Cuando desperté de este sueño profundo en el cual había caído me di cuenta de la
importancia de estar alertas y mucho más vigilantes de mi vida espiritual, porque las cosas van en declive cuando Dios el Padre no tiene el control y el señorío que nosotros le entregamos, cuando estamos convencidos de su voluntad. Era un día miércoles, recuerdo que empecé a llorar, aunque sentía la presencia de Dios está la percibía lejos, como si algo me hiciera falta, como si me sintiera incomodo consigo mismo, entonces, el Espíritu Santo ilumino mi pensamiento a través de la palabra transformación y dedicar una vida a cambiar esos pensamientos que una y otra vez, sino trabajamos en ellos nos desaniman, sabremos que es perder una batalla sino ponemos todo de nuestra parte para seguir luchando y conquistando a aquellas áreas, las cuales muchas veces nos juega una mala pasada. Por eso nace este libro, porque es la vivencia de alguien que decidió descuidar el cultivar un jardín cuya importancia solo se encuentra cuando ve que todo anda mal, tal vez al leer este manuscrito te identificaras en muchas cosas, porque todos como seres humanos hemos errado y aun siendo hijos de Dios en muchas ocasiones descuidamos este jardín llamado Lugar Secreto, ¿Por qué Dios esta tan interesado en que vamos a ese lugar a diario? Porque, Dios conoce la condición de tu corazón, aunque muchos vivimos cosas distintas hay una sola constante y es que nuestra carne va a tratar de dominar nuestra vida, es allí; donde el Espíritu Santo con su fruto juega un papel muy importante, es allí donde las evidencias de esas virtudes espirituales despiertan a nuestro hombre interior y somos controlados por Él. Cuando empieces a leer cada capítulo de una manera continua por cuarenta días, se formará una habito, los cuales son necesarios para el desarrollo de nuestra vida espiritual, recuerda que somos un jardín, la palabra de Dios nos enseña que fuimos tomados del polvo de la tierra, que somos tierra deseable, pero aquí el único jardinero eres tú, Dios siembra su palabra y da el crecimiento a nuestra vida analogía de una semilla, pero tenemos que regarla, podarla, aunque la recompensa es conforme a la labor de cada uno, porque somos colaboradores de Dios y esta labor fue entregada a Adán, cuando se le asigno de cultivar y guardar ese jardín, que no era otro más que su propia vida y de las personas que le rodeaban. Somos colaboradores y labranza de Dios, labrar es trazar surcos en la tierra de tal manera que quede apta para la siembra de las semillas, lo cual facilita la circulación del agua para hidratar y dar lo suficiente a la tierra quien recibe a la semilla para que se dé el proceso de germinación, crecimiento y fruto, pero también labrar procesa aquellas malas hierbas que son necesarias arrancar, cuando se hace menos compacta la tierra se adecua para que dé el libre desarrollo de mejorar la estructura y su textura de tal manera que al trabajar en ello, descubrimos una vida excitante de mejores cosas, de abundancia y extraordinaria, pero para ello hay que trabajar en lo que somos y esto afectara lo que hacemos. “Toda persona es el resultado de lo hace, lo cual implica lo que es y por lo tanto se conoce como piensa”