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La tecnología y la subsunción por el capital

Chapter · December 2016

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Jesús Becerra
Autonomous University of Zacatecas
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DESARROLLO Y DEMOCRACIA
DESARROLLO Y DEMOCRACIA
RELACIONES EN CONFLICTO

Víctor Manuel Figueroa Sepúlveda


(Coordinador)
Desarrollo y democracia. Relaciones en conflicto,
Víctor Manuel Figueroa Sepúlveda (coordinador)

Expresamos nuestro reconocimiento al Consejo Nacional de Ciencia y


Tecnología (Conacyt), México, por el apoyo brindado para la realiza-
ción del proyecto Ciencia para la Democracia y el Desarrollo.

D.R. © 2016 Universidad Autónoma de Zacatecas


Unidad Académica de Ciencia Política
Jardín Juárez 147, col. Centro
Zacatecas, Zacatecas
C.P. 98000
ISBN: 978-607-8368-37-2

Diseño de la cubierta: Efraín Herrera


Primera edición: 2016

D.R. © 2016 David Moreno Soto


Editorial Itaca
Piraña 16, Colonia del Mar
C.P. 13270, México, Ciudad de México
tel. 5840 5452
itaca00@hotmail.com
ed.itaca.mex@gmail.com
www.editorialitaca.com.mx
ISBN: 978-607-97225-6-2

Impreso y hecho en México

Queda prohibida la reproducción total o parcial, directa o indirecta,


del contenido de la presente obra, por cualquier medio, sin la autoriza-
ción expresa y por escrito del titular de los derechos patrimoniales, en
términos de lo así previsto por la Ley Federal del Derecho de Autor y,
en su caso, de los tratados internacionales aplicables.
ÍNDICE

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

Crítica sobre el origen y los fundamentos


de la nueva desigualdad entre los hombres
Alexandre Quaresma ......................................................... 19
Desempleo, desigualdad y desarrollo tecnológico
Víctor Manuel Figueroa Sepúlveda ................................... 47
La tecnología y la subsunción por el capital
Jesús Becerra Villegas ....................................................... 69
Estado y libertad del espacio público en red
Sergio Octavio Contreras ...................................................... 89
La obtención de tecnología en el sector empresarial
en México: una “vinculación” desarticulada
de la triple hélice
Miguel Omar Muñoz Domínguez ..................................... 111
Innovación tecnológica y modelo corporativo
agroindustrial: una cartografía regional en tensión
Irma Lorena Acosta Reveles ................................................ 135
Bienestar y felicidad:
¿condiciones para una nueva concepción del desarrollo?
Ernesto Menchaca Arredondo y Leonel Álvarez Yáñez. . . 163
Los desafíos de la democracia en México
Héctor de la Fuente Limón .............................................. 201
Autores ................................................................................ 233
LA TECNOLOGÍA
Y LA SUBSUNCIÓN POR EL CAPITAL

Jesús Becerra Villegas

En la escritura definitiva de El capital, Karl Marx decidió pospo-


ner el análisis de la relación entre trabajo y capital, para iniciar
su obra con el estudio de la mercancía. Con ello adoptaba una
estrategia expositiva y heurística de acercamiento que partía de
lo más inmediato a la conciencia: la prodigiosa variedad de
mercancías que ya desde entonces ofrecía el mercado capitalista;
sólo después explicaría el tipo de relación social que da funda-
mento y reproductibilidad al sistema. A siglo y medio de dis-
tancia, es posible encontrar elementos para afirmar un saldo a
favor del ámbito de las diversas relaciones sostenidas en el
mercado, no hasta el punto de anular la importancia de la oposi-
ción trabajo-capital, pero sí con miras a explicar mucho de lo que
ésta es y las formas que adopta. Esto supone cierto giro en los
hechos (o tomado por esos mismos hechos) relativos a lo que en
tiempos de Marx ya existía, si bien destacaba sólo como
manifestación fenoménica del capitalismo. Entonces el espacio
de la circulación, donde se encuentran el mercado y las mercan-
cías, complementaba de modo imprescindible un proceso domi-
nado por la producción. Ahora dicho espacio es algo más: una
lógica de reproducción por mérito propio o, en otras palabras,
un arreglo del mundo que apunta a un modo social –histórica-
mente posicionado– que da lugar a diferencias suficientes para
repensar el capitalismo. El presente trabajo atiende a la di-
mensión cultural de las relaciones técnicamente mediadas que

69
70 JESÚS BECERRA VILLEGAS

sostiene el capital con su entorno social, a fin de someterlo a su


lógica de reproducción. Se trata de un ejercicio de exploración
descriptiva del papel que desempeña la tecnología propia de la
llamada tercera Revolución Industrial, o RI3, en la consti-
tución de regímenes que pueden producir el efecto de “cierre”
o completamiento de la dominación, y a la vez menoscabar la
sostenibilidad del capitalismo como lo hemos conocido. Al efec-
to afirmamos la existencia de una lógica que funge como modo
naturalizado de percepción, valoración y actuación (Bourdieu,
1990), es decir, como una escala de razones y proporciones de-
finida por el modo capitalista. Dicha escala cumple la función
de tender un puente entre lo social y lo individual, entre la
producción y el consumo, entre la norma y la práctica. La natu-
ralización de estos movimientos hoy asistidos por la tecnología,
supone dotar de rostro humano al capital y a sus procesos; esta
tarea se sitúa en la dimensión de la cultura, la cual es el entor-
no adecuado para la producción del sentido de pertenencia y de
comunidad de pasado y de destino.

L A FORMACIÓN SOCIAL EN TIEMPOS DIGITALES

Marx propuso el modo de producción capitalista (MPC ) como


categoría lógico-histórica para denominar la época suya y aca-
so la nuestra. Que dicha categoría coloque como adjetivo lo que
comúnmente llamamos capitalismo, deja ver que éste es apenas
un caso social entre otros también históricamente situados. El
recorte despierta el interés por dos elementos: la modalidad
como forma devenida en lógica predominante, y el factor pro-
ductivo como la materialización necesaria de la operación de
dicha lógica. Así, el MPC puede ser percibido como una entidad
compleja formal-concreta que desde luego entraña el estableci-
miento de ciertos tipos de relaciones en el amplio espacio social;
relaciones tan decisivas que dicho espacio resulta delimitado
LA TECNOLOGÍA Y LA SUBSUNCIÓN POR EL CAPITAL 71

según sean éstas, las cuales son además materialidades que por
naturaleza o por efecto se revelan capaces de transformación y
reproducción.
Ahora bien, el costo epistemológico de mantener el MPC en el
centro de un largo periodo que constituiría una misma época (la
de Marx y la nuestra), y de mantener la relación produc- tiva
capital-trabajo en el centro del modo de producción, se ha
elevado a medida que se incrementan la rapidez de los proce-
sos y la provisionalidad de sus resultantes, la cercanía cultural
de lo consumible y la proliferación y labilidad de la oferta. Si
bien la categoría marxista de formación social (FS) permite
recoger las variedades capitalistas no sólo entre las geografías
sino a lo largo del tiempo, la complejidad e incertidumbre pre-
valecientes objetan las categorías de pensamiento MPC y FS en el
mismo acto en que éstas explican aquéllas. Entendemos por
complejidad la densificación en diversos órdenes sociales, y
por incertidumbre, su efecto de desamparo en los individuos, las
instituciones, las corporaciones de negocios y las instancias de
gobierno. La densificación social se expresa tanto en una insu-
ficiente regulación para unos como en un exceso de ésta para
otros, mientras que la incertidumbre se deja sentir como la
necesidad de desarrollar estrategias de consumo para ganar
seguridades.

La complejidad como densificación

A fin de estudiar el capitalismo presente, debemos concebir la


formación social que vivimos como una densificación que se de-
riva de cuatro factores principales:

a) La aceleración de los procesos que tienen lugar en las socie-


dades. Los tiempos de desarrollo de nuevos productos así como
de innovación de procesos, son cada vez más cortos, y las in-
novaciones, cada vez más numerosas, tienen lugar en distintas
72 JESÚS BECERRA VILLEGAS

industrias a la vez. Y dado que muchas innovaciones se dan


como resultado del monitoreo de prácticas de consumo existen-
tes, puede decirse que dichas innovaciones salen al mercado
preapropiadas por los usuarios, lo que deja ver que el régimen
tiene en marcha un juego de metaapropiación (Becerra, 2009)
a la que el consumidor da la bienvenida por confundirla con el
ejercicio de su propia soberanía. La rapidez se presenta tam-
bién en la capacidad de consumo de información en tiempo
real, lo que no deja volver más complejos datos y los modos de
operarlos (formarse una opinión, decidir una acción, por
ejemplo), con algún efecto en la posición jerárquica del ámbito
local.

b) La provisionalidad de las resultantes de procesos acelera-


dos contribuye a la densificación referida a medida que alza las
tasas de reposición y de consumo. La primera está ligada a la
producción de innovaciones y al reemplazo de productos de
caducidad programada, en tanto que el incremento en el con-
sumo se da como resultado de una profundización y ensancha-
miento de los mercados, los cuales abarcan cada vez más po-
blación con satisfactores en áreas nuevas y personalizables. El
empaquetado contribuye a ello mediante dos movimientos que,
avanzando por flancos distintos, convergen en el mismo punto;
dichos movimientos son: la dosificación de los productos y sus
aditamentos, especialmente tratándose de aquellos de rápida
caducidad tecnológica, y la modularización que supone la com-
pra de unidades de repuesto cada vez más amplias y menos
rentables para efectos de reparación, sobre todo en mercancías
que, de otro modo, ofrecerían larga duración. Estas condicio-
nes jalan tanto de la producción de mercancías como de ideas y
prácticas. Históricamente corresponden a un cambio de época
marcado por la emergencia de patrones de finitud en los contra-
tos sociales para formar familias, empleos, afiliaciones o iden-
LA TECNOLOGÍA Y LA SUBSUNCIÓN POR EL CAPITAL 73

tidades, de modo tal que la lealtad a la marca emerge como la


mercancía que el consumidor puede vender.

c) Una tercera fuente de densificación social es la cercanía cul-


tural de lo consumible. Las nuevas identidades, que también
son entendibles como efectos de mercado, han sido formadas
para generar un sentido de comunidad en torno al consumo.
Esta fuente retoma cuanto necesita de los elementos originarios
de las culturas para ofrecer estrategias de socialidad en prácti-
cas inscritas como posibilidades de las mercancías. Se trata de
la generación de mecanismos de apropiación que al mismo tiem-
po que dan sentido a las prácticas individuales, las vuelven
satisfactores de una necesidad primaria: la pertenencia y el
consiguiente cierre de distancia cultural. Néstor García Canclini
(1995) ha asociado las estrategias de consumo con racionalidades
que bien pueden servir como marcadores de clase y de grupo,
un tanto inexplicables por fuera de éstos. Ahora bien, lo descrito
constituye un mecanismo de densificación por cuanto opera en
más de un espacio para cada individuo. En otras palabras: el
consumidor que lo es en un grupo específico, se complementa con
los varios otros consumidores que él mismo es en ámbitos
adicionales, incluso virtuales. Ocurre entonces que el mercado
ejerce como productor eficaz de consumidores; desde otro ángulo
puede afirmarse que el mercado se hace a sí mismo, de la misma
manera que la genética propone que de los especímenes se valen
las especies para ser, y serlo de modo multiplicado.

d) La proliferación y la labilidad de la oferta capitalista. Este


factor aparece como resultante del estado de cosas descrito,
pero constituye por sí mismo una ratificación de la potencia del
modo social y del mecanismo justo de construcción de su poder.
Si desde la perspectiva económica el MPC se presenta como un
arreglo lógico-histórico para la acumulación de riqueza, desde
una visión más abierta el sistema revela su orientación al con-
74 JESÚS BECERRA VILLEGAS

sumo individualista de todos aquellos frutos de la organización


y el desempeño sociales. Es la suma de todos los actos orde-
nados a la fruición inmediata o pospuesta, lo que arroja como
resultado la complejidad y la incertidumbre cada vez más osten-
sibles, a tal punto que pueden ser empleadas para periodizar
nuestra época. Ante una densificación tal de la oferta material
y simbólica, efectiva y probable, las luchas por lograr mejores
condiciones de acceso se libran a través de diferentes mecanis-
mos y a escalas diversas.

La incertidumbre como necesidad de consumo

Apuntábamos la existencia de una dimensión mayor de la confi-


guración social, cuyo peso debe ser salvado para seguir denomi-
nando con el mismo término lo que hoy llamamos capitalismo,
tanto aquel de tiempos de Marx como el de los tiempos que co-
rren. Plantearse el asunto no sólo es posible cuando se pretende
vislumbrar un nuevo modo de producción (MP) o una nueva eta-
pa de éste, sino también cuando, como en nuestro caso, quiere
evaluarse si el capitalismo es ante todo y precisamente un modo
de producción. Con tal propósito debemos proseguir con la aten-
ción puesta en el desamparo propio de la FS de nuestro tiempo,
desamparo mencionado antes como efecto de la densificación
social. En cierto sentido quizá baste con releer lo que a propósito
de ésta ya hemos dicho, pero visualizando ahora el efecto de des-
facilitación que las cuatro fuentes de la complejidad producen en
el desempeño de los capitales, los gobiernos y las instituciones,
así como de los grupos y los individuos, obligándolos, en una
etapa de su historia, a despojarse de vestiduras útiles y a em-
prender nuevas luchas.
Puesto que la complejidad resulta de la integración de for-
mas subordinadas y concretas que hacen emerger otras abs-
tractas de grado superior, el gasto para comprender y controlar
lo complejo es superior a la suma de lo que se requiere para
LA TECNOLOGÍA Y LA SUBSUNCIÓN POR EL CAPITAL 75

comprender y controlar sus partes generadoras. Esto hace que


aquellas instancias de menor materialidad, como los sectores
financiero y comunicacional, se encuentren mejor ubicados para
obtener beneficios inmediatos de los estados de cosas emergen-
tes, que aquellos de mayor concreción, como los sectores primario
y secundario de la economía, el gobierno, las instituciones, los
grupos y los individuos. Prueba de esto es el papel que ha cum-
plido la complejización en el estallido de las crisis financieras y
en los saldos dispares de ellas, con beneficios en los sectores
de baja materialidad a cargo del resto ya señalado. Justo para
éste, la incertidumbre aparece no sólo como un costo de vida,
sino como aquello a lo que se dirigen las estrategias de lucha e
inversión por las regularidades. Si la complejidad es produci-
da en parte por el desarrollo tecnológico, las estrategias para
abarcarla y reducir la incertidumbre derivan también, leído el
asunto apropiadamente, del despliegue y uso de las tecnolo-
gías. Con ellos la sociedad actual traza las líneas mayores con
las que se dibuja la FS que ejecuta e interpela el MP.
En primer término, a nivel de los individuos y sus agrupa-
ciones, y habiendo ya señalado el efecto de apropiación de la
que son objeto precisamente cuando juegan a apropiarse de ellos,
pueden identificarse desarrollos tecnológicos y sus consecuentes
estrategias de mercado para favorecer la individuación. Pri-
cewaterhouseCoopers (PwC), la red de firmas de servicios lega-
les, de análisis y de auditoría prospectiva, caracteriza en los
siguientes términos la oleada tecnológica que ya asoma:

El potencial transformador de la tecnología digital en la década por


venir es inmenso. En el mercado de consumo, creemos que esta
transformación producirá hasta tres olas tecnológicas digitales:
a) La primera ola: principalmente “un canal alterno” o “comercio
electrónico” en el cual vender y comunicar. Esto ya ocurre y
hasta los negocios más tradicionales lo están adoptando.
76 JESÚS BECERRA VILLEGAS

b) La segunda ola: lo digital, más que un canal, permitirá una


economía de resultados, donde la información compartida por
la conectividad ayudará a los consumidores a conseguir los re-
sultados que buscan.
c) Pero creemos que la tercera ola es inminente y será produci- da
por los propios consumidores al asumir su identidad digital y
extraer valor de ello. Consistirá en “marcas de compra” que
constituyen demanda por grupos de consumidores o en plata-
formas de patrones de vida capaces de administrar rastreos y
consumos digitales.
Las compañías encontrarán nuevas oportunidades en este mer-
cado en desarrollo al integrar los cuatro aspectos de las tecnologías
digitales: redes sociales, comunicación móvil, análisis de datos y
almacenamiento en la nube. Ya no les bastará a las compañías con
hacerse de una estrategia digital a fin de triunfar; lo que necesi-
tarán será una estrategia de negocios adecuada a la era digital
(PricewaterhouseCoopers, s.f.a).

Si bien no se plantea la recuperación del individuo como


persona integral, la plasticidad de las tecnologías para uso per-
sonal tendrá que recolocar la figura del consumidor dotado de
historia y aspiraciones en el nicho de mercado que los capitales
desean cultivar. Otro asunto es la inserción del sujeto y de los
grupos a los que se adscribe a los espacios de poder efectivo y
aun a las plantillas laborales (Brynjolfsson y McAfee, 2014);
pero en medio de las contradicciones del sistema, habrá inver-
siones que necesitarán que sujetos y grupos mantengan y hasta
incrementen su poder de consumo. Esa tendencia se verá favo-
recida por la caída constante de los precios en el mercado de
los productos de alta tecnología para el consumidor final. Por
ejemplo, el costo de elaborar las secuencias de ADN por genoma
era, en dólares, de 96 millones en 2001 y había bajado a menos
de 6 mil en 2013 (PricewaterhouseCoopers, s.f.a). Finalmente, es
necesario señalar dos fuerzas ya presentes en esta dimensión:
LA TECNOLOGÍA Y LA SUBSUNCIÓN POR EL CAPITAL 77

a) el consumo compartido (sharing economy), que separa las


esferas de la propiedad y del consumo, así como la indivi-
dual de la comunitaria, y
b) la cultura colaboracionista, de la cual las formas wiki son
una modalidad importante de participación anónima su-
bordinada a intereses de grupos de los que se forma parte.

En segundo término, puede preverse que la atención se des-


plazará de la mera figura de las instituciones como entidades a lo
institucional como cultura. Al respecto vale la pena postular
como principio que lo mejor de una buena sociedad y lo peor de
una mala son siempre sus instituciones. Justamente, siendo lo
institucional el modo abstracto y superordinado del nivel ya ca-
racterizado de los individuos y sus grupos como entes sociales,
la institucionalización de las prácticas sociales es lo único que
puede constituir un camino viable e integrador ante la densifi-
cación de lo social. Si bien la consecución de la institucionalidad
no depende del desarrollo y la apropiación de tecnologías espe-
cíficas, las estrategias para conseguirla ahí donde la cultura no
la ha producido, sí se ve favorecida por la disponibilidad social
de tecnologías de comunicación horizontal en red. Por lo demás,
nuevamente las demandas del mercado juegan a favor de esta
tendencia al presionar a las economías nacionales para que se
diferencien a efecto de atraer inversiones, según su madurez ins-
titucional, además de su participación en los intercambios mun-
diales y de la magnitud de su producto interno bruto. Así, PwC
desarrolla su cartera y su prospectiva desde cinco dimensiones,
a saber: crecimiento y estabilidad económica; avance y cohesión
social; tecnologías de la comunicación; institucionalidad políti-
ca, jurídica y regulatoria, y sostenibilidad ambiental (Pricewa-
terhouseCoopers, s.f. b). En un contexto de densificación es com-
prensible que la reducción de la certidumbre se haya convertido
en una mercancía compleja de baja materialidad, alto costo de
producción y alta valoración.
78 JESÚS BECERRA VILLEGAS

En tercer término puede mencionarse la normalización que


los gobiernos, especialmente los nacionales, pueden efec- tuar
a partir de las prácticas y del uso de las tecnologías de
evaluación y vigilancia. Las primeras se valen de la configura-
ción jurídica necesaria para mantener cierto control sobre los
procesos de producción y transmisión de conocimiento en los
sistemas educativos, especialmente los universitarios (Kehm,
2012: 19-48). Esta evaluación, que libera a la administración
pública de la carga de diseñar programas, es practicada por cada
vez más gobiernos que han encontrado en ella una for- ma
económica de mantener el control mientras sostienen el juego
de las autonomías. En el ejercicio de la vigilancia, el caso
estadounidense es paradigmático, como lo muestran John B.
Foster y Robert W. McChesney (2014). Los autores analizan las
prácticas de control, espionaje y confabulación del gobierno de
Estados Unidos contra ciudadanos y corporaciones a ambos la-
dos de sus fronteras, así como contra otros gobiernos y poderes.
Señalan el papel desempeñado por los medios informativos en
el sostenimiento de la economía de guerra y del consumo a gran
escala, al exacerbar un sentimiento público de amenaza y de
“destino manifiesto”, el cual consiste, entre otros elementos, en
la contención del comunismo y en la defensa del mundo libre.
Luego, con la abrogación de la Ley Glass-Steagall, el gobier-
no estadounidense liberó el sistema financiero para, en última
instancia, producir equivalentes monetarios sin respaldo ma-
terial; al mismo tiempo se complejizaron las operaciones y, me-
diante las tecnologías adecuadas, se ampliaron los productos
financieros que han producido crisis periódicas en el mundo, a
tal grado que hoy constituyen la “quiebrocracia bancaria” (Gar-
cía, 2015). Mal negocio éste para los gobiernos, pero magnífico
para quienes alternan el rol de banqueros con el de servidores
públicos. La minería de datos y el espionaje de comunicacio-
nes personales, corporativas y nacionales se convierten en otras
prácticas ya denunciadas y documentadas que han costado al
LA TECNOLOGÍA Y LA SUBSUNCIÓN POR EL CAPITAL 79

gobierno de Estados Unidos demandas y descréditos, pero que


además ponen en evidencia la debilidad de instituciones políti-
cas que deben asociarse y comprar accesos a las grandes com-
pañías de información y comunicación. Esto mismo lo pone en
evidencia Moisés Naím cuando refiere la existencia mundial de

un conflicto caracterizado por el difuminado de los límites entre la


guerra y la política, lo militar y lo civil. Es un conflicto en el que
un actor no estatal violento lucha contra un Estado y en el que el
enfrentamiento es militar, no sólo en el estricto sentido de las hos-
tilidades armadas, sino también porque se desarrolla entre los
medios y la opinión pública, y porque cada bando se esfuerza tanto
por socavar las bases y la legitimidad del otro como por derrotar-
lo en el campo de batalla. El terrorismo, la guerra cibernética y la
propaganda son instrumentos habituales de la guerra de cuarta
generación (Naím, 2014: 179).

En cuarto lugar, la estrategia del capitalismo productivo


para hacer frente a la incertidumbre derivada de la complejidad
creciente, constituye el centro de interés del presente trabajo y
es tratado en la siguiente sección.

L A TERCERA SUBSUNCIÓN

Como se sabe, Marx señaló como razón última del capitalismo,


esto es, como el objetivo de cada uno de los capitalistas, la acumu-
lación de capital. Pero ¿cuál es el objetivo del capitalismo cuando
integramos en él a los trabajadores o, en otro corte, a los consu-
midores? Mientras el capitalismo como sistema se complejiza, en
cuanto fuerza viva aparece como voluntad de perseverar e ir por
más, y lo hace desde sus agentes sociales. Cabe preguntarse si una
especie de principio inscrito en la naturaleza humana produce la
noción de capitalismo como libertad > organización > satisfacción,
80 JESÚS BECERRA VILLEGAS

siendo lo segundo lo que el MPC se propone utilizar como medio


para conciliar los otros dos valores, si bien de manera históri-
camente imperfecta. Aunque los principios del MPC no son los
que están inscritos en la naturaleza humana, históricamente se
tiene que sí lo son aquellas razones que lo justifican y lo hacen
resistente, adaptable y durable. Puesto el capital como medio,
queda el problema de su concreción. Ésta no puede sino ser la
acción humana: diseño, trabajo, organización y consumo. El res-
to de las prácticas sociales e instituciones sólo son formas de
representación, preparación o derivación de estos cuatro dispo-
sitivos cardinales para la reproducción. Una discusión aparte de
la desarrollada por Marx cuando analiza el proceso productivo,
se hace necesaria a fin de proponer no sólo la reproducción
ampliada del capital sino la de la subsunción que éste efectúa de
las acciones humanas, especialmente de las cuatro ya mencio-
nadas: diseño, trabajo, organización y consumo. Es en tal sentido
como debe entenderse la propuesta de lectura de la subsunción
que se ofrece en el presente trabajo.
En El capital, libro 1, capítulo VI (inédito), Marx desarrolla
un análisis lógico-histórico del sometimiento del trabajo al
capital para que éste se constituya en modo de producción. Se
entiende que se trata de un proceso de luchas cuyo saldo es la FS
que hoy conocemos y que, en la dimensión que interesa en esta
exposición, hemos caracterizado. Subsumir trabajo en el capital
no sólo consiste en realizar su compra, sino además en desman-
telar su autosuficiencia de operación y de representación, esto es,
en generar las condiciones de organización sostenida y ampliada
de la acción transformadora del trabajo para los fines del capital.
Aunque esto constituye un continuo desnivelado y abrupto que no
ha cesado desde su inicio hasta nuestros días, presenta rasgos que
nos permiten discernir dos formas en dos etapas: subsunción
formal y subsunción real. Antes de caracterizarlas, conviene
señalar que ambas consisten en la dominación de lo abstracto
(capital) sobre lo concreto (trabajo), esto es, de las formas sobre
LA TECNOLOGÍA Y LA SUBSUNCIÓN POR EL CAPITAL 81

los procesos, hasta que esta relación se consolida en una estruc-


tura que llamamos capitalista y que rige las concreciones de las
FS . Es la dominación estructural sobre éstas lo que sustenta el
planteamiento de que lo abstracto y lo concreto, aunque se en-
cuentran en distintas dimensiones o modos de existencia, inte-
gran una unidad dialéctica compleja de superordinación desde lo
lógico y de subordinación hacia lo histórico. Dice Marx:

La característica general de la subsunción formal sigue siendo la


directa subordinación del proceso laboral –cualquiera que sea,
tecnológicamente hablando, la forma en que se lleve a cabo– al
capital. Sobre esta base, empero, se alza un modo de producción
no sólo tecnológicamente específico que metamorfosea la natura-
leza real del proceso de trabajo y sus condiciones reales: el modo
capitalista de producción. Tan sólo cuando éste entra en escena se
opera la subsunción real del trabajo en el capital (2001: 72, cursi-
vas del original).

Así, en procesos concretos los trabajos específicos o reproduc-


tivos son diseñados (jurídica y tecnológicamente) y organizados
(financiera, productiva y comercialmente) por el capital para con-
sumos específicos o reproductivos. Por encima de esas concrecio-
nes, la relación capitalista asimétrica se yergue como un modo de
hacer, con todas sus contradicciones y como marca de una época,
sobre la cual, recordemos, pende la pregunta acerca de su vigen-
cia. Aun frente a la complejidad e incertidumbre prevalecientes,
algunos autores (por ejemplo Bolaño, 2000 y 2013) estiman la
emergencia incesante de nuevos productos, prácticas, asociacio-
nes, negocios y formas de representación como meras actualiza-
ciones de la época y de la forma de la subsunción real. Sin em-
bargo, y esto es fundamental en el presente análisis, las labores
de diseño, organización y, en general, creación científica y artísti-
ca, las cuales son los medios para subsumir realmente el trabajo
reproductivo, no son sino labores sólo formalmente subsumidas.
82 JESÚS BECERRA VILLEGAS

Así, la lectura que aquí se ofrece propone la existencia de una


nueva modalidad de subsunción en el capital; ésta ya no es sólo
del trabajo reproductivo sino de la totalidad social, pues abarca
incluso las autorrepresentaciones encaminadas al consumo, a
manera de inversiones para obtener regularidades y la reduc-
ción de las incertidumbres. Al respecto, hay que considerar que
la segunda subsunción del trabajo en el capital (STC2) no sólo
profundiza sino que cualitativamente supera la subsunción for-
mal del trabajo en el capital (STC1). De modo que la subsunción
real no sólo subsume el trabajo reproductivo sino también a la
subsunción previa. El paso de la STC1 a la STC2 no consiste en un
giro sino en una ampliación. La dominación jurídico-mercantil
de un momento no se cambia por otra de tipo técnico, sino que
ésta se agrega a la anterior y produce históricamente el MPC. La
clase dominada vive una primera pérdida que se profundiza sin
recuperación en la segunda. Sin embargo, en el análisis de estas
etapas lo que se omite observar es que al instalarse la subsunción
real del trabajo, lo que se domina es éste y no las representacio-
nes de la clase trabajadora, por lo que ésta aún permanece po-
tencialmente revolucionaria. Es pues necesaria una subsunción
simbólica que otras formas del capital se encargan de acometer,
a fin de cerrar la pinza sobre el espacio de las subjetividades que
escapan a los procesos de producción y se instalan en los de con-
sumo, el cual no lo es sólo de las mercaderías capitalistas sino de
la gran narrativa en que deviene el capitalismo: precisamente la
narrativa de la libertad y de la satisfacción por el consumo de las
certidumbres. No son sólo las empresas culturales las que tienen
a su cargo la producción del imaginario adecuado a la reproduc-
ción del sistema, ni son las facilitaciones del sistema financiero
ni las academias las únicas encargadas de poner en circulación
la lógica necesaria, sino que el espacio mismo y los ritmos de
vida en los escenarios capitalistas se convierten en los grandes
y sugestivos escaparates. Ciudades, vías, instituciones, normati-
vas y procedimientos, todo integra una oferta contundente para
LA TECNOLOGÍA Y LA SUBSUNCIÓN POR EL CAPITAL 83

ser saboreada en los actos de microconsumo. Al igual que pasa


con los relatos (Barthes et al., 2002), el sentido de cada consumo
no se encuentra en él mismo, sino que lo cruza por encima.
La tercera subsunción, ya no del trabajo sino de la cultura
misma como lógica de reproducción del sistema, muestra por
fin el peso del componente subjetivo y estético en el MP, cada vez
más definido por las estrategias de consumo. A la caracteriza-
ción de Fredric Jameson (1991) del posmodernismo como lógica
del capitalismo tardío, hay que agregar que también el primer
capitalismo produjo, además de revoluciones industriales, una
subsunción de la cultura y la comunicación tal que se puede
proponer la vigencia de un modo de cultura y comunicación
capaz de nombrar un capitalismo que presenta contradicciones
al parecer más fáciles de resolver en los hechos que de concep-
tuar, salvo cuando se parte de la explicación que brinda una
propuesta de subsunción nueva y diferente.
Partamos de una lectura histórica para colocar la cons-
trucción del capitalismo que hoy se despliega en los términos que
conocemos. Robert J. Gordon (2012: 2) ubica las revoluciones
industriales (RI) en los siguientes términos: la RI1 se dio por la in-
troducción de máquinas de vapor y el ferrocarril, de 1750 a 1830.
La RI2 descansó en la electricidad, las máquinas de combustión
interna, el agua corriente, los servicios sanitarios domésticos,
las comunicaciones, el mundo del entretenimiento, la química y
el petróleo; su periodo fuerte comprendió de 1870 a 1900. La RI3
consiste en la presencia de las computadoras, la web y la telefo-
nía móvil; arranca en 1960 y continúa hasta el presente. El autor
afirma que la RI3 no puede ya impactar ni los procesos produc-
tivos ni los estándares de vida como lo hizo la RI2. Al respecto,
Gordon señala que la nueva revolución introdujo escasos cam-
bios sustanciales y que lo predominante desde 1970 han sido las
“mejoras de segunda vuelta” (2012: 13). En nuestro análisis,
la subsunción formal o STC1 preparó las condiciones para que se
dieran la RI1 y la RI2 ya como resultantes directas de la STC2.
84 JESÚS BECERRA VILLEGAS

Como efecto adicional, los cambios en los modos de vida de la


población se tradujeron en una subsunción simbólica formal de
la cultura en el capital o SCC 1. En cuanto a esto, señalamos que
se trata de una modalidad formal por cuanto consistió en la
generación de condiciones de oferta para el consumo, pero aún
regido por el diseño de masas. La RI3 coincide aproximadamen-
te con la subsunción simbólica real de la cultura en el capital
(SCC 2), en la que se da la paradoja de la dominación profunda del
consumo vía la liberación de los medios para su ejercicio indivi-
dualizado o por grupos de referencia o de colaboración.
El asunto no carece de importancia porque explica cómo aun
con la ralentización del crecimiento de la productividad en
tiempos de RI3 comparada con RI2, y la moderación de la curva
de incremento de las remuneraciones relativas al trabajo, el
sistema ha logrado mantener su rentabilidad no a costa de la
destrucción de capital –que lo ha habido–, sino de la disponi-
bilidad social de la oferta. La diferenciación, la caducidad y la
desmasificación para el consumo se traducen en una ampliación
efectiva del mercado consistente no sólo en la incorporación de
más compradores al mercado, sino en la multiplicación de cada
uno de ellos en más actos de adquisición debido a tres factores:
el ensanchamiento de los patrones de consumo, la caída del tra-
bajo necesario para devengar costos de compra, y el creciente
ritmo de reposición de los bienes adquiridos. Se trata pues de
una subsunción que provee la necesaria cultura para el consumo
del sistema; permite sostener éste a pesar de la disminución en
valor de las percepciones salariales y de las transacciones de los
particulares en cada rama y cada firma. Nuestras sociedades
han entrado en una etapa que es más de consumo colaborativo
que de producción en el sentido socialista. La automatización y
el fraccionamiento de los procesos de trabajo, como mecanismos
más orientados a la acumulación de una clase que al consumo
de la otra, hacen improbable la colaboración laboral como mero
resultado de la expansión del capital.
LA TECNOLOGÍA Y LA SUBSUNCIÓN POR EL CAPITAL 85

Así pues, el incremento en los volúmenes de consumo por en-


cima del crecimiento demográfico y a pesar de la caída del in-
greso laboral real en comparación con las remuneraciones de los
puestos de ejecutivos y accionistas, apunta a un capitalismo como
modo estructural y cultural de consumo que “tira” del capitalis-
mo como modo de producción. Mientras las tecnologías desplazan
la actividad humana de la producción al consumo, ratifican éste
como la razón de ser del productor directo. Cabe pues proponer
una especie de óptimo de Pareto en la economía, el cual consiste
en el sobrepeso del consumo por encima del peso de la produc-
ción. Al respecto conviene no olvidar que el consumo también lo
es de capital, en este caso especialmente financiero. Así que la
llegada a este óptimo fortalece el capital, aunque no necesaria-
mente el de tipo productivo. Es decir, fortalece el capital que vive
de mover las fronteras entre producción y consumo con miras a la
optimización del sistema; este capital es el que se lleva la mayor
renta del estado de cosas, puesto que su mercado –su clientela–
será justamente aquel que corresponde al nuevo régimen.
Toda esta lectura muestra la tercera subsunción como una
etapa dotada de una lógica de complejidad creciente a la que
hay que sumarle una última observación: lo que trajo la RI3 es
un cambio de paradigmas más grande que afectó no sólo la
percepción del entorno, sino la autopercepción y la auto-
estima. Creó comunidades de referencia para el consumo, la
valoración, la opinión y las prácticas políticas. Estas nuevas
condiciones materiales traen consigo su propia lógica de repro-
ducción, una lógica que supone una nueva narrativa desde
códigos inéditos. Así como cada medio de comunicación, después
de inventado el artefacto, tuvo que madurar para crear su propio
lenguaje, su estética y el tipo de relatos que le son propios, también
el nuevo régimen de consumo facilitado por las tec- nologías
generó, en su etapa lógica de subsunción real de la cultura (RI3),
los esquemas para circular en ellos. En tal sentido, la tecnología
se ha vuelto en sí misma no sólo un conjunto de
86 JESÚS BECERRA VILLEGAS

dispositivos, sino una cultura de época que, en especial, las ge-


neraciones jóvenes repletan.

C ONSIDERACIONES FINALES

Aunque el énfasis que en esta exposición pusimos en el com-


ponente cultural y de consumo supuso que desatendiéramos la
relación trabajo-capital, no hemos pretendido desestimar ésta;
en realidad nuestro deseo ha sido justamente explorar cuánto la
dimensión mercado ha ganado en poder explicativo conforme
corren los tiempos. En todo caso, con relación a la esfera de la
producción nos interesó distinguir el trabajo reproductivo del
creativo, por cuanto este último es inconquistable de manera
absoluta por el capital; hacerlo conllevaría siempre una fuga a
un nivel superior desde el que entonces tendría que organizar su
subsunción real, pero el último nivel emergente sólo en el plano
formal puede ser capitalistamente organizado y comprado.
Así que hemos propuesto una lectura que la academia aún
no acomete; una lectura que no pretende dar una explicación
definitiva de lo que hoy es el capitalismo, pero sí dejar estable-
cida la pregunta sobre la esencia de éste, antes que dar dicha
esencia por sentada. Con tal propósito consideremos el efecto
mercado en la relación:
Producción / Oferta > < Demanda / Consumo
En cuanto efecto de sistema, el mercado se oculta mostrando,
como lo hace el lenguaje. De este modo, la cara del consumo que el
capitalista ve es la demanda y a ella se orienta, mientras que la
cara que el consumidor conoce del productor es la oferta. En
medio de ellos se coloca el mercado como mecanismo de contacto
y de inmediatez para los efectos del desempeño cotidiano:
Producción / Oferta > Mercado < Demanda / Consumo
El planteamiento es válido para todo modo mercantil, ya que
la figura en que se concreta el mercado es la mercancía: ella es lo
LA TECNOLOGÍA Y LA SUBSUNCIÓN POR EL CAPITAL 87

producido y ofertado, lo demandado y consumido, lo que satisface


las necesidades de cada polo.
En particular para los fines del análisis no es mala idea tener
presente el mercado como la manifestación que asume el
capitalismo o, en otras palabras, como la forma representativa
del capitalismo.
Pero a pesar de que se sabe que el mercado es ciego, corto-
placista y egoísta, el capitalismo como abstracción mayor con-
siste ante todo en una lógica que no necesita ver, proyectar ni ser
justa para sostenerse y ampliarse en el tiempo.
Sólo requiere constituirse en modo de ver, de valorar y de
actuar para existir en los actos particulares y en las edificacio-
nes institucionales.
En este sentido, el capitalismo como dispositivo es en sí su
propia tecnología puesta en marcha para subsumir el mundo.
Así ocurre ahora porque la relación trabajo-capital está me-
diada por un imaginario subsumido, ya que, a fin de cuentas,
todas las tecnologías que el capital produce, son tecnologías de
subsunción.

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