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JOSÉ GóMEZ CAFFARENA y JOSÉ cuya noción previa mal se puede ini-
MARíA MARDONES (eds.): Materiales ciar una filosofía de la religión. En su
para una filosofia de la religión. aportación, Raimundo Panikkar, reca-
1: Cuestiones epistemológicas. pitulando sus reflexiones al respecto
ll: La tradición analüica. expuestas en sus innúmeros libros,
III: Estudiar la religión, Barcelona, propone una filosofía «imperativa» de
Anthropos I CSIC, 1992-1993. la religión, que estudie las religiones
para enjuiciarlas, a sabiendas de que
Presentamos al lector español una se- no tiene un punto de apoyo inconmo-
rie de libros que reúnen aportaciones vible fuera del tiempo ni del espacio,
en español a un campo de los saberes y de que descansa en presupuestos
filosóficos, que, si bien lleva cultiván- ínexpresos, y que dialogue abierta-
dose unos dos siglos en otras latitudes mente con las religiones, sin que nin-
intelectuales, en España no ha sido ob- guna se imponga a las demás.
jeto de numerosos estudios. Esta serie No faltan tampoco los estudios par-
constituye un receptáculo de los frutos ticulares sobre autores como Nishida
de esos esfuerzos, llevados a cabo bajo (J. Masiá Clavel) o H. Durnéry (F. de
la égida del Seminario de Filosofía de Caso). Especial atención se presta a
la Religión con sus reuniones quince- autores inscritos en: el espacio filosófi-
nales desde el curso 1987-1988, por co germánico, ya sea con una explicita
desbrozar el multiforme terreno de y sistemática aproximación al fenóme-
esta disciplina autónoma, pero diverso no de la religión, como por ejemplo
del de la ciencia de las religiones o de Cohen y Rosenzweig, en la conferen-
la teología natural. cia dictada por R. Wiebl, quien rastrea
En el primer volumen el interés se el planteamiento dialógico de Rosen-
centra, básicamente, en estudiar los zweig en la filosofía de la religión se-
problemas inherentes a la reflexión gún las fuentes del judaísmo esbozada
sobre el fenómeno religioso. La pri- por el neokantiano Cohen; ya sea a au-
mera contribución expone, de una tores ateos como Bloch (José Antonio
manera clara Y concisa, sin descuidar Gímbernat), Reyes Mate aboga por
el rigor y la exactitud, cuál es el esta- una filosofía de la historia de nuevo
do actual de una disciplina de contor- cuño apoyándose en Walter Benjamín.
nos muy claros dentro de lo que es el Aunque se incluyen estudios sobre
discurso sobre la religión: la fenome- Horkheimer (J.J. Sánchez), Wittgen-
nología de la religión. J. Martín Ve- stein (A. Tomos) y sobre la crítica de
lasco ofrece, además, una valiosa Hans Albert a la teología (J.M. Mardo-
aproximación al hecho religioso, sin nes), se echan de menos estudios sobre
nuevo horizonte para la realización del absconditus (cap. 3). En una y otra ori-
socialismo, se ha establecido entre tan- lla, Bloch se revela siempre heterodo-
to un racionalismo «bien temperado», xo: cálido en su marxismo, ateo en su
que recela fuertemente de la religión (y esperanza.
no sólo, por cierto, de la reclamada Desde estas premisas (cap. 4) Bloch
por los neoconservadores) y sólo acep- lleva a cabo una lectura materialista,
ta una utopía «racional» que se va re- desteocratizadora, del judaísmo-cristia-
velando peligrosamente como utopía nismo, que J.J. Tamayo expone detalla-
del presente o, a lo sumo, de un posi- damente en los cuatro capítulos si-
ble mínimamente utópico. guientes (mesianismo judío, mesianis-
La denominada posmodernidad, fi- mo jcsuáníco, mesianismo escatológi-
nalmente, no quiere saber nada de filo- co en la historia del cristianismo, sin-
sofía de la historia y ha disuelto ya, gulannente en Thomas Müntzer). El
consecuente, la utopía en un nihilismo autor muestra cómo el hilo rojo, el
estético, cuando no en simple cinismo. nervio que guía la lectura de Bloch es,
En este clima de vientos disutópicos en todo momento, la búsqueda y la li-
e interesado renacer religioso, el pre- beración del elemento utópico-emanci-
sente libro de Juan José Tamayo sobre pador oculto y reprimido bajo la cás-
el pensamiento de Ernst Bloch puede cara de ese inmenso mundo simbólico.
resultar del todo extemporáneo; pero Elemento -piensa él- que integra en
lo es justamente porque su contenido, sí y realiza históricamente el marxis-
como un contrapunto, arroja una luz mo. La verdad de la religión y la ver-
capaz de levantar buena parte de la dad del marxismo convergen, más allá
niebla que cubre el presente. de la ortodoxia y el poder de uno y
El libro, cuyo título define ya, de otra (que se empeñan en encubrirla y
entrada, el pensamiento en cuestión, doblegarla), en la utopía de la plenitud
al vincular religión y razón mediante humana, del horno absconditus. El en-
la componente esperanza, es una sín- cuentro de marxismo y religión en
tesis ágil y clara de un estudio deta- Bloch es, en este sentido, enriquecedor
llado y crítico de la interpretación y para ambos, como sostiene J. Tamayo.
asimilación, por parte de Bloch, de la Esa verdad -subversiva- tanto del
tradición mesiánico-escatológica del marxismo como de la religión: la uto-
judaísmo-cristianismo en su propio pía incondicional de la plenitud huma-
pensamiento utópico, en su marxismo na, está, sin embargo, seriamente ame-
cálido. nazada por el límite infranqueable de
Tras analizar las bases desde las que la muerte, la realidad dísutópica por
Bloch se acerca a ese mundo simbóli- excelencia, como la designó Bloch.
co preñado de utopía: su filosofía ma- Pero éste no se resignó ante ella. Des-
terialista de la esperanza (utopía his- de un principio la asumió con honra-
tórico-concreta, conocimiento antici- dez y seriedad y buscó a lo largo del
pador, ontología de la materia como camino, también más allá del marxis-
no-ser-todavía y posibilidad, esperanza mo oficial y de la religión dogmática,
como principio) (cap. 2), el autor pone diversas salidas para la utopía (cap. 9).
de relieve la singularidad de la crítica J.J. Tamayo observa al principio de
blochiana a la religión como ateísmo su estudio cómo la filosofía de la espe-
que hereda lo mejor de ella, su mo- ranza de Bloch fue recibida y asimila-
mento de verdad, la utopía incondicio- da con mayor entusiasmo -y no siem-
nal de la plenitud humana, del horno pre con la debida distancia crítica-
por parte de la teología que por parte por parte de los neoconservadores. Sin
del propio marxismo. Evidentemente, lugar a dudas, es Bloch -y no ellos-
por parte de una determinada teología el que, como reitera Tamayo, ha sabí-
cristiana: de aquella, en concreto, que, do descubrir y valorar lúcidamente el
despertada de su sueño dogmático y momento de verdad de la religión -su
de su aislamiento hist6rico por la fuer- núcleo utópíco-emancipador-c-, que la
za de esa misma filosofía, redescubrió razón moderna haría bien en «here-
la potencia utópico-emancipadora de dar» (asumir críticamente, al menos
la propia fe y se hizo, en consecuencia, como horizonte) para avanzar hacia
teología de la esperanza y de la histo- un mundo humano. La verdad de la
ria. El autor, uno de los mejores cono- religión no consiste en favorecer la le-
cedores de esa teología, expone, para gitimación del. interés propio, sino en
concluir su estudio, detallada y crítica- expresar simbólicamente el horizonte
mente los pasos y las diversas facetas supremo, la utopía incondicional, el
de este encuentro, al hilo, especial- ultimum. de la plenitud humana. El es-
mente, de la teología de J. Moltmann, tudio de J.J. Tamayo despeja, a este
El estudio se cierra con una recapi- respecto, toda ambigüedad, y no es
tulación y una valoración global crítica poca la que enturbia las posiciones en
de la filosofía de la esperanza de Bloch una y otra orilla.
(cap. 11), que nos da pie para un breve Hay, sin embargo, en la relígién un
diálogo crítico con su autor, atendien- momento que podemos denominar
do a algunas demandas del contexto «conservador», que pertenece también,
histórico en el que situábamos su estu- sin duda alguna, a su verdad y al que,
dio y sobre el que éste puede resultar no obstante, Bloch no prestó la misma
iluminador. atención que al momento utópico. Me
El propio autor abría su estudio ex- refiero al momento del anhelo de justi-
presando la convicción de que la fílo- cia plena y universal no cumplido,
sofía de la esperanza de Bloch, en pendiente en la historia; anhelo al que
cuanto heredera del núcleo utópico- no sólo ninguna realización hist6rica
emancipador de la religión, puede con- de la utopía, presente o futura, sino
tribuir esencialmente al debate actual tampoco el ultimum de la plenitud hu-
sobre la herencia y la realización de la mana podrá dar cumplimiento porque
Ilustración, de la razón moderna, fren- siempre llegará ya tarde. Ese momento
te a la reducción de ésta a razón íns- de verdad de la religión, que Horkheí-
. trumental, que termina finalmente en mer y Benjamín sí captaron y reclama-
nihilismo. Y apoya esa confianza en la ron con tanta lucidez, pone un contra-
convicci6n previa, manifestada ya por punto importante a la linearidad «<ho-
Hegel y reclamada hoy por unos y re- rizontalídad», que diría Muguerza) yal
batida por otros, de que el fracaso de excesivo carácter afirmativo de la filo-
la Ilustración se debe, en buena parte, sofía de la esperanza de Bloch, que la
a que ésta no supo en su momento va- hace más humana y en consecuencia
lorar ni asumir el núcleo de verdad, el más racional. La diferencia entre la
contenido utópico-liberador, de la reli- utopía del aún-no y el anhelo de justi-
gión. Pues bien, su estudio deja bien cia plena y universal parece mínima,
claro en qué sentido hay que entender pero es sumamente relevante. La uto-
esta convicción y aquella confianza: en pía no alcanzará su meta, la plenitud
el sentido justamente contrario a la . de lo humano, si no integra en sí el
restauración interesada de la religión anhelo truncado, y definitivamente
aún más al optimismo -ateo o agnós- mana; pero también sobre la no menos
tico- de la «utopía racíonal»), sin segura e imperturbable afirmación de
caer, por ello. en la interesada y ambi- Dios corno fundamento de la esperan-
gua religión de los neoconservadores, za. Esta confianza sólo puede «justi-
ni siquiera en la también discutible ficarse» ante la razón (moderna) a
teología afirmativa de los que, frente al través de una praxis capaz de hacer
«transcender sin transcendencia» de justicia a aquel anhelo irreparablemen-
Bloch, proclaman simplemente al Dios te truncado de las víctimas, es decir,
transcendente. El contrapunto del an- a través de una vida ética plena. Y esto
helo de justicia plena y universal pone lo sabe muy bien el autor de este es-
un serio interrogante sobre la segura tudio.
afirmación del ateísmo como condi-
ción de posibilidad de la plenitud hu- Juan José Sánchez
concreta o aplicada (Política, Econo- bían caracterizado 'a los capítulos pre-
mía, Ecología, Bioética, etc.). cedentes.
La primera es la sección introducto- Desde luego siempre se pueden
ria. Es una de esas introducciones que echar en falta aspectos que habrían
uno no osa pasar por alto. Bernhard merecido ser tratados; o autores que
Haring y José Luis L. Aranguren hacen no aparecen y a uno le gustaría encon-
bastante más que introducir el resto de trar en el libro. Esto es de algún modo
las secciones: marcan la pauta de lo inevitable. Es obligado reconocer, con
que la obra quiere representar. La elec- todo, el fundamental acierto en la se-
ción para esta sección introductoria lección de autores y los artículos asig-
del pionero de la renovación de la mo- nadas a cada uno. Los epígrafes son
ral católica con La ley de Cristo en amplios y dan pie a que cada cual de"
1954, y del padre de la actual filosofía sarrolle con bastante libertad la mate-
moral española, marcan el ritmo de lo ria encomendada.
que va a venir y sitúan magníficamen- Nos estamos topando con una disci-
te él conjunto de la obra. plina que se denomina Ética teológica.
La segunda parte -según la clasifi- ¿Qué se quiere significar con ese nom-
cación realizada por M. Vidal- se cen- bre? ¿Es la misma realidad que la con-
tra en el ethos biblico. Cuatro especia- tenida herméticamente en tantos ma-
listas pasan revista a sendas catego- nuales de Teología moral al uso? (Lo
rías bíblicas de la máxima relevancia: «hermético» es más por la ausencia de
Alianza-Ley, Profetismo, Reino de Dios interrelación que en muchos teólogos
y el Indicativo de Pablo. Viene en ter- se evidencia con otros campos del sa-
cer lugar un apartado -central en to- ber extrateológíco que por la impene-
dos los sentidos- el dedicado a la fun- trabilidad efectiva de sus trabajos.)
damentación de la ética cristiana. El ¿Será acaso más de lo mismo, bajo
predominio de los filósofos (V. Camps, una nueva pantalla más atractiva que
A. Cortina. J.G. Caffarena, J. Rubio, A. actúe a modo de señuelo para los que
Domingo) sobre los teólogos (no me- no pertenecen directamente al marco
nos destacados, por cierto) salta a la católico? Son éstas algunas de las pre-
vista, así como la diversidad de pers- guntas que a uno le asaltan al punto.
pectivas presentes. Una panorámica Merecen ciertamente algún tipo de res-
general de la Filosofía moral, Persona, puesta.
Educación moral, Religión y moral, No se trata de una obra concebida y
Ética civil... son algunos de los temas hecha fundamentalmente desde y para
desarrollados. La cuarta sección recoge dentro de las facultades de teología e
el tratamiento de varías categortas mo- instituciones académicas emparenta"
rales básicas: conciencia, opción funda- das con ellas. Es innegable que el «des-
mental y pecado (en diversas acepcio- de dónde» de la cuarentena larga de
nes). Tal vez se haya diferenciado de la autores es el ethos cristiano, pero tam-
sección anterior por su connotación bién se nota bien a las claras que hay
más explícitamente religioso-teológica. un motivo inspirador de tender puen-
Los estudios de ética aplicada se tes de diálogo, de abrir caminos de re-
desgranan en las tres últimas secciones: flexión con pensadores para los que la
Bioética (S."), Sexualidad, matrimonio y fe cristiana no constituye un referente
familia (6.") y Moral social (7.a). Sigue básico y fundante de opciones mora-
la tónica de calídad y coherente selec- les. Yeso porque las referencias signi-
ción de temas y de autores que ha- ficativas y los lugares comunes ímpres-
PROFUNDIZAR LA DEMOCRACIA
110s mínimos se ha hecho a veces tan regímenes de los países del Este que
penosa que, en nuestros días, algunos decían encarnarlo, no por ello se ha de
autores han acabado por considerarla renunciar a todo su legado, que ha
irrelevante, cuando no contradictoria. dado fruto, entre otras cosas, a gran
Es el caso, por ejemplo, de Rorty, para parte de las conquistas sociales de los
el que no sólo es imposible encontrar países occidentales. Pero las dificulta-
una única concepción del hombre sino des de las propuestas son hoy de tal
que, además, el propio intento facilita- calibre que la: mayor parte de las mis-
ría la deserción de la propia comuni- mas consisten en entender el socialis-
dad en la que se está inserto en favor mo bajo la ambigua fórmula de pro-
de una abstracta «humanidad» y se en- fundizar en la democracia. En todo
caminaría hacia la intoleracia con los caso, para A. Cortina, parece claro que
sustentadores de otras ideas de hom- el socialismo, como dicho intento de
bre. De ahí que, abandonando la ilu- profundización, habría de abandonar
sión de encontrar un fundamento últi- la pretensión de convertirse en una
mo, habríamos de contentarnos con cosmovísíón sin por ello contentarse
partir de las instituciones con las que con ser un mero apunte axíologíco, un
contamos en nuestras democracias li- marco de valores. Antes bien debería
berales del Atlántico Norte y tratar de fomentar el diseño de los procedimien-
articular los valores compartidos que tos que puedan encarnar valores como
se encuentran en su base y que produ- libertad, igualdad y solidaridad. Esto
cen experiencias positivas, para así re- es, convertirse en un socialismo proce-
forzar las unas y fomentar los otros. dimental que aclare, a su vez, en qué
Sin embargo, como bien subraya A. sus procedimientos coinciden y difie-
Cortina, no podemos abandonar la ta- ren de los del liberalismo. Basándose
rea de procurar mediar nuestras con- en Apel, esas diferencias podrían ci-
vicciones con una racionalidad «que frarse en una teoría del yo según la
no depende en sus pretensiones total- cual no sólo genética y empíricamente
mente de las instituciones y los contex- el hombre es un ser social sino que
tos concretos, si bien sólo puede ser también a nivel trascendental es nece-
desentrañada desde ellos» (46-47). Ra- sariamente «social» por «dialógico»,
cionalidad que irá unida más a proce- Perspectiva que habría de conjugarse
dimientos que a contenidos y que si no con el núcleo irrenunciable del que se
ha de tratar de imponer una determi- hablaba a propósito del liberalismo
nada idea de hombre, una antropolo- para acabar por configurarse como un
gía, no abandonará sin embargo una «socialismo democrático liberal", que
cierta idea de humanidad, una antro- aspiraría a crear una sociedad libre de
ponomia, que permita la crítica de los dominación desde la idea de igualdad
contextos en que nos desenvolvemos compleja, defendida por M. Walzer en
-y que posibilitan tanto cuanto aga- Spheres of Justice. Pues sin negar el
rrotan- y unas mínimas normas com- inevitable entrecruzamiento que se
partidas que hagan posible la conví- produce entre las distintas esferas so-
vencía de distintas antropoeudaimo- ciales, cada una de ellas debe gozar de
nías. una autonomía relativa -es el arte de
Pero si el liberalismo resulta tan la separación del liberalismo-- e impe-
irrenunciable cuanto superable en sus dir -lo que, sin embargo, el liberalis-
formaciones dadas, otro tanto ocurre mo no supo hacer- que los que po-
con el socialismo. Desmantelados los sean el bien social propio de una, tra-
ten de poseer desde ella todos los de- les. como hospitales, universidades,
más y así acabar en la práctica con la etc., sería, sin embargo, más que du-
igualdad. dosa su eficacia y su sentido), bien a
través del modelo de descentraliza-
2. Desde esa orientación es desde don- ción política para el que las decisio-
de habremos de encaminamos hacia el nes no las toman los representantes
concepto de democracia radical que se sino que arrancan de las unidades so-
discute en la parte central de la obra. ciales de base, coordinadas a nivel
La clasificación más abarcadora de central. Modelo este que se liga a la
modelos de democracia sería la que tradición que va de Rousseau a Marx
distingue entre democracia directa o y que sería «la auténtica tradición
participativa y democracia liberal o participatlva», aunque «si las pre-
representativa. Pero, de nuevo aquí. se- puestas de tal corriente son viables y
gún A. Cortina, «la historia habría de- sí garantizan la igual participación es
mostrado las insuficiencias de cada lo que aún queda por demostrar»
uno de estos modelos, tomado en esta- (94), dado que no parece factible sino
do puro, y aconsejaría optar por un hí- en pequeñas comunidades y que, en
brido que, por así decirlo, mejorara la cualquier caso, no haría posible la
especie» (90). Veamos de qué se trata. participación igual y efectiva en la
En realidad el participacionismo unidad centralizadora.
constituye «más una reacción de insa- Como, a pesar de ello, A. Cortina no
tisfacción ante las limitaciones de .la quiere renunciar al legado de la tradi-
democracia representativa [suplanta- ción partícípatíva discute dos posibles
cién por las élites, democracia entendi- modelos actuales. El primero sería el
da como instrumento para la defensa de una «democracia fuerte» comunita-
de meros fines privados, gobierno en ria en el sentido de la Strong Demo-
la sombra de algunos de esos grupos cracy de B. Barber, Dada la ínevítabílí-
privados, apatía que genera] que una dad de los conflictos en la vida social y
alternativa bien detallada» (91). Pero al el que carecemos de un criterio, meta-
insistir en que cada individuo ha de te- físico o epistemológico, independiente
ner igual oportunidad de plantear y ver para resolverlos, sólo cabría una nego-
atendidos sus puntos de vista en los re- ciación de los mismos (lo que nos lleva
sultados de las decisiones colectivas, a a la democracia liberal o «débil,)) o
la vez que en su capacidad de optar tratar de transformarlos en coopera-
por intereses generalizables, la demo- ción. Lo cual, a su vez, puede condu-
cracia ya no se entenderá como un cimos a una «democracia partícípatíva
mero instrumento al servicio de fines unitaria» (los conflictos se resolverían
privados sino como una forma de vida en una unidad de consenso definida
valiosa por sí misma. por la identificación de los individuos
Con todo, esos caracteres pueden con una colectividad simbólica, y de
tratar de realizarse de diferentes for- ello sería ejemplo el nacíonalsocialis-
mas: bien aplicando los mecanismos mo alemán) o a una democracia fuerte
de la democracia representativa y de que no trata de negar el conflicto pero
la regla de las mayorías -con los co- tampoco se conforma con su simple
rrectivos que se requieran para impe- negociación, sino que intenta transfor-
dir que degenere en simple tiranía de marlo en cooperación a través de la
las mayorías- a todos los ámbitos de participación ciudadana, la delibera-
la vida social (en algunos de los cua- ción pública y la educación cívica, par-
culturales) y una sociedad civil en la cíón laudable. Pero parece que el síste-
que responsable y argumentativamente roa político, que es a propósito del que
se tienda a la defensa de intereses uni- hablamos de democracia -pues en las
versalistas sería la clave del desarrollo otras esferas, y como se nos ha adverti-
de una democracia radical, que en do, ni sería deseable hacerlo o sólo de
todo caso siempre quedará como una un modo desplazado y metafórico-,
aspiración moral. permanece básicamente el mismo. Es
Como el lector habrá podido obser- decir, como un Estado «garante y faci-
var por el apretado resumen que aquí litador) (154), que seguirla siendo re-
hemos tratado de hacer de la obra de presentativo, pero abierto a los impul-
A. Cortina, la pluralidad de problemas sos democratízadores que pudieran ve-
planteados y la diversidad de perspecti- nir de la sociedad civil. La encomiable
vas y trabajos que son tenidos en cuen- participación de sujetos autónomos en
ta son considerables y no es, desde lue- las distintas esferas de ésta y en los di-
go, uno de los méritos menores del li- ferentes ámbitos a los que se abre la
bro. Esa misma riqueza suscita asimis- ética aplicada, en la medida en que ella
mo, sin embargo, una serie de pregun- es factible dentro del marco del Estado
tas de las que aquí sólo quiero plantear -con el que, como A. Cortina recuerda
una respecto al modelo esbozado, cu- con M. Walzer, interactúa-, puede ser-
yas dificultades no las encuentro tanto vir para revitalizar y profundizar una
en la petición de mayores precisiones democracia, a la que, sin embargo, no
al respecto -en un mundo tan ayuno veo las ventajas de llamarla democracia
de propuestas positivas, como es el ac- radical.
tual, la obra no es que carezca precisa- Quede este interrogante como mues-
mente de temas de reflexión ni de pro- tra de otras preguntas y otras perspec-
puestas-«. cuanto en saber por qué di- tivas que el nuevo libro de A. Cortina
cho modelo se sitúa bajo la rúbrica de -en el cual al material sobre el que se
democracia radical. Pues la revitaliza- trabaja se agrega el valor de la refle-
ción de la sociedad civil en el sentido xión propia, como suele ser habitual
apuntado puede quizá acabar influyen- en ella- nos plantea y nos abre.
do indirectamente en el sistema políti-
co yeso es una forma de democratiza- Carlos Gómez Sdnchez.
MARXISMO Y CRISTIANISMO
con la maldición de que las mujeres fi- dad». * Como a Habermas precisamen-
lósofas sólo destacan en la ética o la te le interesa mostrar que la función
filosofía política. A partir de ahora. primaria del lenguaje no es ésta, sino
cuando hablemos de igualdad, además la comunicativa, y además pretende
de los principios, tendremos un buen defender desde ella una posición uní-
ejemplo al que referirnos. Pero vamos versalísta, Habermas se ha enzarzado
al libro en cuestión. en una batalla conceptual que no pue-
Muy a la teutona, combinando una de ganar si no introduce una nueva
perspectiva histórica con una sistemá- perspectiva. Lafont incluso se la mues-
tica, Cristina Lafont reconstruye ma- tra: abrirse a la olvidada función cog-
gistralmente la evolución conceptual nitiva del lenguaje, a su función de
de la filosofía alemana del lenguaje designación de los objetos del mun-
que desde Harnann, Herder y Hum- do. Ello debe tener, sin embargo, im-
boldt lleva, a través de Heidegger y Ga- portantes consecuencias para algunas
damer, hasta Habermas, Situar en la ideas de Habermas, singularmente para
misma Línea a Heidegger y a Haber- su teoría de la verdad, .su teoría del
mas puede parecerles a muchos una lenguaje y, desde luego, para su con-
provocación, pero la argumentación de cepto de mundo de la vida.
Lafont es tan iluminadora como incon- La argumentación de Lafont, meti-
testable en su núcleo: Habermas ha culosa y paciente, se articula en dos
heredado a través de Gadamer la con- partes. En la primera se progresa des-
cepción del lenguaje renovada por Hei- de Hamann y su crítica al purismo de
degger en el siglo XX pero que se re- la razón kantiana hasta el análisis del
monta a las tres H-H-H, como Ch. modelo de la conversación en la her-
Taylor llama a aquellos pensadores ro- menéutica gadameriana en la que el
mánticos que anticiparon el giro lin- entendimiento entre los hablantes es
güístico de la filosofía contemporánea. posibilitado por la apertura lingüística
Dicha concepción, rechazando la vi- del mundo que funciona como acuer-
sión tradicional del lenguaje como un do sustentador fáctico previo. En la se-
«instrumento» para nombrar cosas en gunda palie, Lafont examina la evolu-
el mundo o para expresar pensamien- ción del pensamiento de Habermas
tos prelíngüístícos, entiende el lenguaje desde los años sesenta hasta el presen-
desde su función constituidora de sen- te para, en el excitante capítulo final,
tido o, como Lafont dice traduciendo ofrecer, como señalábamos, una salida
el término alemán Welterschliessung a los dilemas de la teoría de la acción
estándar en las discusiones actuales, comunicativa con apoyo de la teoría
su función 'abridora de mundo'. Esta de la referencia «directa» de Donnellan
es la función que alzaprimó, absolutí- y Putnam, Resulta imposible resumir
zándola, Heidegger al mostrar que len- en unas pocas lineas todo este impre-
guaje y mundo son lo mismo pues sólo sionante camino argumentativo; sin
en el lenguaje aparece «algo como embargo, creo que los momentos fun-
algo», los entes adquieren un sentido.
En Heidegger ello conducía a un rela-
tivismo e idealismo lingüísticos según * Lafont es la primera española que se ha atre-
el cual «el lenguaje habla» con carác- vido a explicarles Heidegger a los alemanes. Véa-
ter normativo, esto es, cada apertura se su libro, originado en su tesis doctoral Sptuche
und Welterschliessung. Die linguistische Wende der
lingüística del mundo resulta constitu- Hermeneutik: Heideggers, Francfort, Suhrkamp,
tiva, irrevisable y «fundadora de la ver- 1994.
damentales del mismo se podrían des- unitario para todo aquello que puede
granar como sigue. aparecer intramundanamente, los ha-
1) El giro lingüístico de la filosofía blantes que comparten esa apertura del
tanto en la tradición alemana como en mundo lingüística pueden referirse a
la anglosajona ha traído el reconoci- un mundo igualmente unitario (p. 16).
miento del carácter simbólicamente 3) Este supuesto clave refleja una
mediado de nuestra relación con el comprensión del lenguaje determinada
mundo. El lenguaje sustituye la activi- principalmente desde su función de
dad sintetizadora del yo trascendental predicación. Pero dicha comprensión
a la vez que el mundo en sí unitario de lleva consecuencias indeseables. Pues,
los entes deja de ser el garante de la o bien como en el caso de Russell,
objetividad de la experiencia de los su- Strawson o Wittgenstein, lleva a las
jetos. Ello implica entonces un cambio contradicciones de la teoría tradicional
radical en el concepto de mundo. Aho- de las descripciones definidas o de la
ra el «mundo» aparece ya sólo de un cluster-theory, las cuales implican una
modo mediato como el conjunto de es- epistemologízacíón de la referencia,
tados de cosas sobre los que 105 ha- esto es, la tesis de que referir quiere
blantes se comunican. La objetividad decir identificar unívocamente; o bien
de la experiencia queda ahora proble- si se mantiene alguna forma de holis-
matizada de un modo totalmente nue- mo del significado, como parece inevi-
vo, pues podremos pensarla sólo en la table, entonces nos vemos arrastrados
medida que respondamos a la pregun- por el relativismo de las aperturas de
ta de cómo es posible que los hablan- mundo de los lenguajes como en el
tes conversen sobre lo mismo. caso extremo de Heidegger. En Haber-
2) Los autores alemanes que Lafont mas la aceptación de esa tesis conduce
discute comparten con Frege, Russell y a las inconsistencias de su análisis,
buena parte de los autores de la tradi- central en Ia teoría de la acción comu-
ción anglosajona el supuesto clave de nicativa, de la relación entre significa-
lo que la autora llama «la preeminencia do y validez. Demoledoras son las pá-
del significado sobre la referencia». Se- ginas que Lafont dedica a las explica-
gün este supuesto (intensíonalísta) la ciones de este autor sobre la preten-
identidad del significado (intensión) ga- sión de validez «inteligibilidad» que
rantiza la identidad de la referencia quiere en vano junto a las de verdad,
(extensión). Esto quiere decir lo si- veracidad y rectitud normativa, o a la
guiente: el lenguaje cumple una fun- idea de que la instancia de control del
ción de apertura del mundo a través de saber de fondo, proveniente de la aper-
la constitución de sentido, esto es, a tura lingüística del mundo, y que per-
través de los significados lingüísticos mite la comunicación entre hablantes,
que los hablantes comparten tras el tiene que ser la problematización dis-
aprendizaje de una lengua y que garan- cursiva del mismo. Lafont demuestra
tizan la identidad de la referencia de que para que algo sea verdadero, veraz
los signos utilizados por ellos. El «sig- o recto primero tiene que tener sentí-
nificado» supone, pues, tanto un saber do; sólo cuando los hablantes están ya
disponible para todos los hablantes de acuerdo (como siempre sostuvo la
como un mecanismo garantizador de la hermenéutica) en el marco interpreta-
referencia de los términos. En la medi- tivo desde el que considerar aquello
da en que ese «saber del significado» sobre lo que buscan un entendimiento
proporciona el marco de referencia y, por tanto, cuando se cercioran con
ello de que hablan sobre «lo mismo», pone distinguir, siguiendo a Donne-
pueden poner en cuestión la verdad, la Han, dos formas de designación: el uso
veracidad o la rectitud de las opiniones atributivo de las expresiones y el uso re-
del otro sobre ello (d. pp. 191-225). ferencial. Tomemos el enunciado «el
Habermas, pues, se ve arrastrado tam- asesino de Smith está loco». Hacemos
bién por las consecuencias de la adop- un uso atributivo de la descripción de-
ción de la tesis de la preeminencia del finida «el asesino de Smith» cuando
significado sobre la referencia: la hi- hacemos un juicio sobre aquella perso-
postatización del lenguaje inherente a na que haya asesinado a Smíth, sea
la consideración del mismo como res- quien sea; por otra parte, es posible
ponsable de la apertura del mundo. también emitir un juicio sobre el com-
4) Lafont se resiste a asumir la idea portamiento de aquella persona "que
contraintuitíva de que el lenguaje deci- está siendo culpada por el asesinato de
de a priori sobre lo que puede apare- Smith en un juicio, es decir. que cons-
cer en el mundo previamente y con en- ta como asesino de Smith, sea cual sea
tera independencia de lo que ocurra de la forma correcta de describirla. En este
hecho en éste. Su razonable intuición segundo caso estamos ante un uso re-
es que tiene que haber algún mecanis- ferencial de la descripción, que se ca-
mo plausible por el que el lenguaje in- racteriza por el hecho de que la refe-
cluya su propia revísabílídad, lo que es rencia puede tener éxito aunque la
central en los procesos íntramundanos descripción no sea acertada porque en
de aprendizaje. De otro modo no pare- realidad Smith tuvo un accidente. Éste
ce muy claro cómo es posible que la es un modo «directo» de referir, un
especie humana no haya sucumbido medio para destacar a un determinado
hace tiempo con semejante capacidad referente de .entre todos los demás,
adaptativa. Lafont propone evitar la hi- para decir algo sobre él y no sobre
postatización del lenguaje renuncian- aquel del que sea cierta la descripción.
do a esa tesis del carácter «constitutí- sea quien sea. En este caso la atribu-
vo» de la apertura lingüística del mun- ción resulta corregible, como ocurre en
do sin negar ésta, sin abandonar el general en las descripciones de las
giro lingüístico ni negar el carácter ho- ciencias empíricas, que mantienen
lista de la comprensión del significado. siempre la distinción entre teoría y
Para ello, y en el último capítulo de su realidad, lenguaje y mundo corno posi-
trabajo, Lafont propone explicar el ca- bilidad de aprendizaje y revisabilidad
rácter revisable de las aperturas del del saber. Desde esta perspectiva se
mundo mediante una recuperación de pone de manifiesto el potencial de ra-
la dimensión designativa del lenguaje, cíonalidad inherente a la función de-
el cuestíonamíento de la tesis de la signativa del lenguaje. sin poner por
preeminencia del significado sobre la ello en cuestión la función de apertura
referencia, y la defensa de lo que deno- del mundo del lenguaje. Como Lafont
mina una teoría de la «referencia di- escribe, nuestro acceso al mundo (o a
recta" inspirada en autores como Put- los referentes) está siempre [dcticamen-
narn, Donnellan y Kripke. * Lafont pro- te prejuzgado por la elección de los me-
dios lingüísticos con que nos referi-
mos a él, Pero, en la medida en que
* Otra exposición de sus puntos de vista se hemos aprendido a utilizar referencial-
puede encontrar en C. Lafont, .Welterschliessung
und Referenz», Deutsche Zeitschrift [ür Philoso- mente dichos medios, merced a la fun-
phie, 4113 (993), pp. 491-507. ción designativa del lenguaje, podemos
der, a su lado demoníaco, sino a pro- Son muchos los interrogantes abier-
blemas permanentes de la política, que tos a la investigación histórica, ocupa-
se manifiestan con particular drama- da en desentrañar las causas de la apa-
tismo en la época de las teorías de la rición del término y de su fortuna en
razón de Estado. Tiene que ver con la el momento del tránsito del siglo XVI al
necesidad de ordenar la acción de go- XVII, su relación con la mutación del
bierno, de introducir un conjunto de espacio político, su significación en el
conocimientos, medios y reglas de ra- cambio de paradigma en la teoría polí-
cionalidad política, necesarios para la tica, y la diversidad de acentos en el
consecución del objetivo que es condi- concepto según los países y los contex-
ción de cualquier otro: la conservación tos. El hecho de que muchos de los es-
del Estado. instrumento indispensable critos sobre la razón de Estado no al-
de la salus populi. El reconocimien- cancen la altura teórica de los grandes
to de la prioridad de esta finalidad, clásicos no resta valor a su aportación
junto con la consideración de las con- a la comprensión de la política y el po-
diciones efectivas de la práctica políti- der en las sociedades modernas, que
ca, constituyen las premisas de una requiere la referencia a su genealogía,
concepción de la política que se ubica como mostró Foucault.
incómodamente entre la referencia al Este volumen agrupa trabajos de al-
objetivo último -el bien común- y la gunos de los más destacados protago-
tendencia a autonomízar el fin instru- nistas actuales de esta tarea de recons-
mental de la conservación y acrecenta- trucción histórica, algunos de ellos a
miento del poder; y que ha de soportar su vez autores o editores de libros re-
la tensión entre principios éticos y es- cientes sobre la razón de Estado: es el
trategias políticas. caso de Baldini (Botero e la «Ragion di
Así pues, la noción de razón de Esta- Stato», Florencia, 1992), Borrelli (Ra-
do resulta más compleja y cargada de gion di Stato e Leviatano, Bolonia,
significaciones de lo que el uso trivial 1993), Lazzeri (Le pouvoir de la raison
del término sugiere. Y para explorar el d'État y Raison d'État, rationalite et po-
universo semántico de la razón de Es- litique, París, 1992), Senellart (Machía-
tado, para volver a pensar los proble- vélisme et raison d'État, París, 1989), y
mas que implica, nada mejor que re- Stolleis (Staat und Staatsrdsort in der
mitirnos a su historia. Este libro está frühen Neuzeit, Francfort, 1990). A
escrito con el convencimiento de que ellos se suman otros especialistas, par-
la razón de Estado no es sólo un as- ticipantes en el seminario organizado
pecto permanente del pensamiento po- por el grupo de investigación sobre la
lftíco, sino también un fenómeno his- filosofía moral y política del XVII que
tórico singular: a partir de la publica- dirige Zarka durante el curso 1991-92.
ción del tratado Delta ragion di Stato, En conjunto, constituyen una buena
de Botero (1589), proliferan durante muestra del interés existente respecto
algunas décadas por toda Europa (y al tema de la razón de Estado, y del
también en España) discursos, trata- nivel alcanzado por la investigación so-
dos y panfletos que abordan, desde bre el mismo.
perspectivas diferentes, el tópico de la La investigación sobre la razón de
razón de Estado. El conocimiento de Estado tiene como punto de partida
esta variada producción ayuda a orien- obligado el libro de Meinecke sobre el
tar y precisar la reflexión sobre la te- tema La idea de la razón de Estado en
mática de la razón de Estado. la Edad Moderna (1924). Pero, como
racionalidad política a las estructuras mía del poder estatal, más bien ame-
institucionales (Lazzerí), En cualquier naza de sinrazón que garantía de segu-
caso, no es posible eludir el problema ridad (Jaume).
de los requerimientos de la salus popu- En suma, publicaciones como ésta
ti, como lo muestran el caso del repu- muestran que la reconstrucción del pa-
blicano moralista Harríngton (sobre sado no es una afición de eruditos,
quien escribe Borot), las sutilezas de sino una llave para entender y pensar
la argumentación pascaliana sobre la el presente.
obediencia política (Bouchilloux), o las
reservas de Fénelon frente a la autono- Javier Peña
les, por su parte, permiten una refle- Fraisse cierra el libro con la pro-
xión posterior. ¿A qué miedo puede puesta de repensar la diferencia fuera
uno referirse realmente en lo que res- de las alternativas tradicionales: de su
pecta a la desaparición de la diferen- negación a lo Beauvoir, a su afirma-
cia? A la pérdida de identidad, sin ción más o menos histérica, como ha
duda. No de identidad sexual o social, sido la moda de un nouveau [eminis-
sino de identidad metafísica. Excepto me. Pensar la diferencia significa para
precisamente para el caso de las muje- la autora plantearse de nuevo el vie-
res en su tradicional conceptualiza- jo problema de la sexualización de la
ción, la identidad no la otorga el sexo. razón,
La identidad es un bien que se trans- Pero esta interrogación final podría
mite por herencia exclusivamente ma- muy bien tener una respuesta inmedia-
terna, lo saben muy bien los judíos, lo ta. Seguramente las hormonas intervie-
sabían quienes permitían que la mujer nen en las funciones cerebrales, en
tomase la palabra en público para de- igual medida que en otras funciones
clarar cuál de sus dos hijos mellizos orgánicas. Y, seguramente, si la razón
nació primero, y sin duda quienes es- puede preguntarse si es sexuada es
tablecieron la pérdida del apellido de porque puede también dejar de serlo.
las mujeres al contraer matrimonio. Otra cuestión es que esto sea deseable.
Como todo 10 que se da, quien lo otor- Si se debe pensar la diferencia, en todo
ga lo pierde en beneficio del otro. La caso debe hacerse en el marco de una
identidad del hombre en abstracto está revolución conceptual. El feminismo
fundada en la pérdida de la identidad no ha encontrado sus metáforas. Mien-
de las mujeres. tras se mantenga en el viejo sistema
El interés de los varones por aislar y conceptual, seguirá propagando una
convertir a las mujeres en miembros confusión categorial muy grave, que
indeterminados de una especie, sin está en el origen de todos los discursos
posibilidades de singularización o evo- sobre la cuestión de la mujer. Se ha
lución, como las ovejas o los ángeles, confundido un estado transitorio en la
obedece a la necesidad de salvaguardar vida de un ser humano con una esen-
el eogito como garantía de la identidad cia metafísica, un modelo de no-perso-
personal. Metafísicamente hablando, na. La representación de la «nueva
las mujeres saben más de lo que cual- mujer» no tiene nada de nueva. Es
quier varón pueda nunca saber. Saben sencillamente un profesional, un hom-
quién es su hijo. Él sólo sabe quién es bre agresivo con maquillaje y modelo
mediante un acto de fe. Por eso, el de- de pret-a-porter, que se apoya en mu-
bate sobre la razón es en el fondo una chos casos en la existencia de las mu-
ironía. Porque la razón tal como se ha jeres que aún no han accedido a la ca-
entendido y usado no ha sido capaz de tegoría de «nuevas» y solucionan los
proporcionar precisamente aquello que problemas de menaje y prole (cuando
se buscaba a través de ella. No quiere no repiten la tradición postrevolucío-
esto decir que la verdad resida en el naria del celibato como única forma
lrracionalísmo, o en cualquier forma de acceso al espacio público). Es la
denominada [emenina de comprensión. representación, insisto. Pero las imáge-
El miedo a II razón de las mujeres nes crean también conceptos. Y la mu-
sólo se justifica si se piensa que esa ra- jer siempre es algo transitorio tomado
zón puede poner en tela de juicio razo- . por permanente, madre o bella da lo
nes ajenas. mismo. No es extraño que con la mis-