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Biografía de Rutilio Grande

Rutilio Grande García S.J., – el protomártir salvadoreño y precursor del profeta Mons.
Romero – nació el 5 de julio de 1928, en una pequeña población de Aguilares, llamada
El Paisnal. Fue su padre, el señor Salvador Grande y su madre, Cristina García. Tuvo
tres hermanos: Luis, José, Mario; y una hermana: Cristina; entre los cuales, le
correspondió ser el menor. Con apenas cuatro años, fallece su madre, quedando al
cuidado principalmente de su abuela que no sólo se encargó de prodigarle los
cuidados necesarios.

En su juventud fue reclutado al sacerdocio por el Arzobispo Luis Chávez y González,


ingresando al seminario a mediados de enero de 1941. Tras pasar por el Seminario,
entró en la Compañía de Jesús el 5 de septiembre de 1945. Se formó en diversos
países de Europa y América. Fue ordenado el 30 de julio de 1959. Trabajó en la
formación de sacerdotes y como párroco, y en su misión de evangelización en su país
defendió a los más vulnerables. Fue formador en el seminario de San José de la
Montaña de San Salvador. En 1967 comenzó su amistad con Mons. Oscar Romero,
sacerdote diocesano. Mantuvieron esta amistad a través de los años, y en junio de
1970 Grande sirvió como maestro de ceremonias en la ordenación de Romero como
obispo auxiliar de San Salvador.

El 24 de septiembre de 1972, el padre Grande se convirtió en párroco de Aguilares, el


mismo lugar donde había pasado su niñez y juventud. Allí fue uno de los jesuitas
responsables de establecer las Comunidades Eclesiales de Base (CEB) y de formar a
los líderes, llamados "Delegados de la Palabra".

Este movimiento "Delegados de la Palabra" de organización campesina encontró


oposición entre los terratenientes, que lo veían como una amenaza a su poder, y
también entre sacerdotes conservadores quienes temían que la iglesia católica llegara
a ser controlada por "fuerzas políticas izquierdistas."

El Padre Grande también desafió valientemente al gobierno dictador, por su respuesta


a acciones que le parecieron destinadas para perseguir a los sacerdotes salvadoreños
hasta silenciarlos. El sacerdote colombiano Mario Bernal Londoño, que servía en El
Salvador, había sido secuestrado el 28 de enero de 1977 frente al templo de Apopa
cerca de San Salvador "supuestamente por elementos guerrilleros" junto con un
miembro de la parroquia, que pudo salir con vida.

Posteriormente el padre Bernal fue expulsado del país por el gobierno. El 13 de


febrero de 1977, Grande predicó un sermón que llegó a ser llamado: "El sermón de
Apopa", denunciando la expulsión del padre Bernal por el gobierno (denuncia que la
misma OEA indicó que pudiera haber provocado su asesinato):

Fragmento de ese discurso:

"Queridos hermanos y amigos, me doy perfecta cuenta que muy pronto la Biblia y el
Evangelio no podrán cruzar las fronteras. Sólo nos llegarán las cubiertas, ya que todas
las páginas son subversivas, contra el pecado, se entiende. De manera que si Jesús
cruza la frontera cerca de Chalatenango, no lo dejarán entrar. Le acusarían al Hombre-
Dios... de agitador, de forastero judío, que confunde al pueblo con ideas exóticas y
foráneas, ideas contra la democracia, esto es, contra las minorías. Ideas contra Dios,
porque es un clan de Caínes. Hermanos, no hay duda que lo volverían a crucificar. Y
lo han proclamado."

En estas homilías se descubre a un Rutilio plenamente identificado con Jesús: Veía con
los ojos de Cristo; juzgaba la realidad a la luz de la Palabra, Tradición y Magisterio; y,
actuaba como Cristo lo hubiera hecho; es decir, con misericordia, anunciando la Buena
Nueva y denunciando el pecado. Un ver, juzgar y actuar que le llevó a padecer
incomprensiones, intolerancias, acusaciones, burlas, persecución de espías, entre otras
más. Sufrimientos de los cuales siempre estuvo consciente: Es peligroso ser cristiano
en nuestro país ¡Prácticamente es ilegal ser cristiano cabal en nuestro medio! ¿Por qué?
Porque estamos basados en un orden establecido ante el cual la mera proclamación del
Evangelio resulta subversiva ¿Cómo no va arder que les descubran la maldad? Sabía
que su pasión en los Olivos tenía un final: El asesinato, que nosotros agradecidos por
su testimonio llamamos hoy: Muerte martirial.

El cobarde asesinato del Padre Tilo

El 12 de marzo de 1977, el padre Grande, acompañado por Manuel Solórzano, de 72


años, y Nelson Rutilio Lemus, de 16, manejaba un Volkswagen Safari blanco, otorgado
por el arzobispado sobre la carretera que comunica el Municipio de Aguilares con el
Municipio de El Paisnal, ya que partía de aquella parroquia para celebrar la misa
vespertina de la novena de San José, cuando los tres quedaron emboscados y
murieron ametrallados por Escuadrones de la Muerte de la extinta Guardia Nacional, el
cuerpo del padre Grande presente 18 orificios de bala.

A juzgar por el examen practicado sobre su cadáver por un médico con larga
experiencia forense, los disparos se hicieron desde el frente, un lado y desde atrás con
un arma marca Mantzer, usada exclusivamente por la policía.

Las balas blindadas de 9 mm. Atravesaron por la derecha el maxilar y el cuello del
Padre Rutilio, rompiéndole la caja encefálica y atravesándole la cabeza. Varios
disparos le cosieron la región lumbar. Otros se introdujeron en los glúteos izquierdo y
derecho, rompiéndole la pelvis y el ilíaco.

Por fin, una última bala le atravesó el pie izquierdo. A juicio del médico fueron muchos
disparos, todos ellos mortales, excepto el del pie, hechos por tiradores expertos desde
una distancia de 15 ó 18 metros.

Al recibir los impactos se ve que el Padre Rutilio perdió el dominio del vehículo, pues
éste se encontró con los cadáveres sangrantes volcado sobre el lado derecho con el
motor todavía encendido y las ruedas dando vueltas. Los niños lograron escapar.

La Reacción heroica de Mons. Romero

Al saber de los asesinatos, Monseñor Óscar Romero fue al templo donde reposaban
los tres cuerpos y celebró la misa. En la mañana del día siguiente, después de
reunirse con los sacerdotes y consejeros, Romero anunció que no asistiría a ninguna
ocasión gubernamental ni a ninguna junta con el presidente, siendo ambas actividades
tradicionales del puesto, hasta que la muerte se investigara.
Ya que nunca se condujo ninguna investigación nacional, resultó que Mons. Romero
no asistió a ninguna ceremonia de estado, en absoluto, durante sus tres años como
arzobispo.

El domingo siguiente, para protestar por los asesinatos de Grande y sus compañeros,
el recién instalado Monseñor Romero canceló las misas en toda la arquidiócesis, para
sustituirlas por una sola misa en la catedral de San Salvador. Oficiales de la iglesia
criticaron la decisión, pero más de 150 sacerdotes concelebraron la misa y más de
100.000 personas acudieron a la catedral para escuchar el discurso de Romero, quien
pidió el fin de la violencia.

"Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos..." Alí Primera.

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