Nada que hacer, más que esperar, el columnista, por
entonces bastante macluhanizado, se resignó alegremente a la televisión, convencido de que, para entender una sociedad desconocida, era importante saber qué era qué El origen debe ser barrido. ¿Es esto antojo? Si se televisión consumía. El zapping, por entonces, era recuerda una discusión del siglo XX, tan tácita como práctica modestísima en España, y los madrileños se necesaria, sostenida entre el español Miguel de Unamuno resignaban a cuatro canales estatales, con programas y el argentino Jorge Luis Borges, se entenderá que no, nacionales, de esos con animador y plató, más deportes y que esto no es antojadizo: hay razones para que ocasionales películas. En uno de los platós se presentaba Anagrama y otros sellos españoles traduzcan como lo Ten years after, banda ya por entonces mómica, aunque hacen, pero también para que esto le resulte, además de Alvin Lee (hace no mucho finado en el médico, durante imposible, nocivo para un americano. un examen de rutina) mantenía intacta su digitación En primera instancia, se podría pensar que la discusión supersónica; retirada la banda y venido el corte no era tal, y que sólo remitía a decibeles. Borges, por comercial, era hora de probar otros canales, y en uno, en ejemplo, afirmaba que los españoles hablan a los gritos, profundo blanco y negro, compareció una escena siendo esto conducta típica de quienes desconocen la aturdidora: Sydney Greenstreet, Peter Lorre, Humphrey duda. Unamuno, emergido como literato en 1898, es Bogart y una mujer, Mary Astor, discutían alrededor de decir, junto con la desaparición del imperio español, y de una pequeña mesa, en la que brillaba un ídolo macizo, un las colonias de ultramar, en el confinamiento a un país, en ave, acaso un águila, acaso otra cosa. Greenstreet, Lorre y una sicología nacional rastreable en Don Quijote y su Bogart habían rutilado en Casablanca, junto a Ingrid complemento, Sancho, había afirmado antes que, si los Bergman, y el columnista los había visto juntos, también, españoles hablaban fuerte porque en esa lengua fue que en otra película que se le escapaba de momento y que se se había gritado ¡Tierra, tierra!, aquello que un 12 de le escapaba, precisamente, porque era esa misma que octubre profirió un grumete ni bien divisó las costas de estaba viendo ahí pero que se presentaba bizarra, Guanahani, isla a la que de inmediato el genovés inexplicable, extranjera. Cristoforo Colombo rebautizaría como San Salvador. El ¿Cuánto tardó en reconocer lo que tenía frente a su nariz? argumento de Unamuno fue repetido, sin citar, por León En Chicago, donde por entonces vivía, no era inusual que Felipe, sólo que a la gritada tierra le agregó un también la televisión abierta, ya entrada la noche, exhibiera gritado Quijote y los gritos de la guerra civil. clásicos de Hollywood, y allí el columnista, diez o 15 Si la lengua grita en España, y según confesión de parte, meses atrás, había tenido oportunidad de disfrutar de The es por América. Ahora bien, ¿tienen la grita y el doblaje, Maltese Falcon, la versión fílmica que dirigió John y las traducciones de las editoriales españolas, algo que Huston de la novela de Dashiell Hammet. Pero allí, en ver entre sí? Habría que pensar que no solo es esto así Madrid, mientras veía sostener a Bogart un ídolo igualito sino que su conexión es la misma que irrita el oído al Halcón Maltés, el columnista se sentía frente a una americano. Sin ir más lejos, si tierra, según dicen versión imposible. “Tranquila, pollita”, le dice Bogart a Unamuno y Felipe, es algo que se debe decir a los gritos, Astor en la escena subsiguiente, llevando el lo cierto es que en esa tierra, en todo momento, hubo extrañamiento a una cumbre brechtiana que por fin gentes y voces desoídas, tal vez porque la Administración permitió descubrir que lo que se estaba exhibiendo era la de Indias necesitaba gritar fuerte, y en castellano. Por película de Huston, salvo que doblada al peninsular. Recordó de inmediato las conversaciones que, en cierto, el castellano iría imponiéndose en la península a Chicago, tenía con condiscípulos sevillanos sobre cine, partir del siglo XIII con Alfonso el Sabio, primero como que en España se veían con un título y en el Río de la lengua de cancillería y luego como lengua nacional, Plata, y en general en América Latina, con otro, como por relegando a las demás de España (en un principio al árabe ejemplo High noon, que los españoles obedientemente y al hebreo, luego al catalán, al valenciano, al euskera, al veían como Alto mediodía y los hispanoamericanos, más gallego), algo que complementará la administración audaces, conocían como A la hora señalada. virreinal aboliendo las lenguas indígenas de América. Ahora bien, si Alfonso el sabio era un rey traductor, que Un par de semanas más tarde, en el país vasco, el cine de hizo conocer obras árabes y traducidas al árabe, entre Vitoria estrenaba Negocio de familia, dirigida por ellas La escala de Mahoma o el Calila e Dimna, cabe Sydney Lummet, con Sean Connery, Dustin Hoffman y pensar que el español todavía no se gritaba: la traducción Matthew Broderick en el elenco, y se desayuna entonces era un recurso para negociar una divinidad con sus el columnista de que en los cines de España las películas nuevos súbditos musulmanes y judíos, pero para 1492, no se subtitulaban; se doblaban, política al parecer caído el reino de Granada, zarpado Colombo desde Palos, antigua como el franquismo. Para el cinéfilo comenzó para la lengua una historia diferente. hispanomericano perder la voz y dicción de Vittorio Gassman, Al Pacino, Max von Sydow, Charlotte Gritar tierra, como celebran Unamuno y Felipe, era lo Rampling, Sofia Loren, Catherine Deneuve, Christopher mismo que gritar Dios (y, borgeanamente, desconocer la Walken, Peter Sellers o siquiera el acento duda): baste recordar aquel ejercicio administrativo de invariablemente escocés de Sean Connery era como 1516, la lectura en voz alta, por parte de militar, perder media película; para el peninsular, sin embargo, no sacerdote o escribano, del requerimiento, documento por era así. el cual los indígenas eran notificados en una lengua para ellos incomprensible, el castellano, de la existencia de un 2. Doblar dios único, y de cómo su vicario en la tierra, el Papa, le había hecho donación al rey de España de esos territorios Dos décadas y media más tarde, es decir por estos días, el de los indios, y de que, en caso de que esos indígenas columnista, así como el resto del Comité editorial de patidifusos no cumplieran con esta donación y interruptor, se ha lanzado a un nuevo emprendimiento, servidumbre a Dios, serían sus viviendas y bienes interruptor revista, publicación en papel cuyo número arrasados, y ellos mismos, incluso, esclavizados. uno acaba de entrar a imprenta. La revista incluye una sección de crítica de libros que llevó al Comité a ratificar La conquista y colonia, puede decirse, fueron ejercicios que la traducción que sirven las editoriales ibéricas menos de traducción que de doblaje. Colón llevó un golpea como un instrumento desafinado al lector traductor de árabe, arameo y caldeo para comunicarse americano. Dicho de otro modo, estos libros, vertidos de con chinos y japoneses que terminaron hablando en una otras lenguas al peninsular, le resultan cacofónicos al variante de guaraní. El traductor, o lengua, como lo hablante americano, versiones imposibles que, como llamaban, invariablemente preguntaba por oro y entendía aquel tranquila, pollita de Bogart, ingresan al tímpano que el oro quedaba para allá, una señal por la que los con la misma dulzura con que podría hacerlo un barreno. indios, entiende Peter Hulme en su libro Colonial Leer estos textos en peninsular comporta una lejanía encounters, le estaban diciendo que se fuera de ahí. Otro incluso mayor a leer en español antiguo el Cantar del momento mágico de doblaje es aquel en que Estebanillo, Mío Cid: uno se puede decir usuario de una variante el lengua de Gonzalo Pizarro, le hace saber al Inca diacrónica que se extraña del Cantar, pero este Atahualpa que la voz de Dios está en la Biblia, volumen extrañamiento se vuelve radical con las actuales que el Inca se lleva a la oreja y sacude, pero como nada traducciones. Aquí la coartada del tiempo, de la escucha arroja al suelo. La masacre que desencadenó evolución de la lengua, no ayuda: esos textos, Atahualpa con su herejía fue bellamente contada, entre sencillamente, están traducidos, a veces pésimamente, otros, por Garcilaso Inca de la Vega, primo del sonetista. otras veces mejor, pero siempre en lengua ajena al hispanoamericano. Obviamente, una tradición tan asentada como ésta, de la que se siguen haciendo eco las editoriales peninsulares, Esto responde, en primer lugar, a que el español está, si se quiere, más allá del bien y del mal, ya que, al peninsular es lengua otra, aunque se podría pensar parecer, sigue viviéndose saludable para los españoles. también cada región y país hispanoamericano tiene su Lo que cabe plantearse es si los hispanoaemericanos variante propia. Entonces, se podría pensar que mantiene deben seguir resignándose a leer doblajes que les gritan la misma distancia el colombiano de Antioquia con el tierra, tierra, o volver a hacerse cargo (lo hicieron argentino de Paraná que con un toledano o un asturiano. durante las tres primeras partes del siglo XX, cuando Esto sin embargo, no es así: más allá de diferencias Buenos Aires y México eran centros editoriales) de sus dialectales, se puede decir, existe una distancia emocional propias traducciones. entre las variantes de América y las de la península que es la misma que media entre una lengua que dobla y otra que subtitula. Cuando doblo, barro la lengua original; cuando subtitulo, escucho el original pero no lo borro: traduzco lo que dice. Afirmaba Walter Benjamin que la traducción debía, precisamente, exhibir su distancia, hacer saber su deuda para con el original. Una traducción leal, en el sentido de Benjamin, sería una que, como el subtitulado, permite advertir las dos lenguas juntas: la del origen y la de destino. Una traducción leal, que reconoce su deuda, no borra, no dobla.
La política de la editorial Anagrama, una de las que más
novelas publica, hace precisamente lo contrario: evitar cualquier voz extranjera. Todo debe ser castellanizado, o mejor, todo debe ser peninsularizado: un escritor belga, holandés, inglés, alemán, o chino, debe ser vertido a un obsesivo castellano ibérico, y las jergas locales que pueda usar el original, vertidos a jergas de España.