblo
maya, Tusik, y lo que pensamos saber de la antigua vida jurídica maya.26
Inclusive cerca de la capital se observan figuras jurídicas consuetudinarias,
contra legem, que constituyen posiblemente transformaciones de instituciones
precortesianas. Si encontramos terrenos, trabajados colectivamente por los
campesinos del lugar, cuyo producto sirve para el culto de alguna virgencita,
estamos en realidad en presencia de una figura que cualquier campesino
azteca hubiera comprendido inmediatamente; él también tenía que trabajar
cada año en ciertos terrenos, cuyo producto estaba destinado al culto reli
gioso. Todo lo que sucedió, es que el nombre de la imagen venerada ha
cambiado, pero la institución fundamental está tan arraigada, que sobrevive
al margen de un sistema legal que formalmente no ofrece cabida para ella. -7
Otra cuestión es la de saber cuánto del derecho precortesiano sobrevive,
no al margen de la legislación oficial, sino incorporado en ella. Tratando esta
cuestión debemos tener cuidado de no considerar cualquier coincidencia entre
el derecho moderno y el precortesiano como producto de filiación entre am
bos sistemas: muchas figuras del derecho nacen del sentido común, o de la
lógica de la vida social; por lo tanto, tales coincidencias pueden tener una
fuente común en idénticas necesidades sociales, y no indicar que el sistema
nuevo sea una prolongación de otro anterior. Aunque la Corona española
de ningún modo quiso eliminar todo el derecho precortesiano, y expresa
mente autorizó la continuada vigencia de aquellas costumbres que fueran
compatibles con los intereses de la Corona y del Cristianismo (Leyes de
Indias, 2.1.4;5.2.22) la superioridad de la civilización hispánica impulsó a
los mismos indios a abandonar a menudo —innecesariamente— sus costum
bres, en beneficio del sistema nuevo. En algunas materias, empero, como en
la organización del ejido colonial (terreno de uso común) o ejido moderno
con sus parcelas individuales, es posible que tradiciones arraigadas en la fase
precortesiana hayan logrado transmitirse a la fase colonial e inclusive a la
moderna legislación agraria.
Otro tema, ligado al anterior, es el análisis de la psicología social que se
manifiesta en el derecho precortesiano, y el estudio de la eventual perdura
25 Inclusive parecen subsistir formas de vasallaje precortesiano entre ciertas tribus (como
entre los popo locas y los mixtéeos).
26 Redfield, R., Yucatán; una cultura en transición, F C E , México, 1944.
27 Varios ecos de costumbres jurídicas precortesianas son mencionados en el estudio
de G . Aguirre Beltrán y R. Pozas A., Instituciones indígenas en el México actual, M e
moria núm. vi del Instituto Nacional Indigenista, México, 1954, pp. 173 y ss.
G U ILLER M O FLO R IS MARGADANT S.
A. Observaciones g e n e r a le s ......................................................................... 31
B. E l derecho español hasta elsiglo X I I .................................................32
C. E l derecho español desde el siglo X II hasta el comienzo del
siglo X I X .................................................................................................... 35
CAPÍTULO n
El derecho hispánico
A. OBSERVACIONES GENERALES
Desde comienzo del siglo xvi, dos grandes corrientes se encontraron en Mé
xico, y se amalgamaron bajo fuerte predominación de la más adelantada. La
primera era una civilización neolítica, en su aspecto jurídico de carácter
dominantemente azteca, y la segunda la civilización hispánica, en cuyo dere
cho las influencias romanas se mezclaban con restos de derechos germánicos,
normas canónicas, mucha reglamentación monárquica e inclusive (cuando
menos en la terminología) rasgos arábigos.
Debemos ahora describir el sistema jurídico hispánico en tiempos de la
Conquista; lo expondremos como producto de su historia, pero en ella sólo
tomaremos en cuenta los elementos que han dejado sentir su influencia en
la Nueva España; no tiene objeto extendernos sobre instituciones hispánicas
medievales cuyo impacto no haya sido notado aquí.
También ciertos temas muy interesantes para historiadores del derecho
hispánico, como el carácter territorial o personal del Breviario de Alarico y del
Codex Euricianus no tienen un debido lugar en un texto como el presente.1
Además debemos subrayar que, por depender el Imperio ultramarino de la
Corona de Castilla, sólo el derecho castellano (entre los múltiples derechos
territoriales españoles) ha sido derecho subsidiario para la América Latina.
Desde el comienzo del siglo pasado, la historia del derecho español lia
encontrado un meritorio expositor en Martínez Marina. 2 A fines del mismo
siglo, Ilinojosa introdujo un moderno espíritu crítico y académico en la
investigación respectiva, y desde entonces un grupo de eminentes investiga
dores ha estado escribiendo sobre esta materia, desde la península, entre los
cuales actualmente se destaca Alfonso García Gallo. 4 Algunos han combinado
1 Para este tema, véase sobre todo A. García Gallo, Nacionalidad y Territorialidad
del Derecho en la Época Visigoda, Anuario de Historia del Derecho Español, Madrid
XIII (1936) pp. 16S y ss. y A. D ’Ors, La Territorialidad del Derecho de los Visigodos,
en Estudios Visigódicos, Roma-Madrid, 1 (1 9 5 6 ), pp. 91-150.
2 Martínez Marina F., Ensayo histórico-cntico sobre la legislación y principales cuerpos
legales de les reinos de León y de Castilla, 1^ ed., 1808; 3* ed. 1845.
3 La incompleta obra de E. de Hiño josa, Historia general del derecho español, Madrid,
1887, sigue siendo clásica.
4 Garda Gallo, A., Historia del derecho español, 2 vols., Madrid, 1942/3; Idem, Curso
de historia del derecho español, 3 vols., Madrid, 1950-1956; Idem, Manual de historia
del derecho español, 2 vols., Madrid, 1959-1964.
Para completar el aspecto jurídico, una buena moderna historia de España es: Balles
teros y Berreta, Historia de España y su influencia en la Historia Universal, 12 vols.,
32 G U ILLER M O FLO R IS MARGADANT S.
rasgos interesantes son la extensión de la “paz del rey” hacia ciertos aspectos
de la vida pública (el tránsito en los caminos, los mercados), incurriendo en
la ira del rey y la “privación de la paz” el que la violara. Otros rasgos ger
mánicos en la vida jurídica de la España de entonces eran los “ cojuradores” ,
las ordalías, la prenda extrajudicial, tomada por una persona que considerara
violados sus derechos, para obligar al violador a que compareciera ante la
justicia, algunas figuras del derecho sucesorio (como las mejoras) y relativas
al aspecto patrimonial del matrimonio (las arras, una institución en sentido
inverso a la dote romana), la Morgengabe (donación morganática, el día
después de la boda, como indemnización por la virginidad perdida), el com
padrazgo o sea la hermandad artificial (con efectos sucesorios), y ciertos
formalismos en la celebración de los contratos como la palmata, o la wadiation
(entrega a un tercero de un objeto simbólico que éste debe devolver después
de comprobar que el entregante cumplió con cierto deber contraído).0 En
esta fase, los francos, bajo Carlomagno, para proteger mejor su frontera, con
quistaron Cataluña, donde luego estuvieron en vigor los capitularía de la
corte franca, al lado del Fuero Juzgo para los habitantes visigodos.
En aquel entonces, la cultura islámica era muy superior a la cristiana, v
el forzado, íntimo contacto con aquélla, era, desde luego, favorable para las
regiones ocupadas. Sin embargo, entre todos los tratados arábigos traducidos
al primitivo español, no encontramos obras de derecho, y no hay evidencia
de gandes infiltraciones de derecho islámico en la vida jurídica de los grupos
que, por convenio especial, continuaban viviendo como cristianos, bajo e!
poder político islámico. Tomando en cuenta la íntima liga entre derecho y re
ligión en el sistema islámico, lo anterior no es sorprendente. Sólo en materia
agraria, mercantil y política hubo cierta recepción de figuras musulmanas.
Donde sí se nota claramente el impacto islámico en el derecho hispánica
antiguo y aun moderno, es en múltiples términos administrativos y comer
ciales, por ejemplo: aduanas, tarifa, alhóndiga, almacén, alcalde, alcaide, alba
cea, alcabala, alguacil, almojarifazgo, etcétera. Los cristianos que se arregla
ban amistosamente con el poder político islámico, v que se conocen bajo el
nombre de los mozárabes (distintos de los renegados, los muladíes) conti
nuaban viviendo bajo el sistema del Fuero Juzgo; los cristianos independien
tes, en zonas pobres del norte de España, también conocían, generalmente,
esta obra, pero al mismo tiempo —y de preferencia— sometían su muy
primitiva vida jurídica, como ya dijimos, a costumbres locales, a veces de
índole prerromana, en otros casos germánica.
El debilitamiento del poder islámico dtrante los últimos decenios del pri
mer milenio y su dispersión entre provincias autónomas, desde 1031, además
de la toma de conciencia del occidente cristiano, que observamos a partir del
comienzo del segundo milenio, motivaron aquel importante movimiento que
llamamos la reconquista (a menudo no más que una repoblación de tierras
de nadie) y que termina en 1492 cuando los moros pierden con Granada su
9 Vcase J. M. Ots. Capdequi, Manual de historia del derecho español en las Indias,
Buenos Aires, 1943, p. 67.
EL DERECHO HISPANICO 35
que nació del redescubrimiento del Digesto en el norte de Italia (a fines del
siglo xi; Imerio) y de la creciente conciencia de la necesidad de un derecho
racional y unificado en Europa Occidental, donde el comercio comenzaba
a sentir las inconveniencias de la existente dispersión jurídica.
Esta Baja Edad Media es también la fase del surgimiento de las ciudades,
lo cual cambió el panorama político de España. Los burgueses penetraron
en las Cortes, como “estado llano” , y balanceaban el poder de los señores
feudales, arrancando, por un hábil juego diplomático, a la Corona o a los
feudales, varios privilegios (propios sistemas de derecho, murallas, mercados
independientes, milicia, etcétera). Como los juristas burgueses, a menudo
consejeros del rey, habían estudiado el derecho en las múltiples universidades
occidentales que enseñaban el derecho justinianeo, por su influencia el sabor
germánico que el derecho español de la Alta Edad Media había tenido,
comenzaba a ceder ante el sabor romanista (que tan claramente notamos
en las Siete Partidas).
El derecho romano tuvo que imponerse al tradicionalismo de los campe
sinos y de las clases feudales, pero encontró cierto apoyo en su frecuente
alianza con el derecho canónico. Éste había recibido más consistencia por
la elaboración del Decreto de Graciano -1120-1140— (y, más tarde, por las
Decretales, compiladas en España misma y consagradas en 1234 por Gregorio
IX como una de las importantes bases jurídicas de la Iglesia), y como la
Iglesia aceptó el derecho romano como derecho supletorio, esta alianza de
los “dos derechos” 11 logró cambiar el tono del sistema jurídico español de la
Baja Edad Media.
Es a Castilla que España debe importantes intentos de unificación jurídica.
El rey que más contribuyó a esta tarea fue, en la Edad Media, Alfonso el
Sabio (Alfonso X ), el cual continuaba al respecto las ideas de su padre,
Fernando el Santo (aunque, quizás, por piedad, atribuyó a éste más mérito
de lo que hubiera correspondido a los secos hechos). Las obras jurídicas de
Alfonso el Sabio comprenden dos ramas: la legislación positiva, y las consi
deraciones moralistas y filosóficas acerca del derecho. A la primera pertenece
el Fuero Real (1255), destinado a regir en las tierras directamente depen
dientes de la Corona (y sustituido, desde 1272, de nuevo, por el Fuero Viejo
en las materias reglamentadas por éste, bajo presión explicable por parte de
los señores feudales, tan favorecidos por la antigua legislación). A la segunda
pertenece el Speculum y el Septenario (que sólo conocemos en forma incom
pleta ), curiosos monumentos de la confusa cultura medieval, en la que supers-
ticiones, mal digeridos fragmentos de la literatura antigua, cristianismo,
ciencia arábiga, etcétera, se mezclan. Una combinación de ambas ramas se
encuentra en la obra jurídica de Alfonso X que más influencia ha tenido: las
Siete Partidas (primera versión, 1256-1263; segunda 1265), obra compilada
por el maestro Jacobo (autor de las “ Flores de las Leyes” , un “ Doctrinal de
11 Aunque también hubo a menudo conflictos entre los romanistas y los canonistas
— cf. la prohibición de la enseñanza del derecho romano en la Universidad— episcopal —
de París, en 1219.
E L DERECHO HISPANICO 37
En realidad, la Nueva España era una típica “ colonia” , sino más bien
un reino, que tuvo un rey, coincidente con el rey de Castilla, representado
aquí por un virrey, asistido por órganos locales con cierto grado de autono
mía vigilada, y viviendo entre súbditos de la Corona que, aunque a menudo
de origen peninsular, habían desarrollado un auténtico amor a su patria
ultramarina, y generalmente no estuvieron animados por el deseo “ coloni
zador” de enriquecerse aquí para regresar luego a la Madre Patria (desde
luego, hubo excepciones al respecto). También la preocupación de la Corona
por los intereses espirituales y materiales de los indios se destaca favorable
mente del espíritu “ colonial” que observamos en otras empresas coloniza
doras, efectuadas por países occidentales en aquellos mismos siglos.
Así como el rey tenía a su lado un Consejo de Castilla para los asuntos
de Castilla, pronto hubo un Consejo de Indias para las cuestiones indianas.
Sin embargo, esta optimista construcción del régimen de la Nueva España
como una estructura política paralela a la de la antigua España, y no un
apéndice de ésta, sufre por tres circunstancias asimétricas:
a) la sede de los supremos poderes (Corona, Consejo de Indias, Casa
de Contratación) se encontraba en España;
b) los intereses económicos de la Nueva España quedaban supeditados
a los de España (aunque durante el siglo xvm la situación respectiva se
mejoró mucho), y
c) para las altas funciones en las Indias fueron preferidos los “peninsu
lares”, y no los “ criollos” (o sea personas de origen español, pero cuya
familia ya estaba desde hace una generación o más radicada en las Indias).
Esta discriminación de los criollos en beneficio de los “ gachupines” produjo
un creciente rencor que contribuyó finalmente al complicado movimiento
1 Brevitatis causa utilizamos el término de “ virreinal” , a pesar de que la época en
cuestión también comprende casi dos decenios anteriormente al establecimiento del vi
rreinato, en 1535; pese a esta falla, el término “ virreinal” me parece ligeramente más
correcto que el de “ colonial” , que quizás tiene para el lector conotaciones de subordina
ción, explotación y falta de autonomía, que no corresponden completamente a la realidad
que prevaleció en la Nueva España; por otra parte, el término de “ colonial” no es total
mente absurdo, ya que durante el crepúsculo de la era colonial general, en estas últimas
generaciones, se pudieron observar regímenes “ coloniales” imbuidos de preocupaciones
sociales y caracterizados por intentos de educación hacia la democracia local, que po
drían compararse con el régimen establecido por los españoles en la Nueva España.
44 G U ILLER M O FLO R IS MARGADANT S.
IV. la fase de las nuevas energías, aportadas por los Borbones,3 fase que
culmina con la interesante figura de Carlos III, que también manda hacia
las Indias su espíritu progresista de déspota ilustrado, a través de excelentes
personas como José de Gálvez, Bucareli y Revilla Gigcdo II; y finalmente
V. la fase de los últimos Borbones que corresponden aún a la época
virreinal, Carlos IV y Femando VII, de los que, aun con la mejor voluntad,
sería difícil decir algo bueno. Después de un “hang-ovcr” de la época de
Carlos III, es dccir el virrey Revilla Gigedo II, de muy buen recuerdo, esta
última fase significó un considerable bajón en la calidad de los virreyes de
la Nueva España.
La historia de la Nueva España de ningún modo es tan tranquila como
muchos piensan; en ella se manifiestan importantes tensiones. Ya menciona
mos la existente entre los criollos y los peninsulares. Al lado de ella deben
señalarse los conflictos entre los “ frailes” (órdenes religiosas; el clero regular)
y los “ curas” (clero secular); entre el virrey y el arzobispo (como en la
famosa lucha de Gelves vs. Pérez de la Serna, que culminó en 1624); entre
la Corona y los encomenderos; entre los colonizadores y diversos grupos de
indios rebeldes; entre el Cabildo de la ciudad de México (dominado por
criollos) y la Audiencia (dominada por peninsulares); entre la milicia
novohispánica y los piratas extranjeros o los diversos —y bien organizados
bandoleros— (entre los cuales la bandida doña Catalina de Erazu es el per
sonaje más pintoresco). Añádase aún las tremendas epidemias que periódica
mente invadieron el país, las frecuentes calamidades de índole metereológica,
diversas nuevas expediciones de descubrimiento, llenas de aventuras, y los
experimentos utópicos como el de Vasco de Quiroga, y se comprenderá que
la historia novohispánica de ningún modo es tan carente de interés como
sugieren algunos textos escolares.
No podemos esbozar aquí una historia general de la Nueva España; si el
lector se interesa por este importante aspecto de la historia patria, podrá
recurrir a excelentes obras como la de J. I. Rubio Mañé, Introducción al
Estudio de los Virreyes de Nueva España, 4 vol., México, 1955-1963. Sin
embargo, conviene decir algo sobre las primeras generaciones de la Nueva
España, en las que importantes creadores pusieron los fundamentos de la
sociedad indiana.
Hernán Cortés Pizarro (1485-1547) no sólo era un genial conquistador
(como demuestra, por ejemplo, su conducta después de la Noche Triste),
sino también estadista con visión, y un auténtico constructor de su Nueva
España. Era mucho más humano que Pizarro (y, desde luego, Ñuño de
Guzmán). Es significativa su popularidad entre los mismos indios, demos
trada, por ejemplo, durante su glorioso regreso de España, en 1530. Sin
3 No sólo el carácter particular de varios de los Borbones que ocuparon el trono
español, sino también el saludable sacudimiento que España había recibido durante 1®
larga "Guerra de Sucesión” (1701-1714), contribuyó al relativo éxito de la fase de lo^
Borbones.
46 G U ILL E R M O FLO RIS MARGADANT S.
Nueva España respecto de la Madre Patria (intento que llevó hacia la deca
pitación de sus amigos, los hermanos González de Ávila, en 1566, en el
Zócalo, mientras que Martín Cortés mismo logró salir de esta aventura con
sanciones relativamente leves); la terrible crisis de 1624, relacionada con los
conflictos entre el Virreinato y la Iglesia; otro intento de independización,
en el que estuvo involucrado William Lampart (Guillen Lombardo), y
que terminó por la ejecución de éste, en 1659; la terrible revuelta popular de
1692; la expulsión de los jesuítas, en 1773; el conflicto entre el virrey De
Croix y la Inquisición, en el que el Virrey triunfó; la acertada política de
Bucareli y luego el excelente régimen de Revilla Gigedo II (criollo, no pe
ninsular: los tiempos ya estaban cambiando), finalmente revocado a causa
de las intrigas que Godoy había preparado contra él (en vista de que su
cuñado tenía interés en el virreinato...)
B. E L DERECHO INDIANO
comprendió que las críticas que los dominicos estaban formulando contra el
y su grupo estaban justificadas; se hizo también dominico —a los cuarenta
años— y dedicó los restantes 52 años de su vida a la lucha contra los en
comenderos. Después de sus primeras proposiciones, algo utópicas, que fue
ron aprobadas por la Corte, pero fracasaron en la práctica (formación de
colonias en Venezuela, con grupos de españoles que, colectivamente y bajo
supervisión de frailes, utilizarían a los indios —sistema que sustituiría la
encomienda individual—), Bartolomé de Las Casas se retiró a un monasterio
y dedicó unos diez años a la elaboración de su Historia de las Indias. Luego,
saliendo nuevamente a la vida práctica, logró conquistar la región de Chia-
pas y Guatemala, muy peligrosa, mediante convencimiento y una política
de no-violencia; sin embargo, después del gran éxito inicial se presentaron
sangrientas rebeliones de los indios contra los colonizadores, que se habían
hecho independientes de Bartolomé de Las Casas.
En relación con esta interesante figura debemos mencionar aún su in
fluencia en la formulación de las “ Leyes Nuevas", de 1542, a las que hare
mos referencia en conexión con la institución de la encomienda.24
Por influencia de De Las Casas sobre el nuevo emperador, Carlos V, y con
ayuda de los demás dominicos, tan influyentes en el flamante Consejo de
Indias (y también el cardenal Ximénez de Cisneros, Consejero de la Coro
na), se nombró una comisión de tres frailes jerónimos, seleccionados por
De Las Casas, y mandados a la Española en 1516, para establecer una teocra
cia de buen corazón en las Indias. Las Instrucciones que en 28 normas ellos
recibieron están influenciadas por las utopías, tan de moda en el Renaci
miento. Debían establecerse especiales pueblos de indios, “ reducciones” , 25
bajo sus propios caciques, cada uno de unos 300 hogares, pudiendo también
el español conseguir el cacicazgo por matrimonio con hijas de caciques; ad
ministradores y párrocos ejercerían control en estos pueblos, y sólo ellos
podían permitir al indio vender parte de sus propiedades; los sacristanes
se encargarían de la enseñanza de los indios; de la población, una tercera
parte trabajaría en las minas, por un sistema de rotación bajo control del
cacique; el producto del trabajo minero se repartiría entre el rey, el cacique
y los indios, bajo una equitativa clave de reparto, fijada en estas instruc
ciones; se procuraría obtener, en estas reducciones un equilibrio entre la
agricultura, la ganadería y la artesanía; en los lugares donde este nuevo
sistema era impracticable, continuaría la encomienda en la forma prevista
por las Leyes de Burgos, modificándose éstas en algunos aspectos, en bene
24 Es conocido el ensayo de Ramón Menéndez Pidal sobre este hombre, donde
compara a este exuberante dominico andaluz, exagerado e imprudente, con otro do
minico, Vitoria, el equilibrado, parco intelectual de gabinete.
25 Esta idea de la “ congregación” de los indios sobrevivió al fracaso de este experi
mento. Sin embargo, no era fácil llevarla a la práctica. E l virrey Luis de Velasco II
trató de implantarla desde 1590, causando grandes sufrimientos sin alcanzar su meta.
Más éxito tuvo el virrey conde de Monterrey, desde 1598, con sus “ Jueces de Con
gregación" que debían reunir a los indios dispersos en ordenadas aldeas especiales. Sin
embargo, el resultado ha sido criticado violentamente por Juan de Torquemada.
58 G U ILLER M O FLO R IS MARGADÀNT S.
D. LA S AUTORIDADES INDIANAS
petables—, les estaba prohibido a ellos, a sus esposas v a sus hijos, tener
propiedades dentro del territorio de su jurisdicción, asistir a fiestas sociales,
recibir favores de particulares, etcétera. Para casarse, necesitaban una autori
zación especial de la Corona.
IX. Por debajo del virrey encontramos administradores de dos niveles
sucesivos: 1) En las provincias, el jefe administrativo y judicial era el Gober
nador, y 2) en los distritos o ciudades encontramos corregidores o alcaldes
mayores, generalmente nobles de capa y espada, nombrados por el virrey (o
la Audiencia), pero a veces directamente por la Corona. Tenían que conocer
su territorio íntimamente, mediante una obligatoria visita general, pero no
debían ser vecinos del mismo.
La diferencia entre corregidores y alcaldes mayores es materia de contro
versia: se parecen mucho. Ambos eran responsables de la paz en el territorio
a ellos atribuido, y del cobro de los tributos en las comunidades indígenas
que allí se encontraban (donde debían tener sus informantes, y donde dis
ponían de ejecutantes indios). Ambas funciones eran vendibles, y fue
considerado cosa natural que los dignatarios en cuestión tratasen de recuperar
el dinero invertido (por ejemplo mediante “repartimiento" de mercancías
por precios de monopolista).35 Ambas categorías de funcionarios eran de
una corrupción proverbial. La diferencia entre ellas consiste probablemente
en que los alcaldes mayores fueron designados para regiones menos grandes
o importantes de las que correspondían a los corregidores.
X. Esta corriente de administradores desde arriba, se encuentra con otra
desde abajo: la de los dignatarios municipales, y la convivencia entre estas
dos corrientes, la autocràtica y la relativamente democrática, originalmente
dio lugar a frecuentes conflictos; ya pronto, empero, las autoridades munici
pales perdieron su espíritu de lucha contra la imposición desde arriba, y se
convirtieron en oligarquías locales, relativamente dóciles a condición de que
la autoridad superior les dejara disfrutar de ciertos privilegios.
La democracia municipal fue herencia de la Edad Media española. En
aquella época los municipios tenían una estructura que probablemente obe
decía a un esquema ibero, prerromano, y que Siinpson M compara con una
asociación de seguro social combinada con un espíritu pronunciado de pa
triotismo local. El cabildo de tales arcaicas comunidades, compuesto de
regidores que a su vez elegían a uno o más alcaldes, representaba el poder
legislativo y judicial; para la seguridad pública y la ejecución de las sentencias
penales había alguaciles. La tierra estaba repartida entre terrenos “ propios” ,
explotados para subvenir a gastos comunales, otros terrenos de la comunidad,
que quedaban a la disposición de todos los vecinos para fines de pastoreo,
para buscar leña, etcétera (el ejido, la dehesa), y parcelas de explotación
individual. Ciertas tareas agrícolas fueron ejecutadas en común (cosechar,
trillar) y un almacén común, llamado más tarde alhóndiga, debía proteger
35 Véase Simpson, Many Mexicos, Berkeley, 1967, p. 197.
3« Op. cit., p. 92.
E L DERECHO E N LA FA SE VIRREINAL 65
K. LA ORGANIZACIÓN DE LA JU ST IC IA
H . LA ESCLAVITUD
Los indios, enviados por Colón a España como "muestras” , fueron vendidos
en 1495, con consentimiento de la Corona, pero ya en 1500 estos mismos
indios fueron manumitidos y devueltos a sus islas de origen. Sin embargo, a
pesar de esta actitud tan liberal de la Corona, y al margen de las normas
expedidas en la península, todavía bajo Ñuño de Guzmán los españoles caza
ban indios en la región del Panuco, para venderlos a las islas caribes (con
precios desde 100 indios hasta finalmente 15 indios por un caballo).
Desde luego, había dos fuentes de esclavitud india durante las primeras
generaciones de la Nueva España; los esclavos existentes desde antes de la
Conquista (“esclavos de rescate’') y los prisioneros, tomados en una guerra
“ justa” de los españoles contra rebeldes,59 o contra grupos que no querían
otorgar facilidades para la cristianización. Estos esclavos no podían ser envia
dos a España (Real Cédula del 17 de marzo de 1536).
La segunda fuente fue abolida por una Cédula del 2.VIII.1530,60 bajo
gritos de protesta por parte de muchos españoles (no debe olvidarse que
muchos soldados servían a la Corona por negocio, con el fin de obtener su
cuota del botín). Inclusive hubo contra esta medida argumentos —sinceros
68 Véase Madariaga, op. cit., cap. 6.
Encontramos todavía cómo Mendoza, en 1541, después de triunfar sobre la rebe
lión de Mixtón, hace herrar a miles de indios esclavos, para distribuirles Juego entre
los soldados, como su cuota del botín.
®°Puga, i, 231.
E L DERECHO E N LA FA SE VIRREINAL 75
I. L a encom ienda.................................................................................. 77
/. Los repartim ientos............................................................................ 79
K. E l establecimiento de nuevos centros de población . . . . 81
L. L a organización de la propiedad te rrito rial............................ 84
M. L a política económica española en y respecto de la Nueva España . 85
N. L a política sanitaria en la Nueva E sfrd ñ a.................................. 93
E L DERECHO E N LA FA SE VIRREINAL 77
I. L A ENCO M IEN DA
J. LO S REPARTIM IEN TO S
vían a entrar en el fondo común, para nueva repartición. Los indios pagaban
por el uso de estas parcelas una moderada renta, utilizada para fines colec
tivos y cuyo sobrante fue depositado como reserva en las cajas comunales.80
En cada reducción de indios había una caja comunal, alimentada con el
producto de los bienes de explotación comunal, la renta de las parcelas indi
viduales y ciertos trabajos de los indios; su producto periódicamente podía
ser utilizado para fines de interés colectivo. El control de las autoridades es
pañolas para evitar el abuso de estos fondos era a veces excesivamente buro
crático; cada permiso respectivo tomaba mucho tiempo, de manera que en
algunos casos los indios ya no contaban con los beneficios de estas cajas y
consideraban su sacrificio para llenarles como otro impuesto más. El intere
sante informe del obispo de Michoacán, de 1799, citado por Von Humboldt81
menciona un caso concreto en que el intendente de Valladolid (Morelia)
manda el producto acumulado durante 12 años en las cajas de su región a
Madrid como “don gratuito y patriótico que los indios de Michoacán hacían
al soberano para ayuda de continuar la guerra contra la Inglaterra... Uno
puede imaginarse el entusiasmo con que aquellos indios ahorraron durante
doce años para ayudar a financiar una guerra contra un país sobre cuya
ubicación no podrían proporcionar ningún dato... En estas reducciones, los
españoles no tenían derecho de residir, y un viajero español sólo podía que
darse allí dos días (salvo fuerza mayor); mercaderes españoles o mestizos,
empero, podían quedarse allí un día más. En los casos en que la reducción
contara con un hotel, un español no podía hospedarse con una familia india.
Para los aspectos hacendarios de estas comunidades, véase LI 6.4
Además de las reducciones y de los indios sometidos a encomiendas, debe
mos mencionar que en regiones todavía insuficientemente exploradas, frecuen
temente los jesuítas y otros frailes establecieron, con permiso de la Corona,
sus “misiones” , formando pueblos de indios bajo la autoridad de un fraile y
sus asistentes. Así fueron añadidos, por ejemplo, desde 1697 la Baja y Alta
California a la Nueva España.82 Esta fundación de misiones y su manteni
miento fueron financiados, en parte, por ciertas fundaciones piadosas, entre
las cuales tuvo una especial importancia el Fondo Piadoso de las Californias,
formado al comienzo del siglo xvm por el queretano Juan Caballero y Ocio
y otros, y luego aumentado considerablemente por la generosidad del marqués
de Villapuente y su prima.
La secularización de este fondo dio lugar a un famoso conflicto entre Mé
xico y los E E .U U ,83 que finalmente fue liquidado en 1967, por vía de transac-
80 Alamán, op. cit., i, 24.
81 Ensayo político, n, vi.
82 Sobre los efectos desastrosos que las misiones jesuítas de la Baja California tuvieron
sobre la población india, a pesar de la indubitable buena voluntad de los misioneros,
véase Homer Aschmann, The Central Desert of Baja California: Demography and Ecology,
Riverside, Calif., 1967.
83 Véase el interesante dictamen por I. Vallarta, reproducido y provisto de una intro
ducción por Daniel Moreno, en Revista de la Facultad de Derecho de México, xv, Núm.
57 (enero-marzo 1965), pp. 209 y ss.
84 G U ILLER M O FLO R IS MARGADANT S.
ción, pagando México una cantidad de unos nueve millones de pesos, consi
derablemente menor de la reclamación original norteamericana, pero aproxi
madamente nueve millones de pesos más de lo que hubiera sido justo, en la
opinión mexicana.84
primeras letras”, que existían para la acomodada clase media. Para mu
chachas hubo escuelas privadas especiales, llamadas “Amigas”, y para abrir
una “Amiga” se necesitaba una licencia, de modo que también a este respecto
probablemente existieron normas administrativas. Especialmente las “Ami
gas”, a pesar del control administrativo existente, fueron focos de oscu
rantismo.
Lo anterior se refiere, empero, a la educación elemental de los hijos de la
clase media y superior. Uno recibe la impresión de que poco se ha hecho,
en tiempo virrenales, para la educación de las clases humildes. En la capital
se ocupa de ella una escuela de primeras letras de los Betlemitas, desde
fines del siglo xvn, que enseñaba gratuitamente las bases de la civilización
occidental a los hijos de los pobres, bajo una disciplina antipáticamente
severa (“la letra con sangre entra” ), además de una pequeña cantidad de
otras “escuelas pías” , cuyo cupo total era muy insuficiente para ofrecer una
educación primaria al proletariado.
Los últimos buenos virreyes hicieron un esfuerzo especial para balancear
]a educación superior —de buena calidad— con una educación primaria, a
la disposición del pueblo en general.128 También el arzobispo Antonio Loren-
zana y Buitrón, a mediados del siglo xvm, hizo lo posible para fomentar
una educación, no sólo orientada hacia la transmisión de dogmas cristianos,
sino hacia fines prácticos y políticos.129
Como muchas escuelas de primeras letras fueron financiadas, probable
mente, por cada pueblo o por fundaciones, los gastos respectivos no figuran
en la lista de gastos del Virreinato, de modo que es difícil formarse una idea
del alcance de la educación primaria novohispánica. Paralelamente con ésta,
hubo intentos privados de estimular la educación técnica popular (como
observamos, por ejemplo, en la vida de Hidalgo) . 130
A pesar de estos esfuerzos, cuando México alcanzó su independencia
isólo 30 000 ciudadanos sobre un total de 6 millones (sólo medio por ciento)
sabían leer y escribir!
paña, y al comienzo del siglo xix se nota que “se había ido formando en
el ánimo de los habitantes del reino el gusto por el aparato militar” . 138
En cuanto al derecho militar novohispánico, las Leyes de Indias contienen
algunas disposiciones (LI 3.10, 9.21), pero el material principal consiste
en derecho peninsular, sobre todo la Real Ordenanza del 22.X. 1768, con
sus diversas añadiduras y modificaciones posteriores, una Ordenanza muy
clara y sistemática para su época (en la cual influyó la legislación prusiana
respectiva, obra de Federico II). Fue comunicada a las Indias por Real
Orden del 20.IX.1769.
Luego fueron importantes los artículos 250-302, relativos a la “ Causa de
Guerra”, de la Real Ordenanza de Intendentes en el Reino de la Nueva
España, de 1786. El 20.X.1788 un proyecto de Francisco Crespo fue apro
bado por la Corona para servir de base a la reorganización militar novo-
hispánica.137
Importante era también el Real Decreto de febrero de 1793, que concedió
al Real Ejército su propio fuero, no sólo en causas criminales, sino también
en las civiles. Así surgió el grave problema del fuero militar, de la clase
militar “ desaforada” , que tantas consecuencias traería consigo para la vida
política del México independiente.
Además debe mencionarse aquí la formación de un montepío especial para
las viudas y los huérfanos de militares, en tiempos de los Borbones.
Para la Armada Naval hubo Ordenanzas de 1748, parcialmente modifi
cadas por las Ordenanzas de 1793 y luego por la Real Ordenanza Naval de
1802. Además hubo Ordenanzas de Corso (20.VI.1801), Ordenanzas de Ar
senales, etcétera.
Según los cálculos que hace von Humboldt en el libro iv, capítulo X de
su “ Ensayo”, al comienzo del siglo pasado la producción de la agricultura
novohispánica asciende a 29 millones de pesos y la producción de la minería
a “ casi una cuarta parte menor”, o sea unos 22 millones de pesos. Como
136 María del Carmen Velázquez, op. cit., p. 143. Para detalles estadísticos sobre el
ejército novohispánico en 1804, compuesto de unos 32 000 hombres, véase Humboldt,
Ensayo político, vi, xiv. De esta cantidad, unos 21 000 correspondían a la milicia pro
vincial. Las tropas “ veteranas” , asalariadas y viviendo en cuartel (junto con los presi
dios) apenas alcanzan unos 10 000; la milicia urbana corresponde a unos mil hombres.
En 1808, el total de la milicia y de las tropas permanentes alcanzó inclusive la respe
table cantidad de 40 000 hombres. Sin embargo, este ejército, organizado para preservar
el orden, en parte sirvió para trastornarlo. Muchos militares estuvieron involucrados
en la sublevación de Valladolid, de 1808. E l movimiento de Querétaro-Dolores contaba
con menos elementos militares, pero, desde luego, el movimiento que — bajo Iturbide—
llevó hacia la Independencia de México se basaba en elementos del ejército oficial.
137 Véase Apéndice III de M. del Carmen Velázquez, op. cit.
104 G U ILLER M O FLO R IS MARGAD A N T S.
von Humboldt basa sus cálculos en datos fiscales, es probable que el resul
tado quede afectado por una considerable evasión fiscal, y que sus cifras
sean muy inferiores a la realidad. Sobre todo el diezmo es una base deficiente
para el cálculo de la producción agrícola, por el hecho de que los indios,
solo sujetos al tributo ( y a ciertos “donativos gratuitos” y derechos parro
quiales) no contribuyeron al diezmo.
Para la rama industrial podemos añadir, según Von Humboldt (Le., VI.
X V I), unos siete a ocho millones. Para la ganancia neta del comercio,
von Humboldt no nos da otros puntos de partida que el movimiento de
importación (20 millones) y de exportación (6 millones).
variaba mucho. En 1504 fue fijado en un 20%, como regla general, per
mitiéndose excepciones (10%, 5% ). Las Ordenanzas de 1573 confirman
el principio de que la cuota normal es un 20% (LI 4.30.19, empero, habla
de un 10%).
Los grandes cambios en el sistema fiscal-minero que señala Humboldt
en sus estadísticas respectivas han sido, según él, los de 1579, del 19.VII.1736
y de 1789 (Ensayo Político, IV .X I.). Según cálculos de 1774, el erario
recibió de la producción de plata, en diversos impuestos y mediante los
derechos de monedaje y señoreaje (establecidos en 1566), un 16%.
El cultivo de algunos productos agrícolas (el brasil, algunas especias)
y la pesca de perlas, se encontraba sujeto a un régimen parecido al minero:
para él se necesitaba una licencia de la Corona, y ésta cobraba una parte
del ingreso bruto.
II. Además hubo ciertos productos que sólo podían explotarse por la
Corona misma (“ monopolios” ) —como naipes, azogue, pólvora, canela,
pimienta. También la lotería estatal, organizada en 1769, dejaba ganancias
a la Corona 141 —originalmente un 14% de las entradas brutas.
Desde 1719,. también la distribución de nieve de las cimas del Popo-
catépetl y del Pico de Orizaba constituye un estanco. El estanco del tabaco,
producto de la segunda mitad del siglo xvm, era una fuente de mucho
descontento popular, pero su importancia para la Corona era grande: en el
presupuesto de 1803, por ejemplo, más de la mitad de la ganancia neta que
la Nueva España aportó a Madrid procedía del estanco del tabaco. Como
otro estanco puede considerarse el monopolio estatal del correo, cuya reor
ganización de 1766 era importante.
III. De los tesoros encontrados, desviándose al respecto el derecho in
diano del romano, una mitad era para el rey142 (y la otra para el descu
bridor). También bienes mostrencos, o sea muebles de los cuales no podía
localizarse el dueño, herencias vacantes (no muy frecuentes, ya que la vía
legítima alcanzaba 10 grados), inmuebles vacantes, productos de naufragios
cuyos dueños no podían ser localizados y restos de barcos naufragados,
abandonados por sus dueños, entraban en el patrimonio de la Corona.
IV. La Corona tenía la propiedad de tierras, aguas, montes y pastos en
las Indias, concediendo su propiedad luego, mediante merced, a ciudades,
comunidades de indios o particulares, al comienzo gratuitamente, pero luego
más frecuentemente en forma onerosa. Además, en caso de confirmación
de una tenencia de inmuebles, originalmente irregular, la Corona cobraba
una “composición” .
141 No siempre el gobierno aprovechaba la ganancia de la lotería: a veces pudieron
organizarse sorteos a favor de la beneficencia pública y de fines religiosos.
142 Para intentar descubrir tesoros en las Indias, era necesario celebrar “ capitulaciones”
especiales con el rey, el virrey, el presidente o gobernador.
106 G U ILLER M O FLO R IS MARGAD A N T S.
eclesiástica 145 (desde 1629) y la media annata eclesiástica 140 (desde 1753:
medio ingreso anual, que debían pagar los recién nombrados clérigos que no
pagaran la mesada). Además, los bienes de órdenes regulares abolidas, o sea
las “temporalidades”, se incorporaban al Erario.
VII. Además existió el ya mencionado tributo a cargo de los indios adul
tos (las indias quedaban generalmente exentas, según una Cédula Real de
1618). Si se trataba de indios “ encomendados”, la Corona no recibió tal
tributo (sólo desde fines del siglo xvn, cuando la encomienda ya estaba
en plena decadencia, el encomendero debía entregar a la Corona parte de
los tributos cobrados por él), pero tratándose de indios realengos, cuya
cantidad aumentaba con la gradual liquidación de la encomienda, todo el
tributo era para la Corona.
Al comienzo, el tributo era —formalmente— más o menos del nivel acos
tumbrado antes de la Conquista; sin embargo, la realidad era menos favo
rable de lo que la reglamentación oficial hacía suponer: por costumbre,
muchos antiguos nobles indígenas, los caciques, seguían exigiendo, además
del nuevo tributo, los tributos que antes de la Conquista habían recibido y,
además, en muchas regiones la Iglesia imponía graves cargos, de modo que
la presión tributaria sobre la población india probablemente creció más
allá del nivel precortesiano. Por otra parte, debe suponerse que la elimina
ción de las guerras floridas, con sus graves inconvenientes económicos —pa
ra no hablar de sus demás aspectos desfavorables—, había aumentado la
capacidad tributaria de los indios.
Para hacer justicia a las diferencias regionales, en el siglo xvi la Corona
hizo fijar tasas adecuadas, región por región, y pueblo por pueblo, estable
ciendo asimismo las condiciones de pago y la forma de liquidar el tributo
(en dinero o en especie). Hubo varias exenciones —hasta por 50 años—
y suavizaciones (para nuevas reducciones, indios recientemente cristianiza
dos, caciques, pueblos afectados por epidemias, etcétera). En caso de incon
formidad con la tasa, los indios podían pedir una retasación (no más
frecuentemente que cada tres añ o s).147 En cambio, en caso de grave crisis
del Erario se añadieron sobretasas incidentales a las establecidas; también
hubo aumentos permanentes, en varias ocasiones, para hacer frente a nece
sidades específicas (el Medio Real de Fábrica, para la construcción de ca
tedrales: LI 1.2.2.; el Medio Real de Ministros, para el financiamiento de
la justicia especial, establecida en beneficio de los indios: LI 6.6.11; el
Medio Real de Hospital, desde 1587). Finalmente, las Cortes de Cádiz
abolieron este tributo el 13.111.1811.
145 Este impuesto consistía del ingreso de un mes que debían pagar personas nom
bradas para ocupar ciertos puestos eclesiásticos (véase LI. 1.17.1 y Teatro de la legislación
universal de España e Indias, t. xx, Madrid, 1797, pp. 129-153).
146 Véase Teatro de la legislación, etcétera, xx, pp. 1-38.
147 Para la disminución de la presión del tributo en el transcurso de la fase virreinal,
véase von Humboldt, Ensayo político, ii, vi.
108 G U ILL E R M O FLO RIS MARGADANT S.
150 Sobre esta Consolidación, véase L. Alamán, op. cit., i, p. 137, y Legislación ultra
marina, Madrid, 1844, bajo la voz “ Consolidación” .
110 G U ILLER M O FLO RIS MARGADANT S.
enviarse a Madrid, sin que pudiera tomarse dinero del mismo para los
gastos administrativos y militares de las Indias, y 3) los “ ramos ajenos",
administrados o inspeccionados por la Real Hacienda, pero cuyo producto
estaba afectado a un fin determinado, como el Montepío Militar, el Fondo
Piadoso de las Californias y otras fuentes de ingresos.
Como con los ingresos fiscales, primero tenían que ser pagados los suel
dos de los funcionarios de la Nueva España, los gastos militares, y los gas
tos generales de la administración, que siempre comprendían grandes can
tidades por concepto de réditos, y luego hubo que ayudar a ciertas partes
de las Indias, fuera de la Nueva España (Cuba, Luisiana, Florida, Sto. Do
mingo, las Filipinas, etcétera) el remanente que quedaba para la península
no era, generalmente, tan importante como uno pensaría, y como fue fre
cuentemente absorbido por las guerras europeas, y España no logró estable
cer una sana economía agrícola e industrial sobre la base de su Imperio
colonial, la Metrópolis cayó en progresiva decadencia, a pesar de sus enormes
posesiones ultramarinas, y terminó su época gloriosa como un país, mucho
más pobre que sus vecinos.
El producto fiscal bruto de la Nueva España se aumentó considerable
mente en el siglo xvm. Humboldt calcula que los años de 1763-67 produ
jeron un promedio de unos seis millones de pesos, mientras que el periodo
de 1780-84 ostenta un promedio anual de unos 18 millones.151 A esta
mejora de los ingresos fiscales brutos contribuyó la tendencia de acabar
con el sistema de dar ciertas ramas impositivas en arrendamiento, pasándose
hacia la práctica moderna de que el estado cobrara directamente a los con
tribuyentes, mediante su organización de funcionarios fiscales.
En el presupuesto de 1803 que Humboldt publica,102 de un ingreso
total fiscal de 20 millones de pesos, unos diez millones se gastarían en
México, 3.5 millones correspondían a los “ gastos situados” o sea la ayuda
financiera que la Nueva España tuvo que proporcionar a otras colonias en
América o Asia, y casi 6 millones se enviarían a la tesorería real de Madrid,
En 1808, según J.M.L. Mora 153 México produjo un ingreso fiscal de 25
millones de pesos, de los cuales 13 millones fueron utilizados para gastos
de este lado del Océano, y 12 millones fueron enviados a España.
De los “gastos situados”, la mayor parte estuvo destinada a Cuba, cosa
justa, ya que La Habana era importante para la protección militar de la
costa novohispánica.
Según los datos que Humboldt comunica en su Ensayo Político154 en la
misma época en la que la Nueva España solía mandar cinco a seis millones
de pesos a la tesorería de Madrid, el virreinato del Perú sólo mandaba un
millón, el virreinato de Buenos Aires de seiscientos a setecientos mil pesos,
151 Ensayo político, vi, xm .
152 Ensayo político, vi, xiv.
153 México y sus revoluciones, 1836, reimpresión 1965, i, 213.
154 vi, xiv.
E L DERECHO E N LA FASE VIRREINAL 111
S. E L REA L PATRONATO
mediante varias cédulas (LI 1.8.7), han sido y siguen siendo una importante
fuente de derecho canónico mexicano.
Al alto clero le correspondía parte de los diezmos —además de otras
ventajas—; en cambio el bajo clero, que no tenía acceso a la fuente de los
diezmos, tuvo que vivir de los derechos cobrados por los servicios parro
quiales y a menudo se vio obligado, al respecto, a una actitud dura en
relación con el proletariado (aunque los indios sólo tuvieron que pagar
la mitad de los derechos establecidos). Así surgió la costumbre entre los
indios pobres, en caso de no llegar a un arreglo con el párroco respecto
de los derechos debidos por el entierro, de depositar los cadáveres de sus
párvulos secretamente en algún altar, de donde luego bondadosos frailes
les sacaron para sepultarles.169
Antes de terminar estas observaciones sobre el clero regular y el secular
en la Nueva España, quisiera llamar la atención sobre una Cédula del
27.X.1535, LI 4.12.10, que dispone que los colonos no pueden vender
tierras a “iglesia ni monasterio ni a otra persona eclesiástica”, bajo la san
ción de la confiscación de tales tierras y su repartición entre otros colonos.
Es realmente extraño que, a pesar de esta disposición, la Iglesia haya lo
grado reunir una porción tan considerable de la tierra utilizable, durante
la fase virreinal.
Gran parte de la riqueza de la Iglesia tomaba la forma de fundaciones.
Varios obispados tenían al respecto su <£J uzgac^0 de capellanías”, 170 que
administraba fondos, generalmente aportados mortis causa, cuya finalidad
era el sostenimiento de algún capellán, clérigo particular adherido a alguna
gran familia, u otras obras pías. Estos juzgados desempeñaban funciones
bancarias más bien que judiciales, y su política de inversión de los fondos en
cuestión contribuyó sobre todo a la agricultura novohispánica.
En relación con el sistema fiscal novohispánico ya mencionamos la
‘'Consolidación” de 1799/1804, que afectó gravemente el aspecto patri
monial de la Iglesia mexicana, pero también dañó a la agricultura, ya que
obligó a una venta masiva de haciendas, gravadas con hipotecas ya vencidas,
y cuyos propietarios nunca habían sido presionados por la Iglesia para li
quidar la deuda, mientras los réditos se pagaran.171
v. l a in q u is ic ió n 172
fue Antonio Llórente, cuya Memoria histórica sobre cuál ha sido la opinión nacional
de España acerca del Tribunal de la Inquisición, fue publicada en Madrid, en 1812,
La vitriólica crítica por Marcelino Menéndez y Pelayo, en su Historia de los, heterodoxos
españoles, reed. Buenos Aires, 1945, v i i , pp. 21 y ss., es graciosamente formulada, pero
no objetiva: la obra sigue siendo un importante punto de partida para objetivas inves
tigaciones. Un clásico moderno al respecto es Jean Guiraud, Histoire de l’Inquisition au
Moyen Age, París, 2 vols., 1935-8. Una buena popularización se encuentra en Henry
Kamen, The Spanish Inquisition, N. York, 1968. El historiador de la Inquisición en
las Indias es J. T . Medina; a la Nueva España se refiere su Historia del Tribunal del
Santo Oficio de la Inquisición en México, México, 1952. Véase también los cinco
volúmenes con documentos inéditos o muy raros sobre la Inquisición de México, editados
por Genaro García y C. Pereyra, Méx., 1906, y M. L. Pérez Marchand, Dos etapas
ideológicas del siglo X V III en México, a través de los papeles de la Inquisición, México,
1945. Véase también Ed. Pallares, El procedimiento inquisitorial, México, 1951. Atrac
tivo por su estilo, pero no muy objetivo, es de Alfonso Junco Inquisición sobre la Inqui
sición, 49 ed., México, 1967.
173 En cuanto a las normas que regían las actividades de la Inquisición, las Instruc
ciones “'antiguas” de Tom ás de Torquemada (dominico), vigentes desde 1484, fueron
sustituidas por las “ nuevas” de Fernando de Valadez (Instrucciones de Toledo, 1537),
vigentes hasta la abolición de la Inquisición.
E L DERECHO E N LA FA SE VIRREINAL 121
179 Op. cit., i, 453. Respecto del lamentable estado de las haciendas sobregravadas,
al comienzo de la Independencia, véase Mora, l.c. pp. 446 y ss. Según este autor, los
“ capiteles piadosos” impuestos a tantas haciendas, han impedido durante toda la fase
virreinal la subdivisión de grandes propiedades, contribuyendo así al mal del latifundis-
m o ( ibidem, 4 5 2 ).
u& O p. cit., p. 189.
181 Ensayo político, libro iv, cap. x.
182 Op. cit-, i, p. 67.
188 5 vols., El Paso, 1928.
E L DERECHO E N L A FA SE V IRREIN AL 123
Múltiples son las fuentes del derecho penal, aplicado en este país durante
los siglos virreinales. El derecho indiano contiene normas penales dispersas
en las Leyes de Indias, pero especialmente en el séptimo libro, que contiene,
ínter alia, la curiosa disposición de que las penas pecuniarias, aplicadas en
las Indias, serán, como regla general, del doble de las mismas penas apli
cadas en la península (LI 7-8.5), aunque por otra parte existen suaviza-
dones para los indios, Varias cédulas reales combaten la tendencia de ciertos
jueces de moderar las penas previstas en las normas penales, o de conciliar
las partes en los juicios penales, recordándoles que su trabajo no es el de
juzgar las leyes, sino de ejecutarlas. Supletoriamente estuvo aquí en vigor
el derecho penal castellano, que proporciona la mayor parte de las normas,
aplicadas en las Indias. Este derecho, en su aspecto penal (como en otros)
no es muy homogéneo: como sus fuentes debemos mencionar el Fuero Juz
184 Cuadro Sinóptico de la República Mexicana en 1856, México, 1856.
185 Véase también Porfirio Parra, Estudio histórico-sociólógico sobre la Reforma en
México, G . Jara, 1906, p. 72. E l doctor Mora publicó un cálculo minucioso, correspon
diente a 1832, del valor de los bienes productivos (unos 150 millones de pesos) y
bienes improductivos (unos 30 millones de pesos), poseídos por la Iglesia; este cálculo
puede consultarse en sus Obras sueltas, París, 1837, pp. 372/3 y está reproducido en L.
Mendieta y Núñez, El problema agrario de México, 1946, 5* ed., pp. 112 y ss.
i&e pigra este tema puede consultarse M . S. Macedo, Apuntes para la historia del
derecho penal mexicano, México, 1931; aunque se trata de un manuscrito que en el
momento de la muerte del autor aún no estaba listo para la imprenta, contiene un inte
resante panorama del derecho penal colonial, sobre todo del párnafo 163 al 189.
124 G U ILL E R M O FLO R IS MARGADANT S .
Hasta ahora hemos hablado del derecho público indiano. ¿Cómo se con
figura el derecho privado en las Indias?
A pesar de que el derecho castellano sólo es supletorio del indiano, la
escasez de normas jusprivatistas en este hace que para el derecho privado
que valía en las Indias las fuentes del derecho castellano fueron predomi
nantes. De paso, cabe observar que la distinción entre derecho público y
privado no es muy convincente por lo que se refiere a la Nueva España
(y a las Indias en general): instituciones que tradicionalmente consideramos
como pertenecientes al derecho privado —como la propiedad inmueble-
tienen rasgos sui generis, en las Indias, que les colocan en una zona gris
entre los derechos público y privado. También muchos contratos —y preci
samente los más importantes— reciben su perfil, no de las normas juspri
vatistas del derecho castellano, sino de disposiciones de carácter administra
tivo, expedidas especialmente para las Indias (pensemos en las limitaciones
administrativas impuestas al comercio con las Indias),
193 En la Nov. Rec. 2.1 se encuentran varias normas sobre la delimitación establecida
por el Estado entre las jurisdicciones estatal y eclesiástica. Es conocido el problema que
el fuero especial, concedido a la Iglesia, suscitó durante las primeras generaciones del
México independiente ( “ Religión y Fueros” ).
126 G U ILLER M O FLO R IS MARGAD ANT S.
198 En el Auto Acordado 2.1.1 del 4.XII.1713 el rey se queja de que los tribunales
dan más importancia a los comentaristas del derecho romano y canónico — inclusive a
comentaristas extranjeros— que a la propia legislación nacional.
189 La segunda generación muestra una “ jeunesse dorée” a menudo insoportable, a
cuya audacia (imprudencia o falta de lealtad, según el punto de vista) México casi hu
biera debido la independencia desde 1566 (una aventura, empero, que costó la cabeza
a los hermanos Avila, causó la salida de Martin Cortés, el hijo del Conquistador, y
provocó en la Nueva España el sangriento régimen de represión y purgas cuasi-judiciales,
bajo influencia del apoderado del rey, Alonso de M uñoz).
E L DERECHO E N LA FA SE VIRREINAL 129
legislación. El 21.IV.1585 una Real Cédula (LI 2.33.20) dispone que sólo
pueden establecerse vinculaciones con aprobación de la Audiencia.
La actitud restrictiva frente a tales vinculaciones, desde luego, se explica
por razones fiscales (bienes inmuebles que no pueden ser vendidos —que se
encuentran en la “mano muerta”— no producen periódicamente los ingre
sos por “papel sellado” que cada traslado inter vivos aporta al fisco); además,
para que los bienes lleguen a las manos de quienes mejor puedan trabajarles,
es conveniente que no queden estancados dentro de cierta familia.
En su crítica de los mayorazgos, J. M. L. Mora también observa co
rrectamente que “para que la población progrese en una colonia naciente es
necesario que las tierras sean divididas en pequeñas porciones, y que la pro
piedad pueda ser transmitida con mucha facilidad” . El mayorazgo iba en con
tra de estos dos requisitos.200
Cuando a estas consideraciones se sumó aún el odio de la aristocracia,
o sea después de la Revolución Francesa, un país tras otro suprimió las
vinculaciones. Desde leyes desamortiza do ras del 25.IX.1797, pero especial
mente desde la liberal legislación de las Cortes de Cádiz, España y la Nueva
España han seguido esta tendencia general.
La desventaja que los mayorazgos significaban para el Fisco fue compen
sada, de vez en cuando, por medidas especiales a cargo de ellos, como cuan
do el 8.IX.1796 (ya en tiempos de creciente impopularidad del mayorazgo)
se establece, por una vez, un impuesto del 15% del valor de los bienes
vinculados.
Al lado de tal aristocracia criolla de alto nivel, encontramos la pequeña
aristocracia surgida de las oligarquías municipales o gremiales.
Además debe mencionarse el alto clero, generalmente venido de España,
que vivía de una cuota de los diezmos, además de derivar mucha prosperidad
e influencia social de la enorme fortuna, acumulada en diversas formas
entre manos eclesiásticas.
Poco provecho de estas riquezas tuvo el bajo clero, compuesto de criollos
o mestizos; tuvo que vivir de magros derechos parroquiales o productos de
no muy generosas capellanías, y se convirtió a menudo en foco de descon
tento social, por ver que los puestos realmente importantes dentro de la
jerarquía eclesiástica eran casi siempre reservados a los peninsulares (cf.
el rencor de un Hidalgo contra los “gachupines” ).
La nobleza precortesiana conservaba un lugar preeminente en la fase
colonial: los cacicazgos hereditarios fueron aprovechados como eslabones
entre el mundo indio y el de los colonizadores, y dentro de cierto margen,
los caciques podían abusar de su posición sin que las autoridades coloniza
doras intervinieran.201
200 J. M. L. Mora, México y sus revoluciones, 1836, reimpr. 1965, i, p. 189.
201 Para los problemas sucesorios del cacicazgo, véase Ots, op. cit., pp. 380 y ss.; caci
cazgos podían heredarse a mujeres, aunque no en condiciones de total igualdad con el
hombre.
130 G U ILL E R M O FLO R IS MARGAD AN T s .
Un lugar especial ocupaban los indios nómadas, sobre todo de las regio
nes norteñas, no incorporados en el sistema jurídico-social de la Nueva
España, que construye contra ellos una barricada de “ misiones religiosas” ,
de “pueblos de guerra” y de “ presidios’7 militares, que no siempre producía
los resultados deseados. Humboldt alaba la agilidad mental y flexibilidad
idiomàtica de estos “ indios bravos”, en comparación con sus “ domesticados”
hermanos agricultores y obreros.
CAPÍTU LO IV
El santanismo
“ ¿Por favor, podrías decirme qué camino debería tomar?” , preguntó
Alicia.
“ Eso depende en gran paite del problema de saber adonde quieres ir” ,
dijo el gato.
“ No me importa mucho adonde iré” , dijo Alicia.
“ Entonces no importa qué camino tomas” , dijo el gato.
Lewis Carrol, Alicia en el País de las Maravillas.
logias del rito escoces, cuyo miembro más destacado era el importante político
conservador Lucas Alamán, severo, austero, erudito, arrogante, impecable
mente íntegro, admirador de todo lo inglés, y enemigo de todo lo que huele a
desorden;7 enemigo, también de lo norteamericano (es conocido su conflicto
con el embajador Joel Poinsett).
En 1829, el liberal mulato, ídolo popular, Guerrero, como presidente, y
el conservador Bustamante, como vicepresidente, mandaron a Santa Anna
a Tampico, para repeler con éxito una invasión española (en realidad esta in
sensata expedición, dirigida por Barradas ya había sido truncada por la ma
laria y otras desgracias). La negativa de España de reconocer la nueva Re
pública, y este intento, inclusive, de recuperarla, provocaron sucesivas medidas
contra los españoles, culminando en su expulsión, medidas que, en realidad,
hicieron daño a México (huida de capitales, salida de talento industrial y
organizador, desintegración de familias). Ya desde antes de la expedición
de Barradas, esta serie de medidas había comenzado el 1.V.I827, cuando
los peninsulares perdieron sus puestos eclesiásticos (excepcionándose a los
obispos) y sus empleos burocráticos o militares. El 20.XII.1827 hubo una
primera expulsión parcial (de los religiosos, los inmigrados después de 1821,
los “desafectados a la Independencia” y los que habían participado militar
mente en la lucha contra la Independencia), y el 20.III. 1829 sobrevino la
expulsión total, que contrariaba la promesa contenida en el programa tri-
garante. Pocos años después, Gómez Farías estableció una excepción para
los que se habían casado con mujeres mexicanas, y especialmente después
de establecerse las relaciones diplomáticas con España, en 1836, muchas fa
milias expulsadas lograron regresar a México.
En 1831, Bustamante eliminó a Guerrero, e impuso al país durante dos
años un duro régimen militar-clerical, de relativo orden. En esta época, v
—en forma intermitente— hasta los últimos años del Santanismo, encon
tramos la loable labor de Lucas Alamán, que contribuyó, al comienzo de
los treintas, a equilibrar —por primera vez— el presupuesto de la nueva
nación, sobre una base de ingresos y egresos de unos veinte millones de
pesos, cantidad que corresponde a los ingresos de la anterior Nueva España
en un año normal de su última fase. Desgraciadamente, este equilibrio no
pudo mantenerse, y México tuvo que esperar el Porfirismo para ver nueva
mente orden en sus finanzas públicas. Menos éxito tuvo Alamán en sus
esfuerzos para provocar aquí en México una revolución industrial como la
que Inglaterra había tenido 8 (ya dijimos que Alamán era un ferviente ad
7 Su amor al orden inclusive lo hizo participar en el triste complot contra Guerrero,
traicionado al gobierno por su amigo Picaluga, y fusilado en 1831, un crimen polí
tico que provocó tanta indignación popular, que figura más tarde entre las causas de la
caída de Bustamante.
8 El panorama económico del México de entonces era deprimente: la Guerca de la
Independencia, además de costar al país un diez porciento de su población, o sea unas
E L SANTANISM O 147
cimientos. “Remember the Alamo . . . ” Pronto Santa Anna fue tomado pri
sionero durante una siesta, y tuvo que reconocer la independencia tejana
a cambio de su libertad (Tratado de Velasco, no ratificado por México).
El resultado fue el regreso de Bustamante, como dictador.
En esta misma época, México obtuvo algunas victorias en relación con
su posición internacional.14 Los primeros países que habían reconocido la
independencia mexicana habían sido los Estados Unidos, Inglaterra (1825),
Francia y Prusia. Con el Vaticano, las relaciones eran tensas15 y, desde
luego, también con España. La situación de México se mejoró considera
blemente en 1836, cuando el Vaticano por fin reconoció la independencia
mexicana, y cuando también España estableció relaciones diplomáticas con
su excolonia, siendo el primer embajador español el marqués Ángel Calde
rón de la Barca, a la correspondencia de cuya esposa, Fanny Calderón de la
Barca, de origen inglés-irlandés, debemos la graciosa obra “Vida en Mé
xico” . 16
Pero en las relaciones internacionales también hubo un serio revés, debido
a la insistencia del embajador francés, barón Deffaudis, para que fuera liqui
dada una larga cuenta de daños, causados en 1828 (en cuya cuenta figuraban
los famosos pasteles de una tienda francesa en Tacubaya). 17 La negativa
mexicana llevó hacia el bombardeo de Veracruz por la flota francesa, y
la pérdida de la pierna de Santa Anna. Como resultado, los gastos de la flota
francesa fueron añadidos aún a la cuenta inicial. En 1841 como mediador
para los subsecuentes problemas entre conservadores (Bustamante) y libe
rales (Gómez Farías), Santa Anna tomó de nuevo, provisionalmente, la
presidencia.
No sólo en Texas el centralismo fomentó al separatismo; también en
Yucatán la Cámara de Diputados declaró el 1.X.1841 que esta parte de
México sería en adelante una república autónoma, y sólo dos años después,
en diciembre de 1843, el general Pedro Ampudia lograría conciliar Yucatán
de nuevo con el gobierno central, mediante ciertas concesiones, sobre todo
de índole económica. Poco tiempo después, la incapacidad del gobierno cen
tral de ayudar a la burguesía yucateca en su lucha contra los proletarios
insurgentes (“guerra de las castas” ) provocó, una vez más, un fuerte mo-
14 Para la política exterior del primer decenio de la nueva República sigue siendo in
teresante J. M . L. Mora, op. cit., 1.299-331.
15 Para la oposición papal a la independencia hispanoamericana, véase la Encíclica Etsi
Longissimo del 30.1.1816, y — sobre todo— el Breve pontificio Etsi iam diu, de León
X II, del 24.IX.1824.
16 La mejor edición de esta obra es la de Howard y Marión Hall Fisher, N . York,
1967, con magníficas anotaciones y aclaraciones, producto de una vida de investigación
por parte de Fisher y su esposa.
17 En realidad, la reclamación de Remontel, por pasteles usurpados por militares me
xicanos, sólo representaba unos 800 pesos sobre un total de 600,000 pesos, de reclama
ciones formuladas por franceses. Esta guerra terminó por el tratado del 9.III.1839, en el
que México reconoció la deuda de 600,000 pesos (que, efectivamente, luego fue li
quidada) .
152 G U ILLER M O FLO R IS MARGADANT S.
señala la Historia . . . " dice Simpson (añadiendo que Falconner, agente para
Londres, pudo comprar el favor de 35 miembros de la Legislatura mexi
cana por 60 000 pesos).22 Después de unos regímenes decentes (Herrera,
Arista), pero incapaces de hacer frente a los problemas financieros, en 1853
el culto conservador Lucas Alamán llevó de nuevo al poder . . . ¡a Santa
Anna!
Como una especie de pre-constitución, Santa Anna publicó en abril de
1853 sus “ Bases para la Administración de la República” , que debían regir
hasta la promulgación de una nueva Constitución. El hecho de que Ala*
man muriera poco después, privó a México del hombre que quizás hubie
ra tenido el prestigio suficiente para frenar las extravagancias de Santa
Anna, extravagancias que pronto lo llevaron hacia la venta de otra parte del
territorio, el sur de Nuevo México y Arizona, por 10 millones de dólares
(Tratado Gadsen, 1854).
La serie de derrotas que caracteriza el Santanismo, y el total desprestigio
internacional de México que les acompañaba, a veces nos hace olvidar que,
en los mismos años, México también produjo una serie de loables leyes.
Además fueron publicadas, en esta época, famosas colecciones de leyes y
decretos mexicanos, como las de Basilio José Arrillaga, Galván, El Constitu
cional, Juan R. Navarro, Vicente García Torres y otros.23
En relación con el derecho privado, fue importante el Código de Comer
cio, elaborado por el ministro de Justicia de Santa Anna, Teodosio Lares,24
y que estuvo en vigor entre mayo de 1854 y noviembre de 1855.25 Cuando
este Código fue derogado en 1856, más bien por aversión política respec
to de todo lo que recordaba a Santa Anna, que por defecto de calidad,
algunos de los estados promulgaron códigos de comercio locales, inspirados
en el Código-Lares (mientras que los demás regresaron a las Ordenanzas de
Bilbao).
Hubo también importantes medidas relativas a la organización de los
tribunales y al procedimiento de la Ley para el Arreglo Provisional de
la Administración de Justicia en los Tribunales y Juzgados del Fuero Común
22 Lesley Byrd Simpson, Many M exicos, 4* ed., Berkeley, 1967, p. 254.
23 Para detalles bibliográficos al respecto, véase J. T . Vanee, B ibliographicál N otes
e n M exican Session Ldws and C om pilatio ns, 25 (1 9 3 2 ), L*iw L ib ra ry Journal, pp. 95-104.
Véase también la reglamentación de la publicación de las leyes y decretos, del 4.II.1854.
24 Este interesante jurista de Zaeatecas/Aguascalientes (1806-1870) fue también pre
cursor del derecho administrativo (se publicaron sus Le ccio n e s de derecho adm inistrativo,
dadas en el Ateneo Mexicano en 1852). Sin embargo, sólo la Ley de Instrucción Pú
blica del 2.X II.1867 menciona finalmente en forma específica el derecho administrativo,
combinado con el constitucional, como elemento del plan de estudios de la Escuela
Nacional de Jurisprudencia, y todavía a fines del siglo pasado un importante jurista
como Jacinto Pallares comprende típicas leyes de derecho administrativo en sus D isp o si
ciones com plem entarias del C ó d ig o C i v il .
25 Otras materias de derecho privado, reglamentadas bajo el Santanismo, fueron la
propiedad literaria (3.X II.1846) y la quiebra (31.V .1853).
E L SANTANISM O 155
del 23.V.1837, que mexicaniza las leyes que estuvieron aquí en vigor antes
de 1824 en todo lo no incompatible con las normas expedidas por las auto
ridades del México independiente, una ley procesal del 18.III. 1840 —Busta-
mante—, diversas normas expedidas el 30.XI.1846, 30.V.1853 y 16.XII.1853,
y la reglamentación de la formación y administración del “ fondo judicial” ,
del 30.XI. 1846 y 20.IV. 1854. A fines del régimen de Santa Aun a hubo tam
bién interesantes intentos de organizar una justicia en materia administra
tiva: deben mencionarse al respecto la Ley para el Arreglo de lo Contencioso
Administrativo (otra obra del capaz Teodosio Lares), pero tambicn la Ley
del 7.VII.1853 que reglamentó la expropiación, las normas de la Ley del
20.IX.1853 que reglamentan los Juzgados especiales de Hacienda y la justi
cia minera, a la que nos referiremos en seguida. Sin embargo, la organiza
ción de una justicia administrativa global en México quedó trunca a causa de
la Revolución de Ayutla.26
Además encontramos por parte del Santanismo una significativa labor le
gislativa en diversas ramas del derecho administrativo. Un problema especial,
al respecto, que el gobierno trató de resolver mediante una serie de leyes
que a menudo manifiestan cierta desorientación y un espíritu de experi
mentación, era la existencia de grandes cantidades de terrenos baldíos, que
el gobierno quería incorporar, mediante un sistema de colonización vigilada,
a la economía nacional, atribuyéndoles a nacionales (veteranos, por ejem
plo) o extranjeros que reunieran ciertos requisitos. Entre las medidas respec
tivas mencionaremos la Ley del 4.1.1823 (que jugó un papel importante
para la colonización de Texas por Austin), el decreto del 14.X.1823 sobre la
creación de la provincia del Istmo, con reglas sobre la distribución de tierras
baldías, y la ley fundamental para esta materia, del 18.VIII.1824, que otorga
■■i los gobiernos locales la competencia en materia de baldíos.27 Luego se
refiere a esta materia el Reglamento del 27.XI.1846 y la Ley del 16.11.1854,
de 15 artículos que abroga todas las normas anteriores. Sigue esta nerviosa
legislación con disposiciones del 7.VII.1854, y del 24.XI.1855 (que mues
tran una tendencia a la federalización que ya anuncia el espíritu respectivo
de la Constitución de 1857); luego las del 3.XII.1855, del 1.II.1856 (que
reglamentan la adquisición de baldíos por extranjeros) y del 16.X.1856
(abrogando nuevamente las normas anteriores). Añadamos aún a esta serie
siderable que no lo salvó, sin embargo, ya que en gran parte se volvió contra
él durante la próxima gran crisis.
El descontento con el régimen del dictador, que ya estaba envejeciendo
y a cuyo lado ya no figuraba la compensatoria personalidad de Lucas Alamán,
preparó el camino para un grupo de jóvenes liberales (Commonfort, Álva-
rez, Juárez y otros), que bajo la bandera del Plan de Ayutla (1854) derro
caron a Santa Anna. Luego vemos a Juan Alvarez como presidente, y poco
después a Commonfort (con Benito Juárez como ministro de justicia).
C A P ÍTU LO V I. LA REALIDAD M EXICA N A , ECO N Ó M ICA Y SOCIAL, A M E
DIADOS D EL SIGLO X I X ..............................................................................161
A. La población......................................................................................... 161
B. Las grupos de p re sió n ....................................................................... 162
1. El c l e r o ........................................................................................ 162
2. El gran co m e rc io ...................................................................... 162
3. La in d u stria.................................................................................. 163
4. Los grandes terratenientes...........................................................163
5. La clase m ilita r.............................................................................164
6. Los m in ero s.................................................................................. 164
7. Los b u ró cra tas............................................................................ 164
C. Las vías de com unicación........................................................... 164
D. Aspectos económicos, d iv e r so s..................................................... 165
E. Aspectos fiscales en p a rticu la r.................................................... 166
F. Aspectos s o c i a l e s .............................................................................167
CAPÍTULO VI
A.. LA POBLACIÓ N
B. LO S GRUPOS DE PRESIÓ N
Todos sentían que la falta de vías de comunicación era una de las grandes
desventajas del México independiente. Ya inmediatamente los puertos eran
malos, sobre todo los de la importante costa oriental (Acapulco, San Blas
y Manzanillo13 eran mucho mejores que Veracruz o Tampico). Las po*
encontramos a Paredes, Alamán, Sánches de Tagle, Díez de Bonilla, Elguero y otros.
Su portavoz era el periódico El Tiempo, y el candidato más probable era un cuñado de
Isabel II de España, Don Enrique. E l mismo Santa Anna no estaba totalmente ajeno a
estas ideas.
#México y sus revoluciones, reimpresión 1965,i, p- 96.
10 Sobre el entusiasmo inicial británico por la mineríaen el México independiente, y
el fracaso subsecuente, véase J. M. L . Mora, México y sus revoluciones, 1836, reimpre
sión 1965, pp. 36 y ss. Sobre la crítica situación de la minería mexicana en 1821, véase
el Dictamen que una Comisión Especial (en la que figuraba Lucas Alamán) presentó a
las Cortes en Madrid, apéndice al Ensayo político, de Von Humboldt, iv, xi.
11 López Cámara, Estructura, etcétera, p. 77.
12 Véase México y sus revoluciones, reimpresión 1965, I, pp. 90 y ss.
13 Mazatlán tenía un puerto menos bueno que el de Manzanillo, pero era el centro
más importante del comercio marítimo de la costa occidental. López Cámara, Estructura,
etcétera, pp. 148 y ss.
M É X IC O A MEDIADOS D E L SIGLO X IX 165
F . ASPECTOS SOCIALES
a causa de los ingresos aduanales (la mercancía pasaba hacia la capital, pero
los impuestos de importación quedaban en manos de Juárez.. Desde allí,
Juárez lanzó sus Leyes de Reforma (julio-agosto 1859), por el momento
aún anticonstitucionales, revolucionarias, hasta que entraron en la Consti
tución (después de la muerte de Juárez, en 1874). Estas leyes prevén la con
fiscación de los bienes eclesiásticos (12.VII.1S59) y su venta al público, y
]a secularización del matrimonio (23.VII.1859), de los cementerios (31.
VII. 1859) y del registro civil (28.VII.1859); también suprimió varios días
de fiesta, basados en tradiciones religiosas, y prohibió a funcionarios asistir
con carácter de tales a las ceremonias religiosas (11.VIII.1859).
La confiscación y venta de los bienes eclesiásticos dio un resultado decep
cionante. El producto, de unos tres millones de pesos, era mucho menos de
lo que se había calculado 9 y las antiguas tierras de la Iglesia llegaron a parar,
sobre todo, en manos de grandes terratenientes y extranjeros (la clase media
y el pequeño campesino temían demasiado las sanciones sobrenaturales con
las que la Iglesia amenazaba a los que compraran tales tierras...) Zuloaga,
presidente, y Miramón, vicepresidente, apoyados financieramente por el
clero, gobernaban el país desde la capital. Inglaterra y Francia reconocieron
a Zuloaga, pero los EE.UU, no; ellos enviaron a McLane a Vera cruz, con el
proyecto para el Tratado Mcl.íin^-Ocampo, que previo ventajas para los EE.
UÚ, en relación con la Baja California y una servidumbre de paso para los
EE.UU, a través del Istmo de Tehuantepec (de pronto tan importante a
causa del auge económico de California); a cambio de estos favores, Wash
ington reconocería a Juárez. Éste aceptó la proposición, y tuvo suerte: ¡el
Senado norteamericano rechazó el tratado McLane-Ocampo, por miedo
de que una eventual añadidura de la Baja California a la Unión rompería el
equilibrio entre los estados esclavistas y los no-esclavistas! Juárez obtuvo
el reconocimiento y afortunadamente México no tuvo que pagar el precio
político correspondiente.
Poco después, Juárez obtuvo varias victorias militares; finalmente, en Cal-
pulalpan, Miramón fue derrotado por Ortega, y en enero de 1861 Juárez
entró en la Capital.
Durante el breve intervalo entre esta segunda victoria del liberalismo y la
intervención extranjera, continuaba la corriente de nuevas leyes anticleri
cales, con la secularización de los hospitales y establecimientos de beneficen
cia (2.II.1861) v ía “reducción” de conventos de religiosas (31.1.1861), pero
también la modernización impositiva, la reglamentación del amparo (30.
X I.1861), nuevas normas penales (25.1.1862) y el establecimiento del catas
tro (6.V.1861). En relación con el derecho internacional público, pero tam-
9 En principio, la confiscación hubiera debido ser suficiente para liquidar la deuda
interna y externa; Binet (Mémoire sur les bietis du Clergé, 1864) en el estudio más
serio y completo sobre este tema, calcula que los bienes de la Iglesia en México valían
unos 460 millones de pesos, o sea casi cuatro veces el valor de toda la enorme deuda
pública.
174 G U ILLER M O FLO R IS MARGADANT S.
El porfirismo1
A. ASPECTOS G EN ERALES
Desde los noventas, los ‘'científicos” alrededor del dictador (su “ caba
llada” ), inspirados en el positivismo de Augusto Com te,3 comenzaron a dar
un nuevo sabor cultural, muy europeizado, al Porfirismo. Finos historiadores
como Justo Sierra, Bulnes (el destrozador de ídolos), Genaro García (cuya
magnífica biblioteca es ahora una parte importante de la famosa Latin-
American Collection de la Universidad de Texas, en Austin), Carlos Pereyra,
Riva Palacio, García Icazbalceta, Alfredo Chaveio, José María Vigil, Francisco
Sosa y otros, además de algunos literatos y músicos nacionales, adornaron la
dictadura de una nueva aureola de erudición y estética, y la capital recibió
un toque de lo que en aquella época se consideraba “ el último grito” (el
monumento más llamativo al respecto es el Palacio de Bellas Artes, ahora
para cada uno de nosotros tan cargado de recuerdos y asociaciones, que ya
es difícil rechazarlo por frías consideraciones estéticas, por justificadas que
sean).
También en materia jurídica floreció una interesante literatura. Importan
tes autores de esta época son Jacinto Pallares —adversario de don Porfirio—
(autor de “ El Poder Judicial” , “ El Derecho Mercantil Mexicano” , “ Curso
Completo de Derecho Mexicano” ), Josc María Lozano (“Tratado de
los Derechos del Hombre”, 1876), Ignacio Vallaría (“ El Juicio de Amparo
y el Writ of Habeas Corpus” ; “Votos; Cuestiones Constitucionales” ), Emilio
Rabasa (cuyo “Artículo 14” ya fue publicado fuera de la fase porfirista; autor
además importante por “ El Juicio Constitucional” y “ La Constitución y la
Dictadura” —también publicado bajo el título de “ La Organización Política
de México” ), J. A. Mateos Alarcón (“ Lecciones de Derecho Civil” ), A.
Verdugo (“ Principios de Derecho Civil Mexicano”, junto con J. Portillo),
Montiel y Duarte (Derecho Público Mexicano), Castillo Velasco (De
recho administrativo, Amparo), Pablo v Miguel S. Macedo, L. C.
Labastida, E. Orozco, E. Calva, F. de P. Segura, etcétera.
Importantes compilaciones, efectuadas en aquella fase, facilitaban la labor
del jurista-investigador; entre ellas sobresalen: la Historia Parlamentaria de
3 El positivismo, cuyo precursor en México era José María Luis Mora, y que encon
tró un portavoz importante en Gabino Barreda (quien estudió en Francia) trató de ofre
cer a los liberales jacobinos y a los conservadores una plataforma neutra desde la que
todos pudieran colaborar con el régimen de orden, de Porfirio Díaz. N o logró este
propósito: se convirtió en una tercera posición, combatida por las otras dos. Su ideal no
era, por lo pronto, el de libertad, ni tampoco el de igualdad — doctrina de desconfian
za respecto del talento— y por esto no coincidió con los jacobinos; tampoco coincidia
con los conservadores, por considerar el catolicismo una fase, en su tiempo necesaria,
pero ahora superada. Su ideal era, para esta etapa de la historia, una dictadura benévola,
estímulo para los más capacitados, culto a la ciencia, lucha al oscurantismo y a los
intereses creados, tradicionalistas, que se escondían detrás de fachadas metafísicas. El
puente entre un positivismo a lo Comte y un neo-positivismo a lo Spencer (que ve el
orden como instrumento para alcanzar la libertad) es la interesante figura de Justo
Sierra, el cual, al final de .su vida, inclusive manifiesta de nuevo cierta simpatía por
la metafísica (véase Leopoldo Zea, E l positivismo en México, México, 1943, y Apogeó
y decadencia del positivismo en México, México, 1944).
E L PO R FIR ISM O 183
En materia fiscal son importantes la lucha del Porfirismo contra las alcaba
las,10 la nueva ley general del timbre de 1887, los diversos aranceles (8.XI.
1880, 30.VI.1885, 1.III. 1887, 23.X.1891) y la supresión de la zona libre (30.
V I.1905) que desde 1858 había existido en Tamaulipas, considerándose que
la extensión de la red ferroviaria ya había acabado con el aislamiento de dicha
zona libre respecto de los grandes centros mexicanos de abastecimiento,
aislamiento que en 1858 había justificado la creación de dicha zona. Además,
muchas nuevas normas se referían a la organización interna del Fisco, a la
facultad económico-coactiva (8.VIII.1888), y al arreglo de la deuda nacional,
interior y exterior.
Para estimular la minería, la legislación respectiva fue revisada y moder
nizada en varias ocasiones: las Ordenanzas de 1784 ya eran “ démodées” .
Un cambio constitucional del 14.XII.1883 federaliza esta materia (el hombre
detrás de esta medida fue Carlos Pacheco) y la Ley de Delegación de Facul
tades Legislativas, del 15.XII. 1883 prepara luego el camino para el Código
Federal Minero del 22.XI.1884 y, después, la Ley Minera del 4.VII.1892.
Éstos acercan la propiedad sobre el subsuelo al régimen común de la propie
dad y hacen desaparecer el principio de la explotación obligatoria para la
conservación de los derechos mineros (1892). Esto, junto con la general
mejora del ambiente económico y político de México, atrajo al país la Ame
rican Smelting and Refining Co., la Cannanea Consolidated Copper Co. y
otras grandes empresas mineras. Desde 1900, también la industria petrolera
comenzó a desarrollarse. Importantes, al respecto, eran Edward L. Doheny
(EE.UU.; Huasteca Petroleum Co.) y Pearson (Gran Bretaña; El Águila).
La Ley Petrolera del 1.1.1901 sigue la tendencia liberal que desde 1884 se
manifiesta en materia minera.
Observemos aquí que la ley minera de 1909 inicia un modesto y tardío
regreso en el largo camino de las concesiones al capital extranjero:11 el grito
de “México para los mexicanos” comenzaba a penetrar inclusive en las altas
esferas del gobierno.
El código penal del D. F., de 1871, fue modificado varias veces bajo el
Porfirismo (26.V.1884; 22.V.1894; 6.VI.1896; 5.IX.1896; 8.XII.1897; 13.XII.
1897). Además, el 20.VI.1908 se estableció la pena de relegación en el dere
cho penal distrital Una comisión, presidida por Miguel S. IVTacedo, que debía
elaborar un amplio proyecto de reformas, no tuvo resultado práctico inme
diato; cuando, en 1912, el proyecto estaba listo, la Revolución ya había
comenzado. Sin embargo, el proyecto influvó en el Código Penal del D. F.,
de 1931.
A la materia penitenciaria distrital se refieren la Ley del 14.IX.1900 (cuyo
10 Véase la reforma al artículo 124 Cons., de 1886, y la conferencia de 1891, con los
gobernadores, para eliminar restricciones fiscales estatales que frenen el desarrollo eco
nómico.
11 Sólo la Ley de Industrias Minerales del 3.V . 1926, que vino en sustitución de !a
mencionada ley de 1909, sustituye los títulos de propiedad minera por permisos tem
porales de explotación, condicionados por el deber de explotar.
188 G U ILL E R M O FLO R IS MARGADANT S.
La Revolución Mexicana
So foul a sky clears not without a
sto rm .. .
Shakespeare
Después de la reelección de don Porfirio, Madero había huido del país, y pro
bablemente hubiera abandonado sus ambiciones políticas, si Doroteo Aran-
go (Francisco Villa) y Pascual Orozco no hubieran iniciado un movimiento
armado, que indujo a Madero a regresar de Europa para colocar su Plan
de San Luis Potosí (octubre 1910) entre las manos de estos caudillos.
Así se fue desencadenando un movimiento, cuyo alcance Madero nunca
hubiera podido prever, un movimiento que costó cerca de un millón de
vidas,1 y que llevó hacia resultados políticos que él mismo (y sobre todo sus
opulentos familiares) habrían contemplado con consternación. Este movi
miento, la Revolución Mexicana, llegó a ser una de las pocas verdaderas
revoluciones latinoamericanas (al lado de la boliviana, la fracasada revolución
guatemalteca, y la cubana), revoluciones que no sustituyeron una élite por
otra, sino que afectaron profundamente la estructura social y el modo de
pensar. En ella hallamos como motores, por parte de la élite revolucionaria,
idealismo combinado con indignación por la situación existente; por parte
del proletariado, una toma de conciencia de su situación miserable; y por
parte de varios elementos, arriba y abajo, aventurismo y sed de botín. Después
de la revolución armada, durante la fase de su “ institucionalización” (que
todavía continúa), la motivación de los líderes es a menudo el idealismo
(nacionalista o con perfiles ideológicos supranacionales), a veces también
la simple busca del poder y de ventajas materiales: es muy difícil determinar
en qué proporción estos diversos ingredientes psicológicos de la Revolución
Mexicana contribuyeron a sus resultados, y siguen contribuyendo a la evo
lución de su ideario y de sus alcances prácticos. Es indiscutible, empero, que
la Revolución ha aumentado la capilaridad social de México, ha mejorado la
distribución de la tierra, y ha aumentado la estabilidad política, abriendo
al mismo tiempo la opinión pública para ideas sociales progresistas, y mode
rando la influencia del clero y del capital extranjero; todo esto sin limitar
excesivamente la libertad de expresión. Como resultado, desde hace va
rios decenios México se destaca favorablemente de otros países latino
americanos, y, aunque la critica siempre es útil para que las autoridades no
se duerman, muchas de las explosiones emocionales contra los herederos ofi
1 Este sacrificio se muestra claramente en la comparación entre la población de
15 160 569 habitantes según el censo de 1910, y de 14 334 780 habitantes, once años
después, en 1921.
198 G U ILLER M O FLO R IS MARGADANT S.
los EE. UU. habían decretado un “embargo” 8 sobre armas destinadas a las
tropas de Huerta, y esta medida fue amenazada por un cargamento de armas,
procedente de Alemania, que llegaba a la costa veracruzana, de modo que
Washington decidió ocupar Veracruz con el fin de dar eficacia a dicho
bloqueo. Desgraciadamente, la impopularidad de esta medida fue aprovechada
por Huerta, y disminuyó ligeramente el desprestigio de este impopular go
bernante —sin poder salvarlo.
Cuando Huerta fue derrotado en 1914,9 y abandonó el país (llevándose
parte del erario), se puso de manifiesto la controversia latente entre Villa
y Carranza, que la Convención de Aguascalientes no pudo suavizar, y el
resultado fue que Venustiano y Obregón, desde Veracruz, organizaron
la guerra civil contra Villa y Felipe Ángeles, ligados con Zapata (entre tanto,
Eulalio Gutiérrez fue nombrado presidente interino). La tensión entre las
dos grandes facciones encontró su descargo en Celaya, donde Obregón perdió
su brazo —¡pero Villa mucho más! Desde entonces, éste se contentó con
ataques locales fronterizos contra los americanos, que provocaron la expedi
ción punitiva por parte de Pershing. Esta actitud de Villa obedeció al deseo
de provocar dificultades internacionales para los triunfadores: Carranza
y Obregón, pero no tuvo mayores consecuencias.
La fase posrevolucionaria
trema izquierda estudiantil hace todo lo posible para olvidar este detalle.
Mencionemos también la lucha contra la fiebre aftosa, y el incremento del
bracerismo, durante este régimen.
De 1952 a 1958, el régimen de Adolfo Ruiz Cortines, menos espectacular,
pero sano, trajo cierta estabilización, necesaria después de la expansión pre
cedente, e inició “la marcha hacia el mar” y hacia descuidadas zonas costeras,
con su construcción de puertos y caminos y su lucha contra la malaria. Rasgos
importantes de este régimen fueron también la modificación constitucional
que concedió el derecho de voto a la mujer, la incrementada protección a la
infancia, y el control de los precios de artículos de consumo popular.
La política agraria no fue descuidada, y varios importantes latifundios fue
ron reivindicados (Cananea y otros).
El presidente Adolfo López Mateos (1958-1964), relativamente joven,
jovial, popular, bon-víveur, tuvo que enfrentarse al comienzo de su régimen
con una serie de huelgas, complicadas por problemas estudiantiles (el asunto
del “aumento de pasajes” ), pero una vez que el Presidente había demostrado
su fibra, el régimen transcurrió relativamente tranquilo. Puntos sobresalientes
de este régimen fueron la crisis política que surgió alrededor de la declara
ción de que México seguiría un curso extremo-izquierdista dentro de la
Constitución (Sánchez Piedras) o un curso izquierdista moderado (según
la diplomática suavización aportada por el Presidente), la actitud indepen
diente de Adéxico en relación con la política anticastrista de la OEA, el in
cremento de las facultades de la Secretaria de la Presidencia, el estímulo
dado a los aspectos de la reforma agraria, distintos de la mera redistribución
de la tierra 7 (“reforma agraria integral” ), los desayunos escolares, medida
eminentemente social que al mismo tiempo tiene efectos educativos tan
favorables, y la expropiación de la Cía. Mexicana de Luz y Fuerza Motriz,
pagándose a los accionistas el valor de sus acciones (aunque un valor ya
deprimido por la negativa del gobierno de admitir un ajuste de las tarifas).
Entre los intentos y aciertos de este régimen cabe mencionar también el
Instituto Nacional de la Vivienda, el INPI, la construcción de espectaculares
museos, la implantación del libro de texto gratuito, y la sistemática inser
ción de los ex-presidentes en la administración pública.
Y así, en 1964, comenzó el régimen actual, del que no diré nada, no por
miedo de atraerme el odio del régimen o de sus detractores8 sino simple
7 Sin embargo, no se descuidó la redistribución agraria; con sus 16 millones de
hectáreas, López Mateos se acerca, al respecto, a los 18 millones de hectáreas que
redistribuyó Cárdenas y deja considerablemente atrás a todos los demás presidentes.
El ritmo actual de reparto, empero — 17.7 millones de hectáreas en los primeros
cinco años del sexenio— , sugiere que el actual régimen díazordazista superará a todos
los anteriores, dejando sin repartir sólo un residuo de tierras que por el momento no son
aprovechables, salvo algunas excepciones.
8 Como este libro será publicado después de terminar el presente régimen, no
arriesgo ser acusado de servilismo si recuerdo al joven lector — a veces tan expuesto
212 G U ILLER M O FLO R IS MARGADANT S.
mente porque, después de la zona gris entre historia y política viva, en la que
nos hemos movido durante las últimas páginas, ahora hemos salido clara
mente del campo de lo que aún puede considerarse como "historia" mexi
cana, y con esto estamos abandonando el tema de este libro, cuando menos
por lo que se refiere a esta primera edición.
B. E L P R I Y E L SIST E M A ELECTO RA L
Después de presentar este breve panorama respecto del espíritu y las prin
cipales realizaciones de los diversos regímenes posrevolucionarios, pasaremos,
rama por rama, por el derecho mexicano de los últimos cincuenta años,
señalando las principales innovaciones en cada una de ellas. Comencemos por
1. El derecho constitucional
La base del derecho constitucional sigue siendo hasta la fecha la Consti
tución de 1917.
La legalidad formal inicial de esta Constitución podría impugnarse; no
hubo refrendo popular en los primeros años de su existencia —y posiblemente
tal refrendo, en caso de que se hubiera organizado con absoluta objetividad,
habría dado un resultado adverso a la Constitución—. 11 Sin embargo, la
íntima convivencia del pueblo mexicano con esta Constitución, durante más
de medio siglo, y el reconocimiento, por parte de otros estados y de organis
mos internacionales, de las autoridades apoyadas en ella, hace ahora incues
tionable —por tácita ratificación— la validez formal de este documento.
Durante la vigencia de esta Constitución ha sido notable el traslado de la
facultad legislativa desde el parlamento hacia el poder ejecutivo (mediante
formal delegación o sin ella), y el incremento del poder de la Unión frente
a las facultades de los Estados. En ambos aspectos, lo que sucede en México
es un fenómeno que encuentra claros paralelos en la práctica constitucional
de otros países.
Esta Constitución sufrió desde su promulgación gran número de modifi
caciones (más de ciento cincuenta), sobre todc en su artículos 3, 18, 27, 34,
49, 51, 54, 59, 82, 83, 104, 107, 115 y 123. Varias de estas modificaciones
serán mencionadas en relación con la materia a la que se referían.12
10 Para todo lo anterior, véase Pablo González Casanova, L a democracia en México,
México, 23 ed., 1967, sobre todo capítulos v y v i i .
11 Véase la contribución de F. Tena Ramírez a la Evolución de derecho mexicano,
México, 1943, i, pp. 25.'6.
12 Para estudiar las modificaciones de la Constitución conviene recurrir a la desta-
LA FASE POSREVOLUCIONARIA 215
2. El derecho administrativo
Muy importante para la modernización del marco administrativo que don
Porfirio había dado al país, ha sido el gobierno de Plutarco Elias C alles13
y la respectiva oleada de innovaciones continúa aún bajo la “diarquía” ,
hasta 1930.
Otra avalancha de reformas y ampliaciones del derecho administrativo
sobrevino durante la segunda posguerra —fenómeno general en el mundo
occidental.
Además del crecimiento del derecho administrativo, llama la atención su
penetración en campos de derecho privado (mercantil, civil) —como en los
demás países modernos de las familias neorromista y anglosajona.
Desde fines del Porfiriato, una actitud más científica frente al derecho
administrativo se había dejado sentir en México, a través de autores como
Bcrthólemy, para luego florecer en la fase pos revolucionaria en obras como las
de Gabino Fraga, Gustavo R. Velasco, Antonio Carrillo Flores y otros.
Un grave problema relativo al derecho administrativo es siempre, además
de la rapidez con la que suele modificarse su contenido, el hecho de que el
jurista, para poder ser un buen especialista en esta rama del derecho, debe
combinar su conocimiento jurídico con cierto dominio de varios temas téc
nicos (por ejemplo, nadie puede ser especialista en materia del derecho de
vías de comunicación, sin comprender las grandes líneas de la técnica de ra
diocomunicación, etcétera).
Conviene subdividir ahora este derecho, cuantitativa y cualitativamente
tan esencial para la vida moderna, en la forma siguiente.
ciudad de México había sido un municipio sui generis. 18 Una propia Ley
de Hacienda completa dicha Ley Orgánica.
b) Nacionales y extranjeros
Una modificación constitucional del 18.1.1934 dio la base para la nueva
Ley de Nacionalidad y Naturalización del 20.1.1934, en sustitución de la ya
mencionada Ley Vallaría del 28.V.1886 (para esta materia también es rele
vante la Convención sobre la Condición Jurídica de los Extranjeros, de La
Habana, 20.11.1928, firmada y ratificada por México).
El 27.XII.1947 se modernizó la materia de la internación de extranjeros
en el país, como inmigrantes o no-inmigrantes (Ley General de Población,
varias veces modificada). En relación con la facultad de extranjeros de adqui
rir inmuebles es importante la Ley Orgánica de la Fracción I del artículo 27
Constitucional, del 21.1.1926.
c) Bienes nacionales
En estos últimos años, especialmente, hemos observado una creciente pre
ocupación por la fijación de las fronteras marítimas de México. En 1935,
México (por modificaciones a la Ley de Bienes Inmuebles de la Federación)
extendió el límite de las aguas territoriales de 3 a 9 millas marítimas, a partir
de la línea de la marea baja, y la plataforma continental y los zócalos sub
marinos de las islas, cayos y arrecifes mexicanos son reclamados ahora como
parte del territorio.16
Rige esta materia la Ley General de Bienes Nacionales, publicada dos
veces el 3.VI1.1942 y el 26.VIII.1944 (la segunda vez con firmas más com
pletas).
El 7 de agosto de 1929 fue publicada la nueva Ley de Aguas de Propiedad
Nacional, reformada el 31.VIII. 1934 (y luego mediante una nueva Ley, nunca
publicada). Es completada por la Ley Reglamentaria de Aguas del Subsuelo
(D.O. 31.XII.1956), la Ley General de Vías de Comunicación y la Ley
General de Bienes Nacionales. En relación con esta rama del derecho admi
nistrativo también debe mencionarse la Nueva Ley Federal de Expropiación,
del 25.XI.1936, que prevé la posibilidad de que la indemnización sea pagada
a posteriori, mediante pagos parciales repartidos sobre un periodo de diez
años. Esta Ley ha sido reformada el 30.X I1.1949. También merece mención
la Ley de Nacionalización de Bienes, del 3l.X I1.1940 (referente a templos,
etcétera).
15 Sobre los vaivenes de la organización administrativa de la Capital, véase Andrés
Serra Rojas, op. cit., 538 y ss., y, además, O'Gorman, Historia de las divisiones terri
toriales, México, 1937 (Homenaje a la Escuela Libre de Derecho).
i * Véase la reforma Constitucional del 20.1.1960.
LA FA SE FO SREVOLUCIONARIA 217
d) Recursos minerales
La Constitución de 1917 confirma el principio medieval español de que
la Nación tiene el dominio directo de los "minerales o substancias que en
vetas, mantos, masas o yacimientos constituyan depósitos cuya naturaleza
sea distinta de los componentes de los terrenos” . Sólo mediante concesiones
de índole temporal, particulares y sociedades mexicanas pueden explotar la
riqueza del subsuelo (respecto del petróleo y carburos de hidrógeno existe
una legislación especial).
El 3.V. 1926, una Ley de Industrias Minerales vino a sustituir el sistema
de la ley de 1909, que preveía títulos de propiedad minera, por concesiones
temporales de explotación, condicionadas por el deber de explotar. La Ley Mi
nera del 2.VIII. 1930 siguió los mismos lincamientos. Ésta ha sido sustituida
desde entonces por la Ley Reglamentaria del artículo 27 Constitucional en
materia de Explotación y Aprovechamiento de Recursos Minerales, del 6.II.
1961. Además se estableció un régimen especial para las reservas de uranio,
torio y otras potenciales fuentes de energía nuclear (26.1.1950).
Desde el 24.XII.1901, en la primera Ley Petrolera, los bitúmenes (“ jugos
de la tierra” ) recibieron un régimen distinto de los minerales en general. El
artículo 27 de la Constitución de 1917 había estipulado que para su explo
tación sólo podrían concederse permisos a personas físicas o morales de nacio
nalidad mexicana. Importantes pasos en esta materia han sido la Ley del
Petróleo (D.O. 31.XII.1925) y su Reglamento (D.O. 8.IV.1926), así como
la reforma de 1928 que ratifica las concesiones a compañías petroleras, hechas
antes de promulgarse la Constitución de 1917, y la creación de Petróleos de
México, S. A., en 1934, que debía administrar el petróleo nacional. Después
de la mencionada expropiación (18.111,1938) el Consejo Administrativo del
Petróleo Nacional (liquidado el 8.VIII.1940) administraba provisionalmente
los bienes de las compañías en cuestión; el 31.III.1938 fue establecida la
Exportadora Nacional del Petróleo, y el 7.VI.1938 el mencionado Consejo
Administrativo cedió su lugar a una nueva institución, Petróleos Mexicanos
(a cuyo lado existió hasta el 8.V III.1940 la Distribuidora de Petróleos
Mexicanos).
Son importantes, además, la reforma constitucional del 9.IX.1940, que
otorga a la Nación el derecho exclusivo de explotar el petróleo, la Ley Regla
mentaria del artículo 27 Constitucional en el ramo del Petróleo, del 9.XI.1940
(que prevé concesiones a favor de personas de nacionalidad mexicana para
explotar refinerías, oleoductos y redes de gas), el Convenio de Indemnización
de 1942, la nueva Ley Reglamentaria del artículo 27 Constitucional en el
Ramo del Petróleo del 27.XI.1958, que incrementa el monopolio nacional,
el cual desde entonces consiste en toda la industria petrolera, toda la indus
tria del gas artificial y toda la petroquímica “básica” , y la Reforma Consti
tucional del 6.1.1960, que establece que en relación con el petróleo y los
218 G U ILLER M O FLO RIS MARGADANT S.
e) Empresas descentralizadas
La época posrevolucionaria ha mostrado también una proliferación de orga
nismos estatales descentralizados por servicio, controlados mediante la Junta
creada el 31.111.1959.
Entre ellos podemos señalar el Banco de México, S. A. (25.V III. 1925),
el Banco Nacional del Crédito Ejidal, el Banco de Comercio Exterior, S. A., la
Nacional Financiera y muchas instituciones crediticias más; los Almacenes
Nacionales de Depósito; diversas comisiones, como la Federal de Electricidad,
y otras; Comisiones Intersecretariales; la UNAM; el Instituto Mexicano del
Seguro Social; el ISSSTE; Pémex y Ferrocarriles Nacionales. Otras empresas
sólo son de participación estatal, y el caso de Caminos Federales de Ingresos
demuestra que una empresa puede pasar de una categoría a otra.17
El Decreto que creó la Junta de Gobierno de los Organismos y Empresas
de Estado (que depende de la Secretaría del Patrimonio Nacional), del
31.III.1959, constituye otro paso más en el camino hacia el control técnico
y la armonización de la gestión económica de todos estos organismos.
Materia Económica, del 30.X II.1950, con varias reformas (como la del 6.III.
1959). Además, el artículo 28 Constitucional, ha sido punto de partida para
una Ley de Monopolios (31.VIII.1934); 19 en este mismo sentido de evi
tar una aglomeración de poder económico en manos de pocos, funciona el
Fondo de Garantía y Fomento a la Industria Mediana y Pequeña, manejado
por la Nacional Financiera, S. A., para evitar que el crédito bancario única
mente ayude a la gran empresa (18.XII.1954).
Importante ha sido también la Ley de Industrias de Transformación
(13.V.1941), que permite a la Secretaría de Economía Nacional dar un tra
tamiento distinto a las industrias, según su carácter de nuevas o necesarias.
La Ley de Fomento de Industrias de Transformación de 1946 continúa esta
tendencia (9.II.1946), así como la Ley de Fomento de Industrias Nuevas
y Necesarias (4.II.1955).
Los principales instrumentos de este intervencionismo son: la determina
ción de la producción preferente de artículos de primera necesidad, la inter
vención en la distribución de tales artículos, el racionamiento de materias
primas escasas, las restricciones a la importación y exportación, y el control
de precios y tarifas.
Como todo intervencionismo económico debe basarse en un conocimiento
de la realidad, la modernización de la estadística mexicana mediante la ley
federal respectiva que aparece en el Diario Oficial del 31.X II.1947 debe tam
bién mencionarse en el presente párrafo.
h) El Derecho Fiscal
Desde el 20.VII. 1921, el Impuesto (federal) sobre la Renta (primero extra
ordinario, en forma del “ Impuesto del Centenario”, luego, desde 21.11.1924,
permanente), vino a mejorar la equidad del sistema impositivo mexicano.
Hubo importantes reformas en esta rama impositiva, como las del 18.III.1925,
23.XII.I931, 1.1.1934, 30.XII.1941, 31.XII.1953, 31.XII.1955 y 29.XII.1962.
Este Impuesto sobre la Renta, aunque todavía no produce la mitad de los
ingresos fiscales, es con su 4042% el impuesto más productivo.
Entre 1948 y 1964 un Impuesto sobre Utilidades Excedentes (desde 1953
parte de la Ley del Impuesto sobre la Renta) trataba de evitar la acumulación
de exageradas fortunas, debidas a la rápida industrialización. En 1947 se
organizó el Impuesto sobre Ingresos Mercantiles (D.O. 31.XII. 1947), en el
cual esfuerzos federales y estatales fueron combinados, y que en gran parte
sustituyó el antiguo impuesto del timbre sobre operaciones de compraventa.
En 1961 desapareció el impuesto sobre herencias y legados en el Distrito
Federal y en el nivel federal, medida seguida por muchas legislaturas locales,
ya que la acción al portador hacía ilusorio este impuesto en muchos casos,
precisamente tratándose de sucesiones muy importantes.
Paralelamente con las diversas leyes federales impositivas, existe un Código
Fiscal del 31.XII.1938,21 con principios generaíes.
Las Convenciones Fiscales de los años de 1925, 1933 y 1947 (Alberto J.
Pañi; Ramón Beteta) han invitado al público a la discusión sobre los im
puestos, y han contribuido a la tecnificación del derecho impositivo. En el
marco de la simplificación del sistema hallamos a veces la solución, consentida
20 Para la creación de dicha Comisión, véase el Diario Oficial del 23.V II. 1947. Ale
jandro Carrillo Castro, en L a reglamentación jurídica de las inversiones extranjeras en
México, México, 1965, publica en forma ordenada las normas en cuestión.
21 Precursor del Código Fiscal fue la Ley de Justicia Fiscal ( 31.V III.1936).
222 G U ILL E R M O FLO R IS MARGADANT S.
expresamente por los Estados, de que una fuente impositiva local, coincidente
con otra federal, es abandonada contra una participación en el impuesto
federal (como en el caso del Impuesto sobre Ingresos Mercantiles).
Varias normas fiscales de exención o reducción, locales o federales, tratan
de premiar la actividad inversionista privada que se encaje en la planeación
de la economía general del país.
La legislación fiscal fue completada por unos importantes productos de la
época de Cárdenas, la Ley Orgánica de la Contaduría de la Federación
(1.1.1935), la Ley Orgánica del Presupuesto de Egresos de la Federación
(D.O. 31.XII.1935) y la Ley Orgánica de la Contaduría Mayor de Hacienda
(13.11.1937). Desde entonces hubo, naturalmente, muchas innovaciones en
esta materia, cada vez más técnica y complicada; merecen especial mención
la Ley para la Depuración y Liquidación de Cuentas de la Hacienda Pública
Federal (D.O. 28.XII.1950), la Ley Orgánica de la Tesorería de la Federa
ción del 24.XII.1959 (D.O. 24.1.1960), la Ley sobre el Servicio de Vigilancia
de Fondos y Valores de la Federación (31.XII.1959), y aquella hazaña admi
nistrativa que es el Padrón Federal de Causantes.
i) Las Comunicaciones
También a este respecto, el régimen de Calles mostró gran actividad;
debemos a él el Código Postal del 22.IV. 1926, una Ley de Ferrocarriles del
22.IV.1926, la Ley de Caminos del 22.IV .1926, y la Ley de Comunicaciones
Eléctricas del 23.IV. 1926. Después fue promulgada la Ley de Aeronáutica
Civil del 30.VII.1930.
La Ley de Vías Generales de Comunicación y Medios de Transporte del
29.VIII.1931 (que también rige la materia ferrocarrilera y el contrato de
transporte — que, con esto, salió del Código de Comercio), fue casi inme
diatamente abrogada por la importante ley de Vías Generales de Comuni
cación del 29.VIII. 1932, que codifica las materias, hasta entonces dispersas
en varias leyes especiales. Después fueron expedidas la Ley sobre Construc
ción de Caminos en Cooperación con los Estados (D.O. 8.V. 1934), y
la Ley de Inspección de Contratos de Obras Públicas (de especial im
portancia en materia de comunicaciones), publicada en el Diario Oficial
del 4.1.1936. A fines del régimen de Cárdenas fue expedida la Ley de
Vías Generales de Comunicaciones del 30.X I1.1939, publicada el 19.11.1940,
con 592 artículos (más 13 transitorios), modernización de la mencionada ley
de 1932. Luego, la unidad allí alcanzada fue rota por la expedición de varias
importantes leyes especiales sobre las comunicaciones, como la Ley Orgáni
ca de los Ferrocarriles Nacionales de México (D.O. 30.XIII.1948), y la
importante Ley Federal de Radio y Televisión (D.O. 19.1.1960); también
se formó alrededor de dicha ley una corona de importantes y detallados re
glamentos, como el Reglamento del Capítulo de Explotación de Caminos,
de la Ley de Vías Generales de Comunicación (D.O. 24.VIII.1949), el Re
LA FA SE POSREVOLUCIONARIA 223
k) Conservación de la Salud
En materia de Salubridad, la fase posrevolucionaria ha visto una serie
de Códigos Sanitarios, del 6.III. 1926, 20.VIII.1924, 31.XII.1949 y finalmente
23 Para tristes datos al respecto, véase el “ Estudio Tecnológico de Varias Industrias
Mexicanas” , efectuado por la Armour Research Foundation of Illinois, publicado en
Problemas Agrícolas e Industriales de México, enero-marzo de 1949.
24 La erosión nos hace perder anualmente unos 700 millones de toneladas de tierra
agrícola, según E. Beltrán, E l suelo y la alimentación, publicación del Instituto Mexicano
de Recursos Naturales Renovables, México, 1953.
25 Esta última Ley va acompañada de su Reglamento (D .O . 23.1.1961) y de un
importante Instructivo para las constituciones y el funcionamiento de las Asociaciones
Forestales, publicado en el D.O. del 25.XI.1963. Es curioso que la dependencia del
Ejecutivo, encargada de la conservación de unos 38 millones de hectáreas de bosque,
potencialmente tan importantes para nuestra economía y ecología, está incorparada en
una Secretaría cuyo nombre hace alusión a la agricultura y a la ganadería, pero no al
servicio forestal.
LA FASE POSREVOLUCIONARIA 225
1) La educación
La abolición de la Secretaría de Instruccioón, bajo Carranza, y la atribución
de la organización de la enseñanza a los municipios, había provocado un
bajón en el nivel educativo de México; así Obregón decidió restablecer una
Secretaría de Educación Pública (5.IX.1921), encargando a José Vascon
celos la tarea del saneamiento del panorama educativo nacional.
Importantes experimentos de la fase posrevolucionaria han sido: la crea
ción de las “ casas del pueblo” , dependientes del Departamento de Educa
ción y Cultura Indígena, con un solo maestro en cada “ casa” , que debía
hacer lo posible para incorporar la población en cuestión a la civilización
moderna; la escuela rural —tan admirada por John Dewey—; y la Casa del
Estudiante Indígena — más bien un fracaso.
Unos decretos del 29.VIII.1925 y del 22.XII.1925 reorganizaron la segun
da enseñanza, estableciendo los dos ciclos que actualmente conocemos: uno
de tres años, el ciclo secundario, que da entrada a diversas carreras no-univer
sitarias, y otro, el ciclo preparatorio, incorporado en la universidad, específica
mente destinado a la preparación para la entrada en una facultad o escuela
universitarias.
En tiempos de Cárdenas, el artículo 3 de la Constitución fue modificado
en sentido radical, poniéndose obligatorio el carácter socialista de la ense
ñanza (D.O. 13.XII.1934), requisito que de nuevo fue suprimido en 1946
(D.O. 30.XII.1946).
Las escuelas agrícolas secundarias (Escuelas Centrales Agrícolas, desde
1925) no tuvieron mucho éxito y fueron absorbidas desde 1932 en las Escuelas
Regionales Campesinas, junto con la Escuela Normal Rural y las Misk>
nes Culturales, conjunto que desde 1941 fue distribuido nuevamente entre
Escuelas Normales Rurales, Misiones Culturales y Escuelas Prácticas de
Agricultura.26
26 Sobre la educación posrevolucionaria del indígena, véase Instituciones indígenas en
el México actual, de Gonzalo Aguirre Beltrán y Ricardo Pozas A., Memoria núm. vi
del Instituto Nacional Indigenista, México, 1954, pp. 248 y ss.
226 G U ILL E R M O FLO R IS MARGADANT S.
---- O----
h) El Derecho Municipal27
Además de la descentralización funcional, o por servicio, existe la descentra
lización por territorio, como la municipal. A este respecto el artículo 115
Constitucional (reformado 20.VIII.1928, 29.IV.1933, 8.1.1943, 12.11.1947 y
17.X.1953) otorga el marco para las constituciones locales y las normas
reglamentarias respectivas.
Sin embargo, la democracia municipal desgraciadamente no florece en
nuestro país, a pesar de que precisamente la vida municipal puede ser una
escuela cívica tan eminente (ya que allí se trata de problemas concretos, visi
27 Sobre este tema conviene consultar: Carballo Gutiérrez A., E l sistema municipal en
México, desde su implantación hasta la Constitución de 1917, y la reforma en el D. F .
de 1928 en Departamento Central, México, 1936; Llave Hill, J. de la, E l municipio
en la historia y en nuestra constitución, México (U N A M ), y Ochoa Campos M.,
La reforma municipal. Historia municipal de México, México, 1955, 538 pp.
228 G U ILLER M O FLO R IS MARGADANT S.
o ) La Defensa Nacional
En relación con este tema queremos señalar la reorganización del ejército
y de la armada, mediante la Ley Orgánica del Ejército y Armada Nacionales,
del 11.II1.1926, la nueva Ley Orgánica de la Armada de México (D.O. 30.
V III.1944), y sobre todo la Ley del Servicio Militar del 11.IX.1940 y su
Reglamento (D.O. 10.XI.1942).
En 1954 fue creada la Fuerza Aérea Mexicana (D.O. 2. VIII. 1954).
El 1.V II.1929, la justicia militar había sido reglamentada en una triada de
leyes28 restableciéndose al mismo tiempo los jurados militares. El 28.VIII.
1933 se mejoró el sistema, condensándose en un solo código todo lo referente
a la justicia militar, y suprimiéndose de nuevo el jurado.
p) La justicia administrativa
Junto con el crecimiento absoluto y proporcional de la administración pú
blica, y el crecimiento de la legislación administrativa, también era necesario
ofrecer al público un sistema de recursos contra decisiones administrativas
ilegales o inconvenientes. A este respecto encontramos en las diversas ramas
de la administración soluciones propias, de reconsideración, revisión jerár
quica, comisiones especiales de revisión,29 etcétera, agotadas las cuales queda
28 Ley Orgánica de Tribunales Militares, Ley Orgánica del Ministerio Público Militar
y Ley Orgánica de Defensores Militares.
29 Un famoso y acertado ejemplo, al respecto, es el Tribunal Fiscal de la Federación,
que ejerce funciones judiciales aunque forma parte del poder ejecutivo (dentro del cual
goza de un alto grado de independencia).
LA FASE POSREVOLUCIONARIA 229
3. El derecho penal
En esta fase también fue promulgado bajo Portes Gil el nuevo Código
Penal (D .F.) de 1929 (de 1228 artículos), cuyo padre fue José Almaraz, una
obra inspirada en la Escuela Positiva, pero que ya desde el 17.IX.1931 fue
sustituido por el Código actual (de 400 artículos), más ecléctico (Alfonso
Teja Zabre, Luis Garrido, Ernesto G. Garza, José Ángel Ceniceros, José
López Lira, Carlos Ángeles).
Este código ha sido modificado varias veces, a cuyo respecto merece men
ción especial (a causa de la confusión que ha creado en la mente de mu
chos) la reforma del 30.X.1941, que creó los delitos de disolución social.
Después de tantas modificaciones parciales, y en vista de la enorme dife
rencia entre el México de 1931 y el de hoy, se ha alegado frecuentemente
que ya sería bueno hacer una obra nueva; sin embargo, los proyectos respec
tivos (1949, 1958) no prosperaron en el D.F,, aunque sí influyeron en otras
legislaciones locales (como del Estado de México y Michoacán). Mencione
mos todavía el proyecto de un código penal tipo, que debe contribuir a la
uniformación de la legislación penal mexicana (Porte Petit), de 1963.
Debe reconocerse, al respecto que la elaboración de un código penal, en
nuestra época de desorientación dogmática general, es más difícil que en
tiempos de Martínez de Castro, cuando prácticamente todos los juristas
prominentes estaban de acuerdo con la escuela clásica.
Para aquel derecho penal especial que es el derecho militar penal, recor
damos lo dicho sobre las reformas de 1929 y 1933.
6. El derecho agrario
Dentro de la reglamentación del artículo 27 Constitucional, se destacan la
Ley de Ejidos (28.XII.1920);38 la creación de la Procuraduría de Pueblos,
que debía patrocinar gratuitamente a los pueblos en relación con sus trámites
de restitución (Decreto del 22.XI.1921; en 1923, esta Procuraduría ha sido
incorporada al Departamento de Asuntos Indígenas); la abrogación de la Ley
de Ejidos por este mismo Decreto del 22.XI.1921, que señala nuevas bases
para la subsecuente legislación agraria; el Reglamento Agrario (10.IV.1922),
que introduce la pequeña propiedad inafectable; la Ley Reglamentaria sobre
la Repartición de Tierras Ejidales y Constitución del Patrimonio Parcelario
Ejidal (19.XII.1925); la Ley de Dotaciones y Restituciones de Tierras y
Aguas (23.IV .1927) que —inter alia— detalla el procedimiento agrario; la Ley
del 25.VIII.1927 que reforma las normas sobre la repartición de tierras eji-
dades de su propio país. Desde luego otros gobiernos (como el norteamericano) han
alegado que cualquier gobierno tiene el deber, pero también el derecho, de proteger
sus intereses nacionales en otros países, y a este respecto una renuncia privada por
parte de sus nacionales no es eficaz, de modo que la validez de la Cláusula Calvo es
discutible.
38 La Ley del 1.1.1920, de la Deuda Agraria, que prevé la emisión de bonos amor
tizabas durante 20 años, devengando un interés de 5%, para indemnizar con ellos a
los hacendados afectados, no ha dado resultados prácticos más allá de una sola, primera
emisión: en la práctica la afectación de una propiedad para fines de dotación, amplia
ción de ejido o formación de nuevos centros de población, no da lugar a indemnización
alguna.
LA FA SE POSREVOLUCIONARIA 235
la nueva versión (31.X II.1962) del artículo 50 del Código Agrario, que dis
pone que los terrenos en cuestión deben destinarse a fortalecer el ejido,
incluyendo los nuevos centros de población ejidal, de modo que particulares
ya no pueden reclamar estos terrenos con el fin de constituir propiedades
privadas.
En materia de colonización también debemos mencionar las leyes del
5.IV.I926 y del 30.XII.1946 (derogada el 31.XII.1962).
Contra resoluciones dotatorias o restitutorias a favor de pueblos, no pro
cede el amparo, desde una reforma al artículo 27 Constitucional del 23.XII.
1931; esta eliminación del amparo en una materia tan importante fue luego
suavizada, en febrero de 1947, en beneficio de personas que habían sido
afectadas por tales resoluciones, a pesar de tener certificado de inafectabi-
lidad. 41
El esfuerzo para mejorar la condición del campesino mexicano también se
manifiesta en la Ley de Educación Agrícola (D.O. 6.VII.1946) y en la Ley
del Seguro Agrícola Integral y Ganadero (D.O. 30.XII.1961).
El resultado de todo lo anterior ha sido, al comienzo del régimen diaz-
ordazista, que casi cincuenta millones de hectáreas (en parte de muy buena
tierra) se encontraban repartidas entre más de dos millones de jefes de familia,
ejidatarios, además del reconocimiento de inafectabilidad a más de un millón
de pequeños propietarios, la aplicación de sistemas de riego a unos tres
millones de hectáreas, la organización del marco dentro del cual podrá desa
rrollarse el crédito agrícola, el impulso dado a la enseñanza agrícola y asistencia
técnica al mejoramiento de semillas, además de la sensible disminución del
analfabetismo en el campo, la paulatina extensión del seguro social al obrero
agrícola, la creación del seguro agrícola, la organización del mercado de pro
ductos agrícolas (precios de garantía, CONASUPO y sus predecesores), y el
mejoramiento de las instalaciones de almacenaje. Quizas, todo esto es poca
cosa en comparación con los sueños de los futuristas, pero cualquiera que sepa
por propia experiencia cuán difícil es trasladar un programa general, por plau
sible que sea, hacia la realidad social, reconocerá los méritos de lo alcan
zado.42
7. El derecho laboral
Punto de partida para esta rama del derecho posrevolucionario ha sido,
desde luego, el artículo 123 Constitucional. Durante los primeros años hubo
41 Para la reforma constitucional del 30.X.1962, referente al amparo en materia
agraria, véase I. Burgoa, El amparo en materia agraria, México, 1964. obra que será
absorbida por la séptima edición del Juicio de Amparo de este autor.
42 Sin embargo, según cálculos de S. Eckstein, publicados en El marco económico
del problema agraria mexicano, México, 1968, existen en la actualidad en México unos
3.5 millones de peones sin tierra propia, y esta cantidad está creciendo. La solución de
este problema probablemente consistirá en una rebaja del límite máximo de la pequeña
propiedad, junto con la propaganda por el control de la natalidad y el fomento del
cooperativismo.
238 G U ILL E R M O F LO R IS MARGADANT S.
(ISSST E ). Al lado de esta ley debe mencionarse una especial Ley de Segu
ridad Social para las Fuerzas Armadas (D.O. 28.XII.1961).
La Oficina del Trabajo, creada en 1911 como dependencia de la Secre
taría de Fomento, se independizó el 30.XI. 1932, convirtiéndose en Se
cretaria del Trabajo, el 31.XII.1940 (desde el 21.X II.1946, Secretaria del
Trabajo y Previsión Social). Desde el 11.IX.1933 funciona, además, en esta
materia, la Procuraduría de la Defensa del Trabajo.
Mencionemos finalmente la activa colaboración mexicana con los orga
nismos internacionales, sobre todo la OIT, para la creación de una plata
forma supranacional de protección mínima al obrero, deseable, entre otras
razones, para que los países que otorguen menos beneficios a sus obreros,
no perjudicarán, mediante su exportación, a los países que a este respecto
muestren más generosidad.
Importante es también el Estatuto de los Trabajadores al Servicio de los
Poderes de la Unión, del 25.IX .1938 (reformado el 4.IV. 1941 y el 30.XII.
1947), que en vista de la mencionada extensión de las garantías constitucio
nales laborales a los trabajadores públicos, cedió finalmente su lugar a la
Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado, Reglamentaria del
Apartado B. del artículo 123 Constitucional (27.XII.1963). En relación
con esta categoría de trabajadores también debemos mencionar la Ley de
Estímulos y Recompensas a los Funcionarios y Empleados de la Federación
y del Distrito y Territorios Federales (D.O. 6.XII.1954).
8. El Derecho Civil
Durante la fase posrevolucionaria, el tradicional prestigio de la escuela
exegctica, con autores como Aubry y Rau, o Lauren 44 cedió ante actitudes
más modernas, como la de Planiol. Esta innovación de la dogmática, junto
con las ideas socialistas y la modernización general del ambiente mexicano,
impulsó hacia un rejuvenecimiento de la legislación civil, y siendo el Código
Civil del Distrito y Territorios Federales el habitual código modelo para las
entidades de la República, el gran acontecimiento posrevolucionario en esta
materia ha sido la expedición del Código Civil distrital de 1928, elaborado
desde fines de 1926.45
Este código que entró en vigor el 1.X.1932, es menos individualista que
su predecesor.46 Sufrió varias importantes modificaciones (la introducción
44 Véase Ed. Trigueros Saravia, en Evolución del derecho mexicano, n, p. 236.
45 El proyecto de este Código civil, turnado a la Secretaría de Relaciones Exteriores,
sufrió una importante modificación en los artículos 12 y 13, que cambiaron desde la
interpretación de la “ ley personal” como ley de la nacionalidad (y del domicilio en
caso de polipátridas o apatridas), hacia el actual sistema, extremadamente territoria-
lista.
4®Un clásico estudio crítico al respecto es: Castán Toben as. El nuevo código civil
mexicano; un Ensayo de Código Privado Social, en Revista General de Derecho y
Jurisprudencia, 1930, pp. 47-79. Véase también: García Téllez ( i ) , Motivos, colabora
ción y concordancias del Nuevo Código Civil Mexicano, México, 1932, 166 pp.
240 G U ILL E R M O FLO R IS MARGAJDANT S.
9. El Derecho Mercantil
La modernización de México se manifiesta, inter alia, en una gran cantidad
de modificaciones en su derecho mercantil. A grosso modo, estas modifica
ciones llegaron en dos grandes oleadas, una centrada alrededor del año de
1926, otra de mediados de los treintas.
Las primeras innovaciones importantes fueron, en 1924, una reglamentación
especial de la suspensión de pagos de bancos y establecimientos bancarios
(14.VIII.1924), una reglamentación de los bancos refaccionarios (29.IX.1924)
y finalmente, el 24.XII.1924, una Ley General de Instituciones de Crédito y
Establecimientos Bancarios, y una ley que crea la Comisión Nacional Ban-
caria (en sustitución del control, ejercido por los interventores, nombrados
especialmente para cada banco, de acuerdo con la ley bancaria de 1897).
De esta época es también la ley que rige el Banco de México (25.VIII.
1925). Dos años después se reglamentan las compañías de fianzas (11.III.
1926), y se introduce en México un experimento, basado en las ideas del
jurista y político panameño Ricardo J. Alfaro, estableciendo bancos de fidei
comiso (30.VI.1926),47 en un intento de otorgar a la creciente economía
mexicana las ventajas que el “ trust” anglosajón ha aportado, por ejemplo,
47 Esta ley (D .O . 9.V II.1926) está conectada con la Ley General de Instituciones
de Crédito y Establecimientos Bancarios a través del artículo 73 de ésta. Todavía con
sidera el fideicomiso como un mandato irrevocable.
LA FA SE POSREVOLTJCIONARIA 241
Sería injusto omitir en una historia del derecho mexicano aquel estímulo
para la cultura jurídica nacional que ha sido la corriente de juristas
españoles transmigrados que llegó a las universidades mexicanas, como
Niceto Alcalá-Zamora, que tanto hizo para introducir en México las ideas
científicas italianas, alemanas, etcétera, en materia procesal, W . Roces,
inspirado romanista y traductor de obras importantes, J. I. Mantecón, fosé
Miranda ( |) y A. Millares Cario, historiadores del derecho, J. Rodríguez
y Rodríguez (f), mercantilista, M. Jiménez Huerta, penalista, Manuel
Pedroso (f), filósofo y maestro de teoría general del estado, Luis Recaséns
Siches, Rafael de Pina (f), Demófilo de Buen (f) y su hijo Néstor, y,
last but not least, Felipe Sánchez Román ( f ) , fundador del Instituto
de Derecho Comparado de nuestra Universidad, en 1940.
EPÍLOGO
Con este último capítulo, incompleto y un poco seco, hemos dado una
impresión de las innovaciones aportadas a las diversas ramas del derecho
mexicano entre 1920 y 1964, Él lector habrá notado que la actividad
legislativa posrevolucionaria ha sido impresionante, sobre todo por la
modernización total del derecho administrativo y del derecho mercantil,
y por la elaboración de las dos ramas principales del “derecho social”, o
sea el derecho agrario y el laboral. Además se habrá advertido que el
fenómeno general de la aceleración de la historia se deja sentir, también,
en la historia de nuestro derecho.
Una cuidadosa lectura de este libro sugerirá al lector que nos encontramos
en medio de una gran transformación del derecho mexicano, y el panorama
plasmado en el momento de terminar esta revisión histórica (1964) es
sólo provisional; el lector verá durante su vida aún muchas importantes
innovaciones, y posiblemente colaborará con algunas de ellas, mediante
sus ideas y su voto. Probablemente, estos cambios se referirán en gran
parte al derecho administrativo, que continuará creciendo, y que incor
porará cada vez más los resultados de la ciencia (para que las conquistas
de la investigación médica —también en materia del control de la natalidad-
alcancen la gran masa; para que no continuemos envenenando el aire de
nuestras ciudades e inclusive las aguas de nuestro territorio; para que
no permitamos que la erosión siga esterilizando nuestro suelo; para que la
planeación económica aproveche la econometría y los demás métodos
que el contemporáneo análisis económico recomienda; para que nuestro
derecho fiscal se deje compenetrar de los modernos sistemas administrativos
y se ajuste mejor a los requisitos de una economía en vía de desarrollo y al
ideario progresista que inspiró nuestra Constitución; para que se inflante
la Credencial Cívica general, etcétera).
En materia de educación será necesario innovar los métodos, para
devolver al educando la alegría del descubrimiento propio, y dar a todo
aprendizaje un carácter activo, conservando al mismo tiempo un margen
para opiniones independientes. La futura educación ha de orientarse hacia
el pensar y el adquirir una disciplina mental (incluyendo la capacidad de
dedicar a algún tema, en caso de necesidad, atención prolongada), más
bien que hacia el seco saber, o hacia la capacidad de reproducir las creencias
oficiales (es necesario evitar que el aparato escolar se convierta en un
instrumento para defender al status quo, único ideal de antemano condenado
al fracaso).
248 G U ILLER M O FLO R IS M ARGADANT S.
nización judicial— 172, 178, 180, 188, esclavitud (N . Españ3) 47, 51, 74-76,
229, 231, 248 139, 158
derecho romano — véase también posglosa esclavos de rescate 74
dores— 128 esclavos herrados 7 5
derecho sucesorio 179 Escobedo, Manuel G . 200
derecho universitario 98 Escuela de Hidrografía y Navegación 90
derechos forales 35 Escuela de Minería 89, 98
desamortización 40 Escuela Libre de Derecho 199, 203, 243,
deuda exterior 167, 176, 183 244
deuda pública 202 estancos 105
Dewey, John 225 Estatuto Provisional del Imperio Mexi
Díaz, Porfirio 86, 177, 180, 181 y ss. cano 175
Díaz de Montalvo, Alonso 38 Estatutos de Pedro Farfán 98
Díaz del Castillo, Bernal 1S Erazu, Catalina de 45
Díaz Ordaz, Gustavo 211, 212 España, derecho medieval 31 y ss.
Díaz Soto y Gama, Antonio 198, 207 Esquivel Obrcgón, Toribio 8, 19, 32, 54,
diezmo 104, 106, 112, 119 89, 126, 244
diputados de partido 213 estado llano 36
Distrito Federal 228 estanco de pólvora 69
doctrina-Calvo 233 estanco de tabaco 69
doctrina-Drago 233 exidos — véase ejidos—
doctrina-Estrada 234 expropiación 127, 158, 189, 209, 211,
doctrina Momoc 152 216
“ doctrinas” , las 99 expulsión de los españoles 146
Doheny, Edward L. 187 Estrada, Genaro 234
dominicos 62, 75, 97, 114 extranjeros 72, 73, 146, 158, 189, 216
Dondé, Rafael 179 E úrico 32
Donelo 128
“ dones gratuitos” 108 Fabela, Isidro 232
Dublán, Manuel 183, 184 Fabre, Antonio 128
DiiTán, Diego 18 “ familiares” (inquisición) 121
Durand-Forest, Jaequeline de 17 Farfán, Pedro 95
fascismo 207
Eckstcin, S. 237 federalismo 143
Eder, Phanor J. 245 Felipe II, 44, 90, 120
educación 96, 156, 176, 177, 179, 192, Felipe V 71
199, 200, 203, 225, 247 Fernández de Oviedo v Valdés, Gonzalo
Eguía Lis, Joaquín 179 14
Femando de Aragón 38, 56, 80, 112,
ejercito — véase también derecho militar,
120
milicias— 100, 164,
Fernando V II, 41, 44, 45, 50, 121, 133,
ejido (época virreinal) 64, 82, 85, 190
134, 135, 136, 137, 138, 139, 140
Elhuyar, Fausto de 89
ferrocarriles 165, J 84
Elias Calles, Plutarco 207, 208, 210, fieles de la albóndiga 66
212, 215, 220, 222 fieles ejecutores 66
empresas deseen trai i/ad ns 218 Figucroa, Rodrigo de 58
empréstitos forzosos 109 Filipinas 47, 91
encabezamiento 108 fisco 166
Encinas, Diego de 50 Fisher, Howard v M. H. 151
encomienda 23, 47, 51, 55, 56, 58, 70, Fisher, L. E. 71
77-79, 107, 127 Flores García, Fernando 27
encuesta de Felipe II 13, 14, 93 Flores Magón, Ricardo 194
Enriquez, Ernesto 233 Flores Zavala, E. 178
epidemias 81, 94, 95 Fondo Piadoso de las Californias 41, 83,
Escalona Agüero, Gaspar de 53 110
256 G U ILLER M O FLO R IS MARCADANT S.