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Ariel Eidelman
Introducción
En este trabajo se realiza una reconstrucción de algunos de los principales
organismos represivos del Estado nacional, de sus misiones y funciones, a partir
del análisis de su normativa y legislación correspondiente. El objetivo es explicitar
sus principales transformaciones en la década que va desde el golpe de Estado de
setiembre de 1955 al golpe de junio de 1966. Se trata de una década marcada por
una permanente inestabilidad política, una profunda crisis de hegemonía y un
proceso de militarización del conjunto de las estructuras institucionales del Estado.
Desde 1930 en adelante, cada golpe de Estado producido en la Argentina ha sido
una coyuntura de reforzamiento de los aparatos represivos y la autotitulada
Revolución Libertadora no fue una excepción.
No pretendemos abordar las transformaciones de todas las estructuras
represivas, de espionaje y control social con que contaba el Estado argentino, sino
de algunas de las más importantes: la Dirección de Coordinación Federal, que era
el aparato de inteligencia de la Policía Federal Argentina; el servicio de inteligencia
que dependía directamente del Poder Ejecutivo Nacional: la Secretaría de
Inteligencia del Estado (SIDE) y, al mismo tiempo, analizar el impacto de la
Doctrina de Seguridad Nacional y la influencia norteamericana en el Ejército
Argentino.
Después del golpe de 1955, se realizó una importante reestructuración de la
Policía Federal Argentina jerarquizando su servicio de inteligencia y elevándolo en
la estructura institucional. También la SIDE fue reformada en 1956 y nuevamente
en el año 1963. La principal misión de esos aparatos después de 1955 fue
garantizar la desperonización de las estructuras del Estado y la represión de la
resistencia peronista. Respecto del Ejército, se destaca la llegada de una misión
militar francesa y otra norteamericana, ambas vinculadas directamente a la
adopción de la Doctrina de Seguridad Nacional.
2
Durante la segunda mitad del siglo XX los aparatos coercitivos del Estado
argentino conocieron un marcado desarrollo y creciente protagonismo ante una
crisis política irresuelta y una profundización del conflicto social y la lucha de
clases. Por un lado se dio el crecimiento de los aparatos más especializados,
como los diferentes servicios de inteligencia, y al mismo tiempo una marcada
tendencia a la militarización de las estructuras estatales y la sociedad, coherente
con el protagonismo forzado del Ejército y del conjunto de las Fuerzas Armadas
ante la crisis de hegemonía abierta con el derrocamiento del gobierno del general
Perón.
Respecto del sentido de la tendencia a la militarización del conjunto de las
estructuras estatales, tomamos una definición brindada por Michael Lowy y Eder
Sader, quienes han planteado que esta puede ser definida como una forma de
Estado en la cual la jerarquía militar ocupa las posiciones centrales del ámbito
político, es decir que controla los principales puestos de gobierno y los altos
cargos de los aparatos estatales, como ministerios, directorios de empresas
estatales y las posiciones administrativas clave. La militarización del Estado
supone la colonización del conjunto de las estructuras estatales por los militares y
una total o parcial fusión de los aparatos represivos con otros aparatos del sistema
de dominación política1.
1
Ver Lowy y Sader (1985).
3
2
Sobre la historia de la Policía de la ciudad de Buenos Aires, ver los trabajos de Boholavsky,
Caimari y Schettini (2009) y Kalmanowiecki (2003, 2000a, 2000b y 1996). Sobre la historia de la
Policía Federal Argentina, Andersen (2002) y Rodríguez y Zappietro (1999).
3
Ver Kalmanowiecki (2000b: 208).
6
4
Policía Federal Argentina (1965: 27).
8
5
Ver el Libro V de la ley de la PFA en Anales de Legislación Argentina, 1958, pp. 1069-1074.
9
6
Kalmanowiecki (1996: 349-350).
7
Policía Federal Argentina (1965: 85-88).
8
Ver Young (2006), Ugarte (2000: 36-37) y Boimvaser (2000: 70-77).
9
El decreto 776/56 en Boletín Oficial del 27/01/56.
10
10
Ibídem.
11
Por otra parte, el artículo 3° dispuso que la SIDE fuera “la central del sistema
informativo y en tal carácter coordinará las actividades específicas de los servicios
de informaciones S.I.E., S.I.N., S.I.A. y de Coordinación Federal y las que puedan
12
Durante el breve gobierno encabezado por José María Guido, fue aprobada otra
renovación de la SIDE. El decreto secreto 4.500, de mayo de 1963, realizó una
reestructuración de la secretaría de inteligencia. Establecía con mayor nivel de
detalle la misión y funciones de este organismo, asemejándolo a su conformación
actual. En la motivación del decreto se establecía que los temas que le competían
“atañen específicamente a la Seguridad de la Nación, tanto en lo interno como en
lo externo, por lo que su información y sus propuestas deben efectuarse en el
más alto nivel de la conducción del Estado sirviendo al presidente de la Nación, a
sus ministros y secretarios de Estado y a los distintos consejos que se constituyan
para la dirección del país”.
11
El decreto 2.985/61 en Boletín Oficial, del 17/04/1961.
12
El decreto 4.500/63 en Boletín Oficial, del 5/06/1963.
13
13
Ver por ejemplo Ugarte (2000: 37).
14
Sobre las doctrinas de las FF.AA. argentinas durante el siglo XX, ver López (1987 y 1985). Sobre
la Doctrina de Seguridad Nacional remitimos a Buitrago (2003), Monkman (1992); García (1991);
Pion-Berlin (1989 y 1988); Tapia Valdés (1980) y Comblin (1977).
14
permanente misión para las FF.AA.: el control de la subversión interior 15. Esto,
entre otros aspectos, implicaba la fuerte expansión de la inteligencia militar sobre
el país. Aunque en la mayoría de los países de América Latina la DSN fue
adoptada a partir de su exportación por los Estados Unidos como un elemento de
la Alianza para el Progreso, en el caso de la Argentina esa circunstancia general
se combinó con una importante y previa influencia de la doctrina de guerra
revolucionaria elaborada por el ejército francés.
En el caso de la doctrina francesa, no se trataba exclusivamente de una técnica
operativa sino que ésta iba acompañada por una importante justificación
ideológica que combinaba mesianismo, anticomunismo, integrismo católico y un
extremismo de carácter reaccionario. En ese sentido se destacaba la actividad de
la organización Cité Catholique, fundada por Jean Ousset, como una escuela de
formación de cuadros católicos, de gran influencia en el ejército francés y que tuvo
su primera sede fuera de Francia en la Argentina, en el año 195916. Una figura
central de la misma fue el sacerdote Georges Grasset, capellán militar en Argelia,
que se instaló en la ciudad de Buenos Aires en 1962.
Desde 1961 en adelante Ciudad Católica editó textos en Buenos Aires. Ese año
apareció El Marxismo-Leninismo, de Ousset, con un prólogo del cardenal y
arzobispo de Buenos Aires, Antonio Caggiano. Personas vinculadas a la Ciudad
Católica y la revista Verbo en Argentina eran el coronel Juan Francisco Guevara,
Juan Carlos Goyeneche, Roberto Pincemin, el sacerdote Julio Meinvielle, Carlos
Sacheri, Roberto Gorostiaga, Carlos Caballero y el general Señorans, algunos de
ellos funcionarios del gobierno militar de 1966. Inclusive se ha relacionado a
Grasset con los generales Juan Carlos Onganía y Jorge Rafael Videla17.
Para los miembros de Ciudad Católica la subversión era la subversión del orden
cristiano y expresaban un fuerte antimarxismo. El nacionalismo católico brindaba
una justificación teórica de las nuevas prácticas militares en defensa de la
civilización occidental y cristiana, al mismo tiempo que sacralizaba la misión militar
15
Ver Stepan (1976).
16
Ver Robin (2005) y Ranalletti (2005).
17
Ver Scirica (2007); Robin (2005: 296-300 y 391); Ranalletti (2005: 301-303) y Rouquié (1994).
15
18
Ver Osiel (2001) y Carlson (2000).
16
En marzo de 1960 y hasta agosto de 1961, ante la aplicación del Plan Conintes
se dio a los militares el control directo de la represión del peronismo y la clase
obrera, con la constitución de tribunales militares. Con el Conintes por primera vez
se aplicaron las enseñanzas de la misión francesa21. En octubre de 1961 se abrió
el primer Curso Interamericano de Guerra Contra-Revolucionaria en la Escuela
Superior de Guerra, del que participaron 37 oficiales de 14 países. Su programa
fue elaborado junto a los asesores franceses y apuntaba contra un enemigo en
particular: el comunismo y la subversión marxista. La doctrina de guerra
revolucionaria francesa tuvo una doble vía en su marcada influencia sobre los
militares argentinos. Por un lado mediante la misión militar oficial y por el otro a
19
Ver Rouquié (1986: 157 y ss.). Un detallado análisis de esa producción en la Revista de la
Escuela Superior de Guerra, se puede consultar en Mazzei (2002), ver también Oliveira-Cézar
(2003) y Amaral (1997).
20
Ver Robin (2005: 231) y Mazzei (2002: 115).
21
Robin (2005: 280); Ranalletti (2005; 300-301) y Amaral (1997: 190-191).
17
Por su parte, la Biblioteca del Oficial del Ejército Argentino publicó durante los
años sesenta numerosos volúmenes sobre la guerra contrarrevolucionaria y
anticomunista. Un ejemplo representativo es el volumen 525, Guerra
revolucionaria comunista, del entonces coronel G. Osiris Villegas, aparecido en
1962 y que le valió al autor fama de ser uno de los principales especialistas del
Ejército argentino en el tema. El libro que hacía una defensa del sistema de vida
cristiano occidental y del anticomunismo se dedicaba prevenir “el peligro de la
infiltración comunista”, señalando que “la Tercera Guerra Mundial ya ha
comenzado”23. El trabajo incluía una lista de casi 100 supuestos órganos de
propaganda comunista, entre editoriales, revistas, periódicos, bibliotecas
populares y teatros independientes, que cubrían con su accionar todo el país.
También se denunciaban organizaciones y movimientos considerados colaterales
del Partido Comunista y supuesta prueba de su penetración e infiltración en la
sociedad.
22
Ver Ranalletti (2005) y Robin (2005).
23
El libro escrito tuvo una primera edición en 1962 en la Biblioteca del Oficial y una segunda al año
siguiente, por la editorial Pleamar, ver Villegas (1963).
24
Los tres decretos en Anales de Legislación Argentina, 1963-B, pp. 826-828 y 911- 915.
18
A partir del triunfo de los azules en el conflicto interno del Ejército y con la
llegada del general Onganía al cargo de Comandante en Jefe, en setiembre de
1962, las FF.AA. se orientaron más claramente hacia la influencia militar y
antisubversiva de los EE.UU26.
25
Ver el decreto 4.214/63, en Boletín Oficial, del 30 de mayo de 1963.
26
Sobre la orientación del Ejército hacia los EE.UU. por influencia del general Onganía, ver
Rouquié (1986: 231-233). Respecto de la facción azul del ejército, ver Mazzei (1998).
27
Sobre el Programa de Ayuda Militar y sus características, ver Veneroni (1973). Entre 1952 y
1955 los EE.UU. suscribieron acuerdos bilaterales con Ecuador, Cuba, Colombia, Perú, Chile,
Brasil, República Dominicana, Uruguay, Nicaragua, Honduras, Haití y Guatemala. En 1958 el
acuerdo fue firmado con Bolivia.
28
Mazzei (2003) y Veneroni (1973).
29
Un análisis de los objetivos y de los contenidos del entrenamiento en Tapia Valdéz (1980).
19
interior del país receptor”30. Por otra parte el acuerdo implicaba el derecho de los
EE.UU. a controlar y observar la utilización de los materiales vendidos. Entre los
objetivos del programa se destacaba el interés de estandarizar el armamento y la
doctrina militar de los ejércitos latinoamericanos. La asistencia norteamericana
también incluía fondos para programas de Acción Cívica, cuyo objetivo era realizar
propaganda para mejorar la imagen de las FF.AA. ante la población. Entre 1962 y
1966 la Argentina recibió 1.652 millones de dólares para ese objetivo31.
30
Veneroni (1973: 44).
31
Ver Veneroni (1973: 40) y Feldman (1982).
32
El acuerdo militar entre Argentina y los EE.UU. está reproducido en el libro de Veneroni. Entre
1950 y 1975, 2.766 militares argentinos recibieron instrucción en más de 12 escuelas militares de
los EE.UU. En el mismo período otros 3.676 fueron adiestrados en otros lugares fuera de los
EE.UU.
20
Conclusiones
Tras el golpe de 1955 la política argentina se estructuró sobre la proscripción y
represión del peronismo y la clase obrera, sumando a esas definiciones la
tradicional postura anticomunista del Estado nacional. En los primeros años de la
década del 60 y con un contexto de crisis política, el Estado argentino y sus
Fuerzas Armadas asumieron definiciones y transformaciones que marcaron su
intervención en los años siguientes. Durante la autotitulada “Revolución
Libertadora” y durante la crisis militar de 1962-1963 los diferentes aparatos fueron
reformados y potenciadas sus capacidades represivas, de vigilancia, control social
y de espionaje político. En esos años fueron reformadas las estructuras de la
Policía Federal Argentina jerarquizando su servicio de informaciones y también fue
modernizada la SIDE, ampliando su misión y funciones, en particular, para
enfrentar la amenaza comunista y todo totalitarismo o extremismo, eufemismo que
servía para referirse al peronismo.
La represión del peronismo supuso no sólo un ataque al movimiento obrero y
sus estructuras organizativas sino también una purga importante del Ejército y de
la PFA y un férreo control sobre las diversas instituciones del Estado para
garantizar su efectiva desperonización. La experiencia del peronismo había tenido
33
Sobre el pensamiento geopolítico argentino, ver Dodds (2000) y Child (1990).
21
su origen en el seno del aparato estatal y había contado como un elemento clave
en su constitución con el apoyo del sector nacionalista del Ejército.
En segundo lugar operaron sobre esa crisis local un contexto internacional
marcado por la guerra fría. En ese marco y desde 1961 se hizo sentir una fuerte
presión desde los EE.UU. y el Sistema Interamericano de Defensa en función de
que los ejércitos latinoamericanos asumieran una división de tareas donde la
defensa externa de la región y el continente quedaba bajo responsabilidad
principal del Ejército norteamericano y los ejércitos locales quedaban
crecientemente abocados a la represión de los intentos de desestabilización
política originados desde el interior de sus respectivos países. Esa nueva
definición estratégica, la que planteaba la lucha contrarrevolucionaria y
anticomunista como la principal hipótesis de conflicto, conllevó una fuerte
redefinición tanto del rol de las FF.AA., como de la importancia atribuida por las
mismas a la inteligencia interna, de su vínculo con las diferentes fuerzas de
seguridad, de la formación de la oficialidad, del tipo de armamento adquirido, del
tipo de asesoramiento exterior, etc.
Bibliografía:
Amaral, Samuel (1997), “Guerra revolucionaria: de Argelia a la Argentina, 1957-
1962”, en Investigaciones y ensayos, n° 47, La Plata.
Andersen, Martin (2002), La Policía, Buenos Aires, Sudamericana.
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