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El Conocimiento y Verdad
El Conocimiento y Verdad
La crisis de la verdad
El problema de la verdad no es nuevo. Siempre se han planteado
dificultades acerca de la objetividad de la verdad, tomando ocasión, por
ejemplo, de la disparidad de modos de ver las cosas que existen en las
diferentes sociedades e incluso dentro de cada sociedad, y de los
cambios que se dan, a veces, en las opiniones y creencias en las
diferentes épocas.
Muchos piensan que las ciencias sólo proporcionan modelos que siempre
están sujetos a cambios, sin llegar nunca a conclusiones verdaderas. A
la vez, la ciencia experimental suele considerarse como el conocimiento
más fiable que poseemos, porque sus modelos pueden someterse a
control experimental y a demostraciones intersubjetivas que son
independientes de las creencias personales. Al combinar estas ideas, se
concluye que, si no podemos alcanzar verdades definitivas en las
ciencias, que son consideradas como el mejor conocimiento de que
disponemos, mucho menos se alcanzarán en otros ámbitos, como la
filosofía y la religión, en los que influyen notablemente los factores
personales y sociales.
La verdad científica
Las dificultades de la verdad científica se comprenden si tenemos en
cuenta que, en muchas ramas de la ciencia experimental, se utilizan
modelos abstractos y conceptos matemáticos que no son una simple
traducción o fotografía de la realidad. Además, el método experimental
exige que se adopten estipulaciones que no vienen determinadas por la
naturaleza misma de las cosas. A todo ello se debe añadir que, desde el
punto de vista de la lógica, no siempre es fácil conseguir
demostraciones concluyentes.
La fe ayuda a la ciencia
El positivismo del siglo XIX, y sus nuevas formas en el siglo XX,
presentan a la religión como un obstáculo para el progreso científico,
como si la ciencia implicara una actitud incompatible con las verdades
de la fe. Para sostener esta tesis, con frecuencia se magnifica el caso de
Galileo, prescindiendo del rigor histórico y de las circunstancias que
permiten comprenderlo; además, se presenta ese caso como si fuese el
exponente de una constante pugna entre la ciencia y la fe, lo cual no es
cierto.
Funcionalismo y pragmatismo
Las objeciones contra la verdad no suelen provenir de la ciencia misma,
sino de interpretaciones poco acertadas de sus métodos y resultados.
El relativismo
Estrechamente relacionado con el funcionalismo, el relativismo
considera que no existe una verdad objetiva, o al menos que no
podemos alcanzarla: sólo existirían verdades relativas a los sujetos o
grupos, dependientes de las condiciones particulares de su existencia.
En sus versiones más radicales, el relativismo prescinde también de la
noción misma de verdad.
El cientifismo
Las dificultades en torno a la verdad provienen, en buena parte, de
doctrinas cientifistas, según las cuales las ciencias naturales serían el
único modo válido de conocer la realidad, o al menos, el modelo que
debería imitar cualquier pretensión de conocimiento. Pero esa tesis no
puede ser probada por ninguna ciencia concreta, y por tanto, el
cientifismo es contradictorio: afirma lo mismo que prohíbe.
Existen problemas que no pueden ser tratados con los métodos de las
ciencias naturales. Por ejemplo, las investigaciones científicas sobre los
orígenes de los seres naturales tienen gran interés, pero ello se debe, en
buena parte, a que suelen mezclarse con «una cuestión de otro orden, y
que supera el dominio propio de las ciencias naturales. No se trata sólo
de saber cuándo y cómo ha surgido materialmente el cosmos, ni cuándo
apareció el hombre, sino más bien de descubrir cuál es el sentido de tal
origen: si está gobernado por el azar, un destino ciego, una necesidad
anónima, o bien por un Ser trascendente, inteligente y bueno, llamado
Dios. Y si el mundo procede de la sabiduría y de la bondad de Dios, ¿por
qué existe el mal?, ¿de dónde viene?, ¿quién es responsable de él?,
¿dónde está la posibilidad de liberarse del mal?» *(13).
El cristiano tiene una gran tarea por delante, para conseguir integrar los
diferentes aspectos de su vida personal y para proponer soluciones que
sirvan también a otras personas e incluso a la entera sociedad.
Refiriéndose a la crisis ideológica de nuestra época, Juan Pablo II
afirma: «Esa crisis común afecta igualmente al científico creyente.
Tendrá que preguntarse por el espíritu y la orientación en que él mismo
desarrolla su ciencia. Tendrá que proponerse, inmediata o
mediatamente, la tarea de revisar continuamente el método y la
finalidad de la ciencia bajo el aspecto del problema relativo al sentido de
las cosas. Todos nosotros somos responsables de esta cultura y se nos
exige nuestra colaboración para que la crisis sea superada. En esta
situación, la Iglesia no aconseja prudencia y precaución, sino valor y
decisión. Ninguna razón hay para no ponerse de parte de la verdad o
para adoptar ante ella una actitud de temor. La verdad y todo lo que es
verdadero constituye un gran bien, al que nosotros debemos tender con
amor y alegría. La ciencia es también un camino hacia lo verdadero,
pues en ella se desarrolla la razón, esa razón dada por Dios que, por su
propia naturaleza, no está determinada hacia el error, sino hacia la
verdad del conocimiento