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CRíTICA DE LIBROS

NUEVAS APORTACIONES A LA FILOSOFíA DE LA RELIGIÓN

JOSÉ GóMEZ CAFFARENA y JOSÉ cuya noción previa mal se puede ini-
MARíA MARDONES (eds.): Materiales ciar una filosofía de la religión. En su
para una filosofia de la religión. aportación, Raimundo Panikkar, reca-
1: Cuestiones epistemológicas. pitulando sus reflexiones al respecto
ll: La tradición analüica. expuestas en sus innúmeros libros,
III: Estudiar la religión, Barcelona, propone una filosofía «imperativa» de
Anthropos I CSIC, 1992-1993. la religión, que estudie las religiones
para enjuiciarlas, a sabiendas de que
Presentamos al lector español una se- no tiene un punto de apoyo inconmo-
rie de libros que reúnen aportaciones vible fuera del tiempo ni del espacio,
en español a un campo de los saberes y de que descansa en presupuestos
filosóficos, que, si bien lleva cultiván- ínexpresos, y que dialogue abierta-
dose unos dos siglos en otras latitudes mente con las religiones, sin que nin-
intelectuales, en España no ha sido ob- guna se imponga a las demás.
jeto de numerosos estudios. Esta serie No faltan tampoco los estudios par-
constituye un receptáculo de los frutos ticulares sobre autores como Nishida
de esos esfuerzos, llevados a cabo bajo (J. Masiá Clavel) o H. Durnéry (F. de
la égida del Seminario de Filosofía de Caso). Especial atención se presta a
la Religión con sus reuniones quince- autores inscritos en: el espacio filosófi-
nales desde el curso 1987-1988, por co germánico, ya sea con una explicita
desbrozar el multiforme terreno de y sistemática aproximación al fenóme-
esta disciplina autónoma, pero diverso no de la religión, como por ejemplo
del de la ciencia de las religiones o de Cohen y Rosenzweig, en la conferen-
la teología natural. cia dictada por R. Wiebl, quien rastrea
En el primer volumen el interés se el planteamiento dialógico de Rosen-
centra, básicamente, en estudiar los zweig en la filosofía de la religión se-
problemas inherentes a la reflexión gún las fuentes del judaísmo esbozada
sobre el fenómeno religioso. La pri- por el neokantiano Cohen; ya sea a au-
mera contribución expone, de una tores ateos como Bloch (José Antonio
manera clara Y concisa, sin descuidar Gímbernat), Reyes Mate aboga por
el rigor y la exactitud, cuál es el esta- una filosofía de la historia de nuevo
do actual de una disciplina de contor- cuño apoyándose en Walter Benjamín.
nos muy claros dentro de lo que es el Aunque se incluyen estudios sobre
discurso sobre la religión: la fenome- Horkheimer (J.J. Sánchez), Wittgen-
nología de la religión. J. Martín Ve- stein (A. Tomos) y sobre la crítica de
lasco ofrece, además, una valiosa Hans Albert a la teología (J.M. Mardo-
aproximación al hecho religioso, sin nes), se echan de menos estudios sobre

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las obras capitales de R. Otto, Max Pannenberg (con su criterio de verifi-


Scheler o sobre autores como Welte. cación indirecta que apela a lo esca-
El volumen lo cien-a una contribución tológico) y Hick. En una aportación
de J.B. Metz, en que, frente al recurso original y sistemática, J. Gómez Caf-
al mito como una nueva forma de sal- farena hace algunas reflexiones perso-
vación propuesta por la modernidad nales sobre algunos problemas lin-
postmoderna, defiende una vuelta al güísticos de la afirmación de Dios,
discurso bíblico. porque, a su juicio, el problema de la
En el volumen II se indde en la tra- expresión es básico para la filosofía
dición de la filosofía en su aproxima- de la religión, pero sin asumir los
ción al hecho religioso. Un bloque de presupuestos, fundamentalmente, em-
tres estudios analiza, respectivamente, piristas de la llamada philosophical
tres jalones en la filosofía británica del theology. Elabora una sintaxis de 16
XVIII. Agustín Andreu glosa la figura de absoluto a partir de la noción tradi-
Shaftesbury y su posición religiosa cional de esse subsistens y hace algu-
que, frente a la teoría calvinista de la nas interesantes observaciones sobre
justificación, que concibe una natura- el recurso a lo simbólico para asignar
leza humana caída, resalta las fuerzas atributos al nombre propio de Dios.
inmanentes de la naturaleza humana, El último bloque de artículos está
en las cuales Dios está presente. El consagrado a las pruebas de la existen-
pensamiento filosófico de Berkeley (D. cia de Dios en la filosofía analítica. E.
Moríllo-Velarde) es visto como resulta- Romerales, en su primer artículo, pasa
do de su inspiración religiosa: el Dios revista a las distintas fonnulaciones
de Berkeley es inescrutable, incognos- del argumento ontológico en la tradi-
cible. se escapa al entendimiento hu- ción analítica y a sus respectivas refu-
mano, del que le separa un abismo, taciones, prestando especial atención a
pero se expresa en el mundo sensible, la versión de Platinga, basada en la no-
que, aun siendo independiente de la ción de mundos posibles: Dios es el
percepción de un ente finito, no lo es ente que posee máxima grandeza y
del entendimiento divino (fenomenis- también máxima excelencia en todo
rno teocéntríco, p. 54). En el estudio mundo posible. Para Romerales todas
sobre Hume (G. López-Sastre) se expo- las formulaciones del argumento se
ne cómo éste, al criticar y rechazar la basan en la confusión entre posibilidad
veracidad de los testimonios evangéli- lógica y metafísica. A continuación, el
cos sobre los milagros de Cristo, refu- mismo autor aporta una investigación
ta la credibilidad racional del Cristia- sobre la noción de mundos posibles.
nismo. en la cual dilucida el concepto de ne-
Una contribución de J. Sádaba so- cesidad (lógica y metafísica, pp. 200-
bre la idea wittgensteiniana de la reli- 201) Yde mundo posible.
gión inaugura otro bloque de intere- El volumen segundo se cierra con
santes aportaciones sobre la filosofía una aportación de Richard Swinburne,
analítica de la religión. Manuel Fraijó un conspicuo representante de la phi-
somete a análisis algunos ensayos que losophical theology, en la que pretende
tratan de establecer los criterios para demostrar que Dios no está fuera del
dar validez científica a las tesis teoló- tiempo (atemporalidad, eternidad), ya
gicas: Scholz, Flew (con su principio que no es posible estar siempre en un
de verificación empirista rechaza las instante del tiempo y no durar en in-
afirmaciones sobre Dios), Hare (blik), tervalos, lo cual, a su juicio, desembo-

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ca en la tesis de que Dios es sempiter- nes sobre su recepción en los alumnos,


no 0), sin ser por ello prisionero del para terminar ofreciendo una propues-
tiempo. ta de cómo enseñar la materia. G.
En el tercer volumen se recogen ar- Amengual analiza lo que llama una se-
tículos heterogéneos, aunque predo- gunda secularización y cómo ésta des-
minen las cuestiones metodológicas. emboca en una dispersión de divinida-
Meslin aboga por una fenomenología des (politeísmo), quedando la fe como
de la religión que allegue los materia- una opción más. En la comunicación
les antes de ver qué es la experiencia de A. Ginzo se estudia cómo el primer
religiosa del hombre; por otro lado, romanticismo alemán supone, entre
examina la noción de horno religiosas otras cosas, el rescate de lo religioso
y desecha la idea, porque el hombre frente al ideal emancípatorío de la
no es religioso por su propia natura- Ilustración, pero también la propuesta
leza: la antropología religiosa debe de nuevas formas religiosas. G. López
explicar los comportamientos religio- Sastre examina en Hume, Burke y
sos del hombre sin ver en ello algo Marx el problema de las afinidades en-
natural. A. Fierro incide en el proble- tre el cristianismo y las consecuencias
ma de los distintos enfoques de la re- políticas que de éste han creído extraer
ligión. H. Perone aborda la relación los cristianos.
entre filosofía y teología bajo el signo En su artículo J. Loríte formula la
del conflicto y de la lucha, sin la cual pregunta de si es posible diferenciar el
no hay encuentro posible, un encuen- discurso mítico del teológico. A. Ortiz-
tro que se produce en lo finito como Osés defiende una metafísica religiosa
punto de intersección. con una gnosis filosófica en que uno
A John Hick le interesa una interpre- se confronte con lo numínal.
tación religiosa de la religión que reco- Lorenzo Peña ofrece una exposición
nozca la cuasi-prioridad de las grandes sucinta y clara de sus teorías sobre la
religiones como respuestas humanas a lógica paraconsístente aplicada a lo di-
10 trascendente, en franca oposición vino, capaz de hacer justicia a la coin-
tanto al inclusívísrno como al exclusi- cidencia de opuestos en Dios; de esta
vismo. Por esta razón postula una rea- forma se da cabida a la contradicción
lidad trascendente última en la cual es- en Dios y en la lógica, aunque no de
tén Dios (lo último personal) y los ab- modo indiscriminado, y sin caer en el
solutos (lo último impersonal) de las irracionalismo.
religiones fundamentadas. J. Gómez E. Romerales ilustra, con una expo-
Caffarena, a fin de elucidar lo que es la sición sistemática, la idea central ex-
filosofía de la religión, traza, primera- presada por Híck en su artículo aquí
mente, la línea de demarcación entre recogido y en su libro An interpretation
ésta y la teología racional, y pone su of Religiori (1989); pero, además, pre-
objeto en lo religioso, que abarca com- senta algunas objeciones: 1) eclecticis-
portamientos, experiencias y la pro- mo, 2) decisionismo religioso, y 3) uti-
pensión humana religiosa; al final pasa lización de la distinción noúmeno-fe-
revista a las tres filosofías de la reli- nómeno que se problematiza cuando
gión consignables: empírica, crítica e se atribuyen al noúmeno propiedades
idealista. como la suma bondad.
J. Sádaba estudia la situación acadé- A modo de conclusión y colofón a
mica de la filosofía de la religión en estas aportaciones, A. Torres Queiruga
España, con interesantes observacío- explica los factores que han llevado al

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surgimiento de la fílosoffa de la relí- al lector de acicate en su internamien-


gión y trata de ver la convergencia e to en la filosofía de la religión, cam-
interacción fecunda en ella de la filo- po con tan escasa bibliografía en es-
sofía y de la teología. pañol.
En suma, un cúmulo de estudios
de diversa temática que pueden servir Jorge Uscatescu Barrón

LA RELIGIÓN EN CLAVE HISPANA Y FlLOSÓFICA

JOSÉ GóMEZ CAFFARENA (ed.): el ensimismamiento de lo particular


Religión. Enciclopedia está, por tanto, fuera de lugar; con ma-
Iberoamericana de Piloscfta, yor razón si cabe respecto a este volu-
vol. 3, Madrid, Trotta I CSIe I men, del que su editor reconoce abier-
Sociedad Estatal V Centenario, tamente la poca originalidad y la ca-
1993, 244 pp. rencia de un perfil singular en el con-
texto académico europeo.
«Si un filósofo de la religión original El volumen se titula Religión, así a
ha dado España, ha sido Miguel de secas, sin artículo ni adjetivo que la
Unarnuno», apostilla José Gómez Caf- determine. Es como simple substanti-
farena en su introducción a este tercer vo, especie de cuasi deíctico cumplien-
volumen de la Enciclopedia Iberoameri- do tan sólo funciones de señalamiento
cana de Filoso{(a.. Manuel Fraíjó re- u orientación, como esta enciclopedia
quiebra esa originalidad citando al es- parece traer a colación una entidad de
critor vasco: «Filosofía y religión son tanto peso en la historia y en las vidas
enemigas entre sí, y por ser enemigas de las comunidades hispanas. La deixis
se necesitan una a otra. Ni hay religión no pretende ahí abarcar el todo de la
sin alguna base filosófica, ni filosofía religión, sino más bien indicar un do-
sin raíces religiosas; cada una vive de minio o territorio (marcarlo, anunciar-
su contraria. La historia de la filosofía lo), mostrar desde la entrada que cons-
es, en rigor, una historia de la reli- tituye la portada del libro la llegada a
gión» (El sentimiento trágico de la vida un mundo -sin duda el lugar más sa-
en los hombres y en los pueblos). El no- grado que nos cabe encontrar o pen-
ble arte de Unamuno de hacer compar- sar-llamado Religión. Los motivos in-
tir los contradictorios parece una buena diciales que sirven de marcaje del te-
enseña para el filósofo y una buena lec- rritorio son básicamente tres: el refe-
ción para nuestros tiempos de comple- rencial (en torno al hecho religioso), el
jidad. hermenéutico (buscando las categortas
La primera lección es la de la humil- religiosas), el metodológico (contras-
dad. Este volumen es el tercero de un tándolo con otros ámbitos de la reali-
proyecto que trata de rescatar la con- dad y lógicas del saber).
tribución de la comunidad híspanopar- El hecho religoso se ciñe al área cul-
lante en los modos de recepción o en tural hispana. José Jíménez Lozano
el desarrollo propio de temas filosófi- aborda lo que él llama la «religión es-
cos universales. Cualquier reproche de pañola», siguiendo la hipótesis (formu-
caer en el impenitente casticismo y en lada por Améríco Castro e historiográ-

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ficamente discutible) de una previa Es- Eranos) y el lenguaje religioso (que


paña dorada, convívial para las tres fes Alejandro Tomasíní Bassols centra en
y culturas del Libro; la identificación los modos de hablar públicamente de
religioso-racial de españolidad y cris- la religión); o entre la racionalidad de
tiandad sobrevendría con la consuma- las creencias (retomando Manuel Frai-
ción de la reconquista por parte de la jó aquella concepción de la fe como
casta cristiana vencedora. Si la hipóte- obsequio razonable que consagrara el
sis del origen es discutible, el resultado Vaticano 1) y las criticas filosóficas de
es evidente para todos y lo decisivo es la religión (que Alfredo Fierro presenta
que el fenómeno de los conversos y la en su dimensión de crítica de los con-
dialéctica del cristiano viejo y nuevo tenidos discursivos y conceptuales de
marcarían las posteriores formas de la.fe), Quizás lo más propiamente cate-
religiosidad. Mercedes de la Garza des- gorial lo constituya el concepto de ex-
cribe las religiones precolombinas y re- periencia religiosa. Mauricio Beuchot
constituye sus restos nahuas y mayas, la sintetiza en cuatro rasgos: la paz del
todavía presentes en la población indí- alma, el gozo contemplativo, la sumi-
gena, a través de sus cosmogonías, ri- sión a Dios y la entrega a los demás,
tuales y charnanes. Manuel M. Marzal cuya descripción remite a san Agustín,
hace lo propio con los sincretismos an- a! maestro Eckhart, a san Juan de la
dino, maya y afro-bahiano. La infor- Cruz y a santo Tomás de Aquino, res-
mación es preciosa, pero el filósofo pectivamente. Es obvio que una óptica
tiende por oficio a no valorarla. filosófica tiende a buscar la esencia
Le concierne más el efecto de la mo- ejemplar o incluso el tipo ideal a lo
dernidad sobre esas cristalizaciones: Max Weber; pero tratándose justamen-
tanto lo que sucede en la península eu- te de experiencia (y, por lo tanto, de
ropea (la secularización emancípatoria) alguna manera de la vivencia religiosa)
como en el subcontinente americano hubiera parecido justo recordar tam-
(los movimientos religiosos de libera- bién la realidad psicológica que la
ción), indica que los vínculos de la tra- acompaña -sin duda, menos ejempla-
dición y el presente, nunca totalmente rízante, pero más acorde con la propia
rotos, convergen frecuentemente en los experiencia; sobre todo cuando sus
de la religión popular y la religión se- rasgos han sido objeto de suficiente te-
lecta o culturalmente de élite. Pero si la matización por la analítica freudiana,
convergencia puede orientarse progre- que ofrece asimismo una teoría, discu-
sivamente (por el camino de la emanci- tible como todas, pero global y sólida
pación) también puede hacerse regresí- sobre la religión (véase, por ejemplo,
vamente (vía la alienación). El vínculo Carlos Domínguez Morano, El psico-
como tal no garantiza nada. análisis freudiano de la religión, Ma-
Tratándose de una enciclopedia filo- drid, Paulínas, 1991).
sófica, era natural la búsqueda de las Pese a este olvido, semejante manera
categorfas esenciales. Sin embargo, el de hacer y ofrecerse alerta ya de la nue-
filósofo tiende con frecuencia a trans- va situación. de la religión en la filosofía
formarlas en enfoques de categoriza- hispana. Se está lejos de que el pensar
ción. Asi, al menos, cabe entender esa la religión sea un. apéndice de la teolo-
suerte de solapamiento o de duplica- gía; no ya sólo de la teología dogmática
ción entre la simbólica religiosa (abor- o apologética, como mayormente suce-
dada por Andrés Ortíz-Osés desde la día en nuestro secular contexto de tradi-
esotérica hermenéutica del circulo de cionalismo religioso y en los más re-

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cientes tiempos de nacional catolicismo, se encuentra ya en una situación de se-


sino incluso de la teología filosófica: ya cularídad, concebida ésta no ya sim-
no es la religión la que da la pauta de plemente como tiempos postcristianos
ese pensar, sino la propia filosofía. Un (con la evidente carga de nostalgia y
síntoma de ello es que prácticamente espíritu de restauración que el término
todas las contribuciones del volumen conlleva), sino postulando con pala-
plantean una interrogación sobre su ob- bras de Johann Baptist Metz «la secu-
jeto, que no aparece dado de antemano, laridad del mundo como un enunciado
y sienten esa necesidad para legitimar teológicamente positivo» (Teologfa del
de ese modo reflexivo su punto de vista. mundo). El teólogo se convierte -pue-
Como se sabe -al menos, los filósofos , de convertirse- en filósofo de la reli-
tienen a bien recordarlo a la primera gión cuando el mundo. su naturaleza y
ocasión- este estilo es el que singulari- estado se le aparecen como primaria-
za al quehacer de la filosofía del de mente afirmativos. El concepto cristia-
otros saberes, incluido el teológico, y no de encamación lo permite y debiera
consiste en mantener un discurso per- considerarse como la variante genéri-
manentemente abierto en su interroga- camente católica de secularización, en
ción, sin poder ejercer una jurisdicción complemento a la calvinista fijada en
última, determinante, sobre el territorio la compulsión a la acción lograda
que pretende operar. como justificante de la gracia. En. este
En este sentido, no es tanto religión, sentido, la descripción que José María
cuanto filosofía de la religión lo que Mardones hace del complejo proceso
uno tiene aquí entre manos. Ahora de secularización constituye el trasfon-
bien, seríamos ciertamente demasiado do desde el que hablan las demás con-
incautos si partiéramos, como parece tribuciones.
hacerlo Javier Sádaba en su contribu- Hablando de los conversos, la enti-
ción, de una diferencia esencial entre dad religiosa más original que el mun-
teología y filosofía de la religión, la do hispano ha producido, sugiere José
primera ciñéndose a un análisis inter- Jiménez Lozano que las diversas for-
no a una religión particular, la segun- mas de conversión que presentan com-
da al análisis externo a la religión en parten todas ellas una cierta seculari-
general. Esta distinción, que analítica- zación, una pérdida de la fe en mayor
mente es tan válida como banal, con- o menor grado. y que ello constituye el
traviene la realidad socíohístóríca de la lado oculto, la intrahistoria descristía-
filosofía de la religión y. sobre todo, la nizadora que habría llegado hasta la
caracterización de la filosofía misma, última guerra civil. Parece una apre-
que se convertiría en dogmática por ciación acertada, que podría adscribir-
exceso de celo analítico. Un síntoma: se conceptualmente a la secularización
prácticamente todos los colaboradores subjetiva de P. Berger, Ello permitiría,
del volumen llegan a la filosofía, a la además, entender sobre bases díferen-
reflexión sobre la religión, desde la tes las muestras de indiferentismo relí-
teología. Parece, por tanto, más plausi- gíoso, de neopaganísmo, presentes en
ble pensar que ese deslizamiento (en la estructural situación postcrístíana
primer lugar de las disciplinas, pero de la España actual, tan lamentada por
también de los hombres) es el destino los medios eclesiásticos; desde la pers-
y avatar de la teología misma. En efec- pectiva de la intrahístoria conversa la
to, esta obra confirma definitivamente situación habría sido ya vivida por es-
que la religión en los países hispanos pañales de todos los tiempos, sólo que

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en la soledad de su conciencia, en la que recogen muestras rituales sean


desolación de su vivir. justamente los concernientes a las reli-
Una observación final: aquí nos en- giones precolombinas y los posteriores
contramos efectivamente ante la filoso- sincretismos. Como si la religión cris-
fía. Pero se trata menos de filosofía de tiana o católica, ciertamente postaxial,
la religión, que de la religión como fi- hubiera ya escotomizado de su con-
losofía. Si bien la perspectiva es plural, ciencia esas dimensiones pre-repre-
muy atenta a los saberes regionales sentacionales, pre-ñlosófícas, pre-ilus-
más pertinentes (sociología, historia, tradas y se presentara no ya s610 como
antropología...) y a los enfoques filoso- religión del Libro, sino ilustrada, cen-
ficos más actuales (fenomenología, trando su verdad en torno a la cues-
hermenéutica, análisis del lenguaje, tión de su racionalidad, la de sus ideas
dialéctica, vitalismo...), pierde u olvida o creencias. Sin embargo, este prejui-
en cambio lo que en la religi6n ya no cio no es tanto el de la propia religión
es filosofía, quiero decir: filosofía tra- como el de su filósofo, anclado en la
dicional. Porque la filosofía en todos tradición cultural del Occidente ilus-
estos casos sigue siendo filosofía de las trado, pero que no ha asumido todavía
representaciones, de las ideas -aun- su estadio pragmático. Situarse en este
que se describan Iingüístícamente. estadio de la racionalidad permitiría al
Pero la religión no son sólo repre- filósofo de la religión recuperar nume-
sentaciones, son también rituales, es rosas cuestiones, vitales para la filoso-
decir, unos actos o prácticas, y unos fía misma, y que hoy parecen abando--
agentes que son el soporte humano de nadas al albur de la teología.
esas acciones y representaciones. Re-
sulta curioso que los únicos estudios Juan Ramón Iraeia

UNA RAZÓN CON ESPERANZA

JUAN JOSÉ TAMAYO; Religión, En efecto, el «fin de la historia»,


razón, esperanza. El pensamiento proclamado tras el derrumbe del co--
de Ernst Bloch, Estella (Navarra), munismo que un día pretendió realizar
EVD, 1992, 343 pp. la utopía, se está confirmando como
fin o fracaso de ésta. Y como reacción
Malos tiempos corren para la utopía, y nos invade un «vendaval» (U. Eco) de
nada buenos para la razón. La reli- pensamiento conservador, de praxis
gión, en cambio, parece disfrutar de económico-política que sólo aspira a la
un primaveral renacimiento. ¿Correla- conservación del poder. Un pensa-
ción lógica y natural? En modo algu- miento antiut6pico que, a la vez, echa
no, mal que le pese a los que se ale- mano celosamente de la religión para
gran de lo último.. Se trata, cuando cimentar una ética capaz de dar con-
menos, de una relación y una situa- sistencia a la praxis que promueve.
ci6n profundamente ambiguas: ¿puede En la otra orilla, donde el desmoro-
acaso haber auténtico renacimiento re- namiento del comunismo pudo ser sa-
ligioso cuando la utopía y la razón ludado, no como fin de la utopía,· sino
atraviesan la crisis? como apertura -tras la crisis- de un

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CRíTICA DE LIBROS

en la soledad de su conciencia, en la que recogen muestras rituales sean


desolación de su vivir. justamente los concernientes a las reli-
Una observación final: aquí nos en- giones precolombinas y los posteriores
contramos efectivamente ante la filoso- sincretismos. Como si la religión cris-
fía. Pero se trata menos de filosofía de tiana o católica, ciertamente postaxial,
la religión, que de la religión como fi- hubiera ya escotomizado de su con-
losofía. Si bien la perspectiva es plural, ciencia esas dimensiones pre-repre-
muy atenta a los saberes regionales sentacionales, pre-ñlosófícas, pre-ilus-
más pertinentes (sociología, historia, tradas y se presentara no ya s610 como
antropología...) y a los enfoques filoso- religión del Libro, sino ilustrada, cen-
ficos más actuales (fenomenología, trando su verdad en torno a la cues-
hermenéutica, análisis del lenguaje, tión de su racionalidad, la de sus ideas
dialéctica, vitalismo...), pierde u olvida o creencias. Sin embargo, este prejui-
en cambio lo que en la religi6n ya no cio no es tanto el de la propia religión
es filosofía, quiero decir: filosofía tra- como el de su filósofo, anclado en la
dicional. Porque la filosofía en todos tradición cultural del Occidente ilus-
estos casos sigue siendo filosofía de las trado, pero que no ha asumido todavía
representaciones, de las ideas -aun- su estadio pragmático. Situarse en este
que se describan Iingüístícamente. estadio de la racionalidad permitiría al
Pero la religión no son sólo repre- filósofo de la religión recuperar nume-
sentaciones, son también rituales, es rosas cuestiones, vitales para la filoso-
decir, unos actos o prácticas, y unos fía misma, y que hoy parecen abando--
agentes que son el soporte humano de nadas al albur de la teología.
esas acciones y representaciones. Re-
sulta curioso que los únicos estudios Juan Ramón Iraeia

UNA RAZÓN CON ESPERANZA

JUAN JOSÉ TAMAYO; Religión, En efecto, el «fin de la historia»,


razón, esperanza. El pensamiento proclamado tras el derrumbe del co--
de Ernst Block, Estella (Navarra), munismo que un día pretendió realizar
EVD, 1992, 343 pp. la utopía, se está confirmando como
fin o fracaso de ésta. Y como reacción
Malos tiempos corren para la utopía, y nos invade un «vendaval» (U. Eco) de
nada buenos para la razón. La reli- pensamiento conservador, de praxis
gión, en cambio, parece disfrutar de económico-política que sólo aspira a la
un primaveral renacimiento. ¿Correla- conservación del poder. Un pensa-
ción lógica y natural? En modo algu- miento antiut6pico que, a la vez, echa
no, mal que le pese a los que se ale- mano celosamente de la religión para
gran de lo último.. Se trata, cuando cimentar una ética capaz de dar con-
menos, de una relación y una situa- sistencia a la praxis que promueve.
ci6n profundamente ambiguas: ¿puede En la otra orilla, donde el desmoro-
acaso haber auténtico renacimiento re- namiento del comunismo pudo ser sa-
ligioso cuando la utopía y la razón ludado, no como fin de la utopía,· sino
atraviesan la crisis? como apertura -tras la crisis- de un

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CRrnCA DE LIBROS

nuevo horizonte para la realización del absconditus (cap. 3). En una y otra ori-
socialismo, se ha establecido entre tan- lla, Bloch se revela siempre heterodo-
to un racionalismo «bien temperado», xo: cálido en su marxismo, ateo en su
que recela fuertemente de la religión (y esperanza.
no sólo, por cierto, de la reclamada Desde estas premisas (cap. 4) Bloch
por los neoconservadores) y sólo acep- lleva a cabo una lectura materialista,
ta una utopía «racional» que se va re- desteocratizadora, del judaísmo-cristia-
velando peligrosamente como utopía nismo, que J.J. Tamayo expone detalla-
del presente o, a lo sumo, de un posi- damente en los cuatro capítulos si-
ble mínimamente utópico. guientes (mesianismo judío, mesianis-
La denominada posmodernidad, fi- mo jcsuáníco, mesianismo escatológi-
nalmente, no quiere saber nada de filo- co en la historia del cristianismo, sin-
sofía de la historia y ha disuelto ya, gulannente en Thomas Müntzer). El
consecuente, la utopía en un nihilismo autor muestra cómo el hilo rojo, el
estético, cuando no en simple cinismo. nervio que guía la lectura de Bloch es,
En este clima de vientos disutópicos en todo momento, la búsqueda y la li-
e interesado renacer religioso, el pre- beración del elemento utópico-emanci-
sente libro de Juan José Tamayo sobre pador oculto y reprimido bajo la cás-
el pensamiento de Ernst Bloch puede cara de ese inmenso mundo simbólico.
resultar del todo extemporáneo; pero Elemento -piensa él- que integra en
lo es justamente porque su contenido, sí y realiza históricamente el marxis-
como un contrapunto, arroja una luz mo. La verdad de la religión y la ver-
capaz de levantar buena parte de la dad del marxismo convergen, más allá
niebla que cubre el presente. de la ortodoxia y el poder de uno y
El libro, cuyo título define ya, de otra (que se empeñan en encubrirla y
entrada, el pensamiento en cuestión, doblegarla), en la utopía de la plenitud
al vincular religión y razón mediante humana, del horno absconditus. El en-
la componente esperanza, es una sín- cuentro de marxismo y religión en
tesis ágil y clara de un estudio deta- Bloch es, en este sentido, enriquecedor
llado y crítico de la interpretación y para ambos, como sostiene J. Tamayo.
asimilación, por parte de Bloch, de la Esa verdad -subversiva- tanto del
tradición mesiánico-escatológica del marxismo como de la religión: la uto-
judaísmo-cristianismo en su propio pía incondicional de la plenitud huma-
pensamiento utópico, en su marxismo na, está, sin embargo, seriamente ame-
cálido. nazada por el límite infranqueable de
Tras analizar las bases desde las que la muerte, la realidad dísutópica por
Bloch se acerca a ese mundo simbóli- excelencia, como la designó Bloch.
co preñado de utopía: su filosofía ma- Pero éste no se resignó ante ella. Des-
terialista de la esperanza (utopía his- de un principio la asumió con honra-
tórico-concreta, conocimiento antici- dez y seriedad y buscó a lo largo del
pador, ontología de la materia como camino, también más allá del marxis-
no-ser-todavía y posibilidad, esperanza mo oficial y de la religión dogmática,
como principio) (cap. 2), el autor pone diversas salidas para la utopía (cap. 9).
de relieve la singularidad de la crítica J.J. Tamayo observa al principio de
blochiana a la religión como ateísmo su estudio cómo la filosofía de la espe-
que hereda lo mejor de ella, su mo- ranza de Bloch fue recibida y asimila-
mento de verdad, la utopía incondicio- da con mayor entusiasmo -y no siem-
nal de la plenitud humana, del horno pre con la debida distancia crítica-

194 ISEGORIAI10 (1994)


CRíTICA DE LIBROS

por parte de la teología que por parte por parte de los neoconservadores. Sin
del propio marxismo. Evidentemente, lugar a dudas, es Bloch -y no ellos-
por parte de una determinada teología el que, como reitera Tamayo, ha sabí-
cristiana: de aquella, en concreto, que, do descubrir y valorar lúcidamente el
despertada de su sueño dogmático y momento de verdad de la religión -su
de su aislamiento hist6rico por la fuer- núcleo utópíco-emancipador-c-, que la
za de esa misma filosofía, redescubrió razón moderna haría bien en «here-
la potencia utópico-emancipadora de dar» (asumir críticamente, al menos
la propia fe y se hizo, en consecuencia, como horizonte) para avanzar hacia
teología de la esperanza y de la histo- un mundo humano. La verdad de la
ria. El autor, uno de los mejores cono- religión no consiste en favorecer la le-
cedores de esa teología, expone, para gitimación del. interés propio, sino en
concluir su estudio, detallada y crítica- expresar simbólicamente el horizonte
mente los pasos y las diversas facetas supremo, la utopía incondicional, el
de este encuentro, al hilo, especial- ultimum. de la plenitud humana. El es-
mente, de la teología de J. Moltmann, tudio de J.J. Tamayo despeja, a este
El estudio se cierra con una recapi- respecto, toda ambigüedad, y no es
tulación y una valoración global crítica poca la que enturbia las posiciones en
de la filosofía de la esperanza de Bloch una y otra orilla.
(cap. 11), que nos da pie para un breve Hay, sin embargo, en la relígién un
diálogo crítico con su autor, atendien- momento que podemos denominar
do a algunas demandas del contexto «conservador», que pertenece también,
histórico en el que situábamos su estu- sin duda alguna, a su verdad y al que,
dio y sobre el que éste puede resultar no obstante, Bloch no prestó la misma
iluminador. atención que al momento utópico. Me
El propio autor abría su estudio ex- refiero al momento del anhelo de justi-
presando la convicción de que la fílo- cia plena y universal no cumplido,
sofía de la esperanza de Bloch, en pendiente en la historia; anhelo al que
cuanto heredera del núcleo utópico- no sólo ninguna realización hist6rica
emancipador de la religión, puede con- de la utopía, presente o futura, sino
tribuir esencialmente al debate actual tampoco el ultimum de la plenitud hu-
sobre la herencia y la realización de la mana podrá dar cumplimiento porque
Ilustración, de la razón moderna, fren- siempre llegará ya tarde. Ese momento
te a la reducción de ésta a razón íns- de verdad de la religión, que Horkheí-
. trumental, que termina finalmente en mer y Benjamín sí captaron y reclama-
nihilismo. Y apoya esa confianza en la ron con tanta lucidez, pone un contra-
convicci6n previa, manifestada ya por punto importante a la linearidad «<ho-
Hegel y reclamada hoy por unos y re- rizontalídad», que diría Muguerza) yal
batida por otros, de que el fracaso de excesivo carácter afirmativo de la filo-
la Ilustración se debe, en buena parte, sofía de la esperanza de Bloch, que la
a que ésta no supo en su momento va- hace más humana y en consecuencia
lorar ni asumir el núcleo de verdad, el más racional. La diferencia entre la
contenido utópico-liberador, de la reli- utopía del aún-no y el anhelo de justi-
gión. Pues bien, su estudio deja bien cia plena y universal parece mínima,
claro en qué sentido hay que entender pero es sumamente relevante. La uto-
esta convicción y aquella confianza: en pía no alcanzará su meta, la plenitud
el sentido justamente contrario a la . de lo humano, si no integra en sí el
restauración interesada de la religión anhelo truncado, y definitivamente

ISEGORíAllQ (1994) 195


CRiTICA DE LIBROS

truncado, de todas las víctimas de la lasaña de la esperanza aún más de la


historia y le da cumplida respuesta. La interesada revalorización de la religión
esperanza no debe, por tanto, mirar por parte de los neoconservadores,
sólo al futuro, a la patria de la identi- pero también la distanciaría aún más
dad, sino también, y a la vez, al pasa- de la izquierda «racional», que, como
do, a la oscuridad del anhelo definiti- describía al comienzo, parece haber
vamente truncado de los vencidos y encerrado la utopía en los límites de lo
humillados de la historia. No hay, no factible, en los limites de la ética de la
puede haber, felicidad genuina que no responsabilidad, en definitiva, en los lí-
alcance también a los excluidos de mites de la ética del éxito, que se apre-
ella. De 10 contrario, se tratará siempre sura a asegurarse un puesto en el tren
de una felicidad sin «dignidad». Bloch, de los vencedores. Pero esta distancia
que supo distinguir lúcidamente entre hablaría a favor de su verdad, de su
felicidad y dignidad, no prestó, sin em- «racionalidad». Pues la esperanza -y,
bargo, demasiada atención a la ver- por supuesto, la utopía racional- que
tiente de esta última, que discurre por no brota de la memoria de los irrepa-
los derroteros del sufrimiento y de los rablemente vencidos no puede condu-
anhelos frustrados, y por eso su filoso- cir al novum radical, a la plenitud de
fía de la esperanza se despliega dema- lo humano. Con este contrapunto, la
siado horizontalmente, sin apenas inte- filosofía de la esperanza de Bloch ilu-
rrupciones, excesivamente enfocada al minaria mejor las ambigüedades del
futuro, demasiado poco empapada de debate actual sobre religión, razón y
memoria. A ello contribuyó, sin duda, futuro del hombre.
el apoyo filosófico que Bloch le buscó De haber entrado más a fondo en es-
en una ontología de la materia como tas diferencias, el autor se hubiera vis-
posibilidad, tan fascinante como pro- to llevado, además, a plantear con más
blemática, que le permitió rechazar de- intensidad y de otro modo el problema
masiado rápidamente el pesimismo de Dios, inevitable en la confrontación
(eun marxista no tiene derecho a ser con Bloch (como con Horkheímer,
pesimista», llegó a afirmar), aun reco- Adorno o Benjamin). El rechazo, por
nociendo la posibilidad de frustración parte de Bloch, de la hipóstasis Dios,
de la esperanza. su ateísmo por amor al hombre pleno
J.J. Tamayo toma nota también de y a la esperanza, sigue resultando tam-
estas distinciones, pero no las tematiza bién, lo mismo que su filosofía de la
expresamente, y por eso su estudio re- esperanza, excesivamente «lineal» y
sulta, como la filosofía del propio. optimista si se lo confronta con la exi-
Bloch, excesivamente optimista. El fra- gencia radical del momento de verdad
caso de la ilustración no se debe s610 del anhelo de justicia plena y univer-
al hecho de haber ignorado el mo- sal. La apelación a la «teología» por
mento utópico-emancipador de la reli- parte de Horkheimer y Benjamín, su
gión, sino -y sobre todo- al hecho reivindicación de los símbolos religio-
de haber olvidado pronto el otro mo- sos del «mesías» o de una «transcen-
mento de verdad de la religión, el an- dencia» (eel radicalmente Otro») frente
helo frustrado de las víctimas, y de ha- a la marcha furiosa de la historia que
berse apuntado con dudoso optimismo construye el progreso sobre el olvido
al tren de los vencedores. La asunción de los irreparablemente vencidos, pone
-la herencia- de este otro momento también un importante contrapunto a
de verdad de la religión alejaría a la fl- ese ateísmo optimista (y, por supuesto,

196 ISEGORfN10 (1994}


CRITICA DE LIBROS

aún más al optimismo -ateo o agnós- mana; pero también sobre la no menos
tico- de la «utopía racíonal»), sin segura e imperturbable afirmación de
caer, por ello. en la interesada y ambi- Dios corno fundamento de la esperan-
gua religión de los neoconservadores, za. Esta confianza sólo puede «justi-
ni siquiera en la también discutible ficarse» ante la razón (moderna) a
teología afirmativa de los que, frente al través de una praxis capaz de hacer
«transcender sin transcendencia» de justicia a aquel anhelo irreparablemen-
Bloch, proclaman simplemente al Dios te truncado de las víctimas, es decir,
transcendente. El contrapunto del an- a través de una vida ética plena. Y esto
helo de justicia plena y universal pone lo sabe muy bien el autor de este es-
un serio interrogante sobre la segura tudio.
afirmación del ateísmo como condi-
ción de posibilidad de la plenitud hu- Juan José Sánchez

LA ÉTICA TEOLÓGICA APUESTA POR EL DIÁLOGO


Y LA INTERDISCIPLINARIEDAD

MARCIANO VIDAL (ed.): Conceptos La primera consideración atañe al


fundamentales de ética teológica, género de la obra que nos ocupa. Por
Madrid, Trotta, 1992. configuración y objetivos pretendidos,
le viene mejor el nombre de manual
Al presentar una obra compleja como que el de diccionario; aunque tampoco
Conceptos fundamentales de ética teolá- sea manual el mejor modo de clasifi-
gica no parece lo más aconsejable ha- carlo. Más bien nos encontramos ante
cer un repaso por las cuarenta y cua- una recopilación de monografías, dise-
tro monografías que a lo largo de sus ñadas según un plan abarcante del vas-
ochocientas setenta páginas se van to campo de una reflexión ñloséfíco-
desgranando. Tal tarea sería extenuan- teológica en tomo al ámbito de «lo
te para el lector interesado en conocer moral». Monografías elaboradas por
las características generales de esta im- especialistas, y organizadas y clasifica-
portante obra y, al mismo tiempo, ar- das por Marciano Vidal, veterano pro-
dua para el encargado de hacer la rese- fesor de Ética teológica fundamental
ña. Vamos, pues, a aportar algunas en la Facultad de Teología de la Uni-
claves que sitúen este libro de ética versidad de Comillas; y, hoy por hoy,
teológica, sin pretender exhaustívídad una de las máximas autoridades en el
en el tratamiento de temas y autores, campo de la Ética teológica.
sino más bien tratando de presentarla En siete secciones se organiza el casi
en el contexto de la filosofía moral y medio centenar de conceptos desarro-
política. Sería lamentable que un tra- llados. De la primera a la cuarta se
bajo como el que este. libro representa ofrecen estudios de «fundamentación»
quedase circunscrito y «enclaustrado» ética, entendiendo fundamentación en
en los círculos teológicos. Por eso se un sentido amplio: el indispensable
hace especialmente agradable la tarea trabajo de construcción de pilares so-
de elaborar esta crítica para una revis- bre los que asentar las tres secciones
ta de filosofía. finales que a bordan temas de moral

ISEGORíAl10 (1994) 197


CRiTICA DE liBROS

concreta o aplicada (Política, Econo- bían caracterizado 'a los capítulos pre-
mía, Ecología, Bioética, etc.). cedentes.
La primera es la sección introducto- Desde luego siempre se pueden
ria. Es una de esas introducciones que echar en falta aspectos que habrían
uno no osa pasar por alto. Bernhard merecido ser tratados; o autores que
Haring y José Luis L. Aranguren hacen no aparecen y a uno le gustaría encon-
bastante más que introducir el resto de trar en el libro. Esto es de algún modo
las secciones: marcan la pauta de lo inevitable. Es obligado reconocer, con
que la obra quiere representar. La elec- todo, el fundamental acierto en la se-
ción para esta sección introductoria lección de autores y los artículos asig-
del pionero de la renovación de la mo- nadas a cada uno. Los epígrafes son
ral católica con La ley de Cristo en amplios y dan pie a que cada cual de"
1954, y del padre de la actual filosofía sarrolle con bastante libertad la mate-
moral española, marcan el ritmo de lo ria encomendada.
que va a venir y sitúan magníficamen- Nos estamos topando con una disci-
te él conjunto de la obra. plina que se denomina Ética teológica.
La segunda parte -según la clasifi- ¿Qué se quiere significar con ese nom-
cación realizada por M. Vidal- se cen- bre? ¿Es la misma realidad que la con-
tra en el ethos biblico. Cuatro especia- tenida herméticamente en tantos ma-
listas pasan revista a sendas catego- nuales de Teología moral al uso? (Lo
rías bíblicas de la máxima relevancia: «hermético» es más por la ausencia de
Alianza-Ley, Profetismo, Reino de Dios interrelación que en muchos teólogos
y el Indicativo de Pablo. Viene en ter- se evidencia con otros campos del sa-
cer lugar un apartado -central en to- ber extrateológíco que por la impene-
dos los sentidos- el dedicado a la fun- trabilidad efectiva de sus trabajos.)
damentación de la ética cristiana. El ¿Será acaso más de lo mismo, bajo
predominio de los filósofos (V. Camps, una nueva pantalla más atractiva que
A. Cortina. J.G. Caffarena, J. Rubio, A. actúe a modo de señuelo para los que
Domingo) sobre los teólogos (no me- no pertenecen directamente al marco
nos destacados, por cierto) salta a la católico? Son éstas algunas de las pre-
vista, así como la diversidad de pers- guntas que a uno le asaltan al punto.
pectivas presentes. Una panorámica Merecen ciertamente algún tipo de res-
general de la Filosofía moral, Persona, puesta.
Educación moral, Religión y moral, No se trata de una obra concebida y
Ética civil... son algunos de los temas hecha fundamentalmente desde y para
desarrollados. La cuarta sección recoge dentro de las facultades de teología e
el tratamiento de varías categortas mo- instituciones académicas emparenta"
rales básicas: conciencia, opción funda- das con ellas. Es innegable que el «des-
mental y pecado (en diversas acepcio- de dónde» de la cuarentena larga de
nes). Tal vez se haya diferenciado de la autores es el ethos cristiano, pero tam-
sección anterior por su connotación bién se nota bien a las claras que hay
más explícitamente religioso-teológica. un motivo inspirador de tender puen-
Los estudios de ética aplicada se tes de diálogo, de abrir caminos de re-
desgranan en las tres últimas secciones: flexión con pensadores para los que la
Bioética (S."), Sexualidad, matrimonio y fe cristiana no constituye un referente
familia (6.") y Moral social (7.a). Sigue básico y fundante de opciones mora-
la tónica de calídad y coherente selec- les. Yeso porque las referencias signi-
ción de temas y de autores que ha- ficativas y los lugares comunes ímpres-

198 ISEGORíAl10 (1994)


CRITICA DE LIBROS

cindibles sobrepasan con creces la En Conceptos fundamentales de ética


efectiva vinculación a las instituciones teológica reconocemos estos rasgos que
católicas. venimos espigando. Estamos de acuer-
Por eso Ética teológica con preferen- do con el coordinador de la obra cuan-
cia sobre Teología moral. Por eso y no do afirma que en ella se han hecho dos
por superficial y vano deseo de congra- opciones principales: opción por la in-
ciarse o de hacerse complaciente con terdisciplinariedad y por el carácter
distintos públicos potenciales. Se trata abierto de la reflexión ético-teológica.
de una forma de entender la Teología Por descontado que ante este talante
que no la convierte en un coto cerra- de apertura habrá voces que conside-
do. Ahí se enmarca la significativa pre- ren tales opciones como concesiones
sencia de la Filosofía moral y política, inadmisibles, al modo de claudicacio-
de la Economía, del Derecho, de la So- nes del saber teológico.
ciología, de la Genética o de la Biolo- Estamos ante un producto muy bien
gía. Subyace a la pluríformídad de te- logrado que responde a las orientacio-
mas y autores la convicción según la nes básicas de la teología moral católi-
cual para pensar teológicamente es ca postconciliar. La apuesta real por la
preciso poner los fundamentos sobre autonomía de las realidades humanas
los cuales pueda actuar significativa- (y entre éstas, las ciencias) sigue sien-
mente la Revelación de Dios en la his- do uno de esos principios que no deja
toria. tranquilos a muchos teólogos. Artícu-
Ética es el sustantivo, y teológica, el los como el de Gómez Caffarena, «Per-
adjetivo; pero no es un adorno, sino sona y ética teológica», o el de M. Vi-
que indica una concepción de la teolo- dal, «Fundamentación de la ética teo-
gía remitida a lo que otras ciencias (no lógica» contribuyen mucho a aclarar
ancillae sino compañeras) tienen que en dónde están los puntos controverti-
aportar. Evidentemente no se pretende dos, los núcleos de discrepancias entre
relegar las notas específicas del discur- diversas formas de fundamentar la
so teológico (fundamentación bíblica, moral por parte de autores que com-
valor de la tradición eclesíal.i.), pero parten creencias esenciales. Disenti-
esto no ha de encorsetar la reflexión; miento en las mediaciones y consen-
al contrario la debe abrir a otros hori- timiento en lo medular de la fe.
zontes. La fe es «contexto» o ámbito Afortunadamente parece que en la
de referencia para una ética que, sien- presente selección de monografías se
do teológica, tiene que ser, a la vez, toma muy en serio el respeto a la auto-
ética de la racionalidad humana. Así nomía. Esto no quiere decir que se eli-
entendida, la fe no es «fuente» de una minen de raíz las tensiones y los enun-
ética específica, no requiere la afirma- ciados sintéticos que, en ocasiones,
ción de contenidos éticos específica- producen y producirán recelos y ar-
mente cristianos. Con categorías ya duas recepciones. El caso paradigmáti-
clásicas en el lenguaje de la teología co lo tenemos en la expresión «autono-
moral, no hemos de buscar en «lo ca- mia teonoma», tan útil para teólogos
tegorial» la especificidad de la ética en su afán por salvar los irrenuncia-
cristiana, puesto que ésta sólo se podrá bles elementos de la antropología teo--
hallar legítimamente en «lo transcen- lógica, y de digestión tan difícil para
dental», so pena de cargarla de conte- los filósofos que no necesitan tales
nidos específicos que son comunes a la . «inestables equilibrios».
vida de los hombres en sociedad. Lo más notable de Conceptos funda-

18EGORíAl10 (1994) 199


CRITICA DE LIBROS

mentales de ética teológica es que las yo-Acosta, entre otros, no disimulan


distintas perspectivas están presentes: su aprecio y su identificación con el
las tensiones y los conflictos se van a modo de hacer y decir de la ética de la
encontrar porque así es el debate; y el líberación. Encontramos en este apre-
carácter pluríforrne de la obra le da ca- cio por la ética de liberación otro dato
bida a la discrepancia. Quizás se eche que contribuye a revalorizar esta com-
en falta una presencia consistente de pilación de conceptos fundamentales
representantes del llamado paradigma de ética teológica.
de la ética de la fe (con su afirmación La obra de ética que aquí hemos
de la existencia de contenidos éticos presentado constituye una aportación
concretos específicamente cristianos, eminentemente positiva. Sin temor a
por recordar un punto crucial anterior- la exageración, afirmamos rotunda-
mente mencionado). La presencia de mente que estamos ante la obra de éti-
algún producto cualificado dentro de ca teológica más importante de las que
ese enfoque, polémicamente alternati- se han realizado en nuestro país en las
vo del paradigma de la «autonomía últimas décadas. En una disciplina que
teónoma», podría coadyuvar a ahondar se presta tanto a la controversia y don-
el pluralismo y a dar una visión más de tantos problemas se concitan, signi-
realista del panorama actual de la re· fica una contribución de alto rango.
flexión teológico-moral. Con todo, no Por la comentada pluralidad de visio-
es fácil saber hasta qué punto esto re- nes, de perspectivas científicas, de ins-
sultaría realmente enriquecedor: por 10 tituciones a las que están vinculados
menos es una petición genérica en fa- los participantes en la obra, incluso de
vor del principio tan liberal del plura- edades de los colaboradores; por todas
lismo y su correlato, el de la toleran- esas y otras razones, no queda más
cia. En virtud de las premisas en que que un reconocimiento expreso y sin
se basa estructura y contenido de la paliativos. Constituye una honra que
obra, probablemente los portavoces del una obra así se haya gestado y realiza-
paradigma que es más alentado oficial- do entre nosotros.
mente por las autoridades eclesiásticas Frente al monolitismo uniformador
no se sentirían a gusto en una colabo- de gran parte de la teología moral que
ración del cariz apuntado. no siente necesidad de interpelar su
No quiero dejar de señalar que la éti- «conocimiento interesado» y que en-
ca de la liberación tiene también su lu- cuentra la verdad, sin salir a buscarla,
gar en la obra. Explícitamente se pre- para dictarla apodícticamente ad intra
senta en la monografía de Francisco yad extra, Conceptos fundamentales de
Moreno Rejón, en la sección de Ética ética teológica presenta una reflexión
fundamental. Como inspiración, más o abierta, afincando el ethos cristiano en
menos intensa, está latente en buena el «esplendor de la diversidad». Frente
parte de los autores, sensibles hacia las a la fragmentación y relativismo rei-
que son -en palabras de G. Gutíé- nantes en otros ámbitos culturales,
rrez- las dos «intuiciones centrales» propone una saludable integración y
que constituyen la columna vertebral pluralidad en la unidad, cimentadas en
de la teología de la liberación: el méto- la identidad cristiana abiertamente re-
do teológico y la perspectiva del pobre. conocida y díalogalmente presentada.
En la obra que nos ocupa, autores Unas palabras del profesor Aranguren
como Ll. González Faus, J. Loís, J.L. nos sirven de punto final: «Ethos cató-
Sícre, J.R. López de la Osa, J.J. Tama- lico, expresión ya sin subrayado y des-

200 ISEGORiN10 (1994)


CRiTICA DE LIBROS

plazada de su acepción religiosa y mo- heterodoxo que, como su sombra -in-


ral, significa hoy "universal", abierto a cluso en la acepción "sombría" de la
todo, comprensivo de todo, incluido lo palabra- inseparablemente le sigue»
que quisiera más alejado de sí, porque (p. 33).
el cristiano de hoyes dificil que no
vaya acompañado por el dubitante o el Julio Luis Martinez:

PROFUNDIZAR LA DEMOCRACIA

ADELA CORTINA: Ética aplicada sos campos de la ética aplicada. Ética


y democracia radical, aplicada que, como veremos, no cons-
Madrid, Tecnos, 1993, 287 pp. tituye para la autora un mero añadido
o complemento al conjunto del libro
1. Cabría decir que tal vez lo principal sino una parte sustantiva de la tesis
del esfuerzo ético de los setenta se cen- que en él se pretende mantener.
tró en el problema de la fundamenta- La situación de la que partimos vie-
ción -llevado a cabo sobre todo por J. ne dada por lo que se califica de hibri-
Habermas y K.O. Apel-. mientras que dismo ideológico. Esto es, la convic-
el de los ochenta habría estado atrave- ción de que cualquier proyecto serio
sado, en una de sus líneas principales, de filosofía política que hoy se ofrezca
por el debate -mantenido especial- no puede polarizarse en exclusiva por
mente en el ámbito anglosaj6n- entre ninguna de las dos grandes corrientes
comunitaristas y liberales. y ha sido que han configurado el pensamiento y
dentro de ese marco y esas polémicas, la práctica de nuestra tradícíón, el libe-
pero con acento propio, donde la pro- ralismo por una parte y el socialismo
fesora Adela Cortina ha venido desa- por otra, sino que «sólo el cruce de lo
rrollando su labor, desde los estudios mejor de ambos puede hoy ayudarnos
sobre Kant a la magnífica monografía a pergeñar una democracia auténtica»
que elaboro sobre Apel o sus posterio- (20).
res Ética mínima y Ética sin moral, por El liberalismo nace como un intento
citar sólo algunos de sus más impor- de encontrar unos mínimos morales
tantes estudios. Pero esa reflexión se comunes desde los que limitar el poder
abre ahora explícitamente a considera- del Estado y desde los que posibilitar
ciones de filosofía política que, si nun- la convivencia política de distintas
ca habían sido olvidadas por ella, son concepciones de vida buena. De esta
objeto en esta ocasión de un trata- forma se podría poner fin a las guerras
miento más amplio y tematizado, Es lo de religión que asolaron buena parte
que nos ofrece en su reciente Ética de Europa en los albores del mundo
aplicada y democracia radical. moderno, preservando asimismo a los
La obra se divide en tres partes fun- individuos del peligro siempre amena-
damentales que abordan, sucesivamen- zante del control total por parte del
te, el horizonte político desde el que se Leviatán. Limitar el poder público, po-
ejerce nuestra reflexión, la discusión sibilitar la pluralidad, serían aspectos
en torno al concepto de democracia irrenunciables del liberalismo.
radical y una investigación sobre diver- Ahora bien. la justificación de aque-

ISEGORIA/l0 (1994) 201


CRITICADE LlBROS

110s mínimos se ha hecho a veces tan regímenes de los países del Este que
penosa que, en nuestros días, algunos decían encarnarlo, no por ello se ha de
autores han acabado por considerarla renunciar a todo su legado, que ha
irrelevante, cuando no contradictoria. dado fruto, entre otras cosas, a gran
Es el caso, por ejemplo, de Rorty, para parte de las conquistas sociales de los
el que no sólo es imposible encontrar países occidentales. Pero las dificulta-
una única concepción del hombre sino des de las propuestas son hoy de tal
que, además, el propio intento facilita- calibre que la: mayor parte de las mis-
ría la deserción de la propia comuni- mas consisten en entender el socialis-
dad en la que se está inserto en favor mo bajo la ambigua fórmula de pro-
de una abstracta «humanidad» y se en- fundizar en la democracia. En todo
caminaría hacia la intoleracia con los caso, para A. Cortina, parece claro que
sustentadores de otras ideas de hom- el socialismo, como dicho intento de
bre. De ahí que, abandonando la ilu- profundización, habría de abandonar
sión de encontrar un fundamento últi- la pretensión de convertirse en una
mo, habríamos de contentarnos con cosmovísíón sin por ello contentarse
partir de las instituciones con las que con ser un mero apunte axíologíco, un
contamos en nuestras democracias li- marco de valores. Antes bien debería
berales del Atlántico Norte y tratar de fomentar el diseño de los procedimien-
articular los valores compartidos que tos que puedan encarnar valores como
se encuentran en su base y que produ- libertad, igualdad y solidaridad. Esto
cen experiencias positivas, para así re- es, convertirse en un socialismo proce-
forzar las unas y fomentar los otros. dimental que aclare, a su vez, en qué
Sin embargo, como bien subraya A. sus procedimientos coinciden y difie-
Cortina, no podemos abandonar la ta- ren de los del liberalismo. Basándose
rea de procurar mediar nuestras con- en Apel, esas diferencias podrían ci-
vicciones con una racionalidad «que frarse en una teoría del yo según la
no depende en sus pretensiones total- cual no sólo genética y empíricamente
mente de las instituciones y los contex- el hombre es un ser social sino que
tos concretos, si bien sólo puede ser también a nivel trascendental es nece-
desentrañada desde ellos» (46-47). Ra- sariamente «social» por «dialógico»,
cionalidad que irá unida más a proce- Perspectiva que habría de conjugarse
dimientos que a contenidos y que si no con el núcleo irrenunciable del que se
ha de tratar de imponer una determi- hablaba a propósito del liberalismo
nada idea de hombre, una antropolo- para acabar por configurarse como un
gía, no abandonará sin embargo una «socialismo democrático liberal", que
cierta idea de humanidad, una antro- aspiraría a crear una sociedad libre de
ponomia, que permita la crítica de los dominación desde la idea de igualdad
contextos en que nos desenvolvemos compleja, defendida por M. Walzer en
-y que posibilitan tanto cuanto aga- Spheres of Justice. Pues sin negar el
rrotan- y unas mínimas normas com- inevitable entrecruzamiento que se
partidas que hagan posible la conví- produce entre las distintas esferas so-
vencía de distintas antropoeudaimo- ciales, cada una de ellas debe gozar de
nías. una autonomía relativa -es el arte de
Pero si el liberalismo resulta tan la separación del liberalismo-- e impe-
irrenunciable cuanto superable en sus dir -lo que, sin embargo, el liberalis-
formaciones dadas, otro tanto ocurre mo no supo hacer- que los que po-
con el socialismo. Desmantelados los sean el bien social propio de una, tra-

202 ISE:GORIAI10 (1994)


CRITICA De LIBROS

ten de poseer desde ella todos los de- les. como hospitales, universidades,
más y así acabar en la práctica con la etc., sería, sin embargo, más que du-
igualdad. dosa su eficacia y su sentido), bien a
través del modelo de descentraliza-
2. Desde esa orientación es desde don- ción política para el que las decisio-
de habremos de encaminamos hacia el nes no las toman los representantes
concepto de democracia radical que se sino que arrancan de las unidades so-
discute en la parte central de la obra. ciales de base, coordinadas a nivel
La clasificación más abarcadora de central. Modelo este que se liga a la
modelos de democracia sería la que tradición que va de Rousseau a Marx
distingue entre democracia directa o y que sería «la auténtica tradición
participativa y democracia liberal o participatlva», aunque «si las pre-
representativa. Pero, de nuevo aquí. se- puestas de tal corriente son viables y
gún A. Cortina, «la historia habría de- sí garantizan la igual participación es
mostrado las insuficiencias de cada lo que aún queda por demostrar»
uno de estos modelos, tomado en esta- (94), dado que no parece factible sino
do puro, y aconsejaría optar por un hí- en pequeñas comunidades y que, en
brido que, por así decirlo, mejorara la cualquier caso, no haría posible la
especie» (90). Veamos de qué se trata. participación igual y efectiva en la
En realidad el participacionismo unidad centralizadora.
constituye «más una reacción de insa- Como, a pesar de ello, A. Cortina no
tisfacción ante las limitaciones de .la quiere renunciar al legado de la tradi-
democracia representativa [suplanta- ción partícípatíva discute dos posibles
cién por las élites, democracia entendi- modelos actuales. El primero sería el
da como instrumento para la defensa de una «democracia fuerte» comunita-
de meros fines privados, gobierno en ria en el sentido de la Strong Demo-
la sombra de algunos de esos grupos cracy de B. Barber, Dada la ínevítabílí-
privados, apatía que genera] que una dad de los conflictos en la vida social y
alternativa bien detallada» (91). Pero al el que carecemos de un criterio, meta-
insistir en que cada individuo ha de te- físico o epistemológico, independiente
ner igual oportunidad de plantear y ver para resolverlos, sólo cabría una nego-
atendidos sus puntos de vista en los re- ciación de los mismos (lo que nos lleva
sultados de las decisiones colectivas, a a la democracia liberal o «débil,)) o
la vez que en su capacidad de optar tratar de transformarlos en coopera-
por intereses generalizables, la demo- ción. Lo cual, a su vez, puede condu-
cracia ya no se entenderá como un cimos a una «democracia partícípatíva
mero instrumento al servicio de fines unitaria» (los conflictos se resolverían
privados sino como una forma de vida en una unidad de consenso definida
valiosa por sí misma. por la identificación de los individuos
Con todo, esos caracteres pueden con una colectividad simbólica, y de
tratar de realizarse de diferentes for- ello sería ejemplo el nacíonalsocialis-
mas: bien aplicando los mecanismos mo alemán) o a una democracia fuerte
de la democracia representativa y de que no trata de negar el conflicto pero
la regla de las mayorías -con los co- tampoco se conforma con su simple
rrectivos que se requieran para impe- negociación, sino que intenta transfor-
dir que degenere en simple tiranía de marlo en cooperación a través de la
las mayorías- a todos los ámbitos de participación ciudadana, la delibera-
la vida social (en algunos de los cua- ción pública y la educación cívica, par-

ISEGORíMO (1994) 203


CRfTICA DE LIBROS

tiendo de la reforma de las institucio- sujeto, como ser autónomo e interlocu-


nes de la democracia representativa. tor válido, facultado para decidir sobre
Pero a las dificultades subrayadas la corrección de normas que le afectan
por el propio Barber (tamaño de las y capaz de defender argumentativa-
sociedades, desigualdades creadas por mente intereses universalízables, sería
el capitalismo -que, no obstante, Bar- el núcleo de una democracia radical al
rer cree superables--), A. Cortina agre- ejercer «su autonomía en los distintos
ga otras, entre las que destaca la in- ámbitos de la vida social teniendo en
aceptable identificación entre moral y cuenta sus peculiaridades» (128). En
política y el supuesto de que carece- efecto, lo importante, se nos había di-
mos de criterios para enjuiciar de un cho, no es aplicar la regla de las mayo-
modo independiente la correcci6n de rías y "democratizar» así todas las ins-
las decisiones. Esto es lo que nos brin- tituciones, sino recordar «cuales son
da, sin embargo, la ética del discurso, los fines desde los que cobra sentido
que cree encontrar pragmátícamente su existencia y. organizar sus mecanis-
dicho criterio ético, aunque deje las mos y crear hábitos tales que conduz-
decisiones en manos de los afectados. can a tales fines» (66). De ahí la im-
y aunque ni Apel ni Habermas se han portancia de una «ética de las institu-
pronunciado claramente respecto a la ciones» y el que sea el ejercicio de la
propuesta de una democracia partid- autonomía en los distintos ámbitos po-
pativa, A. Cortina cree que se puede lítico, médico, ecológico, pedagógico,
encontrar la salida a los dilemas plan- económico, etc., «el que constituye a la
teados en un partícípacionísmo que vez la clave de la ética aplicada y de la
tenga como base antropológica la idea democracia radical» (128).
de persona como interlocutora válida Al desarrollo de una ética en los dis-
tomada de dicha ética. tintos campos mencionados, as! como
De todas formas, la aplicación de se- a la indagaci6n del estatuto de la ética
mejante principio al ámbito político aplicada es, por tanto, al que se consa-
sólo puede ser indirecta. Pues intentar grará la tercera parte del libro que
moralizar directamente los sistemas aquí no podemos ya sino mencionar.
jurídico, político y económico, supon- Pero, por proseguir un momento
dría un retroceso en el proceso de dife- con el hilo de nuestra exposición, la te-
renciación que estos sistemas han ido sis defendida supone el rechazo del
sufriendo desde los inicios de la Mo- imperialismo político que querría anu-
dernidad. Más bien habría de lograrse lar la diferencia entre lo político y lo
a través de la formación de la volun- social, tanto como la idea hegeliana se-
tad, en una publicidad abierta y autó- gún la cual s610 el Estado puede defen-
noma con respecto al sistema político, der intereses universalizables, siendo
en procesos informales de opini6n no la sociedad civil el escenario de lucha
institucionalizada. pero que pueden in- de los intereses privados. Antes bien,
fluir indirectamente en las institucio- sólo la revitalización de la sociedad ci-
nes bajo la forma, como dice Haber- vil puede hacer viable una auténtica
mas, de asedio a una fortaleza que no democracia, aunque lógicamente un
se pretende conquistar, sino tan sólo Estado democrático y una sociedad ci-
persuadir de que tenga en cuenta las vil democrática pueden reforzarse. Un
razones que se aportan. Estado garante de los derechos de los
A partir de aquí, A. Cortina desarro- ciudadanos (no solo políticos y civiles,
lla su propia tesis: una nueva idea de sino asimismo económicos, sociales y

204 ISEGORfAl10 (1994)


CRíTICA DE LIBROS

culturales) y una sociedad civil en la cíón laudable. Pero parece que el síste-
que responsable y argumentativamente roa político, que es a propósito del que
se tienda a la defensa de intereses uni- hablamos de democracia -pues en las
versalistas sería la clave del desarrollo otras esferas, y como se nos ha adverti-
de una democracia radical, que en do, ni sería deseable hacerlo o sólo de
todo caso siempre quedará como una un modo desplazado y metafórico-,
aspiración moral. permanece básicamente el mismo. Es
Como el lector habrá podido obser- decir, como un Estado «garante y faci-
var por el apretado resumen que aquí litador) (154), que seguirla siendo re-
hemos tratado de hacer de la obra de presentativo, pero abierto a los impul-
A. Cortina, la pluralidad de problemas sos democratízadores que pudieran ve-
planteados y la diversidad de perspecti- nir de la sociedad civil. La encomiable
vas y trabajos que son tenidos en cuen- participación de sujetos autónomos en
ta son considerables y no es, desde lue- las distintas esferas de ésta y en los di-
go, uno de los méritos menores del li- ferentes ámbitos a los que se abre la
bro. Esa misma riqueza suscita asimis- ética aplicada, en la medida en que ella
mo, sin embargo, una serie de pregun- es factible dentro del marco del Estado
tas de las que aquí sólo quiero plantear -con el que, como A. Cortina recuerda
una respecto al modelo esbozado, cu- con M. Walzer, interactúa-, puede ser-
yas dificultades no las encuentro tanto vir para revitalizar y profundizar una
en la petición de mayores precisiones democracia, a la que, sin embargo, no
al respecto -en un mundo tan ayuno veo las ventajas de llamarla democracia
de propuestas positivas, como es el ac- radical.
tual, la obra no es que carezca precisa- Quede este interrogante como mues-
mente de temas de reflexión ni de pro- tra de otras preguntas y otras perspec-
puestas-«. cuanto en saber por qué di- tivas que el nuevo libro de A. Cortina
cho modelo se sitúa bajo la rúbrica de -en el cual al material sobre el que se
democracia radical. Pues la revitaliza- trabaja se agrega el valor de la refle-
ción de la sociedad civil en el sentido xión propia, como suele ser habitual
apuntado puede quizá acabar influyen- en ella- nos plantea y nos abre.
do indirectamente en el sistema políti-
co yeso es una forma de democratiza- Carlos Gómez Sdnchez.

ISEGORIAl10 (1994) 205


CAlTICA DE LIBROS

MARXISMO Y CRISTIANISMO

ADAM SCHAFF: Humanismo te en el marxismo, y el papel del cris-


ecuménico (pról, de I.N. García tianismo en el nuevo orden social que
Nieto y J. G6mez Caffarena), se abre paso.
Madrid, Trotta, 1993, 100 pp. A la pregunta «¿Dónde estamos?»
responde el filósofo marxista descri-
Cuenta el filósofo marxista polaco biendo una serie de fenómenos: la
Adam Schaff que, mientras pronuncia- bancarrota del socialismo real, cuya
ba una conferencia. se levantó un estu- base ideológica es el marxismo-leninis-
diante para preguntarle: «y para usted, mo, al que califica de «auténtica defor-
¿qué sentido tiene la vída?». La reac- mación del marxismo y que degenera
ción inicial del conferenciante fue de «en una especie de comuno-fascísmo»
indignación ante lo que consideraba (p. 17); la agonía de la civilización sur-
una imbecilidad en toda regla. Pero al gida de la revolución industrial; y el
ver que todo el público tenía los ojos nacimiento de una nueva civilización,
fijos en él, cayó en la cuenta de que la caracterizada por la revolución tecno-
pregunta del estudiante era de gran lógica.
importancia. Los rasgos que definen la revolución
De entonces para acá, el filósofo po- tecnológica, principal desafio que no
laco ha dedicado buena parte de su ac- podemos soslayar, son: el avance de la
tividad intelectual a interrogarse por el microelectrónica, la robotización y au-
sentido de la historia y de la vida del tomatización de la producción y de los
ser humano. Schaff ha ido distancián- servicios; el fin del pleno empleo y la
dose gradualmente de la filosofía ma- desaparición del trabajo, entendido
terialista, más mecanicista que dialéc- éste en su acepción tradicional: «Se
tica, al observar que en ella estaba au- cierne la amenaza de un paro generali-
sente la preocupación por la subjetivi- zado» (p. 24). Estamos, cree Schaff,
dad y el individuo. A su vez, ha dirigi- ante un fenómeno estructural, y no
do su mirada al cristianismo como meramente coyuntural.
uno de los lugares privilegiados en el Tal fenómeno comporta una muta-
itinerario hacia el descubrimiento de ción sin precedentes. Schaff lo explica
la libertad. así: el trabajo asalariado es la condi-
El horizonte de la subjetividad y del ción de la existencia del sistema so-
individuo centra su reflexión en obras cioeconómico capitalista. Ahora bien,
como El marxismo y el individuo hu- con la revolución tecnológica desapa-
mano (1965), La teorta marxista y la rece el trabajo asalariado, que deja de
alienación (1978) y otros. De aquí sur- ser mercancía. Al desaparecer los me-
girá una nueva línea filósofica que gira canismos de explotación económica
en torno a la dialéctica libertad huma- del hombre por el hombre, el capitalis-
na - igualdad social. mo llega a su fin, dando lugar al naci-
La última obra de Schaff, Humanis- miento de un nuevo sistema, un nuevo
mo ecuménico, que se mueve y profun- orden social, que no será ni la econo-
diza en la perspectiva indicada, aborda mía de libre mercado de corte neolibe-
tres problemas de especial trascenden- ral, ni la privatización capitalista, ni
cia: el fenómeno de la «revolución tec- . una estructura social colectivista. Nada
nológíca», lo superado y lo permanen- hay en el nuevo orden social por venir

206 ISEGORfN10 (1994)


CRITICA DE LIBROS

que se parezca al socialismo clásico de Estados. El mercado libre, afirma, que-


Marx y Engels. da para los pequeños mercaderes.
En el nuevo orden, el Estado tendrá Anticuadas han quedado en el mar-
un peso importante como administra- xismo las teorías sobre la plusvalia,
dor y se eliminará la explotación del la clase obrera, el Estado y la demo-
hombre por el hombre. La respuesta a cracia.
la crisis generalizada del trabajo lleva La realidad se ha encargado de des-
a fomentar nuevas ocupaciones que, si mentir, asimismo, la teoría marxista
bien no proporcionan bienes materia- de la religión corno «opio del pueblo».
les concretos, han de ser útiles social- Esa teoría es falsa en su contenido so-
mente. De su financiación tendrá que ciopolitico, cree Schaff, y no puede
hacerse cargo la sociedad. aplicarse a -la situación religiosa actual
Schaff dedica un largo capítulo al de manera incondicional, ya que «la
marxismo. Se distancia de quienes dan religión motiva insurgimientos sociales
por definitivamente fenecido al mar- y revolucionarlos de las masas» (p. 44).
xismo y le creen excluido del campo Las cuestiones religiosas, además de
de las ideologías y fuerzas que puedan su importancia filosófica, tienen una
contribuir a la realización de un nuevo dimensión social y ejercen una funcio-
orden social. Su actitud es bien mati- nalidad social, que puede ser revolu-
zada.' Sigue declarándose marxista, cionaria.
pero críticamente. Lo que le lleva a Pero no todo está trasnochado en la
preguntarse por lo que ha muerto y lo teoría de Marx. Hay elementos vivos y
que sigue vivo en la teoría de Marx. plenamente vigentes por su carácter
Lo anticuado y superado en el mar- creador, Schaff se refiere, en primer
xismo es todo lo que se ha encargado lugar, a la teoría de la alienación, cuyo
de negar el desarrollo histórico de la valor heurístico radica en la diferencia
sociedad. Éste es el caso de la bipolarí- que establece entre alienación objetiva
zacíón tan rígida de la sociedad que y alienación subjetiva. Cita, en segun-
establecía Marx entre proletariado y do lugar, la teoría del individuo, califi-
clase capitalista, sin apreciar el papel y cada por nuestro autor como «la base
la significación de las cIases medias. de todo el pensamiento de Marx y una
La realidad ha introducido un impor- contribución nueva y original al pensa-
tante correctivo al análisis marxista: miento social» (p. 62). De dicha teoría
las sociedades desarrolladas se susten- destaca el carácter social del ser huma-
tan hoy en las clases medias; la clase no como creador de sí mismo y de la
obrera se reduce vertiginosamente; la historia, así como la importancia de la
clase capitalista ha sufrido una modifi- felicidad, sólo esbozada por Marx, so-
cación sustancial. bre todo en un momento en que se
Tampoco cree Schaff que se haya prolonga la vida y aumenta el tiempo
confirmado el problema de la econo- de ocio.
mía de mercado y de la economía pla- Reconoce vigencia, en tercer lugar, a
nificada, como vaticinaba Marx. El fi- la teoría de la sociedad y de sus leyes
lósofo polaco considera que el merca- de desarrollo. El filósofo polaco hace
do libre propiamente dicho no se da aquí una interpretación no coincidente
en parte alguna, mientras que la plani- con la tradicional, pero que considera
ficación económica es una operación acorde con Marx y en sintonía con la
que llevan a cabo las grandes corpora- . situación actual. La teoría marxista de
ciones internacionales y los grandes la sociedad sigue viva y puede ser

ISEGORfMO (1994) 207


CRrTICA DE LIBROS

fuente de innovaciones en un doble brotan los valores que conforman el


ámbito: las investigaciones científicas humanismo cristiano: perdón, esperan-
y la práctica política. za, fraternidad, igualdad, libertad, jus-
No hay, por tanto, en la lectura ticia y misericordia.
schaffiana de Marx fundamentalismo o La izquierda no puede ser ajena a
repetición mimética, sino actitud dia- estos valores. sino que debe asumirlos
léctica, que niega y afirma, que declara e interiorizarlos. La relación entre iz-
superados elementos sustantivos de quierda y cristianismo debe ir más allá
esa tradición al tiempo que propone del diálogo. Schaff aboga por la cola-
heredar otros debidamente reinterpre- boración de las dos corrientes huma-
tados, nistas, la cristiana y la socialista, en la
Hay todavía otra cuestión que reco- construcción de un humanismo ecumé-
rre la obra de Schaff, y es la que se nico, sin entrar en las diferencias filo-
refiere a las fuerzas que pueden ayu- sóficas entre ellas. Ambas corrientes le
dar a la realización del nuevo orden parecen las principales fuerzas ideoló-
social. Su respuesta apunta a las fuer- gicas en la lucha por el nuevo orden
zas políticas y sociales tradicionales, si social.
bien subraya la tendencia actual a di- 'El filósofo polaco cierra su obra lla-
fuminar la línea divisoria entre la iz- mando al humanismo ecuménico a ha-
quierda y la derecha. Se muestra, más cer frente a tres graves problemas de
bien, pesimista, ante la posibilidad de la humanidad: el futuro del trabajo y
que «la izquierda tradicional [...] asu- sus consecuencias, las relaciones Nor-
ma el papel de Ideología conductora te/Sur y el crecimiento demográfico.
en el cambio social» (p. 43). El libro es más programático que
Donde pone el acento es en el im- analítico; enuncia más que fundamen-
portante papel que corresponde jugar ta; indica tendencias de cara al futuro;
a los partidos y movimientos de matriz suscita cuestiones que no pueden 505-
religiosa, a los. que considera portaes- layarse, aunque no las desarrolla en
tandartes de la lucha en pro del nuevo profundidad.
orden social. Reconoce especial signifi- Con todo, he echado en falta una re-
cación al cristianismo que, a su juicio, ferencia al neoliberalismo, que consti-
«dispone de un importante papel crea- tuye el marco de las actuales políticas
don> (p. 45). Dentro de la tradición económicas en muchos países del Ter-
cristiana cita entre los elementos dína- cer Mundo y del Primer Mundo, y
mízadores el Sermón de la Montaña, constituye uno de los principales obs-
la primera carta de san Pablo a los Co- táculos para la realización del nuevo
rintios, el cristianismo primitivo, algu- orden social propuesto por el pensador
nos movimientos cristianos sociales de polaco.
la Edad Media, Juan XXIII. la teología Tampoco he encontrado una refle-
de la liberación, el pensamiento social xión en tomo al Estado del Bienestar,
de Juan Pablo Il, etc. referente obligado y necesario, aunque
Según el pensador polaco, el cristia- no suficiente, del referido orden. Preci-
nismo aporta unos valores y unos idea- samente el liberalismo representa una
les universales en línea con los intere- de las amenazas más despiadadas para
ses comunes de la sociedad y en acti- con el Estado del Bienestar. Más aún:
tud critica con los intereses individua- tiende a su desmantelamiento.
listas. El valor supremo del amor al Pero en el conjunto de la obra la ba-
prójimo constituye la fuente de donde lanza se inclina más hacia las aporta-

208 ISEGORíAl10 (1994)


CRITICA DE UBROS

clones positivas que hacia las negati- mo en el alumbramiento del nuevo


vas. El «haber» supera el «debe». En orden social. Ni la izquierda ni el so-
un momento en que aumentan los de- cialismo pueden permitirse el lujo de
tractores del marxismo, me parece un prescindir de las tradiciones liberado-
acto de honestidad intelectual el es- ras del cristianismo. Éstas deben ser
fuerzo de Schaff por leer críticamente incorporadas en la cultura, en el pro-
a Marx, sin los fervores del neófito y yecto político y en el nuevo modelo
sin las renuncias apriorísticas y ver- socioeconómico dc la izquierda. Pero
gonzantes. Su análisis sereno y reposa- me gustaría hacer ver a Schaff la otra
do del marxismo resulta clarificador cara del cristianismo: el papel regresi-
en un momento en el que predomina vo que pueden ejercer -y de hecho
el «nada vale». ejercen- los movimientos cristianos
Me parece certera y razonable la neoconservadores,
valoración tan positiva que hace del
potencial emancipador del crístianís- Juan José Tamayo

MUNDO, LENGUAJE Y RAZÓN

CRISTINA LAFONT: La razón acaso es que tenemos una novísima


como lenguaje. Una revisión del generación de filósofos cuyo rigor y al-
'giro lingüístico' en la {ilosofta tura se sitúan en las más altas cotas
del lenguaje alemana, alcanzables en filosofía.
Madrid, Visor, 1993. Un ejemplo imponente de esta gene-
ración lo tenemos en Cristina Lafont
Habría que liberarse de una vez por (Valencia. 1963) y su extraordinario li-
todas del complejo de inferioridad filo- bro sobre el abrirse y el ocultarse de la
sófica que este país padece y que tiene razón en la poco comprendida tradi-
tanto de autocomplacencía masoquista ción alemana de la filosofía del lengua-
cuanto de excusa para no empeñarse a je. Este libro es simple y llanamente
fondo. Que el suelo hispánico nunca un acontecimiento. Desde Unamuno
ha sido terreno abonado para la filoso- hasta Savater hemos tenido muy bue-
fía es uno de esos tópicos que aún hay nos filósofos publicistas, excelente filo-
mucha gente que maneja inercíalmen- sofía exotérica por decirlo así. Pero
te, con poca convicción racional de- poca filosofía dura, y menos aún situa-
trás. Es cierto que no tenemos una da en la cabecera de las discusiones in-
gran tradición filosófica. Pero eso sólo ternacionales de la main stream philo-
lo tienen tres o cuatro países. Fuera de sophy. Asombrosamente, eso es 10 que
esta división de honor hoy por hoy es- nos encontramos en este libro,· donde
tamos entre los de primera y podemos se tutea a filósofos contemporáneos de
tutearnos con cualquiera. Y tenemos la talla de Habermas y Putnam, Algo
además de todo: filosofía académica de parecido no ha ocurrido muchas veces
todas las corrientes, filósofos ídiosin- en la filosofía hispánica del siglo xx,
cráticos varios, una rica publicística fi- Además, revela un hecho sociológico
losófica y notables escritores filoséfí- del que muchos nos alegramos muy
coso Pero con todo, lo más importante sinceramente: Lafont ha roto por fin

I6EGORíN1o (1994) 209


CRfTlCA DE LIBROS

con la maldición de que las mujeres fi- dad». * Como a Habermas precisamen-
lósofas sólo destacan en la ética o la te le interesa mostrar que la función
filosofía política. A partir de ahora. primaria del lenguaje no es ésta, sino
cuando hablemos de igualdad, además la comunicativa, y además pretende
de los principios, tendremos un buen defender desde ella una posición uní-
ejemplo al que referirnos. Pero vamos versalísta, Habermas se ha enzarzado
al libro en cuestión. en una batalla conceptual que no pue-
Muy a la teutona, combinando una de ganar si no introduce una nueva
perspectiva histórica con una sistemá- perspectiva. Lafont incluso se la mues-
tica, Cristina Lafont reconstruye ma- tra: abrirse a la olvidada función cog-
gistralmente la evolución conceptual nitiva del lenguaje, a su función de
de la filosofía alemana del lenguaje designación de los objetos del mun-
que desde Harnann, Herder y Hum- do. Ello debe tener, sin embargo, im-
boldt lleva, a través de Heidegger y Ga- portantes consecuencias para algunas
damer, hasta Habermas, Situar en la ideas de Habermas, singularmente para
misma Línea a Heidegger y a Haber- su teoría de la verdad, .su teoría del
mas puede parecerles a muchos una lenguaje y, desde luego, para su con-
provocación, pero la argumentación de cepto de mundo de la vida.
Lafont es tan iluminadora como incon- La argumentación de Lafont, meti-
testable en su núcleo: Habermas ha culosa y paciente, se articula en dos
heredado a través de Gadamer la con- partes. En la primera se progresa des-
cepción del lenguaje renovada por Hei- de Hamann y su crítica al purismo de
degger en el siglo XX pero que se re- la razón kantiana hasta el análisis del
monta a las tres H-H-H, como Ch. modelo de la conversación en la her-
Taylor llama a aquellos pensadores ro- menéutica gadameriana en la que el
mánticos que anticiparon el giro lin- entendimiento entre los hablantes es
güístico de la filosofía contemporánea. posibilitado por la apertura lingüística
Dicha concepción, rechazando la vi- del mundo que funciona como acuer-
sión tradicional del lenguaje como un do sustentador fáctico previo. En la se-
«instrumento» para nombrar cosas en gunda palie, Lafont examina la evolu-
el mundo o para expresar pensamien- ción del pensamiento de Habermas
tos prelíngüístícos, entiende el lenguaje desde los años sesenta hasta el presen-
desde su función constituidora de sen- te para, en el excitante capítulo final,
tido o, como Lafont dice traduciendo ofrecer, como señalábamos, una salida
el término alemán Welterschliessung a los dilemas de la teoría de la acción
estándar en las discusiones actuales, comunicativa con apoyo de la teoría
su función 'abridora de mundo'. Esta de la referencia «directa» de Donnellan
es la función que alzaprimó, absolutí- y Putnam, Resulta imposible resumir
zándola, Heidegger al mostrar que len- en unas pocas lineas todo este impre-
guaje y mundo son lo mismo pues sólo sionante camino argumentativo; sin
en el lenguaje aparece «algo como embargo, creo que los momentos fun-
algo», los entes adquieren un sentido.
En Heidegger ello conducía a un rela-
tivismo e idealismo lingüísticos según * Lafont es la primera española que se ha atre-
el cual «el lenguaje habla» con carác- vido a explicarles Heidegger a los alemanes. Véa-
ter normativo, esto es, cada apertura se su libro, originado en su tesis doctoral Sptuche
und Welterschliessung. Die linguistische Wende der
lingüística del mundo resulta constitu- Hermeneutik: Heideggers, Francfort, Suhrkamp,
tiva, irrevisable y «fundadora de la ver- 1994.

210 15EGORfAl10 (1994)


CR(TICA DE LIBROS

damentales del mismo se podrían des- unitario para todo aquello que puede
granar como sigue. aparecer intramundanamente, los ha-
1) El giro lingüístico de la filosofía blantes que comparten esa apertura del
tanto en la tradición alemana como en mundo lingüística pueden referirse a
la anglosajona ha traído el reconoci- un mundo igualmente unitario (p. 16).
miento del carácter simbólicamente 3) Este supuesto clave refleja una
mediado de nuestra relación con el comprensión del lenguaje determinada
mundo. El lenguaje sustituye la activi- principalmente desde su función de
dad sintetizadora del yo trascendental predicación. Pero dicha comprensión
a la vez que el mundo en sí unitario de lleva consecuencias indeseables. Pues,
los entes deja de ser el garante de la o bien como en el caso de Russell,
objetividad de la experiencia de los su- Strawson o Wittgenstein, lleva a las
jetos. Ello implica entonces un cambio contradicciones de la teoría tradicional
radical en el concepto de mundo. Aho- de las descripciones definidas o de la
ra el «mundo» aparece ya sólo de un cluster-theory, las cuales implican una
modo mediato como el conjunto de es- epistemologízacíón de la referencia,
tados de cosas sobre los que 105 ha- esto es, la tesis de que referir quiere
blantes se comunican. La objetividad decir identificar unívocamente; o bien
de la experiencia queda ahora proble- si se mantiene alguna forma de holis-
matizada de un modo totalmente nue- mo del significado, como parece inevi-
vo, pues podremos pensarla sólo en la table, entonces nos vemos arrastrados
medida que respondamos a la pregun- por el relativismo de las aperturas de
ta de cómo es posible que los hablan- mundo de los lenguajes como en el
tes conversen sobre lo mismo. caso extremo de Heidegger. En Haber-
2) Los autores alemanes que Lafont mas la aceptación de esa tesis conduce
discute comparten con Frege, Russell y a las inconsistencias de su análisis,
buena parte de los autores de la tradi- central en Ia teoría de la acción comu-
ción anglosajona el supuesto clave de nicativa, de la relación entre significa-
lo que la autora llama «la preeminencia do y validez. Demoledoras son las pá-
del significado sobre la referencia». Se- ginas que Lafont dedica a las explica-
gün este supuesto (intensíonalísta) la ciones de este autor sobre la preten-
identidad del significado (intensión) ga- sión de validez «inteligibilidad» que
rantiza la identidad de la referencia quiere en vano junto a las de verdad,
(extensión). Esto quiere decir lo si- veracidad y rectitud normativa, o a la
guiente: el lenguaje cumple una fun- idea de que la instancia de control del
ción de apertura del mundo a través de saber de fondo, proveniente de la aper-
la constitución de sentido, esto es, a tura lingüística del mundo, y que per-
través de los significados lingüísticos mite la comunicación entre hablantes,
que los hablantes comparten tras el tiene que ser la problematización dis-
aprendizaje de una lengua y que garan- cursiva del mismo. Lafont demuestra
tizan la identidad de la referencia de que para que algo sea verdadero, veraz
los signos utilizados por ellos. El «sig- o recto primero tiene que tener sentí-
nificado» supone, pues, tanto un saber do; sólo cuando los hablantes están ya
disponible para todos los hablantes de acuerdo (como siempre sostuvo la
como un mecanismo garantizador de la hermenéutica) en el marco interpreta-
referencia de los términos. En la medi- tivo desde el que considerar aquello
da en que ese «saber del significado» sobre lo que buscan un entendimiento
proporciona el marco de referencia y, por tanto, cuando se cercioran con

ISEGORlAl10 (1994) 211


CRíTICA DE LIBROS

ello de que hablan sobre «lo mismo», pone distinguir, siguiendo a Donne-
pueden poner en cuestión la verdad, la Han, dos formas de designación: el uso
veracidad o la rectitud de las opiniones atributivo de las expresiones y el uso re-
del otro sobre ello (d. pp. 191-225). ferencial. Tomemos el enunciado «el
Habermas, pues, se ve arrastrado tam- asesino de Smith está loco». Hacemos
bién por las consecuencias de la adop- un uso atributivo de la descripción de-
ción de la tesis de la preeminencia del finida «el asesino de Smith» cuando
significado sobre la referencia: la hi- hacemos un juicio sobre aquella perso-
postatización del lenguaje inherente a na que haya asesinado a Smíth, sea
la consideración del mismo como res- quien sea; por otra parte, es posible
ponsable de la apertura del mundo. también emitir un juicio sobre el com-
4) Lafont se resiste a asumir la idea portamiento de aquella persona "que
contraintuitíva de que el lenguaje deci- está siendo culpada por el asesinato de
de a priori sobre lo que puede apare- Smith en un juicio, es decir. que cons-
cer en el mundo previamente y con en- ta como asesino de Smith, sea cual sea
tera independencia de lo que ocurra de la forma correcta de describirla. En este
hecho en éste. Su razonable intuición segundo caso estamos ante un uso re-
es que tiene que haber algún mecanis- ferencial de la descripción, que se ca-
mo plausible por el que el lenguaje in- racteriza por el hecho de que la refe-
cluya su propia revísabílídad, lo que es rencia puede tener éxito aunque la
central en los procesos íntramundanos descripción no sea acertada porque en
de aprendizaje. De otro modo no pare- realidad Smith tuvo un accidente. Éste
ce muy claro cómo es posible que la es un modo «directo» de referir, un
especie humana no haya sucumbido medio para destacar a un determinado
hace tiempo con semejante capacidad referente de .entre todos los demás,
adaptativa. Lafont propone evitar la hi- para decir algo sobre él y no sobre
postatización del lenguaje renuncian- aquel del que sea cierta la descripción.
do a esa tesis del carácter «constitutí- sea quien sea. En este caso la atribu-
vo» de la apertura lingüística del mun- ción resulta corregible, como ocurre en
do sin negar ésta, sin abandonar el general en las descripciones de las
giro lingüístico ni negar el carácter ho- ciencias empíricas, que mantienen
lista de la comprensión del significado. siempre la distinción entre teoría y
Para ello, y en el último capítulo de su realidad, lenguaje y mundo corno posi-
trabajo, Lafont propone explicar el ca- bilidad de aprendizaje y revisabilidad
rácter revisable de las aperturas del del saber. Desde esta perspectiva se
mundo mediante una recuperación de pone de manifiesto el potencial de ra-
la dimensión designativa del lenguaje, cíonalidad inherente a la función de-
el cuestíonamíento de la tesis de la signativa del lenguaje. sin poner por
preeminencia del significado sobre la ello en cuestión la función de apertura
referencia, y la defensa de lo que deno- del mundo del lenguaje. Como Lafont
mina una teoría de la «referencia di- escribe, nuestro acceso al mundo (o a
recta" inspirada en autores como Put- los referentes) está siempre [dcticamen-
narn, Donnellan y Kripke. * Lafont pro- te prejuzgado por la elección de los me-
dios lingüísticos con que nos referi-
mos a él, Pero, en la medida en que
* Otra exposición de sus puntos de vista se hemos aprendido a utilizar referencial-
puede encontrar en C. Lafont, .Welterschliessung
und Referenz», Deutsche Zeitschrift [ür Philoso- mente dichos medios, merced a la fun-
phie, 4113 (993), pp. 491-507. ción designativa del lenguaje, podemos

212 ISEGORINto (1994)


CRíTICA DE LIBROS

distinguir contrafdcticamente entre el más interesante sería ver si al menos


mundo supuesto como independiente una dimensión de la verdad del arte o
de éstos y las atribuciones implícitas de la rectitud de las normas tiene que
(o el «saber de fondo») subyacentes a ver con el uso referencial del lenguaje,
dichos medios lingüísticos (p. 251). Así esto es, con la experiencia, con los pro-
es posible a los hablantes suponer que cesos intramundanos de aprendizaje,
se refieren a «lo mismo» aun cuando lo cual parece también una intuición
sus interpretaciones al respecto varíen que no acaba de abandonarnos en esta
y, por ende, un concepto reflexivo de era de la realidad virtual.
mundo. Otro asunto sobre el que habrá que
La propuesta de Lafont no carece de pensar seriamente es hasta qué punto,
consecuencias. Por lo pronto, implica con esta estrategia explicativa, se corre
volver a alguna forma de teoría de la el peligro de introducir nuevas versio-
verdad como correspondencia, cosa nes de viejas dicotomías que la filoso-
que a muchos les parecerá un retroce- fía delsiglo XX y particularmente la fi-
so inadmisible, pero lo cíerto es que losofía lingüística ha combatido. Por-
responde a una intuición persistente que giro lingüístico es igual a antipla-
que no nos ha abandonado por más tonismo. Pero si introducimos la teo-
que la nuestra sea la época de la ima- ría de la referencia directa y reformu-
gen del mundo y la técnica: la de que lamas una teoría de la verdad como
lo que se dice es verdadero si realmen- correspondencia, ¿qué ocurrirá con
te es lo que se dice. Esta teoría esto- aquellas expresiones que por defini-
davía un futurible pero se puede anti- ción no son revisables y que Kant lla-
cipar que se distinguirá de las anterio- mara ideas, esos temas inevitables de
res por su refinamiento y la imperiosa la razón humana? La libertad, la dife-
necesidad de conectar nuevamente las rencia, lo no-idéntico no son contrasta-
distintas pretensiones de validez, por bles. ¿En qué medida hay un saber en-
decirlo habermasianamente. En este tonces de la razón y uno del entendi-
sentido, en la parte final de su libro, la miento, para seguir hablando kantia-
argumentación de Lafont, aunque qui- namente? ¿Cómo hemos de relacionar,
zás ello sea una apreciación precipita- pues, el saber acreditado por la expe-
da, tiene una inquietante tonalidad riencia con aquel que no ]0 está por-
mayor de cientifismo. Supongo que en que no lo puede estar más que acaso
una primera etapa eso es inevitable, indirectamente como le ocurre en bue-
pero precisamente ]0 potente y prome- na medida a la propia filosofía? ¿Se-
tedor de su posición está en el carácter rán a partir de ahora predicación y
global con que en principio se plantea. designación, lo atributivo y 10 referen-
Lafont tiende a pensar con demasiada cial, las nuevas dicotomías con las que
ligereza que en el mundo del arte y la la razón y la experiencia se nos pre-
literatura o en el mundo social del de- sentan?
recho o la moral se hace casi siempre
un uso atributivo del lenguaje. Pero lo Gerard Vilar

ISEGORfAlto (1994) 213


CRITICA DE LIBROS

INTEGRISMO: EL MAL Y LA ESPERANZA

ANDRÉ GLUCKSMANN: El undécimo traza que conduce a esa sugerente pro-


mandamiento (trad. de Anna puesta ética para tratar de reflejar el
Poca Casanova), Barcelona, contenido de la misma.
Península, 1993,269 pp. En el punto de partida está «la intui-
ción de que existe lo indigno»; junto a
El undécimo mandamiento es un ensa- ella, la crítica hacia la filosofía que
yo sobre ética y política construido ejercen «nuestros modernos visitantes
desde la decepción de un habitante de ruinas [que] ya no razonan: comen-
del siglo xx, antiguo militante del Par- tan; [para ellos] determinar un pro-
tido Comunista Francés, que denuncia, blema es terminar con él lo más pron-
ante la absurda proclamación del fin to posible, cerrarlo como una tumba
de la historia, la presencia incesante y prosperar como sepulturero» (p. 8).
(histórica) del mal, sin renunciar a la Glucksmann se propone "pensar aquí,
serena esperanza fundada en la com- en vida, los acontecimientos vivos»
prensión de la naturaleza originalmen- (ibid.). Son los «acontecimientos vi-
te trágica de nuestra civilización y vos» los que guían su reflexión y le
esencialmente cosmopolita y solidaria permiten tomar distancia respecto de
de los hombres. los lugares comunes que prosperan en
El libro de Glucksmann está en la lí- buena parte de la filosofía moral con-
nea de sus trabajos anteriores; preten- temporánea. Su análisis del momento
de responder a preguntas comunes e histórico presente procede en dos pa-
inquietantes desde una perspectiva crí- sos: en primer lugar constata que los
tica sui generis (como ejemplo, él pro- hechos desmienten el extendido cánti-
pone las formuladas por el filósofo ru- co al final de la historia: el mal insiste
mano Líiceanu): «¿Cómo fue posible testarudo y la guerra, motor del cam-
Auschwítz? ¿Y el Gulag? ¿Y Katyn? ¿Y bio, no se detiene; en segundo lugar,
la devolución a Stalin de los prisione- busca explicarse por qué nuestro siglo
ros soviéticos? ¿Y el famoso presidio ha engrandecido la guerra y la destruc-
de Pitesi? ¿Y los interrogatorios bajo ción. Advierte Glucksmann que la cau-
tortura? ¿Y los hospitales psiquiátri- sa de aquellos horrores perdurables es
cos? ¿Y la Securitate de los países la inflamación humanista positiva (y
comunistas? ¿Cómo se ha podido ma- no un odio hacia el otro, como cabría
tar, bajo la máscara del humanismo suponer). La primera Gran Guerra es
más radical, la idea misma de la hu- un ejemplo de cómo opera este meca-
manidad? ¿Cómo ha sido posible todo nismo perverso; en ella, la afirmación
esto?". La clave de la respuesta de de los grandes ideales positivos román-
Glucksmann reside en la recuperación ticos nacionales o cosmopolitas condu-
de la «filosofía trágica» (cuyo olvido jo a la absurda destrucción de hom-
culpable denuncia) y su contenido se bres y pueblos, a la conmoción de es-
cifra en un mandamiento nuevo o re- píritus rodeados por un sinsentido en
novado, el undécimo, que reza así: el que participaban. Glucksmann escri-
«que nada de lo que es inhumano te be gráficamente: ."Aristóteles murió en
sea extraño», y en un contradictorio 1914, él, que asignó a cada ser natural
principio para la ética: el principio del una patria, en la que la tensión se dis-
mal. Trataremos de recorrer con él la tiende, donde el movimiento se acaba

214 ISEGORIAI10 (1994)


CRfTICA DE LIBROS

y reposa... ». Porque aquella guerra Hitler, el apoyo de Castro a la dictadu-


mostró que la convulsión puede ser ra argentina en la guerra de las Malvi-
perpetua (pues se perpetúa en los cora- nas, etc.) ¿cómo fueron posibles si no
zones de los desarraigados), sin fin y es suponiendo un «cortocircuito revo-
sin sentido. El drama de este siglo nos lucionario-conservador», una síntesis
enseña a desconfiar incluso de las bue- que recuerda más a Hegel que a sus
nas intenciones, de la buena voluntad. sucesores y que se explica sólo si re-
Pero entonces ¿qué asidero le queda a cordamos que «las grandes insurrec-
la ética? Si un sujeto desarraigado no ciones de este siglo son mundiales y
puede proporcionar un fundamento se- revolucionarias por su negación y por
guro desde su autonomía y los hechos el levantamiento de tabúes que su doc-
muestran que la buena intención pue- trina legitima. [Pero a la vez] son con-
de ser contraproductiva hasta tal pun- servadoras y autóctonas en la afirma-
to, y que nadie (ni el mejor intenciona- ción, por la violencia masiva y ances-
do) está libre de culpa, ¿quedará la éti- tral que desencadenan» (p. S8)?
ca reducida a un mero fingimiento? ·3) La otra gran falacia del integris-
(¿Se puede edificar una moral cual- mo consiste en su pretendida existen-
quiera reconociéndose inmoral hasta cia positiva. Glucksmann advierte que
este punto? [...] ¿Qué nos queda es- el integrismo existe sólo por su capaci-
perar de humano si nada de 10 que dad de aniquilación de otros y propia.
es inhumano puede sernas extraño?» Pero este «autísmo» significa que su
(pp. 60-61). existencia no da testimonio de nada
El siglo XX ha fomentado, frente a que no sea él mismo, su guerra no se
esta 'desmoralización', una «solidari- subordina a fin alguno que no sea el
dad contra el agresor» que denomina- mantenimiento del propio credo inte-
mos integrismo. Glucksmann proyecta, grista.
sin embargo, fundar una «solidaridad Cabría preguntarse, sin embargo,
de los conmocionados» (p. 61). Proyec- cómo puede un integrismo falaz con-
to ineludible una vez que se desenmas- vertirse en el modo de pensar de una
caran las tres farsas del integrismo: buena parte del planeta. Glucksmann
1) La idea de que el integrismo es cifra ese éxito en la explotación de un
ajeno a Europa o antieuropeo. Los «polvorín antropológico»: la recupera-
movimientos europeos (fascismo y co- ción de viejas y reconfortantes tradi-
munismo sobre todo, pero no sólo) ciones europeas: el antisemitismo, el
han servido de prototipo del integris- antíamerícanísmo, el odio a la burgue-
mo, le han dado argumentos y armas y sía, el esoterismo, milenarismo y uto-
han conformado su modo de pensar. Y pismo y, sobre todo, una pretendida
esos movimientos europeos 10 son en teoría científica que demuestra un
un sentido profundo: son el producto fundamento «verdadero» de aquellas
de Occidente. Nuestro producto. tendencias ideológicas. Todas estas re-
2) La afirmación de que el integris- cuperaciones son reconfortantes por-
mo es radical políticamente; que hay que remiten al fundamento sólido que
un integrismo de izquierdas y un inte- las metafísicas especiales hallaban en
grismo de derechas que se oponen po- Dios, el Alma y. el Mundo. Estas meta-
líticamente. Glucksmann aporta prue- físicas perecieron a manos de «los pen-
bas históricas: las aberrantes alianzas sadores del ser», pero su mismo sepul-
militar-políticas de este siglo que todos turero, Heidegger, dejó la rendija por
recordamos (la alianza entre Stalin y donde volverían a introducirse, porque

ISEGORíA/l0 (1994) 215


CRíTICA DE LIBROS

el pensamiento del ser desengaña y de- atridas y Hegel, conciben el conflicto


sespera, mientras el pensamiento inte- trágico a partir de su solución. pero
grista edifica: sobre la idea de Dios y la ese privilegio (el pretender que es posi-
Verdad del lenguaje la seguridad de la ble una solución) contradice. según
palabra revelada, de la Religión verda- Glucksmann, la tragedia misma. La so-
dera; sobre la idea de Alma, considera- lución trágica del conflicto no es tal
da como Una, el mito de la Raza Pura; solución, sino la instauración perma-
sobre la idea de Mundo, la seguridad nente e insoluble del conflicto. El prin-
que se asienta en el Trabajo que hay cipio de la filosofía trágica, olvidado
que rescatar de su hurto y su tergíver- por Occidente, es negativo, es una
sación como producto, para sacarlo a mera regla de supervivencia en vez de
la luz del Bien. En resumen, la índole una regla positiva para la «vida buena»
metafísica del integrismo se cifra en como los maestros nos hicieron creer:
que «la angustia que nos vincula al sólo desde la injusticia se puede recla-
mundo (al ente en su conjunto) es me- mar justicia, sólo en la enfermedad re-
tafísicamente generaL [Mientras] las conocernos la salud (corno ausencia de
respuestas que aportan los diversos in- aquella). El mal se conoce directamen-
tegrismos son metafísicamente espe- te (es lo inmediato) mientras el bien
ciales» (p. 158). anhelado se entreve problemáticamen-
La teoría metaintegrista de Glucks- te. Y tras el reconocimiento de que
rnann no es optimista: desvela los ope- no existen soluciones quiméricas, la
radores «en los que toda ideología profunda sabiduría trágica se afirma
extrae lo esencial de su iluminación» como la más fuerte.
(p. 167), pero al mismo tiempo recono- Ésta es la conclusión: al igual que el
ce su tenible eficacia. verdadero saber matemático occidental
No hay culpables (u Occidente ente- nace en la negación insoluble y én la
ro es culpable) del ascenso del integris- aceptación de 10 imposible (cuando no
mo, pero sí es posible señalar algunas hay más remedio que reconocer que la
razones difusas: para Glucksmann so- diagonal del cuadrado de lado 1 no es
mos herederos de una incorrecta recu- ni par ni impar, pues la obstinación en
peración de la "filosofía trágica» a tra- el intento de resolver el problema lle-
vés de Nietzsche y Hegel. Nietzsche varía a la locura), así la sabiduría ética
creyó ver que la tragedia había sido sólo puede provenir de la admisión del
preterida por la filosofía y la buscó mal constante, aunque parezca imposi-
más acá de ésta, en lo anterior, en la ble. Así, la justicia se reclama trágica-
cerrada armonía arcaica, representada mente desde la injusticia, la salud des-
por los muros de Tebas, en cuyo inte- de la enfermedad. La tragedia enseña
rior acontece entero el drama civil y que el mal se conoce directamente,
ético: todo el orden y todo el caos. He- mientras que el bien anhelado se vis-
gel creyó vislumbrar que el orden pri- lumbra problemáticamente. Sólo esta
mitivo sólo era alcanzable más allá de admisión permitirá que la experiencia
la historia y de la filosofía. mediante el individual y colectiva se fundan y así
combate a muerte con esa misma ra- instaurar una ética de supervivencia
zón que lo negó, como Argos halló su basada en la solidaridad de los conmo-
orden perdido en la guerra contra Tro- cionados.
ya, saliendo fuera de sus murallas y Según esta visión, la ética se asienta
cometiendo los más horribles críme- en la constatación de lo inhumano, del
nes. Unos y otros, tebanos y Nietzsche, mal, en el interior del sujeto moral y en

216 ISEGORfA/10 (1994)


CRíTICA DE LIBROS

el seno de Occidente: sólo un principio realizar valor alguno. Pero es un man-


negativo exhibe poder suficiente para damiento que no niega los demás:' «ver
sostener un proyecto ético sin otros asi- lo negro no es verlo todo negro», re-
deros. Se trata ahora de una ética de cuerda Glucksmann. Parece estar con-
supervivencia, una ética de todos con- vencido de que esa persecución de la
tra todos, disuasoria; su fundamento es verdad del mal hasta hacerlo confesar-
horizontal, no vertical. No hay princi- se en nosotros mismos -en ello consis-
pio superior a la «solidaridad en el te la filosofía trágica- permítírá «el
mal». Su mandamiento: «Que nada de ejercicio de una solidaridad de conmo-
10 que es inhumano te sea extraño» no vidos por la invención de una ética de
ordena hacer, sino mostrar; mostrar el la disuasión».
mal por doquier, aceptar la parusía del
mal, decir su verdad antes que tratar de Pedro Francés Gómez

RAZÓN Y SINRAZÓN DE ESTADO

YVES-CHARLES ZARKA (ed.): características del Estado de Derecho.


Raison el deraison d'État. Yves-Charles Zarka, investigador del
Théoriciens el théories de la raison C.N.R.S. francés, y director y coautor
d'État aux XV/e et XVlle siecles, del libro que es objeto de este comen-
París, Presses Universitaires tario. observa acertadamente que la fi-
de France, 1994,436 pp. losofía política actual se ha centrado
más bien en la cuestión de los dere-
El térmíno «razón de Estado» aparece chos del hombre y del Estado de Dere-
vinculado, en su uso corriente, a la cho, relegando por ello la de la razón
concepción de la política propia del de Estado. En efecto, la noción ordina-
Machtpolitiker, para el que cualesquie- ria de razón de Estado choca con la
ra medios son válidos con tal de conse- perspectiva de una filosofía política
guir el objetivo primordial del acceso, orientada más bien hacia la crítica del
la conservación o el acrecentamiento poder (pues parte de la presunción de
del poder, y para quien siempre hay su ilegitimidad), y a la demanda de
razones -las de la razón de Estado- una sociedad sin dominación, que a la
para justificar la transgresión de las reflexión sobre las condiciones de su
normas morales y jurídicas. La invoca- ejercicio.
ción del interés público que connota el y sin embargo, sólo desde la pers-
término no sería sino la máscara que pectiva eticísta del «alma bella», que
encubre el desprecio del derecho y de refugiada en su atalaya intelectual cla-
la moral en una política reducida a ma en vano desde ella contra la sórdi-
mera lucha por el poder. La máscara da realidad de la política, es posible ig-
de la sinrazón de una práctica política norar la reflexión sobre la problemáti-
en realidad injustificable. ca implicada en el término «razón de
Así entendida, la razón de Estado Estado». Pues esta expresión mienta
corresponde a una política de opaci- una problemática más amplia y rica
dad y arbitrariedad, antitética de la pu- que la que manifiesta su uso cotidiano.
blicidad y generalidad de las normas No atañe sólo a la hipertrofia del po-

ISEGORíN1D (1994) 217


CRfTICA DE LIBROS

der, a su lado demoníaco, sino a pro- Son muchos los interrogantes abier-
blemas permanentes de la política, que tos a la investigación histórica, ocupa-
se manifiestan con particular drama- da en desentrañar las causas de la apa-
tismo en la época de las teorías de la rición del término y de su fortuna en
razón de Estado. Tiene que ver con la el momento del tránsito del siglo XVI al
necesidad de ordenar la acción de go- XVII, su relación con la mutación del
bierno, de introducir un conjunto de espacio político, su significación en el
conocimientos, medios y reglas de ra- cambio de paradigma en la teoría polí-
cionalidad política, necesarios para la tica, y la diversidad de acentos en el
consecución del objetivo que es condi- concepto según los países y los contex-
ción de cualquier otro: la conservación tos. El hecho de que muchos de los es-
del Estado. instrumento indispensable critos sobre la razón de Estado no al-
de la salus populi. El reconocimien- cancen la altura teórica de los grandes
to de la prioridad de esta finalidad, clásicos no resta valor a su aportación
junto con la consideración de las con- a la comprensión de la política y el po-
diciones efectivas de la práctica políti- der en las sociedades modernas, que
ca, constituyen las premisas de una requiere la referencia a su genealogía,
concepción de la política que se ubica como mostró Foucault.
incómodamente entre la referencia al Este volumen agrupa trabajos de al-
objetivo último -el bien común- y la gunos de los más destacados protago-
tendencia a autonomízar el fin instru- nistas actuales de esta tarea de recons-
mental de la conservación y acrecenta- trucción histórica, algunos de ellos a
miento del poder; y que ha de soportar su vez autores o editores de libros re-
la tensión entre principios éticos y es- cientes sobre la razón de Estado: es el
trategias políticas. caso de Baldini (Botero e la «Ragion di
Así pues, la noción de razón de Esta- Stato», Florencia, 1992), Borrelli (Ra-
do resulta más compleja y cargada de gion di Stato e Leviatano, Bolonia,
significaciones de lo que el uso trivial 1993), Lazzeri (Le pouvoir de la raison
del término sugiere. Y para explorar el d'État y Raison d'État, rationalite et po-
universo semántico de la razón de Es- litique, París, 1992), Senellart (Machía-
tado, para volver a pensar los proble- vélisme et raison d'État, París, 1989), y
mas que implica, nada mejor que re- Stolleis (Staat und Staatsrdsort in der
mitirnos a su historia. Este libro está frühen Neuzeit, Francfort, 1990). A
escrito con el convencimiento de que ellos se suman otros especialistas, par-
la razón de Estado no es sólo un as- ticipantes en el seminario organizado
pecto permanente del pensamiento po- por el grupo de investigación sobre la
lftíco, sino también un fenómeno his- filosofía moral y política del XVII que
tórico singular: a partir de la publica- dirige Zarka durante el curso 1991-92.
ción del tratado Delta ragion di Stato, En conjunto, constituyen una buena
de Botero (1589), proliferan durante muestra del interés existente respecto
algunas décadas por toda Europa (y al tema de la razón de Estado, y del
también en España) discursos, trata- nivel alcanzado por la investigación so-
dos y panfletos que abordan, desde bre el mismo.
perspectivas diferentes, el tópico de la La investigación sobre la razón de
razón de Estado. El conocimiento de Estado tiene como punto de partida
esta variada producción ayuda a orien- obligado el libro de Meinecke sobre el
tar y precisar la reflexión sobre la te- tema La idea de la razón de Estado en
mática de la razón de Estado. la Edad Moderna (1924). Pero, como

218 ISEGORfMO (1994)


CRíTICADE LIBROS

advierte Stolleis en el capítulo que ci6n a la teología, a cualquier precio


abre el volumen, la investigaciónac- -como lo muestra la expulsión de los
tual sobre esta problemática (de la moriscos-, la actitud ambigua de al-
cual ofrece una amplia referencia), no gunos detractores de Maquiavelo que
sólo descubre importantes lagunas y practican un maquiavelismo encubier-
desequilibrios en la exposición de Mei- to, y el tacítísmo, que representa una
necke, sino que deja en entredicho su conciencia lúcida de la necesidad de
supuesto básico: que la razón de Esta- abordar racionalmente los problemas
do es una propiedad de la institución del gobierno y tolerante de la libertad
estatal, una esencia intemporal encar- de conciencia. .
nada en los avatares históricos de la La indagación sobre la razón de Es-
vida del Estado. Por el contrario, tanto tado nos conduce a los autores decisi-
la práctica como la teoría de la razón vos para la génesis del concepto. Ante
de Estado se nutren de los contextos todo, desde luego, a Maquíavelo, ob-
diversos en los que se producen, lo que jeto de numerosas referencias en este
da lugar a concepciones diversas y aun volumen, y de un capítulo de Vasoli
enfrentadas; porque, subraya por su que pone en tela de juicio la convic-
parte Senellart, la noción misma es un ción generalizada de que el florentino
arma de combate. No puede articular- es el creador de la concepción de la
se del mismo modo en Alemania, ca- política basada en la razón de Estado.
rente de un centro de poder unificado, Pero también a Botero, que elabora la
que en Francia, donde la configuración primera teoría sistemática de la razón
de un Estado moderno está mucho de Estado, y abre la vía a una concep-
más adelantada. Puede decirse (Gau- ción alternativa de la razón de Esta-
chet) que la teoría de la razón de Esta- do, centrada en la racionalización de
do viene a explicar y justificar (o criti- la actividad de gobierno (Zarka). El
car) una práctica ya dada, y una nueva documentado y preciso trabajo de
configuración del espacio político, ba- Baldini sobre Lucínge, y los de Ger-
sada en el Estado pacificador emer- mana Ernst sobre el antímaquiavelís-
gente. mo de Campanella, y de Zarka sobre
El polimorfismo de la literatura so- Naudé, exponente de una teoría fun-
bre la razón de Estado se pone de ma- dada sobre el supuesto limite de la
nifiesto en las contribuciones de los necesidad extrema, completan este
mencionados Gauchet, que muestra la apartado.
presencia de la razón de Estado en la Cierra el volumen el examen de la
política francesa, y Senellart, que ilus- posición ante la problemática de la ra-
tra al lector sobre la especificidad de la zón de Estado de algunos grandes pen-
literatura alemana de la razón de Esta- sadores políticos del XVII. Así, ¿no sería
do, así como en las de Borrellí, dedica- Hobbes un portaestandarte de la razón
da a la evaluación de la presencia del de Estado? Para Tríomphe, la teoría
aristotelismo en los tratados italianos política hobbesiana, al fundarse sobre
sobre el tema, y el hispanista Méchou- la necesidad, excluye a priori el artifi-
Jan, que da cuenta de las actitudes de cio de la distinción entre Estado de
la literatura política española ante la Derecho y estado de urgencia. Tampo-
razón de Estado: el antimaquiavelismo co Spinoza sería, pese a las aparien-
cerrado de quienes, como Quevedo, cias, un defensor, sino más bien un
aferrados a una visión providencialista crítico de las teorías de la razón de Es-
de la política, proclaman su subordina- tado en la medida en que desplaza la

ISEGORíAl10 (1994) 219


CRíTICA DE LIBROS

racionalidad política a las estructuras mía del poder estatal, más bien ame-
institucionales (Lazzerí), En cualquier naza de sinrazón que garantía de segu-
caso, no es posible eludir el problema ridad (Jaume).
de los requerimientos de la salus popu- En suma, publicaciones como ésta
ti, como lo muestran el caso del repu- muestran que la reconstrucción del pa-
blicano moralista Harríngton (sobre sado no es una afición de eruditos,
quien escribe Borot), las sutilezas de sino una llave para entender y pensar
la argumentación pascaliana sobre la el presente.
obediencia política (Bouchilloux), o las
reservas de Fénelon frente a la autono- Javier Peña

GÉNERO Y NÚMERO: LOS ACCIDENTES DE LA RAZÓN

GENEVIEVE FRAISSE: Musa una forma de vida que difiere de la de


de la razón, Madrid, Cátedra, los hombres como clase (lógica). y por
1991, 224 pp. qué una forma de saber se ha impues-
to sobre la otra. La explicación remite
El viejo problema de la diferencia en- en última instancia siempre a la biolo-
tre los sexos presenta acaso como prin- gía y en ella se queda. Si bien los an-
cipal peculiaridad que no es un proble- tropólogos tienen bastante que decir y
ma. Es una evidencia. Lo que sí consti- enseñar al respecto.
tuye un problema digno de análisis es El libro de Genevíeve Fraísse trata
la interpretación del hecho biológico del viejo problema de la diferencia
dentro del marco de un sistema con- centrado en un contexto histórico muy
ceptual que, de entrada, lo especifica interesante, precisamente el período en
como extraño o peculiar en sí mismo. que se instalan nuevas formas sociales
¿Por qué han sido precisamente los va- y políticas. en los albores de la demo-
rones quienes han establecido ese mar- cracia moderna. Contra todo pronósti-
co conceptual? Probablemente por las co, la Francia postrevolucionaría, que
mismas razones por las que los simios acaba de instaurar la igualdad, frater-
machos se constituyen en jefes de sus nidad y libertad de los ciudadanos, se
grupos. Pero, a diferencia de sus ante- mantiene inamovible en lo que respec-
pasados, el ser humano posee un pro- ta a la exclusión de las mujeres de la
cedimiento adicional a la fuerza o a la vida pública y la persistencia de las
libertad de acción -que pudieran ser formas de vida tradicionales. Fraísse
patrimonio del macho-- para acceder analiza un conjunto de textos, que
al poder, o para inventarlo: el conoci- abarcan desde el ficticio Proyecto de
miento. Haciendo ciencia-ficción ar- una ley que prohiba. aprender a leer a
queológica, podemos presumir, no obs- las mujeres del avieso Silvaín Mare-
tante, que el saber no sería patrimonio chal, hasta textos relativos a la ley del
exclusivo del varón, que, al menos, ha- divorcio, pasando por textos médicos y
bría diferentes tipos de saber de acuer- cartas paternales como las de Joseph
do con diferentes formas de vida. Lue- de Maistre, exhortando a su hija a
go la cuestión es sencillamente por qué comprender las limitaciones y grande-
las mujeres llevan como clase (lógica) zas de su sexo. Frente a ellos, otro con-

220 ISEGORiAl10 (1994)


CRiTICA DE LIBROS

junto de textos, en ocasiones nacidos la suerte de éstas lo que les interesa.


como réplica a los primeros, y otras Desgraciadamente, el acceso de las
veces espontáneamente, marcan las di- mujeres a los derechos vedados por el
rectrices del pensamiento avanzado de varón se produce en el entorno del va-
la época, que concede a la mujer esa rón más próximo. Como es bien sabi-
deseada desigualdad -o casi-, y exi- do, la desigualdad no sólo afecta a las
ge en consecuencia el acceso a lo veda- mujeres con respecto al varón como
do, el saber más que el poder en este clase lógica, sino a todos con respecto
caso. a las clases no lógicas que detentan el
Naturalmente, lo chocante de una poder. Ni siquiera en las democracias
época que ha enarbolado como eslo- los derechos son los mismos para to-
gan la igualdad y mantiene excluidas dos. Evidentemente, no es censurable
de los derechos del ciudadano a las que las mujeres que constituían una
mujeres exige muchas explicaciones y excepción, justamente por ello, se
debates, como en general cualquier preocupasen en seguir siéndolo de al-
forma de injusticia. Pero, como afirma guna manera, y de reivindicar el dere-
la autora, todo se produce en el marco cho a la autoría, a la creatividad, al ge-
de un doble discurso que delata la fa- nio. El feminismo que vino después
mosa doble moral. La permisividad del como movimiento colectivo intentó sin
código civil recién estrenado con el duda corregir por razones obvias los
marido adúltero se traduce en la inju- excesos de la razón.
ria, la burla disfrazada de serio razo- Si en el principio de la modernidad
namiento a lo Marechal, o la interpre- se da tal resistencia a otorgar la carta
tación de los argumentos de las muje- de ciudadanía a las mujeres es, según
res como un discurso no serio, y, en Fraisse, por temor. Miedo a la confu-
última instancia, en la conversión de la sión de los sexos, temor a la rivali-
víctima en culpable y de la actitud de dad, a la competencia, a la supe-
defensa en censurable. rioridad -ésa que predecía el optímís-
El trabajo de Fraísse se centra, pues, ta apologeta Fouríer, Se suponía que la
en textos que giran fundamentalmente, confusión de los sexos sería un desas-
con algunas excepciones, en torno a la tre para las relaciones humanas y la
razón de las mujeres. Se trata de as- familia, algo tan fundamental social-
pectos de un discurso que intenta for- mente, y seguramente se supondría
malizar filosóficamente la exclusión que las virtuales competencia y supe-
sobre la base de la diferencia. Plantear rioridad serían un desastre tout court,
la cuestión de la mujer como la cues- Mejor es por ello, se piensa, que la
tión de su razón es doblemente signifi- mujer se mantenga preferiblemente
cativo en ese momento histórico. Obe- iletrada, parlanchina si se quiere, pero
dece en primer lugar todavía a un «si- en su encierro doméstico; no sirvienta
glo de las luces», y señala una tenden- -no, eso había sido abolido- .sino
cia general de lo que luego ha sido el ama de su casa (recuerden: esclava en
feminismo. al menos en sus inicios: un un trono, dejó escrito Balzac), y ejerza
movimiento burgués, si se me permite su tradicional influencia indirecta por
lo anacrónico del adjetivo. Las heroí- medio de la educación (?) de los hijos.
nas o pioneras, como Mme. de Stael o Que la mujer sea un ciudadano obli-
Constance de Salm -ella es la equívo- cuo en suma.
ca «Musa de la Razóns-c-, no son pre- La aportación documental del libro
cisamente mujeres del pueblo, no es es rica e interesante. Las ideas centra-

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les, por su parte, permiten una refle- Fraisse cierra el libro con la pro-
xión posterior. ¿A qué miedo puede puesta de repensar la diferencia fuera
uno referirse realmente en lo que res- de las alternativas tradicionales: de su
pecta a la desaparición de la diferen- negación a lo Beauvoir, a su afirma-
cia? A la pérdida de identidad, sin ción más o menos histérica, como ha
duda. No de identidad sexual o social, sido la moda de un nouveau [eminis-
sino de identidad metafísica. Excepto me. Pensar la diferencia significa para
precisamente para el caso de las muje- la autora plantearse de nuevo el vie-
res en su tradicional conceptualiza- jo problema de la sexualización de la
ción, la identidad no la otorga el sexo. razón,
La identidad es un bien que se trans- Pero esta interrogación final podría
mite por herencia exclusivamente ma- muy bien tener una respuesta inmedia-
terna, lo saben muy bien los judíos, lo ta. Seguramente las hormonas intervie-
sabían quienes permitían que la mujer nen en las funciones cerebrales, en
tomase la palabra en público para de- igual medida que en otras funciones
clarar cuál de sus dos hijos mellizos orgánicas. Y, seguramente, si la razón
nació primero, y sin duda quienes es- puede preguntarse si es sexuada es
tablecieron la pérdida del apellido de porque puede también dejar de serlo.
las mujeres al contraer matrimonio. Otra cuestión es que esto sea deseable.
Como todo 10 que se da, quien lo otor- Si se debe pensar la diferencia, en todo
ga lo pierde en beneficio del otro. La caso debe hacerse en el marco de una
identidad del hombre en abstracto está revolución conceptual. El feminismo
fundada en la pérdida de la identidad no ha encontrado sus metáforas. Mien-
de las mujeres. tras se mantenga en el viejo sistema
El interés de los varones por aislar y conceptual, seguirá propagando una
convertir a las mujeres en miembros confusión categorial muy grave, que
indeterminados de una especie, sin está en el origen de todos los discursos
posibilidades de singularización o evo- sobre la cuestión de la mujer. Se ha
lución, como las ovejas o los ángeles, confundido un estado transitorio en la
obedece a la necesidad de salvaguardar vida de un ser humano con una esen-
el eogito como garantía de la identidad cia metafísica, un modelo de no-perso-
personal. Metafísicamente hablando, na. La representación de la «nueva
las mujeres saben más de lo que cual- mujer» no tiene nada de nueva. Es
quier varón pueda nunca saber. Saben sencillamente un profesional, un hom-
quién es su hijo. Él sólo sabe quién es bre agresivo con maquillaje y modelo
mediante un acto de fe. Por eso, el de- de pret-a-porter, que se apoya en mu-
bate sobre la razón es en el fondo una chos casos en la existencia de las mu-
ironía. Porque la razón tal como se ha jeres que aún no han accedido a la ca-
entendido y usado no ha sido capaz de tegoría de «nuevas» y solucionan los
proporcionar precisamente aquello que problemas de menaje y prole (cuando
se buscaba a través de ella. No quiere no repiten la tradición postrevolucío-
esto decir que la verdad resida en el naria del celibato como única forma
lrracionalísmo, o en cualquier forma de acceso al espacio público). Es la
denominada [emenina de comprensión. representación, insisto. Pero las imáge-
El miedo a II razón de las mujeres nes crean también conceptos. Y la mu-
sólo se justifica si se piensa que esa ra- jer siempre es algo transitorio tomado
zón puede poner en tela de juicio razo- . por permanente, madre o bella da lo
nes ajenas. mismo. No es extraño que con la mis-

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ma falta de juicio se pidan salarios liberación o justicia. La razón de las


para las «amas de casa» y se permita mujeres ya no es objeto de debate para
que nuestros maridos vean la lV, nadie -aunque no dejen de oírse ecos
mientras nosotras damos un biberón, de los viejos prejuicios que hacen de la
preparamos un roast beef, vigilamos el mujer con intereses intelectuales una
baño de Luisito, y reflexionamos pro- mala madre, cuando no un marima-
fundamente acerca de las formas a cho-, pero acaso debería ser objeto de
priori de la sensibilidad. reflexión para las propias mujeres.
La diferencia no es, en cierto sentido, Si ..feminismo» aludió en un princi-
sino la interpretación utópica de la mu- pio, como nos enseña Fraisse, a una
jer por parte del varón, desmentida día anomalía patológica en los varones, no
a día. La representación del varón por sería de extrañar que nos encontrase-
parte de la mujer, que también existe, mos con algún «machismo» patológico
no es menos utópica. El acceso de las en nuestra propia vecina.
mujeres al espacio público no ha col-
mado las esperanzas de emancipación, Carmen Gonzdle; Marfn

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