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LA VOZ DEL SILENCIO.

En las gélidas calles de la ciudad de Florencia, se encontraba un intrépido y


audaz gato blanco, saltando de calle en calle, y ahí me encontraba yo,
observando desde el ventanal de mi habitación, preguntándome todo y al
mismo tiempo nada, tratando de poner cada uno de mis pensamientos en
orden; no obstante, suelo ser desenfrenado y holgazán, a veces me pregunto,
¿qué se sentirá tener toda una vida en completo orden, sin absolutamente ni
un vigor que se desconozca? Ha de ser muy entraño, en mi opinión.
Me levanté abruptamente del borde del ventanal y observe mi habitación,
dicen que el silencio no emite ningún sonido, pero, en realidad hay que ser
muy hábil para que puedas escucharlo, y si el sonido del silencio tuviese un
nombre, sería Elinor.
Tres golpes en mi puerta fueron los que abrí, y ahí se encontraba, con sus
profundos ojos negros y alma de las mil palabras, mi vecina Elinor, la que
vivía en la habitación del frente a la mía. Debo recalcar aquí, que no podía
escuchar ni hablar, sin embargo, era sin igual en leer los labios de las
personas.
-Buenos días, Elinor ¿a qué se debe su amena visita?
La chica de hilos color castaño sacó su lápiz y libreta, se dispuso a escribir, en
esa pequeña pero impetuosa letra.
Willem espero que se encuentre bien, lamento molestarle a estar horas de la
madrugada, pero necesito de su ayuda, si me permite mi osadía.

-Pase, por supuesto que puedo ayudarla


El pudor invadió mi cuerpo, revolví mi cabello, y tomé nota mental de que
muy pronto debía cortarlo. Elinor era una persona extremadamente
enigmática, en muchas ocasiones solía tomar actitudes que para ella son
normales, sin embargo, a mí me hacían sentir indispuesto; pero con ello no
quiero decir que sea mala, de hecho, le tengo cierto afecto.
Al entrar dio un giro hacia mi persona e intentó hacer señas con sus manos,
se detuvo al instante cuando recordó que, lamentablemente yo no conocía el
lenguaje de señas, a veces me sentía muy mal por ello, muchas
conversaciones interesantes con ella se han perdido porque su mano se
entumece de escribir en papel, o porque muevo muy rápido mis labios a tal
grado que no logra distinguir mi vago italiano.
–Lo lamento, Elinor -dije con un tono suave enfatizando mis labios.
Respiró hondo y movió su cabeza hacia abajo, indicando que lo aceptaba.
–Entonces, ¿qué es lo que su persona necesita con urgencia de mí?
Tomó su lápiz y se dispuso a escribir, pasaron varios minutos desde que ella
escribía, hasta que me mostró nuevamente su cuaderno.

Mi vergüenza respecto a lo que te tengo que pedir es alta, sin embargo,


siento que es algo lo cual solo podría manifestar con usted. Hay algo que
deseo decirle a una persona la cual le tengo mucho afecto, es Adriano, mi
pretendiente, anteriormente expresó sus sentimientos hacia mí, no obstante
no supe cómo responderle aun en mi reconocimiento de que puedo
corresponderle, deseo decirle que lo amo y tener un lado muy poético hacia
él, pero, realmente no sé cómo expresarlo, sé que estás estudiando Lengua
castellana en sintaxis gramática y ortografía, así que, si no fuese mucha
molestia para usted, desearía con todo mi corazón que pudiese ayudarme.

Solía ser muy restringido con los favores, estoy acostumbrado a que las
personas siempre esperen algo de tus virtudes, y tienen la completa
insolencia de exclamarlo como si se debiese, pero, Elinor, a mi parecer
siempre tuvo esa pizca de inocencia y modestia que nadie más la tiene.
Además, siendo sincero, no podía negarle un favor a una mujer en aprietos
por amor, no podía negarle a alguien tan radiante como ella.
–suspiré- De acuerdo, necesitaré que me escribas todas las cualidades que
ves en él, y qué es lo que quieres expresar.
Elinor se dispuso a escribir mientras yo buscaba mi papel y tinta, siempre he
dicho que una carta escrita con tinta es algo memorablemente magnífico. La
chica de cabello castaño y ojos negros tomaba un ligero tono rosado en sus
mejillas, supongo que fue un detalle que nunca pude olvidar de ella.
Al terminar me mostró su letra, y me dispuse a dejar que mi cuerpo fluyera
en las palabras. Tomó tan solo unas horas hasta tener el resultado final,
cuando se lo pasé a Elinor, una pequeña y pícara sonrisa rondaba por su
rostro, era contagioso. Me sonrió y me dio la mano hasta que se dispuso a
salir de mi habitación.
Pasó una semana hasta que Elinor volvió a tocar mi puerta, a eso de las tres
de la tarde cuando el sol entraba con su exquisito esplendor en cada uno de
los ventanales y el suelo de madera.
Esta vez me pidió algo un tanto más inusual, describió que un amigo
necesitaba confesar sus sentimientos hacia la persona la cual amaba,
extrañamente describió algunas ‘’acciones’’ un tanto similares a las que yo
tenía, las suficientes como para hacerme reflexionar sobre si me estaba
contando la verdad.
Sin embargo, aparté esas incertidumbres de mi mente, y decidí ayudarla, a
cambio, ella propuso que me enseñaría un poco sobre el lenguaje de señas
para poderme comunica de una forma mucho más amena, debo admitir, que
fue algo que estuve esperando hace un tiempo.
Consideré que esa vez tras cerrar mi puerta, sería la última en la que me
pediría una nueva carta.
Lo cual, me equivoqué.

–Disculparás mi atrevimiento Elinor –moví mis manos señalando ‘’enojo’’ –


pero estás pidiendo demasiado de mí,
Arrancó una de sus hojas con apuro y escribió, me pasó la hoja con la
escritura, y, sinceramente no pude frenarme.

-No entiendo, ¿por qué casualmente todos tus amigos siempre están
pidiendo cartas? ¿todas de amor? ¿Qué tanto es lo que cuesta decir unas
cuantas palabras en persona, Elinor?
Sus manos se movieron de tal manera la cual, lo único que pude entender
fue ‘’nerviosa’’
-Es suficiente –señalé exasperado- escucha, te tengo afecto. Pero sólo estás
logrando que me sienta incómodo e irritado con tantas cartas románticas
para David, Adriano, Amanda, Carlo, y al señor Di Ángelo. Busca a alguien
más que haga ese favor por ti.

Estaba enojada, lo sabía en su mirada, dio la vuelta y volvió a abrir la puerta


de mi habitación, pero, antes de que la cerrara, pude ver en su mesa, todas
las cartas que escribí.
Ninguna había sido entregada

Me opuse antes de que terminara de cerrar la puerta, ella un poco asustada


ante el tacto que tuve en sus manos y la perilla de mi puerta. La miré y señalé
hacia su habitación y las cartas encima de la mesa.
Palideció completamente cuando dirigió su vista hacia las cartas y luego a mí.
–Explíquelo. ¿Por qué no las ha entregado? Si con tan urgencia fueron
aclamadas. ¿Dónde está David y Adriano? ¿Amanda y Carlo? Explíquelo,
¿Dónde está el señor Di Ángelo? ¡Diga, por lo menos si existen!
Cerró sus ojos con fuerza y respiró hondo, su pechó se elevó a tal grado que
pareció que acabaría el aire del departamento.
-Moviendo sus temblorosas manos, pude identificar la primera señal que con
ella aprendí. –‘’No’’
No sabía qué decir o cómo reaccionar, todos estos meses, Elinor, la que
ahora consideraba alguien de confianza, estuvo mintiéndome, sobre
personas con cartas de amor que nunca fueron entregadas, sobre
confesiones que nunca existieron, sobre tinta gastada en papel que nunca
llegó a ninguna parte, escritura sobre personas reales que no lo son.
–¿Por qué? –fue lo único que pude decir
La chica de hilos color castaño me llevó a su habitación, y allí me mostró
nuevamente las cartas mientras escribía
No existen, fui una completa descuidada, lo reconozco, jugué con la vida y el
amor de personas que jamás existieron Willem, pero, en realidad, todas las
cartas fueron basadas en personajes como tú, todas y cada una de ellas,
nunca tuve ningún pretendiente que se llamara Adriano, o un amigo que
quería declararse al amor de su vida, Amanda. Willem, cada una de las
cartas, imaginaba que eran de tu persona hacia mí. Lo siento muchísimo.

Y al parecer, ahí tenía la respuesta, todo este tiempo, Elinor sentía un afecto
mayor hacia mí, y, sinceramente, a pesar de todo esto, no podía sentirme
enojado con ella por completo, gracias a ella aprendí muchas cosas que antes
desconocía, los momentos que compartí escribiendo y aprendiendo el sonido
de su voz en sus escritos, mientras ella observaba con su tierna sonrisa a la
espera de una carta con la cual soñaría, me hizo descubrir que tal vez podía
darle una oportunidad, que probablemente sentía lo mismo hacia ella.
–Inspiré hondo- Elinor… –Tomé su mano y la puse dentro de las mías–
¿Quieres empezar de nuevo?
Algo sorprendida, sospechando en si había leído bien, al final tomó mi
mensaje de la manera en la que yo quería, y animada asintió con la cabeza.

Otra vez, esa sonrisa pícara con el sonido más hermoso que solamente yo
podía oír.
>>En cuanto terminé de escribir, me dispuse a pensar, fantasía es una de las
cosas más hermosas, habitables en cada pensamiento del ser humano,
alguna vez en nuestra vida. Terminar la última palabra de una historia la cual,
me deja con un sentimiento amargo dentro de mi ser, me hace recordar, lo
mucho que jugamos con nuestra propia creencia, lo que consideramos real y
no real en lo más profundo de nuestra mente. Habitación tan misteriosa con
tantas preguntas a resolver; observamos con incertidumbre nuestra propia
realidad con historias tan fantásticas y hermosas, al igual que dramáticas y
desgarradoras, siempre será algo que lograré atesorar, Willem y Elinor lo
reconocen, el débil hilo entre la vida y los cuentos, y con ello me pregunto, si
estás viviendo una realidad, o una historia ficticia.
Brenda Rodríguez.

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