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JUNTAR LOS HUESOS

ELA CUAVAS

1
A mi padre Juan Cuavas

2
Debo vivir así. Yo mismo he elegido
Quemar este barco-destino doloroso
Mientras doy alaridos en el timón.

Fedor Sologub

3
Juntar los huesos

Recopilando una antología de mujeres poetas de la Costa Caribe colombiana,


proyecto que finalmente no se dio, me encontré regocijado con una voz que
desconocía totalmente: Ela Cuavas. La lectura de los pocos poemas que llegaron
a mis manos, con sus datos escuetos, me hizo entablar un diálogo con la poeta
con el fin de solicitarle más poemas. Mi sorpresa se mantuvo cuando me envió
un libro completo totalmente inédito y luego vinieron otros poemas sueltos que
continuaron corroborando mi admiración por su poética.

En noviembre del 2010, invitado para hablar de la obra poética de mi amiga


Clemencia Tariffa, tuve la oportunidad de conocer a Ela en el Encuentro
Internacional de Mujeres Poetas, que desde hace más de tres lustros organiza la
promotora cultural Lena Reza en Cereté, tierra donde viviera y soñara el
recordado Raúl Gómez Jattin, y supe allí que Ela ha venido asistiendo hace
varios años a este encuentro, y que de alguna manera el hecho de compartir
cada año con las diversas voces del país y del mundo le han permitido
confrontar su creación literaria haciendo del encuentro su primera escuela de
poesía, aunado a su juiciosa pasión lectora y a su vocación por la palabra.

Estremecimiento, lucidez y un profundo conocimiento de la poética universal


son las primeras impresiones que se pueden apreciar cuando leemos los poemas
de Cuavas, escritos tanto en prosa como en verso, técnicas que bien sabe
combinar y en las que se desenvuelve sin problemas; allí enhebra ella sus
frágiles o acérrimas visiones de la vida con lo que debe decir la palabra, exorciza
sus lecturas y las confronta con sus propias realidades, amasa con palabras lo
que podría salvarla como espectadora de su propio delirio por la poesía y
convierte el hecho estético de la creación en su vida misma. En sus juegos de
desdoblamiento logra confrontar el ejercicio poético con su propia visión de las
realidades e irrealidades que la circundan y la hacen inmune a los silencios
estériles. Después de leer el conjunto total de su libro el lector de poesía sabe
que se encuentra ante una poeta que encontró en la escritura de su primer libro
el difícil cauce para seguir vadeando en la búsqueda profunda del quehacer
poético. Y esto es ya decir bastante para alguien que se atreve a mostrar sus
primeros poemas. No estamos frente a una autora que tímidamente muestra sus
primeros bosquejos, estamos frente a una poeta que aunque siendo joven ya da
sus primeros pasos seguros ante la incertidumbre de la creación literaria. Sus
mayores aciertos repuntan ante todo cuando logra evitar de sus textos poéticos a
esa primera persona que tanto acosa a los creadores de poesía, cuando logra
desacralizar el lugar común y se deja llevar consciente o inconscientemente por
la invención de sus propios lugares, más cercanos al latir propio del poema en
su íntima visceralidad y a la llama que permite el crepitar de la poesía, tal como
nos lo deja ver al final de uno de sus textos: No nombrar fue nuestra esencia; la
metáfora es más engañosa que el sueño. Fuimos sangre, fuimos espada. Lo
destruimos todo. Ahora nos toca juntar los huesos.

Hernán Vargascarreño

4
ÍNDICE

Prólogo
JUNTAR LOS HUESOS
Por Hernán Vargascarreño---------------------------------------------------- 4

I parte Metamorfosis de la muerte------------------------------------------- 6


La Estación dolorosa----------------------------------------------------------- 7
Un poeta-------------------------------------------------------------------------- 8
Metamorfosis de la muerte---------------------------------------------------- 9
Escrito desde el purgatorio---------------------------------------------------- 10
Te sedujo el canto de un pájaro----------------------------------------------- 11
Lo que ya no podré decir------------------------------------------------------- 12
Día nublado---------------------------------------------------------------------- 13
Lluvia en la ciudad-------------------------------------------------------------- 14
Unas líneas para Rimbaud----------------------------------------------------- 15
Ciudad de noche----------------------------------------------------------------- 16
La ciudad que reconozco------------------------------------------------------- 17
En el sur las mujeres no conocen el amor----------------------------------- 18
Balada de la deseada muerte--------------------------------------------------- 19
Grito ------------------------------------------------------------------------------ 20
Fundación ----------------------------------------------------------------------- 21
Me reconozco en esta casa----------------------------------------------------- 22
Blues ----------------------------------------------------------------------------- 23
Ejercicios de la muerte -------------------------------------------------------- 24
El sol y la tormenta------------------------------------------------------------- 25
Otra versión del sueño--------------------------------------------------------- 26
Carta para Arturo. B. Deveriux----------------------------------------------- 27
Carta para el Señor Ramón---------------------------------------------------- 28
Nuevo cantar de los cantares-------------------------------------------------- 29
Por el ojo de la vigilia----------------------------------------------------------- 30
El lugar del sueño--------------------------------------------------------------- 31

II Parte Metamorfosis del sueño----------------------------------------------- 32


Poema I---------------------------------------------------------------------------- 34
Poema II---------------------------------------------------------------------------- 35
Poema III--------------------------------------------------------------------------- 36
Poema IV----------------------------------------------------------------------------37
Poema V-----------------------------------------------------------------------------38
Poema VI--------------------------------------------------------------------------- 39
Poema VII-------------------------------------------------------------------------- 40
Poema VIII--------------------------------------------------------------------------41
Poema IX----------------------------------------------------------------------------42
Poema X---------------------------------------------------------------------------- 43
Cartas de Mandela desde la Isla de Robben------------------------------------ 44

5
I METAMORFOSIS DE LA MUERTE

6
La estación dolorosa

Vivo en un lugar lleno de árboles y vacas, y mujeres con niños en sus brazos
que caminan largos trayectos buscando un poco de leña, un poco de agua, un
poco de leche; mujeres hechas de viento, de madera gastada y de sed.
Mujeres que amasan el barro del desamparo en sus costillas y encienden sus
lámparas con el aceite que brota de sus muslos.

En el verano el lugar que habito se llena de polvo, el sol quiebra el rostro de


los animales y Dios se esconde como un niño detrás de los árboles.
Todo se transforma en esa estación dolorosa, hay una llaga que acosa el pie
izquierdo y un ángel lanzallamas juega con su aburrimiento a las puertas del
cielo.

Pero el invierno es lo peor, el barro se pega al alma como una maldición y no


hay manera de transportarse, el camino se llena de Cristos con sus cruces a
cuestas y sólo caminar nos vuelve mansos.

Me toca vivir aquí, cada día debo ponerme una máscara que oculte las
lágrimas; yo que soñaba con una casita frente al mar y pescadores de piel
renegrida hablando de sus dulces preocupaciones; hablando del sol, del
viento y la marea.

En este lugar hay una montaña donde ayer hubo hombres con la inteligencia
de un pequeño dios, el alma blanca y las manos cuarteadas por el trabajo.

Aquí Dios ha olvidado sus zapatos para que recordáramos que no todo es luz
en su reino.

Y a mí sólo me ha tocado el viento amenazando con llevarse mi casa, y dentro


de poco no seré más que un cristal esparcido después de la estampida.

7
Un poeta

Poco importa que perdamos al poeta


si salvamos la poesía.

Henry Miller

Este es el mundo
y bajo mis pies no funciona.
Debo internarme en él sin miedos,
A fuerza de golpes se transforma lo vil.
Esta maleta es demasiado grande
para mis sueños, han de caber todos en
mi bolsillo, si no caben, desecharé algunos.
Quiero vivir como en el poema, pero me falta
coraje, entonces el papel se vuelve pretexto.
¿Cuántas noches malgastadas
incendiando el lenguaje?
Pero no fue aquella noche en la taberna
cuando los ojos de tu amigo
te revelaban el mundo, tu más bello poema.
La poesía no está contenida en engañosos
caracteres, la poesía es esta luz,
ese labio, esta ebriedad.
Hagámosla con el cuerpo.
Un cuarto oscuro y alejado
no será nunca el laboratorio del poeta.
Debe ser Abisinia
o cualquier otro lugar del mundo
que le proporcione emoción.
Una gira por Norteamérica deteniéndose
en todas las esquinas
sólo para beber una cerveza,
no es nada despreciable.
Incluso irse a la guerra
dejando de lado todo bienestar,
puede ser una opción.
Vida, eso es lo que se necesita,
meter las uñas en la tierra
para descubrir sus secretos.
El poeta no tiene entrañas,
nació del sueño y debe vivir en él.

Para: María Clemencia Sánchez

8
Metamorfosis de la muerte

Todos los lunes voy a un lugar donde el cielo pesa y recorro viejos caminos
que el invierno desfigura.

En el trayecto dejo regado todo el dolor y todo el hastío que me producen una
vida mediocre. Una, dos, tres horas para llegar a mi destino. ¿A quién se le
ocurrió llamar destino a cualquier lugar al que se llega?

Sólo sombras me esperan en este lugar, y una habitación invadida por el


muerto que pone ceniza en mi labio cada noche.

Ratas que desgarran mis ojos y mi cuerpo pudriéndose sobre una piedra me
anuncian en sueños que debo huir, pero es demasiado pronto para otra
rebeldía, es preciso recorrer oscuros jardines para hallar nuestro nombre
sobre las piedras incendiadas.

A lo lejos, escucho la música triste de las tabernas donde a veces uno se


reconcilia con el alma. Uno de esos lugares en los que se descubre que la
necesidad de fingir es otra forma de suicidio.

9
Escrito desde el purgatorio

Mis huesos desnudos


no son necesariamente una mala señal,
es probable que en el afán de mostrarte
el color de mi alma la sonrisa desfigure en mueca.
Apuesto que no me has visto por la calle
con mi paraguas negro y mis libros en la mano;
cuando me veas, obsérvame bien,
pues pueda que yo sea uno de los tantos zombis
que habitan esta ciudad y cualquier madrugada
peques por necrofilia.

Yo trabajaba en una oficina y creían que estaba viva,


yo trabajaba en una escuela y decían que estaba viva,
yo alimentaba a los niños y comía yo también
con las mandíbulas bien apretadas
y aún así decían que estaba viva;
pero en las noches me asomaba a la ventana
y veía a mamá remendando mis alas con su sangre.
¿Por qué no puedes hablar de tu madre
sin que broten las lágrimas?
Es que madre no sabe que estoy muerta
e insiste en coserme un vestido de bodas.

También hubo un tiempo


en el que bailaban las estrellas en mi cuarto
y papá sabía que ensuciarían mi cabello,
aún así, no las apagó;
pero ahora es el agua la que me inunda,
y llevo una mariposa azul en la solapa
que huye de la mandrágora.
Sílabas y sílabas, alfabeto derramado
sobre las margaritas del patio.
He puesto comas donde iban los guiones
y tengo ganas de escribir pero mi mano delira.
Quiero gritar que la muerte no tiene boca
ni posesión de gusanos,
sólo una triste cara detrás de un escritorio.

10
Te sedujo el canto de un pájaro

Tú me esperabas frente a la galería,


con aquella blusa azul casi transparente
y una fina sensualidad en tu labio inferior
que no necesita lápiz,
porque las mujeres como tú
son más que carne.
Yo, al otro lado, en la estación,
viendo partir autobuses,
con la tristeza de un judío
que ve partir el tren en una película nazi,
atravieso la calle; y el agua y sus colores
se desvanecen lentamente en la acera;
los cristales de la galería revelan
las trampas de la luz.
Eres la mujer con la que soñé una noche,
sentada en mi mesa,
bebiendo de mi vaso,
bailando un jazz de John Lee Hooker,
cabello azabache, ojos de pantera.
¿Dónde hubiéramos ido esa tarde
de alucinados demonios
en la que neones y automóviles
nos ocultaban el cielo?
Aquel día que no quisiste seguirme
porque te sedujo el canto de un pájaro
y yo tuve que devolverme ebrio
a mi barrio de hojalata.

11
Lo que ya no podré decir

Sobre mi labio pesaba un silencio tan duro como si caminara con los pies
agrietados. Todo lo que quise decir, todo lo que planeé como un papel en el
teatro, se diluyó como agua, y volví a ser la niña que a los siete años perdió su
paraguas amarillo, porque no fue capaz de decir que ese era el suyo cuando la
maestra lo preguntó.

Pesa sobre mí un silencio de uñas mordidas y sangre en las comisuras de los


labios; silencio de lluvia sobre la carretera que espera mi muerte. Pesado
fardo que sólo me permitió una mano en su hombro para que olvidara la
rabia porque el autobús no salió a tiempo.

El silencio de esos días ahora me pesa como un desfile de muertos blancos


penetrando por mi boca; y yo sólo quería decir: “caminemos por el muelle y
busquemos estrellas en el mar”, para olvidar que la próxima vez tendré que
atravesar medio mundo para verte.

Pero mi madre cambió de rostro a mis cinco años y nada dije; de ahí, quizá,
esta incapacidad de nombrar lo que quiero, por no haber sido capaz de decir
que yo quería a mi madre de antes y desde entonces nada más pude decir.

12
Día nublado

Se precipita
una terrible tormenta,
pero hay que seguir
trabajando,
porque siempre
hay prisa por algo;
por irse, por regresar;
velado afán de morir,
de acabar de una vez
con el aburrimiento
de ser la triste mujer
que anhela siempre
un poema.
Qué días aquellos
en los que el vino
ayudaba un poco;
cuando en una botella
podíamos encontrar
toda la felicidad
que necesitábamos.
Qué tardes aquellas
en las que sólo acatábamos
los consejos de Horacio.

13
Lluvia en la ciudad

Para Juan Carlos Acevedo R.

Puede que esta tarde


llueva otra vez en la ciudad,
y yo me refugie en mi tristeza
tratando de acercar tu labio lejano
a mi labio de agua.
Puede que el patio se llene de hojas
y mi dedo dibuje un ovillo en los cristales.
Que mi pelo se despeñe sobre la almohada
buscando tu pecho;
puede ser que esta noche una flor descolorida
asesine tu recuerdo,
y mi mano, como siempre, trate de unir el hilo roto.

14
Unas líneas para Rimbaud

Niño desobediente, te despojaste de todo, de todos, no amaste a nadie y


tampoco nadie trató de entenderte nunca. Sólo dejaste esa estela de luz que
precede a algunas estrellas y que apenas podemos ver por un momento.

Dónde fuiste a dar, a una porqueriza a comer con los cerdos o a una plaza vacía
a gritar con los ángeles. Qué bella melodía tocaste aquella noche, nadie ha
podido volver a tocarla jamás después que te rompiste el violín en la cabeza.

15
Ciudad de noche

Veinte botellas en el mostrador y tras él, tú; no supe cómo llamarte: Barman
no es un nombre adecuado; pájaro triste o papel descolorido te definen
mejor. Esa noche la música era la misma y sin embargo distinta, inaugurada
por los acordes monótonos de la ciudad. Nos metimos en la noche como dos
niños en una confitería, inocentes, curiosos; queriendo agotar los labios en
cada semáforo.

No hicimos el amor. Tu deseo de mí era tibio, y el mío estaba extraviado en


otros cuerpos, mezcla de sombra y tiempo muerto, animal que se aloja en las
entrañas como una caracola petrificada.

Esa noche la luna nos dejaba manchas de sangre en las manos. El viento en
los laureles nos habló de olvidos y de esta noche aciaga en que dibujo tu
cuerpo.

16
La ciudad que reconozco

Besarte en una esquina es descubrir que la ciudad tiene días normales, en los
que nadie se fija si aprieto tu labio inferior, si mis pezones se yerguen
apuntando a la luna, o si tu pantalón se hincha tratando de adivinar mi
esencia.

Besarte y aferrarme a tu muslo como a una oración es descubrir que la ciudad


es una mujer desnuda, con hombres que llevan flores en el pelo y desean a
otros hombres, Como aquellas Adelaidas de Portugal de las que hablaba
Lorca en su oda a Walt Whitman.

Tocar tu entrepierna en los bancos del parque, cuidándome apenas de la brisa


que despeina mi pelo, es advertir que en esta ciudad las mujeres sacan a la
calle el cesto de la basura con sus niños adentro, sin ocultarlos, como ocultan
su deseo o sus toallas higiénicas.

Esta tarde que te beso y un ardor lacerante atraviesa mi sexo, me convenzo de


que esta no es la ciudad ideal, porque tiene charcos y vendedores en las
aceras como una Calcuta más, pero es la única ciudad que reconozco como si
hubiese estado en todas las ciudades del mundo o en ninguna.

17
En el sur las mujeres no conocen el amor

Vivo al sur, y en el sur las mujeres son meros objetos, niñas lindas con
vestidos manchados, reinas populares, amantes de un prestamista.

Mujeres que comparten al marido con el mismo asco con que se comparten
un cepillo de dientes.

Aquí, donde los niños juegan a imitar al norte, escondiéndose y buscando


para dar su primer beso, el amor no es más que un sueño de telenovelas,
porque no queda tiempo para inventarlo entre tantos recibos sin pagar y
tanta orfandad.

En el sur las mujeres no conocen el amor, no quieren ser Madames Bovary,


prefieren someterse, renunciar; las más “afortunadas”, las que tienen
intenciones doctas, se vuelven amantes de un poeta misógino que recita a
Novalis cada vez que quiere hacerles el amor… y las anula para siempre.

18
Balada de la deseada muerte

La muerte seduce el hilo de sangre


que asoma por mi frente.
Atravieso el patio florecido de jazmines,
aprendí a encogerme y a estirarme
como el gusano por entre los laureles.
Reducida a hoja sobrevuelo la noche
y junto a los pájaros muertos
me desgarro en el follaje.
Triste por no encontrar
suficiente tierra para mis huesos,
vuelvo a entonar esta canción,
como la última canción que cantan
los marineros en la alta noche.

19
Grito

Que no haya conexión


entre el labio que dice mi nombre
y el labio que besa mi labio.
Estoy harta de que las palabras
bailen en mi cabeza.
Quisiera un lenguaje
que no degüelle palomas,
o bien lavarme las manos con fuego.
Un silencio tras otro silencio
que no lo interrumpa
un grito de hombre.

20
Fundación

Hace falta fundar en las estrofas


un lugar donde permanezcan
nuestros silencios.

Martha Kornblith

El bosque estaba ileso


y los animales sustituían a Dios.
El hombre no necesitaba decir nada,
el silencio era su logos,
armonía de los sentidos su muda existencia.
Un día amaneció con un dolor
que aún no ha podido ubicar en lugar alguno;
Cansancio del mundo le llamó después,
pero eso es sólo un nombre.
Locura le llamaron los insensatos.
Desde ese día el hombre
solo desangra el bosque.

21
Me reconozco en esta casa

Para Mónica Jaramillo

Estoy sola con los lotos.


Cuando el cristal se quebró
temí al nido de las arañas
y no encontré otro refugio.
Ahora quiero regresar a la casa
pero estoy empapada,
subo la escalera y el humo me aturde.
Ahora un sabor de vino fuerte,
ahora un blues, creo que es Billie, no lo sé.
Creo que amé o habité en esta casa;
he encontrado mis monedas en la fuente,
trato de recomponer mis fragmentos.
Mi presencia en esta casa es un aleteo.
Sólo un canto triste de ave.
Una mujer se peina en el balcón,
las estrellas lo anuncian;
creo que me reconozco en esta casa.

22
Blues

Niña, no salgas de la cama,


no te quites el vestido,
este invierno es duro
y tú eres sólo un pajarito.
Mejor sube al balcón,
desde allí podrás mirar
más de cerca las estrellas,
Si tienes suerte
podrías tocarlas en mi beso.
Toma mi abrigo,
no me obligues a esconderme
entre las margaritas.
Tu desnudez
es un abismo más terrible;
no quisiera perderme en ella,
por lo menos esta noche.
Niña, no me niegues tu beso,
sólo quiero contemplarte dormida.
No salgas de la cama,
No te quites el vestido.

23
Ejercicios de la muerte

Un escritorio, unas cuantas fotos, un libro de poemas; unos niños intentando


crear un nuevo mito cosmogónico que no tenga nada que ver con Cristo.

Otro invierno que se despeña por la ventana a fuerza de plegarias. Este año
tampoco tendrán pan los campesinos.

II

Una mujer de cuerpo esbelto, sus uñas crecen en señal de esperanza. La


amenaza de locura perece que la abandonó, también desaparecieron las
cicatrices de sus muñecas.

Demasiado tarde para coquetear con la muerte.

III

La mujer, ahora sometida a una voluntad ajena. El invierno ha menguado.


¿Será que este cambio es una muerte más terrible? o ¿una soterrada forma de
suicidio?

24
El sol y la tormenta

El sol se arrodilla frente a la tormenta; ella arrastra hojas, piedras y sacude


los sucios mástiles de la noche.

El sol con un rictus de miedo oculta su rostro entre las espesas nubes y se
acuna a los pies de Dios.

La lluvia, hermana de la tormenta, deposita su aliento mortecino entre las


copas de los árboles.

No prevalecerá ningún fruto mientras la dama loca arranque la cabeza del


verano.

25
Otra versión del sueño

El sueño
te lleva por pasajes oscuros
donde no reconoces tus propios pasos.

A veces,
soles candentes depositan en tu piel
la amarga sonrisa del tiempo,
y una niña vestida de verde
baila encima de las tumbas hambrientas.

26
Carta para Arturo B. Deveriux

Para John Carrillo

No des más vueltas a la rueda,


estuvimos mucho tiempo
vagando por el bosque.

No nombrar fue nuestra esencia;


la metáfora es más engañosa que el sueño.
Fuimos sangre, fuimos espada.

Lo destruimos todo.
Ahora nos toca juntar los huesos.

27
Carta para el señor Ramón

Para Jason Vital

Te imagino frente a la bahía


esperando a los barcos del recuerdo.
Mi aliento no podrá ser más fuerte
que el fragor de la ola;
Aún así, no dejaré descansar al lápiz
que circunda tu espacio.
Dibujare de nuevo
tu boca sobre mi sexo.

28
Nuevo Cantar de los Cantares

El ensueño de la amante

1. En la madrugada me aturde el olor de tu aliento, te busco en la


almohada y sólo hallo sombras.
2. Quiero recorrer uno a uno los bares de la ciudad y gritar tu nombre a
voz en cuello hasta encontrarte.
3. Por la ventana atisbo los primeros rayos del sol, pero este nuevo día no
me da muchas esperanzas.
4. Qué tiempos aquellos en los que nos refugiábamos en los sucios
hoteles de la ciudad, no nos importaba nada, sólo nuestros cuerpos
desnudos.
5. “Quien ama sabe que delante de los ojos de su amado sólo se puede
pensar en Dios”. Me decía tu última carta.
6. Y es ella ahora mi único consuelo, releo una a una sus líneas buscando
dedos, besos, saliva.
7. Daría mis monedas de oro porque reposaras esta noche sobre mis
rodillas, pero tu sonrisa la ha desfigurado el mismo demonio que
destrozó el alfabeto de Van Gogh.
8. Y ahora trato de mirarme en tus ojos como antes, pero tu alma se
pasea por un jardín de plomo.

29
Por el ojo de la vigilia

De noche aprendo y desaprendo la vida;


convoco a todos mis amantes
y me uno a ellos en lúbrico abrazo.
La naturaleza es más bella
cuando se mira por el ojo de la vigilia.
El sueño todo lo restituye.
En él somos lo que de día no podemos.
El gran poema aún no se ha escrito,
la mente en la vigilia lo teje
y otra vez lo destruye,
como la desdichada a su manto.

30
El lugar del sueño

Tal vez sólo habitas un territorio oscuro, preludio de la isla donde la luna se
derrame sobre las piedras y el mar cante sus olas en tu pecho.

A lo que llamas flor, quizá en otro lugar sea sólo niebla, y el destino al que te
abandonas cada noche, tú no lo sabes, pero es más tuyo que lo que ves
cuando abres los ojos.

Pájaros ebrios vuelan sobre cielos incendiados y quieren anidar en tu cabeza,


pero los espantas, porque tu madre dijo que todas las escaleras conducen al
cielo.

Si quieres vivir, procura escanciar todo el vino esta noche y no pretendas huir
del sueño.

31
II METAMORFOSIS DEL SUEÑO

32
¿Soy yo el que sueña en la noche? O bien, ¿me he convertido en el
teatro en que alguien o algo presenta sus espectáculos ora
ridículos, ora llenos de una inexplicable cordura?

ALBERT BEGUIN

33
I
Una mujer esparce semillas por la tierra
Queriendo arraigar la belleza,
Pero las serpientes amenazan su cuello
Y entonces se vuelve grito,
Dolor en la sien
Y un auto loco que destroza las aceras.

34
II
Quería empezar este cuento sin morder la punta del lápiz, pero estaba
demasiado sucia para que de mi cuerpo pudieran desprenderse las
estrellas. Muerdo mis uñas para no morder el papel, pero las gotas que se
cuelan por los agujeros del techo ya lo han mojado y ahora sólo quiero
internarme en la noche.

35
III
La jaula de la que cuelgo está amenazada por cerdos que al mirarlos de
cerca son ratas de hocicos blancos que a veces vuelan y a veces reptan;
encojo lo más que puedo mis pies, y estiro lo más que puedo mi mano para
alcanzar las hojas donde estaba consignada tu historia y que la brisa se ha
llevado; pero las ratas ya están sobre la jaula y ahora tratan de abrir la
reja.

36
IV
No muerdas al niño porque aún es muy pequeño y si destrozas sus dedos ya
no podrá volver a jugar con su caballo, me dice mamá.
Has crecido demasiado y sólo las rosas que llevas en el pelo pueden crecer
contigo.

37
V
Distinguido señor fantasma:
Por favor quite las ratas que están comiendo mi cabeza,
Porque si llegan a los ojos ya no podré cuidar su sombrero.
Apague la luz, sé que este es el infierno,
Exactamente el centro de él,
Donde siempre llueve;
Sería bueno que cuidara mis ojos y también su sombrero.
Ahora llueve con más fuerza y mis labios muerden las llamas.

38
VI
Los niños de pies atados
Juegan a esconderse detrás del muro.
Saltan y saltan perdiendo el equilibrio.
Saltan y saltan hasta encontrar la sombra.

39
VII
“And now, the end is near”.
Sex Pistols

La misma canción sonando en mi cabeza


Y el cuerpo zumbando como un festín de moscas.
La próxima vez borraré las estrellas
Para pintarlas con sangre.

40
VIII
Soy un dios que se mece en la cuerda floja y se divierte.
El fin del juego será lo único malo de la caída.
Sólo cuando esté descendiendo sabré a qué distancia estuve.

41
IX METAMORFOSIS DEL SUEÑO

Los hombres buscan monedas en el polvo.


Al perro hubo que darle un peso
para que no se les comiera los ojos.
¿Y para bajar de la montaña?
Monedas de oro.
El precio es distinto para cada uno.
Los pordioseros ya son hueso
Y todos entonan la misma canción colina arriba.
El rey, aún derrotado, lleva monedas en su bolsa.
Y la muchacha, tú me preguntas por la muchacha
Que está dormida en su hermoso ataúd.
Los jueces quieren amarla aún amortajada,
Pero su deseo ya se desliza con sus fluidos.
Es la muerte la que canta con el viento esta mañana,
Las carretas están llenas y no hay alas en el jardín
Para salir a recorrer el bosque.
Ha triunfado la osamenta y la desfigurada mueca.

42
X

Un hombre se encierra en una farmacia a experimentar la forma de habitar el


sueño.
Afuera una mujer baila con su gato colgado en el cuello; “hay muchas formas de
escapar”, canta la mujer.
Mientras adentro, en la farmacia, las estrellas inundan el piso.

43
CARTAS DE MANDELA DESDE LA ISLA DE ROBBEN

I
Esta noche he recordado los días de mi infancia.
Fueron días felices los días en Qunu; la brisa que jugaba en la copa de los
árboles acariciaba mi cara y yo empezaba a soñar: una gran fiesta tenía lugar en
la pradera, todo cobraba vida en ese momento, las piedras y el agua cantaban
con esa melodía triste que caracteriza a los negros de África.
Cuando despertaba, todas mis ovejas habían escapado, yo corría tras ellas con
toda la fuerza que me permitían mis cinco años.
Antes de la llegada del hombre blanco, todos los hombres eran libres.
II
La rutina en Robben empieza a las cinco y treinta; parece un desfile de muertos
la caminata hasta el comedor; después del desayuno salimos al patio a trabajar;
la piedra de hoy es mucho más grande que la de ayer, la palpo suavemente y le
hablo en silencio. Cuando el sol se quiera ocultar, esta dura piedra será polvo.
El corazón de algunos hombres es duro como la piedra.
¿Cuánto tiempo más me espera aquí? No lo sé. Será hasta que la piedra escuche
mi voz y se desmorone sin golpes.

III
Cuánto angustia al corazón del hombre no poder besar los labios que ama y que
también lo desean. Ese día de tu visita Winnie, me sentí más impotente que un
pájaro de hielo.
El cuerpo de un hombre puede ser amordazado, humillado, vendido hasta la
usura, pero sus ideas y sus deseos quedarán intactos. Si muero en esta celda,
mis palabras florecerán en otros labios.
Ahora estoy dispuesto a morir.

44
Ediciones Pluma de Mompox S.A

Mayo de 2011

45

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