Está en la página 1de 24

1

Transformaciones en los aparatos represivos del Estado argentino durante


la década 1955-1966

Ariel Eidelman

Introducción
En este trabajo se realiza una reconstrucción de algunos de los principales
organismos represivos del Estado nacional, de sus misiones y funciones, a partir
del análisis de su normativa y legislación correspondiente. El objetivo es explicitar
sus principales transformaciones en la década que va desde el golpe de Estado de
setiembre de 1955 al golpe de junio de 1966. Se trata de una década marcada por
una permanente inestabilidad política, una profunda crisis de hegemonía y un
proceso de militarización del conjunto de las estructuras institucionales del Estado.
Desde 1930 en adelante, cada golpe de Estado producido en la Argentina ha sido
una coyuntura de reforzamiento de los aparatos represivos y la autotitulada
Revolución Libertadora no fue una excepción.
No pretendemos abordar las transformaciones de todas las estructuras
represivas, de espionaje y control social con que contaba el Estado argentino, sino
de algunas de las más importantes: la Dirección de Coordinación Federal, que era
el aparato de inteligencia de la Policía Federal Argentina; el servicio de inteligencia
que dependía directamente del Poder Ejecutivo Nacional: la Secretaría de
Inteligencia del Estado (SIDE) y, al mismo tiempo, analizar el impacto de la
Doctrina de Seguridad Nacional y la influencia norteamericana en el Ejército
Argentino.
Después del golpe de 1955, se realizó una importante reestructuración de la
Policía Federal Argentina jerarquizando su servicio de inteligencia y elevándolo en
la estructura institucional. También la SIDE fue reformada en 1956 y nuevamente
en el año 1963. La principal misión de esos aparatos después de 1955 fue
garantizar la desperonización de las estructuras del Estado y la represión de la
resistencia peronista. Respecto del Ejército, se destaca la llegada de una misión
militar francesa y otra norteamericana, ambas vinculadas directamente a la
adopción de la Doctrina de Seguridad Nacional.
2

Durante la segunda mitad del siglo XX los aparatos coercitivos del Estado
argentino conocieron un marcado desarrollo y creciente protagonismo ante una
crisis política irresuelta y una profundización del conflicto social y la lucha de
clases. Por un lado se dio el crecimiento de los aparatos más especializados,
como los diferentes servicios de inteligencia, y al mismo tiempo una marcada
tendencia a la militarización de las estructuras estatales y la sociedad, coherente
con el protagonismo forzado del Ejército y del conjunto de las Fuerzas Armadas
ante la crisis de hegemonía abierta con el derrocamiento del gobierno del general
Perón.
Respecto del sentido de la tendencia a la militarización del conjunto de las
estructuras estatales, tomamos una definición brindada por Michael Lowy y Eder
Sader, quienes han planteado que esta puede ser definida como una forma de
Estado en la cual la jerarquía militar ocupa las posiciones centrales del ámbito
político, es decir que controla los principales puestos de gobierno y los altos
cargos de los aparatos estatales, como ministerios, directorios de empresas
estatales y las posiciones administrativas clave. La militarización del Estado
supone la colonización del conjunto de las estructuras estatales por los militares y
una total o parcial fusión de los aparatos represivos con otros aparatos del sistema
de dominación política1.

La crisis de hegemonía y la falta de legitimidad de los sucesivos gobiernos


llevaron a una creciente alienación del Estado respecto de las clases subalternas y
de la mayoría de la sociedad, a una dominación desnuda y un ejercicio del poder
incapacitado tanto para esconder su carácter clasista, como para presentarse
como representativo de los intereses generales de la sociedad. En ese contexto
político el Estado se vio progresivamente militarizado por la continua apelación por
parte de la clase dominante a las Fuerzas Armadas como su representante directo
y garante inmediato del orden social. Ante la profunda crisis de los partidos
políticos tradicionales, el denominado partido militar se transformó en el principal
protagonista alternando entre un ejercicio directo del poder mediante dictaduras

1
Ver Lowy y Sader (1985).
3

militares, situaciones de cogobierno con figuras civiles al frente del Poder


Ejecutivo, como fue el caso del breve gobierno de José María Guido y momentos
de formal retracción a sus funciones específicas, pero con una retención de
importantes cuotas de poder y el ejercicio de un fuerte poder de veto sobre las
definiciones políticas generales del gobierno nacional, como durante la presidencia
de Arturo Frondizi.

Si bien en los años 30 habían desarrollado actividades de vigilancia e


inteligencia interior, hasta mediados de la década del 50, los militares mantenían
sus definiciones e hipótesis de conflictos orientadas hacia el exterior del país. Es
decir, eran las Fuerzas Armadas de un Estado soberano que buscaban reforzar y
garantizar la autonomía industrial y militar respecto de las potencias
internacionales y que establecían sus principales hipótesis de conflicto respecto de
las Fuerzas Armadas de los países vecinos: Chile y Brasil. Esa situación se
modificó profundamente a partir del año 1955. Desde entonces los militares
argentinos se reorientaron para enfrentar un enemigo que se encontraba en el
interior del país y mimetizado en la población civil de la propia nación. Esa nueva
definición estratégica, la de la lucha contrarrevolucionaria y anticomunista, implicó
una fuerte redefinición tanto del rol de las Fuerzas Armadas, como de la
importancia atribuida a la inteligencia interna, de su vínculo con las diferentes
fuerzas de seguridad, de la formación de la oficialidad, del tipo de armamento
adquirido, del tipo de asesoramiento exterior, etc. La definición estratégica
anticomunista que asumían las Fuerzas Armadas era un aspecto directamente
relacionado con la guerra fría entre la Unión Soviética y las potencias capitalistas
que asumían la defensa del mundo “occidental y cristiano” y con la asunción de la
Doctrina de Seguridad Nacional.

Desde 1955 en adelante también se produjo un pronunciado proceso de


militarización de las fuerzas de seguridad, en primer lugar de las diversas fuerzas
policiales que existían en el país, que durante la mayoría del tiempo tuvieron en su
dirección a un militar de alto rango en actividad y paralelamente un proceso de
“policialización” de las Fuerzas Armadas y sus funciones. La distinción clásica
entre fuerzas de tipo militar y fuerzas de seguridad tendió a borrarse o por lo
4

menos a atenuarse en forma pronunciada. Los servicios de inteligencia cobraron


un protagonismo destacado y fueron constantemente reforzados, modernizados y
ampliadas sus capacidades operativas, ante una situación de creciente alienación
del Estado respecto de la sociedad, en la que el aparato estatal no confiaba y a la
que consideraba necesario vigilar y controlar en forma permanente.

Junto con la proscripción del justicialismo y la persecución del movimiento


obrero, se dio una creciente infiltración y espionaje de las organizaciones de
izquierda. La denuncia de la confluencia del comunismo y el peronismo se volvía
obsesiva como justificación de la represión y la infiltración comunista del Estado
era un tópico constante en el discurso militar. Al mismo tiempo, hubo un
reforzamiento del tradicional vínculo de los servicios de inteligencia con los
intelectuales y las organizaciones políticas del nacionalismo y la extrema derecha.

La Dirección de Coordinación Federal de la Policía Federal Argentina


La Policía Federal Argentina (PFA) fue creada por el gobierno militar surgido en
junio de 1943, con el objetivo de concretar un viejo proyecto de organizar una
fuerza policial de carácter federal, con capacidad y legalidad para actuar en todo el
territorio nacional. La misma fue constituida a partir de la prexistente Policía de la
Ciudad de Buenos Aires. Si bien desde fines del siglo XIX la policía de la ciudad
había desarrollado una importante actividad de espionaje, vigilancia y represión
política, la misma se había reforzado notablemente tras el golpe de setiembre de
1930. De esa etapa es la creación dentro de la Dirección de Investigaciones de
una Sección Especial de lucha contra el comunismo, que amplió la actividad de las
preexistentes secciones de Orden Político y Orden Social, organizadas durante la
primera década del siglo XX2. En el año 1944 fue creada dentro de la PFA la
Dirección de Coordinación Federal (DCF), dependiendo directamente de la
Jefatura. Diseñada por el teniente coronel Adolfo Udry, uno de los primeros
oficiales del ejército especializado en inteligencia, su objetivo original era la
represión del espionaje extranjero, ante la imposibilidad por parte del Servicio
5

Secreto del Ejército de realizar detenciones por carecer de poder de policía.


Aunque en su origen la DCF tenía una misión específica vinculada al
contraespionaje en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, a fines de la
década del 40 comenzó a realizar las tareas de investigación política de la
Dirección de Investigaciones. Finalmente asumió el control de las secciones de
Orden Social y Orden Político y se le transfirió la Sección Especial de lucha contra
el comunismo.
Si bien había sido habitual que los militares encabezaran la Policía de la ciudad
y la PFA, en 1955 hubo un inédito y fuerte desembarco de oficiales que ocuparon
todos los puestos jerárquicos de la institución, como una forma de garantizar la
desperonización de la misma3. Entre los años 1955 y 1962, la PFA estuvo
controlada directamente por la Marina de Guerra, que copió sus archivos y reclutó
oficiales de la DCF para el Servicio de Inteligencia Naval.

El decreto-ley 333, de enero de 1958, aprobado por el gobierno de facto


encabezado por el general Pedro Eugenio Aramburu, reorganizaba la PFA y
aprobaba una nueva ley orgánica para la misma. Los considerandos del decreto-
ley apuntaban que el programa de gobierno de la Revolución Libertadora había
establecido “la necesidad de desmantelar estructuras totalitarias para la esencia
real democrática de las instituciones argentinas”. El artículo 1° señalaba que la
fuerza cumplía “funciones de Policía de Seguridad y Judicial en el territorio de las
Provincias y Capital de la Nación, dentro de la jurisdicción del Gobierno de la
Nación”. El artículo 2° establecía su dependencia “del Poder Ejecutivo Nacional
por intermedio del Ministerio del Interior”. Por su parte, el decreto 338 establecía
que tanto la jefatura de la fuerza policial como la de la DCF serían ejercidas por
oficiales de las Fuerzas Armadas.

2
Sobre la historia de la Policía de la ciudad de Buenos Aires, ver los trabajos de Boholavsky,
Caimari y Schettini (2009) y Kalmanowiecki (2003, 2000a, 2000b y 1996). Sobre la historia de la
Policía Federal Argentina, Andersen (2002) y Rodríguez y Zappietro (1999).
3
Ver Kalmanowiecki (2000b: 208).
6

Organigrama de la PFA, 1958

La reglamentación aprobada para la PFA en enero de 1958 establecía una


estructura institucional encabezada por un Comando (Jefatura y Subjefatura) y 12
Direcciones: Coordinación Federal, Seguridad, Investigaciones, Administración,
Obra Social y Sanidad Policial, Personal, Secretaría General, Instrucción, Judicial,
Comunicaciones, Bomberos, y una Asesoría Letrada.
El artículo 20 definía la misión de la DCF como: “realizar en todo el territorio de
la Nación, por sí, o coordinándolas con otros Organismos Nacionales o
Provinciales, tareas conducentes a contrarrestar la acción subrepticia de potencias
extranjeras, de grupos subversivos, o de personas que constituyan una amenaza
para la seguridad del Estado”4. Si bien el reglamento original de la DCF de 1946
se refería a la defensa nacional interna y el de 1958 a la seguridad del Estado, en
7

su definición general la misión de la institución permanecía estable. Sin embargo,


la nueva ley en su libro V, artículo 745, detallaba una gran cantidad de funciones
atribuidas a la DCF, ampliando de manera manifiesta su función original. En
primer lugar, realizar el contrasabotaje y el contraespionaje “organizando las
medidas convenientes y coordinando a tal fin su acción, con las autoridades
militares especializadas”. Para ello debía efectuar el estudio preventivo del
contrasabotaje y centralizar la información sobre actos de sabotaje sucedidos en
todo el país.
Otras funciones que se le atribuían eran realizar tareas de contrainformación y
contrainfiltración en la DCF en particular y en la PFA en general, realizar
contrapropaganda y orientar medidas de contrainteligencia a tomar por
organismos estatales sin servicios especiales de seguridad. También se le
asignaba la tarea de “cooperar con los organismos de la estructura de
informaciones del Estado”. Una función principal era definida como “realizar tareas
de búsqueda de información sobre las actividades y propósitos de personas,
grupos, dirigentes, entidades y organizaciones con actuación en el campo de los
extremismos de izquierda o de derecha, en el político, gremial o estudiantil,
conducentes a la prevención y adopción de las medidas de represión, cuando
legalmente correspondiere, de las acciones que realizaran para suprimir, cambiar
o alterar la forma democrática de gobierno y las atentatorias a la seguridad del
Estado, la seguridad pública y el orden público”. Al mismo tiempo la DCF debía
hacer inteligencia y controlar las organizaciones de culto no católico y logias, las
asociaciones que agrupaban a colectividades extranjeras, las personas
extranjeras que ingresaban al país, intervenir en el registro y control de las
agencias de investigaciones privadas, de viajes y de informaciones comerciales,
diligenciar los pedidos de portación de armas y explosivos, efectuar el traslado de
detenidos desde la Capital a las provincias y viceversa. Además de todo lo
señalado, en las provincias la DCF debía “ejercer las funciones establecidas en la
ley orgánica de la Policía Federal dentro de la jurisdicción nacional”. Otra tarea
importante era la de “mantener un archivo central de antecedentes de todas

4
Policía Federal Argentina (1965: 27).
8

aquellas personas y entidades que hayan accionado, accionen o puedan accionar


en el orden específico que atiende coordinación federal”5.
A partir del año 1958 la DCF estaba estructurada con una Dirección,
responsable de la organización general y la actividad operativa; una Central de
Inteligencia, que conducía las tareas de inteligencia; un Consejo de la Dirección,
cuya función era asesorar al director en asuntos importantes de organización,
instrucción y disciplina; y las siguientes divisiones: Despacho General,
responsable de tramitar y archivar la correspondencia, los antecedentes y los
asuntos administrativos; Asuntos Políticos, responsable de la búsqueda de
información en el campo político; Asuntos Gremiales, responsable de la búsqueda
de información en el área gremial y también estudiantil; Informaciones Políticas
Antidemocráticas, responsable en el área de los extremismos de izquierda y
derecha en el orden nacional e internacional; Asuntos Extranjeros, que se
ocupaba de las personas y entidades extranjeras, junto con los cultos no católicos;
Delitos Federales, que cubría una gran variedad de temas, entre ellos el control de
las agencias de investigaciones y diligenciar los permisos de tenencia de armas y
explosivos; y Delegaciones, responsable de conducir en lo administrativo y lo
operativo a las delegaciones de la PFA en el interior del país.
La normativa también se refería al personal de la dirección, que debía
integrarse con efectivos de los escalafones Seguridad, Comunicaciones,
Administración y Bomberos, junto con personal especializado y agentes civiles de
carácter administrativo, técnico y de maestranza y servicios. Se establecía que el
personal debía realizar cursos de capacitación y especialización. La DCF debía
llevar adelante el registro de antecedentes de personas y entidades y producir
información de antecedentes ante el requerimiento del Poder Judicial, el Poder
Ejecutivo Nacional, sus ministros, Poder Legislativo y los diversos servicios de
informaciones. Por el artículo 771 se establecía que ante la acumulación de
antecedentes respecto de actividades extremistas, los mismos debían ser
remitidos al “organismo central de inteligencia del Estado [es decir la SIDE] con el
objeto de establecer si corresponde o no la calificación de extremista”.

5
Ver el Libro V de la ley de la PFA en Anales de Legislación Argentina, 1958, pp. 1069-1074.
9

Con la reforma de la PFA, la DCF se independizaba de la Dirección de


Investigaciones, incorporando a su estructura los aparatos de policía política
creados con anterioridad a su constitución en 19446. La DCF contaba por
entonces con más de 30 delegaciones en todas las provincias y en las principales
ciudades del interior del país7. La Dirección de Coordinación Federal ocupó un rol
destacado en la represión de las diferentes fuerzas de izquierda de la época.
También tuvo un importante protagonismo en la censura y secuestro de revistas y
publicaciones calificadas de comunistas o subversivas.

La Secretaría de Inteligencia del Estado


En 1942 había sido creada una Dirección General de Seguridad e
Informaciones en el Ministerio de Guerra. En base a esa dirección, en el año 1946
se constituyó una Coordinación de Informaciones de la Presidencia de la Nación.
En 1949 la misma se transformó en Coordinación de Informaciones del Estado,
coordinando las actividades internas y externas de los servicios militares y
policiales. En el año 1951, esa estructura se transformó en Servicio de
Informaciones del Estado y en 1954 el servicio fue transformado en Secretaría de
Informaciones del Estado (SIDE), ampliando sus funciones8.
Desde setiembre de 1955 su principal misión fue dirigir la campaña
antiperonista del estado. Para ello reclutó militares de las tres Fuerzas Armadas y
agentes de la PFA. El decreto 776, de enero de 1956, definía la actividad de la
SIDE. En la motivación del decreto se expresaba que la conducción
gubernamental exigía un servicio de informaciones de Estado “orientado dentro de
los... principios democráticos”. También se planteaba que “para centralizar y
valorar tales informaciones en la mejor forma y al servicio del Estado, es
conveniente contar con un único organismo técnico responsable”, pero que en ese
momento existían “numerosos organismos de informaciones en la Administración
Nacional que desvirtúan el principio enunciado anteriormente”9.

6
Kalmanowiecki (1996: 349-350).
7
Policía Federal Argentina (1965: 85-88).
8
Ver Young (2006), Ugarte (2000: 36-37) y Boimvaser (2000: 70-77).
9
El decreto 776/56 en Boletín Oficial del 27/01/56.
10

El artículo 1° del decreto establecía que la SIDE tendría como misión


“proporcionar al Gobierno nacional las informaciones necesarias para la mejor
conducción de los asuntos del Estado.” Y que para su cumplimiento “orientará,
centralizará y coordinará la actividad informativa integral, procediendo a recibir,
clasificar, seleccionar, analizar y distribuir entre los organismos competentes todas
aquellas informaciones que produzcan los diversos Servicios de Informaciones de
las Fuerzas Armadas, los ministerios civiles, las gobernaciones de Provincia y
aquellas que obtenga por medios propios”. Al mismo tiempo se agregaba que las
necesidades de información “del Excmo. señor Presidente, Vicepresidente y
Ministros del Poder Ejecutivo Nacional, con excepción de los de las Fuerzas
Armadas, que impliquen el empleo de medios secretos para su obtención, serán
satisfechas directa y exclusivamente por la Secretaría de Informaciones del
Estado”. El artículo 2° apuntaba a restringir con claridad la misión de los servicios
de inteligencia militares a “servir a las necesidades de información en la
jurisdicción de la fuerza a la que pertenecen”10.

El decreto 2.985, de abril de 1961, aprobado durante el gobierno de Frondizi y


en un contexto fuertemente represivo, colocaba a la SIDE como central del
sistema informativo nacional y le encargaba la planificación, dirección y
supervisión de las acciones contra el comunismo y otros extremismos. Dicho
decreto, teniendo en mira “la necesidad de sistematizar la forma de acción del
Estado frente a la acción disociadora del comunismo y otros extremismos”, y
planteaba que era factible agregar a la SIDE “misiones que contribuyan a
robustecer los instrumentos legales de que dispone la República para
salvaguardar a las instituciones nacionales contra una amenaza de naturaleza tan
especial”. Por otra parte, se señalaba que la situación política mostraba que “al
amparo de las libertades democráticas negadas al pueblo en los regímenes
totalitarios, se advierte un peligroso avance de la actividad comunista y de otros
extremismos, dirigido a destruir las bases de la sociedad argentina mediante la
infiltración subrepticia de los organismos del Estado, la prédica disolvente contra
instituciones fundamentales, la negación de los valores que configuran la tradición

10
Ibídem.
11

patria y la deformación conceptual de los principios éticos”. Se dispuso otorgar a la


SIDE una serie de misiones “complementarias” en materia de lucha contra el
comunismo y otros extremismos.

Su artículo 2° dispuso que la secretaría fuera el organismo de la Nación


“encargado de planificar, dirigir y supervisar la acción del Estado en materia de
comunismo y otros extremismos”. A partir de lo cual se definían una cantidad de
funciones para la secretaría de inteligencia como las de “Asesorar y formular
recomendaciones al Poder Ejecutivo nacional en esta materia; Ejecutar por sí las
medidas necesarias en lo que le compete específicamente y disponer la ejecución
por medio de los organismos que corresponden; Reunir los antecedentes y
elementos de juicio necesarios para realizar los estudios básicos a fin de que el
Poder Ejecutivo nacional formule la política general a desarrollar al respecto;
Preparar las bases del plan general de acción y las directivas e instrucciones para
los planes particulares de los ministerios y secretarías de Estado”.

También eran definidas como funciones de la secretaría “Coordinar los planes


particulares y toda otra previsión concurrente a los mismos fines, entre los
ministerios nacionales, civiles y militares; Proponer medidas de coordinación entre
los planes del gobierno nacional y aquellos que desarrollan los gobiernos
provinciales con los mismos fines; Intervenir en todo asunto vinculado con el
comunismo y otros extremismos que se hubiere originado o tramitado en
ministerios o secretarías de Estado, o en otros organismos oficiales
descentralizados o autárquicos; Intervenir como nexo natural de enlace entre las
autoridades de la Nación y las personas o entidades privadas que efectúan
estudios y desarrollan actividades frente al comunismo y otros extremismos;
Organizar con representantes de los distintos ministerios y organismos del Estado,
las comisiones de estudio o de trabajo que sean necesarias para el cumplimiento
de la misión impuesta”.

Por otra parte, el artículo 3° dispuso que la SIDE fuera “la central del sistema
informativo y en tal carácter coordinará las actividades específicas de los servicios
de informaciones S.I.E., S.I.N., S.I.A. y de Coordinación Federal y las que puedan
12

realizarse en otros organismos públicos afines, de acuerdo a las reglamentaciones


vigentes, para centralizar el estudio de la inteligencia superior del Estado y
formular las recomendaciones que correspondan”11. Se trataba de una misión a
desarrollarse en todos los ámbitos del Estado, sobre la base de un plan general
cuyas bases prepararía la SIDE.

Durante el breve gobierno encabezado por José María Guido, fue aprobada otra
renovación de la SIDE. El decreto secreto 4.500, de mayo de 1963, realizó una
reestructuración de la secretaría de inteligencia. Establecía con mayor nivel de
detalle la misión y funciones de este organismo, asemejándolo a su conformación
actual. En la motivación del decreto se establecía que los temas que le competían
“atañen específicamente a la Seguridad de la Nación, tanto en lo interno como en
lo externo, por lo que su información y sus propuestas deben efectuarse en el
más alto nivel de la conducción del Estado sirviendo al presidente de la Nación, a
sus ministros y secretarios de Estado y a los distintos consejos que se constituyan
para la dirección del país”.

Se expresaba, además, “que la reciente adición de la dirección de la lucha


contra el comunismo a las tareas anteriores que cumplía la Secretaría de
Informaciones de Estado, hacen conveniente una reorganización interna que la
robustezca”. En consecuencia, en materia de misión, el artículo 1° disponía que la
SIDE era “el organismo estatal que tiene por misión realizar actividades
informativas y producir inteligencia en interés de la seguridad de la Nación, para la
conducción de los asuntos de Estado y para la acción contra el comunismo”12.
Según lo establecía el artículo 6°, la SIDE “no será un organismo de represión, no
tendrá facultades compulsivas ni cumplirá tareas policiales”. El artículo 7°
detallaba el personal que integraba la secretaría: personal militar superior, en
actividad, especializado en informaciones y puesto a disposición de la SIDE por
las secretarías de las FF.AA. correspondientes; personal civil superior, reclutado
entre personal militar retirado y personal civil (profesionales con título

11
El decreto 2.985/61 en Boletín Oficial, del 17/04/1961.
12
El decreto 4.500/63 en Boletín Oficial, del 5/06/1963.
13

universitario), con 15 años de antigüedad como mínimo y personal civil auxiliar:


técnicos, especialistas, auxiliares y de servicio.

Estos últimos decretos, de 1961 y 1963, buscaban reforzar a la SIDE como un


organismo crecientemente especializado en la represión del comunismo. A su
misión tradicional de brindar inteligencia al Poder Ejecutivo Nacional se sumaba la
tarea de planificar, dirigir y supervisar la lucha contra el comunismo por parte del
aparato estatal, algo que no aparece en el decreto 776 del año 1956. Esa nueva
misión implicó una reorganización de la Secretaría de Inteligencia del Estado. La
insistencia de los decretos de 1961 y 1963 en que la SIDE debía coordinar y
centralizar la actividad y la inteligencia producida por el conjunto de los servicios
de informaciones en la estructura estatal, al punto de ser definida en 1963 como
“central del sistema informativo”, hace sospechar que esa tarea se realizaba con
mucha deficiencia. Varios autores han apuntado a la proliferación de servicios en
la estructura estatal, duplicación del trabajo, la fuerte competencia y rivalidad
burocrática interservicios que existía, con vinculaciones esporádicas y una
tradicional subestimación de la SIDE por parte de los servicios militares13.

La implantación de la Doctrina de Seguridad Nacional y la influencia


norteamericana en el Ejército
Desde 1955 en adelante las Fuerzas Armadas (FF.AA.) asumieron un carácter
represivo inédito por su dimensión, llevando adelante una política fuertemente
antiobrera y antipopular. Como un aspecto central de esa transformación, el
Ejército abandonó la doctrina tradicional de Defensa Nacional para asumir
lentamente la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN), redefiniendo en forma
notable el rol y las tareas que los militares debían asumir14. La nueva doctrina
militar favorecía una mirada conspirativa y exageraba el riesgo inmediato de una
insurrección comunista. Al mismo tiempo, implicaba definir una novedosa y

13
Ver por ejemplo Ugarte (2000: 37).
14
Sobre las doctrinas de las FF.AA. argentinas durante el siglo XX, ver López (1987 y 1985). Sobre
la Doctrina de Seguridad Nacional remitimos a Buitrago (2003), Monkman (1992); García (1991);
Pion-Berlin (1989 y 1988); Tapia Valdés (1980) y Comblin (1977).
14

permanente misión para las FF.AA.: el control de la subversión interior 15. Esto,
entre otros aspectos, implicaba la fuerte expansión de la inteligencia militar sobre
el país. Aunque en la mayoría de los países de América Latina la DSN fue
adoptada a partir de su exportación por los Estados Unidos como un elemento de
la Alianza para el Progreso, en el caso de la Argentina esa circunstancia general
se combinó con una importante y previa influencia de la doctrina de guerra
revolucionaria elaborada por el ejército francés.
En el caso de la doctrina francesa, no se trataba exclusivamente de una técnica
operativa sino que ésta iba acompañada por una importante justificación
ideológica que combinaba mesianismo, anticomunismo, integrismo católico y un
extremismo de carácter reaccionario. En ese sentido se destacaba la actividad de
la organización Cité Catholique, fundada por Jean Ousset, como una escuela de
formación de cuadros católicos, de gran influencia en el ejército francés y que tuvo
su primera sede fuera de Francia en la Argentina, en el año 195916. Una figura
central de la misma fue el sacerdote Georges Grasset, capellán militar en Argelia,
que se instaló en la ciudad de Buenos Aires en 1962.

Desde 1961 en adelante Ciudad Católica editó textos en Buenos Aires. Ese año
apareció El Marxismo-Leninismo, de Ousset, con un prólogo del cardenal y
arzobispo de Buenos Aires, Antonio Caggiano. Personas vinculadas a la Ciudad
Católica y la revista Verbo en Argentina eran el coronel Juan Francisco Guevara,
Juan Carlos Goyeneche, Roberto Pincemin, el sacerdote Julio Meinvielle, Carlos
Sacheri, Roberto Gorostiaga, Carlos Caballero y el general Señorans, algunos de
ellos funcionarios del gobierno militar de 1966. Inclusive se ha relacionado a
Grasset con los generales Juan Carlos Onganía y Jorge Rafael Videla17.

Para los miembros de Ciudad Católica la subversión era la subversión del orden
cristiano y expresaban un fuerte antimarxismo. El nacionalismo católico brindaba
una justificación teórica de las nuevas prácticas militares en defensa de la
civilización occidental y cristiana, al mismo tiempo que sacralizaba la misión militar

15
Ver Stepan (1976).
16
Ver Robin (2005) y Ranalletti (2005).
17
Ver Scirica (2007); Robin (2005: 296-300 y 391); Ranalletti (2005: 301-303) y Rouquié (1994).
15

como civilizatoria y demonizaba a su enemigo18. Otro aspecto destacado de la


doctrina francesa y que obtuvo una fuerte recepción local era la acusación de que
los movimientos nacionalistas estaban infiltrados y manipulados por el comunismo
internacional, lo que permitía reforzar la forma en que los militares argentinos
trataban al problema subversivo en el país, en base a la denuncia del comunismo
y la represión del peronismo.

La doctrina de la guerra antisubversiva francesa tenía por referentes a


diferentes oficiales como Roger Trinquier, André Beaufre, Gabriel Bonnet y Pierre
Château-Jobert. En Argelia el trabajo de inteligencia del ejército francés estuvo a
cargo del 5° Departamento de Acción Psicológica creado por el coronel Trinquier,
quien en su libro La Guerra Moderna, hacía una defensa abierta del uso de la
tortura para la obtención de información. Los escritos de esos militares franceses
fueron editados profusamente en Buenos Aires en la década del setenta por
empresas editoriales como Pleamar y Rioplatense.

Desde fines de la década del 50 el Ejército asumió la lucha antisubversiva como


una de sus principales definiciones. Entre 1958 y 1964, la Revista de la Escuela
Superior de Guerra publicó 60 artículos, 16 de ellos, un 27%, referían a la guerra
revolucionaria19. Una parte importante de esos trabajos tenían por origen
conferencias brindadas en la Escuela Superior de Guerra, por oficiales de la
misión militar francesa que estuvo en Buenos Aires desde el año 1957. Se trataba
de militares que dominaban el castellano y con una amplia experiencia directa en
la represión de los movimientos de liberación nacional en Indochina (1945-1954) o
Argelia (1954-1962). En 1958 se aprobó un proyecto para que 120 oficiales
argentinos viajasen a Francia, visitando Argelia. En febrero de 1960 un acuerdo
secreto entre los gobiernos de Francia y Argentina institucionalizó la misión
permanente de asesores militares franceses en Buenos Aires.

Los oficiales franceses señalaron que en la guerra revolucionaria y con un


enemigo diseminado en la población, la información era el arma decisiva para

18
Ver Osiel (2001) y Carlson (2000).
16

conocer la estructura organizativa del enemigo y la tortura el instrumento


privilegiado de la contrarrevolución. La destrucción de las organizaciones
revolucionarias o guerrilleras mediante la tortura, debía ir acompañada de una
acción psicológica, es decir una actividad de propaganda, para aislar política y
socialmente a la izquierda revolucionaria o comunista del conjunto de la sociedad.

La adopción en la Argentina de la doctrina francesa de la guerra revolucionaria


tuvo por principal impulsor al coronel Carlos Rosas, quien estudió en la Escuela
Superior de Guerra de París entre los años 1953 y 1955, justamente cuando esa
temática era incorporada por primera vez en los programas oficiales de la escuela.
A su regreso al país el coronel Rosas fue nombrado vicedirector de la Escuela
Superior de Guerra local. Otros oficiales argentinos que estudiaron durante esa
época en la Escuela Superior de Guerra francesa también se formaron en la
guerra revolucionaria o subversiva como los tenientes coroneles Pedro Tibiletti
(1954-1956), Cándido Hure (1955-1957), Manrique Miguel Mom (1956-1958),
Alcides López Aufranc (1957-1959) y Edgardo Daneri (1958-1960)20.

En marzo de 1960 y hasta agosto de 1961, ante la aplicación del Plan Conintes
se dio a los militares el control directo de la represión del peronismo y la clase
obrera, con la constitución de tribunales militares. Con el Conintes por primera vez
se aplicaron las enseñanzas de la misión francesa21. En octubre de 1961 se abrió
el primer Curso Interamericano de Guerra Contra-Revolucionaria en la Escuela
Superior de Guerra, del que participaron 37 oficiales de 14 países. Su programa
fue elaborado junto a los asesores franceses y apuntaba contra un enemigo en
particular: el comunismo y la subversión marxista. La doctrina de guerra
revolucionaria francesa tuvo una doble vía en su marcada influencia sobre los
militares argentinos. Por un lado mediante la misión militar oficial y por el otro a

19
Ver Rouquié (1986: 157 y ss.). Un detallado análisis de esa producción en la Revista de la
Escuela Superior de Guerra, se puede consultar en Mazzei (2002), ver también Oliveira-Cézar
(2003) y Amaral (1997).
20
Ver Robin (2005: 231) y Mazzei (2002: 115).
21
Robin (2005: 280); Ranalletti (2005; 300-301) y Amaral (1997: 190-191).
17

través de los miembros de la Organisation Armée Secrète que llegaron al país


desde mediados de la década del 60 en adelante22.

Por su parte, la Biblioteca del Oficial del Ejército Argentino publicó durante los
años sesenta numerosos volúmenes sobre la guerra contrarrevolucionaria y
anticomunista. Un ejemplo representativo es el volumen 525, Guerra
revolucionaria comunista, del entonces coronel G. Osiris Villegas, aparecido en
1962 y que le valió al autor fama de ser uno de los principales especialistas del
Ejército argentino en el tema. El libro que hacía una defensa del sistema de vida
cristiano occidental y del anticomunismo se dedicaba prevenir “el peligro de la
infiltración comunista”, señalando que “la Tercera Guerra Mundial ya ha
comenzado”23. El trabajo incluía una lista de casi 100 supuestos órganos de
propaganda comunista, entre editoriales, revistas, periódicos, bibliotecas
populares y teatros independientes, que cubrían con su accionar todo el país.
También se denunciaban organizaciones y movimientos considerados colaterales
del Partido Comunista y supuesta prueba de su penetración e infiltración en la
sociedad.

El general Villegas fue ministro de Interior entre mayo y octubre de 1963,


aprobando una amplia legislación represiva, como el decreto-ley 4.214, que
ilegalizaba al Partido Comunista y a cualquier grupo político que “admita los
principios del comunismo internacional” y su complementario, decreto-ley 5.540,
que ordenaba la disolución y liquidación de una gran cantidad de organizaciones
consideradas colaterales de ese partido, como la Federación Juvenil Comunista,
Liga Argentina por los Derechos del Hombre, Unión de Mujeres Argentinas o el
Consejo Argentino por la Paz, o el decreto 5.541, que reglamentaba al 4.214, y
ordenaba la tarea de la calificación a la SIDE24. El decreto 4.214 señalaba en sus
considerandos la necesidad de “un instrumento legal que preserve el orden
jurídico y las instituciones democráticas, frente a la acción subversiva del
Comunismo que se propone abolir los derechos y garantías fundamentales

22
Ver Ranalletti (2005) y Robin (2005).
23
El libro escrito tuvo una primera edición en 1962 en la Biblioteca del Oficial y una segunda al año
siguiente, por la editorial Pleamar, ver Villegas (1963).
24
Los tres decretos en Anales de Legislación Argentina, 1963-B, pp. 826-828 y 911- 915.
18

reconocidos por la Constitución”25. Para realizar la calificación de comunista tanto


de personas como de publicaciones, fue creada en la SIDE una Comisión Asesora
para la Calificación Ideológica Extremista, integrada por especialistas y expertos.

A partir del triunfo de los azules en el conflicto interno del Ejército y con la
llegada del general Onganía al cargo de Comandante en Jefe, en setiembre de
1962, las FF.AA. se orientaron más claramente hacia la influencia militar y
antisubversiva de los EE.UU26.

En 1951 se aprobó en EE.UU. el Mutual Security Act, que habilitó la creación


del Programa de Ayuda Militar (MAP por sus siglas en inglés) y desde el año
siguiente fueron suscriptos diferentes pactos bilaterales de asistencia militar 27. El
programa implicaba la venta de armamento, el establecimiento de misiones
militares y programas de entrenamiento de oficiales. Originalmente el material
bélico vendido era sobrante de la Segunda Guerra Mundial. Según expresaron
tanto el Departamento de Estado como la Agencia para el Desarrollo Internacional
(AID), lo más importante del MAP era el entrenamiento del personal militar
extranjero, que permitía un adoctrinamiento político y establecer relaciones con
personas llamadas a cumplir funciones políticas o de gobierno en el futuro 28. El
entrenamiento de los oficiales latinoamericanos suponía un fuerte adoctrinamiento
anticomunista, entendiendo al comunismo como la política exterior de la Unión
Soviética, una doctrina de liderazgo militar y contraria a la democracia republicana
como forma de gobierno. Un objetivo principal del mismo era que los militares
asumieran la defensa de la política exterior norteamericana29.

Desde 1961 en adelante el MAP de los EE.UU. “suministró exclusivamente


elementos, equipos y entrenamiento destinados al resguardo de la seguridad

25
Ver el decreto 4.214/63, en Boletín Oficial, del 30 de mayo de 1963.
26
Sobre la orientación del Ejército hacia los EE.UU. por influencia del general Onganía, ver
Rouquié (1986: 231-233). Respecto de la facción azul del ejército, ver Mazzei (1998).
27
Sobre el Programa de Ayuda Militar y sus características, ver Veneroni (1973). Entre 1952 y
1955 los EE.UU. suscribieron acuerdos bilaterales con Ecuador, Cuba, Colombia, Perú, Chile,
Brasil, República Dominicana, Uruguay, Nicaragua, Honduras, Haití y Guatemala. En 1958 el
acuerdo fue firmado con Bolivia.
28
Mazzei (2003) y Veneroni (1973).
29
Un análisis de los objetivos y de los contenidos del entrenamiento en Tapia Valdéz (1980).
19

interior del país receptor”30. Por otra parte el acuerdo implicaba el derecho de los
EE.UU. a controlar y observar la utilización de los materiales vendidos. Entre los
objetivos del programa se destacaba el interés de estandarizar el armamento y la
doctrina militar de los ejércitos latinoamericanos. La asistencia norteamericana
también incluía fondos para programas de Acción Cívica, cuyo objetivo era realizar
propaganda para mejorar la imagen de las FF.AA. ante la población. Entre 1962 y
1966 la Argentina recibió 1.652 millones de dólares para ese objetivo31.

El 10 de mayo de 1964 y siendo el último país latinoamericano en hacerlo, la


Argentina firmó con los EE.UU. un Plan de Ayuda Militar que institucionalizó tanto
la venta de armamento como el entrenamiento de oficiales argentinos en bases
estadounidenses32. El acuerdo implicaba la primera gran compra de armamento
de la Argentina desde 1946-1948, cuando se habían adquirido de EE.UU. 300
tanques Sherman. El acuerdo buscaba la modernización del armamento y la
adaptación a la doctrina impulsada por los EE.UU. El tipo de armamento y equipo
buscado apuntaba a garantizar una alta movilidad de las FF.AA. La cooperación
también implicaba el entrenamiento de las fuerzas policiales en la Academia
Internacional de Policía, constituida en Washington en 1963 y dependiente del
Departamento de Estado por intermedio de la AID.

La DSN que postulaba un enemigo interno, una guerra permanente y no


convencional y una ampliación de la misión de las FF.AA., se encuentra presente
de forma destacada en el discurso que el general Onganía, como Comandante en
Jefe del Ejército Argentino, realizó en la Academia Militar de West Point, durante la
V Conferencia de Ejércitos Americanos, en agosto de 1964. A partir de entonces la
orientación estratégica y práctica de la lucha antisubversiva fue de los EE.UU. y en
el área de inteligencia de la CIA.

30
Veneroni (1973: 44).
31
Ver Veneroni (1973: 40) y Feldman (1982).
32
El acuerdo militar entre Argentina y los EE.UU. está reproducido en el libro de Veneroni. Entre
1950 y 1975, 2.766 militares argentinos recibieron instrucción en más de 12 escuelas militares de
los EE.UU. En el mismo período otros 3.676 fueron adiestrados en otros lugares fuera de los
EE.UU.
20

La doctrina norteamericana de contrainsurgencia ponía el acento principal en el


peligro de la infiltración comunista y el enemigo interno, al mismo tiempo que
tendía a identificar Estado y FF.AA. como una única institución. También ponía un
destacado hincapié en la geopolítica, por la polarización del mundo en dos
bloques durante la Guerra Fría y legitimada a las FF.AA. como agentes de la
modernización y de la construcción de la nación33. Las diferencias entre política
exterior e interior, entre ejército y policía y entre acción política y acción militar
eran anuladas. Al mismo tiempo y desde mediados de la década del 60 la doctrina
combinó la preocupación por la seguridad con la temática del desarrollo
económico.

Conclusiones
Tras el golpe de 1955 la política argentina se estructuró sobre la proscripción y
represión del peronismo y la clase obrera, sumando a esas definiciones la
tradicional postura anticomunista del Estado nacional. En los primeros años de la
década del 60 y con un contexto de crisis política, el Estado argentino y sus
Fuerzas Armadas asumieron definiciones y transformaciones que marcaron su
intervención en los años siguientes. Durante la autotitulada “Revolución
Libertadora” y durante la crisis militar de 1962-1963 los diferentes aparatos fueron
reformados y potenciadas sus capacidades represivas, de vigilancia, control social
y de espionaje político. En esos años fueron reformadas las estructuras de la
Policía Federal Argentina jerarquizando su servicio de informaciones y también fue
modernizada la SIDE, ampliando su misión y funciones, en particular, para
enfrentar la amenaza comunista y todo totalitarismo o extremismo, eufemismo que
servía para referirse al peronismo.
La represión del peronismo supuso no sólo un ataque al movimiento obrero y
sus estructuras organizativas sino también una purga importante del Ejército y de
la PFA y un férreo control sobre las diversas instituciones del Estado para
garantizar su efectiva desperonización. La experiencia del peronismo había tenido

33
Sobre el pensamiento geopolítico argentino, ver Dodds (2000) y Child (1990).
21

su origen en el seno del aparato estatal y había contado como un elemento clave
en su constitución con el apoyo del sector nacionalista del Ejército.
En segundo lugar operaron sobre esa crisis local un contexto internacional
marcado por la guerra fría. En ese marco y desde 1961 se hizo sentir una fuerte
presión desde los EE.UU. y el Sistema Interamericano de Defensa en función de
que los ejércitos latinoamericanos asumieran una división de tareas donde la
defensa externa de la región y el continente quedaba bajo responsabilidad
principal del Ejército norteamericano y los ejércitos locales quedaban
crecientemente abocados a la represión de los intentos de desestabilización
política originados desde el interior de sus respectivos países. Esa nueva
definición estratégica, la que planteaba la lucha contrarrevolucionaria y
anticomunista como la principal hipótesis de conflicto, conllevó una fuerte
redefinición tanto del rol de las FF.AA., como de la importancia atribuida por las
mismas a la inteligencia interna, de su vínculo con las diferentes fuerzas de
seguridad, de la formación de la oficialidad, del tipo de armamento adquirido, del
tipo de asesoramiento exterior, etc.

Antes de que se hiciese sentir la influencia norteamericana hubo en la Argentina


una importante influencia de la doctrina antisubversiva que produjo el Ejército
francés a partir de su experiencia en Argelia y Vietnam. Esa temprana influencia
francesa es un rasgo que distingue a la Argentina respecto de la experiencia de
otros países de la región. Ambas doctrinas, la francesa y la norteamericana, a
pesar de sus diferencias y características distintivas, tenían una cantidad de
implicancias comunes, como favorecer el compromiso de las FF.AA. en tareas de
carácter policial, expandir la definición de su rol específico y legitimar su
intervención directa en la política, como garantes de la estabilidad política, el
desarrollo económico y el orden social.

Bibliografía:
Amaral, Samuel (1997), “Guerra revolucionaria: de Argelia a la Argentina, 1957-
1962”, en Investigaciones y ensayos, n° 47, La Plata.
Andersen, Martin (2002), La Policía, Buenos Aires, Sudamericana.
22

Bohoslavsky, Ernesto, Caimari, Lila y Schettini, Cristiana (orgs.) (2009), La policía


en perspectiva histórica, Buenos Aires, online en
http://www.crimenysociedad.com.ar/files/
Boimvaser, Jorge, (2000), Los sospechosos de siempre. Historia del espionaje en
Argentina, Buenos Aires, Planeta.
Buitrago, Francisco (2003), “La doctrina de seguridad nacional: materialización de
la guerra fría en América del sur”, en Revista de Estudios Sociales, n° 15,
Universidad de los Andes, Bogotá.
Carlson, Eric (2000), “The Influence of French ´Revolutionary War’ Ideology on the
Use of Torture in Argentina´s ´Dirty War’”, en Human Rights Review, vol. 1, n° 4.
Child, Jack (1990), “El pensamiento geopolítico”, en Goodman, Louis, Mendelson,
Johanna y Rial, Juan, Los militares y la democracia, Montevideo, PEITHO.
Comblin, Joseph (1977), Le pouvoir militaire en Amerique Latine. L´idélogie de la
Sécurité Nationale, Paris, Delarge.
Dodds, Klaus (2000), “Geopolitcs and the geographical imagination of Argentina”,
en Dodds, Klaus and Atkinson, David, Geopolitical Traditions, London, Routledge.
Feldman, David (1982), “Argentina, 1945-1971: Military Assistance, Military
Spending and the Political Activity of the Armed Forces”, en Journal of
Interamerican Studies and World Affairs, vol. 24, n° 3.
García, Alicia (1991), La Doctrina de Seguridad Nacional, Buenos Aires, CEAL.
Kalmanowiecki, Laura (2003), “Policing the People, Building the State: The Police-
Military Nexus in Argentina, 1880-1945”, en Davis, Diane y Pereira, Anthony (eds.),
Irregular Armed Forces and Their Role in Politics and State Formation, New York,
Cambridge University Press.
Kalmanowiecki, Laura (2000a), “Origins and Applications of Political Policing in
Argentina”, en Latin American Perspectives, v. 27, n° 2.
Kalmanowiecki, Laura (2000b), “People, Police and Repression in Modern
Argentina”, en Buffington, Robert y Aguirre, Carlos, Reconstructing Criminality in
Latin America, Wilmington, Scholary Resources.
Kalmanowiecki, Laura (1996), Military Power and Policing in Argentina, Ph.D.
dissertation, New School for Social Research.
23

López, Ernesto, (1987), Seguridad nacional y sedición militar, Buenos Aires,


Legasa.
López, Ernesto (1985), “Doctrinas militares en Argentina: 1932-1980”, en AA.VV.,
La reforma militar, Buenos Aires, Legasa.
Lowy, Michael y Sader, Eder (1985), “The militarization of the State in Latin
America”, en Latin American Perspectives, v. 12, n° 4.
Mazzei, Daniel (2003), “El ejército argentino y la asistencia militar norteamericana
durante la guerra fría”, en Taller, n° 20, Buenos Aires.
Mazzei, Daniel (2002), “La misión militar francesa en la Escuela Superior de
Guerra y los orígenes de la Guerra Sucia, 1957-1962”, en Revista de Ciencias
Sociales, nº 13, Bernal.
Mazzei, Daniel (1998), “Azules: perfil socioprofesional de la élite del Ejército, 1962-
1963”, en Revista de Ciencias Sociales, nº 7-8, Bernal.
Monkman, Guillermo (1992), The Institutionalization of the Doctrine of National
Security in Argentina: the Military and Foreign Policy, Ph.D. dissertation, University
of South Carolina.
Oliveira-Cézar, María (2003), “El aprendizaje de la guerra contrarrevolucionaria”,
Todo es Historia, n° 435, Buenos Aires.
Osiel, Mark (2001), “Constructing Subversion in Argentina’s Dirty War”, en
Representations, n° 75.
Pion-Berlin, David (1989), “Latin American National Security Doctrines: Hard and
Softline Themes”, en Armed Forces & Society, vol. 15, n° 3.
Pion-Berlin, David (1988), “The National Security Doctrine, Military Perception, and
the “Dirty War” in Argentina”, en Comparative Political Studies, vol. 21, n° 3.
Policía Federal Argentina (1965), Ley orgánica Policía Federal y su
reglamentación, Buenos Aires, Biblioteca Policial.
Ranalletti, Mario (2005), “La guerra de Argelia y la Argentina. Influencia e
inmigración francesa desde 1945”, en Anuario de Estudios Americanos, vol. 62, n°
2.
Robin, Marie Monique (2005), Escuadrones de la muerte, Buenos Aires,
Sudamericana.
24

Rodríguez, Adolfo y Zappietro, Eugenio (1999), Historia de la Policía Federal


Argentina, Buenos Aires, Editorial Policial.
Rouquié, Alain (1994), “La tentación del catolicismo nacionalista en la República
Argentina”, en Rouquié, Alain, Autoritarismos y democracia, Buenos Aires, Edicial.
Rouquié, Alain (1986), Poder militar y sociedad política en la Argentina, Buenos
Aires, Hyspamérica.
Scirica, Elena (2007), “Ciudad Católica-Verbo: discurso, redes y relaciones en pos
de una apuesta (contra) revolucionaria”, reproducido en www.historiapolitica.com
Stepan, Alfred (1976), “The New Professionalism of Internal Warfare and Military
Role Expansion”, en Lowenthal, Abraham (ed.), Armies and Politics in Latin
America, New York, Holmes & Meier Publishers.
Tapia Valdés, Jorge (1980), El terrorismo de estado. La Doctrina de Seguridad
Nacional en el Cono Sur, México, Nueva Imagen.
Ugarte, José (2000), Legislación de inteligencia, Buenos Aires, Dunken.
Veneroni, Horacio (1973), Estados Unidos y las Fuerzas Armadas de América
Latina, Buenos Aires, Periferia.
Villegas, Osiris (1963), Guerra revolucionaria comunista, Buenos Aires, Pleamar.
Young, Gerardo (2006), SIDE. La Argentina secreta, Buenos Aires, Planeta.

También podría gustarte