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MÉTODO PARA MEMORIZAR TEXTOS BÍBLICOS

Por: Fernando Casanova, Ph.D.


 
 
Estimado colega:
 
Todos me preguntan que cómo hago para saber tantos textos bíblicos de
memoria, que cómo me vienen a la mente en el momento indicado, con
fluidez y con tanta seguridad.  Hasta ahora había sido mi secreto (siempre
es divertido impresionar, tú sabes, aún no soy santo).  Pero llegó el
momento de compartirlo con mis colegas católicos… y tú, estás entre ellos.
 
Quiero compartir contigo este secreto.  Se trata de un método que utilizo
para aprender textos bíblicos y decirlos de memoria.  Es un truco que
practico y que me resulta.  Son 5 puntos o etapas.  Perdóname, pero sólo te
proveo el bosquejo, a ti te toca elaborarlo, como me tocó a mí.  Tienes que
esmerarte, poner empeño, pero no te preocupes, no te va a doler.
 
Me animo a compartir El Truco, porque ya he visto su efectividad en otras
personas.  Lo hemos enseñado y podemos testificar cómo personas
comunes (no teólogos, no intelectuales) logran dominar y aprender textos
de la Biblia.  Luego, esas mismas personas, por el entusiasmo generado, se
convierten en estudiantes aventajados de la Biblia y de la Doctrina católica.
 
Si quieres el panorama completo de esta estrategia, pues, tendrás que
invitarme al próximo seminario o encuentro que programen en tu
comunidad o grupo.  Pero si lo elaboras y prácticas, quién sabe, tú podrías
ser el invitado.
 
¿Estamos listos?  Aquí lo tienes:
 
 
1. Interésate
 
Esto es lo más importante. 
 
Si logras interesarte
 nadie te detendrá ni te desanimará.
¡Dije “nadie”!
 
a. Desarrolla tu interés metiéndote en la cabeza que tu salud
espiritual y tu sabiduría doctrinal, moral y humana se
incrementarán mientras aprendes acerca del mensaje de
Jesucristo y la Iglesia que aparecen en la Biblia. 
 
Y para que te convenzas, lee estas 3 declaraciones del Espíritu
Santo a través de Su Iglesia:
 
                                         i.    “La Iglesia recomienda insistentemente a todos los
fieles… la lectura asidua de la Escritura para que
adquieran la ciencia de Jesucristo (Flp 3, 8), ‘pues
desconocer la Escritura es desconocer a Cristo’ (S.
Jerónimo) (DV 25)” (CIC 133). 
 
                                        ii.    “Por esta razón, la Iglesia ha venerado siempre las
divinas Escrituras como venera también el Cuerpo del
Señor.  No cesa de presentar a los fieles el Pan de vida
que se distribuye en la mesa de la Palabra de Dios y del
Cuerpo de Cristo (cf DV 25)’ (CIC 103)”
 
                                       iii.    “En la Sagrada Escritura, la Iglesia encuentra sin cesar
su aliento y su fuerza (DV 24), porque, en ella, no recibe
solamente una palabra humana, sino lo que es
realmente: la Palabra de Dios (cf 1 Ts 2, 13).  ‘En los
libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale
amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar
con ellos’ (DV 21) (CIC 104)”.
 
Te recomiendo también que leas y medites en:
 
                                      iv.    Éxodo 24, 4; Deuteronomio 17, 18; Salmos 119, 49-
50. 89. 103. 105. 116. 130. 133. 139-140. 154. 158.
160-162. 169-170. 172; Josué 1, 8; 1 Macabeos 12, 9;
Lucas 1, 1-4; Juan 5, 39; 2 Timoteo 3, 15-16;
Apocalipsis 1, 10.
 
b. Diviértete.  Piensa en lo divertido que será compartir lo que
vayas aprendiendo.  Imagina a tus amigos y familiares
protestantes con la boca abierta, y luego consultándote a ti
sobre asuntos religiosos y espirituales.  Te lo digo por
experiencia, es divertidísimo.
 
c. Comienza con textos que por alguna razón te interesen de
forma especial; los que signifiquen mucho para ti o que tratan
sobre un tema que te interese mucho.
 
                                         i.    Comienza con 1, 2, no más de 3 versículos sobre un
mismo tema o cuestión.
 
                                        ii.    Que esos 3 textos estén relacionados con temas y
situaciones que te interesen mucho.  No, mejor que te
interesen muchísimo.  Piensa: ¿Qué te interesa?  ¿Por
qué te interesa?  ¿Para qué te interesa?
 
1.   Algún dogma o dogmas de la fe. (¿Por qué me
interesa?  ¿Para qué me interesa?)
 
2.   Apologética: defender tal o cual aspecto de tu fe
que alguien pone en duda o con el cual te retan.
(¿Por qué me interesa?  ¿Para qué me interesa?)
 
3.   Situación personal o familiar: divorcio, sexo,
trabajo, carácter, etc. (¿Por qué me interesa? 
¿Para qué me interesa?).
 
4.   Edificación espiritual: espiritualidad y vida interior,
guerra espiritual, oración, etc. (¿Por qué me
interesa?  ¿Para qué me interesa?)
 
En mi caso personal, me interesan mucho aquellos
textos bíblicos que validan la institución divina, el
propósito y la necesidad de la Iglesia Católica.  Aquí
me hago la primera pregunta: ¿Qué me interesa?
Respuesta: la Apologética.  Acabo de sintonizar con
mi área de interés. 
 
Luego identifico los textos (3, para comenzar): Mateo
16, 18-19; Juan 14, 16-26; 1, Timoteo 3, 15). 
 
Segunda pregunta: ¿Por qué me interesan esos
textos?  Respuesta: Para fundamentar mi decisión de
hacerme católico.  Seré más feliz si mi decisión está
fundamentada por la Biblia, y así podré consolarme
mejor por la pérdida de aquellos hermanos. 
 
Tercera pregunta: ¿Para qué me interesan esos
textos?  Respuesta: Para cerrarle la boca a los que
me cuestionan con sus prejuicios y sin fundamentos.
 
Uno de nuestros colaboradores de La Alianza Formativa
es un jovencito de 19 años, al cual estoy entrenando en
esto de memorizar textos bíblicos y dar conferencias
para jóvenes.  Al principio, conversando con él, nos
dimos cuenta de que le interesaban mucho los temas de
noviazgo, castidad y sexo.  Así que por ahí nos fuimos,
identificando textos bíblicos que ilustraran la doctrina
católica acerca de esos temas.  El muchacho se
interesaba y entusiasmaba más mientras daba con los
textos y los relacionaba con su interés personal de joven
y su fe religiosa.  Hoy por hoy no conozco a nadie que
domine más estos temas desde el punto de vista
bíblico.  Su meta es memorizar todo el libro de Cantar
de los Cantares; y sabes qué: se lo va a aprender, no lo
dudo.  ¿Que cómo lo sé?  Sencillo: porque está muy
interesado.
 
Tú lo puedes hacer también.  Comienza con ese tema o
cuestión que más te interesa, para que te intereses
luego en los textos bíblicos mediante los cuales Dios te
va a hablar.
 
 
2. Concéntrate
 
a. Ten muy presente:
 
                                         i.    Una buena concentración es cuando estás totalmente
metido con el (los) texto (s): ojos, voluntad,
imaginación, memoria, intelecto… con todo tu ser.
 
                                        ii.    Esto requiere trabajo.
 
                                       iii.    Mientras más te esfuerces en concentrarte más fácil se
te  hará luego.
 
b. Concéntrate en el primer texto bíblico que quieres aprender. 
Sigue con el segundo y luego el tercero.
 
c. Enfócate.  Aquello en lo que te enfocas, se expande.  Enfoque
es lo contrario de distracción. 
 
Clave:
Enfócate en los textos.  Evita distracciones.
 
d. Observa tus textos en la Biblia y subráyalos.
 
e. Escríbelos en papel y relaciónalos como te enseñaré en la 3ra 
etapa de este truco, perdón quise decir “método”.
 
                                         i.    Escribir es importante en el proceso de aprendizaje
porque lo refuerza.
 
1.   Escribir pone en función otros mecanismos
psicomotores que refuerzan la concentración y
obligan al enfoque.
 
2.   Todos los textos que escuchas que digo de
memoria, los he re-escritos una y otra vez,
muchas veces.
 
Cuando quiero asegurar en mi mente los textos que ya
sé,
los recito, los verifico en la Biblia, los escribo, y luego los
vuelvo a escribir.
 
f. Evita distracciones cuando estés en esto.
 
1.   Busca el mejor lugar y momento, con iluminación
adecuada.  No olvides los espejuelos, te quiero en
esto con todas las herramientas.
 
2.   Apaga el celular.  Desconecta el teléfono.  Da
instrucciones de que no te molesten en “10
minutos”, por ejemplo.  Desconecta el radio. 
Apaga el televisor, o mejor, rómpelo, y di que se
averió (Para cuando te traigan otro ya habrás
aprendido muchos textos; ¡y obtendrás un
televisor nuevo!). 
 
                                        ii.    Mientras no estés específicamente en este ejercicio de
aprendizaje de textos bíblicos, usa cosas que te
recuerden tu objetivo y te mantengan detrás de tu
meta, o sea, enfocado (a).
 
1.   Pon tus Biblias (o las de los demás) donde las
puedas ver con facilidad.
 
2.   Escribe tarjetas con textos bíblicos que te motiven
a aprender la Palabra de Dios.  Prepáralas que se
vean lindas.  Pon una en tu mesa de noche, otra
en el espejo del baño, en la cocina (la mía está en
la cafetera, pues es lo primero que atiendo
cuando llego a la cocina por la mañana), en la
mesa donde comes (por eso es que tienen que ser
muy  bonitas), y en el panel de instrumentos del
automóvil.  Frente a mí en este momento, en mi
escritorio, tengo una con mi texto motivador
preferido para estudiar la Biblia: “Lámpara es a
mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino
(Salmo 119, 105).”  Más arriba te señalé algunos
textos que te pueden asistir en esto. 
 
Y te puede servir también lo que puse más arriba
sobre las declaraciones del Magisterio.  En la
tarjeta de mi mesa de noche escribí la famosa
frase de San Jerónimo: “desconocer la Escritura
es desconocer a Cristo”.
 
3.   Usa tu imaginación.  Conozco a una parroquiana
que tiene ilustraciones pequeñas y estampas de la
Biblia, como el Sermón de la Montaña, la Ultima
Cena, la multiplicación de panes y peces, las
tablas de la Ley, y del rey David tocando el arpa. 
Las tiene en sitios estratégicos, como tiene que
ser, ya que si no te refieres a estas cosas
constantemente se pierde el efecto.
 
4.   Repite dichos y frases que te motiven y te
concentren en este asunto.  Tienes que hacer de
esto parte de tu vida.  Repítete a ti mismo (a),
una y otra vez, frases que te ayuden en tu
propósito. 
 
Yo hago algo que aprendí de mi amigo, Mons.
Wilfredo Peña: hago las señales de la cruz que se
hacen cuando rezamos “Por la señal de la Santa
Cruz, de nuestros enemigos…”, pero diciendo:
“Que esté la Palabra de Dios siempre en mi mente
(primera señal), en mi boca (segunda señal), y en
mi corazón (tercera señal)”; y concluyo
persignándome en el nombre del Padre, del Hijo,
y del Espíritu Santo…
 
Y también repito mucho aquella frase de San
Jerónimo, y los versículos 105 y 133 del Salmo
119.
 
Lo importante es que así te estarás entrenando en esa
incómoda estrategia de concentrarte. 
 
No te impresiones cuando me escuches recitando 10 textos bíblicos
seguidos, impresiónate más bien de mi concentración y enfoque.
Ahora, date coraje con mi pedantería y di: “¡Si este tipo
lo hace, yo también! 
¿Pero qué se ha creído?”
 
 
3. Asocia
 
a. Que los textos que tratas estén relacionados (vinculados,
identificados, asociados) a tu interés, tema o cuestión.
 
b. Sácalo de la Biblia.  Escríbelo (s), utiliza también marquitas o
dibujitos, claves, flechas, para relacionar los textos que
escribes, entre ellos o con el tema.  Usa tu imaginación.  Crea
tu propio sistema.
 
c. De vez en cuando, aleja tu mirada de la Biblia y los diagramas
que escribes y ensaya tu memoria.  Trata de decir lo que has
escrito y relacionado.  Poco a poco, primero un texto, después
el que está relacionado (explica en voz alta y en tus propias
palabras en qué consiste la vinculación), y sigue con el tercero
y vuelves a explicarte su relación.  Dale prioridad a esto, para
que no des demasiados traspiés en el 5to paso.
 
d. Lleva los diagramitas a tarjetas.  Escoge el tamaño apropiado
para ti.  Y llévalas contigo a todas partes.
 
e. Mira como yo hago esto, si quiero explicar que la Iglesia es
importante y necesaria:
 
                                         i.    La Iglesia es importante, determinante y por lo tanto
necesaria porque Él la fundo, y porque decretó que las
puertas del infierno no iban a prevalecer contra ella. 
Eso esta en Mateo 16, 18 y 19.  Entonces, ¿cómo es
posible que hoy alguien se atreva a decir que la Iglesia
no es necesaria, o que no importa, o que da lo mismo
una que otra.
 
                                        ii.    No se puede prescindir de la Iglesia, si dice 1 Timoteo
3, 15 que “la columna y el fundamento de la verdad es
la Iglesia.”
 
                                       iii.    La Iglesia es necesaria, y yo la quiero, porque según
Efesios 1, 23, la Iglesia “es Su cuerpo y en ella se
despliega Su plenitud (de Cristo).”
 
Ya relacioné estos 3 textos.  Los saque de la Biblia y los puse
gráficamente en un papel.  Hice dibujito, diagramitas, un par
de flechitas, escribí un par de claves para relacionarlos, y los
seguí relacionando hasta que compuse las breves explicaciones
que viste arriba.  Los puse también en una tarjeta (“index
card”) para llevarme los textos y aprenderme también la
relación entre ellos (por los diagramitas y explicaciones), de
manera que pueda usarlos en una misma dirección, con
propósito.  Esto me tomó 3 días. 
 
El proceso lo repetí con los siguientes.
 
                                      iv.    Yo no quiero equivocarme, por eso me fijo de la Iglesia,
porque dice Efesios 3, 10 que “los más maravillosos
aspectos de la sabiduría de Dios” se descubren mirando
a la Iglesia.
 
Y no me digas que está bien que el Cuerpo de Cristo se
vea dividido, porque eso confunde.  No seas ingenuo ni
incauto.  El Señor no es bobo.  Él ya atendió ese
problema cuando, conversando con el Padre, dijo, en el
Evangelio de Juan, 17, 21, “Que todos sean uno, como
tú  Padre, estás en mí y yo en ti.  Que ellos también
sean uno en nosotros, PARA QUE EL MUNDO CREA que
tú me has enviado.”  ¿Por qué el mundo no cree?  Según
este versículo, por la división.  El Señor dice, en Juan
16, 13  que el Espíritu Santo nos iba a conducir “a la
VERDAD, completa.”  No a las verdades, no a las
opiniones, sino a una sola y única VERDAD.  Mi Dios no
quiere confundir a nadie, “pues Él quiere que todos los
hombres se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad”, según dice en 1 Timoteo1, 4. 
 
Ya tengo aquí 3 textos más, en 3 días.  Llevo 6 días, mismo
proceso, 6 textos bíblicos en total aprendidos y usados de
forma concertada.  Ya estoy listo para 3 más en los próximos 3
días.
 
                                        v.    Por eso tiene que haber un solo sentido, una única
versión, una sola Iglesia.  No entiendo eso de que
tuviste una experiencia con el Espíritu Santo que te sacó
de la Iglesia para otra que alguien fundó recientemente
y que enseña cosas distintas a la Iglesia de la que saliste
y que lleva enseñando y creyendo lo mismo hace 2 mil
años.  Explícame eso, porque 1 Corintios 12, 13 dice que
“hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para
conformar UN SOLO CUERPO.”  No olvides la unidad del
Espíritu que describe el Apóstol en Efesios 4, 3-5: “Un
solo cuerpo y un mismo Espíritu… Un solo Señor, una
sola fe, un solo bautismo…”  Quédate en la Iglesia
Católica, para que no te tomen el pelo.  Fíjate por qué
San Pablo manda esa unidad del Espíritu que te acabo
de describir; lee un poco más adelante, en Efesios 4, 14:
“Entonces no seremos ya niños a los que mueve
cualquier oleaje o viento de doctrina o cualquier invento
de personas astutas, expertas en el arte de engañar.”  
 
Hasta aquí aprendí 9 textos.  Me tomó 9 días.  Logré darle
sentido a los textos porque los relacioné entre ellos, los asocié,
les di un propósito importante para mí y que me hace feliz. 
Fundamento mi opción por la Iglesia Católica, puedo
defenderme y proponerle mi fe a otros.  ¡Y te impresioné
también, no lo niegues!   
 
 
4. Repite
 
a. ¡Sip!  Así como lo oyes.  Dije que era un método para aprender
textos bíblicos, no dije que iba a ser fácil.  A mi no se me ha
hecho fácil, y tenemos la misma capacidad cerebral.  Si mi hijo
de 8 años lo hace, tú también.  Si mi madre, de 70 años y
carente de letras lo hace, tú también.  ¡Anda, practica!
 
b. Identifica textos bíblicos, concéntrate en ellos metiéndotelos en
el alma, como si de ello dependiera tu salvación; asócialos
contigo, entre ellos, con un tema.  Y repite esos textos, una y
otra vez.
 
                                         i.    Repite la lectura de esos textos.
 
                                        ii.    Recítalos de memoria, y confronta tu memoria con la
lectura.
 
                                       iii.    Escríbelos de nuevo.
 
                                      iv.    Refiérete una y otra vez a los diagramitas que
diseñaste, en el papel y en las tarjetas.
 
                                        v.    Lleva las tarjetas a donde quiera que vayas, y
revísalas.
 
c. Si dedicas 7 días a repetir 3 textos bíblicos, habrás aprendido y
asimilado 12 textos en un mes.
 
¡12 textos es el promedio de textos bíblicos que sabe de
memoria un protestante
“bien formado”!
 
                   Y no he terminado.  Esto significa que en 1 año puedes
aprender más de 150 textos bíblicos.  Wow! 
 
d. Ponle música a tus repeticiones.  El ritmo acelera la
memorización.  A mi me gusta cantar los textos que voy
aprendiendo.  Les pongo ritmos que me gustan o que vayan
con los versículos, según mi apreciación, habilidad o interés.   
Yo pongo los textos que voy aprendiendo en tiempo de balada,
opera, canto gregoriano, rock o salsa, lo que vaya mejor con el
texto o según me sienta.
 
Advertencia: canta para ti, por favor.  Que los demás no te
oigan.  Ya yo traté, unos se burlaron, y otros se
escandalizaron.  También la culpa fue mía, canto horrible.
 
 
5. ¡Practica, practica, practica!
 
a. Esta es la parte más divertida, después de aquella de los
diagramitas y dibujitos.  Aquí, desde ya, con tus primeros 3
versículos bíblicos, comenzarás a sorprenderte y a sorprender
a los demás. 
 
Advertencia: no practiques con el cura de tu parroquia hasta
que no pase el mes y sepas como 12 textos.
 
b. Practica solo (a), frente al espejo, dale una clasecita a tu
cónyuge, háblale a tu compañero de trabajo o vecina de un
asunto o tema de la Biblia que te llamó la atención, y
menciónale esos 3 textos bíblicos, relacionándoselos,
explicándoselos… quizá puedas seguir la semana que viene con
los otros 3, y así por el estilo.
 
Tengo un amigo mexicano al cual le enseñé este método, él les
da ritmo de Mariachi.  Dicho sea de paso, este amiguito mío ya
sabe sobre 50 textos de memoria, casi todos los utiliza para
defender la fe en cuanto a la Virgen, Eucaristía, Confesión y
divinidad de Jesucristo.  ¿A que no sabes en que casa NO
paran los Testigos de Jehová?  Sip, en esa misma, en la casa
del mexicano.
 
Busca tu ritmo musical, las ocasiones y personas con las cuales
vas a presum……….., perdón, a practicar.  Y hazlo.
 
c. Yo practico mucho con mi esposa Lissette.  A la pobre le toca
escuchar la retahíla de textos bíblicos con las explicaciones
correspondientes.
 
“Lissette, ¿sabías tu que San Pablo intercede por un amigo de
él (Onesíforo) que ya era difunto?  Si mi amor, lo puedes
buscar, está en 2da  de Timoteo, capítulo 1, versículos del 16
al 18.  No sé por qué esto de la intercesión a favor de los
muertos genera tanto lío, ¿es que acaso no han visto el
sacrificio por los muertos que agrada a Dios en 2da de
Macabeos, capítulo 12, versículos del 38 al 45?  ¿Qué pasará
cuando estos que cuestionan nuestra fe lleguen al cielo y se
encuentren con la intercesión activa de los santos y ángeles a
favor de los que quedan en la tierra?  ¡Si así aparecen en la
Biblia!… mira, ve conmigo a Apocalipsis 5, 8.”  ¡3 textos
bíblicos más! 
 
Luego, si no me ha mandado a callar, le muestro Apocalipsis 8,
3-4, y se lo relaciono con Tobías 12, 12 y Jeremías 15, 1. 
¡Otros 3 textos bíblicos! 
 
 
Hasta aquí por ahora.
 
Este secreto, o truco, como prefiero llamarlo, lo expliqué un poco en mi
programa Razones de Nuestra Esperanza (Radio Católica el Sembrador).  Lo
he enseñando también en seminarios y talleres a los que me invitan.  Este
método ha causado sensación porque funciona, porque cualquiera lo puede
desarrollar, porque cualquiera, con un poco de interés y perseverancia, lo
puede hacer.  Hoy son cientos de católicos los que le han perdido el miedo a
la Biblia y la abordan con confianza y maestría.  Únete a este grupo cada
vez más grande y entusiasta de católicos bíblicos.  Te estamos esperando,
pero primero lo primero…  sí, El Truco, ¿recuerdas? 
 
Es cierto que este truco lo he ido perfeccionando en los últimos 3 años, pero
llevo practicándolo desde que era un jovencito evangelizador pentecostal. 
Ahora pongo este “truco” en tus manos. 
 
Concluyo con un dicho muy mío, y que lamento no esté en la Biblia: “Lo
más  difícil de hacer las cosas es comenzarlas, continuar es siempre más
fácil, terminarlas es glorioso”.
 
Te quiero mucho.
 
Nos vemos en la cima,
 

Fernando Casanova
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