Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La Humanidad debe cambiar pensando en un futuro compartido por todos quienes formamos
parte de esta casa que llamamos Tierra, surgiendo un gran desafío cultural, espiritual y
educativo que implica un largo proceso de regeneración.
Estas acciones provocan un bien que tiende a difundirse, a veces de manera invisible,
restituyendo el sentimiento de nuestra dignidad. Y es de rescatar que es en la familia donde se
cultivan los primeros hábitos de amor y cuidado de la vida, es el lugar de formación integral,
que con pequeños gestos ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto por
lo que nos rodea. Compete a la política, las diversas asociaciones y también a la Iglesia un
esfuerzo en la formación de las conciencias de la población.
Prestar atención a la belleza y amarla nos ayuda a salir del pragmatismo utilitarista. Si se quiere
lograr cambios profundos se deben tener presentes los modelos de pensamiento que influyen en
los pensamientos. La educación será ineficaz y sus esfuerzos estériles si no se propone además
un nuevo modelo relativo al ser humano, a la vida, a la sociedad y a la relación con la
naturaleza.
Recordemos el modelo de San Francisco de Asís, para proponer una sana relación con la
creación como dimensión de la conversión integral de la persona. Pero a los problemas sociales
debemos responder, no con la mera suma de esfuerzos individuales, sino con la creación de
redes comunitarias. El verdadero creyente contempla el mundo, no como si estuviera fuera de
él, sino dentro, reconociendo los lazos con que el Padre nos ha unido a todos los seres. Dios
creó el mundo inscribiendo en él un orden y un dinamismo que el ser humano no tiene el
derecho de ignorar.
Es posible necesitar poco y vivir mucho, dando espacio a otros placeres como los encuentros
fraternos, el servicio, el desarrollo de los propios carismas, en la música y el arte, en el contacto
con la naturaleza, en la oración, etc. La desaparición de la humildad en el ser humano,
entusiasmado con la posibilidad de dominar todo sin límite alguno, sólo puede acabar
perjudicando a la sociedad y al medio ambiente. No es fácil desarrollar esta humildad sana, y
una sobriedad feliz, si excluimos a Dios de nuestra vida haciendo que nuestro yo ocupar su
lugar.